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Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy

versão On-line ISSN 1668-8104

Cuad. Fac. Humanid. Cienc. Soc., Univ. Nac. Jujuy  no.43 San Salvador de Jujuy jun. 2013

 

ARTÍCULO ORIGINAL

Capital social y redes sociales en la ciudad de La Rioja

(Social capital and social networks in La Rioja city)

Silvia Rita Ferraris* - Laura Lorena Leguizamón**

* ­ Universidad Nacional de La Rioja - Chibchas 2278 - B° Juan Facundo Quiroga - CP 5300 - La Rioja - Argentina. Correo Electrónico: silrifer@gmail.com
** CONICET - Universidad Nacional de La Rioja - Universidad Nacional de Quilmes.

RESUMEN

            La presente investigación tuvo lugar en barrios vulnerables de la ciudad de La Rioja (Argentina), su principal objetivo fue describir las estrategias de supervivencia que utilizan las mujeres de estos barrios a fin de hacer manifiesto su importante rol como generadoras de capital social.
            Para ello se aplicó el instrumento encuesta en tres barrios de la zona este de la ciudad de La Rioja, se tomó una muestra de 60 mujeres seleccionadas de modo intencional, por accesibilidad.
            Se obtuvo un resultado ambiguo: por un lado se confirmó que las mujeres son las principales usuarias del capital social relacional y se preocupan porque no se extinga, por otro lado dentro de las redes donde se mueven su rol no es valorado más que como secundario o complementario.
            Las mujeres de estos sectores comprenden la noción de que el trabajo en el ámbito privado debe realizarse de modo cooperativo, sin embargo en la organización diaria se hacen visibles las desigualdades.
            Pese a que son ellas las principales encargadas de tender puentes entre los miembros de su hogar, grupos comunitarios e instituciones, se consideran a sí mismas subordinadas a la autoridad de sus parejas.
            Las nociones capital social y red social, son complementarias o diferentes. El capital social es un bien individual o se genera en grupo. Estos son los interrogantes que constituyen la base de la discusión teórica presentada mediante esta investigación.

Palabras Clave: Capital Social; Género; Ciudad de La Rioja; Redes Sociales.

ABSTRACT

            This research took place in vulnerable neighborhoods of La Rioja city (Argentina), its main objective was to describe the survival strategies used by women in these neighborhoods in order to make manifest his important role as generators of social capital.
            This survey instrument was applied in three neighborhoods in the east side of La Rioja city, took a sample of 60 women selected intentional, for accessibility.
            An ambiguous result was obtained: on the one side it was confirmed that women are the primary users of relational capital and worry that is not extinguished, on the other side, in the networks, which move their role is not valued more than as secondary or complementary.
            The women in these sectors include the notion that work in the home should be done cooperatively, but in the daily organization inequalities are made visible.
            Although they are the ones primarily responsible for building bridges between household members, community groups and institutions, themselves are considered subordinate to the authority of their partners.
            The concepts social capital and social networks are complementary or different. Social capital is an individual resource or group generated. These are the questions that form the basis of theoretical discussion presented by this research.

Key Words: Social Capital; Gender; La Rioja city; Social Networks.

INTRODUCCIÓN

            Desde tiempos inmemoriales los seres humanos tienden a agruparse para lograr una común subsistencia. La modernidad trajo consigo valores muy distintos de corte individualista, cada quien velaba por su interés, a pesar de ello los problemas sociales afectaron no a un individuo sino a un grupo de personas, quienes en la búsqueda de una solución renovaron su interés por el trabajo mancomunado.
            La crisis social y económica de 2001 en pleno auge neoliberal demostró que existen formas cooperativas posibles. En tiempos donde acumular capital parecía ser el objetivo principal las personas recurrieron a organizarse para resolver problemas comunes. Así surgieron diversas organizaciones de la sociedad civil, las políticas sociales se replantearon su misión y las ciencias sociales debieron revisar los conceptos de modo que se pudiera explicar el fenómeno emergente.
            La discusión se orientó a planteos con abordaje reticular, se trabajó la noción de redes sociales así como la de capital social como alternativas viables para la obtención de recursos que de modo individual no podrían conseguirse. Se destacaron como referentes comunes Bourdieu, Putnam, Coleman, Requena Santos, Burt por nombrar solo algunos. Fue abriéndose camino a nuevas posibilidades teóricas, la perspectiva de redes sociales en particular se fue complejizando con la incorporación de aportes de disciplinas diversas como la matemática y su propuesta en torno a los grafos, la economía social profundizaba el debate sobre los alcances del capital social y sus posibilidades de uso y la sociología tomaba posición estudiando ambos conceptos.
            Aunque es escaso el material que en español se dispone, acerca de metodología de implementación del enfoque de red social, muchos son los autores que se animaron a abordar tal planteo. Los autores suelen coincidir en situar el origen de la noción de rede social hacia las décadas de 1930-1940, pese a que hay quienes creen encontrar rasgos característicos de esta teoría en Durkheim, Marx o Simmel. En nuestro país el creciente interés por este fenómeno se hace evidente a fines del siglo XX dando lugar a una proliferación de trabajos académicos.
            La teoría de redes tal como la conocemos en la actualidad recibe aportes de diferentes disciplinas, la voz autorizada del sociólogo español Carlos Lozares (1) menciona -hacia 1996- que en la base del concepto de red social se encuentran corrientes disímiles como la: antropológica (Max Gluckman: escuela de Manchester), psicológica-sociológica (Kurt Lewin: Gestalt Theory; Moreno: sociometría, Scott: grupos dinámicos de Heider); también matemática (Cartwright y Zander, Harary y Norman entre otros: teoría de grafos).
            En la actualidad se puede encontrar análisis que emplean elementos matemáticos para estudiar la estructura reticular, una crítica frecuente que reciben es por su carácter meramente descriptivo, pese a los considerables intentos de asociar lo cuantificable con lo cualificable resulta difícil lograr óptimos resultados, esta dificultad no solo se desprende de la complejidad evidente: estudiar relaciones sociales, sino que además tiene que ver con un diálogo entre teoría y empiria que no debe omitirse, tradicionalmente los enfoques matemáticos no se caracterizaban por prever tal relación, en el presente es posible concebir esta idea aunque su aplicación es, como ya dijimos, por demás compleja.
            En cuanto a capital social, numerosos son los autores que estudiaron el origen y desarrollo del concepto de capital social, nos interesa poner de relieve para el caso de Argentina, los aportes realizados por Susana Hintze y Alicia Gutiérrez quienes a partir de reflexionar la noción de capital social brindan herramientas analíticas basadas principalmente en la obra de Pierre Bourdieu.
            Se presentan diferentes perspectivas en torno al concepto de capital social: unos centrados en el concepto y sus acepciones –Coleman- (2), otros en las funciones de los ciudadanos enmarcados en instituciones de la sociedad civil –Putnam- (3), y aquellos que desarrollan la noción de capital social a partir de la teoría de redes -Nan Lin- (4).
            Tanto Putnam como Coleman son considerados por todos los estudios de capital social como los principales precursores, ellos aportaron a pensar las problemáticas sociales desde una visión comunitaria-sinérgica. Susana Hintze (2004) aborda la utilidad de la aplicación del concepto para entender contextos de exclusión y de pobreza, a partir de la noción de estrategias de supervivencia describe cómo los sectores más desfavorecidos despliegan su creatividad a fin de revertir sus dificultades. Además destaca como el concepto más acabado de capital social aquel que elaborara Pierre Bourdieu hacia 1980, quien describe al capital social como el: conjunto de recursos actuales o potenciales que están ligados a la posesión de una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de interconocimiento y de inter-reconocimiento (5).
            Para introducirnos en el debate queremos dejar establecido que no hay una única manera de abordar al ser humano y que sea lo más abarcativa posible. La dinámica social es tan compleja de extrapolar como complejos son los actores sociales. No consideramos que la forma seleccionada para llevar adelante la investigación que aquí se presentan sea la mejor ni mucho menos la única, sí consideramos necesario que los debates teóricos deben contrastarse con mediciones en terreno de las que puedan emerger propuestas de trabajo a partir de la experiencia relatada por los propios protagonistas.
            Finalmente, diremos que este es solo un punto de vista acerca de la problemática social, que el estudio de la estructura social y su dinámica debe ser siempre enriquecido por la multidisciplinariedad.

Objetivos
            En este contexto nos propusimos: - Analizar la participación de la mujer en contextos de vulnerabilidad, específicamente referido a la puesta en práctica de estrategias de supervivencia. - Identificar las variables que las mujeres consideran a la hora de escoger una estrategia de supervivencia por sobre otra. - Enmarcar las estrategias en las nociones de capital social y redes sociales a fin de poder describir las particularidades emergentes.

MATERIALES Y MÉTODOS

            Las aplicaciones prácticas de estos conceptos se orientaron a investigar grupos en situación de vulnerabilidad, en la ciudad Capital de La Rioja como en el resto de país la primera década del siglo XXI implicaría variados esfuerzos por revertir las condiciones de los sectores empobrecidos.
            En este contexto nos indagamos acerca de las estrategias aplicadas por los sectores vulnerables y sus reales posibilidades de acción, así desde el año 2005 se abre una línea de investigación con el propósito de comprender el panorama de los sectores más desfavorecidos desde la perspectiva de los propios actores, el vínculo fue el eje que transversalizó las variables diseñadas para la investigación. La variable de género fue la emergente y determinó la línea de investigación a seguir.
            En este caso se utilizó un diseño exploratorio-descriptivo, se aplicó el instrumento encuesta en tres barrios de la zona este de la ciudad de La Rioja y se tomó una muestra de 60 mujeres seleccionadas de modo intencional, por accesibilidad sin determinar alguna edad específica, solo su pertenencia a zonas con altos índices de vulnerabilidad social.
            Las variables que guiaron la encuesta fueron: situación ocupacional, instrucción, actividades al interior del hogar, relaciones al exterior del hogar, tipo de capital social predominante (nexo, vínculo o puente).

Desarrollo de la cuestión: Redes Sociales

            Al interior de la noción de red encontramos elementos básicos como el nodo (persona o conjunto de personas que se conecta con otros) y la posición (que cada actor ocupa en la estructura), los gráficos resultantes que demuestran qué lugar ocupa cada actor social en la red de relaciones. Por ejemplo si tiene una posición central o periférica, se podrá evidenciar líderes o personas con mayor posibilidad de disponer recursos que otras, esta visualización a su vez permite reconocer los eslabones débiles y pensar estrategias para revertir esta situación.
            Los estudios que se plantean la cuestión de las redes sociales son diversos y presentan particularidades según el objeto de interés:

En algunos estudios sobre redes sociales se percibe un esfuerzo por abandonar el análisis reduccionista e incorporar elementos y dimensiones que permitan un análisis complejo, mientras que en otros estas son presentadas en términos de categorías de análisis con descripciones detalladas de las variables asimiladas. Hay casos, como afirma Wellman (6), en los que las redes sociales son utilizadas figurativamente, en forma metafórica para expresar cierto tipo de relaciones y sin más pretensiones teóricas. Están también los estudios en los que se trata de una metodología de carácter empírico con una fuerte base en cuanto a las herramientas estadísticas y fundamentación teórica. (Rivoir 1999: 50)

            El enfoque de redes es integrador, resulta útil para describir la complejidad de la modernidad, plantea un sinnúmero de interacciones posibles, por otro lado esta estructura reticular dejó de lado la tradicional concepción jerárquica piramidal: "Esta pirámide poseía en la cúspide un centro de poder" (Dabas-Perrone, 1999), la configuración actual permite una distribución más equitativa del poder, aunque el acceso al mismo depende de cuan vinculado esté un nodo determinado con los que disponen de poder.
            Se pensaba la red como metáfora, como símbolo abstracto de las relaciones sociales, como un concepto facilitador para la comprensión de estos vínculos, en el presente se trata de una categoría compleja que se aplica con herramientas que permiten su construcción y en la que el investigador vuelca los indicadores que le interesan. A partir de su interpretación se puede describir el colectivo social que interesa estudiar para luego fortalecer los sectores que se identifican como debilitados:

La noción de red social implica un proceso de construcción permanente tanto individual como colectivo. Es un sistema abierto, multicéntrico, que a través de un intercambio dinámico entre los integrantes de un colectivo (familia, equipo de trabajo, barrio, organización, tal como la escuela, el hospital, el centro comunitario, entre otros) y con integrantes de otros colectivos, posibilita la potencialización de los recursos que poseen y la creación de alternativas novedosas para la resolución de problemas o la satisfacción de necesidades. Cada miembro del colectivo se enriquece a través de las múltiples relaciones que cada uno de los otros desarrolla, optimizando los aprendizajes al ser éstos socialmente compartidos… (Dabas, 1998:111)

            La propuesta de un abordaje con esta característica favorece diseñar un campo que contenga no solo al individuo u organización (nodo) sino que incluya las interacciones con los demás individuos u organizaciones (red vincular).
            Es posible abordar la perspectiva reticular desde una multiplicidad de disciplinas debido a la diversidad de consideraciones posibles, aunque en todos se trate su carácter social. La red puede observarse en estado instituido o instituyente, se puede apreciar desde una postura central o periférica pero ya no más desde una posición jerárquica absoluta sino que predomina el relativismo relacional o, como lo denominan Poggiese et al (1999) se empieza a hablar de una "heterarquía en las relaciones" o "jerarquías relativas", esto es la posibilidad de que quienes integran la red puedan asumir lugares o posiciones de poder en un momento determinado, sin necesidad de perpetuarse en ella sino que se debe a una oportunidad proporcionada por el contexto, una posibilidad de acción en un lugar y momento determinado.
            El concepto de red social aportó un nuevo modo de pensar las relaciones humanas en la que es fundamental la noción de consenso con el otro, o dicho desde la teoría de grafos el nexo con otro nodo. Se empieza a pensar en la conexión entre partes que componen la red y que están implicadas unas con otras dejando de lado las polaridades arriba-abajo, incluido-excluido, centro-periferia, sino que se habla de una simultaneidad, de una construcción colectiva, donde construir la identidad individual o grupal es posible a partir de la noción de complejidad.
            Desde la perspectiva del sujeto social la pertenencia a una red implica en su cotidianidad el ejercicio de una relación articulada con los demás sujetos sociales, donde perseguir un objetivo propio está íntimamente ligado a los objetivos particulares de los demás. La red será el espacio donde se producen los intercambios de recursos en general, circula el diálogo, por ende la información, se socializan los conocimientos y se generan proyectos conjuntos.
            Desde que los estudios de redes sociales se popularizaron se han producido distintos aportes teóricos a la cuestión, en este sentido la sociología nos guió hacia un nuevo modo de analizar la estructura social.
            Además fue fundamental para el desarrollo de los modelos actuales el desarrollo de la teoría matemática de los grafos, la cual dio lugar a posibilidades tecnológicas de sistematización e interpretación. En el marco de esta teoría se le denomina red a puntos que se vinculan entre sí y que determinan relaciones las cuales cumplen propiedades. Se denomina nudo o nodo a cada punto de la red, el vínculo entre los nodos se grafica con líneas que representan la dirección y el sentido del vínculo:

(…) esta relación puede ser por todo o por nada, y simétrica: entre dos puntos hay una línea o no la hay. La relación puede estar orientada: entre dos puntos A y B puede haber una flecha de A hacia B, o una flecha de B hacia A, o bien una línea sin ninguna cabeza de flecha o nada. Entre dos puntos puede haber múltiples tipos de relaciones representadas por grafismos diferentes: estos multígrafos se utilizan cuando dos puntos están relacionados con más de un vínculo de naturaleza diferente. (Requena Santos 1989:139).

            A cada línea se le asigna un valor –numérico o no-, de este modo se abrió el juego a la posibilidad de cuantificar el vínculo desde la teoría de grafos, los grafos permiten elaborar esquemas más avanzados que los empleados por la sociometría de Moreno, debido a la gran cantidad de posibilidades para conectar los nodos, la cual en el pasado era limitada. En la actualidad existen equipos de investigación dedicados por completo a la aplicación del estudio de redes sociales cuya interpretación se elabora en base a en programas informáticos diseñados a partir de la teoría de grafos.
            Es importante señalar que lo central en la teoría de redes sociales son los vínculos entre actores, se aborda el enfoque individual pero con el objeto de centrarse en los lazos y las repercusiones de estos en la red, el objetivo último es dar una explicación a la conducta o a las asociaciones que guían esa conducta, según la posición del actor sea central o periférica se derivarán sus posibilidades de asociación. Sin embargo aunque un sujeto se encuentre aislado, la aplicación de los gráficos de red nos permite visualizar esta situación y diseñar propuestas de vincular a ese sujeto con otros que se encuentren más cercanos a la posición central o de mayor influencia entre otras posibilidades.

Capital social y redes: sobre vínculos y relaciones sociales

            Capital social y redes son conceptos íntimamente ligados entre sí en estudios sociales acerca de estrategias de reducción de la pobreza y de desarrollo local o regional, en conjunto aportan elementos que pueden ser aplicados por el grupo con el que se está trabajando, promueven actividades de promoción de las fortalezas locales como así también son útiles para identificar las debilidades.
            Gutiérrez (2008) coincide con Hintze (2004) en que tanto Bourdieu como Coleman elaboran sus propuestas asociando las nociones de red y de capital social, por lo tanto abordan más la estructura que la subjetividad, pero Gutiérrez aporta además algunas diferencias:

En primer lugar, Coleman se refiere a un enfoque interaccionista del problema (las redes se explican a través de las interacciones concretas y reales entre individuos) frente a la perspectiva de Bourdieu, que privilegia el análisis de las estructuras que dan fundamento a las interacciones y a las conductas individuales. De todas maneras, por su misma postura de que los agentes no son meros autómatas totalmente determinados por las estructuras, dicho análisis también tiene en cuenta el nivel de las prácticas concretas y de las interacciones.
En segundo lugar, Coleman le da un contenido sustancialista a la noción de capital en general (…) Frente a esta noción sustancialista de capital, la que Bourdieu propone remite claramente a Marx y sostiene que el capital, antes que una cosa, es una relación social. (Gutiérrez, 2008:3)

            En otros términos y siguiendo a -Baranger 2000 (7)- Gutiérrez plantea que mientras Coleman trata el capital como una cosa que se crea, no tangible y que está en estado latente se use o no, para Bourdieu antes que de una cosa se debe hablar de una relación. Por otro lado, Coleman desarrolla un concepto claramente económico, mientras que Bourdieu remite a los espacios de poder que inciden en la distribución inequitativa de la estructura social.
            Tanto Gutiérrez como Baranger coinciden en que el capital social contiene una indiscutible perspectiva de red al abordar la problemática desde un punto de vista relacional; esto es, un sujeto se vincula con otro en base a los vínculos y relaciones que entre ellos establecen, el feedback entre los sujetos o agentes (siguiendo la denominación utilizada por Bourdieu) constituye el núcleo central de la noción de capital social.
            Bourdieu señala y advierte que estos vínculos o lazos entre agentes existen tanto a nivel consciente como inconsciente y son los generadores del capital social, una de las principales características del capital social es que no se agota con el uso sino que por su desuso, además de acuerdo a la concepción de poder el capital social debe ser bien utilizado porque puede generar tanto acciones positivas como negativas, por lo cual se debe tener presente qué tipo de capital social es el que domina la estructura social y cuál es el que necesitamos para optimizar la red estructural. Los estudios de capital social llevados a cabo por investigadores pertenecientes a las ciencias sociales, describen las relaciones que se establecen tanto a nivel individual (individuo y entorno) como social (estructural).
            En nuestro país no es extraño que se popularizaran en la década de 1990 cuando la sociedad atravesaba una grave crisis socio-económica, en este sentido los conceptos utilizados tradicionalmente para explicar los déficits de desarrollo no brindaban todas las respuestas esperadas, tanto el capital social como la teoría de redes sociales vinieron a aportar opciones válidas para comprender el fenómeno desde un ángulo que estaba siendo descuidado. Al interior de un buen número de hogares argentinos -por ejemplo- las familias subsistían diariamente con un escaso ingreso de capital económico, era impensado acceder al recurso financiero, sin embargo aún con grandes obstáculos los sectores más desfavorecidos daban aunque sea una mínima respuesta a sus necesidades. Cómo explicar este fenómeno sin los conceptos apropiados, las redes que los individuos disponían aunque sea a nivel primario resultaban generadoras de recursos, estos hogares demostraban su dominio del capital social.
            El capital social por sí solo no puede favorecer al desarrollo social, es necesario disponer además de los otros tipos de capital, no obstante sí puede ofrecer alternativas que se presentan como emergentes de una situación urgente. En la concepción de capital social subyace como en la perspectiva de redes la idea de vínculo, las relaciones vinculares que los sujetos sociales establecen generan recursos que es posible que sean utilizados cuando cualquiera de las partes implicadas en el vínculo lo requiera. Se trata de redes personales, profesionales, laborales, recreativas por nombrar algunas de las que circulan por la estructura social.
            No existe una única definición de capital social como tampoco existe ‘la noción’ de red social, distintas disciplinas trabajan uno y otro concepto, los economistas de la denominada sociología económica se acercaron al capital social buscando entender el comportamiento económico de los individuos que definía su calidad de vida. En este sentido Abramovay (2006) entiende que para estudiar el mercado desde los lazos sociales, se debe comprender la naturaleza de estos lazos. Por consiguiente, mercado lo entiende como un término plural (mercados) resultado de las interacciones de los grupos sociales.
            Desde una perspectiva sociológica relacional y procurando abordar todos los campos -incluso el mercado- Lozares (2003) remite a aquellas prácticas sociales reproductoras y considera aquello que ocurre en una sociedad y que produce un cambio o que cuestiona lo objetivado, aquello socialmente aceptado, denomina a estas prácticas interacciones productivas puesto que ofrecen y engendran rupturas y estabilidad. Para este autor hablar de capital social es tener en cuenta tres conceptos el de valor, campo y capital, valor entendido como "identidad que proviene del resultado plusvaluado por la interacción" –similar a la concepción de poder de Bourdieu-, campo como "dinámica del proceso de creación del valor" –el escenario social de Bourdieu donde actúan los agentes o la estructura social de la teoría de redes sociales- y finalmente capital refiriendo al "valor apropiado" –el valor disponible en manos de los sujetos sociales-.
            Existe para este autor, un valor campo o capital social relacional que se constituye a partir de las prácticas de los sujetos, pero no de cualquier práctica sino aquella que implica una interacción, más específicamente aún, de aquellas interacciones que ocurren para producir valores. Nuevamente esta interacción no ocurre sin interés alguno, los sujetos desean obtener los beneficios resultantes. Podemos inferir que el capital social sería el valor apropiado por los sujetos, relacionado a las necesidades de los individuos y como tal los intereses particulares. Este capital se deriva de una compleja interrelación entre personas donde circulan valores como la solidaridad y la cooperación, configurando redes sociales dentro de la estructura social o campos.
            No es tarea sencilla abordar la complejidad de las relaciones sociales, el trabajo interdisciplinario parece ser una opción válida, la primera dificultad que se presenta es el carácter intangible del capital social, las personas conforman redes en torno a necesidades comunes pero estas interacciones son de difícil medición, los recursos son aportados a los sujetos a partir de los vínculos, tienen carácter recíproco e implican confianza mutua. Se presume que todo emprendimiento que surja desde la confianza y de un proyecto común tiene mayores posibilidades de concretarse satisfactoriamente, teniendo en cuenta la necesidad de cumplir las normas para permanecer dentro de la red o de lo contrario se presentarán las sanciones sociales, de este modo el trabajo por un objetivo compartido, que se realice a partir del vínculo, se torna una red.
            Individuos, familias, grupos, comunidades no pertenecen a una red por mero sentido filántropico, como ya se dijo, la red es generadora de capial social el cual estará disponible para cada uno de los integrantes de la red cuando lo requieran, el capital social está relacionado a las conexiones a nivel individual, grupal, social, los recursos son los movilizadores para pertenecer a este círculo generador de capital social:

(…) sería el conjunto de relaciones sociales que un agente puede movilizar en un momento determinado, que le pueden proporcionar un mayor rendimiento del resto de su patrimonio (los demás capitales, económico y cultural especialmente). El capital social es, por otra parte, como todo capital, un poder que exige inversiones permanentes, en tiempo, en esfuerzo, en otros capitales, y que puede aumentar o disminuir, mejorando o empeorando las posibilidades de quien lo posea. Se fundamenta pues, en lazos permanentes y útiles, que se sostienen en intercambios, a la vez, materiales y simbólicos. (Gutiérrez, 2008:5)

            Las investigaciones sobre capital social dan cuenta de la actitud cívica de los ciudadanos, los lazos informales, la presencia de valores como solidaridad, cooperación, confianza. La información circula por toda la red y puede provenir del entorno interno tanto como del externo, esto significa que un sujeto puede ampliar las posibilidades de la red en la que se encuentra poniendo a disponibilidad información que trae desde el exterior de la misma, estableciendo conexiones a partir del uso de los canales de comunicación, dependiendo del aporte que realice esta información para la red puede constituirse como capital social o solo ser un elemento comunicacional disponible.
            Desde esta perspectiva pertenecer a una red implica además compromiso mutuo, es decir que la efectividad de esa red estará dada por la reciprocidad presente entre sus miembros, no es sencillo establecer lazos de confianza con otras personas pero hay niveles en los que se da con mayor naturalidad como por ejemplo con los vínculos familiares o grupos de amigos, en otros se genera con el transcurso del tiempo como los grupos de trabajo, también puede depositarse expectativas en generar una red basada en la confianza asumiendo el riesgo, por ejemplo conformar una asociación civil o un grupo de personas con los mismos intereses elaborando un proyecto comunitario, por ejemplo entre vecinos, entre otras muchas posibles conformaciones de redes sociales.
            Desde el punto de vista sociológico, autores como Bourdieu, Lozares o Requena Santos entienden que los individuos, familias o grupos están insertos en una estructura reticular no tangible pero real, en el seno de la cual se producen los intercambios. Es muy importante tener en cuenta que toda red requiere institucionalizar las relaciones de los agentes entre sí, a fin de promover los valores que hacen confiable a la red, el tamaño de la red puede ir variando de acuerdo a la incorporación de personas, la circulación de la información, los lazos institucionales, los recursos disponibles, pero es necesario para su subsistencia que las metas vayan variando ya que es muy conocido el caso de redes disueltas una vez conseguido el objetivo buscado.
            Dentro de una red no solo hay beneficios sino que también se observan sanciones que vienen a reforzar las normas establecidas, estas dan lugar al capital social que puede significar un recurso muy positivo para el grupo pero siguiendo a Gutiérrez (2008) también puede generar costos para otro grupo en lo que a controles sociales se refieren, los cuales pueden resultar muy restrictivos por ejemplo entre los adolescentes de una comunidad o pueden ser muy perjudiciales derivando por ejemplo en grupos dedicados a derrocar el orden vigente a través de medios violentos.
            Finalmente diremos que los estudios de capital social en entornos de pobreza estudian las posibilidades individuales generadas por la pertenencia o no a una red social, el desarrollo de la creatividad y de las capacidades individuales que signan las oportunidades laborales y de desarrollo del entorno, en general concluyen que el hecho de pertenecer a una red social le provee al individuo medios que por sí mismo no podría obtener, la red social propende al desarrollo en general.

Capital Social, género y situación económica

            Recientes investigaciones centradas en mujeres de bajos ingresos del Tercer Mundo concluyen que éstas desempeñan un triple rol (reproductor, productor y de gestión comunitaria) que ha de ser tenido en cuenta al formular proyectos para ellas, pues las mujeres están severamente limitadas por la carga que significa mantener el equilibrio entre dichos roles.
            Los roles reproductores de las mujeres se refieren no sólo a las actividades vinculadas con la reproducción biológica, o con las tareas hogareñas, o en todo lo que respecta a la atención de una familia, sino también a las involucradas en la reproducción del orden social (socialización de sus hijos, mantenimiento de las redes familiares, entre otras). Todas estas actividades son decisivas para la supervivencia de las personas, pero están conceptualizadas como quehaceres maternales y domésticos, no como trabajo, por lo tanto no se pagan ni tampoco son contabilizadas como producción nacional. Además siempre son realizadas por las mujeres y las niñas.
            Por otro lado, los roles productores de las mujeres tienen que ver, generalmente, con su carácter de generadora secundaria de ingresos. Aunque hay mujeres ocupadas en el sector formal de la economía, pero son muchas más las que trabajan en empresas del sector informal ubicadas en el hogar o en barrios urbanos, y las que están en el sector de los servicios, particularmente en el trabajo doméstico remunerado.
            En algunos casos las mujeres también desempeñan roles de gestión comunitaria, que se concretan en la organización de eventos sociales, ceremonias y celebraciones; en el mantenimiento de las redes sociales comunitarias y, a veces, en actividades de la política local.
            Según el Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda de 2001, en Argentina habitan en la actualidad algo más de 36.260.130 personas, de las cuales el 51,3% son mujeres y el 48,7% son varones. Esta mínima diferencia en la tasa de feminidad se explica, en parte, por la mayor sobrevida de las mujeres. En efecto, mientras que la esperanza de vida de los hombres es de 70,6 años, la expectativa de vida de las mujeres ronda en los 78,1 años.
            Por otro lado, Argentina es un país con un elevado nivel de urbanización y bajas tasas de fecundidad promedio (2,4 hijos por mujer).
            Todos estos indicadores, más los niveles educativos relativamente altos de la población, hacen que Argentina detente un índice de desarrollo relativo al género de 0,839 que es el valor más alto de los países de América Latina.
            Históricamente en los últimos treinta años, en la Argentina tuvo lugar un constante incremento de la participación económica de las mujeres. Sin embargo, este proceso se sucedió en el contexto de un significativo aumento de la desocupación para ambos sexos, y de precarización de los puestos de trabajo.
            También el aumento de la participación de la mujer en el mercado de trabajo se debe, por un lado, a completar los ingresos masculinos o bien porque constituyen el principal aporte de sus hogares.
            Estudios estadísticos concluyeron que para 1980, la tasa de actividad de mujeres mayores de 14 años era del 32%; incrementándose en 1991 al 37%, elevándose en el 2001 al 42,3%.
            En la actualidad, la actividad femenina es de un 48,7%, lo que da cuenta de un sostenido incremento de la participación de las mujeres en el mercado de trabajo aún cuando continúa siendo significativamente menor que la participación masculina, que es del 73%. Por otro lado, la desocupación afecta a mayor proporción de mujeres que varones: el 6,9% de los varones y el 11% de las mujeres económicamente activas se encuentran en esta situación.
            Además, el incremento sostenido de la participación femenina en la economía puede explicarse por diversas razones. Por un lado, ante la disminución de los ingresos reales de los trabajadores, opera la necesidad de aumentar los ingresos en el núcleo familiar; por otro, incide el aumento de los niveles educativos, las bajas tasas de fecundidad y la alta expectativa de vida para las mujeres. Dichas transformaciones delinean un paulatino cambio de definiciones respecto de los roles y las responsabilidades sociales de hombres y mujeres. Con respecto a este tema, Wainerman sostiene que "el crecimiento de la fuerza de trabajo femenina en las últimas décadas comprometió sobre todo a mujeres casadas y unidas, con carga de familia. Al hacerlo mostró a las mujeres comportándose en el mercado de trabajo de manera relativamente independiente de las etapas del ciclo familiar que atraviesen" (Wainerman, 2002).
            Por otro lado, los procesos que impactaron en la transformación del mercado de trabajo afectaron de manera diferente a hombres y mujeres al tiempo que generaron profundos cambios en las relaciones sociales de género, desarrolladas a partir de la masiva salida de las mujeres al mercado de trabajo. Pero a pesar de este crecimiento, los modos de inserción de hombres y mujeres en el mercado de trabajo pusieron de manifiesto cierta segmentación en los tipos y ramas de ocupación como en los niveles de jerarquía, acentuando la desigualdad de sexo.
            Por lo general, la mayor inserción femenina se observa en las actividades técnicas, científico-profesionales y en actividades de baja calificación. Desempeñándose principalmente en las actividades de los sectores tradicionalmente considerados femeninos, tales como la enseñanza, actividades comerciales, los servicios sociales y de salud. Un porcentaje importante trabaja en el servicio doméstico, que se revela como el sector de mayor vulnerabilidad, ya que un gran porcentaje no se encuentran registradas. En cuanto a los niveles de jerarquía en posiciones directivas, el mayor porcentaje está ocupado por varones.
            A pesar de la mayor participación laboral de la mujer todavía las esferas familiar y laboral no se encuentran separadas de una manera tajante. Por el contrario, las responsabilidades que ellas asumen en el ámbito familiar impactan de manera sustantiva en su participación en el mercado laboral, y viceversa.
            Si bien los varones, paulatinamente se involucran con algunas actividades vinculadas al cuidado de los hijos y, en menor grado, al mantenimiento de la casa, aún se mantiene vigente la percepción de que las mujeres son las principales responsables de estas tareas.
            La diferenciación por género de las actividades, responsabilidades y expectativas no ocurre al margen de otras divisiones que estructuran las relaciones entre mujeres y hombres. Una creciente separación entre el ámbito público ha dado lugar a una primera división genérica del trabajo que asigna a las mujeres las actividades relacionadas con el cuidado de la familia y a los hombres la actuación en las esferas públicas. De aquí se deriva una especialización de las mujeres en los roles reproductores (como madres y responsables del bienestar familiar) y de los hombres en los roles productores (trabajadores remunerados, proveedores del sustento económico al hogar).
            Una segunda división genérica del trabajo se produce en el campo del empleo. Cuando las mujeres se incorporan al mercado laboral, constatan que opera en él una segregación sexual que les reserva mayormente ocupaciones y tareas relacionadas con las habilidades, actitudes y cualidades supuestas al género femenino, generalmente una extensión de los roles reproductores desempeñados por ellas en el hogar. La concepción social de que el trabajo remunerado es una actividad subsidiaria para las mujeres (pues el estereotipo femenino establece que las actividades maternales y domésticas son su rol principal), convierte a la fuerza de trabajo femenina en una fuerza de trabajo secundaria y justifica las diferencias salariales que existen entre hombres y mujeres en todas las sociedades actuales.
            El nexo entre los conceptos capital social y género lo vislumbramos cuando nos referimos a las actividades desarrolladas por las mujeres tanto en el ámbito público como en el privado. Teniendo en cuenta que por capital social entendemos al conjunto de los recursos actuales o potenciales de interconocimiento mutuo, a la pertenencia a un grupo, en el cual sus miembros están unidos por vínculos permanentes y útiles que se basan en intercambios materiales y simbólicos, resulta relevante para una persona el hecho de poseer una red de relaciones, pero debe ser una red firme, duradera, al interior de la cual se aprecie la interrelación entre sus miembros.
            Las redes que entablan mujeres y hombres suelen ser diferentes debido a que son diferentes los espacios a los que unas y otros pueden acceder, si una mujer consigue ubicarse en un lugar poco frecuente a su género entablará nuevas relaciones similares a las que los hombres disponen, nuevamente una posibilidad de ampliar los espacios de participación posible viene de la mano de la circulación de la información. Al respecto quien tiene un importante aporte para realizar es el autor Ronald Burt (2002) y su argumento de las conexiones puente a través de su teoría de agujeros estructurales, ésta versa sobre la calidad de las redes sociales la cual se incrementa por el fenómeno de la circulación de la información que proviene de entornos lejanos, de otras redes de las que no formamos parte hacia una red en particular de la que somos miembros.
            Burt menciona que hay determinadas estructuras sociales que tienen la capacidad de crear ventajas competitivas para ciertos individuos o grupos, es en estas estructuras sociales donde los sujetos mejor conectados obtendrán mayores beneficios. El acceso a oportunidades es lo que favorece el capital social, además revaloriza el rol de los vínculos débiles, pues estas oportunidades los fortalecerían.
            Los vínculos pueden establecerse a diferentes niveles, hacia 2004 Forni, Siles y Barreiro nos brindan una clasificación muy apropiada para aplicar de modo práctico tipos de capital social: Los definen como capital social de nexo, de vínculo y de aproximación o puente.
            El capital social de nexo existe en relaciones socialmente estrechas, generalmente se basa en puntos de coincidencia heredados o creados como resultado de compromisos para toda la vida y un contacto personal frecuente. Se caracteriza por intensos sentimientos de conexión que pueden incluir sentimientos de preocupación, afecto e interés por el otro.
            El capital social de vínculo hace referencia a relaciones medianamente estrechas y en la mayoría de los casos se basa en puntos de coincidencia adquiridos. Se caracteriza por sentimientos moderadamente intensos de conexión como el respeto, la confianza y el compañerismo, que pueden existir entre colegas, compañeros de trabajo, los miembros de un mismo club o comunidad.
            Por último, el capital social de aproximación o de puente es aquel que existe en las relaciones asimétricas entre personas que tienen pocos puntos de coincidencia, un contacto personal limitado y a menudo diferencias importantes en cuanto a los recursos que poseen, caracterizándose por sentimientos asimétricos de conexión.
            Para concluir esta sección dejaremos establecidas tres premisas que guiaron la investigación cuyos resultados sintetizaremos más adelante:
            El capital social de no ser usado con fines filantrópicos puede derivar en formas negativas capaces de generar el deterioro de la comunidad donde se emplee. Podemos afirmar que esto es así debido a que el aumento de capital social significa aumento de oportunidades tanto positivas como negativas, pero el capital social solo se conforma, de acuerdo a los autores presentados y enfoque al cual adherimos, con aquellas relaciones que implican confianza y solidaridad, por lo mismo solo relaciones positivas. Si se desviara el sentido, ya no estaríamos hablando de capital social sino de otro concepto que deberemos conceptualizar y que tendría vinculación con las relaciones de poder empleadas de modo egoísta.
            La forma de agotar el capital social es no empleándolo puesto que como recurso se encuentra en estado latente en toda comunidad. Quienes producen este capital son las personas, desde tiempos inmemoriales las personas se agrupan y se relacionan, logran comunicarse de los más diversos modos, pero se comunican a fin de obtener un beneficio común. Entonces por qué si el capital social siempre estuvo presente lo fuimos abandonando, sucedió que fuimos modificando nuestros valores y creyendo que la ayuda mutua y la cooperación eran innecesarias pensando que solos podríamos salir adelante. Es controversial y lo que lo diferencia al capital social de otros tipos de capitales que se agotan a medida que se incrementa su uso, el capital social en cambio se agota si no se usa.
            Por sí solo, el capital social no es generador de desarrollo social. Recordemos, solo las relaciones positivas y a largo plazo entre personas generan capital social, podríamos verificar esta tercera hipótesis teniendo en cuenta que una estructura social está compuesta por diferentes elementos actores, instituciones, normas, valores, lenguaje, como así también por distintos capitales -económico, natural, industrial, financiero, humano, social entre otros- para lograr superar problemas de corte estructural deberíamos tomar acciones integradoras, relacionando los tipos de capital existente. Es cierto que la producción de capital social tiene el mérito de mejorar la calidad de vida y de aliviar situaciones negativas pero no es por sí solo, para nada, superador de problemas como la pobreza. Se debe tender a combinar distintos tipos de capital, tender redes entre instituciones y sectores sociales, distribuir equitativamente los recursos al interior de las redes, organizarnos como comunidad, para poder constituirnos como una sociedad en vías de desarrollo y para poder aumentar el capital social que en el presente disponemos.

RESULTADOS

            Durante los años 2005 y 2006 se llevó a cabo una primera investigación sobre capital social en dos zonas de la ciudad Capital de La Rioja, se tomó una muestra de doscientas familias empobrecidas y como resultado solo se encontró el primer tipo de capital social -el de nexo- que remite a los vínculos primarios, es decir que incluso en sociedades como la riojana que tiene pocos habitantes y que su sector empobrecido padeció históricamente situaciones de inequidad, se visualizó una pérdida de vínculos, los que pueden recuperarse con el compromiso conjunto de personas, grupos e instituciones las necesidades sentidas.
            Se observó con esta primera investigación que mujeres y hombres generan estrategias diferentes para subsanar sus problemáticas y en esta diferencia las mujeres resultaban más creativas, a continuación se decidió incorporar la perspectiva de género a una nueva investigación la cual se concretó durante 2009 y 2010.
            En este caso se recurrió a dos zonas que no habían sido abordadas en la investigación anterior, a continuación veremos algunos resultados: El total de mujeres entrevistadas se sitúan, en su mayoría, en la franja etaria entre los 18 y 38 años (80%) ubicándose por ello dentro de la categoría de mujeres jóvenes; en el segundo grupo se encuentran las mujeres entre los 39 y 58 años (16%) y por último con solamente un 4%, tenemos este grupo, poco representativo dentro de la muestra relevada puesto que se trata de dos casos, una mujer de 59 años y la otra de 70 años, siendo evidente la distancia etaria entre ambas, pero se lo tomó así atendiendo la necesidad de sistematización.
            Con respecto al estado civil se observa un alto porcentaje de mujeres en unión de hecho. Esta situación de cuenta de que los grupos familiares corresponden al tipo de familia nuclear (madre, padre e hijos). De los datos relevados se observa que un 23% de las mujeres se encuentra en condición de solteras, no obstante, tienen hijos pequeños a cargo producto de uniones anteriores a la fecha de la encuesta.
            La muestra seleccionada es representativa de las características de la mujer riojana en condiciones de vulnerabilidad social, ya que la gran mayoría nacieron y permanecieron en la ciudad capital de La Rioja, en segundo lugar, encontramos un pequeño porcentaje que provienen de otras provincias. Solamente dos casos nacieron en Bolivia y una sola mujer es del interior de la provincia. Entre las provincias de origen mencionaron: Santa Fe, Córdoba, San Juan, Catamarca, Entre Ríos, Mendoza, Tucumán, Buenos Aires y Salta. En cuanto al tiempo de residencia en la ciudad capital de La Rioja, la mayoría respondió que se encuentra entre los 10 y los 30 años de residencia.
            En cuanto al nivel de instrucción alcanzado, el total de las mujeres mencionó poseer algún nivel de escolaridad. El mayor porcentaje esta en las mujeres con primario completo, un 25% posee secundario incompleto y un poco menos de este porcentaje obtuvo el secundario completo. Solamente siete mujeres tienen primario incompleto y una de ellas se detectó con terciario incompleto.
            En lo que respecta a la situación laboral se infiere que la mayoría de las mujeres se encuentran desocupadas, no obstante entre ella podemos diferenciar dos subgrupos: a) desocupadas sin ingreso alguno y que dependen de su pareja; y b) desocupadas que perciben algún plan social, siendo superior pero con un mínimo de diferencia las que pertenecen al segundo grupo. Algunos de estos planes que benefician a las mujeres encuestadas son: tarjeta social para comprar alimentos, plan familias riojanas, asignación universal por hijos.
            Por otro lado, la cuarta parte de la muestra se encuentra ocupada dentro del trabajo informal, donde sobresalen las empleadas domesticas y en menor medida las ordenanzas en instituciones diversas. Como puede apreciarse el tipo de ocupación corresponde a aquellas socialmente establecidas como ocupaciones femeninas que requieren escasa capacitación, aquí también podemos subdividir la categoría en: a) ocupada informal sin otro ingreso; y b) ocupada informal percibiendo algún plan social. En tercer lugar encontramos las inactivas, cabe mencionar aquí que entre ellas se encuentran quienes perciben una pensión no contributiva y una sola jubilada.
            Entre las mujeres que perciben algún ingreso propio ya sea por tener alguna ocupación informal o percibir algún beneficio social, encontramos que la inmensa mayoría no supera el umbral de la línea de pobreza la cual para el mes de febrero de 2010 se encuentra, según datos del INDEC, en $1200 mensuales. Un solo caso supera este monto, pero lo hace porque posee un pequeño kiosco en su domicilio no registrado formalmente, además tiene cinco hijos por lo que suman el ingreso de la asignación universal. La gran mayoría de la muestra no supera los $905 de ingreso mensual.
            Del 20% que representan las mujeres ocupadas la mayoría prefiere trabajar en el horario de la mañana cumpliendo cuatro horas de trabajo, esto se explica por el hecho de que estas mujeres tienen hijos menores a cargo y por su escaso ingreso no pueden contratar a alguien para el cuidado de los mismos, por ello deben reducir su jornada laboral a no más de cuatro horas diarias. Como es de esperarse ninguna realiza aporte jubilatorio por lo que es muy incierta su condición futura, las expectativas personales no superan el umbral del diario subsistir y tampoco tienen cobertura de obra social.
            Por otro lado, sí poseen obra social las mujeres que dependen de su pareja el cual dispone de un empleo formal, perciben un beneficio no contributivo nacional o jubilación, sin embargo, las que se encuentran en esta situación no representan un número significativo dentro de la muestra (19%).
            Se observa que, en su mayoría, estas mujeres sólo se quedan con el nivel de instrucción alcanzado –tal como vimos es bajo- . Por otro lado no continúan participando de actividades que involucren algún entrenamiento específico en términos de capacitaciones.
            En la mayoría de los caso y como era de esperarse, las tareas del hogar son realizadas por la mujer únicamente, no obstante, es interesante advertir que una cuarta parte de la muestra respondió que las tareas domésticas son realizadas en forma compartida por la pareja. Al consultarles quienes administran los ingresos del hogar el mayor porcentaje (48%) respondió que lo hacen las mujeres, aparentemente son quienes mejor administran los ingresos del hogar, en segundo lugar se encuentran los hogares administrados por la pareja y solo el 20% del total de los hogares es administrado por hombres solos.
            Ahora bien, en qué se destinan los recursos que ingresan al hogar. La inmensa mayoría respondió que priorizan la satisfacción de necesidades que podemos entender como básicas: alimentación, salud y educación. Aquí probablemente entre en juego la voz de la mujer quien es partícipe activa de la administración de los recursos.
            En cuanto a la atención de los hijos, se evalúa que principalmente este rol lo cumple la madre, es ella quien se encarga de colaborar con las tareas escolares y cuida de la salud de los mismos. También es quien pone los límites a los hijos, ello da cuenta de que la mujer es quien encuentra más tiempo en el hogar, no obstante de esta situación sería que al hacerlo se aleja del espacio público y no interviene en él como sí lo hace el hombre. Cumpliéndose así el viejo mandato de la mujer en la casa y el hombre el proveedor del hogar, aunque como ya se menciona con anterioridad estas mujeres también hacen, en su mayoría, su aporte económico.
            Un ítem aparte se trató sobre la salud de la mujer encuestada; de ello se obtuvo que la mayoría sí realiza los controles básicos. Es conveniente aclarar que –como se menciona con anterioridad- las mujeres poseen planes sociales otorgados por el gobierno, el objetivo de las últimas políticas en este sentido fue el concientizar a las mujeres sobre la importancia del cuidado de su salud como la de sus hijos y la importancia de la educación, tal es así que para poder percibir un beneficio de este tipo las mujeres deben presentar certificaos médicos y de escolaridad de los hijos.
            Por el contrario, en el otro extremo se encuentra que un 34% de la muestra relevada mencionó que no se realizan los controles periódicos, al consultarles el motivo responden que no lo hacen por falta de tiempo, o bien porque no lo consideran necesario, en menor medida están quienes dijeron estar insatisfechas con un diagnostico médico de extrema gravedad por lo que decidieron no volver, como así también quienes mencionan que no les agrada concurrir al médico y un solo caso que decidió no contestar este interrogante.
            Afirman las mujeres entrevistadas mantener diálogo con su grupo familiar, se presenta un mínimo porcentaje (5%) de quienes mencionan no hacerlo. En cuanto al horario que se destina al diálogo, el mayor porcentaje ocurre en el desayuno, almuerzo y cena, en segundo lugar quienes ocupan su tiempo libre dialogando, en tercer orden quienes pueden dialogar por la tarde y la noche, y por último quienes dialogan únicamente los fines de semana.
            Observamos cómo los horarios dedicados al diálogo guardan relación con los horarios en los que no se trabaja, donde se encuentran en el hogar la mayoría de sus miembros. Los temas que motivan este diálogo son referidos a cuestiones familiares y problemáticas actuales, podríamos inferir que los miembros del hogar pueden aportar su punto de vista, en los horarios que se disponen, sobre algún tema que atañe a todo el grupo familiar o a la comunidad en la que se desenvuelven.
            Ahora bien, al consultarles si de ocurrir algún problema familiar solicita ayuda o lo resuelve sola, la segunda opción fue la de mayor respuesta, esta situación da cuenta de que ese diálogo no es tan amplio como para que las mujeres se sientan contenidas, evidentemente hay algo que está coartando su libertad de expresión, el buen clima que aparentemente se vive en sus hogares no lo es tanto como para poder apoyarse con los demás familiares a la hora de resolver un problema.
            Solo una cuarta parte de las entrevistadas mencionan recurrir a alguien cuando se les presenta un problema, ese alguien está constituido por familiares, vemos como quienes ante una dificultad deciden recurrir a sus redes personales, no se expanden más allá de los vínculos primarios.
            En esta misma línea de análisis se les preguntó a las mujeres si reciben apoyo de algún familiar, el 72% mencionó que sí recibe apoyo de su grupo familiar de origen, siendo esta ayuda tanto económica como emocional, de contención ante alguna dificultad, lo cual aparece como una contradicción teniendo en cuenta que anteriormente mencionan resolver solas sus problemas, tal vez porque la ayuda que reciben es mínima o porque está tan internalizado la ayuda mutua en los grupos familiares de escasos ingresos que no la perciben como tal.
            Otra cuestión interesante es la representación del rol femenino para estas mujeres, el 77% de las entrevistadas afirma que tanto la administración del hogar como el cuidado de los hijos son tareas que corresponden por igual a varones como a mujeres, ello teniendo en cuenta que en investigaciones anteriores la mujer todavía consideraba que los roles domésticos eran de su exclusividad, nos está hablando de un cambio generacional acompañado de un cambio en la forma de pensar a la mujer y los espacios que les son propios, aunque en la práctica muchas de ellas cumplen el rol de amas de casa, el hecho de que puedan considerar una nueva forma de organización doméstica nos habla de un proceso de cambio que están atravesando los sectores populares riojanos.
            Aunque las mujeres entrevistadas residen en viviendas precarias y algunas en lo que podríamos llamar ranchos, al consultarles sobre las expectativas para el futuro nos dicen que no son principalmente las mejoras habitacionales el objeto de su interés, son necesarias pero no fundamentales, sí tienen sus expectativas puestas en conseguir una estabilidad laboral y la mejor educación posible para sus hijos.
            La razón se encuentra en la inestabilidad laboral, la cual es básica para poder satisfacer las necesidades, al no contar con un empleo estable priman las necesidades más básicas como la de alimentación, la educación por su parte tiene que ver con la valoración que sobre la capacitación tienen las mujeres, el deseo de superación, esto es que sus hijos puedan superar sus propios logros en esta materia, ellas alcanzaron el nivel primario o dejaron incompleto el secundario, sus esperanzas están puestas en sus hijos.
            El carecer de un empleo estable deja liberada a la creatividad de las mujeres las distintas estrategias de subsistencia, entre ellas mencionan como la principal consumir alimentos de menor costo, luego comprar artículos (complementarios como de limpieza) de segunda marca, en menor porcentaje reducir la compra de útiles escolares, cambiar el medio de transporte (este cambio en la mayoría de los casos significa no ir en colectivo por no tener el dinero para el pasaje y caminar), y solo en dos casos suspender temporalmente la educación de los hijos, las demás entrevistadas no consideraban esta última como opción, prefieren sacrificar cualquier necesidad excepto la educación de sus hijos.
            En la misma línea de estrategias de supervivencia se consultó acerca del hecho de considerar vender bienes o solicitar algún préstamo, no es este el caso para la gran mayoría solo la cuarta parte de las mujeres solicitó un préstamo y solo dos casos mencionaron haber vendido su propia ropa o electrodomésticos pero lo consideraban una última opción. La que sí se constituye como una primera opción para estas mujeres es la estrategia de buscar un nuevo empleo o el hecho de trabajar más horas en los empleos que ya tienen, el 57% de ellas así lo confirmó.
            A un nivel de redes micro se sondeó si estas mujeres se vinculan con personas que atraviesan situaciones críticas similares a las propias, o sea comparten temores y expectativas con personas que se encuentran en su misma condición, encontramos que solo un 25% de ellas sí lo hace, el resto prefiere encontrar el modo de atravesar una crisis por sus propios medios.
            Al continuar indagando sobre las redes que arman a su alrededor, se les consultó si formaban parte de algún grupo y la inmensa mayoría (93%) contestó que no, una ínfima porción de la muestra relevada contestó afirmativamente, el tipo de grupo al que pertenecen estas últimas es de distinta índole: religioso, de jubilados, del centro vecinal, cultural, pero como puede apreciarse se trata de casos excepcionales.
            Ya descartadas las redes a nivel grupal, se les preguntó sobre la posibilidad de formar redes con los vecinos próximos, en el sentido de colaborar entre ellos para conseguir algún objetivo, un 68% respondió que no existe tal colaboración y un 32% respondió afirmativamente. Al indagar un poco en las respuestas encontramos que de haber realizado esta investigación un tiempo atrás –en uno de los barrios- la colaboración entre vecinos seria ampliamente superior.
            Los vecinos se habían organizado para solicitar que les concedan los terrenos que fueron usurpados por ellos, actualmente ya fueron otorgadas las propiedades por lo cual está disminuyendo la colaboración entre ellos, solo se reunieron para ese fin y actualmente no ven necesario hacerlo, es también probable que de aplicar la misma encuesta al mediano plazo nos encontremos con que prácticamente no existe tal colaboración, a excepción de que surja una nueva necesidad compartida por todos los vecinos.
            A un nivel macro de redes, se tuvo en cuenta la posibilidad de que las mujeres se apoyaran en instituciones del medio comunitario o local a fin de sobrellevar sus dificultades y/o trabajar por las dificultades de sus pares, la inmensa mayoría no lo hace (87%), una mínima proporción (13%) interviene activamente en instituciones comunitarias, políticas y religiosas; por ende con todos estos elementos podríamos descartar el recurso institucional como red opcional.
            Sin embargo, se decidió insistir al respecto y consultar en términos de haber percibido alguna ayuda gubernamental o de otra institución, el 42% de mujeres respondió afirmativamente y el 58% negativamente. Ahora bien, ¿a qué se debe tal contradicción? Una posible respuesta es que la propiedad del terreno –recientemente otorgada por el gobierno provincial- es considerada esta vez al responder la pregunta, por otro lado –como ya se mencionó- el 35% de las mujeres es beneficiaria de algún plan social. Podemos concluir que la asistencia gubernamental sí es una opción viable a la hora de pensar una estrategia de resolución de problemas.

CONCLUSIONES

            Si entendemos el capital social como la capacidad que tienen las personas para asociarse, relacionarse y dentro de un marco normativo vincularse en pos de un objetivo común, en relación a la investigación precedente la opción fácil sería decir que las mujeres de sectores populares no tienden a conformar redes sociales ya que solo encontramos capital social de nexo. Ahora bien, la opción que nos interesa proponer es que los prejuicios de género continúan pesando en el cuerpo como en las decisiones que las mujeres toman, los controles masculinos se hacen manifiestos en las distintas contradicciones resultantes de esta investigación, de qué otro modo se puede explicar el hecho de que reconocen la necesidad de compartir las tareas domésticas pero son quienes terminan encargándose casi exclusivamente de estas actividades.
            Hablar de derechos implica hablar de igualdad de oportunidades, no solo desde una lógica legitimada por el derecho sino también a partir de las representaciones que sus protagonistas –en este caso las mujeres- tienen acerca de su condición dentro de una sociedad determinada. En el caso de La Rioja las mujeres pertenecientes a sectores con necesidades básicas insatisfechas no solo perciben una desigualdad-exclusión de clase con respecto a otros sectores sociales sino que además, diariamente vivencian un sentimiento de inferioridad con respecto al hombre porque en la práctica cotidiana sus derechos no son respetados, el poder sigue estando dentro del campo de dominación masculina.
            Existen vínculos primarios tal como ocurría en la investigación anterior, con la diferencia de que en la nueva investigación se pudo visualizar que quienes tienden estos puentes son las mujeres, ellas buscan alternativas laborales cuando el ingreso resulta insuficiente, ellas mantienen fuerte el vínculo con su hogar de origen, ellas utilizan los planes gubernamentales y las instituciones de salud pública para atender a las necesidades de sus hijos, pero también son ellas quienes inferiorizan su labor aduciendo que sus parejas son las que aportan el principal ingreso al hogar cuando es evidente que esto no es así.
            Tanto en la primera investigación como en la segunda –atendiendo la tipología presentada por Forni et al- detectamos que predomina el Capital social de nexo, el capital social de vínculo se encuentra en estado latente en estos grupos, hay conciencia de que una necesidad compartida requiere de la organización grupal para ser resuelta favorablemente, el no uso de este tipo de capital hará que se agote –si tenemos en cuenta la clásica teoría sociológica- no obstante ello, nos planteamos que en estos sectores vulnerables y, en este grupo en particular (mujeres de sectores vulnerables), el capital social de vínculo es una opción presente que no se agotará puesto que hay conciencia de su disponibilidad, el uso que hacen de los recursos institucionales también responde a esta preocupación, los hombres dejan en manos de las mujeres el diseño de las estrategias de subsistencia, diferentes pueden ser los motivos pero lo cierto es que ellas despliegan todas sus posibilidades en pos de satisfacer las necesidades de su grupo familiar.
            Las redes están presentes pero no aprovechadas en todas sus posibilidades, es preciso construir un espacio reticular en el que las mujeres cobren conciencia de la importancia de pertenecer al mismo, tal como lo hicieron para obtener la propiedad de un terreno, hacer esto atendiendo a la vez los determinantes culturales existentes entre hombres y mujeres.
            En contextos de exclusión las redes suelen pensarse concatenadas con la acción de los gobiernos como eje central de la estructura social, generando un entramado que integra al conjunto societal, promoviendo acciones colectivas autogestionarias y descentralizadas, construyendo una planificación en base a los requerimientos de los propios protagonistas.
            Las planificaciones en torno a una red no pueden ser estáticas porque están vinculadas con las posibilidades de generar capital social que tienen las relaciones entre personas, agentes, actores involucrados en la red, de modo que su dinámica se va gestando al mismo tiempo que se va tejiendo la red y que se van estableciendo intereses comunes.
            Capital social y red en este caso son entendidos como conceptos íntimamente relacionados, entendiendo que no todos los vínculos son generadores de capital social y que no todas las asociaciones pueden considerarse redes sociales, es preciso que haya cooperación, un objetivo común, intereses compartidos, sentido de solidaridad y la conciencia de que todo problema social necesariamente implica un abordaje integral.

NOTAS

1) Lozares (1996: 104).
2) Véase: Coleman James Samuel (1990); Foundations of Social Theory. Harvard University Press.
3) Puede consultarse: Putnam Robert and Lewis M. Feldstein with Dan Cohen (2003); Better Together. Restoring the American Community.
4) Se sugiere consultar: Nan Lin (2001); Social Capital: A Theory of Social Structure and Action. Cambridge University Press.
5) Este concepto se puede encontrar en Bourdieu Pierre (1980); "Le capital social. Notes provisoires". En: Actes de la Recherche en Sciences Sociales, Nº 31.
6) Wellman, B. (1988): "Structural Analysis: form method and metaphor to theory and substance". In: Social Structures: A Network Aproach. Cambridge University Press, Wellman and S. D. Berkowitz.
7) La obra de Baranger que trabaja Gutiérrez es: Baranger Denis (2000); "Sobre estructuras y capitales: Bourdieu, el análisis de redes, y la noción de capital social". En: Avá, Nº 2, pp. 41-63.

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