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Andes

versión On-line ISSN 1668-8090

Andes  n.18 Salta ene./dic. 2007

 

Conflictos y redes sociales en el proceso de legitimación del poder indígena En las fronteras Chaqueño-santafesinas. Segunda mitad del siglo XVIII

Paz Carlos D.1

1 Instituto de Estudios Histórico-Sociales "Prof. J. C. Grosso" / Facultad de Ciencias Humanas / Univesidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires.

Resumen

En el proceso de construcción de posiciones de poder, prestigio y riqueza se ha priorizado, en algunos estudios de caso, el rol de la distribución de bienes de prestigio así como el otorgamiento de algunas prebendas que permiten a quienes son los depositarios de aquellos identificarse como un sector particular de la sociedad. Un aspecto poco abordado por la historiografía son los conflictos internos con base en disensiones en cuanto a proyectos o formas de relación con otras porciones de la sociedad o con otras sociedades con las que se entra en contacto.

El objetivo de esta presentación es ahondar en el problema de cómo la figura de la "deslealtad", entre los abipones a fines del siglo XVIII en las veras del Paraná, se presenta, en un momento determinado de la vida de esta comunidad, a modo de refuerzo de la práctica de exclusión de aquellos sujetos contrarios, o reacios, a las políticas centrales del grupo y, como una forma más en el camino hacia la centralización de las jefaturas.

Palabras Clave: Abipones; Santa Fe; Redes sociales; Frontera; Siglo XVIII

Abstract

Conflicts and Social Networks in the Legitimation Process of the Indigenous Power in the Chaco- Santa Fe Frontier. Second Half of the XVIIIth Century. As regards the process of construction of power, prestige and wealth -in some case studies- the role of the distribution of prestige goods as well as the granting of some privileges have been emphasized. These privileges allow those receiving them to identify themselves as a particular sector of society. An aspect little dealt with by historiography is the internal conflicts because of disagreements as regards projects or forms of relation with other parts of society or with other societies with which contact is established.

The objective of this paper is to examine the problem of how the figure of "disloyalty" -among the Abipones by the Paraná River by the end of XVIIIth century- appears in a specific moment in the life of this community, as a way to strengthen the exclusion practice of those who oppose or are reticent  to the central policies of the group, and as another way to centralize leaderships.

Key Words: Abipones; Santa Fe; Social networks; Frontier; XVIIIth Century

Si por doquier encontramos conexiones, ¿por qué nos empeñamos en convertir fenómenos dinámicos e interconectados en cosas estáticas y desconectadas?. Wolf, Eric (1987: 17)

El problema. La historiografía antes de los `80 y los nuevos enfoques.

La Argentina, a nivel historiográfico en lo que concierne al estudio de las sociedades indígenas, posee un campo de discusión que va de la mano desde los comienzos de la vida democrática, en los primeros años de la década del `80 del siglo XX. Hasta ese momento los trabajos que tenían como problema de análisis a las sociedades indígenas eran realizados por antropólogos. Los enfoques que se llevaban a cabo por esos años se encontraban dominados por la adscripción teórica de los antropólogos, así como algunos historiadores, a los preceptos de la Escuela Histórico-Cultural (Boschín-Llamazares 1984; Perazzi 2005; Wilde-Schamber 2005). Así los pueblos indígenas eran presentados en un doble gradiente que articulaba la imagen de pueblos que representaban un obstáculo para el desarrollo de la Nación Argentina y, como piezas de museo. Algunas de las cuáles podían encontrarse en el territorio nacional como verdaderos survivals o formas relictuales de esa organización social que había enfrentado los designios de las autoridades centrales no sólo a fines del siglo XIX.

Los primeros años de la renovación democrática se constituyeron como una etapa de transición y los estudios dedicados a las poblaciones indígenas lentamente asomaban en la agenda de los eventos académicos nacionales. Claro que el lugar que ocupaban aún era marginal si ubicamos a estos estudios dentro de la totalidad de las presentaciones realizadas en los congresos, como si lo comparamos con el peso que detentan en la actualidad.2 Rápidamente comenzamos a conocer, mayoritariamente para el espacio de pampa-patagonia, las bases económicas de las poblaciones indígenas así como los primeros bosquejos de la diversidad étnica. Ésta ultima abordada con los parámetros que brindaba la fenomenología construida por aquellos seguidores del círculo de Viena que mencionamos con anterioridad. De este modo un diálogo quedó establecido entre dos formas de hacer historia. La renovación necesitaba de algunos conocimientos previos que eran denostados por lo perimido de los marcos teóricos.

La vocación atlántica de la historiografía argentina quedaba reflejada en el peso que se ponía en el espacio de las vastas llanuras pampeanas y en las poblaciones allí residentes.3 La renovación historiográfica de mayor peso, luego claro de que las sociedades indígenas pasaran a formar parte del interés de los investigadores, constituyó un enfoque dónde se priorizaban, y en cierta medida se continúa analizando, las denominadas "relaciones inter-étnicas"4 por sobre la guerra como única forma de relación. En los estudios que parten desde esta última premisa, de forma explícita como implícita, presuponen la existencia de dos grandes conjuntos poblacionales: los hispano-criollos y los indígenas. La forma de articulación de estos conjuntos se constata en los espacios de frontera o bien en las inter-acciones que tenían lugar en la ciudad de Buenos Aires o, en los puestos fronterizos.

La forma de innovación de los estudios de las poblaciones indígenas consistía en dejar de pensar a las fronteras como espacios de exclusión dejando paso a una concepción mucho más dinámica dónde constatamos la existencia de negociaciones, y acomodamientos, entre unos y otros. De este modo pudimos conocer qué las sociedades indígenas fueron receptoras de muchos personajes que tenían problemas con las autoridades hispano-criollas, así como también se puso el énfasis en que algunas sociedades indígenas se habían asentado "detrás de la línea de frontera" hispano-criolla y cumplían con el rol de soldados étnicos.5 Ahora bien, a pesar de que este nuevo enfoque, sin lugar a dudas, brindó dinamismo a las poblaciones indígenas y sus formas de relación con el mundo hispano criollo, muy pronto notamos algunas falencias en el análisis.

El desarrollo historiográfico pronto supuso un avance a este enfoque. La postulación de la necesidad de la construcción de una historia indígena, con nuevos marcos temporales así como una revisión de las categorías con las que realizamos nuestros estudios (Mandrini 2003:23 y ss.), sin lugar a dudas es por demás atractiva ya que nos reportaría un conocimiento mucho más preciso de las dinámicas propias de los indígenas; de sus divisiones internas; de los procesos de complejización política; un mayor conocimiento de la articulación de los circuitos comerciales, etc. Sin embargo, a pesar de los avances que esto supondría, estaríamos creando una realidad ex nihilo ya qué, consideramos, no podemos estudiar a las poblaciones asentadas más allá de la línea de fronteras sin atender a la profunda relación que establecieron con los dispositivos de poder coloniales y republicanos.

Quizás, el mayor de los aportes de esta forma de estudiar a las poblaciones indígenas sea poder acercarnos a las significaciones que algunos hechos tuvieron para ellas y, cómo es que aquellas resignificaron, si es que lo hicieron, las políticas fronterizas. Empero, y como un segundo punto de desacuerdo con esta proposición debemos de tener en cuenta que con las fuentes documentales con las que contamos, si bien podemos inferir algunas de las cuestiones señaladas mediante un análisis de conjunto del cuerpo documental, así como lo podemos realizar mediante un ejercicio comparativo, todo intento de ponderar las formas en que los indígenas vivenciaron su presente está mediado por una cuestión, si se quiere, teleológica dónde se presenta al modelo de estado occidental europeo como el norte.6

Como balance de los estudios con los que contamos concluimos qué sin bien el estado del conocimiento de las sociedades indígenas supera esa vieja visión que los presentaba como cuartos estancos, y con una vinculación casi exclusivamente de corte violento con las sociedades fronterizas, debemos de superar esas nuevas entidades maniqueas que suponen las relaciones inter-étnicas. Nuestra postura tiene como principio un hecho que puede ser presentado como una verdad de perogrullo pero pocas veces tenido en cuenta.

Dado que las fronteras se constituyeron como espacios de confluencia de gentes, devenidas en realidades administrativas, convertidas en historiográficas, y que las poblaciones poseían amplios contactos debemos de centrarnos en el carácter de las relaciones que los sujetos entablaban superando una visión de conjuntos homogéneos y contrastantes, por un análisis de tipo relacional dónde podamos ver tanto la calidad como la intensidad de los vínculos contraídos por los sujetos. Para ello, creemos, que la metodología de las redes sociales es la más adecuada.

El marco de análisis. Las sociedades chaqueñas y la guerra.

Dentro de la renovación historiográfica aludida el espacio del Gran Chaco sólo contó con breves menciones que tendían a poner el énfasis en las falencias de algunos modelos interpretativos pensados para otras realidades (Palermo 1986). En el mismo clima intelectual que se componía, lentamente, para los estudios de pampa-patagonia, los mayores aportes giraban en torno a la cuestión de la constitución de las fronteras coloniales, con especial énfasis sobre los espacios circundantes al corredor que unía a Buenos Aires con el Real Socavón de Potosí (Gullón Abao 1993; Vitar 1988; 1997). Dentro de ese mismo cuerpo de ideas dos trabajos marcaron aspectos por demás interesantes, cuestionando aquel modelo teórico pensado por Clastres (2004) dónde se presentaba a las sociedades indígenas como un-ser-para-la-guerra y como sociedades contra el estado.

Garavaglia (1984) ponía énfasis en que las guerras que se llevaban adelante en el espacio del Tucumán colonial, al menos en sus prácticas, no nos permitían diferenciar, claramente, a indígenas de pioneers, o de los soldados destinados a las fronteras; soldados qué en muchas ocasiones no eran nada más que contingentes de indígenas que habían aceptado -por la vía de fuerza directa o indirecta-7 participar en las campañas contra aquellos no reducidos que poseían como hábitat las abundantísimas tierras chaqueñas. En un segundo lugar, y algunos años más tarde, Santamaría (1998) ponía el dedo en el renglón marcando que las guerras, y sus ciclos (Paz 2003b), no respondían a un ethos sino qué, por el contrario, respondían a cuestiones coyunturales por lo que no debíamos de caer en ensencialismos románticos como el propuesto por Clastres.

Ambas contribuciones a la historiografía chaqueña cuestionaron fuertemente una de las imágenes más arraigadas construidas desde lecturas ingenuas del cuerpo documental. Uno de los tópicos siempre presentes es el carácter violento de las poblaciones indígenas y, cómo, los enfrentamientos eran casi una constante en la vida de las poblaciones fronterizas. Dentro de las descripciones que se hace de los grupos indígenas junto con la violencia aparece el papel jugado por el consumo de bebidas rituales en la concertación de alianzas a los efectos de atacar las poblaciones blancas. Así una doble condena, desde el cuerpo documental, se presentaba para re-afirmar el carácter indómito de los indígenas.8

A pesar de las sugerencias que la renovación historiográfica llevaba delante de la mano de la etnohistoria9 en la década de 1990, pocos fueron los avances en los estudios sobre el Gran Chaco. El peso historiográfico de las guerras de fronteras con el indígena, aunque de la mano de una investigación mayor sobre las formas económicas (Paz 2000; 2003) y la ineludible acción misional jesuítica (Paz 2004; 2005b), pronto nos pusieron delante un panorama mucho más complejo de lo que suponíamos. Lo que comenzó como un bosquejo de formas de legitimación del poder por parte de dos líderes indígenas enfrentados, rápidamente nos colocó delante de un problema que necesitaba de un estudio que planteara una nueva metodología para el estudio del proceso de conformación de las jefaturas amerindias y con especial énfasis de las chaqueñas.

Reseñemos brevemente el conflicto al que hacíamos mención. En un trabajo previo (Paz 2000) habíamos notado como luego de que los sacerdotes jesuitas comenzaran a desarrollar su política de reducción de mocobíes y abipones, a pedido de los nativos y con el apoyo de las autoridades metropolitanas y residentes, los conflictos inter parcialidades no disminuían si no que adquirían un nuevo cariz. Junto con ello las pujas internas de la sociedad abipona parecían aumentar a la par de aquellas que se sucedían con indígenas de otras misiones. Dentro de una las misiones dedicadas a los abipones tan pronto como las labores misionales comenzaron, dos líderes, con dos formas opuestas de relacionarse con la sociedad hispano-criolla -a pesar de que ambos residían en la misión-, comenzaron a librar enfrentamientos armados que llamaron la atención del sacerdote10 a cargo de la Misión de San Jerónimo del Rey. 11

Uno de los principales abipones -Ychoalay- mostraba una clara inclinación al pactismo y lo que ello conllevaba -aceptación de la práctica bautismal de los pequeños así como el adoctrinamiento de los mismos con el refuerzo de la enseñanza del castellano; condena de las actividades mágico religiosas propias de los indígenas; etc.-. Por otra parte, su alter ego -Oaherkaikin-, se inclinaba por lo que el sacerdote denominaba los valores tradicionales de la barbarie -libaciones rituales; poligamia; inconstancia en las labores; etc. -. No sólo este último denostaba los hábitos que se intentaban imponer desde la Misión sino que se oponía de forma radical a que uno de los abipones -Ychoalay- apareciera como el garante de una paz fronteriza global que comprendiera a todas las jurisdicciones hispanas asentadas en los márgenes del área de desplazamiento de los abipones y, pudiera contar con apoyos extra fronterizos como el apoyo de la milicia colonial.

En el marco del conflicto, las acciones militares no sólo involucraron a los parciales de los líderes indígenas mencionados sino que rápidamente alcanzaron a mocobíes asentados en otras misiones colindantes, lules y vilelas que poblaban las inmediaciones del Tucumán colonial y partidas de tobas armados con fusiles. Las marchas y contra-marchas de los asaltos indígenas se lograban mediante la convocatoria de parientes y allegados que se hacía en el marco de las conocidas borracheras rituales apelando a problemas ocurridos antaño, apelando a una escala de valores y eventos históricos que articulaban y brindaban coherencia a la sociedad nativa. A estas reuniones, como señalamos, le seguían los asaltos que con su inevitable resultado de muertes ponían en marcha la maquinaria tendiente a la reparación del daño que exigía la parentela del occiso.

Esto plantea, necesariamente un tour de force en las formas mediante las cuales historiamos las formas de acumular poder y consolidar posiciones de prestigio y autoridad en las sociedades indígenas ya que la guerra nos está mostrando una sociedad con altos grados de integración y comunicación. Si bien es necesario atender a las formas de oratoria y distribución de bienes y prebendas que se realizan con anterioridad, y luego de las excursiones armadas, creemos qué es necesario volver sobre un tema que la Antropología ha tratado de forma extensa y la Historia ha relegado: los sistemas de parentesco. Claro que el parentesco -real o putativo- debemos de estudiarlo de una forma extensiva, lo cual implica realizar estudios de la dispersión de los parientes por el espacio, la capacidad de movilización y articulación de las redes parentales así como los distintos modos de uso y resignificación de los espacios (Carneiro da Cunha - Viveiros de Castro 1986; Paz 2007).

Con estos reparos creemos que necesario superar el estado de la cuestión de los conflictos en las fronteras que plantea el abordaje de los mismos desde la óptica de las relaciones inter-étnicas.

*               *

A pesar de que el desarrollo de la historiografía argentina experimentó un cambio de signo notable, tal como señalamos más arriba, persisten aún modos de análisis que presentan a las sociedades indígenas de forma maniquea, e influenciadas de forma notable por las decisiones tomadas allende sus fronteras. Si bien la lectura atenta de las últimas investigaciones muestra claramente la capacidad de agencia de los indígenas, y la escasa diferenciación de las prácticas culturales de blancos e indígenas, notamos una pervivencia de imágenes que presentan a las poblaciones indígenas presas de los dictámenes generados tras la línea de sus fronteras.12

La argumentación que se expone en casi la mayoría de los trabajos es que las fuentes no permiten avanzar más allá de lo antedicho dada la condición de su producción.13 Si bien es cierto que la mayoría del cuerpo documental fue producto de los intentos de control de las poblaciones nativas -en el sentido extenso de lo nativo-, en muchas ocasiones encontramos en ellas lo que conocemos como fórmulas de repetición (Schaposchnik 1991). Es decir algunos cuerpos documentales (actas de cabildo, reales probanzas de méritos, descripciones de cronistas, partes militares, etc.) se confeccionaban de acuerdo a normas o cánones pre-establecidos por la sociedad colonial. Atendiendo al paradigma indiciario de Ginzburg (1994) las alteraciones en esas fórmulas de repetición pueden darnos datos valiosos que, juntos con la información que las mismas fuentes reseñan, pueden ayudarnos a comprender esa relación de poder que se subvierte y que denominamos hecho histórico (Chartier 1999).

Junto con esta sugerencia metodológica debemos de tener la precaución, en la medida de lo posible, de confeccionar "redes sociales" de la circulación de los documentos como reflejo del peso, o relevancia, de los hechos. Es decir que debemos que reordenar la cadena de autoridades involucradas en el seguimiento de los hechos que consideremos de mayor relevancia. Si a esta sugerencia la coordinamos con la idea que presenta Foucault (2000) sobre las reglas del poder y el poder generador de verdad de los discursos, en conjunción con las redes de poder (Foucault 2000: 34; 38 respectivamente) obtendremos un visión no sólo más impresionista del funcionamiento de la sociedad sino qué nuestro acercamiento será sumamente vívido.14

Claro que la realidad historiográfica parece no recoger el guante de la producción en otras latitudes. Veamos un ejemplo. Ginobilli (s/d/e) en la reciente publicación de su tesis doctoral presenta, al lector desprevenido, en el título un problema de investigación muy cercano a un conocido aporte historiográfico así como a una investigación de conjunto de muy reciente publicación.15 Empero es grande la decepción que encuentra el lector al no encontrar nada más que transcripciones documentales precedidas de escasos análisis. Claro que algunos otros ejemplos no son tan frustrantes (Villar-Jiménez-Ratto 2003) pero de todos modos las investigaciones, si bien son ampliamente documentadas, carecen de acercamientos como el propuesto con anterioridad. De ese modo los indígenas son presentados como actores sociales sin mayores ambiciones y cuasi presos de los designios fronterizos. Dentro de esta composición se hace referencia a los intereses privados que movilizan las acciones de unos y otros pero no encontramos un análisis pormenorizado de aquello que dio origen al conflicto. Retomando nuestra sugerencia metodológica, lo que encontramos son genealogías y no redes sociales que permitan explicar los conflictos.

Dentro de este cuadro de situación, de la mano con el actual enfoque de relaciones inter-étnicas, la capacidad de agencia indígena se diluye dado qué la mayoría de las explicaciones con que contamos, al menos para el espacio de pampa-patagonia, y en mucha menor medida en las prospecciones que brindan aquellos que tienen como problema de investigación la acción misional jesuítica, se fundan en el peso que las decisiones administrativas transmitieron a las sociedades indígenas y su organización. No postulamos que los cambios administrativos no poseían una cuota de injerencia en la vida de las sociedades indígenas sino qué para una correcta evaluación de las transformaciones generadas a posteriori de los dictámenes, debemos de atender a las dinámicas propias de los indígenas. Como por ejemplo la capacidad de retirarse a otros espacios, o nó, ocupados por parientes o allegados. En este sentido conocer dónde habitan parientes, allegados y amigos, sin pensarlos presas de lealtades facciosas con rémoras de esencialismos románticos, es por demás necesario junto con el análisis de la circunscripción social, base de la medioambiental.

Esas dinámicas son las que debemos de indagar con los aportes de la metodología de las redes sociales. Algunos aportes, publicados en el dossier del Anuario IEHS (2000), pueden agruparse en dos grandes líneas de problemas. Líneas que parten del supuesto de que los estudios de redes devuelven complejidad a cualquier conjunto social superando la división de la sociedad que se realizó de la mano de las categorías socio-étnicas y socio-económicas (Presentación, en dossier: 17-18). Las dos grandes líneas presentan, en primer lugar, a las redes sociales como una metodología para el estudio de conjuntos de individuos, insertos en una trama mayor de relaciones dónde existen relaciones de poder cómo es el caso de la familia y, en segundo lugar, como las prácticas de los sujetos permiten que el historiador reconstruya las redes tanto por afinidad de las mismas como por oposición.

Una de las mayores sugerencias del aporte que realiza el enfoque de redes es la necesidad de revisar las formas en qué construimos los grupos sociales ya que muchas veces nuestra reconstrucción no se asemeja a la realidad. Por otra parte, la idea sobre la necesidad de ahondar en el estudio de los lazos que unen a las personas y los grupos es por demás atractiva así como necesaria (Zuñiga 2000: 51) a los efectos de poder esbozar una clara división entre lo que podemos definir como una realidad etnológica y una realidad histórica. Es decir, siguiendo a Guerra (2000: 118), que las categorías no son grupos y viceversa. Así lo que denominamos como realidad etnológica es aquella construcción que el historiador realiza y define con base en categorías agregativas de corte antropológico. En cambio la realidad histórica es aquella  en la que realizaron sus actos los grupos sociales qué, como sostiene Langue (2000: 116), poseen prácticas efectivas, necesarias de ser estudiadas no sólo porque permiten la reproducción social del grupo si no que, al decir de Guerra, es lo que dota al grupo de una estructuración peculiar.

Esa misma estructuración de un grupo es lo que nos permite definir a este en contraposición de otro. Guerra (2000: 118) es quién brinda una de las sugerencias más atractivas en lo que hace a la forma en la qué es posible definir grupo: la enemistad. Las relaciones de enemistad entre individuos, con su capital social relacional, nos colocan frente a grupos de personas que comparten ámbitos, valores y prácticas; es decir performances. Lo cual nos posibilita la tarea de oponer grupos en ese espacio. Ahora bien la sola existencia de grupos, y las relaciones que los mismos entablan, no brinda la información necesaria para que podamos definir a esos conjuntos como homólogos y contrastables. Si bien los grupos poseen prácticas y normas que los estructuran, los mismos no son estáticos si no qué, por el contrario, al igual que los sujetos, son polivalentes y móviles como la mirada del observador (Guerra 2000: 120) por lo cual debemos de atender tanto al contexto general en el que se encuentra ese grupo así como a las dinámicas de aquellos grupos con que se traba relación.

Una de las formas de poder ahondar en el conocimiento de las dinámicas es prestar atención a los comportamientos de los sujetos que ofician como intermediarios y articuladores de los grupos (Poloni-Simard 2000: 100). Quizás el estudio de la realidad del espacio andino nos permita contar con un excelente marco de referencia. Los ayllus, unidades domésticas residenciales con estructuración de base en el parentesco real o ficticio, y su historia -tan bien documentada con anterioridad a la Colonia-, son el mejor de los ejemplos para poder ver la dinámica tanto de los grupos como de los sujetos. Dentro de ellos la forma de ser parte de la comunidad es teniendo un lazo con alguien que sea reconocido por la comunidad como originario, así la reconstrucción de dicho lazo, tanto como la pervivencia del mismo, es lo que otorga a las personas su lugar en el mundo andino. Aquellas personas que no poseen vínculos con la comunidad, por su calidad de yanas  se encuentran por fuera de toda red social comunal lo cual, en el modelo de análisis de "lo andino", les impide acceder a cualquier beneficio por parte de la comunidad. No siendo así en el caso de los mitmaq's quienes, cumplían tareas especializadas en ayllus o pisos ecológicos diferentes y, mantenían sus prácticas reciprocitarias con sus unidades de origen.

En suma poco es lo que aclaran las categorías si no las vinculamos con órdenes mayores y dentro de los mismos reconstruimos la naturaleza e intensidad de los vínculos que unen a los individuos. La metodología de las redes sociales, sumariamente resumida en la afirmación precedente, es la que permite comprender la complejidad y complementariedad de las relaciones sociales sin la imperiosa necesidad de definir un grupo ex ante et  professo. Las contradicciones, y el alcance de las mismas -recordando la mención que hicimos de Foucault sobre la circulación del poder-, es lo que nos posibilitará definir grupos pero sobre la base de sus prácticas. Prácticas que no deben de ser evaluadas a la luz de una suerte de supra-racionalismo por parte de los actores sociales sino que la ausencia de alguna clase de determinismo es la que hace vívida a la Historia (Bertrand 2000: 62).

Deslealtades y redes sociales.

La referencia a indígenas portadores de ánimos cambiantes así como desleales es una más de las constantes que encontramos en el cuerpo documental; esa referencia que aparece en las fuentes es, además de una de esas fórmulas de repetición, un modo de poder ahondar en el conocimiento de algunas formas de relación entre los grupos indígenas. La política de alianzas entre las distintas autoridades coloniales y algunos principales nativos ponía en claro algunas cuestiones. Una de ellas es que la Colonia no podía centralizar la política pactista dada la dinámica misma de las negociaciones así como por las formas de organización nativas. Así cada ciudad colonial circundante al espacio santafesino entablaba relaciones con distintos principales indígenas con disímiles cuotas de poder. Esta política de relación con los principales tenía lugar a fortiriori del establecimiento de Reducciones. Dentro de estas relaciones, para el caso de los abipones, un cacique sindicado como principal, desde las crónicas jesuíticas, asumía el resguardo de una ciudad en particular.

En palabras del amanuense de los abipones

La sentencia de muchos era que la amistad debía concederse a los santafesinos, cordobeses y santiagueños; no así a los correntinos y paraguayos. Negaban una paz universal que comprendiera a todos los españoles. Con esta tregua, decían, el uso de las armas y el antiguo deseo de gloria militar languidecerá entre nosotros [ por ello] nos parece necesaria la guerra con una de las provincias españolas para que nos quede la oportunidad de robar y proveernos para nuestros usos cotidianos. Obtendremos más siendo enemigos que amigos de los españoles [ ...] sentenciaron que algunos territorios de los españoles serían excluidos de la paz común para que no les faltara totalmente teatro de guerra, ocasión de rapiñas y ejercitación de las armas... (Dobrizhoffer 1968, III: 126).

De este modo la política pactista dejaba en claro que no sólo la paz no era global si no que algunos caciques preferían las guerras como modo de relación. Lo cual sin lugar a dudas ponía en riesgo la posición de aquellos que aparecían como garantes de la paz general ya que el cumplimiento de la misma recaía sobre los hombros de ciertos principales. En un análisis más profundo lo que advertimos es que la posición de garantes de la paz no estaba plenamente consolidada y las guerras continuaban siendo una forma para acumular cuotas de poder y prestigio mediante la redistribución de lo obtenido en los asaltos. Dado que ningún principal detentaba la cualidad de primus inter pares, el equilibrio de fuerzas cobra visibilidad en la relación que puede trazarse entre quienes forman parte de la totalidad del cuerpo social abipón y los espacios que cada uno de ellos presentaba como plausible de ser resguardado.

...cada cacique tomó a su cargo cada uno de los territorios de los españoles para vigilarlo, a fin de que ningún abipón ocasionara violencia o daño a ningún español. Debayakaikin fue designado como guardián de la ciudad de Asunción; Kebachichi de Corrientes; Alaykin, de Santiago; Ychamenraikin, de Santa Fe, e Ychoalay de Córdoba" (Dobrizhoffer 1968, III: 129).

Dentro de esta misma tónica se dirigían las críticas de los abipones hacia los mocobíes, por la renuencia de estos de congregarse en pueblo para la doctrina y continuar con sus asaltos a las fronteras españolas así como a otros grupos indígenas.

Con relación a esto Cardiel expresaba, unos años antes de la fundación de la Misión de San Jerónimo del Rey, "Volvi yo â S Fe, y volvio el al tpo [ tiempo] señalado, pa llevarme, asegurandome q no habia de ser como los Mocobies, q solo se han juntado en Pueblo dos Caciques; q ellos se habian de juntar todos..." (Cardiel 1747: f. 3).16 Como vemos, los abipones se esforzaban por demostrar que su fe, la cual podía ser entendida como lealtad bajo los cánones del siglo XVIII, era la que más réditos daría a la acción misional y por ende a la Corona.

En esos pasos las tareas de reducción se iniciaron entre los abipones y,

Aunque todo el pueblo de los abipones guardó fielmente los pactos, pocos meses después unos pocos, olvidando la fe dada, reanudaron las hostilidades. Oaherkaikin con algunos de los suyos vejó el territorio de Asunción con sus muertes y rapiñas   [ ...] sólo Ychoalay, indignado por su perfidia, juzgó que no solo él debía vengar la injuria inferida a los españoles, sino también borrar la mancha del nombre de los abipones" (Dobrizhoffer 1968, III: 130).

Así es como desde la óptica misional se comienza a dar cuenta de una seguidilla de conflictos que afectaron a la frontera santafesina desde mediados del siglo XVIII.

Los lances entre unos y otros se sucedían con suerte cambiante; el cacique Ychoalay, conforme a su posición pactista

...tenía por más acertado el hacer amigos a los españoles, y ponerse en manos de ellos, y [ afirmaba] que sólo así verían a sus mujeres y parientes, y tendrían descanso y sosiego, que no tenían estando de guerra; y de qué les servía traer caballos, vacas y otras cosas de las tierras de los españoles con tanto trabajo, y pérdida de muchas vidas; pues bien sabían que en estos avances habían perecido los más valientes capitanes de su belicosa nación... (Breve Relación de la Fundación, 1750).

Esos mismos escasos éxitos militares hacían que las bases de su poder se resintieran justamente por la pérdida de algunos de sus pares guerreros. En una charla con el misionero, antes de pedirle que se retirara de la Reducción, dado el continuo clima de tensión que vivían, refería

Mis compatriotas dirían que me jacte de ser español [ ...] que, mientras me fue permitido ganar dinero del trigo que sembré y coseché, vestí como los españoles; y que iniciado por fin en los misterios de la religión, me mostré como el español más noble; [ ...] esclavizado por el cultivo del campo y de los ganados..." (Dobrizhoffer 1968, III: 145).

Sus pares lo veían como alguien poco confiable, así como a sus prácticas, y por lo tanto los apoyos como líder de guerra le comenzaban a ser retirados.

Conclusiones

La historiografía americanista, sin lugar a dudas, a pesar de los desarrollos y renovaciones que presenta es un campo sumamente dinámico (Pietschmann 2000). La historiografía americanista argentina, que se ocupa de las poblaciones indígenas, si bien ha tenido, y tiene, amplios contactos con los debates producidos en otras latitudes parece reacia a incorporar nuevas perspectivas de análisis como en el caso de la metodología de las redes sociales así como otras perspectivas de análisis. De este modo estimamos altamente productivo dialogar más con la producción realizada por los amazonistas o bien los melanesistas.

Está claro que un análisis de este tipo conlleva tiempos, y dinámicas, de trabajo que algunas veces exceden las posibilidades materiales -en un sentido amplio- de los investigadores, quienes muchas veces se encuentran constreñidos por los requerimientos burocráticos del sistema de evaluación argentino. Sin embargo la información para la reconstrucción de las redes sociales, y sus alcances, se encuentra tanto en los artículos publicados en ámbitos especializados así como en los distintos archivos nacionales, de países limítrofes y en archivos como el Archivo General de Indias. La perspectiva de las redes sociales propuesta para analizar el problema que nos interesa es ampliamente sugerente. Las conclusiones que aquí presentamos son parciales ya que el resultado de esto se verá plasmado en una investigación mayor en curso.

En el título de este escrito propusimos centrarnos sobre la figura de la deslealtad como una forma de estudiar los procesos de conformación, y consolidación, de las jefaturas. Dentro de la zaga de conflictos y rencillas entre los indígenas que reseñamos brevemente, la acusación directa o indirecta, de deslealtad, hacia los caciques principales y sus políticas o hacia las autoridades fronterizas es una constante que sirve como justificativo para movilizar hombres armados contra aquellos que son presentados como díscolos desde las narrativas del poder.

Siguiendo la sugerencia de Guerra sobre el tópico de la enemistad como forma de poder analizar grupos que en determinado momento no sólo comparten ámbitos sino que además poseen relaciones estrechas, aunque de signo negativo, la idea de la deslealtad es sumamente operatoria para nuestro problema. La Corona española, en el marco de las reformas borbónicas, se encontraba presa de una suerte de paranoia ante la competencia de otras potencias qué, como Portugal con la colaboración de los bandeirantes, habían demostrado las falencias del modelo imperial. Así fue como la política pactista con los grupos indígenas rápidamente mostró la intencionalidad de la necesidad de contar con estos, en el caso que nos ocupa, para el resguardo de las fronteras coloniales. Para ello una serie de prebendas se dieron a los indígenas en conjunto con la política misional.

Los líderes indígenas, acostumbrados a pactar, comprendieron rápidamente la lógica hispana y la incorporaron a su agenda de discusión política capitalizándola en su favor, o al menos intentando obtener un rédito en su provecho. De este modo, luego de que algunos líderes asumieran el rol de garantes de la paz fronteriza, viejos conflictos, en la nueva trama de relaciones -que permitía el acceso a bienes necesarios para la redistribución y la consolidación de posiciones de prestigio- comenzaron a cobrar una nueva dimensión. Los vaivenes de las luchas indígenas rápidamente incorporaron la idea de que algunos personajes eran desleales a los designios centrales y por ello un obstáculo para alcanzar los objetivos propuestos. Así es como, bajo la denuncia de amenaza del orden fronterizo, en algunas oportunidades se podía contar con el auxilio de las tropas coloniales -en las que también revistaban algunos indígenas- para la resolución de los conflictos.

Decir abipones, si bien constituían un grupo social más allá del registro documental y de las reconstrucciones que realizamos, no equivale más que a un deíctico para nominar a un conjunto por demás heterogéneo. Por la misma Historia de los Abipones (Dobrizhoffer 1968) sabemos que ellos se encontraban divididos en tres parcialidades las cuáles poseían sus caciques principales cada una; parcialidades donde convivían agregados de distintos orígenes como negros, indígenas guaraníes misioneros fugados o mestizos criollos. A su vez cada cacique, de cada una de esas parcialidades, podía convocar a amigos y parientes no sólo de otra parcialidad sino que además podía coaligar indígenas de otras unidades sociales indígenas como los mocobíes. Por lo tanto hablar de abipones es operativo al momento de hacer referencias globales para la historia del Gran Chaco pero en un nivel cercano al microhistórico debemos de centrarnos en el estudio del proceso de composición, estructuración y consolidación de parcialidades que concentraron cuotas de poder y que dominaron a las otras.

Dichas posiciones no habrían sido posibles sin las vinculaciones que algunos mantenían con los circuitos comerciales que se extendían más allá de sus fronteras y que eran coordinados por algunos sujetos, verdaderos broker's, que las fuentes mencionan como caciques o principales que al momento en que los analizamos muestran que su poder no era tal sino que se encontraba en tensión con otros poderes concentrados por personajes de igual o menor talante. Así la metodología de redes sociales nos permite delimitar nuestros objetos de una forma mucho más cercana a la realidad. Claro que para el caso de los indígenas chaqueños se presenta un escollo metodológico. Las prácticas efectivas son las mismas para la totalidad de los reducidos en Misión así como los no reducidos. Una de las formas de superar este punto es llevar a cabo investigaciones con base tanto en las estructuras de parentesco y su articulación en el espacio así como la conformación de redes sociales que excedan dichas estructuras, entendiendo al parentesco como una forma de Historia.. Las tensiones y enfrentamientos entre diferentes redes sociales, en conjunto con la movilización de solidaridades son las que nos permitirán un estudio más cabal de las lógicas de los grupos al momento en que se pretenda continuar detentando posiciones diferenciales por parte de aquellos indígenas con cuotas de poder.

Las diferencias surgidas a partir de la circulación del poder y la efectivización del mismo serán la medida que determine el alcance de una red por sobre otra. La reconstrucción del derrotero de grupos sociales y su enfrentamiento con otros es lo que nos dará la pauta no sólo de la realidad histórica de ese grupo que analizamos, sino que además nos posibilitará conocer los mecanismos mediante los cuales se reproducen las redes pudiendo así complejizar nuestro acervo metodológico y nuestro conocimiento de los sujetos y de sus trayectorias de vida.

Citas y Notas

2 Estas afirmaciones las realizamos con base en las presentaciones a congresos de Historia que se han realizado desde los primeros años de la década del `80 del siglo XX, tal como señalamos. Excluimos del análisis los congresos de Antropología y de Arqueología ya que en los mismos la presencia de investigaciones sobre el mundo indígena era considerada "más pertinente". En aquellos años, y hasta la actualidad, los congresos de mayor relevancia para los historiadores, por el nivel de discusión de los mismos, eran las Jornadas de Historia Económica y las Jornadas Departamentos / Inter-Escuelas de Historia. Desde la segunda mitad de los años `90 la masividad de dichos eventos, en buena medida, generó nuevos espacios de discusión en Jornadas y Congresos de menor porte, refiriéndonos a  la cantidad de presentaciones realizadas. Una tarea aún no realizada, pero que sería de sumo provecho para el conocimiento historiográfico, consiste en analizar las relaciones generadas por los investigadores y como esas relaciones en alguna medida, junto con los desarrollos de la investigación, han moderado los debates y ordenado las agendas de discusión. Un buen punto de partida para la realización de una "etnografía del parentesco" de la historiografía argentina comenzaría por una contrastación de los programas de las distintas jornadas académicas y los dossiers de las principales revistas académicas argentinas.

3 La idea de vocación atlántica de la historiografía la acuñamos con base en la primordial atención que se ha puesto sobre el hinterland y el foreland de la ciudad puerto de Buenos Aires relegando otros espacios en lo que hace a investigaciones históricas. Espacios como el Gran Chaco, y su vinculación con el ámbito geográfico ocupado por la dispersión de las Misiones Jesuíticas del Paraguay así como el Paraguay mismo, no acapararon la misma atención de los investigadores. El grueso de las investigaciones se centraban sobre las tierras andinas y pedemontanas y, su vinculación con el centro minero del otrora Real Socavón de Potosí. En mucha menor medida el Gran Chaco ocupó, recientemente, la atención de los investigadores.

4 Quizás la mayor sistematización de este enfoque se corresponda para el espacio de pampa-patagonia con los trabajos de Silvia Ratto. Una síntesis de los desarrollos historiográficos de la autora se puede encontrar en un libro de reciente publicación (Ratto 2003). Para contar con un marco de referencia más amplio de los trabajos de Ratto es importante recurrir a la bibliografía que la autora consigna. Un comentario crítico del trabajo referido se encuentra en Paz (2004b).

5 La categorización de soldados étnicos de algunas de las parcialidades del mundo indígena la hacemos siguiendo los postulados de Ferguson-Whitehead (1992) quienes proponen que luego de la expansión de las potencias imperiales sobre los espacios americanos, se produjo un proceso de tribalización que ocasionó conflictos de nuevo cuño. En esa zaga de nuevos conflictos algunos grupos indígenas tomaron parte en la resolución de los enfrentamientos que los conquistadores tenían con determinadas agrupaciones indígenas. De este modo pudieron, los nativos, dirimir viejos conflictos o bien dar forma a otros con base en pretensiones propias.

6 Una crítica de muy buen tono al uso de ciertas categorías y los análisis histórico que se realizan con ellas lo encontramos en Giudicelli (en prensa).

7 Nos referimos a los grupos lules y vilelas que luego de la conformación del borde del Tucumán colonial quedaron asentados tras la línea de fronteras con el Chaco. Dichos grupos se integraron al sistema productivo colonial sobre la base de su trabajo en las haciendas e ingenios de la frontera tucumana. El proceso por el cual dichos grupos se asentaron tras la línea de fronteras hunde sus raíces en causas varias pero quizás una de las de mayor importancia fue el largo proceso de enfrentamiento que tenían con los grupos ecuestres del interior del Chaco (Paz 2000; Vitar 1997). Por otra parte es necesario remarcar qué las condiciones ambientales dónde se asentaron los establecimientos productivos coloniales de las fronteras eran los mismos que otrora habían ocupado estos grupos, con lo cual los traslados suponían no sólo enfrentamientos con algunas parcialidades hostiles sino que implicaba además un cambio de base económica. Claro que todo esto no había imposibilitado que lules y vilelas conocieran las rutas de acceso al Chaco, así como a sus gentes. Los mismos, cuando la situación política con los chaqueños no reducidos alcanzó su cenit, sirvieron de guías para la realización de entradas en el territorio, así como también colaboraron con grupos de indígenas alzados.

8 Uno de los cuerpos documentales más productivos para el estudio de la realidad chaqueña del siglo XVIII, lo constituyen las narrativas jesuíticas. Si bien la mayoría de ellas fueron redactadas a posteriori del exilio y con la intención de mostrar las "bondades" de la acción misional jesuítica en las tierras americanas, existe un discurso sobre el salvajismo de las sociedades chaqueñas fundado en el consabido estado de minoridad indígena. No obstante ello las crónicas son abundantísimas en datos que reordenados brindan un mapa social del Chaco por demás atractivo dado la multiplicidad de actores sociales que allí residieron. Una excelente revisión y profundo análisis del rol de la bebida ritual entre los mocobíes lo encontramos en Citro (2007; en prensa).

9 La etnohistoria comenzó, en nuestro país, como un producto de esa renovación historiográfica que venimos señalando. A diferencia de su homóloga norteamearicana -la ethnohistory- no presenta estudios históricos de los pueblos que por definición "quedaban fuera de la Historia". Por el contrario, su metodología de trabajo consiste en el análisis de fuentes escritas, con hipótesis de carácter antropológico, aunque brindando lecturas ingenuas de los procesos sociales en los que se vieron inmersos los sujetos.

10 Martin Dobrizhoffer (1968) fue el sacerdote que más tiempo pasó en la Misión referida, ubicada en las cercanías de la actual ciudad de Santa Fe, en la provincia homónima; ello, y sus dotes narrativas, fueron la base de la excelente etnografía àvant la lettre que nos legó. La Historia de los Abipones es una crónica por demás ilustrativa de la vida de los abipones y sus relaciones con otros indígenas así como los hispano-criollos. La crónica posee lo que podemos calificar como un estilo jesuítico de narración. Una amplia gama de problemas tratados -flora, fauna, ictiología, climatología, etc.- y una crítica a las decisiones políticas que afectaban sus labores. Dentro de la tónica de la narrativa encontramos permanentes referencias a la lucha terrenal entre el bien y el mal. Lucha que en la narración encabezan los dos líderes indígenas a los que referimos a continuación en el texto. Así cada uno es presentado como antagónicamente opuesto a su alter ego. Sin embargo, superado este nivel de la descripción lo que rápidamente advertimos es la fuerte estructuración de dos redes parentales enfrentadas, así como su vinculación entre si y con porciones de la sociedad colonial. La reconstrucción de estas redes y sus alcances son por demás útiles a la hora de intentar explicar la lógica de los conflictos fronterizos entre abipones, mocobíes e hispano criollos; un primer acercamiento a un análisis de redes y estructuras territoriales del parentesco, para comprender esta lógica, se encuentra en Paz (2005)  Para un análisis de la narrativa jesuítica Cfr. Costa (2000). Un análisis de la obra de Dobrizhoffer lo encontramos en Armando (1994)

11 La Misión jesuítica de San Jerónimo del Rey se emplazó en un lugar que los mismos indígenas eligieron sobre la base de las condiciones del territorio para su explotación así como por las condiciones estratégicas que el mismo brindaba ante posibles ataques hispanos (Dobrizhoffer 1968: III). Los terrenos de la Misión se encontraban resguardados de los asaltos de los jinetes hispanos por medio de una laguna fangosa lo cual obligaba a los atacantes a desmontar para efectuar el cruce, dando tiempo para un óptima retirada o para emplazar posiciones de defensa mediante hombres armados con arcos y flechas, así como con algunas tercerolas o "bocas de fuego" obtenidas en asaltos a otros espacios.

12 Esta imagen de las poblaciones indígenas pervive en las investigaciones que se realizan sobre los distintos espacios. Un parteaguas en esta forma de pensar las sociedades indígenas lo encontramos en los estudios que se realizan sobre las sociedades indígenas y su situación socio-política con posterioridad a la conocida Conquista del Desierto (1879) -llevada a cabo en las tierras de pampa-patagonia- y la Campaña al Chaco (1884). Los escasos trabajos con que contamos para los períodos posteriores nos presentan sociedades profundamente desarticuladas por el accionar de los ejércitos. Un trabajo, sin embargo, merece una mención. Argeri (2005) si bien no minimiza el impacto de la derrota militar indígena pone el énfasis en el estudio de las formas mediante las cuales los indígenas se convirtieron en sujetos punibles. El curso de su investigación la lleva a mostrar cómo si bien se desarticularon los poderes centrales indígenas, fue posible una re-articulación de dicha sociedad sobre la base de redes sociales pre-existentes. Redes que si bien sufrieron reveses por las muertes y deportaciones de los hombres, pudieron seguir funcionando dando una nueva coherencia a los derrotados. Aspecto que necesariamente debemos incorporar, a modo de sugerencia y guía metodológica, a los estudios sobre los espacios chaqueños.

13 Una notable excepción la constituye Weber (2005).

14 La sugerencia de Foucault es por demás tentadora y ejemplificadota sobre la forma no sólo de estructuración del poder si no cómo abordarlo para su estudio. La afirmación de qué "el poder se ejerce en red y, en ella, los individuos no sólo circulan, sino que están siempre en situación de sufrirlo y también de ejercerlo" (Foucault 2000: 38), sumada a la necesidad de analizar las técnicas y los procedimientos del poder sin lugar a dudas enriquecen toda nuestra percepción de los mundos indígenas.

15 Nos referimos a Ares Queija - Grusinski (1997) o a la reciente publicación de O'Phelan Godoy - Salazar-Soler (2005).

16 El Padre Cardiel hace referencia al "principal Cacique llamado Resciquisqui" (Cardiel 1747; fs. 3). Lamentablemente no hemos podido individualizar a este cacique en el registro documental para poder determinar su posición en la sociedad abipona. En la extensa crónica de Dobrizhoffer no se hace mención a este personaje. No obstante ello postulamos que este personaje era uno más de aquellos que pretendían ganar el favor de los misioneros en post de obtener réditos en el seno de la sociedad abipona.

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