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La aljaba

On-line version ISSN 1669-5704

Aljaba vol.10  Luján Jan./Dec. 2006

 

El trabajo de las empleadas domésticas: entre lo doméstico (privado) y lo asalariado (público).

Maids' work: between the private and public spheres

Mariana de Dios Herrero.

Instituto Interdisciplinario de Estudios de la Mujer. Facultad de Ciencias Humanas. UNLPam.

Resumen

Este artículo presenta algunas consideraciones sobre el servicio o empleo doméstico. Se estudia esta ocupación de larga data,  que en el actual contexto de desocupación y situaciones laborales precarias de subocupación o infraocupación, aparece como una salida laboral inmediata para las mujeres y cuya familia se ha empobrecido.
Se analizarán los cambios, permanencias, rupturas y continuidades que presenta la definición de esta forma de trabajo, a partir de las representaciones y significaciones que ellas mismas asignan cómo se traducen en sus modos de vida, expectativas y proyectos.

Palabras claves: Trabajo asalariado; Trabajo doméstico; Mujer; Familia; Educación.

Abstract

This article presents some considerations about domestic service.It is studied that this old job, in the actual context of unemployment  and  precarious working situations of underemployment, appears as an immediate working option for women whose families have become poorer.
The changes, permanencies and breaking-offs that the definition of this way of working presents, will be analyzed starting from the representations and significations that they have, how they turn into their ways of living, their expectations and their projects.

key words: Salaried work; Domestic service; Woman; Family; Education

En el actual contexto de desempleo, junto a situaciones laborales precarias de subocupación o infraocupación y precarización de las relaciones salariales, la historia parece haber sido distinta para mujeres y varones. Se observa una intensificación de la demanda laboral del sector servicios y que cada vez más las mujeres, aumentan su participación en el mercado de trabajo en la realización de tareas de baja calificación, como limpieza del hogar, lavado y planchado de ropa, cuidado de niños, ancianos, las que en conjunto integran el empleo doméstico.

Según los datos analizados por Caritas (2001) en nuestro país, el sector servicios de baja calificación, dentro del cual se considera al empleo doméstico, sigue representando entre el 20% y 30% de la PEA femenina.

En la provincia de La Pampa, según los datos de la Encuesta Permanente de Hogares onda Mayo 2003, para el aglomerado urbano Santa Rosa Toay, según Población ocupada por carácter y calificación ocupacional según sexo, de un total de 25.124 varones, un 11,1% integra la categoría de servicios varios, siendo un 4,8% la ocupación no calificada (aquella que no requiere de las habilidades o conocimientos previos para su ejercicio, como es el caso del servicio doméstico), mientras que de un total de 19.622 mujeres, un 34,3 %, integra la categoría servicios varios, siendo un 28, 9 % la ocupación no calificada.

El mundo del trabajo está cada vez más asociado a la capacitación y a la obtención de credenciales educativas, por esto, el empleo doméstico, que no requiere conocimientos formales ni requerimientos acreditables, aunque se trata de una ocupación de larga data, aparece hoy como la salida laboral inmediata para la mujer.

A partir de este marco, en el presente artículo se realizará un análisis preliminar de  algunas apreciaciones, acerca del empleo doméstico surgidas de un trabajo sobre mujeres que se dedican a esta actividad en la ciudad de Santa Rosa1, se propone reflexionar, sobre la definición de este tipo de trabajo, en torno a  algunos interrogantes: ¿Cuáles son los elementos constitutivos del empleo doméstico?. ¿Cómo contribuyen en la conformación de la subjetividad de las trabajadoras?. ¿Cómo se conforma la categoría "trabajadora" en este contexto?.

Además se pretende vincular ese debate conceptual a las representaciones, sentidos y significaciones que las mismas empleadas domésticas le atribuyen, se hará hincapié en los cambios, permanencias, rupturas y continuidades que presenta su definición y redefinición y cómo se traducen en los modos de vida, expectativas y proyectos de las mismas trabajadoras en las últimas décadas. 

En este sentido se sitúa el análisis en el marco de una crisis económica y los efectos de políticas de ajuste sobre el empleo donde la incorporación de la mujer al mercado laboral se ha incrementado en un contexto de desempleo y precariedad laboral cada vez mayor.

1. El empleo doméstico entre lo público y lo privado

Definir el empleo doméstico como una forma de trabajo más, resulta dificultoso, si por trabajo se entiende a la actividad que realizamos a cambio de una remuneración.

Rafael Arancil (1996), en coincidencia con Gorz (1995), afirma que es con el capitalismo fabril, cuando surge la idea contemporánea del trabajo cuyo significado es producción y rendimiento. Hasta el siglo XVIII, el término trabajo designaba el esfuerzo de los siervos y de los jornaleros que producían los bienes y servicios necesarios. El trabajo parece haber sido siempre esfuerzo y sufrimiento, nunca fue un elemento de integración, sino un principio de exclusión social.

El capitalismo le ha asignado un significado diferente y hasta contrapuesto, pues asoció al trabajo con aquella actividad humana, predominantemente masculina,  productora de valor en la esfera pública, objeto de valoración social, eje de relaciones sociales y reservó la esfera privada al desarrollo de actividades del hogar, área de la reproducción, del trabajo doméstico, no remunerado, impago y realizado casi exclusivamente por las mujeres.

Según Scott y Nash (1993, citados en Moreno, 2000), el proceso de industrialización marca un momento clave en la definición del lugar de las mujeres, en que se especifica como prioritaria su misión maternal y doméstica. Cuando se separó el hogar del lugar de trabajo se postuló el sexo como la única razón de las diferencias entre hombres y mujeres en el mercado laboral. Es decir, en ese momento se refuerza con gran entusiasmo el discurso que concebía la división sexual del trabajo como "natural". 

Esta división del trabajo responde a una organización de la sociedad denominada patriarcal. De acuerdo a Elizabeth Jelin (1998), la organización patriarcal se caracteriza por un papel protagónico del hombre adulto quien dirige la actividad de los miembros de la familia. La mujer se hace cargo de las tareas reproductivas. Por ello al interior de la familia y a partir de la división del trabajo, se construyen y reafirman jerarquías sociales basadas en relaciones de poder características de una sociedad que confiere un lugar de privilegio al sexo masculino con respecto del femenino.

Según Elizabeth Peredo Beltrán (2003), el trabajo doméstico consiste en un complejo de actividades totalmente necesarias para la subsistencia y reproducción familiar y social, pero al interior de la familia reproduce la pirámide social en la que las mujeres ocupan la base, realizando las tareas más pesadas y lo hacen con una mayor responsabilidad y vinculación identitaria.

Así, la mujer desde la infancia es socializada para el desempeño de tareas domésticas, de reproducción, que constituyen un trabajo invisible, que al no ser remunerado, no tiene valor de cambio dentro de la sociedad, y queda circunscrito al espacio privado de la intimidad del hogar. Simone de Beauvoir (1999: 422), dice: "El trabajo que la mujer realiza en el interior del hogar no le confiere ninguna autonomía, no es directamente útil a la comunidad, no desemboca en ningún porvenir y no produce nada. Solo adquiere su sentido y dignidad si es integrado a existencias que trascienden a la sociedad en la producción o la acción".

En este contexto, cabe preguntarse si es posible definir al empleo doméstico con relación al trabajo asalariado o pensar su conceptualización  entramada en una tensión entre el ámbito privado (de la reproducción, desvalorizado, femenino) y público (producción, valorizado, masculino).

La empleada doméstica, queda confinada a la esfera privada, ocupándose de un trabajo socialmente desvalorizado, y cuya desvalorización hunde sus raíces en la misma subvaloración del trabajo doméstico por considerarse éste, "propio", "natural" de la mujer (ama de casa) realizado "por amor" a su familia.

Según Hortensia Moreno (2000:33), el trabajo doméstico nos recuerda a nuestra pertenencia al reino animal, con sus ciclos vitales repetitivos, regulares y definitivos: no obstante nuestra pretensión de trascendencia, está atada al mundo material y sus exigencias, pero tenemos diversas maneras de enfrentar esta atadura, le permite a algunos reducir a su mínima expresión todo aquello que está vinculado fatalmente a lo biológico y al sucio trabajo de mantener al mundo limpio, mientras que condena a otras a un esfuerzo permanente y permanentemente condenado al fracaso de contener el peso ineluctable de la materialidad: sólo puede mantenérsela a raya. Nos vincula al cuerpo y a todo lo que se opone al espíritu inefable: mugre, pobredumbre, muerte.

El empleo doméstico, no es como cualquier otro trabajo asalariado. Aunque se recibe salario, se desarrolla no en el ámbito público, (el de la producción, reconocido y valorado socialmente, propio del hombre) sino en el privado (el de la reproducción, no valorado y propio y natural de la mujer), trabajo asalariado, pero al fin trabajo doméstico.

Esta zona difusa, en la que se ubicaría el empleo doméstico, donde lo privado y lo público se presenta solapado, aparece como un rasgo distintivo, que abre nuevos interrogantes con relación a las representaciones y sentidos ambivalentes que origina para quienes se ven involucrados en esta peculiar relación laboral.

El trabajo doméstico aunque asalariado, se desenvuelve en una trama de relaciones, en el seno de una familia, que no es una institución capitalista, de acuerdo a Saffioti (1984, citado en Hildete Pereira Melo, 1993:215): "Las actividades desarrolladas por las empleadas domésticas en residencias particulares no están organizadas en forma capitalista, por lo tanto no son capitalistas. Tales trabajadoras no están subordinadas directamente al capital, pero se les paga con ingresos personales... Aunque haya un contrato de trabajo, verbal o escrito, las empleadas domésticas realizan tareas cuyo producto bienes y servicios es consumido directamente por la familia empleadora, por tanto no circula en el mercado a efectos de cambio y lucro".

Mary García Castro (1982, citada en Magdalena León 1993:283), dice: "el servicio doméstico es una reminiscencia de las relaciones precapitalista de trabajo en el actual estado de la economía de países capitalistas subdesarrollados".

Desde esta perspectiva, León (1993) define al empleo doméstico como un "modo de vida", puesto que no consiste sólo en una relación exterior, una actividad del mercado en la que se compra y vende fuerza de trabajo, sino que se inscribe en la esfera privada.

La empleada doméstica cuando realiza el trabajo doméstico como tarea remunerada divide su tiempo en trabajar afuera, esfera de lo público, pero a su vez adentro de la unidad doméstica, esfera de lo privado pero que para ellas es público. Como consecuencia en la vida de la empleada doméstica, los límites entre lo público y lo privado se desdibujan, lo que agrava su carga de doble jornada. Además, habría una "sobredosis" de trabajo doméstico en la vida de la empleada doméstica derivada de la reiteración de un mismo trabajo.

Ahora bien, ¿el significado del empleo doméstico, con sus elementos heredados del trabajo doméstico y la ideología patriarcal, trasciende la noción de trabajadora?. ¿Qué tensiones o interdicciones establece el "solapamiento" de los ámbitos  público y privado, donde parece situarse al trabajo doméstico, en los significados, representaciones que la misma trabajadora construye, y deconstruye acerca de su trabajo, a lo largo de su trayectoria laboral con las relaciones laborales implicadas y al interior de su vida familiar?.

2. Representaciones y Prácticas del empleo doméstico según sus protagonistas

Desde lo expuesto se introducen nuevas preguntas por las vivencias, experiencias de las trabajadoras al interior de su vida cotidiana y la constitución de su subjetividad e identidad. ¿Cómo define la mujer empleada doméstica el trabajo doméstico, en tanto trabajo asalariado en la esfera pública?. ¿Qué valor le adjudican?. ¿Cómo autodefinen el empleo doméstico?. ¿Qué cambios se evidencian en las últimas décadas?.

El abordaje de estas cuestiones toma como punto de partida el propio discurso de las protagonistas, las empleadas domésticas 2.

2 .a. ¿Trabajadoras asalariadas o simplemente...domésticas?2

En el contexto de una crisis económica y del trabajo, a  las mujeres de los sectores populares que han integrado desde siempre el empleo doméstico, se suman aquellas que se vieron obligadas a ofrecer su fuerza de trabajo, las de los sectores medios empobrecidos, o las que intregrarían la categoría de  "nuevos pobres" (Minujin, 1997) que si bien comparten las mismas carencias, no así su historia. La necesidad de conseguir un ingreso y la accesibilidad a este modo de empleo, ha ocasionado que en un mismo mercado de trabajo se encuentren mujeres con trayectorias laborales y modos de vida diferentes.

Elisa de 40 años casada, dos hijos adolescentes, relata con cierto dolor y resignación cómo ingresa al servicio doméstico a los 28 años, a raíz de la enfermedad de su marido desencadenada por una crisis económica que lo deja sin trabajo. Hija de comerciantes, con estudios primarios completos, había trabajado en el negocio de sus padres hasta constituir su matrimonio, a los 22 años, a partir del mismo y hasta entonces había sido ama de casa:

"yo tenía que sacar a mi familia, a los chicos adelante, los tenía chiquitos, viste y no se podía aflojar, entonces viste no quedaba otra".

Como el caso de Elisa, Mara de 38 años, secundario completo, dos hijos adolescentes, ingresa al empleo doméstico por necesidad y ante la ausencia de otra posibilidad laboral. Mara había trabajado en Bs. As. en tareas administrativas, pero pierde su trabajo estando recientemente separada de su marido. Ante esta situación vuelve a Santa Rosa, a vivir con su madre y comienza a buscar trabajo:

"siempre dejando currículum por todos lados, pero nunca me llaman (...) bueno.... hasta que conseguí de empleada doméstica".

Estos testimonios, muestran algunos casos de nuevas pobres en el que el trabajo doméstico representa una salida frente a la crisis y en su trayectoria laboral significa un descenso social.

Otro caso, como el de Juana, de 41 años, primario completo, tres hijos, ya había trabajado en el empleo doméstico desde muy chica en General Acha, su lugar de procedencia, hasta que se casa a los 18 años  y se dedica a su familia. Pero al  separarse, queda sola con sus hijos y decide radicarse en Santa Rosa pero dado que no ganaba lo suficiente como masoterapista, se ve en la necesidad de reingresar en el empleo doméstico: 

"Cómo no me alcanzaba para sustentarme, entonces empecé a limpiar".

Silvana de 46 años, primaria incompleto, actualmente en pareja con tres hijos de un matrimonio anterior, desde niña en Huinca Renancó había trabajado en el empleo doméstico hasta los 15 años, momento en el que se casó y a partir de entonces se dedicó a su familia. A los 25 años queda viuda y comienza a trabajar en casas de familia otra vez, hasta que su hermano le consigue trabajo en una fábrica en Santa Rosa. Al producirse el cierre de la misma retoma el empleo doméstico:

"siempre trabajé en limpieza, después entré a Indumentarias, trabajé 13 años hasta que cerró (...) siempre tengo el trabajo por horas".

También Soraya de 52 años, había trabajado desde niña en el empleo doméstico. Cuando se instalan en Santa Rosa con su marido y las hijas pequeñas encuentra mayores posibilidades de trabajo que su marido:

"no nos alcanzaba el sueldo (...) y yo tenía más posibilidades de trabajo yo a ese trabajo lo había hecho desde chiquita".

La accesibilidad a este mercado de trabajo, está dada por la forma de ingreso, a través de redes personales, amigos o familiares que "recomiendan" a las empleadas. Se priorizan las cualidades de la persona "que sea de confianza" sobre las calificaciones o la experticia en el rubro de la trabajadora.

Mónica Gogna (1993) señala que a menudo el vínculo opera como control. Los parientes, amigos o vecinos no se desentienden de la suerte de la empleada una vez hecho el arreglo para la colocación. Observación que se refleja en el siguiente testimonio.

Marina, de 35 años, en pareja, tres hijos, trabaja en el empleo doméstico desde los 12 años cuando terminó la escuela primaria. Nos cuenta:

 "Ramón (el patrón,) (...) me pidió que le recomendara a alguien yo pensé en la hija de Lila, pero ....no, no porque después quedo mal yo y tengo que pensar que de ahí como".

La necesidad de trabajar y el fácil acceso a este tipo de trabajo, hacen que la condición de doméstica sea percibida por las mismas trabajadoras como transitoria, esto se refleja en sus expectativas por conseguir otro trabajo que permita una mejor condición social.

Lila, 49 años, 7 hijos, separada, a cargo de dos hijas adolescentes y tres nietos pequeños, nos dice:
"soy modista (...) y la idea mía es, hacer ropa para vender".

Mara:
 "Quiero el día de mañana ser una profesional (...). y poder ganar mi buena guita".

Marina:
"me gusta todo lo que es administrativo (...) como salida económica me gustaría estudiar peluquería".

Elisa:
"ahora estoy haciendo un curso de pastelería artesanal (...) siempre estoy alerta de alguna cosa (...) para que salga algo distinto".

Por otra parte, el  empleo doméstico, a diferencia de otros trabajos asalariados que admiten una perspectiva de progreso, sea en lo económico o lo social, es una ocupación que no permite una movilidad interna, no habría posibilidad de ascenso.

Las entrevistadas, no evidencian cambios en su condición. La mayoría, que provienen de sectores populares, han comenzado sus trayectorias laborales con cama adentro, condición que se modifica al casarse. También se observa, una interrupción de las mismas cuando sus niños son pequeños. Luego reingresan al mercado laboral por horas o por mes con uno o varios empleadores.

Gogna (1993) coincide con Lautier (2003) al señalar que la carrera laboral consiste en una serie de cambios, que no implican movilidad ascendente. Según Lautier (2003), la movilidad social que aparece accesible a las empleadas domésticas y polariza las esperanzas y las energías, es una movilidad dentro de la condición de empleada doméstica que parece ajustarse al siguiente un esquema: empleada residiendo en el domicilio del empleador; empleada con un solo empleador pero sin residir en su casa;  empleada con varios empleadores pero "generalista"; empleada Semigeneralista (con algunos empleados, semiespecialistas, costurera, cocina, con otros); empleada especialista que se convierte en microempresaria. Aunque es extremadamente raro que toda esta cadena de movilidad sea recorrida.

Esto se confirma en nuestro estudio, a partir del que se observa la interrupción en la tercera etapa, esto es en la empleada con varios empleadores pero generalista.

2. b.Trabajar como en casa, pero en la casa de "otra", como de la familia pero siendo una "intrusa".

El lugar de trabajo, se presenta como otra característica que otorgará una particularidad a este tipo de empleo, el espacio físico en el que se desarrolla el empleo doméstico es la unidad familiar, el hogar, que es percibido por las trabajadoras como el hogar propio.

Juana:
 "Trabajo más cómoda que en mi casa porque en la casa esta yo organizo el trabajo".   

Marina:
"son todas un poco mis casas"

María, de 50 años en pareja desde hace 20, con 5 hijos, no terminó la primaria, trabaja en el empleo doméstico desde los 11 años en Pehuajó, se radicó en Santa Rosa a consecuencia de las inundaciones, afirma:

"Yo tomo las casas dónde trabajo como si fuese mía, de la misma manera".

Esta analogía entre el propio hogar y el lugar de trabajo se observa en otra tarea, incluso más personal, como es el cuidado de los niños.

Nos cuenta Alicia, 36 años, casada, 2 hijos, trabaja en el empleo doméstico desde que terminó la primaria a los 13 años:

"a mí me dejan a cargo tres chicos y yo sé que esos chicos dependen de mí,(...) soy muy obsesiva, lo fui con los míos y lo soy con ellos también".

Otro rasgo del empleo doméstico que se desprende del discurso de las empleadas es el que concierne a cómo caracterizan el tipo de relación laboral. Establecen relaciones de trabajo que a veces llegan a constituir vínculos personales que se prolongan más allá del ámbito laboral.

Comenta Juana:
 "ellos son mas que mis patrones son mis amigos y son personas bárbaras".

Alicia:
"yo siempre les digo a ellos que son ellos más mi familia que mi propia familia".

María:
"me hacen sentir bien como si fuese de la familia".

Marina:
"yo adonde estoy trabajando a donde voy a donde me toque en las casas yo me siento bien (...) eso para mi es lo más importante".

Analía de 45 años, separada, tres hijos, empleada doméstica desde que terminó la escuela primaria, nos relata:

 "la Silvina (...) dice que ella es desordenada por culpa mía porque, es verdad ella llegaba y tiraba la mochila,(....) yo iba para atrás (...) le colgaba las cosas"

Gogna (1993) argumenta que a diferencia de otras ocupaciones en que el desempeño de la actividad es altamente independiente de relaciones personales con este o aquel cliente, en el servicio doméstico, en virtud de la convivencia estrecha y prolongada, los elementos, "particularistas" jugarían un rol fundamental. La afectividad alude a la existencia de una relación social y humana que excede los nexos impersonales que una relación contractual crea entre las partes.  Además la autora citada describe a esta relación en términos de "paternalismo", ya que no se limita al intercambio específico de trabajo y dinero sino que en cierta manera, afecta al individuo como totalidad.

Dice Figueroa (1975, citado en Schellekens 1993:261) "las expectativas de la doméstica respecto a la patrona, la buena patrona, se refiere sin excepción al deseo de trabajar para una persona que tenga un carácter agradable, que no sea brusca o violenta, la segunda característica deseable en una patrona es que ella establezca una relación maternalista con la doméstica".

También interpretan que de las relaciones personales depende la estabilidad del trabajo.

Marina:
"si yo veo que la persona no va conmigo por más que ella está bien conmigo, voy buscándome otra cosa y salgo".

Analía:
 "He tenido suerte  porque siempre trabajé con gente bien que me han tratado bien".

Elisa:
"He ido eligiendo, en lugares donde me siento más cómoda, en  lugares donde mejor ..no me quedo donde mejor me pagan".

María:
 "yo digo es tan importante la armonía cuando uno trabaja porque yo no podría trabajar en un lugar donde me hacen mala cara".

Sin embargo, Gogna (1993) destaca los inconvenientes que acarrea este vínculo. Alega la autora que en esta convivencia familiar puede haber más conflictos que en las condiciones laborales puramente contractuales y también que dada la asimetría, la relación contiene tanto elementos de identificación como de hostilidad. Retomando esta relación paternalista que deriva en un conflicto nos relata Marina los motivos por los que deja de trabajar en una casa de familia, donde además atendía el comercio de los patrones, una panadería, allí conoce a su marido actual:

"Y sí,(...) dejé de trabajar con ellos (..) porque ellos no estaban muy conformes de que yo haya elegido a Diego como marido (...) le dije (...) voy a trabajar un mes más y no voy a trabajar más por ahí pensás haber sido tanto y de repente te sentís tan nada"
El conflicto se evidencia también en palabras de otras entrevistada:

Juana:
"yo no tengo un título pero a mi cargo queda todo lo que los demás tienen de grandes valores (...) en mis manos se deja una casa y los hijos que esos no tienen valores económicos entonces (...), merezco el mismo respeto que cualquier otra persona".

En este sentido se rescata del discurso de las empleadas un reclamo de reconocimiento por parte de sus patrones:

Analía:
 "ya te digo me canso, me canso mucho así trabajando con los chicos. ...son tres..., dan trabajo y a parte no es tan reconocido".

Marina:
 "el rico es así, no respeta tu trabajo porque vos para ellos sos la sirvienta. Ellos se levantan se sientan y esperan".

Nieves de 42 años, es casada, tiene seis hijos, terminó la escuela primaria y dejó en los primeros años del secundario, trabaja desde niña en el empleo doméstico, lo hizo en General Acha su lugar de procedencia y luego en Santa Rosa donde reside desde los 17 años:

"o sea no te reconocen nada vos tenés que hacer, vos decís: sé hacer esto y bueno ya al otro día ya Nieves haga esto (...) en lo personal tampoco y por lo menos económico viste". 

La falta de reconocimiento por parte de los patrones es también  señalado por la secretaria del sindicato doméstico:

 "la doméstica no le dice "no señora eso no entra en lo que hablamos yo vine para limpiar" (...) la palabra lo dice do- més- ti-ca, por más que antes era sirvienta ahora es doméstica, pero todas las palabras van diciendo lo mismo ...entonces,  sigue haciendo esas cosas".

A veces no es el reconocimiento económico lo que más importa,  parece compensarse con el afectivo, tanto que también el salario se tiñe de un beneficio afectivo. María nos relata como su hijo más chico logra ingresar a una escuela por intermedio de una de sus patronas, Lucía que es docente:

"(...) terminó el 9 en la Unidad 4 que ahí entró porque Lucía me dijo que era una lástima que lo mandara allá a la que le tocaba (...) la del barrio, porque era buen alumno y bueno así fue que terminó la primaria ahí".

Nos cuenta Marina acerca de una patrona para la cual ya no trabaja:

Alicia era buenísima (...) cuando quedé embarazada de Ezequiel (...) me regaló un salto de cama que había sido de ella cuando tuvo el primero de sus hijos. (...) también me regaló ropita y cosas para el bebé".

Dice Alicia:
"tengo patrones que me reconocen lo que hago, tengo patrones que gracias a Dios me valoran lo que hago, porque viste que es raro ver eso".

Entrevistadora:
Y cómo ellos te demuestran este reconocimiento?

Alicia:
"Porque me lo dicen constantemente, (...) cuando yo he necesitado algún favor siempre han estado viste, nunca me fallaron".

 Señala León (1993: 282); "la regulación del salario no sigue elementos estrictamente económicos, factores como el buen trato, interactúan en el desarrollo de la relación".

También García Castro (1982 citado en León 1993) plantea que elementos que entran en la fijación del salario para los trabajadores, tales como jornada de trabajo, productividad, requerimientos de la canasta familiar para la reproducción, se relativizan en el caso del servicio doméstico donde se establecen relaciones en las que lo laboral se mezcla con lo afectivo y lo personal".  

Las relaciones interpersonales operan también en las representaciones de las empleadas domésticas para reconocerse como sujeto colectivo:

Alicia:
 "trato de no meterme (...) te hacen tener problemas con los patrones, molestan constantemente a los patrones y a mí eso no me gusta".

Marina:
 "no un gremio no puede decir si se maltrata si es justo no justo no serviría me parece".

Juana:
 "Esto tiene que ver con que gente estás, para poder aplicar una ley y a mí si un trabajo no me ha gustado por como me tratan, me voy".

Elisa:
"Por ahora los derechos los pongo yo si hay algo que no me gusta lo charlo con el empleador, nos ponemos de acuerdo".

María:
"(...) lo hablaría directamente con mi patrona y si no nos ponemos de acuerdo, bueno conseguiré otro trabajo me iré y ella conseguirá otra persona".

Las relaciones personales se establecen sólo con el empleador. La relación es entre patrona y empleada. La trabajadora no tiene "compañeras" trabaja en soledad y aislamiento, en la intimidad del hogar.

El ámbito laboral no les permite tampoco generar espacios de sociabilidad. Mariela, 37 años, primaria completa, es casada y tiene 6 hijos, nos relata al comparar un nuevo trabajo con empleo doméstico:

"yo he trabajado en casa de familia, pero nunca tuvimos esto de salir, porque por más que te lleves bien con la patrona, no te va a invitar a una fiesta".

Volviendo a la dificultad de verse como sujeto colectivo, la secretaria general del sindicato nos explica las dificultades de sostener el sindicato:

" (...) vos a la empleada doméstica (....) una trabaja por acá otro por allá, entonces como los reunís?, (...) viste a parte (...) ellas trabajan todo el día encima tienen que ir a la casa y seguir trabajando (...) y  si es la mujer sola, (...) están con toda la carga encima".

3. La identidad de la empleada doméstica: "haber sido tanto... y de repente te sentís tan nada.."

Tanto la conceptualización del  trabajo asalariado como el doméstico,  deviene del capitalismo, mientras uno se asocia a la producción, valorización y  masculinidad, el otro es vinculado a la reproducción, desvalorización feminidad.

En este contexto ¿es el empleo doméstico un trabajo asalariado o simplemente... domestico?. Es trabajo doméstico en cuanto a las tareas que le compete, y el ámbito en el que se realiza: la familia, pero es asalariado en tanto y en cuanto por él se percibe una remuneración. Pero esta diferenciación no alcanza para situarlo en lugar de asalariado.

Hay un elemento constitutivo fundamental que hace a la dificultad de su definición aun para las mismas trabajadoras. Esto es, el tipo de relación laboral que allí, en el ámbito privado se establece entre la empleada y su patrona (junto a la familia, marido, hijos, mascotas y otros integrantes que vivan en el hogar o se relacionen con él). El requisito solicitado para conseguir el trabajo, que "sea de confianza" y si es recomendada por "alguien de confianza" mejor, deja cimentada la base de una particular relación de trabajo, donde lo personal  e interpersonal será prioritario.

Más que una "relación laboral", se trata de un vínculo constituido por un conjunto de representaciones que los actores implicados construyen sobre lo afectivo y personal que a su vez se mezcla con lo laboral. Esto hace que no pueda considerárselo como un trabajo asalariado más.

El vínculo que se instaura en la trama de la vida familiar, tal como sucede en las "mejores familias", puede desencadenar conflictos, que como señalara Gogna (1993) no se presenta en "condiciones laborales puramente contractuales".

De acuerdo a los testimonios analizados algunas empleadas mantienen con sus patronas y las familias de éstas, relaciones idealizadas, idílicas hasta el extremo de sentirse "como en casa" o "parte de la familia". En esos casos se percibe una relación paternalista, la que se refleja en "favores" que sus patrones por su "buena voluntad" les otorgan, por fuera del sueldo pero que juega como un valor agregado que pesa en la representación que la empleada construye en torno a ese empleo.

Se observa otro rasgo que diferencia cualitativamente al trabajo doméstico de cualquier trabajo asalariado, el beneficio no es únicamente monetario.

Cuando se establece este vínculo ideal, la empleada se ocupa, en términos de Todorov3, del "cuidado" de la familia para la que trabaja, la "doméstica" ejerce el "cuidado del otro". Señala Antelo (2005) rescatando el concepto de Todorov, (1993) el que cuida se consagra al otro y goza de ello, uno se encuentra al final de la acción más rico, no más pobre. Y agrega: el que cuida cotidianamente no recibe aplausos, no tiene monumentos, no es un ciudadano ilustre o digno. El cuidado es una práctica sin espectacularidad. Pero el cuidado del otro permite una reciprocidad, es un acto que espera reciprocidad.

Subyace en el trabajo de las empledas domésticas este "cuidado del otro", una virtud cotidiana, silenciosa y a veces hasta invisible pero que espera reciprocidad,  acción que no se expresa en el un trabajo asalariado, quizás esto es lo más específico del empleo doméstico.

El reconocimiento esperado por ellas se vincula a la necesidad de reciprocidad. El empleo doméstico, como señala León (1993) es un "modo de vida", un vivir para el otro pero si no hay un encuentro con el otro, y aquí aparece el reclamo por el reconocimiento que implicaría como vimos en los testimonios analizados, no tanto económico como afectivo o agregaríamos moral, la empleada abandona ese lugar de trabajo.

Se prefiere esta idea de cuidado del otro como una forma de explicar lo doméstico en contraposición a la ideología de "servir a otros", que relaciona al empleo doméstico como una forma de extensión del trabajo doméstico, el que realiza la mujer, ama de casa por su condición de carácter "natural". Conserva de éste la desvalorización social, pero cuando la reciprocidad no se produce, la empleada se va.

En este sentido, se observa un cambio en las empleadas domésticas actuales, observa la secretaria del sindicato:

 "ahora las chicas no aguantan mucho no son de esas que dicen bueno estoy y soporto muchas cosas, no!, se plantan y dicen: no!. (...), nosotros veníamos de una generación que al patrón no se le podía faltar el respeto que el patrón era el patrón, el que mandaba (...). Igual que cuando nos casábamos el marido es el que manda es la cabeza, la mujer tiene que hacer lo que él diga, y no es así no es así nadie les dio derechos sobre nuestras vida."

También el resto de los testimonios analizados, dan cuenta de una nueva subjetividad femenina inscrita no ya en la sumisión al hombre, sino en una autonomía surgida de una mayor participación de la mujer en el ámbito de lo público. Aunque frente a la crisis del trabajo, de desempleo y precariedad laboral, su participación en lo público, debe entenderse más en vinculación a este contexto que en términos de  "progeso" o "crecimiento personal".

Desde esta perspectiva, (Wainerman, y Herrera, 2000), consideran que  el aumento de la participación económica de las mujeres en las décadas del 80 y 90 no se puede interpretar simple y llanamente como señal de modernización, desarrollo, o ampliación de sus oportunidades, como se entendía en los 70. Ahora, en un país empobrecido, muchas mujeres salieron a reemplazar los salarios deteriorados de los cónyuges y/o a mantener el nivel de consumo familiar.

Por otra parte, de acuerdo al discurso de las entrevistadas, se observa una continuidad de la "ideología patriarcal" en el interior de la vida familiar (sea el de la propia trabajadora o en su lugar de trabajo).  La responsabilidad de las tareas domésticas generalmente continúa recayendo en las mujeres, sea en la esposa/madre o en la empleada.

El trabajo doméstico, involucra a dos mujeres: patrona y empleada quienes protagonizan una relación laboral que acontece donde habita la familia y con la familia, por lo tanto como señala León (1993) es imposible que la relación sea impersonal.

Sin embargo, el empleo doméstico, consiste en una relación contractual entre dos actores con diferentes intereses: la empleada y la patrona e incluso de diferente clase social. La relación aunque teñida de afectos constituye una relación de poder. Así, lo revela la voz de la secretaria del sindicato y algunas entrevistadas. Cuando esa asimetría queda al descubierto, según los testimonios de las empleadas, ellas abandonan el trabajo.

El tema se vuelve todavía más complejo ante la pretensión de analizar cómo esos elementos constitutivos del empleo doméstico contribuyen en la conformación de la subjetividad de las trabajadoras.

El "solapamiento" de lo ámbitos  público y privado en el que se sitúa el trabajo doméstico, del cual emergen significados, representaciones que la misma trabajadora construye, y deconstruye acerca de su trabajo, a lo largo de su trayectoria laboral con el tipo de relación que se instituye, provoca una tensión entre su imagen de trabajadora y la de doméstica. Tensión que tampoco les permite percibirse como sujeto colectivo.

La empleada doméstica, a diferencia de otros trabajadores que fundan su identidad y subjetividad sobre la relación laboral, queda confinada a la esfera privada, ocupándose de un trabajo que es desvalorizado socialmente.

Como señala Mary García Castro (1993: 114): "Lo que se compra y lo que se vende en el servicio doméstico no es solamente la fuerza de trabajo de una muchacha o sea su trabajo y energía para producir, sino su identidad como persona". Una de nuestras entrevistadas cuando relata su "salida" de una de las familias en la que trabajaba expresa esta idea: "pensás, haber sido tanto... y de repente te sentís tan nada".

Por otra parte, las empleadas viven su condición de domésticas como transitoria, para ellas se trata más de una estrategia de supervivencia, que un trabajo en sí. Además la imposibilidad de vislumbrar un progreso, en este tipo de tareas, la escasa movilidad o bien la movilidad únicamente horizontal del mismo, resulta desalentador para ellas, por lo que siempre esperan encontrar un trabajo mejor. Rasgos que obstaculizan la posibilidad de sostener la identidad a partir de su trabajo, a diferencia de otros trabajadores asalariados. 

El empleo doméstico emerge de una trama compleja atravesada por percepciones y significados que la misma trabajadora construye y deconstruye a lo largo de su trayectoria laboral (esfera pública) y familiar (privada). Ambas trayectorias y esferas interconectadas e implicadas constituyen al empleo doméstico como un objeto de estudio multidimensional.

A partir de lo expuesto nuevos interrogantes se abren en relación a cómo se relaciona el empleo doméstico trabajo (asalariado) y trabajo doméstico en la propia organización familiar, cuando la vida cotidiana transcurre en un enorme espacio privado, dónde la principal y única tarea es el "cuidado del otro".

Notas

1. La investigación: "El Mundo privado de las empleadas domésticas. Lugar de la educación: ¿Asignatura pendiente o derecho negado?", fue realizado, durante el año 2005 en el marco del programa de Becas de iniciación en la investigación de la Facultad de Ciencias Humanas, por la autora de este artículo.

2. Como metodología de estudio, se adoptó el abordaje cualitativo, por cuanto permite conocer las trayectorias laborales a partir de las propias experiencias y subjetividad de las mujeres. El trabajo de campo, se desarrolló en la ciudad de Santa Rosa, La Pampa, Argentina y para localizar a las informantes se utilizó la técnica de bola de nieve. La recolección de la información, realizada a través de entrevistas semiestructuradas con ejes temáticos, se efectuó en los domicilios de las entrevistadas (a excepción de dos entrevistas, que se llevaron a cabo una, en un establecimiento educativo para adultos y otra en una posta sanitaria). La muestra quedó compuesta por 12 casos, todas mujeres que se desempeñan en la actualidad en el servicio doméstico y cuyas edades oscilan entre los 35 y 52 años.

3. Tzvetán Todorov, en su obra "Frente al Límite", esboza este concepto a partir de los testimonios de las víctimas de los campos de exterminio. Enuncia una división entre las virtudes. Por un lado las virtudes heroicas, por el otro las cotidianas. No son de una fácil separación. No se trata de preferir las cotidianas y menospreciar las primeras, sino de ampliar el significado del acto ético.Afirma que los ejemplos muestran que no es sólo con las armas en la mano que las víctimas defendieron su dignidad. A Todorov le interesa distinguir el cuidado de la solidaridad. La solidaridad se da con miembros de un grupo, entendida como una mutualidad de ayuda no hace más que extender cualitativamete el principio del interés personal. En el cuidado se trata de una persona singular y los beneficios no son inmediatos. El cuidado también se separa de la caridad. Pero la relación de caridad, es asimétrica, puede ser humillante para quien la padece porque no está en condiciones de retribuir. En cambio el cuidado del otro supone reciprocidad. El cuidado tampoco se confunde con sacrificio éste implica que uno se separa de algo precioso, que uno acepta una privación dolorosa por un sentido del deber. En el caso del cuidado del otro la privación no es tal, siempre es una entrega a otro que también es un darse a sí mismo. Lo que le damos a ese otro en el cuidado es una necesidad propia que también satisfacemos. En el sacrificio es posible dar hasta la propia vida por otro, también en el cuidado, aunque este gesto no es el objetivo del cuidado. El cuidado del otro es un acto que espera reciprocidad. (Abraham, 2000: 459-462)

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