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Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy

versión On-line ISSN 1668-8104

Cuad. Fac. Humanid. Cienc. Soc., Univ. Nac. Jujuy  no.47 San Salvador de Jujuy jun. 2015

 

ARTÍCULO ORIGINAL

Identidad, cultura política y organizaciones sociales en Jujuy del Siglo XXI

(Identity, political culture and social organizations in Jujuy in the 21ST Century)

Natalia Fátima Ríos*

*  Programa de Antropología Social y Política-FLACSO / Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales-Universidad Nacional de Jujuy – Otero 262 – CP 4600 – San Salvador de Jujuy – Jujuy - Argentina. Correo Electrónico: nataliarios04@yahoo.com.ar

RESUMEN

            El contexto jujeño de la primera década de siglo XXI, presenta la coexistencia de organizaciones sociales en un espacio heterogéneo, complejo, en permanente movimiento. Es el objetivo de la presente investigación comprender la relación entre la identidad de militantes de organizaciones sociales emplazadas en este contexto y la cultura política. En el abordaje de la temática, la psicología social contribuyó a visualizar la relación dialéctica entre las subjetividades y los procesos y modelos en juego en lo colectivo. Fueron útiles también algunas herramientas teóricas del campo de la cultura política y de los movimientos sociales.
            Es un diseño de investigación cualitativo. Se utilizaron como técnicas de obtención de información: observación participante, entrevistas, instancias de retroalimentación. En tanto, para el análisis, el método comparativo constante.
            Dos categorías se desarrollaron con relación a identidad: las autocomprensiones de sí mismos y de la experiencia colectiva, y el interjuego historia-proyecto; vinculadas a una tercera categoría, necesaria para entender la trama social en que se asienta la configuración de identidad, a saber: el mundo de las organizaciones sociales. Para luego arribar a afirmaciones centrales, una de las cuales sostiene que identidad y organización están signadas por proyectos divergentes, sostenidos por los miembros, pero provenientes de una cultura política y de una historia social que trasciende las fronteras temporales y espaciales de la organización. Se dirimen dos posiciones, una hace referencia a un proyecto estrictamente reivindicativo que puede complementarse o entrar en contradicción con una posición vinculada a un proyecto de transformación socio-política.

Palabras Clave: Cultura Política; Identidad; Movimientos Sociales; Organizaciones Sociales.

ABSTRACT

            The context in Jujuy during the first decade of the 21st century shows the co-existence of social organizations in a heterogeneous and complex space which is in constant movement. The purpose of this research is to understand the relationship between the identity of the active members of the social organizations into this context and the political culture. When dealing with this topic, social psychology contributed to visualize the dialectic relationship between the subjectivities and the processes and models taking place on collective grounds. Some theoretical tools from the field of political culture and social movements proved to be useful for the present work.
            A qualitative research design was used. The techniques for finding out information were: participant observation, interviews, feed-back periods. The constant comparative method was used for the data analysis.
            Two categories were developed as regards identity: self-understanding, collective experience, and the interplay history-project, all of them related to a third category, which is necessary to understand the social link supporting the identity configuration: the world of social organizations. After this, it is reached to central statements, that one of which affirms identity and organization are strongly marked by diverging projects, not only supported by members, but also coming from a political culture and a social history which transcends the temporal and spatial boundaries of the organization. Two positions are settled; one refers to a purely vindictive project that can complement or contradict a linked position to a project of socio- political transformation.

Key Words: Identity, Political Culture; Social Organizations; Social Movements.

INTRODUCCION: ACERCA DEL CONTEXTO DE DESCUBRIMIENTO

            Lo que a continuación se presentará se enmarca en un trabajo de investigación realizado entre 2002-2009, planteado a partir de la reflexión sobre los sectores populares como protagonistas de acción colectiva, y se sitúa en la capital de la provincia de Jujuy, al noroeste de Argentina. Específicamente, el problema que aquí formulamos está focalizado en la pregunta sobre la relación entre la identidad de militantes de organizaciones sociales de sectores populares y la cultura política, en el contexto jujeño de la primera década del siglo XXI.
            Es pertinente en esta introducción, considerar que se trata de un trabajo de investigación que, al responder a una lógica cualitativa, se instala en un contexto de descubrimiento y no de verificación. Por contexto de descubrimiento entendemos al “espacio y tiempo histórico donde surge el problema de investigación”(Sirvent, 2004), lo desarrollaremos brevemente. En 1997 se desarrollan en la provincia, las primeras manifestaciones masivas de trabajadores desocupados a través del método de corte de ruta. Se conforma en ese contexto la Comisión Coordinadora de Piqueteros y Desocupados de la Provincia de Jujuy. De acuerdo a fuentes consultadas, a fines de 1999 era casi fantasma, demasiado centralizada, y con grandes acusaciones de corrupción y cooptación (Ríos, 1999). Sin embargo, los procesos vividos dejarían una huella en la cultura política jujeña del mundo popular, ya que surgirían nuevas organizaciones sociales.
            Esta investigación pone el foco en el mundo popular politizado -no necesariamente hace referencia a la política partidaria, aunque se entrecruza-, que fue configurándose en el contexto de la primera década del siglo XXI, a partir de la inscripción en el espacio público de los trabajadores desocupados organizados. Encontramos allí una coexistencia de diferentes organizaciones sociales y la subjetividad signada por la pertenencia a las mismas. Cabe aclarar que no tomaré la denominación movimiento piquetero, como fuera caracterizado generalmente en el contexto académico y periodístico, ya que desde la voz nativa se hace referencia a movimiento u organización social o barrial. Además, el piquete refiere a un método de protesta, y la vida de las organizaciones no se reduce al mismo, a pesar de su relevancia. Esta investigación no pretendió abordarlas en ese sentido, sino desde lo que podemos denominar “acción colectiva cotidiana” (Tilly, 2000).
            A inicios de 2002 las organizaciones sociales tuvieron un salto en cuanto a la cantidad de planes sociales adjudicados como una forma de contener el conflicto social -recordemos que el antecedente inmediato fue el argentinazo de diciembre de 2001-. Esto significó aumento en la cantidad de recursos y miembros, además de acrecentar la valoración de la lucha social. Pero por otro lado, las organizaciones se vieron envueltas en un modelo asistencial, y la masividad que otorgaba fuerza de número a las organizaciones, hizo necesario que el movimiento fuera dando paso a un proceso de institucionalización que permitiera sostener tal cantidad de miembros.
            Luego, tomaron nuevas orientaciones durante la gestión del presidente Kirchner, quien en pos de la construcción de gobernabilidad, las invita a participar en un espacio transversal.Ante esta convocatoria, las organizaciones que se niegan a participar, son desalentadas a través de diferentes mecanismos. En tanto, como recomposición de las relaciones con los sectores populares puede observarse un mecanismo importante, el llamado clientelismo afectivo. Se entiende por tal “un tipo de relación que expresa la convergencia aleatoria entre la dimensión utilitaria de la política, generalmente reforzada por la omnipresencia de demandas dirigidas hacia las instituciones políticas, y la dimensión afectiva, manifestada en las diferentes modalidades de identificación con los líderes”(Svampa, 2005).
            Los espacios de participación fundados por las organizaciones sociales, si bien han posibilitado cierta autonomía, reafirmación de dignidad, y la vivencia de experiencias de organización novedosas para muchos militantes, se presentan a la vez como espacios atravesados por conflictos, proyectos socio-políticos diferentes y relaciones de poder, hacia el interior de las mismas organizaciones y en el concierto de organizaciones de la provincia, influenciadas a su vez, por las relaciones con el poder político. Aparecen entonces los sectores populares, atravesados por una fragmentación intrasectorial.
            Es en este contexto de descubrimiento que se sitúa el objeto de la investigación. A continuación se presentarán las herramientas teóricas y metodológicas con las cuales se lo aborda, y luego se desarrollará lo referido al proceso de codificación que comprendió la triangulación de información obtenida por diferentes fuentes y técnicas. Serán citadas algunas voces para ilustrar la argumentación. Finalmente, se expondrán las afirmaciones centrales que surgieron en base a discusiones generadas por el análisis.

EL PROCESO METODOLOGICO

            El diseño que orientó la investigación desarrollada considera al proceso metodológico como “proceso tridimensional, y no simple enumeración de técnicas de relevamiento de datos” (Sirvent, 2006). Se entiende así, que este proceso está conformado por la articulación de tres dimensiones: epistemológica, de la estrategia general de investigación, y de las técnicas de obtención y análisis de información empírica. Se diseñó a cada una de ellas advirtiendo la “paradoja o dilema de la investigación cualitativa” (Mendizábal, 2007), que consiste en que si bien debe permitir la flexibilidad del diseño en el proceso de investigación, está a la vez regida por la exigencia de: confeccionar propuestas claras, con propósitos y preguntas definidas, con técnicas acordes y cronograma que estipule un tiempo determinado, que estén enmarcados en disciplinas y tradiciones de investigación cualitativa, y sigan lineamientos teóricos posibles de ampliación o superación. Como todo esto cuenta para juzgar su calidad en el momento de evaluación, como sostiene Mendizábal (2007) “la aparente paradoja, reconocida y aceptada, debe ser resuelta presentando diseños flexibles”. A continuación exponemos las dimensiones consideradas en el diseño de la presente investigación.

DIMENSIÓN EPISTEMOLÓGICA

            Esta dimensión refiere a las “decisiones que el investigador toma sobre los conceptos, categorías, cuestiones, finalidades, con las cuales construye el objeto de investigación”(Sirvent, 2006). En la realización del presente trabajo, hubieron distintos interrogantes iniciales referidos a sectores populares movilizados en Jujuy en la primera década de siglo XXI: ¿cómo se configura la identidad en participantes de organizaciones sociales?; ¿qué significación tienen organización y líderes?; ¿cuál es el sentido que otorgan al aspecto político en sus prácticas cotidianas de organización?; ¿cómo se construyen significados en un escenario particular?; ¿qué rol juegan los rasgos estructurales de la sociedad?
            A partir de estos interrogantes se realizó una focalización que posibilitase llevar adelante la investigación, considerando como objeto de la misma a: la relación entre la configuración de identidad de participantes de organizaciones sociales y la cultura política. Planteándose como objetivo general del trabajo: Comprender la relación entre la configuración de identidad de militantes de organizaciones sociales de sectores populares y la cultura política, en el contexto jujeño de la primera década del siglo XXI. Para poder aproximarnos a lograr este objetivo fueron propuestos dos objetivos específicos:
1) Conocer y analizar las prácticas y discursos que caracterizan a las organizaciones sociales del mundo popular movilizado en Jujuy en el contexto de la primera década de siglo XXI, a fin de comprender como se produce, reproduce o transforma la cultura política.
2) Generar conocimientos científicos a cerca de la configuración de identidad de militantes de una organización social del mundo popular movilizado en Jujuy, en el contexto de la primera década de siglo XXI.
Como señalamos al inicio del apartado, la dimensión epistemológica hace referencia a ideas con las cuales se construye y fundamenta el objeto de investigación, lo que torna necesario explicitar las perspectivas comprendidas. Sin embargo, cabe destacar que se trata de conceptualizaciones iniciales que permiten plantear un punto de partida, y delinear un diseño de investigación, no tienen el fin de formular hipótesis para ser refutadas o confirmadas, ya que se trata de un diseño cualitativo. Lo que se realizó fue un proceso inductivo y generativo como podrá verse en el apartado sobre resultados.
Estas conceptualizaciones iniciales refieren a dos grandes conceptos comprendidos en el objeto de investigación planteado: identidad y cultura política. El primero de ellos, identidad, fue abordado por diferentes disciplinas y perspectivas en el panorama general de las Ciencias Sociales y Humanas, remitiéndonos a un concepto no unívoco. Específicamente, la investigación que presentamos es abordada desde la Psicología Social fundada por Pichon-Rivière en Argentina, campo que define como su objeto de estudio a “la relación dialéctica y fundante entre el Orden Socio-Histórico y la Configuración de la Subjetividad” (Quiroga, 2008). Lo cual implica el estudio de mediaciones, es decir, de las instancias de articulación entre la dimensión subjetiva y la social, tales como el vínculo, los grupos, las instituciones, y procesos como la identificación, la internalización, la comunicación y el aprendizaje. Se entiende que en la configuración de lo subjetivo opera el orden social, no se trata de procesos meramente intrasubjetivos, sino que existe una relación dialéctica entre lo intrasubjetivo y lo intersubjetivo. De allí se desprende que en esta investigación adoptamos la expresión configuración de identidad, ya que considerándola como un proceso del plano subjetivo, no puede sin embargo entendérsela sin estudiar a la trama social en que esa identidad se configura. Decimos entonces que es un proceso intra e inter subjetivo.
Al considerar la trama social inmediata en que se configura la identidad, la mirada estuvo centrada en las organizaciones sociales, como mediaciones en las que se asienta la emergencia de la subjetividad, y por lo tanto de la identidad, signada por la pertenencia a los grupos que allí coexisten, porque consideramos a los militantes como sujetos situados en sus condiciones concretas de existencia. Desde las perspectiva de la Psicología Social podemos entender por Identidad aun“proceso complejo que implica historicidad (personal y social), relación dialéctica entre unidad y multiplicidad; así como entre mismidad y alteridad” (Quiroga, 2003). Podemos también considerar dos sentidos incluidos en la identidad, como lo expresa Racedo (2000): “Uno nos habla de identidad –dice- en tanto encuentro, entrelazamiento, identificación en y con otros; es ese entrelazamiento el que da apoyatura a la identidad, entendida ya como integración y continuidad del sí mismo en una dialéctica de interdependencia y autonomía”.
Ahora bien, ¿qué procesos identitarios tienen lugar en las organizaciones sociales? Y ¿qué vínculos encontramos entre estos y la cultura política? Este fue el segundo campo de debates teóricos, ya que también se trata de un concepto no unívoco, podemos diferenciar dos tradiciones en este campo. Una de ellas politológica, presenta a la cultura cívica como la teoría más difundida, asentada metodológicamente en herramientas cuantitativas. Esta perspectiva no será la que oriente el trabajo, sino otra que comprende perspectivas más abiertas. Trataremos de visualizar a través del concepto cultura política, cómo “significantes diferentes se articulan, compiten, asocian, desconectan o yuxtaponen en los conflictos por el sentido del orden con que los individuos vivimos nuestras relaciones sociales”(Landi, 1988).
A este universo de significación no lo entendemos como un hecho dado y estático, ni como campo de significaciones y sentidos neutros, sino como producto de los conflictos por la hegemonía entre diferentes sectores sociales. Isla (2001) entiende al estudio de la cultura política como “terreno de las prácticas y discursos verbales, como los campos de simbolización e identificación, relacionados a expresiones de poder (y por ende a formas de autoridad y jerarquía) conscientes y/o no conscientes de los actores”. Resalta que, desde el punto de vista teórico es importante comprender los espacios simbólicos de la cultura política en el seno de las relaciones sociales…con la idea de mutua interdependencia”.
Si consideramos a las organizaciones sociales como mediaciones en que se concretiza esa cultura política, e indagamos antecedentes sobre el estudio de movimientos sociales, podemos rescatar la propuesta de la perspectiva del Frame Analysis de Goffman, el cual permite explorar las formas de participación a una escala micro, ver la realidad sobre el terreno, en la interacción entre la identidad y la argumentación de sus activistas en las conversaciones ordinarias, en las situaciones de reunión o evento, más o menos ritualizadas (Cefaï, 2007). Vinculado a esta perspectiva, Tarrow (1997) propone el concepto marcos para la acción colectiva, de Snow y colaboradores, quienes comprenden que un marco es “un esquema interpretativo que simplifica y condensa el ‘mundo de ahí afuera’ puntuando y codificando selectivamente objetos, situaciones, acontecimientos, experiencias y secuencias de acciones dentro del entorno presente o pasado de cada uno. Una tarea fundamental de los movimientos sociales es la tarea de ‘señalar’ agravios, vincularlos a otros agravios y construir marcos de significados más amplios que puedan encontrar eco en la predisposición cultural de una población y transmitir un mensaje uniforme a quienes ostentan el poder y a otros estamentos” (Tarrow, 1997).

DIMENSIÓN DE LA ESTRATEGIA GENERAL DE INVESTIGACIÓN

            Una segunda dimensión a presentar refiere a la estrategia general de investigación, la cual está fundamentada en la lógica cualitativa, que posibilita comprender un fenómeno en su dinámica compleja y contradictoria. Es importante señalar algunos elementos que fundamentan la estrategia general propuesta. Por un lado, respecto a mi perspectiva como investigadora, entiendo que es peligroso negar la existencia de la realidad externa, ya que ésta existe independientemente de nosotros como investigadores. No obstante, no debe perderse de vista que un conocimiento objetivo no es un conocimiento en términos de verdad absoluta, y allí es en donde creo necesario responsabilizarme de la participación que, como investigadora tengo en la generación de este conocimiento, que es a la vez un conocimiento inacabado.
            Respecto al par lógico comprensión/explicación, este trabajo de investigación se orienta a comprender, ya que estudiar la configuración de la identidad vinculada a la cultura política desde la perspectiva que se asume, requiere una lógica intensiva más que extensiva, para poder profundizar en cómo se constituye este proceso intrasubjetivo e intersubjetivo, así como la dialéctica de los procesos que ocurren en las organizaciones y su relación con la coyuntura en que están inmersas.
            En cuanto al lugar de la teoría en la investigación, partí de conceptos generales con un carácter orientador pero fueron un punto de partida, ya que se realizó un proceso inductivo. Esto nos lleva a considerar el lugar de la evidencia empírica, respecto a lo cual señalamos que esta investigación es generativa, es decir que no busca verificar, sino descubrir constructos y proposiciones a partir del trabajo de obtención y análisis de información con las diferentes fuentes de evidencia.
            En cuanto a la delimitación del universo y la selección de casos para la investigación, entendí que al ser el objeto la relación entre la configuración de identidad en participantes de organizaciones sociales y la cultura política, esa relación se materializa en las organizaciones sociales ya que median entre la cultura política y los procesos subjetivos de los militantes. Ahora bien, esas organizaciones están conformadas por los sujetos que en ella participan y por lo tanto la selección delimita no sólo organizaciones sino también militantes. La selección de casos se realizó tomando una organización específica, que en el transcurso del tiempo de estudio pasó de ser una organización a dividirse en cuatro organizaciones -al momento de formular el diseño de investigación, encontrándose al momento de escribir este artículo subdivisiones (once aproximadamente)-, y otros miembros sumados a otras ya existentes.

DIMENSIÓN DE LAS TÉCNICAS DE RECOLECCIÓN Y ANÁLISIS DE INFORMACIÓN EMPÍRICA

            Con relación a esta dimensión, utilicé una combinación de técnicas provenientes de la tradición cualitativa de investigación. Las técnicas que se combinaron en la estrategia de trabajo en terreno fueron: observación participante, en un periodo que va desde 2002 a 2006. Y en otra etapa, entre 2006 y 2009, las técnicas privilegiadas fueron: observación directa, entrevistas grupales, entrevistas abiertas. Considero que las entrevistas son útiles para aportar conocimientos y esclarecer experiencias subjetivas que no se pueden observar directamente, tal es el caso de la configuración de identidad. Utilicé también la técnica de análisis documental -guiones políticos, notas, bases de datos-. E incluí instancias participativas de retroalimentación.
            En tanto, para el análisis utilicé una estrategia cercana al Método Comparativo Constante de la tradición de investigación de la Teoría Fundamentada. Este modo de análisis está basado en la búsqueda de semejanzas y diferencias en los incidentes contenidos en los datos, generando categorías y sus propiedades a través de patrones de comportamiento que se repiten. Así, fui elaborando a partir de la comparación constante de entrevistas realizadas a distintos informantes y la comparación entre entrevistas, observación y documentos, las categorías como resultantes de las sucesivas etapas de codificación.
            Lo que la Teoría Fundamentada propone es construir categorías conceptuales a través de los datos para generar teoría substantiva, anclada en una fracción de la realidad. Por lo tanto, en el proceso de investigación no hay códigos prefijados sobre esa realidad. Esto no significa un empirismo radical, un acceso ateórico a la realidad, sino la existencia de una teoría flotante. En palabras de los autores: “Respecto de las teoría existen dos peligros: a) iniciar los estudios sin ninguna teoría, situación que puede conducir a no poder reconocer aspectos relevantes del fenómeno estudiado, y b) imponer una teoría, descansar en ella, ver la realidad desde una sola perspectiva y tratar de “calzar” los datos en las categorías preconcebidas, o poner “datos redondos en categorías cuadradas” (Glaser y Strauss 1967, en Mendizaba, 2007).

DE RESULTADOS Y DISCUSIONES: CODIFICACION DE INFORMACIÓN EMPÍRICA

            La presentación de la información analizada, así como el léxico utilizado corresponden al Método Comparativo Constante. Según el mismo, las categorías resultan de la clasificación de conceptos –por conceptos se entiende el etiquetamiento realizado a hechos, eventos o fenómenos-, a partir de la comparación de los mismos y su integración en un orden más elevado. En tanto, por propiedades se entiende a los atributos o características pertenecientes a una categoría, y las dimensiones son las divisiones de una propiedad. La idea de este procedimiento analítico, como lo menciona uno de sus creadores, es que “la relación esencial entre los datos y la teoría es un código conceptual. El código conceptualiza el patrón subyacente a una serie de indicadores empíricos dentro de un conjunto de datos” (Glaser, 1978). Esto ayuda a salir del nivel puramente empírico, al etiquetar los fragmentos de las respuestas y agruparlos conceptualmente en códigos, y es por otro lado un camino inductivo, ya que las categorías van surgiendo del mismo material empírico. A partir del análisis de entrevistas y su triangulación con información obtenida por observación, documentos y sesiones de retroalimentación, fueron delineándose las categorías y propiedades, que como resultado de la comparación y clasificación de conceptos, y del amasado de lo empírico y lo teórico, contribuyen a comprender a los sujetos que participan en un proceso colectivo atravesado por múltiples contradicciones.
            A continuación se desarrollarán tres grandes categorías. La primera refiere al mundo de las organizaciones sociales en Jujuy del siglo XXI, lo que da cuenta de la trama en que se asienta la configuración de identidad y en la que se expresa a través de prácticas y discursos la cultura política. Se pudo arribar a cuatro propiedades para caracterizar a este mundo de las organizaciones sociales: espacio multiorganizacional; grupos en ascenso y declive y en alianza y fractura; incidencia de programas de empleo y relación con el Estado.
            La segunda y tercera categorías, presentan lo referido a lo que desde la psicología social llamaríamos el polo de la subjetividad, abordando a las subjetividades conjugadas en lo colectivo, así podemos comprender la identidad de los militantes. Una de esas categorías trata sobre las autocomprensiones de sí mismos y de la experiencia colectiva, de la cual se pueden señalar tres propiedades: 1) relación entre identidad y posición en la organización; 2) categorizadores e identificadores externos; 3) reivindicación de la identidad a partir de la revalorización de la organización.
            En tanto, la tercera categoría: interjuego historia-proyecto, se explica a través de dos propiedades: 1) la referencia a un antes memorable, un antes al que se recurre para visualizarse en el presente; 2) el diseño del futuro como la proyección del tiempo por venir, ligado al presente a través de la tensión entre urgencia y proyecto.

a) EL MUNDO DE LAS ORGANIZACIONES SOCIALES EN JUJUY DEL SIGLO XXI

Espacio multiorganizacional
            El mundo de las organizaciones sociales se presenta heterogéneo, complejo. Es un espacio “multiorganizacional”(Svampa, 2008), que se fue estableciendo fuera de lo institucionalizado, en el que se conjugan una matriz territorial ya que el barrio o la zona geográfica de pertenencia marcan a las formas organizativas, y una matriz sindical relacionada a demandas por trabajo genuino, instaurándose una determinada modalidad de organización. La aparición y establecimiento de éste espacio multiorganizacional responde a la existencia de un gran sector de la población desocupado, o cuya inserción laboral es inestable y precaria. Por ende, los objetivos perseguidos por las diferentes organizaciones son similares, más allá de las heterogéneas filiaciones y proyectos políticos que las identifican: “Conocí muchas, siempre es por lo mismo, por mejor forma de vida, trabajo digno, por el ser humano” (Entrevista a militante de cuatro organizaciones diferentes en el periodo de estudio, mayo/2008).
            Estas organizaciones sociales están en permanente movimiento y cambio. Las mismas incluyen la coexistencia de diversos grupos que se alían y se enfrentan, cambiando de posición de acuerdo a la coyuntura en que se encuentran inmersos y a las relaciones que establecen, en especial con el poder político. Si observamos en general la dinámica de las organizaciones sociales, podemos ver que hay circulación permanente de miembros que pasan de una a otra organización.
            Svampa (2008) hacía referencia a “estructuras organizativas con diferentes niveles de participación”, así habría un núcleo en el que se sitúan los referentes, luego un círculo en que estarían los militantes intermedios que comparten la visión estratégica del movimiento y los estilos de construcción política; luego, una serie de anillos o círculos concéntricos, más alejados del centro, en el cual se sitúan otros militantes con menor involucramiento y, por último una periferia conformada por quienes se acercan en función de sus necesidades más elementales. Señala la autora mencionada que, el gran desafío de los movimientos es la politización de esa amplia periferia. Pero, en la práctica organizativa de Jujuy, la estructura es más compleja que la citada. Sería preciso no hablar de núcleo de referentes a secas, sino, considerar que pueden existir facciones en ese núcleo, ya que no necesariamente todos comparten la visión estratégica del movimiento y los estilos de construcción política. Esos círculos aparecen a la vez conformados en su interior por diferentes referentes y grupos que a veces se enfrentan, llevando a que aún en esos primeros niveles de implicancia, en lugar de movimientos centrípetos ocurran movimientos centrífugos.
            Se puede observar en el contexto que se analiza, un proceso de fuerte diferenciación y rivalidad entre organizaciones y grupos que en un pasado habían encontrado espacios de encuentros o conformaban una misma organización. Pueden observarse: 1. situaciones de disenso que no llegan a la ruptura, pero si a una fuerte presencia de facciones; 2. situaciones de disenso y diferencias ideológicas y tácticas que luego de un proceso terminan en la fractura de una organización fundándose nuevas organizaciones, algunas de ellas en alianza con otras ya existentes; 3. división de pequeños grupos o personas que de manera particular se integran a otras organizaciones existentes; 4. un mecanismo de cooptación que acompaña a la división, y la adhesión al proyecto político oficial.
            Se trata de desestructuración de colectivos, pero es una fragmentación para una nueva reconfiguración, ya que las organizaciones no desaparecen. Si vemos el conjunto, se realinean. Hay tensiones, rupturas, alianzas, reagrupamientos, y los sectores populares están atravesados por una multiplicidad de fragmentaciones intrasectoriales. Lo que lleva a percepciones como un mundo de conveniencias. Lo expresaba una entrevistada en mayo de 2008: “Hay una gran hipocresía en las organizaciones, una organización antes ha querido perjudicar a otra, y después andaban movilizando juntas el otro día. Todo es conveniencia, se hace leña del árbol caído”.

Múltiples grupos, en ascenso y declive, en alianza y fractura
            Al interior de las organizaciones podemos observar múltiples grupos que las conforman. Desempeña aquí un papel importante el proceso que fue dando lugar a la estructura de cada organización, ya que por lo general los dirigentes barriales son los que inician el aglutinamiento de los participantes, y ante la organización general aparecen representando y por ende acompañados por sus compañeros de barrio, por sus bases. Este es un elemento que los suele establecer en posiciones de poder: las bases responden a ellos. Por otro lado, estos grupos actúan como posibilitantes de la construcción de vínculos más allá de la figura del dirigente, y por lo tanto lo grupal o barrial vinculado a la militancia y/o a los proyectos de trabajo se constituye en un soporte referencial, de pertenencia y contención.
            Si tomamos aportes teóricos de Elías (1997 [1965]), podemos entender desde el concepto figuraciones de establecidos y marginados, que existen grupos que se instalan en un lugar de poder, por algún tipo de atributo del que otros grupos interdependientes carecen; por ello creen de sí mismos que son “humanamente mejores”, como dotados de un carisma de grupo. Esta relación de interdependencia nos ayuda a comprender “la compleja polifonía de los movimientos de grupos en ascenso y declive a lo largo del tiempo –es decir, de grupos establecidos que se vuelven marginados o que, como grupos, desparecen del todo, y de grupos marginados cuyos representantes llegan como nuevo establishment a posiciones que le fueron denegadas anteriormente o que, según el caso, resultan paralizados como consecuencia de alguna opresión” (Elías, 1997[1965]). Hacia el interior de las organizaciones, los grupos de establecidos y marginados se han presentado con un dinamismo permanente, aparecen aquí las luchas en torno a la balanza de poder.
            Estas luchas de poder pueden ser desencadenadas por asuntos tales como el reconocimiento, los ideales políticos, los recursos económicos, o valores -como la honradez, el sacrificio, la coherencia-. Más allá de las motivaciones, lo que se manifiesta son matrices competitivas entre grupos, y termina presentándose en lo específico, la competencia por preservar dos elementos que parecen ser los que marcan los diferenciales de poder: 1) quedarse con la mayor cantidad de miembros de la organización anterior, y 2) quedarse con la mayor cantidad de recursos materiales –planes de empleo, bolsones de mercadería, cooperativas de trabajo, infraestructura edilicia, etc.- Cabe destacar, que hay organizaciones en las que la dinámica da cabida a que se produzcan conflictos, lo cual no es posible en otro tipo de organizaciones con una estructura más rígida y jerárquica.

La incidencia de políticas públicas y las relaciones de confrontación-dependencia con el Estado
            Desde 1997, año en que irrumpen en el espacio público los desocupados y van conformando organizaciones, consiguieron incidir en la adjudicación de los beneficios de programas de empleo, a través de las prácticas de confrontación con el Estado –cortes de ruta como método de protesta principal en los primeros años-. Luego, fueron logrando autonomía en cuanto al crecimiento como organización popular, con la visión de que los planes sociales eran producto de la lucha, y no un favor de los gobiernos. Pero, paradójicamente, fue a la vez un crecimiento asentado en estas asignaciones, es decir que, el crecimiento sin el Estado no hubiese sido posible, y por lo tanto, sostener la autonomía se convierte en incertidumbre.
            Se observa también un mecanismo de “doble enlace”. Cuando una organización está fortalecida -fortaleza que se mide por la cantidad de participantes y por la contundencia de sus acciones-, la balanza de poder se inclina hacia ella, debiendo el ente gubernamental ceder ante sus reclamos. Pero este doble enlace lleva también a que pueda ocurrir lo contrario. Por ejemplo, pasar de decir ante una medida de protesta: “nos levantamos cuando nos den soluciones”, a ser el Gobierno quien dice: “hablaremos recién cuando levanten”. Aparece acá la incidencia de la estructura de las oportunidades políticascomo lo que facilita u obstaculiza la acción colectiva.
            Es interesante el análisis de Bruce (2007), quien sostiene que: “La lucha por los subsidios es un arma de doble y peligroso filo que por un lado permite a los sectores de dominio contar con mano de obra totalmente desregulada y domesticada o con seguidores políticos cautivos pero, por otro –que hay que reconocer como mucho más difícil, sinuoso y delgado- conforma un potencial práctico desde la cual los desocupados se pueden organizar en corporaciones, avanzar políticamente y trabajar por el cambio social. Pero, esas mismas organizaciones también pueden inducirlos a formas clientelares que no se diferencian, nada más que en grado, de aquellas que dicen combatir. En la medida que la estructura aglutinante enmascare que el conflicto central es la contradicción entre capital y trabajo, sólo sirve para obtener más fuerza en la petición de un subsidio sin alterar en lo más mínimo la situación social”.
            Lo que pudo observarse en las organizaciones sociales que se estudian, es el dilema en torno a que tanto el aspecto laboral y la aspiración al trabajo genuino que las funda, como el aspecto político con la expectativa de cambio, quedan subsumidos por el aspecto asistencial, vinculado a la satisfacción de necesidades inmediatas. Lo cual se relaciona al tipo de programas para resolver el problema de desempleo –PEC, Jefas y Jefes de Hogar, Cooperativas de Vivienda- a los que pueden acceder, caracterizados por otorgar beneficios temporales e inestables, y con asignaciones monetarias bajas. Lo mismo ocurre con lo que desde en el ámbito provincial se consigue, consistente en cargos de capacitadores en Educación No Formal, que si bien posibilita una relación laboral de dependencia, tiene un tiempo de duración aproximado de diez meses.

b) AUTOCOMPRENSIONES: DE SÍ MISMO Y DE LA EXPERIENCIA COLECTIVA

            Desde el campo de psicología podemos entender a la identidad, como el “conjunto de representaciones y la valoración que un sujeto posee de sí, que le generan un sentimiento de mismidad y le permiten mantener en el tiempo la cohesión interna” (Edelman y Kordon, 2000). Ahora bien, ese conjunto de representaciones, así como la diversidad de vivencias y autopercepciones, están posibilitados por la inscripción en un proceso social. Enfocados en esta idea, la categoría que se aborda bajo el nombre: autocomprensiones, y se construye a partir de analizar cómo los sujetos se identifican desde su participación en una experiencia colectiva determinada, por ser miembros de una organización social. Resultó útil para el trabajo analítico, la distinción que realizan Brubaker y Cooper (2001) entre “modos de identificaciones relacionales y categoriales”. Es decir, una persona puede identificarse a sí misma por medio de su posición en una red relacional, o por ser miembro de una clase de personas que comparten algún atributo categorial. Las propiedades que a continuación se desarrollan conforman la categoría autocomprensiones.

Relación entre identidad y posición en la organización
            Brubaker y Cooper (2001) refieren a la relación entre “autocomprensiones y locación social”, como un término disposicional haciendo alusión a la “subjetividad situada”: “el propio sentido de quien es uno, de la propia locación social y de cómo (dados los dos primeros elementos) uno está preparado para actuar”. Los autores lo relacionan con lo que Bourdieu llamó “sentido práctico”, cognitivo y emocional, que las personas tienen de sí mismas y de su mundo social. Estas nociones teóricas contribuyeron al análisis de la información. Podemos observar que en una organización social, una de las fuentes de autocomprensiones está vinculada al lugar que se ocupa en la misma. Dos dimensiones la caracterizan: 1) autocomprensiones a partir de una estructura jerárquica; y 2) pertenencia y locaciones más allá de las jerarquías.
            La primera dimensión, será ilustrada citando un fragmento de observación de una actividad de capacitación y reflexión con militantes de base, más allá de que se arribó a la misma a partir de diferentes evidencias empíricas: “Trabajaron en subgrupos y luego entre todos fueron completando un grafico con forma de pirámide. Debajo de todo ubicaron a los encargados de copas de leche, campesinos, obreros desocupados, comedores, la organización, escuelas. En el escalón siguiente: obreros ocupados, coordinadores de comedores –nótese la diferenciación que comienza a aparecer entre encargados de comedores y comedores, y entre encargados de copas de leche y de comedores-. Un escalón más arriba: delegados de la organización –nótese que a la organización la habían colocado debajo de todo, y los delegados se ubican recién en el tercer nivel, incluso por arriba de los obreros ocupados que ubicaron en el segundo”. Si lo que prima al interior de la organización y de los grupos que la conforman, no es una estructura horizontal, ni la democracia directa, sino la democracia representativa o la autocracia, puede aparecer una matriz de dependencia y pasividad. Se puede inferir un autoconcepto que entiende como destino seguir al delegado, por gratitud, por confianza o por temor. Puede estar basada en una autoridad incuestionable, en la que aparece el temor como característica,o estar basada en relaciones paternalistas -o maternalistas-, en las que aparece un aspecto afectivo. Se manifiesta también el fenómeno del don: “nos dio el plan” (registro de observación).
            Por otro lado, puede observarse una dialéctica entre confianza y desconfianza, entre esperanza y frustración, entre gratitud y enojo. Se “apuesta”, pero se requiere también de la apoyatura que ofrece el reconocimiento de los otros. Y aquí tienen un lugar diferenciado los delegados, ya que aparecen en la dinámica interna como quienes dentro de la organización “reconocen”, aprueban o desaprueban a sus compañeros, como si su mirada fuera la de la organización. También los miembros de base reconocen a los delegados a través de atribuirles o quitarles el lugar de dirigencia. Debe advertirse que aparece la reflexión crítica, pero no siempre lleva a replantear un tipo de relaciones verticales, entonces la critica lleva a la reproducción de lo que se critica. Es decir, ante la crítica al delegado pasan a conformar otra organización, pero con la misma modalidad relacional.
            La segunda dimensión encontrada hace referencia a la pertenencia y locaciones más allá de las jerarquías, lo que lleva a advertir el sentido que las bases se atribuyen a sí mismas desde un cuestionamiento que se orienta a promover relaciones horizontales: “A todos le ha pasado porque ha sido una idea cuando laburaban a la par tuya… Después cuando ya avanzó…entonces ya no te tomaba en el mismo vaso que vos, no quería cargar nada, ni laburar…” (Entrevista a militante, enero/2009).
            Por otro lado, aparece la dinámica de reconocimiento posibilitada por la red relacional en la que se inscriben los miembros, que lleva a una adhesión a la organización social más allá de los delegados, y desde allí al “apostar al movimiento” (Entrevista a militante, enero/2009). Se pone en evidencia el importante rol que juegan la multiplicidad de grupos o subgrupos que conforman a la organización mayor, ya que es una participación mediada por la pertenencia a esos grupos. Es decir, se pertenece a la organización a través de la pertenencia a los grupos que la conforman. Esta dinámica de múltiples grupos hace que la necesidad de pertenencia y sostén, busque preservarse a través de la inclusión en esos pequeños espacios, allí encuentran lo que identifica: algunos compañeros del barrio con quienes se ha construido vínculos más fuertes, los familiares que son también compañeros de militancia, el sostenimiento de un proyecto del cual se es parte y que se considera importante. Es la contracara del mero seguimiento al líder, a la organización social como entidad, o la simple búsqueda personal de beneficio material.

Categorizadores e identificadores externos
            Se trata aquí de visualizar el interjuego dialéctico que hace que las identificaciones externas incidan en las autocomprensiones. Encontramos en la información analizada, una serie de categorizaciones que desde “afuera”, rotulan y califican a organización y a sus miembros. Los agentes identificadores que podemos observar, pueden separarse en dos grupos (1): el Estado como categorizador, y los categorizadores indefinidos.
            El Estado es una institución cuyo rol es central como identificador de las poblaciones que componen a este tipo de organizaciones. Su accionar puede verse materializado a través de dos dimensiones, como diseñador e implementador de políticas públicas, y como favorecedor de determinados modelos relacionales. En el diseño de las políticas públicas está presente la caracterización que se realiza de la población objetivo, y el establecimiento de normativas que señalan la forma de proceder. Ahora bien, las políticas dirigidas al sector que conforma a estas organizaciones fueron modificándose durante los años de estudio, no es la pretensión aquí realizar un estudio detallado de estas políticas, pero es importante plantear su influencia en la autoimagen de los miembros de organizaciones. 
            En mayo de 2002, se inicia el Programa Jefes y Jefas de Hogar, con el slogan: “no necesitas intermediarios ni gestores”, contrapuesta a la lógica de los programas anteriores, que establecían ser parte de un proyecto de trabajo como condición para obtener el beneficio. Contiene así, una lógica de individualización de los problemas sociales,contrastando con la lógica de organización para enfrentar y superar problemas. La individualización es una lógica presente, que fue socavando los procesos organizativos: “…mucha gente se metió para ver qué agarraba, qué llevaba, eso ha sido generado porque vivimos en un sistema en el que todo el mundo aprendió me meto acá para ver que llevo… tengo que ir y pedir ahí doble” (Entrevista a militante, enero/2009).
            En los últimos años, fueron surgiendo diferentes líneas de Programas dirigidos a este sector, se trata por lo general de políticas de ingreso -el Plan Familias por la inclusión, el Seguro de desempleo, la Asignación universal por hijo-. Otros programas pusieron énfasis en la producción, como el Programa de Emergencia Habitacional que incentiva la conformación de Cooperativas de Trabajo, y cuyos lineamientos modifican el perfil de las organizaciones, ya que por un lado produce una diferenciación hacia adentro, por el imperativo de pasar de ser compañeros a ser socios, y por la diferenciación entre los que “tienen trabajo” y los que no. Y por otro lado, al conformarse como cooperativas reproduce una estructura jerárquica con posiciones legalmente estabilizadas.
            Otro programa implementado fue Manos a la Obra, que consiste en la conformación de grupos de emprendedores, para producir y comercializar algún bien. En estos casos los dilemas surgen alrededor de la falta de capacitación, la propiedad de las maquinarias, la ausencia de experiencias o posibilidades de comercialización, la desventaja para competir en el mercado, y fundamentalmente, por la contraposición de una lógica anticapitalista con una lógica capitalista, que estos emprendimientos requieren. Estos programas en algunas organizaciones se perciben como dispositivos que amenazan la vida de las mismas, al igual que algunos lineamientos que exigen responsabilidad compartida con una institución u órgano de gobierno, por la posibilidad de cooptación.
            En cuanto a las modalidades de relación con el Estado, también tienen incidencia en la autoimagen de los participantes de las organizaciones y los dispone a moverse de determinada manera, se presentan diferentes formas: asistencial, represiva, clientelismo afectivo. La modalidad asistencial se corresponde con una matriz que focaliza la ayuda social, realizando un manejo discrecional de los recursos. Promueve una actitud pasiva y de dependencia. La forma en que esta matriz se encarna en la práctica es reconocida por los militantes como “la costumbre de que te tienen que dar”, y también se interpreta que actores e intereses están en juego: “cuanto más doy, más lo tengo agarrado...”.
            Puede observarse, por otro lado, una relación abiertamente coercitiva hacia algunas organizaciones sociales y de clientelismo afectivo hacia otras. Es importante considerar en este punto el llamado a prestar “apoyo crítico” realizado por el presidente Kirchner, al que algunas organizaciones sociales no accedieron, marcándose así las diferencias entre las mismas. En los casos de no apoyo al proyecto oficial, el accionar del Estado es registrado como una amenaza para la continuidad de la organización. Así podría identificarse en algunos militantes, la aparición de un “escepticismo, por las vivencias de frustración y pérdida, que registran ante el impulso de una política de debilitamiento de ciertas organizaciones sociales” (Cieza y Ríos, 2007).
            Como mencionábamos al inicio de este aparatado, encontramos también la categorización desde afuera vinculada a un aspecto que se agrupó en la denominación “categorizadores indefinidos”. Una constante en las observaciones y entrevistas realizadas es la presencia del rumor. A partir de reconocer cómo los ven los otros, los de “afuera”, los militantes realizan una interpretación sobre cómo se ven a sí mismos, y del por qué los otros los ven de la manera señalada. Se explican así el quienes son, como se relató en una sesión de retroalimentación del año 2009: “Después de la separación todo el mundo decía que la organización se viene abajo, e hicimos una movilización a los días, y fue la más linda porque no se notó la diferencia…Éramos un montón...Todos decían acá ya cagó (Percepción de cómo los ven), ya no existe. Yo creo que [nombre de delegado/a] debe haber dicho nos estamos dividiendo, me llevo toda la gente. Al gobierno le ha verseado eso también, para que le den algo. Éramos un montón…y eso vio el gobierno”. Podemos ver que si bien la identificación es realizada a través de rumores, aparecen en la interpretación otros dos agentes: quien se dividió y el gobierno. El mensaje es desalentador “se viene abajo”, “ya no existe”, los rumores se contraponen a una acción concreta: movilizar y así demostrar que todavía la organización existe. Demostración que no es sólo hacia lo externo, sino que reafirma la pertenencia a un espacio que persiste.
            Pichon-Rivière y Quiroga (1985) señalan que al rumor “entendido como un elemento de estrategia, se lo ha utilizado en caso de guerra, en el que se ha promovido movimientos de opinión tendientes a debilitar la operatividad del sector al que se deseaba abatir […] Fomentar el miedo, desalentar, inquietar y deteriorar la autoimagen de una nación o de un sector son sus objetivos”. Así, los rumores no siempre encuentran como correlato la reafirmación positiva de la pertenencia a un espacio, también aparecen como desenlaces la percepción de finitud, la descalificación, el descreimiento en la organización, y la pérdida de reconocimiento de esos otros. Como se expresaba en una sesión de retroalimentación, de enero 2009: “…entonces esos compañeros, viene otro de afuera y le dice vení te voy a dar que haces acá muriéndote de hambre”.
            Otros rótulos hacia los militantes fueron: vagos, ignorantes, violentos. A esta idea los miembros contraponen una autopercepción, expresada en frases como: “Queremos mostrar otra parte de la organización, gente sencilla, de barrio, que trabaja por la salud” (Talleres barriales en Alto Comedero. Octubre a diciembre de 2002). Aquí, la calificación no se relaciona con la debilidad, sino con el peligro. La función que cumplen estas calificaciones es lanzar un “estigma”, que como señala Elías (1997 [1965]), normalmente entra a formar parte de la autoimagen que el grupo tiene. Podemos observar que las autocomprensiones se construyen a partir de la mirada de los otros, “toda identidad es social porque se gesta con otros y son los otros los que la definen (…) hablar de identidad en sus rasgos individuales es parte de comprender los procesos en que esa identidad se configura, que son históricos, sociales, de clase, económicos” (Racedo, 2010).

Reivindicación de la identidad a partir de la revalorización de la organización
            Puede observarse también un movimiento hacia la reivindicación cuando los militantes se reconocen como constructores de una organización a cuyos ideales adherir. Desde el estudio de movimientos sociales, es relevante considerar la idea de “creación de marcos interpretativos, que justifican, dignifican y animan la acción colectiva” (Tarrow, 1997), lo que posibilita la definición de un nosotros, y el reconocimiento de antagonistas y terceros o audiencias. De acuerdo a la información analizada, podemos abordar dos dimensiones: la misión de la organización; y la autoimagen positiva a partir de su trayectoria.
            De la Torre (2001) señala que “no existe una identidad grupal si las personas que integran ese grupo no incluyen de alguna manera, en su autoconcepto, en su identidad personal, la pertenencia al mismo; así también las identidades personales, están caracterizadas en gran medida por la pertenencia a grupos”.Pero, la reivindicación de la misión de la organización como elemento identitario, no está presente de manera homogénea en todos los miembros, sino en aquellos que han vivido un proceso a partir del cual se ha vuelto significativo en ellos un determinado modelo de relación, de resistencia, una determinada comprensión de la realidad, lo que va forjando “la convicción intima de ser quienes se es” (Töpf, 2004). En estas trayectorias de militancia, se pone en evidencia en los relatos, el reconocimiento de un momento significativo con relación a experiencias anteriores, como una posibilidad de aprendizaje. Quizás por eso, la amenaza que algunos miembros perciben con relación a las fragmentaciones, es que se cree confusión, y se modifique lo que podríamos llamar la “identidad de la organización”: “Hubo pelea, parecía que nos querían confundir, yo estuve siete años en la política y no me gustó… Me siento segura en la organización por la lucha por el cambio” (Entrevista a militante, mayo/2008).
            Podríamos analizar estos elementos desde la noción de “lo que circula y lo que se guarda”. Es preciso que en toda sociedad, “junto a las cosas que circulan y se desplazan, haya puntos fijos, puntos de anclaje de las relaciones sociales, y de las identidades colectivas e individuales” (Godelier, 1998). Lo que se conserva afirma una identidad, su continuidad en el tiempo, y la diferenciación con otros grupos u organizaciones. Lo que no se quiso ceder quizás se presenta para una organización como un punto de anclaje, por ejemplo “la lucha por el cambio”, como idea fundante. Podría interpretar y comprender entonces, por qué en momentos de crisis y debilitamiento, se está todo el tiempo recordando: “…había habido una discusión de quien luchaba más, se ponía sobre la mesa ¡qué carajo! si te sacaron una pierna a vos, o te sacaron un brazo, entonces cual era más valorado, el brazo o la pierna, quien era más importante...” (Entrevista a militante, enero/2009). Parecería una discusión absurda, pero aparece como un punto de anclaje, que ayuda a recordar quien se es, y desde allí sostenerse dentro de ese nosotros que es la organización.
            Y si esto permanece, ¿qué es lo que circula? Si observamos en general la dinámica de las organizaciones sociales, podemos ver que hay circulación permanente de miembros, ya que no todos estarían dispuestos a “perder la pierna o el brazo”. Puede presentarse esta movilidad y disminución de la cantidad de miembros como un elemento que remite a la debilidad o a la fuerza. La fuerza en defender un ideal como el de la organización, y paradójicamente, la debilidad en que ese ideal resta militantes.

c) INTERJUEGO HISTORIA-PROYECTO

            Esta categoría se vincula con la historicidad y temporalidad como rasgos de la identidad personal. Lo que interesa a los fines del presente trabajo, es analizar este interjuego historia-proyecto vinculado al espacio concreto de las organizaciones sociales en que militan. Es decir, no se realiza un estudio de trayectorias o un análisis en base a relatos de vida, sino más bien, en base a relatos que vinculan a los militantes con la vida de una organización social determinada; y el contexto en que estas organizaciones surgen con mayor fuerza es el de inicios de siglo XXI, es decir que la referencia a un antes es a ese pasado que aún es muy reciente.

La referencia a un antes memorable
            La autorreferencia comparativa con un antes en la organización, está presente en los sentidos que los militantes otorgan a ese espacio que los articula. Este “antes” nos lleva al momento de las experiencias iniciales, que son relatadas con relación a diferentes dimensiones, que permiten observar, a partir de la reflexión de los militantes, cuáles son los factores valorados en ese espacio de participación.
            Una de estas dimensiones refiere al espacio de deliberación. Se hace referencia a un antes en que existía una mayor participación de las bases en la toma de decisiones, se permitía la discusión, en tanto el ahora, aparece marcado por la fragmentación, la resignación, el silencio y la desconfianza, y un perfil de delegado caudillo. Otra de las dimensiones en las que aparece la rememoración de ese antes, se vincula al objetivo y las prácticas. Se hace referencia a una comprensión del antes con un objetivo político y más a largo plazo; en tanto el ahora aparece como de objetivos inmediatos, personales, circunstanciales. Otra dimensión es la diferenciación interna que surge a partir de la heterogeneidad de actividades y beneficios, en tanto en los primeros tiempos existía una homogeneidad es este aspecto. Así, la escisión desocupados-ocupados dentro de la misma organización genera dilemas en torno a la visualización en el presente y la comparación con el pasado.
            Otra dimensión a la que recurrentemente se apela en el recuerdo del pasado es a la correlación de fuerzas en la arena política, la organización social se presentaba como “germen de revolución”. En cambio, el presente se considera regido por el interés sectorial, por el avance de las clases dominantes, los sectores populares direccionados por la acción social, el favoritismo y clientelismo como mecanismos, y la gran división en el campo popular. En otro plano, se manifiestan molestias ante repertorios de acción que en tiempos anteriores eran exitosos, y hoy ya no surten efectos, lleva a cansancio y desaliento en los miembros de algunas organizaciones.
            Otra dimensión, que podríamos considerar relacionada a un aspecto afectivo y vincular, refiere a un antes en que se encontraba contención, valor, respaldo; y un después de dolor, divisiones, confusión. Completando esta argumentación, apareció un código in vivo: “madre de organizaciones”, relacionado a un organización determinada, la más numerosa de inicios de siglo XXI, expresión significativa ya que fragmentos de diferentes entrevistas a militantes que hoy participan en otros espacios, remiten a esta idea. Por un lado se enfatiza en asociar a la organización con la idea de “inicio”, es decir, como lo que posibilitó la participación y la construcción de un espacio colectivo. Este relato de los orígenes de la organización, también se asocia a la idea de “familia”, y a la capacidad para contener.
            Por otro lado, se pone el énfasis en lo que la organización aportó a aquellos “otros” que ya no están, es decir, se da valoración a la organización como espacio de aprendizajes para sus miembros, de una marca en las trayectorias personales de militancia, aunque ya no participen en la misma. Aparece además como una explicación de “nosotros”, desde reconocerse en los otros: “gente que aprendió y se fue”. Permite recuperar y fortalecer una imagen positiva del sí mismo y de la identidad del colectivo en que se participa. Podemos ver entonces, que las crisis en organizaciones marcan ciclos, cuyos desenlaces no siempre se significan como “finales” sino como reconocimiento de un “legado”.

El diseño del futuro
            Las dimensiones que estarían conformando esta propiedad se asocian a las perspectivas de futuro, a partir de una articulación con el presente. Surge una tensión, que se manifiesta como: urgencia versus proyecto, sería una primera dimensión. Luego, podemos identificar que las perspectivas de futuro pueden vincularse con la organización o sólo con la vida personal.
            Con relación a la tensión entre urgencia y proyecto, se debe considerar el objetivo de la organización y en qué medida los miembros sostienen al mismo, o lo desconocen.Puede observase una heterogeneidad con relación a las perspectivas, las actividades y la historia de los miembros dentro de una misma organización, lo que complejiza sostener un objetivo único. Esta tensión se dirime entre una aprehensión del mundo según la cual es objetivo de la organización la lucha por el cambio, por el trabajo genuino, versus atender las necesidades inmediatas. El dedicar mayor tiempo a atender lo vinculado a beneficios puntuales y su distribución: “la discusión del kilo de arroz” (registro e observación), en contraposición al tiempo dedicado al debate político y a la lucha, se torna ineludible en un colectivo en el que resolver la supervivencia es una urgencia permanente. Decanta en un desdibujamiento de proyectos a largo plazo, y en la presencia del escepticismo. Expresiones como: “Cuesta que la gente llegue a entender que hay un futuro, que no es sólo vivir el hoy, sino terminamos pensando en lo que llegó hoy, sólo pensamos en sobrevivir, y entonces para qué está el Movimiento si no se va a pensar en el futuro si antes ya sobrevivíamos sin el Movimiento”(Entrevista a militante, enero/2009). Dan cuenta de ese proceso, entre asentarse en la “supervivencia” de hoy, o en el “otro modo de ser de lo social que podría venir mañana”(Ricouer, 2000 [1986]).
            Puede observarse una contradicción entre proyecto y escepticismo, y de allí la pregunta sobre: qué direccionalidad tiene para sus miembros ese estar en la organización. Acá se encuentran dos respuestas posibles, por un lado, la idea de “apostar” al movimiento o al proyecto colectivo incluyendo el proyecto de vida personal dentro del mismo. Por otro lado, un fenómeno que podríamos llamar de individuación, son casos en los que el proyecto de vida personal no está atado al colectivo, es circunstancial su vinculación con el mismo.
            Otra dimensión relacionada con el diseño del futuro, se plantea en la permanente recurrencia al tema de los hijos y qué dejarles. Es también uno de los motivos que los participantes manifiestan sobre por qué seguir en una organización. En esta dimensión podríamos diferenciar a quienes sostienen un aspecto emotivo y de autovaloración, en tanto otros plantean un aspecto más tangible, material. Podemos ejemplificarlo con las siguientes voces: “muchas veces no conseguimos nada pero por lo menos nuestros hijos cuando tengan nuestra edad van a decir mi mamá luchó, mi mama estaba bien” (Sesión de retroalimentación. Enero/2009); “nosotros no queremos que nuestros hijos también salgan a cortar ruta, no, nadie quiere que sus hijos el día de mañana en vez de estar estudiando en la facultad esté cortando rutas, esté quemando gomas o pasando hambre... Nadie quiere este futuro que nosotros tenemos hoy para nuestros hijos, se quiere superar. Si nosotros salimos a luchar no es para que siga, es para que se termine…” (Sesión de retroalimentación. Enero/2009).
            A partir del análisis, podemos ver que los hijos se presentan como un soporte que contribuye a sostener un proyecto de futuro. Y a pesar de las fragmentaciones en el mundo popular, y la descalificación sufrida por las organizaciones sociales, estas siguen siendo buscadas, como espacios que hacen posible una autopercepción que permita transitar del aislamiento y la pasividad. Desde allí el horizonte parece menos amenazante, a pesar de las falencias que estos espacios puedan presentar.

d) HACIA UNA CODIFICACIÓN SELECTIVA

            Siguiendo con la lógica del Método Comparativo Constante, nos aproximaremos ahora a la llamada codificación selectiva, señalando algunas afirmaciones centrales.
1. La ineludible imbricación entre identidad colectiva e identidad personal: es inevitable el abordaje de una identidad colectiva, ya que las organizaciones pasan a ser utilizadas por los participantes para hacer inteligibles sus respectivos cursos de vida, estas se transforman en referentes identitarios, incidiendo en la construcción de una mirada del mundo vinculada a las significaciones que sostiene la organización de la cual forman parte. A su vez la identidad del colectivo como tal, sólo se hace posible al existir sujetos que sostienen esa identidad. Lo que conlleva el dilema de la autenticidad, ya que existe una heterogeneidad de sujetos, que se manifiesta en que sostienen proyectos que son diferentes y por momentos irreconciliables. Así encontramos narrativas que vinculan a la organización con el sostenimiento de objetivos reivindicativos, significando a la organización como medio para el acceso a beneficios, para obtener lo que resulta necesario para la subsistencia. Aquí el ser parte aparece como ser parte de la organización en tanto “medio para” lo cual es de carácter reivindicativo. Estas narrativas se encuentran, coexisten, se confrontan por momentos, con otras que sostienen como primordial y no negociable, el carácter socio-político de una organización, de resistencia al modelo hegemónico.
2. La importancia de la fortaleza de la organización para el autoconcepto: el reconocerse parte de un colectivo con determinados valores y/o características incide en la autoimagen de los participantes, ya que son internalizados y apropiados por ellos. Apareció de manera recurrente en las evidencias empíricas la idea de “fuerza”, relacionada a la valoración de la capacidad que la organización de la que se forma parte tendrá para “persistir”, de esta manera discriminan permanentemente entre fortaleza y debilidad. Y los de “afuera”, con sus mensajes y acciones también devuelven una imagen al sí mismo. A veces devuelven una imagen de debilidad, con mensajes desalentadores, aparece la sociodinámica de la estigmatización, por ello la importancia permanente del “demostrar”, del manifestarse, de poner el cuerpo. Demostración que a su vez, reafirma la pertenencia a un espacio.
La idea de lo fuerte o lo débil, no tiene la misma explicación para todos los militantes. Puede observarse asociada a la cantidad de miembros y la fuerza para manifestarse y conseguir recursos. Pero, también puede observarse vinculada a la construcción de una organización a cuyos ideales adherir, acá la fortaleza no reside en el número de miembros de la organización, sino en la convicción de sostener una posición justa, y de “apostar” a un cambio. Nuevamente estamos ante un perfil que se debate entre lo reivindicativo o un proyecto socio-político a futuro.
3. El papel de la memoria: el “antes” es rememorado continuamente. Aparece junto a los finales de ciclos, la idea de “legado”. Este legado también marca quién se es, como señala Töpf (2004) “porque me recuerdo soy”. La autorreferencia comparativa con un “antes” en la organización, está presente en los sentidos que los participantes otorgan a ese espacio que los articula; son recuerdos que permiten sostener ideales en el presente. Es importante advertir que la vida de una organización se desarrolla en contextos signados por permanentes cambios en el que se despliegan correlaciones de fuerzas. 

A MODO DE CONCLUSIÓN: IDENTIDAD, CULTURA POLITICA Y PROYECTOS DIVERGENTES

            Luego de este recorrido podemos entender, que la configuración de identidad y la vida de la organización, están signadas por proyectos divergentes. Estos son sostenidos por los militantes, pero provienen de una cultura política y de una historia social, que trasciende las fronteras temporales y espaciales de la organización, pero se concretan allí.
            Se dirimen dos grandes posiciones, puestas de manifiesto en la recurrente alusión a un proyecto estrictamente reivindicativo, de solución a urgencias y necesidades inmediatas, que a veces se complementa, pero a veces entra en contradicción con un proyecto que aspira a una transformación socio-política. Ambos aparecen como expresiones de resistencia, pero a la vez podríamos sostener que son diferentes planos. Lo estrictamente reivindicativo sin lo socio-político puede perder el contenido de resistencia y caer en una “adaptación pasiva”, en el surgimiento del “falso self”, en tanto los fines justifiquen los medios y toda estrategia sea válida. Tema polémico en un contexto signado por la pobreza y la indigencia. Por ello también, podemos ver que lo socio-político sin lo reivindicativo, pone en dilema elementos que remiten a la debilidad o a la fuerza, cuando defender un ideal de transformación socio-política, paradójicamente, puede restar participantes.
            Sobre qué direccionalidad tiene para sus miembros ese estar en la organización, encuentra dos respuestas posibles. Por un lado, la idea de “apostar” al movimiento o al proyecto colectivo incluyendo el proyecto de vida personal dentro del mismo. Por otro lado, hay casos en los que el proyecto de vida personal no está atado al colectivo, el colectivo es un medio más para la subsistencia. Evidencian posiciones diferentes en la manera de afrontar la pobreza, y en la explicación que sobre ella tienen. Las perspectivas de futuro, se tensionan como: urgencia versus proyecto, en la que se vuelve a la noción sobre cuál es el objetivo de la organización.
            Podemos entender que las autocomprensiones y la identidad no son neutras o libremente seleccionadas y procesadas, sino que se construyen en un contexto signado por relaciones de poder. Esta óptica ayudó a entender porqué los militantes y las organizaciones transitan por dos aspectos que parecen irreconciliables, pero sin embargo están juntos, y es que la identidad tiene aspectos impuestos por sectores dominantes, y otros que se reivindican desde sectores dominados, ambos coexisten, a pesar de que por momentos uno de los polos se manifieste más que otro.
            En tanto, la cultura política ayuda a visualizar cómo “significantes diferentes se articulan, compiten, asocian, desconectan o yuxtaponen en los conflictos por el sentido del orden” (Landi, 1988). Podemos entender que los procesos y experiencias organizativas de los sectores populares están marcados por contradicciones, por ambigüedad, e inestabilidad. Son organizaciones en constante movimiento, en constante cambio. Este movimiento a veces se direcciona a un hacer instituyente que sostiene un proyecto esperanzador en el que los sujetos se reconocen con potencialidades, o a veces paraliza, incentiva la confusión y el miedo. Se desarrollan en el marco de relaciones de poder asimétricas, en el que se proponen modelos que sostienen una lógica dominante, orientada a sostener el status quo, a controlar procesos disruptivos, influyendo estos modelos hegemónicos en las construcciones colectivas de los sectores populares. A su vez, la resistencia a ese modelo persiste. Es por eso el mundo popular, un mundo en constante movimiento.

NOTA

1) Queda pendiente para futuros trabajos el papel que juegan los medios de comunicación, a los que considero importantes categorizadores. El recorte metodológico de ésta investigación no incluyó a los mismos.

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