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Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy

versión On-line ISSN 1668-8104

Cuad. Fac. Humanid. Cienc. Soc., Univ. Nac. Jujuy  no.40 San Salvador de Jujuy dic. 2011

 

ARTÍCULO ORIGINAL

El consumo social en los entierros
De el churcal, Molinos, Salta

(Social consumption in the burials
of El Churcal, Molinos, Salta)

Lidia Baldini *

CONICET – FCNYM, UNLP - Museo de Ciencias Naturales - Paseo del Bosque S/Nº - CP 1900 –
La Plata - Buenos Aires - Argentina. Correo Electrónico: lbaldini@fcnym.unlp.edu.ar

RESUMEN

            Se analizan entierros de El Churcal (Dpto. Molinos, Salta), uno de los sitios tardíos de mayor relevancia del sector central del valle Calchaquí.
            Desde la perspectiva que las prácticas sociales frente a la muerte constituyen eventos de integración social que se expresan materialmente en las cualidades de las tumbas, los ajuares y el tratamiento del cuerpo se presenta un primer estudio de la variabilidad de los entierros.
            El tipo de tumba y su distribución espacial manifiestan homogeneidad. Los contenidos presentan diferencias cuantitativas y cualitativas en el costo social invertido y señalan la posible existencia de rituales especiales.

Palabras Clave: El Churcal; Período de Desarrollos Regionales; Prácticas funerarias.

ABSTRACT

            The burials in El Churcal (Molinos, Salta), a settlement of great significance in central section of Calchaquí Valley are analyzed.
            From the point of view that mortuary practices are social integration events physically expressed in tombs, offering and bodies processing a first study of burials variability is curried out.
            The tombs and its spatial distribution manifest homogeneity. The contents have quantitative and qualitative differences in the social cost and point out possible special rituals.

Key Words: El Churcal; Regional Developments Period; Funerary practices.

Introducción

            Para el sector del valle Calchaquí comprendido entre las cuencas de los ríos Molinos y Cachi, existe un importante cúmulo de información sobre los enterratorios y cementerios de los últimos siglos prehispánicos, es decir, del Período de Desarrollos Regionales (PDR), entre los siglos IX y XV, y la época de conquista Inka, iniciada hacia mediados del siglo XV.
            Esa información se produce especialmente a comienzos del siglo XX mediante expediciones de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos dirigidas por J. B. Ambrosetti en 1906 y 1907. Durante ellas se excavaron enterratorios en La Paya, Kipón y Fuerte Alto (Ambrosetti, 1907; Debenedetti, 1908). Los trabajos más intensos se realizaron el sitio La Paya, situado a aproximadamente 10km al sur de Cachi, donde se excavaron 203 entierros, entre adultos en cistas e infantes en urnas, de los que se cuenta con detenidos registros y descripciones, tanto de los entierros como de los materiales de sus ajuares, el número de individuos, su estado de conservación, orientación y posición (Ambrosetti, 1907), aunque no se registraron ni recuperaron sistemáticamente los restos humanos, sino alrededor de sesenta cráneos y algunos sacros y coxales descontextualizados, a modo de muestra (Cocilovo y Baffi, 1985), lo cual limita la posibilidad de articular análisis bioarqueológicos y demográficos de las poblaciones conjuntamente con los entierros y el resto de sus contenidos. En Kipón, 10 km al norte de Cachi, se excavó una cantidad menor, pero sólo se publicó una parte de los mismos siguiendo los mismos criterios que los empleados para La Paya, ya que el resto, más numerosos pero realizados directamente en tierra y sin objetos de ajuar, no presentaban el mismo interés para las investigaciones de la época. Sobre Fuerte Alto, emplazado a escasa distancia hacia el noroeste de Cachi, sólo hay limitadas menciones de Debenedetti (1908) y Ardissone (1942), y Ambrosetti (1907) en su obra sobre La Paya describe algunas piezas halladas en entierros de Fuerte Alto sin indicar su procedencia.
            En décadas más recientes, otras investigaciones en la región que incluyeron la excavación de enterratorios, se efectuaron en el sitio El Churcal, cercano a Molinos (Raffino et al. 1976, Raffino 1984, 1981) y Tero en las afueras de Cachi, de la que se publicó sólo una primera parte de las intervenciones (Tarragó et al., 1979). En estos casos se modificó el registro y tratamiento de los cuerpos, pero sus resultados no incluyen análisis de los restos humanos integrados a los contextos de entierro. Además, se suma la excavación de algunos entierros aislados en Borgatta, sobre el río Cachi (Pollard, 1981, Baffi, 1988), Ruiz de los Llanos pocos kilómetros al norte de Cachi (Baffi et al., 2001) y Molinos II en las cercanías de Molinos (Baldini y Baffi, 2008).
            En el marco de una investigación más amplia sobre las sociedades prehispánicas tardías, se abordó el análisis de la información acumulada sobre los aspectos funerarios desde la perspectiva que las prácticas sociales frente a la muerte constituyen eventos de integración social que se expresan materialmente en las tumbas, los ajuares, los cuerpos y su tratamiento, que entierros y cementerios dan cuenta de comportamientos socioeconómicos en tanto consumen parte de la producción y los espacios sociales, a la vez que su disposición con relación a las áreas de vivienda es producto de, e interviene en, la construcción y articulación de los espacios sociales y territorios, y en la perpetuación de la memoria de los grupos sociales. En este sentido, la integración de su estudio con el de los modos de vida contribuye a la investigación de las estructuras económicas, sociales, políticas e ideológicas de las poblaciones (O´Shea, 1984; Lull y Picazo, 1989; Lull 2000, entre otros).
            Las investigaciones iniciadas permitieron despejar preconceptos aplicados en las realizadas a principios del siglo XX, detectar indicios de prácticas rituales, que incluyeron la exposición del cuerpo al calor mediante su depositación con cenizas en algunos casos calientes (Baffi et al., 2001; Baldini y Baffi, 2003, 2007a), así como distinguir que la común imagen de entierros de adultos en cistas y de infantes en urnas reduce su variabilidad. En el conjunto de tumbas de adultos se destacan las que Debenedetti (1908) denomina «amorfas» por carecer de paredes, en tanto que en el caso de los subadultos hay mayor variación, tanto en el modo de entierro como en el tipo de contenedores o en su disposición espacial en los sitios (Baldini y Baffi, 2007b).
            Con respecto a los enterratorios de La Paya (Ambrosetti, 1907), planteamos que el costo social de las tumbas fue relativamente homogéneo y no daría cuenta de inversiones diferenciadas según los individuos, o el número de individuos, depositados, en tanto que en el contenido, muy variable en cantidad y tipo de objetos, se expresan diferencias en el costo social invertido en algunos individuos o grupos de individuos, y que los objetos de ajuar no resultan concluyentes para evaluar el sexo de los inhumados como proponía ese autor (Baffi y Baldini, 2010; Baldini y Baffi, 2009, Baldini et al. 2004).
            De esos análisis también surgieron indicadores de la vigencia de diversas prácticas sociales sobre las que es necesario avanzar, como el significado de casos de cuerpos mutilados, qué motivaciones y prácticas determinaron que unos individuos permanecieran en el espacio de los vivos, cuando otros se disponían fuera del mismo, diferenciación que no obedecería a las edades, el sexo ni, en términos amplios, a la cronología, o a procesos históricos relevantes, como la ocupación Inka, con la que podrían haberse modificado las prácticas funerarias o incorporarse otros modos y localizaciones de los entierros (Baldini y Baffi, 2007b).
            Avanzar en las propuestas e interrogantes planteados a partir de la revisión de los entierros de la región a nivel general requiere profundizar en casos concretos. En tal sentido, en este artículo se presenta un análisis de los entierros en cistas de El Churcal, a fin de explorar su variabilidad y evaluar si se presentan diferencias y/o similitudes con otros sitios.

El Churcal, localización y características generales

            El sitio Churcal, un extenso poblado conglomerado, se encuentra sobre un pie de monte occidental del río Calchaquí, a aproximadamente 8km al norte de la actual población de Molinos. Los remanentes arquitectónicos, que se extienden sobre aproximadamente 30 has., desde la parte distal del pie de monte que se eleva sobre la franja aluvial del río hasta los primeros afloramientos rocosos de la serranía que lo enmarca por el oeste, señalan que es uno de los asentamientos tardíos más relevantes del sector central del valle, tanto por sus dimensiones como por su complejidad (Figura 1).

Figura 1. El Churcal, ubicación en la región, área del sitio sobre fotografía satelital y vista parcial.

            Durante investigaciones realizadas en la década de 1970 se identificaron aproximadamente 700 estructuras atribuibles a diversas funcionalidades (viviendas, patios, vías de circulación, etc.), se levantó un croquis general del asentamiento, que fue caracterizado como conformado por dos grandes sectores con recintos concentrados, separados por un espacio sin construcciones habitacionales y parcialmente delimitado por paredes, y se excavaron unidades de vivienda, entierros y depósitos de basura.
            A partir del tipo de asentamiento, los restos recolectados en unidades de vivienda y entierros, un fechado radiocarbónico de 740 ± 50 A.P. para una muestra de madera de una tumba de adultos (Cista 14), y la ausencia de indicadores relacionados a la ocupación inka de la región, se planteó que la ocupación de El Churcal ocurrió en el PDR y que el mismo estaba abandonado al inicio de esa ocupación (Raffino et al. 1976, Raffino 1984).
            Con la reapertura de la investigación de El Churcal (Baldini et al., 2007) se avanzó, entre otros aspectos, en una primera articulación de la procedencia y asociación de los restos obtenidos en aquellas excavaciones a partir de la bibliografía y de registros de las mismas (Raffino 1978). Recientemente recuperamos y relevamos una parte sustancial de la colección de materiales y restos humanos que permaneció en Molinos, donde fue segmentada y objeto de sucesivos traslados. Esto permitió efectuar una nueva datación radiocarbónica, en este caso sobre un premolar de un individuo de la Cista Nº 1, que dio un resultado de 511± 42 A.P. (1). A pesar de la cercanía cronológica con el inicio de la ocupación inka, por el momento no hay indicadores que sugieran que este contexto de tumba se vincule a dicha ocupación. Otros fechados radiocarbónicos para viviendas y registros arquitectónicos de algunas unidades habitacionales insinúan que el asentamiento permanecía ocupado durante dicha ocupación, posibilidad que se encuentra en estudio.

Perspectiva de análisis y tratamiento de la información

            En El Churcal, como en otros sitios tardíos de la región se incluyen, en términos generales, entierros de adultos en cistas y de infantes (2) en urnas dispuestas directamente en tierra.
            A partir de la información proporcionada por la excavación de 20 tumbas de adultos, individuales o colectivas, de las que se exhumaron restos de 49 individuos y 33 entierros de subadultos, principalmente infantiles, Raffino et al. (1976) plantearon que en El Churcal existen indicios de diferenciación social en las tumbas, hipótesis que nos interesa evaluar.
            El análisis se platea desde el enfoque que las tumbas, además de una manifestación de los rituales de muerte, son un producto de trabajo en el que a su vez se consume una parte de la producción social, en tanto en ellas se depositan, quedando fuera de los circuitos de producción, uso y distribución, ítems materiales que son también productos de trabajo, ya sean recursos naturales simplemente recolectados u objetos cuya elaboración implica distintos de niveles de complejidad, y que pueden tener similares o diferentes valores sociales. En este sentido, los entierros constituyen una inversión de trabajo y un consumo social en cuya variabilidad se manifestaría la existencia, o no, de disimetrías en el acceso a los recursos de individuos o grupos de individuos. Disimetrías que pueden obedecer a segmentos sociales de distinta índole, familiares, linajes, estamentos sociales jerarquizados, clases de edad y/o sexo, etc.
            Desde esta perspectiva, se inició el análisis la variabilidad de los tipos de entierros, su localización espacial y el costo y el valor social que manifiestan las cualidades de los continentes, las tumbas, así como la variabilidad cuantitativa y cualitativa de sus contenidos, aspectos que analizados en clave de acceso diferencial a la producción podría brindar una aproximación a la evaluación de categorías sociales.
            Para ello se considera, además de la información contenida en la bibliografía sobre el sitio, nuestros registros y relevamientos, de la colección de restos materialesresultante de las excavaciones de la década de 1970, y de los rasgos arquitectónicos de las cistas y su localización en el sitio.
            Con respecto a las tumbas se analiza el tipo, tamaño y técnica constructiva desde el registro de todas las cistas excavadas que se observan actualmente en el sitio, cuyo número duplica las mencionadas por Raffino (1984).
            En cuanto al contenido, para el que hay información sobre las 20 tumbas excavadas en la década de 1970, se considera la cantidad de individuos inhumados, la forma de disposición del cuerpo y prácticas deformatorias, la cantidad y variabilidad del ajuar en cuanto al tipo de ítems depositados como acompañamiento, y se intenta reconocer ajuares diferenciados, por su cantidad y/o porque ciertos objetos están escasamente representados en la generalidad de las tumbas.

Practicas funerarias en El Churcal

Las cistas

            Las cistas, de plantas circulares o elipsoidales, fueron construidas con la misma técnica que las viviendas, con paredes de piedras globulares, pero de menor tamaño que las usadas para los recintos, de formas homogéneas y dispuestas con regularidad, o piedras tipo lajas; en general el diámetro se cierra hacia la parte más superficial. La cubierta o techo, conservada sólo en algunos casos, estuvo formada por piedras tipo laja, y en unas pocas se registraron tirantes de madera. En algunos casos las cistas fueron señalizadas superficialmente mediante un círculo de piedras de mayor diámetro que el de la boca o el techo, o a mitad de altura de sus paredes se colocaron piedras sobresalientes a modo de peldaños (Baldini et al. 2007).
            El trabajo invertido en su construcción comprendió la preparación de un espacio subterráneo y su revestimiento con piedras logrando un ámbito vacío permanente, y la recurrente selección de materiales relativamente homogéneos para las paredes. Las piedras empleadas son, por su tipo y tamaño, accesibles en el espacio de asentamiento, los bloques globulares se encuentran en el pie de monte y los sectores adyacentes más bajos de la topografía, y las de tipo laja y mayor tamaño usadas en los techos, y en ciertos casos en la base de las paredes, proceden de afloramientos naturales del sector del sitio emplazado a mayor altura en el pie de monte. Este mismo material se usó también para la construcción de gran parte de las cistas emplazadas en las cercanías de esos afloramientos, cuyas paredes son de bloques de menor tamaño que los de las cubiertas y formas más o menos poliédricas.
            Dentro de esta caracterización general algunas cistas presentan una construcción algo más cuidadosa, por ejemplo en la selección del tipo y tamaño de piedras en las paredes de la cista 109, la única registrada al interior de una unidad de vivienda -que es también una de las contadas viviendas compuestas por varios recintos registrada hasta el presente-, una cista tiene forma cónica invertida, u otras son de plantas más irregulares o casi cuadradas, pero no resultan muy diferentes a las restantes.
            En síntesis, en el conjunto de cistas no se distinguen diferencias significativas en cuanto a la selección de los materiales usados y la calidad de la construcción, por lo que se puede estimar que el costo social de las tumbas mismas, es decir, el trabajo invertido en la selección y transporte de materiales, y en la construcción de la estructura, fue relativamente homogéneo y no da cuenta de inversiones de trabajo diferenciadas para los individuos o grupos de individuos depositados.
Figura 2.

(Figura 2). Tumbas de El Churcal. Abajo cistas 109 y 146.

Variabilidad en los contenidos de las cistas

            Una dimensión de los entierros que podría mostrar variabilidad es el tratamiento de los cuerpos. Los entierros de El Churcal manifiestan una práctica funeraria recurrente en el predominio de la disposición de los cuerpos en posición genuflexa, con la excepción un único caso en posición extendida (Raffino, 1984), en cuanto a la orientación del cráneo la información resulta limitada para analizar regularidades. Con relación a posibles indicios de prácticas rituales se destaca la ausencia de los cráneos de algunos individuos en las cistas 1,14, 120 y 144 (Cuadro 1).

Cuadro 1. Número de individuos y tratamiento del cuerpo.

            Los cuerpos brindan, además, información sobre la existencia de prácticas deformatorias del cráneo, de tipo tabular u oblicua, según evaluaciones realizadas durante las excavaciones (3) y registradas, al igual que la orientación del cráneo, en Raffino (1978).
            Con relación al resto de los contenidos, siguiendo iguales criterios que los que aplicamos al analizar el caso de La Paya, se agruparon las cistas en «chicas», de hasta 1,5m de diámetro y «grandes», las que superan esa medida, ya que sobre una muestra de 164 casos Ambrosetti, (1907) señala que su diámetro más frecuente es de aproximadamente 1,5m., tamaño que sólo sería superado en casos excepcionales, aunque se observó que un 25% de las cistas presentan diámetros de 2m o más (Baldini y Baffi, 2009).
            Se exploró si en El Churcal la diferencia de tamaño se corresponde con el número de individuos y el de los objetos del ajuar, ya que podría esperarse que el mayor tamaño de las tumbas se correlacione más o menos directamente con un mayor número de esqueletos, señalando una primera diferenciación dentro del conjunto. Como se observa en el Cuadro 2, las seis cistas grandes contenían entre dos y cinco cuerpos, cuando en las tumbas chicas se inhumaron desde 1 hasta 12 individuos, por lo que el tamaño de las cistas parece ser independiente del número de cuerpos depositados.

Cuadro 2. Tamaño de cista, Número de individuos y objeto (x: fragmentos cerámicos).

            Tampoco se observó una relación directa entre el tamaño de la cista y la cantidad de objetos depositados como ajuar, cuyo número oscila entre 2 y 7 en las tumbas grandes, en tanto que en dos cistas chicas superan ampliamente ese número, en un caso con 24 y en otro con 40 objetos.
            Algunos casos particulares son las cistas 6 y 111 en las que no se registró ningún tipo de hallazgo y las cistas 10 y 13 en las que el cuerpo sólo estaba acompañado por algunos fragmentos de cerámica (4). Estas ausencias podrían obedecer a que algunas de las cistas de El Churcal habían sido saqueadas con anterioridad a las investigaciones (Raffino, 1984), pero en tanto Ambrosetti (1907) registró cistas vacías en La Paya, queda abierto el interrogante sobre esos casos de El Churcal (Cuadro 2 y Gráficos 1, 2 y 3).

Gráfico 1. Tamaño de cista / Nº de individuos.

Gráfico 2. Tamaño de cista / Nº de objetos.

Gráfico 3. Tamaño de cista / Nº de individuos / Nº de objetos.

            Más allá del número de objetos de ajuar, es de interés evaluar si este es cualitativamente diferente. En este sentido, dado que la alfarería está presente en todas las cistas con ajuar y su inclusión requiere concluir el análisis de las categorías presentes y sus asociaciones sólo se contabiliza, a excepción del caso de la Cista 1 en la que se incluyó un vaso de estilo puneño, cuyo carácter no local es hasta el presente el único indicador cerámico de la interacción de la sociedad de El Churcal con poblaciones de otros ámbitos, y nos centramos en otros tipos de objetos o materiales.
            Al analizar el consumo social en las tumbas de adultos de La Paya desde el análisis de la proporción de metal incluido en los ajuares, un material cuya producción es compleja, y en el caso del NOA y el mundo andino en general tuvo un alto valor social (Lechtman, 1988; González, 1992, entre otros), se observó que en algunas de ellas se consumió una proporción notablemente mayor que en otras. Esto señalaría que el grupo que proporcionó los elementos del ajuar en el momento de los rituales de muerte, apartándolos así de los circuitos de uso y producción, podría haber contado con un mayor acceso a determinados bienes, algunos vinculados al prestigio, prescindiendo de ellos, al menos temporalmente, en sus prácticas productivas y sociales (Baldini y Baffi, 2009).
            En el caso de El Churcal no es posible considerar a los objetos metálicos ya que sólo una tumba (C101) contenía un instrumento de este material, un cincel posiblemente bronce (Raffino, 1984). Dado que el número de cistas es contrastante con el del sitio La Paya, 20 y 164 respectivamente, por el momento la baja representación de los útiles de metal puede considerarse debida al azar. Analizamos otras variedades de objetos y/o materias primas a fin de evaluar si hay elementos que den indicios para delinear hipótesis sobre la existencia, o no, de consumo diferencial en algunos entierros.
            En las cistas de El Churcal se conservó una importante muestra de objetos de materiales perecibles, entre ellos de madera, ya sean de uso cotidiano o en la producción, así como objetos que podrían vincularse con prácticas sociales de distinta índole, rituales por ejemplo.
            Los objetos de madera están presentes en ocho de las veinte tumbas, en las que es variable tanto la cantidad como el tipo de objetos. Asumiendo similares condiciones de conservación, en el conjunto sobresalen las cistas 14 y 144 por el número de objetos de madera, 22 y 16 respectivamente, cuando el resto incluye entre 1 y 4, diferencia que permanece al considerar todos los ítems depositados en cada tumba.
            En cuanto al tipo de ítems, los de la cista 144 son de uso en la producción (torteros, tarabita y cuchillón), a excepción de una caja, un instrumento de percusión cuya procedencia podría no ser totalmente firme, consta en el inventario de materiales de esta tumba, pero Raffino (1984:248) menciona que pertenece a una colección particular.
            La cista 14 se destaca también por la variedad de ítems de madera depositados, y aún más si se consideran todos los objetos del ajuar, que suman un total de 40. Además de los de madera se cuentan un núcleo, una punta fragmentada y algunas lascas de obsidiana, un fragmento de berilo, ocre, restos de calabazas pirograbadas y de cestería, una boquilla y una espátula de hueso, huesos de camélido, cascabeles de nuez, valvas de moluscos, y cinco vasijas, tres de alfarería santamariana, una de ellas un puco conteniendo los restos de un infante, una ordinaria y un puco negro pulido (Cuadro 3).

Cuadro 3. Contenido de las cistas con objetos de madera (8).

            Entre los objetos de esta cista a los que se puede atribuir un mayor costo social se cuentan la obsidiana y los cascabeles de nuez, materiales no disponibles localmente. Las nueces se encuentran en los bosques subandinos y la obsidiana, de localización puntual y restringida, en el ámbito puneño (Yacobaccio et al., 2002, 2004). En el caso de las obsidianas se ha observado un tratamiento diferencial con relación a otros recursos líticos (Sprovieri y Baldini, 2007). Tres muestras de obsidiana de El Churcal, dos de la superficie y la tercera del nivel de ocupación de un recinto (Baldini, 2008) proceden de las fuentes Ona y Salar de Hombre Muerto de Catamarca, respectivamente (5).
            En la información sobre los entierros en cista de El Churcal no hay datos sobre la relación de los cuerpos con los objetos de ajuar a partir de los cuales analizar si uno u otro cuerpo fueron provistos de mayor o diferente ajuar, o si tales objetos se colocaron de modos recurrentes o aleatorios. Por consiguiente, sólo es posible estimar la relación entre número de cuerpos y número de objetos tomados como bloques. Al considerar la cantidad de ítems de ajuar en todas las cistas, se observa que en la mayoría hay una relación entre menos de 1 y 3 objetos por cuerpo, incluyendo a la cista 144 con su numeroso ajuar, que contenía 12 individuos, de lo que resulta una relación ajuar/cuerpo de 1 a 2, relación que en la cista 14 asciende 5.
            Otras tumbas que presentan ciertas diferencias dentro del conjunto son la cista 137, una tumba individual donde se depositaron 6 objetos de ajuar, duplicando la relación cuerpos/objetos de las similares, y la cista la 110, donde de halló una tablilla con decoración antropomorfa (Figura 3). Este objeto, único en la muestra, es similar a las tabletas vinculadas al complejo alucinógeno presente en otros sitios de la región pero no presenta la concavidad propia de las mismas, puede ser considerado no utilitario, sino de uso otras prácticas sociales, así como la caja que podría pertenecer a la cista 144.

Figura 3. Anverso y reverso de la tablilla de la cista 110.

También se advierten diferencias con relación a la disposición y las condiciones de los cuerpos, y a la clase etaria de los individuos inhumados.
            En la cista 14 se registró el único caso de cuerpo dispuesto en posición extendida, una posición infrecuente en los entierros tardíos de la región, la ausencia de los cráneos de algunos cuerpos, y un entierro de infante dentro de un puco negro pulido.
            La falta de los cráneos de algunos individuos, y los entierros de infantes en pucos o urnas, que se repiten en las cistas 1, 120, 138 y 144 dan cuenta de prácticas sociales particulares y reiteradas. Los cuerpos enterrados sin cráneo se han registrado en distintos sitios de la región, pero por el momento los párvulos enterrados en vasijas junto a adultos sólo en El Churcal y La Paya (Baldini y Baffi, 2007b).
            Otra diferencia en el contenido de algunas cistas, es el hecho que no se inhumaron adultos sino subadultos infantiles. En un caso el cuerpo fue colocado como los adultos directamente sobre el piso acompañado de una vasija del tipo de las urnas santamarianas como ajuar; otra cista sin adultos contenía un entierro de infante en urna, cuando lo frecuente es que las urnas se dispusieran directamente en tierra. Este último caso constituye una de las modalidades de entierro registradas para los subadultos, que se da también en Kipón (Baldini y Baffi, 2007a).
            En síntesis, los casos tratados señalan, preliminarmente, que los ajuares del conjunto de cistas de El Churcal presentan diferencias cuantitativas y cualitativas en el costo social invertido en individuos o grupos de individuos durante los rituales de muerte. Se había planteado la existencia de indicios de diferenciación social en el conjunto de tumbas de El Churcal (Raffino et al., 1976; Raffino 1984), esta primera aproximación al análisis específico de las cistas y sus contenidos permite despejar algunas de las diferencias en el consumo social realizado durante los rituales vinculados con la muerte.

Discusión y Conclusiones

            En oportunidades anteriores se advirtió que en el conjunto de entierros tardíos a nivel regional los de niños o subadultos son los que presentan mayor variabilidad tanto en la modalidad de entierro como en su disposición espacial dentro del espacio del asentamiento (Baldini y Baffi, 2007b). En el caso de El Churcal, la mayoría se inhumó en urnas, principalmente de tipo santamariano y en algunos casos en grandes ollas con señales de uso previo en actividades cotidianas, dispuestas en espacios de circulación entre viviendas y en menor proporción dentro de recintos de habitación, pero también se los registró en otras localizaciones y contenedores, incluso en tipos de vasijas no empleadas en otros sitios de la región, pucos u otras piezas pequeñas, en un caso en un vaso libatorio y en otro en una ollita calceiforme tosca.
            El análisis de las cistas, por su parte, muestra que su distribución espacial es más homogénea, por el momento existe una única excepción respecto de la localización entre conjuntos de viviendas. Tampoco hay datos sobre inhumaciones de adultos que no sean en el interior de cistas.
            Se planteó una mirada de las tumbas como un producto de trabajo en el que a su vez se consume una parte de la producción social, y que en su variabilidad se manifestaría la existencia, o no, de disimetrías en el acceso a los recursos de los individuos o categorías sociales que en las prácticas funerarias desligan materias primas y/o productos de los circuitos de uso, circulación y producción.
            El análisis de las tumbas como productos de trabajo según su tipo de construcción, dimensiones y cualidad arquitectónica manifiesta homogeneidad en la inversión de trabajo social, aún cuando varía alguna característica en particular.
            No se percibe correlación entre el tamaño de las tumbas y el número de individuos inhumados o de objetos incluidos. Sin embargo, desde el análisis de los ajuares es posible distinguir que algunas tumbas incluyen una cantidad, un tipo de objetos, o una relación número de cuerpos / número de objetos que manifiesta cierta diferencia en la inversión socialmente realizada.
            Sobresale sin duda la cista 14, que acumula variaciones en distintas dimensiones, la cantidad y variedad de contenidos, un cuerpo con un modo de disposición infrecuente, indicadores de prácticas rituales especiales, la inclusión de un párvulo en puco junto a los cuerpos de adultos. Sin embargo esto no significa que se trate de la única cista con evidencias de heterogeneidad en el conjunto. Por el contrario, la presencia de materiales de estilo foráneo o de casos netamente minoritarios, como el de un único individuo con un ajuar más abundante que el resto, así como los indicadores de prácticas sociales particulares, señalan una variabilidad mayor. En este sentido, El Churcal presenta una situación similar a la registrada en La Paya, donde los contenidos son los que muestran las distinciones no manifiestas en las cualidades de las tumbas mismas.
            Con respecto a los cuerpos no se observaron mayores diferencias en su modo de disposición, registrándose como única excepción la mencionada para la cista 14, situación que se repite en otros sitios de la región, en La Paya y Kipón (Ambrosetti, 1907, Debenedetti, 1908) también se hallaron en muy baja proporción cuerpos extendidos cuando lo común es la posición genuflexa. Con relación a este aspecto de las prácticas funerarias la profundización de su estudio en El Churcal, con la articulación del estudio de los ajuares y el análisis bioarqueológico de los restos recuperados podrá contribuir a evaluar si se trata de individuos con identidades particulares o si esta característica obedece a otro tipo de factor.
            Otras facetas del tratamiento de los cuerpos manifiestan la posible vigencia de rituales especiales, como la ausencia de cráneos registrada en cuatro cistas.
            La revisión de los entierros de los sitios La Paya, Tero, Kipón y El Churcal, que suman casi 300 casos, evidencia que los de párvulos en urnas u otras vasijas al interior de las tumbas de adultos no son frecuentes y que hasta el momento sólo se los ha registrado en El Churcal y La Paya (Baldini y Baffi, 2007b). En tres de los cuatro casos de El Churcal (cistas 14, 120 y 144) se asocian a la ausencia de los cráneos de algunos individuos, que podría obedecer a prácticas rituales presentes en distintas regiones y épocas en el NOA. La información específica sobre las tumbas de El Churcal es insuficiente para avanzar en este aspecto, pero tal asociación sugiere que en la investigación de las sociedades calchaquíes tardías no debería descartarse la hipótesis que estos entierros de párvulos también se relacionen con prácticas sociales especiales.
            En síntesis, aunque la información sobre los entierros de El Churcal presenta ciertas limitaciones, esta aproximación preliminar manifiesta que seguir profundizando en la variabilidad de sus distintos contenidos, por ejemplo las asociaciones entre variedades alfareras y su distribución y, en especial, la posibilidad de incorporar resultados de análisis bioarqueológicos de restos discriminados por tumba, permitiría deslindar con mayor precisión el consumo diferencial de la producción social en los entierros por parte de grupos particulares al interior de las poblaciones, así como plantear hipótesis sobre de qué orden podrían ser tales grupos, a la vez que a esbozar algunas características de los rituales funerarios practicados por esta sociedad.

Notas

1) AA85656. cal AD 1418 – 1452 y 1397-1488 con uno y dos sigma ( McCormac et al. 2004).
2) Adoptamos los criterios usados por Bogin (1995) para grupos vivos, según los cuales infante se refiere a un niño de hasta tres años (Baldini y Baffi 2003).
3) Información que se espera complementar con el análisis de la muestra ósea que realiza la Dra. I. Baffi.
4) Cuando se registran varios fragmentos en el Cuadro 3 consideramos un N° Mínimo de 1 pieza.
5) Los análisis se realizaron por Fluorescencia de Rayos X en el University of Missouri Research Reactor (Sprovieri, 2010).

Agradecimientos

            A A.J.T. Jull, del NSF-Arizona AMS Laboratory (University of Arizona), por su colaboración para realizar los fechados radiocarbónicos.
            A R. Raffino por proporcionar información inédita sobre El Churcal.
            A las autoridades, instituciones y pobladores de Molinos, por su valioso y permanente apoyo.
            Las investigaciones se realizan con fondos de CONICET y la UNLP.

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