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Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy

versión On-line ISSN 1668-8104

Cuad. Fac. Humanid. Cienc. Soc., Univ. Nac. Jujuy  n.34 San Salvador de Jujuy mayo 2008

 

Entidades del mundo social ¿Realidades o constructos teóricos?

Entities of the social world realities or theoretical constructs?

María Natalia Zavadivker *

* Facultad de Filosofía y Letras - Universidad Nacional de Tucumán - Av. Benjamín Araoz 800 - CP 4000 - Tucumán - Argentina.
Correo Electrónico: natazava@latinmail.com

RESUMEN

El trabajo procura abordar el siguiente problema: ¿es posible afirmar en la esfera social la existencia de entidades reales de subsistencia "independiente", anterior a cualquier modelo teórico que procure representarlas? El objetivo de esta investigación es aplicar el concepto de ‘realismo acerca de entidades’, propuesto por Hacking, al ámbito de las ciencias sociales, a fin de dilucidar cuál es la naturaleza de las entidades teóricas que suelen postular las teorías sociológicas, y si al menos algunas de ellas subsiste en diferentes enfoques teóricos (incluso en teorías opuestas o incompatibles), de modo tal que podríamos considerar que poseen cierto tipo de existencia per-se, es decir, anterior e independiente de cualquier aproximación cognitiva humana. Si tal fuera el caso, cabe preguntarse entonces en qué sentido podemos postular la existencia real de dichas "entidades".
En cuanto al abordaje metodológico, comenzaré por una clarificación semántica del concepto de fenómeno, tal como lo entiende Hacking, a los fines de aplicarlo a la esfera social. Como segunda instancia analizaré qué tipo de fenómenos sociales pueden ser considerados «reales», para lo cual propondré una posible clasificación de las diversas significaciones que puede adquirir el término «realidad» en este contexto. Tomaré la metáfora popperiana de los ‘tres mundos’ para aplicarla parcialmente a tres sentidos posibles de realidad: el primero referido a las leyes y circunstancias naturales que posibilitarían a-priori la existencia del mundo social. El segundo vinculado a la realidad de los estados mentales, y el tercero relacionado con los productos culturales resultantes de la intervención física y mental del ser humano sobre la naturaleza, los cuales al exteriorizarse adquieren una gravitación propia que a su vez ejerce una retroalimentación sobre el entorno natural y sobre las conciencias individuales.

Palabras Clave: clases naturales; Clases interactivas; Datos/fenómenos; Hechos sociales; Realismo de entidades; Realismo de teorías; Representación/intervención; Sentido; Significado.

ABSTRACT

The work tries to approach the following problem: is it possible to affirm in the social sphere the existence of real entities or regularities of "independent" subsistence, previous to any theoretical model who should try to represent them? The aim of this investigation is to apply the concept of ‘ realism brings over of entities ‘, proposed by Hacking, to the area of the social sciences, in order to explain which is the nature of the theoretical entities that are in the habit of postulating the sociological theories, and if at least some of them it survives in different theoretical approaches (even in opposite or incompatible theories), in a such way that we might think that they possess certain type of existence per-se, that is to say, previous and independently from any cognitive human approximation. If such out the case, it is necessary to ask then in what sense we can postulate the real existence of the above mentioned "entities".
To answer this question I will propose a possible classification of the diverse significances (meanings) that can acquire the term(end) "reality" in the area of the social facts. I will take the metaphor popperiana from the ‘ three worlds ‘ to the ends (purposes) of applying it partially to three possible senses of reality: the first one referred to those laws and natural circumstances (previous and independent from any human intervention) that would make possible to - priori the existence of the social world. The second one linked to the reality of the mental conditions (states), and third related to the cultural resultant products of the physical and mental intervention of the human being on the nature, which once expressed would acquire an own(proper) gravitation that in turn would exercise a feedback on the natural environment (world 1) and on the individual consciences (world 2).

Key Words: realism of entities, realism of theories, social facts, data/phenomena- representation/intervention, natural class/interactive class, sense, meaning.

INTRODUCCIÓN

El objetivo de este trabajo es, partiendo de la distinción hecha por Ian Hacking entre ‘realismo acerca de teorías’ y ‘realismo acerca de entidades’, dilucidar cuál es la naturaleza de las entidades teóricas que suelen postular las teorías sociológicas, y si al menos algunas de éstas son capaces de subsistir en diferentes modelos teóricos (incluso en modelos opuestos o incompatibles entre sí), de modo tal que podríamos considerar que poseen cierto tipo de existencia anterior e independiente de cualquier aproximación cognitiva humana. Si tal fuera el caso, se nos plantea el siguiente problema: ¿en qué sentido podemos postular la existencia real de dichas "entidades"?
Hacking realiza una distinción entre dos apuestas realistas muy diferentes: una cosa es sostener que existen entidades reales en el mundo físico, a las que nuestras teorías hacen referencia en la medida en que "se topan" con éstas (generalmente como consecuencia de situaciones experimentales, al menos en el caso de la Física); y otra muy distinta es suponer que nuestras teorías, en tanto particulares representaciones o interpretaciones de la realidad, son "verdaderas", o, dicho de otro modo, "refieren" a una realidad externa. Esta última postura -el realismo acerca de teorías- es rechazada de plano por Hacking, quien considera a las teorías científicas como meras herramientas cognitivas humanas dependientes de ciertos "estilos de razonamiento" -en los que intervienen matices culturales, históricos, creencias filosóficas, etc.- y no de la realidad que pretenden denotar. Sin embargo, Hacking se pronuncia a favor del realismo acerca de entidades, alegando que existiría un vasto conjunto de fenómenos y entidades no directamente observables, pero cuya existencia puede ser inferida como consecuencia de nuestra interacción con las mismas en diferentes situaciones experimentales. A diferencia de las posiciones que postulan la subdeterminación de los hechos por las teorías (es decir, aquellas que sostienen que los fenómenos sólo pueden ser postulados en el marco de teorías que les den "existencia"), Hacking defiende -apelando a numerosos ejemplos, sobretodo dentro del campo de la física- que primero se "descubren" ciertas entidades como resultado de nuestra intervención sobre el mundo físico, y luego se procura idear teorías (cuyo número puede ser ilimitado e incluir explicaciones de muy diversa índole) que intenten dar cuenta de la existencia y funcionamiento de dichas entidades.
Retomemos entonces nuestro problema de partida. Hacking, al efectuar estas consideraciones, estaba pensando particularmente en las entidades que gobiernan el mundo físico (fuerzas, campos magnéticos, electrones, etc.). Lo que nos proponemos dilucidar aquí es si resultaría posible trasladar el problema al ámbito de las ciencias sociales, es decir, si es lícito postular la existencia de semejante tipo de entidades "reales" en el mundo social, o bien si todo aquello a lo que solemos aludir como "fenómenos sociales" (clases sociales, posmodernidad, globalización, abuso sexual, revoluciones, etc.) no son más que construcciones conceptuales dependientes de determinados marcos teóricos.
Concediendo la posibilidad de que ciertos fenómenos sociales posean alguna especie de realidad pre-existente a las teorías que pretenden explicarlos, el nuevo problema que surge será el de tratar de dilucidar a qué estamos aludiendo cuando utilizamos el término "realidad" aplicado a la esfera social. En este trabajo propongo como hipótesis, inspirándome en la metáfora popperiana de los "tres mundos", que es posible hablar de "entidades reales" al menos en tres sentidos distintos. Serían reales: ciertas predisposiciones biológicas naturales de la especie humana, en tanto "condiciones de posibilidad" de la existencia del mundo social (mundo 1); nuestros estados mentales (mundo 2); y los productos culturales (tanto materiales como abstractos) resultantes de nuestra intervención física y mental sobre el mundo natural (mundo tres).

ESTADO ACTUAL DEL CONOCIMIENTO SOBRE EL TEMA

El tema abordado en este trabajo podría circunscribirse en el terreno del realismo aplicado a las ciencias sociales. De entre la numerosa bibliografía existente, tanto epistemológica como sociológica, lo antecedentes considerados para la elaboración de este trabajo fueron los siguientes:
- La obra más conocida de Ian Hacking, Representar e intervenir, en la que el autor pone de manfiesto su realismo ontológico -al referirse a nuestras posibilidades de intervenir sobre una realidad preexistente, interactuando con la misma- y su relativismo epistemológico -al aludir a que nuestras particulares y disímiles representaciones de la realidad no tienen porqué corresponderse forzosamente con el verdadero funcionamiento del mundo- .
- Una obra posterior de Hacking, ¿La construcción social de qué?, en la que el autor procura esclarecer a qué aludimos cuando hablamos de "construcción social": si lo que se construyen son, por ejemplo, los hechos mismos o nuestros discursos acerca de los hechos, y en qué medida dichos discursos contribuyen o no a configurar los hechos. La idea más relevante tomada de esta obra es la de la distinción entre clases naturales (indiferentes a nuestras clasificaciones) y clases interactivas (en las que el objeto clasificado modifica su autopercepción como consecuencia de su subsunción dentro de la clase que se le asigna). Las ciencias sociales operan en términos generales con este último tipo de clases.
- El libro clásico y pionero de Berger y Luckman, La construcción social de la realidad, en la que se procura mostrar desde un enfoque eminentemente sociologista que todo aquello que percibimos como "real" y "natural" no es más que el producto de construcciones sociales sedimentadas en el tiempo. Estos autores sustentan un enfoque eminentemente "constructista".
- La teoría popperiana de los tres mundos, expuesta en la obra El yo y su cerebro, con algunas explicaciones extendidas en publicaciones posteriores, tales como El cuerpo y la mente. A través de dicha teoría el autor propone algunos parámetros, de gran utilidad a los fines de mi análisis, para aplicar el calificativo de "reales" a ciertos fenómenos y entidades no observables.

MATERIALES Y MÉTODOS

Este trabajo fue presentado originariamente como evaluación del curso de posgrado "La vigencia del realismo acerca de las ciencias", dictado por el Prof. Ricardo Gómez, de la Universidad de California. En dicho curso se abordaba la discusión actual en torno del realismo, uno de los temas que actualmente se encuentra más en boga en el marco de las polémicas epistemológicas. Se examinaban los distintos matices que adoptan las posiciones realistas y anti-realistas en diversos autores. Inspirada en las ideas de Ian Hacking, me propuse examinar sus implicancias en el terreno de las ciencias sociales, en el cual la polémica realismo-antirrealismo se torna mucho más escabrosa, y resulta mucho más difícil (suscitando mayor polémica) la posibilidad de defender la existencia per-se -independiente de nuestras teorías- de las entidades que pueblan el mundo social. Los pasos metodológicos que dieron lugar al hilo argumental de mi trabajo fueron los siguientes:
1- Análisis conceptual de lo que Hacking (junto a la corriente actual en Filosofía de la ciencia denominada new experimentalism) entiende por fenómenos, en contraposición a los datos y las teorías, y por qué estos deben considerarse (y de hecho son considerados en la práctica científica cotidiana) como "reales" y como los verdaderos constituyentes de la base empírica de la ciencia.
2- Aclaración semántica de los distintos sentidos en que ciertas entidades o fenómenos sociales pueden ser considerados "reales", para lo cual apelé a la metáfora poperiana de los tres mundos, atribuyendo a cada uno de ellos un sentido de realidad diferente. Me ocupé específicamente del análisis de los mundos 1 y 3, siendo el primero de ellos el más exhaustivo por implicar las mayores dificultades, y por ser además un aspecto menos explorado en la literatura sociológica que el correspondiente al mundo 3, ya que existe abundante material referido a la realidad y objetividad que cobran nuestras construcciones sociales una vez que se materializan y se transforman para nosotros en "sobrenaturalezas".

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

1º) Sobre la distinción entre datos, fenómenos y teorías
En contra de aquellas posiciones (que cobraron un mayor auge a partir de la obra de Kuhn) según las cuales la base empírica de las ciencias sería indistinguible del cuerpo teórico que las constituye (tesis de la carga teórica de los enunciados de observación) , el new experimentalism, cuyo representante más conocido es Ian Hacking, defenderá que existen clases de fenómenos o eventos, los cuales por lo general suelen "aparecer" como consecuencia de alguna intervención experimental, que subsisten por sí mismos con anterioridad e independencia de la teoría o conjunto de teorías que pretendan interpretarlos. Una cosa es la existencia per-se de estos hechos, y otra es el intento posterior de atribuirles un significado particular, circunscribirlos en alguna clasificación, brindar una explicación de los mismos, idear ciertos modelos para representarlos, etc. Para Hacking, las teorías no serán más que modelos que pretenden dar cuenta de una situación de hecho mediante las herramientas propias de nuestro psiquismo, herramientas cuya naturaleza en nada se asemeja a la naturaleza de los hechos referidos por la teoría. La prueba es que, frente a los mismos hechos, coexisten teorías diferentes e incluso antagónicas que pretenden explicarlos, todas las cuales reconocen forzosamente la existencia objetiva de dichos fenómenos. De este modo, las teorías sólo serían herramientas intelectuales útiles en la medida en que nos ayudan a entender los fenómenos, y, sobretodo, a construir las piezas de la tecnología experimental, útil a su vez para el hallazgo de nuevos fenómenos. Así, el papel más relevante de las teorías no será el de brindarnos una representación fiel y literal del modo como funcionan los fenómenos, sino el de proporcionar indicios y guías para nuestra intervención sobre la realidad, es decir, para la manipulación de la misma en situaciones experimentales. Pero lo que realmente permite que dichas intervenciones "funcionen", son ciertas entidades cuya existencia real inferimos del hecho de que poseen efectos concretos, los cuales se ponen de manifiesto en las situaciones experimentales.
Mientras que tanto la concepción heredada como la nueva epistemología parten del supuesto de la existencia de dos niveles presentes en la investigación científica (el nivel observacional, basado en el registro de datos perceptuales, y el nivel teórico, fundado en las creencias científicas explícitas o implícitas) Woorward y Bogen proponen un enfoque superador que contempla tres niveles, al percatarse de que lo estrictamente observable no corresponde a los fenómenos mismos, sino a los datos o "indicadores externos" del fenómeno. Así, en el nivel puramente descriptivo, es forzoso efectuar una distinción entre datos y fenómenos:
1- Datos serían, por ejemplo, los puntos en una gráfica, los destellos en una pantalla fluorescente, los rastros en una cámara de burbujas, etc. Estos suelen aparecer como resultados de experimentos particulares, de allí que su existencia resulte en realidad contingente y efímera, al ser subsidiaria de los medios tecnológicos y recursos disponibles en un momento histórico dado. Si bien podríamos alegar que dichos datos dependerán a su vez de las teorías mismas, desde las cuales se desprenden ciertas consecuencias experimentales que posibilitarán su aparición, los partidarios del new experimentalism argumentan que existirían ciertos mecanismos procedimentales de experimentación y acopio de datos relativamente independientes de las teorías explicativas que intentan interpretarlos o atribuirles algún significado. Esto explicaría que, mientras en el terreno de las teorías interpretativas acerca del mundo no habría un progreso acumulativo de saberes sino rupturas paradigmáticas (tal como lo señala Kuhn) en lo atinente al acopio de datos sí habría progreso, ya que cada vez contamos con más información objetiva acerca de lo que sucede en la realidad.
2- En contraposición al carácter directamente observable, pero a la vez contextualmente condicionado de los datos, los fenómenos serían ciertos patrones generales y estables del comportamiento del mundo, asimilables a lo que podríamos llamar "leyes descriptivas", es decir, regularidades empíricas constatables. Dichos fenómenos poseerían un contenido de verdad independiente tanto de las teorías que puedan esbozarse acerca de ellos, como de las condiciones y métodos empleados en los experimentos diseñados para demostrarlos. Ya que puede haber distintas vías alternativas para su obtención (diversos diseños experimentales), éstas pueden dar lugar a la aparición de diferentes tipos de datos observacionales, pero todos ellos remiten al mismo tipo de realidad hallada, lo que hace a dichos fenómenos mucho más perdurables que los datos, por un lado, y que las teorías que intentan explicarlos, por el otro. Ej. de fenómenos serían los cambios de estado del agua, la dilatación de los metales por efecto del calor, etc. El hecho de que muchos sean producidos artificialmente como consecuencia de ciertos diseños experimentales, no los transforma en una "construcción de nuestra mente", pues estos diseños sólo son herramientas útiles para "poner al descubierto" ciertas regularidades fenoménicas que existen por sí mismas con independencia de nuestra capacidad de representárnoslas y de intervenir sobre ellas.
Ahora bien, para el new experimentalism son dichos enunciados fenomenológicos -y no los datos- los que constituyen la base empírica de la ciencia. Estos no son directamente observables, sino sólo inferencias a partir de datos observables. Pero tampoco serían enunciados teóricos, ya que no pretenden explicar nada, son meramente descriptivos. Así, este modelo de tres niveles (datos, fenómenos y teorías), en el cual los fenómenos oficiarían de "término medio" entre el acopio de registro observacional y la necesidad de elaborar teorías explicativas capaces de interpretar las regularidades empíricas inferidas de los datos, permitiría describir el incremento de conocimiento científico a nivel experimental sin la necesidad de suponer que éste debe venir acompañado de un crecimiento proporcional a nivel teórico. También permitiría justificar la posición de Hacking, quien, como ya lo señalamos anteriormente, se pronuncia a favor del realismo ontológico (existencia objetiva de fenómenos) pero manifiestamente en contra del realismo epistémico y semántico, al punto en que no adhiere al criterio de verdad como correspondencia, al señalar que éste sólo sería aplicable a enunciados de primer nivel (del tipo "Hay un gato sobre la mesa"), pero de ningún modo tiene sentido aplicarlo a nuestros modelos representacionales, ya que la evaluación de los mismos dependerá de los diferentes "estilos de razonamiento" en virtud de los cuales fueron construidos. En otras palabras, no podemos tener la más mínima certeza de que nuestros modelos representacionales refieran la estructura real del universo fenoménico, a los sumo éstos nos resultan útiles a modo de guías para la búsqueda de nuevos fenómenos por la vía experimental.

2º) Sobre los tres sentidos posibles de realidad de las entidades teóricas en ciencias sociales: los "tres mundos" de Popper
Procuraremos regresar a nuestra pregunta de partida: ¿es posible afirmar la existencia de entidades reales o regularidades fenoménicas en la esfera social? Aquí podemos estar acuñando el término ‘realidad’ con distintos sentidos. De un modo preliminar, advierto tres significados posibles de realidad aplicables al ámbito humano y social. Para procurar explicitarlos me valdré de la metáfora popperiana de los tres mundos, ya que creo que mis representaciones encajan al menos parcialmente con las ideas esbozadas por Popper. Este distingue entre un primer mundo conformado por los objetos y hechos naturales, es decir, aquellos que existen por sí mismos, con independencia de la intervención humana; un segundo mundo conformado por el conjunto de nuestros estados mentales, y un tercer mundo compuesto por los productos culturales resultantes de la intervención física y mental del ser humano sobre la naturaleza, y que una vez exteriorizado y transformado en realidad externa, adquiere una gravitación propia que a su vez ejerce una retroalimentación sobre el entorno natural (mundo 1) y sobre las conciencias individuales (mundo 2). Cuando hablamos de entidades reales presentes en el mundo social ¿estamos haciendo alusión a alguno de los tres tipos de mundo propuestos?
En términos generales, la mayoría de los desarrollos de la sociología contemporánea toman como objeto de estudio al mundo 3, con lo cual le atribuyen una realidad objetiva, en el sentido de existente con independencia de la mente que lo capta. Se habla así de un universo social que, si bien constituye una construcción intersubjetiva resultante de la suma de un conjunto de mentes individuales a lo largo de la historia, se nos impone como una especie de "sobrenaturaleza", cuyos componentes están allí afuera para ser incorporados por nuestro psiquismo y condicionar el curso de nuestras conductas.
Si omitimos los prejuicios conductistas, también podemos atribuir una realidad objetiva a las entidades que pueblan el mundo 2, es decir, nuestros estados mentales. Baste señalar dos argumentos básicos a favor de la existencia real de los estados mentales: el primero no es más que una fundamentación pragmática, al estilo de Appel: si no tuviera estados mentales no podría estar escribiendo este trabajo, ni preguntándome cómo fundamentar argumentativamente la existencia de mis propios estados mentales, para todo ello requiero como condición de posibilidad elemental al menos de la existencia de estados de conciencia. El segundo argumento, perteneciente a Popper, es el de que, del mismo modo que consideramos reales a ciertas entidades físicas no observables (tales como las fuerzas de la naturaleza) en la medida en que su actividad produce efectos directamente observables, también deberíamos considerar reales a nuestros estados mentales si por acción de los mismos provocamos modificaciones observables en el mundo físico (tales como la acción de mover voluntariamente un miembro de nuestro cuerpo, como efecto de una orden consciente emitida por nuestro cerebro).

LA "REALIDAD" DEL MUNDO DE UNO

Lo que parece ser más problemático es el mundo 1. La pregunta sería aquí ¿habría algunos aspectos de la naturaleza humana, anteriores a toda categorización epistémica y a toda construcción social, que operarían como "materia prima" o "fuente de inspiración" para: a) la construcción del mundo social y b) la construcción de nuestros discursos acerca de lo social? Si no fuera así, tendríamos que admitir la hipótesis de la "tábula rasa": creamos un mundo completamente artificial que no descansa sobre ningún a-priori antropológico o biológico. Otro modo de formular la pregunta sería ¿cuál es la condición posibilitante de la construcción del mundo social y de los discursos en función de los cuales procuramos conocerlo?
Este punto resulta esencialmente problemático, teniendo en cuenta el hecho de que las entidades socialmente construidas no corresponden a clases estáticas sino a clases que se encuentran en constante dinamismo, en la medida en que nuestros discursos acerca de la realidad social inciden sobre la misma y eventualmente la modifican. Esto no debería ser sorprendente, si tenemos en cuenta que la realidad social es aquello que nosotros mismos construimos, y como tal sus leyes no son necesarias al modo de las leyes naturales, sino perfectamente modificables a nuestro arbitrio. Hacking distingue entre clases naturales y clases interactivas, señalando que nuestro modo de categorizar discursivamente los fenómenos sociales condicionan dichos fenómenos, como así también la autopercepción que los fenómenos tienen de sí mismos (no olvidemos que los hechos sociales son aquellos en los que intervienen seres humanos, quienes en virtud de su capacidad autoreferencial, utilizan sus propios discursos para percibirse e interpretarse a sí mismos). De allí que resulte sumamente problemático todo intento de efectuar una caracterización "en estado puro" del conjunto de legalidades (psicológicas, sociológicas e incluso biológicas) que rigen los actos humanos como si se tratara de legalidades naturales, es decir, de un repertorio "dado" de performances y conductas que pueden llegar a ser descriptas de modo objetivo, sin que su enunciación sea a su vez subsidiaria de las influencias que el mismo entorno social ejerce sobre el sujeto de conocimiento. Ahora bien, retomando la distinción entre realismo acerca de teorías y realismo acerca de entidades ¿no podríamos afirmar que existen objetivamente ciertos fenómenos y legalidades en el orden humano y social, aun cuando nuestras teorías sean en principio incapaces de representarlos adecuadamente? El problema consiste en que toda afirmación que procure describir esas leyes "en estado puro" será inevitablemente subsidiaria de ciertos marcos conceptuales, ellos mismos aprehendidos durante sucesivos procesos de socialización, con lo cual la noción misma de "descripción pura" carece de sentido. Pero aquí será útil traer a colación las distinción hecha por Mario Bunge entre leyes 1 y leyes 2(Nota 1). Las primeras se refieren al comportamiento real y objetivo del mundo, pero todo intento de abordarlas mediante enunciados de leyes (leyes 2) quedará inevitablemente circunscripto a las pautas impuestas por nuestro particular modo de forjarnos representaciones de las cosas. ¿Significa esto que debemos contentarnos con la suposición ontológicamente realista según la cual sería razonable suponer que tales leyes existen, unida a una posición epistemológica escéptica, según la cuál nos es imposible representárnoslas? Tal representación "en estado puro" sería imposible por el hecho de que en el intento de descubrir dichas leyes estaríamos utilizándolas, con lo cual nuestra demostración de su existencia incurriría en una circularidad, al usar como herramienta para la demostración aquello mismo que queremos demostrar. Esta situación se pone de manifiesto, por ej., en el caso de las leyes que gobiernan nuestro modo de conocer la realidad -leyes de la percepción, reglas lógicas, reglas lingüísticas, modelos inferenciales, etc.-, pues es claro que al poner en marcha las herramientas de que disponemos para conocerlas estaríamos utilizándolas de modo inconsciente, en tanto ellas mismas son la condición de posibilidad de nuestro conocimiento. La demostración de que dichas reglas efectivamente existen, deberá ser una vez más pragmático-trascendental: no podemos negar su existencia puesto que las estamos usando en cada uno de nuestros actos, en tanto condiciones a-priori de posibilidad, pero a su vez no es posible forjarnos una representación objetiva, es decir, "desde ningún lugar", de las mismas, puesto que son ellas mismas las que imponen los límites a nuestro modo de conocerlas. ¿No sería esta argumentación coherente con el realismo ontológico, unido a un pesimismo epistemológico, de Hacking? Hacking también propone la aceptación indiscutible de ciertas entidades en la medida en que interactuamos con ellas, y que su existencia es presupuesta por diversas teorías alternativas; pero de esta suposición no se deriva la presunción de la posibilidad de encontrar una explicación completa y acabada del comportamiento real de tales fenómenos.
Ahora bien, existe un problema más intrincado aun, y es el hecho de que dichas "reglas" interactúan con el mundo social cuya construcción ellas mismas posibilitaron, mundo originariamente creado por ellas, pero que luego cobró independencia y se transformó para nuestras mentes en "un fenómeno más", capaz de aportar un enorme caudal de información y significados que se vuelcan nuevamente sobre nuestro psiquismo y lo modifican. El acopio cultural retorna sobre nosotros, obligando a nuestro cerebro a reacomodarse ante cada situación nueva y dotándolo de nuevas herramientas que una vez más se dirigirán al mundo cultural para resignificarlo y enriquecerlo. ¿Cómo podemos, entonces, transformar en un objeto fijo de estudio una realidad en permanente dinamismo, siendo que, por añadidura, dicho dinamismo descansa en el hecho de que, al querer representarnos la realidad social, ésta se modifica por efecto mismo de nuestras mismas representaciones?
Es en este aspecto en donde resulta manifiesto que las "entidades que pueblan el mundo uno", es decir, nuestros a-priori biológicos, genéticos, psíquicos o antropológicos, una vez que se "ponen en marcha", generan (por intermediación del mundo dos, es decir, de nuestros estados mentales) un mundo tres (universo social y cultural) que inmediatamente se vuelve sobre los mundos uno y dos, modificándolos de un modo tal que ya no nos sería posible hablar de una "naturaleza" en estado puro. De allí que toda teoría social suela lanzarse a la búsqueda infructuosa de aquel "paraíso perdido", del estado de naturaleza que suponemos existió alguna vez pero cuyo conocimiento nos está vedado desde el momento mismo en que configuramos una "sobrenaturaleza" cultural. Dicha búsqueda de los orígenes parte de la suposición de que sólo mediante el hallazgo de una "naturaleza humana" en bruto, anterior a toda influencia socio-cultural, podemos encontrar un fundamento válido para nuestras decisiones culturalmente adoptadas, y así justificar nuestras valoraciones respecto de cómo deben ser, por ejemplo, el código moral apropiado, el Estado ideal, la educación más conveniente, la terapia más adecuada, etc. Pero dicho conocimiento de la naturaleza humana nos está vedado no por mero efecto de nuestras limitaciones epistémicas, pues no se trata de que tal naturaleza exista aunque no la podamos conocer. Se trata simplemente de que la naturaleza abandonó su condición de tal en el momento mismo en que construyó un universo cultural con el que entró en interacción a través de sucesivos procesos de retroalimentación ¿No se contradice esta tesis con aquella en la que afirmábamos la existencia de una especie de a-priori natural, el cual debe ser presupuesto en tanto condición de posibilidad de nuestro acceso al mundo? Pues parece ser que dicha condición natural consiste justamente en una actitud de apertura al entorno con el cual interactuamos, introduciendo modificaciones que más tarde se vuelven sobre nosotros mismos y son incorporadas a nuestro repertorio mental y conductual. De allí que la tendencia natural del ser humano parezca consistir en la instigación a transgredir su propia naturaleza, la cual abandona su condición de tal en el preciso instante en que se pone en marcha al interactuar con el mundo. No podemos llegar a reconstruir esa etapa primigenia en la que dejamos de ser naturaleza, sólo podemos constatar que cada nuevo ser humano nace en un entorno cultural completamente «naturalizado», de modo tal que todas las interacciones con «el afuera» que experimentará desde su nacimiento estarán socialmente significadas y lingüísticamente mediadas. A su vez cada individuo, sociedad o cultura puede ejercer un papel activo en la aportación de nuevos elementos que se irán incorporando al repertorio cultural disponible, y que pueden ser retomados por otros individuos o generaciones como parte de la materia prima que configurará su psiquismo.

LA «REALIDAD" DEL MUNDO TRES

En lo atinente al mundo tres, entonces, debemos aplicar el calificativo de «reales» a aquellas entidades que constituyen el producto de ciertas construcciones humanas (instituciones y roles sociales con sus correspondientes significados) las cuales adquieren una gravitación objetiva, en el sentido de incidir tanto sobre las percepciones subjetivas de los individuos como sobre sus conductas efectivas.
Si uno de los motivos por los cuales atribuimos una existencia real a ciertas entidades inobservables es su capacidad o potencia causal para producir efectos observables, entonces los significados y valoraciones que circulan en una sociedad poseen un poder efectivo y real en la medida en que posibilitan la aparición de conductas fundadas en nuestras creencias y nuestra aceptación subjetiva de dichos significados.
En primer lugar las leyes, roles e instituciones sociales son reales en el sentido casi trivial de que han sido efectivamente creados por el hombre. Dado que la naturaleza es para nosotros algo "dado", cuyo diseño no depende de nuestro arbitrio, siempre nos es posible dudar de la existencia real de las entidades naturales inobservables que postulan nuestras teorías, pero no podemos dudar de lo que nosotros mismos hemos creado. Por otra parte, podría objetarse que este tipo de entidades son perfectamente "observables": baste consultar la letra escrita de una ley, reglamento u ordenanza; baste señalar con el dedo iglesias, escuelas, comercios, etc., o indicar la presencia de un barrendero, un técnico, un abogado, un padre, un estudiante. Sin embargo, una cosa es el concepto abstracto de ley o norma social, y otra muy distinta su materialización mediante versiones escritas. Es evidente que el significado de las leyes no se agota en la marca visible de un trazo escrito sobre un papel, del mismo modo que el significado de una institución no se agota en el espacio ocupado por el edificio que la representa, ni el significado de una determinada ocupación o rol social se agota en el individuo concreto que asume dicho rol (el cual puede ir variando en una misma y única persona en función de circunstancias contextuales). Es cierto que los mismos términos son utilizados para aludir a ambos sentidos: hablamos de tal o cual escuela en particular, y de la Escuela, entendida en un sentido abstracto como un tipo particular de institución tendiente a cumplir un determinado rol social. Con este último sentido estamos aludiendo a un conjunto de significados socialmente consensuados, los cuales despiertan en los miembros de una sociedad ciertas espectativas acerca del tipo de prácticas sociales legítimas (en tanto reguladas por ciertas normas previamente establecidas) dentro de dicha institución. Al hacer referencia a dichos significados, aludimos t6ambién a todo el conjunto de connotaciones subjetivas que estas instituciones pueden despertar en los diferentes actores sociales, motivo por el cual nuestro conocimiento de las mismas suele ser inseparable de cierta carga valorativa, fundada a su vez en criterios ideológicos. Apelando nuevamente a la distinción formulada por el nuevo experimentalismo entre datos y fenómenos, los aspectos observables de estas entidades no serían más que datos indicadores de la presencia de ciertos fenómenos existentes como consecuencia de un conjunto de prácticas humanas, pero lo relevante y perdurable más allá de las apariencias concretas que adopten, son los fenómenos mismos, que en este caso sólo pueden ser entendidos en términos de los "significados" que adoptan dichas construcciones sociales. Pero ¿cuál es el espacio propio de las significaciones? ¿Son éstas reales sólo en tanto contenidos mentales que se encuentran en nosotros y de los que tenemos conciencia? ¿O bien existiría una especie de "tercer mundo" habitado por las significaciones, que no puede reducirse ni a las cosas mismas ni a las mentes portadoras de tales significados? a aquellas entidades que constituyen el producto de ciertas construcciones humanas (instituciones y roles sociales con sus correspondientes significados) las cuales adquieren una gravitación objetiva, en el sentido de incidir tanto sobre las percepciones subjetivas de los individuos como sobre sus conductas efectivas.

CONCLUSIONES

A partir del análisis de la posible realidad del Mundo Uno llegamos a una primera conclusión según la cual sería pertinente aplicar la distinción efectuada por Hacking entre realismo teórico y escepticismo epistemológico: podemos afirmar la existencia real de ciertas leyes que gobiernan nuestra constitución biológica y que nos habilitarían para la creación del mundo social; pero al mismo tiempo constatamos que todo conocimiento positivo de las mismas estaría inevitablemente mediado por los discursos aprehendidos durante ciertos procesos de socialización. Esta distinción se corresponde en buena medida con los dos sentidos de ley propuestos por Mario Bunge: las leyes ontológicas, que existen en el universo mismo con total independencia de nuestras explicaciones e interpretaciones acerca de las mismas; y las leyes epistémicas, que dependen de un particular «estilo de razonamiento» (parafraseando a Hacking), tributario a su vez de las circunstancias sociohistóricas que la rodean.
A las limitaciones epistemológicas anteriormente mencionadas (consistentes en la imposibilidad de conocer las leyes naturales que nos gobiernan sin que dicha aprehensión se vea mediada por los propios discursos que construimos para conocerlas) se suma un problema más intrincado aun: dichas "leyes" no parecen mantenerse en estado «virgen», como en el caso de las leyes físicas, que en apariencia no se ven afectadas por el hecho de que las conozcamos. Por el contrario, las leyes que operan como condición de posibilidad de la existencia del mundo social, interactúan con el mismo. El mundo social fue construido originariamente por ellas, pero luego cobró independencia y se transformó para nuestras mentes en "un fenómeno más", capaz de aportar un enorme caudal de información y significados que se vuelcan nuevamente sobre nuestro psiquismo y lo modifican. El acopio cultural retorna sobre nosotros, obligando a nuestro cerebro a reacomodarse ante cada situación nueva y dotándolo de nuevas herramientas que una vez más se dirigirán al mundo cultural para resignificarlo y enriquecerlo. Nuestros a-priori biológicos, genéticos, psíquicos o antropológicos, una vez que se "ponen en marcha", generan (por intermediación del mundo dos, es decir, de nuestros estados mentales) un mundo tres (universo social y cultural) que inmediatamente se vuelve sobre los mundos uno y dos, modificándolos de un modo tal que ya no nos sería posible hablar de una "naturaleza" en estado puro. De allí la dificultad de transformar en un objeto fijo de estudio una realidad en permanente dinamismo, dinamismo provocado fundamentalmente por el hecho de que la realidad social que queremos representarnos se altera y modifica por efecto de nuestras mismas representaciones.
Como conclusión final del análisis del Mundo Uno llegamos a la afirmación de que la esencia de aquella condición natural básica del ser humano, que pretendemos rastrear a los fines de comprender el origen de toda construcción social, consiste justamente en una actitud de apertura al entorno con el cual interactuamos, introduciendo modificaciones que más tarde se vuelven sobre nosotros mismos y son incorporadas a nuestro repertorio mental y conductual. De allí que la tendencia natural del ser humano parezca consistir en la instigación a transgredir su propia naturaleza, la cual abandona su condición de tal en el preciso instante en que se pone en marcha al interactuar con el mundo. No podemos llegar a reconstruir esa etapa primigenia en la que dejamos de ser naturaleza, sólo podemos constatar que cada nuevo ser humano nace en un entorno cultural completamente «naturalizado», de modo tal que todas las interacciones con «el afuera» que experimentará desde su nacimiento estarán socialmente significadas y lingüísticamente mediadas. A su vez cada individuo, sociedad o cultura puede ejercer un papel activo en la aportación de nuevos elementos que se irán incorporando al repertorio cultural disponible, y que pueden ser retomados por otros individuos o generaciones como parte de la materia prima que configurará su psiquismo.
Con respecto al Mundo Tres, comenzamos por definir como reales a los productos de ciertas construcciones humanas (instituciones y roles sociales con sus correspondientes significados) las cuales adquieren una gravitación objetiva, en el sentido de incidir tanto sobre las percepciones subjetivas de los individuos como sobre sus conductas efectivas. Uno de los criterios utilizados para atribuir el mote de «reales» a dichas entidades, y que fue tomado de Popper (el cual aplica dicha caracterización especialmente al mundo físico) es su poder causal para producir efectos reales en otros entes. En el tema que nos aborda, las instituciones y roles sociales serían reales en la medida en que condicionan de manera efectiva las conductas de los individuos.
Por último efectuamos una distinción entre el sustrato material y visible de nuestras construcciones sociales (que como tal, sería real en tanto «observable») y los significados subjetivos que adquieren las mismas para una mente capaz de captarlos. Apelando nuevamente a la distinción entre datos y fenómenos, afirmamos que estos últimos constituyen el verdadero objeto de estudio de las ciencias sociales, mientras que los datos no serían más que indicadores externos que nos remiten a ciertos significados. Finalmente señalamos las dificultades para interpretar cuál es el espacio propio de los significados: si éstos pertenecerían a una especie de «tercer reino», irreductible a las cosas mismas y a las mentes que los captan (como propone Frege), o bien si sólo pueden existir en virtud de la existencia de mentes capaces de aprehenderlos (como sugiere Russell), inclinándonos por la segunda de las interpretaciones.

AGRADECIMIENTOS

Quiero agradecer la valiosa colaboración del Dr. Ricardo Gómez, de la Universidad de California, quien me hizo unas cuantas valiosas sugerencias y, cuando le comenté el tema que tenía decidido abordar, me dio aliento para meterme en el intrincado asunto de aplicar nociones realistas al ámbito de las ciencias sociales, pues son pocos los que se atreven a incursionar en ese terreno por las enormes dificultades intrínsecas a su propia naturaleza. También agradezco la herencia filosófica y humanista de diverso cuño (Hacking, Kant, Foucault, Berger y Luckman, Durkheim, Frege, Russell, etc.) que sigue teniendo mucho para decir a través de las sucesivas generaciones.

NOTA

1) BUNGE, M (1979). La ciencia. Su método y su filosofía. Buenos Aires: Siglo Veinte.

BIBLIOGRAFÍA

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3. POPPER, K y ECCLES, J (1980) El yo y su cerebro, Barcelona, Labor.        [ Links ]

4. BERGER y LUCKMAN (1998) La construcción social de la realidad, Ed. Amorrortu.        [ Links ]

5. MARTÍNEZ, ML (2001) Realismo científico sin verdad como correspondencia, Galileo, 25: pags. 1-18.        [ Links ]

6. SUAREZ, M (2003) Hacking - Kuhn, Revista de Filosofía, vol. 28, n° 2, pags.1-24.        [ Links ]

7. BUNGE, M (1979) La ciencia. Su método y su filosofía. Buenos Aires: Siglo Veinte.        [ Links ]

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