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Andes

versión On-line ISSN 1668-8090

Andes  n.18 Salta ene./dic. 2007

 

Apropiación, distribución e intercambio: El ganado vacuno en el marco de las reducciones de Abipones y Mocoví (1743-1767)1

Lucaioli Carina2, Nesis Florencia3

2 3 Sección Etnohistoria del Instituto de Ciencias Antropológicas. UBA/CONICET.

Resumen

En el presente artículo hemos tomado como recorte espacio-temporal las misiones jesuíticas fundadas para los grupos abipones y mocoví durante el siglo XVIII en el Chaco austral. Nuestro objetivo se orientó a analizar las múltiples relaciones entabladas con la sociedad hispanocriolla a partir de los distintos usos y formas de apropiación del ganado vacuno entre estos grupos. Las reducciones funcionaron como espacios complejos que condensaron variados intereses y  conjugaron la interacción de distintos sujetos sociales. Asimismo, fueron lugares que permitieron a los grupos reducidos desplegar una serie de estrategias económicas y políticas para hacer frente a la sujeción colonial. Las actividades indígenas relacionadas con el manejo del ganado vacuno emergen como un exponente del tipo de respuestas elaboradas a tal fin.

A partir de la lectura y análisis de fuentes documentales, identificamos y describimos tres tipos de stock ganadero: el ganado vacuno de las reducciones, los animales particulares en manos de individuos prestigiosos y las manadas destinadas al intercambio. Nos hemos propuesto analizar las formas de apropiación, distribución e intercambio, los sujetos e intereses intervinientes y el valor relativo del ganado vacuno en los diferentes contextos específicos.

Palabras clave: Chaco Austral; Colonia; Reducciones; Ganado; Intercambio

Abstract

Appropriation, Distribution and Exchange: Cattle in the Abipones and Mocoví Reductions 1743-1767). In the present article we have studied the Jesuitical missions founded for the Abipones and Mocoví groups during the XVIIIth century in southern Chaco. Our objective was to analyse the multiple relations established with the Hispanic and Criollo society, starting from the different uses of cattle and ways of cattle appropriation among these groups. The reductions worked as complex spaces that condensed various interests and combined the interaction of several social actors. In the same way,  they were places that allowed reduced groups to deploy a series of economical and political strategies to face up to colonial subjection. The indigenous activities related to cattle handling emerge as an example of the kind of answers given to that end.

Starting from the reading and analysis of documental sources, we have identified and described three types of livestock: the cattle from reductions, the animals owned by prestigious individuals, and the herds destined to exchange. We have intended to analyse the ways of appropriation, distribution and exchange; the actors and interests that took part in it; and the relative value of cattle in the different specific contexts.

Key words: Chaco Austral; Colon; Mission; Cattle; Exchange

A principios del siglo XVIII, desde la gobernación del Tucumán se organizaron diferentes expediciones militares con el fin de "pacificar las fronteras". En 1710, Urízar y Arespacohaga emprendió una de las más importantes incursiones provocando el desplazamiento hacia las márgenes del río Salado de los grupos indígenas ecuestres abipones y mocoví. Esta migración generó nuevos tipos de relaciones con las cercanas ciudades de Santa Fe, Santiago del Estero, Corrientes y Córdoba. Las actividades de caza y aprovisionamiento se volcaron sobre los asentamientos coloniales y campos aledaños situados en las márgenes orientales de la región, de manera que sobrevino -a partir de la década de 1720- un acrecentamiento de las incursiones y malones sobre las ciudades y las estancias emplazadas en la zona fronteriza del Chaco austral. Los enfrentamientos cada vez más asiduos y el desequilibrio en este espacio fronterizo generaron en la sociedad hispanocriolla la necesidad de encauzar y contener el avance indígena y los malones en un tipo de relación que resultara menos costosa, tanto en la seguridad como en el aspecto económico y comercial. Así, a la par de la tradicional política de pactos para garantizar la "paz" y las "relaciones amistosas" entre ciertos grupos indígenas y los hispanocriollos, se acordó el establecimiento de reducciones de indios abipones y mocoví bajo la dirección de la Compañía de Jesús. Este proyecto se habría delineado tomando como ejemplo el modelo de reducción que los jesuitas venían desarrollando exitosamente con los guaraníes de la otra banda del río Paraná.

La fundación de reducciones en el Chaco austral se inició con el establecimiento de San Javier de indios mocoví en 1743, seguida en 1748 por la fundación de San Jerónimo de indios abipones, ambas dentro de la jurisdicción de Santa Fe. Esta misma ciudad patrocinaría, tardíamente, una tercera reducción: San Pedro de mocoví en 1764. A cargo de los jesuitas se crearon otras tres reducciones de indios abipones: en 1749, Concepción en la jurisdicción de Santiago del Estero; en 1750, San Fernando en la de Corrientes y, más tarde, en 1763, del Santo Rosario o Timbó, en Asunción. Estas misiones dieron lugar a relaciones más asiduas entre los grupos reducidos y los distintos agentes de la sociedad hispanocriolla con los cuales habían pactado "amistad". Las relaciones comerciales se hicieron más frecuentes y los grupos indígenas orientaron sus actividades económicas para suplir las crecientes demandas de ganado de los mercados coloniales, ya sea mediante la caza de manadas cimarronas o alzadas o bien a partir de la sustracción de botín mediante el saqueo sobre otras jurisdicciones o agrupaciones indígenas.

Esta preponderancia del ganado en el circuito económico nos llevó a preguntarnos acerca de las posibles funciones que cumplían las manadas vacunas para los grupos indígenas y, también, en su relación con la sociedad hispanocriolla. Centrándonos en este interrogante, en el presente trabajo indagaremos en las distintas funciones que cumplía el ganado vacuno para los grupos reducidos abipones y mocoví durante el siglo XVIII, teniendo en cuenta que las actividades relacionadas con el mismo parecen haber actuado como bisagra al permitir articular los intereses en juego mediante distintos tipos de relaciones.

Para comenzar a abordar estas cuestiones es necesario recordar que se trata de grupos cazadores recolectores que presentaban una movilidad estacional relacionada con las actividades de aprovisionamiento y con la interacción con otros grupos indígenas para la celebración de ceremonias intergrupales (Lucaioli 2005, Nesis 2005). Así, durante el invierno, las agrupaciones solían dispersarse en unidades menores dedicadas principalmente al autoabastecimiento mediante actividades de caza; mientras que en la primavera, distintos grupos se congregaban para celebrar las ceremonias rituales a la vez que aprovechaban la ocasión para entablar y delinear las futuras relaciones de alianzas, matrimonios, intercambios comerciales y encuentros bélicos. La alternancia de estos períodos de reunión y dispersión tenía su contraparte a nivel de la organización social, ya que ésta suponía la existencia de pequeños grupos de composición variable a través del tiempo. Cada una de estas unidades reconocía, mediante el consenso, la autoridad 4 de un líder; no obstante cada individuo era libre de decidir a quién brindaba este reconocimiento. Esta particularidad hacía inestables las posiciones de jerarquía, poniendo en peligro el mantenimiento del status, lo cual puede evidenciarse en la continua circulación de personas entre diferentes agrupaciones según las circunstancias y los beneficios que uno u otro líder pudieran otorgar.

El Chaco austral: un espacio fronterizo particular

A diferencia de otros espacios fronterizos, el avance colonial de la zona austral del Chaco no se caracterizó por poseer una fuerte presencia militar organizada bajo la forma de presidios y fortines. Las reducciones de abipones y mocoví fueron pensadas, desde un primer momento, como posible solución para paliar esta ausencia, de manera que recayó sobre ellas la tarea de actuar como una suerte de barrera de contención frente a los grupos indígenas no reducidos de "tierra adentro". Esta preocupación aparece reflejada en los documentos para esta zona del Chaco, donde quedó asentada la explícita intención de "formar de ellos cuatro pueblos que sirviesen de guarnición y frontera a las costas del río Paraná arriba y a debajo de esta ciudad" (AGN, IX, 3-3-6). Sin embargo, este no sería el único interés que se cristalizaría a medida que el proyecto reduccional fuera tomando forma.

A través de las fuentes, hemos podido evidenciar tres grandes líneas de intereses que subyacen a la fundación de misiones en el Chaco austral: la de los agentes coloniales que esperaban frenar los malones, robos y muertes a la vez que entablar relaciones comerciales pacíficas y favorables; la de los misioneros jesuitas con el objetivo más explícito de "civilizar" y adoctrinar a los "bárbaros" pero también esperando contribuir a la prosperidad económica del Colegio de la Compañía de Jesús y, por último, la de los grupos indígenas que manipulaban las nuevas posibilidades para sacar ventajas económicas y políticas. Cabe destacar la presencia, no siempre visible, de otros sectores interesados como los hacendados y comerciantes coloniales que esperaban acabar con los delitos que los indígenas infligían sobre sus propiedades a la vez que sacar provecho del establecimiento de relaciones de intercambio.

En este sentido, la fundación de los pueblos de indios resultó de la confluencia y acuerdo de  distintos sectores5 representativos de este espacio fronterizo. A partir de la lectura de los documentos, hemos podido identificar: la presencia de los agentes gubernamentales, principalmente los gobernadores de Santa Fe, Corrientes, Santiago del Estero y Asunción; el sector militar encargado de la defensa del territorio, el sector eclesiástico mediatizado por el Colegio Jesuita y los curas doctrineros y los principales líderes de los grupos indígenas. Tras cada uno de estos "representantes" se esconden una multiplicidad de actores y sujetos que en las fuentes se suelen "invisibilizar" bajo repetidos nombres de los personajes más conocidos o públicos. Indirectamente, también hallamos indicios de la confluencia de otros tres sectores sociales: los comerciantes, los hacendados de la zona fronteriza y los grupos indígenas vecinos, tanto los reducidos en otras jurisdicciones como otros grupos cercanos no reducidos, principalmente abipones, mocoví y tobas. Si bien cada uno de estos sujetos, por lo general, encarnaba los intereses comunes propios del sector que representaba, también interactuaban en función de sus propios objetivos siempre orientados a sacar un mayor beneficio económico y/o posicionarse ventajosamente en la escala de las jerarquías sociales respectivas a través de la obtención de prestigio. Por otra parte, cabe recordar que estos sujetos también mediatizaban, en una escala mayor, los intereses de instituciones más amplias como el Virreinato del Alto Perú, la Corona de España y la Iglesia Católica. El juego de relaciones que posibilitó el cuadro que hemos intentado definir, era extremadamente dinámico en tanto respondía a los distintos intereses particulares, fluctuando, redefiniéndose, contraponiéndose o complementándose según la ocasión.

Los acuerdos de paz entre gobernantes, militares, hacendados, comerciantes y jesuitas con los grupos indígenas fueron el resultado de persuasivas negociaciones en las cuales los principales agentes coloniales y los líderes indígenas jugaron un papel estratégico al actuar como mediadores y representantes de sus grupos de pertenencia. Para acercarse a los abipones y mocoví y obtener la ansiada "amistad", el sector colonial orientó sus iniciativas a través de la entrega de regalos y agasajos hacia estos personajes importantes que eran capaces de atraer y movilizar a otras familias:

después de haber sido bien atendido durante ocho días y junto con toda su familia haber sido obsequiado por la ciudad, prometió al fin que regresaría una vez más a la tierra selvática a platicar con sus demás 'indios' y volver a los tres meses con su gente y las 'familias' de la misma a tomar posesión de aquél campo (Paucke 1943: 17).

Luego de un largo proceso signado por el despliegue de gentilezas, algunos otros líderes con sus familias habrían acordado aceptar la propuesta:

En la ciudad de Santa Fe, cien leguas distante de esta, ha pedido reducción el Cacique nombrado Aletín con más de ciento de sus indios de Nación Mocoví (...) con verdadera voluntad en querer reducirse a la Santa Fe Católica (AGI, Charcas 215).

Una vez acordada la reducción, ambas partes debían negociar el lugar del emplazamiento que, por lo general, se realizaba cerca de algún curso de agua. Desde el lado indígena solían privilegiarse los territorios que facilitaran el establecimiento de relaciones comerciales y las incursiones a las estancias de las jurisdicciones vecinas en busca de ganado y otros bienes de origen europeo. Para garantizar su propio beneficio, la ubicación de la misión debía permitirles seguir controlando los espacios del "interior del Chaco" tanto para mantener la posibilidad de relacionarse con otros grupos como para continuar explotando sus recursos naturales. Por otra parte, dicho territorio debía permitir el acceso y movilidad de los suyos dificultando las entradas y represalias de los españoles. A tal fin, los ríos y lagunas servían como límites naturales ya que para los indígenas su cruce no conformaba un gran obstáculo mientras que para los españoles significaba, inevitablemente, una empresa engorrosa que disminuía la marcha y agotaba las fuerzas o directamente llevaba al abandono de la contienda. Dobrizhoffer (1969: 79) relata cómo, tras producirse una incursión de los grupos abipones sobre la ciudad de Córdoba, los soldados

siguieron por un tiempo los rastros de los abipones en su huída; pero éstos para que no los persiguieran, habían cruzado sin demora una gran laguna, que para los cordobeses era como un mar y que no podrían superar a caballo sin alguna embarcación. De modo que al no ver al enemigo tocaron la retirada.

Para los intereses españoles, estos pueblos debían ubicarse principalmente en la zona fronteriza, en lugares estratégicos que sirvieran de contención al avance de los grupos indígenas no reducidos. Las prestaciones militares y la función defensiva de las reducciones resultó ser una vía fundamental para contrarrestar la ausencia de un cuerpo de milicia fuerte que defendiera las ciudades. Estas prestaciones defensivas se negociaban mediante el establecimiento de acuerdos con los grupos reducidos orientados a generar un espacio de "cooperación" mutua. Sin embargo, los intereses encontrados entre las partes hacían de esta "amistad" una "paz inestable", la cual se habría visto perturbada en ciertas circunstancias por las incursiones sobre las ciudades y estancias adyacentes en busca de caballos y ganado vacuno. Para contener tales conflictos, Santa Fe mantuvo por medio del erario público un cuerpo de jinetes españoles -los blandengues- destinados a vigilar y defender las zonas de conflicto bélico. Dicha política debe entenderse como superpuesta a la estrategia reduccional y limitada a subsanar casos puntuales ya que, si bien este cuerpo fue eficaz en tanto logró contener y reprimir los desbandes desde las reducciones, no significó una solución de largo alcance frente a los ataques de otros grupos (Areces 2002).  

Dadas estas particularidades, los hispanocriollos reconocieron la necesidad de mantener un delicado equilibrio respecto a la distancia de estos pueblos dado que, de estar muy cerca de las ciudades, las posibles incursiones significarían una amenaza constante y, de situarse en territorios muy alejados se dificultarían los intercambios comerciales y "cualquier ayuda debería llevárseles con gran incomodidad y peligro por la soledad del lugar" (Dobrizhoffer 1969: 194). También podemos señalar algunas características que, según los agentes de gobierno y los jesuitas, debían presentar los terrenos. Estos pueblos se establecerían

en donde pueden labrar tierras para su manutención y tener crianzas de ganados, logrando asimismo la comodidad de montes, pastos, aguadas y pesquería, en que se ha puesto especial cuidado para que tengan estas conveniencias, porque no suceda el que refrescándose el ánimo del expresado cacique con su parcialidad, se retiren a los montes de su habitación (AGI, Charcas 215).

De esta manera, el emplazamiento efectivo de las reducciones resultaba de la interacción de múltiples factores: un predio que garantizara las posibles actividades agrícolas y ganaderas orientadas no sólo al consumo sino también al intercambio dentro de las redes del comercio colonial. Era recomendable que los pueblos de indios se mantuvieran no muy alejados de las ciudades para vehiculizar y garantizar el flujo de bienes y servicios presentando ventajas económicas y bélicas para los indígenas reducidos. Asimismo, servirían para defender las ciudades de las incursiones de los "bárbaros":

A la vez este lugar era el paso más habitual de los 'indios' salvajes; ¿a caso era al objeto de que nosotros nos batiéramos de continuo con ellos para que la ciudad de 'Santa Fe' estuviere en tranquilidad continua? (Paucke 1944: 59).

A pesar de la orientación agrícola ganadera que los jesuitas proyectaban tomando como modelo la experiencia entre los grupos guaraníes en la otra banda del Paraná, el tipo de reducción que fue posible durante el siglo XVIII en el Chaco austral con los abipones y mocoví, se alejaba bastante de los objetivos de asentamiento, adoctrinamiento y producción. En la margen oriental del río Paraná y las inmediaciones del Salado, los pueblos de indios adquirieron una significación y utilidad específicas, definidas por un área de frontera altamente inestable y signada por los enfrentamientos, las alianzas intergrupales y el intercambio comercial. Las actividades agrícolas no lograron afirmarse como una vía de adquisición económica fundamental en tanto los grupos reducidos habrían desarrollado estas prácticas casi exclusivamente bajo la supervisión de los curas doctrineros y destinado su producción principalmente al consumo. Frente a este papel del cultivo, las actividades ganaderas se posicionaron como los factores más importantes de la economía reduccional.

Las características del territorio, la capacidad de manipular sus pautas sociopolíticas previas y las posibilidades que brindaban las misiones permitieron a los grupos abipones y mocoví desplegar una serie de estrategias y relaciones manteniendo en gran medida su autonomía. Tomando, redefiniendo y/o creando aspectos que les resultaban favorables económica, política y simbólicamente, lograron rechazar o resistirse a la "conversión religiosa", el sedentarismo prolongado y la sujeción a una "política civilizada", combinando pautas y elementos socioeconómicos tradicionales y coloniales. Las misiones fueron refugio y asilo, sitios de paso y defensa, en donde no faltaron las ventajas del trueque de objetos y de ganado. Así, los grupos abipones y mocoví de la frontera austral del Chaco pudieron mantenerse, de cierta manera, al margen de la sujeción y el control político colonial.

El ganado: sus aspectos políticos y económicos

Durante el período de dominación española, la región chaqueña constituyó un espacio de frontera6, ya que hasta entrado el siglo XIX las agrupaciones indígenas ejercieron una fuerte resistencia y lograron mantener, en gran medida, el control de los recursos naturales obstaculizando el proyecto de avance territorial por parte de la sociedad hispanocriolla (Santamaría 1998, Fradkin 2000). Estas características y la imposibilidad de ejercer un control efectivo sobre el Chaco, hicieron que se desarrollara una economía particular en la que debieron conjugarse los intereses de los sectores coloniales con los de las sociedades indígenas. En esta interacción, las actividades relacionadas con la ganadería bovina parecen emerger como un factor de notable importancia.

Desde los primeros contactos, el ganado vacuno se diseminó por las llanuras chaqueñas llegando en pocos años a conformar grandes manadas de animales cimarrones que, junto con el ganado alzado, constituyeron una potencial fuente económica, principalmente para los grupos ecuestres como los abipones y mocoví.7

Desde el sector colonial, una de las particularidades de las estancias ubicadas en la frontera austral del Chaco fue la de presentar una marcada orientación ganadera (Schindler 1985, Santamaría 1998, Fradkin 2000). Esta particularidad generó una creciente demanda de bovinos, lo que habría contribuido a acrecentar el interés indígena por la adquisición de este recurso con fines comerciales. De esta manera, los indígenas encontraban en las haciendas de la zona santafesina potenciales clientes de los recursos que ellos ofrecían. Estos establecimientos se posicionaban en el mercado colonial más amplio como productores de cueros destinados a la exportación y centros de adquisición y aprovisionamiento de ganado (Frandkin 2000). Sin embargo, los vecinos hispanocriollos no eran los únicos interesados en entablar relaciones comerciales con los grupos indígenas para adquirir vacunos, sino que también encontraban un mercado prometedor en las redes de "intercambio ilícito" con los comerciantes portugueses de Colonia del Sacramento que se acercaban a estos predios en busca de animales y otros bienes. Este tipo de comercio, que no contaba precisamente con respaldo gubernamental, era muy frecuente en la colonia tal como se testimonia en un cuestionario dirigido a los vecinos y comerciantes de la ciudad de Santa Fe en 1757 en el que consta que

sabe el declarante de noticia que los vecinos de dicha ciudad de Santa Fe tienen el comercio de mulas con  los portugueses del Río Grande y con los de la Colonia de trigo, carne, grasa y sebo (...). Juan Martínez de Villasboas dijo que sabe que dicha ciudad de Santa Fe tiene el comercio de mulas y demás animales con los portugueses del Río Grande por la vía del Uruguay (AGI, Charcas 325).

Este mercado promisorio llevó a una situación de inestable competencia por los vacunos entre los colonizadores y los grupos indígenas, quienes presionaban sobre las estancias para obtener el ganado que luego venderían en otras jurisdicciones. Estas relaciones de intercambio que emergieron informalmente se afianzarían, aún más, durante el período reduccional ya que al interior de las misiones se condensaron múltiples actividades económicas que ligaron con mayor fuerza a los indígenas con los distintos representantes de la sociedad hispanocriolla. Los grupos reducidos orientaron sus actividades económicas principalmente en torno a tres tipos de ganado -el ovino, el caballar y el vacuno-, los cuales adquirieron un valor propio y generaron un conjunto de prácticas específicas.

Mientras que el caballo y el ganado vacuno habrían sido incorporados desde los primeros contactos pasando a formar parte de las distintas dimensiones socioeconómicas como bienes de cambio, consumo y prestigio, la incorporación del ganado ovino parece haberse restringido únicamente al ámbito de las reducciones. Esta característica remite al manejo de tales majadas ya que requería instancias de cría para garantizar su reproducción y mantener el abastecimiento de su principal producto derivado, la lana, cuya manufactura fue rápidamente implementada en los pueblos de indios, quizá en mayor medida entre los mocoví que entre los abipones. A través de los documentos podemos sostener que los grupos indígenas ya contaban con ciertas técnicas asociadas al tejido del chaguar, caraguatá y cáñamo -fibras vegetales- para la confección de vestidos, sogas, hamacas, redes y bolsos (Dobrizhoffer 1967, Paucke 1943). La adopción del ganado ovino habría permitido adaptar estas técnicas a la lana y, asimismo, habría generado otras prácticas asociadas como el hilado y la preparación y uso de tinturas. Entre los grupos mocoví el tejido parece incluso haber superado las demandas para el consumo interno incorporándose en el circuito comercial, aunque desconocemos aún el volumen real de su participación en el mercado (Paucke 1943).

En las reducciones, a medida que las relaciones de intercambio con la sociedad hispanocriolla se fueron haciendo más asiduas, el caballo y el ganado vacuno se convirtieron en los principales bienes de cambio permitiendo la adquisición de una amplia gama de productos: yerba, sal, herramientas, armas, vestidos, etc.

En cuanto al ganado caballar, su importancia económica se remonta a fines del siglo XVI y su incorporación significó ciertas ventajas para los desplazamientos permitiendo cubrir grandes espacios en menor tiempo (Schindler 1985). Utilizado como medio de transporte, facilitó el traslado de un volumen mayor de bienes dando lugar, entre otros, a la posibilidad de sustraer botines más sustanciosos (Susnik 1981, Schindler 1985, Saeger 2000). Asimismo, como ya ha sido mencionado, el caballo se complementó con las nuevas necesidades aparejadas a la ganadería bovina. Entre los grupos indígenas, el ganado vacuno se insertó como bien de subsistencia pero también como valor de cambio en las redes comerciales. A su vez, penetró en los circuitos socioculturales incorporándose como elemento de riqueza y símbolo de prestigio (Saeger 2000). Así, ambos ganados -el vacuno y el caballar- se integraron como bienes personales que podían ser utilizados, por ejemplo, como parte del precio de la novia: "Los regalos, o para decir mejor, el pago son ya algunos cueros de tigre, ya uno o dos caballos; si ellos tienen vacas, dan también una o dos" (Paucke 1943: 220).

Respecto al ganado vacuno, hemos podido identificar diferentes stocks en relación a sus formas de apropiación, uso y finalidad: el ganado perteneciente a la reducción que, al no lograr un excedente considerable que permitiera a los jesuitas participar en las redes del comercio, se destinó principalmente al consumo interno; las manadas particulares de ciertos líderes indígenas ligadas al prestigio y al poderío social; y el ganado proveniente de las vaquerías e incursiones realizadas por los indígenas cuyo grueso se destinaba al intercambio comercial. Cada uno de estos stocks generó relaciones sociales particulares en las cuales participaron distintos actores de la sociedad indígena y colonial. A continuación, partiendo de la identificación y descripción de los distintos stocks, analizaremos la naturaleza de sus dinámicas socioeconómicas.

El ganado vacuno en los pueblos de indios abipones y mocoví

Dentro del modelo jesuita de reducción, el ganado constituía un factor primordial para el establecimiento, mantenimiento y crecimiento económico. Respecto a los nuevos pueblos, se esperaba que contribuyeran a la prosperidad del núcleo económico con orientación agroganadera del conjunto de haciendas y estancias que el Colegio Jesuita poseía en las jurisdicciones de Córdoba, Tucumán y el Paraguay y de las misiones guaraníticas. Sin embargo, las características del Chaco austral no favorecieron la producción de un excedente ganadero de modo que, en vez de desempeñarse como complemento económico, los pueblos que se edificarían en esta zona requerirían del abastecimiento y constante apoyo de la Compañía de Jesús.

La fundación de estos pueblos suponía la provisión de ganado, otros sustentos económicos y apoyo defensivo por parte de agentes gubernamentales, comerciantes, hacendados y cuerpos de milicias. Este proyecto suponía que los jesuitas, al no responsabilizarse por el sustento económico, podrían dedicarse de lleno a las tareas evangelizadoras y "civilizatorias": inculcar la doctrina cristiana, alejarlos de la "vida nómade" e introducirlos en las actividades agrícola-ganaderas. De esta manera, el emplazamiento de estos pueblos traía aparejado ciertas cargas para los vecinos de las ciudades de esa jurisdicción. En las actas fundacionales se mencionan estas donaciones de ganado:

para la mantención del pueblo se dejaron sementeras hechas, 1489 cabezas de ganado vacuno, 1420 ovejas que se conducirán y 424 que quedan, dos carros, 16 bueyes, 25 hachas y un altar portátil, por falta de ornamentos, dado todo por los vecinos de Santa Fe (Furlong 1938: 107).

Específicamente, para las reducciones de San Javier de mocoví y San Jerónimo de abipones, Santa Fe habría tenido que contribuir con las cabezas de ganado necesarias para el mantenimiento de los primeros pobladores. Sin embargo, los jesuitas sostenían que asiduamente las ciudades no cumplían con las obligaciones pactadas de brindar apoyo económico y militar, de modo que recaía en la Compañía de Jesús la mayor parte de las donaciones para el mantenimiento de los pueblos: 

después de haberse hecho varias diligencias en orden a la manutención precisa de los indios, solamente se podían recoger de los vecinos de los Arroyos 130 reses y por esta causa quiso el padre misionero dejar de ir porque decía así el Padre como otro de este colegio que estas se gastarían en la comida de los que iban con  el lugarteniente y después se verían obligados a dejar la empresa comenzada y que sería más dificultoso en otra ocasión reducir a los dichos indios viéndose como engañados de la primera. No obstante lo propuesto (...) es que se diese principio a la fundación para lo cual ofrecí e hice traer de la estancia de este colegio el valor de unos 700 pesos con lo que se puedo dar el cumplimiento de unas 500 reses, (...) hasta que los vecinos siendo su constancia y estabilidad se alentasen a dar algunas limosnas (AGN, IX, 4-1-1).

Así, el proyecto reduccional del Chaco austral que el Colegio Jesuita había ideado como un nuevo centro de producción y prosperidad económica confrontaría con una realidad poco alentadora: la falta de fondos y donaciones. A esta preocupación se sumó la imposibilidad de implementar instancias de cría que alentaran el crecimiento económico. Los esfuerzos de los jesuitas por inculcar estas actividades orientadas al mantenimiento y reproducción del ganado, se vieron frustrados por el descuido de los mismos indígenas que parecerían haber encontrado una respuesta más ajustada a sus intereses en la apropiación, consumo e intercambio inmediatos. Esta actitud fue interpretada por los españoles en función del tipo de economía que ellos creían propia de estos grupos y que asociaban con la movilidad territorial y la falta de previsión.

La voracidad de los abipones unas veces y la mezquindad de los españoles otras, produjo la pobreza de ganado y de recursos. Como son tan voraces, aquellos que no se satisfacen nunca con la carne que les correspondía a cada uno, muchas veces mataban a escondidas de nosotros los toros, vacas tiernas y novillos con gran perjuicio de la hacienda. (...) Reservando las vacas para la cría dedicábamos los toros y los novillos castrados para carnear. Pero el afán de comer llevaba a los indios, despreocupados por el futuro, hasta las vacas más jóvenes y más gordas (Dobrizhoffer 1969: 354).

Durante la tutela jesuítica de las misiones de indios mocoví y abipón, el ideal agroganadero de las misiones guaraníticas no se habría logrado. Sin embargo, acordamos con Saeger (2000) en que no sería pertinente hablar en términos de "éxito" o "fracaso" económico. Creemos que la experiencia reduccional del Chaco austral responde a una reorientación estratégica en función de las contingencias coyunturales. Dentro de las potencialidades de esta reorientación, los jesuitas vieron en el ganado de la comunidad la posibilidad de crear un stock de subsistencia que sirviera como atractivo para el reclutamiento de los grupos indígenas. Según Dobrizhoffer

atraía a la mayoría no el deseo de la religión sino la novedad. Para no pocos fueron imán y anzuelo la esperanza de regalos, el deseo de carne de vaca que cada día se distribuía, y la seguridad (Dobrizhoffer 1969: 124).

La "seguridad económica" que prometían las misiones fue el principal factor que alentó el acercamiento de los indígenas, no sólo porque de esta manera suplía los requerimientos de subsistencia sino también porque significó para ellos la posibilidad de ampliar actividades económicas no necesariamente ligadas al consumo. En este sentido, el ganado de la comunidad generó un abanico de relaciones que incluyó tanto a los actores de la sociedad hispanocriolla como a los grupos no reducidos del Chaco.

Como hemos visto, la provisión del ganado vacuno que se esperaba para el sostenimiento de las reducciones a partir de los acuerdos fundacionales no siempre se respetó. Esta falta fue motivo de constantes reclamos por parte de los jesuitas. La ausencia de sanciones sobre los robos e incursiones practicados por los indígenas reducidos sobre otras jurisdicciones daba vía libre a este tipo de actividades. Creemos que tal mecanismo no debe entenderse como un aspecto "descuidado" por el sector gubernamental, sino como una estrategia orientada a contrarrestar la falta de donaciones: los acuerdos de paz con determinadas ciudades permitían implícitamente los saqueos de los grupos reducidos en las jurisdicciones vecinas. Tras estas actividades, las reducciones establecidas en territorio de las ciudades "amigas" ofrecían un espacio de refugio e inmunidad. Además, no sólo los grupos indígenas se veían beneficiados con los productos adquiridos por estos medios, sino que también las mismas ciudades obtenían

todo género de animales como asimismo el comercio corriente con los indios infieles con la ocasión de la paz que gozan con dicha ciudad, pues han llevado a vender allí todo cuanto roban en otras ciudades y caminos como son plata sellada, alhajas de plata y otros efectos y animales (AGI, Charcas 325).

Así, esta política garantizaba la continuidad de las relaciones de amistad con los indios reducidos. Entendemos este tipo de "solución" como una forma estratégica que habría contribuido a mantener una relativa estabilidad política beneficiando económicamente a ambos sectores.

El ganado de la reducción comprendía principalmente vacunos custodiados por cuidadores designados especialmente a tal fin (Paucke 1944: 62, Dobrizhoffer 1969). Este ganado, que pastaba en las inmediaciones de la misión, fue muchas veces objeto de saqueo, ya sea por los comerciantes que transitaban por la ruta de Tucumán a Santa Fe (Dobrizhoffer 1969: 241) o por otros grupos indígenas reducidos y no reducidos. En el último caso, estos robos estimulaban venganzas y represalias delineando nuevos conflictos intra e intergrupales. La sustracción de este ganado llegó a significar un fin en sí mismo y su obtención otorgaba tal prestigio que permitió, incluso, desplazar a un segundo plano o postergar para más adelante el enfrentamiento armado. De esta manera, en ciertas circunstancias, los grupos atacantes se conformaban con allegarse a las cercanías de la reducción y apropiarse del ganado dándose a la fuga sin entablar batalla. Este mecanismo no implicaba la pérdida de losvaloresguerreros sino que, por el contrario, fue incorporado como un nuevo tipo de victoria en tanto significaba botín y prestigio para quienes lo obtenían y vulnerabilidad para aquellos que lo perdían.

Debayakaikín, aunque fijó la víspera para la pelea, dedicó aquella noche a apresurar la fuga, pero se atribuía la victoria sin lucha por aquel español degollado, por sus compañeros capturados y por los dos mil caballos robados que se llevó  (Dobrizhoffer 1969: 157-158).

Dentro de las reducciones, el ganado comunal -al igual que la yerba mate y otros productos de origen español- actuaba como "anzuelo" para atraer a los grupos indígenas bajo la administración de los curas doctrineros, quienes regulaban los volúmenes de entrega:

Por cada seis familias debe ser carneada cada semana un vacuno; el cuero será traído a mi casa donde habrá un sitio para extender y secar el cuero sacado. Pues la venta de tales cueros es fuerte entre los españoles; el provecho será para la comunidad del pueblo para que se adquieran hachas, cuchillos y semejantes herramientas necesarias (Paucke 1943: 33).

A los nuevos grupos que se incorporaban a los pueblos se les destinaban mayores cantidades de reses para el consumo, buscando así asegurar su permanencia. Con el paso del tiempo y a medida que las relaciones se hacían más estables, los volúmenes otorgados iban disminuyendo. La provisión de carne se realizaba a través de la mediación de los líderes indígenas quienes se encargaban de repartirlo entre sus seguidores, probablemente, haciendo uso de los tradicionales mecanismos de redistribución. No obstante, en caso de no estar satisfechos con las cantidades recibidas, los indígenas solían tomarlos por su cuenta:

Cada semana se mataban veinte o más vacas para alimento de los abipones. Los más voraces, no satisfechos con su porción, mataban a escondidas más vacas, y con gran frecuencia terneros con tremendo daño del predio. A otros se les ocurría matar animales no por deseo de la carne, sino de la piel con la que solían hacer sus monturas (Dobrizhoffer 1969: 145-146).

Estas citas nos permiten captar algunas de las dificultades que tenían los curas doctrineros en el manejo de las manadas y observar, asimismo, que si bien este ganado era aprovechado principalmente como fuente de alimento, también se habrían utilizado sus productos derivados como los cueros, ya sea para el provecho de la misión -destinando estos bienes principalmente al comercio de exportación, como deja ver Paucke (1943)- o para el beneficio personal de ciertos indígenas (Dobrizhoffer 1969).

En cuanto al comercio, el ganado se había convertido -desde los primeros contactos directos e indirectos- en el bien por excelencia que permitía la adquisición de otros elementos de valor mediante el intercambio con otros grupos indígenas y con los hispanocriollos. Dada su importancia, este bien económico se fue incorporando a las pautas tradicionales en distintos aspectos: constituyó un animal de caza capaz de otorgar prestigio a quién lo obtenía, se insertó en los circuitos de redistribución mediante los cuales los líderes podían movilizar a sus seguidores y, por su creciente valor se incorporó a la vida cotidiana -como alimento- y en las transacciones por el precio de la novia. Creemos que las reducciones fueron ámbitos que habrían permitido continuar e incluso afianzar estas relaciones por las facilidades que brindaban para resguardar las manadas transitorias en corrales y/o para entablar nuevos intercambios comerciales. Así, este nuevo contexto dio lugar a la posibilidad de que determinados individuos adquirieran un stock particular de ganado vacuno.

La adquisición de estas manadas podía darse a través de la caza de animales cimarrones y alzados o bien mediante el saqueo a otros grupos indígenas o estancias españolas. Como complemento al estatus guerrero, el prestigio social y político estaba cada vez más estrechamente ligado a la posesión de este stock, de manera que generalmente lo encontramos en manos de los líderes para el sustento de su autoridad8. Las nuevas circunstancias beneficiaron a los líderes quienes supieron aprovechar al ganado para afianzar su posición frente al grupo procurando mantener un stock de animales que les permitiera desplegar la prodigalidad en que se asentaba su jerarquía:

usó esta liberalidad con todos los que empleaba para arar sus campos o esquilar sus ovejas. Por eso cada día acudía una multitud de ambos sexos para ayudar a Ychoalay. (...) alimentaba con liberalidad a los que trabajaban para él con lo que su economía se veía perjudicada (Dobrizhoffer 1969: 149).

A tal punto adquirió importancia la posesión de vacunos que su merma -por saqueo o por la incapacidad de sustentarlo- repercutía directamente en el reconocimiento de la autoridad. De esta manera, el ganado se constituyó tanto en elemento de prestigio como en factor de vulnerabilidad del poder político y guerrero (Saeger 1985 y 2000).

Dentro de la reducción, estos animales se diferenciaban del ganado comunal y eran cuidados y mantenidos por los allegados a los líderes. Según Paucke (1943: 210), "algunos de los nobles habían levantado no lejos de la aldea en su derredor unas chozas donde vivían los cuidadores de sus caballos y vacas". Un aspecto que podemos señalar es que este tipo de actividades podría haber permitido al liderazgo político desarrollar la capacidad de captar entre sus seguidores mano de obra, relación sobre la cual no hemos encontrado antecedentes en las fuentes para el período pre-reduccional.

El ganado vacuno llegó a constituirse en un bien indispensable para los líderes indígenas y aquellos que buscaban promoción siendo el trueque una vía alternativa para su adquisición: "Cithaalin (...) había dado a un español dos caballos en cambio de los cuales éste la había prometido cuatro vacas" (Paucke 1943: 88).

Otro aspecto que nos permite visualizar la importancia del ganado vacuno es su participación en el conjunto de los bienes heredables: "A vos, mi padre, regalo mis caballos (...). Tengo cuatro vacas, dos se dan a vos, madre, y las otras dos a mi mujer junto con las ovejas que también regalo a mi mujer" (Paucke 1944: 36-37). Podemos inferir que el ganado vacuno penetró en las distintas dimensiones de la vida social, política y económica de los grupos abipones y mocoví reducidos como bien de prestigio, de consumo y de cambio. De esta manera, además de cumplir con las obligaciones redistributivas podía insertarse en el circuito comercial regional para el abastecimiento de los elementos complementarios de prestigio -telas, hierro, yerba, etc.- que retroalimentaban el circuito político.

Otro aspecto que nos parece importante destacar en cuanto a la posesión particular del ganado vacuno es que ésta no habría gozado de la difusión del ganado caballar y ovino. Probablemente la incorporación del caballo precedió al manejo de rebaños vacunos y fue rápidamente adoptado como medio de transporte y carga. Asimismo, encontramos tempranas referencias de su participación como bien de intercambio con comerciantes ocasionales para la consecución de otro tipo de elementos como tabaco, agujas, yerba mate y cuchillos (Sepp y Behme 1732?). También parece haber proporcionado ciertas ventajas para la caza de animales autóctonos como tigres, ciervos, avestruces, entre otros, y para la conducción de grandes manadas de ganado vacuno y caballar en pie (Paucke 1943 y 1944, Dobrizhoffer 1968 y 1969, Jolís 1972).

La propiedad particular del ganado ovino también habría gozado de una amplia difusión y, aunque el cuidado de estos rebaños parecería haberse iniciado y restringido al ámbito de la misión, lo encontramos en manos de cualquier individuo capaz de llevar adelante la iniciativa. Podemos pensar que el ganado ovino, a diferencia del vacuno, no revestía carácter de prestigio ni elevaba socialmente a quienes lo poseían, quedando por fuera de las redes de redistribución. Los factores implicados en su adopción deben rastrearse en la lógica histórica asociada al hilado de la lana, la confección de manufacturas -mantas y vestimentas- y las nuevas posibilidades mercantiles y productivas desplegadas en las reducciones. Esta es una diferencia central respecto al ganado vacuno: mientras que el ovino fue incorporado por su lana, insumo clave para la producción de manufacturas demandadas por los mercados regionales, las manufacturas derivadas de insumos bovinos cumplieron un papel secundario dado que dentro de los circuitos comerciales predominaba la venta de grandes cantidades de animales en pie. A tales fines, las reducciones del Chaco austral sirvieron como puntos de concentración para su posterior distribución comercial.

Esta característica, nos permite aludir al tercer stock de ganado vacunoque hemos identificado, el cual se destinaba al intercambio inmediato con diferentes agentes coloniales dando inicio a un mecanismo de apropiación caracterizado por una rápida adquisición a través de los malones y vaquerías. El manejo de las manadas destinadas al comercio no comprendía instancias de cría sino que respondía inmediatamente a las fluctuaciones de la demanda de la sociedad hispanocriolla. Como hemos mencionado anteriormente, entre los motivos que se conjugaban en la decisión de fundar pueblos de indios se encontraba el interés particular de los vecinos de las ciudades por asentarlos en una zona estratégica que les permitiera establecer relaciones de intercambio con los indígenas. Según Susnik, el padre Sanchez Labrador habría comprendido esta negociación implícita al sostener que la fundación del Santo Rosario o Timbó se debía a los intereses españoles orientados a efectuar la compra del ganado que los abipones sustraían de los campos santafesinos y correntinos (Susnik 1971: 17).

Estos intercambios constituían otra de las vías de acceso a los bienes de origen europeo. Las demandas crecientes pueden haber influido en las relaciones de alianza y hostilidad entre los grupos indígenas, ya que éstos buscaban satisfacerlas mediante la apropiación del ganado que pertenecía a las otras agrupaciones. Dicha actividad ponía en peligro los rebaños de las demás reducciones destinados a la subsistencia y aquellos que estaban en manos de particulares. Asimismo, el robo en las haciendas de otras jurisdicciones era otra alternativa posible y rápida de obtener ganados para comerciar, repercutiendo en las relaciones entre las distintas ciudades coloniales.

El intercambio comercial cierra el circuito de relaciones -cada vez más asiduas- entabladas en torno a los diferentes stocks de ganado, dando lugar a una  mayor interdependencia entre los grupos indígenas y la sociedad hispanocriolla (Saeger 1985 y 2000). Los abipones y mocoví se insertaron en los mercados regionales como proveedores de ganado y como consumidores de bienes europeos y otros productos agropecuarios -yerba y tabaco- que no producían (Palermo 1986). Las principales ciudades del espacio fronterizo del Chaco austral -Santa Fe, Corrientes, Santiago del Estero- no sólo se beneficiaron de las ventajas defensivas que proporcionaron las misiones al desviar los malones sobre otros territorios, sino que también aprovecharon los beneficios económicos asociados al aprovisionamiento de ganado y otros productos como tinturas, miel, plumas y cueros (Paucke 1943 y 1944, Dobrizhoffer 1969).

Algunas palabras finales

En este trabajo nos hemos propuesto analizar distintos aspectos económicos de las reducciones, especialmente aquellos relacionados al ganado vacuno. Hemos identificado la presencia de tres tipos de stocks adquiridos y orientados según distintos intereses y finalidades. Presentamos, en primer lugar, el ganado de las comunidades provisto en parte por los vecinos y agentes gubernamentales pero, principalmente, por el Colegio Jesuita y las misiones guaraníticas. Los misioneros esperaban que la enseñanza de las actividades ganaderas iniciaran un ciclo de prosperidad económica y contribuyeran al fortalecimiento de la economía jesuita. Sin embargo, hemos visto que las donaciones de estos animales nunca alcanzaron los volúmenes esperados y que, si bien sirvieron para atraer a los grupos no reducidos, no satisficieron las expectativas de los jesuitas debiendo destinarse mayormente a la subsistencia y mantenimiento de la reducción.

Nuestro interés, se ha centrado en analizar a través de la circulación del ganado vacuno, algunas de las respuestas que los grupos abipones y mocoví reducidos ensayaron en este contexto particular. Desde esta perspectiva, la rápida adquisición de estos animales orientada al mercado por parte de los indígenas reducidos nos llevó a considerar otros dos tipos de stock ganadero: el que se hallaba en manos de ciertos individuos particulares y las manadas destinadas al intercambio.

En las reducciones, algunos líderes o individuos que buscaban posicionarse como tales, desarrollaron la capacidad de adquirir y administrar rebaños por fuera del circuito de subsistencia y mantenimiento de la reducción. Encontramos que estos animales fueron incorporados en las redes de organización sociocultural indígena pasando, por ejemplo, a constituirse como un bien asociado al prestigio social y a la dinámica redistributiva mediante la cual un líder se posicionaba como tal y promovía su autoridad. Por otra parte, creemos que estos bienes posibilitaron la emergencia de nuevos vínculos sociales como la capacidad de movilizar relaciones de trabajo destinando personas para el cuidado de estos ganados particulares. Asimismo, estas manadas en manos de individuos prestigiosos podían orientarse al mercado colonial. Dicha actividad no se limitaba a estos pocos individuos sino que estaba abierta a todos aquellos que fueran capaces de adquirirlas mediante robos y/o vaquerías. Las constantes demandas de ganado por parte de vecinos hispanocriollos y comerciantes portugueses garantizaban la salida de este stock desplazando la necesidad de recurrir a instancias de cría y reproducción.

Las actividades orientadas al comercio del ganado vacuno fueron la vía a través de la cual la sociedad colonial y los grupos indígenas reducidos entablaron las relaciones de intercambio que sentaron las bases de su creciente interdependencia. Los bienes que los indígenas adquirían mediante este comercio se destinaban como bienes de consumo, de uso y de prestigio, algunos de los cuales les permitían a los líderes alimentar los mecanismos redistributivos y fortalecer las relaciones de alianza y amistad. El ganado y los bienes que supuso su intercambio significaron nuevos elementos de prestigio incorporados a la jerarquía social dando lugar al inicio de un ciclo de retroalimentación que posibilitaba la adquisición de nuevos stock, una mayor participación en el mercado y una creciente capacidad de entablar relaciones ventajosas con la sociedad hispanocriolla. Sin embargo, si bien el manejo de ganados vacunos fue una actividad que significó la posibilidad de promocionarse política y socialmente y prosperar económicamente, también constituyó un factor de vulnerabilidad. El hurto de manadas por parte de comerciantes de la sociedad colonial que transitaban por las rutas cercanas a las reducciones y por otros grupos indígenas, fue utilizado como una estrategia no sólo para beneficiarse económicamente sino también para disminuir la capacidad de respuesta de los damnificados.

Como hemos mencionado anteriormente, la experiencia jesuita en el Chaco austral no debería entenderse en términos de "éxito" o "fracaso" del proyecto reduccional sino como una reorientación estratégica, resultado de la adaptación del plan inicial en función de las posibilidades geográficas y económicas y de los intereses y capacidades de los grupos en cuestión. Así, el ideal de "pacificación" y "civilización" con que fueron concebidas las reducciones se iría diluyendo frente a las necesidades económicas y las urgencias defensivas. Dentro de este contexto, los distintos sectores sociales fueron capaces de trazar una red de relaciones económicas y políticas orientadas a obtener mayores beneficios. La política de avance colonial, que albergaba en su interior intereses contradictorios, proporcionó los elementos que los grupos indígenas reducidos fueron capaces de manipular elaborando respuestas originales que les permitieron mantener una posición de relativa autonomía a lo largo del siglo XVIII.

Por último, consideramos a este trabajo como un primer paso en el análisis de este tipo de cuestiones. Quedan así delineados algunos aspectos que nos permitirán introducirnos en el estudio de otras actividades ganaderas -como los ovinos y equinos- que tuvieron lugar dentro de las reducciones y analizar la importancia y el manejo del ganado vacuno en una perspectiva temporal más amplia para posibilitar el inicio de estudios comparativos con otras áreas geográficas.

Citas y Notas

1 El siguiente trabajo es una reformulación de la ponencia presentada en las 7° Jornadas Rosarinas de Antropología Sociocultura,l Territorios antropológicos. Los espacios de disputa en el quehacer disciplinar. Rosario, 21 y 22 de octubre de 2004. Agradecemos los valiosos comentarios de la Dra. Lidia Rosa Naccuzi (UBA/CONICET), la Dra. Ingrid de Jong (UBA/CONICET) y la Lic. Paula Irurtia (UBA/CONICET).

4 Tomamos el concepto de "autoridad" propuesto por Bechis (1989). A diferencia del "poder", esta no emerge sobre un cargo preexistente mantenido a través de la coerción y de sanciones negativas sino que remite a la capacidad de persuasión de determinados individuos que, mediante el carisma, crea el marco propicio para el ejercicio de su liderazgo. De este modo, la autoridad emergía con mayor fuerza en función de las necesidades del grupo, por ejemplo, en los momentos relacionados con las agitaciones bélicas.

5 Cabe aclarar que no se trata de sectores homogéneos y netamente definidos sino que los intereses en juego se fueron entremezclando y superponiendo dando lugar a su redefinición a lo largo de este proceso. Por otra parte, un mismo sujeto podía compartir, al mismo tiempo, intereses con más de uno de estos sectores.

6 Entendemos por "frontera" la zona de contacto hispano-indígena, de límites geográficos y culturales indefinidos, confusos y múltiples (Weber 2003), porosa, permeable y flexible (Gruzinski 2000). Todo esto supone pensar en un espacio transicional y construido, evitando la ficción de un único principio de bipartición entre civilizados y salvajes (Boccara 2003).

7 El hecho de que fueran ecuestres les habría permitido a los grupos abipones y mocoví cercar en poco tiempo grandes rebaños de ganado vacuno y trasladarlos por las llanuras hasta el sitio en el que tendría lugar su comercialización. En este sentido, el uso del caballo habría significado ciertas ventajas para la adquisición de este ganado a la vez que les permitía recorrer grandes trayectos en menor tiempo.

8 Las características de la autoridad de los líderes abipones y mocoví ya han sido analizadas en un trabajo comparativo presentado en las III Jornadas de Antropología Social (Nesis y Lucaioli 2005).

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