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Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy

versão On-line ISSN 1668-8104

Cuad. Fac. Humanid. Cienc. Soc., Univ. Nac. Jujuy  no.56 San Salvador de Jujuy dez. 2019

 

ARTICULO

La división social del espacio desde una perspectiva multiescalar. Una aproximación a partir del análisis del índice de calidad de vida en el barrio Villa Ceferino (1990-2001)

(The social division of the space from a multiscale  perspective. An approach based on the  analysis of the quality of life index in Villa Ceferino neighborhood (1990-2001))

María Emilia Soria* - Joaquín Perren**

Recibido el 26/11/18
Aceptado el 03/07/19

* IPEHCS/CONICET/Universidad Nacional del Comahue - Buenos Aires 1400 - Ciudad de Neuquén - Argentina. Correo Electrónico: emiliasoria.nqn@gmail.com

** IPEHCS/CONICET/Universidad Nacional del Comahue - Buenos Aires 1400 - Ciudad de Neuquén. Correo Electrónico: joaquinperren@gmail.com

Resumen

El objetivo del presente artículo es realizar una cartografía de la desigualdad en una ciudad intermedia: Neuquén, en la Norpatagonia argentina. Partimos de la hipótesis de que la escala de observación no es un elemento neutral en el estudio de la referida problemática, sino que condiciona los resultados que pueden obtenerse. Así, un área que inicialmente se nos presentaba con cierta homogeneidad, puede luego mostrarnos rugosidades si disminuimos la escala de observación. Con este supuesto como guía, proponemos un recorrido que presenta tres momentos claramente diferenciados. En una primera sección, describiremos el contexto que funcionó como escenario del fenómeno que pretendemos explicar. Exploraremos allí los efectos sociales y espaciales del proceso de neoliberalización. Luego, en un segundo apartado, nos aproximaremos a la división social del espacio de la ciudad de Neuquén a partir del cálculo del Índice de Calidad de Vida. Por último, llevando el zoom al máximo, nos detendremos en un asentamiento de localización periférica: Villa Ceferino, en el oeste de la capital neuquina.

Palabras Clave: Análisis multiescalar; Calidad de vida; Desigualdades socio espaciales; Villa Ceferino.

Abstract

The aim of this article is to carry out a mapping of inequality in an intermediate city: Neuquén, in the North-Patagonia, Argentina. We start from the hypothesis that the observation scale is not a neutral element in the problematic of this study, but rather determines the results that may be obtained. At the beginning, an area presented with some homogeneity then, it could show the roughness if the observation scales decreases. With this assumption as a guide, we propose a path that presents three clearly differentiated moments. First, we will describe the context which was the scenario of the phenomenon that we intend to explain. We will explore the social and spatial effects of the neoliberalization process. Second , we will approach the social division of the space of the city of Neuquén using the calculation of the quality of life index. Finally, we will thoroughly stop at a peripheral location settlement: Villa Ceferino, in the west of the capital city of Neuquén.

Keywords: Multilayer analysis; Quality of life; Socio-spatial inequalities; Villa Ceferino.

Introducción

Las metrópolis latinoamericanas consolidaron a lo largo del siglo XX un patrón claramente polarizado. Fueron escenarios signados por una “segregación a gran escala”, con áreas centrales habitadas por las elites y sectores populares que se abrían paso en la periferia (Griffin y Ford, 1993, Mertins, 2003 y Borsdorf, 2003). En las ciudades nacidas al calor de la industrialización por sustitución de importaciones, la distancia social implicaba una distancia física. En los noventa, con el desembarco del recetario neoliberal, advertimos un decidido proceso de fragmentación (Janoschka, 2002 y Portes y Roberts, 2005). Tomando distancia de esa realidad dual tan cara al desarrollismo, las ciudades post-fordistas se volvieron fractales (Soja, 2000) u organizadas en múltiples planos superpuestos en el tiempo y en el espacio (Marcuse y Van Kempen, 2000). Con el advenimiento de autopistas, countries, torres amuralladas, shoppings centers, áreas industriales de acceso restringido y complejos de oficinas clase A, el tejido urbano tendió a funcionar como una sumatoria de islas dispersas, permitiendo aquello que, hasta allí, había sido imposible: la lejanía social comenzó a ser compatible con la cercanía espacial (Cuenya, 2018: 2). Sin anular el clivaje entre centro y periferia, los extremos de la estructura social habitaban en áreas extremadamente homogéneas, muy próximas entre sí, aunque con nula interacción. En resumidas cuentas, la “segregación a gran escala” fue reemplazada por una “segregación en pequeña escala” o microsegregación (Sabatini, 2006).
El abordaje científico de estas problemáticas ha circulado por dos andariveles. El primero de ellos centró atención en las manifestaciones materiales de la fragmentación urbana. Haciendo un uso intensivo de fuentes estadísticas oficiales o de encuestas de cierta envergadura, estos trabajos procuraron medir la segregación a través de múltiples indicadores (Rodríguez Vignoli y Arriagada Luco, 2004; Arriagada Luco, 2010, Sabatini, Cáceres y Cerdá, 2001; y Rodríguez, 2008), identificar cambios en los patrones residenciales (Sabatini, Cáceres y Cerdá 2001, Marcos y Mera, 2009) y distinguir los efectos que las desigualdades espaciales tienen en la movilidad social (Katzman, 1999 y 2001, Kessler, 2014). El segundo de los andariveles se enfocó en la faceta más subjetiva de la desigualdad. Por medio de estudios trabajo de campo, entrevistas en profundidad y focus group, esta literatura ha visitado temas tan relevantes como los tejidos organizativos que se generan en espacios segregados, la politicidad popular y las acciones colectivas, así como las formas identitarias y las representaciones espaciales forjadas en los hábitats populares (Merklen, 2010 Carman, Vieira da Cunha, Segura, 2013; Di Virgilio y Perelman, 2014).
Más allá de sus diferencias de orden metodológico, existe un denominador común que atraviesa a este universo de lecturas. Tanto los estudios cuantitativos como los de corte cualitativo, han tenido a las áreas metropolitanas del país como espacio dilecto para sus reflexiones. Conocemos mejor la dinámica urbana de Buenos Aires, Córdoba y Rosario que lo que ocurre en ese nutrido grupo de ciudades que, por su tamaño y funciones, llamamos intermedias o medias. Y, dentro de este heterogéneo cohorte de aglomeraciones, existe una asimetría aún más aguda: la relativa abundancia de trabajos que han abordado las desigualdades urbanas en las ciudades intermedias tradicionales, entre ellas Tucumán, Córdoba, Tandil, Mar del Plata, Santa Fe, Paraná y Mendoza, contrasta con el exiguo número de estudios que se han detenido en las “nuevas ciudades intermedias”, especialmente aquellas que, de la mano de regímenes de promoción industrial y de mejoras en la infraestructura de transporte, experimentaron un fenomenal crecimiento (Meichtry, 2007).
De este balance se desprende el objetivo primario y la originalidad del presente trabajo. A lo largo de sus páginas realizaremos una cartografía de las desigualdades, no en alguna de las paradas habituales de los estudios urbanos argentinos, sino en una de las ciudades intermedias de mayor crecimiento relativo durante la segunda mitad del siglo XX: Neuquén, en la Norpatagonia argentina. El arco temporal seleccionado es el que comprende el proceso de neoliberalización de la década de 1990. Las razones que nos llevaron a escoger este periodo nos conducen al campo de la economía: por aquellos años, la región más septentrional de la Patagonia potenció su papel como oferente de energía, gas y petróleo, a lo que se sumó la mercantilización de las tierras públicas y comunitarias, la promoción de proyectos turísticos como pantalla de negocios inmobiliarios y las inversiones asociadas a la producción de commodities. En pocas palabras, la apertura de la economía neuquina fue el catalizador de una serie de desigualdades que, como es de imaginar, tuvieron su impacto en la dinámica urbana.
Pero es en el enfoque que adoptaremos donde ciframos nuestras expectativas de realizar un aporte significativo en la materia. Para entender las desigualdades en la ciudad de Neuquén, consideramos necesario realizar una articulación escalar (Di Virgilio, 2018), que posibilite la elaboración de explicaciones en las que se propicie el diálogo entre lo macro, lo mezzo y lo microsocial. Algunas afirmaciones vertidas por Revel son elocuentes a la hora de ponderar el valor de los “juegos de escala”. Cambiar el foco del objetivo, dice el historiador francés, “no es sólo aumentar (o disminuir) el tamaño del objeto en el visor, sino también modificar su forma y la trama” (2005: 46). Estamos convencidos que “entender las múltiples escalas en las que se despliegan los fenómenos urbanos permite una mayor comprensión de las diferencias socio-territoriales, en general, y de los procesos de segregación residencial, sus manifestaciones y marcas en las ciudades contemporáneas” (Di Virgilio, 2018: 62-63). Después de todo, tal como deslizan los cultores de la microhistoria francesa, “lo importante es el principio de variación, no la elección de una escala particular” (Revel, 2005: 46).
Es en relación con lo dicho hasta aquí sobre las distintas escalas de observación que encontramos oportuno echar mano de la metáfora de los distintos objetivos de la cámara fotográfica. Estos cumplen una función vital: dirigen la luz, que atraviesa una lente y concentra la información en la zona donde se encuentra la película o el sensor. La distancia focal indica el ángulo de visión o, lo que es igual, cuánto se capturará de la escena, y el aumento, o qué tan grandes serán los elementos individuales. Esta puede ser ajustada en función del propósito de quien toma la imagen, a partir de la utilización de diferentes lentes. Uno más poderoso permitirá apreciar texturas que resultaban invisibles en una captura normal o panorámica, idea que para el estudio de la ciudad de Neuquén alberga un enorme potencial: los fenómenos que buscamos analizar se nos presentaron inicialmente con cierta homogeneidad, aunque luego aparecieron rugosidades conforme aumentamos la distancia focal. Con esta idea como guía, proponemos un recorrido que presenta tres momentos claramente diferenciados, cada uno de ellos asociado a un tipo de lente. En una primera sección, describiremos el contexto que funcionó como escenario del fenómeno que pretendemos explicar. Exploraremos allí los efectos sociales y espaciales de lo que Auyero y Burbano, parafraseando a Polanyi, denominó “gran transformación neoliberal” (2012: 3-6). Luego, en un segundo apartado, nos aproximaremos a la división social del espacio de la ciudad de Neuquén a partir del cálculo del Índice de Calidad de Vida. Por último, llevando el zoom al máximo, nos detendremos en un asentamiento de localización periférica: Villa Ceferino, en el oeste de la capital neuquina.

Gran angular (35 mm): la ciudad de Neuquén en tiempos de la gran transformación neoliberal

Comencemos este ejercicio de variación de escalas tomando en consideración la particular geografía que asumió el neoliberalismo en el caso de la Argentina. Aunque muchos de los cambios llevados adelante por las juntas de gobierno de la última dictadura cívico militar argentina, entre 1976 y 1983, fueron inspirados en recetas ortodoxas, el mayor proceso de neoliberalización en la Argentina debió esperar a los años noventa del pasado siglo XX. Fue con la presidencia de Carlos Menem que se consolidó la “gran transformación neoliberal”, ese régimen social de acumulación basado en la fijación del tipo de cambio, la desregulación financiera, la privatización de las empresas públicas, la flexibilización del mercado de trabajo y la liberalización del comercio exterior (Auyero y Burbano, 2012).
A comienzos de la década se pusieron en práctica un conjunto de políticas inspiradas en el Consenso de Washington, que tenían por objeto recuperar el crecimiento económico y que ello se tradujera en bienestar para la población. Una mirada al corto plazo permite determinar que durante unos años se logró efectivamente controlar la inflación y estimular un significativo crecimiento económico, aunque a la larga dejarían un saldo de desindustrialización y desproletarización como resultado de la redefinición de las relaciones entre capital y trabajo1. El paso del tiempo hizo evidente que el objetivo de los impulsores de las reformas no se materializó en la realidad, y que, lejos de que los beneficios alcanzaran al conjunto de la sociedad por medio del “derrame”, el proceso de crecimiento entró en una crisis inédita en la Argentina (Féliz, 2005). Con la consolidación del modelo rentístico financiero se cumplió aquella premisa de que el incremento en la producción de mercancías no necesariamente es el reflejo de la evolución del bienestar de una sociedad, especialmente en casos en que la distribución de recursos es extremadamente desigual. Por el contrario, en este escenario, el crecimiento acelerado del producto global estuvo acompañado de un aumento vertiginoso de la pobreza y la desigualdad.
Mirada desde la escala provincial, la “gran transformación” puede ser abordada en términos de clausura de una serie de tendencias que se habían establecido en el tiempo. A partir de la década de 1960, y más decididamente en la de 1980, Neuquén experimentó el tránsito hacia una modalidad de crecimiento basada en los beneficios derivados de la explotación de sus recursos energéticos: hidroelectricidad, petróleo y gas. Esta matriz económica hizo pie en un conjunto de empresas públicas -YPF, Gas del Estado e Hidronor-, así como también en los fondos que ingresaban a las arcas provinciales en concepto de regalías y a través del Régimen de Coparticipación Federal, haciendo posible una fuerte presencia oficial, una intervención estatal que se expresaba en la creación de empleo, la construcción de viviendas y en la renovada presencia en áreas antes descuidadas como Educación y Salud. Esta estrategia de crecimiento, que ayuda a explicar el enorme peso que el sector terciario adquirió desde ese momento en la conformación del producto bruto geográfico, fuente de legitimidad de la duradera hegemonía del Movimiento Popular Neuquino (Taranda, 2005), se quiebra con el desembarco del régimen neoliberal.
Como consecuencia del modelo económico que se inicia con la Convertibilidad, la desregulación de los mercados y las privatizaciones, la provincia de Neuquén atravesó un proceso de primarización de su estructura productiva, que arroja como resultado un perfil económico basado en la explotación intensiva de recursos no renovables. Claro que la extracción de petróleo y gas, que representó entre 1993 y 2001 el 68% del PBG (FAO, 2015) estaba sujeta a fuertes condicionantes entre los que destacan la oscilación del precio internacional del crudo, las estrategias de las corporaciones que concentran la explotación de esos recursos, y las regulaciones impuestas por el Estado nacional (regalías, retenciones, subvenciones de precios, entre otras). En ese sentido, la economía neuquina sufrió golpes en los tres frentes: en primer lugar, con el gobierno de Menem se cambió el destino de los fondos federales. En segundo término, los vaivenes del precio en el mercado internacional del petróleo provocaron una disminución de los ingresos por regalías. Y finalmente, la privatización de las empresas a cargo de la explotación de hidrocarburos, y una estrategia que privilegiaba la salida exportadora, multiplicaron la producción de petróleo y gas, aunque las nuevas condiciones permitieron que los beneficios de la actividad no se volcaron en el territorio provincial (Favaro y Vaccarisi, 2005). Se trataba, en definitiva, del quiebre de las bases sociales y económicas sobre las que se sostenía la provincia.
Los cambios promovidos a causa de la “gran transformación” también alcanzaron, como no podía ser de otro modo, a la ciudad de Neuquén. Con un Estado provincial desfinanciado y un conjunto de empresas públicas en retirada, la capital provincial experimentó una “epidemia de desempleo” (Kessler, 1997) que puso fin a los altos índices de ocupación que había operado como un imán para la inmigración en el pasado. De acuerdo a datos oficiales, la desocupación promedio de la ciudad prácticamente se duplicó entre 1991 y 1995: pasó de un 8% en 1990 a cerca de un 16% (Taranda y García, 2001: p. 11). En la segunda parte de la década, los niveles tendieron a estabilizarse oscilando en una franja comprendida entre 11% y 12%, aunque esto no respondió a la creación de empleo, sino a la puesta en vigencia de un plan de subsidios para los desocupados. Finalmente, en el marco de la crisis económica nacional que dominó el corto periodo de gobierno de la Alianza, recrudeció la problemática del desempleo, alcanzando una cifra record para la capital neuquina: en el año 2002, la quinta parte de la población económicamente activa no tenía empleo y lo buscaba sin éxito (Taranda, 2005: p. 5) (Tabla 1).

Año

Onda

Nación

Aglomerado Neuquén-Plottier

1995
1996

Mayo
Octubre
Abril/Mayo
Octubre (2)

18,4
16,6
17,1
17,3

16,7
16,5
13,0
12,3

1997

Mayo
Octubre

16,1
13,7

12,7
11,3

1998

Mayo
Agosto
Octubre

13,2
13,2
12,4

13,3
14,2
12,2

1999

Mayo
Agosto
Octubre

14,5
14,5
13,8

13,7
13,2
12,0

2000

Mayo

15,4

17,7

Fuente: Elaboración propia en base a Encuesta Permanente de Hogares (EPH)

El panorama de la época no estaría completo sin hacer mención a la precariedad laboral que junto con la problemática de la desocupación caracterizan a la década del noventa. El deterioro del mercado de trabajo evidencia la presencia del fenómeno que Javier Auyero llamara “desconexión funcional” (Auyero, 2001: p 47), por el cual se explica cómo, mientras la economía neuquina experimentaba un crecimiento de un 7,3% anual promedio entre 1993 y 1998 (FAO, 2015), prácticamente no se crearon puestos fijos y bien remunerados (ver tabla 2). Por el contrario, lo que se observa es el aumento de los empleos temporarios e inestables en todas las categorías ocupacionales. Como nota distintiva de nuestro escenario, lejos de reducirse a la actividad privada, donde flexibilización es un eufemismo que encubre situaciones de mayor explotación, los empleos precarios se multiplicaron en el sector público. A modo de ejemplo, un dato es suficiente para dar cuenta de la nueva situación de desestabilización: entre 1998 y 2002, se duplicó el número de trabajadores públicos contratados a término, sin ningún tipo de cobertura social y sindical (Taranda y Bonifacio, 2003). (Tabla 2)

Tabla 2. Evolución del Producto Bruto Interno y Geográfico. Argentina-Neuquén, 1993-2000

Años

PBI

País

Variación

%

Periodo

Anterior

PBG

Neuquén

Variación

%

Periodo

anterior

PBG/PBI

1993

236.504.980

0

3.524.985

0

1,49

1994

250.307.886

5,8

4.337.303

23,0

1,73

1995

243.186.1022

-2,8

4.509.702

4,0

1,85

1996

256.626.243

5,5

4.644.031

3,0

1,81

1997

277.441.318

8,1

4.738.283

2,0

1,71

1998

288.123.305

3,9

5.050.494

6,6

1,75

1999

278.320.114

-3,4

5.090.523

0,8

1,83

2000

276.867.568

-0,5

5.105.128

0,3

1,84

Fuente: Elaboración propia en base datos del INDEC

En vistas de este avance acelerado de la desocupación y de la precariedad laboral, no resulta sorprendente que la pobreza haya aumentado, dada la alta correlación entre estas variables. Con todo, y pese a ir de la mano, el caso neuquino presenta algunas particularidades que dan cuenta de su complejidad. En los noventa, la inercia de las políticas de bienestar, sobre todo las relacionadas con la vivienda y la educación, dificultó el despegue de la proporción de hogares con necesidades básicas insatisfechas (NBI); es decir, de aquellas unidades censales que exhibían situaciones de insuficiencia en variables relacionadas con la calidad de la vivienda, disponibilidad de servicios sanitarios, accesibilidad a la educación y ocupación del jefe de hogar. Por el contrario, la tendencia que sí se refleja significativamente es la caída del ingreso real medio familiar. Según las estimaciones a partir de datos oficiales, ese descenso fue del orden del 19,2%, es decir que los 1133 pesos de 1991 se convirtieron en 915 en 2001 (Salvia y Vera, 2004) (Véase Tabla 3). Este declive no fue homogéneo, sino que afectó con particular fuerza a quienes ocupaban una posición baja en la estructura social: el quintil de menores ingresos perdió, a lo largo de la década de 1990, un tercio de su capacidad adquisitiva. Por lo tanto, es posible afirmar que con la “gran transformación neoliberal”, los pobres neuquinos se volvieron aún más pobres (Tabla 3).

Tabla 3. Evolución del ingreso medio familiar (1991-2001) Selección de aglomerados (en pesos de octubre de 2001)

 

Gran Buenos Aires

Gran Córdoba

Gran Mendoza

San Luis/El Chorrillo

Gran Tucumán y T.V

Neuquén y Plottier

Total Urbano EPH

1991

1073

905

860

828

713

1133

1001

2001

1044

721

767

653

690

915

942

Var %

-2.7%

-20.3%

-7.0%

-21.1%

-3.2%

-19.2%

-5.9%

Fuente: Salvia y Vera (2004:222)

Como era de esperar respecto al comportamiento de los indicadores antes mencionados, el hiperdesempleo, la precarización y la profundización de la pobreza traccionaron hacia un incremento de la desigualdad social, por lo que Neuquén no pudo mantenerse al margen de la tendencia mundial hacia la polarización social. Taranda y Bonifacio (2003), nos brindan sobradas pruebas sobre la fuerte concentración de los ingresos que la capital provincial experimentó en la segunda mitad de los noventa, precisamente en el momento en el que el régimen de convertibilidad comenzaba a decaer. En 1998, el 40% más pobre concentraba apenas el 13% del ingreso (2003: 12-13). Cuatro años después, esa proporción se había reducido a un deslucido 11%, mientras que en la parte más alta de la estructura social sucedía exactamente lo contrario: en el mismo período, la porción del ingreso apropiada por el 40% más rico avanzó dos puntos (de un 72 a un 74%). Esta tendencia se expresa en la variación den coeficiente de Gini, parámetro por excelencia para medir la desigualdad social, que alcanzó, en mayo de 2002, un significativo 0,46, su punto más alto en la historia reciente de la ciudad (Domeett y Kopprio, 2007: p. 15).
Llegados a este punto, algunas preguntas resultan obligatorias: ¿Cuál fue el impacto que esta distribución regresiva del ingreso tuvo en la geografía del bienestar? ¿Cuál fue el vínculo entre estructura social y espacial a lo largo de la década de 1990? ¿Qué cambios y continuidades observamos en materia de diferenciación socio-espacial o, en términos más sencillos, de patrones de segregación? ¿Qué sucedería si, en lugar de medir desigualdades a escala intraurbana, lo hiciéramos tomando en consideración un asentamiento en particular? Estos últimos, ¿fueron espacios isomórficos, como cierta mirada romántica tiende a afirmar, o bien estuvieron surcados por distinto tipo de desigualdades? En las próximas páginas trataremos de aproximarnos a una respuesta a cada uno de estos interrogantes.

Normal (50 mm): calidad de vida y división social del espacio en la ciudad de Neuquén

Si en la primera sección observamos a la ciudad como unidad de análisis, en la presente usaremos un lente más potente a fin de aproximarnos a la división social del espacio en la capital neuquina. Una buena forma de hacerlo es utilizando la calidad de vida como herramienta heurística. Sin ánimos de exhaustividad, podríamos definirla como “una medida de logro respecto de un nivel establecido como óptimo teniendo en cuenta dimensiones socioeconómicas y ambientales dependientes de la escala de valores prevaleciente en la sociedad” (Velázquez, 2001, 15). Para el caso de Neuquén, y tomando en consideración nuestra producción previa2, prestamos atención a indicadores de corte educativo, sanitario y habitacional, pero también a dos variables que hacen referencia a lo que los especialistas denominan “riesgo natural” (Celemín, 2007:84). Para una aglomeración emplazada en un valle fluvial esa mayor probabilidad de sufrir el impacto de procesos naturales está dada por residir en las cercanías de los ríos (amenaza de inundación) o en el frente de la barda (amenaza de aluvión). El punto de llegada de este ejercicio puede observarse en la Tabla 4

Tabla 4. Calidad de vida: dimensiones e indicadores

Dimensión Socioeconómica

Educación

% de los jefes de hogar que no alcanzaron a concluir los estudios primarios

% de los jefes de hogar que completaron su paso por la educación superior

Salud

% de población que no posee obra social o cobertura médica-asistencial

% de la población con dificultades para acceder al agua

Vivienda

% de la población que reside en viviendas que carecen de inodoro de uso exclusivo

% de hogares que presentan más de dos personas por cuarto

Dimensión ambiental

% población afectada por riesgo de inundación

% población afectada por riesgo asociado al frente de barda

Fuente: Elaboración propia

Con el propósito de apreciar la calidad de vida en la ciudad de Neuquén, debimos condensar en un índice sintético la información para cada una de las variables seleccionadas. Con ese propósito, primero estandarizamos las variables y, luego, asignamos un peso a cada variable con relación a las demás (Leva, 2005: 72). En el presente estudio, y tomando en consideración la abundante literatura disponible (Mesaros y Velázquez, 2015), haremos propia una fórmula que asigna un 90% del peso explicativo a las variables que incluimos en la dimensión socioeconómica y el 10% restante a la dimensión ambiental, aunque al interior de cada una de ellas la distribución entre los indicadores no sea precisamente igualitaria. En la Tabla 5 se muestra cuáles fueron las ponderaciones utilizadas para construir los índices, expresadas en porcentajes. Finalmente, el índice de calidad de vida (ICV) deriva de la sumatoria de los valores índice de cada variable, ponderados de acuerdo al peso relativo estipulado. El resultado final del procedimiento es un valor teórico que oscila en un rango comprendido entre 0 (baja calidad de vida) y 100 (alta calidad de vida) (Tabla 5).

Tabla 5. Dimensiones e variables de la Calidad de Vida (ponderaciones)

Dimensión

Indicador

Peso parcial (%)

Peso Total (%)

Educación

% de jefes de hogar que no alcanzaron a concluir los estudios primarios

% de jefes de hogar que completaron su paso por la educación superior     

20

 

 

10

 

 

 

30

Salud

% de población que no posee obra social o cobertura médica-asistencial

% de la población con dificultades para acceder al agua

15

 

 

15

 

 

 

30

Vivienda

 

% de la población que reside en viviendas que carecen de inodoro de uso exclusivo

% de hogares que presentan más de dos personas por cuarto

15

 

 

15

 

 

 

30

Ambiental

 

 

 

% población afectada por riesgo de inundación

% población afectada por riesgo asociado al frente de barda

0,5

 

0,5

 

 

10

Totales

 

 

100

Fuente: Elaboración propia

Luego de avanzar sobre las precisiones respecto al aspecto metodológico de la presentación, estamos en condiciones de explorar el desempeño de la ciudad de Neuquén en materia de calidad de vida. Algunas cifras agregadas nos permiten dar cuenta de la huella dejada por el proceso de neoliberalización en los niveles de bienestar de la población. Reafirmando lo desarrollado en la sección anterior, entre 1991 y 2001, el ICV experimentó una caída del orden del 5%: en solo diez años, ese indicador transitó de una cifra cercana 71 a otra apenas superior a 68. Tal descenso se explica, en buena medida, por el declive de indicadores ligados a las dimensiones educativa (% de la población con nivel de instrucción bajo), sanitaria (% de la población sin cobertura sanitaria), y vivienda (% de hogares que residen en viviendas con baño exclusivo). Estas cifras permiten sostener el argumento de Polanyi cuando afirmaba que “la acción deletérea del mercado” es acompañada por un trastorno que “desgarra el tejido mismo de la sociedad”, impactando negativamente en las condiciones de vida de la “gente común” (1991 [1944]: 82).
Aunque relevantes en el estudio de la calidad de vida, el ICV global presenta un inocultable problema: con su concurso podemos saber a ciencia cierta la performance de la ciudad en materia de bienestar, pero no nos permite conocer cuáles fueron las áreas que mostraron un mayor o peor desempeño en tal rubro. Es decir, no podemos dar cuenta del patrón de segregación que presentaba la capital provincial y, menos aún, dialogar con la literatura que ha analizado la estructuración socio-espacial de las urbes latinoamericanas. De ahí la importancia de representar cartográficamente el valor del ICV de cada uno de los radios que dieron vida a la ciudad de Neuquén en el periodo que nos ocupa: si para 1991 estamos hablando de un total de 186; diez años después esa cantidad se había deslizado hasta 223. Realizar un estudio intraurbano nos permitirá visualizar cuáles fueron las áreas perjudicadas y beneficiadas por la “gran transformación”, pero también realizar una taxonomía de aquellas áreas que presentaban similitudes en materia educativa, sanitaria, habitacional y ambiental.
Un análisis visual básico de los mapas 1 y 2 es suficiente para distinguir que los radios que obtienen puntuaciones altas o muy altas tienden a situarse en el centro (Mapa 2). Al igual que otras ciudades latinoamericanas, los grupos sociales de situación socioeconómica más favorable residían en un área específica de la ciudad, cuyos límites se confundían con lo que en otro trabajo denominamos “continente de la riqueza” (Perren y Lamfre, 2015). Junto a este elemento, que ya era distinguible en los ochenta, resulta evidente una expansión de las pautas residenciales de las clases más favorecidas que se extiende de forma lineal, siguiendo las direcciones de tres vías de comunicación fundamentales (la calle San Martín hacia el oeste, la avenida Olascoaga hacia el sur y la ruta provincial nº 7 hacia el norte). En los tres casos distinguimos con claridad aquello que Ford, en su intento de modelar la estructura de las ciudades latinoamericanas, llamó spine o, lo que es igual, una estrecha área en la que sobresalía la actividad comercial y alrededor de la cual quedaba delimitado un sector residencial de elite que se desplegaba en dirección a la periferia. Lo que no resulta apreciable en el caso neuquino, al igual que en Santa Fe (Gómez y Velázquez, 2014: 179), es la ausencia de un mall como corolario de esta columna vertebral, aunque sí visualizamos la constitución de un área comercial, alrededor de la calle Godoy, en el confín occidental de la ciudad.
A continuación de esta suerte de “centro extendido”, encontramos un área compuesta por una heterogénea lista de barrios que presentaban puntajes intermedios en materia de calidad de vida. En ese casillero podríamos ubicar a los barrios Nuevo, Belgrano y Villa María al sur; Provincias Unidas y Villa Farrell al este; y Cumelén al oeste. Aunque no se trataba de distritos residenciales de clase media como los que agrupamos en el “continente de la riqueza”, tampoco eran “villas de emergencia” que carecían de los más básicos servicios públicos. En caso de usar el modelo de Griffin y Ford (1980) no dudaríamos en pensar a aquellas en términos de “zonas madurez”; es decir, espacios habitados por una población estable que, en gran medida, tenía a su disposición servicios como desagües, pavimento e iluminación. Esta estructura supuso una primera expansión del trazado original que se dio en las décadas centrales del siglo XX (Vapnarsky y Pantelides, 1987) (Mapas 1 y 2).

Mapa 1. ICV (por cuartiles). Neuquén, 1991- 2001

Fuente: Elaboración propia.

Mapa 2. ICV (por cuartiles). Neuquén, 1991-2001

Fuente: Elaboración propia.

A este marco general, debemos añadirle un conjunto de radios que seguía una configuración claramente sectorial. Se trataba de un área que se extendía, en forma de abanico, hacia la periferia y en la que convivían diferentes configuraciones habitacionales, desde viviendas edificadas por sus propios moradores hasta proyectos oficiales de construcción. Más allá de este variopinto panorama, existía un denominador común que atravesaba las unidades espaciales involucradas: no se observan en ellas carencias materiales significativas, aunque sí comenzaba a insinuarse un fenómeno de cohabitación, tal como demostramos en un estudio previo (Perren, 2014). Con la grilla de Griffin y Ford (1980) en la mano podríamos imaginar este sector como un área de acrecentamiento in situ que, debido al fenomenal crecimiento que Neuquén experimentó en las tres últimas décadas, era mayor que el de otras ciudades intermedias argentinas (por caso: Tandil, Azul y Olavarría, estudiadas por Howell en un trabajo clásico).
Por último, las unidades espaciales que presentaban un bajo ICV poseían una disposición en forma de enclaves que, con el desembarco de las recetas neoliberales, no hicieron más que aumentar en número y en dimensión. En 1984, la capital provincia albergaba un total de 17 “asentamientos ilegales” que reunían una población aproximada de doce mil habitantes; mientras que, trece años más tarde, albergaba 21 “villas de emergencia”, algunas regularizadas y otras en una situación de incertidumbre, en las cuales residían más de quince mil personas (La revista de Calf, 1997: 15). Entre ellas, podemos mencionar algunas que se desarrollaron en los setenta y ochenta (Villa Ceferino e Islas Malvinas, en el “cercano” oeste de la ciudad), pero también otras que irrumpieron durante la “gran transformación” (HIBEPA, Cuenca XV y Almafuerte, en el confín noroccidental del trazado urbano). Este archipiélago de la pobreza, además de presentar una delicada situación socioeconómica, se localizaba mayoritariamente en el frente de barda; es decir, en áreas caracterizadas por escarpes abruptos y oblicuos, en los que resultaba inevitables los “procesos de remoción en masa del tipo asentamiento rotacional, topless y caída libre; y la erosión hídrica y carcavamiento” (Pérez, 2010: 121). En pocas palabras, en estos espacios de relegación asistimos simultáneamente a “una negación de infraestructura adecuada y la rutinaria ausencia de protección contra los riesgos y peligros ambientales”, usando las palabras que Auyero y Burbano utilizaron para explorar el caso del Gran Buenos Aires (2012:14).

Teleobjetivo (300 mm): las texturas de un asentamiento periférico

Este ejercicio de articulación escalar no estaría completo sin la utilización de una lente más poderosa, una que nos permita observar la textura de un área que a priori se nos presentaba uniforme. Esta apuesta por el microanálisis se volverá operativa a través del estudio de una de las islas que formaban el “archipiélago de la pobreza”: Villa Ceferino, en el cuadrante noroccidental de la ciudad. La ocupación de ese territorio se remonta a 1973, cuando comenzaron una serie de asentamientos sucesivos de población en tierras baldías propiedad del municipio y de la provincia de Neuquén, formalmente bajo jurisdicción del Barrio Progreso3. Aunque la parte más antigua era conocida como Villa Oeste, una ermita levantada en honor a Ceferino Namuncurá terminó por aglutinar, al menos nominalmente, a un territorio mayor que abarcaba diferentes sectores y distintos momentos de ocupación. Su geografía compleja y sus calles de trazado irregular tienen su explicación en esta superposición de límites, en un espacio ganado a la meseta, aunque de forma desorganizada. Sin que mediaran disposiciones o reglamentaciones oficiales, el barrio fue expandiéndose hasta concentrar a mediados de la década de 1990 a más de 13.500 habitantes en quince sectores diferentes4 de los cuales sólo dos respondían a un proceso de cesión de tierras y construcción de viviendas propiciado por el Estado5 (Mapa 3).

Mapa 3. Barrio “Villa Ceferino”

Fuente: Sistema de información territorial urbana de Neuquén (SITUN, Municipalidad de Neuquén)

El perfil sociodemográfico que exhibía el asentamiento en la década de 1980 nos permite clasificarlo como un espacio de relegación urbana. En un relevamiento realizado a mediados de 1980, los técnicos de la Municipalidad de Neuquén daban cuenta de un escaso nivel de instrucción entre los vecinos del barrio, al tiempo que reflejaba una estructura ocupacional en la que prevalecían los trabajadores manuales y, dentro de esta categoría, los empleados de la construcción6. De igual modo, el arduo trabajo de los funcionarios permitió determinar que la mitad de los residentes adultos de estos nuevos vecindarios de la periferia neuquina eran migrantes provenientes de Chile. Más de diez años más tarde, al ser consultados los responsables de la Comisión Vecinal sobre la composición demográfica de Villa Ceferino, Juan Huenchumir y Neftalí Barrueto afirmaban: “la población en su totalidad es de origen rural y extranjera de países limítrofes. Y su ocupación mayoritariamente pertenece al sector de la construcción”7. En pocas palabras, aquellos patrones que caracterizan a la etapa de mayor crecimiento relativo del asentamiento, seguían siendo visibles en la fase de consolidación, y durante el proceso de su reconocimiento como barrio. 
Pero no se trataba sólo de un espacio en el que estaban sobre representados los peldaños inferiores de la estructura ocupacional y quienes llegaban del otro lado de los Andes. Al mismo tiempo, debemos señalar un elevado grado de aislamiento de la población que reforzaba un cuadro de segregación residencial. La evidencia ofrecida por la prensa nos brinde algunas pistas en esa dirección. Hacia mediados de la década de 1980, un medio periodístico local destacaba que el grueso de quienes habitaban en “villas de emergencia” lo hacía en el asentamiento ubicado al norte del tradicional barrio “Progreso”: con más de nueve mil habitantes, aglutinaba tres cuartas partes de quienes residían en condiciones de extrema precariedad8. En el mismo sentido, y reforzando la hipótesis de que Villa Ceferino funcionaba en buena medida de espaldas a la “ciudad formal”, un equipo de profesionales, contratado por el Municipio para el ordenamiento del área, arribaba a una conclusión más que significativa:

“La falta de comunicación directa a los sectores de asentamiento, la carencia de servicios de infraestructura, la precariedad de la mayoría de las viviendas y la falta de ordenamiento, acarrea serios trastornos de convivencia en el medio y como consecuencia un aislamiento social, cultural y económico de los centros urbanos desarrollados”9.

Este panorama se mantiene hacia comienzos de la década de 1990. En un trabajo previo, cuando espacializamos la pobreza a partir de la información suministrada por el Censo Nacional de 1991, advertimos un importante grado de concentración de las unidades espaciales que presentaban una mayor proporción de la población con necesidades básicas insatisfechas (Perren, 2016: 129). La mayoría de ellas conformaba un agrupamiento de radios censales cuyos límites coincidían con Villa Ceferino: dos terceras partes de quienes residían allí estaban expuestos a problemas habitacionales o bien mostraban un bajo nivel de instrucción (Perren, 2016: 129). La descripción ofrecida por la División de Ordenamiento Urbano pareciera estar sintonizada en la misma frecuencia. En un informe de enorme riqueza empírica, los funcionarios de esa dependencia municipal admitían que, bien entrada la década de 1990, “el barrio presenta[ba] una infraestructura incipiente en la que la no existían de redes de agua, cloaca y gas ocasiona dificultades a sus habitantes, de allí los reclamos de sus vecinos”10.
Esta condición de precariedad no hizo más que agudizarse durante la década del 90 al calor de la transformación neoliberal. Tomemos un ejemplo para retratar esta situación. En 1984, y en el marco del retorno de la democracia, el Estado Municipal avanza en una subdivisión del sector que originalmente pertenecía al barrio Progreso, reconociendo en los planos la existencia de Villa Ceferino e Islas Malvinas. De igual modo, se constituye una comisión vecinal y se construye una biblioteca y dos escuelas de emergencia, la N°197 y la N°198, al tiempo que se conforma una unidad de asistencia familiar que comienza a trabajar con personal remunerado dejando atrás sus primeros pasos como iniciativa ad honorem de un grupo de madres. Paulatinamente, las escuelas fueron refaccionadas y pasaron a tener un carácter permanente, aunque los problemas de infraestructura permanecieron y acompañaron este cambio de estatus. En junio del año 2000, y luego de protagonizar varias denuncias por el mal estado del primero de los establecimientos (que funcionaba estando habilitado sólo el 60% del edificio), la docente Silvia Roggetti sufre un accidente al caer sobre una malla de hierro en la escuela en permanente construcción. Fallece una semana más tarde a causa de las complicaciones derivadas del episodio y, a modo de homenaje, la escuela N°197 pasa a llevar su nombre. Con este episodio, se inaugura un tiempo de protesta docente y denuncia sobre la situación de abandono de las escuelas públicas.
Una manera de sistematizar el análisis del impacto que la “gran transformación” neoliberal tuvo para la década del 90 es echando un vistazo al comportamiento de la calidad de vida. Cuando relevamos, en la sección anterior, lo que sucedía a escala ciudad, observábamos el tránsito desde una cifra cercana a 71 a una levemente superior a 68. Un análisis sobre el comportamiento del indicador, con el mismo recorte temporal, pero haciendo foco en Villa Ceferino, nos dirá que aquí también se experimentó una caída, aunque bastante más significativa: en diez años pasó de cerca de 54 a poco más de 45. Es decir que, mientras la calidad de vida en Neuquén empeoró un 5%, la de los vecinos de este barrio del noroeste de la ciudad lo hizo en un 15%. En palabras de Landriscini y Dommett (2016), el proceso de neoliberalización había acentuado un cuadro de segregación “con impactos diversos en la calidad de vida de la población”, con áreas en las que se observaban inocultables faltantes en materia de infraestructura y sectores en los que la tónica pareciera responder “a la demanda de sectores de altos ingresos con residencia en la región” (Tabla 6).
El descenso de la calidad de vida en esta jurisdicción atiende, principalmente, al declive que se registra en la dimensión educativa y de salud, particularmente respecto al porcentaje de la población con nivel de instrucción bajo y al de personas que no cuentan con cobertura de salud. En el primero de los casos, advertimos una fuerte caída del aporte del porcentaje de jefes de familia que no lograron concluir el nivel primario, lo cual nos habla de un sistema educativo que, lejos de funcionar como mecanismo de movilidad social, fue más un dispositivo de contención. En los diez años que ocupa la investigación ese indicador transitó de un considerable 63 a un 40 (Tabla 3). En el segunda de las dimensiones se destacaban quienes no realizaron aportes para el financiamiento de las obras sociales; variable que nos pone frente a inequidades en materia sanitaria, pero también a un precariado que, en la década neoliberal, no hizo más que aumentar de envergadura. Para dar cuenta de esto basta con decir que, entre 1991 y 2001, el aporte de este indicador en la conformación del ICV se redujo prácticamente a la mitad (Tabla 3): pasó de 39 a 2111 (Tabla 7).

Tabla 6. Calidad de vida. Ciudad de Neuquén y Villa Ceferino (1991-2001)

Unidad de Análisis

ICV 1991

ICV 2001

Variación %

Ciudad de Neuquén

Villa Ceferino

71

54

68

45

-5%

-15%

Fuente: Elaboración propia en base a información de INDEC (1991 y 2001)

Tabla 7. ICV. Villa Ceferino (1991-2001)

Dimensión

Indicador

Año

1991

2001

Educación

% Nivel de Instrucción Bajo

63

40

% Nivel de Instrucción Alto

2

2

Salud

% Sin Cobertura Salud

39

21

% Hogares con agua fuera de la vivienda

75

85

Vivienda

% más de 2 personas por cuarto

38

76

% Hogares con baño exclusivo

95

67

Ambiental

Riesgo Frente de Barda

78

75

Riesgo de Inundación

100

100

Fuente: Elaboración propia en base a INDEC (1991 y 2001)

En la dimensión “vivienda” encontramos dos fuerzas contrapuestas que bien podrían ser explicadas prestando atención a la dinámica de ocupación del asentamiento. En primera instancia, la Tabla 7 nos devuelve una imagen de fuerte destitución infraestructural: en los diez años que comprende nuestra pesquisa, el porcentaje de hogares con baño exclusivo se redujo un tercio. Esta caída de la calidad de vida fue, en buena medida, resultado de la expansión del barrio registrado en la década de 1990. En efecto, el crecimiento del parque habitacional, que acompañó el crecimiento de la población de Villa Ceferino, se dio bajo el formato de viviendas precarias que, recién a comienzos del siglo XXI, ganaron en robustez y accesibilidad a servicios. Al mismo tiempo, observamos una caída de los niveles de hacinamiento. A modo de hipótesis, podríamos sostener que la ocupación de nuevos sectores funcionó como una válvula de escape en términos demográficos. La disponibilidad de tierras al interior del barrio permitió a los nuevos hogares acceder a la vivienda, independientemente de la calidad de sus materiales, impidiendo que, en el corto plazo, se acumularan situaciones de cohabitación. La búsqueda de nuevas áreas periféricas donde residir pareciera haber operado en el mismo sentido. Un estudio reciente Gallardo, Perren y Lamfre (2018) demuestra que los habitantes más antiguos del sector “Los Hornos”, área localizada en el confín noroccidental de la ciudad y que comenzó a ser poblada en la década de 1990, procedían en buen número de Villa Ceferino.
Si hiciéramos zoom sobre el área estudiada, encontraríamos algunas desigualdades, que resultaban invisibles en una mirada panorámica. Lejos de ser un espacio homogéneo, Villa Ceferino evidenciaba una profunda brecha en materia de bienestar, que no hizo más que incrementarse a lo largo de la “gran transformación neoliberal”. Para dar cuenta de ello detengámonos un instante en los valores extremos que el ICV registró en los radios que corresponden al barrio: en 1991, el valor máximo era un 45% superior al valor mínimo; diez años después, esa proporción había trepado al 57%. Lo mismo advertiríamos si hiciéramos el ejercicio inverso: si a principios de la década de 1990, el valor mínimo representaba un 68% del máximo, en 2001, ese porcentaje retrocedió hasta ubicarse en 63. Lo que observamos en Villa Ceferino no deja de ser interesante: el proceso de neoliberalización no sólo profundizó el abismo que separaba a las áreas que conformaban la ciudad, sino también intensificó las desigualdades al interior de un asentamiento que, desde la década de 1980, presentaba un rezago en materia de calidad de vida (Mapas 4 y 5).

Mapa 4. Calidad de vida en Villa Ceferino a nivel de radio (1991 y 2001)

Fuente: Elaboración propia en base a INDEC (1991 y 2001)

Mapa 5. Calidad de vida en Villa Ceferino a nivel de radio (1991 y 2001)

Fuente: Elaboración propia en base a INDEC (1991 y 2001)

Las rugosidades del asentamiento se distinguen con claridad mediante la utilización de Sistemas de Información Geográfica. Si seleccionáramos los radios censales que corresponden al barrio en las rondas censales de 1991 y 2001 (Instituto Nacional de Estadística y Censos, 2001 y 2010), veríamos que los ICV más elevados se localizan en las áreas de antigua ocupación: en el sur, lindando con el barrio “El Progreso”, y en el norte, sobre la calle Abraham, donde se asentó la mano de obra que construyó los complejos habitacionales conocidos como MUDON y MUTEN. Vemos, con toda claridad, un proceso de asentamiento que, en el primero de los casos, asumió una direccionalidad norte-sur y que, en el segundo, una sur-norte. De ahí que la franja que se encuentra entre ambas zonas pioneras aparezca con puntajes mucho más bajos. Después de todo, su aprovechamiento con fines residenciales fue tardía, su grado de consolidación fue sensiblemente inferior, su población era más joven y, por todo ello, resultó más afectada por la “epidemia de desempleo” de los noventa. Algo similar sucedía en el cuadrante noroccidental del barrio, en los sectores denominados Puerto Argentino, La Estrella, Nuevo Amanecer y Huertas Comunitarias. En todos ellos, a los problemas que traía aparejado el carácter reciente del asentamiento, debemos agregar la exposición a riesgos ambientales: se trataba de áreas que, por estar localizadas al pie de la barda, en las vías naturales de drenaje de la lluvia, debían enfrentar situaciones de deslave, máxime si tenemos en cuenta que muchas de las nuevas viviendas se construyeron en los diques de contención. 

Reflexiones finales (y apuestas a futuro)

Luego de este recorrido por una porción de la historia urbana norpatagónica: ¿Qué conclusiones, al menos preliminares, podemos extraer en torno a los vínculos entre desigualdad, calidad de vida y escalas de observación?
La articulación escalar puesta en marcha no sólo nos devolvió una ajustada cartografía de la desigualdad en la década neoliberal, sino también ayudó a complejizar el concepto de segregación. Sabido es que este último remite a la desigual distribución de las clases sociales en el territorio y que existe cierto consenso a la hora de señalar el pasaje desde una segregación a gran escala a una que operaba a escala reducida. Ese patrón residencial polarizado en el binomio centro-periferia, tan propio de las décadas centrales del siglo XX, cedió paso a un auténtico puzzle urbano, en el que distancia social no siempre iba acompañada de distancia espacial. Por el contrario, ricos y pobres comenzaron a compartir espacios de la ciudad, sin que ello haya implicado una mayor interacción debido a la existencia de barreras físicas como alambrados, garitas y cámaras de vigilancia. Sin poner en cuestión nada de ello, nuestro trabajo agregó una capa adicional de complejidad al estudio de la diferenciación socio-espacial. El zoom que realizamos sobre el barrio Villa Ceferino nos permitió observar una dinámica de microsegregación, no entre ricos y pobres, sino entre diferentes agregados de pobreza. En pocas palabras, a la microsegregación vertical, que las ciencias sociales ya nos tienen acostumbrados, pudimos sumar una horizontal, cuyo análisis supone una frontera abierta para los estudios urbanos norpatagónicos.
Cuando hablamos de desigualdades urbanas, no sólo nos referimos a las que pueden medirse a partir del análisis de datos censales, aquellas cuyo impacto sufren con más fuerza quienes ocupan la escala más baja de la estratificación social al no poder acceder a los servicios, la infraestructura y el equipamiento de la ciudad. Hay muchas otras formas de desigualdad y de exclusión, más sutiles, solapadas, invisibilizadas, pero presentes y manifiestas en forma de estigmas o marcas de las que quienes habitan en la periferia neuquina son víctimas. Entendemos que la profundización de las problemáticas urbanas trabajadas impone un análisis de la interfaz entre unas condiciones estructurales objetivas y unos elementos microsociales relacionados con las experiencias cotidianas de los individuos, la interacción y la propia valoración sobre las desigualdades vividas; una asociación analítica y una complementariedad metodológica entre el estudio de las condiciones de exclusión o vulnerabilidad social y un enfoque centrado en la trayectoria vital. En tal sentido, creemos que avanzar en un abordaje cualitativo de reconstrucción de las experiencias cotidianas de las familias que han sufrido el deterioro de sus condiciones de vida y de trabajo, para indagar sobre los mecanismos a través de los cuales se crean y reproducen nuevas desigualdades, es la apuesta a futuro.

Notas

1|   Los datos censales son contundentes respecto al crecimiento exponencial del desempleo y del subempleo a nivel nacional: en 1991, la tasa de desocupación apenas superaba el 6% y la de subocupación estaba por debajo del 9%, mientras que diez años después, ambos valores se habían disparado a 18% y 15% respectivamente. (Casullo, 2005).
2|   Un completo estado de la cuestión sobre los vínculos entre calidad de vida y ciencias sociales en: Perren y Lamfre, 2018. En relación a la operativización del concepto para el caso de Neuquén, recomendamos: Perren, Lamfre y Pérez, 2018.
3|   Archivo Histórico de la Municipalidad de Neuquén (en adelante AHMN) División Museo y Monumento, Secretaría de Obras Públicas, Municipalidad de Neuquén, agosto de 1996.
4|   Villa Oeste, Centro, Centro 12, El Morro, Pacífico, Solidaridad, 72 Viviendas Padre José, 414 viviendas Plan Federalismo, 186 viviendas Plan Erradicación del Asentamiento Costa del Río Neuquén, El Amanecer, La Estrella, Nuevo Amanecer, Ex Huertas, Puerto Argentino, Morro Pacífico.
5|   Se trata de las 414 viviendas del Plan Federalismo y de las 186 del Plan de Erradicación del Asentamiento Costa del Río Neuquén.
6|   AHMN, Asesoría Técnica de normalización de asentamientos ilegales, Secretaría de Obras Públicas de la Municipalidad de Neuquén, 1983.
7|   División Museo y Monumento, Secretaría de Obras Públicas, Municipalidad de Neuquén, agosto de 1996. Folio 23. de las viviendas y la falta de ordenamiento, acarrea serios trastornos de convivencia en el medio y como consecuencia un aislamiento social, cultural y económico de los centros urbanos desarrollados.
8|   Revista de CALF, “Informe Especial: Villas de Emergencia”, año 8, n° 86, 1985, pp. 4-5.
9|   AHMN, Asesoría Técnica de normalización de asentamientos ilegales, Secretaría de Obras Públicas de la Municipalidad de Neuquén, 1983.
10| División Ordenamiento Urbano, Municipalidad de Neuquén, Informe Nro. 35/98, junio de 1998.
11| Vale la pena aclarar que en los dos casos se trata de variables seleccionadas en un ejercicio de aproximación, debido a la ausencia de información referida al nivel de ingresos y desempleo de la población, por lo cual podemos decir que la selección no es caprichosa, sino una opción metodológica válida (Groisman, 2013; Rodríguez, 2008) para acercarnos a problemáticas altamente significativas como la pobreza y la desocupación.

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