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Enfoques

versión On-line ISSN 1669-2721

Enfoques vol.22 no.2 Libertador San Martín jul./dic. 2010

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

Argentina, la región, Entre Ríos: pasado, presente y proyección

Fernando Lenardón

UNER - UAP

Correspondencia
Fernando Lenardón: flenardon@arnetbiz.com.ar

Recibido: 16 de septiembre de 2009
Aceptado: 20 de marzo de 2011

Resumen

En Argentina, sobre la riqueza del campo se yergue una estructura industrial débil, una infraestructura poco sólida, un descuidado capital humano y una gran parte de la población en estado de pobreza. Ante ello, una limitante es la corrupción enquistada en la sociedad, especialmente en la dirigencia, tanto pública como privada. Lo más grave es que esto es mirado por la población con aceptación e indiferencia. Para revertir esta situación es necesario incorporar propuestas hacia el mejoramiento de las condiciones de vida, y a la competitividad del sistema productivo. Todo, en un marco de ética indispensable.

Palabras clave: Actualidad; Problemas; Desarrollo; Corrupción; Ética

Summary

In Argentina, upon the richness of the soil stands a weak industrial structure, an infrastructure which is not solid, neglected human resources and a great portion of the population in poverty. In the face of this situation, a limiting factor is the corruption deep rooted in the society, especially among leaders both public and private. But the more serious problem is that the population is observing this situation with acceptance and indifference. To revert this situation, proposals are needed to improve life conditions and the competitively of the productive system, all included in a framework of indispensible ethics.

Key words: Present time; Problems; Development; Corruption; Ethics

Ya todo está escrito…
Solamente falta atender y
aprender la lección.

I. DIAGNÓSTICO

I.1. Introducción

Si bien el mundo siempre se ha caracterizado por un marcado cariz problemático, originado en lo que bien podríamos definir (sin ánimos de ingresar en cuestiones religiosas) como la imperfección humana, el siglo XX ha estado indudablemente en la cúspide del ranking.

En paralelo con el apogeo del desarrollo tecnológico, un proceso inigualable, espectacular y sorprendente; también se ha producido la caída de la raza en los más oscuros rincones de la sinrazón, la violencia y el desapego a las normas morales y legales; lo que ha provocado, en definitiva, un crecimiento exponencial en las diferencias entre una proporción minoritaria de la población que puede disfrutar de los avances científicos (sus aplicaciones al confort y niveles de vida) y aquella otra gran porción de habitantes planetarios que adolecen no ya de lujos o estándares básicos sino que padecen la escasez de los más elementales requerimientos para vivir: trabajo, pan, agua, salud y seguridad.

Y así como una potencia envía, sin cesar, expediciones al espacio y se invierten ingentes fortunas en la investigación del más allá; en otros rincones del planeta, la gente se muere de hambre, hacinada y casi ignorante de lo que acontece.

Pero, para ver esas diferencias tampoco hace falta comparar países distantes. Simplemente con trasladarse cien kilómetros (o tal vez menos) dentro del mismo territorio nacional es viable encontrar la misma dicotomía, quizás no tan exacerbada pero sí igualmente chocante, donde los extremos conviven: el máximum científico con la mayor de las ignorancias; la magnificencia en la inversión tecnológica con la pobreza más denigrante. En síntesis, la desigualdad social.

En Argentina, sobre la renovada riqueza del sector agropecuario se yergue una estructura industrial débil, una infraestructura poco sólida, un descuidado capital humano y una gran población en estado de pobreza. La inserción internacional de la Argentina constituye, una vez más, una gran incógnita. Cada tonelada que exportamos vale 350 dólares y cada tonelada importada nos cuesta 950 dólares.1 Es decir, que si bien el fenómeno de las exportaciones primarias ha influido como un motor dinamizador de la economía vernácula, demuestra, por el otro lado, las debilidades del sistema económico argentino, que demora enormemente la generación simultánea de la actividad manufacturera, que permita agregar valor a los productos que se venden al extranjero.

Si bien a partir del año 2002, devaluación por medio, el proceso de deterioro económico y social se revirtió en cierto grado, logrando el récord histórico de más de cinco años de crecimiento a "tasa chinas", ya antes de la crisis mundial de 2008 podía apreciarse el amesetamiento del proceso, con síntomas graves de agotamiento, entre los que deben destacarse los problemas sociales (educación, salud, seguridad), la aceleración de la inflación y una nueva falta de credibilidad social en el Gobierno, que conlleva dificultades de todo tipo a la hora de negociar con el exterior y de hacer creíbles la políticas lanzadas para el país.

El año 2009 se inició con graves problemas climáticos para el campo, lo que, acompañado por la escasa capacidad para resolver las cuestiones preexistentes, implicó el renacimiento de los conflictos, que dejaron de ser sectoriales para afectar a toda la ciudadanía. El 2010 fue excelente desde lo económico, pero los "ruidos sociales" siguieron presentes.

Estos problemas se reproducen en otras áreas, la industria, el comercio, multiplicando las desavenencias entre los empresarios y los empleados, representados por los gremios.

Todo ello generó un clima de incertidumbre e inseguridad que se ramificó exponencialmente por las escasas posibilidades de las fuerzas de seguridad para garantizar la paz social y por la explosión geométrica de los actos delictivos y de vandalismo.

Este proceso está afectando a las clases media y alta. Si bien una parte significativa de ellas sigue con el desarrollo de sus actividades, una fracción ha reaccionado de una forma que no puede ser la mejor ya que, temerosa de perder sus propiedades o ver afectada la integridad del grupo familiar, buscan algún sucedáneo ante la falta de eficacia y el descreimiento social sobre las fuerzas de seguridad.

Este fenómeno lacerante para el entramado social tiene tres focos interdependientes como son la desocupación, la falta de educación y la drogadicción; todos elementos que se potencian mutuamente y elevan el espiral de la segregación social y del vandalismo.

Contra estos problemas, el Estado se muestra muchas veces indiferente o impotente cuando quiere enfrentarlos.

Mientras tanto, la agenda medio ambiental muestra desavenencias y contradicciones: mientras se reconoce (al menos formalmente) a la asamblea ciudadana de Arroyo Verde, que lucha contra la instalación de la papelera Botnia en la ciudad uruguaya de Fray Bentos, en nuestro país existen no menos de siete instalaciones similares que generan contaminación a niveles parecidos desde hace tiempo.

Ante tal panorama con diversos frentes oscuros, uno de los elementos más limitantes cuando se piensa en la búsqueda de soluciones superadoras y perdurables es la existencia de la corrupción en la sociedad argentina en general, pero especialmente en los círculos dirigenciales, no solamente en el ámbito público sino también en el privado. La visión egoísta y la generación de riquezas y poder para el sector que tiene el manejo de las acciones en el ámbito de que se trate, a costa de la salud, seguridad y pobreza de mucha población, es una de las características más destacables, para desgracia de nuestro país, desde su acto fundacional e, inclusive, desde antes, cuando los primeros pobladores plantaron sus rudimentarios ranchos en el Río de la Plata.

Pero lo más grave de todo es que esta alarmante realidad es mirada por una gran parte de la población con un tono de aceptación e indiferencia preocupante, por cuanto lo que está en juego no es sólo la riqueza del país, no es únicamente el desarrollo económico de los años venideros, sino la vida misma de las siguientes generaciones: nuestros hijos y sus hijos.

I.2 Los problemas

En la introducción se han esbozado los problemas que acucian al mundo en general y a nuestro país en particular; teniendo obviamente repercusiones en nuestra patria chica, Entre Ríos, que no puede soslayar los efectos de la crisis, por un lado, pero que también sufre problemas propios, por otro.

Se ha puesto en el centro de la escena a los problemas sociales, por cuanto el objetivo de toda sociedad justa, mucho más elevado que el mero desarrollo económico, es obtener un nivel lo más equitativo posible, y cuando ello no se consigue se cierne siempre la espada de Damocles de la convivencia, como es la protesta, el estallido de las clases más perjudicadas.

En ese esquema funcionan como condicionantes y condicionadas, una serie de cuestiones deficitarias que resultan menester analizar detenidamente para identificar las debilidades existentes en la realidad de la primera década del siglo XXI.

I.2.1. El desempleo

La tasa de desempleo es un termómetro elocuente de las condiciones de vida (materiales y espirituales) de la porción más humilde de nuestra sociedad.2

La evolución del empleo pleno en la década pasada es impactante. Entre las puntas del período, el porcentaje de población con trabajo a tiempo completo cayó 4 puntos porcentuales de la población total. En el mismo período, entre los primeros semestres de 1991 y de 2001, el PBI se incrementó un 38%. Como la proporción de la población activa en la población total fue en el promedio de la década de 41,6%, esos 4 puntos porcentuales de contracción representan aproximadamente el 10% de la población activa.

La contracción del empleo en la industria resultó, en parte, de la reducción del valor agregado nacional en ese sector, por la baja competitividad internacional y, por otra parte, de la reducción de mano de obra por unidad de producción de las empresas sobrevivientes. En ambos procesos jugó un rol importante el tipo de cambio apreciado, por incidir negativamente sobre la competitividad y por inducir presiones adicionales a la adopción de tecnologías y métodos de baja utilización de mano de obra.

Devaluación por medio y fuertemente influenciada por el impulso que la condición internacional le brindó al ingreso de divisas argentinas por las exportaciones, la economía nacional vivió un resurgimiento, al menos en la evolución de sus tasas indicadoras.

Así, luego de cinco años de importantes tasas de crecimiento que fueron del 8,2%, acumulativas anuales promedio, entre 2002 y 2006,3 las autoridades nacionales llegaron a anunciar que, por fin, la tasa de desempleo se ubicó en un dígito (a fines de 2010, rondaba el 7,9%).

Este fenómeno, sin embargo, no fue aprovechado íntegramente para generar una suficiente base de desarrollo industrial que, una vez superado el boom de los commodities, diera a la Argentina una mínima estructura para continuar con el proceso de desarrollo iniciado.

Por el contrario, el auge vino acompañado por el incremento del gasto público, la mayoría de las veces improductivo. De esta manera, cuando la crisis de Estados Unidos se hizo presente, si bien sus efectos no se hicieron sentir rápidamente, la contracción de la demanda externa, más la reducción abrupta de la producción agrícola y, por ende, de saldos exportables, junto con la existencia de un escenario político y social marcado por la incertidumbre, hicieron blanco en la performance económica, provocando primero una marcada desaceleración del ritmo de crecimiento que, luego dio lugar a depresión, aunque ésta no sea reconocida oficialmente.

El ritmo de creación de empleo entre 2003 y 2007 fue frenado desde fines de 2008 hasta mediados del año 2009, por el impacto de la crisis iniciada en Wall Street. Pero pese al repunte de 2009 y 2010, en la cartera laboral admiten que la generación de puestos laborales formales "continuará siendo un desafío, en especial para los sectores más vulnerables, como los mayores, los jóvenes y las personas con capacidades especiales".4

Sobre una población activa de 24,4 millones de personas en los 31 distritos que alcanza el relevamiento, los desocupados sumaban, a inicios de 2009, 825.000 y los subocupados 1.025.000. Extrapolando las cifras a todo el país, alrededor de 3 millones de personas tienen problemas de empleo.5

Actualmente sólo ocho jurisdicciones, sobre 31 relevadas por el INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos), exhiben niveles de desocupación inferiores a 5%: Rio Gallegos, 1,4%; San Luis-El Chorrillo, 1,5%; Santa Rosa-Toay, 3,7%; Formosa, 2,5%; Corrientes, 3,1%; Gran Resistencia, 4,2%; Posadas, 4,7%; y Comodoro Rivadavia-Rada Tilly, 4,8%. Del resto, los distritos que muestran mayores niveles de desocupación son: Gran Paraná (12,2%); Gran Santa Fe (11,4%); Río Cuarto (11,2%); Salta (10,6%); Concordia (10,5%); Bahía Blanca-Cerri (10,2%); y los partidos del Gran Buenos Aires (9%).6

Por el otro lado de la moneda, cuando se analiza el pleno empleo se percibe que el mismo solamente se verifica en la parte alta de la pirámide laboral en determinados sectores, segmento en donde se sostiene que cubrir vacantes en algunas industrias ya no resulta tan fácil. Incluso, en los últimos meses, se intensificó la competencia entre las empresas por hacerse de aquellos perfiles que resultan estratégicos.

Sin embargo, ésta es sólo una parte mínima de la realidad, y es la que toca muy de cerca a aquella fuerza laboral que cuentan con las aptitudes y actitudes que hoy demanda el mercado. En los demás estratos de la pirámide, conformada por un vasto grupo que no posee los requisitos solicitados por el sector privado, conseguir trabajo aún hoy resulta mucho más difícil.

En efecto, resulta llamativo que un país que creció cerca de un 7% en 2010 no pueda disminuir su tasa de desempleo de manera más pronunciada. De hecho, el nivel de desocupación se ubica en torno del 8%, según cálculos oficiales, o del 10% de acuerdo a cálculos privados. 

"En el primer semestre se observó una recuperación del empleo que no tiene la misma intensidad que la que se observa en el nivel de actividad. El empleo en el sector privado formal está creciendo al 1% mientras que la economía lo hace al 7%",7 destacó un experto en asuntos laborales.

Si bien el Estado se mostró preocupado por combatir la desocupación y la pobreza, existen factores que la han agudizado aún más.

La inflación: la pérdida del poder adquisitivo del dinero ha desfavorecido a aquellos sectores que poseen ingresos fijos o que aumentan menos que la tasa de inflación, deteriorando el poder real de compra, es decir, haciéndolos cada vez más pobres.

Falta de inversiones en infraestructura y procesos productivos: la caída de la inversión real no permite que se generen nuevos empleos o inclusive, aumentar la productividad para poder incrementar los salarios sin generar inflación.

Falla en los sistemas sociales del Estado: la existencia de planes que no se otorgaron efectivamente a beneficiarios potenciales, ha dejado fuera de esta asistencia a muchos pobres, generando así, un despilfarro de los fondos del Estado.

La ineficiencia de los servicios públicos: la inaccesibilidad a servicios como el agua, establecimientos asistenciales de salud y educación, postergan aun más a sectores de bajos recursos, por la lejanía de los establecimientos o la muy limitada capacidad de atención por falta de infraestructuras.

Quizá el mayor desafío a lograr sea, en adelante, la concepción y el desarrollo de políticas económicas que, basadas en la eficiencia, permitan sostener el empleo y la utilización de recursos productivos. Políticas que deberán también enfrentar satisfactoriamente en el tiempo el importante reto social de la lucha contra la pobreza y la desocupación.

La carencia de un proyecto sustentable en el tiempo y sostenible por parte de los sucesivos gobiernos no permite generar las bases ni las prioridades para establecer un plan de largo plazo, por lo que la discusión de un proyecto común de estado, para el desarrollo equitativo y socialmente fortalecido, con sustento en las necesidades desde el apoyo institucional, sería un buen comienzo.8

I.2.2. Riqueza concentrada es igual a pobreza

Sin dudas, uno de los grandes temas es la persistencia de una desigual distribución del ingreso. Esta realidad vuelve a demostrarnos la falacia de la perfección del mercado y que las bondades del crecimiento no se derraman automáticamente de manera equitativa.

En los años '90, el estallido de la desigualdad, la corrupción y el estado ausente hizo que explotara la pobreza. Si en la década del '60, había en la Argentina 10% de pobres, el año 2009 terminó su con 37% de pobreza, cifra que saltó casi al 57% después de la devaluación de 2002. Para el año 2007 la pobreza se redujo al 35%. Esta impresionante mejora no hizo, sin embargo, otra cosa que volver los índices a los niveles de inicio de siglo.

Actualmente, según el INDEC, la pobreza se ubica en el 12%, con un 3,1% de indigentes mientras que para los economistas privados (Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas [FIEL], por ejemplo, que no consideran la canasta básica a los precios oficiales sino con parámetros investigados por ellos mismos), el índice se encuentra en el 23,3% de pobres (9,3 millones de personas), que incluye un 8,8% de indigentes (3,3 millones).9

Es que la pobreza es persistente porque lleva muchos años. Es paradojal ya que sucede en un país con enormes recursos naturales y con capacidad de alimentar a más de 300 millones de personas. Además "la pobreza mata a mucha gente".10

A esto debe sumarse el elevado grado de concentración producido en los últimos años que, en amplios sectores de la economía, ha provocado una  inequitativa participación del salario en la distribución del producto bruto interno, que hoy apenas supera el 20% frente al 51% que existía en las décadas de los años 1950 y 1960. Esto significa que para recuperar ese nivel tendrían que aumentar los salarios el 300%, sin incrementos en los precios.

El 80% de la riqueza nacional está concentrada en el 2,5% de las empresas o personas existentes en el país. En un área que representa el 2% del territorio nacional se encuentra el 78% de la masa monetaria.

En conjunción con esta imagen negativa, algunos datos oficiales de organismos internacionales revelan que en Argentina hay 4.500.000 de niños sub alimentados, fundamentalmente en las provincias.

En el año 2004 se registraron más de 10.500 casos de tuberculosis; se incrementaron las enfermedades propias de países subdesarrollados; la miseria y la inseguridad.11

En 2005, el Producto Bruto Interno (PBI) por habitante fue de $ 13.784 al año (a precios corrientes).12 Con base en este ingreso medio, una familia tipo, de cuatro personas, debería disponer de $ 55.000 al año o $ 4.583 al mes. En aquel momento, la realidad era distinta: el salario medio de la economía apenas superaba los $ 1.000.13 En tanto, en 2009, el PBI por persona rondaba los $ 25.875 que, llevados a los cálculos anteriores, arrojaba $ 8.625, ingreso mensual que muy pocos asalariados perciben.

De acuerdo con las estadísticas provistas por el Ministerio de Salud, al menos 1.311 personas perdieron la vida en 2007 por problemas de desnutrición deficiente o anemia. Esto es un 6% superior a lo ocurrido en 2006, cuando habían sido 1.202 los casos.14

Según un estudio del último Barómetro de la Deuda Social de la Infancia,15 en el año 2008 dos de cada diez chicos menores de 5 años que habitan en las principales urbes del país experimentaron episodios de hambre por cuestiones económicas. En el año 2009 la desnutrición afectaba al 12,1% de la población infantil argentina, aunque las regiones nordeste y norte son las más castigadas, según datos del ministerio de Salud.

Estas debilidades no sólo son un problema social, son también una restricción económica importante con vistas a las reales posibilidades de crecimiento. La población que se encuentra en los estratos más bajos de ingreso tiene acceso muy limitado al consumo y con ello nuestro mercado interno sigue siendo pequeño y poco atractivo para la inversión productiva. El consumo más dinámico se concentra, entonces, en los sectores de ingreso más alto y en bienes que, por su naturaleza, tienen alto contenido importado.

La Argentina pobre se localiza mayoritariamente en la periferia de las grandes ciudades, aislada económicamente del resto de la población. Su entorno son también pequeños comercios, de los que en parte son proveedores establecimientos productivos de reducido tamaño. El crédito al que eventualmente accede esa población es el más caro del mercado; por lo que su precio ingresa al espiral de incremento de costo. Toda esa economía vive en un círculo cerrado de pobreza y baja productividad que permanece tenuemente unido al resto de la sociedad básicamente a través de los servicios de educación y salud pública.

I.2.3. Los daños al medio ambiente

Frente a los síntomas que acabamos de describir y los que vendrán más adelante, parecería hasta banal preocuparse por la naturaleza. Sin embargo, nadie discute que la salud del medio ambiente tiene directa incidencia no ya sobre las posibilidades futuras sino sobre nuestro presente.

Desde luego que en las instancias iniciales del devenir histórico la mella que el hombre provocaba en su hábitat era insignificante y muchas veces llegó a integrarse en la cadena fito-sanitaria.

Con el correr de los tiempos, el hombre procuró más espacio para vivir; más herramientas para sobrevivir y más elementos para una vida cada vez más sofisticada y con mayor demanda de energía.

Todo ello llevó a una serie de intervenciones que pasaron de las más inofensivas hasta las más serias: el traslado de animales a lugares no autóctonos; la construcción de grandes ciudades; la tala de bosques; el endicamiento de ríos; la desecación de espacios húmedos; la siembra de especies vegetales con altos requerimientos de plaguicidas y fertilizantes; las guerras (incluyendo las bombas nucleares); el uso de la energía atómica para fines pacíficos pero con altos efectos contaminantes; el uso de elementos que provocaron el calentamiento de la atmósfera y crearon el agujero de ozono; y una lista de etcétera inacabable.

Es de hacer notar que la mayoría de los enunciados se efectuaron flameando la bandera del progreso humano y del desarrollo de una vida mejor.

Los prolegómenos de este siglo XXI nos advirtieron que el costo de lo obtenido podía ser muy alto para las generaciones venideras. Los primeros años de esta década lo están corroborando y no existe ningún estudio serio que pueda desmentir los graves riesgos que corre nuestro planeta de aquí a treinta o cuarenta años.

En tanto, las medidas positivas que a nivel global se han tomado (como el Protocolo de Kyoto), si bien alentadoras en sus enunciados, se asumen como si el tiempo disponible fuese mucho mayor y, a la vez, con excesiva flexibilidad en cuanto a los castigos para quienes no cumplen.

El problema ya está instalado y, en este sentido, debería sancionarse severamente a quienes provocan contaminación, polución, daños atmosféricos o simplemente permiten que se eliminen los últimos recursos que defienden nuestra propia vida o que serán necesarios para toda la población futura, como sucede con Brasil, en donde diariamente se devastan amplias extensiones de la Selva del Amazonas.

I.2.4. La escasez de alimentos y recursos primarios

En virtud de la falta de alimentos y de recursos provenientes de la naturaleza, es que el problema anterior adquiere mayor relevancia aún.

El mundo ha llegado a un desarrollo tecnológico y económico sin precedentes en la historia, en donde prácticamente todo lo que el hombre imaginó alguna vez se ha vuelto realidad concreta y en donde existen hasta hoteles de 7 estrellas, por citar un ejemplo puntual y extremo del estándar posible hoy en día; en que inclusive comienzan a utilizarse los robots como auxiliares domésticos.

La paradoja es que aún en ese contexto existen vastos territorios con un grado de atraso tocante a la prehistoria: con analfabetismo absoluto, falta de agua y alimentos; en definitiva ausencia prácticamente total de medios de vida, inclusive el respeto a la dignidad humana.

Y esto es aplicable no solamente a los países subdesarrollados sino también a zonas marginales de países en crecimiento y hasta de los países del primer mundo.

La escasez de agua en muchas naciones africanas es un paradigma del futuro que nos espera en el corto plazo, si en conjunto no se arbitran los mecanismos legales y pragmáticos para generar una política de conservación del recurso que tiende a transformarse en uno de los más preciados del planeta.

Las reservas subterráneas deberán ser protegidas por los territorios poseedores, que ya hoy tienen que evitar el robo "hormiga" que sufren por empresarios privados, quienes compran las tierras tenedoras o lindantes, extraen el líquido del subsuelo y lo exportan.

En cuanto al alimento, sin pretender la socialización de la producción primaria, será menester generar medidas que tiendan a hacer más justa su distribución, si no es por cuestiones morales, al menos por una mínima noción de supervivencia de la humanidad, ya que tarde o temprano las diferencias en cuanto al acceso de recursos esenciales y elementales generarán problemas sociales, en caso de que sigan incrementándose o simplemente se mantengan en esta relación tan desequilibrada entre los que tienen y los que carecen.

La falta de capacidad para generar energía eléctrica o motriz es uno de los obstáculos más serios que enfrentan aquellos países que aspiran a iniciar la etapa de desarrollo, entre los que se encuentra nuestra Argentina. Esa falta de potencia tiene un efecto directo en el despegue integral de la economía, lo que vuelve a repercutir, como un espiral decadente, en el aumento de las diferencias sociales y geográficas; es decir, se incrementan las asimetrías entre las regiones del país (comparar por ejemplo, algunas zonas de Jujuy, Corrientes, Chaco con Buenos Aires, Córdoba o Rosario) y entre las clases que tienen cabida en el sistema, respecto de aquellas que no consiguen formar parte del engranaje (esto se manifiesta claramente cuando se compara la "Villa 31" con Barrio Norte, en el mismo corazón de nuestro país, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires).

Existe una demanda nacional de programas, de objetivos a largo plazo para los recursos naturales. La minería es, hoy por hoy, un proceso de pura extracción sin desarrollo de la cadena de valor; los recursos energéticos, sometidos a un proceso de pura extracción, sin inversiones de exploración y refino; el recurso tierra está en un proceso de monocultivo con el desplazamiento, por falta de incentivos en la producción de, por ejemplo, carne y leche.

En cuanto al capital aplicado al resto de las actividades (industria, servicios) hay una demanda de acceso al mismo, válida para todas ellas. La baja tasa de creación de emprendimientos denota que el "acceso" (legislación, financiamiento) al capital tiene barreras que consolidan la ausencia de políticas públicas de distribución.

Tecnología y conocimiento, para distribuirse, requieren de una masa crítica que depende esencialmente de las políticas públicas. En investigación, desarrollo, capacitación, entrenamiento y educación, el país exhibe un marcado atraso con respecto a los países avanzados pero también de nuestros principales socios.16

I.2.5. La desigualdad social

Ha quedado evidenciado en los anteriores síntomas desarrollados, que todos llevan como resultado el incremento del abismo social, tensando el endeble equilibrio que hoy se aprecia, pero en el que, no obstante, es dable observar cómo grupúsculos pequeños imponen su norma y generan perjuicios económicos y agitación de todo tipo al conjunto de la sociedad.

Por un lado, las diferencias en el acceso a las condiciones mínimas de vida se incrementan; por el otro, ni siquiera aquellos que están en la mejor posición relativa pueden disfrutar tranquilamente de lo obtenido, por la acuciante situación social colmada de inseguridad.

Hasta el 2000, la brecha de indigencia17 fue pequeña en términos relativos, pese a que aumentó en un 50% desde 1990, pasando de 1,5% a 2,3%.

Estos niveles de indigencia se tradujeron en una acotada prevalescencia de desnutrición infantil.

A lo largo de la década pasada, las evaluaciones parciales que efectuaron el Ministerio de Salud y el INDEC sobre el estado nutricional de los niños, mostraban que la proporción de niños desnutridos era apenas superior a lo esperado, de acuerdo a los patrones de referencia internacional. En realidad, el principal problema nutricional que afectaba a los niños era su baja talla y los déficits de ciertos micro nutrientes, particularmente el hierro.18 Sin embargo, la emergencia social en que devino la crisis de 2001/2002, provocó que millones de personas se encontrasen en estado de inseguridad alimentaria, dado que más de un cuarto de la población no accedía a ingresos suficientes para atender sus requerimientos alimentario-nutricionales, y por tanto se produjo un aumento en la prevalescencia de la desnutrición en niños menores de 5 años, dado que las diferentes iniciativas públicas y privadas no lograron compensar el fuerte deterioro de los ingresos de las familias de ingresos muy bajos o sin ingresos.

La incidencia de la pobreza19 también evidenció una tendencia al aumento, desde el 29,4% en 1990 al 32,8%, en el 2000. El estallido de la crisis económica la llevó a niveles superiores al 50% en el 2002. Sin embargo, luego de la devaluación se proyectó una reducción de su incidencia a niveles del 20%, como ya había ocurrido durante la década de los '90, a través de una mejora en los ingresos producto de la reducción de la inflación y un importante y sostenido aumento de la producción y su correspondiente efecto en la recuperación del empleo.20

Teniendo en cuenta la magnitud de la crisis económica y sus consecuencias sociales, así como el incipiente escenario desde fines de 2002 de recuperación de la estabilidad de precios y moderado crecimiento económico, se percibió que las políticas públicas redistributivas redujeron la extrema pobreza en el país. De cualquier manera, no lograron el objetivo enunciado de que todas las personas cuenten con recursos suficientes para asegurarse el acceso a los alimentos básicos.

Y esto fue más claro en el año 2008 cuando, al resurgir la crisis, los años de bonanza no alcanzaron para proveer un saneamiento amplio de la situación.

Una característica central en el análisis de la situación social del país es su importante y creciente heterogeneidad. La pobreza y la indigencia se distribuyen en forma muy desigual y las disparidades vienen aumentando. La diferencia en los índices de incidencia entre regiones y entre provincias, así como en el interior de ellas, es preocupante, en la medida que pone en evidencia condiciones básicas de vida muy diferentes en el terreno de la protección equitativa de los derechos sociales y económicos de los argentinos.

Finalmente, un componente fundamental del deterioro social, que tiene relativa independencia de la evolución de la incidencia de pobreza e indigencia, es la desigualdad de la distribución del ingreso. Entre 1990 y 2002, se observó un crecimiento del coeficiente de Gini,21 que pasó de 0,43 a 0,47, en tanto que la participación del quintil más pobre en el conjunto del ingreso nacional bajó entre 1995 y el 2002, del 4,4% al 2,7%. Este aspecto, el de la desigualdad, es más que determinante en la explicación de la expansión de la pobreza y la indigencia en los años de la década de los '90, en que ambas crecieron aún en el período en que aumentó significativamente el producto. En 2002 se llegó al peor nivel de reparto: 0,53. A partir de 2003 comenzó la mejoría gracias al crecimiento económico, el aumento del empleo, los aumentos salariales y la inflación moderada. El índice Gini bajó a 0,529 en 2003, a 0,506 en 2004, a 0,50 en 2005 y a 0,499 en 2006, según los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos, antes de que fuera intervenido por el entonces presidente Néstor Kirchner.

En 2007, cuando el INDEC comenzó a subestimar la inflación (y por lo tanto la pobreza y la indigencia), también dejó de publicar el indicador de distribución del ingreso entre las personas. Asimismo interrumpió la difusión de la base de datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), a partir de la cual se podía conocer el nivel de desigualdad. Dado la falta de acceso a esa base, la mayoría de los investigadores sociales considera imposible calcular cómo evolucionó el índice.

No obstante, Salvia estima que en 2007 el coeficiente de Gini mejoró a 0,497, pero en 2008 empeoró a 0,502; dos años en que la economía y el empleo continuaban creciendo. Este investigador del Instituto Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) basa estas proyecciones a partir de empalmar datos oficiales y métodos aplicados por el INDEC, con números de la Encuesta de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina.22

En tanto, para el año 2009, y de acuerdo con el Informe de Desarrollo Humano de la UNDP (United Nations Development Programme,23 con el índice en 0,542 se puede concluir que la Argentina es tan desigual como Zimbabwe y más que el promedio mundial (0,40).

Estimaciones del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (CEDLAS) de la Universidad de La Plata sugieren que ni la pobreza ni la desigualdad en la distribución del ingreso habrían cambiado desde 2006. Para este cálculo utilizan la EPH del INDEC, variaciones de precios más realistas que las del Instituto e información sobre la evolución de los salarios.24

En 2003, el 10% más rico de la población tenía ingresos 59,7 veces superiores a los del 10% más pobre. En el primer semestre de 2004 el 44,30% de la población estaba por debajo de la línea de la pobreza, en tanto un 17% de la misma era indigente.

En 2006 la brecha se redujo a 33,8 por el crecimiento de la economía, pero sobre todo por la creación de empleos. En el primer semestre de 2008, el 10% más rico tenía 33,5 veces más que el 10% más pobre. Detrás de este cambio de tendencia está, primero, la inflación (sobre todo de los alimentos básicos); y más recientemente el debilitamiento del mercado de trabajo.25

Avalando estos datos, la Encuesta de Desarrollo Social estimó en poco más de un tercio a la población que sólo accede a los servicios de salud del subsector público (13,4 millones de personas). Cabe señalar que este porcentaje asciende a casi los dos tercios si se considera a los hogares del quintil más pobre.

En nuestro país existen tres generaciones de desempleados y gravísimas lesiones neurológicas en los niños subalimentados. Existen grandes cantidades de muertes en la infancia que podrían ser reparables de existir una medicación adecuada. Son casi 400.000 los jóvenes de entre 18 y 24 años que no estudian ni tampoco trabajan; 600.000 jóvenes aún no consiguieron trabajo. Si se lo compara con el año 1990 hay doce veces más pobres que aguardan la oportunidad de una vida nueva.26

Esta es una causa grande, como afirma José María Pasquini Durán. Debe ser causa prioritaria nacional como problemática de existencia y justicia social: de los niños muertos de hambre por día, de los enfermos sin tratamiento posible, de las bocas desdentadas, de las caras famélicas de los menores buscando alimentos en la basura, de la falta de higiene, de los daños neurológicos irreparables de un sector de la población que ya no podrá "pensar" más por no recibir la alimentación adecuada en sus primeros años, de la promiscuidad y el hacinamiento, de los niños con panza por raquitismo, del marasmo, de los 1.400 niños que entran por día en nuestro país en la más absoluta indigencia.27

Porque, lamentablemente, esto también es Argentina: la desigualdad social más importante en Latinoamérica.

I.2.6. La inseguridad

La inseguridad siempre estuvo instaurada en la sociedad argentina. Pero en lo que va del siglo el crimen aumentó a cifras peligrosas y no existe casi lugar donde alguien pueda transitar tranquilo.

La sensación de inseguridad no necesita de las estadísticas delictivas para afectar el bienestar mental de la población, al provocarle ansiedad, aislamiento, fobia social, pánico y hasta delirio de persecución.

Dice la doctora Lía Ricón (profesora de Salud Mental de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Favaloro, de Buenos Aires) que la inseguridad conlleva desconfianza y defensa paranoides, es decir, la necesidad de vivir permanentemente en un estado de alerta que impide distenderse un minuto por la sensación de que algo atacará. Pero como eso es muy difícil de sobrellevar, la reacción inmediata es negarlo y decir que a uno no le va a pasar, ya que es imposible circular sin defensa en una situación general de riesgo. Se produce así una especie de acostumbramiento y resignación que lleva a que en el mediano y largo plazo aparezcan los sentimientos de depresión y desgano.28

Según el Instituto Latinoamericano de Seguridad Pública (INLASEP), la sensación de inseguridad en nuestro país creció a niveles elevadísimos en el invierno de 2006. Ese año, el sondeo local del Centro de Estudios para la Convergencia Ciudadana halló que el 89% sentía temor de ser víctima de un delito, contra el 77% en 2005.29 Ese sentimiento se ha mantenido a lo largo de estos años, fogoneado por los constantes datos que provienen de la realidad.

El país parece acercarse peligrosamente al límite tolerable antes de que la población, o parte de ella, quede inmersa en una cultura de la violencia y comience a considerar lo patológico como normal, sostiene el doctor Ricardo Petrissans, Presidente del Instituto Latinoamericano de Seguridad Pública y Defensa Social (INLASEP). Según el Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad (ICESI), la sensación de inseguridad no se contrarresta negándola, sino mediante la lucha contra el delito y el miedo que genera.30

Como indica la Organización Mundial de la Salud, la seguridad es una condición previa de la salud y la inseguridad es mala para ella. "Nuestra seguridad y la inseguridad de los demás son cuestiones que despiertan mucho interés porque están relacionadas con nuestro propio bienestar físico, mental y social".31

Para que la sensación de inseguridad aparezca, debe existir miedo de enfrentar un peligro imposible de prever y percibirse desprotegido ante delitos violentos.

La ansiedad persistente genera una angustia que, no tratada, se puede convertir en angustia pánica, lo que amenaza con desintegrar al 'yo' que nos permite interactuar con los otros. El descreimiento en las instituciones, como la justicia, la educación o la salud pública, refuerzan esa sensación de inseguridad.32

Afirman los especialistas que el miedo social al delito es independiente de la cantidad de robos u homicidios que se registren. Tiene que ver más con la falta de reacción del Estado y la repercusión que tienen en los medios. Pero la realidad, de cualquier manera, contribuye porque, si a lo anterior sumamos que se registra uno de cada cinco delitos (el 80% de los casos no se denuncia) la sociedad percibe que algo pasa con la seguridad.

La lucha contra la inseguridad se ubica como la mayor demanda ciudadana en Argentina, con un 59,7% de la población preocupada por ella según un estudio reciente de la consultora Analogías. Este alto porcentaje de ciudadanos tiene motivos sobrados de alarma porque, según datos oficiales, en la última década el número de delitos aumentó en un 53%.33

El fenómeno de la inseguridad produce temor. Pero viene atado con otro problema serio que hemos visto recién: el de la pobreza. Pobreza y desigualdad social podrían ser vectores de la misma inseguridad. La sociedad no puede desentenderse del fenómeno de la pobreza. Es una responsabilidad colectiva.

Por ello, la manera de enfrentar el problema es poniéndolo sobre el tapete, de manera integral y sin ambigüedades, demostrando las complicaciones que provoca, como las responsabilidades consecuentes. A partir de ello se puede pensar en buscar alternativas de solución.

I.2.7. La corrupción

Para este término se encuentra una definición precisa y concreta en las conclusiones de la IV Sesión Ordinaria de la Asamblea General de la Organización Latinoamericana y de Centroamérica de Entidades Fiscalizadoras Superiores (OLACEFS), en donde se manifiesta que es

la realización de un acto indebido a cambio de una dádiva pero la realidad es que la amplia gama de la corrupción abarca todos los sectores y todos los estratos sociales. Implica un vicio del comportamiento humano que riñe con la ética y que se manifiesta principalmente a través de la falsedad.34

También se la ha definido como

un sistema de comportamiento de una red en la que participan un agente (individual o social) con intereses particulares y con poder de influencia para garantizar condiciones de impunidad, a fin de lograr que un grupo investido de capacidad de decisión de funcionarios públicos o de personas particulares, realicen actos ilegítimos que violan los valores éticos de honradez, probidad y justicia y que pueden también ser actos ilícitos que violan normas legales, para obtener beneficios económicos o de posición política o social, en perjuicio del bien común.35

Como se puede apreciar, dos conceptos amplios que permiten tomar noción de lo extendido de este flagelo y de los incalculables alcances que adquiere.

Partiendo de ellas podemos llegar a la diferencia que se plantea entre estados de corrupción marginal y la híper corrupción:

  1. en la marginal encontramos casos aislados de corrupción en un contexto de respeto por las reglas formales, los organismos de control actúan con eficacia, detectan y castigan actos de corrupción, aun cuando se involucre a personajes importantes. Existe una cultura que castiga socialmente a quien viola las reglas;

  2. en la híper corrupción, en cambio, la cultura general es permisiva ante las violaciones de las reglas, los organismos de control no cumplen con su función y los sobornos son una forma generalizada de resolver conflictos. Este fenómeno generalizado es la primera de las características que diferencia la corrupción en los países subdesarrollados de la que existe en los países con mayor desarrollo económico y social.36

Obviamente que existen etapas intermedias en donde la gravedad del asunto se va incrementando al acercarse al último estadio. Cuando eso sucede, los perjuicios que se producen en la economía y sociedad del territorio no solamente comienzan a percibirse claramente sino que se tornan graves.

Véase, por ejemplo, el oscuro diagnóstico de la OCEFS (Organización del Caribe de Entidades Fiscalizadoras Superiores) al respecto:

...La corrupción es la primera amenaza para la democracia y la paz social con resultados más trágicos y más devastadores que la guerra y el terrorismo por cuanto:
- Deteriora los principios morales y éticos de nuestros pueblos, causando grandes daños a nuestras identidades culturales, asimismo provoca el egoísmo, degeneración y destrucción de la familia, la religión, la educación y otras instituciones fundamentales para la formación humana.
- Genera privilegios y desigualdad social imposibilitando una distribución más justa y equitativa de la riqueza y el ingreso nacional.
- Consume los escasos recursos naturales y económicos, atrapando a los pueblos en la extrema pobreza que los mantiene dependientes y esclavos de la ayuda externa, dificultando nuestro propio desarrollo económico y social.
- Convierte la política en instrumento de intereses personales, destruyendo la confianza ciudadana en los gobiernos, lo que trae como consecuencia la apatía ciudadana en los procesos democráticos y aumenta el abstencionismo en las urnas electorales.
- Genera la ineficacia e inoperancia de los gobiernos que se traducen en servicios insuficientes y deshumanizados.
- Desestabiliza los procesos de paz de nuestros países...37

En nuestro país, la corrupción transgrede las más elementales normas éticas, implica una alteración del orden social y moral y está vinculada con lo que solemos entender por perversión, seducción y envilecimiento; no puede dejar de asociarse con la viveza criolla y todas sus secuencias: el cuento del tío, los ñoquis, las coimas, etc.

A nivel público, si bien las múltiples sospechas generalmente no pueden ser probadas, su existencia se manifiesta indudablemente, más allá del cambio vertiginoso del nivel de vida de los funcionarios, por los síntomas indelebles de la falta de salud, educación, seguridad y justicia.

Lo grave es que, a diferencia de otros países donde los jueces son implacables en la aplicación de la ley, aquí a veces prospera bajo el amparo de ella.38

Para Carmen Betzer, la corrupción es acogida por quien deja penetrar el mal en su corazón. Al desviarse del camino de la justicia, la equidad y la rectitud, triunfa la mala fe y la mentira: la impunidad de aquellos que comercian con la salud y la vida humana, que incluso no vacilan en enviciar a los jóvenes con drogas; los desfalcos, los jueces falaces y venales, los adulteradores de alimentos y medicamentos.39

Entonces, si lo más importante, la vida del prójimo y la propia, no tienen valor, todo carece de trascendencia.

Otros males, aparentemente menores son los que conspiran contra la convivencia respetuosa: la ausencia de cortesía, la agresividad, la falta de respeto por el prójimo; allí están los choferes de colectivo, que atruenan con sus radios y fuman desaprensivamente; los pasajeros de los trenes que viajan encima del techo; los jóvenes que pisotean el césped de los parques, arrancan los bancos de madera y pintarrajean las estatuas y los frentes de las casas; los que escriben, con aerosol, graffitis obscenos en las paredes; los que arrojan basura a las veredas; los que cruzan los semáforos en rojo; la incivilidad y la grosería que imperan en el lenguaje, promovidos hasta el hartazgo desde los medios de comunicación, sobre todo la televisión.

Pero los problemas que genera la corrupción no se reducen a la esfera moral o sociológica sino que, indudablemente, tienen un efecto económico que repercute directamente en las posibilidades de desarrollo de los países.

En todos los países del mundo hay corrupción dentro del sistema estatal, pero en los países de menor desarrollo es el sistema el que aparece corrupto.

Es preciso reconocer entonces que, si bien la corrupción social es consecuencia de un hecho personal humano, ciertas estructuras favorecen el ejercicio de la corrupción. Autoritarismo, pobreza y desigualdad social, amén del poco interés en las tareas de control, entre los principales, son elementos que prácticamente aseguran la existencia de este flagelo y, más que nada, su perdurabilidad.

La historia económica de la Argentina patentiza, desde los tiempos coloniales, los costos sociales de la corrupción y la inequidad, reflejadas de distintas maneras pero siempre amparadas en redes de complicidad. No hubo   período que no lo demostrara. El pasado enseña que la indiferencia a este fenómeno, que representa claramente la apropiación de los recursos de todos, implica la decisión de no inmiscuirse en pérdidas seguras de bienestar que soportarán franjas siempre relevantes de la población y, casi seguro, padezcan nuestras generaciones futuras.40

Así, ha dicho la Organización del Comercio y el Desarrollo Económico (OCDE) que la corrupción social es consecuencia del accionar indebido de sus componentes; por lo que origina una responsabilidad personal e indelegable de todo ser humano como componente de la comunidad social.41

Si se la desea combatir verdaderamente, es necesario un cabal conocimiento de los principios éticos y una decidida voluntad tendiente a su respaldo y vigencia.

En todo ese quehacer, las organizaciones no gubernamentales tienen pautas claras, cuya divulgación y estudio merecen ser identificados.42 Tal vez ese sector de la sociedad sea uno de los pocos que aún mantiene ciertas posibilidades de revertir el grave proceso de deterioro que se vive en el siglo XXI.

II. PROPUESTAS

Para revertir esta situación es necesario incorporar propuestas en una doble perspectiva: la vinculada con el mejoramiento de las condiciones de vida de la población y la relativa a la competitividad del sistema productivo.

En el primer caso, se debe discutir cómo distribuir (social, sectorial y geográficamente) los beneficios de un proceso de integración regional con perspectivas de largo plazo; y de prever (tal vez, tomando como referencia la experiencia europea) políticas y recursos comunes para proyectar socialmente la integración, atenuar las grandes disparidades económicas y espaciales y apoyar a sectores sociales que pudieran ser afectados sensiblemente por la integración.

En el segundo caso, es sabido que la competitividad no se mide por el grado de integración a la economíamundial del sector o de la porción de su sociedad más tras nacionalizada, sino por el todo social. Es toda la sociedad nacional (sus sectores públicos y privados), en su conjunto, la que debe ser competitiva; sociedades duales, fragmentadas, seguramente no serán competitivas.

Lograr una integración sobre la base del desarrollo con equidad parecería una dimensión necesaria a incorporar en el regionalismo abierto.

Para ello, es necesario tener en cuentas dos puntos centrales:

El primero, relativo a la cooperación entre los países socios para enfrentar problemas relacionados con la circulación de las personas, reconocimiento de estudios y títulos, derechos laborales, migración y normas sobre protección y seguridad social (salud, jubilaciones, etc.).

El segundo, relativo a la inclusión de medidas y políticas (tales como reconversión laboral, formación de recursos humanos para la modernización productiva, apoyo a zonas fronterizas, apoyo a sectores productivos claves, entre otros) para atender los impactos sociales directos del avance de la integración económica en las sociedades de los diferentes países participantes. Particularmente se atenderán los efectos sociales en determinados sectores y grupos sociales que pudieran verse marginados.

Por último, criterios de equidad (y de competitividad) llaman también a atender la distribución territorial de beneficios, creando mecanismos que contribuyan a la mejora de las posibilidades de participación activa en el proceso de integración para las regiones o territorios más alejados geográfica, social o económicamente de los núcleos articuladores del proceso de integración.43

II.1. Cuestión previa: Cambio cultural

Se hace necesaria la generación de una revolución cultural que permita la inserción social de las clases hoy alejadas. Pero para que alguien pueda estudiar y, sobre todo, aprehender, debe estar bien alimentado y sus problemas esenciales mínimamente resueltos.

A nivel nacional, una normativa a dictar debería estar fundamentada en la transformación de los planes sociales en verdaderos sistemas de motivación del trabajo de los padres de familia, con incentivos directamente relacionados con el aporte que esa labor genera para la sociedad y con el cumplimiento de obligaciones escolares por parte de los hijos; más la asistencia a programas de formación ciudadana y, adicionalmente, controles sanitarios para todos los miembros de la familia.

Estos requisitos deben estar establecidos estricta y objetivamente y ser controlados por personal idóneo y comprometido con el plan.

Desde luego que esto lleva a otra exigencia, si se quiere previa, pero que de alguna manera debe plantearse como una condición ceteris paribus: la decisión política inquebrantable de llevar adelante un verdadero golpe de timón.

Esa firme convicción se trasladará hacia los funcionarios de menor rango y de allí a los empleados que llevarán a cabo las tareas definidas más arriba.

Dentro de esos empleados, de menor jerarquía pero de singular importancia incluimos a los docentes y trabajadores de la salud, principalmente, pero a todos los dependientes del Estado, en particular.

Lógicamente que es un supuesto elaborado con altísima ambición y que puede ser tildado de idílico. Pero, con poco observar las estadísticas de disgregación económica y social que hemos venido volcando en este trabajo, se podrá concluir que en pocos años, si no se toma la decisión política por convicción, deberá tomarse por obligación, bajo pena de encontrarnos en un país en llamas.

Siguiendo entonces con nuestro optimismo, diremos que la política se instrumentará por convicción y que de allí se derramará hacia los rangos intermedios para llegar a las bases.

En este contexto, es muy probable que el mentado cambio cultural también tenga ecos en la faz privada del argentino común, que al percibir la rotación del eje, siga el ejemplo.

No obstante, suponiendo que esto no sucediera, se propone la generación de programas que tiendan a concientizar a las clases hoy alejadas de aquella doctrina. Por ósmosis, éstas deberían multiplicarse hacia las demás, hacia aquellos que, tal vez se presentan con mejores condiciones económicas pero igualmente necesitadas de regeneración cultural.

Desde luego que tales políticas estatales requerirán mayores recursos para los cuales deberá promoverse una política financiera que, a la vez, redistribuya la renta de manera más justa.

II.2. Ámbito nacional

La clave para que la Argentina salga de la crisis se debe centrar en dos grandes ejes:

  1. el primero, que se mejoren la competitividad del aparato productivo nacional;

  2. el segundo, una mejor distribución del ingreso: si se desea recuperar el perdido dinamismo del mercado interno argentino se impone trabajar sobre políticas que apunten a mejorar los ingresos de los sectores más postergados de la sociedad, de los actores principales del consumo interno, es decir, aquellos con mayor propensión marginal a consumir.

A corto plazo y con carácter urgente, el Estado deberá recuperar los equilibrios macroeconómicos y distributivos; adoptar medidas de una política monetaria activa que permita, a nivel general, desenganchar las tasas de interés internas de las externas; desdolarizar el sistema económico, retransformar los componentes a la moneda nacional y asegurar para los pequeños y medianos deudores internos en dólares la paridad precedente.

Asimismo, se requiere que se combata frontalmente el contrabando y la evasión impositiva, con la participación de todos los poderes públicos. Se debe rediseñar el funcionamiento de la Aduana, por un modelo en el que se prioricen los intereses del trabajo y la producción nacional mediante la revisión de la actual política arancelaria y los mecanismos de reembolso, para defender la producción nacional.44

Aunque suene casi utópico, los acreedores externos deben efectuar un profundo análisis, si no de conciencia, al menos de conveniencia, y comprender que la "gallina de los huevos de oro" está a punto de fenecer y que, si no se le da un respiro y se la educa para que viva "responsablemente" nunca más volverá a ser productiva.

Se debe disminuir inmediatamente la alícuota sobre los impuestos que gravan el consumo de los bienes de primera necesidad. Además, es necesario aplicar leyes antimonopólicas y fortalecer los organismos de contralor sobre los servicios privatizados y efectivizar la regulación de los grandes centros comerciales. Estos últimos han resultado un factor altamente negativo para las economías locales.

Debería resultar una herramienta útil la implantación del "compre argentino" en todo el ámbito nacional, fijándose un cupo obligatorio para las PYMES en las licitaciones de las empresas privatizadas. Claro, ello con el compromiso de nuestras empresas de ajustar sus precios lo mejor posible a los niveles de la competencia.

Debe procurarse la existencia de un sector de la banca financiera que, a la par de estar preocupado por obtener utilidades, también se encargue de colaborar en brindar condiciones proactivas. En ese sentido, me parece que el Banco Nación puede resultar una herramienta idónea para favorecer a los sectores productivos rurales y urbanos de característica PYME nacional, otorgándole además un cariz social a su operatoria.

Dada la actual situación ya descripta, no sería inadecuada la instrumentación de un subsidio transitorio para cada desocupado sostén de familia y el aumento de las jubilaciones mínimas. Si bien, las medidas de corte asistencialista normalmente han sido peor remedio que la enfermedad que pretendían curar, la emergencia justifica tal medida, pero sólo de manera transitoria.

En cuanto al sistema tributario, las recientes IX Jornadas Provinciales de Profesionales en Ciencias Económicas de Entre Ríos han efectuado un diagnóstico de su realidad y han determinado una propuesta que, por compartir, transcribo en forma textual (en lo pertinente):

f) La estructura tributaria recesiva de nuestro país es uno de los principales culpables de la actual situación económica por la que atraviesa la economía en general y nuestras PYMES en particular;
g) Tal estructura afecta significativamente a los productos nacionales descartando casi totalmente la presión sobre los productos importados;
h) Financiar el gasto público corriente mediante un sistema tributario como el indicado provoca en nuestra sociedad una menor posibilidad de generación de riqueza genuina, desmotivando el proceso de agregado de valor;
i) Financiar el gasto público con un sistema tributario que altera artificiosamente las reglas de convivencia social, basado en rigorismos formales excesivos provoca efectos negativos para el desarrollo de la empresa nacional, en especial las PYMES;
j) Todo esto resulta en un esquema tributario que provoca el mal pago impositivo y la litigiosidad tributaria; ataca la formación de ahorro interno porque altera los precios encareciéndolos y afectando su estructura de costos directos de producción y de comercialización, haciendo disminuir la capacidad adquisitiva de sus habitantes, lo que se refleja en el desmejoramiento de su calidad de vida.
Por ello, es imperioso gestar una modificación sustantiva e integral del sistema impositivo argentino en todas las jurisdicciones, que rectifique los aspectos nocivos del actual modelo de imposición y de redistribución de la masa impositiva;
k) Debido a la complicada condición económica por la que atraviesa el sector, no resulta conveniente generarle más cargas y costos administrativos.45

Si bien ese diagnóstico y esas propuestas se referían al sector PYME, creo que son perfectamente aplicables al conjunto de la economía productiva nacional.

En virtud de ello, debe instarse a que la reforma tributaria que se proponga debe apuntar a un sistema que no "castigue" el consumo e impulse la producción y capitalización de las pequeñas y medianas empresas.

La importancia trascendente del sector PYME en nuestra economía regional no es un secreto para nadie y ha quedado demostrado en el presente trabajo.

Citando una vez más las conclusiones de las Jornadas ya referenciadas:

l) Las PYMES de Argentina tienen la difícil tarea de colaborar con la construcción de una sociedad donde el crecimiento, la productividad y la competitividad no sean incompatibles con altos niveles de equidad social;
m) Para llevar a cabo exitosamente ese papel, es indispensable el apoyo y la promoción del Estado, para recuperar el normal desarrollo de este sector trascendente de la economía.46

II.2.1. Otras medidas imprescindibles

Dado lo acotado del espacio, solamente se enunciarán las restantes medidas necesarias para iniciar el camino del crecimiento económico y social; integral y sustentable:

  1. desarrollo planificado de infraestructura;

  2. reforma al sistema tributario;

  3. reforma a la administración tributaria;

  4. reformulación de la ley de coparticipación federal;

  5. racionalización del Estado;

  6. mejorar la competitividad de la actividad económica privada;

  7. apoyo a las PYMES;

  8. transformar el gasto social en inversión productiva;

  9. crear la banca regional de desarrollo;

  10. establecer una política energética de largo plazo.

III. LA ÉTICA COMO FIN Y COMO MEDIO INDISPENSABLE

Las propuestas economicistas no tendrían ningún sentido si el país sigue manejándose como ahora, con una profunda despreocupación por los valores morales y el olvido de la ética, ya sea por parte de la clase dirigente como de la ciudadanía en general.

La ética y la equidad no son obstáculos para el desarrollo. Todo lo contrario. Muchos autores han observado que los sistemas económicos de mercado no funcionan de manera adecuada sino en aquellos países en los que existen sólidas bases políticas y éticas.

Habitualmente se han atribuido estas dificultades a la idiosincrasia nacional, donde jugarían aspectos históricos y culturales. Sin embargo, podemos ver que, en lo que a su desempeño económico se refiere, países con idénticas raíces históricas y culturales, fracasan unos y tienen éxito los otros. Más aún, un mismo país tiene etapas brillantes y otras oscuras. La misma Argentina, que al principio de siglo asombraba a los extranjeros por si ímpetu imparable y sus realizaciones, sorprende en la actualidad por la decepcionante trayectoria posterior.

Esas diferencias tampoco pueden provenir de los diferentes objetivos que se proponen las sociedades. Independientemente de las declaraciones altisonantes de los gobiernos y de las intenciones de algunas minorías, las masas ya han elegido el "american dream". El confort y el consumismo de la actividad del hombre de carácter económico, la que se relaciona con la escasez de medios y multiplicidad de fines. La excepción es el integrismo musulmán.

Es verdad que algunos grupos humanos parecen más refractarios que otros a asumir la cultura y la disciplina del trabajo. Las mayores diferencias surgen de la distinta actitud respecto del trabajo, el esfuerzo, el ahorro, la innovación, el riesgo, el cambio tecnológico, etc. Es decir, en el plano de la conducta, el plano regido por la moral.

En suma, resultan decisivas las bases de organización política y el nivel moral de una sociedad en cada momento de su trayectoria. Confirma estas presunciones cierta relación observada en encuestas, entre nivel de corrupción y mediocridad en el desempeño económico de cada país.

No parece haber duda respecto a que el nivel ético de una sociedad influye de manera decisiva en el funcionamiento de las economías no centralmente planificadas. Pero surge aquí la pregunta de si el componente ético constituye un factor adicional al mercado, que lo favorece pero es ajeno a él, o si, por el contrario, es parte integrante de la estructura del mercado.

Muchas de las grandes figuras históricas del pensamiento económico han considerado la moral como perteneciente a una dimensión diferente de la realidad. O no han tratado el tema o, si lo han hecho, nunca ha constituido un punto central de sus teorías.

Algunas escuelas historicistas, marxistas, institucionalistas, etc., señalan las imperfecciones de los mercados y los límites de la competencia, en cuyos enfoques políticos e ideológicos juegan un papel central, pero los aspectos éticos sólo lo hacen indirectamente.

La posible colisión entre racionalidad ética y racionalidad técnica formulada por Max Weber, es decir, el comportamiento racional según los valores o el comportamiento racional en vista de obtener ciertos fines, la resolvió Adam Smith postulando que una mano invisible guía por la senda del bien común al que busca sólo su interés. Esto es no solamente más que dudoso, sino que sabemos, por experiencia personal, que la utilidad individual no es el único motivo de nuestras decisiones.

El imperativo moral se impone con su propio peso. La primacía de la ley moral sobre la racionalidad técnica es indiscutible. Sobre todo porque la actividad económica es una actividad de índole social. El sentido de la actividad económica de cada uno está ligado a la actividad económica de los demás.47

El doctor Olivera da un paso más. Para él la regla moral no se impone desde afuera del mercado sino que forma parte constitutiva de la estructura del mercado. Más aún, es un componente del mercado que garantiza que haya soluciones de equilibrio.48

Se sigue de la obra de los teóricos del equilibrio general como Walras y Pareto49 que la interdependencia de todas las magnitudes económicas ocurren a partir de ciertos datos que configuran una estructura económica. Son ellas: las condiciones técnicas de la producción, la distribución de la propiedad de los factores de la producción, la estructura de las necesidades de los consumidores y los modos de comportamiento y los objetivos de los sujetos económicos. Este conjunto de elementos subjetivos y objetivos es el que determina simultáneamente precios y cantidades en los mercados.

Subrayemos que entre los datos están los modos de comportamiento y los objetivos de los sujetos económicos.

Olivera va a precisar la existencia de un condicionante ético en el mercado; y consiste en lo que llamamos "transparencia" o información al alcance de todos, indispensable para configurar un mercado atomístico de libre concurrencia como la ausencia de presiones monopólicas. Si la información es incompleta o parcial, alguien puede utilizarla en su provecho y en perjuicio de otros. Ya lo dejó establecido W. S. Jevons en 1863: "Un mercado es teóricamente perfecto cuando todos los compradores poseen un completo conocimiento de las condiciones de oferta y demanda y de las relaciones de cambio resultantes".50

En suma: es este uno de los cinco elementos que definen un mercado de competencia perfecta en el modelo clásico:

- atomicidad tanto del lado de la oferta como de la demanda;

- homogeneidad del producto;

- libre entrada en la industria;

- movilidad de los factores de producción y

- transparencia del mercado.

Esto último significa que todos los participantes tienen un conocimiento completo de todos los datos significativos.

A este respecto, concluye: "La estrategia de la verdad coincide con la estrategia del equilibrio… Una organización económica eficiente no puede edificarse sobre una base de engaño y mala fe".51

Continúa Olivera con otro condicionante, abriendo aquí un nuevo rumbo para el análisis teórico:

El atributo básico de una economía descentralizada es la mutua compatibilidad entre los planes formulados individualmente por los consumidores y los productores en respuesta a los precios del mercado. Esta propiedad de coherencia entre las decisiones económicas se denomina tradicionalmente "equilibrio general" o "equilibrio". Las hipótesis habituales en teoría económica sobre las preferencias de los consumidores no garantizan la existencia de equilibrio ni aun bajo condiciones de convexidad estricta de los conjuntos de producción. Para asegurar que exista al menos una solución de equilibrio se recurre a la hipótesis conocida ordinariamente como "supuesto de interioridad", según la cual cada consumidor posee una dotación inicial de todos los bienes sin distinguir entre mercancías básicas y objetos suntuarios.52

Esta tesis implica una severa restricción igualitaria sobre la distribución de la riqueza, agrega su autor.

La condición a la que aquí se alude consiste en la necesidad de que la función de la demanda (y la de la oferta) no deben presentar discontinuidades, pues, de haberlas, no estaría garantizada la intersección de ambas curvas.53

Un atisbo de lo que plantea rigurosamente Olivera lo habían tenido Antoine Agustín Cournot y Hans Von Mangoldt al establecer la teoría de los precios después de Smith y Ricardo.54

Dice el primero: "La función de la demanda es una función continua, es decir, una función que no salta de un valor a otro sino que toma en el intervalo todos los valores intermedios". Y Mangoldt agrega: "A un bienestar uniformemente distribuido corresponde una disminución paulatina de la demanda frente a un aumento de los precios".

Por el contrario, una situación de gran desigualdad puede dar lugar a discontinuidades en la curva de la demanda. Cournot aceptaba que pueden efectivamente existir tales discontinuidades, pero suponía que "el comercio tenderá a eliminarlas". Olivera, por el contrario, señala que eso no está asegurado. En tales condiciones nada garantiza que haya una solución de equilibrio. Y enfatiza la relación entre esa situación y la distribución del ingreso. O sea lo que en el pasado (1838) Mangoldt denominó "distribución del bienestar".55

Para explicarlo de modo tal vez en exceso simplificado: si la curva de la demanda, o la de la oferta, presenta discontinuidades, o sea "huecos", nada garantiza que se produzca una intersección de ambas. Puede no haber un punto en el que el precio iguale oferta y demanda. Esto podría ocurrir en una economía en la que la distribución del ingreso fuese tal que un grupo de consumidores tiene una renta y una riqueza altísima, y el resto apenas un nivel de supervivencia.

El proceso económico resulta de la estructura económica. Si ésta no cumple determinadas condiciones, algunas de carácter ético, el proceso no funciona de manera adecuada. Aparece así la relación técnica entre equilibrio económico y equilibrio social.

En suma: el funcionamiento adecuado del mercado, especialmente sus atributos de equilibrio, depende en parte de condiciones de índole ética. Y, recíprocamente, toda ética social realizable se apoya sobre una base técnica.

El crecimiento económico se mide de un modo sencillo y consensuado: el aumento del PBI per cápita. En cambio, la definición de desarrollo económico es más compleja. En un libro clásico sobre este tema,56 se lo define como un proceso permanente de transformación económica, que involucra un amplio espectro de fenómenos interrelacionados: políticos, institucionales, regulatorios, de estructura económica, patrones demográficos, costumbres sociales, estándares de salud y educación, niveles de desigualdad, imperfecciones de mercado, etc.

En las últimas dos décadas han cobrado fuerza ciertos enfoques que comparten una visión integral sobre el proceso de desarrollo, según los cuales la defensa, concreción y ampliación de derechos políticos, económicos, sociales y culturales constituyen el objetivo del desarrollo económico y social. Con fundamento en los valores éticos de igualdad y solidaridad, se reconoce la universalidad, indivisibilidad e interdependencia de ese conjunto de derechos.57

La adhesión a esta concepción del desarrollo debe materializarse no sólo en las grandes opciones estratégicas, sino también en cada una de las políticas públicas que las instrumentan, ya sean de corto o largo plazo. De lo contrario, se corre el riesgo de que esta adhesión revista un carácter formal y abstracto.

Pero eso no se producirá ni por azar ni, menos, por la decisión de quienes ostentan el poder y lo manejan a discreción. Para que se produzca un verdadero cambio es imprescindible que, como dice Aguinis,58 se reduzcan las amplias porciones sociales que esperan el milagro y crezca la inclinación por el esfuerzo, la seriedad, el conocimiento y la organización. La única manera de obtener frutos verdaderos y duraderos es emprendiendo juntos la lucha contra la corrupción, entendida ésta como todo obstáculo social que impide el crecimiento integral, equitativo y sustentable de nuestro territorio y de nuestra población.

Para erradicar el mal hay que poner manos a la obra, con una legislación adecuada y una justicia verdaderamente independientes; una administración de gobierno honesta, controlada, que impida a los funcionarios participar en decisiones contrarias al interés general.

Para llegar al éxito, el compromiso ético y moral debe estar presente todos los días y en todos y cada uno de los ciudadanos.

Argentina ha perdido mucho tiempo, esfuerzos y recursos. La única manera de que semejante dilapidación se vuelva a nuestro favor es aprendiendo de los errores propios, para no volver a cometerlos.

Ya todo está escrito, sólo falta atender y aprender la lección.

NOTAS

1 Jorge Todesca, El mito del país rico (Buenos Aires: Emecé Editores, 2006), 11.         [ Links ]

2 Roberto Frenkel, "El empleo en los años noventa". Diario La Nación, 16 de julio 2006, 15.         [ Links ]

3 Fernando Porta, "El desempeño industrial entre 2002 y 2006". CEPAL-Redes 2(2007): 10.         [ Links ] Citado por, Bernardo Kosacoff en Hacia un nuevo modelo industrial (Buenos Aires, Capital Intelectual, 2007), 68.         [ Links ]

4 Carlos Tomada (Ministro de Trabajo de la Nación), "Anticipan pleno empleo a fines de 2011"; disponible en http://www.argentina.ar/es/; Internet (consultada el 14 de septiembre de 2010).         [ Links ]

5 INDEC, Encuesta permanente de hogares (2008). Citada en "En 12 ciudades del país aumentó el desempleo", El Diario, 10 de marzo 2009, 10.         [ Links ]

6 Minuto Político, "Anticipan pleno empleo a fines de 2011".

7 Ernesto Kritz, citado por Cecilia Novoa y Juan Manuel Barca, "Argentina 'bipolar': muchos festejan pleno empleo y otros pelean por un trabajo"; disponible en  http://www.iae.edu.ar/iaehoy/Documents/NG_20100806_iProfesional_Fracchia_Empleo.pdf; Internet (consultada el 05 de agosto de 2010).         [ Links ]

8 Gonzalo A. Fernández, "Argentina: desempleo y pobreza"; disponible en http://www.econovista.com.ar; Internet(consultada el 14 de febrero de 2009).         [ Links ]

9 Mercado Argentino, "Los pobres que esconde el INDEC"; disponible en http://www.mercado-argentino.com.ar; Internet (consultada el 14 de enero de 2011).         [ Links ]

10 Bernardo Kliksberg, "Los efectos de la pobreza", entrevista en el Diario Clarin, 15 de diciembre de 2008, 26.         [ Links ]

11 Edgardo Civit Evans: "Salta Libre"; disponible en http://www.saltalibre.org.ar; Internet (consultada el 17 de agosto de 2009).         [ Links ]

12 INDEC, Estadísticas macroeconómicas; disponible en http://www.indec.gov.ar; Internet (consultada el 20 de marzo de 2007).         [ Links ]

13 Jorge Todesca, El mito del país rico, 372.

14 "Se agrava el drama de la desnutrición en la Argentina", El Diario, 23 de diciembre de 2009, 10.         [ Links ]

15 Universidad Católica Argentina y Fundación ARCOR, citados en "Se agrava el drama de la desnutrición en la Argentina", 10.

16 Carlos Leyba, "¿Qué decimos cuando hablamos de distribución del ingreso?", Revista DEBATE 274 (2008): 10.         [ Links ]

17 Este indicador combina la incidencia de la pobreza o indigencia con la profundidad. Mientras que la incidencia se define como la proporción de la población cuyos ingresos son inferiores al valor de la línea de pobreza (cualquiera sea el criterio utilizado), la profundidad de la pobreza es la diferencia entre la línea de pobreza y el ingreso promedio de la población pobre, expresada como fracción de la línea de pobreza. Multiplicando la incidencia de pobreza por la medida de profundidad de la pobreza se obtiene una medida de la magnitud de la pobreza.

18 En 1995 se realizó organizado por el Ministerio de Salud, un registro del peso y talla de los niños que concurrieron a control. Los datos relevados corresponden a 17 provincias y son indicativos de la situación nutricional de los niños que asistieron a servicios públicos de salud de 17 de las 24 jurisdicciones. En la actualidad se está realizando un operativo similar en la mayoría de las provincias y está prevista la realización de una Encuesta Nacional de Salud y Nutrición a cargo del Ministerio de Salud.

19 Línea de pobreza según su uso en el país: Es el valor de compra de una canasta de bienes y servicios que satisface un conjunto de necesidades alimentarias y no alimentarias consideradas esenciales. Un hogar o una persona se define como pobre si sus ingresos son inferiores al costo de dicha canasta (compuesta por alimentos, vestimenta, transporte, servicios de salud y otros).

20 Los datos del 2002, son los publicados por el INDEC de la encuesta de mayo correspondientes a la zona Metropolitana de Buenos Aires, que son indicativos de la situación que se presenta en el total del país urbano. Ello porque con fines comparativos, en 1990 (año base) sólo se dispone de información para Gran Bs. As.

21 El Coeficiente de Gini es una medida de la desigualdad ideada por el estadístico italiano Corrado Gini. Normalmente se utiliza para medir la desigualdad en los ingresos, pero puede utilizarse para medir cualquier forma de distribución desigual. El coeficiente de Gini es un número entre 0 y 1, en donde 0 se corresponde con la perfecta igualdad (todos tienen los mismos ingresos) y 1 se corresponde con la perfecta desigualdad (una persona tiene todos los ingresos y los demás ninguno).

22 Agustín Salvia, citado por Alejandro Rebossio, "Se estancó la distribución del ingreso en los últimos dos años". Diario La Nación, 10 de febrero de 2009, 8.         [ Links ]

23 UNDP, "Human Development Report 2009"; disponible en http://www.hdrstats.undp.org/en/indicators/161.html; Internet (consultada el 19 de marzo de 2010).         [ Links ]

24 Leonardo Gasparini, citado por Rebossio, "Se estancó la distribución del ingreso en los últimos dos años", 17.

25 Ernesto Kritz, citado por Rebossio, "Se estancó la distribución del ingreso en los últimos dos años", 5.

26 Alejandro O'Donnell, citado por Eduardo Pavslosky, "El hambre no tiene tácticas moderadas", disponible en http://www.blogs.que.es/16515/2008/3/25/una-explicacion-la-inseguridad-la-argentina-i.; Internet (consultada el 25 de marzo de 2008).         [ Links ]

27 José M Pasquini Durán, citado por Pavslosky, "El hambre no tiene tácticas moderadas".

28 Lía Ricón, "Los efectos de la inseguridad en Argentina". Diario La Nación, 17 de noviembre de 2007, 30.         [ Links ]

29 Centro de Estudios para la Convergencia Ciudadana; disponible en http:// www.converciud.org.ar; Internet (consultada el 20 de marzo de 2010).         [ Links ]

30 Ricardo Petrissans, citado por Ricón, "Los efectos de la inseguridad en Argentina", 30.

31 Organización Mundial de la Salud, Boletín Nº 4 (2007).

32 Sergio Saliche, Red Asistencial de Buenos Aires, citado por Ricón, "Los efectos de la inseguridad en Argentina", 11.

33 Ricardo Petrissans, citado por Ricón, "Los efectos de la inseguridad en Argentina", 21.

34 OLACEFS, "El papel de las EFS frente a la corrupción administrativa", IV Sesión Ordinaria de la Asamblea General (Uruguay, 1994).         [ Links ]

35 Napoleón Saltos Galarza, Ética y corrupción: estudio de casos (Ecuador: Ed. Proyecto AAA, 1999).         [ Links ]

36 Luis Moreno Ocampo, En defensa propia (Buenos Aires: Planeta, 1999), 104.         [ Links ]

37 Secretariado Permanente de Tribunales de Cuentas, "Declaración de Contralores Centroamericanos", Boletín Informativo Nº 83 (1995): 71-72.         [ Links ]

38 Ocampo, En Defensa propia, 104.

39 Carmen Beltzer, citada por Romualdo Brughetti, Repensar la Argentina (Buenos Aires: Emecé, 1995), 66.         [ Links ]

40 Guillermo Vitelli, Negocios, corrupciones y política (Buenos Aires: Prendergast, 2006), 545.         [ Links ]

41 OCDE, Informe sobre la corrupción; disponible en http://www.ocde.org; Internet (consultada el 13 de abril de 2006).         [ Links ]

42 Ibíd.

43 María del Huerto Romero, "Integración y desarrollo en América Latina", en Globalización, integración, MERCOSUR y desarrollo local (Rosario: Homo Sapiens, 2000), 63.         [ Links ]

44 Carlos Marín, "Críticas y propuestas de los empresarios Pymes", El Diario, 17 de junio de 2001, Sección 3, 2.         [ Links ]

45 Consejo Profesional de Ciencias Económicas de Entre Ríos, Conclusiones de IX Jornadas Provinciales (La Paz, Entre Ríos, 2001), 1.         [ Links ]

46 Consejo Profesional de Ciencias Económicas de Entre Ríos, Conclusiones de IX Jornadas Provinciales, 1 y ss.

47 Julio H. G. Olivera,"Realidad e Idealidad en la Ciencia Económica". Revista Ciclos en la Historia, la Economía y la Sociedad 7 (1997): 13.         [ Links ]

48 Ibíd.

49 Franco Donzelli, "Walras y Pareto en el sentido del concepto de la solución en la teoría de equilibrio general", Revista Internacional de Economía.

50 Emmanuel Borgucci, "William Stanley Jevons: precursor del pensamiento económico neoconservador", Revista Telos 8, nº 1 (2006), 16.         [ Links ]

51 Julio H. G. Olivera, "Racionalidad técnica y racionalidad ética". Revista ENOIKOS 12 (2006): 27.         [ Links ]

52 Olivera, "Racionalidad técnica y racionalidad ética", 26.

53 Julio H. G. Olivera, Comunicación a la Academia de Ciencias Económicas del 20 de diciembre de 1989 preparada a invitación de la Unión Matemática Argentina.         [ Links ]

54 Textos de dichos autores que reproduce Schneider, T. II, 114, 115 y 131.

55 Hans von Mangoldt, Der Unternehmergewinn (Leipzig, 1855) 38, 51 ss. 54, 61.         [ Links ]

56 Debray Ray, La economía del desarrollo (Barcelona, España: Antonio Bosch, 2002), 234.         [ Links ]

57 José A. Ocampo, "Economía y democracia". PNUD; disponible en http://www.iadb.org/etica/documentos; Internet (consultada el 10 de agosto de 2008).         [ Links ]

58 Marcos Aguinis, Valores e ideales; citado por Brughetti, Repensar la Argentina, 73.

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