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Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy

versión On-line ISSN 1668-8104

Cuad. Fac. Humanid. Cienc. Soc., Univ. Nac. Jujuy  no.42 San Salvador de Jujuy dic. 2012

 

ARTÍCULO ORIGINAL

Somos lo que aprendemos, entonces ¿qué nos enseñaron? Un análisis de las prácticas discursivas y nuestra identidad

(We are what we learn, then what we taught? An analysis of discursive practices and our identity)

María Beatriz Quintana*

* ­ Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales - Universidad Nacional de Jujuy - Otero 262 - CP 4600 - San Salvador de Jujuy - Jujuy - Argentina. Correo Electrónico: mariabq@imagine.com.ar

RESUMEN

            Uno de los ejes que parece haber conformado la base de nuestras relaciones en el campo social y político son las cuestiones discursivas. En todos los ámbitos de la vida cotidiana, sea público o privado los discursos se han constituido en una práctica social indiscutible a la hora de analizar los procesos históricos de nuestra realidad local, nacional y regional.
            Los discursos constituyen un dispositivo de captura, que modela nuestra forma de ser y estar en el mundo. Por ello, se impone la necesidad de conocer y comprender aquellas prácticas discursivas que aprendimos o que nos enseñaron, porque ellas modelan y “controlan” nuestras conductas, nuestras opiniones, nuestras formas de relacionarnos con el Otro y formas de participar en la vida social y política de nuestros pueblos.
            El objetivo es analizar los mecanismos de las prácticas discursivas en la construcción de nuestra identidad latinoamericana, teniendo como base el proceso metodológico de algunos proyectos latinoamericanos, que proponen una mirada sobre las relaciones entre la historia de las ideas y las emergencias locales en términos sociales y políticos. La relación modernidad/colonialidad constituye uno de los discursos hegemónicos que intentan deconstruir las teorías poscoloniales y los estudios subalternos.
            Muchos son los autores que han trabajado sobre una forma diferente de hacer y estudiar nuestra historia, de hacer nuestra filosofía, el trabajo intelectual incluye sugerencias procedimentales en torno a las periodizaciones, las distintas formas de entender el concepto de ideología, la necesidad de ampliar el estatus epistemológico de la metodología de la historia de las ideas con el fin de tratar las relaciones entre la experiencia de la alteridad y la historiografía. Esta historia, recupera fundamentalmente la importancia del sujeto colectivo de las ideas, es por ello que el mayor desarrollo se ha dado en los campos político y social.

Palabras Clave: Historia de las ideas; Identidad; Prácticas Discursivas; Sujeto Colectivo.

ABSTRACT

            One of the themes that seems to have formed the basis of our relations in the social and political field are discursive issues. In all areas of everyday life, to be private or public speeches have become a social practice undisputed when analyzing the historical processes of our local, national and regional realities. Speeches are a capture device, which shapes our way of being and being in the world. Therefore imposes the need to know and understand those discursive practices we learned or taught us, because they shape and “control” our behavior, our opinions, our ways we relate with each other and ways to participate in social and political life of our peoples. The objective is to analyse the mechanisms of discursive practices in the construction of our Latin American identity, taking as a basis the methodology of some Latin American projects, suggested a look at the history of ideas-local emergencies in terms of social and political relations.
            The modernity/coloniality relationship constitutes one hegemonic speeches that try to deconstruct the theories postcolonial and subaltern studies.
            Many are the authors who have worked on a different form of make and study our history to our philosophy, intellectual work includes procedural suggestions about the April, ways to understand the concept of ideology, the need to extend the epistemological status of the methodology of the history of ideas in order to address the relationship between the experience of otherness and historiography. This story is that further development has taken place in the political and social fields, primarily recovers the importance of the collective subject of ideas.

Key Words: History of Ideas; Identity; Discursive Practices; Collective Subject.

INTRODUCCIÓN

            Sin entrar por ahora en detalles históricos puntuales, uno de los ejes que parece haber conformado la base de nuestras relaciones en el campo social (Bourdieu, 1979) y político son las cuestiones discursivas. En todos los ámbitos de la vida cotidiana, sea público o privado los discursos se han constituido en una práctica social indiscutible a la hora de analizar y comprender los procesos históricos de nuestra realidad local, nacional y regional.
            Las prácticas discursivas constituyen lugares, reglas y condiciones materiales en las que los hombres elaboramos los enunciados que configuran los objetos sobre los que hablamos: “el sujeto no es causa y origen del enunciado ni del discurso, sino que está inscripto en un sistema de reglas, relaciones y diferenciaciones donde determinados enunciados son posibles de ser dichos” (1)
            Los discursos conforman un dispositivo de captura (Foucault, 1973), que modela nuestra forma de ser y estar en el mundo. La riqueza de nuestra pluralidad radica en la convergencia de múltiples formas de aprender la historia, la ciencia, las tradiciones y las costumbres. Por ello, se impone la necesidad de conocer y comprender aquellas prácticas discursivas que aprendimos y nos enseñaron porque ellas modelan y “controlan” nuestras conductas, nuestras opiniones, nuestras formas de relacionarnos con lo otro, formas de participar en la vida social y política de nuestros pueblos.
            El objetivo es analizar los mecanismos de las prácticas discursivas en la construcción de nuestra identidad latinoamericana, teniendo como base el proceso de algunos proyectos latinoamericanos (2) que proponen una mirada sobre las relaciones entre la historia de las ideas y las emergencias locales en términos sociales y políticos.
            Esta historia recupera fundamentalmente la importancia del sujeto colectivo, es por ello que el mayor desarrollo se ha dado en los campos político, social y educativo donde el interés está centrado en los modos de contextualizar, en los procesos de constitución y consolidación de los Estados, en elementos culturales previos y posteriores a la conquista, en los emergentes sociales y las formas de participación ciudadana.
           
DESARROLLO

LOS DISCURSOS EN NUESTRA HISTORIA

            En primera instancia, creo necesario despejar a los sujetos personales y comprender sus posiciones, entendiendo por posicionamiento al estilo de P. Smith (Smith,1988) (3) que introduce el concepto de posicionamiento mediante la distinción entre “una persona” como agente individual y “el sujeto”. Con la segunda expresión se refiere a “la serie o conglomerado de posiciones, posiciones de sujeto, provisionales y no necesariamente indesarmables, en que una persona es momentáneamente puesta por los discursos y el mundo donde habita”. Al hablar y actuar desde una posición, traemos al contexto particular nuestra historia como seres subjetivos; esa historia es la de alguien que ha estado ya en posiciones múltiples y ha participado en diferentes formas de discurso. Pero, la autorreflexión debería mostrarnos claramente que tal ser no se encuentra inevitablemente atrapado en la posición de sujeto de la narrativa particular y de las prácticas discursivas en general. ¿Para qué? para analizar los sentidos que le dan los discursos a las condiciones materiales y simbólicas de un momento histórico determinado pero, sobre la base de una tradición historiográfica “alternativa”, que dé cuenta de cómo las ideas políticas, sociales y filosóficas han ido construyendo una forma de ser y estar en Nuestramérica. Lo social y lo político son espacios donde confluyen las actividades que los hombres realizamos en todos los planos que conforman el campo. Es justo aquí donde los individuos, los grupos, los movimientos, la sociedad civil, los partidos políticos y las instituciones del Estado convergen, para resolver las demandas y concertar las normas que regirán el sistema de gobierno. Lo filosófico aparece como un intento por responder aquellas preguntas primeras ¿quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Cuál es nuestro mundo? Reflexionar sobre nuestra realidad para comprenderla, despejando los supuestos y principios que hemos cosechado a los largo de nuestra historia.
            La historia de las ideas se cruza indefectiblemente con la filosofía Latinoamericana porque recupera el esfuerzo por reflexionar desde las necesidades, fundamentalmente sociales y políticas de esta región geo-cultural en el marco de un proyecto más amplio. Una historia y una filosofía “situada” desde nuestras vivencias. En este sentido, la filosofía política entendida como estudio de las condiciones de posibilidad de un espacio político, no puede dejar de lado la cuestión de la diversidad de ideas políticas compatibles con su existencia, ni tampoco con la heterogeneidad de las condiciones sociales. La pluralidad entonces no es atomización ni unidad ideológica, es garantía de un vínculo entre las partes de un conjunto, un diálogo acerca del mundo que nos es común y al qué, siguiendo a Hanna Arendt sólo amando lo transformo en habitable y amable.
            Muchos son los autores que han trabajado sobre una forma diferente de hacer y estudiar nuestra historia, de hacer nuestra filosofía, el trabajo intelectual de los mismos incluye sugerencias procedimentales en torno a las periodizaciones, las distintas formas de entender el concepto de ideología, la necesidad de ampliar el estatus epistemológico de la historia de las ideas y las relaciones entre la experiencia de la alteridad y los procesos históricos.
            Todo ello sin olvidar la “carga” teórica, epistemológica y hasta religiosa de quiénes a través de los siglos nos “colonizaron” desde otras costumbres, otras tradiciones, otras cosmovisiones, otras formas de organización; pero que se han transformado en partes de nuestra identidad, esa otredad nos ha configurado como “nosotros”.
            Entonces, la pregunta surge ¿Cuáles han sido los discursos que construyeron nuestra historia? ¿Hasta dónde somos nosotros o los otros?
            En este sentido, es innegable que lo político implica una naturaleza de vinculación social, los hombres pertenecemos a dicho ámbito con nuestras múltiples actividades. Y aunque las acciones de los individuos estén objetivamente regidas por las reglas del campo social, no en todos los campos ni para todos los participantes este carácter es consciente, la orientación dada por una forma de ver el mundo impone sin embargo una estrategia ajustada a las condiciones objetivas. La sociedad genera antagonismos entre los sectores que la componen, la política es producto y consecuencia de esa oposición, que no es excluyente sino plural. Esto significa que mientras haya vida de relación, en el terreno que sea, la política no está ausente como mecanismo de regulación de conflictos entre clases, sectores y personas.
            Los presupuestos dictados por el estado del campo político y social se imponen a los actores más reflexivos y conscientes, de manera similar a los órdenes discursivos postulados por Foucault, que entiende el espacio como relaciones donde las partes pugnan por hacer prevalecer sus intereses, pugna que nunca es equitativa ni pareja en un equilibrio absoluto. Y es justamente la diferencia que existe en esas relaciones de fuerzas acumuladas lo que constituye el poder. Afirma Foucault “por poder hay que comprender primero la multiplicidad de relaciones de fuerza inmanentes y propias del dominio en que se ejercen, y que son constitutivas de su organización” (4) es decir, que no se trata de una forma de sujeción institucional determinada, ni un sistema general de dominación ejercida solo por un elemento; entonces, es apropiado hablar de “relaciones de poder”.
            En este sentido, si bien son numerosos los discursos que han atravesado nuestra historia en Latinoamérica, son dos los que vienen rivalizando con mayor fuerza en los últimos siglos, en virtud de la influencia que han tenido y tienen en la construcción de nuestras identidades, y que se presentan como dispositivos totalizadores de muy difícil deconstrucción.
            Por un lado, el discurso colonizador/moderno de carácter eurocéntrico y su pretensión (falsa) de universalidad. Por otro lado, el discurso pos-colonial como elemento de resistencia frente a la fuerza hegemónica del primero.
            Ya dijimos que los discursos dan sentido a las condiciones materiales de un momento histórico determinado, pero a este sustantivo lo adjetivamos y entonces se hace necesario revisar las significaciones de dicha adjetivación en términos de colonial y poscolonial.
           
EL DISCURSO COLONIAL

            Aunque el objetivo del trabajo no es desarrollar el trayecto histórico de la discusión Colonialismo - Poscolonialismo se impone la necesidad de al menos hacer una presentación de ambos discursos en sus aspectos teóricos, metodológicos y de las principales discusiones que se generaron en torno a los mismos. Discusiones iniciadas con cierta sistematicidad a fines del siglo XX cuando un grupo de intelectuales comienza a difundir sus ideas bajo el título de Estudios Subalternos Latinoamericanos.
            Cuando hablamos de discurso colonial ¿de qué hablamos? Vienen a la memoria los siglos XIV y XV cuando en Europa comienza a desarrollarse la actividad mercantil buscando nuevas rutas comerciales, navegantes españoles y portugueses, más tarde se suman a esta “empresa” holandeses, franceses e ingleses que van desembarcando en África, India y América, formándose de esta manera los grandes imperios coloniales de la modernidad. Una de las consecuencias fue el gran desarrollo capitalista a partir de la acumulación de capitales y fortunas por parte de la burguesía, instalada en los pueblos colonizadores con el correspondiente empobrecimiento de las regiones explotadas. Es importante tener en cuenta que la dominación de unos pueblos sobre otros puede ser militar, política, económica, cultural o étnica; pero también sabemos que aún con independencia jurídica, un pueblo o una región pueden seguir bajo formas de dominación imperialistas a través de prácticas discursivas epistémicas y culturales que han ido “capturando” nuestras formas de ser y estar.
            La diferencia entre colonialismo e imperialismo es relativa a las etapas y objetivos planteados por cada uno; mientras el colonialismo alude a las primeras fases de la expansión europea, cuyo objetivo fue la explotación económica, la imposición de estructuras organizacionales y formas de vida promoviendo la subordinación de los pueblos autóctonos; el imperialismo tiene fuertes connotaciones nacionalistas, su objetivo no es tanto la transformación cultural sino el control económico, político y militar. Estos discursos suponen al colonizado como pasivo, carente de voz propia y sin posibilidad de controlar su representación. El imperialismo persiste en una especie de esfera general cultural, así como en prácticas sociales específicas, ideológicas, políticas y económicas. Ni el imperialismo ni el colonialismo son simples actuaciones de acumulación y adquisición, ambos se encuentran apoyados por formaciones ideológicas que incluyen la convicción de que ciertos territorios y pueblos necesitan y “ruegan” ser dominados. Un ejemplo interesante, y muy relacionado con los discursos, es la sustitución por parte de los colonizadores de la Leyenda Negra (1914) por la Leyenda Rosa, donde las estrategias discursivas “justifican” el proceso de conquista: La Leyenda Negra (5) de la Inquisición Española es un término utilizado por aquellos autores que creen en la existencia de la Inquisición española como epítome del terror y la barbarie humana. La leyenda negra crea en Europa una imagen de España que ennegrecía el carácter de los españoles y sus dirigentes hasta el punto de que España se convirtió en el símbolo de todas las fuerzas de represión, brutalidad, intolerancia religiosa y política, atraso intelectual y artístico. A este proceso se lo llama Leyenda Negra en la historiografía española. Al respecto afirma Julián Marías (J Marias. 1985) (6) “La Leyenda Negra consiste en que, partiendo de un punto concreto, que podemos suponer cierto, se extiende la condenación y descalificación de todo el país a lo largo de toda su historia, incluida la futura. En eso consiste la peculiaridad original de la Leyenda Negra. En el caso de España, se inicia a comienzos del siglo XVI, se hace más densa en el siglo XVII, rebrota con nuevo ímpetu en el XVIII -será menester preguntarse por qué- y reverdece con cualquier pretexto, sin prescribir jamás”.
            Respecto a la Leyenda Rosa (7) -contracara de la negra - ha sido el fundamento de la versión oficial del llamado descubrimiento y conquista de América, se impuso ante las continuas acusaciones que recibían desde el exterior adoptando una posición defensiva; presentando a los conquistadores como protagonistas de grandes hazañas altruistas, cristianizando a los pueblos bárbaros con el propósito de integrarlos a la civilización. Una explicación de la ocupación de los territorios americanos que ignora la resistencia sostenida por los pueblos indígenas a través de los siglos.
            La leyenda rosa española en los siglos XVI y XVII se proyectó en dos grandes direcciones: la encendida defensa de la cultura hispánica y la aprobación de la actualidad política española justificando el Imperio y, en íntima conexión, alabando los caracteres hispánicos. La leyenda rosa ha tenido diferentes variantes con el correr de los años, pero todas han favorecido la supervivencia del discurso histórico difundido por las potencias colonialistas europeas, que llegaron a controlar buena parte del planeta en el siglo XIX, y porque no del XX.
            Este y otros discursos en el campo histórico, social, educativo y político han cooptado nuestras formas de subjetivación “moldeando” la homogeneidad de ser, se presentan como facilitadoras de la construcción de una identidad regional y/o nacional con elementos estructurales que configuraron un nosotros colectivo con pautas culturales, religiosas, modos de vida y concepciones de mundo con marcos de nacionalización, idioma, ciudadanía desde una matriz civilizatoria que se presenta como salvífica y paternalista. Matriz que parece crear la ilusión (engaño) de inclusiva en relación a la organización de los estados nacionales; pero que con distintos dispositivos simbólicos organiza la subalternización y el disciplinamiento de los otros colonizados.
            ¿Cómo contrarrestar tal dominación si nosotros mismos estamos atravesados por este proyecto? ¿Cómo elaborar una crítica desde una racionalidad que no implique necesariamente la del modelo dominador, cuando en nosotros mismos conviven el colonizador y el colonizado?

EL DISCURSO POSCOLONIZADOR

            ¿Será este discurso una propuesta alternativa? El término pos o postcolonial entra en el discurso crítico de su significado actual hacia finales de 1970 y principios de 1980, pero la práctica y la teoría de la resistencia poscolonial se remontan mas allá, en los orígenes del colonialismo mismo.
            Son numerosos los grupos de trabajo dedicados al tema según las formas de colonización de los últimos seis siglos, que se corresponden con numerosos pensadores de las distintas expresiones culturales, filosóficas y literarias: se trata de un conjunto de teorías que trabajan con el legado de la colonización británica, francesa, española, portuguesa y norteamericana. Las pautas centrales de estas teorías fueron definidas por el palestinense Edward Said, quien en su libro Orientalism (1978) inició una genealogía de los saberes europeos sobre el “Otro”, mostrando los vínculos entre ciencias humanas e imperialismo. Este camino fue seguido rápidamente por académicos indios (Gayatri Spivak, Hommi Bhabha, Ranahid Guha), y norteamericanos (Rolena Adorno y Patricia Seed. Al respecto Patricia Seed plantea el estudio y la sistematización de dichos discursos desde un movimiento interdisciplinario, en virtud de algunas necesidades relacionadas con las críticas al colonialismo. A ello se suma, la multiplicidad semántica del lenguaje que nos enfrenta con las variadas interpretaciones posibles de los mismos y sus implicancias políticas y éticas.
            Estas dimensiones explican la variedad disciplinar en uno de los grupos más activos de pensamiento crítico en el siglo XXI, con importantes aportes al poscolonialismo latinoamericano: el Grupo Modernidad /Colonialidad, conformado a fines de la década del noventa por pensadores como Aníbal Quijano, Egardo Lander, Ramón Grosfoguel y Agustín Lao-Montes (sociólogos), Walter D. Mignolo, Zulma Palermo (semiólogos), Catherine Walsh (pedagoga), Arturo Escobar, Fernando Coronil (antropólogos), Javier Sanjines (crítico literario) y Nelson Maldonado-Torres, María Lugones, Enrique Dussel y Santiago Castro - Gómez (filósofos). Cada uno de ellos se sumó al grupo a través de numerosas reuniones académicas y científicas llevadas a cabo distintas universidades, proyectos académicos y políticos tales como los movimientos indígenas en Bolivia y Ecuador, en el Foro Social Mundial, la relación con chicanos en proyectos culturales y políticos y el apoyo explícito al Doctorado en Estudios Culturales de la Universidad Andina Simón Bolívar de Quito.
            Si bien hacia dentro del grupo se generaron varias líneas teóricas, lo importante del mismo es el desarrollo discursivo a partir de la generación de un vocabulario muy particular, que comienza a circular no solo en el mundo académico sino también en organizaciones sociales y políticas como una herramienta más para contrarrestar las practicas discursivas de los proyectos colonizadores. Estos nuevos términos abrevan de fuentes intelectuales críticas al modelo hegemonizador tales como la teología y filosofía de la liberación, teorías de la dependencia, filosofía latinoamericana, estudios culturales, pedagogía liberadora, entre otros.
            Su idea central de que la colonialidad no es un estado de cosas que se opone a la modernidad y le precede, sino que forma parte integral de los mismos procesos de modernización, nos ubica en una posición no antagónica sino de necesaria revisión de cómo dichos procesos conforman la colonialidad como dispositivo de captura, que puesto en término de práctica discursiva supone el lugar donde tenemos la posibilidad de formar o deformar los objetos accesibles al pensamiento, (Foucault, 1977) “no se trata de neutralizar el discurso, lo que se quiere es dejar de lado las cosas. Des-realizarlas. Sustituir el tesoro enigmático de las cosas, previo al discurso. Definir estos objetos refiriéndolos al conjunto de reglas que permiten formarlos como objetos de un discurso, no al análisis lingüístico de la significación, relaciones que caracterizan una práctica discursiva, no tratar los discursos como conjuntos de signos (de elementos significantes que remiten a representaciones o contenidos) sino como prácticas que forman sistemáticamente los objetos de que hablan” (8). Ello nos recuerda que la producción de los discursos está controlada, seleccionada y distribuida por numerosos procedimientos que tienen como objetivo final dominar el acontecimiento, pero estas formas de epistemología cambian, se modifican.
            En este sentido, el Grupo Modernidad/Colonialidad desnuda al menos tres aéreas donde las herencias coloniales se hacen fuerte y se complementan: el racismo que se traduce como Colonialidad del poder, el eurocentrismo epistémico como Colonialidad del saber y la occidentalización de los estilos de vida como Colonialidad del ser. Dimensiones que han sido ampliamente trabajadas en artículos y libros de los autores latinoamericanos.
            Cada una de estas formas de colonización está presente en distintas manifestaciones de cómo aprendemos y cómo nos enseñan, configurando nuestras formas de ser y estar como individuos y sujetos colectivos.
            ¿Cómo se manifiestan estas formas de colonización? La colonialidad del poder se hace presente en la aspiración de imitar siempre modelos europeos en todas las áreas de la vida, creando la ilusión de que se accede al mismo sólo en la medida en que se establece una semejanza con lo que ocurre en Europa y los Estados Unidos, al nivel de instituciones, de costumbres, de pensamiento, de educación y del arte. Respecto al saber, el modelo de la Ilustración que sostiene la racionalidad técnico-científica, se presenta como el único modelo válido para la producción de conocimientos “científicos”, invalidando formas tradicionales y ancestrales, vistas como pre-científicas en la medida que no se ajustan a las reglas universales del discurso ilustrado y fueron despreciadas por los mismos colonizados en pos de alcanzar reconocimiento social.
            Ejemplo que nos muestra lo afirmado es Dussel (9) cuando se refiere al mito del eurocentrismo, “todo conocimiento tenido por “válido” es generado primero en los centros de poder del sistema-mundo para luego, desde allí, ser distribuido desigualmente hacia las periferias, que se limitan a ser receptoras pero nunca productoras de ese conocimiento. Se trata de una estructura de pensamiento muy ligada a la academia latinoamericana y a las instituciones en las que se producen conocimientos, incluyendo también al Estado”. Por su lado W. Mignolo agrega a este proceso la influencia dos lenguas hegemónicas: el inglés y el francés.
            Bajo la lógica de la colonialidad del ser que explicita Maldonado -Torres, se cierra el círculo de dominación, porque refiere nada más ni nada menos a la categoría de “ser”, propiedad europea que ubica a los colonizados en la condena permanente a un no-ser sin tierra, sin pensar en la eliminación de estos sujetos sujetados, sino en formas de producción que al atravesar las subjetividades se constituyan en títeres de la producción capitalista e imperialista, hilos invisibles que van entretejiendo las condiciones materiales e inmateriales para reproducir el modelo.
           
CONCLUSION

            Analizar los mecanismos de las prácticas discursivas como formas activas de producción de realidades sociales y psicológicas, en la construcción de nuestras identidades latinoamericanas, nos invita a re -pensar nuestros propios proyectos latinoamericanos para poder desentrañar aquellas categorías heredadas, difícil de aniquilar pero con las posibilidades de re-significar sus estructuras semánticas.
            Los ejemplos analizados en el presente trabajo para nada cierran la problemática de lo latinoamericano y sus identidades: muchos proyectos y centros académicos siguen trabajando en el mismo sentido pero considerando otros aspectos que hacen a la misma temática que no voy a desarrollar, pero me parece interesante al menos mencionarlos: La Sociedad Latinoamericana de Estudios sobre América Latina (SOLAR); La Federación Internacional de Estudios sobre América Latina y el Caribe (FIEALC); CLACSO, FLACSO; Asociación de Historiadores de Latinoamérica y el Caribe (ADHILAC), Corredor de las Ideas y otros tantos.
            Todos ellos han comprendido de algún modo cómo las prácticas discursivas han atravesado nuestras identidades. Pues la fuerza constitutiva de los discursos radica en su proceso público multifacético a partir del cual obtenemos significados progresiva y dinámicamente; lo cual hace más difícil sustraernos. Su narrativa describe en sus argumentos formas de vida, los personajes y puntos de vista que se describen abren posibilidades de interpretación, pero la misma se constituye en horizontes de comprensión que en nuestro caso se han construidos sobre la base epistémica de un proyecto moderno colonizador. Desentrañar las categorías analíticas producto de la racionalidad técnica instrumental en nuestras formas de ser es una tarea que ya no está pendiente, por el contrario es esperanzador leer y escuchar a tantos intelectuales hoy que iniciaron el camino de decolonización epistémica y social promoviendo líneas teóricas que nos acerquen a formas más genuinas de ser y estar.

NOTAS

1) Foucault M las modalidades enunciativas En Arqueología del saber. Ed Siglo XXI 1977.
2) Se trata de un proyecto de investigación internacional, sobre la condición humana en el pensamiento latinoamericano. Se desarrolla siguiendo una perspectiva de la reflexión antropológico-filosófica sobre una muestra representativa de los más destacados integrantes de la intelectualidad latinoamericana del siglo XX. Fue presentado en el II Congreso Internacional Extraordinario de Filosofía “El proyecto humano y su futuro: alternativas”. ”. Comité Académico: Arturo Roig (Argentina-Presidente), Pablo Guadarrama González (Coordinador General - Cuba). Ver: 2003 Coordinador General Pablo Guadarrama González. El pensamiento latinoamericano del siglo XX ante la condición humana. Versión digital iniciada en febrero de 2003, a cargo de José Luis Gómez Martínez.
3) Paul Smith profesor de Estudios Culturales que trabaja sobre la relación del sujeto en el discurso crítico y político en “iscernir el Sujeto”. (EEUU) retomado por: DAVIES B.y ROM H. Posicionamiento: la producción discursiva de la Identidad. Trad. César Puebla Cisneros. 1990. En: Athenea Digital - Num 12 pp242-259 Materiales - 2007.
4) Foucault M (1983) El discurso del poder. Presentación y selección de Oscar Terán. Edit. Folios, pág 74.
5) Julián Juderías y Loyot: se le atribuye la paternidad del término con la publicación de su libro La leyenda Negra. Historiador, sociólogo y crítico literario madrileño (XIX-XX) Intérprete del ministerio estado español.
6) Marías J, España Inteligible p.202; op.cit. Molina Martínez, p.25.
7) García Cárcel (XX) historiador y ensayista español La imagen de España, con sus estudios acerca de la Leyenda Negra.
8) Foucault, 1977 Op cit. p 78/81.
9) Dussell E. (2000) Europa, modernidad y eurocentrismo. En: LANDER (200) La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. CLACSO. Bs.As.

BIBLIOGRAFIA

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