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Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy

versão On-line ISSN 1668-8104

Cuad. Fac. Humanid. Cienc. Soc., Univ. Nac. Jujuy  n.17 San Salvador de Jujuy nov. 2001

 

Y en vez de darle rencores o el otro mundo semiótico

And instead of giving any grudge or the other semiotic world

Teresa Espar *

* Universidad de los Andes - Venezuela.

RESUMEN

La semiótica contemporánea pareciera no hablar del mismo mundo de objetos. Una de las razones es la ruptura epistemológica de la llamada semiótica lingüística (Saussure, Hjelmslev, Greimas) que renuncia , frente a la tradición lógico-cognitiva y filosófica al referente externo. Pero esta semiótica lingüística debe enfrentarse a prejuicios antimaterialistas, cognitivistias y lógicos para avanzar como ciencia del lenguaje.
En este trabajo se reflexiona sobre esos prejuicios y se plantea la necesidad de integrar - con la propuesta del término «transubstanciación» - la íntima correlación del plano material significante, de las formas y las substancias semióticas, con las del plano del contenido. Se desarrolla también una reinserción del sujeto pasional, como sujeto de papel, pero que deja en el texto las marcas del «cuerpo que enuncia y que siente» para avanzar en una teoría de la praxis enunciativa.

ABSTRACT

Contemporary Semiotics would seem not to talk about the same world of objects. One of the reasons is the Epistemological rupture of the be called Semiotic Linguistics (Saussure, Hjelmslev, Greimas) Who renounces the external referent, confronted with the logico-cognitive and philosophical tradition. But this linguistics Semiotics must confront antimaterialisc prejudices, cognitivists and logicians to advance as a language science.
In this paper we reflect on these prejudices and the need to integrate with the proposal of the term "transubstatiation" is created. The intimate correlation of the significant material plane, of the forms and Semiotic Substances, with the ones of the plane of the content. A reintegration of a passional subject is developed, as a paper subject, but it leaves in the text the marks of the "body that utters and feels" to advance a theory of an statement praxis.

Cortó
Un zagalillo cortó
Muchas ramas de un almendro
Y en vez de darle rencores
El almendro respondió
Con una lluvia de flores.
(Fandango)

PRELIMINAR

El fandango que figura como epígrafe, no es sino el pre-texto y el texto - expresión y contenido, totalidad significante - para iniciar una reflexión sobre algunos de los aspectos problemáticos a los que deben enfrentarse los semióticos de todas las tendencias, sobre todo aquellos que inscriben sus investigaciones en los territorios de una semiótica lingüística. En efecto, basta con tomar un conjunto significante cualquiera, una coplilla de seis versos en este caso, para que el mundo del lenguaje comience a interrogarnos al intentar dar cuenta de su configuración y de la arquitectura del sentido. Una semántica retórica de la poesía nos orienta en este caso para reconstruir el recorrido generativo del plano figurativo y nos permite dar cuenta del semema, conector de isotopías, que es justamente rencores; rencores no dan los árboles si no es porque en discurso pueden adquirir semas de otras categorías clasemáticas; explicamos entonces que el lexema "rencor" adquiere un valor tímico que antropomorfiza el discurso y produce un efecto de sentido muy diferente al que construiría la suma de sus figuras semánticas tomadas del diccionario. Es así cómo el fandango, en su calidad de relato condensado, habla de amores y perdones en lugar de describir la botánica del almendro; es así también cómo un texto corto puede tener mayor valor argumentativo que un tratado de teología espiritual cristiana y comunicar más y mejor.
Pero estas afirmaciones forman parte de lo ya adquirido, del saber compartido y sigue sin respuesta la significación del plano de la expresión o como lo llamaba Lacan el poder significante de la letra; la materialidad del vehículo a través del cual el mundo semiótico produce el sentido, sigue atrapado por la fascinación que ejerce, desde hace muchos siglos, en las teorías del signo, en la semiótica o en las ciencias del lenguaje, la cognición, el concepto, la idea y en fin, el espíritu sobre la materia. Desde otros puntos de vista, lo universal sobre lo particular y la lengua sobre el habla; vuelve a ser un avatar del mito de la Torre de Babel: la diversidad lingüística no es sino un castigo de Dios a la soberbia del hombre que quiere ser como El (Gadet y Pecheux, 1984: 11). La unidad indiscutible del lenguaje como forma comunicativa superior de la especie humana, debe confrontarse con la diversidad que cada modalidad expresiva impone a lo semiótico, condicionado por el soporte expresivo, la praxis enunciativa, la historia, las sociedades y toda clase de variables propias del poderoso y heteróclito dominio de las significaciones.
Estas son algunas de las razones por la cuales hay entropía en el ámbito de las investigaciones semióticas contemporáneas. Pareciera que no nos entendemos o que no estamos trabajando alrededor de una misma concepción de la objetividad. Aunque la semiótica lingüística (Nota 1) no tenga una tradición tan prestigiosa y milenaria como la semiótica lógico-cognitiva, es evidente que desde Saussure, Hjelmslev y Greimas se enorgullece por haber construido su objeto gracias a una ruptura epistemológica que renuncia al referente externo, separándose en este aspecto de la herencia de la concepción triádica del signo que se desarrolla actualmente bajo el fuerte impulso de las ciencias cognitivas inspiradas en las herencias de Peirce y de Morris.

PARA COMPRENDER MEJOR ALGUNOS DE LOS ENIGMAS TEÓRICOS DE LA SEMIÓTICA

Signo de las perturbaciones actuales podría ser considerado el surgimiento bastante reciente de las ciencias del lenguaje. Esta expresión puede ser considerada como una prueba de madurez o como el abandono del rigor metodológico, imputable a la crisis generalizada de valores en nuestra sociedad que se manifiesta por la dimisión de la preocupación de cientificidad y por un eclecticismo que se impuso como moda. En efecto se abandonan y se agotan en los años 70, por un lado la historia y la sociología "fundamentales" y por otro las grandes teorías de tipo axiomático y deductivo, como la gramática generativa de Chomsky, por ejemplo, que tenían la ambición de abarcar y de formalizar el dominio completo de las lenguas naturales. Al renovarse de este modo la impostergable reflexión epistemológica, se produce al mismo tiempo un parcelamiento de las investigaciones cuya sutileza no siempre compensa su falta de envergadura (Greimas 1995: 115-116).
En este ambiente la semiótica lingüística discursiva y la lingüística misma prosiguen sin embargo su camino bajo el impulso tradicional, retomando los trabajos de carácter descriptivo que de todos modos nunca habían abandonado, y que están actualmente mucho más ligados a la etnología; por otra parte los desarrollos impresionantes de la fonética acústica relacionados con la tecnología nos permiten entrever la aplicabilidad del micro-análisis de la materia sonora del lenguaje (Espar 1996) (Nota 2) tanto a las investigaciones en inteligencia artificial y en industrias de la lengua, como a la apertura hacia las tierras, hasta ahora desconocidas, del análisis de esa misma materialidad sonora, aplicada a los llamados efectos de continuo que se deben seguir presuponiendo como discretizables; también la apertura hacia la semántica de las lenguas naturales y la profundización y pertinencia de los avances en ese dominio, nos permiten observar que nuevos campos de investigación y de reflexión se desarrollan. Por su parte la semiótica o semiología que se construyó en los años sesenta amplía el concepto de lenguaje al conjunto de los sistemas de significación, verbales o no-verbales, y la pragmática aparece como una exploración necesaria de los restos de la semiótica, en el sentido que le daba la Escuela de Viena (Carnap) es decir, como la proyección de la forma sintáctico-lógica hacia las diversas semánticas que son las ciencias constituidas en cuanto que saberes sobre el mundo.
Nos parece importante destacar dentro de este planteamiento general una característica de la episteme general del siglo XX . Dominada en gran parte por las filosofías del lenguaje desde dos principales corrientes: la filosofía analítica de Carnap, Wittgenstein y Austin y la fenomenología de Husserl y de Merleau-Ponty ocupan desde los años treinta hasta la actualidad, los territorios de la reflexión y del avance sobre todo en las problemáticas que nos conciernen. A partir de estas filosofías toman cuerpo proyectos que se orientan hacia la cientificidad, en el que se elaboran formulaciones y procedimientos rigurosos que dieron origen en los años sesenta y en el marco de la filosofía analítica, a la constitución de teorías del lenguaje de inspiración lógica y a partir de la fenomenología, de inspiración lingüística. Se constituyeron las teorías semióticas lingüísticas a partir de Saussure y de Hjelmslev y las teorías logicistas y cognitivistas que recogen la influencia del neo-kantismo de Charles Sanders Peirce.
Paralelamente a estas teorizaciones provenientes de las filosofías del lenguaje se desarrollaron otras zonas en el contacto con el entorno y sus solicitaciones. Los lenguajes lógicos se utilizaron para las tecnologías y las investigaciones en el territorio de la inteligencia artificial y de los lenguajes de programación, mientras que los puntos de vista fenomenológicos inspiraron el surgimiento de diversos formalismos entre los que destacan el ruso, el alemán o el francés. La lingüística y la semiótica se encontraron más adelante con numerosas semiologías y teorías como las de la literatura, el arte, el cine y otros conjuntos significantes sincréticos, proporcionando contribuciones metodológicas en un extenso campo de aplicaciones que tiene una importancia fundamental para el desarrollo de las ciencias humanas y sociales.
Precisamente, uno de los aportes más originales y productivos de los formalismos y de la semiótica lingüística, lo constituye la explicitación conceptual de una teoría semiótica que se encuentra parcialmente formalizada en la semiótica de inspiración greimasiana Es así como las ciencias de la significación y el modelo generativo que le sirve como metodología explícita, proponen un modelo que intenta comprender al hombre y a la sociedad en términos de discurso organizado en secuencias de acciones y de pasiones, de finalidades y de resultados; la aprehensión discursiva, sintáctica, se opone de esta manera a los procedimientos anteriores, llamados estructuralistas, cuyo objetivo era más taxonómico y que trataba de describir e interpretar los sistemas; las actividades humanas son por otra parte aprehendidas como interacciones, como relaciones de comunicación intersubjetivas, pemitiendo así el paso de lo individual a lo social (cf. Greimas,1995: 115-125).

EL MUNDO DE LA SEMIOSIS O EL GRAN TEXTO

Hasta el momento muy pocos trabajos indican que la opción epistemológica de la lingüística y de la semiótica greimasiana que consiste en la renuncia a la consideración del signo como una relación triádica que incluya al referente externo, pueda conducirnos a partir del principio teórico de inmanencia y de sus correlatos, generalidad, coherencia y simplicidad, a resolver tantos enigmas semióticos. Para llegar a la semiosis, la semiótica discursiva en la que inscribimos nuestro trabajo, se ocupa esencialmente del plano del contenido y del recorrido generativo, es decir que se preocupa por exponer las condiciones previas a la aparición del sentido, pero sabemos que solamente cuando se haya llegado a la superficie de las superficies podremos hablar de textualización, es decir, cuando podamos dar cuenta del encuentro de los funtivos del plano del contenido con los funtivos del plano de la expresión (Hjelmslev, 1968) y hayamos dilucidado el valor que adquiere en el texto la forma significante; sólo de este modo tendremos una teoría conceptual acabada a través de dos vías posibles, la matematización y la lingüistización como medios que permitirían a los semióticos terminar su recorrido (Greimas 1987: 329).
Pero no nos basta en el estado actual de las investigaciones con enunciar de este modo el proyecto de una teoría y metodología semióticas, porque siguiendo el doble recorrido de la deducción a la inducción y viceversa, la materia o el soporte de la significación cuestionan permanentemente nuestro quehacer. Sobre este aspecto espinoso e impreciso desde los momentos mismos de su fundamentación teórica, quisiéramos interrogarnos y replantear desde nuestra perspectiva algunas de las objeciones que desde adentro de esta opción teórica y desde afuera de ella, se nos presentan como obstáculos analíticos.
Desde el interior de la semiótica lingüística, debemos enfrentarnos al formalismo algebraico de la concepción hjelmsleviana de la semiosis y discutiremos a continuación la naturaleza de estas limitaciones.
En efecto para designar el material primero gracias al cual una semiótica, en tanto que forma inmanente, se encuentra manifestada, Louis Hjelmslev utiliza los términos de materia o de sentido (purport, en inglés) aplicados a los dos tipos de manifestantes - expresión y contenido - situándose así claramente en una posición que lo aleja de cualquier tentación ontológica y abriendo de este modo el camino a una semiótica formal que identifica materia y substancia, articuladas por la forma semiótica, con la finalidad de producir la significación; hay que señalar sin embargo que Hjelmslev insiste en que esa distinción es relativa y depende, en definitiva, del nivel de pertinencia escogido para los fines del análisis (Greimas-Courtés 1979, 223 y 368). Este formalismo algebráico postulado por Hjelmslev, unido al principio de inmanencia que implica la ruptura con el referente externo, marca el carácter anti-ontologista de su doctrina y su condición antimaterialista: una teoría y una metodología acabadas deberán prescindir tanto de la materia como del sentido, y ocuparse únicamente de esquematizar las articulaciones de la forma del contenido y de la forma de la expresión, explicitando la configuración de las redes de articulaciones abstractas que subyacen a los múltiples tipos de textos producidos en el espacio y en el tiempo. Esta decisión formalista que produce ganancias de inteligibilidad del objeto semiótico, converge sin embargo con un prejuicio filosófico que por camino bien diferente reduce el papel de la semiótica lingüística al ámbito de una sintaxis y una morfología: el rechazo de la posibilidad de acceso teórico y metodológico a la esquematización de la materialidad de los lenguajes, suma argumentos en beneficio del prejuicio cognitivista, del racionalismo logicista y del universalismo.

EL ANTI-MATERIALISMO DE HJELMSLEV

El maestro danés al intentar desarrollar una teoría general del lenguaje siguiendo a Saussure, nos coloca de facto ante una reducción de los dominios de la semiótica. Al proponer como objeto de la semiótica el estudio de la correlación formal de planos de la expresión y del contenido, delimita los territorios de una opción que paradójicamente clarifica y oscurece al mismo tiempo los contornos de una disciplina que se rehúsa a continuar avanzando apoyada únicamente en un empirismo y un descriptivismo sin horizontes teóricos. Pero su talante decididamente antimaterialista y antiontológico lo priva de incluir en su propuesta, por un lado a la fonética por considerarla sustancia antes de ser articulada, y por otro lado a la semántica al determinar el sentido como la sustancia previa a la significación, aplicando a las sustancias de las otras semióticas el mismo punto de vista (Hjelmslev, o.c.) (Nota 3). A la posición teórica de la inescrutabilidad del referente podríamos añadirle también la de la inescrutabilidad de las sustancias en su condición material.
Estas constataciones no nos colocan como semióticos en una posición ni negativa ni antagónica, sino en una actitud crítica que nos impulsa a seguir interrogando al lenguaje, a las lenguas naturales y a las semióticas en su calidad de objetos significantes.
La renuncia al referente, como ya hemos dicho anteriormente, es una evidencia del antiontologismo de Hjelmslev, necesario para la delimitación de las fronteras entre filosofías del lenguaje y semióticas, que conlleva al principio de inmanencia y a la consideración de lo semiótico y del lenguaje sin la mediación de una teoría del signo de corte lógico-filosófico y filogenético. Pero ese mismo principio de inmanencia hace de los componentes de la semiosis, significante y significado o contenido y expresión, formas articuladas, no isomorfas, discretizables para su aprehensión analítica pero correlacionadas intrínsecamente.
Creemos que esta correlación, esta especie de transubstanciación entre contenido y expresión, es lo que aparece parcialmente desubicado en el marco de estas teorías. Al hablar en sentido metafórico de transubstanciación, no tenemos la intención de sacralizar la modalidad de manifestación de la significancia, sino de mostrar cómo los prejuicios anti-nominalistas, cognitivistas y antimaterialistas retardan aún el avance de los estudios sobre el mundo mediador. En efecto, cuando los funtivos o las entidades atribuidas al nivel semántico se ponen en contacto con las entidades de nivel expresivo, que son siempre materiales y que vehiculan y permiten la manifestación fenomenológica con la consiguiente aparición de la comunicación, la representación, la simbolización y todos los efectos semióticos, una nueva sustancia, una especie de transubstanciación se realiza, y lo que antes era inaprehensible e insignificante adquiere sentido: lo material es contaminado por lo conceptual y lo semántico es conformado por la materia cuya manifestación fenomenológica vehicula. Ese sentido no se adquiere únicamente gracias a la articulación formal de las sustancias semánticas sino que la articulación formal de las sustancias materiales - la voz, los sonidos, las imágenes, las texturas, el color, los cuerpos humanos que enuncian y sienten y los objetos materiales del mundo - adquieren un valor agregado en discurso para ponerse a comunicar, a configurar las diversas culturas y las diversas lenguas, a mediar significativamente entre la humanidad, la sociedad y el mundo.
La constitución de una teoría semántica de las lenguas naturales y del texto (Nota 4), propiciada por los aportes de la etnolingüística de Sapir y Whorf por un lado, y desde Trier y Weisgerber, por las investigaciones de la semántica estructural de campos léxicos de Matoré, Greimas, Coseriu y Pottier (Geckeler, 1984) se convertirá más tarde, gracias a Sémantique structurale de Greimas (1966) y a Sémantique interprétative de François Rastier (1987) en una propuesta para una semántica y una semiótica discursivas. Estos avances de la semántica, nos permiten esperar que esta disciplina alcanzará algún día también la comprensión y explicación de las configuraciones semánticas del plano de la expresión. No podemos olvidar que el método comparativo elaborado por la lingüística, está en la fuente de las revoluciones científicas en mitología e historia de las religiones (Dumézil) y en antropología social (Lévi-Strauss). Según Rastier (1991: 70-71) el marxismo universitario impidió a las ciencias sociales, en los años sesenta, formular un proyecto coherente y la semiótica desde entonces trata de regresar a la filosofía del lenguaje de la que procede. Para este autor no se trata de unificar sino de articular las ciencias de la vida con las ciencias sociales, delimitando el lugar que ocupan los fenómenos culturales en la cognición. La hipótesis culturalista de Sapir-Whorf estaría en el centro de este debate (Nota 5).
La lingüística y la semiótica llegan así de nuevo al umbral de la textualización, espacio de las diferencias, y se detienen presionadas sin duda por los prejuicios antimaterialistas que hemos señalado, por los prejuicios cognitivistas y racionalistas y también por la resistencia y dificultad que el texto opone al análisis.
Esta resistencia debe ser enfrentada por la semiótica y no precisamente a partir de especulaciones filosóficas u ontológicas, ni a través de una hermenéutica pulsional (Rastier, 1989: 14) sino gracias a esos modos de hacer y hacer bien de la semántica y de la semiótica de los textos, lugar del que surgen problemas e interrogaciones que las teorías universales, abstractas y formales sólo se plantean y solucionan en parte, y que la descripción y el micro-análisis de los discursos realizados, manifiestan. Volvemos de esta manera al interior del texto para tratar de producir modelos de discurso; al hablar de texto nos estamos refiriendo a esa reunión enunciada y realizada de contenido y expresión, objeto construido de la semiótica lingüística que consideramos como un mundo aparte.

EN EL UMBRAL DE LA TEXTUALIZACIÓN, EL NIVEL FIGURATIVO DEL LENGUAJE

Las lenguas naturales y todas las demás formas de semiosis reflejan a través de los efectos de sentido lo poco que sabemos todavía sobre el mundo mediador. Son los efectos de sentido (Nota 6), justamente, aquello que constituye la originalidad y la pertinencia de las lenguas y de los lenguajes en acción, y aquello que nos interroga más severamente. El discurso dice algo más o algo menos de lo que dicen los enunciados y el enunciado; algo más que depende de los sistemas de creencias culturales y del cuerpo del sujeto que enuncia o que recibe el mensaje; dice también lo que sus contenidos articulan y conforman y se le agregan valores significativos, inteligibles o sensibles, que proceden de los materiales diversos que vehiculan los mensajes. Es esto, en definitiva, lo que entendemos por textualización.
El discurso llamado figurativo es un discurso que multiplica los procedimientos de integración de las figuras entre ellas, y es el fundamento de la eficacia o de la credibilidad de las representaciones concretas que propone, sobre la densidad de las conexiones que establece entre sus figuras; es un discurso que para producir el efecto de iconicidad, utiliza en abundancia la referencialización. Los procedimientos de iteración semántica, de desembrague entre las unidades discursivas y de manera más general, de anaforización o relación a distancia, permiten organizar largas "hileras" figurativas isótopas, que son susceptibles de producir y de alimentar una "ilusión referencial" (cf. Greimas-Courtés, 1979: 147 ss. y 1986: 90-91). Estas afirmaciones forman parte de nuestros saberes ya adquiridos y nos ponen en contacto también con la filogénesis de las representaciones a nivel cognitivo.
Diversas investigaciones se esfuerzan en descifrar la función de la figuratividad, tanto desde el punto de vista de la eficacia del discurso a través, por ejemplo, del estudio del discurso parabólico (Groupe d'Entrevernes, 1977; Delorme, 1987) que la figuratividad hace posible, y de la puesta en sistema evidenciada a través del estudio de la estructuración paradigmática que el componente figurativo favorece (Greimas-Courtés, 1986: 91).
Otros trabajos, numerosos también y orientados por las semánticas cognitivas se preguntan: ¿cómo pasamos del cuerpo, objeto de nuestra experiencia, a las ideas y a los signos, soportes y medios de la semiosis?. Es ésta una de las cuestiones que, provenientes de las ciencias cognitivas, se hace eco de toda una tradición de la filosofía francesa, de los sensualistas a los ideólogos, cuya primera preocupación fue la de anclar el pensamiento en la sensación y mostrar como todo proceso de ideación se opera a partir de lo perceptible. El problema es el del paso de las cualidades sensibles vividas como continuum, territorio de las "pequeñas percepciones" de las que nos habla Leibniz (Nota 7) . Afirma Leibniz que estas pequeñas percepciones no se puede distinguir verdaderamente, de las diversas categorías conceptuales obtenidas por operaciones de cuantificación de lo continuo. En efecto, de una sensación vivida a través de los órganos de los sentidos, cualquiera que ésta sea, a una determinada representación simbólica concebida por la ideación o la imaginación, lo que se opera proviene de un cálculo en el sentido de Condillac, en la medida en que nuestro sistema cognitivo, y en particular nuestra memoria, no son lo suficientemente extensos como para alojar esas pequeñas percepciones, que componen la diversidad de lo sensible. Es necesario, por lo tanto, tratar de reducir esa diversidad a unidades más o menos grandes y por lo tanto a valores, que toman una relativa autonomía en relación con la sensación considerada como una actividad global.
Esta gran cuestión de la ideación y de la categorización ha sido abordada (Keane, 1991) (Nota 8) no por el camino de las extensión indefinida de las pequeñas percepciones, que son miríadas, constelaciones, sino por el de los campos semánticos nocionales, relativamente cerrados y definidos, de las representaciones sintéticas y unificantes que tenemos y que cada lengua y cada lenguaje de manifestación se ha encargado de configurar en nuestra experiencia perceptiva.
Condición convergente de nuestra experiencia sensible del mundo natural y de la coherencia enunciativa de la expresión discursiva de nuestra experiencia, la espacio-temporalidad condensada en figuras, ya sean gestálticas en el nivel profundo, ya sean icónicas en el nivel de su manifestación, constituye el punto de unión o junción de lo perceptivo y lo enunciativo, es decir, del lugar en el que se cruzan el movimiento ascendente del percepto a la idea, gobernado por la gestalt, y el movimiento descendente del lexema a las imágenes o representaciones mentales, guiadas por el icono (Nota 9).
Las "gestalten" que permiten el reconocimiento de las cualidades sensibles y que serían el fundamento de la referenciación y de los efectos de realidad figurativa en la enunciación, conceden a los contenidos semánticos su estatuto de iconos, susceptibles de restituir la experiencia sensible al nivel de las representaciones mentales, o de lo que la psicología cognitiva llama la imaginería (Nota 10).
La percepción semántica aparece en este sentido, como el lugar estratégico privilegiado para realizar una indagación semiótica, porque delinea así las principales direcciones de la percepción sensorial y discursiva, al mismo tiempo de la abstracción y de la concretización de la investigación. Un doble movimiento se realiza que consiste en primer lugar en la producción de figuras o perceptos, gracias al tratamiento de lo sensible a través del aparato sensorial y cognitivo y después a la generación de los contenidos semánticos figurativos como imágenes mentales más o menos icónicas, gracias al tratamiento de los datos lingüísticos y discursivos, de naturaleza léxica o morfosintáctica; esto resuelve algunos problemas en el reconocimiento de las formas o de las figuras del mundo, y en el reconocimiento del discurso o de las formas del contenido de la lengua, aprehendidas intuitivamente como imágenes mentales.
Será preciso mostrar mejor el lazo que une la génesis de la figuratividad profunda a partir de la experiencia perceptiva y la generación discursiva de la figuratividad semántica a partir de nuestra actividad enunciativa para comprender el lugar, ni abstracto ni concreto sino esquemático, en el que se articula la categorización vivida como tratamiento a la vez de los datos sensoriales y de las representaciones verbales (Quellet, 1991: I-VI).
Permanece, sin embargo en la sombra, ese otro complejo movimiento que de la enunciación-enunciado de contenidos semánticos pasa a conformar o transubstanciar, como decíamos más arriba, la sustancia material que se presenta a nuestros sentidos. En todo caso, consideramos que la semiótica lingüística deberá contentarse por el momento con el análisis de esos conjuntos significantes manifestados e interrogar los datos de esa experiencia textual.
Pasaremos a considerar ahora algunos fenómenos de la significación y sus relaciones con el sujeto del discurso, una vez considerados algunos aspectos de las relaciones entre percepción y plano figurativo.

EL SUJETO: CUERPO QUE SIENTE Y QUE ENUNCIA

Partiendo del texto, centro de nuestras vociferaciones (Greimas, 1987: 302), la teoría semiótica de la praxis enunciativa reencuentra al sujeto, pero ese sujeto no es un yo existencial sino que es un término de una relación de discurso que dice y siente en el papel o en la instancia de la mediación semiótica. Sólo desde ahí puede reconstruir su identidad discursiva y ser recuperado desde los textos para que una teoría de la epigénesis pueda conciliar a Lorenz y a Freud .
Para no perderse en una filosofía, por no querer especular sobre el ser, la semiótica da un paso al margen de cualquier ontología: su sujeto no tiene existencia ontológica previa al discurso porque es un efecto de discurso, una manifestación en el discurso (Benveniste, 1966: 258 ss; Coquet,1984 y 1997; Greimas y Fontanille, 1991; Beividas 1995:173 ss; Espar, 1999).
A lo largo de los últimos veinte años la teoría de la enunciación y la metodología analítica aplicada a discursos concretos, conocida como praxis enunciativa, da cuenta del simulacro deíctico del yo, aquí, ahora y aprehende cada texto ocurrencia como la manifestación de una convocación de valores significantes que permiten acceder a las diferentes modalidades de construir la semiosis. Una tipología de discursos fundamentada en su intencionalidad comunicativa y en su función representativa o social y una tipología de sujetos de la enunciación-enunciada están siendo constituidas; al mismo tiempo, y dependiendo de los soportes materiales, las diferentes semióticas -literarias, artísticas, visuales, sincréticas, jurídicas, etnológicas- avanzan también en la tipologización y reconocimiento de sus modos de estructuración y de los múltiples rodeos que se encuentran en el universo de los signos. Los aportes de la semiótica lingüística son, desde estos puntos de vista, incontestables pero todavía no ha llegado el momento de canonizar a nuestros santos ni tampoco de hacer aquí esa historia.
Lo que nos interesa es tratar de clarificar en la medida de lo posible, las problemáticas que se van sumando a lo largo de este trayecto de construcción de una suerte de mansión semiótica, e indicar algunas vías que hemos experimentado en nuestra práctica analítica y que se muestran, al menos, como sensatas para avanzar porque reúnen condiciones para proseguir en la búsqueda de una semiótica científica.
En este sentido nos parece que debemos introducir en la discusión que llevamos adelante, un nuevo elemento que se relaciona y correlaciona con la materialidad de lo semiótico y cuya fuente es, justamente, el sujeto que enuncia y los sujetos que se enuncian a través de los discursos. Sémiotique des passions (Greimas-Fontanille, 1991) escinde en este trabajo al sujeto del discurso, en un sujeto de acciones y de razones y otro sujeto de pasiones que, de todos modos, no es un sujeto cuya materialidad biológica tenga acceso al texto. De esta postura epistemológica pueden provenir algunos desacuerdos actuales y a este respecto preferimos partir de la posición que nos conduzca hacia la construcción de modelos o esquematizaciónes de identidades discursivas de los sujetos. Consideramos que aprehender un actante-sujeto como un simulacro de construcción de identidad y como efecto de sentido, nos permite tomar distancia en relación con ciertos prejuicios epistemológicos sobre los que estamos reflexionando, y que dividen a los sujetos en racionales o sensibles o pasionales o continuos y discontinuos.
Si los consideramos como efectos de discurso, de su propio discurso, sus formas de vida expresadas a través de sus juegos de lenguaje, por un lado, y su modo realista y materialista de construirse como cuerpo y como psiqué semiótica, podrán permitirnos comprender mejor ese otro mundo mediador que es el mundo semiótico (cf. Usandizaga 1999: 131-151; Espar, 1999: 157-178). La timia, entonces, podrá ser aprehendida como constructora de simulacros expresivos, lo mismo que la cognición, inaprehensible, o que las acciones que transforman sujetos y objetos, porque el sujeto que habla, el sujeto enunciador, enuncia como una unidad material y espiritual y deja en el texto marcadas las huellas de su condición orgánica. No quisiéramos que estas afirmaciones se percibieran como ontologistas o psicologistas, porque muy por el contrario se orientan a tratar de percibir aquello que en Recherche linguistique y théorie du langage de los Prolegomena afirma el maestro danés: El lenguaje - la palabra humana - es una inextinguible riqueza de múltiples valores. El lenguaje es inseparable del hombre y lo sigue en todo lo que hace. (o.c.: 9)
De acuerdo con esta toma de posición, deseamos revisar los pertinentes e interesantes aportes de Waldir Beividas en su relectura de Semiótica de las pasiones relacionados con la metapsicología freudiana y con la substancias corporales.
Nos recuerda cómo Petitot procura encajar la semiótica de las pasiones en las pasiones-todavía-asemánticas y propone una "protoinstancia de condensaciones tímicas" a partir de una lectura que extrajo de Freud y de Thom y que dirigió hacia Greimas; los conceptos de condensaciones y excedentes de Thom, son aclopados a la metapsicología freudiana que es asumida por él como etología antropológica para comprender al sujeto semiótico como substancia corporal. Entre las instancias ab quo y ad quem está delimitada la existencia semiótica del sujeto pasional u otro. Sin haber tenido tiempo de reflexionar sobre las nuevas proposiciones, las impresiones de Beividas lo conducen a entender una súbita e inesperada aproximación de las pasiones con el campo metapsicológico de la teoría pulsional de Freud; considera que la dimensión tímica requiere no de autonomía sino de una precedencia de hecho y de derecho sobre la dimensión cognoscitiva, y por otro lado constata que la sensibilización pasional del discurso se debe subordinar a una lógica diferente, modular, no-categórica, de aproximaciones graduaciones participaciones, aspectualizaciones y, en fin, de todo ese movimiento de aprehensión del "locus" pasional que parece converger con el centro de los descubrimientos freudianos de las pulsiones y de sus destinos (Nota 11).
Si en la definición freudiana de la pulsión, ésta es algo liminar entre lo orgánico y lo psíquico, por todo lo que el cuerpo exige como medida del trabajo corporal a lo psíquico, el estatuto económico del quantum pulsional, de la energética pulsional, su desmontaje tópico (fuente, presión alvo, objeto) tal vez deban ser estimados como parámetros o participantes de la interlocución, al ver a los autores de Semiótica de las pasiones convocar a una zona energética de nacimiento de las pasiones, una organización configural para los efectos de dirección, impulso, blanco y para los efectos de fuente o de fin en el régimen de los presentimientos o valencias fóricas. En el horizonte óntico del cuerpo que siente, el concepto de pulsión es lo mejor jamás imaginado para poder pensar o revirar de los estados de las cosas a los estados del alma, esto es, la asunción tímica o anímica, en el decir de Freud, como el ab quo de la subjetividad . Ondulaciones, sombras o perfumes pueden rivalizar metafóricamente con la imagineria volcánica de las erupciones sucesivas de lava de Freud, para interpretar el modo continuo de emergencia de la foría, tensión o pulsión. Lo deseado, el deseo, para Freud, es anterior a cualquier "cogito", es decir, lo orgánico y lo biológico precede a lo cognitivo, o dicho de una manera que refuerza nuestros argumentos, el concepto freudiano de pulsión, incorpora al decir del sujeto su materialidad corpórea y su cognición: su cerebro racional y su cerebro emocional o límbico, constituyendo una totalidad que va a producir semiosis de esa manera . No haremos uso del concepto genético de precedencia, que consideramos inútil a la hora de dar cuenta de la arquitectura del sentido, pero sí volveremos a destacar que lo producido por el sujeto, para poder ser analizado como semiosis, debe de nuevo ser segmentado o micro-analizado y reconstruido desde su modalidad de manifestación continua, como conjuntos discontinuos de diversos niveles y que pueden ser analizados desde diferentes puntos de vista.
Acertadamente piensa Beividas que otra ventaja freudiana es la de la empiria del texto contra la especulación deductiva, y la de la experiencia del discurso en contra de la introspección sistematizante; reconociendo la dosis de lo biológico y de lo químico en las pulsiones, deja por el momento de lado todo eso, esperando un futuro que pueda darle respuesta. Freud, acogiéndose a un mínimo de presuposiciones orgánicas, monta el registro psíquico de la pulsionalidad contando con lo que le dicen los psico-neuróticos, obsesivos o histéricos, perversos o psicóticos, acerca de cuál es su pulsionalidad a partir únicamente de la inmanencia de los discursos de sus pacientes, es decir, de la captación catalítica, en este caso, del habla del sujeto analizado. En otros términos, la existencia semiótica del pathos ya estaba garantizada desde Freud, y Lacan lo comprendió muy bien en su famoso aforismo de la estructuración lingüística del inconsciente.
La extremada convergencia de la problemática y de los desafíos de la semiótica de las pasiones con el terreno fértil, difícil y nebuloso de las pulsiones - que el propio Freud reconoce como la parte más oscura de su teoría - no puede pasar desapercibida. La expresión freudiana "tenemos que darle un contenido, abordándolo desde diferentes ángulos" convoca a la semiótica a la arena de la sensibilidad pulsional (Nota 12).
El hallazgo freudiano del concepto de pulsión y de su manifestación a través del discurso y del texto, no hace sino confirmar muchas de las investigaciones realizadas por la semiótica contemporánea que provienen de la tradición analítica de los discursos artísticos y sagrados fundamentalmente. La práctica del análisis de los textos hunde sus raíces, en la cultura judeo-cristiana, en el Talmud y en la hermenéutica patrística y escolástica y en la lingüística histórica y comparada y llega hasta nuestros días para encontrarse con los modelos que los diferentes formalismos enriquecen; también puede ponerse de acuerdo con los datos de la lingüística general sobre los caracteres culturales de las lenguas, con los trabajos de análisis conversacional y, en fin, confirmar las hipótesis sobre el carácter cultural de la percepción (Nota 13).
Todos estos argumentos a favor de nuestras razones experimentalistas, descriptivistas y materialistas, nos conducen a reforzar la idea de que la especificidad de la cognición humana reside en el papel constituyente de los intercambios semióticos, y no en el alma, o no únicamente en el alma, como pretendía la religión, ni en la razón, como lo creían ciertas filosofías. La epigénesis de los sustratos anatómicos de la cultura y el papel determinante que asumen los intercambios semióticos permiten reconsiderar a la luz de las nuevas tesis, el relativismo cultural e incluso el determinismo lingüístico. Pero sigue abierta la necesidad de establecer una ontología de los signos y de los sistemas de signos. Es necesario responder a esto para evitar reducir las lenguas a sus sustratos anatómicos y la lingüística a la psicología y después a la biología: una lengua pone en juego estados mentales y estados cerebrales pero esto no es lo que la constituye (Rastier, 1991: 236-237) porque además de eso los sistemas semióticos ponen en correlación contenidos semánticos con materiales de diversas sustancias para construir simulacros, manifestar todo tipo de intercambios comunicativos y representar al hombre y al mundo. En esa interacción construida por diversísimos modos de intricación se manifiesta el mundo mediador.

LA SEMIÓTICA COGNITIVISTA: UNA SEMIÓTICA RESTRINGIDA

La producción de simulacros significantes no puede ser estudiada por lo tanto desde el punto de vista de la lógica proposicional, vericondicional y menos aún formal (racional).
No es únicamente el cerebro racional sino el cerebro sensible o emocional, el sistema límbico, o en términos de la metapsicología freudiana, la pulsión, lo que se manifiesta como materialidad sensible y como contenido semántico, idea o concepto. Esa totalidad significante que se nos muestra como continuo, es el objeto construido de la semiótica que deberá enfrentarse todavía quizás por mucho tiempo a la resistencia real de los lenguajes a ser desarticulados y rearticulados.
En los territorios del cognitivismo ortodoxo y del cognitivismo conexionista que están en nuestros días marcando el trayecto de las investigaciones sobre cognición y lenguaje, se requiere de un universalismo construido para servir a fines tecnológicos y de inteligencia artificial; no es la primera vez que en la historia de las ciencias del hombre y de la sociedad los intereses del desarrollo del poder y del mercado, imponen sus reglas y en la situación actual pareciera que el cerebro racional es el único cerebro responsable del lenguaje.
Es así como Sperber y Wilson afirman que un lenguaje es un conjunto de fórmulas bien formadas que tienen una interpretación semántica; según estos autores las fórmulas de un lenguaje tienen una interpretación semántica si están asociadas sistemáticamente una a una con otros objetos que pueden ser fórmulas de otro lenguaje o estados internos del utilizador del lenguaje y sobre todo si están sistemáticamente asociadas con los estados de cosas reales y posibles; un lenguaje no es más que un sistema de representaciones regido por una gramática (Sperber y Wilson, 1989:258). Podemos notar que la diferencia entre lenguas naturales o lenguajes de otra naturaleza y lenguaje lógico-formal, no aparece en esta definición. Los signos lingüísticos no se distinguen de los símbolos de los lenguajes formales, y su sentido es su interpretación, es decir su puesta en relación, término a término, con realidades de un orden no-lingüístico, principalmente la puesta en correlación de los estados mentales con los estados de las cosas.
De hecho la separación filosófica entre pensamiento y lenguaje merece ser subrayada y tomaremos para ello algunas reflexiones y posiciones asumidas por François Rastier en Sémantique et recherches cognitives (1991), obra fundamental por la amplia discusión y análisis de las direcciones de las investigaciones en semiótica lingüística, semántica del texto, en cognitivismo y en inteligencia artificial.
A pesar de declarar el monismo, los cognitivistas ortodoxos repiten divisiones características del dualismo: forma/sustancia (funcionalismo cognitivo); inteligible y sensible (rearticulado por el modularismo fodoriano) además de la separacións entre lo conceptual y lo lingüístico: en el polo del espíritu se encuentra lo formal, lo intelectual - considerado por Fodor como el procesador central y el polo dominante - y por supuesto lo conceptual; en el polo dominado, lugar de las variaciones inesenciales, se encuentra la substancia natural o artificial, lo sensible que pertenece a los módulos periféricos del cerebro - donde sin duda se situará también el sistema límbico - y lo lingüístico reducido naturalmente a la sintaxis y a la fonología ya que todos los lenguajes como sabemos tienen compromisos con la materia. Vemos así explícitamente formulados y reforzados por los cognitivistas, los prejuicios anti-materialistas contra los lenguajes, y vamos a referirnos más detenidamente a sus concepciones al respecto.
La separación entre lo conceptual y lo lingüístico se mantiene porque concurren varias oposiciones: los conceptos son considerados como universales y es tentador atribuírselos al patrimonio genético, avatar laico pero moderno de la Providencia. En revancha los signos lingüísticos varían según las lenguas y además las lenguas son incapaces de decir lo que es verdad . Como el lenguaje es concebido como una manera de adquirir conocimientos, es preciso establecer, siguiendo a Leibniz, que los medios para adquirir los conocimientos deben preexistir sobre todo por encima de la experiencia sensorial. Si el nisi intellectus ipse de Leibniz, estaba fundamentado sobre una tesis ontológica relacionada con el entendimiento divino, el nisi cerebrum ipse de los cognitivistas, se fundamenta sobre una tesis biológica, pero reitera la misma afirmación fundamental de que el entendimiento no puede provenir de la experiencia y de que entre el lenguaje del conocimiento y del cerebro racional, y el lenguaje materializado y manifestado en objetos semióticos concretos, variadísimos y culturalmente realizados, se determina una diferencia cualitativa que está en el origen de la desatención cognitivista por todos aquellos efectos lingüísticos, que son para nosotros tan dominantes como los racionales y que ellos colocan en el polo dominado considerándolos como restos de análisis no sólo no pertinentes, sino más bien hasta "impertinentes" (cf. o.c. 233).
Vemos así la función transcendental del modularismo: apartar al lenguaje de la experiencia y considerarlo como un reflejo condicionado, una conducta aprendida que permite separarlo del entendimiento. De ahí la reducción de la lingüística a lo formal (sintaxis) y la asimilación de lo semántico a lo representacional, postura que implica postular un nivel conceptual, independiente de las lenguas - e incluso del lenguaje - y que por pura casualidad está en inglés (Nota 14).
Sin embargo, los fenómenos de investigación semiótica, lingüística y cognitivista no siguen un camino uniforme, lineal y cómodo, ni siquiera cuando se pretenden trazar delimitaciones pragmáticas y aplicadas tan existosas como las del cognitivismo ortodoxo o conexionista en sus avances en inteligencia artificial . En efecto, al mismo tiempo que el paradigma dogmático del cognitivismo se reforzaba, un paradigma empirista recomenzaba a afirmarse en las neurociencias, privándolo en el mediano plazo del apoyo que en él pensaba encontrar. Vilipendiado en psicología humana, el cognitivismo asociacionista o conexionista se estaba perpetuando en neuropsicología animal. Corresponde a Geschwind el mérito de haber mostrado la riqueza de las concepciones anatómicas de los asociacionistas, utilizando el concepto de conexión múltiple y controlada, más que el de asociación única y pasiva (Rastier, 1991: 234).
El descubrimiento de las especificidades de los tejidos cerebrales, principalmente del cortex, prosigue desde principios de siglo y amenaza las formas modernas de innatismo, impidiendo proseguir con un debate estéril. Es cierto que los que han descubierto la base anatómica de la huella cultural, no han sacado todavía todo el provecho a su descubrimiento, y se atienen en su mayor parte al cognitivismo chomskiano y fodoriano. Los modelos de inspiración computacional, con sus prejuicios logicistas y antimaterialistas, que hemos considerado brevemente, constituyen un obstáculo epistemológico mayor para las neurociencias (cf. Meccaci 1987, cit. por Rastier o.c.: 235) y si la semiótica, independientemente de la necesidad y el interés que tiene el estudio filogenético de los lenguajes, quiere avanzar hacia un conocimiento científico del mundo mediador de lo semiótico, deberá tomar conciencia de que sus trabajos especulativos, que no logran separarse de la filosofía del lenguaje, retardan la construcción de su propia objetividad.

LOS PREJUICIOS LOGICISTAS DE LA LINGÜÍSTICA

Creemos haber evidenciado el logicismo, aunque sea conexionista, de las ciencias cognitivas y de sus gramáticas, y queremos insistir en este imperialismo de lo lógico también, en el ámbito de las ciencias del lenguaje.
En un trabajo poco conocido de Louis Hjelmslev, La categoría de los casos, el maestro danés, siguiendo al antropólogo Lévy-Brühl, propone el concepto de mentalidad primitiva o mentalidad sublógica aplicada a la categoría de los casos en las lenguas (Nota 15) y a las categorías gramaticales en general, diferenciándolas de las "ideas psicológicas". Pero la noción de mentalidad primitiva, que se aplica a las sociedades primitivas y que se opone a la de mentalidad racionalista, no se refiere a lo lingüístico o a lo semiótico, sino a lo cultural y a los modos de concebir la experiencia del mundo. Es necesario aceptar que el lenguaje no es ni lógico, ni sublógico, sino lenguaje y que su organización responde a un modelo complejo en el que esas categorías estarán o no incluidas. Kalinowski (1985: 11) advierte a los lingüistas y a los semióticos sobre el peligro que corren si pretenden salirse del territorio de su competencia y meterse en el terreno de la filosofía; cada dominio del conocimiento debe callarse y limitarse cuando haya alcanzado sus fronteras; para Kalinowski, en este caso, las fronteras de la semiótica lingüística se alcanzan rápidamente al ubicarse en el territorio de los sonidos y de los sentidos.
De ahí se deduce que las categorías de la lengua no pueden ser identificadas con las categorías del pensamiento que, en todo caso, serían categorías lógicas. No es adecuado acudir a tablas lógicas de categorías, de Aristóteles a Kant, ya que las categorías lingüísticas no pueden ser calcos puros y simples de las categorías lógicas. No se puede llegar a la noción de categoría sino situándonos en el terreno del lenguaje y este punto de vista, sostenido por lingüistas como Hjelmslev (Nota 16), podría servir de horizonte conceptual y de fuente de inspiración a muchas investigaciones de vanguardia en gramática. Las llamadas gramáticas cognitivas, tipo Langacker (1987), o en menor medida las teorías cognitivas de la metáfora, estilo Lakof y Johnson, de la misma manera que los estudios sobre iconicidad en sintaxis, exploran pistas que ya Hjelmslev había parcialmente trazado en la teoría de los casos (Nota 17).
En semiótica peirceana y triádica se conceden grandes privilegios a la iconicidad en detrimento de la simbolización (que se realiza más bien por medios intrínsecamente discursivos) e incluso en detrimento de la indexicalización (donde el sentido es más bien generado a partir de posiciones ontológicas, o en todo caso extra-cognitivas). Incluso la sintaxis comporta una iconicidad como ha mostrado Haiman frente a las estructuras conceptuales que expresa. Esta semiótica iconizante se alía con la psicología cognitiva que afirma que la representación mental de campos semánticos (deícticos pero también existenciales, condicionales, modales) se realiza como un álgebra de conceptos espaciales. La maquinaria mental del organismo individual y de la especie no puede identificar objetos, estados o acontecimientos -sin importar la ontología de estos objetos- sino a condición de que estén localizados en un campo visual en el que haya continuidad espacial (Jackendoff, 1983). La realidad es lo visible, es la presencia mundana, es lo que está presente a la visión. Es verdad que la mayor parte de las psicologías cognitivas aceptan, muy acertadamente, que la morfología de los espacios es dependiente radicalmente de una dinámica procesual, de una apercepción y de una génesis subjetiva: no puede haber sentido sin una presencia subjetiva que lo asuma, en el sentido kantiano del término. La morfología de los espacios se construye a partir de las virtualidades de los esquemas de figuración y esta morfología es en consecuencia dependiente de una esquematización. La epistemología subyacente a las psicologías cognitivas es esencialemente kantiana (Nota 18). Es esta misma epistemología la que subyace hasta el detalle en la gramática general de Hjelmslev y en su teoría de los casos.

Y EN VEZ DE DARLE RENCORES: A MANERA DE CONCLUSIÓN

Nuestra practica analítica nos ha confrontado siempre con este obstáculo teórico que impide formalizar, modelizar, esquematizar la manifestación textual, al mismo tiempo que se impone como un reduccionismo inoperante para el semiótico, por el hecho de excluir el plano evidentemente material de toda manifestación semiótica. El soporte no es un simple vehículo o un manifestante; es evidentemente una parte central de la producción misma del sentido. Y el problema, además de teórico es metodológico y se refiere a la dificultad de la práctica del microanálisis en semiótica. Acusados los semióticos de crípticos y sectarios, deben enfrentarse también a los protocolos complejos de una suerte de trabajo de laboratorio, que les permitirá segmentar y explicar los datos para luego interpretarlos y, evidentemente, esa manera de hacer paciente y tesonera, no se lleva este verano. Consideramos que es el único modo de hacer posible si no nos queremos alistar en la serie infinita de los especulativos; delimitar un dominio del saber y seleccionar su nivel de pertinencia es necesario para hacer adelantar el campo.
Siguiendo a Rastier (cf. o.c.: épilogue) que sigue a Popper en su propuesta, hablaríamos de un mundo aparte, un mundo mediador entre el mundo 1 o mundo natural y el mundo 2, psicológico y social. Ese mundo mediador, el mundo semiótico, posee una diversificación profunda de modalidades de funcionamiento; cada modalidad requerirá que dispongamos de artefactos diversos para estudiarlo con pertinencia desde el punto de vista adecuado.
La concepción anti-materialista y la lógico-cognitivista no permiten más que teorías rudimentarias de la cognición y del lenguaje y no puede asegurar la mediación entre el mundo de las representaciones y el mundo físico, ni pensar las lenguas que no pertenecen ni al uno ni al otro; este mundo 3, además de las lenguas, comprende los otros sistemas de normas sociales que son las artes, el derecho, la religión, la política, etc. . El papel mediador del mundo semiótico proviene precisamente de la doble naturaleza de los signos (símbolos, iconos y señales) que proceden de lo físico por sus significantes, y que pueden ser asociados a representaciones mentales y a sensaciones orgánicas, por los significados que se les atribuyen directa o indirectamente.
Este papel se entiende de dos maneras ya que lo biológico está comprendido en lo físico. En relación con lo físico (en el sentido restringido de la objetividad percibida) la semiótica es el mediador entre los estados de las cosas y sus representaciones. En otros términos el enfrentamiento milenario y fijado que opone el sujeto al objeto debería desaparecer junto con el dualismo del cual procede: no se pasa de una objetividad física a una representación subjetiva, de manera directa. En eso reside sin duda la especificidad de la cognición humana. La mediación semiótica es susceptible, por lo menos en el hombre, de ser muy compleja como lo atestiguan los difíciles problemas, y a nuestros ojos fundamentales, del juego, los sueños y la ficción, acerca de los cuales las investigaciones cognitivas no han arrojado sino escasas luces. El hombre con su lengua y sus lenguajes, pertenece a dos mundos que le permiten sensibilizar lo mental y mentalizar lo sensible (Wüllner, 1831, 1).
El fandango que manifiesta un beau geste del almendro, frente a la desposesión a la que lo somete el zagalillo, es el ínfimo botón de muestra del modo de ser de los lenguajes. Dar cuenta de su plano del contenido no es dar cuenta de la semiosis, de los efectos de sentido que produce una pequeña pieza del folklore, cuya intencionalidad significante social se realiza a través de sistemas semióticos diferentes, intricados y profundamente cohesionados: copla, baile, vestuario, fiesta, cultura y palabras, rima y palmas, hora y lugar en una Andalucía de guitarras que se encuentran para hacernos comprender ese misterioso modo de ser de cualquier entidad construida como sentido.

NOTAS

1) Cf. François Rastier en su trabajo: La triade sémiotique, le trivium et la sémantique linguistique In: Nouveaux Actes Sémiotiques, nº 9, 1990, Limoges, P.U.L.I.M.
2) Este trabajo sobre las relaciones entre la semántica y la prosodia, está inédito y forma parte de una serie de investigaciones que se están realizando junto con Elsa Mora et all, en el Laboratorio de Fonética Experimental de la Universidad de Los Andes (Venezuela).
3) A este respecto se pregunta Herman Parret (1994): que hablemos con nuestro cuerpo, que casualicemos con la sensibilidad - convicción profunda de Wüllner - he aquí una idea que Hjelmslev expulsa aplicando el procedimiento de la escisión extra-lingüística. Y cuando yo veo en las 216 posiciones maximum teórico del cubo casual que cierra la categoría de los casos, cuando yo veo en esta lista impresionante una taxonomía estilo Kamasutra (porque esta deducción se construye con la ayuda de las tres dimensiones: dirección (acercamiento, alejamiento), intimidad (contacto, no-contacto), objetividad (subjetividad) ¿Es un fantasma mío o un trauma de Hjelmslev: no poder pensar el cuerpo y la sensibilidad, la voz, el sonido, la oreja?.
4) No tenemos tiempo de alargarnos aquí para explicitar la noble tradición filológica que da origen a la lingüística propiamente dicha, y que constituye, de alguna manera, la forma mentis de los lingüistas-semióticos, habituados al trabajo descriptivo y empírico de análisis de textos. Entre esos semióticos destacan Greimas y Rastier; este último prefiere reconocerse como lingüista más que como semiótico.
5) Se reencuentran actualmente las hipótesis culturalistas de Sapir-Whorf con los estudios de etnometodología, etnografía de la comunicación, sociolingüística, análisis conversacional, por el lado del análisis de los discursos en lenguas naturales, y con la semiótica de la cultura, en el análisis de los sistemas modelizadores secundarios de las artes, dentro de la tradición de la semiótica rusa de Bajtin y Lotman.
6) El efecto de sentido, expresión tomada de G. Guillaume por Greimas - Courtés (1979: 116), es la impresión de "realidad" producida por nuestros sentidos en contacto con el sentido, es decir de una semiótica subyacente. La semántica no es la descripción del sentido, sino una construcción que, al tratar de producir una representación de la significación, solo puede ser validada en la medida en que sea capaz de producir un efecto de sentido comparable. El efecto de sentido se corresponde con el de semiosis y se sitúa en la instancia de la recepción; para producir la semiosis intervienen tanto el nivel de la enunciación como su manifestación que es el discurso-enunciado.
7) Nouveaux essais sur l'entendement humain, Livre II, Chapitre IX, Paris, Garnier Flammarion, p. 111.
8) Ver para una discusión más amplia de la relación entre cognición y figuración, el ensayo de Teresa Keane: Figurativité et perception, nº 17, 1991, Nouveaux Actes Sémiotiques, Limoges, P.U.L.I.M.
9) En relación con las modalidades de percepción, gracias a la inteligencia artificial y a las neurociencias, los avances son de gran transcendencia teórica y metodológica y podríamos decir que casi cotidianos; sobre las tesis localistas y la precedencia de las expresiones espaciales en relación con las temporales, recomiendo el excelente trabajo de Herman Parret, (1994) citado en varias oportunidades (cf. supra) a propósito del importante estudio de Hjelmslev sobre la categoría de los casos. Perron y Danesi (1998) desarrollan una tesis, excelentemente argumentada, sobre las implicaciones del modelo semio-narrativo greimasiano en la construcción de todo el edificio de la ciencia racional y de la cognición que para los autores posee una forma narrativa que conforma y estructura las actividades del cerebro.
10) La imaginería es quizás el lugar en el que se expresan las figuras, entre perceptos y conceptos en la medida en que el soporte o buffer, como lo llama Kosslyn, posee todas las cualidades de un espacio coordenado, análogo al espacio físico, al mismo tiempo que su contenido es lo suficientemente abstracto como para alojar, cuando se presenta, la forma de un contenido proposicional (cf. Stephen Kosslyn, Image and Mind, Cambridge, Mass., MIT Press, 1989)
11) Sobre esta "lógica diferente" que ni siquiera, creemos, debe llamarse lógica, discutiremos más adelante; la postura teórica "modular y no-categórica" nos parece que está inscrita en esa dificultad actual de la semiótica para asumir que al menos, desde el punto de vista metodológico, no es posible acceder al análisis del texto considerando que unos efectos significantes son discontinuos, discretos y lógicos y otros contínuos, "indiscretos" y pertenecientes a "una lógica diferente". No hay razones, ni teóricas ni metodológicas, para una concepción de la manifestación semiótica de esta índole, y es ésta la principal objeción que tenemos en relación, tanto con Sémiotique des passions como en relación con los enfoques de la llamada semiótica de lo sensible o lo visible y que se autopostula como un nuevo paradigma.
12) (cf. Freud, S.: Obras completas, V. 14, Buenos Aires, Amorrortu, 1975, citado por Beividas, 1989: 176-178).
13) Por otra parte la etología humana, al insistir sobre las estructuras innatas de los comportamientos humanos incluidos los comportamientos sociales, parece contestar el papel determinante de las experiencias precoces, puestas en evidencia de manera diferente por el psicoanálisis y la neurología. De hecho el concepto de huella permite esbozar una mediación. La huella encuentra por otra parte su substrato neuronal en la epigénesis: el niño nace con un deseo de comunicarse a través de todos sus sentidos y se ata al que responde a su instinto. El intercambio de signos, lingüísticos y de otra naturaleza, lo mismo que el intercambio de calor, forma parte de la maternización en toda la especie humana lo mismo que en todos los animales superiores de sangre caliente. Las palabras de la madre son en principio un poderoso factor de seguridad emocional y forma parte de nuestro patrimonio cultural y epigenético el hecho de que las llamadas lenguas naturales no tengan otra fundamentación natural que la de ser las lenguas maternales (Rastier 1991: 236).
14) En efecto, como los procesos semánticos y sus diversos avatares que pasan por la servidumbre en relación con el cuerpo del sujeto y por la materialidad manifestante, no pueden ser pensados por el cognitivismo ortodoxo o conexionista como automáticos y encapsulados, no sirven a los fines de la inteligencia artificial y deben por lo tanto ser separados del lenguaje. Encontramos así en otro contexto una estrategia puesta en práctica por Kant para negar toda génesis del conocimiento: proponer un orden universal de la representación, independiente de la contingencia lingüística.Pero el recurso al concepto de reflejo condicionado o segundo sistema de señalización al que fue reducido el lenguaje, y por lo cual ha sido tan criticado el behaviorismo renovó, sin embargo, la problemática del idealismo.
15) Remitimos para ampliar esta discusión a la única fuente bibliográfica a la que hemos tenido acceso alrededor de esta problemática. En efecto, hay un trabajo de Herman Parret (o.c.): Préhistoire, structure et actualité de la théorie hjelmslevienne des cas, publicado en 1994, Nouveaux Actes Sémiotiques, nº 32-33. Limoges, P.U.L.I.M.
16) cf. artículo de Herman Parret, ya citado.
17) Es cierto que la glosemática, lo mismo que la lingüística estructural en general, es casi unánimemente ignorada por los lingüistas anglosajones por ser considerada como especulativa y porque se considera que su modelo no genera ninguna metodología adecuada y no puede ser utilizado empíricamente. Esta evaluación negativa esconde evidentemente una ignorancia flagrante, y el malentendido es deplorable.
Las gramáticas cognitivas actuales explotan todas alguna versión de la tesis localista (cf. Lyons, vol.2 Sémantics, Cambridge University, 1977). La deixis espacial y la temporal son dos ejes paralelos puesto que hay una correlación entre la distancia temporal y la distancia espacial a partir del punto cero que es el aquí y el ahora. Las expresiones espaciales son gramatical y semánticamente más originarias que las expresiones temporales. La organización espacial es además de primera importancia para la cognición humana; genera el conjunto de las representaciones mentales, incluidas las del tiempo
18) Herman Parret, o.c.

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