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Andes

versión On-line ISSN 1668-8090

Andes  n.19 Salta ene./dic. 2008

 

Herminia Terrón de Bellomo, El saber de los relatos, Ferreyra Editor. Córdoba, 2007. 254 p. Premio Ensayo "Eduardo Mallea" 1999-2001 del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires.

Mabel Franzone1

1Investigadora- Centro de Estudios de lo Actual y lo Cotidiano-CEAQ- Paris V- Sorbonne- Francia

Este libro está cimentado en un largo y conciente trabajo de campo-comenzado en 1985- en la zona de la Quebrada, Las Yungas y la Puna de la provincia de Jujuy. En la introducción se resalta no sólo el valor del contenido imaginativo de los relatos orales recogidos, sino también su capacidad de sobrevivencia ante cualquier contingencia humana, como la llegada de la tecnología arrasadora o la imposición de otras visiones del mundo ; la hegemonía de la Modernidad europea o la preeminencia de teorías intelectuales en boga. El filósofo Henri Bergson sostenía que la función fabuladora de la humanidad cumple un rol de fantasía trascendental que armoniza y equilibra, actuando como un segundo cordón umbilical que nos uniría a nuestra Madre Tierra. El primer cordón es simbólicamente el lenguaje y concretamente la madre biológica. Por esto la expresión « lengua materna » tiene una gran carga afectiva, ya que es la lengua  enseñada por nuestra madre y que llevaremos siempre inscrita en los átomos de nuestro cuerpo. Esta fabulosa carga afectiva ha sido percibida y señalada por Herminia Terrón, quien también recalca la necesidad de estudiar tales relatos orales con un método adecuado ya que transmiten mensajes cifrados que nos permitirán dilucidar la visión del mundo andino y la ontología  que de ella se desprende, es decir la relación del hombre andino con sus dioses, con el mundo y con los otros seres que lo acompañan.

Comienza la obra con un análisis del concepto de oralidad, donde se destaca el sentido peyorativo que acompañó durante largo tiempo la literatura oral, producto del eurocentrismo. Los conceptos contrarios, en apariencia, de literatura oral y escrita han dado mucho que pensar y hablar, debates que son presentados en el libro de manera didáctica y documentada, probándonos que se valora un sistema en detrimento de otro por razones políticas, de dominación. Con un cuadro se demuestra que la literatura oral lleva al hombre a tener una relación comunitaria privilegiada, y por lo tanto a contar con una situación de prestigio en lo que a la transmisión de  saberes tradicionales se refiere, como también es un vehículo que propicia la acumulación del saber a través del tiempo. La literatura escrita-sin querer quitarle el gran valor que ésta posee- separa al hombre de su contexto, por lo tanto lo separa de la Naturaleza y de los otros seres de la comunidad.

La investigadora analiza el corpus a través de diferentes conceptos de la lengua quechua como el de tinku , lugar de encuentro en donde se reúnen dos elementos provenientes de dos direcciones diferentes, concepto que corresponde a las peleas rituales en las que combaten dos bandos opuestos. Pero combate significa que hay igualdad entre los rivales, entonces el concepto permite considerar los opuestos, hombre andino-hombre occidental ; pasado-presente ; quechua-español, religiosidad andina-religiosidad cristiana, etc. como integrantes de la heterogeneidad del hombre andino y de las representaciones del mundo que expresan sus nociones y sus experiencias de vida. Este concepto permite por otra parte determinar los elementos andinos y los españoles  de los  relatos orales y como el texto lo indica, el grado de transculturacion sufrido a partir de la conquista. La investigadora llevó a cabo una verdadera arqueología de mitos y del saber, pues es como si se hubiera analizado la tierra andina de Jujuy a través del tiempo, tal como se hacen cortes en las capas terrestres para determinar sus períodos y los componentes culturales.

Cuenta el libro con 196 narraciones agrupadas en dos series, terminando con un capítulo de villancicos y otro de relatos de la Virgen. Sólo se tomarán en cuenta aquí los relatos. La primera serie fue reunida alrededor del tema Castigo por transgredir una norma social, moral o religiosa. La segunda son los relatos que actualizan el tema de la Creación. De la primera un buen ejemplo es el conocido cuento de la mulánima, aquella mujer que se convierte en mula por haber tenido relaciones incestuosas con alguien de su propia familia, o con un sacerdote o con un compadre, según diferentes versiones. En las leyes de lo imaginario el monstruo aparece siempre como castigo dentro de un contexto de transgresión. Esta metamorfosis ligada a la muerte  aparece salpicada de elementos de la conquista, mezclados a la fuerza erótica y a una valoración negativa de la mujer, valoración vehiculada por el Occidente. Pareciera estar en contradicción con la concepción del hombre andino, de cultura matriarcal. Pero otro elemento  aclara esta aparente oposición; aquél de que la mulánima puede comerse todos los seres vivos que se le presenten, pasando del rol de castigada al de castigadora, cumpliendo con una especie de inversión simbólica ya que tendría así poder sobre los vivos.  Esta es la forma en que se da el mestizaje de  los relatos o de los mitos, con inversiones o virajes que produce la asimilación popular de este « otro » que  fue el conquistador y sus reglas sociales y morales : aquí se le devolvió a la mujer castigada un poco de su poder para otorgarle un status más acorde con la cultura andina, donde las fuerzas masculinas y femeninas se encuentran en tensión integradora. Para el filósofo Bachelard tal simetría de fuerzas constituye la paz del género, propia a nuestro inconciente primitivo, cuando nos acercabámos al ser andrógino perfecto. Herminia Terrón nos enseña que esta mezcla de elementos, que constituye lo aleatorio y lo incierto de todo encuentro con el otro,  hizo posible que la cultura del hombre andino se mantuviera, no tanto por haber asimilado la otra cultura, sino porque le sirve para la transmisión de ciertos valores. La autora, para ilustrar esta mezcla, recurre al término quechua de ayni, que designa gestos de reciprocidad, actuando aquí como el intercambio de palabras y símbolos.

De la segunda serie, la de relatos que actualizan el tema de la Creación, se toman aquí dos relatos organizados alrededor de un ciclo origen/ muerte/resurrección, que actúa como introducción de un tiempo cíclico, contrapuesto al tiempo lineal propio de las sociedades occidentales.  Son el del origen del cactus o cardón y el del quirquincho tejedor . El primero pertenece a los antiguos mitos agrarios, que vehiculan entre otros, este tipo de motivos universales, el de la transformación del ser humano en plantas. Dicen estos relatos, que los hombres ante la llegada del Diluvio se esconden por miedo y son transformados en cardones. Una versión cuenta que el cardón es la madre y las ramas son sus guaguas, demostrándose una profunda compenetración entre el  hombre andino y la Naturaleza, como si el nacimiento de uno u otro género o de una u otra especie, fueran completamente interdependientes.

Otra transformación también se pone en escena en el cuento del quirquincho tejedor ; algunas versiones dicen que el animalito, antes de ser quirquincho era un indio telero ; otras hablan de él como un animal que tejía apurado por el zorro porque llegaba el carnaval. Como en el caso de la mulánima tenemos aquí el encuentro de dos mundos diferentes  representados en los dos animales : el quirquincho es un animal sagrado que puede aparecer como soldado de la Pachamama. El zorro nos llega de los Ciclos del Zorro de la Edad Media europea . La cuestión es que por culpa del zorro resulta un tejido mal hecho, de trama abierta, entonces el dios que estaba mirando lo castiga haciendo que el ponchito se convierta en  caparazón. Este motivo del tejido es también un motivo que aparece  en los mitos universales de larga data. La ciencia de los símbolos y su sentido, enseña que el tejido es la trama que organiza y sostiene el mundo, un mundo donde todo está comunicado, donde hay interdependencia de los elementos, en este caso el mundo andino ; el ponchito que deviene caparazón, nos dice la autora, es una prenda que cubre, que oculta conductas que seguirán ejerciéndose aún bajo la presión de la cultura dominante. O sea que por más que el zorro desalmado apure, el tejido del mundo andino seguirá haciéndose.

De estos  ejemplos se puede deducir que la ontología a la que se refiere la investigadora, es decir la relación de los hombres con la divinidad, con el mundo y con los otros seres, es una relación de paz. El hombre andino no está en conflicto con los dioses ni con el mundo, como puede darse en el universo occidental. Al contrario, hay sumisión a la naturaleza y al destino, más un profundo respeto por lo divino. Los temas de metamorfosis y transformaciones aparecen como una continuidad del trabajo de la Creación. Se puede inferir la supraestructura mitólogica de estas sociedades andinas,  cumpliéndose el rol de los ensueños colectivos, el de mantener una relación a los otros y a la divinidad sin oposición conflictiva, en una acción pacificadora, revelando lo más profundo de nuestra psiquis primitiva, nuestro equilibrio de fuerzas y nuestra cercanía a los dioses y a la Naturaleza.  Lo que surge de la lectura de "El Saber de los Relatos" de Herminia Terrón de Bellomo, es la manera andina de estar en el mundo, la estructuración de una conciencia mítica. Más explicativa es una cita del libro reseñado : « Estaría así asegurada la antigua función de los relatos orales, de resguardar y preservar la memoria de lo raigal, de lo primigenio, que es el lugar desde donde es posible la reconstitución del sentido de la vida y del cosmos, permitiendo al hombre encontrar, además, en la multiplicidad de los relatos, pautas de conformación de su conflictiva identidad, no centrada en el « yo » sino abierta a un "nosotros" y enriquecida por los aportes de la cultura." 

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