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Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy

versión On-line ISSN 1668-8104

Cuad. Fac. Humanid. Cienc. Soc., Univ. Nac. Jujuy  no.56 San Salvador de Jujuy dic. 2019

 

DOSSIER

Conjuntos cerámicos y actividades cotidianas en una vivienda del primer milenio (Valle de Tafí, Tucumán)

(Pottery assemblages and daily activities in a first millennium house cluster (Tafi Valley, Tucumán))

Julián Salazar* - Francisco Franco**

Recibido el 15/10/18
Aceptado el 14/06/19

*UNC-IEH-CONICET - Miguel del Corro 308 - CP 5000 – Córdoba - Argentina. Correo Electrónico: juliansalazar@ffyh.unc.edu.ar
**UNC. Ciudad Universitaria S/N - CP 5000 – Córdoba - Argentina. Correo Electrónico: franfranco@unc.edu.ar

Resumen

El presente trabajo indaga la variabilidad espacial de prácticas cotidianas a partir del análisis del conjunto cerámico recuperado en una unidad residencial del primer milenio d.C, ubicada en el sitio La Bolsa 1 (Valle de Tafí, Tucumán). Los análisis realizados intentan responder las siguientes preguntas: ¿De qué forma pueden utilizarse los restos cerámicos como indicadores de prácticas humanas? ¿Cuáles son las características formales, tecnológicas y funcionales de un conjunto cerámico recuperado en contextos domésticos del primer milenio? ¿Cómo participan los recipientes cerámicos en la articulación de prácticas y la reproducción de estructuras sociales en las aldeas tempranas?‘ Para responder a estos interrogantes se han utilizado las herramientas de análisis diseñadas por Karina Menacho (2001; 2007) de las que se recupera su clasificación funcional del registro cerámico desarrollada en base a trabajos etnográficos y etnoarqueológicos.

Palabras Clave: Arqueología Doméstica, Aldeas Tempranas, Cerámica, Función.

Abstract

This paper addresses the spatial variability of daily practices from the archaeological analysis of a pottery assemblage recorded in the excavations of a first millennium AD  house cluster located in La Bolsa 1 (Tafí Valley, Tucumán). The studies try to solve three main questions: How could pottery assemblages be inferential traces of human practices? What are the formal, technological and functional characteristics of a ceramic assemblage recovered in domestic contexts of the first millennium? How do pottery vessels participate in the articulation of practices and the reproduction of social structures in the early villages? In order to answer these questions, we have applied the analytic tools designed by Karina Menacho (2001; 2007), from which we recover her functional classification of the pottery record, developed upon ethnographic and ethnoarcheological works.

Keywords: Household Archaeology, Early Villages, Pottery, Function.

Introducción

Los análisis de los conjuntos cerámicos han constituido un tópico recurrente en las investigaciones arqueológicas del Noroeste argentino (NOA). A partir de ellos se han realizado múltiples aportes que dan cuenta de distintos tipos de interacciones sociales pretéritas (Balesta y Williams, 2007). Dentro de los numerosos enfoques propuestos, el registro alfarero ha sido utilizado para: construir cronologías normativas (González, 1955; González y Cowgill, 1970), determinar procedencia y patrones de circulación de artefactos (Lazzari, 2010; Puente, 2017), evaluar procesos de especialización artesanal (Tarragó, 2007), indagar construcciones de género (Scattolin, 2006a), y abordar biografías de objetos (Gastaldi, 2010), entre muchos otros.
Los trabajos de Karina Menacho (2001, 2007)1 se enmarcan dentro de esta amplia tradición de estudios cerámicos del NOA. Sus investigaciones etnoarqueológicas en comunidades pastoriles de la puna jujeña, constituyeron un aporte a los estudios de conjuntos cerámicos en sus dimensiones análiticas e inferenciales, y, a su vez, formaron parte de una tendencia mayor de renovación de los análisis artefactuales que aplicaron el modelo dinámico de Schiffer (1972) a instrumentos de molienda (Babot, 1999), conjuntos líticos (Mazzitelli, 2014), e incluso unidades residenciales (Taboada, 2005).
El modelo de Schiffer (1972; 1987) traza el recorrido vital de los objetos desde la obtención de la materia prima hasta el descarte, pasando por fases de manufactura, uso y, en ocasiones, de reciclaje y reclamación. Las distintas etapas están mediadas por actividades complementarias como transporte, mantenimiento y almacenaje. Estos procesos dejan huellas identi' cables en el registro arqueológico, lo cual permite inferir determinados patrones o conductas asociados a momentos de vida previos al descarte, a la globalidad del contexto del que fue parte y al espacio por el cual el objeto transitó, y lo cual también se interrelaciona con los ámbitos sociales, culturales, económicos y simbólicos en los que se desarrollan las trayectorias de vida.
Si bien la propuesta de Schiffer (1972) se originó estrictamente en el núcleo de la arqueología procesual, parte de su desarrollo teórico implica el estudio dinámico de la materialidad y la preocupación por las prácticas humanas. Estas características permiten dar formas y sentidos variables a las trayectorias artefactuales, desde
abordajes que permiten entender la interrelación entre praxis (y no exclusivamente “comportamientos”) y materialidad (Skibo, 1999; Jones, 2004; Vaquer, 2012).
Menacho (2001) utilizó conceptualmente las trayectorias de vida, integradas en un abordaje de la variabilidad de los conjuntos en función de los patrones demográficos (número, edad y género de miembros del núcleo doméstico) y socioeconómicos (recursos disponibles) de los usuarios. Adicionalmente, observó que la participación cotidiana de los artefactos cerámicos en las distintas prácticas sociales resulta en rastros distintivos en los conjuntos en cada etapa de su ciclo de vida. Esas marcas, pueden correlacionarse con la variabilidad artefactual en el registro arqueológico, ya que afectan las propiedades formales y las relaciones entre los artefactos (Menacho, 2001:120-121).
Para inferir esos rastros a nivel arqueológico, la autora propone el abordaje de cuatro dimensiones susceptibles de medición: formal, espacial, frecuencial y relacional. En palabras de la misma Menacho (2001: 121): “La dimensión formal incluye propiedades físicas mensurables de los artefactos (ejemplo de esto son la forma, decoración, tamaño, etc.) y las alteraciones de tales propiedades. La dimensión espacial se refiere específicamente a la ubicación espacial de los artefactos y fragmentos cerámicos. La dimensión frecuencial es expresada en atributos como el tamaño de los conjuntos, porcentajes de tipos específicos, porcentajes de piezas en diferentes estados de sus trayectorias de vida, etc. Y la dimensión relacional se refiere a asociaciones y relaciones entre artefactos; tanto de tipo formal como espacial y numérica”.
En este trabajo recuperamos las cuatro dimensiones propuestas por Menacho para analizar conjuntos cerámicos recuperados en una unidad doméstica del sitio La Bolsa 1, en el sector norte del Valle de Tafí (Pcia. de Tucumán). Consideramos que los principales ejes de la propuesta de Menacho posibilitan interpretar actividades en áreas específicas del entorno residencial y vincular a los objetos con las trayectorias de las unidades domésticas que habitaron dicho conjunto.

Antecedentes. Estudios cerámicos en la arqueología del Valle de Tafí

Los estudios ceramológicos han tenido un rol destacado en la Arqueología del primer milenio de la era en el Valle de Tafí. Los trabajos pioneros de González (1960) y González y Núñez Regueiro (1960) en El Mollar sentaron los rasgos arqueológicos distintivos de lo que denominaron como “Cultura Tafí”. La misma fue definida en función de los patrones arquitectónicos, de las grandes esculturas líticas, y también por la preponderancia de pastas cerámicas toscas, monocromas de cocción oxidante, y en menor grado por la presencia de cocciones reductoras, baños rojos, y superficies pulidas y/o alisadas. Simultáneamente, se estableció una primera extensión temporal del “contexto cultural Tafí”, el cual fue ubicado entre 300 a.C. y 600 d.C. aproximadamente (González, 1960). En tanto, la presencia de representaciones prosopomorfas y de “estilos” Candelaria, Condorhuasi, Vaquerías y Ciénaga fue considerada de origen alóctono (González, 1960).
Las excavaciones en el montículo de El Mollar ampliaron los estudios ceramológicos hacia el sur del valle, y reafirmaron la presencia de una “cultura” local durante el primer milenio de la era, expresada por su cerámica, entre otros rasgos particulares (Núñez y Tarragó, 1972; Núñez y García Azcárate, 1996; Srur, 1999; Srur, 1998).
En el sector norte, Berberián y Argüello (1988) propusieron una caracterización morfológica y funcional a partir de conjuntos cerámicos recuperados en áreas residenciales e intentaron relacionarla con la propuesta de dos sistemas de asentamiento. Los estudios de Cremonte (1996 y 2003) para el sitio El Pedregal en el Valle de La Ciénega ampliaron el área de distribución de un patrón cerámico/estilístico común hacia el este de Tafí. Allí se señala la presencia de una tradición definida por dos tipos de cerámicas: una de paredes y pastas gruesas, de aspecto burdo (95% de los casos); y otra de paredes delgadas y pastas finas correspondientes a vasijas más pequeñas. A nivel decorativo, Cremonte plantea que la cobertura roja se manifiesta como una técnica generalizada, y en menor grado que se observa el uso de baños blancos, aplicaciones modeladas zoomorfas, e incisiones lineales y geométricas. Para la autora esta tradición habría mantenido una fuerte continuidad a lo largo del primer milenio, aunque habría algunas innovaciones estilísticas para fines del mismo. Entre ellas se encontrarían la desaparición de apéndices zoomorfos y de tiras gruesas incisas; y la aparición de nuevos motivos decorativos como triángulos rellenos con puntos incisos, apéndices redondeados o macizos con incisiones circulares, ojos “grano de café”, y cejas con incisiones muy pequeñas.
En otras ubicaciones del Valle de Tafí (Sampietro y Vattuone, 2005; Dlugosz et al., 2009; Oliszewski, 2011; Mercuri et al., 2016, entre otros) y del sur de las Cumbres Calchaquíes (Scattolin, 1990; Aschero y Ribotta, 2007; Pereyra Domingorena, 2012; Maldonado et al., 2018, entre otros), se observa que los patrones estilísticos alfareros correspondientes al primer milenio en la región son relativamente homogéneos, lo cual ha llevado a plantear la existencia de un “universo iconográfico pre-calchaquí” (Scattolin, 2006b). La presencia de prácticas relativamente compartidas de formatización y decoración cerámicas vincularía culturalmente a un extenso sector de valles y tierras bajas del norte y oeste de Tucumán, norte de Catamarca, y centro-sur de Salta.
En síntesis, en las seis décadas referidas la cerámica ha sido utilizada como indicador de variación cultural, sistemas adaptativos, estrategias y tradiciones tecnológicas. Sin embargo, su potencial para dar cuenta sobre actividades y sobre todo de la variación de actividades dentro de espacios específicos de unidades arquitectónicas no ha sido explotado. De allí que la indagación morfológica funcional del registro cerámico recuperado en una unidad residencial completamente excavada tenga potenciales de utilización no sólo para nuestro caso de estudio en particular, sino también para un amplio lapso espacio-temporal del NOA.

Materiales y Métodos

Procedencia y conformación de la muestra

El sitio La Bolsa 1 (LB1) se ubica en el sector norte del Valle de Tafí (Tucumán) y abarca unas 50 hectáreas, en las que se encuentran distribuidas unidades residenciales, corrales, áreas de molienda extramuros, un complejo sistema de estructuras agrícolas (Franco Salvi et al. 2014) y el cual forma parte de un conjunto de ocupaciones que configuraron el paisaje aldeano del primer milenio en el valle y áreas circundantes. Estas primeras aldeas, articularon a un conjunto de poblaciones bastante densas, pero relativamente dispersas en el paisaje, que desarrollaron estructuras políticas marcadas por la fragmentación y la autonomía en la toma de decisiones (Salazar y Kuijt, 2016).
Los fechados radiocarbónicos realizados muestran una ocupación continua, desde el 200 a.C. hasta el 800 d.C. La datación más antigua corresponde a un navicular izquierdo de Camelidae, datado en 2110±66 AP, calibrado con un 95,4% de probabilidades entre el 360 a.C. y 270 a.C. y entre el 260 a.C. y 30 d.C. proveniente de una estructura para el manejo de agua. En cuanto al fechado más reciente, proviene de material vegetal carbonizado recolectado en un rasgo de combustión en el piso de la unidad residencial U14, datado en 1258±38 AP, calibrado con el 95,4% de probabilidades entre 669 y 779 d.C. y entre 789 y 872 d.C. (Salazar y Franco Salvi, 2009).
Para este trabajo se ha considerado el registro cerámico de la unidad 14 (U14) en el sector central de LB1, donde se encuentra la mayor concentración y diversidad de estructuras, las residencias se vinculan con parcelas de cultivo – formadas por cuadros, canchones y campos aterrazados-. El sector medio e inferior está conformado casi exclusivamente por estructuras de producción agrícola, entre las cuales se destacan un canal para el manejo del agua, aterrazamientos, montículos de despedre, muros de contención del suelo y áreas de molienda extramuros. Finalmente, en las cotas superiores, se observan grandes recintos circulares o subcirculares posiblemente destinados al manejo de camélidos (Figura 1).

Figura 1. Planimetría arqueológica del sitio La Bolsa 1 (LB1) El círculo rojo resalta la Unidad U14.

La unidad U14 (Figura 2) posee siete recintos, todos de morfología circular o subcircular, de diversas dimensiones, cerrados por altos y gruesos muros, y compartiendo un patrón de construcción similar al de otros sitios ocupados durante del primer milenio en el valle (Berberián y Nielsen, 1988; Sampietro y Vattuone, 2005; Oliszewski, 2017). Las dataciones radiocarbónicas realizadas permitieron establecer que la vivienda fue habitada de manera continua entre inicios de la Era y el siglo VIII d.C. (Salazar y Kuijt, 2016). El conjunto residencial fue excavado en su totalidad considerando estratos naturales y registrando sus relaciones estratigráficas a través de la matriz de Harris (1991) a partir de lo cual se construyó una propuesta biográfica del conjunto. La excavación de aproximadamente 200 m2, permitió recuperar un conjunto de 16.240 fragmentos cerámicos.
En el caso de La Bolsa 1, los ámbitos residenciales conforman espacios de utilización cotidiana, permanente y recurrente, donde la depositación de los materiales arqueológicos se homogeniza dificultando la distinción entre eventos de múltiples temporalidades (Allison, 1999; Bailey, 2007; LaMotta y Schiffer, 1999); por lo tanto, la interpretación de prácticas, sustancial para entender cómo se relacionan las tareas repetidas diariamente con la reproducción de determinados modos de habitar (Scattolin et al., 2009), requiere de una detallada consideración de los procesos de formación del registro.
En la U14, las prácticas de barrido permanente y de abandono han afectado los contextos arqueológicos de una manera particular, lo cual resulta central para interpretar los lugares donde se han llevado a cabo actividades y el modo en que han variado a través del tiempo. Por un lado la limpieza constante de los pisos de ocupación y de distintos rasgos internos ha ido generando un contexto de palimpsesto propiamente dicho (“true palimpsest”, sensu Bailey 2007), caracterizado por la constante remoción de los desechos de actividades.
Este palimpsesto permanente, implicó que sólo los últimos eventos depositacionales, inmediatamente previos al abandono de la unidad, sean perceptibles, mientras los anteriores queden casi totalmente borrados. El abandono planificado y no repentino del conjunto (Salazar y Kuijt, 2016) también puede haber generado un efecto considerable en los conjuntos artefactuales, sobre todo de algunos recintos. Por ello, para el presente análisis, consideramos exclusivamente los conjuntos cerámicos procedentes de los pisos ocupacionales, los cuales ascienden a un total de 9.456 tiestos. Consecuentemente, consideramos que el conjunto cerámico que se analiza remite a objetos que se descartaron en momentos cercanos al 700 d.C. y que no fueron removidos en el abandono de la unidad.

Figura 2. Plano de planta de la Unidad U14, del sitio LB1.

Aspectos metodológicos

Los fragmentos cerámicos recuperados se clasificaron en su totalidad por acabado de superficie, siguiendo el sistema cerámico propuesto para el Valle de Tafí (Berberián y Argüello, 1988). Para el estudio descriptivo de los restos cerámicos obtenidos se utilizó la observación mediante lupa binocular de aumentos bajos (12 a 60X) siguiendo la propuesta de Cremonte (1990). Los tiestos también se clasificaron en categorías generales de pastas en relación a las inclusiones no plásticas, texturas, y semi cuantificación de componentes. Esta primera aproximación permitió generar una herramienta de asociación de tiestos a partir de la cual se construyeron familias de fragmentos, con el objeto de obtener una cuantificación más verosímil del número mínimo de vasijas (NMV) presentes en la superficie excavada (Feely y Ratto, 2013; Di Prado, 2016), y trabajar con unidades de análisis que representan efectivamente elementos funcionales.
Para identificar la forma de las piezas se utilizó la propuesta de Berberián y Argüello (1988), considerando algunas modificaciones en base al aporte de Balfet et al. (1992). A partir de ello se constituyeron cinco clases morfológicas de vasijas: no restringidas de contorno simple, restringidas de contorno simple, no restringidas de contornos inflexionados, restringidas de contornos compuestos y restringidas independientes de contornos inflexionados. Complementariamente, los conjuntos fueron pesados a fin de considerar la integridad de las muestras y la densidad de cerámica hallada en cada recinto.

Figura 3. Frecuencia de clases morfológicas y tecnológicas por familias de fragmentos inferidas en R1.

La combinación del análisis morfológico con las respectivas relaciones contextuales permitieron proponer una serie de usos para las piezas. Para ello se ha considerando que las vasijas de cerámica en contextos domésticos constituyen principalmente artefactos para retener contenidos de diversas naturalezas y en distintos estados. Los alfareros utilizaron determinados atributos morfo-tecnológicos, que se vinculan con el “uso primario” de la pieza, es decir, aquél para el que un objeto fue creado (contener sólidos, contener líquidos, cocción de alimentos, servicio y/o consumo, etc.).
Sin embargo, algunas piezas pueden ser versátiles y cumplir diferentes funciones, otras pueden ser recicladas para labores alternativas, es decir, cuentan con “usos secundarios”. La intencionalidad primaria con la cual fue realizada una pieza cerámica puede inferirse, fundamentalmente a partir de sus características formales y tecnológicas, y la secundaria a partir de sus asociaciones contextuales, huellas de uso, evidencias de exposición al fuego y reconocimientos de microfósiles y ácidos grasos, además de otros indicadores menos directos.
La cuantiosa información provista por trabajos etnoarqueológicos, arqueológicos y experimentales (Blitz, 1993; Henrickson y McDonald, 1983; Hally, 1986; Menacho 2001 y 2007, Tite et al. 2001) permiten plantear la existencia en el conjunto analizado de cinco categorías funcionales hipotéticas (Tabla 2): a) almacenaje de líquidos, b) almacenaje “seco”, c) procesamiento/cocción, d) consumo de alimentos y e) consumo de bebidas.

Resultados

Los análisis realizados sobre el conjunto cerámico señalan una constitución predominante de cerámica ordinaria de pasta roja y antiplásticos gruesos (91,2%), y en menor medida cerámicas rojas y naranjas con inclusiones finas (7,2%). Los fragmentos decorados fueron muy escasos (sólo el 0,63%), los motivos identificados fueron gruesas y profundas incisiones sobre bordes, asas y aplicaciones.
A nivel general, en las vasijas identificadas en la U14 predominan los tamaños grandes y las paredes gruesas. Los grupos tecnológicos dominantes corresponden a pastas con inclusiones gruesas, cocidas en atmósferas oxidantes no uniformes y presumiblemente a bajas temperaturas. En menor medida, se presentan pastas con inclusiones finas, cochuradas en atmósferas oxidantes y reductoras, constituyendo cerámicas de color beige, y grises y negras respectivamente, todas correspondientes a fragmentos de piezas de tamaños pequeños. Las decoraciones se ejecutaron preferentemente sobre estos últimos grupos en los cuales se realizaron incisiones, constituyendo motivos geométricos, líneas curvas, y campos rellenados por reticulados, entre otros. Considerando lo planteado por Cremonte (2003), el tipo de decoraciones sería afín a la temporalidad cercana al siglo VIII d.C. propuesta para el conjunto.
A partir de los atributos de pastas relevados se identificaron 47 estándares como archivo de base, con los cuales se establecieron 6 clases tecnológicas distintas que manifiestan una variedad de conductas en relación a la elección de materias primas y elaboración de las pastas (Tabla 1).

Tabla 1. Clases tecnológicas construidas en la muestra. Autoría: Julián Salazar

Clase

Atributos

A

Textura: semicompacta; Antiplástico: cuarzo o mica, no uniforme, fino a grueso, 2% a 10%, Dist Regular; Cavidades; Uniformes, finas, 1% a 5%; Manufactura: enrollamiento anular; Cocción: Oxidante (frecuentemente incompleta) Color: Dull orange Hue 7.5 Y.R 7/4 – Orange Hue 7.5 YR 7/5 - 7/6 (frecuentemente núcleos: dark gray Hue N 3/0 - olive gray Hue 10 Y 6/2); Acabado de la Superficie: alisado, sin o con engobe.

B

Textura: semicompacta; Antiplástico: cuarzo, mica e inclusiones negras, no uniforme, fino a grueso, 1% a 10%, Dist Irregular; Cavidades: No uniforme, finas y medianas, 1% a 10%; Manufactura: enrollamiento anular; Cocción: Oxidante (frecuentemente uniforme) Color: Dull orange Hue 7.5 YR (7/4)- (7/3); Orange Hue 7.5 YR (7/6); (frecuentemente núcleos: Grayish olive Hue 7.5 Y (6/2); Gray Hue 7.5 Y (6/1);  Acabado de la Superficie: Alisado con o sin engobe, y poco frecuentes Pulido con o sin pintura.

C

Textura: porosa; Antiplástico: cuarzo, no uniforme, mediano a grueso, 15% a 20%, Dist Irregular; Cavidades: No uniforme, medianas y gruesas, 5% a 10%; Manufactura: enrollamiento anular; Cocción: Oxidante (frecuentemente uniforme) Color: Dull orange Hue 7.5 YR (7/4); Yellow orange Hue 7.5 YR (8/8); Orange Hue 7.5 YR (7/6); frecuentemente núcleos: Gray Hue 7.5 Y (4/1); Acabado de la Superficie: Alisado frecuentemente sin engobe, y poco frecuentes Pulido con o sin pintura.

D

Textura: porosa; Antiplástico: cuarzo, mica, inclusiones negra y feldespato, no uniforme mediano a grueso, 15% a 30%, Dist Irregular; Cavidades: No uniforme, medianas y gruesas, 10% a 20%;  Manufactura: enrollamiento anular; Cocción: Oxidante (frecuentemente uniforme); Color: Dull orange Hue 7.5 YR (7/4); Orange Hue 7.5 YR (6/6); Orange Hue 2.5 YR (7/6); Acabado de la Superficie: Alisado con y sin engobe o Pulido con y sin pintura.

E

Textura: compacta Antiplástico: mica o cuarzo (en ocasiones no presenta antiplástico), uniforme muy fino, 1% a 5%, Dist Regular; Cavidades: Uniforme, finas, 1% a 5% Manufactura: enrollamiento anular; Cocción: Reductora (frecuentemente uniforme); Color: Light gray Hue 5 YR (8/1); Light gray Hue 7.5 Y (7/6); Gray Hue 7.5 Y (6/1); Olive gray Hue 5 GY (6/1); Acabado de la Superficie: Alisado o Pulido (poco frecuente).

F

Textura: compacta Antiplástico: mica, cuarzo e inclusiones negra; uniforme, fino a mediano, 5% a 15%; Dist Irregular; Cavidades: Uniforme, finas, 5% a 10%;  Manufactura: enrollamiento anular; Cocción: Reductora uniforme; Color: Olive gray Hue N (6/1); Light gray Hue 7.5 Y (8/6); Gray Hue 7.5 (5/1); Acabado de la Superficie: Alisado o pulido.

G

Textura: porosa Antiplástico: cuarzo no uniforme, grueso, 15% a 20%; Dist Irregular; Cavidades: No uniforme, grueso, 10%;  Manufactura: enrollamiento anular; Cocción: Reductora uniforme; Color: Gray Hue N (6/0); Dark olive gray Hue 2.5 GY (4/1);  Acabado de la Superficie: Alisado.

Tabla 2. Categorías funcionales propuestas.

Categoría funcional

Características

Almacenaje

“seco”

Vasijas restringidas de contornos inflexionados y bocas pequeñas respecto al resto de la pieza, permitiendo un fácil sellado, aunque restringe el acceso al contenido. Paredes gruesas (más de 13mm), que dan aislamiento al contenido de la humedad externa. Clase tecnológica D, la cual si bien no es demasiado resistente a los golpes, su alta densidad disminuye, junto a los engobes en superficies externas, la permeabilidad.  Presentan asas macizas conocidas en la literatura como manijas de puerta. No evidencian exposición al fuego.

“líquido”

Vasijas restringidas de contornos compuestos o inflexionados, con bordes evertidos y a veces vertederas. La altura es proporcionalmente más grande que el ancho, permitiendo un fácil vertido del contenido. Asas en arco en posición vertical, de sección circular, labio adheridas y remachadas al cuerpo. Paredes gruesas(más de 12mm) lo que genera un buen aislamiento térmico del líquido.  Las clases utilizadas son C y D, las cuales tienen buena porosidad, produciendo un efecto de mantenimiento de la frescura del líquido.

Procesamiento/

Cocción

Vasijas restringidas de contornos independientes inflexionadas, y formas bajas preferentemente globulares, de bocas no tan estrechas. Este tipo de piezas no pierden el calor, son resistentes a los shocks térmicos y  permiten un buen acceso al contenido. Frecuentemente, tienen poca capacidad.   No se presentan asas. Sus paredes son medianas (entre 8 y 13mm), siendo las más finas buenas conductoras del calor y tendiendo pocos problemas de stress térmico. Las clases tecnológicas preponderantes son la B y D, las cuales dan buen conductividad de calor, pero en ellas la alta proporción de cuarzo disminuye la resistencia térmica. No presentan tratamientos especiales en superficies internas. Presentan en paredes laterales y en las bases gruesas manchas de hollín, estando termoalterados los sectores externos y a veces los núcleos. Las bases frecuentemente presentan pequeñas fracturas producto de shocks térmicos.

Consumo

Alimentos

Vasijas no restringidas de contornos simples, hemiesféricas. Dan buen acceso al contenido, permitiendo verlo. Predominantemente pequeñas (15 cm de diámetro). De paredes finas y medianas (3 a 9mm). No presentan asas formales, pero sí pseudoasas aplicadas al pastillaje, las que facilitan el agarre. Clases Tecnológicas A, B, E y F, las cuales son resistentes a shock mecánicos, debido al constante movimiento al que están sometidas. Algunas de estas presentan evidencias de exposición al fuego.

Bebidas

Vasijas restringidas de contornos simples o inflexionados, hemiesféricas y cilíndricas. De paredes finas y medianas (3 a 9mm). Presentan asas formales, en arco, de posición vertical remachadas y aplicaciones semi circulares sobre los bordes. Clases Tecnológicas A, B, E y F, las cuales son resistentes a shock mecánicos, debido al constante movimiento al que están sometidas y son compactas, reduciendo la permeabilidad. Esta última característica es aumentada al aplicarse distintos tipos de baños posteriormente pulidos sobre las superficies internas.

Del análisis y cuantificación del conjunto de fragmentos (N=9456) recuperados en los estratos del piso ocupacional de la U14, se infirieron 573 familias (Tabla 3) distribuidas de manera diferencial en siete recintos.

Tabla 3. Cuantificación total del conjunto cerámico correspondiente al piso ocupacional de los recintos de la U14.

Recinto

m2

tiestos

gr

familias

tiestos/m2

gr/m2

Familia/m2

gr/tiesto

R1

78.5

2608

24530

199

33.22293

312.4841

2.535032

9.405675

R2

4.5

419

1609

26

93.11111

357.5556

5.777778

3.840095

R3

9.6

249

2788

32

25.9375

290.4167

3.333333

11.19679

R4

16

1443

5576

39

90.1875

348.5

2.4375

3.864172

R5

15

884

5350

55

58.93333

356.6667

3.666667

6.052036

R6

23

1783

6934

79

77.52174

301.4783

3.434783

3.888951

R7

60

2070

12628

143

34.5

210.4667

2.383333

6.100483

Totales

206.6

9456

59415

573

45.7696

287.5847

2.773475

6.283312

Recinto R1

A partir de los 2608 tiestos analizados se infirieron 199 familias de fragmentos (Tabla 3). Las formas predominantes en el recinto son las escudillas, seguidas por ollas globulares y sub-globulares y, en menor proporción, jarras (Figura 3).
Las escudillas constituyen el 55% de este conjunto. Entre ellas, el 70% son no restringidas de contornos simples -45 pequeñas (diámetro de boca<15 cm) y 32 grandes (diámetro de boca>=15 cm)-. Con respecto a su clase tecnológica, 71 pertenecen a las categorías A, B, C y D (pastas de cocción oxidante), y las restantes 38 a las E, F y G (pastas de cocción reductora).
Las ollas representan el 25% (n=50) del conjunto. 17 son pequeñas y 33 grandes. Con respecto a sus clases tecnológicas, 23 son de tipo D, y 27 de A, B y C, todas ellas cochuradas en atmosferas oxidantes. Las jarras constituyen el 7% (n=14), de las cuales, 8 son no restringidas de contornos simples, 4 son restringidas de contornos simples y 2 restringidas independientes de contornos inflexionados, de clases tecnológicas A (n=9) y E (n=5). En tanto el 13% (n=26) del conjunto lo componen fragmentos indiferenciados.
Algunas vasijas fueron reutilizadas, es decir, se modificaron mediante el desgaste de sus bordes para ser incorporadas en usos secundarios. Finalmente, otras presentan espesas manchas de hollín en sus superficies externas, demarcando largos periodos de exposición al fuego y marcas de raspado en sus interiores, que pueden proceder de la acción de instrumentos tanto para remover contenidos como para extraer sustancias adheridas.

Figura 4. Frecuencia de clases morfológicas y tecnológicas por familias de fragmentos inferidas en R4.

Recinto R2

A partir de los 419 tiestos del recinto R2 se infirieron 26 familias de fragmentos. En él se recuperó un porcentaje significativo de pucos restringidos (n=11) y no restringidos (n=6), que constituyen el 65% de las vasijas. Las ollas, con un porcentaje de 19% (n=5), ocupan el segundo lugar, y los fragmentos indeterminados con un 16% (n=4), el tercero. Predominan los pucos de clase tecnológica A y ollas de clases A y D.

Recinto R3

A partir de los 249 tiestos identificados se infirieron 32 familias de fragmentos. Entre ellos 11 pucos (34%) de los cuales 8 corresponden a formas no restringidas de contornos simples y 3, restringidos de contornos simples pequeños. Además, se reconocieron 7 ollas restringidas independientes de contornos inflexionados (23%), 3 grandes y 4 pequeñas. Los pucos predominantemente pertenecen a las clases A y B, en tanto las ollas corresponden en su totalidad a D.

Recinto R4.

A partir de los 1443 tiestos recuperados se infirieron 39 familias de fragmentos (Figura 4). Se observa una importante presencia de ollas globulares y sub-globulares, grandes (46%, n=10) y pequeñas (n=8), predominantemente de clase tecnológica D (n=7) y C (n=6), muchas de ellas con rastros de hollín. En segundo lugar se identificaron, 15 pucos (38%), de los cuales 13 presentan formas no restringidas de contornos simples y 2 siluetas restringidas. Estos se corresponden con las clases tecnológicas A y B (n=9), y E (n=6). Se observa una tendencia hacia los tamaños pequeños de los mismos (n=11).

Recinto R5

A partir de los 884 tiestos analizados se infirieron 55 familias de fragmentos. Dentro de este conjunto se recuperaron pucos (38%, n=21), de los cuales 17 corresponden a formas no restringidas de contornos simples (14 pequeñas y 3 grandes) y 4 a siluetas de contornos simples pequeños. Y 15 ollas (27%), de las cuales 12 son pequeñas y 3 de grandes dimensiones. Un alto porcentaje de los tiestos corresponde a formas indiferenciadas con un alto grado de fragmentación (35%, n=19).

Recinto R6

A partir de los 1783 tiestos recuperados se infirieron 79 familias de fragmentos (Figura 5). En primer lugar, se evidencia una gran cantidad de pucos (49%, n=39), especialmente no restringidos (n=35), predominando los de grandes dimensiones (n=24). En segundo lugar, hay una tendencia preponderante hacia las formas indeterminadas (25%, n=20), esto puede indicar que los tiestos habrían sido descartes acumulados a lo largo del tiempo en el recinto, y resultado de las actividades que se llevaban a cabo en él. También se destaca la presencia de ollas (12%, n=10), la mayoría grandes (n=9), de las cuales 9 son de clase tecnológica D. Varios de estos fragmentos presentaban hollín, lo que implicaría el uso de las piezas en actividades de cocción. La presencia de un fogón en este recinto refuerza lo anteriormente planteado.

Figura 5. Frecuencia de clases morfológicas y tecnológicas por familias de fragmentos inferidas en R6.

Asimismo, es destacable el número de jarras (12%, n=10), ya sean restringidas independientes de contornos inflexionados y de tamaño pequeño (n=8) o no restringidas de contornos inflexionados (n=2) y con pulidos superficiales. La clase tecnológica es predominantemente A (n=5). De la misma manera, muchas de las escudillas (especialmente de clase tecnológica A), presentaban pulidos internos, o tratamientos específicos de sellado de poros que ennegrecieron las superficies, lo que permite inferir su relación con el servido de líquidos.

Figura 6. Frecuencia de clases morfológicas y tecnológicas por familias de fragmentos inferidas en R6.

Recinto R7

A partir de 2070 tiestos recuperados se infirieron 143 familias de fragmentos. De éstas, 61 corresponden a pucos de distintas formas (43%), en su mayoría (n=47) corresponden a siluetas no restringidas de contorno simple (30 pequeñas y 17 grandes), y los restantes a figuras restringidas de contornos simples (n=12) y compuestos (n=2). La mayor parte es asignable a las clases tecnológicas A (n=20), B (n=22), y E (n=9). Se recuperaron ollas (20%, n=29), de las cuales 15 presentaron tamaño pequeño y 14 grande, correspondientes a las clases tecnológicas D (n=14), C (n=12), A (n=3) y B (n=3), muy pocas de las cuales contaban con manchas de hollín. Adicionalmente, se identificaron 17 jarras (12%), la mayor parte no restringidos de contornos simples (n=7) y de clase tecnológica A (n=10). En tanto, 36 familias (25%) no pudieron ser asignadas a ninguna clase morfológica.

Tabla 4. Cuantificación de familias de fragmentos por clases morfológicas y por recintos. Autoría: Francisco Franco

Discusión

Las viviendas constituyeron lugares nucleares para la vida y reproducción social de los habitantes de Tafí durante el primer milenio de la Era (Haber, 2006; Scattolin et al, 2009). Las mismas articularon espacios de usos diferenciados, los cuales fueron constituidos por conjuntos materiales disímiles. Hemos fundamentado la presencia de una marcada variabilidad de vasijas cerámicas de morfologías y clases tecnológicas distribuidas en distintos puntos de la vivienda. Estas piezas pueden asociarse a cinco grupos funcionales hipotéticos, que, al ser correlacionados con los distintos contextos de asociación espacial y artefactual, y con las trazas de uso (tizne, fracturas, desgaste) presentes en ellas, nos permiten inferir una serie de prácticas realizadas hacia el interior de los distintos recintos, lo cual nos aproxima a las actividades cotidianas realizadas en ese contexto hacia el siglo VIII d.C.
En primer lugar, las prácticas de procesamiento de alimentos quedaron evidenciadas en dos áreas principales. En primer lugar se destaca el recinto R4, donde el conjunto cerámico está dominado por ollas, con restos de hollín en sus superficies externas. Acompañando este conjunto, en el centro de la estructura se identificó un rasgo de combustión, sin una estructura formal. En torno al mismo, se hallaron fragmentos correspondientes a dos vasijas de contornos inflexionados. En sectores próximos al fogón, se halló un área de molienda conformada por un molino de mano plano y varias manos. En los raspados realizados sobre ese instrumento de molienda pasivo se detectaron fitolitos y granos de almidón afines al maíz. Las muestras de sedimentos procedentes de este espacio indican altas concentraciones de fósforo, indicador vinculable con actividades de procesamiento y cocción de alimentos (Parnell et al., 2002; Sampietro y Vattuone, 2005).
En el recinto R6, también se habrían realizado actividades de procesamiento final y de cocción de alimentos. Prueba de ello se encuentra en el fogón central, el cual tiene un dispositivo especial para ubicar vasijas, conformado por tres rocas ovales alargadas que conforman una base triangular. En torno a este rasgo, se identificó un conjunto artefactual conformado por dos ollas de formas inflexionadas, adecuadas para la cocción de alimentos, que presentan en su pared externa claras evidencias de haber sido sometidas al fuego. También se halló un cuchillo de pizarra realizado sobre una forma base natural retocada marginalmente. Los estudios de química de suelos marcan una fuerte tendencia a sedimentos enriquecidos en fósforo sobre todo de la muestra procedente del fogón central (con un valor de 155 ppm), lo que es consecuente con áreas de cocción (Parnell et al., 2002; Sampietro y Vattuone, 2005; Wilson et al., 2008)
En segundo lugar, las prácticas de almacenaje constituyen un elemento central para la subsistencia de los grupos domésticos. Cremonte (1996) ha propuesto que el almacenaje de alimentos en las viviendas del primer milenio en el valle de Tafí se habría dado en los pequeños recintos circulares adosados al patio central. Esta autora ha vinculado la detección de concentraciones de cenizas dentro de una de estas estructuras con el modo tradicional de acopio de tubérculos en algunas poblaciones actuales de los Andes bolivianos.
A partir de las características arquitectónicas, en el caso de la Unidad U14, podría plantearse que el recinto R2 habría tenido finalidades similares. La constitución más informal que presentan sus muros y la ausencia de fogones internos, implicarían su utilización en prácticas no vinculadas a la residencia. Sin embargo, no hemos encontrado en él, evidencias materiales suficientes para corroborar esta asignación funcional, lo cual puede relacionarse a las prácticas de abandono.
En adición, en el sector norte del recinto R1 se detectó un rasgo incluido, el cual está formado por un pequeño muro bajo de unos 0,50 m de alto, que apoyaba sobre la pared principal de la estructura, configurando una superficie de aproximadamente 2m². Esta construcción parece haber constituido un implemento especializado en el almacenaje de alimentos, es decir, un verdadero silo. Esta funcionalidad fue corroborada posteriormente mediante el análisis de los silicofitolitos identificados en sus sedimentos los cuales son afines a hojas y granos de maíz (Zea mays). En su interior se hallaron fragmentos de vasijas predominantemente abiertas y grandes cuyas características se adecuaban a contener sólidos y facilitar el sellado de sus bocas. También se recuperó allí una pequeña estatuilla de cerámica antropomorfa.
En el recinto R1, el espacio de entrada a la unidad fue un lugar de tránsito, que dirigía y estructuraba el modo en que la gente se movilizaba dentro de la unidad, monopolizando el acceso desde el exterior, y las aberturas al resto de las habitaciones. Todos los habitantes de la unidad debían acceder a cualquier recinto a través de este lugar. En él se realizaban algunas actividades ciertamente importantes para la reproducción biológica y social de los lazos que unían al colectivo que habitaba esta estructura. Un elemento central fue el almacenaje de alimentos, especialmente de maíz, el cual también era fragmentado y machacado frente a la tumba de los ancestros. Otras prácticas remiten también a ritos de fertilidad, como el hecho de fracturar y depositar las estatuillas zoomorfas. La depositación de algunos artefactos alóctonos en este espacio puede remitir a la significafición de relaciones establecidas con otros lugares y otros pueblos del sur Andino, práctica que se repitió en ámbitos domésticos de distintos confines del Noroeste (Scattolin et al., 2009).
Las dimensiones de R1 y su posición como lugar de acceso desde el exterior, también permite plantear que pudo haber sido un ámbito de socialización, donde las personas que no residían allí fueron recibidas, y donde se podían realizar reuniones públicas o semipúblicas (Moore, 2005). La afirmación anterior se fortalece por la identificación de un número importante de pucos grandes, lo cual se asocia al consumo por grupos mayores y en contextos especiales (Menacho, 2001).
Finalmente, la presencia de dos ámbitos de procesamiento de alimentos y un solo espacio que albergaría claramente las actividades de almacenaje permite pensar que las personas que habitaron esta vivienda en los momentos finales de su ocupación, posiblemente conformaban más de un grupo nuclear. Los habitantes habrían estado vinculados en un colectivo mayor, por relaciones de parentezco (sanguíneas o no) o por la posesión de algunos bienes, como el maíz almacenado.

Conclusiones

Los análisis tecnomorfológicos de conjuntos cerámicos constituyen un elemento valioso para inferir prácticas sociales pretéritas. Su correlación con distintos tipos de indicadores arqueológicos -microrrestos, química de suelos, arquitectura, entre otros-, nos ha permitido realizar una aproximación a las dinámicas cotidianas de una vivienda del primer milenio. En este caso el análisis de las vasijas ha sido particularmente relevante para comprender la articulación de las mismas, con distintas prácticas realizadas en conjuntos arquitectónicos de cierta complejidad.
En el caso analizado, la muestra de más de 9000 tiestos permitió inferir la presencia de 573 familias de fragmentos. A través del estudio de las características tecnomorfológicas del conjunto, las formas identificadas fueron asociadas funcionalmente a distintas prácticas cotidianas. La distribución diferencial de las categorías en los distintos recintos de la unidad, permite plantear que la formación del conjunto responde a la diversidad de actividades realizadas en cada uno de esos lugares. Hemos identificado a partir de ello, recintos donde se llevaron a cabo prácticas de procesamiento y cocción de alimentos, y otros donde se identificaron actividades de almacenaje, un tercer grupo aún no ha podido ser debidamente correlacionado a prácticas puntuales lo cual se relaciona con los procesos de formación, especialmente con las prácticas de abandono del conjunto arquitectónico. En todos esos espacios domésticos, los indicadores arqueológicos incrementan su consistencia como evidencia al ser considerados en conjunto.
Finalmente, las viviendas del primer milenio se constituyeron como ámbitos de interrelación aldeana cotidiana. En ellas, interactuaban numerosas personas, que, realizaban actividades diferenciales en distintos escenarios de los espacios domésticos, y que, en el mismo sentido, articulaban prácticas diversas tendientes a asegurar la reproducción social del colectivo. Las vasijas cerámicas fueron partícipes importantes de esas actividades, y constituyen evidencias primordiales para identificar las mismas.

Notas

1|   Este trabajo fue originalmente pensado para integrarse en un dossier homenaje a la Lic. Karina Menacho, especialista en cerámica de la UNJu tempranamente fallecida, orientado a discutir el uso de las herramientas teórico metodológicas desarrolladas por ella y aplicadas a distintos casos de estudio.

Agradecimientos

A Kari, esa gran amiga que, con una risa hilarante y sincera, pudo enseñarme a ver gente en un conjunto de tiestos. Por eso y por alguna noche larga de Lípez, la Quebrada o Buenos Aires se te extraña. Agradecemos a la Comunidad Indígena del pueblo Diaguita del Valle de Tafí. El proyecto marco fue financiado por SECyT (UNC), CONICET, Koeki Zaidan Hojin Toyota Zaidan (公益財団法人トヨタ財団) The Toyota Foundation [TYTID: D16-R-0718], National Geographic Society [W464-16] y el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) a través de la beca estímulo a las vocaciones científicas (EVC). Al Dr. Berberián y a los miembros del EASCC por todas las tareas de campo y la colaboración en laboratorio.

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