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Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy

versión On-line ISSN 1668-8104

Cuad. Fac. Humanid. Cienc. Soc., Univ. Nac. Jujuy  n.20 San Salvador de Jujuy mar. 2003

 

Los ancestros de calchaquí: una visión de la Colección Zavaleta

(The calchaquí ancestors: a Zavaleta Collection view)

María Cristina Scattolin*

*  CONICET / Museo Etnográfico - UBA - Moreno 350 - CP 1091- Capital - Argentina. Correo Electrónico:cris@netverk.com.ar

RESUMEN

   En el valle de Santa María, existe un gran desequilibrio entre el conocimiento de las sociedades inmediatamente anteriores a la conquista española, aquellos pueblos a los que incluso se les atribuye un nombre -los "calchaquíes"- y las sociedades aldeanas anteriores a ellas. Creemos que el conocimiento arqueológico actual de las sociedades del NOA, en general, se ha visto afectado por la obtención de objetos arqueológicos por parte de coleccionistas entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. Algunos de sus efectos negativos han sido difíciles de subsanar. Uno de ellos es el escaso conocimiento de la cultura material del primer milenio de la E. C. de tal valle y del sur del valle Calchaquí. En este trabajo se consideran una serie de objetos del norte del valle de Santa María: la colección que Manuel Zavaleta vendió al Field Museum de Chicago. El registro de un centenar de estas piezas sugiere que las poblaciones locales del valle accedieron a un universo estilístico parcialmente compartido con las poblaciones de las Selvas Occidentales (ubicadas hacia el este) y del Valle Calchaquí que plasmaron en manufacturas propias y que este hecho no ha sido aún adecuadamente indagado. Aunque los resultados son aún provisorios, nuestro objetivo es ofrecer elementos acerca de la distribución de representaciones durante el primer milenio d. C. y contribuir a la discusión de modelos de legitimación simbólica en el territorio del valle de Santa María y alrededores.

Palabras Clave: Universo estilístico - formativo regional - legitimación simbólica.

ABSTRACT

    In Santa María valley there exists an unbalance between the knowledge on societies prior to Spanish conquest, those people to whom it was even attributed a name - "Calchaquíes" - and the villages societies prior to them. It is proposed that the current archaeological knowledge of the societies of Northwestern Argentina has been affected by the collecting of archaeological objects by pot-hunters and other collectors between the end of XIXth century and the beginnings of XXth's. Some of their negative effects have been difficult to correct. One of them is the scarce knowledge of the material culture of the first millennium A. D. In this paper a series of objects of northern Santa María valley are considered: the collection that Manuel Zavaleta sold to the Field Museum of Chicago. The analysis of a hundred of these pieces suggests that local populations at the valley had access to a stylistic universe partially shared with populations of Eastern Forests and Calchaquí valley. Such stylistic universe was used in their own manufactures and this fact has not been adequately investigated yet. Though the results are yet preliminary, our objective is to offer elements about the representations distribution during the first millennium A.D., and to contribute to current discussion of symbolic legitimation in the territoryof Santa María valley and beyond.

Key Words: Stylistic universe - Regional Formative – Symbolic legitimation

   Me he interesado últimamente por estudiar cómo se conformó el conocimiento de los conjuntos materiales de las sociedades agroalfareras del valle de Santa María previas al Período de Desarrollos Regionales y por indagar las condiciones de estudio bajo las cuales se efectuaron reconstrucciones históricas del pasado prehispánico en el valle (Figura 1), debido a que resultaba llamativo el hecho de que aunque hubo muchos hallazgos fortuitos y también búsqueda explícita y obtención abundante de materiales pre-tardíos -en realidad, de tan copiosos son casi incontables- era notorio que tales hallazgos no habían logrado delinear con contornos más precisos el perfil borroso que mantiene el primer milenio en Yocavil (1), área conocida principalmente por los grandes asentamientos conglomerados y las famosas urnas y otros objetos de estilo santamariano. Así es que, a fin de enmarcar mis recientes trabajos de investigación en Santa María resultó provechoso reflexionar acerca de las causas de esa particular visión sobre el Formativo regional.
   He llegado a la conclusión de que la opacidad del registro arqueológico de las comunidades aldeanas pre-tardías de Yocavil se debe a una combinación de factores sucesivos que tuvieron su origen, para la etapa de la arqueología científica, en la manera en que los antiguos coleccionistas conformaron los primeros acervos patrimoniales regionales (2). Este hecho acarreó posteriormente una serie de consecuencias para la arqueología científica del área. Uno de los mayores efectos ha sido la escasez de material de referencia para comparar los conjuntos de tiestos con piezas completas (3). Así, la necesidad de superar la indeterminación de ese lapso en Santa María -derivado en parte de la insuficiencia de muestras comparativas en colecciones accesibles y aunado más tarde a la falta de dataciones radiocarbónicas- tuvo como consecuencia una tendencia a imaginarlo por referencia a elementos ya definidos con anterioridad en otro lugar. Pero, a medida que pasa el tiempo, la falta de conocimiento de las manufacturas y estilos en uso en Santa María puede acarrear una inclinación a suponer que los cambios en la cultura material del valle son consecuencia de procesos iguales a los ocurridos por fuera de él. Y esto merece un escrutinio.
   Desde 1997 se han reactivado los estudios sobre el Período Formativo en el valle Yocavil. A fin de superar un registro arqueológico diezmado y sesgado por saqueos y coleccionismo, y además para poner bajo análisis crítico las diferentes conclusiones acerca de los procesos culturales pre-tardíos de Yocavil, se han intentado diferentes estrategias, que incluyeron varias tareas: nuevas prospecciones, revisión de los conjuntos recuperados por los proyectos precedentes, sondeos y nuevas excavaciones (ver Tarragó y Scattolin 1999, Scattolin 2001). Otra de las tareas que creímos primordial es el registro y estudio de las antiguas colecciones conformadas por los primeros viajeros y coleccionistas (Scattolin 2000a).
    A la par de describir algunos problemas propios del área de estudio, en este trabajo presentaré parte de la colección Zavaleta que se encuentra en el Field Museum of Natural History de Chicago a fin dar a conocer un conjunto de objetos -vasijas cerámicas- ya que estimo que la publicación de ejemplares antes desconocidos puede contribuir al reconocimiento de la cultura material local, con la esperanza de rescatar al primer milenio en Yocavil de la amnesia en la que se encuentra confinado. A raíz del examen de tales materiales y sobre todo del peculiar universo iconográfico que exhiben, se plantean finalmente consideraciones acerca de la legitimación simbólica entre las poblaciones del primer milenio A. D.

POTENCIALIDAD DE ESTUDIO DE LAS COLECCIONES

    El valle de Santa María ha sido uno de los ámbitos más explorados y "explotados" desde fines del siglo pasado (Boman 1919:1). Debido a estas exploraciones y primeras excavaciones y compras de objetos antiguos, una enorme cantidad de piezas de Yocavil ha pasado a engrosar los museos de Argentina y del extranjero. Un survey apresurado de los archivos y las piezas de colección indica que miles y posiblemente decenas de miles están en los museos y colecciones privadas (Tabla 1).

Tabla 1: Cantidades de piezas referidas (no cotejadas) en diversos artículos, documentos y archivos de algunas de las colecciones con piezas del valle de Yocavil y alrededores. a Incluye también materiales de Tafí del Valle. b Incluye también materiales del norte de Tucumán y Candelaria. c Incluye también materiales de otros valles. d De las cuales unas 6.200 son puntas de flecha talladas. No he confrontado aún si el número de 11.590 incluye también las piezas de Berlín y Chicago. e Piezas exclusivamente pre­santamarianas.

    Pero más importante aún que estas cantidades asombrosas es qué clase de información acompaña tales colecciones y lo que se pueda hacer con ellas. En este punto las diferencias son claras entre, por ejemplo, la conocida colección Muñiz Barreto del Museo de La Plata y las de Zavaleta y Schreiter. Siendo estas dos los principales acervos de materiales pre-tardíos con procedencias del valle de Santa María y sur del valle Calchaquí (Quiroga 1896, Schreiter 1919), ninguna de las dos ha sido acompañada de registros de los contextos de asociación en tumbas a diferencia de lo que ocurre por ejemplo con los conjuntos de cerámica de Hualfín de la colección Muñiz Barreto (Tablas 1 y 2) o los de San Pedro de Atacama, Chile, en el Museo Gustavo Le Paige. Los registros pormenorizados de estos dos últimos conjuntos suministraron sostén a las secuencias temporales cerámicas que contribuyeron a las reconstrucciones de las trayectorias históricas en Hualfín y Atacama (González y Cowgill 1975, Tarragó 1989). Esto no se pudo concretar para el Período Formativo en el valle de Santa María. Sólo de los materiales tardíos -y no de los formativos- de Santa María se conocen adecuados contextos de asociación en las colecciones Muñiz Barreto, Methfessel y Ambrosetti, entre otras (Podestá y Perrota, 1976).

Tabla 2: Cantidades de piezas referidas para la colección Muñiz Barreto. a Obtenidas durante 12 años de campañas de excavación que duraban varios meses (Torres 1934). b Incluidos varios cementerios, todos con registros de asociación; con parte de estas piezas de Hualfín González realizó su secuencia seriada (González 1955) y diferenció tres culturas pre-tardías, Condorhuasi, Cienaga y Aguada.

    Las colecciones de Zavaleta y Schreiter difieren sustancialmente de la colección Muñiz Barreto en sus condiciones para el estudio. Las prácticas de extracción, registro y distribución de bienes arqueológicos de Yocavil de los dos primeros fueron diferentes de las implementadas sobre la colección Muñiz Barreto de Hualfín. La suma de las colecciones obtenidas del valle de Santa María y del valle Calchaquí por Zavaleta y Schreiter -aparte de Uhle, Ten Kate y otros- podría rondar al menos las decenas de miles de objetos, pero, en cambio la calidad de registros es deficiente o nula, carecen de datos de asociación contextual (4) y, por otro lado el destino final de esas colecciones es difícilmente accesible a los estudiosos locales ya que una gran parte está en museos del exterior. Esta enorme cantidad de objetos sin contexto, guarda de todos modos una gran potencialidad y riqueza para desarrollar nuevos estudios.

LA COLECCIÓN ZAVALETA DE CHICAGO (SECCIÓN PRE-SANTAMARIANA)

    El acta de venta de la colección Zavaleta al Field Museum of Natural History da cuenta de 4.500 ejemplares comprados en 1904, pero hoy día se conservan menos ya que una cantidad fue eliminada, y otra intercambiada con otros museos, entre ellos, el National Museum of American Indian, hoy en Washington: el actual catálogo informatizado refiere 1748 entradas (individuales y lotes). Comprenden ejemplares de alfarería, metal, cestería, piedra, valva, hueso, madera y vegetales. Por otro lado debe consignarse que Zavaleta incluyó en el conjunto que vendió como "arqueológico" no sólo material de épocas prehispánicas sino también unos pocos materiales históricos o relativamente más modernos, así como unas rocas naturales y fósiles (?). La colección recientemente ha sido reacondicionada en un nuevo lugar dentro del museo. En cierto momento se dieron de baja una cantidad importante de fragmentos sueltos y también material lítico y al presente una gran parte no es ubicable en el depósito. Por estos y otros motivos la cantidad original de materiales disponibles para análisis se ha reducido mucho (5).
    Este estudio abarcó el examen y registro de 420 ejemplares, de los cuales todos aquellos recipientes cerámicos determinados como de época Formativa (6) suman 124 especímenes. A su vez, 91 de éstos tienen procedencia del centro y norte del valle de Santa María y las localizaciones abarcan los distritos de Amaicha, Colalao del Valle, Cafayate y Santa María (Figura 1); algunos sitios mencionados en el catálogo dentro de tales distritos son: El Paraíso, Quilmes, Orohuasi (sic), La Quebrada de Chuscha, Yacochuya, San Isidro, Tolombón, Fuerte Quemado y San José. Otros 22 recipientes registran procedencia de Tafí; y hay también del área de San Carlos y Choromoro. El subconjunto de vasijas determinado como Formativo (n=124) incluye sobre todo especímenes de tamaño pequeño. Una gran cantidad corresponde a vasijas de color gris, pardo o negro, lisas y también incisas o con aplicaciones al pastillaje y modelados (Figuras 2b y 3; y ver Scattolin 2000a, fotos en pp. 72 a 76). Otra cantidad menor comprende vasijas pintadas en rojo sobre ante o en rojo y negro sobre ante. Hay también piezas rojas.
    Parte del material pertenece a estilos no definidos bajo rótulos conocidos. Otra porción comparte atributos de manufactura o decoración con estilos reconocidos tales como Candelaria, Tafí, Ciénaga, Río Diablo o San Francisco. Varias piezas procedentes de Choromoro son del estilo muy característico en la zona de La Candelaria. Otras de Tafí son efectivamente esperables para tal procedencia (Figura 4a). La única pieza identificada como de estilo Vaquerías proviene de Molinos (Salta) (#102.292; Figura 4b). Una sola pieza (#100.734) podría corresponder al estilo Condorhuasi policromo pero por defectos de manufactura la atribución es imprecisa. Un único ejemplar de la colección (#100.812), con una hermosa representación de un ave (¿loro?, ¿cóndor?), puede ser clasificable como Aguada policromo pero lamentablemente no registra lugar de procedencia. Dos piezas con decoración no figurativa pintada en Negro sobre Ante (#100.589; Figura 4e) y en Negro y Rojo sobre Ante (#100.492; Figura 4f) fueron clasificadas como "Aguada Decadente" por Alberto R. González (7), según etiquetas y archivos del museo (File Acc. 894, FMNH, 1973).
    La representatividad de esta colección para la inferencia arqueológica está sujeta a las condiciones por las cuales se obtuvo, se separó y se distribuyó, por lo tanto habrá que estimar cuidadosamente las posibles implicancias que se deriven de su análisis. Para este estudio, en principio, tomaré como cierta la procedencia general del centro y norte del valle de Santa María (Figura 1), indicada por las localidades mencionadas más arriba sobre la base de los registros asentados en el catálogo actual, a pesar de los posibles equívocos o falsías de su colector que oportunamente señalara González (1983:227). Sin perjuicio de que algunos nombres de sitios específicos hayan sido alterados, varios documentos, archivos y fotos indican que efectivamente la procedencia general de la zona antedicha es en esencia correcta.

EL REGISTRO ILUSTRADO: RECURSOS ESTILÍSTICOS EN LA ALFARERÍA DE YOCAVIL

    Aunque ahora no podamos realizar secuencias seriadas de asociaciones de artefactos con la colección Zavaleta, y tampoco con la Schreiter, éstas son de todas maneras potencialmente valiosas para conocer los modos estilísticos de la alfarería local y para evaluar las tipologías previamente realizadas por estudios anteriores. Veamos por qué podrían ser provechosas.
    Uno de los procedimientos utilizados comúnmente en las investigaciones que involucran la alfarería pre-tardía de Santa María ha sido la comparación con conjuntos no locales. Así por ejemplo, los fragmentos de alfarería gris incisa con diseños de sombreado zonal fueron naturalmente catalogados como Ciénaga, según "los tipos de cerámica que fueron descriptos para el valle de Hualfín por González" (Cigliano, et al. 1960:118). Los fragmentos policromos de buena factura sobre pasta color ante y dibujos en negro y rojo podían suponerse de estilo Aguada, definido más al sur, "(a)un que en general, no se presenta lo suficientemente clara como para poder hablar de un desarrollo local de una facie de La Aguada" (Cigliano 1960:123). Las cerámicas grises con decoración ornitomorfa así como tiestos rojos y negros pulidos y grabados se vincularon con "la cultura Candelaria" (Pelissero y Difrieri 1981:61-67).
    Este procedimiento es correcto para aquellos elementos que son originarios de otro lugar y alóctonos a Santa María y además, es común en las primeras etapas de una investigación. Ahora bien, a medida que se conocen los materiales en uso en una zona y si se determinan ciertas manufacturas y recursos estilísticos usados localmente, queda claro que continuar con este procedimiento metodológico sería inapropiado ya que desfavorece el reconocimiento del repertorio estilístico local. Como dijimos, con el tiempo, esta indistinción de los estilos locales -de forma, manufactura y decoración- puede tender a dar por supuesta una identidad de los procesos culturales de este valle con otros ámbitos exteriores a él en los que ya se han definido estilos cerámicos locales o regionales (y en los que los estilos sostienen implicaciones procesuales o de identidad cultural). Quisiera mostrar esto con un ejemplo.
    La Figura 2 presenta dos vasos (a y b) con procedencia de Cafayate, de forma muy común en el valle de Yocavil. Se trata de una jarra con cuello vertedero que presenta decoración incisa de sombreado zonal y asa en cinta ancha y chata, vertical, labio adherida. A su lado se muestra un hipotético, aunque verosímil, fragmento del tamaño que usualmente se obtiene en los sitios excavados. Dicho fragmento aislado, sin una referencia externa a una vasija completa como material comparativo, o sea una unidad real, podría ser clasificado como de estilo Ciénaga. Como se sabe, este estilo ha sido determinado para los conjuntos de Hualfín y de Campo de Pucará (González 1955, González y Núñez Regueiro 1960, Núñez Regueiro 1975). Ahora bien, sobre todo en los conjuntos de Hualfín-Campo de Pucará, la forma de jarra con cuello vertedero y asa ancha y larga no es común, yo diría más bien que es casi inexistente; aparte de haber sido definida como propia de los contextos cerámicos de Candelaria, fase Choromoro-Molleyaco (Heredia 1974:87, figura 7). En cambio, la particular combinación de esta forma con esa decoración incisa sugiere un uso específico de atributos estilísticos para la conformación y la decoración de jarras que se presenta reiteradamente en al norte de Santa María y sur del valle Calchaquí. Y sin embargo es probable que una gran cantidad de fragmentos similares a éste hayan sido catalogados como correspondientes al estilo Ciénaga (o alternativamente al estilo Candelaria si sólo se encontrara el borde). Hasta aquí esto no estaría del todo mal si se reconociera la existencia de esta variante como una forma local propia del valle de Santa María (8), lo cual no siempre se hace debido a la falta de colección de referencia. Pero esto no es todo.

Figura 1: El valle de Santa María y localidades mencionadas en el texto.

Figura 2: a.: Vaso gris inciso. Alt.: 15 cm. Chuscha, Cafayate. #3, Col. R. Bravo (según Registro Carrara et al. 1961). b.: Vaso gris inciso, Alt.: 9 cm. Cafayate, #100.651, Col. Zavaleta-Chicago. c.: Vaso rojo pulido. Laguna Blanca, #6560, Col. Muñiz Barreto-MLP.

    Existen estudios en ámbitos periféricos a Santa María que, al encontrar esta clase de fragmentos, plantean comparaciones y eventualmente sugieren la existencia de interacciones o conexiones más o menos intensas entre distintas áreas sobre la base de afinidades de estilos conocidos (v. g.Albeck y Scattolin 1984:299). Así por ejemplo, cualquiera que esté trabajando en valle del Cajón o en Laguna Blanca, al encontrar uno o muchos de estos tiestos o vasijas y asignarlos al estilo Ciénaga o Candelaria sin mayor precisión, podría postular la presencia de interacciones más fuertes con el valle de Hualfín o con las Selvas Occidentales y soslayar otras hipotéticas interacciones con el valle de Santa María (9).
    Voy a dar otro ejemplo que involucra esta clase de vasos. La tumba Nº1 del sur del Cementerio Viejo excavada por Weiser en el bolsón de Laguna Blanca, Catamarca, (Weiser 1920-28) contiene 10 ítems, uno de ellos es una vasija con cuello largo vertedero, en pasta oxidante y pintura roja lisa y bien pulida (Figura 2c). Al desconocer la gama completa de estilos afines para estos recipientes con los cuales se podrían comparar los conjuntos de Laguna Blanca, se reducen las posibles relaciones sólo a las regiones con materiales ya conocidos o publicados, en este caso, a la región de Hualfín o de Candelaria y se pueden ignorar las de igual modo postulables comparaciones con el valle de Santa María (Albeck y Scattolin 1984:299), sobre la base de similares argumentos. Sospecho que esto puede haber ocurrido en más de una oportunidad, precisamente en razón de la falta de conocimiento y la exigua publicación de recipientes pre-santamarianos completos del valle de Santa María.
    La persistencia de la identificación de ciertos estilos cerámicos como característicos de culturas regionales -cultura entendida como representativa de una sociedad o de una población de un área geográfica dada- puede agudizar este sesgo. Así parece ocurrir con el estilo Candelaria que, al tratarlo como representativo de una cultura comúnmente identificada con el área de las Selvas Occidentales (González 1977, Heredia 1974) se restringe sensiblemente su extensión. Pero muchos atributos de este estilo están presentes y con frecuencia en el norte del valle de Santa María, haciendo presumir su utilización también aquí. Y ocurre que, al identificar también "estilo cerámico" con "cultura" o "sociedad", se ha dicho, pero de modo recíproco, que "(p)rácticamente puede admitirse que la cultura La Candelaria se desarrolló en todo el territorio tucumano, quizás con excepción de los departamentos del sur; a lo largo de los valles de Santa María, Calchaquí, el Cajón y Guachipas además de la parte sur de Salta" (Serrano 1966:109).
    Por otra parte, las ya mencionadas piezas clasificadas como "Aguada Decadente" por A. R. González (ver más arriba) presentan atributos del estilo Guachipas policromo definido por Serrano para el norte del valle de Santa María y sur del valle Calchaquí -como "las curiosas figuras en forma de espinas de rosa" (cf. 1966:66-67, figura 22), algunas rellenas de puntos- y parecen constituir también un modo estilístico en uso en el valle (10). Estos atributos decorativos "en espinas de rosas" o los punteados y volutas que aparecen en las piezas de la colección (Figura 4 e y f), no se han referido -hasta lo que conozco- para muestras de estilo Aguada de Hualfín o Ambato.
    Así, la publicación y por ende el reconocimiento de los estilos alfareros pre­tardíos locales podría entonces modificar la presente tendencia a las reiteradas comparaciones a larga distancia (v. g.Puna argentina y chilena) con ciertos ámbitos (v. g.Hualfín o Selvas Occidentales) en detrimento de otros menos mencionados debido a su insuficiente ilustración (v. g.Yocavil, Cajón, Calchaquí Sur).

LAS CONCEPCIONES SOBRE EL FORMATIVO EN SANTA MARÍA

    Hacia los años '50, los esquemas sintéticos de distribuciones de cultura material de Bennett (Bennett et al.1948) y González (1963), agruparon al valle de Santa María, en el primer caso, con los desarrollos culturales ocurridos hacia al norte, este y oeste, conformando el área central de Bennett, y en el segundo caso sobre todo con los procesos ocurridos más al sur, Hualfín especialmente, conformando el área valliserrana de González. A partir de entonces ha habido una tendencia a considerar los procesos culturales de Santa María como más similares a una u otra área según la perspectiva de los diferentes investigadores (11).
    Las investigaciones regionales de los años '50 y '60, así como las sucesivas, en Santa María fueron de corta duración y en general no produjeron dataciones radiocarbónicas para componentes locales pre-santamarianos que ubicaran los conjuntos hallados, a lo largo del tiempo en la escala regional del propio valle.
    A mi entender esto terminó por contribuir a que se cristalizara una idea que quisiera ilustrar con el siguiente párrafo:

"Arqueológicamente, el Valle de Santa María es casi desconocido para el Período Medio o Formativo... En el Valle de Santa María no se encuentran asentamientos Aguada importantes ... tampoco hay aglomeraciones grandes de esa cerámica en superficie. De todos modos algunos fragmentos Aguada se encuentran en muchos sitios, pero no hay evidencias de ocupación Aguada intensa. ¿Qué hubo entonces? ¿Un vacío difícil de imaginar u otras culturas?" (Podestá y Perrota 1976:46)

    A esta idea de "inimaginable vacío" se ha unido también la sospecha de que los sitios formativos del valle de Santa María estarían "borrados" por las ocupaciones posteriores (Núñez Regueiro y Tartusi 1993:21). Es verdad que muchos sitios formativos debieron haber sufrido las consecuencias de la intensa y perturbadora ocupación santamariana posterior, sin embargo eso no significa que no existan componentes pre-santamarianos enterrados (ver op. cit.: 22) o sitios individualizables aun en superficie. A pesar de tales circunstancias adversas, el registro de sitios y componentes pre-santamarianos reunidos en las Tablas 4 y 5 revelan una abundancia y diversidad destacable (ver también Tarragó y Scattolin 1999). Su número puede ser aún mayor que el de los asentamientos pre-tardíos conocidos del valle de Hualfín, área cuyo conocimiento respecto al P. Formativo se debe, en gran parte, al estudio de colecciones (ver Scattolin 2000a:68-70). Recientes trabajos para el P. Formativo de Yocavil comienzan a contribuir con nuevas evidencias y se cuenta ahora con los primeros fechados radiocarbónicos para dicho lapso (ver Tabla 3; y Bugliani y Pereyra Domingorena 1999, Fraga 1999, Izeta y Scattolin 1999, Scattolin 2001), además de las dataciones referidas por Muñoz y Stenborg sobre material de colección (1999).

Tabla 3: Fechados radiocarbónicos para sitios sin alfarería santamariana del valle de Yocavil.

Tabla 4. Sitios y unidades de excavación con ocupaciones pre-tardías en Valle de Yocavil.

Tabla 5: Algunos sitios con evidencias de superficie de ocupaciones pre-tardías en Valle de Yocavil.

    Considerando las condiciones de estudio que podrían subyacer a la cristalización de ese "imposible vacío", a la ansiosa expectativa -usualmente decepcionada- por comprobar la presencia de la "cultura Aguada" o al enigma sobre la existencia de "otras culturas" comencé a revisar las viejas colecciones y me pareció que otro motivo por el cual podrían ser provechosas, aun descontextualizadas, es que pueden ofrecer al conocimiento casos nuevos, especímenes novedosos, tales que pueden abrir potencialmente preguntas hasta el momento no planteadas.

EL UNIVERSO ICONOGRÁFICO EN LA COLECCIÓN ZAVALETA

    Para colmar ese "inimaginable vacío" uno podría asomarse al universo iconográfico presente en la colección. Así, lo que en primera instancia ha sido enigmático o difícil de concebir se puede contrastar entonces con la galería de personajes que pueblan el mundo de figuraciones allí representadas.
    Del total de la muestra de recipientes pre-tardíos de Yocavil Centro-Norte (n=91), 15 son lisos y el resto presenta algún tipo de decoración. Unos treinta son incisos no figurativos que no se tratarán aquí (ver Figura 2 a y b, y también Scattolin 2000a, foto pp. 73 y Tarragó y Scattolin 1999: figura 1). Pero lo más notable es que el 32% de esta muestra (n=29) comprende vasijas de tipo efigie, es decir son recipientes en cuya forma está involucrada la figuración del personaje representado. Son por tanto vasijas prosopomorfas. La imaginería representativa tiende mayoritariamente a la figuración de seres humanos y aves. De hecho la mitad de los vasos efigie tienen características antropomorfas, y dos ejemplares pueden ser identificados como femeninos por sus caracteres sexuales secundarios; pero ninguno se ha identificado como masculino (12). En una gran proporción hay ornitomorfos y, en menor cantidad, otras clases de zoomorfos (3 quirquinchos, 2 felinos, 1 roedor, etc.). Para una distribución de las características, ver los Gráficos 1 a 4.

Gráfico 1: Cantidad de piezas según el tipo de tratamiento decorativo.

Gráfico 2: Porcentaje de vasijas con decoración figurativa/no figurativa/sin decoración.

Gráfico 3: Porcentaje de vasijas de tipo efigie.

Gráfico 4: Cantidad de piezas según los motivos decorativos presentes.

    La pieza #100.754, de confección algo tosca, que procede de Quilmes (Figura 3a), representa el tema de "la mujer que carga un cántaro" que ha sido mencionado en otras oportunidades para piezas de estilos Vaquerías, San Francisco y Aguada-Ambato (Uhle 1912:520, González 1956:53, Dougherty 1977:242, figura 3), pero en nuestro caso se trata de una cerámica gris pulida, con rostro y piernas modelados y la vulva muy notable (Scattolin 2000b). El segundo ejemplar femenino -presenta un orificio entre las piernas y nalgas abultadas- es más bien una figura hueca con rasgos al pastillaje e incisiones puntuadas (Figura 3b). Ambos ejemplos de esta "mujer vasija" parecen conformar una clase particular entre las representaciones humanas del área (13). Vasos similares hay también en la colección Hirsch-Cancillería (#57, 58, 222, 249, 324, de procedencia desconocida, VV. AA. 2000:40). Un rasgo frecuente también en tales figuras es la representación de los brazos en arco sobre el pecho (14).

Figura 3: a.: Mujer del cántaro, gris pulido, Alt.: 10 cm. Quilmes, #100.754. Col. Zavaleta-Chicago. b.: Mujer vasija, beige pulido, Alt.: 14,5 cm. Orohuasi, Cafayate. #100.614. Col. Zavaleta-Chicago. c.: Vaso negro pulido, Alt.: 9 cm. Amaicha. #100.680. Col. Zavaleta-Chicago. d.: Vasija gris pulido, Alt.: 28 cm. Cafayate. #6501/685/06. Col. Zavaleta-Berlín. e. Vaso ornitomorfo, gris-pardo pulido, Alt.: 15 cm. San Isidro, Cafayate. #100.756. Col. Zavaleta-Chicago. f: Vaso efigie. Alt.: 9,5 cm. Quilmes. #6409/685/06. Zavaleta-Berlín.

Figura 4: a: Mujer vasija, gris pulido e inciso, alt. 11 cm; Tafí del Valle; #100.700 Col. Zavaleta-Chicago. b: Mujer vasija de estilo Vaquerías; Molinos; alt. 9,5 cm; #102.292 Col. Zavaleta-Chicago. c: Personaje con modelados supra-auriculares; alt.: 10,5 cm; Cafayate; #412 Col. R. Bravo (según Registro Carrara et al. 1961). d: Vista posterior de la misma vasija donde se aprecian dameros incisos rellenos de líneas y óvalos. e: puquito pinta-do en negro sobre ante, pasta pulida; alt.: 6 cm; Amaicha; #100.589 Col. Zavaleta-Chicago. f. Vasija con decoración geométrica negro y rojo sobre ante, pasta pulida; alt.: 10,5 cm; Yacochuya, Cafayate; #100.492 Col. Zavaleta-Chicago.

    No puede dejar de recordarse aquí la vasija que fuera prototipo de la descripción del estilo Candelaria y que procede del interior de una urna excavada por Weiser en las cercanías de la ciudad de Santa María (1920-28); González, de cualquier manera, aclara que "(e)l vaso... fue hallado... fuera del ámbito geográfico de La Candelaria" (1977:141 y figura 80):

"Su rasgo dominante es el de los volúmenes globulares que no llenan ninguna necesidad funcional, voluntariamente realzados, se manifiestan en los senos cónicos y en el cuerpo rechoncho donde se acentúan los repliegues adiposos. Las piernas están reducidas a pequeños muñones y los brazos se insinúan apenas en el arco de las asas. El modelado se concreta en el rostro, donde las cejas en pronunciado relieve, se unen para formar la nariz, enmarcando en conjunto un rostro con reminiscencia de ave. Sin embargo los labios abultados, voluntariosos, vuelven a definir el carácter humano de la imagen. Las líneas incisas en la cara y el pecho, nos indican pinturas o tatuajes. Los senos turgentes y la línea marcada del sexo definen, junto con las formas redondeadas del vientre, el carácter femenino del conjunto." (op. cit. 1977:141).

    El resto de los ejemplares antropomorfos de la colección no pueden ser asignados a ningún sexo, pero mantienen las características de modelados e incisiones decorativos y aplicaciones al pastillaje para representar los rasgos humanos que se observan en las mujeres-vasijas (ver también González 1977: figuras 70 y 71, con procedencia de Yocavil). Usualmente es el rostro el que se presenta en la porción del cuello de los recipientes por medio de pastillajes e incisiones (15) (Figura 3c y d). En las colecciones Schreiter de Göteborg y Viena también se hallan de estos recipientes (Becker-Donner 1950, 1951-12; Stenborg y Muñoz 1999a:162, 192, 197). Hay personajes, también con brazos en arco sobre el pecho, tocando un instrumento de viento (?), portando algo entre sus manos (ver Scattolin 2000a, foto pp. 76), o sencillamente con la sola representación de un rostro (16).
    Las representaciones ornitomorfas siguen la misma modalidad de manufactura y tratamiento plástico decorativo y sugieren que el motivo del ave es también un recurso iconográfico reiteradamente usado por las poblaciones de esta parte del valle de Santa María (Figura 3e). En ocasiones sólo son discernibles por la aplicación de pequeños aditamentos al pastillaje que hacen las veces de alas. La colección Schreiter-Viena posee gran cantidad de estos ejemplares, entre ellos, la pieza #88.574 (Becker-Donner 1951-52: 277) es un ave casi idéntica a la que se ilustra aquí.
    Aparte de lo ya tratado con respecto a los ejemplares mencionados bajo el rótulo "Aguada Decadente" (ver más arriba) debe decirse que ninguna pieza presentó la imagen de "el guerrero" o "el sacrificador" ni "cabezas-trofeo" (17). Y por otra parte las imágenes felínicas no son muy afines a las representaciones emblemáticas de tal animal en los contextos de Hualfín o Ambato. En la colección hay una única imagen de una "llama felinizada" en una jarra con cuello vertedero y decoración incisa. También hay un "tigrillo" con fauces, realizado con una manufactura algo tosca y con un asa retorcida. Por último, hay una efigie de un felino modelado y con manchas figuradas con círculos incisos que parece representar un tierno cachorro en reposo (Ambrosetti 1896-99:533, figura 33) y que puede describirse como un "felino manso", por carecer de los atributos de ferocidad que caracterizan a su contraparte de Hualfín y Ambato: fauces, garras, postura agresiva, etc. Así que respecto a la expectativa sobre la "cultura Aguada" hay que concluir que, en esta colección, "el guerrero-sacrificador" brilla por su ausencia y "el felino" es notable por su escasez y excepcionalidad (18).
    Ahora bien, dicho esto, debe reconocerse, por otra parte, que ciertamente hay algunos ejemplares en otras colecciones que portan la imagen del "dragón", ya mencionados por varios autores (v. g.Ambrosetti 1986-99: figura 56, Lafone Quevedo 1908: figuras 41, 42 y Láms. V, VI), pero estimo que el número de estas piezas en Yocavil no es comparable al de los conjuntos de más al sur. Asimismo los tiestos cerámicos de estilo Aguada en Santa María, parecen dar grosso modouna apariencia general más ordinaria que aquellos de Hualfín y Ambato, afamados por su alta calidad técnica (González 1964). En verdad, no señalo nada original ya que varios autores coinciden en advertir la desigual naturaleza, disímil calidad y/o exigua cantidad de la cerámica de estilo Aguada en Yocavil -cuando aparece- (aparte de Cigliano 1960:123 y Podestá y Perrota 1976:46 ya citados, ver González 1979:10; Heredia et al. 1974 citado en Tarragó y Scattolin 1999:143; y para V. Calchaquí: Raffino et al. 1982, Raffino 1994, Baldini 1996/7) (19).

LOS LÍMITES DE LA LEGITIMACIÓN

    Ya se ha dicho que las implicaciones que se puedan derivar de esta colección encuentran sus reservas en las condiciones por las cuales se obtuvo y manipuló, pero su observación no deja de suscitar una serie de interrogaciones que no puedo dejar de proponer... aunque sólo puedan responderse más tarde, por medio de otras muestras de mayor calidad contextual. Así, las preguntas que se plantean son: ¿hasta dónde y en qué medida alcanzaba en el ámbito de Yocavil la "integración ideológica" que se postula para el Período de Integración Regional o Período Medio, impulsada desde las poblaciones de más al sur y extendida en "una buena parte del NOA" (20)? ¿En qué contextos serían válidos en Yocavil, como referentes de legitimación, los iconos representados en las vasijas de estilo Aguada? ¿En qué medida era efectiva en Yocavil la acción simbólica de "el sacrificador" con sus armas cortantes y punzantes, y sus trofeos de cráneos colgando de costado? Y aún más dudas surgen sobre una supuesta "ocupación de un espacio bastante continuo" por parte de la "entidad" o "cultura Aguada" -como "manifestación de una integración a nivel de superestructura"- en el "sector tucumano del Valle de Santa María" (Núñez Regueiro y Tartusi 1993:20-28, Tartusi y Núñez Regueiro 1993:34).
    A juzgar por la muestra analizada, los iconos en Yocavil norte hacen referencia a un universo peculiar: vasijas prosopomorfas, rostros en relieve con tatuajes o lagrimones, aves con alas desplegadas, figuras con brazos activos o en descanso, mujeres-vasija con pechos y vulvas destacadas. Escasamente aparece aquí el estilo Aguada tal como se lo concibe en Hualfín o Ambato. Y, admitidas de nuevo las restricciones de la muestra, caben otras dudas. Si el llameante y venerado "uturunco" del sur, "metáfora privilegiada del Punchao", "señor del día" (Pérez Gollán 1997:13 y 2000:236) aparece aquí en Santa María sólo excepcionalmente, bajo la forma de un manso cachorro o en la mundana alfarería de todos los días y si el temido "sacrificador" es una figura aún menos invocada ¿cómo podrían portar y sostener las connotaciones legitimadoras que se presume que subyacen a dicha ideología durante el primer milenio A. D.?
    Ahora bien, aun aceptando la idea de una religión extendida, es concebible que los iconos por los cuales se expresaban tales creencias en objetos y materiales diversos pudieran no ser los mismos desde el Titicaca hasta el extremo sur del área andina, como ocurre en otros lugares del NOA donde "la imagen del felino es esporádica" (Pérez Gollán 1997:16). Sin embargo, si el material iconográfico aquí tratado puede ser entendido como un sistema estructurado de prácticas y expresiones de agentes históricos que ponen en juego diferentes principios de orden formal, de diferencia (oposición) y equivalencia en la producción de sus objetos y en el que estos objetos a su vez estructuran y categorizan el mundo (Miller 1985:201), no hay duda de que las imágenes pujantes y agresivas del estilo Aguada, representadas en una variedad de sus objetos más llamativos, encuentran en las vasijas prosopomorfas de Yocavil su perfecta contrapartida. Por eso pienso que los fundamentos que rigen la legitimación simbólica a través de la cultura material tal como se postulan para Ambato o Hualfín difieren de los que se dan en la cerámica de Yocavil. Y sería bueno averiguar si esta distinción se expresaba además en otros aspectos del mundo material aparte de las vasijas presentadas aquí.
    En última instancia, parece ineludible tener que plantearse el problema acerca de los límites de la dominación (21). Y no me refiero a las fronteras geográficas de una particular cultura arqueológica, estilo, grupo étnico o red de interacción, sino a las razones por las cuales un poder social encuentra obstáculos a su afán de legitimación (... o simple desinterés). Si, durante el lapso denominado Período de Integración Regional o Período Medio, la entidad o cultura que se conoce bajo el término de "Aguada" presenta el carácter jerárquico e ideológicamente integrador y dominante que proponen diversos investigadores ¿en cuáles circunstancias dejaría de ser eficiente la causa de su dominio? ¿cómo y por qué dejarían de sentirse sus efectos? y ¿cuáles estrategias pudieron haber evitado o eludido la acrecencia de tal poder?
    Estas clases de preguntas, que nacieron en las ciencias sociales en contraposición a una concepción monolítica de la dominación, de un poder incontestable, hacen evidente que un campo de poder es un espacio social que se construye en el tiempo. En dicha construcción histórica, en la cual se ponen en juego los diferentes recursos, materiales o simbólicos, de los agentes sociales, el valor de un recurso o de una especie de capital -por ejemplo, el dominio de un saber técnico o esotérico, la invocación de vínculos con ancestros poderosos o la habilidad de manipular redes de intercambio- depende de la existencia de un campo de juego social en el cual dicha carta de triunfo pueda utilizarse (22). Pero a diferencia de los juegos de mesa en los que las reglas y el valor de los naipes están establecidos, en el juego social el valor de tales recursos es relativo al estado y carácter del contexto o campo en que se juega, y las reglas cambian según las estrategias de los agentes. Valor de los recursos y carácter del campo se especifican mutuamente en el estudio empírico (23). De allí que no hay forma de establecer de entrada, antes del análisis contextual socio-histórico, si, por ejemplo, los motivos de óvalos pintados del ya citado estilo "Aguada Decadente" aluden a las respetables manchas del sagrado jaguar o a unas irrespetuosas, heréticas o meras manchas profanas de color (24). Así, la respuesta a los límites de la dominación parece fácil en términos teóricos, sin embargo, en términos empíricos y en especial en los de la arqueología regional que nos toca estudiar queda aún mucho terreno por explorar y conocer. Y tarea por hacer.

CONCLUSIONES

    Al momento, sin embargo, la observación de las vasijas enteras de la sección pre-santamariana de la colección Zavaleta-Chicago (y también de la colección Schreiter-Göteborg y Schreiter-Viena) indica que las poblaciones locales del centro y norte de valle Yocavil y sur de valle Calchaquí recurrieron a un universo iconográfico, plasmado en su cerámica y otros objetos no perecibles, que compartieron con las poblaciones de Selvas Occidentales, Tafí del Valle, valle del Cajón y el resto del valle Calchaquí, por ello creo que el modelo secuencial derivado de Hualfín no es operativo aquí más que como referente externo y aun un modelo local podría variar en distintos tramos del valle (25). Respecto al sur del valle Yocavil, todavía no se cuenta con bastantes ejemplares completos de las antiguas colecciones.
    Por otra parte, el universo de representaciones figurativas presentes en la cerámica antes del 1000 d. C. en el norte del valle Yocavil se distingue sensiblemente de las representaciones asociadas al estilo Aguada, frecuente más al sur. Y estas características particulares en el universo y patrones de distribución de los recursos gráficos y plásticos utilizados en esas representaciones iconográficas sugieren que la trayectoria de cambios y persistencias en la cultura material local durante el primer milenio en Yocavil, no es equiparable o meramente consecuente del proceso fundado sobre la clase particular de "integración ideológica" que se invoca como emanada desde las poblaciones del centro, este, oeste y sur de Catamarca y de La Rioja, durante el denominado Período de Integración Regional o Período Medio.
    En síntesis, y retomando el título del simposio que nos congregó, los principios que rigen el "control simbólico" en las poblaciones del primer milenio del valle de Santa María, o sea, entre aquellos ancestros de Calchaquí, cuyo estudio se ha reiniciado hace poco, parecen estar fundados sobre bases distintas a las invocadas para las poblaciones de más al sur. Esta distinción, que recién empiezo a analizar (26), espero que contribuya a la discusión de modelos de legitimación simbólica a escala macroregional.

NOTAS

1) En esta etapa inicial de investigación en el valle de Santa María o Yocavil (Provs. de Catamarca, Tucumán y Salta, Argentina) me he tomado la libertad de hablar de "el primer milenio A. D." de una manera laxa en razón de la escasez de fechados para el lapso anterior a las ocupaciones santamarianas. De la misma manera, se considera al Período Formativo también en un sentido amplio, que abarca las ocupaciones o componentes arqueológicos agroalfareros anteriores al Período de Desarrollos Regionales o Período Tardío, cuyo comienzo se postula hacia "fines del siglo IX" (Tarragó, González y Nastri, 1997:224). En el otro extremo, hasta el momento el fechado más antiguo para un contexto presumiblemente Formativo en el valle Yocavil sería de unos 500 años a. C, datación referida por Muñoz y Stenborg, haciendo notar sus recaudos sobre el contexto datado ya que la presencia de alfarería es aún dudosa (1999:200). Por razones que se verán al final de este artículo, no se ha utilizado, el término Período de Integración Regional de uso bastante habitual al sur del área aquí tratada, para referirse a procesos simultáneos o paralelos que se desarrollan dentro del lapso referido (Núñez Regueiro y Tartusi 1990, Pérez Gollán 1991). Por otra parte, ambos términos -P. Formativo y P. Integración Regional- aluden a lo que González (1963) llamara con anterioridad Período Temprano y Período Medio, abarcan aproximadamente el mismo lapso, pero no son sus sinónimos. R. Raffino los denomina Formativo Inferior y Superior, y también propone el término de P. Clásico para el estadio más avanzado del Formativo (Raffino et al. 1982:33, Raffino 1994:46)
2) Los fundamentos de tal análisis se dan en Scattolin 2000a y se esbozan en el apartado siguiente.
3) Estimo que tal hecho no afectó de igual modo nuestro conocimiento del P. Tardío (además de que obviamente sufrió una ocupación posterior menos prolongada que el P. Formativo) debido a la enorme abundancia de objetos y ruinas de poblados santamarianos que se han conservado a pesar del saqueo y a que se cuenta con registros de asociación de contextos íntegros del P. Tardío de Yocavil publicados desde muy antiguo (Ambrosetti 1897) y también con registros de colecciones, entre ellas la Muñiz Barreto (Museo de La Plata). Esta última (junto con la colección Methfessel de La Plata) permitió a Podestá y Perrota realizar una seriación de vasijas de contextos funerarios tardíos de Yocavil sobre la base de asociaciones de artefactos en tumbas (1973). Dado que la colección Muñiz Barreto no cuenta con suficientes especímenes pre­ tardíos de Yocavil sería imposible hacer una seriación de contextos funerarios formativos con tal conjunto. Por otra parte la colección Zavaleta del Field Museum de Chicago permitió a R. Weber (1978) realizar una seriación estilística de urnas santamarianas de Yocavil, pero no se ha realizado ningún trabajo sobre los materiales formativos del conjunto de Chicago (como tampoco del de Buenos Aires), los que hasta el momento permanecen casi desconocidos para los investigadores argentinos.
4) Ver en Stenborg y Muñoz (1999b:237) la paciente reconstrucción de uno solo de esos posibles contextos funerarios de las cercanías de Quilmes (colección Schreiter-Göteborg).
5) Se recuerda que R. Weber realizó su seriación de urnas santamarianas con sólo unas cuarenta piezas de esta colección y sobre material ilustrado por otros autores (1978).
6) Las determinaciones se basaron en criterios estilísticos, de forma, manufactura y decoración.
7) Con este término González hacía referencia a las piezas cerámicas más tardías que, luego del apogeo, representarían la declinación de la "cultura Aguada" y donde ya no se reconocen en ellas las figuras felínicas completas sino sus atributos disgregados, particularmente óvalos de color pleno o reticulados, representando las manchas del jaguar. Constituirían, para él, un tipo cerámico independiente (1964:212, 221, 246). (v. también nota 10.)
8) Debería entenderse que lo que interesa no es cambiar el nombre de un estilo o crear otros nuevos cuando no es necesario, sino que se reconocieran las variaciones locales de las producciones cerámicas. Se ha dicho que la dificultad de clasificar en distintas categorías estilísticas a los objetos, la cual se experimenta muchas veces como un problema, en realidad es en sí misma un indicador muy valioso de la variabilidad interna de estrategias y relaciones en una sociedad (Miller 1985:9; ver también Scattolin y Lazzari 1999).
9) No me detendré aquí sobre la tesis que sostiene que las similitudes estilíticas implican mayor interacción, pero es un supuesto que subyace diversas interpretaciones de procesos culturales en el NOA. Ya hemos aludido al tema anteriormente (Scattolin y Lazzari 1999), proponiendo que las redes de interacción social que sustentaron la circulación de ciertos materiales en el NOA pudieron o no haber coincidido con otras relacionadas con otros materiales. Queda en pie, de cualquier manera, el interés en las relaciones objetivas estructuradas (posiciones y disposiciones sociales), más allá de las interacciones entre individuos (Bourdieu y Wacquant: 1995:64).
10) Heredia et al. señalaron que "Los materiales Aguada por nosotros relevados [en V. Calchaqui Sur], corresponden a la fase final de aquella cultura o, lo que es lo mismo, a la llamada fase decadente. En ella los motivos felínicos aparecen descompuestos, frecuentemente figurados por las manchas circulares u ovaladas del felino o por una síntesis de las fauces del mismo, sólo reconocibles al compararlos con piezas donde la figura ha sido representada en su totalidad." (1974ms.:7).
11) Para diversas perspectivas sobre distribuciones culturales en relación con el P. Formativo de Santa María, ver entre otros: Núñez Regueiro y Tartusi 1993, Raffino et al. 1982, Raffino 1994, Tarragó y Scattolin 1999. Es interesante ver también un comentario que González había realizado con anterioridad a 1963, sobre la inclusión de Hualfín en el área Central de Bennett (González 1955:9, nota 3). Todas estas referencias ilustran las dificultades que -a los fines de la síntesis- conlleva la demarcación de límites a las distribuciones de cultura material.
12) La tendencia a las representaciones femeninas también está presente en los objetos no cerámicos como figurinas de piedra que no se estudian en este trabajo, y de manera similar esto se da también en la submuestra con procedencia de Tafí.
13) Hay, por ejemplo, una pieza con procedencia de Tolombón con vulva marcada y piernas rechonchas (#66.260, Museo Etnográfico, Bs. As.; Imbelloni, 1952:lám. X), aunque en un estilo diferente.
14) La única pieza Vaquerías de la colección mencionada más arriba, también presenta rostro, cejas, ojos, trenzas (?), brazos en arco y pechos confeccionados al pastillaje, aparte de la clásica decoración pintada en tres colores.
15) Deben recordarse aquí las vasijas efigie recogidas en el sitio de Yutopián, valle del Cajón (Scattolin y Gero 1999:357, fig. 3), en Laguna Blanca y Falda occidental del Aconquija. Vasijas efigie son también comunes en los cementerios de San Pedro de Atacama en Chile, y con frecuencia se refieren recipientes con una cara antropomorfa aplicada al pastillaje sobre la superficie del cuello (Tarragó 1989:50-53).
16) Es imposible dejar de señalar aquí la afinidad manifiesta entre esta práctica de construir vasijas con forma humana y la confección de las tan conocidas urnas santamarianas con rostros sobre el cuello y brazos en arco sobre el pecho, muchas portando una pequeña vasija entre sus manos. La "fidelidad a fórmulas determinadas" del pasado local (en el sentido de Castelnuovo y Ginzburg 1981) se comprueba comparando dichas urnas con, por ejemplo, la vasija (¿una urna?) gris pulida de Cafayate #6501/685/06 Col. Zavaleta-Berlín (Figura 3d).
17) Un pequeño fragmento de la colección de Tolombón recogida por P. Krapovickas (M. Etnográfico) forma parte de una representación del guerrero, pero está muy incompleta (ver Tarragó y Scattolin 1999:147, fig.2e).
18) Ver ciertas características que adoptan algunos atributos (de ferocidad?) antropo y zoomorfos en cerámica de la zona de El Bañado en Pelissero y Difrieri (1981, figura 6) y Bruch (1911, figura 25).
19) Esta falta de empleo de recursos estilísticos asociados normalmente al estilo Aguada ha sido notada también para los conjuntos de objetos procedentes de los cementerios de Laguna Blanca (Albeck y Scattolin 1984:299). Estos enterratorios y también las tumbas del cementerio de Tesoro en la Falda occidental del Aconquija presentan, como ya se ha dicho, vasijas efigie en cantidades destacables. Por otra parte, no debe olvidarse que tanto la cerámica de Hualfín-Ambato, como la de Yocavil, presentan también ejemplares con decoración geométrica no figurativa.
20) Diversos autores han dado también diversas concepciones, distribuciones o extensiones de esta "integración", ver por ejemplo, Núñez Regueiro y Tartusi 1993: en especial, figs. 1 y 2, Tartusi y Núñez Regueiro 1993; Pérez Gollán 1997:8-15; Raffino et al.1982 y Raffino 1994. Por otra parte, debe notarse que el conjunto de dataciones para la cerámica de estilo Aguada, en los últimos años ha experimentado modificaciones que suponen una longitud temporal considerablemente mayor de la que inicialmente se había establecido para el Período Medio, tanto hacia atrás en el tiempo como hacia delante (Gordillo 1999; Baldini et al. 2000), que indican que mientras se seguían utilizando recursos iconográficos del estilo Aguada en el sur de Catamarca y La Rioja, ya se había iniciado en Yocavil el uso del estilo santamariano.
21)   Uso en estos párrafos y me apoyo en una serie de conceptos e ideas (dominación, estrategias, especies de capital, campo, recursos, etc.) tomados de M. Foucault, P. Bourdieu y A. Giddens, quienes los propusieron, trataron y/ o sistematizaron en diversas obras.
22) Esta analogía del campo (de poder) como espacio de juego se ha tomado directamente de Bourdieu (ver Bourdieu y Wacquant 1995).
23) "En el trabajo empírico, una sola y misma tarea es la de determinar qué es el campo, cuáles son sus límites, qué tipos de capital operan en él, dentro de qué límites se resienten sus efectos, etc." (Bourdieu y Wacquant 1995:65).
24) Como la distinción que cabría operar entre aquellos crucifijos que colgaran del cuello de un obispo o de la oreja de la cantante Madonna.
25) Los estudios de colecciones se están complementando con análisis tecnológicos de pastas cerámicas a partir de muestras excavadas en la localidad de El Bañado, ver Bugliani y Pereyra Domingorena 1999, donde se sugieren algunas distinciones temporales entre conjuntos cerámicos del valle central.
26) Ver Scattolin 2001, donde se comparan patrones de uso del espacio y arquitectónicos de la Falda del Aconquija con ámbitos aledaños.

AGRADECIMIENTOS

    A las autoridades y curadores de los museos que me permitieron revisar archivos, documentos, catálogos y objetos de las colecciones a su cargo: Jonathan Haas y Gary Feinman del Field Museum of Natural History de Chicago, José A. Pérez Gollán del Museo Etnográfico de Buenos Aires, Rodolfo Raffino del Departamento Arqueología del Museo de Ciencias Naturales de La Plata. A los asistentes y conservadores de los mismos museos. Al Departamento Antropología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad de La Plata que me otorgó una beca FOMEC para estudiar la colección Zavaleta en Chicago. A Myriam Tarragó por su interés en que desarrollara este tema y su generosidad con fotos y notas inéditas. A Joan Gero por compartir conmigo sus experiencias, fotos e información sobre la colección argentina en el Museum für Völkerkunde de Berlín y conectarme con Adriana Muñoz a la que también agradezco sus informaciones sobre la colección Schreiter en el Etnografiska Museet i Göteborg. A Mariette Albeck y Beatriz Cremonte por su hospitalidad durante las Jornadas de la FHyCS de la UNJu de mayo de 2000. A Laura Quiroga, cuyos comentarios siempre ayudan a mejorar mi trabajo.

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3 Catálogos y documentos de las expediciones B. Muñiz Barreto depositados en Departamento Arqueología. Museo de La Plata. Facultad de Ciencias Naturales. Universidad Nacional de La Plata.

4. Facsímiles de archivos del Museo für Völkerkunde, Berlín.

5. Registro y dibujos de ejemplares del Museo Bravo de Cafayate por M. Teresa Carrara, G. Monti y N. Magnano. 1961.

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