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Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy

versión On-line ISSN 1668-8104

Cuad. Fac. Humanid. Cienc. Soc., Univ. Nac. Jujuy  no.56 San Salvador de Jujuy dic. 2019

 

DOSSIER

La metodología de análisis cerámico de Karina Menacho y su aplicación a dos casos de estudio: Cruz Vinto (Norte de Lipez, Bolivia) y Casas Quemadas (Rinconada, Jujuy) Alcances y limitaciones

(Karina Menacho`s ceramic analysis methodology and its application in two study cases: Cruz Vinto (North of Lipez, Bolivia) and Casas Quemadas (Rinconada, Jujuy). Scopes and limitations)

José María Vaquer* - Yamila Cámera**

Recibido el 12/03/19
Aceptado el 29/11/19

* CONICET – Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Correo Electrónico: jmvaquer@yahoo.com
** Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Correo Electrónico: yamilacamera@gmail.com

Resumen

En este trabajo discutimos los alcances y limitaciones de la metodología de análisis cerámico desarrollada por Karina Menacho a partir de la caracterización y comparación de dos conjuntos cerámicos. El primero de ellos procede de Cruz Vinto, un pukara del Periodo de Desarrollos Regionales Tardío (1200-1450 DC) en el Norte de Lípez, Bolivia; el segundo de Casas Quemadas, un sitio de producción agrícola en Cusi Cusi, Argentina con ocupaciones de finales del Periodo Inka y Colonial Temprano (1450-1660 DC). El material de Cruz Vinto procede de excavaciones de cinco recintos interpretados como áreas de actividad al aire libre, mientras que el conjunto cerámico de Casas Quemadas de un recinto doméstico. Proponemos que para aprovechar al máximo la metodología es necesario tener una serie de controles sobre el estado de integridad y fragmentación de la muestra; como así las diferencias entre los contextos etnográficos de donde se toman las categorías funcionales y los contextos arqueológicos donde se aplican. Sostenemos que una vez considerados estos controles, la metodología desarrollada por Karina es una herramienta poderosa para determinar la funcionalidad de los conjuntos cerámicos y relacionarlos con la estructura de las actividades en el pasado.ciertos paisajes socioculturales del NOA.

Palabras Clave: metodología, cerámica, aplicaciones, Cruz Vinto, Casas Quemadas.

Abstract

In this paper we discuss the scopes and limitations of the ceramic analysis methodology developed by Karina Menacho through the characterization and comparison of two ceramic sets. The first one comes from Cruz Vinto, a pukara of the Late Regional Development Period (1200-1450 AD) in Northern Lípez, Bolivia; the second one comes from Casas Quemadas, an agricultural production site in Cusi Cusi, Argentina with occupations of the end of the Inka and Early Colonial Periods (1450-1660 AD). The material of Cruz Vinto comes from excavations of five enclosures interpreted as outdoor activity areas, while the ceramic set of Casas Quemadas comes from a domestic enclosure. We propose that to take full advantage of the methodology it is necessary to have a series of controls on the state of integrity and fragmentation of the sample; as well as the differences between the ethnographic contexts from which the functional categories are taken and the archaeological contexts where they are applied. We maintain that once these controls are considered, the methodology developed by Karina is a powerful tool for the appraisal of ceramic assemblies’ functionality and to relate them to the structure of the activities in the past.

Keywords: Methodology, ceramics, applications, Cruz Vinto, Casas Quemadas.

Introducción

El término “método” proviene del griego y significa literalmente “por el camino”. Desde su origen etimológico, el concepto de método se encuentra íntimamente relacionado con el concepto de camino. Es así que consideramos a la tipología elaborada por Menacho: un camino a transitar mediante el análisis de cada muestra, que como todo buen camino, solamente se aprecia a medida que se transita. Lamentablemente, Karina nos dejó muy pronto, quedando elaborada su propuesta metodológica pero poco probada por ella misma. Es una tarea que nos quedó a nosotros, caminantes por un sendero que no diseñamos. Sin embargo (y esta es otra de las virtudes de la metodología), Karina no la pensó en soledad. Muchos nos beneficiamos de discusiones, opiniones y posibilidades de aplicación a contextos diversos. En consecuencia, la metodología siempre se presentó como un camino que invitaba a discutir, reflexionar y probar.
Este trabajo surge a partir de aplicar la metodología de Menacho (2000, 2007) en dos contextos diferentes: por un lado, en el análisis del conjunto cerámico de Cruz Vinto, un pukara con ocupaciones domésticas del Periodo de Desarrollos Regionales Tardío (1200-1450 DC) en el Norte de Lípez, Potosí, Bolivia (Nielsen, 2002; Vaquer, 2009, 2010, 2011, 2013a, 2013b, Vaquer et al., 2011, 2015); y por el otro, en el análisis del conjunto cerámico recuperado en excavaciones del Recinto 1 de Casas Quemadas, un sitio de producción agrícola con ocupaciones domésticas localizado en Cusi Cusi, Rinconada, Jujuy, Argentina que data de fines del Periodo Imperial Inka y comienzos de la Colonia (1450-1680 DC) (Pey, 2016; Vaquer, 2016; Vaquer et al., 2018, Vaquer et al., 2014a, 2014b). Si bien se trata de dos conjuntos cerámicos que no pueden ser comparados entre sí, los diferentes resultados obtenidos permiten discutir las posibilidades de aplicación de la metodología, en particular sus alcances y limitaciones. Con respecto a los primeros, al ser una propuesta elaborada a partir de categorías etnográficas, permite interpretar categorías funcionales y los rangos de actividades en que las vasijas pudieron participar. Su énfasis se encuentra puesto en el uso, por lo que los resultados permiten reconstruir las prácticas sociales en las que se insertaron las piezas cerámicas. Las limitaciones, que discutiremos más adelante, también provienen del “origen etnográfico” de la metodología: ¿en qué medida es aplicable a contextos donde las categorías funcionales no se corresponden con los tipos funcionales identificados para la región Circumpuneña? Otra limitación proviene de la necesidad de contar con fragmentos diagnósticos para inferir formas. ¿Qué ocurre con conjuntos con un alto grado de fragmentación o con baja abundancia de fragmentos diagnósticos? Las diferencias entre los conjuntos analizados nos permitirán discutir estos puntos.

Herramientas teóricas

Una metodología debe ser coherente con el enfoque teórico de la investigación. Tal vez el lugar donde Menacho desarrolló esta parte de su trabajo en mayor profundidad es en su tesis de licenciatura (Menacho, 2000). Allí propone que su objetivo es relacionar los cambios en las unidades domésticas a través del tiempo con la participación de artefactos en el sistema conductual, a través del análisis de las “trayectorias de vida” de los artefactos. De esta manera, la intervención de las vasijas en el sistema conductual produce rastros plausibles de ser interpretados en el registro arqueológico. Su trabajo se inserta dentro de la Arqueología Conductual (Schiffer, 1999; Skibo y Schiffer, 2008).
En nuestro caso, partimos de una postura teórica diferente, aunque coherente con los planteos de la Arqueología Conductual. En una primera instancia, la pregunta que nos movilizó fue la estructuración del espacio doméstico, entendiendo al mismo como lugar privilegiado de la producción y reproducción del habitus. Desde nuestra postura, la sociedad se produce y reproduce a través de las prácticas realizadas por agentes entendidos. Es en la instancia práctica donde se encuentran la agencia y la estructura; los intereses de los agentes y las tradiciones que conforman la sociedad, y resultan en la reproducción o en el cuestionamiento. Las tradiciones – o condiciones estructurales – de la práctica pueden ser consideradas como recursos de los agentes en los momentos de interacción. A su vez, los sistemas simbólicos que constituyen valores culturales son transmitidos a los agentes de manera corporal no tematizada, al habitar espacios estructurados en coherencia con esos sistemas. Esta hexis corporal incorpora los principios del habitus que luego van a funcionar como disposiciones a toda acción y valoración, y que son el producto de condiciones específicas de pertenencia a determinados grupos o clases sociales. Uno de los lugares privilegiados en la incorporación del habitus es justamente el espacio doméstico, donde los agentes desde su primera infancia se enfrentan corporalmente con un conjunto de categorías y valores sociales (Bourdieu, 1977; Giddens, 1998; Vaquer, 2007).
En consecuencia, nuestro interés es interpretar los sistemas simbólicos y de valores que estructuran los habitus, a partir de las actividades realizadas en el espacio doméstico. Para ello, es necesario interpretar los principios que estructuran el espacio y se relacionan con condiciones estructurantes específicas e históricas y ponerlos en tensión con las actividades que realizaron los agentes. La propuesta de Menacho (y de la Arqueología Conductual en general) resulta rentable para abordar la segunda parte de la problemática.

La metodología de análisis cerámico

La propuesta de Menacho (2000, 2007; ver también Skibo y Feinman, 1998) surge a partir de un análisis etnoarqueológico de los conjuntos cerámicos utilizados por los pastores de Rinconada (Provincia de Jujuy). El principal objetivo del trabajo es reconocer, a partir de los contextos de uso actuales, una serie de indicadores de las actividades en las que participaron las piezas para luego generar hipótesis interpretativas sobre los conjuntos arqueológicos.
Más allá de los trabajos publicados y sin publicar al respecto, las categorías de análisis propuestas por Karina permitieron el desarrollo de un protocolo de análisis de cerámica que representa, a nuestro entender, el núcleo de su aplicación a los conjuntos arqueológicos. Este protocolo fue originalmente pensado para el análisis de la cerámica de Los Amarillos, pero se volvió una herramienta común entre los que trabajamos cerca de Karina.
El protocolo de análisis consta de una serie de variables que permiten ir reconociendo de manera parcial y acumulativa los atributos formales de las piezas para luego interpretar su uso potencial. La primera variable a tener en cuenta es la clasificación del conjunto por tipos. En este sentido, el protocolo reconoce como unidad de análisis temporal y espacial el componente cerámico como toda la cerámica utilizada en un tiempo determinado en un lugar específico. Por ejemplo, la cerámica utilizada en el Norte de Lípez durante el Periodo de Desarrollos Regionales Tardío conformaría el “Componente Cerámico Lípez Tardío”. Dentro del mismo, se identifican por un lado los estilos de manufactura local y por el otro los no locales. De esta manera, es posible identificar en las instancias tempranas del análisis las relaciones entre las diferentes zonas en un lapso de tiempo determinado.
Cuando se aplica a contextos que no han tenido un desarrollo de las investigaciones sistemático (como era el caso de la Cuenca Superior del Río Grande de San Juan cuando comenzamos a trabajar), el primer paso consiste en definir los componentes cerámicos presentes. Para ello, recurrimos en primer lugar a la bibliografía de las zonas próximas como la Cuenca Sur de Pozuelos, Doncellas – Casabindo, Yavi – Chicha y San Pedro de Atacama (Ávila, 2009; Pérez Pieroni, 2015; Uribe et al., 2004; Zaburlín, 2014). Luego, elaboramos una tipología tentativa que fue contrastada contra la evidencia recuperada en las excavaciones y recolecciones superficiales; y ajustada para dar cuenta de la variabilidad de estilos presentes.
Una vez definida la tipología, se procede al análisis formal. El primer paso consiste en la separación de todos los fragmentos correspondientes a cada uno de los estilos identificados en piezas abiertas, cerradas o indeterminadas de acuerdo con el tratamiento de las superficies externa e interna. Esto permite una primera aproximación funcional a partir de dos grandes categorías: piezas abiertas y cerradas. La restricción es una de las características de performance fundamentales a la hora de interpretar el uso, ya que determina la posibilidad de manipular el contenido, la pérdida calórica en el caso que se utilice para cocción y la posibilidad de exhibir el contenido de las piezas. En función de esta primera categorización, las piezas son divididas en dos grupos funcionales: servir/consumir para las abiertas; y cocción/almacenaje para las cerradas.
Una vez determinada la restricción, se registran los fragmentos diagnósticos. Los mismos se dividen en dos tipos: diagnósticos de forma y de decoración. Los primeros se componen de bordes, bases, asas y puntos de inflexión reconocibles. Por cada uno de ellos se registran una serie de variables (en el caso de los bordes, el tipo de labio, el tipo de borde y el diámetro) y se les adjudica una categoría formal, y de ser posible, una variedad. Para las piezas abiertas o accesibles, las categorías formales son platos, escudillas, cuencos, fuentes, escudillas con asa lateral y vaso; mientras que para las piezas cerradas o contenedores son diferentes tipos de cántaros, vasijas de boca ancha, botellas y aríbalos. Las categorías formales se encuentran definidas de acuerdo con una serie de medidas de las piezas además del tipo de restricción (por ejemplo, una escudilla es una pieza abierta donde el diámetro de la boca es mayor a la altura máxima) (Orton y Hugues, 2013; Rice, 1987; Shepard, 1957) En esta etapa se registra también la presencia de alteraciones o huellas relacionadas con el uso, que pueden ser la adhesión de material o la remoción (abrasión) (Skibo, 1992).
El paso siguiente consiste en el remontaje siguiendo la clasificación por tipos, y la reconstrucción de los perfiles de las piezas en los casos que sea posible. Una vez realizada esta etapa, es posible determinar el número mínimo de piezas que componen el conjunto. Este cálculo se realiza en varias etapas del análisis. Para la primera de ellas se consideran los fragmentos diagnósticos y los remontajes. Un segundo cálculo se realiza al reconstruir los perfiles. De esta manera, es posible tener un control sobre la variabilidad del conjunto en dos etapas.
Las variables que se utilizan para describir al conjunto son las siguientes:
Forma o perfil de las vasijas: descripción del perfil de la pieza a partir de la semejanza con figuras geométricas y la complejidad del contorno.
Atributos dimensionales: diámetro de la abertura, diámetro máximo; altura total y altura del diámetro máximo; tamaño de las piezas (volumen en litros).
Propiedades formales que rigen la función (características de performance): características morfológicas que afectan positiva o negativamente la intervención de la pieza en una tarea determinada. Menacho (2007) reconoce cinco: i. transportabilidad, que monitorea la capacidad de transportar la pieza en relación al volumen; ii. unidades de consumo, donde el tamaño permite identificar las porciones a las que están destinadas las piezas; iii. receptividad, accesibilidad y posibilidades de manipulación del contenido de las vasijas y se determina dividiendo el diámetro de la abertura por el diámetro máximo; iv. proporción ancho / alto, que refleja las proporciones generales de la vasija y el desempeño en actividades que requieran estabilidad y se determina dividiendo el diámetro máximo por la altura máxima; y finalmente v. los atributos morfológicos con función específica como las asas, picos, etc.
Uso: para este atributo, Menacho (2007) propone considerar la descripción del uso, según el tipo de tareas en las que interviene la pieza; la trayectoria funcional a partir de los cambios de función observados; y el contexto de uso, donde se caracterizan los contextos sociales en los que se utiliza la pieza.
Alteraciones o huellas asociadas al uso de las piezas: pueden ser de dos tipos. Por un lado, la adhesión de material en forma de sustancias que se adhieren a la superficie y pueden ser identificadas macroscópicamente, y por el otro, remoción de material principalmente por abrasión.
Decoración: presencia o ausencia de decoración, junto con las técnicas y los diseños decorativos.
Finalmente, la relación entre piezas abiertas y cerradas es nuevamente determinada a partir del número mínimo de piezas presentes y sus descripciones, junto con un análisis contextual de las asociaciones de materiales. De esta manera, se pueden interpretar los contextos funcionales en los que participaron las piezas, junto con la estructura de las actividades de un espacio determinado.

Desarrollo

Cruz Vinto

Cruz Vinto es un asentamiento fortificado localizado en la Península de Colcha “K”, Departamento de Potosí, Bolivia (Figura 1). Posee cuatro fechados que sitúan su ocupación en el Periodo de Desarrollos Regionales Tardío (1200-1450 DC). El plano del sitio fue relevado por Nielsen y colaboradores (Nielsen, 2001, 2002) y posteriormente fue trabajado para la tesis doctoral del primer autor de este trabajo. Se realizaron una serie de tareas que incluyeron el análisis de la sintaxis espacial del asentamiento, el relevamiento de todo el material superficial presente, el relevamiento y análisis de la arquitectura, excavaciones en espacios externos y en cinco recintos. El objetivo del trabajo fue relacionar el espacio construido y las actividades realizadas en los espacios externos con la incorporación de un habitus corporativo, ya que partimos de la base que las sociedades tardías de Lípez eran sociedades corporativas basadas en relaciones de parentesco (Nielsen, 2006a, 2006b; Nielsen y Berberián, 2008). Para ello, focalizamos en la evidencia de actividades relacionadas con la comensalidad, ya que el asentamiento posee una plaza flanqueada por torres – chullpas donde, de acuerdo con las fuentes y trabajos en sitios próximos, se realizaban ceremonias de ancestralidad.
Particularmente, trabajamos los espacios externos, en principio los espacios de circulación del sitio donde se pudieron realizar actividades potenciales en las podían participar sensorialmente los habitantes del asentamiento, y luego excavamos cinco recintos que por sus características arquitectónicas no se encontraban techados y funcionaban como “patios” donde se realizaban actividades al aire libre (Figura 2). Sin embargo, no detectamos la presencia de estructuras de combustión en los mismos. Esto nos llevó a considerar que las actividades se encontraban segmentadas, ya que asociados a los recintos sin techar se encuentran otros recintos techados con deflector, reconocidos por Nielsen (2001) como casas. En consecuencia, propusimos oportunamente que las actividades de cocción se realizaban en los recintos techados, mientras que las de consumo en los no techados.

Figura 1. Plano del Norte de Lípez mostrando la localización de Cruz Vinto y otros sitios de la región. Elaboración de los autores.

De las excavaciones de los cinco recintos se recuperaron 2560 fragmentos cerámicos, divididos en los siguientes estilos: Alisado (92%; 2360: 2560); Cruz Vinto (4%; 110: 2560); Negro sobre Rojo (2%; 46: 2560); y el restante 3% se distribuyó entre Mallku Bicolor, Cruz Vinto Alisado y Yura. La diferencia entre el Alisado y el Cruz Vinto Alisado es que el segundo presenta la decoración característica del estilo Cruz Vinto en una superficie alisada, mientras que el Alisado no presenta decoración.

Figura 2. Plano y localización de las excavaciones en Cruz Vinto. Elaboración de los autores.

Una primera división que puede relacionarse con las características funcionales del conjunto es la proporción entre piezas cerradas (utilizadas en actividades de cocción y almacenaje) y piezas abiertas (utilizadas en actividades de servicio y consumo). Esta división puede determinarse sobre el total de la muestra a partir de los tratamientos diferenciales de las superficies internas y externas. Sobre los 2560 fragmentos recuperados, el 78% (n=2000) correspondió a piezas cerradas, mientras que el 22% (n=560) a formas abiertas. Sin embargo, esta proporción es engañosa debido a que las piezas cerradas suelen ser de mayor tamaño que las abiertas, presentando a su vez un índice de fractura mayor y, en consecuencia, pueden estar sobrerrepresentadas en la muestra. Para evitar esto, calculamos este porcentaje a partir de los fragmentos diagnósticos de forma (bordes y bases) que permiten el cálculo del número mínimo de piezas además de la proporción de los diferentes tipos de restricción.
Sobre el total de la muestra, 117 fragmentos fueron diagnósticos, predominando los fragmentos de bordes (102: 117). Dentro de estos últimos, el 53% correspondió a bordes directos (54: 102); evertidos en un 45% (46: 102) y el 2% restante a bordes evertidos horizontales (2: 102). Los fragmentos de bases correspondieron a bases planas – cóncavas con punto angular en la unión base - cuerpo y en dos casos con improntas de cestería.
Para el total de la muestra sobre los fragmentos diagnósticos, la relación entre piezas cerradas y abiertas fue, para las cerradas, 49% (57:117); para las abiertas 43% (51: 117) y el 8% restante (9: 117) para las indeterminadas. Teniendo en cuenta los fragmentos diagnósticos, se invierte por poco la relación entre las piezas abiertas y cerradas, predominando en este caso las cerradas. Con respecto al número mínimo de piezas calculado a partir de los fragmentos diagnósticos, fue de 38. Nuevamente, la proporción entre las piezas abiertas y cerradas cambió: el 66% (25: 38) fueron piezas abiertas, principalmente escudillas; mientras que el 34% restante (13: 38) correspondió a piezas cerradas (Tabla 1).

Tabla 1. Cambios en las estimaciones de la composición del conjunto con respecto a la restricción en las diferentes etapas del análisis. Elaboración de los autores.

 

Abiertas

Cerradas

Indeterminadas

Tratamiento superficie (total muestra)

n=2560

560; 22%

2000; 78%

-

Fragmentos diagnósticos (bordes y bases)

n=117

51; 43%

57; 49%

9; 8%

Número mínimo de piezas (remontajes de fragmentos diagnósticos)

n=38

25; 66%

13; 34%

-

Sobre las piezas en las que pudimos reconstruir la forma, en algunas de ellas fue posible reconstruir los diámetros máximos, de las aberturas, la receptividad, la altura y el volumen (ver Vaquer et al., 2015). Como mencionamos anteriormente, estos atributos son los que permiten inferir las características de performance de las piezas que componen el conjunto cerámico. En el caso de las escudillas, la receptividad tuvo un valor de 1, y los volúmenes se ubican entre 1 y 2 litros, siendo la medida promedio entre los 9 casos de 1,25 litros. Estos datos permiten caracterizar al subconjunto de las piezas abiertas como piezas transportables, cuyo volumen equivale a una porción individual de comida que puede ser tanto sólida como líquida. Con respecto a las piezas cerradas, solamente en un caso pudimos reconstruir la forma completa y tomar las medidas para las características de performance. Se trató de un cántaro compuesto de 23 litros de volumen, con evidencia de exposición al fuego y con una receptividad de 0.55 (Figura 3, centro). Esta baja receptividad hace posible que participe en tareas como el almacenaje y el hervido de líquido debido a que su forma evita la evaporación. Otro detalle de esta pieza es que fue encontrada asociada a una pata de camélido con signos de hervido, por lo que habría sido utilizada en la cocción. Además, la pieza con el conjunto óseo asociado fue recuperada en un recinto sin techar que no tenía evidencia de estructuras de combustión, por lo que la comida fue preparada en otro lado y luego llevada allí para ser consumida.

Figura 3. Reconstrucción de algunas de las piezas que conforman el conjunto recuperado en Cruz Vinto. Elaboración de los autores.

La presencia mayoritaria de escudillas, en la etapa final del análisis (ver Tabla 1) indica que la funcionalidad principal del conjunto fue la de servir y consumir. Es interesante vincular la distribución espacial del conjunto en relación con los recintos excavados (Figura 4). En el plano vemos que la mayoría de las piezas abiertas, con decoración estilo Cruz Vinto, se localizan en los recintos próximos a la plaza, coincidiendo con el espacio público donde se realizaban las ceremonias a los ancestros (Nielsen, 2006; Vaquer, 2013b). También es destacable que todos los recintos excavados son recintos no techados, por lo que las actividades de consumo eran realizadas en lugares accesibles sensorialmente para todos los habitantes del sitio, tanto humanos como ancestros en forma de torres-chullpa (Vaquer, 2011; Vaquer et al., 2010). En consecuencia, el paisaje del sitio se encontraba estructurado en torno a los ancestros y al compartir como práctica vinculante.

Figura 4. Distribución del conjunto cerámico en los recintos excavados. Dibujo de Laura Pey.

Casas Quemadas

Casas Quemadas se encuentra en Cusi Cusi, Rinconada, Jujuy en la Cuenca Superior del Río Grande de San Juan (Figura 5). A diferencia del Norte de Lípez, donde las sociedades prehispánicas vivieron de una combinación de agricultura y ganadería, Cusi Cusi es una región netamente pastoril. De acuerdo con las evidencias recuperadas en las prospecciones de la región, hay una continuidad entre la forma de vida cazadora – recolectora y el surgimiento del pastoralismo.

Figura 5. Mapa mostrando la localización de Cusi Cusi. Elaborado por Laura Pey.

Casas Quemadas forma parte un complejo de estructuras agrícolas y domésticas localizado en la Quebrada de Pajchela. Este conjunto fue adscripto a momentos inkaicos por De Feo et al. (2004, 2007), y fue estudiado por Pey (2016). Esta autora propone que las estructuras de producción agrícolas fueron construidas durante la conquista Inka de la región, no solamente como una manera de introducir una agricultura más intensiva, sino de modelar el paisaje de acuerdo con los intereses imperiales. Junto con el relevamiento de las estructuras productivas, llevamos a cabo la excavación completa de uno de los recintos habitacionales (Recinto 1) (Figura 6). Este recinto presenta una planta rectangular de 3 m por 5,5 m, muros simples y dos hornacinas.
El recinto fue excavado por niveles naturales, reconociendo la presencia de 12 niveles. Los niveles 6, 7 y 8 presentaron mayor densidad de material arqueológico y representarían el piso de ocupación del recinto (Figura 7). Sobre este identificamos la presencia de dos fogones en cubeta, de los cuales obtuvimos dos muestras de carbón que arrojaron como resultados 380 ± 40 (LP-3058; carbón vegetal, δ13C = -24± 2 ‰; cal AD 1543 a cal AD 1624) y la segunda es de 280 ± 40 (LP-3050; carbón vegetal, δ13C = -24± 2 ‰; cal AD 1627 a cal AD 1673). Estos fechados sitúan la ocupación inicial del recinto a fines del Siglo XVI. En consecuencia, la ocupación inicial se sitúa a fines del Periodo Inka y comienzos del Colonial. Actualmente, el sitio es utilizado en las rondas de los pastores (Vaquer, 2016; Vaquer et al., 2018).

Figura 6. Planta y fotografía del Recinto 1 de Casas Quemadas. Elaborado por los autores.

Figura 7. Distribución del material por niveles en la Cuadrícula 2 (N=2506). Elaboración de los autores.

En las excavaciones de dos de las cuadrículas (C2 y C4) se recuperaron 1814 fragmentos cerámicos que fueron clasificados en los siguientes estilos: Alisado 78%; (1413: 1814); Yavi Monocromo 10%; (177: 1814); Interior Negro Pulido 6%; (103: 1814); Indeterminadas 4%; (83: 1814); y el 2% restante se distribuyó entre Inka Castaño Pulido, Casabindo Bicolor y Tricolor (Zaburlín, 2012, 2014) y Otros.
Con respecto a la proporción entre piezas abiertas y cerradas, interpretada a partir de los tratamientos de la superficie, sobre el total de la muestra el 27% correspondió a piezas abiertas (498: 1814); el 63% a piezas cerradas (1137: 1814) y el 10% restante a piezas indeterminadas (179: 1814). En esta instancia, vemos que la mayoría de los fragmentos corresponden a piezas cerradas.
En el análisis de laboratorio reconocimos 159 fragmentos diagnósticos, siendo los fragmentos de bordes los predominantes (104: 159). Dentro de estos últimos, el 62% correspondió a bordes directos (64: 104) y el 38 restante a bordes evertidos (40:104). Con respecto a la proporción entre piezas abiertas y cerradas dentro de los fragmentos diagnósticos el 45% (71:159) correspondió a piezas cerradas, el 41% a piezas abiertas (65:159) y el 14% restante a piezas indeterminadas (23:159). Si bien la frecuencia se alteró con respecto al total de la muestra, a partir de los fragmentos diagnósticos siguen predominando las piezas cerradas sobre las abiertas.
Con respecto al número mínimo de piezas representado en el conjunto, se calculó a partir de los fragmentos diagnósticos y remontajes indirectos llegando al valor de 88 piezas, de las cuales el 51% (45: 88) correspondió a piezas abiertas; el 36% (32: 88) a piezas cerradas; y el 13% restante (11: 88) a piezas indeterminadas. Vemos que en esta instancia nuevamente se modifica la relación entre las piezas abiertas y las cerradas. Vamos a volver sobre ello más adelante.
También es interesante considerar como se distribuyó el material cerámico en los principales niveles de la ocupación para vincularlo con la funcionalidad del recinto (Tabla 2).
En la tabla se observa que la mayoría de las piezas identificadas proceden de los niveles 6 y 7 que corresponden al piso de ocupación del recinto. A medida que nos acercamos a la superficie, la cantidad de piezas disminuye considerablemente. Del mismo modo, la composición del conjunto en relación a los usos potenciales también se ve alterada. Es importante destacar que en los niveles 6 y 7 se encuentra la mayoría de las piezas cerradas, lo que es coherente con un uso doméstico del recinto donde parte del conjunto era utilizado para la cocción y el almacenaje. El nivel 5 corresponde con el abandono del recinto como estructura doméstica, mientras que los niveles 4 a 1 corresponden a su uso como refugio en los circuitos de ganado coloniales y en las rondas de pastoreo de los habitantes actuales de Cusi Cusi (Vaquer et al., 2018).

Tabla 2. Cantidad de piezas identificadas (NMP) por restricción en los niveles 1 a 7 del Recinto 1 (n=52). Para la tabla no se consideraron las piezas presentes en los niveles 8 a 12. Elaboración propia.

Nivel

Cerradas

Abiertas

Total

1

1

1

2

2

2

1

3

3

2

2

4

4

2

1

3

5

1

5

6

6

14

6

20

7

6

8

14

Total

28

24

52

Debido al estado de fragmentación de la muestra y a la ausencia de remontajes significativos, no fue posible caracterizar en detalle el repertorio formal que constituye el conjunto. No fue posible reconstruir los perfiles de las piezas para una caracterización morfológica más completa. De acuerdo con los datos obtenidos, el conjunto se encuentra conformado en su mayoría por piezas abiertas, lo cual es coherente con un contexto de consumo de alimentos. Sin embargo, la presencia de una cantidad significativa de piezas cerradas también puede relacionarse con funciones de cocción, preparado de alimentos y almacenaje.

Discusión y resultados

Los datos presentados corresponden a la caracterización de los conjuntos cerámicos como una totalidad, sin discriminar procedencia por niveles. Reconocemos las limitaciones de este enfoque, pero en este sentido las muestras no son comparables entre sí. El conjunto de Cruz Vinto procede de cinco recintos diferentes, que si bien corresponden a un mismo momento en la ocupación del sitio, no se puede determinar con mayor grado de detalle si fueron utilizados de manera sincrónica (Vaquer, 2011). Por otro lado, el conjunto de Casas Quemadas procede de un único recinto, pero con una secuencia ocupacional larga. Sin embargo, la mayoría del conjunto cerámico recuperado (al igual que los demás materiales) procede principalmente de los niveles identificados como el piso de ocupación. Luego de este evento, el recinto fue paulatinamente abandonado, por lo que parte del material recuperado en los niveles superiores puede deberse a reocupaciones esporádicas o procesos de formación que actuaron en el sitio. Es ilustrativa la Figura 6 que muestra la distribución de materiales por niveles para interpretar la relevancia del piso de ocupación en la estructuración del conjunto.
Habiendo hecho esta aclaración, vamos a considerar los alcances y limitaciones de la metodología de Menacho a partir de su aplicación a ambos ejemplos. Como primera medida, consideramos que la metodología es importante para la caracterización funcional de los conjuntos desde las primeras etapas del análisis. Sin embargo, como fue mostrado en los ejemplos, de acuerdo con el mayor grado de reconocimiento formal de las piezas cerámicas las interpretaciones funcionales cambian. En la Tabla 3 vemos representada la relación entre piezas cerradas y abiertas en ambos conjuntos a medida que se avanzó en el reconocimiento e identificación formal:

Tabla 3. Comparación entre los conjuntos cerámicos de Cruz Vinto (CV) y Casas Quemadas (CQ) respecto a las relaciones entre piezas abiertas y cerradas entre las distintas instancias del análisis. La Q corresponde a la cantidad y el % al porcentaje, en rojo se marcan los valores más altos en cada caso. Elaboración de los autores.

CV

Total

Diagnósticos

NMP

 

Q

%

Q

%

Q

%

Abiertas

560

22

51

43

25

66

Cerradas

2000

78

57

49

13

34

Indet

0

0

9

8

0

0

TOTAL

2560

100

117

100

38

100

 

 

 

 

 

 

 

CQ

 

 

 

 

 

 

Abiertas

498

27

65

41

45

51

Cerradas

1137

63

71

45

32

36

Indet

179

10

23

14

11

13

TOTAL

1814

100

159

100

88

100

En la tabla observamos el cambio en las proporciones a medida que se avanza con el análisis, hasta llegar al Número Mínimo de Piezas donde las relaciones se invierten. En ambos casos tenemos un predominio de las piezas cerradas sobre las abiertas en las primeras instancias del análisis, mientras que sobre el NMP la proporción cambia. De la comparación de ambas muestras podemos decir que este problema es independiente del grado de integridad de la muestra, ya que ambos casos presentan integridades diferenciales. Para obtener una proporción confiable de la relación entre piezas abiertas y cerradas, es necesario llegar a determinar el NMP presentes. Esto implica, a su vez, otra serie de problemas. Si el objetivo es determinar los contextos de uso de las piezas, es necesario entonces poder obtener el MNP en cada contexto funcional interpretado. Además, como observamos en la tabla, es notoria la diferencia entre el NMP de los cinco recintos de Cruz Vinto y el Recinto 1 de Casas Quemadas. Esto puede deberse también al grado de fragmentación de la muestra y las posibilidades de reconocimiento. Al estar la muestra de CQ más fragmentada, es más difícil determinar si los fragmentos diagnósticos corresponden o no a la misma pieza, lo que resulta en un NMP “inflado”.
A su vez, otra dificultad de la metodología radica en el estado de fragmentación y estado de conservación de la muestra. Si se trata de una muestra muy fragmentada, es difícil aplicar las categorías formales de las piezas sobre el conjunto arqueológico. Si la muestra se encuentra muy impactada por procesos de formación, también se hace dificultosa la identificación. Los indicadores para reconocer la restricción en una primera instancia dependen de determinar el tratamiento de superficie y, consecuentemente, en el reconocimiento de las caras internas y externas del fragmento. Este problema se encuentra ilustrado en los diferentes niveles de interpretación entre las dos muestras presentadas. Por un lado, la muestra de Cruz Vinto, con un mayor nivel de integridad, permitió reconocer características de performance como el volumen de las piezas, su tamaño y su perfil. Por el otro, la muestra procedente de Casas Quemadas presentó una mayor fragmentación y, en consecuencia, no fue posible obtener la misma cantidad y calidad de datos que en el conjunto de Cruz Vinto. Esto se debe a que los conjuntos pasaron por procesos de formación diferentes vinculados con su abandono y reutilización posterior. En el caso de Cruz Vinto, se trata de un sitio que soportó una ocupación acotada durante comienzos del PDR Tardío y no presentó reocupaciones posteriores (Vaquer, 2011); mientras que Casas Quemadas presenta una historia ocupacional compleja que se remonta al menos desde Periodo Inka hasta la actualidad (Vaquer, 2016).
Un segundo problema se relaciona con el “origen etnográfico” de la metodología. Skibo et al, (1989) (ver también Costin, 2000; Longacre, 1991; Stark 2003; entre otros) sintetizan este problema de la siguiente manera: existe una incompatibilidad entre las unidades de observación y las unidades de análisis de la etnoarqueología y de las interpretaciones arqueológicas. Para la Arqueología Conductual, la unidad de análisis de la arqueología son la cultura material y las conductas asociadas, los materiales producidos por los procesos de formación culturales y naturales. En cambio, las unidades de observación en el trabajo etnoarqueológico son las vasijas completas en contextos sistémicos. La diferencia fundamental es que en el contexto arqueológico se trabaja (salvo en casos excepcionales) con fragmentos cerámicos. En consecuencia, no es posible trasladar mecánicamente las interpretaciones realizadas en los contextos sistémicos, basadas en piezas completas, a los contextos arqueológicos. Los autores proponen como solución que es importante focalizarse en el análisis de los procesos de formación del registro para evitar la incongruencia, es decir, preguntarse de qué manera las piezas enteras se convirtieron en fragmentos. A su vez, las categorías funcionales que propone son las utilizadas por los pastores de la Puna actualmente, por lo que su aplicación a otros contextos culturales y temporales es limitada. Costin (2000) nos advierte que no todas las actividades y modos de organización que operaron en el pasado se encuentran necesariamente reflejados en el presente etnográfico. Si tomamos el método literalmente sin un análisis crítico del contexto, corremos el riesgo de imponer categorías al registro que no son propias.
Con respecto a las virtudes del método, vimos que su fuerza radica en la posibilidad de interpretar la funcionalidad de los conjuntos cerámicos desde los inicios del análisis. El énfasis en la funcionalidad o las características de performance permite que, independientemente del contexto cultural específico, se determine en una primera instancia los usos potenciales del conjunto. Existen ciertas características de las piezas que van más allá de los diferentes usos específicos. En nuestro caso, la restricción es una de las variables más importantes para inferir uso, ya que la posibilidad de manipular el contenido determina los usos potenciales más allá de las variables culturales. En este sentido, es importante diferenciar entre el uso potencial, que es producto de un primer análisis de las características de performance del conjunto y el uso específico, que se realiza a partir del análisis de las piezas en su contexto. El protocolo de análisis opera en función de estos dos niveles de análisis: uso potencial y uso específico.
En el caso de Cruz Vinto vimos que fue posible interpretar los usos específicos de algunas de las piezas del conjunto a partir de integrar las características de performance con el contexto de los hallazgos. Las características de la muestra (estado de fragmentación, posibilidad de remontajes y reconstrucción de perfiles, ocupaciones discretas) permitieron llegar a una cierta profundidad en el análisis y sugerir que el conjunto participó en actividades de consumo vinculadas con el culto a los ancestros. En cambio, el conjunto de Casas Quemadas, debido a un estado de fragmentación mayor y la ausencia de remontajes, solamente permitió inferir los usos potenciales del conjunto. Este proceso, que se ve reflejado en las diferentes instancias del análisis, puede ser controlado si consideramos los diferentes agentes que intervinieron en la depositación y fragmentación de los conjuntos. En síntesis, se trata de una cuestión del grano y la resolución del registro.
Sin embargo, y aquí radica la potencia de la metodología, incluso en conjuntos con alto grado de fragmentación y baja cantidad de remontajes es posible arribar a una primera aproximación de los usos potenciales del conjunto. Esta primera interpretación debe ampliarse con información contextual para determinar la coherencia y la consistencia dentro de la espiral hermenéutica de la interpretación como un todo. Por ejemplo, en el caso de Casas Quemadas, la funcionalidad potencial del conjunto debe cruzarse con información procedente de otras materialidades como los restos zooarqueológicos, los rasgos presentes en el recinto, etc. para confrontar los usos potenciales y acercarse a los usos específicos.

Conclusiones

En este trabajo presentamos y discutimos los alcances y limitaciones de la metodología de análisis de Menacho a partir de su aplicación a dos conjuntos cerámicos. A lo largo del trabajo vimos que es importante tener en cuenta las características de las muestras arqueológicas para que el método funcione. Sin embargo, los defectos señalados no son de la metodología per se, sino que dependen de la aplicación de la misma.
Con muestras en buenas condiciones de conservación y baja fragmentación es posible avanzar a través de los distintos pasos para interpretar las características de performance de las vasijas y señalar los posibles contextos de uso y actividades en las que se vieron implicadas, lo que denominados el “uso específico”. En caso de tener una muestra más fragmentada y con un grado menor de integridad, los resultados deben ser tomados con cautela porque los resultados no son tan directos, arribando a lo que denominamos el “uso potencial”. Es importante tener en cuenta los diferentes pasos y la retroalimentación entre ellos para controlar los resultados, y considerar la distinción entre ambos tipos de usos inferidos en nuestras interpretaciones. Lo ideal sería que, a partir de los usos potenciales, se pueda arribar a los usos específicos. Para ello, también es importante considerar los diferentes procesos de formación por los que atravesó el registro, lo que en palabras de Skibo et al., (1989) equivale a preguntarse por la manera en que las vasijas enteras se convirtieron en fragmentos.
Si bien el método fue desarrollado desde la Arqueología Conductual, su valor trasciende los marcos teóricos particulares y permite ser aplicado a partir de diversas posturas teóricas. En nuestro caso nuestro marco interpretativo es la Arqueología de las Práctica, y, según desarrollamos en el trabajo, no encontramos inconvenientes en su aplicación. Los contextos de manufactura, uso y descarte de las piezas cerámicas conforman escenarios sociales donde se producen y reproducen en la práctica lógicas particulares del habitar. En el caso de Cruz Vinto el análisis del consumo de las piezas cerámicas permitió interpretar prácticas vinculadas con la comensalidad en una escala doméstica y la reproducción de una lógica basada en la ancestralidad y las relaciones de parentesco.
Por otro lado, la evidencia de Casas Quemadas aún no ha sido terminada de analizar en su totalidad, pero la aplicación del método nos permitió generar interpretaciones sobre el uso potencial del conjunto cerámico que vinculamos con los cambios en la funcionalidad del Recinto 1 a través de su ocupación. Finalmente, en la medida en que el método sea aplicado a más muestras será posible seguir construyéndolo y hacerlo más robusto. Sería interesante aplicarlo a contextos totalmente ajenos a la Puna, con categorías funcionales diferentes para probarlo. Consideramos que la ciencia ante todo debe abrir nuevas preguntas más que cerrarlas, y el camino que nos dejó Karina presenta múltiples posibilidades de recorrerlo y de formularle más y mejores preguntas al registro. ¡Gracias, Kari!

Agradecimientos

Este trabajo fue escrito gracias a la invitación de María Amalia Zaburlín para participar en un dossier sobre la metodología de análisis cerámico de Karina. Le agradecemos el honor de invitarnos a participar y su constante trabajo para poner en valor el trabajo de Karina. Queremos agradecer a la Honorable Alcaldía Municipal de Colcha “K” y a la Comunidad de Colcha “K” por su apoyo permanente durante los trabajos en Cruz Vinto. También agradecemos a la Municipalidad de Cusi Cusi y a la Comunidad Aborigen Orkho Runas por hacernos sentir como en casa durante los trabajos de campo en Cusi Cusi.
Queremos agradecer también a los dos evaluadores anónimos que contribuyeron a mejorar significativamente la calidad del trabajo.

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