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Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy

versión On-line ISSN 1668-8104

Cuad. Fac. Humanid. Cienc. Soc., Univ. Nac. Jujuy  n.36 San Salvador de Jujuy ene./jul. 2009

 

ARTÍCULO ORIGINAL

El ritual de transferencia de mando de los jóvenes guías en la clausura de los pesebres y adoraciones

The rite of handing over command from young leaders in the closing ceremony of nativity scenes and veneration acts

Angélica Quiroz *

* Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales - Universidad Nacional de Jujuy - Otero 262 - (4600) - San Salvador de Jujuy.
Correo Electrónico: geliquiroz@yahoo.com.ar

RESUMEN

Los pesebres constituyen una de las más valiosas expresiones del patrimonio simbólico jujeño. Durante el período que comprende los preparativos para su montaje, a comienzos de diciembre, y su clausura, aproximadamente a mediados de enero, el pesebre constituye un escenario de múltiples significaciones donde la constante de lo sagrado se traduce, desde lo personal, en una selección honoraria de sus representantes.
En este trabajo se intentará categorizar, desde la teoría de la ritualidad, las expresiones comportamentales y funcionales de los principales actores involucrados en la transmisión de mandatos de los jóvenes guías o conductores de pesebres en un rito de clausura. Para ello se emplearán las categorías institucionales de la ritualidad donde roles y estatus legitiman un espacio de interacción convencionalizado por pautas ancestrales.

Palabras Clave: Pesebres; Ritual; Símbolos; Transferencia.

ABSTRACT

Nativity scenes contitute one of the most valuable expressions of the symbolic heritage in the province of Jujuy. During the period that includes the preparations of its assemblage -beginning of December- and the closing ceremony -about the middle of January- the nativity scene makes up a scenery of manifold meanings where the constant feature of the sacred is translated, from the personal aspect, into an honorific selection of its representatives.
In this paper, there will be an attempt to categorize, from the theory of the observance of formalities, behavioural and functional expressions of the main actors that are involved in the transmission of commands from young leaders or nativity scene leaders in the closing ceremony. Thus, intitutional categories of the ritual aspect will be used where roles and status legitimate a space of interaction that is conventionalized by ancestral models.

Key Words: Nativity scene; Ritual; Symbols; Transference.

INTRODUCCIÓN

La adoración y los pesebres constituyen un segmento importante en el calendario ritualístico de la feligresía cristiana del NOA argentino que encuentra en estas prácticas un modo tradicional de celebrar la Navidad.
En Jujuy, concentra anualmente cada vez un mayor número de devotos, quienes se van sumando a vivir esta celebración, a medida que se acrecientan los límites barriales, se constituyen nuevos sectores de viviendas o se fundan asentamientos.
Cada sector de la jurisdicción de San Salvador de Jujuy y, en algunos casos, calles, avenidas o familias completas, tienen su propio pesebre, armado generalmente en la vivienda familiar y grupos de adoradores integrados, además, por niños adorantes, jóvenes guías, padrinos y madrinas, en la mayoría de los casos unidos por una relación de parentesco o amistad con el esclavo(Nota 1) que posee una imagen del Niño Dios y que ha decidido constituirse en su celebrante.
La ritualidad de los pesebres y las adoraciones se extiende desde mediados de diciembre hasta mediados de enero, aproximadamente, cuando la familia decide realizar la clausura de la celebración con una ceremonia donde, además de las danzas tradicionales y la entonación de los villancicos, se realizan diferentes actos formalizados por un proceso de transmisión de los atributos simbólicos(Nota 2) que durante la fiesta detentaron algunos de sus integrantes. El cierre coincide generalmente con un fin de semana para aprovechar la presencia de la mayor cantidad de fieles.
En esa oportunidad, el esclavo y su familia, acompañados por los adoradores, músicos, creyentes, vecinos y toda otra persona que desee participar, procede a «levantar» el pesebre con un ritual en el que también se realiza la transferencia del mando de los Guías de niños adoradores y la designación de madrinas o padrinos que acompañarán al devoto en la organización del evento durante la próxima Navidad. Por otro lado, implica la conclusión de un ciclo de actividades, que como parte de una promesa fue el fruto de la devoción al Niño Dios.
Este trabajo se propone mostrar las relaciones entre los roles y estatus de los integrantes del pesebre con especial atención a la de los jóvenes que guían a otros en la adoración; determinar cuáles son los factores que posibilitan su ascensión en la organización del pesebre como institución social y cuáles son los símbolos de autoridad que se deben transferir y qué representan éstos en los juegos interaccionales.
Para desarrollar los diferentes aspectos de este trabajo se tomó, desde la observación participante, el ritual de cierre o clausura del pesebre «Niño Salvador» de la Familia de Margarita Aliaga del Barrio Alberdi, visita realizada el 11 de enero de 2006.
Como recursos de relevamiento se emplearon grabaciones de los relatos de las hijas de la esclava del «Niño Salvador» sobre el proceso de apropiación de la práctica; la descripción de cada una de las fases del ritual, fotografías y vivencias de los integrantes de esa comunidad religiosa.

DESCRIPCIÓN DEL RITUAL

El ritual de clausura del pesebre del Niño Salvador comienza con una procesión con la imagen del Niño alrededor de la manzana donde se ubica la vivienda familiar de los Aliaga en la calle Villafañe del Bº Alberdi, situado en la zona sur de la localidad de San Salvador de Jujuy.
La procesión comienza alrededor de las 16 horas y participan, según la ubicación de mayor proximidad a la imagen, la esclava, quien porta las asas delanteras del arca donde se traslada al Niño, mientras que las asas traseras son tomadas por la madrina. Detrás de ellas, se disponen los parientes en grado de importancia, hijas y yernos nietas y nietos; un poco más atrás, los amigos y vecinos, que también son familiares de los niños y jóvenes que adoran y, más alejados, se organizan, de menor a mayor, los adorantes, que suman aproximadamente un número de ochenta, entre niños y jóvenes. A sus lados, dos jóvenes guías (una adolescente mujer y otro varón) se distinguen, además, por su atuendo (bandas azules y bastones) y porque mantienen la disciplina y disponen el orden en los grupos. Posteriormente, se ubica una banda de aproximadamente doce músicos.
Al paso de la procesión, se van sumando los vecinos, quienes se persignan durante el recorrido de la imagen o detienen la procesión para requerir el honor de cargarla en andas, ante la mirada atenta y condescendiente de la esclava, quien guarda una discreta ubicación al costado del arca.
Una vez finalizada la procesión, el grupo regresa a la vivienda, donde los familiares ya tienen preparado lo necesario (bracero y una especie de pala que facilita el traslado del sahumerio alrededor de toda la vivienda). Una vez depositado el Niño en su pesebre, ubicado en el fondo de un patio rectangular de cuatro por diez metros, aproximadamente, la esclava, acompañada por la madrina y por sus familiares más directos procede a sahumar, en primer lugar la imagen del Niño, y continúa con todos los sectores de la vivienda en orden de su importancia como espacio vital para la comunidad familiar (comedor, cocina, dormitorios, galerías, patio, etc.). Mientras lo hace, pronuncia una oración imperceptible en voz baja en la que se mezclan fragmentos de oraciones religiosas cristianas con invocaciones para obtener bendiciones y favores del Niño.
Durante el sahumerio, todos los integrantes del grupo hacen silencio y mantienen un discreto recogimiento en el patio o en las galerías que están a su lado.
Finalizada la etapa, los jóvenes guías instruyen a los adorantes para su ubicación y programan los pasos para la danza y los momentos para entonar los villancicos.
La madrina, que en un primer momento colabora con la esclava, se une a los niños adoradores bailando con una de los guías.
Durante las danzas, los jóvenes guías muestran su autoridad, llamando constantemente al orden o estimulándolos para que la danza o el canto no decaigan.
Los parientes y vecinos se ubican en sillas o asientos, preparados para la ocasión con tablones y bloques de cemento, apoyados en las paredes del patio.
Luego de aproximadamente una hora de adoración constante, se dispone un breve descanso durante el cual, en agradecimiento, la devota junto con los jóvenes guías distribuyen a los adorantes golosinas y jugos, mientras los familiares preparan el «palo de las trenzas o cintas» para comenzar otra instancia del ritual: «el baile de las cintas». Los adorantes deben respetar las indicaciones previas y durante el desarrollo de la coreografía que les señalan los guías. Éstos les recuerdan, las figuras y el orden en el que las cintas deben combinarse para formar la «canastilla»(Nota 3) o el «pino»(Nota 4) sin equivocarse. Una vez corroborado esto, son los responsables de inaugurar la danza. En esta oportunidad, también participan del baile los parientes de la esclava o del grupo de danzantes, quienes comentan sonriendo, que lo hacen para recordar sus épocas de niños adoradores.
Más adelante, la devota invita a todos los presentes a la «pisada» y bendición del Niño. Para ello, depositan nuevamente al Niño Dios en el arca que es elevada por la esclava juntamente con la madrina, ambas sujetando cada una de sus asas, para asentar la imagen sobre las cabezas de parejas de niños adoradores. Éstos lo hacen, en primer lugar y, de menor a mayor, sin dejar de danzar, se acercan a la imagen con una vela encendida y se arrodillan luego para ser «pisados» por el Niño. La esclava les demanda la «petición» que le hacen al Niño para el año que comienza e intercede con oraciones y bendiciones para que cada uno de sus deseos se haga realidad.
A continuación, hacen lo mismo los familiares, invitados y, por último, los músicos.
Al ritual de la «pisada» y la «bendición», le sigue el de la transferencia del mando de los jóvenes guías o «Punteros» quienes deben dejar el cargo por haber cumplido un ciclo, que generalmente oscila entre los dos y tres años, a otros jóvenes que ya formaban parte del grupo de adorantes y que gozan, al decir de las hijas de la esclava, del respeto y aprecio de sus pares. La elección, que fue previamente realizada con la participación del resto de los integrantes, culmina con la nominación y transferencia de símbolos propios de su autoridad: la banda y el cetro y un discurso de despedida y otro de bienvenida de quien tendrá a su cargo, por un período de tres años, el honor de ser guía o 'puntero'.
Para finalizar, la devota, nuevamente invita a los jóvenes para «levantar el pesebre». Cada pareja de niños, toma, sin dejar de danzar, uno de los animalitos u objetos del retablo y los va depositando en cajas de madera dispuestas para su conservación. La devota y la madrina son las que, por norma deben recibir las imágenes y disponerlas, con mucho cuidado, en cajones de madera que se guardarán en el domicilio de la devota hasta el año siguiente.
Por último, adoran la madrina y una de las hijas de la devota, a quienes les corresponde la misión sagrada levantar al Niño Dios, última imagen que se recoge, y guardarla en una urna.
El ritual se cierra con un discurso de la esclava, quien agradece a los presentes su participación. Para finalizar, todos aplauden y con algarabía se saludan o abrazan para despedirse. El ritual finaliza aproximadamente a las diez de la noche, luego de seis horas de celebración.

EL RITUAL COMO INSTITUCIÓN SOCIAL

Los pesebres son expresiones de la fe de la comunidad cristiana y surgen generalmente en el seno familiar. Por tradición, los esclavos viejos ceden a los jóvenes la práctica del ritual del pesebre o, en ocasiones, la transmisión se realiza por relación de madrinazgo o padrinazgo.
La influencia para la pervivencia de una tradición, a través de generaciones, involucra, en distintos niveles de participación, a los diferentes actores en el interior del grupo familiar y constituye una forma de compromiso y de adhesión basados en la fe y la devoción como primer nivel de expresión religiosa y, de la estabilidad, como miembros de una comunidad cristiana que mantiene un modo de manifestación distintiva de los valores trascendentales que representa, en un nivel de expresión más ligada con los valores universales.

«La familia aparece, pues, como la 'agencia' de la sociedad que reproduce, a través de su propia estructura relacional, las estructuras sociales fundamentales» (Marc; Picard: 1992)

En este sentido, la familia que se organiza como núcleo alrededor del cual se integran los demás actores sociales (vecinos, amigos, familiares de adorantes) externos a su influencia, pero, con los que interactúa, debe plantearse como una totalidad integrada y no como una suma de valores que se disputan la representación del grupo.
De esta manera, la pervivencia, a través de la práctica social del pesebre, constituirá también el sostenimiento de los ideales y sus formas de pensamiento en el interior del grupo que la hará erigirse como institución que se ajusta a un cierto orden y en un entorno, donde sus integrantes dimensionarán los grados de su interrelación comunitaria y, a la vez, entenderán que el mantenimiento de la tradición, implicará el establecimiento de un orden que regulará su función vital.

«La familia no se reduce a la suma de interacciones entre padres-hijos y relaciones fraternales. Como institución no puede ser considerada una suma de elementos de que se compone; forma una totalidad dinámica que asume una doble función de diferenciación y de lazo entre sexos y entre generaciones. Obedece a ciertas normas que rigen la división de roles y funciones, las relaciones entre miembros y con el exterior.» (Marc; Picard: 1992)

En este sentido, al ser el ritual del pesebre una práctica surgida en un seno familiar ajeno a los Aliaga, éstos por extensión de la relación de madrinazgo de una de las hijas y de funciones de 'instructora' o 'guía' de la otra, se involucran como continuadores de esa tradición, por constituirse en un lazo generacional, por compartir roles de autoridad y, a la vez, por diferenciación generacional (adultos-adolescentes).
La Flia. Aliaga responde, de un modo dinámico, en esa totalidad de relaciones con la familia que las contuvo en las primeras prácticas tradicionales, creando, a su vez, un pesebre.

«En el 77 nosotros ya lo teníamos al Niño y de ahí comenzamos a adorar. Una de mis cuñadas me obsequiaron al Niño porque yo ya era madrina.anteriormente, antes de tenerlo al pesebre yo ya era madrina.»
«Le correspondían tres años.» -interviene Margarita Aliaga 56 años.
«Al terminar (el madrinazgo) nosotros continuamos. Nos gustó la idea, nos sentíamos bien. Ella (señala a la hermana) adoraba desde que era chiquita. Adoraba. se nos escapaba. Mas que nada por ella también viene (la continuidad de la tradición). Ella era la instructora de esta señora. era chiquita todavía pero ya ayudaba y enseñaba a los chicos que no sabían mucho. Entonces nosotros continuamos con la tradición.» (Azucena Aliaga, 65 años).

Los diferentes grados de alteridad Nosotros/Ella/Nosotros explica y justifica una acción que se caracteriza por la actuación simultánea de dos polos atracción-reacción: ella exigía/nosotros respondíamos que demuestra la totalidad dinámica que señala Marc; Picard en sus dos niveles de diferenciación y de relación, pero esta vez ya instalados en el seno familiar.
Los comportamientos que cada una de las partes (en este caso Nosotros/Ella) de la familia, pone en juego, en la interacción social del ritual, se proyecta en el pesebre como una respuesta al nivel de organización familiar y, como tal, debe estar sometida al respeto y la consecución de ciertas normas, en una cadena de compromisos cuyo respeto velan la totalidad de sus miembros: en otras palabras, la institución familiar institucionaliza a su vez un producto: el ritual del pesebre.

«Como todo ritual, tiene que consistir en la secuencia, sujeta a unas ciertas normas, de unos determinados pasos en un determinado momento y en un determinado lugar» (Watzlawick: 1992)

En este punto, resulta inevitable observar que, trasladado el ritual al entorno familiar, emergerán con él los diferentes niveles de jerarquía, como respuesta, en diferentes niveles de compromiso: será necesario decidir quién será la Esclava, los guías, los padrinos o madrinas, etc. Para ello será importante rescatar la experiencia vital que posee el grupo y determinar en función de ellas las diferentes responsabilidades que le corresponderán. La madrina pasa a ser Esclava; la instructora, madrina, etc. y surgirán también otras responsabilidades en otros miembros familiares para fundarla como institución: los familiares serán los músicos y los adorantes serán nietos, sobrinos o hijos de los amigos de la familia, en una primera etapa de consolidación de la identidad de la comunidad que funda el ritual.

«Antes mis hermanos también, no tenían tanto trabajo y entonces se ocupaban ellos de practicar con los chicos. Antes los músicos eran mis hermanos pero ahora son todos los sobrinos que se van pasando.Mi niña que la atendió, por ejemplo es mi nena la mayor, cuando yo estaba gorda de ella empezamos con los pesebres. o sea todo es familiar los músicos, los sobrinos y se transmiten por generaciones.» (Azucena Aliaga, 65 años)

En el caso de la Flia. Aliaga, la tradición no estaba depositada en la figura ancestral de los mayores, a quienes se los debía emular en sus prácticas ritualísticas, para lograr la continuidad generacional de la práctica, sino en la suma de sus antecedentes que le otorgaron el plus necesario de autoridad para constituirse en una familia con tradición en pesebres.

«Bueno, cuando me nombran les pregunto qué tengo que hacer; cuáles serían mis obligaciones como madrina. y bueno consistía en colaborar porque siempre hay gastos. que a los chicos, todos los días un refresco, siempre hay gastos» (Azucena Aliaga, 65 años)

Esta posición avanza sobre la estructura organizacional del ritual y sobre el papel que juegan los actores sociales en su entramado, quienes deben asumir roles jerárquicos y asegurar la continuidad y mantenimiento de la tradición, aunque el contexto situacional no sea el mismo.

ESCLAVA/DEVOTA, MADRINAS Y PADRINOS, GUÍAS, O PUNTERO O PUNTEROS, MÚSICOS Y ADORANTES: EL STATUS Y LOS ROLES EN LA INTERACCIÓN.

DEFINICIÓN DE LOS ESTATUS

Para abordar la cuestión de las jerarquías sociales que interactúan en el interior del grupo, será necesario conceptualizar sus roles. Cada una de las funciones que cumplen quienes integran el entramado interno del ritual actualizan sus comportamientos, en su relación dinámica y no en el estado natural de las designaciones.

«El rol, expresión dinámica del status, aparece como un conjunto organizado de conductas; pero tiene sentido. más cuando se actualiza en una relación concreta; ya que el ejercicio del rol no es solitario. El rol se inscribe, pues en un relación.» (Marc; Picard; 1992)

Las posiciones jerárquicas dentro de una organización están determinadas por los estatus, nociones conceptuales del rol (función-acción), según un organigrama que grafica, además, las relaciones horizontales y verticales de una institución.
En el pesebre, cuya configuración institucional ya quedó demostrada y, salvando las distancias que la flexión de las decisiones internas de los responsables le asignan según su contexto situacional, la distribución jerárquica de los estatus y su definición es la siguiente:

1. Esclava/devota: Dueña de la imagen del Niño Dios y del pesebre y responsable del culto familiar y la pervivencia del ritual.
2. Madrinas/Padrinos: coadjutores de las actividades de la esclava.
3. Guías/Punteras/os: jóvenes responsables de los grupos de niños o jóvenes adoradores.
4. Músicos: interpretantes de los villancicos.
5. Adorantes: generalmente niñas/niños y jóvenes, que actualizan en la danza y en el canto, una expresión de devoción cristiana.

Respecto de la tercera y cuarta conceptualización, cada una de ellas se interrelacionan para la dinámica de su funcionamiento pero mantienen un nivel horizontal de influencia, en otras palabras, no son estatus jerárquicos de unos respecto de los otros para su relación sino para la organización de la institución.

INTERACCIÓN DE LOS ROLES

Está caracterización está determinada por los niveles simbólicos detentados por cada uno de los integrantes en su relación con los otros. En la observación de los roles, fue decisivo su papel discursivo tanto como su comportamiento y elementos simbólicos de jerarquía.

ROL DEVOTA/ESCLAVA DEL NIÑO

Cuando una de las hijas de la Flia. Aliaga alude a la función que le corresponde en las actividades de su rol, describe la colaboración de toda la familia, pero le asigna a la dueña un papel preponderante, en tanto actor social, que cumple una función material pero a la vez le asigna una incumbencia simbólico-religiosa que está presente en su actitud, valoración y sentimientos (Losada y otros; 1996)

«Y ese día, nosotros por ejemplo, el día de la Nochebuena, toda la familia, porque esto es familiar; no es de ella ni mío nada, es de toda la familia; pero la que está firme en esto (celebración) es mi mamá, que ya tiene 71 años mi madre. Ella es la impulsora, la que está siempre al frente... Yo, a veces por razones de trabajo no podía estar al frente...»

La primera de las funciones corresponde al nivel de decisión. La esclava es quien se encarga de determinar la planificación de las actividades, la gestión de los recursos y las instancias simbólicas que se desarrollarán durante la celebración pero, además, le asigna un rol de impulsión enérgica que determina una actitud de liderazgo en el grupo íntimo y una actitud de matriarcado en el grupo social.
De la observación directa se pueden relevar las siguientes tareas.

De orden pragmático
Determinación y control de las actividades en secuencias temporales.
Distribución de presentes a los adorantes
Determinación de las actividades y los recursos para afrontarlas

De orden simbólico
Maestra de ceremonias
«Pisamiento»(Nota 5) y bendición
Depositaria de los saberes y pervivencia del ritual.

ROL MADRINA

La madrina comparte las funciones con la devota. Existe, entre ambas, una suerte de función subsidiaria ya que cuando la devota se indispone o se excusa de sus funciones la madrina la reemplaza, en todos aquellos comportamientos inherentes a la función pragmática.
No obstante, respecto del plano simbólico, se observa que es del ejercicio exclusivo de la devota, por lo que se deduce que se encuentra más involucrada a la conceptualización realizada desde su estatus que del orden de las relaciones interpersonales o funciones pragmáticas. La prueba la da la instancia del «pisamiento y bendición» que dura más de una hora. La esclava denota agotamiento debido a su edad, al tiempo de exposición y a la posición de los brazos para concretar la ceremonia, sin embargo no resigna su función en otro integrante de la comunidad ya que se deduce que ese oficio específico, es del plano del estatus más que del rol. La hipótesis de la transferencia de sus funciones, si bien es posible por el agotamiento físico y la edad de la esclava, esto no ocurre:

«El rol de cada participante no puede ser más que deducido, no puede conocerse directamente; el comportamiento del rol es siempre hipotético y se encuentra siempre puesto a prueba en el curso de la interacción.» (Cicourel: 1979)

Esta situación permite distinguir cómo el estatus se distingue del rol, en aquellos aspectos donde es más fuerte la posición jerárquica, con su función simbólica que las relaciones que son plenamente compartidas, consensuados y normatizadas por la organización.
La función de la madrina en palabras de la Azucena Aliaga corrobora esta función subsidiaria desarrollada casi exclusivamente en el plano pragmático más que en el de orden simbólico, cuando inquiere respecto del alance de sus funciones como madrina del Niño:

«Diganmé qué tengo que hacer, cuáles serían mis obligaciones como madrina porque yo, era la primera vez que amadrinaba un Niño y no sabía. Y bueno consistía en colaborar porque siempre hay gastos, porque a los chicos todos los días un refresco, alguna cosita para comer, siempre hay gastos. Y durante la Nochebuena les preparamos una cena. Entonces ahí, una empanada, un sanguchito; todo lo que uno pueda colaborar.»

Durante el ritual se observan, además, intervenciones de la madrina en espacios compartidos con la esclava ya que, durante el «pisamiento», sostiene una de las asas del arca del niño pero no pronuncia la «bendición» que es del campo simbólico exclusivo de la Devota porque su discurso debe entenderse como un acto ilocucionario(Nota 6) cuya intencionalidad es, por derecho, de su patrimonio simbólico.
La intercesión ante el Niño, en calidad de Devota, la configura simbólicamente y con ella todo lo que pronuncia se transforma en un acto de habla: la invocación y bendición que está validada únicamente por el actor social a quien le corresponde hacerlo: la esclava. Este hecho no se discute ya que corresponde al campo de significados compartidos en el interior del ritual.

«...podemos distinguir que existe una proxémica del rito, que hay una localización imaginaria del dios, que el discursos ritual tiene tono secreto e intimista.» (Alabí: 1996)

Es también un modo de reinvindicar una identidad de orden jerárquico. La palabra es un modo de apropiarse del rol frente a los otros y un modo también de establecer la identidad del otro.
El hecho de reinvindicar la identidad implica también determinar desde la alteridad la función del otro. La madrina cumple un rol subsidiario pero no está en su inmanencia, aún el ejercicio de la plena función simbólica.
Otro ejemplo del juego de las funciones simbólicas y pragmáticas se da, en el caso de los jóvenes guías y de los adorantes. En ellos, la función simbólica se da en una relación subordinante-subordinado; los adorantes pueden sugerir o consensuar aquellos ritmos que les resultan más agradables pero, en definitiva, deben respetar las decisiones de los guías. Esta función, entonces, pertenece al plano pragmático más que al simbólico. En otras ocasiones, cuando el guía los reconviene por una falta de orden o disciplina, durante el ejercicio de determinadas ceremonias, no negocia ni acuerda con los adorantes la objeción o excepción a la regla. Esta se cumple y el adorante es excluido o sancionado. La función simbólica del guía es la de mantener el orden y la armonía dentro del grupo.
Como en toda organización, los estatus pueden renovarse y, como explicaron al principio las hijas de la esclava, de un rol de adorante puede ascenderse al de guía, padrinazgo/madrinazgo hasta finalizar en el de esclavo/esclava de un pesebre.
Del mismo modo, cuando se refieren a la madrina del Niño, aluden a su condición previa de adorante y posteriormente en joven guía o puntera del Pesebre.

«La chica que es madrina actualmente, venía desde chiquitita al pesebre. Luego sus compañeros la eligieron como puntera porque era muy buena chica. siempre se portaba bien. Después se ofreció como madrina por los favores que recibió durante sus estudios y una vez recibida consiguió trabajo. Dijo que gracias al Niño consiguió trabajo.» (Margarita Aliaga, 56 años)

La determinación del rol implica también la asunción de responsabilidades que tienen que ver con su función social en la organización:

- Periodización de la función
- Compromiso con el rol
- Cumplimiento de la promesa

La organización grupal comporta además una 'ideología' que necesita ser revalidada con la actuación de cada uno de sus integrantes. El mantenimiento de las reglas le es inherente al mantenimiento del estado en el grupo y, por consiguiente, al cumplimiento cabal de las funciones establecidas:

«Un colectivo de actores sociales que forman un grupo con una ideología necesita unos criterios, como la permanencia relativa en el grupo, y ciertos objetivos comunes que van más allá de un situación o acontecimiento concretos.» (Van Dijk: 2003)

Esta relación se exterioriza mediante la oralización de su función y el establecimiento mediante la afirmación:

«Ellos nos piden [ser madrinas y padrinos del Niñito]. Son tres años el tiempo que dura la promesa. Y, a veces, se renueva por otros tres. Es parte de una promesa, generalmente Siempre ellos lo hacen de corazón. La condición para que integren la banda de músicos es que no tomen.tienen prohibido tomar. Aquí, no»
«Nuestros chicos son muy mimados, aquí se les da todo. Nosotros nos encargamos de la ropa porque ellos no pueden. son familias carentes. Hacemos lotas que los chicos deben vender. para recaudar fondos.»

De lo que se deduce como funciones subyacentes: la cooperación, la vocación de servicio y, fundamentalmente, evidenciar un comportamiento moral, despojado de vicios

Rol Guía o Puntero de Adorantes
Este rol es asignado por consenso de los pares. La condición exigida, para que esto sea posible, es la pertinencia al grupo.
Este rol se realiza, tal como lo manifiestan las hijas de la esclava, exclusivamente por el grupo. La devota y la madrina no participan de la elección ni influyen, con su opinión las decisiones del grupo:

«[Para ser puntero o guía] Ellos [los adorantes] observan el comportamiento, eso fundamentalmente. El respeto que demuestran ellos mismos hacia la imagen, porque no va a ser un chico que sea revoltoso o digamos.que no dirija a los demás chicos. Tiene que observar todo eso. Que se haga respetar.como responsable de sus compañeros.
Los mismos chicos observan el comportamiento de tal persona, responsabilidad y ellos son los que eligen. Nosotros no influimos para nada... Son solamente ellos. A veces decimos que por la familia... pero no, ellos mismos eligen.» (Margarita Aliaga)

De esto surge que, la decisión final para recibir el estatus de guía o puntero descansa en el consenso intragrupal de niños adoradores, quienes ven en la imagen del futuro aspirante un valor que los representa y que hace que el grupo sea aceptado en el macrocontexto de las relaciones: la institución del pesebre.

«La imagen es el valor social positivo que una persona reinvindica efectivamente a través de la línea de acción que los otros suponen que ha adoptado en el curso de un contacto determinado» (Marc; Picard: 1992)

Una imagen consensuada también puede ser el resultado de la ideología que subyace al interior del ritual: «no ser revoltoso», «respeto hacia la imagen», «que pueda conducir al grupo», «que sus compañeros lo respeten». En otras palabras el orden social aflora nuevamente en oposición de conductas que reflejan lo negativo.

- Revoltoso vs. Organizados
- Respetuosos vs. Profanos
- Líder vs. Subordinado/reaccionario/subversivo

No obstante, la caracterización responde también a un patrón ideológico definido por el macrotexto. En el seno de la organización del pesebre hay un orden que no se puede subvertir y esta percepción se halla claramente enraizada en los integrantes fundadores del grupo quienes delegarán, a su vez, ese modelo en las siguientes generaciones.
Como actores sociales de una macrocomunidad que los contiene, los rasgos distintivos de los niños y adolescentes ostentan, por las características propias de su generación, la de ser traviesos, inquietos, irreverentes y reaccionarios respecto del grupo de adultos. Sin embargo, en otro nivel de pertenencia, en la microcomunidad del ritual del pesebre, deben ajustarse a las normas que se le imponen y que subyuga los comportamientos propios de su generación para sostener otros que constituyen los valores morales, sentimientos y pensamientos del grupo al que desean integrarse.

«Lo que constituye el ritual es su carácter normativo, doblega los comportamientos a formas predeterminadas: de manera más profunda, introduce una regulación de los intercambios sometiéndolos a ciertos principios de equilibrio» (Marc; Picard: 1992)

El equilibrio estará dado por la elección y la sucesión de los valores y mantendrá el estado ideológico del grupo. La separación de los valores prohibidos en este grupo pueden ser totalmente normales en el otro y la adecuación será la que determinará el ascenso en el estatus social.
Los jóvenes que aspiren a ostentar el rol de guías o Punteros deberán realizar una inflexión en el espacio interno del grupo. La inflexión consistirá en exteriorizar los «modales» ajustados al rol requerido: portarse bien implica entonces ser obedientes, responsables, respetuosos para constituirse en líderes del grupo.
El equilibrio estará dado, entonces, en función de dos principios(Nota 7): el compromiso y la reciprocidad.

Principio del compromiso
Cuando una actividad social tiene lugar, cada uno de los involucrados la hace propia como su actividad principal y también asume el compromiso o la obligación de mantenerla en sus principios. La violación de esta norma puede ocasionar una infracción que se traduce en un llamado de atención o en una sanción, cuando se está en una situación de poder.
Ingresar al grupo de pares en calidad de adorante implica asumir el compromiso de mantener los modales que evidencian una imagen que representa al grupo: orden, respeto, estabilidad, veneración, reverencia, devoción.
Cuando esto se hace público en la instancia misma de la práctica del ritual, son los jóvenes guías o punteros los que se encargan de mantener el compromiso asumido en la interrelación mediante la vigilancia permanente del resto del grupo.

«Ella (alude a su hermana menor) era chiquita todavía pero ya ayudaba. Era la instructora de esta señora (la esclava), les enseñaba»
«La función de puntero es lo mismo que la abanderada. Se debe hacer responsable de sus compañeros y hacerse respetar.»
«Cuando los chicos se portan mal ellos los tienen que corregir. Sí, están autorizados y el resto tiene que hacerles caso.»

Cuando el compromiso es validado por la conducta esperada se produce otro de los principios.

El principio de intercambio y la reciprocidad
El ritual de la elección de líder de grupo se da en función del intercambio de acciones. El joven que acata las reglas (obedece, venera, colabora) recibe en compensación la adhesión, el respeto y la colaboración de los otros, quienes como respuesta, lo eligen líder y lo nominan su guía.
Este principio del intercambio culmina con el de reciprocidad por la cual el guía, a su vez respaldará con su actuación las condiciones que hicieron posible y favorecieron su designación: el respeto, la colaboración, la responsabilidad, etc, hacia sus compañeros.

Los signos en la instancia de paso o transferencia
La lectura de las interrelaciones en el rito de paso o transferencia de mando deben estar mediatizada por la interpretación de un código: en el caso de los rituales la del trato social que se constituye como un «sistema» que asegura una producción de significados que pueden ser leídos en una sintaxis social.
Los signos de este código están claramente definidos y su codificación puede seguir la clasificación que realizan Marc; Picard:1992.

Signos de pertenencia
El atuendo que distingue a los niños adoradores difiere del de los guías. Generalmente éstos le agregan algún detalle al vestido o, en el caso de las niñas, cambian la pollera del grupo por un pantalón jeans y una remera de un color diferentes.
La jerarquía de los roles está determinada por los signos de pertenencia de los uniformes. El uso riguroso de la pollera roja y la remera blanca para las niñas y jóvenes adorantes y de la remera y el pantalón azul para los niños y jóvenes. Un atuendo más libre o con matices distintivos para los roles de guías.
Otro aspecto está dado en función de las posiciones dentro del ritual de la adoración: los jóvenes y niños de disponen de menor a mayor, en parejas y encolumnados.
A los costados de las filas, con mayor libertad para recorrer el grupo.

Signos de deferencia
Están depositados en la obediencia a las indicaciones del guía por parte de los adorantes; la consulta para el cambio o sugerencia de otra coreografía por parte de los familiares.
Como signos de deferencia se pueden mencionar también el bastón de mando y la banda que hace que se los distinga del resto del grupo y que durante la ceremonia se transfiere como representación de su jerarquía.
Otro signo inequívoco en el traspaso es la cesión de la voz. La autorización para el uso del discurso la valida el grupo cuando le pide que inaugure su rol con un discurso.
El acto discursivo es también un acto de deferencia por el principio de reciprocidad: el elegido pronunciará un discurso y el grupo lo escuchará y celebrará sus palabras con un aplauso.
Los signos de reconocimiento son habituales y no se distinguen más que los que se usan dentro del grupo: el saludo, la sonrisa o el apretón de manos, son signos comunes a todos los integrantes, incluidos los de mayor estatus social.

La continuidad del mandato y el mantenimiento del estado social
Los principios relevados: el de compromiso e intercambio y reciprocidad permiten sostener un estado social que mantiene viva la relación entre los actores del grupo y garantiza su continuidad.
Los niveles jerárquicos que, como organización grupal, se dan en el seno del pesebre y las aspiraciones para superarlos mediante el avance gradual en cada una de las instancias es una condición necesaria para el mantenimiento del estado del rito.
Todos los actores sociales cumplen roles y generan tensiones de identidad intragrupal. Los espacios consensuados permiten la lectura de los signos que trascienden por su devoción y veneración la imagen divina.
La promesa, el servicio desinteresado, la solidaridad, el respeto constituyen el basamento ideológico que promueve la integración social y para la cual la institucionalización del rito se traza objetivos que se renuevan cada año.
Uno de ellos es mantener y sostener, desde la práctica de la transferencia del mandato en generaciones de jóvenes que se renuevan anualmente, la identidad cristiana y responder, de este modo, a las demandas comunitarias que ven en estas expresiones una manera de organizar las relaciones humanas con un enfoque positivo y a la vez cristiano.

CONCLUSIÓN

No hay conclusiones definitivas en este análisis de la clausura y transferencia ya que, como en todo ritual, las acciones, las jerarquías, los estatus y, con ellos, los signos que los identifican se encuentran en constante movimiento, evolución o renovación y tienen significado en el interior de cada grupo que los crea.
Lo que para el interior del grupo constituye un valor y responde a una ideología puede no tener el mismo efecto o construir las mismas significaciones para otras instituciones de pesebres.
De todos modos, lo que posibilita el mantenimiento, como se dijera más arriba, es el juego de las tensiones interiores donde cada una de las jerarquías determina y condiciona los espacios de interacción de los otros.
Por otro lado, también surge del análisis que hay roles que no resignan ni negocian sus objetivos ni lo que caracteriza su estatus y esta expresión también es un modo de mantener el orden interno del rol de autoridad principal en toda organización y validar las órdenes inferiores que posibilitan dicho estado.
Las jerarquías se interrelacionan y generan tensiones de identidad intragrupal. Los espacios de poder no compartidos sin embargo dialogan y mantienen una armonía en las relaciones que culmina con la elección del Guía y que le da autenticidad de valor democrático necesario para toda organización.
Por último, la influencia de los roles en el análisis de este pesebre no implica necesariamente un taxativo juego de poder mediante el «ejercicio de la fuerza y la presión unilateral» (Marc; Picard, 1992). Por el contrario, la armonía de las relaciones descansa precisamente en la asunción de las jerarquías y las acciones de los actores son perfectamente consecuentes con esa situación y mantiene la regularidad de un orden establecido.

NOTAS

1) La figura del esclavo fue desarrollado en un trabajo presentado en el VIII Congreso Argentino de Antropología Social, «Pesebres y adoraciones: lo ancestral en el contexto de la modernización de los rituales» (pág. 8). En esa oportunidad, se abordó su figura desde la autopercepción de su función simbólica y de gestión de recursos en el interior del pesebre como institución social.
2) Los símbolos en un macrotexto ritual constituyen elementos que validan un movimiento ascencional en el estatus intragrupal. En el caso de los guías o conductores de pesebres, los símbolos se encuentran depositados en la autoridad de la palabra, en un primer nivel, y en los objetos, bastón y banda, en un segundo nivel.
3) La «canastilla» es una figura coreográfica de las adoraciones y consiste en armar un trenzado con las cintas que cuelgan de los palos o 'mástiles'. La figura representa la trama que sigue la figura de un cesto de mimbre. Se la denominó así por su semejanza con este objeto.
4) El «pino» es otra de las variantes de la danza de las trenzas. Recibe este nombre por su relación con la planta y la época navideña y porque, además, representa una figura cónica.
5) El 'pisamiento' del Niño Dios es un ritual que consiste en colocar la imagen sobre la cabeza de cada uno de los celebrantes, invitados, músicos o persona del público que se acerca para acompañar el ritual. Este acto es un modo de validar la intercesión simbólica de las funciones de la esclava quien intercede ante el Niño por las rogativas o favores pedidos o recibidos. Cada uno de los participantes, de rodillas y con una vela encendida ora en silencio y le realiza al Niño su pedido.
6) Los actos pragmáticos del lenguaje tienen la función del 'hacer cosas'. Según la teoría de J. L. Austin la acción ilocucionaria tiene el propósito «indicar los efectos causados sobre los sentimientos, pensamientos y acciones de quien escucha, los cuales se logran por medio del acto de 'decir algo'» [Bertucelli Papi, Marcella: 1996)
7) Las reglas y principios constitutivos que doblega el comportamiento a formas predeterminadas se somete a los principios del compromiso y del intercambio y la reciprocidad (Marc; Picard: 1992)

AGRADECIMIENTO

A la Sra. Margarita Aliaga, dueña del pesebre «Niño Salvador» y familia.

BIBLIOGRAFÍA

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2. GUZMÁN, F y otros (1996) Entre el cielo y la Pachamama. Jujuy, Argentina. Edición UILI/UNJu.         [ Links ]

3. GUZMÁN, F; ALABÍ, A; SICA, G (1997) El lenguaje es memoria. Jujuy, Argentina. Edición UILI/UNJu.         [ Links ]

4. MARC, E; PICARD, D (1992) La interacción Social. Cultura, instituciones y comunicación. Barcelona. España. Ediciones Paidós.         [ Links ]

5. QUIROZ, A (2006) Pesebres y adoraciones: lo ancestral en búsqueda de su modernización, ponencia presentada en la Mesa La actuación folklórica de rituales y celebraciones en macro contextos sociopolíticos del VIIIº Congreso Argentino de Antropología Social. Salta.         [ Links ]

6. VAN DIJK, TA (2003) Ideología y discurso. España. Ariel Lingüística. Madrid.         [ Links ]

7. WATZLAWICK, P (1992) El lenguaje del cambio. Barcelona, España. Herder Editorial.         [ Links ]

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