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La aljaba

On-line version ISSN 1669-5704

Aljaba vol.11  Luján Jan./Dec. 2007

 

La experiencia migratoria según género: salvadoreños y salvadoreñas en el Estado de Maryland

Migratory experiences according gender: salvadoreños y salvadoreñas in Maryland state

Sara Poggio

Profesora Asociada de Español y Ciencias Sociales
Departamento de Lenguas Modernas y Socio-Lingüística
Universidad de Maryland, Baltimore County

Resumen: En este artículo discuto primero la importancia de la incorporación de la perspectiva de género en el análisis de las migraciones internacionales, como única manera de obtener conocimiento acabado sobre el fenómeno. A partir del análisis de dos muestras de mujeres y una de hombres inmigrantes Salvadoreños en el área denominada "El corredor Washington-Baltimore", intento demostrar que la estructura de género existente en el país de origen así como la que hay en el país de destino son determinantes en la formación de una corriente migratoria. En un segundo momento comparo las experiencias migratorias de hombres y mujeres de la misma corriente con el propósito de contrastar las percepciones de ambos géneros en lo que se relaciona a los efectos de la migración a nivel individual y a las relaciones familiares de género y generaciones.

Palabras claves: Género; Corriente migratoria; Experiencias migratorias.

Abstract: In this article, I first, discuss the importance of the incorporation of gender's perspective in the analysis of the international migrations as the unique manner to obtain complete knowledge from the phenomenon. Since the analysis of two samples of women and one of men immigrant salvadoreños in the designate area "The runner Washington-Baltimore", I attempt to prove the determinacy of the existent gender's structure in the origin country ant in the destiny country to form a migration stream. Second, I compare the migration experiences of women and men from the same stream to check the two gender's perceptions of the migration's results in the individual level as in the family's relations and generations.

Keywords: Gender; Migration stream; Migration experiences.

— 1 —
Introducción

En este capítulo discuto primero la importancia de la incorporación de la perspectiva de genero en el análisis de las migraciones internacionales, como única manera de obtener conocimiento acabado sobre el fenómeno. A partir del análisis de dos muestras de mujeres y una de hombres inmigrantes Salvadoreños en el área denominada "El corredor Washington-Baltimore", intento demostrar que la estructura de género existente en el país de origen así como la que hay en el país de destino son determinantes en la formación de una corriente migratoria. En un segundo momento comparo las experiencias migratorias de hombres y mujeres de la misma corriente con el propósito de contrastar las percepciones de ambos géneros en lo que se relaciona a los efectos de la migración a nivel individual y a las relaciones familiares de genero y generaciones.

— 2 —
Género y migraciones:
cómo llega el género a los estudios migratorios

La incorporación de una perspectiva de género en el análisis de los procesos migratorios es relativamente reciente; los trabajos de Repak (1995) Hondagneu-Sotelo (1994) y otros autores incorporan la categoría de género como fundamental para el desarrollo de teorías de la inmigración. Las relaciones de género en el contexto de la familia y de la comunidad, incluyendo aspectos económicos y culturales, son un factor determinante en las corrientes migratorias. En algunos lugares de origen, al contrario del estereotipo del emigrante hombre, son las mujeres las que deben desplazarse por falta de trabajo a lugares que por sus características socioeconómicas y nivel de desarrollo requieren mano de obra femenina. Las teorías macro-estructurales (Portes, 1985; Repak, 1995) que critican al modelo neoclásico de expulsiónatracción y conceptualizan la migración como fenómeno interno del sistema económico global, representan un gran avance en la comprensión del fenómeno migratorio ya que trasladan el análisis de la migración, entendida como respuesta económica e individual a la falta de incentivos en el lugar de origen y la atracción económica de otras regiones (nacionales o internacionales) al análisis de los factores históricos y estructurales que la hacen posible. Sin embargo, como ha sido señalado (Repak, 1995; Hondagneu-Sotelo, 1994), el avance que permite este modelo teórico sobre el neoclásico, para entender la importancia de los factores socio-económicos estructurales y la función de la mano de obra migrante en el desarrollo y manteniendo del sistema capitalista mundial y el aspecto social de la migración, no han sido desarrollados, completamente, al ignorar la función del género como modeladora de respuestas en las conductas de los individuos y en los cambios que éstas producen y reflejan. Por otra parte, es importante señalar que en los últimos veinte años, desde distintas disciplinas, las teóricas feministas han realizado un importante avance para terminar con la invisibilidad de las mujeres en el acto migratorio. Como acertadamente dice Hondagneu-Sotelo (1994), hemos pasado de una etapa en que con agregar estadísticas desagregadas por sexo, ya sentíamos que se había hecho visible a las mujeres, a una etapa muy prolífica en la que desde la sociología y la antropología social se multiplicaron los estudios cuantitativos de las experiencias de las mujeres inmigrantes y se las retomaba como actoras sujeto del proceso migratorio (ejemplo: los estudios sobre las experiencias de mujeres emigrantes y los cambios en sus relaciones familiares y laborales). No tan común es el tipo de trabajo que analiza las migraciones desde una perspectiva que considera al género como estructuralmente ligado al fenómeno migratorio. Así en el caso de las mujeres en la historia de las migraciones a los Estados Unidos, podemos ver que las mujeres inmigraron siempre y no sólo como acompañantes de los maridos, sino también en muchos casos lo hacían solas. Algunas de las inmigrantes irlandesas y judías que llegaron a los Estados Unidos en el contexto de la gran inmigración europea a principios del siglo XX, eran mujeres jóvenes, que no tenían posibilidades de insertarse económicamente en los países de origen que tenían una estructura de mercado laboral altamente estratificado por género. Por eso se vieron forzadas a convertirse en inmigrantes a los Estados Unidos, que les ofrecía la posibilidad de empleo como niñeras y empleadas domésticas, al tener a su vez también una estructura de género altamente estratificada. Si no hubiera sido así, estas inmigrantes del pasado –judías e irlandesas– (Poggio, 2007) no hubieran conseguido empleo pues no tenían educación ni habilidades particulares. Es decir que así como los inmigrantes son en general de uno o varios estratos sociales en cada corriente migratoria determinada, también el género predominante en la corriente migratoria varía en cada corriente.
En ese sentido la inclusión de la perspectiva de género se hace indispensable, no sólo en términos académicos, sino también cuando la información se produce para el diseño de políticas sociales. La falta de una perspectiva de género en los estudios tradicionales, impide la comprensión del fenómeno migratorio, por eso es importante advertir que si se quiere implementar cambios en la política migratoria, si se quiere modificar la intensidad y calidad de las corrientes migratorias se debe analizar el fenómeno con una perspectiva que incluya el género en su explicación. Utilizados sin tener en cuenta la incidencia de la estructura de género de las sociedades de salida y de entrada, los enfoques neo-clásico e histórico-estructural (si bien el último es un avance con respecto al otro) no brindan un claro panorama de la situación, dejan a la mitad de la población emigrante fuera del foco de la investigación. No pueden dar cuenta ni del fenómeno ni de sus causas.

— 3 —
La inmigración salvadoreña en los Estados Unidos

La migración salvadoreña en los Estados Unidos es relativamente nueva comparada con la migración mexicana y cubana. En los años 1980 había en los Estados Unidos 94.447 inmigrantes documentados. En 1990 la cifra es 465.433, duplicándose en el año 2000 (817.3351). Desde el marco teórico histórico-estructural (Portes, 1985; Malher, 1996; Poggio, 2001) podemos interpretar que la razón por la cual los salvadoreños se dirigen a pedir asilo político o visa de inmigrante en los Estados Unidos tiene que ver con la relación que los dos países desarrollan a partir de la intervención americana en la vida política (además de la económica).
En los años sesenta los Estados Unidos intervienen militarmente en América Central con el propósito de controlar la expansión del comunismo; en gran medida esto generó las condiciones que ocasionarían las migraciones desde esos países hasta el territorio norteamericano (Repak, 1995; Malher, 1996; Portes y Bach, 1985). La inmigración salvadoreña, que en sus comienzos se concentraba en Los Angeles, California y San Diego, comienza a desplazarse hacia Washington y más tarde, en los años ochenta, comienza a notarse un fl ujo de salvadoreños, especialmente mujeres, que se dirigen directamente desde El Salvador, pasando por todas sus etapas antes de llegar a Estados Unidos, hasta Washington y las áreas metropolitanas de Maryland y Virginia, sin haber residido en ninguna otra área previamente. A este flujo migratorio (que constituye el 8% de toda la migración en Maryland) hay que agregarle lo que se ha estimado como población no documentada (suma que varía de acuerdo a la fuente). Si aceptamos como supuesto que la proporción de indocumentados se reparte de la misma manera ente los inmigrantes documentados y los que no lo son, podemos estimar que en Maryland, donde hay 250.000 indocumentados, los salvadoreños en esta situación constituyen el 8% de esa cantidad (2.499 indocumentados) según datos de 20042.
La llegada de una subcorriente primero y una corriente más tarde, desde El Salvador a la ciudad de Washington extendiéndose a los estados de Virginia y Maryland se explica; por un lado, como resultado de la penetración cultural que como bien señalan las teorías histórico-estructurales convirtió a los Estados Unidos en un "espacio" de alguna manera familiar para los salvadoreños, facilitó la creación de una corriente migratoria hacia este país, en que, de acuerdo a lo explicado acerca de la estructura de género de la sociedad y economía salvadoreñas es muy estratificada. Con lo que encaja perfectamente en el mercado existente de meseras, lavanderas, cocineras, empleadas del sector terciario de la economía (Poggio, 2001).
La ciudad de Washington no fue nunca una fuerte atracción para las migraciones internacionales. Nunca fue un centro de producción manufacturero y por tanto, no sufrió el cambio de ciudad de producción a una ciudad de servicios. Por el contrario, su rápida emergencia como ciudad del mundo se debe al aumento de la población, de la industria de servicio, al crecimiento de industrias de biotecnología y a la expansión de las compañías consultoras. En 1980 un crecimiento de pequeñas empresas generó una tasa de crecimiento del empleo, cincuenta por ciento más alto que el promedio del país (Repak, 1995). En 1988 la economía de Washington fue considerada una de las más sanas del país (Repak, 1995). Washington tuvo escasez de mano de obra desde los años setenta, cuando por primera vez el crecimiento de la economía comenzó a generar más empleo que lo que el crecimiento de la población podía ocupar. Este fenómeno se repetirá al extenderse el área que requiere mano de obra hacia Baltimore y su área metropolitana, con lo cual en este momento hay emigrantes salvadoreñas que desde el lugar de entrada a Estados Unidos se dirigen directamente a Baltimore y sitios aledaños.
El Salvador es uno de los países más pobres del planeta. Su sistema de tenencia de la tierra y la concentración de la propiedad en unas pocas manos y el mandato cultural de quienes son los que tienen posibilidades de heredarla, deja a las mujeres en condiciones tales que lo único que puede hacerse como estrategia de sobrevivencia es migrar. El predominio del concubinato en lugar del matrimonio es otro factor que facilita la migración femenina. La falta de apoyo económico por parte de los hombres y la imposibilidad de trabajar en el campo, hace que no teniendo muchos recursos económicos intenten la emigración como alternativa. En este sentido este desplazamiento a la ciudad es más exitoso para las mujeres porque el trabajo que ellas pueden hacer está fuera de la competencia con el hombre. Vemos entonces cómo la combinación de factores estructurales de los lugares de origen y de destino, determinan un tipo de migración que es específico en términos de género para un lugar de destino determinado. Esto no quiere decir que en todas las migraciones de salvadoreños a distintos lugares de los Estados Unidos se vaya a encontrar exclusivamente mujeres, pero en el caso de la migración salvadoreña en la zona estudiada las mujeres son predominantes. Como en el caso mencionado de las inmigrantes irlandesas y judías del siglo pasado, la estructura de género del mercado de trabajo, en los países de origen y destino, con tareas altamente diferenciadas para las mujeres de clase baja, es determinante para que los sectores desplazados de la economía que tienen que migrar sean predominantemente mujeres. La estructura de género en éste convierte a las mujeres en inmigrantes internas desde edades muy tempranas. Más de la mitad de la muestra de 1995, había dejado el hogar familiar para ir a trabajar de doméstica entre los siete y diez años (Poggio y Woo, 2001). Puede inferirse, de las mujeres salvadoreñas, que tienen estas experiencias infantiles, que cuando son adultas capitalizan esa experiencia y la invierten en un viaje al norte.

— 4 —
Experiencia migratoria y género

En esta sección voy a analizar los relatos de mis entrevistados hombres y mujeres protagonistas de la corriente migratoria que se asentó en Maryland. El análisis de las narrativas de hombres y mujeres de las muestras, enfatiza las características de la experiencia a nivel individual; por ende, es necesario rescatar el papel que el proceso migratorio tiene en la vida de los individuos y en la totalidad de sus relaciones. Así, la importancia del proceso migratorio en la vida de los emigrantes ha sido señalada por varios autores, entre otros Rogler (1994) que ve los cambios producidos por el proceso migratorio mediados por factores de edad y género. Para él estos cambios que en algunos casos originan confl ictos psicológicos, provienen de la exposición de los migrantes a cambios en las relaciones personales de desapego-reconstrucción del sistema socioeconómico y cultural. Portes y Rumbaut (1990), ven cambios positivos en los migrantes (hombres) de Cuba y México que aumentan su autoestima cuando toman conciencia de la dureza del proceso por el que han pasado. Hondagneu-Sotelo (1994) menciona que el efecto del proceso migratorio está diferenciado por género, que hombres y las mujeres lo experimentan en forma distinta y que a su vez este proceso es generador de nuevas formas de relaciones entre los géneros.
El efecto de la migración en las relaciones familiares (no sólo de género) ha sido estudiado por Sluski desde la teoría sistémica de familia (1997). Desde esta perspectiva, al reubicarse geográficamente, como en el caso de la migración, cada miembro de la familia abandona numerosos segmentos de su red social personal. Si bien es cierto que esta teoría predice la re-creación de la red, aunque tarde mucho tiempo, hay un periodo en que cada miembro de la familia esta aislado, esperando mucho más del otro que lo que realmente éste puede hacer. Esta pérdida no puede asumirse como tal y por lo tanto recibir un periodo de duelo, ya que las exigencias de la reubicación en el nuevo contexto social no lo permiten. Todas las relaciones sociales de cada uno de los miembros de la familia se reducen, y por lo mismo aumentan las expectativas hacia los miembros de la familia, que a su vez, están tan sobrecargados y no pueden hacerse cargo de ellos. Las parejas se verán sobrecargadas por las exigencias mutuas, los hijos deberán luchar por integrarse a la nueva realidad social, en un momento en que los padres no pueden ayudarlos. Un problema adicional lo presentan aquellas familias en las que los miembros no viajan todos al mismo tiempo, particularmente las separaciones de madres e hijos, y los miembros de lo que se llama la familia transnacional (Poggio, 2007). En estas familias, las separaciones generalmente se prolongan por mucho más tiempo de lo que se esperó y traen muchos más problemas emocionales que los que imaginan sus protagonistas al momento de tomar la decisión de emigrar. Cabe preguntarse: ¿cómo evalúan los inmigrantes su propia aventura? ¿Cómo perciben estos cambios? La familia ocupada en las tareas de re-socialización al nuevo medio social, no sólo no tiene tiempo para el duelo por las redes sociales perdidas, sino que tampoco están en condiciones de percibir el peso del stress que acompaña la migración como factor perturbador de la salud de algunos de los miembros y de las relaciones entre ellos (Sluski, 1997). Esta consecuencia del proceso migratorio va mas allá de lo tratado en este capítulo, pero justifica la digresión, el reconocimiento de su importancia para la comprensión de los fenómenos percibidos por cada uno de los miembros de la familia y el hecho tan común de que cada miembro hace una evaluación individual de la migración familiar.
La historia de lo sucedido durante el proceso migratorio desde la toma de decisión y las negociaciones explícitas e implícitas en torno a ella también pueden ser analizadas desde la narrativa individual de los distintos miembros de la misma. Así, siguiendo el concepto de narrativa de Sluski (1997), podemos decir que esta narrativa común familiar presenta variaciones por género y generaciones. Estas variaciones no son siempre aceptadas ni validadas por todos los miembros del grupo familiar. Partiendo del análisis de las narrativas según género podremos inferir cómo los actores perciben a nivel individual y grupal la experiencia. Adaptando el concepto de narrativas usado por Sluski a la situación de entrevista sociológica, se discutió con los entrevistados (en forma individual y reservada) cómo hombres y mujeres se ven a sí mismos y describen su experiencia migratoria. No se preguntó directamente si la experiencia era evaluada en forma positiva o negativa, sino que se tomaron indicadores y se compararon (durante la entrevista) con situaciones de la vida del entrevistado/a antes de iniciar el proceso migratorio (ver apéndice metodológico).
En las muestras de mujeres las entrevistas tenían una parte en que se recogía información de la vida cotidiana en el hogar en que las entrevistadas vivían antes de inmigrar a los Estados Unidos. Se distinguió entre aquellas que salieron solteras y/o vivían con su familia de origen (hogar paterno) de las que cuando emigraron ya habían constituido un hogar propio (estuviesen o no casadas). Se preguntó sobre roles de género, en la familia paterna, diferencias entre la entrevistada y los hermanos (del mismo o del otro género) en cuanto a obligaciones y privilegios otorgados por los padres o sustitutos. También se indagó sobre los mismos aspectos en relación a lo que acontece en sus hogares en los Estados Unidos después de la inmigración. La mayor parte de las entrevistadas expresó que durante su vida en el hogar paterno, había experimentado (no siempre lo habían entendido así en el momento) un tratamiento diferente al de sus hermanos varones. Menos privilegios y muchos más deberes. También mencionaron que el tema no había sido tenido muy en cuenta ni por ellas mismas en la auto-narrativa de sus frustraciones y/o conflictos familiares.
En relación a las que vivían en un hogar propio (con o sin pareja, con hijos y con presupuesto propio), la situación no fue tan clara aunque no semejante a la anterior. La división de roles de género, de privilegios y privaciones también existía en las parejas de estas entrevistadas. En el 50% de las dos muestras el hecho de que era muy difícil, casi imposible tener un empleo remunerado suficiente para autoabastecerse, perpetuaba la condición de inferioridad que ellas sentían en sus hogares propios.
En la mayoría de los casos, las entrevistadas relataron que habían tenido muchos cambios en su vida desde el inicio del camino migratorio. Se percibían con más poder dentro de la familia (conyugal actual) y con mayor poder para tomar decisiones individuales o familiares. Las mujeres manifestaron en la mayor parte de las entrevistas que requerían de sus maridos ayuda para los quehaceres domésticos, ya que si ellas trabajaban fuera de la casa no podían hacer todo. No todos los maridos respondieron positivamente a la demanda, ni todas las entrevistadas hicieron explícita su demanda de cooperación en la distribución de las tareas comunes a la casa. Una de las entrevistadas resumió la situación diciendo:

"no digo nada pero si estoy trabajando en limpieza de casa no voy a interrumpir mi trabajo para ir a cocinar para mi marido que no trabaja. Si estoy hago lo que puedo y cuando puedo, y le pido (no siempre de buenas maneras) que ayude en las tareas o por lo menos se ocupe de cuidar a los chicos para que yo pueda hacer algo".

En general las entrevistadas concuerdan con que los esposos o concubinos compartían más responsabilidades domésticas y el cuidado de los niños que antes de la inmigración. Estos cambios fueron definidos por las entrevistadas como un ajuste necesario a la nueva situación de la vida cotidiana. Sin embargo, estas nuevas responsabilidades de los hombres en lo que hace a la cooperación con las tareas domésticas y cuidado de los niños, también es parte del ascenso de los roles de las mujeres después de la migración, a partir de tener más posibilidades de empleo en los Estados Unidos y en muchos casos su salario si no es el único es un gran porcentaje del ingreso total familiar. Las entrevistadas mencionaron también que han ganado infl uencia en las decisiones domésticas y aquellas que involucran dinero. Incluso en el plano de la violencia familiar, parece haber cambios importantes en la forma que las mujeres perciben una mayor posibilidad de defenderse de las relaciones violentas, que atribuyen a las posibilidades que existen en los Estados Unidos de llamar a la policía y evitar ser maltratada por el cónyuge.
Estos cambios relatados por las entrevistadas no deberían ser entendidos como cambios que resultan de la asimilación de los inmigrantes latinos, de la cultura americana que es presentada como más moderna y democrática en lo que respecta a las relaciones de género y generaciones.
Coincido con Hondageneu-Sotelo (1994) que atribuye el cambio de las estructuras patriarcales de las inmigrantes mexicanas, no a los procesos de asimilación de los valores anglosajones, sino a los cambios en las estructuras familiares que comienzan a modificarse durante el proceso migratorio. Las respuestas de mis entrevistadas que percibían muchos cambios en sus vidas después de haber llegado a los Estados Unidos, pueden ser interpretadas como una descripción de cambios reales en la relación de pareja correspondientes a una relación más igualitaria. Otra posibilidad que podía plantearse es la de un cambio radical en la percepción que las mujeres tienen de sí mismas y de su familia.
En un primer momento interpreté los comentarios de mis entrevistadas en el contexto de un proceso de empoderamiento muy radical, que hacía que las mujeres migrantes –sobre todo aquellas que habían pasado muchas dificultades al atravesar la fronteras con la ayuda de los coyotes3– experimentaran un aumento de auto-estima que les daba una nueva perspectiva de su lugar en la familia. Así como Portes describe a los respondentes de su muestra como sintiéndose orgullosos de ellos mismos, interpreté las palabras de mis entrevistadas denotando un sentimiento similar que les permitía redefinir nuevas relaciones de género que eran más igualitarias (Poggio y Woo, 2001). Mis entrevistadas salvadoreñas, (ver descripción de muestra) estaban eufóricas cuando hablaban de lo que habían pasado para poder cruzar; algunas habían intentado más de una vez (sin éxito en la primera cruzada) y percibían que después de haber sido capaces de sobrevivir eso no podrían volver a tolerar que sus maridos les dijeran lo que tenían que hacer o fuera violento con ellas. Utilizaban el tema de los derechos de las mujeres en forma repetida en comentarios: "acá las mujeres tienen derechos" o "el gobierno se ocupa de proteger a las mujeres de este país". No encontré una explicación total a estos comentarios ni al uso repetido de la palabra derechos, pero la interpreté como parte del ajuste que estas mujeres inmigrantes estaban realizando en el proceso de adaptación a los Estados Unidos y, sobre todo, como reflejo de las nuevas redes sociales que estaban (con mucha dificultad) rearmando.
La muestra de hombres salvadoreños, compuesta por hombres (que al igual que las mujeres tenían que estar viviendo en pareja al momento de la entrevista), mostró otra evaluación de los cambios que la migración trajo al conjunto familiar. La narrativa masculina se diferencia de la femenina en la evaluación personal del proceso migratorio así como en las consecuencias que los entrevistados hombres describían en el caso de sus compañeras o esposas y querían evitar que les pasara a las hijas.
Uno de los desafíos mayores en esta etapa del trabajo fue lograr un nivel apropiado de comunicación con los hombres entrevistados, porque en general les cuesta hablar de cosas personales con otra gente y mucho más con mujeres jóvenes como mis entrevistadoras. Por eso, la mayor parte de las entrevistas se hicieron con dos entrevistadores (en general hombre y una mujer) que se apoyaban mutuamente para lograr establecer una relación de trabajo seria y provechosa. A pesar de los cuidados especiales que tomaron para preparar las entrevistas masculinas y que pudieron ser llevadas a cabo exitosamente, fue muy difícil entablar largas conversaciones en la que el compartir la situación de inmigrante, me permite establecer una buena relación donde lo común es precisamente, el ser inmigrante latino/a y haber pasado por más o menos las mismas experiencias en nuestros países y en los Estados Unidos en el proceso de adaptación a la nueva cultura. Ese tipo de comunicación, que es lo que me une y me permite entenderme con las mujeres inmigrantes de Centroamérica, no fue tan útil con los hombres. No obstante los problemas, los entrevistados fueron claros en lo que respondían, estaban en general muy arrepentidos de haber inmigrado, no estaban de acuerdo con lo que definieron como el "libertinaje" de las mujeres norte-americanas. Intenté profundizar en este tema pero no fue posible obtener más que comentarios como: son demasiado independientes, no son cariñosas, no se ocupan de los hijos, etc. Lo más interesante es que cuando les preguntaba cuántas familias o mujeres estadounidenses frecuentaban y en qué idioma se comunicaban con ellas, en general la respuesta era que no tenían ninguna relación con mujeres estadounidenses. Un entrevistado me dijo que él observaba cuando trabajaba como jardinero, tenía la posibilidad de observar a las familias y que sus conclusiones tenían esa fuente. El resto mencionó que eran cosas sabidas "que se veían en la gente", "todo el mundo lo sabe".
Respecto de los nuevos roles que tienen los hombres salvadoreños en sus hogares en Estados Unidos, los entrevistados ratificaron el aumento de la participación en las tareas domesticas y en el cuidado de sus hijos. Sin embargo, lo explican distinto. Algunos mencionaron razones de justicia para con sus mujeres que trabajan tanto y aportaban su salario para el uso familiar. Un 15% mencionó que la experiencia de vivir separado de su esposa como un entrenamiento que les permitió cocinar, y hacer pupuzas para su consumo comentando en forma muy alegre que se sintieran independientes, que no tuvieran que estar dependiendo de la mujer que al trabajar largas horas no estaba tanto en la casa. Los hombres que habían venido solos y muy jóvenes estaban orgullosos de ser capaces de hacerse su propia comida. Los hombres mayores de 40 años lo hacían pero lo veían más como algo que les fue necesario aprender pero con mucho gusto lo dejarán de hacer.
Así como las mujeres, contestaron a la pregunta de si le gustaría volver a El Salvador con evasivas y respuestas del tipo "sólo si mejoran las cosas" (entrevistas, 1996); el 70 % de los hombres aseguró que estaba dispuesto a volverse al estar en edad de jubilarse, o en un plazo no muy largo después de juntar dinero. En realidad, en este tema los hombres no muestran consistencia, porque también manifestaron deseos de lograr su parte del sueño americano. Los hombres estuvieron todos de acuerdo con que la educación de los hijos es mejor en El Salvador y que si dependiera de ellos no querrían que sus hijas crecieran o se hicieran mujeres en los Estados Unidos. Exactamente lo opuesto a lo que la mayoría de las mujeres de las dos muestras expresaron. Las entrevistadas hacían referencias a las posibilidades de ser profesional de sus hijas. Cuando insistimos mucho en la definición de profesional aparecieron oficios, peluquera, modista, manicura; sólo una mencionó abogada.
Los hombres se manifestaron más preocupados por el "destino" de sus hijas si no volvían a El Salvador; las entrevistadas mujeres, en todos los casos dijeron que para sus hijos (especialmente las niñas) era mejor que se criaran en los Estados Unidos.
Siguiendo el razonamiento de mis entrevistados, podría sintetizar diciendo que la mayor parte de las mujeres evalúan positivamente su proceso migratorio mientras que lo contrario es verdad para los hombres entrevistados. ¿Cómo se explica esta diferencia entre las versiones de ambos géneros? Posiblemente la experiencia laboral de las mujeres (un alto porcentaje no había tenido trabajo formal en El Salvador), que tenían posibilidades mayores de encontrar un trabajo como niñera, mucama o limpiando oficinas, de cambiarlo por otro donde ganara más dinero, es lo que les permite pensar que se está mejor en los Estados Unidos que en sus lugares de orígenes.
Lo económico es determinante; muchas mujeres son las únicas que llevan dinero al hogar sin lugar a dudas y así fue claramente expresado: la posibilidad no sólo de contribuir a la economía familiar sino de ser la que mejor puesto y salario tiene en la unidad familiar, tiene un efecto positivo en la auto percepción de las entrevistadas. En la segunda muestra de inmigrantes mujeres se agregó otro elemento explicatorio: las mujeres entrevistadas se habían apropiado de cierto vocabulario sobre derechos, y lo aplicaban a sus vidas cotidianas. En este aspecto, puedo inferir que al ser las mujeres las que están más envueltas en las relaciones con los colegios de los niños, los médicos que atienden a los niños, son las que más aprovechan del uso de intérpretes (en las conferencias con los maestros) y en las consultas médicas. Este contacto con profesionales, además de permitir entender un poco más el sistema de funcionamiento de la sociedad americana, también las contacta con organizaciones de ayuda a los inmigrantes que se han multiplicado desde la llegada de los inmigrantes latinos. Los temas a los que las mujeres están expuestas son los temas de inmigración y los pormenores y cambios de las leyes, los derechos de los niños en la escuela, que son muy diferentes a los establecidos en los países latinoamericanos. Es decir que infiero que las mujeres que están en un momento de mayor seguridad económica sobre todo comparada con muchos de sus compatriotas hombres, también por el hecho de ocuparse de los niños, de visitar los establecimientos de salud (también para los niños) con más frecuencia que los hombres, están más expuestas al discurso de derecho dentro y fuera de la familia.
Los hombres de mi muestra enfatizan más los logros laborales, por lo tanto aquellos que después de inmigrar a los Estados Unidos trabajan en forma irregular (sin documentos ni beneficios) y bajo condiciones de explotación, tienden a evaluar su situación de manera negativa. Aquellos que están empleados, si bien son más positivos, de todas maneras se auto-perciben negativamente. Mucho más en el área de la familia; las modificaciones en el seno de ésta (que surgen de la necesidad de cocinar o cuidar a los hijos porque la mujer está trabajando y no está en la casa a la hora de la comida, por ejemplo) son también experimentadas como derrotas (no siempre de forma explícita) o como pérdidas en la vida masculina. Es posible que a la hora de restaurar las redes sociales, los hombres tengan más dificultades de hacerlo que las mujeres.
Ni los hombres ni las mujeres entrevistadas en las muestras tomadas entre los años 1996-2000, plantearon problemas específicos con los hijos, estuvieran en Estados Unidos con ellos o esperando en el país de origen para que los envíen a buscar. Años más tarde, trabajando en la búsqueda de las razones que explicaran el bajo rendimiento escolar de los niños inmigrantes, los padres entrevistados seguían ignorando o por lo menos no hablando de los problemas de conducta o psicológicos que tenían sus hijos. Por el contrario las mujeres, en todos los niveles de educación se mostraron más enteradas y preocupadas por las vicisitudes de la vida de los chicos en el colegio (Poggio, 2007).

— 5 —
Conclusiones

A pesar de trabajar con muestras no probabilísticas y por lo tanto no representativas, estadísticamente, de la población inmigrante salvadoreña en el área estudiada, muchos de los hallazgos de mi investigación se confirman con estudios hechos por otros investigadores de la misma población. En ese sentido creo que hay razones valederas para sostener que la comprensión del fenómeno migratorio no puede ser entendido sino se tiene en cuenta la estructura de género (así como la económica y de clase social) de ambos países (salida y llegada). Esta configuración específica de cada lugar de origen determina el contingente migratorio que buscará en la estructura socioeconómica y de género del país receptor lo que no tiene en su país. Esto es evidente en las migraciones latino-americanas a Estados Unidos y Europa. Así, mujeres con educación secundaria se encuentran cuidando niños en Washington DC, en New York y otras ciudades. Algunas latinoamericanas han encontrado en España un nicho en la que el idioma y la cultura les asegura un lugar de privilegio, cuidando ancianos a domicilio.
En otro orden de cosas y pensando en la necesidad de generar conocimiento apropiado para diseñar políticas sociales, el reconocimiento de que las experiencias migratorias son vividas y percibidas en forma diferente por hombres y mujeres sugiere la necesidad de análisis de las consecuencias que tienen las migraciones en los grupos familiares, tanto en origen como en destino, en los que se privilegien las experiencias de todos y cada uno de los miembros de la familia de acuerdo a género y generación.
Hirsch (2000) menciona que las mujeres del oeste mexicano hablan igual que sus compatriotas que migraron a Atlanta; "la mujer manda en el norte" resume la percepción que estas mexicanas migrantes y no migrantes, tienen de la situación existente en los Estados Unidos. Lo interesante es que ellas no atribuyen el cambio (en relación con la situación que vivieron sus madres y abuelas) a la americanización de la cultura mexicana, sino la decisión de las mujeres mexicanas modernas de no dejarse atropellar por los maridos. Hirsch (2000) plantea que en vez de aceptar la idea de que la migración empodera a las mujeres, hay que preguntarse si es la migración o la historia local (país de salida) lo que produce el empoderamiento. Entre las salvadoreñas entrevistadas en mi investigación, que son en general más jóvenes que los inmigrantes mexicanos en la zona, no creo que pudiera sostenerse que las mujeres están empoderadas y menos que es la inmigración el factor de empoderamiento. Sencillamente, y de acuerdo a la lectura que las propias actoras hacen, lo que cambia es la definición de qué es lo que les corresponde hacer; si antes en El Salvador tenían que soportar maltrato por necesidad económica, pues en un lugar donde ganan mejor y pueden ayudar hasta la familia que quedó en el país, no necesitan aguantar malos tratos. Otras repiten aquello de que "si yo pasé y sobreviví la cruzada de frontera, soy más fuerte que nadie, y a mí no me pega nadie (por el marido)". Si bien entre mis entrevistadas se hablaba con admiración de las "americanas" y de los maridos americanos, nadie mencionó que hubiese alguna relación entre los cambios en las conductas de sus maridos, y el conocimiento del estilo de vida de los americanos. Hombres y mujeres en mis muestras perciben sus situaciones después de la migración como muy diferente. Las mujeres se ven en mejores condiciones de negociar con sus maridos y si no dicen que prefieren estar solas. Los hombres están más resentidos y acusan miedos sobre la posibilidad de que las hijas se socialicen lejos de los parámetros morales de su propia cultura. Lo que queda claro es que con un cambio en la situación económica de cada uno de los géneros, en esta circunstancia, y en este ámbito geográfico, las mujeres tenían más posibilidades de trabajo y ganaban más de lo que nunca habían ganado en su país. Los hombres tenían más dificultad en conseguir trabajo y sufrían la pérdida de varios privilegios (a nivel familiar) del que disfrutaban en su país. Es decir, un cambio en las relaciones de poder favorece en un momento a las mujeres, que a partir de ahí podrán capitalizar de alguna manera aunque, seguramente, tendrá que ser a partir de sus propias realidades y experiencias, a pesar de que el contacto con formas más democráticas de familia pueda ser un buen modelo para comenzar.

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Apéndice metodológico

Se recolectaron dos muestras de mujeres inmigrantes provenientes del El Salvador y una muestra de inmigrantes salvadoreños hombres. Las tres muestras tienen un tamaño de 50 unidades y fueron extraídas de manera no-probabilística y por el método bola de nieve, no permitiendo, por lo tanto, la inferencia a la población total. De cualquier modo, se tomaron en cuenta factores de edad, y años de residencia en el último destino con el objeto de tener más representatividad. No se preguntó por la situación legal de los entrevistados; por razones de privacidad tampoco se preguntaron los nombres reales de las personas entrevistadas. Los contactos para hacer las entrevistas se obtuvieron en distintas organizaciones civiles de ayuda a la población latina e inmigrante. La mayor cantidad de entrevistas se realizaron en Casa de Maryland (Langley Park, Md) y en el Hispanic Apostolate (en Baltimore Md). Los entrevistados tenían entre uno y cinco años de haber llegado a los Estados Unidos, y sus edades están comprendidas entre los 29 y los 49 años. Las ocupaciones de las mujeres entrevistadas se concentran en niñeras, empleadas domésticas y limpieza de oficinas. Los hombres también trabajaban en limpieza de oficinas, en mantenimiento de jardines, en pintura y construcción. En la mayor parte de los casos las familias habían llegado separadas y todavía no estaban completas, por lo cual tenían algún niño en el país de origen esperando para reunirse con ellos. Como instrumento de recolección de datos se utilizo la entrevista semi-estructurada. Los temas más importantes en la entrevista giraron alrededor de las relaciones familiares y de género. La entrevista tenía una sección en la que se preguntaba sobre división de trabajos, ciertos privilegios y ventajas que hombres y mujeres podían identificar como parte o no de su experiencia familiar. Finalmente, las preguntas se orientaran hacia los mismos temas pero en relación a las relaciones familiares y de género que se continuaban después de la migración o, en el caso del 20% de la muestra total, en las familias que hombres y mujeres que habían llegado solos formaron una vez instalados en los Estados Unidos.
Las entrevistas se realizaron entre 1998 y el año 2000. Estudiantes de grado y post-grado del Departamento de Lenguas Modernas y Lingüística de la Universidad de Maryland Baltimore County se desempeñaron como entrevistadoras en la investigación. Todas las entrevistadoras asistieron a un semestre de entrenamiento bajo mi dirección.

Notas

1 Datos obtenidos de MONA- Maryland Office for New American.

2 Datos obtenidos de MONA- Maryland Office for New American.

3 Se llama "coyote" (en el vocabulario de los inmigrantes latinos) a los que se autodenominan profesionales del cruce ilegal. Sus honorarios son altos y se cobran 50% antes de iniciar e viaje y el resto después de llegar a los Estados Unidos.

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