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Andes

versión On-line ISSN 1668-8090

Andes vol.22 no.2 Salta jul./dic. 2011

 

RESEÑA

Los gauchos de Güemes. Guerras de independencia y conflicto social
Sara Mata de López
Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2008, 212 páginas

 

Las transformaciones adherentes a todo movimiento social en los procesos de independencia ocasionaron diversos comportamientos en los grupos sociales y consecuencias insospechadas en las esferas del poder político. Efectivamente, la realidad de los espacios coloniales en esa coyuntura ha mostrado una multiplicidad de intereses contradictorios, alianzas tácticas concertadas, pero endebles y efímeras, que únicamente ha revelado el trasfondo y los beneficios políticos que cada sector de la sociedad arrogaba mantener en un período por demás complicado e incierto. Cuando la historiografía indaga las razones de estas acciones no ha sido suficiente con explicarla a través de un juego maniqueo entre los poderosos propietarios y los indefensos y explotados indígenas. Es imprescindible un análisis vinculante y globalizante que permita aprehender la realidad de los hechos históricos en su contexto y en los múltiples elementos que afectan la praxis política de los hombres. Ni los grupos de poder fueron monolíticamente autónomos y autosuficientes ni las clases populares terminaron aisladas y encerradas en sí mismas como piezas de un museo de pretérita importancia.

En esa perspectiva, el magnífico trabajo Los Gauchos de Güemes. Guerras de independencia y conflicto social de la prestigiosa historiadora argentina Sara Mata de López hace más que explicitar todos estos supuestos en donde los diversos sectores sociales en conflicto o adhesión participan activamente de sus propios destinos. Es útil advertir que este libro forma parte de la sugerente colección Nudos de la historia argentina dirigido por Jorge Gelman cuyo objetivo principal ha estado siempre en hacer más comprensible fenómenos centrales de la historia argentina a un público más amplio y deseoso de estos textos amenos y sólidamente elaborados.

Así, en su investigación, Sara Mata abandona las tendencias historiográficas en donde prevalecen los estudios focalizados en Buenos Aires y la revolución de Mayo para priorizar el análisis de las repercusiones de estos sucesos en la historia regional,- de Jujuy, Salta, Tucumán y el aérea de disputa militar más encarnizada de todos esos años como fue el Alto Perú-, y las estrategias políticas que los grupos de poder y las mismas clases populares locales sostuvieron como medida necesaria para la continuidad de sus intereses ante las desastrosas consecuencias de las guerras de independencia. En ese sentido, el estudio sistemático de Martín Miguel de Güemes, de las milicias que formara para hacer frente a los ataques realistas y de las relaciones conflictivas (en algunas ocasiones pactos coyunturales) que sostuviera con la elite salteña e incluso las desavenencias políticas con Buenos Aires, hacen sugerir que la historia de un solo hombre es incoherente e inverosímil sin una indagación de su base de apoyo social, relaciones políticas y de las circunstancias históricas en donde desarrolla sus acciones. Por ello, la investigación de Sara Mata arroja argumentos fundamentales en esa comprensión y muestra al líder militar de los gauchos como un hombre de carne y hueso, con sus aciertos y deslices, con su poder de convocatoria de milicias, pero, a su vez, como un hombre que necesitó otorgar concesiones a sus jefes locales y a sus propias huestes para acumular, controlar y manejar todo el poder militar y político que pudo adquirir en esa coyuntura revolucionaria.

La provincia de Salta estuvo durante siete años en guerra constante y en donde la violencia social era una realidad inminente. Esa caracterización de esta región como un espacio de poder y disputas militares y políticas entre las fuerzas realista y los revolucionarios patriotas, tiene una explicación propia de un área estratégica para el comercio y las comunicaciones desde el litoral atlántico hasta el Perú (p. 13). En Salta existió una sociedad opulenta con una elite rica y educada que gracias al comercio del ganado mular y la demanda de los centros mercantiles andinos y del Perú pudo adquirir ese poder. Además, la creación del nuevo virreinato y la producción de plata del centro minero de Potosí ocasionaron un creciente dinamismo en el comercio andino y un mayor impulso de Buenos Aires como puerto para el  comercio con España. Esta situación convirtió a la ciudad de Salta en uno de los centros mercantiles más importantes del espacio surandino en donde se producía el encuentro de diversas regiones y comerciantes interesados en las operaciones económicas interregionales y vinculadas también al comercio ultramarino (pp. 18-25).

Esta importancia económica de Salta explica en parte los conflictos sociales en que estuvieron envueltos los sectores de la población de esos años de transformaciones. La elite salteña preocupada en sus intereses económicos y el poder político-social que tenían, en contraposición al de las clases populares que pudieron beneficiarse también del comercio, pero que no habían podido adquirir el poder suficiente para influir en la política y el manejo de la economía de esa provincia por el carácter excluyente de una elite arrogada de superioridad social. En esa situación se produjeron los acontecimientos de la crisis hispana por la invasión de Napoleón en 1808, la formación de juntas en España en rechazo de esa intromisión, la convocatoria de las Cortes y la promulgación de la Constitución de Cádiz. Todos estos sucesos tuvieron que ocasionar serias repercusiones en esta parte de América, precisamente, porque Salta y el Alto Perú representaban espacios de contacto y eran asimismo los lugares en donde se librarían decididos enfrentamientos entre realistas y revolucionarios (pp. 41-43). Entonces, los movimientos sociales rurales en Salta que tuvieron como protagonistas a las milicias, aquellos hombres movilizados, cuyo jefe máximo Martín Miguel de Güemes utilizó para enfrentar militarmente a los realistas y a la misma elite salteña, supusieron el inesperado poder de los milicianos en la configuración de las esferas políticas de las autoridades de ese período de crisis. Es indudable que esta milicia era la base social y armada de Güemes para defender a la provincia, sus vínculos con Buenos Aires y el poder de autonomía que había logrado el líder de los gauchos hasta esos momentos. Sin embargo, ¿quiénes eran esas milicias, esos gauchos? Entre ellos se encontraban "negros, mulatos y pardos, algunos esclavos, tributarios indios de procedencia altoperuana radicados en Salta, españoles o blancos pobres y mestizos" (p. 75). La composición étnica y social heterogénea de estas milicias la hacía peligrosísima a los intereses de la elite de Salta. El miedo a la plebe desenfrenada y posible foco de una revolución popular se apoderó de los grupos de poder. Estos temores fueron asimilados política y estratégicamente por Güemes en esos años de crisis e incertidumbres que lo llevarían a convertirse en el gobernador de Salta desde 1815 y quedarse hasta 1821 en el poder de ese espacio regional.

En realidad ese temor de la elite salteña al poder de las milicias estuvo totalmente relacionado a los trastornos políticos de la revolución y las inmensas pérdidas económicas que estas guerras ocasionaban en Salta y el Alto Perú. El comercio, motor de ese espacio, estaba estancado por los conflictos militares, además, Salta era escenario constante de invasiones realistas, contraataques de las milicias, destrucción de la propiedad, saqueos, asaltos, presión en el reclutamiento de hombres para las guerras, contribuciones forzadas tanto por realistas como por Güemes y una incertidumbre total por el desenlace interminable de los acontecimientos. Por ejemplo, las acciones de la revolución de mayo de 1810 generaron en Salta posturas enfrentadas entre la elite salteña y los que apoyaron a Buenos Aires, incluso, es perceptible el pedido de los cabildos de Alto Perú y de Salta realista para que el virrey Abascal reintegrara estas regiones al antiguo virreinato del Perú, situación que no prosperó pues Salta fue ocupada por el ejército auxiliar del Perú enviada desde la capital porteña (pp. 44-46). En 1812 las tropas del rey tomarían Salta con el beneplácito de una parte importante de la elite que apoyó logística y económicamente a las fuerzas realistas llegando a jurar la Constitución de Cádiz a principios de 1813. Sin embargo, esta ocupación no estuvo exenta de divergencias entre la elite sumado a los ataques sorpresivos de las milicias que interferían las comunicaciones y secuestraban mercancías y víveres (pp. 52-57). La participación de las milicias en estas acciones contra el ejército realista y la toma otra vez de Salta por los revolucionarios permitió que estos grupos armados construyeran su propio espacio de poder. Así, podemos observar como la milicia hacía nuevamente resistencia a la reocupación de los realistas de Salta y Jujuy en 1814, pero en esta oportunidad los hombres del rey ya no contaron con el apoyo unánime de la elite salteña, pues la fuerte represión, extorsiones, saqueos y pagos forzosos que estos habían establecido en la ciudad, inclinaron a la defensa espontánea de sus bienes y la negativa de los vecinos notables a prestarle su auxilio decidido. En esta coyuntura, surgió la figura de Martín Miguel de Güemes implementando las guerras de guerrillas como una estrategia para sofocar a los realistas, objetivo que pudo conseguir con el abandono de estas tropas del territorio de Salta (pp. 67-78). Este triunfo encumbró a Güemes como jefe de las milicias y los gauchos. Contradictoriamente, el gobierno porteño trató por todos los medios de subordinar a estas milicias armadas a su autoridad evitando así que Güemes acumulara un poder autónomo y peligroso. Solo así entendemos las divergencias del líder de los gauchos con el ejército patriota y con los intereses del Cabildo y la elite salteña. Sin embargo, debemos precisar que el apoyo a Güemes de parte de las milicias no era únicamente un fervor al líder, sino un medio por el cual estos grupos sociales esperaban conseguir beneficios sociales y económicos al negociar su participación en la revolución y el ataque a los realistas entre sus líderes locales y de estos con el líder (pp. 88-90). Los hechos son incuestionables, las milicias disfrutaron durante toda la administración de Güemes del fuero militar, del reconocimiento social y de beneficios económicos (p. 161). Esta relación entre Güemes y sus gauchos sería una de las razones fundamentales de la elite salteña para tramar su caída, además las mismas condiciones de precariedad económica que tantos años de guerra e incertidumbre habían ocasionado empujaron también a las traiciones al líder de los gauchos en donde estarían implicadas las mismas autoridades de Buenos Aires (pp. 168-184).

Definitivamente, en 1820 la guerra era insostenible y la autoridad de Güemes comenzó a desgastarse ante los apuros económicos y los conflictos internos para mantener las guerras. La elite y los mismos milicianos sintieron los estragos de las luchas armadas y el entorpecimiento reiterado del comercio con el Alto Perú, base fundamental de todos estos espacios para su existencia. Sería en esas condiciones de desavenencias sociales y pugnas domésticas que las tropas realistas volverían a ocupar Salta y lograrían finalmente acabar con la vida de Güemes iniciando así un proceso de reorganización en donde se logró un armisticio con los realistas y luego la elite salteña y los milicianos al mando de Juan Ignacio Gorriti pudieron poner fin a sus conflictos internos y retomar el comercio de esta ciudad con las provincias del Alto Perú bajo control realista. Con estos hechos la independencia en Salta quedó postergada y permitió que se librara en otros espacios y con otros protagonistas el desenlace final (pp. 194-205).

En síntesis, es indiscutible que en Salta los intereses particulares de los diversos sectores sociales predominaran antes que un declarado y ferviente patriotismo, además, esos intereses coyunturales muestran la importancia de los espacios regionales y de la defensa inherente que sus pobladores hicieron ante los acontecimientos críticos, funestos y permanentes de la revolución. Por lo tanto, este libro de Sara Mata ofrece otra perspectiva de desatar el pasado para entender el presente de las sociedades.

Daniel Morán
Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima, Perú)
Universidad Nacional de San Martín-IDAES (Buenos Aires, Argentina)

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