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La aljaba

versión On-line ISSN 1669-5704

Aljaba v.11  Luján ene./dic. 2007

 

La Aneida: una epopeya de mujeres en una huelga de obreros. Representaciones de las mujeres que participaron en el Choconazo (1969-1970)

"Aneida": a epic of women in a working strike. The representations of women in the conflicts Choconazo (1969-1970)

Griselda Fanese y Emilse M. Kejner

Universidad Nacional del Comahue

Resumen: Entre diciembre de 1969 y marzo de 1970 se sucedieron dos huelgas obreras durante la construcción de la villa y la represa de El Chocón, en la provincia de Neuquén. Dichas huelgas, que más tarde se conocieron como "el Choconazo", configuraron una protesta en la que, como otras en el país en esas décadas, las mujeres y las-los jóvenes se incorporaban nuevos agentes de movilización social y de cambio cultural. La creciente participación de las mujeres en los conflictos fue registrada sólo en muy escasa medida por la prensa de la época que informó sobre las huelgas de El Chocón.
Esa ausencia en el diario norpatagónico Río Negro cobra su mayor sentido al contrastarla con la memoria de Ana Egea que muestra la presencia efectiva y la conciencia de sí de las mujeres en el conflicto. Tanto las crónicas del Río Negro sobre el Choconazo como las memorias de Ana Egea evocan lo épico, pero mientras en el diario los héroes son los obreros, en el discurso de Ana -transgrediendo las barreras de un género históricamente masculino- ella es la protagonista de su propia epopeya.
Aproximarse a los discursos sociales supone analizar los modos en que una sociedad se conoce o se representa. En ese sentido, indagar en las representaciones de las mujeres en las huelgas de El Chocón involucra desplazar la mirada hacia el género como elemento constitutivo no sólo de relaciones sociales, sino de géneros discursivos a través de los cuales esas relaciones se construyen.

Palabras clave: Choconazo; Mujeres; Representaciones; Epopeya.

Abstract: Between December 1969 and March 1970, as in Neuquén province El Chocón dam and village were being built, there were two considerable strikes: the "Choconazo". These were part of the demonstrations that took place in Argentina at that time, when women and youth rose as new agents of mobilization and cultural change. The participation of women in the conflicts was almost not recorded by the media that informed about the strikes of El Chocón
That absence in the Northern Patagonic newspaper Río Negro, turns meaningful when it is contrasted to Ana Egea's memory, whose speech shows the real presence of the women in the conflict and their own conscience. Both the chronics published in the Río Negro about the Choconazo and Ana Egea's memories evoke the epic: while in the newspaper workers are the heroes, in Egea's speech, she breaks the barriers of a historically male type of text and becomes the protagonist of her own epic.
Analyzing social speeches implies to study the ways a society knows and imagines itself. In that sense, investigating the representations of women on El Chocón strikes, involves to take a look at moving the glance towards gender as a constituent element not only of social relationships, but also of discursive types through which those relationships are built.

Keywords: Choconazo strikes; Women; Representations; Epic.

Dedicado a las docentes y los docentes que sostuvieron la toma del puente sobre el río Neuquén y el sitio a la Gobernación neuquina durante abril de 2007, tras el asesinato del profesor Carlos Fuentealba durante la represión policial en Arroyito ordenada por el gobierno provincial.

[...] Así que, bueno, nos dedicábamos a robar nafta de los autos de la policía. Nos íbamos por los caminitos, ¿viste?, donde la policía no nos iba a ver, y les afanábamos nafta para las molotov. Pero no sólo para las molotov. Por ahí salían compañeros con los autos y ya teníamos nafta para el surtido, porque a nosotros no nos vendían nada en El Chocón.

Ana Egea

[...] Se comprometieron en la lucha sindical y política que implicaba la huelga, y no sólo opinaron en un pie de igualdad con los hombres, sino que hasta enfrentaron la represión, organizando piquetes, explicando a los varones la necesidad de no ausentarse del obrador, proponiendo medidas de lucha y participando en las asambleas con voz propia. No dejaban, por ello, de atender otras imposiciones de la vida cotidiana.

Juan Chaneton

Odiseo, héroe protegido por la diosa Atenea y representación de la astucia, es el protagonista de un relato épico de la Grecia antigua. En él, Homero narra el retorno de Odiseo a su patria después de haber luchado en la guerra de Troya, de haber vagado por una década por las costas del Mediterráneo y vivido aventuras sin fin. Vencedor de cíclopes, rival de dioses y superviviente en varios naufragios, vuelve a Ítaca, donde lo esperaba Penélope, su fiel esposa solicitada por molestos pretendientes. Disfrazado de mendigo, Odiseo llega a su palacio, mata a los pretendientes y toma posesión de su tierra. Ese relato -esa epopeya- lleva por título su nombre: Odisea.
En Eneas, el héroe de la Ilíada de Homero, se inspiró el poeta latino Virgilio para componer otra epopeya, la Eneida. Hijo de un príncipe y de Afrodita, la diosa del amor, Eneas fue el más valeroso de los héroes troyanos después de Héctor. Tras la destrucción de Troya, se marchó con un grupo de soldados a Macedonia, Cartago, Sicilia, hasta llegar a Laurentio, en la península itálica. Allí remontó el río Álbula, llegó hasta el Lacio y en medio de magníficas aventuras fue "viviendo" la trama que permitió a Virgilio imaginar un origen para Roma.
La Aneida de nuestro título quiere seguir la tradición del género épico, aunque, trastornando la epopeya -ese género masculino- queremos recuperar la epopella de Ana, rememorada por ella misma: Ana Egea de Urrutia, una de las protagonistas del Choconazo.

- 1 -
Las huelgas de El Chocón

Entre la segunda quincena de diciembre de 1969 y los últimos días de marzo de 1970, se sucedieron dos huelgas obreras en la construcción de la Villa y de la represa de El Chocón, en la provincia de Neuquén, que más tarde se conocieron con el nombre de "el Choconazo", y que fue "la primera acción antiburocrática de la década del '60" (Brennan, 1996). La primera de esas huelgas se originó cuando tres delegados de la obra, Antonio Alac, Armando Olivares y Edgardo Adán Torres -votados por asamblea de obreros para cumplir tal función- no fueron reconocidos por la Unión de Obreros de la Construcción de la República Argentina (UOCRA) ni por la empresa que construía la represa, Impregilo Sollazo, que despidió a los delegados y los hizo detener por la policía. La fusión existente en ese momento entre el Estado y las empresas ponía a la policía al servicio de éstas, al igual que las leyes vigentes, que no protegían a los trabajadores de las represas.
En consecuencia, detuvieron sus actividades no sólo los obreros de la empresa mencionada, sino también los de las subcontratistas y los de la constructora de la Villa. Los representantes de las empresas argumentaban que los delegados designados no habían seguido los pasos legales para asumir sus cargos, lo cual constituía ante todo una excusa para impedir una representación que pudiera exigir mejoras en los salarios y en las condiciones de vida en la villa (Chaneton, 2005)1. Esta primera huelga duró sólo cuatro días, aunque trascendió a escala nacional; y se solucionó con la liberación de los delegados, su reincorporación y el inmediato llamado a elecciones en las que se presentaron y ganaron, por una amplia mayoría, los mismos expulsados.
Desde diciembre de 1969 hasta mediados de febrero de 1970, la comisión presentó algunas quejas sobre los precios de la mercadería, la calidad del comedor, las condiciones edilicias de los galpones, la higiene, las medidas de seguridad en las obras, que ya habían causado varias muertes y muchos heridos. En una asamblea de enero, los obreros dieron a sus delegados el mandato de asistir al congreso de sindicatos independientes y antiburocráticos en Córdoba al que convocaba Agustín Tosco, el sindicalista del gremio Luz y Fuerza que había organizado el Cordobazo. Dicho congreso había sido prohibido por el gobierno, pero se realizaría de manera clandestina. A su regreso a El Chocón, los delegados de la obra habían sido expulsados de la UOCRA por su dirigente nacional, Rogelio Coria. En consecuencia, en pocos días, fueron desconocidos como delegados por la empresa.
Entonces, surge la segunda huelga. Nuevamente, miles de obreros de las diferentes empresas paralizan sus tareas. Después de casi un mes, con más de un 40 % de los obreros exiliados, la UOC de Neuquén intervenida, la policía de las provincias de Neuquén, de Río Negro, de Mendoza y de Buenos Aires en la villa, junto con funcionarios nacionales y altos dirigentes de la UOCRA, los principales dirigentes de la huelga son despedidos sin posibilidad de reincorporación, detenidos y enviados a Buenos Aires. Así finaliza la huelga. El Choconazo se produjo en consonancia con otros conflictos que ocurrieron en el país en un corto período de tiempo: el más importante, el Cordobazo (mayo de 1969); pero también el Rosariazo (septiembre de 1969), el Cipollettazo (septiembre de 1969), el Viborazo (1971), el Rocazo (1972) sin olvidar las protestas en Corrientes, en Tucumán y en San Juan. Sin embargo, algunas particularidades de la realidad de El Chocón como pueblo-empresa, explican la singularidad de los conflictos que se desarrollaron en ese marco. El Chocón no era más que un desierto, a unos ochenta kilómetros de Neuquén. Allí se habían montado unas pocas casas para los ingenieros y los obreros calificados que se habían trasladado con sus familias, y algunos galpones para los obreros "solteros". Muchos de éstos eran casados y tenían familia, pero habían llegado solos a El Chocón.
A pesar de las condiciones adversas, las huelgas de El Chocón fueron apoyadas por ciudadanos de Neuquén y de Cutral Co que organizaron comités de solidaridad de los que participaban gremios, estudiantes secundarios y universitarios, comisiones barriales y clérigos. A partir de ello, puede pensarse con Quintar (1998) que el conflicto de El Chocón colabora en la conformación de un frente de nueva izquierda en Neuquén, de las características de los que se venían conformando en los grandes centros urbanos del país del mundo. Asimismo, como otras huelgas del momento, el Choconazo fue un verdadero dedo en la llaga del régimen de la dictadura e incluso incidió fuertemente en el campo2 del sindicalismo, ya que arremetió, desde la "obra del siglo" que ponía a la Argentina en el mundo del progreso, contra la burocracia sindical que apoyaba el gobierno de Onganía.
Las huelgas de El Chocón formaron parte de la generalización y complejización de la protesta social de los trabajadores y trabajadoras en Argentina entre 1955 y 1976. Una exploración del diario Río Negro, que formó parte de una búsqueda de las representaciones de los conflictos de la época en diarios y revistas, nos situó ante contrastes entre la presencia de las mujeres en los espacios físicos e institucionales del conflicto -fijada en fotografías que publicó el diario-, y la relativa ausencia de ellas en los artículos periodísticos. Justamente porque creemos que uno de los factores de la complejización de la protesta social en esos años fue la creciente incorporación de actores sociales emergentes -entre ellos, las mujeres- como agentes de movilización social y cambio cultural, nos enfocamos, entonces, en el análisis de las representaciones de mujeres en ese diario -hegemónico en la Patagonia desde 1912- y en otros medios de prensa. Contrastamos la lectura resultante con el relato de Ana Egea de Urrutia3, una mujer involucrada en el Choconazo. El análisis de un relato de vida de una entrevista de historia oral nos permitió compartir, a casi cuatro décadas de aquellas huelgas, la memoria de una participante activa y, al mismo tiempo, nos permite recuperar el papel de las mujeres en las luchas sociales de la época y que la prensa hegemónica no registró.

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Sujeto social/sujeto textual

El discurso es una práctica social que se constituye a partir de otras prácticas y que, simultáneamente, las constituye. En este sentido, los sujetos sociales se convierten en "sujetos textuales" (Angenot, 1989) en el interior de los discursos, al tiempo que son respaldados por los discursos -propios y ajenos- en sus posibilidades de actuación social. Esto es particularmente cierto en momentos históricos clave en que alguna formación discursiva4 parece incidir en los cambios sociales. El análisis de los discursos sociales, en estos casos, deja ver las manifestaciones de los sistemas de producción, circulación e incluso regulación de las ideas y de las concepciones de lo real construidos en discursos como la prensa.
La noción de práctica discursiva integra dos elementos. Por un lado, la formación discursiva, y por otro, la comunidad de discursos, el grupo o red de grupos dentro de los cuales son producidos y administrados los textos de una formación discursiva (Maingueneau, 1991).
Leer diarios viejos, en este sentido, nos permite indagar en las maneras en que se configura una identidad, una memoria o, en este trabajo en particular, las formas en que inciden los discursos en el imaginario (Baczko, 1991) de una comunidad, entendida ésta como comunidad comunicativa -un periódico y sus lectores-, comunidad semiológica -se comparten formas de decir- y comunidad discursiva -sus miembros comparten conocimientos y creencias sobre el mundo-. Esta última es la que, en definitiva, tiene el poder de formar opinión. Así, la prensa forma, legitima y pone en circulación discursos que pugnan por el dominio del sentido común sobre las creencias individuales (Raiter, 2003:171), sobre todo en momentos clave en la historia de una comunidad.
En los momentos de protesta o de conflicto, particularmente, los periódicos ponen en escena figuras que revelan sentidos en disputa en la sociedad, y que dan cuerpo y lugar en la esfera pública a concepciones cuya discusión -explícita o implícitamente- se instala en la comunidad. Los periódicos actúan políticamente (Borrat, 1989) -ya se trate de políticas empresariales, partidarias u otras- y es en esta medida que el análisis de discursos de la prensa puede mostrar tanto el horizonte que un diario construye en función de capturar conciencias como la doxa que acata para captar lectores. Como plantean Matouschek y Wodak (1998), en gran medida la prensa -sobre todo la que se ubica hegemónicamente en relación con otros actores- muestra ante sus lectores perspectivas y valores con los que éstos puedan acordar. Esto significa que, por un lado, un diario actúa políticamente al instalar un temario y al contribuir a la construcción de imágenes de los"protagonistas" de la vida social; pero, por otro, también actúa políticamente al dirigirse al público desde el sentido común (Raiter, 2003)5 de una época. Puesto que el lenguaje es la materialización de la conciencia (Voloshinov, 1926), lenguaje, conciencia (individual) e ideología (social) forman parte de una misma e indivisible herramienta cognitiva. El lenguaje en uso6 forma y complejiza representaciones7 del mundo, y posibilita la transmisión y el intercambio de representaciones entre las personas. Es a través del lenguaje que las representaciones trascienden el mero refl ejo del mundo: pueden ser algo diferente, pueden completarlo o agregarle elementos. También a través del lenguaje se establecen relaciones entre las representaciones de los individuos, que como consecuencia de los mecanismos comunicativos pueden devenir sociales, mientras simultáneamente, como efecto de los discursos, las representaciones sociales devienen en representaciones de los individuos. No todas las representaciones pueden convertirse en sociales y, al mismo tiempo, no es difícil aceptar que hay personas que no comparten algunas o todas las representaciones de su comunidad8. Sin embargo, son las representaciones socialmente compartidas las que garantizan la cohesión social: sin ellas, la comunidad no existiría. En este sentido, los discursos de la prensa hegemónica imponen imágenes y establecen una agenda de representaciones activas en un momento dado desde un lugar de poder simbólico, el del conocimiento de la verdad y el del relator objetivo: este lugar social es construido por la prensa misma en sus enunciados.
La persona que habla desde su memoria individual, por lo contrario, entabla una batalla simbólica con los discursos dominantes. La mujer que habla de sucesos del pasado en los que ha participado, conoce, además, que, si se trata de hacer memoria, la dominación es masculina. Como plantean Benadiba y Plotinsky (2005), tanto la "memoria popular" como la cultura dominante -capitalista y masculina (Bourdieu, 1998)- se apoderan del pasado y administran los recuerdos y los olvidos, manipulando las interpretaciones y las perspectivas.
En esa batalla, la memoria individual activa una agenda de representaciones alternativas que pueden cobrar dimensión social en la medida en que una formación discursiva emergente -como la historia escrita desde la perspectiva de las mujeres- realiza una labor de inclusión de esa memoria individual y de esas representaciones alternativas. De ahí que consideremos que este trabajo de lectura de diarios viejos y de entrevistas orales puede contribuir a la escritura de una historia de las mujeres trabajadoras en la Patagonia.

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Algunas observaciones sobre el corpus que analizamos

En nuestra investigación hemos recolectado un corpus heterogéneo constituido por secuencias discursivas producidas por diversos locutores y a partir de posiciones ideológicas heterogéneas. En cuanto a la prensa gráfica de la época, el proceso de investigación incluyó las notas que publicó, entre el 7 de marzo de 1969 y el 15 de mayo de 1970, el único diario de la Norpatagonia en ese momento, el Río Negro9; la prensa nacional (los diarios La Nación y La Razón) y los semanarios Análisis y Confirmado, así como alguna prensa partidaria (La Vanguardia y Nuestra palabra). En este trabajo, nos referiremos a las ediciones del Río Negro enmarcadas en las fechas señaladas, en particular, la edición del 18 de mayo de 1969.
Por otro lado, entrevistamos a protagonistas del conflicto: Ana Egea de Urrutia, una mujer que participó activamente en la huelga; otra mujer que integró la comisión de solidaridad con los obreros, Sara Garadonik; y dos obreros dirigentes de la huelga, Armando Olivares y Pascual Rodríguez. En este trabajo, nos referiremos a la entrevista que hicimos junto a Ana Egea. El corpus construido tiene dimensiones complejas, puesto que combina restricciones opuestas en una -o varias- dimensión(es) (Courtine, 1981). En nuestro caso, las restricciones opuestas tienen que ver con la dimensión temporal: secuencias discursivas producidas a la vez en sincronía o simultaneidad temporal (como las de la prensa gráfica) y en diacronía o secuencialidad temporal (como las entrevistas). Esas restricciones también tienen que ver con el modo de producción de las secuencias discursivas reunidas: un corpus constituido a partir de archivos (como la prensa gráfica) y un corpus experimental (producido a partir de entrevistas empíricas). Nuestro corpus ha sido heterogéneo también en otro sentido. Como la fotografía de prensa suele estar al servicio de la estrategia de comunicación del testimonio, hemos incluido en el corpus algunas fotografías. El testimonio supone siempre la conjunción de la imagen y de un mensaje paraicónico, en parte narrativo. Por eso, la imagen funciona como prueba empírica. Si bien el valor de la fotografía es relativo, la imagen tiene un papel crítico, porque su utilización acrecienta la fuerza persuasiva en la construcción de representaciones, y en ese sentido el periódico aprovecha su carácter icónico indicial (Schaeff er, 1990). De ahí que hayamos incluido en el corpus fotografías de Ana Egea junto a otras dos mujeres en el campamento (Río Negro10); de Ana Egea y un grupo de obreros (La Razón) y de una joven mujer, Emma Mansilla, junto a una olla popular (semanario Análisis11). Sin embargo, el análisis de esas fotografías queda fuera del presente trabajo.

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La epopeya, género masculino

El diario Río Negro apoyó a los obreros en huelga con extensión y compromiso12, en crónicas periodísticas que revelan el posicionamiento de los periodistas13 en el marco de los conflictos y junto a los trabajadores. Las voces de los obreros son más citadas que las de los representantes de las empresas, y en muchas ocasiones son reproducidas literalmente en fragmentos extensos o en documentos completos. Las imágenes de aquellos aparecen connotadas positivamente en un rol heroico, en el marco de crónicas que se construyen como gestas épicas con los obreros como protagonistas. Así, el diario guía a los lectores hacia la "lógica del partisano" (Tcach, 2003) que manifiestan en sus discursos los obreros de El Chocón, según la cual las organizaciones armadas -y las luchas sociales- son el corolario de un ciclo de larga duración que había comenzado con el golpe de Uriburu, en 1930, y que había obligado a las organizaciones civiles a vivir en guerra, infiltradas por el enemigo constituido por las Fuerzas Armadas. En esta explicación de la violencia en Argentina -y de los discursos que constituyen violencia- la política es entendida necesariamente como milicia y la organización social como ejército. El conflicto social responde a una lógica de "matar o morir", como lo muestra un ejemplo de la edición del 15 de diciembre de 1969. El Río Negro titula: "Momentos de intenso dramatismo se vivieron en El Chocón el sábado", y narra:

"(...) Los obreros Armando Olivares, Antonio Alac y Edgardo A. Torres fueron despedidos por la patronal y puestos en custodia de funcionarios de la Policía Federal armados con ametralladoras. Los obreros, en número de 700, rodearon el vehículo policial dispuestos a 'hacerse matar' -agregaron con énfasis- y luego de unos instantes de tensa vacilación, los funcionarios optaron por dejarlos en libertad. (...) La posición de los obreros es irreductible: hasta tanto no sean repuestos los tres compañeros despedidos arbitrariamente y luego reconocidos como delegados del gremio, no levantarán las medidas de fuerza. El comité de huelga está constituido en sesión permanente en el pabellón 14, habitación 3, dispuesto a escuchar y hacerse escuchar (...)".

En la edición del 18-05-1969, el Río Negro dedica una doble página a hacer la crónica del triunfo de la primera medida de fuerza. Dice la bajada de la nota principal:

"La nota más importante en el desarrollo del movimiento obrero de El Chocón, que ha adquirido amplia repercusión no solamente en el país sino en el exterior, la dio la concesión de la libertad a los cuatro obreros que se mantenían detenidos en la delegación Neuquén de la Policía Federal (...)".

En esa trama discursiva, las mujeres tienen un papel que motivó nuestra atención. Un recuadro que refiere el acuerdo logrado alude a la distensión y al festejo tras la tensión vivida, y señala que "se sucedieron varios oradores, entre ellos varias mujeres de destacada actuación en los sucesos". Los nombres de esas mujeres no se consignan y sus palabras, tampoco.
La foto que ilustra la nota central de esa edición, con un tamaño de tres columnas por 15 centímetros, muestra a "varias mujeres, esposas de los obreros, que se dirigen hacia el lugar de la concentración llevando bolsos con alimentos para los trabajadores que en esos momentos estaban en huelga" (epígrafe). Esas mujeres, erguidas, jóvenes, visten pantalones, pañuelos y anteojos para el sol según la moda del momento. Los hombres -policías y obreros- las miran caminar. Ellas constituyen una nota de color en el desierto choconense y contribuyen con su imagen a lograr la empatía del lector con los obreros, objetivo del diario, inserto en una política de oposición al gobierno de Juan Carlos Onganía. Tanto el discurso como las fotografías instalan en la imaginación del lector una visión favorable a los obreros en huelga por vía de representarlos acompañados de sus mujeres, cuya intervención da un toque de domesticidad a la protesta social, enmarcada, como habíamos señalado, en una retórica heroica. Las imágenes de esas mujeres responden, en gran medida, al estereotipo (Amossy y A. Herschberg Pierrot, 2001)14 del "descanso del guerrero". La Penélope de Odiseo, por ejemplo, responde a ese estereotipo.
Hombres y mujeres, en el discurso del Río Negro, están inscriptos en una trama que -siguiendo a Mijail Bajtin (1991)- podría denominarse una épica de "su propio tiempo". Una épica, generalmente, construye narrativamente un tiempo pasado glorioso. El mundo de la epopeya es el de un pasado nacional heroico, el mundo de los "comienzos" y de las "cimas" de una historia nacional, el mundo de padres y de ancestros, el mundo de los "primeros" y de los "mejores". También es posible, según Bajtin, percibir el tiempo que se está viviendo desde el punto de vista de su significación histórica como tiempo épico heroico, distanciado, como visto desde las lejanías del tiempo -y no por el contemporáneo mismo, sino a la luz del futuro. En este caso, el presente no es visto en el presente y el pasado en el pasado; el narrador se extrae de "su propio tiempo", de la zona de contacto familiar con su yo (Bajtin, 1991:48).
Los motivos épicos -los relatos, las memorias, los recuerdos, los protagonistas- que presentan lo contemporáneo en forma heroica - como canciones que existen y que son accesibles-, sólo han aparecido después de la creación de las epopeyas, sobre el terreno de una tradición épica. El Choconazo y sus protagonistas, en alguna medida, cobran esta dimensión en la región y el país por el efecto en el imaginario social de algunos discursos, que tradujeron en gestas las noticias que llegaban desde los lugares de los conflictos. El diario Río Negro, creemos, contribuyó en ese momento a trasponer elementos de una épica ya consolidada a acontecimientos y a hombres contemporáneos. Contribuían a eso una simbología de la obra monumental como signo de progreso y el territorio natural sobre el que la misma se asentó.
Siempre siguiendo la interpretación bajtiniana de la épica como la forma de delimitar y narrar un mundo representado como "más allá" de lo contemporáneo -representado así, insistimos, aunque contemporáneo-, cabe señalar que en las condiciones imperantes bajo un sistema patriarcal, los representantes de los grupos dominantes pertenecen en cierto sentido, en cuanto tales, al mundo de los "padres", y se encuentran separados de los demás hombres por una distancia cuasi "épica" (Bajtin, 1991:41). En esta distribución del poder, las mujeres, por definición, estarían muy lejos de los hombres.
La transposición del mundo representado por la epopeya con esa distancia épica reviste una significación positiva plasmada en una categoría de valores jerárquicos específica. En la concepción épica, "principio", "primero", "lo que pasó", etc., no son categorías puramente temporales sino que dependen a la vez del tiempo y de valores cuyo grado superlativo representan, y que hallan cumplimiento tanto en relación con los hombres como en relación con las cosas y los fenómenos del mundo épico: en ese pasado todo está bien, y todo lo que está verdaderamente bien pertenece exclusivamente a ese pasado. Ahora bien, como plantea Jean Franco (1996):

"'hacer hablar al subalterno' históricamente ha sido una estrategia mediante la cual el saber se usa para asentar el poder. Por esto, tenemos que tratar de entender no sólo quién hace hablar a la subalterna y para qué, sino darnos cuenta también de los géneros de discurso que 'permiten hablar'".

En tal sentido, entendemos que la distinción de género compenetra todo el campo cultural y, por ende, también los géneros discursivos. Al referirse a la relación entre género del discurso y género sexual, Jean Franco recuerda la importancia que Bajtin otorga al interlocutor en la definición del género. En este caso, el diario Río Negro se posiciona ante las mujeres de El Chocón, a las que no da la palabra, sino que habla de ellas como un objeto más en el escenario de la huelga. En la crónica-epopeya periodística sobre las huelgas de El Chocón, la lucha tiene héroes y antagonistas (Kejner, 2006). Y, como es sabido, las mujeres de la épica suelen ser objeto de amor o de deseo, pero nunca protagonistas: Helena es la causa de la guerra de Troya, pero Homero nunca le da la palabra en la Ilíada. En fin, la épica es un género que no permite hablar a la mujer: es por antonomasia, masculino.
Por el contrario, la entrevista de tipo investigativa, como la que hemos realizado junto a Ana Egea, pretende dar la palabra a la "subalterna". En realidad, no es la entrevista como fuente para este trabajo la que permite la palabra, sino la entrevista de historia oral, que, si bien es un monólogo guiado e incitado -en nuestro caso- por la entrevistadora (Benadiba y Plotinsky, 2005), tal guía no tiene otro fin que no sea el de recuperar y registrar las experiencias de vida almacenadas en la memoria de quien las vivió.
Y aquí es donde nos encontramos con la epopeya de Ana. El pasado épico es para los tiempos futuros la única fuente y el único origen de cuanto ha sido logrado -de cuanto ha sido bien logrado-. Esa reconstrucción épica de un origen -en tanto es origen de cambios subjetivos y de cambios sociales- resulta constitutivo del relato de Ana Egea, como veremos enseguida.

- 5 -
Ana Egea

En el relato de Ana, 37 años después de la huelga, las mujeres de El Choconazo son "diez", y se organizan en una jerarquía de mayor a menor relevancia en el escenario discursivo: la misma Ana, "las dos Mansilla, dos mujeres de obreros, la Gringa y la boliviana"15.
En la construcción discursiva de sí misma, hay una traslación del trabajo del cónyuge como propio: "Éramos Ema Masilla, la hermana, dos compañeras más de trabajo que no me acuerdo los nombres ahora". Sin embargo, no es el ser mujer de un obrero lo que la transforma en dirigente, sino ser la mujer protagonista en el comedor, el lugar de la "gran familia" en la que Ana es la esposa y madre de todos, la figura central:

"- ¿Ustedes eran todas mujeres de trabajadores?
- Claro. Yo, por ejemplo, era la esposa de un chofer de los camiones, de los camiones grandes, de Terex. Pero, a la vez, tenía comedor, yo les daba de comer a obreros. Tenía dos turnos.
- ¿Ustedes vivían en las casas?
- Claro, mi marido y todos los obreros que venían a comer a mi casa era como si fuéramos todos hermanos. Éramos una gran familia (...) A veces algunos no iban a trabajar en ese turno y venían junto con los otros. Eso lo acomodaban ellos. A mí no me interesaba porque la comida era toda igual, viste. Yo no tenía preferencias ni para uno ni para otro. Pero sí, cuando ellos llegaban a casa, ellos me ayudaban a cuidar a los chicos, a servir la comida. Yo era la cocinera, pero después lo demás era todo en conjunto. Nos ayudábamos en todo. Entonces éramos una gran familia, viste, como yo digo siempre, una gran familia".

En el relato, el yo enunciativo de Ana Egea16 asume diversos roles: cocinera, guerrillera, prófuga, archivista, enfermera, detectora de infiltrados, oradora ante la comunidad, madre, intocable. El nosotros del enunciado incluye al yo de la enunciación sumado a los obreros en huelga; mientras que nosotras suma yo a las mujeres de los obreros en huelga, lo que ubica a la primera persona en una enunciación colectiva doble y, como efecto de discurso, genera una representación de sujeto empírico poderoso: de mujer poderosa.
También aparecen las otras, si bien no en rol semejante al antagonista de la epopeya masculina, aunque sí, como sucede en ésta, Ana establece distinciones jerárquicas: están las mujeres y las pibas (las primeras defienden a las segundas cuando la policía las insulta); la boliviana es servicial; la gringa y las otras están en la vanguardia, cercanas a Ana pero detrás de ella, caracterizadas como ligeras. Otra más, Ema Mansilla, también está siempre cerca, acompañando a Ana.
En su epopeya, Ana se instaura como una mujer de vanguardia, no sumisa. Presupone admitir que, aunque en el tiempo que rememora las mujeres fueran sumisas, ella no lo era: lavaba platos pero también afrontaba huelgas. En su discurso se percibe una tensión entre las actividades que el sentido común de la época consideraba "propias de mujer" (lavar platos, cuidar chicos, cocinar, ser ama de casa) o "lo femenino" (las flores, la emoción, las lágrimas) y las que considera "propias de los hombres" (pegarle a la policía, tirar piedras, escuchar música). Esas actividades que muestran dimensiones de la mujer real en tensión con los estereotipos sociales, se entrecruzan en pasajes del relato: Ana se cae y se quiebra una uña; Ana escapa en la madrugada con un pañuelo brillante en la cabeza, lo que le dificulta escapar de la policía que las vigilaba; la persigue la policía y ella se tiñe el pelo para esconderse. Los hombres dirigentes no relatan nada semejante. La epopeya de las mujeres tiene una dimensión discursiva propia17, un universo en que el pequeño detalle, lo mínimo, hace la gran diferencia con la epopeya que tiene como protagonistas a hombres.
Sara Garadonik, empleada judicial residente en la capital neuquina que integró la comisión de solidaridad con los obreros y que no participaba activamente en la huelga, recuerda a Ana como "la dirigente de la cocina" (una dirigente de agallas) a diferencia de otras mujeres que hacían tarea de vínculo, de lazo entre El Chocón y Neuquén. No obstante, la participación de Ana en la protesta y en la política siempre está impulsada y regulada por hombres: su marido -"o la política o nosotros"-; Antonio Alac -por cuya intervención Ana se afilia al Partido Comunista-; "Monseñor" Jaime de Nevares -el obispo de Neuquén, cuya autoridad confiere a Ana una especie de inmunidad-. El tratamiento de "monseñor" revive una aceptación implícita de la jerarquía social y la construcción de sí en función de esa jerarquía, una suerte de emulación inconsciente de la relación de liderazgo viril que creaba la épica masculina clásica. Ésta exige la modelación de las acciones individuales -y la construcción de sí, podríamos agregar- como efecto de la influencia del aristos anêr -el mejor hombre (Bassi, 2003).
En el discurso de Ana Egea, por un lado, se puede leer un primer ethos18 que la proyecta desde el rol doméstico hacia el espacio público de la huelga. Este es un papel que concentra habilidades en la gestión de condiciones para la vida cotidiana, lo que significa, en el marco de la huelga, condiciones para la continuidad de la medida de fuerza. En el discurso de Ana, la participación de las mujeres se percibe y se valora como intermediación para los fines del bienestar.
Aunque predomina una concepción instrumental de la participación de las mujeres -"la boliviana es servicial"-, desde ese primer rol instrumental se proyectan otras imágenes -la guerrillera, la oradora- que se inscriben en una mística de la mujer múltiple, que no disminuye o elimina las desigualdades de género sino que las confirma. La participación de las mujeres se concentra en cuestiones y tareas vinculadas a las necesidades básicas de la "familia" que representa a la comunidad de obreros en protesta, aunque -en el caso de Ana- las otras actividades parecen surgir de intereses estratégicos de la huelga, en tensión con su propia necesidad de hacerse visible. Mientras tanto, según el diario Río Negro, los hombres participaban en cargos de poder en las organizaciones obreras y tomaban decisiones. Esto es, las mujeres permanecerían en el espacio de la protesta en función de su vínculo con los hombres.
Sin embargo, en el discurso de la entrevistada se pueden leer dos niveles de participación de las mujeres en el Choconazo. Uno, el de los intereses prácticos, estereotipados muchas veces en los discursos de mujeres -es el caso de Ana- en relación con el género y que surgen de los roles determinados por la esfera doméstica ("la familia"). Responde a necesidades inmediatas vinculadas con la supervivencia cotidiana. Son intereses formulados por Ana a partir de condiciones concretas que vive como mujer en la esfera de lo doméstico. Esos intereses no cuestionan la subordinación ni la inequidad de género, pero de ellos surgen, a través de la participación en la huelga, otras dimensiones de Ana. En primer lugar, los intereses estratégicos de género surgen del reconocimiento y de la toma de conciencia de la posición de las mujeres:

"(...) La pasamos feo. Y como mujer, viste, tenés que luchar y luchar y luchar. Aquél tiempo, no era como ahora. Ahora tenemos los mismos derechos del hombre. Allá no. Allá (...) Aparte, nosotros en una vuelta, las mujeres que habíamos nos dedicábamos por ejemplo a hacer bombas molotov, todas esas cosas".

Vinculadas a asuntos de interés público, las mujeres inician así lo que podría llamarse una política "informal" generada desde el entorno cotidiano y a partir de su necesidad de cambiar una situación social. Esto es, establecen relaciones de fuerza y presión con el poder, o contribuyen al fin de enfrentar al poder (los empleadores de los hombres); demandan y gestionan recursos para la vida cotidiana; protestan, negocian y ejercen infl uencia; contribuyen al sostenimiento de condiciones básicas para la continuidad de la protesta, es decir, desarrollan proyectos más allá de lo cotidiano; ejercen habilidades ciudadanas (hablan en público, administran recursos públicos, como los de una olla popular); logran autoestima y prestigio social; adquieren poder de liderazgo en su terreno, evidente en la pervivencia de la figura de Ana en textos periodísticos, en fotos y en textos de historia19; y, finalmente, representan un patrón de participación en la vida política:

"(...) Así que bueno, nos dedicábamos a robar nafta (...) de los autos de la policía, eh, nos íbamos por los caminitos viste, donde la policía no nos iba a ver, y les afanábamos nafta para las molotov nuestras, claro. No sólo para las molotov. Por ahí salían compañeros con los autos y ya teníamos nafta para el surtido porque a nosotros no nos vendían nada en El Chocón".

En alguna medida, consciente o inconscientemente, hoy Ana se presenta como un modelo de participación. Proyecta imágenes de sí transgresoras y transformadoras, al tiempo que deja ver en su discurso cambios subjetivos producto de la experiencia en lo público, y cambios de sentido en lo público como efecto de la acción de los sujetos:

"(...) No permitía la policía que nos vendieran combustible. No, no (...) los comercios estaban todos adheridos con nosotros. El único que no funcionó más fue el comedor obrero, porque como ese era pagado por la empresa
(...) No, no, lo borraron ellos mismos. Pero toda la gente que había cerca de la sirena, que nosotros le decíamos la sirena, decíamos que era una sirena que teníamos nosotros para (...) Que se tocaba para entrar y salir del trabajo, pero nosotros la invadimos [ríe], la agarramos para entrar y salir de la huelga (...)".

La "huelga" -término connotado peyorativamente-, un evento público designado por Ana desde el marco de referencia de lo privado, se instituye en término positivo -"familia"- como efecto de la subjetividad de Ana, que apunta a reconstruir una memoria aceptable para la posible comunidad de receptores de su relato.
La Ana que hemos entrevistado revela una representación de la mujer en el Choconazo que es contrapartida de la "mujer-nota de color" del Río Negro. Pasiva y decorativa ésta; transformadora de sentidos y transgresora, aquélla. Ana es la protagonista de su propia épica: su memoria no es una memoria lírica sino novelesca.
Justamente, la importancia del testimonio oral es que hace surgir la imaginación, el simbolismo, el deseo (Benadiba y Plotinsky, 2005):

"(...) La diversidad de la historia oral consiste en el hecho de que las declaraciones'equivocadas' son psicológicamente 'verídicas' y que esa verdad puede ser tan importante como los relatos factualmente confiables".

Podríamos aventurar que las condiciones en que hoy construye Ana su memoria, le permiten revelar su propia epopeya: es aquí cuando interviene la historia oral para completar la historia basada en fuentes escritas (Portelli, 2001). Es la entrevistadora quien -haciendo las preguntas, deseando las respuestas- crea el marco y la condición de existencia del relato de la mujer que intervino en aquellas protestas y aquellos cambios sociales sin poder tomar la palabra.
En trance entre la Evita de los '50 y las guerrilleras de los '70 -aunque esto no parece novedad, ya que la cronología misma lo dice- las mujeres del Choconazo emergen en la prensa e incluso en la memoria de Ana Egea, aún no como protagonistas de movimientos de mujeres, sino como protagonistas del movimiento de trabajadores:

"(...) si algo puede decirse del vasto espectro de luchas, movimientos locales, culturas nomádicas (...) es que todos estos fenómenos se caracterizan por su puntualidad, por su oportuno surgimiento precisamente cuando la separación entre las esferas de lo privado y lo público -factor fundamental de la subordinación de las mujeres por parte del capitalismo histórico- aparece en toda su arbitrariedad y fragilidad. Este es de por sí un momento de'emergencia' a la visibilidad y de abierta controversia en torno a problemas y posibilidades que no pueden resolverse ni comprenderse en el marco establecido de los papeles e instituciones de género" [como plantea Jean Franco (1996:91) citando a Nancy Fraser (Lemebel, 1995)].

Para finalizar, la lectura de discursos nos permite indagar en el lugar que la mujer va ocupando en los espacios y en los discursos públicos en la Norpatagonia, en el marco de los movimientos sociales y los cambios culturales de las décadas del '60 y del '70. Por un lado, la prensa nos muestra la presencia de las mujeres en el Choconazo. Sin embargo, la actuación de esas mujeres en las huelgas sólo se recupera décadas más tarde, en un relato de vida que es instrumento de investigación pero, sobre todo, una construcción de la memoria que permite poner el foco en lo que la prensa de la época no logró captar: una epopeya de las mujeres.

Notas

1 Reclamaban 40% de aumento salarial; medidas de seguridad para evitar o enfrentar derrumbes; medidas de seguridad durante las voladuras; liquidaciones de sueldos quincenales con recibos legibles; adicionales por trabajos en que arriesgaran la vida; autorización para hacer asambleas de trabajadores. Denunciaron maltratos de obreros por parte de capataces; negligencia en el tratamiento de accidentados; venta de herramientas a los obreros por parte de las empresas que los contrataban.

2 Entendemos por "campo", siguiendo a Pierre Bourdieu, un conjunto de relaciones históricas objetivas que se desenvuelven dinámicamente mediante conflictos y competiciones que tienen lugar entre los agentes que ocupan posiciones de poder.

3 Recuperar la memoria de mujeres que participaron en luchas sociales y que fueron escamoteadas de la historia -o de las crónicas de los diarios de la época- nos induce a referirlas con su nombre y apellido. El diario Río Negro, durante el Choconazo, mostró fotos de ellas, las refirió como "mujeres de destacada actuación", pero mientras los referentes masculinos eran citados con nombre y apellido, los nombres de las mujeres se perdían. En parte queremos recuperar los nombres de las mujeres, los que, aunque se traten de patronímicos -heredados por vía patriarcal o impuestos por casamiento- son los nombres con que las conocen sus compañeras y compañeros de movimientos, gremios, etc. Ana Egea, por ejemplo, estuvo vinculada a Jaime de Nevares y, por eso, es conocida entre la gente vinculada a la Asamblea por los Derechos Humanos en Neuquén. Cuando empezamos a preguntar por ella porque queríamos entrevistarla, los que la habían conocido la nombraban como Ana Urrutia, es decir, su apellido de casada. Cuando hablamos con ella, lo primero que nos aclaró fue: "Yo soy Ana Egea de Urrutia". Por eso, la nombramos también con el apellido del marido, pero sobre todo, como ella quiere, con el del padre.
Referir el nombre completo, en este trabajo, quiere significar la recuperación de la persona y de la mujer en una dimensión amplia. Sin sus apellidos o con un nombre ficticio, serviría quizás como dato para la investigación, y serviría su discurso como caso de análisis y de contraste con el discurso de la prensa. Sin embargo, sólo con el nombre completo se recupera a la persona, al ser social, a la mujer concreta y su memoria.

4 Una formación discursiva es manifestación en el discurso de una formación ideológica en una situación de enunciación específica. Es una matriz de sentidos que regula lo que los sujetos pueden o deben decir y también lo que no puede o no debe ser dicho (Courtine, 1994).

5 Raiter explica la noción de "sentido común" en términos de "discurso dominante".

6 Los enunciados efectivamente emitidos por hablantes reales en el seno de una comunidad concreta, en un momento histórico y social determinado.

7 Las representaciones individuales son imágenes prototípicas que cada individuo construye en su mente a partir de las percepciones particulares. Es decir, realiza una operación mental sobre lo percibido y almacena el resultado de la operación. Las imágenes previamente existentes intervienen condicionando las imágenes resultantes de las nuevas percepciones. (Raiter, 2002).

8 Para una ampliación de este concepto, véase Raiter (2002).

9 El diario Río Negro se difunde a lo largo y a lo ancho de las provincias de Río Negro y Neuquén. La familia Rajneri (que aún lo dirige) lo fundó en 1912, en la ciudad de General Roca, Río Negro. En 1969 era el único medio de comunicación del Alto Valle. Hoy, la familia Rajneri es dueña de un poderoso grupo económico con principal asiento en los medios de comunicación pero también en otras inversiones económicas.

10 En la edición del 18-05-1969.

11 Nro. 469 - 10 al 16 de marzo de 1970.

12 Entre las fechas señaladas más arriba, el conflicto apareció en 126 páginas del diario, sin contar los resúmenes de acontecimientos de fines de 1970. Eso significa que, en un año y 45 días, un promedio de una edición cada tres días hizo referencia al Choconazo. En los puntos álgidos de las huelgas, todos los días se publicaron varias páginas completas en referencia al conflicto.

13 Futuras etapas de este trabajo de investigación deberán incluir entrevistas a los periodistas involucrados y análisis de esas entrevistas.

14 Clichés y estereotipos pueden funcionar como mediadores entre individuo y sociedad, a manera de representaciones cristalizadas en tópicos literarios.

15 Como es evidente, no todas tienen cabida en la memoria de Ana.

16 El sujeto de la enunciación no debe confundirse con el sujeto empírico o con el locutor. Potencialmente, todos somos hablantes de una lengua. Nos transformamos en locutores cuando tomamos la palabra. Al hacerlo, tenemos la facultad de asumir la enunciación como sujetos. El producto del acto de enunciación -el enunciado- revela qué sujeto hemos construido. Los contextos de la enunciación, los objetivos del locutor, la representación de un pasado en el caso de Ana, pueden generar sujetos que quedan representados en el enunciado y que no necesariamente -y casi diríamos: necesariamente no- son reproducción del sujeto empírico.

17 Este trabajo constituye un primer paso en la consideración acerca de las características discursivas del género que postulamos como "epopeya de mujeres".

18 Esta noción de origen aristotélico fue reformulada por Maingueneau (1984, 1991, 1993) como una representación del cuerpo del garante del discurso. Quien lo emite, asume su responsabilidad y crea su credibilidad. El ethos contribuye de manera decisiva a la legitimación del discurso.

19 Juan Chaneton (2005) dedica en su libro unas páginas a las mujeres para recuperar su papel protagónico. A partir de una digresión cuando su entrevistado Antonio Alac le nombra a la "Gorda Ana", las divide en dos grupos: las que vivían en El Chocón y las que participaban de las tareas de solidaridad. Dice que "[...] apoyaron y acompañaron, como esposas, en el difícil trance de organizar la subsistencia cuando había menguado e, incluso, desaparecido por completo el ingreso mensual que posibilitaba, diariamente, el almuerzo o cena. Pero otras, además, se comprometieron en la lucha sindical y política que implicaba la huelga, y no sólo opinaron en un pie de igualdad con los hombres, sino que hasta enfrentaron la represión, organizando piquetes, explicando a los varones la necesidad de no ausentarse del obrador, proponiendo medidas de lucha y participando en las asambleas con voz propia. No dejaban, por ello, de atender otras imposiciones de la vida cotidiana". Todos los entrevistados, señala Chaneton, en aras de la reconstrucción de este pretérito olvidado, coincidieron en otorgar un protagonismo destacado a "la Gorda Ana". Formula una breve biografía de Ana y la cita: "Yo creo que ahí es donde la mujer empieza a salir. Porque fueron muchas las esposas, hijas, novias, que participaron, si no activamente, sí en lo que concierne al apoyo material, cotidiano y afectivo a sus maridos en lucha". Chaneton interpreta que "la participación femenina se vio facilitada porque las mujeres no querían quedarse solas ya que la policía las molestaba". Finalmente, compara la participación de las mujeres en El Chocón con la de las huelgas en la industria empacadora de fruta en el Alto Valle de Río Negro y Neuquén, en las que las mujeres tuvieron un papel protagónico, dado su trabajo como asalariadas en las empresas frutícolas.

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