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RIA. Revista de investigaciones agropecuarias

versión On-line ISSN 1669-2314

RIA. Rev. investig. agropecu. vol.41 no.3 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2015

 

NOTAS

Desastres climáticos: anticiparse para reducir el riesgo
Conocer los índices de amenazas y de vulnerabilidad de las regiones minimiza el impacto de los fenómenos meteorológicos, cada vez más frecuentes, que perjudican en mayor medida a los sectores más endebles. Estrategias de resiliencia

 

Por Laura Pérez Casar

El mundo está intimidado por los efectos negativos del cambio climático y, en este contexto, demanda un nuevo paradigma que equilibre al desarrollo productivo con la naturaleza.
Es que los desastres climáticos tienden a ser cada vez más frecuentes debido, entre otras cosas, a un incremento acelerado de población ubicada en lugares altamente expuestos a las amenazas naturales y a la falta de consideración del riesgo de desastres en los procesos de planificación del desarrollo y de acciones correctivas.
Así es que surge un dilema para las autoridades: ¿atender las consecuencias del desastre o gestionar el riesgo? Para Ricardo Mena –jefe de la Oficina Regional Las Américas de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNISDR)– la respuesta es simple: “Resulta imprescindible
dar un paso más allá del abordaje coyuntural que demanda un desastre una vez ocurrido, para enfocarse en la gestión del riesgo.
Esto implica replantearnos el desarrollo y promover la resiliencia para minimizar las consecuencias de las amenazas naturales”.
El dato global es contundente: se pierden U$S 314 mil millones al año como resultado de los desastres por amenazas naturales ocasionados, tanto por eventos intensivos –de baja recurrencia y de grandes impactos individuales– como extensivos –manifestaciones constantes de riesgo–.
De estos últimos, el 90 por ciento son desencadenados por pequeños y medianos eventos vinculados con fenómenos hidrometeorológicos.
En este sentido, Mena aseguró que el mundo se enfrenta a una tendencia creciente de las pérdidas económicas asociadas a los desastres, tanto en el sector público como en el privado. “Nos urge anticiparnos a los hechos y, para esto, es fundamental conocer los índices de amenazas y de vulnerabilidad de las regiones”, destacó.
De acuerdo con las estimaciones científicas, este cambio climático es 10 veces más rápido que cualquier otro experimentado en 65 millones de años.
De allí la importancia de contar con una gestión del riesgo de desastres que considere los índices de amenazas y de vulnerabilidad incorporada en los procesos de desarrollo y en las políticas de inversión social que combaten la pobreza y mejoran la calidad de vida de todos los habitantes.
“Así, romperemos ese desequilibrio que ubica a las personas que menos tienen como las más afectadas por situaciones de desastre”, indicó el jefe de la Oficina Regional de la UNISDR.
En esta línea, Gabriel Delgado –secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación– aseguró que “la producción agropecuaria está subordinada al clima” y destacó que resulta “esencial” repensar y diseñar, de manera inteligente e inclusiva, planes de adaptación al cambio climático para, así, reducir su vulnerabilidad.

Siempre pierden los que menos tienen

No hay sectores de la sociedad que no se vean afectados directa o indirectamente por los desastres climáticos.
Aunque, si se analizan las cifras de pérdidas en comparación con el número de población, los países en vías de desarrollo son los que más pierden per cápita.
“Las pérdidas por desastres están íntimamente vinculadas con factores como la pobreza y otras condiciones especiales de vulnerabilidad que enfrentan grupos de población como las personas con discapacidad, los niños, jóvenes y adolescentes, las mujeres y los adultos mayores”, detalló Mena.
A esto se le suma que, en ocasiones, estos grupos sociales habitan lugares con poca demanda por parte del resto de la población y, en consecuencia, menos apreciados en el mercado de bienes raíces. Esto se debe a que están ubicados en zonas inundables, en pendientes inestables o cerca de un fenómeno natural que pueda impactarlos de forma directa.
En contraposición, Verónica Piñero –coordinadora nacional del programa Prohuerta del INTA– sostuvo que “el cambio climático nos afecta a todos por igual y no distingue clases sociales”.
En este sentido, argumentó que, ante un desastre climático, “los sectores de mayor poder adquisitivo poseen una condición que les permite afrontarlo de una manera más rápida que aquellos sectores más vulnerables que necesitan del apoyo del Estado pero, en definitiva, todos sufren”.
Y agregó: “Desde el Prohuerta realizamos un arduo trabajo de concientización –en especial de las futuras generaciones– sobre el cuidado ambiental para tener una agricultura sustentable, mediante el respeto de los suelos y el ambiente para no incrementar los daños ya causados al planeta”.
“Hoy, –agregó– luego de 25 años, tenemos la experiencia en el territorio para organizarnos rápidamente para dar respuesta a las demandas de los productores familiares afectados por cualquier evento extremo”.

La seguridad alimentaria, en riesgo

Entre los mayores desafíos que enfrentará la agricultura en las próximas décadas, se destaca la seguridad alimentaria. Es que, para 2050, se deberá aumentar la producción de alimentos y garantizar su acceso a los más de 9 mil millones habitantes que, se estima, habrá en el mundo.
Lo cierto es que el cambio climático obstruye este objetivo al perjudicar – directa o indirectamente– las producciones y al deteriorar la calidad de vida de todos los habitantes.
Así, el calentamiento global es una de sus consecuencias que se suma a la variabilidad climática y ésta, a su vez, se combina con la vulnerabilidad social. En consecuencia, se pierden vidas, se limita el desarrollo y se generan pérdidas.
Pero el impacto del cambio climático es aún más profundo y modifica los ciclos biológicos, surgen nuevas plagas y enfermedades, se deterioran los suelos, hay un avance de los procesos de desertificación y se producen eventos climáticos extremos.
“La agricultura familiar es una actividad
fuertemente impactada por el cambio climático”, aseguró Edith S. de Obschatko –especialista en Políticas del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA)–.
De acuerdo con la experta, los eventos extremos influyen en caídas de producción y de rendimientos, como así también en el deterioro de los suelos, que lleva tiempo revertir. Además, esto genera caída de los ingresos y desempleo.
En materia de adaptación de la agricultura al cambio climático y el manejo

Cinco aspectos de una ciudad resiliente a los desastres

integral de recursos naturales, el IICA coopera con todos los países del continente americano en temas relacionados con la gestión integral de sistemas de producción resiliente, riesgo ambiental y sanitario, uso eficiente de agua y manejo sostenible de suelo.

Argentina: en las próximas décadas, afectada por inundaciones

A diferencia de otros países de la región, la Argentina tiene bajas probabilidades de sufrir eventos intensivos y, en cambio, se verá afectada por pequeños y medianos eventos extensivos causados por fenómenos hidrometeorológicos que representarán pérdidas tanto en las zonas urbanas
como en las rurales.
Así lo aseguró Mena en el marco del Foro Internacional sobre Cambio Climático organizado por el Ministerio de Agricultura de la Nación y el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT). Y agregó: “En las próximas décadas, la Argentina enfrentará –principalmente– desastres por amenazas naturales relacionadas con tormentas de marea, sudestadas e inundaciones”.
Este mayor nivel de exposición se debe al crecimiento y a los procesos de expansión y urbanización, sumados a las características propias del país.
Según la Tercera Comunicación Nacional Sobre Cambio Climático –presentada por la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación en julio de 2015– entre los riesgos climáticos que se enfrentarán, según los modelos aplicados, se destacan las temperaturas y precipitaciones extremas, más intensas y frecuentes, y la prolongación del período seco invernal.
En este marco de cambio climático mundial, los Estados miembro de la ONU adoptaron el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres
2015-2030 que establece las metas globales para la resiliencia en los próximos 15 años.
Este documento busca disminuir tanto las pérdidas humanas y económicas como los daños ocasionados en sectores estratégicos. A su vez, intenta aumentar la cooperación internacional para un acceso de las poblaciones a sistemas de alertas tempranas.
A su vez, y fin de contribuir con la resiliencia, la UNISDR promueve la campaña mundial Desarrollando Ciudades Resilientes: ¡Mi ciudad se está preparando! con el objetivo de aumentar el compromiso político con la reducción de desastres y la adaptación al cambio climático. Además, impulsa la sustentabilidad y la corrección de los errores causados por el desarrollo productivo, el crecimiento urbano y la falta de planificación en los principales centros urbanos del mundo (Ver recuadro).

Para que no nos tape el agua

A fin de colaborar en situaciones de exceso hídrico, el INTA desarrolló una serie de tecnologías aptas para el contexto climático señalado por la UNISDR que van desde la siembra directa, las buenas prácticas agrícolas hasta las tecnologías de riego, entre otras.
Estos desarrollos fueron destacados por el director general del CIAT –Ruben Echeverría– por tratarse de conocimientos que permitirán enfrentar los nuevos desafíos marcados por el cambio climático. “El cambio climático invita a profundizar la colaboración internacional entre los diversos organismos competentes, a fin de aumentar los esfuerzos para tener una agricultura más sustentable”, aseguró.
Desde hace 25 años, el Prohuerta es considerado el primer programa nacional de agroecología destacado por su experiencia en el cuidado del ambiente y de la agricultura sustentable. “Desde el programa trabajamos por la prevención y la toma de conciencia.
Así, fomentamos el reciclado, la reutilización de los materiales, el no uso de agroquímicos, la no contaminación y la potabilización de las aguas”, detalló su coordinadora nacional.

Anexo

Campaña ¡Mi ciudad se está preparando! - UNISDR

1. La población reside en viviendas y barrios que cuentan con servicios e infraestructura adecuados, que cumplen con códigos de construcción razonables, y en la que no existen asentamientos informales ubicados en llanuras aluviales o pendientes escarpadas debido a la falta de otro terreno disponible.
2. Tiene un gobierno responsable que vela por una urbanización sostenible y destina los recursos necesarios para desarrollar capacidades a fin de asegurar la gestión y la organización de la ciudad antes, durante y después de una amenaza natural.
3. Las autoridades y la población comprenden sus amenazas, y crean una base de información compartida sobre pérdidas, amenazas, riesgos y personas expuestas y vulnerables.
4. Se tomaron medidas para anticiparse a los desastres y mitigar su impacto, mediante el uso de tecnologías de monitoreo y alerta temprana para minimizar las pérdidas físicas y sociales.
5. Es capaz de implementar estrategias inmediatas de recuperación y restaurar rápidamente los servicios básicos necesarios para reanudar la actividad social, institucional y económica tras un desastre.

Más información:

Ricardo Mena, jefe de la Oficina Regional Las Américas de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNISDR).
Edith S. de Obschatko, especialista en Políticas del Instituto Iberoamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
Verónica Piñero, coordinadora nacional del programa Prohuerta del INTA.
Ruben Echeverría, director general del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT).
Gabriel Delgado, secretario Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación.

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