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Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy

versão On-line ISSN 1668-8104

Cuad. Fac. Humanid. Cienc. Soc., Univ. Nac. Jujuy  no.51 San Salvador de Jujuy jun. 2017

 

ARTÍCULO ORIGINAL

Razones para pensar una retórica de la cultura

(Reasons to think a rhetoric of culture)

Silvia Noemí Barei*

* Universidad Nacional de Córdoba - Centro de Estudios Avanzados - Av. Vélez Sarsfield 150 – CP 5000 – Córdoba - Argentina. Correo Electrónico: sbarei@yahoo.com

RESUMEN

          Este trabajo implica un avance en relación con estudios anteriores de nuestra investigación. Pensamos como posible la articulación de estudios retóricos y estudios de la cultura, yendo más allá de los análisis que abordan los discursos en perspectivas retóricas tradicionales.
          Analizar la cultura en su dimensión retórica nos lleva a pensar no en un solo modelo de comunicación para cada tipo de discurso sino entender que la multiplicidad de codificaciones retóricas ocurren de manera compleja, a veces simultánea e integralmente y operan en diferentes niveles de intersección.
          Para avanzar en la conceptualización teórica acerca de las posibilidades de una Retórica de la Cultura, desarrollamos en este texto lo que hemos denominado “razones para pensar…”, a saber: la razón discursiva, la razón histórica, la razón política, la razón estética y la razón biorretórica.

Palabras Clave: Retórica de la Cultura; Razón discursiva-histórica-política-estética-biorretórica.

ABSTRACT

          This work implies a progress in relation to previous studies of our investigation. We consider possible the articulation of rhetorical studies and studies of culture, going beyond the analysis that addresses the discourses in traditional rhetorical perspectives.
          Analyzing culture in its rhetorical dimension leads us to think not only  in a single communication model for each type of discourse, but to understand that the multiplicity of rhetorical codifications occur in a complementary way, sometimes simultaneously and integrally and operating at different levels of intersection.
          To go forward into a theoretical conceptualization about the possibilities of Rhetoric of Culture, in the present text we will develop what we call “reasons to think…”: the discursive reason, the historic reason, the politic reason, the aesthetic reason and the biorhetoric reason.

Key Words: Rhetoric of Culture; Discoursive-historic-politic-aesthetic-biorhetoric reasons.

PRESENTACIÓN

          En trabajos anteriores hemos desarrollado la teoría de que no solo los textos y sus diferentes tipologías pueden ser estudiados desde una perspectiva retórica, sino que toda la cultura abordada de un modo complejo, puede ser comprendida retóricamente.
          Es por ello que en un primer avance de esta perspectiva teórica, hemos considerado que el orden de la cultura es un orden retórico (ya sea este a dominante científica, mítica, estética o de la vida cotidiana). Entendemos que los textos de la cultura están constituidos por una matriz trópica profunda (Barei y otros; 2008).
          Atendiendo a los tropos, y en primaria instancia, nos detuvimos particularmente en el estudio de las metáforas no como un tropo sino como una construcción cognitiva e ideológica y por lo tanto, como forma central de reconocimiento y comprensión del mundo. Pensamos el modo de funcionamiento de las metáforas en un orden más complejo: un orden metafórico que se articula estrechamente con el orden de la cultura. (Barei y otros; 2006).
          Hemos entendido en este sentido, que todo “giro tropológico” (por decirlo en términos de Ernesto Laclau; 2014) permite inscribir la lectura sintagmática de los textos en una perspectiva histórica y considerar textos que, desde una misma matriz productiva, desde un mismo orden retórico, se construyen en diferentes lenguajes (el cine, la literatura, la fotografía, la historieta, los video juegos, las series televisivas, etc) .
          Es por ello que hemos considerado a las formas retóricas como sistemas de modelización según una tipología que atañe tanto a lo preverbal como a la construcción de lenguajes culturales. Las llamamos: modelización no verbal, verbal, textual y virtual.
          En momentos más recientes de nuestra investigación, hemos expandido el dominio de la Retórica de la cultura a la Biorretórica en tanto campos de estudio de mecanismos trópicos equivalentes en el mundo natural y el mundo cultural, ya que la Biorretórica se ocupa de las “situaciones universales de comunicación que competen a todas las formas de vida” (Pain; 2002:755). Es decir, ambos – el mundo natural y el social – pueden considerarse “mecanismos generadores de textos” (Barei y otros, 2013)
          Analizar la cultura en una perspectiva retórica implica pensar no en un solo modelo de comunicación para cada tipo de discurso sino entender que la multiplicidad de codificaciones retóricas ocurren compleja, simultánea e integralmente y operan en diferentes niveles de intersección.
          Estamos hablando de textos que circulan en una cultura, que hablan el lenguaje de esa cultura aún en diferentes formatos, tópicas y retóricas y aún en contrapuntos y colisiones. Un buen ejemplo que solo cito brevemente es el Discurso de los Derechos Humanos en la Argentina de los 90: un discurso central en la vida cotidiana, en las manifestaciones políticas, en el arte, en el orden jurídico y religioso, en las arengas partidarias , en nuevos descubrimientos de la antropología forense, etc.
          En estos discursos pueden leerse en relaciones sintagmáticas, consignas metafóricas basadas en la puesta en discurso de las llamadas por entonces “Leyes de Olvido y de Perdón” y las anti-metáforas de los organismos de DDHH de “Ni olvido ni perdón”, combinatorias antitéticas de dos posiciones diferenciales sostenidas en un mismo estado de la cultura.
          El mismo tópico, pero diferentes retóricas (contenidos ideológicos y construcciones formales) que tienen una significancia cultural central ya que una estructura significante aún modulada en modos diversos, preserva las asociaciones con un contexto cultural polarizado.
          Tal es lo que señala Arduini cuando dice que la razón retórica es ideológica: “mostrar qué hay bajo la duplicidad del decir significa…desvelar la ideología que subyace a los comportamientos y cómo comportamientos e ideología están estrechamente vinculados…No se puede salir de la ideología así como no se puede salir de la retórica” (2004:39)

RAZONES

          Como sujetos de lenguaje, necesitamos traducir el mundo por ello lo construimos (lo modelizamos) según distintas perspectivas, experiencias, sentimientos, ideologías que convertimos en orden, en organización, en modelos, en razones. Razones históricas y políticas, razones explicativas, razones argumentales, razones sensibles. Razones que no tienen que ver con fundamentos metafísicos, con la búsqueda de la verdad, con un principio científico indiscutible o con razones buscadoras de transparencias, sino más bien con lo que acá llamamos una razón retórica en el sentido de construcción y de proceso: hacedora de realidades, traductora y modelizante que encuentra, inventa, crea, recrea, y por lo tanto se manifiesta de maneras diferentes en diversos lenguajes y textos de la cultura.
          Como toda razón, la razón retórica se basa en ciertos puntos de acuerdo (convenimos en considerarlos acuerdos culturales) y otros puntos que implican la consideración de las razones de los otros o las razones-otras, porque la conciencia humana y su manifestación en discursos constituyen una modulación dialogante.
          Una razón que no nos depara por lo tanto, ningún sentimiento de seguridad, nos arroja más bien a la pregunta por la trama del lenguaje que es la base de la trama de la cultura.
          Dice Arduini: “La retórica es también el espacio intelectual dentro del cual tratamos de comprender las prácticas humanas; revela los mecanismos semióticos que construyen nuestros comportamientos” (2001:30)
          Para avanzar en la conceptualización teórica acerca de las posibilidades de una Retórica de la Cultura, desarrollaremos lo que hemos denominado “razones para…”, a saber: la razón discursiva, la razón histórica, la razón política, la razón estética y la razón biorretórica. Irónicamente, por “razones” de espacio, las hemos de desarrollar muy brevemente.

LA RAZÓN DISCURSIVA

          Esta es de hecho la razón central de la Retórica clásica cuyas reglas de oro se basan en los principios de la argumentación o de la narración para relatar, indagar, explicar, defender nuestras propias modelizaciones de mundo
          Hemos convenido en aceptar que la Retórica nació en la antigua Grecia, alrededor del año 485 a.c. debido a que Gelón y su sucesor Hierón I, expropiaron tierras a sus ciudadanos para adjudicárselas a su ejército personal.
          Cuando derrocan a los tiranos, los perjudicados pretendieron recuperar sus propiedades provocando una serie de pleitos en los que se puso de manifiesto la importancia de la elocuencia en la consecución de las pretendidas recuperaciones.
          Por ello, en el lenguaje cotidiano (con el que narramos y argumentamos todo el tiempo) decimos “tiene razón”, “no le asiste razón alguna”, “con razón!!”, “hay razones para pensar…tal cosa”, “no entra en razón”, “da unas razones poco creíbles”, “yo razono que esto es así”, “esa es razón de más para hacer tal o cual cosa”, “me sobran las razones”, “qué razón que tenías!”, “te voy a explicar por qué tengo razón”, o como he dicho yo antes: “por razones de espacio…”, etc, etc. Así estamos apelando a una razón que creemos nuestra (o de otro que piensa como nosotros) y que entendemos como un orden lógico del pensar.
          Sin embargo, la retórica misma nos ha enseñado sobre la fragilidad de cualquier argumento dado que el lenguaje que utiliza siempre está sujeto a cambio y aquello que sirve para afirmar, también sirve para rebatir; nos ha enseñado también que toda actividad metafórica traza una red infinita de relaciones, más allá de la idea convencional de que la metáfora vincula dos realidades; y por último, ha subrayado que la experiencia de la palabra nos conecta con lo más profundo de nuestra condición humana pero también puede ser el signo de una superficialidad o de un gesto provocador o vacío que queda en el simple juego del lenguaje . Yo puedo decir “Aspiro a las formas definitivas del amor…” (Juana Bignozzi) para sustentar la profunda emoción del poema, o para vender un shampoo o cualquier producto de belleza que se vincule con la seducción.
          Hacedora de realidades, traductora y modelizante, la razón discursiva encuentra, crea, recrea, se dispone como lugar en el que sostenemos nuestras puestas en discurso y todas nuestras acciones.

LA RAZÓN HISTÓRICA

          No nos parece posible pensar una Retórica de la Cultura por fuera de su espesor diacrónico. Esta es la trama sobre la cual se tejen la diversidad de enunciados y de temas que se actualizan de diversa manera según las épocas, el estado del socius y las genealogías a las que se religan: memorias anteriores, tradiciones genéricas, maneras de nombrar, defender y resignificar aquello a lo que se alude discursivamente.
          Considerar la trama histórica significa entender el cambio de las retóricas en sus modos de comprensión del mundo y sus ideologías, advertir las diferencias entre las estrategias, señalar que no ocupan la misma posición en una topología social de los discursos y considerar que están fuertemente afectadas por los contextos culturales.
          Por ello, un problema común que aparece reiteradamente en distintas épocas de una cultura, marca con su iteratividad una “razón retórica” que da cuenta en sus distintos acentos, de preocupaciones sociales que atraviesan tiempos diferentes.
          Para la estrategia argumentativa de la Argentina de principios del siglo XX los inmigrantes eran “parte de un pueblo laborioso y honrado” (Libro Homenaje al centenario, 1910, editado por la Casa de la Moneda)
          En noviembre de 2016, siglo XXI, un senador de la Nación dijo en un programa televisivo: “Argentina incorpora toda esta resaca porque no tenemos control migratorio” (Miguel Angel Pichetto, diario La Nación 4/11/2016.)
          Lo que se ha modificado es una valoración: lo laborioso/la resaca; y la razón histórica que asiste a las dos puestas en escena discursivas atraviesa la variedad misma de las formas retóricas moduladas epocalmente desde otras lógicas, otras opiniones, otras argumentaciones, a veces hasta fuera de lo aceptable.
          El ejemplo muestra cómo la retórica ha sostenido la racionalidad social entendida como coexistencia pacífica en una época y las razones para discriminar, en otra.

LA RAZÓN POLÍTICA

          La Retórica nació según lo consignamos antes, de un conflicto social ocasionado por la propiedad de un espacio. Ocupó desde entonces el lugar de lo político como pasión por la cosa pública. Si bien esta posición inaugural la sitúa como regulación discursiva de intereses enfrentados, su condición política puede ser pensada también de otro modo. Porque no estamos hablando de una retórica de la persuasión o la argumentación “cuyo objetivo sería construir –como sostiene Villegas (2014)- discursos específicos para el convencimiento de un auditorio político”, no estamos pensando a la política solo como discurso o como praxis sino a LO POLITICO como lugar que define todo hacer humano.
          Que el hombre es un ser de lenguaje y un animal político ya lo habían dicho los griegos, un punto en el que la superación del “orden de la jauría” (Ranciere; 2009) es el principio mismo de la razón retórica basado en la idea de que toda acción y todo discurso son políticos, no como arte de gobernar sino como arte de la vida en común con los otros, como manera de regular y sostener las relaciones sociales.
          Un ejemplo: nuestra Constitución dice que todos somos iguales ante la ley. Por lo tanto, todos tenemos los mismos derechos y los mismos deberes. Pero lo miembros del Poder Judicial están eximidos de pagar impuestos. Las argumentaciones a favor y en contra son múltiples y crean periódicamente un espacio de polémica. Pero si las cosas siguen así, habría que cambiar la Constitución diciendo que los argentinos no son todos iguales ante la ley. Por lo tanto la retórica de lo constitucional rebasa cualquier argumento a favor de uno u otro para devenir una potencia, un principio de base (por el momento utópico) que sin embargo estaba en el ideario de los fundadores de nuestra República.
          Una petición política de profunda actualidad porque como dice Ranciere: si “el hombre es un ser dotado de palabra, es fundamental en su calidad de ser parlante que éste resulte ser políticamente igual a cualquier otro” (2009:76).
          Esto coloca a la retórica en la base política de todo principio de humanidad.

LA RAZÓN ESTÉTICA

          Sabemos que en muchos casos se ha pensado a las formas retóricas como un “embellecimiento del lenguaje” y a los tropos como el medio central para lograrlo, y que junto con la razón discursiva, tal vez sea éste el campo en el que la Retórica ha sentado sus dominios de manera más contundente.
          En nuestra perspectiva importa la figuralidad del lenguaje, por supuesto, pero también su materialidad, aquello que podemos hacer con la forma, el contenido y el material.
          Cuando hablamos en trabajos anteriores de que uno de los órdenes retóricos de la cultura es el orden estético, señalamos que “la retórica del arte –aún siendo la creación “original” de un sujeto “único”- organiza un sistema de percepción del mundo que es cultural … Por ejemplo el movimiento romántico impuso una “retórica romántica” del mundo, las vanguardias una “retórica desautomatizada”, los movimientos combativos de los 60, una retórica del compromiso…” etc. (Barei; 2008:17)
          Estas retóricas implican maneras de hacer y de decir atravesadas siempre por el modo histórico de visibilidad de las obras de arte (ya sean éstas escritas, cantadas, pintadas, filmadas, etc). Porque los lenguajes son históricos y porque es cultural la concepción de lo que cada época entiende por estética.
          Una disputa muy conocida en Argentina y que dio pie a múltiples episodios odiosos y graciosos, fue la mantenida en los años 20 por el poeta consagrado de la época, Leopoldo Lugones y el joven Borges, llegado de Europa con la estética del ultraísmo bajo el brazo.
          Lugones achacaba a los nuevos poetas “escribir con versos tropezaditos como la tos” y Borges le respondía diciendo que la vieja poesía no podía decir “azul” sin que le naciera “un abedul en la punta” (Gómez, 2016). Dos estéticas y dos retóricas enfrentadas: la del modernismo y la del ultraísmo.
          Lo que para uno es prosaico e imperfecto, para los otros es una literatura emancipada de las reglas gastadas de la poética de ayer.
          Esta polémica –como muchas- nos permite asistir a una consagración del arte a sus propias e infinitas posibilidades retóricas. Ambas muestran su carácter necesario y productivo, pero sobre todo los modos de expresión de un orden retórico imposible de separar de sus propios contextos epocales: los versos quebrados y sin rima de las vanguardias, los versos “tropezaditos como la tos” surgieron de los escombros que dejaron la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa y en América Latina, la Revolución Mexicana.
          La guerra, la revuelta, las revoluciones, es decir, el desequilibrio del mundo, constituyen un modelo estético que convoca a la potencia material de las palabras y a la potencia singular de la creación. Demoledores-constructores de una nueva retórica, valen como ejemplos un solo cuadro de Dalí, el cine de Buñuel o un fragmento del Canto General.
          La poesía, la música, el teatro, la fotografía, el cine –cada uno con sus propias retóricas- se basaron en los avatares de la historia y del hacer de sus sujetos: el primado de la inventio (había que reconstruirlo todo) sobre una dispositio diferente a viejos sistemas de representación y otro modo de trabajar la elocutio.
          La retórica como “ un arte que es más que un arte, es una manera de vivir, una manera de tratar los asuntos humanos…” (Ranciere; 2009:36)

LA RAZÓN BIO-RETÓRICA

          Sin duda alguna, es éste el campo más nuevo de la retórica y tiene sus razones para hacer su aparición. Tal vez la más importante, asimismo la más general y la más radical, sea la necesidad de repensar y redireccionar nuestras relaciones con el mundo natural puesto que si es la empatía lo que nos ha hecho humanos, debe analizarse también nuestra pertenencia al mundo de la vida y nuestra necesidad de empatía con todo ser vivo.
          Nos dice Jesper Hoffmeyer: “Al renegar de la empatía, nos volvemos inhumanos” (trad. mía. Hoffmeyer; 1996:133)
          Por ello, el desafío más importante para pensar lo humano en el mundo de la vida consiste en realizar el esfuerzo inmenso de desplazar el paradigma antropocentrado a uno biocentrado. La convicción de que los humanos no somos sino otras criaturas del mundo: ni mejores ni peores, pero sí distintas. Es en este lugar doble donde se ubican en la actualidad los estudios Biosemióticos y Biorretóricos, que se desarrollan desde la idea de que todo el universo “está impregnado de signos”, de cuya articulación y significado depende la supervivencia de las especies.
          He dicho en alguna parte que la Biorretórica es una disciplina en situación de frontera, no es Retórica de la Biología o de las Ciencias de la Vida sino que entiende que los sistemas vivos se relacionan con el entorno mediante un modo retórico, especialmente la relación de los cuerpos con el espacio y con otros seres vivos.
          Por ello los biorretóricos usan figuras de la retórica para describir las relaciones de los organismos vivos con su Umwelt (término de Jakob Von Ueskull), es decir, con su entorno. Categorías como las de entimema, metáfora y relaciones del retor con su audiencia son centrales; y en vez de hablar de tropos, se habla –y analizan- biotropos.
          Nos dice Kalevi Kull:

“Planteamos como hipótesis que entre los biotropos, pueden encontrarse y definirse las biohipérboles…, la bioonomatopeya…, las poses de amenaza, coloraciones de advertencia o señales de alarma… Sin embargo, en la mimesis… es donde encontramos la forma más apropiada para un biotropo” (2013:104).

          Otros biorretóricos, como Kristie S. Flekestein se ocupan fundamentalmente del cuerpo humano entendiendo, por ejemplo que “los significados corporales se construyen según una lógica metafórica… ya que lo no verbal irrumpe a través de las sinuosas olas del lenguaje… La biorretórica puede entenderse como el discurso de los signos del cuerpo” (2006:772. Trad. mía).
          Trátese de cuerpos y comportamientos (animales o humanos), todo signo conlleva un alto grado de literalidad pero también una expresión metafórica. Mi gato arquea su lomo y eriza su pelo si se le acerca un perro que no conoce, por lo tanto esta expresión es instintiva y literal. Le está diciendo:” Cuidado conmigo que soy malo!.” Hace esto porque sabe (genética u ontogenéticamente) que su posible oponente va a interpretar correctamente su gesto. Pero si hace esto cuando no hay ningún posible atacante cerca, o cuando lo que se presume como atacante en realidad no lo es (por ejemplo un gusanito que va cruzando la galería), está mostrando su cuerpo como metáfora (o biometáfora) de lo que sería capaz de hacer en otro momento. Acá está diciendo: “Cuidado conmigo que puedo llegar a ser muy malo!”.
Y parece darle la razón a Quintiliano cuando sostiene que la metáfora “tiene algo de impropio” (Arduini; 2004:44), o como decimos nosotros: algo que pone en escena la “lógica del como si”.
          En el cuerpo del animal y en el cuerpo humano, la energía, los movimientos, la gestualidad, la ubicación en el espacio, constituyen un lenguaje. Y todo lenguaje articula eslabones biológicos y semióticos, aún con las diferencias que pueden establecerse entre lenguajes programados, es decir instintivos, heredados genéticamente y lenguajes creativos, estos últimos propios del ser humano.
          Las preguntas que surgen de este nuevo campo de la Retórica son interesantísimas y nos ubican en el terreno de una “Biorretórica”, articulado con el de una Retórica de la cultura. Algunas de ellas implican desafíos importantes para nuestra investigación, a saber: siendo diferentes las comunicaciones en el mundo de lo biológico y el cultural, ¿qué retóricas operan en el intercambio comunicativo y transformativo entre los hombres y el mundo natural? ¿Cómo retoriza nuestro cuerpo los vínculos directos –a través del cuerpo- e indirectos –a través del lenguaje y la cultura- con el mundo de la vida?, ¿Cómo traer desde la Retórica y al centro de la discusión, el análisis de las formas de explotación del entorno y su necesidad de modificación?

BREVES CONCLUSIONES

          Hay que subrayar que nuestra idea de base es que la retórica es un modo de funcionamiento de nuestro cerebro (formas de cognición), de nuestros lenguajes (retóricas de los discursos sociales) y de nuestras culturas (retórica de la cultura). Entendemos que estas perspectivas están implicadas a partir de un principio de base, aquello que Arduini llama el “universal antropológico” (2000) o según Lotman “asociaciones modelizantes de la conciencia humana” (2001) que permiten que todo texto esté codificado en el sistema cultural de un modo retórico.
          No se trata por lo tanto, de considerar un solo orden retórico –o diferentes modulaciones y géneros retóricos- sino considerar dimensiones integradas en un sistema mayor, entendiendo que estas dimensiones son más porosas cuanto más complejos son los sistemas culturales y sus órdenes retóricos y por lo tanto, más expuestos a su transformación en procesos en los que han variado los contextos culturales y las formas de comunicar, un continnum de emergencias y de construcción de diferencias.
          Hablamos de una pluralidad de terrenos en los cuales la retórica opera como los fractales: la conexión ocurre en diversos niveles y cada zona lo registra de una manera retorizada equivalente y a la vez, diferente. De esta complejidad que planteamos deviene la necesidad de profundizar estas “razones retóricas” como andamiaje teórico –es decir, como modelo conceptual- para el desarrollo de una Retórica de la Cultura.

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