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Revista argentina de sociología

versión On-line ISSN 1669-3248

Rev. argent. sociol. v.5 n.9 Buenos Aires jul./dic. 2007

 

Salvar la nación. Intelectuales, cultura y política en los años veinte latinoamericanos. Patricia Funes (Prometeo Libros, Buenos Aires, 2006, 442 páginas - ISBN: 9789875740754)

Emir Sader

Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) esader@campus.clacso.edu.ar

Emir Sader. Sociólogo. Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Coordinador general del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad de Río de Janeiro, organismo miembro de CLACSO. Profesor de la Universidad de San Pablo, USP, y de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, UERJ.

La nación: la brújula y los espejos

Los años veinte y los sesenta fueron clave en el siglo XX. Dos momentos de crisis y desarticulación del sistema imperial de dominación y, por consecuencia, de sueños de "asalto al cielo". Del desenlace de las décadas dependió mucho de lo que sucedería posteriormente en la historia contemporánea. La derrota de la revolución alemana probablemente condenó a la revolución soviética al aislamiento y al.fracaso. Tanto es así, que la crisis de 1929 en Europa no produjo alternativas de izquierda sino de derecha. La incapacidad de concretar políticamente las barricadas de los sesenta ha llevado a una nueva marea conservadora y no a la "transformación de nuestros sueños en realidades".
La década no podía dejar de estar marcada por la Primera Guerra Mundial -el final de una época de aparente vida apacible en el mundo, que incubaba el conflicto bélico más salvaje, no todavía el de los bombardeos aéreos, pero sí el de las bayonetas, de la muerte cara a cara-, incluyendo, obligadamente, el arreglo de cuentas con el asunto del nacionalismo. Fue en aquel agosto de 1914 cuando el movimiento obrero y la izquierda vivieron su primer gran trauma, al tener que decidir la prioridad entre la cuestión social -los intereses de clase- o la cuestión nacional -los intereses de los gobiernos burgueses-. La fractura producida nunca se habría de cerrar.
La herida era apenas un síntoma de las dificultades de la izquierda para descifrar el nacionalismo: un preludio a las confusiones. Víctima de las trasposiciones mecánicas del fenómeno en Europa para América Latina, Perón y Vargas aparecían como expresiones del fascismo criollo y Batista podía ser caracterizado como nacionalista. Faltaba "el análisis concreto de la situación concreta", como recomendaba Lenin.
Restaba entender que en Europa el liberalismo había sido la ideología de la burguesía ascendiente en contra de las trabas feudales, mientras el nacionalismo aparecería como ideario conservador, chovinista, de la contraposición de los intereses de cada nación en contra de la otra. Mientras que en la periferia el liberalismo era la ideología de los sectores primario-exportadores, interesados en el "libre comercio", y el nacionalismo aparecía como proteccionista, industrializador, desarrollador del mercado interno, contrapuesto a la dominación externa.
Así, tanto el nacionalismo como el liberalismo tenían las señales cambiadas en el paso del centro a la periferia del capitalismo. La incomprensión del fenómeno de la periferia -del sur del mundo, diríamos hoy- impedía y sigue impidiendo la comprensión de la naturaleza específica de nuestros procesos históricos. Sólo análisis concretos, históricos, que comprendan las formas específicas mediante las cuales esos fenómenos han echado raíces en nuestros países, pueden permitir captar su naturaleza.
El libro de Patricia Funes es de los que nos abren los caminos de esa comprensión. La comprensión de cómo el concepto de nación venía a llenar un vacío -de forma real o imaginaria- en una parte especial de la historia de nuestras sociedades, cuando la fértil crisis de identidad es uno de los centros de la investigación de Patricia, que parte precisamente de estas preguntas: "¿Cómo somos?" o "¿Por qué no somos como…?", y de la constatación esencial de Pedro Enrique Ureña: "No es que tengamos brújula propia, es que hemos perdido la ajena".
Huérfanos, no nos quedó sino el camino de la construcción propia de nuestras naciones y la comprensión de sus significaciones. La fuerza que le propicia la gran capacidad de investigación histórica permite a Patricia llevarnos de la mano por la discusión de lo que es una nación, lo cual significa inmediatamente pensar: "¿Cuál es el lugar de los indios, de los campesinos, de los inmigrantes, del antiimperialismo, del socialismo?".
Más que salvar la nación, se trataba de ser salvador por ella, lugar de llegada de la crisis de identidad o, al contrario, nombre que se dará por tantas décadas a esa misma crisis. La Argentina y México, con razón, aparecen como los escenarios más significativos y dramáticos de esa crisis, protagonizada por el nacionalismo, el socialismo y el liberalismo como sus actores principales, en tensión, en coalición o en guerra entre sí.
"La nación es una de esas raras entidades que parece conjugar a un mismo tiempo lo teórico y lo estético, la emoción y la razón, lo orgánico y lo artificial, lo individual y lo colectivo, lo étnico y lo cívico, las identidades y las leyes" -nos dice Patricia-. Es un concepto a la vez convincente, una especie de intuición que nos aparece como un dato de la realidad y, a la vez, un enigma que, más que resolver, replantea nuestra crisis de identidad.
El brillante análisis histórico que realiza Patricia nos permite vivir en carne propia esos dilemas, nos enriquece en su comprensión y replantea sus términos a nivel superior. Solamente un enfoque de la historia, no como historiografía menor y descriptiva sino como síntesis de todas las ciencias humanas -como la planteaba Marx en La ideología alemana-, posibilita esta comprensión. La pretensión de Patricia de que la discusión intelectual sobre la nación en la década de 1920 es fundacional se comprueba fehacientemente y hace de su libro un gran libro, una lectura a la vez agradable y necesaria.

Aceptado: 21 de septiembre de 2007

 

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