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Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy

versão On-line ISSN 1668-8104

Cuad. Fac. Humanid. Cienc. Soc., Univ. Nac. Jujuy  n.16 San Salvador de Jujuy maio 2001

 

ARTICULOS ORIGINALES

Situación de bilingüismo quechua-español en Jujuy

Biligüismo situation quechua-spanish in Jujuy

Ana María Postigo de de Bedia * - Lucinda Díaz de Martínez *

* Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales - Universidad Nacional de Jujuy.

RESUMEN

Puesto que el sujeto de la enunciación se inscribe en la lengua y que ésta, en cuanto institución social, puede ser índice de pertenencia del hablante a una determinada comunidad histórica, el presente trabajo aborda el estudio de la actitud ante la lengua materna en bolivianos bilingües de quechua y español residentes en la ciudad capital de la provincia de Jujuy, fronteriza con la República de Bolivia.
El corpus de análisis se obtuvo por técnicas de observación participante y entrevistas grabadas a bolivianos hablantes de quechua y español que residen en un barrio capitalino. La detección y posterior clasificación de las actitudes lingüísticas de nuestros informantes se efectuó por aplicación de la metodología sociolingüística y estructura componencial múltiple (componentes cognitivo, afectivo y conductual).
Los resultados alcanzados nos ofrecen tres tipos de actitudes: Positiva (mayoritaria), Negativa y de Inseguridad (en orden decreciente), por lo general asociados a la etnia, como rasgo identitario.
Las conclusiones del trabajo abren un espacio a la reflexión acerca de la vigencia de la situación de bilingüismo quechua-español entre bolivianos residentes en Jujuy.

ABSTRACT
Since the subject of the enunciation registers in the language and that this one, as soon as social institution, can be index of property of the hablante to a certain historical community, the present work undertakes the study of the attitude before the maternal language in resident bilingual Bolivians of quechua and Spanish in the capital city of the province of Jujuy, border with the Republic of Bolivia.
Corpus of analysis obtained by techniques of participant observation and recorded interviews to hablantes Bolivians of quechua and Spanish that reside in a capital district. The detection and later classification of the lingüísticas attitudes of our informants took place by application of the sociolingüística methodology and multiple componencial structure (component cognitivo, affective and conductual).
The reached results offer three types to us of attitudes: Positive (majority), Refusal and of Insecurity (in decreasing order), generally associated the ethnic group, like identitario characteristic.
The conclusions of the work open to a space to the reflection about the use of the bilingualism situation quechua-Spanish between resident Bolivians in Jujuy.

La Sociolingüística y la Sociodialectología Hispanoamericana sustentan como axioma que, en toda comunidad histórica, la actitud que asumen los hablantes ante su lengua es un campo de análisis apropiado para el conocimiento de la identidad individual y colectiva. En efecto: cada vez que un hablante realiza la lengua materna, o de la comunidad de origen, lleva a cabo un acto social, por el cual asume su ser en la sociedad de pertenencia, y un acto moral de autoestima de su sí-mismo en ella o ante un eventual grupo de referencia.
También como axioma, a partir de W. Labov, la lingüística sostiene que en comunidades más o menos reducidas y en los barrios de las ciudades, la identidad local es una categoría que se acuña en el lenguaje.
A partir de tales predicamentos, el presente trabajo pretende registrar la actitud ante la lengua quechua en hablantes bilingües, naturales de Bolivia, que residen en la capital de la provincia argentina de Jujuy.
Asimismo se procura detectar factores sociales y lingüísticos que actúan como condicionantes de la valoración identitaria de estos bilingües en la lengua materna, aprendida en su infancia en el país natal.
La provincia de Jujuy se sitúa en el extremo N. de la República Argentina. Limita al O. con la República de Chile; al N. y NO. con la República de Bolivia; al S. y al E. con la provincia argentina de Salta. La ciudad capital, San Salvador de Jujuy, fue fundada por españoles en 1593, por lo que en sus comienzos contó con una reducida población de hispanos colonizadores -la clase política y social hegemónica durante varios siglos -y auxiliares de los prominentes, junto a los naturales de la tierra evangelizados y sometidos a servidumbre. A poco de la fundación, tuvo existencia una población mestiza nacida del amancebamiento de los colonizadores con las indígenas del lugar. Sólo más tarde surgiría la franja étnica de los criollos.
En la actualidad, Jujuy tiene una población étnicamente heterogénea, en la que se confunden europeos, árabes y amerindios. Según estimaciones no oficializadas de la Dirección de Estadísticas y Censos de la Provincia de Jujuy, el 80% de los extranjeros nacidos en países limítrofes que residen en la ciudad de San Salvador de Jujuy, capital provincial, son bolivianos(
Nota 1).
Uno de los barrios de la ciudad, Mariano Moreno, cariñosa y curiosamente denominado por los vecinos la «ciudad feliz», se levanta en un altozano apenas a seis cuadras del casco céntrico. Es un barrio populoso (17.663 habitantes), que posee numerosas instituciones sociales y culturales: escuelas, emisoras radiales y de TV, iglesia, registro civil, centros sanitarios y vecinales, transportes y una amplia red comercial. Se caracteriza por albergar la mayor parte de bolivianos residentes en la zona capitalina, por lo general, procedentes de comunidades rurales o semiurbanas quechuhablantes del sur boliviano, que ingresaron como indocumentados bajo la protección de familiares y amigos radicados legalmente en la ciudad. Uno de los vecinos ilustra esta realidad: «Aquí en Mariano Moreno todos somos bolivianos o descendientes de bolivianos». Alejandro Isla convalida este juicio: «Barrios populosos de San Salvador son prácticamente bolivianos. Por ejemplo el más numeroso es el Barrio Moreno, cuyos habitantes pertenecen en su mayoría a Tarija, Cochabamba y Potosí»(
Nota 2).
La presencia de bolivianos no es nueva en la Provincia de Jujuy, ya que desde principios de siglo fue una población golondrina que dio mano de obra barata para la zafra azucarera. Pero la larga crisis económica que soportó en las últimas cuatro décadas la nación boliviana, y en particular e! campesinado, hizo que gran parte de la población del sur abandonara sus tierras y familias empujando a los pobladores, cada vez en mayor número, hacia Jujuy en busca de condiciones de vida y trabajo más favorables.
Muchos de estos inmigrantes, después de luchar por ajustar su habla a la variante regional del español, impuesta por el nuevo hábitat(
Nota 3), y de enfrentarse constantemente a un medio social agresivo, que utiliza para ellos los calificativos estigmatizantes de Kolla (para referirse a su ascendencia indígena incaica), bolita o boli (para identificarlos con un gentilicio hipocorístico alusivo a su nacionalidad), han organizado económicamente sus vidas en M. Moreno, en la medida de sus capacidades y del espacio social que les concede la comunidad receptora. En razón del lugar de procedencia, la mayoría posee el quechua como lengua de base (L1), siendo el español, en la variante regional boliviana, su lengua secundaria (L2), aprendida en el hogar, en la interacción social con vecinos hispanohablantes durante la infancia u obligatoriamente en la edad escolar.
En lo anteriormente descripto quedan implicadas dos situaciones: una lingüística y otra social. Por la primera se configura una situación de bilingüismo con diglosia que enmarcamos en el concepto de diglosia ampliada de J. Fishman(
Nota 4). La característica de esta diglosia radica en la bifuncionalidad en el uso de las variedades regionales del español del sur boliviano y del jujeño, de las cuales ésta, aún no siendo la modalidad oficial o alta (A) sino la coloquial o baja (B), ha cobrado para los inmigrados el estatus de lengua estándar y socialmente prestigiosa (A'), en tanto que la variante propia es sentida como rústica y vulgar (B').
En realidad, el funcionamiento de una y otra variedad cobija un gran número de mutuas transferencias, en particular en el lexicón y en la fonología. Así, nuestros informantes bolivianos utilizan voces y expresiones comunes en el habla jujeña. como aveloriado (olvidadizo) o tumba a la olla (vuelta de camero) y modismos humorísticos de la jerga juvenil argentina, como estar de la nuca (estar loco). Al tiempo, estos inmigrantes van borrando los rasgos fonológicos de su habla española para adoptar los de la variedad dominadora(
Nota 5). En ésta, a la vez, existe un lexicón salpicado de quechuismos que ya se encontraban incorporados a la variante boliviana, como opa (tonto), guagua (niño/a), challa (fiesta), llasgua (salsa picante), quisca (mechón de pelo), etc.
La situación social implicada deviene de la actitud hostil y agresiva que mantiene la sociedad jujeña hacia los bilingües bolivianos, a partir de una concepción desvalorizante de la trayectoria socio-histórica de la antigua raza incaica, que hoy ven degradada en el campesinado boliviano inculto que la conserva como rasgo de identidad asociada a la etnia.
Lo expuesto permite establecer una hipótesis básica acerca de que la actitud de estos bilingües hacia la lengua vernácula - más que de la mayor o menor solidaridad con la ideología de la comunidad natal, como signante étnico y cultural - depende de factores sociales y aun psicológicos originados en la sociedad receptora, que condicionan sus esfuerzos de socialización en la misma.
La actitudes lingüísticas no son observables empíricamente, pues nacen de consideraciones introspectivas del hablante (patrimonio exclusivo de su sí mismo) y no tienen por qué tener necesaria expresión de significado lingüístico a no ser que el introspectado voluntariamente las exprese a la provocación de un observador.
Para acceder al conocimiento de las actitudes que nos ocupan, procuramos provocar su exteriorización lingüística en entrevistas semiestructuradas destinadas a 36 informantes del Barrio Moreno (18 mujeres y 18 varones), comenzando por conocidos como bilingües por los entrevistadores y siguiendo con quienes aquellos identificaban como connacionales quechuhablantes. Las entrevistas se desarrollaron a modo de conversaciones laxas y amenas que permitieron la observación participante e indujeron a los entrevistados a describir su situación de inmigrantes, el tipo de presiones sociales y económicas padecidas y las dificultades experimentadas en su interacción social por el lenguaje con el grupo de referencia de Jujuy, así como a motivar la justificación de su actual comportamiento ante el quechua.
La muestra se estratificó según variables lingüísticas y extralingüísticas o sociales. Entre las primeras: 1) Lengua 1 y Lengua 2 del informante; 2) Conciencia lingüística de la lengua quechua(
Nota 6); 3) Dominio de realización de la misma; 4) Valorización de la lengua asociada a la etnia.
Entre las variables sociales se atendió a: 1) Generación de! informante; 2) Sexo; 3) Lugar de procedencia; 4) Tiempo de residencia en Jujuy; 5) Grado de escolaridad; 6) País de la escolaridad: 7) Actividad laboral actual; 8) Identificación con la comunidad originaria.
El cruce de las variables lingüísticas y sociales nos accedió, a posteriori, a una estratificación proporcional de los informantes válidos en tres Niveles Socioculturales: Alto (A), bilingües de educación superior; Medio (M), bilingües con estudios secundarios completos o no, pero con ricas experiencias socioculturales; Bajo (B), bilingües con escolaridad primaria completa o no y aun analfabetos en L1 y L2.
Las dificultades presentadas para el registro de datos derivaron de:
a) ruptura de la situación dialógica ante la pregunta por la nacionalidad del informante
b) negación del origen boliviano, en nacionalizados argentinos, con negación a la entrevista;
c) negación de conocimientos y/o uso del quechua por parte de informantes oriundos de poblaciones de zonas quechuhablantes del sur boliviano;
d) desvío de respuestas, o ambigüedad intencional en las mismas, a preguntas vinculadas sobre oportunidades de realización del quechua en el grupo de pertenencia;
e) falta de claridad y precisión en la justificación del propósito de no transferir la lengua quechua a los hijos;
f) silencio ante preguntas que apuntaban a establecer rasgos de identidad colectiva.

Lo apuntado redujo nuestra muestra a 20 informandes, (11 mujeres y 9 varones), variando la estratificación prevista por Generación, Sexo y Nivel Sociocultural (Nota 7).
Los resultados del análisis nos permitieron establecer tres categorías actitudinales: 1) Positiva; 2) Negativa y 3) de Inseguridad (Nota 8).
Para la configuración de esta categorías adoptamos una conceptualización mentalista, definiendo la actitud como una disposición a o hacia algo, y una estructura componencial múltiple de tres componentes: cognoscitivo, afectivo y conductual (Nota 9).
Los registros revelaron que el 70% de los entrevistados adoptan una actitud Positiva respecto del quechua; del 10%, la actitud Negativa y el 20% restante, una actitud de Inseguridad entre la aceptación y el rechazo por esta lengua.
Según la estratificación de los informantes en Niveles Socioculturales puede realizarse la siguiente caracterización general en el juego de las variables consideradas:

a) Los bilingües de niveles socioculturales A y M son quichuistas de L1, que adquirieron como segundo código el español (L2) en la interacción social en el país de origen, o bien son bilingües equilibrados por el aprendizaje simultáneo de ambos códigos en el hogar paterno. Los de nivel B fueron campesinos monilingües de quechua, adquiriendo el español costosamente con la escolaridad y, posteriormente, por la interacción social de la vida urbana en el país natal. Ninguno de estos informantes, ingresados a nuestro país con posterioridad a la edad escolar, fueron beneficiados por la obligatoriedad de la enseñanza del quechua en escuelas oficiales, dentro del marco de la etnorregionalidad educativa establecida por el gobierno boliviano en 1984.
b) La mayoría de bilingües A proceden de zonas urbanas (Potosí, Cochabamba y Sucre) o periurbanas, en tanto que, en mayor proporción, los de niveles restantes provienen de zonas rurales y más próximas a la frontera argentina.
c) En cuanto al tiempo de residencia en Jujuy, los de nivel A ingresaron hace menos de 20 años; la mayoría del nivel M, entre 15 y 30 años y los de nivel A ingresaron hace menos de 20 años; la mayoría del nivel M, entre 15 y 30 años y los de nivel B, entre 15 y 50 años atrás. Esta variable no reflejó mayores incidencias en la actitud lingüística.
d) Respecto de la inserción de los bilingües en el campo laboral de la sociedad receptora, se observan divergencias: los de Nivel A han efectuado una rápida inserción adquiriendo una sólida posición económica alcanzada como profesionales, técnicos especializados o comerciantes fuertes. Los de nivel M se encuentran todavía en el esfuerzo por alcanzar su inserción total, actuando como comerciantes minoristas y empleados de la industria y el comercio local.
Los de nivel B no han logrado insertarse socialmente, permaneciendo en una situación económica poco relevante vinculada a la inestabilidad en el campo laboral, en el que actúan como obreros o revendedores callejeros de productos comerciales u hortícolas.
e) La conciencia lingüística de los entrevistados está en relación directa con el grado de escolaridad alcanzado, sin que incida el lugar donde se cumplió esa escolaridad.
Los de niveles A y M revelan capacidad para profundizar con el conocimiento científico de los sistemas de las lenguas que manejan. Los de nivel B basan su conocimiento en creencias acerca de lo que es correcto o incorrecto en el uso de la lengua vernácula.
f) Los bilingües A tienden a realizar el quechua en cuanta ocasión creen oportuna, según el dominio de la comunicación y los factores de producción: entorno, interlocutor y tema. No se sienten estigmatizados por la sociedad receptora al actualizar la L1, aceptando con humor los motes que aluden a la etnia o infancia, en menor o mayor grado respectivamente, en dominios más reducidos e íntimos, sintíendose afectados por el desprestigio que les ocasiona socialmente la puesta en evidencia del origen boliviano y la condición de quechuhablantes.
g) Nuestros informantes, sin distinción de nivel sociocultural, manifiestan conservar costumbres sociales, comidas y bebidas tradicionales en la comunidad de nacimiento y practicar un sincretismo religioso conformado por devociones y ritos cristianos y paganos heredados, como el culto a la Pachamama (Madre Tierra) (Nota 10), junto a su veneración por las Vírgenes de Urkupiña y de Copacabana, con las que algunos llegan a vincular la significación religiosa de la deidad aborigen. Todo ello contribuye a que sientan vivamente su pertenencia a la comunidad natal y a que procuren perfilar su identidad individual y colectiva.
En la determinación de las actitudes hacia el quechua de los bilingües de nuestro análisis, la variable lingüística, que se manifiesta más significativa es la conciencia lingüística, conjugada con el grado de escolaridad cumplido, es la más relevante entre las variables sociales.
Entre los bilingües Positivos de nivel A, existe una conciencia lingüística esclarecida que basamenta su amplia competencia en los códigos poseídos, al punto de efectuar precisiones conceptuales y pragmáticas sobre particularidades fonéticas, fonológicas, semánticas y estructurales del quechua frente al español. Además, adoptan una actitud critica ante los errores gramaticales cometidos por otros bilingües de menor competencia, aún por aquellos que promueven el conocimiento del quechua como lengua de cultura desde movimientos de reivindicación indígena. En ocasiones, estos informantes actúan como traductores de connacionales de poca competencia en español ante los profesionales jujeños que los atienden; por ejemplo: en interconsultas médicas o, en procesos judiciales, ante los abogados defensores.
Si bien la interacción en las redes sociales de la comunidad receptora obliga a estos bolivianos a realizar cotidianamente la variante regional española de Jujuy, limitando así su natural tendencia al uso del quechua, lo emplean cotidianamente en el hogar y se empeñan en transmitirlo a sus hijos, nacidos argentinos o bolivianos, junto con las pautas culturales que lo contextualizan. La asociación de la lengua indígena a los valores étnico-culturales se ofrece como rasgo de identidad que enorgullece al informante.
En estos casos, los informantes Positivos concretan actos sociales en los que reafirman su identidad por una relación de alteridad, en la que el pronombre Nosotros es utilizado para designar al grupo de bolivianos bilingües en interacción con los miembros de la sociedad receptora, categorizados como interlocutores no adversos sino solidarios.
Nuestros entrevistados aclaran que a menudo efectúan alternancias: 1) entre los dos códigos que manejan, sea por motivaciones directas dentro del grupo de pertenencia (exclusión intencional de la situación comunicativa de algún miembro del grupo jujeño de referencia), como por motivaciones fáticas (intención de crear una situación de intimidad con miembros del grupo de pertenencia).
Por otra parte, los bilingües biculturizados reconocen realizar una mezcla de códigos por causas referenciales, según lo requiera el tratamiento de determinados temas; por ejemplo, en el dominio familiar, en discusiones de asuntos de pareja ante los hijos; en el contexto social del grupo de pertenencia, en la inclusión de tópicos científicos y técnicos, sin sustitutos en la lengua vernácula, durante una situación comunicativa.
El componente predominante de la actitud Positiva de estos bilingües es de tipo cognoscitivo, seguido en decreciente por el conductual y el afectivo.
La conciencia lingüística de los bilingües M de actitud Positiva puede calificarse como buena, ya que sus conocimientos del sistema lingüístico del quechua fueron adquiridos en estudios asistemáticos y en creencias fundadas en la propia experiencia en el uso de la lengua. Su saber la lengua los capacita para establecer etimologías, como las de los patronímicos indígenas, y para reconocer la riqueza y dignidad del quechua frente al español hablado en la variante de Argentina, al que evalúan como fonética y lexicalmente empobrecido por el seseo, el yeísmo y la escasa actualización del amplio caudal de adjetivos calificativos que posee el español. Ejemplifica esto último la referencia al desplazamiento de adjetivos calificativos ponderativos y su sustitución por deprecativos para expresar la admiración(Nota 12). Al respecto advierten que un quechuhablante, ni en la ira o enojo, utilizará jamás expresiones ofensivas a la maternidad, pues en su cultura se enaltece a la madre como a un ser casi sagrado.
La realización del quechua entre los bilingües se ajusta al dominio familiar - a veces, sólo entre cónyuges, si son de la misma etnia - y al grupo social de pertenencia (entre paisanos). Por lo general, no lo transmiten a los hijos para no presionarlos en la etapa de socialización escolar, entendiendo con ello evitar las naturales interferencias del contacto lingüístico que pudieran ser causa de estigma social. Además, reconocen y justifican su desinterés o rechazo del quechua por el hecho de que las jóvenes generaciones ya no participan de las pautas culturales de sus ancestros, sino de las impuestas por la juventud local.
En la sociedad global, estos bilingües utilizan la variante regional del español de Jujuy conservando algunas marcas fonológicas de la variante boliviana(Nota 13), con frecuentes transferencias del quechua por motivaciones directas o fáticas.
Una particularidad de varios de estos informantes reside en haber adquirido motu propio el aymara como tercera lengua (L3) por razones prácticas de convivencia, o en la comercialización de productos durante su vida en el país de nacimiento, hecho que permitiría clasificarlos como bilingües aditivos(Nota 14), desde el punto de vista de las lenguas indígenas habladas en Bolivia, y, dentro del campo del contacto lingüístico, como multilingües.
En la estructura actitudinal se equilibran los componentes cognoscitivo y afectivo, unido el último a una profunda lealtad nacional y a un manifiesto sentimiento de solidaridad con el grupo social de origen.
Entre los bilingües de actitud positiva del nivel B la conciencia lingüística se muestra reducida. Mantienen la creencia de que la lengua materna es un buen idioma y debe aprenderse mejor a partir del estudio de su gramática y léxico, reconociendo así las limitaciones de la propia educación. Repliegan el uso del quechua al dominio hogareño, entre familiares y amigos del grupo de pertenencia, y en el mercado. Entre comadres, dicen las mujeres. No lo trasmiten a los hijos, quienes lo rechazan como hablar feo o incorrecto en un medio hablante de español. Admiten realizar alternada de códigos por motivaciones directivas o fáticas y aun mezcla de los mismos con cambios intraoracionales por causas referenciales, como en discusiones sobre temas sociales en el grupo de pertenencia. Mantienen marcas fonológicas de la variante española de Bolivia con transferencias léxicas del quechua. Ej. Vos sos k'aima (Vos sos rubia, descolorida, etc).
En estos bilingües de escasa o nula escolaridad, el componente estructural predominante de la actitud positiva es eminentemente afectivo, expresado en la emoción, alegría o gusto que los embarga al conversar entre paisanos, lo que refuerza su repliegue en ghetto y dificulta su socialización en la comunidad receptora.
Tantos los informantes positivos de nivel M como los de nivel B descubren la identidad de un Nosotros minoritario, identificado en la lengua asociada a la etnia por un Ellos mayoritario y estigmatizante, que los conmina a la transculturación. Finalmente, el proceso transcultural se produce paulatinamente en estas franjas bilingües en resguardo de la socialización de las nuevas generaciones en la sociedad dominante.
La actitud Negativa es privativa de nuestros entrevistados bilingües de nivel B, quienes reprimen la lengua primaria por el estigma social impreso en ella por el grupo de referencia. Su bilingüismo es del tipo sustrativo(Nota 15) acompañado de una reducida escolaridad. Estos bilingües ingresaron a Jujuy en calidad de peones del agro o la minería, condición que superaron más tarde al ejercer oficios independientes, como el de sastre, albañil, carpintero, etc., alcanzando una posición económica suficiente para su actual estatus social.
La conciencia lingüística de estos informantes se limita a las propias experiencias vitales en el uso del quechua. Voluntariamente no lo realizan en ningún dominio social, ni siquiera en la intimidad de los cónyuges, pues optaron por el uso exclusivo de la lengua dominadora, obligándose a abandonar su primera lengua como obstáculo para el personal progreso en el orden laboral o institucional al que se han incorporado. Algunos sólo lo actualizan para hacer burla a otros paisanos.
Uno de los informantes, mestizo bilingüe equilibrado desde el hogar paterno, afirma haber enfatizado su aprendizaje oral del español en la niñez transcurrida en Bolivia por el prestigio que le otorgaba la traducción de ambos códigos ante miembros de la comunidad originaria. Asimismo, asegura que esta capacidad facilitó su ascenso laboral y social en la comunidad receptora.
El abandono voluntario de L1 por parte de estos informantes, así como su total adhesión al segundo código, se funda en la creencia de que la primera es lengua rústica y vulgar y que el español les ha otorgado un refinamiento del que carecen otros miembros del grupo de pertenencia. Para los informantes, hablar español fue determinante para su ubicación social en las instituciones católicas en las que actúan, contexto que en Argentina requiere el empleo de este único código.
En la actitud que borra u oculta la lengua materna queda priorizado el componente conductual, surgido del afán de asimilación al grupo de referencia y de la adopción de sus formas de realización lingüística en aquellos ámbitos sociales a los que acceden.
Tal esforzada adecuación lingüística se acompaña de la adquisición de nuevas pautas culturales en un proceso de aculturación intencional que supone la salida del grupo de la marginación a la que se ve reducido, no sólo por su origen, sino también por la ausencia de escolarización.
Por otra parte, basados en testimonios de los informantes de los distintos niveles socioculturales considerados, incluimos en la actitud Negativa el rechazo o desinterés de la joven generación de inmigrantes bolivianos por mantener la lengua vernácula aprendida en la infancia. Según esos testimonios, los jóvenes, aunque entienden el habla de sus mayores, no requieren utilizarla por ser incongruente con el ritmo de vida de acá, porque estudian secundaria y porque después deben seguir estudiando o trabajando en el medio receptor, hecho que los separa del medio familiar.
A nuestro criterio, la negación de la L1 por esta generación lleva implícito el acuerdo entre padres e hijos sobre la inconveniencia de la práctica del quechua en la nueva organización de la familia residente en Jujuy.
Si bien los padres manifiestan que los hijos todavía comulgan con ellos en la práctica de ciertos ritos y costumbres tradicionales y en algunas creencias familiares, sus expresiones evidencian la aceptación de un acelerado proceso de cambio de los viejos patrones culturales por los imperativos de la vida moderna de los grupos jóvenes de la sociedad consumista de referencia, cuyos valores se asientan en las permanentes innovaciones de la música-disco, ropa de onda, constantes creaciones de lexías jergales, etc., que actúan como verdaderos estímulos para la socialización.
La actitud de Inseguridad aparece en bilingües de los Niveles Socioculturales M y B, biculturizados desde el hogar paterno, por ser uno de los padres hispanohablante y el otro quechuhablante.
La inseguridad actitudinal hacia el quechua se vincula con una conciencia lingüística poco relevante o, al menos, no exteriorizada. La realización de esta lengua es esporádica y exclusivamente limitada al dominio, en secreto, entre cónyuges. No la transmiten a los hijos en la convicción de que es un atraso para su inserción en la sociedad receptora. Entre ellos, el quechua ha devenido lengua secreta.
En una joven informante de nivel M, primera generación, el ocultamiento de la lengua materna es determinado por el factor religioso - su conversión a la religión mormona - lo que también produjo su aislamiento del grupo católico de pertenencia.
Pese a la negación de su L1, estos bilingües acuerdan en que el quechua es un elemento integrante de su identidad; no lo han olvidado, por lo cual, motivados por el encuestador, evocaron en esa lengua, con evidente placer, letras de canciones y relatos breves. Destacan la importancia actual de saber la lengua indígena por estar oficializada en el país natal, pero admiten con sentimiento su pérdida bajo la presión de la sociedad de referencia o de la familia creada en Jujuy.
Algunos informantes de nivel B, poseedores del quechua como lengua secreta, proclaman su desconocimiento y procuran disfrazar la etnia asociada declarándose argentinos con el propósito de apremiar su aceptación dentro de las modalidades culturales de la sociedad receptora. No responden en quechua, sino en español, a las instancias de otro quechuhablante, siempre que se encuentren en presencia de un jujeño. Contradictoriamente, admiten que les gusta hablar quechua cuando van a Bolivia de visita a la comunidad de origen. De esta manera, pueden caracterizarse como bilingües sustrativos, pues la actuación de la lengua resulta siempre condicionada por el contexto social de la lengua dominante.
En consecuencia, los componentes estructurales de la actitud alternan bajo la presión de factores psicológicos y sociales. Un ejemplo de la ambivalencia actitudinal se reduce a lo expresado por una informante de primera generación de nivel B quien, pese a denunciarse orgullosa de ser bilingüe pasiva, confiesa la urgencia personal de exteriorizar su integración a la sociedad jujeña. Por tal razón, obligó a su madre (mujer de polleras)(Nota 16) a adecuar su vestimenta a la moda femenina imperante en la Argentina y a eliminar del habla los rasgos fonológicos del español boliviano asistiendo al consultorio de una foniatra, a fin de incorporar a su dicción las características de la variedad española regional de Jujuy.
La interpretación de estos datos nos permite consignar:
1°) Que la actitud positiva parece asegurar la vigencia y conservación del tipo de bilingüismo quechua-español entre los bolivianos instruidos residentes en la ciudad de Jujuy. En esta actitud predomina el componente estructural cognoscitivo, a partir de un saber alcanzado por la educación o la creencia en los valores culturales de la comunidad que contiene esa lengua. En ambos casos, la lengua se
presenta asociada a la identidad étnica del grupo. Con todo, su uso se mantiene condicionada al dominio o contexto social de realización.
2º) La actitud negativa muestra un bilingüismo en retroceso, aun en la interacción del propio grupo social. El componente estructural más destacado es el conductual, en la tendencia creciente al abandono del quechua, seguido del cognoscitivo, por la convicción fundada en su falta de funcionalidad en la actual sociedad de residencia. La preferencia por la lengua dominadora es signo de búsqueda de estatus social en las redes de la sociedad global, por asimilación cultural. La actitud negativa se presenta como mareada en el grupo de pertenencia, ya que es entendida como reacción normal en quienes ignoran los valores culturales de que es portadora su lengua natural. De cualquier manera, en estos bilingües se produce una disociación entre lengua y etnia.
3°) La actitud de inseguridad refleja la existencia de un bilingüismo oculto y un conflicto psicológico en nuestros informantes. Los componentes estructurales de la actitud se van alternando en la conducta lingüística. Por una parte, la adhesión al quechua se liga a la ideologización de la etnicidad como factor de identidad y le franquea deseos de realizarla en el grupo de pertenencia. Pero, al reconocer que esa etnicidad es marginal en la sociedad jujeña y que amenaza permanentemente el ascenso en su ubicación social, se vuelve consciente la necesidad de enmascararla en la interacción social.
Con excepción de los bilingües de mayor nivel sociocultural, los informantes coinciden en sus manifestaciones respecto de los sufrimientos padecidos por la hostilidad y hasta el escarnio de que fueron objeto en sus primeros años en este país, ya que muchos recorrieron distintas capitales argentinas antes de asentarse en Jujuy. En tanto algunos han logrado neutralizar esa adversidad desde una posición económica bastante respetable, otros sobrellevan con resignación el estigma social que se profundiza con la pobreza. Sin embargo, ninguno de los entrevistados prevé o proyecta su regreso definitivo a la tierra natal, en particular, para preservar el futuro económico de los hijos. Para el caso - como sostiene D. Bardavid -, no se debería dejar de tener en cuenta la estructura del estado del país de procedencia ni la del que habitan en condiciones extrañas, porque sus modelos son europeos o norteamericanos.
Excluyendo a los bilingües de actitud negativa, los entrevistados están convencidos del mantenimiento y/o aumento del bilingüismo quechua-español en Jujuy, dado el creciente fenómeno de la inmigración de bolivianos que se ven, cada vez en mayor medida, obligados a buscar en nuestra provincia mejores condiciones de vida material.
Las actitudes detectadas en nuestras unidades de análisis, junto a los datos que aporta la observación directa en la frecuentación cotidiana con estos bilingües, nos presentan dos realidades o dos modos de una misma realidad:
En primer lugar, la realidad creada por bilingües socioculturalmente destacados en la vida ciudadana que revelan una actitud positiva ante la lengua indígena materna. Esta actitud impulsa a nuestros informantes a seguir habitándola como constitutiva de su identidad, convencidos de su significación étnica y cultural. Tal convicción se ve fortalecida por estudiosos de la Lingüística, la Antropología Social y la Psicología, así como por la acción de instituciones indigenistas preocupadas por la reivindicación de las lenguas autóctonas y su difusión en ámbitos científicos y culturales de nuestro país.
La otra realidad nos enfrenta a inmigrantes bilingües que, por las desafortunadas implicaciones sociales que arrastra el quechua en el medio receptor, niegan u ocultan su conocimiento, empleándolo sólo en ámbitos socialmente circunscriptos por la etnia y ajenos a nuestra observación. Esta otra cara de la realidad nos mueve a afirmar que, aun en la interacción social en el grupo de pertenencia, el bilingüismo que nos ocupa tiende a desaparecer en Jujuy en un dinámico proceso transculturizador que sustituye, junto a las formas de vida, formas léxicas y estructuras del quechua por las propias de la variante española dominante en Jujuy.
En este caso, el encubrimiento lingüístico es síntoma del comportamiento defensivo del grupo minoritario de bilingües frente al grupo mayoritario de monolingües de español, poseedor de una mentalidad y organización social adversas.
El devenir negativo a la supervivencia de la lengua quechua entre bilingües bolivianos se ve magnificado en la actitud de inmigrantes de primera generación en los que el desinterés por la realización y/o conservación de la lengua materna se disocia de la etnia y se subordina a convencionalismos imperantes y patrones identitarios de la juventud jujeña.
Entre estos jóvenes, con personales propósitos de rápida evolución en la escala de estatus de la sociedad receptora, el Yo centraliza proyectos, que tienden al Ellos de referencia, atraído por ideales de superación económica personal, de autonomía individual y de posesión de bienes de consumo.
Las actitudes consideradas y las realidades descriptas nos plantean interrogantes a los que aún no podemos responder desde la Lingüística:
¿Cuál es el destino del bilingüismo quechua-español en Jujuy? ¿Qué causas lo mantienen todavía en el contexto agresor de nuestra sociedad provincial? ¿Podrá alguna vez este bilingüismo ser signo de prestigio social en una zona fronteriza como Jujuy, geográficamente proclive al contacto idiomático y cultural? Y finalmente, ¿hasta qué punto la sociedad de consumo y los grupos económicos que la digitan contribuirán a exacerbar el individualismo en los jóvenes bilingües residentes en la provincia, provocando un corte abrupto con la lengua materna, componente primordial en la constitución de la identidad?
Seguramente la profundización de las problemáticas que estos interrogantes crean en la ciencias sociales y el curso del tiempo podrán echar luz sobre las respuestas.
Para nosotros, por ahora, quedan circunscriptas al rumbo que tomará la mentalidad de la sociedad jujeña en su lenta evolución desde un tradicionalismo localista a una apertura hacia la realidad sociocultural y étnica de la Amerindia a la que pertenece.

NOTAS

1) De acuerdo con datos suministrados por INDEC - Censos Nacionales de Población - Direcciones Provinciales de Estadísticas - Censo Poblacional 1991, la provincia de Jujuy tiene 513.992 habitantes, de los cuales la capital, S.S. de Jujuy, concentra el 34,6% (176.474 habitantes).
2) Isla Alejandro. Jujuy en el Siglo. Estrategias de Investigación en Sociedad y Articulación en las Tierras Altas Jujeñas. Crisis terminal de un modelo de desarrollo, (compil.) p,18.
3) Para la consideración de los rasgos característicos de la variante y actitudes del hablante del español en Jujuy, consultar: A.M.P. de de Bedia y R.L. Pockorny. 1983. Aspectos del español hablado en la provincia de Jujuy, en Entregas del I.T.15. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras. 1.1. Tilcara C.I.R. «Dr. Fernando Márquez Miranda», Tilcara (R.A.). A.M.P. de de Bedia: 1989. Apuntaciones sobre el español hablado en Jujuy. Secretaría de Publicaciones de la Universidad Nacional de Jujuy, Jujuy (R.A.); 1991. Función de la deixis en un discurso gramaticalmente imperfecto. Premio Ensayo Dirección Provincial de Cultura de Jujuy. Jujuy (R.A.) y 1994. Formas de tratamiento en Jujuy en Cuadernos No 4 de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy, Jujuy (R.A,).
4) Nos referimos a la ampliación del concepto de diglosia de Charles A. Ferguson realizada por Joshua Fishman en Sociología del Lenguaje (1972. Versión española de Edic. Cátedra. Madrid. 1982) por la cual la diglosia se establece también entre las variantes de una misma lengua que se distinguen entre sí por los rasgos diferenciales en su funcionamiento.
5) Aludimos especialmente a los siguientes rasgos fonológicos de la variedad boliviana del español: /s/sibilante, fricativa interdental y /ll/ articulada como semiconsonante [j] (alófono de vocal /i/) formando diptongo creciente, y a los alófonos de la variedad jujeña del español: /s/ fricativa linguoalveolar sorda (ocasionalmente realizada como fricativa laríngea aspirada) y de la /ll/ ,que realiza en articulación fricativa palatal sonora [j], produciendo yeísmo.
6) Al consignar la variable «conciencia lingüística», no aludimos sólo al conocimiento teórico del sistema de la lengua que maneja el hablante, sino también a su capacidad de distinguir las variables existentes en la lengua estándar y las formas que resultan prestigiadas o estigmatizadas en la variable utilizada por la comunidad de habla a la que pertenece.
7) La muestra idealmente preparada podría calificarse como pequeña muestra, que comprende de 30 a 40 informantes. Pese a las dificultades indicadas que produjeron su reducción, creemos que resulta representativa en relación al número oficial de la población boliviana residente en la ciudad de San Salvador de Jujuy (4286 en Dpto. Gral. M. Belgrano - 1NDEC/91).
8) Acordamos con H. López Morales respecto de que las actitudes lingüísticas sólo pueden categorizarse como positivas o negativas, no existiendo actitudes neutras. Sin embargo, el permanente cambio de actitudes de algunos informantes, entre la aceptación y rechazo de la lengua quechua, nos indujo a categorizar esta actitud como de inseguridad.
9) Tal como lo explica Humberto López Morales en Sociolinguística (1989, p. 233) algunos autores que sustentan la actitud mentalista visualizan la estructura componencial de la actitud sobre tres componentes; el cognoscitivo, el afectivo y el conductual. Dentro del componente cognoscitivo nos permitimos incluir tanto el saber, el conocimiento científico de la lengua que fundamenta la conciencia lingüística del hablante, como las creencias, que no se basan en un conocimiento de tal tipo sino en la percepción de hechos de lengua que evalúa subjetivamente el hablante como correctos o incorrectos, y por ende, como aceptables o inaceptables. Por ejemplo: los jujeños mantienen la creencia de que el uso del verbo acedar, común en el habla española de los bolivianos (como en El caldo de gallina debe mantenerse en lugar fresco para que no se acede), es un rasgo de vulgaridad o rusticidad, por desconocimiento de su legitimidad en el léxico español. El Diccionario de la R.A.E. incluye el término, siendo su acepción primera poner aceda o agria alguna cosa.
10) Según uno de nuestros entrevistados (S.H., varón de segunda generación de nivel sociocultural Medio) la palabra Pachamama, por su etimología, no significa Madre Tierra sino Madre del Cielo (Pacha=Cielo; Mama=Madre) y, por extensión, Madre del Cielo y de la Tierra. Se le rinde culto específicamente el 1° de agosto con sacrificios de animales, ofrendas de comidas y bebidas y oraciones para pedir su protección.
11) En la consideración de las motivaciones y causas que propician la alternancia o cambio de códigos en un mismo ámbito comunicativo o situación comunicativa, seguimos la clasificación de Germán de Granda en Curso de Postgrado de Lenguas en Contacto. Universidad Católica de Salta e Instituto Dialectológico de Salta Berta Vidal de Battini. Salta (R.A.), agosto de 1992.
12) Uno de nuestros informantes, varón de 3ra. generación, observa con asombro que entre los jóvenes jujeños la admiración afectuosa hacia la persona que ha obtenido un éxito social cualquiera se expresa con el denostativo ¡Hijo de puta! y que, aún vaciado de su contenido semántico original, esta lexía injuriante es usada como simple saludo cordial.
13) Ver Nota 4.
14) Para Germán de Granda (en Curso citado), el bilingüismo aditivo consiste en el aprendizaje de un segundo código de comunicación por razones de tipo positivo que parten voluntariamente del hablante, sin suponer el abandono forzoso del manejo de su primer código.
15) El bilingüismo sustrativo se produce cuando el hablante de un código se ve obligado, por presiones sociales, a adquirir un segundo código, reprimiendo el manejo del primero (G. de Granda, Idem).
16) Alusión a la vestimenta de las mujeres del sur de Bolivia que utilizan coloridas polleras (arcaísmo por faldas), amplias y superpuestas.

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