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La aljaba

versión On-line ISSN 1669-5704

Aljaba vol.20  Luján dic. 2016

 

ARTÍCULOS

 

NATALIA MÉRTENS (1996) DE HORTENSIA MAGGI. EMPUÑAR LA ANTORCHA Y PRONUNCIAR EL VERBO1

Hortensia Maggi’s Natalia Mértens (1996). Take up the Torch and pronounce the Verb

María Virginia González
UNLPam

 

Resumen: La figura de Hortensia Maggi se configura en torno a dos variables que atravesaron tanto su participación pública como su producción escrita: ser mujer y militante en el Partido Socialista. En 1996 publica Natalia Mértens, una novela con rasgos autobiográficos en la que funciona un entramado de valores y concepciones ideológicas que superponen la trama ficcional con la militancia política de la autora. La protagonista de la novela se delinea como un sujeto que tiene conciencia de la situación marginal de la mujer y de las injusticias sociales. Esta caracterización se vincula con las particularidades que adquiere la voz narradora omnisciente en esta novela. El análisis permite leer las filiaciones y afiliaciones, en términos de Edward Said (2004), que se configuran en esta novela.

Palabras claves: Hortensia Maggi; Mujeres socialistas; Ficción

Abstract: Hortensia Maggi’s figure is set around two variables that crossed both its public participation as their written: being female and member of the Socialist Party. She publishes Natalia Mertens in 1996; a novel with autobiographical traits in which a framework of values and ideological concepts that overlap the fictional plot with political militancy of the author works. The protagonist of the novel is outlined as a subject who is aware of the marginal status of women and social injustice. This characterization is linked to the particularities acquires omniscient narrator’s voice in this novel. The analysis allows to read filiation and affiliations, in terms of Edward Said (2004), which are configured in this novel.

Keywords: Hortensia Maggi; Socialist women; Fiction

Sumario: Tramas del discurso. La escritura como puente: dibujar el pasado para proyectar el futuro. Empuñar la antorcha y pronunciar el verbo.

 

La necesidad de un cuarto propio y quinientas libras al año que pregonara Virginia Woolf en su ensayo publicado en 1929, aún es actual y se resignifica cada vez que accedemos a documentos en los que las mujeres empuñan el Verbo para contar, de diferente modo, su propia historia. Un caso singular es el de Hortensia Eugenia Maggi (Guatraché, 1912-Santa Rosa, 2006) quien desde el inicio de su militancia en el Partido Socialista se erige en una destacada disertante; así lo atestigua, por ejemplo, Nicolás Repetto quien la califica como “Oradora de palabra precisa y a veces incisiva”, en referencia a su primera intervención pública en la ciudad de Buenos Aires2. También fue asidua colaboradora y corresponsal del diario La Vanguardia y luego, cuando asienta su residencia en la capital de la provincia de La Pampa durante el último período de su vida, escribe columnas de opinión en forma ininterrumpida para el diario La Arena. En la editorial de este diario publicó Los nazis en la Argentina. Virajes en la vida política (sin fecha de publicación). El libro, prologado por Armando Luis Zapata y Juan José Reyes, consta de capítulos muy breves en los que fustiga al peronismo desde la interpretación que los socialistas han hecho de este movimiento. Más allá de la producción urgente que implica el trabajo escrito en el fulgor de la contienda política y que Maggi ha cumplido con presteza, expresa en una entrevista que recién pudo dedicarse a escribir en la última etapa de su vida: “Hace tres años que estoy sola, y que puedo dedicarme a lo que realmente me interesa, a escribir, porque para eso se necesita tiempo para pensar mucho” (Di Liscia, 1996). El ejercicio de la escritura aludido en sus palabras parece vincularse a la producción ficcional. Es posible afirmar esto porque publicó en diarios a lo largo de su trayecto vital y, en cambio, en la etapa que refiere en esta entrevista se vincula con la publicación de los dos libros más cercanos a la ficción en el término de dos años: Vivencias de ayer y de hoy, en 1994, y Natalia Mértens dos años después, ambos impresos en la editorial del diario La Arena3. La única excepción es el cuento “Los álamos” que apareció en la revista Vida Femenina en 19434. En otro contexto y con otras variables en juego, las palabras de Maggi reactualizan la consigna woolfiana: el cuarto propio es el espacio simbólico y material que cada mujer debe conquistar.
Para reflexionar en torno a la figura y a la obra de Hortensia Maggi, resulta ineludible tener en cuenta dos variables intrincadas: ser mujer y militante en el Partido Socialista porque signaron cada acto de su vida y dejaron una huella indeleble en su producción escrita. Es posible afirmar esto porque sus libros están atravesados por esta marca: Los nazis en la Argentina responde a la caracterización que hizo el partido socialista sobre el peronismo y Vivencias de ayer y hoy reúne anécdotas de su vida política y su experiencia junto a varios socialistas famosos como Alfredo Palacios, Nicolás Repetto, Alicia Moreau de Justo y Mario Bravo5. Pero es en Natalia Mértens el espacio en el que estas variables adquieren otra densidad ya que utiliza la ficción como un medio para la reflexión social. Esta obra tiene rasgos autobiográficos que se pueden constatar en una entrevista en la que la propia autora indica que el título de la novela es el nombre de su abuela pero que el personaje alude a su madre6. Aunque tengo en cuenta estas consideraciones para la interpretación de la trama narrativa, no pretendo detenerme en la constatación de estos elementos (aspecto complejo por las escasas fuentes a las que podría recurrir) sino que me interesa analizar cómo se construye el sujeto femenino protagonista de la novela. En la configuración se delinean elementos de un sujeto que tiene conciencia de la situación marginal de la mujer y de las injusticias sociales. Esta caracterización se vincula con las particularidades que adquiere la voz narradora omnisciente en esta novela. A partir de estos elementos se observa una intencionalidad manifiesta en una obra que parece tramarse sobre la base de una historia de amor y desamor pero vela, aunque no demasiado, la columna vertebral que organiza el relato: denunciar la situación marginal de la mujer a comienzos del siglo XX en nuestro país. En esta novela publicada a fines del siglo pasado, la literatura se asocia con la idea de contenido, de doctrina y encuentra en la estética realista su formulación. A grandes rasgos se puede señalar que a comienzos del XX, la apelación a esta estética se fundó en pensar la literatura como una vía para desentrañar la “realidad” y, en este sentido, la descripción iba acompañada de un juicio ético sobre la temática abordada7. Esta concepción de la literatura funciona en Natalia Mértens porque la trama condensa situaciones de opresión para poner en evidencia la lucha de clases, aunque el eje central es la denuncia de las desigualdades de género. A partir de estas consideraciones es posible advertir que Maggi realiza una operación singular: para contextualizar una obra que se enmarca a comienzos del siglo XX, apela a una forma que signó los debates estéticos y políticos de ese período8.
Con esta lectura intentaré leer las filiaciones y afiliaciones, en términos de Edward Said (2004), que se configuran en esta novela. Said menciona dos formas de vinculación de la conciencia crítica con la cultura, a través del trabajo intelectual: la filiación y la afiliación. La primera es natural, biológica, refiere a los vínculos entre padres e hijos, a la extracción social y a la transmisión por vía filial de un patrón de valores y concepciones ideológicas; mientras que la afiliación serían los vínculos sociales de segundo orden: un partido político, una institución, una cultura, un conjunto de creencias que proporcionan una nueva forma de relación. Esta dupla teórica resulta productiva para analizar Natalia Mértens porque me permitirá ir y venir de la novela a la escritora, dos términos complejos pero que acá inevitablemente se contaminan porque resulta imposible borrar los rastros de las relaciones sociales y políticas de la autora. Esto sucede porque en el caso de la obra de Maggi, la afiliación reproduce la filiación, y viceversa.

Tramas del discurso

Los umbrales del texto (Genette 2001) aportan sentido para la interpretación y este caso no es la excepción: la tapa, de color gris, tiene una fotografía de una flor de jazmín y en la contratapa se incluye un fragmento de Las fuerzas morales de José Ingenieros. Luego, en la primera hoja, el título está acompañado de un paréntesis que funciona a modo de aclaración y advertencia para el lector, “Natalia Mértens. (Novela)”. También los umbrales están constituidos por un prólogo de Saúl Hugo Santesteban y una dedicatoria: “A mi madre y amiga, Mathilde Vermeulen”. Más adelante retomaré estos elementos significativos.
Natalia Mértens es una novela de corte realista-costumbrista con un narrador omnisciente que relata en veinticuatro capítulos el itinerario de la protagonista desde su vida en el campo hasta sus vivencias en la ciudad. El marco temporal de la historia abarca desde comienzos del siglo XX hasta 1932, en el último capítulo, cuando se menciona que Agustín P. Justo asume la Presidencia de la Nación. La primera etapa centrada en los avatares de las actividades cotidianas en el ámbito rural ocupa la mayor parte del libro y se detiene en la narración de una serie de sucesos que marcan el trayecto vital de la protagonista: el nacimiento de Alberto, su primer hijo; la sospecha de la infidelidad de Andrés, su marido; el derrumbe del amor cuando descubre que asiste al prostíbulo del pueblo; el nacimiento de Rosalía; la muerte de su hijo en un accidente con un caballo y la de su marido en una riña poco clara. Luego de este incidente, Natalia no puede afrontar los problemas económicos del campo y se traslada con su hija a la ciudad en busca de un trabajo.
Relatada de este modo puede parecer que la historia gira en torno al amor y al desamor. Esta línea de lectura se puede seguir ya desde el capítulo que abre la novela con rasgos marcadamente románticos: la protagonista contempla extasiada la naturaleza en estado puro, tópico del beatus ille, que se condice con la plenitud de su cuerpo a punto de dar a luz a su primer hijo. Esta situación idílica armoniza con las referencias al amor que siente hacia Andrés:

Ella se sentía feliz compartiendo la vida con él –aún en esa soledad—bajo ese cielo infinito, límpido. Las noches silenciosas sin nada que perturbara el placer del amor, el deseo insaciable de sus besos. Natalia sentía que en su panza tenía la sublimación de ese amor (12).

Aunque ya desde el primer capítulo el lector advierte la posibilidad de las relaciones furtivas del esposo, el momento de quiebre de la historia de amor se produce cuando Natalia descubre que Andrés es asiduo visitante de un prostíbulo y, aunque ya sospechaba de su infidelidad, este hecho desencadena el derrumbe de su amor. Desde esta lectura, el momento clave del conflicto estar ía en el capítulo VI en el que la pareja concurre a un baile en el pueblo y la protagonista llora mientras escucha el vals “Loca de amor” de Ricardo Podestá. Cuando regresan al hogar, Natalia se niega a tener relaciones sexuales pero Andrés se impone por la fuerza y el acto se configura como una violación. Entonces, como la loca de Podestá que “en tiempos pasados/ habitara en las horas de amores,/ en la pampa que duerme en la paz”, Natalia abandona el lecho conyugal para vagar, descalza, en el campo nocturno hasta que pierde las referencias espacio-temporales. La voz narradora señala:

Contra su voluntad había asistido al derrumbe del amor. Para ella lo más sublime de la vida. Edificador de cosas hermosas, el amor derrumba muros. El amor todo lo puede, cuando realmente existe. Con estas reflexiones quedó dormida (80).

Esta trama de romance se cierra en el final de la novela cuando Natalia rechaza el amor de Rufino, el médico rural que visita la ciudad en busca de la posibilidad de redimir(se) el amor de la protagonista. Luego de verlo partir, Natalia toma entre sus manos el libro Caballería roja de Isaak Bábel y lee: “Quisiera saber, a toda costa, qué es lo que el hombre lleva adentro” (223).
Pero en la trama de Natalia Mértens el amor y el desamor son una excusa o, dicho en otros términos, funciona como telón de fondo para hablar de un tema que constituye la columna vertebral que organiza el relato: la situación marginal de la mujer en esa época y, en este sentido, el texto se erige como una denuncia de estas condiciones, realizada desde una matriz socialista. Desde esta interpretación es posible revisar el modo en que la protagonista se constituye como un sujeto consciente de su lugar marginal y de las injusticias que vive no sólo el sexo femenino sino que también advierte esta situación en otros sectores. A lo largo de la novela, Natalia Mértens se configura como un sujeto carente de derechos políticos pero con conciencia de la situación marginal de la mujer y con capacidad para analizar los avatares sociales y políticos del momento. Así, se observan diálogos con su hermana Julia en los que comentan aspectos cotidianos que marcan la desigualdad ya sea en aspectos legales (los hombres se encargan de los bienes materiales de la familia, pueden votar) como en cuestiones del ámbito de las construcciones sociales de los roles; por ejemplo, está aceptado que sean sólo ellos los que conduzcan autos, trabajen en el ámbito público, mantengan una doble vida y, por el contrario, a la mujer le corresponde el ámbito de lo doméstico. Sin embargo, las hermanas desnaturalizan estos roles y realizan una precursora denuncia de la doble jornada femenina:
— ¿Cuándo termina de trabajar la mujer? dijo Natalia
— Cuando duerme y eso con suerte, le contestó Julia, mientras arrojaba baldes de agua en el patio para asentar la tierra (26)9.

Del mismo modo, es recurrente la denuncia de las prácticas políticas de la época así como la exclusión del voto de la mujer. Para Natalia, las prácticas de los partidos que se presentaban a elecciones –en la novela se mencionan los boinas blancas y los boinas coloradas, en alusión a los radicales y a los conservadores— era la misma respecto de la exclusión de la mujer:

Las mujeres no votamos, pensaba, se nos niega ese derecho. Sólo tenemos obligaciones. Para ambos las mujeres somos buenas para limpiar los comités y hacerles las empanadas. Para la cama, criarles los hijos y servirlos. En cuanto a los derechos como seres humanos iguales a los hombres, ahí ya no (88).

También se incorporan análisis sobre la situación política de la época y, en varias oportunidades, la voz narradora omnisciente parece incorporar estas reflexiones en el pensamiento de la protagonista. Digo “parece” porque resulta forzado el modo en que se introducen y la narración no fluye; la dificultad para configurar la voz narradora es un problema recurrente en esta novela. Así, por ejemplo, en lo que podría ser un monólogo interior pero que no llega a serlo por las intervenciones del narrador, Natalia reflexiona mientras mira el galpón repleto de estibas:

—¡Qué país maravilloso es esta Argentina!, se decía Natalia mientras continuaba mirando el campo.
Pero… ¡siempre nos joden!... la estudia para buscar la vuelta.
—El precio que se nos fija desde arriba nunca es el mismo cuando vamos a cobrar. No da el peso específico… esta chuzo… o tiene carbón. Cuántas cosas y sólo éllos (sic) están en el control, en eso no tenemos parte los productores.
(…)
Estaba al día con los problemas del país. Compraba el diario La Nación no sólo por la historieta que publicaba en sus ediciones llamada “Sisebuta y Trifón”10
Era muy cómica. Sisebuta con su palo de amasar y su guiso de repollo.
Siempre se hacía tiempo para leer robándole horas al descanso y gastándose la vista a la luz de la lámpara a keroséne o a veces, de una vela. Los diarios eran los únicos medios de información con que se contaba (35).

En otra ocasión, cuando los esquiladores entregan a Natalia un vellón y mientras lo manipula reflexiona, en el mismo tono que el ejemplo anterior, sobre la situación ventajosa del acopiador que buscará pagar menos la lana (capítulo III). Este análisis que atraviesa el ámbito de lo personal para trasladarse a una visión general de la situación política y social del país se reitera a lo largo de la novela pero hay un caso ejemplificador sobre el que me detendré por sus características particulares. Es el momento en que Natalia descubre que su marido que integra el Partido Conservador (en la novela se los menciona como “los boinas coloradas”) se presta a la práctica política que consistía en realizar un festejo en el prostíbulo del pueblo, “Fue como si le corrieran un velo adelante de sus ojos y de pronto le dejara ver la luz” (63). Pero el velo que se corre no es el de la desilusión amorosa como podría interpretarse en una línea de lectura centrada en la el tema amor/desamor, sino que esa revelación sirve para una reflexión político-social:

No lo aceptaría –pensaba— no estaban vedados a su conocimiento los problemas políticos y sociales de la hora que se vivía en el país. Aún en el campo se podía estar informada. Ella lo estaba, pero no era suficiente.
Sabía precisamente, que en las cámaras legislativas se habían presentado varios proyectos de divorcio, ellos beneficiarían su situación. La mujer separada era marginada.
También sabía que Alfredo Palacios logró sancionar la ley –que lleva su nombre—de represión a la trata de blancas.
Se llamaba así al tráfico de mujeres de distintos países del mundo, llevadas a la fuerza para someterlas al mas (sic) ignominioso de los comercios: La prostitución (64).

Esta extensa cita permite advertir dos cuestiones centrales. En primer lugar, como ya señalé, la voz narradora configura a un sujeto femenino que se erige como portador de la voz de las marginadas por género (la mujer no puede votar ni tampoco puede administra los bienes materiales) y que denuncia la explotación sexual11. En ese fragmento se alude a la primera ley contra la Trata de Blancas, conocida como Ley Palacios (ley Nº 9.143) sancionada en 1913. Natalia se pone del lado de las explotadas y a partir de ese momento quiere averiguar la situación de una mujer del pueblo, Rosita, porque sospecha que un compadrito la introdujo en la prostitución; luego se entera de que apareció muerta en un pozo y de que así fue tapado su caso. Cuando otra mujer la pone al tanto de estas novedades, Natalia opina: “Esto es el submundo del hampa, de la gente de la política sucia. Todo se apaña, todo se miente, ¿qué valor tiene para ellos la vida de una pobre chica? vale más la libertad de los malandras, siendo de su entorno” (67).
En segundo lugar, el fragmento sirve como ejemplo de un aspecto central que atraviesa estructuralmente la novela: la voz narrativa omnisciente interviene en los comentarios de los personajes, evalúa y responde aquellas preguntas sin respuestas. En este sentido es importante destacar que esta modalización se realiza desde una perspectiva socialista que se exterioriza, en este caso, porque alude a leyes impulsadas por miembros del partido. En otros momentos, también la voz narradora enmarca la marginalidad de la mujer no sólo en las leyes como manifestación del machismo de la época sino también en la anuencia de la religión.
Esta lectura permite, por lo tanto, entablar un diálogo y una identificación entre la configuración del personaje de Natalia y la voz narradora que asume, en su focalización, la perspectiva ideológica de la protagonista. Así, por ejemplo, al entierro de Andrés asiste un miembro del partido conservador, un “caudillo” (149) dueño de la estancia “La Lonja” y la voz narradora lo describe “negrero como tantos… explotador de nativos… peones de su estancia…hombreadores y hacheros sometidos a una vida penosa por un salario miserable. Un pedazo de tumba y galleta dura por comida” (149). Pero en esta valoración no se explicita una distancia entre el pensamiento del personaje femenino y la voz narrativa, por lo tanto, se superponen.
Luego de la muerte de su marido, Natalia debe afrontar la cosecha de trigo pero no tiene medios económicos para hacerlo. Entonces entabla un diálogo con su padre y su hermano en el que aflora una crítica al gobierno por la situación del campo así como una denuncia a los bancos que favorecían sólo a un sector:

—Los agricultores ocupamos el último lugar en la consideración, no obstante ser esta explotación el motor que impulsa la grandeza del país. Funda pueblos y alimenta industrias. Prácticamente los chacareros trabajamos para los dueños de la tierra, los banqueros y los cerealistas exportadores, decía Natalia a lo que su padre agregó:
No influimos en lo más mínimo en las luchas políticas y sociales. No estamos organizados gremialmente. El movimiento cooperativo aún no es importante (152, la cursiva me pertenece).

En este diálogo con una construcción forzada se analiza la situación de desprotección de los trabajadores del campo y con el uso de la primera persona del plural se explicita la adhesión familiar al movimiento cooperativo –columna vertebral sobre la que se asentó el socialismo12.
Después de que Natalia llega a la ciudad, la novela se vuelve panfletaria. Se puede decir esto, sin riesgo de caer en la exageración, porque comienzan a abundar las consignas y las referencias a hechos que involucraron al Partido Socialista. Sin intención de realizar valoración respecto del mensaje, deseo señalar que es notorio este giro dentro de la novela. Un ejemplo ilustrativo: los personajes conversan sobre las elecciones y Agustín, un amigo de Natalia, advierte que

hay una alianza que sería una buena solución para el país, pero si el fraude no les fuera suficiente se las ingeniarían para no entregar el poder. La Alianza Demócrata-Socialista. Lisandro De la Torre-Nicolás Repetto. Dos personalidades capaces y honestas dispuestas a darse por el país (203).

Luego de esta afirmación continúan una serie de comentarios sobre la imposibilidad de votar las mujeres así como de los beneficios logrados con la aprobación de la ley de Derechos Civiles. Cabe recordar que en las elecciones presidenciales de 1932, el Partido Demócrata Progresista y el Partido Socialista concretaron una alianza electoral y presentaron la fórmula Lisandro de la Torre-Nicolás Repetto que fue derrotada con un fraude patriótico.
En esta misma línea, cuando la protagonista tiene necesidad material de ingresar al mercado laboral –un espacio público del que la mujer estaba relegada— en busca de sustento económico, la voz narradora reflexiona sobre la situación de la mujer en el mundo del trabajo y, con una modalización que fluctúa confusamente con el pensamiento de la protagonista, realiza una crítica a la situación de inequidad de género13:

¡Oh, injusticia! El sueldo o salario no era igual. A las mujeres se les pagaba menos. No era cosa del dueño de la fábrica, en este caso de Agustín, sino de las leyes que discriminaban a la mujer.
¿Por qué? ¿por el sólo hecho de ser mujer? ¿Igual trabajo igual salario? ¡Ni qué pensar! La mujer cada vez en mayor número salía a trabajar fuera de su hogar, iba ocupando puestos de trabajo pero, también adquiriendo conciencia de ese nuevo mundo que estaba formándose a su alrededor (173).

Y cuando Natalia sale de la fábrica ve mujeres jóvenes pegando carteles en las paredes en los que reclamaban “la aprobación del proyecto presentado por el legislador socialista Mario Bravo, sobre Derechos Civiles de la Mujer, ley que las igualaba a los hombres” (174). Por lo tanto, la representación de esta situación permite apuntar a dos reivindicaciones centrales de la lucha socialista: la situación laboral de la mujer y la problemática de la igualdad civil ya que llamaban la atención sobre el tutelaje en el que vivían las mujeres en lo concerniente sobre todo a los bienes, de ahí el consignismo explícito que implica la alusión a lo que poco tiempo después sería la Ley 1135714.
Pero el punto cúlmine de esta explicitación del móvil de escritura que sustenta esta novela es cuando Rosalía le pregunta a Natalia sobre su ideología y responde: “yo no me he puesto a pensar qué soy. Pero si el socialismo es como dicen; decencia, honestidad, justicia, luchar contra la persecución de las ideas, como en este caso entonces sí, soy socialista” (183). Del mismo modo que en el registro de sus Vivencias y en sus discursos políticos, Hortensia Maggi configura en la ficción un sujeto femenino que aúna el rol de género con el rol socialista: Natalia Mertens constituiría, entonces, otra vida ejemplar.

La escritura como puente: dibujar el pasado para proyectar el futuro

Como en todos los relatos de memorias, en Vivencias se observa una tensión no resuelta entre el recuerdo de lo efectivamente vivido, la incidencia del factor emocional y la construcción de una subjetividad: el sujeto que opera sobre su pasado jerarquiza, selecciona, asocia, borra y omite, por mencionar algunas de las operaciones básicas de este proceso. Pero ese pasado adquiere significado a partir del presente desde el que se recuerda y, en este sentido, en esta obra de Hortensia Maggi los destinatarios sustentan la operación de recordar:

[las vivencias] van dirigidas a las mujeres argentinas y en especial, a las militantes del socialismo.
Son, al mismo tiempo, un homenaje a aquellas que lucharon para obtener un espacio en la vida cívica y social, sin renegar de su deber de madres, ni de su integridad moral. Me gratifica saber que he sido parte de ese quehacer a la par del hombre y al igual que el hombre. Pretendo ser coherente con mis principios y mis ideas.
Mediante estas páginas, ratifico mis objetivos y deseos de lucha.

Confío en que, en la Argentina, la mujer logrará su plena inserción en todas las actividades sociales. A pesar de todos los obstáculos que se le interpongan. Incluido el machismo (1).

En estas palabras, Maggi construye e incluye su relato personal en el marco del Partido Socialista y alude, explícitamente, a la igualdad entre los géneros como un rasgo central de esta fuerza política15. En el mismo gesto, rememorar el pasado le permite no sólo poner en discusión el presente de enunciación sino proyectar el futuro deseado. A partir de la entrevista realizada por M. Herminia Di Liscia (1996) es posible afirmar que el contexto de producción de la obra es durante el segundo mandato presidencial de Carlos Saúl Menem. En la entrevista le preguntan por la situación de las mujeres en el plano laboral y responde:

estamos con un gobierno de la misma ideología que el que supuestamente defendía a los trabajadores. Yo creo que con este gobierno no se favorece nadie, no hay derechos, los gremios están sometidos y corruptos. También los gremios de la otra época del peronismo, ¿acaso no fueron sometidos y dirigidos?

La dedicatoria de Vivencias, entonces, batalla con un presente signado por la corrupción y la precarización laboral y programa la posibilidad de un futuro promisorio con un rol protagónico de las mujeres (socialistas).
Aunque en forma solapada, este ejercicio retórico también funciona en la ficción. Esta afirmación se sostiene si pensamos, por ejemplo, en el lector implícito que configura el texto: un sujeto femenino que no conoció la dura vida en el campo de comienzos del siglo XX. De ahí también los rasgos costumbristas de esta novela: la voz narradora explica detalladamente, por ejemplo, la preparación de sopa de gallina y la purguita para la recién parturienta (capítulo I), la esquila (capítulo III), la elaboración de las tabaqueras (95), la descripción de la “trenza” o “Viveza criolla” (en alusión a las prácticas eleccionarias fraudulentas en el capítulo VIII), la elaboración de adobes (capítulo XII), la yerra (capítulo 13), la calefacción (capítulo 16), entre otras. Este lector que se delinea en la novela está imbricado con las características que tiene la voz narradora omnisciente: se erige como figura de saber, es decir, otorga al lector la información necesaria para comprender la historia narrada. Es evidente que estos rasgos son propios de cualquier narrador omnisciente pero aquí tiene tintes específicos vinculados a la función ideológica que cumple a lo largo de toda la novela: desde una posición jerárquica respecto de la interpretación del relato, realiza digresiones morales, comentarios o contrastes entre el pasado y el presente16. Esto permite pensar que la literatura es concebida como vehículo de enseñanza para esclarecer el pensamiento del lector, es decir, con un fin pedagógico, un modelo que marcó algunos proyectos editoriales de fines del siglo XIX y comienzos del XX en nuestro país17.
Para confirmar esta intencionalidad didáctica de la literatura señalaré dos elementos centrales de los umbrales del texto que mencioné en el primer apartado. En primer lugar, la decisión (ya sea de la autora o del editor) de incluir un fragmento de Las fuerzas morales en la contratapa en el que José Ingenieros convoca a los jóvenes a “ensanchar los cimientos de la justicia” cuando el presente se “abisma en la inmoralidad y la injusticia”. No está de más recordar que Ingenieros fue fundador del Centro Socialista Universitario (1894) y que tuvo una activa participación en el proceso que derivó en la fundación del Partido Socialista en 189618. También el prólogo de Saúl Santesteban confirma la intención aleccionadora de la novela:

Abunda allí la mención de costumbres y cosas en un relato ameno que puede contribuir en los jóvenes –y los que no lo son tanto—, a comprender y valorar los esfuerzos y las dificultades que hallaron sus padres y abuelos al radicarse en la llanura recién habitada y en los pueblos que comenzaban a modelarse bajo la influencia del caudillaje político (6).

Las palabras de Santesteban explicitan, entonces, esta intencionalidad instructiva que sustenta la novela: para poder revisar el presente es necesario conocer (y valorar) el pasado signado por el esfuerzo y la ejemplaridad. En estas palabras del prologuista resuena el último apartado de Vivencias que Maggi titula “Puentes”. La elección de este término le permite concluir sus memorias con un legado ético para las nuevas generaciones: “Un pasado que no podemos ni debemos ignorar, olvidar, desconocer ni negar, sino estudiar y comprender –sin fanatismo, que ciega la razón—, para enmendar errores y proyectarnos a un futuro justiciero y solidario” (117). Aunque utiliza la primera persona del plural, resulta evidente que el sujeto de la enunciación está en la etapa final de su vida y se coloca en el lugar del “deber cumplido” (expresión que, por cierto, se repite a lo largo de todo este libro), como remedando el gesto de pasar la antorcha a la generación siguiente.
En la presentación de Santesteban resulta llamativo el supuesto sobre el que se asienta el sacrificio de los “padres y abuelos” (en alusión a la inmigración que se produjo con el modelo agroexportador): decir que la llanura estaba “recién habitada”, supone leer el proceso histórico desde los presupuestos positivistas que entendía como desierto cualquier espacio no poblado por hombres blancos y “civilizados”19. No me detendré en estas disquisiciones pero me permiten señalar que estos presupuestos también sustentan la perspectiva de la voz narradora en la novela. Por ejemplo, cuando Natalia con su hija toman el tren que las traslada desde el campo a la ciudad en busca de trabajo, la voz narradora comenta: “El ferrocarril era importante, la gente le tenía cariño. Con él había llegado la civilización a lo largo de las inmensas y despobladas llanuras (159). Además, la visión paternalista de la voz narradora se traslada a las descripciones de los personajes de la historia, en este sentido, resulta singular la caracterización del peón Cayupil. En la trama de la historia, Natalia y Cayupil se delinean como unidos por un mutuo afecto y complicidad ya que, por ejemplo, es el encargado de averiguar cuál fue el destino de los lechones que se llevó el comisario con el consentimiento de Andrés. Y en esa misión el peón descubre la fiesta que los boinas coloradas organizaron en el prostíbulo. La expresiones que utiliza el narrador para caracterizar a este personaje son: “Cayupil, el fiel peoncito indio” (13), “Era un paria en su propia tierra. Analfabeto… pero respetuoso y…enemigo de lo ajeno” (20), “El pobre indiecito no sabía que eso era la delincuencia de guante blanco” (60). “Era analfabeto, pero humano para entender tamaña aberración” (62)20. Estas expresiones permiten percibir la visión paternalista que adopta la voz narradora para explicar lo que el peón (parece) no puede entender y se pueden vincular con la concepción que el Partido Socialista tuvo sobre los sujetos sociales y que los hizo sobredimensionar el rol pedagógico del Partido21.
Esta visión paternalista se observa, también, en el cuento “Los álamos” que Maggi publicó en 1942 en la revista Vida femenina. La revista de la mujer inteligente22. El protagonista, Nemesio, un peón de estancia, se rebela ante el patrón y formula un discurso en el que denuncia la situación marginal del trabajador rural:

No da pa más, no da para pagarnos a nosotros porque a Vd. le interesa más la sangre de sus novillos que la salud de los hijos de la patria que le ha dado riquezas y bienestar. No da para pagarnos a nosotros, burros de carga, que trabajamos de sol a sombra, quemándonos sobre el lomo del caballo en el rigor del verano o haciéndonos sopa cuando llueve y quedándonos duros de frío en crueles días de invierno, y en las pocas horas que nos quedan para descansar tenemos por cama un catre y bolsas por colchón y unos ponchos para taparnos, tirados en un rincón del galpón peor que las herramientas de trabajo y sólo cada quince días podemos ir a ver a nuestra familia. Y por toda esa vida que vamos dejando poco a poco se nos paga cincuenta pesos mensuales, mientras que Vd. tiene su familia en su chalet a todo lujo con tres o cuatro sirvientas, automóviles para que las niñas gasten nafta todo el día y derrochen plata yendo a veranear a todas partes, tirando en los casinos lo que nos corresponde y... (43)

Pero cuando Nemesio se enfrenta a su patrón (y, de este modo, al sistema “caudillista” de la política nacional) tampoco es comprendido por los otros peones, por eso la voz narradora, al igual que en la novela, interviene para proyectar el futuro de la lucha “Si los demás hubiesen comprendido su gesto. Pero pasaría mucho, quizás” (43). Finalmente, el cuento se cierra con una crítica al latifundio y una alusión a la posibilidad de un cambio (drástico) en el uso y tenencia de la tierra y, del mismo modo que en la novela, adquiere relevancia el análisis que realiza la mirada paternalista de la voz narradora:

—La patria es grande —pensó— y... algún día nos pertenecerá. Entonces si... si... Y entre la bruma de sus ideas recordó la fortuna inmensa que tenía con el cariño de su mujer y de su hijo. En ese amor que es tan puro en el corazón de los pobres porque él no se empaña con frío interés material, sino que sólo sabe de ternuras (44).

Del mismo modo que en la novela escrita en 1996, en este cuento resuena la propuesta de Juan B. Justo destinada a desarticular el poder económico y político concentrado en el sector oligárquico-terrateniente. Este plan proponía modernizar el campo y transformar la estructura de la propiedad de la tierra para conformar una clase de medianos propietarios rurales que promoviera el progreso económico y la democratización del país, condición previa a la realización del socialismo23. Resulta sugestivo que al año de la publicación del cuento, Edelmiro Farrell decretara el Estatuto del Peón Rural por propuesta del Secretario de Trabajo y Previsión, Juan Domingo Perón. Comienza, poco después, el descalabro dentro del socialismo, un partido que hasta ese momento había logrado incidencia social y una gran masividad24.

Empuñar la antorcha y pronunciar el verbo

El diálogo de la novela con el libro de memorias, Vivencias, permitió revisar algunas operaciones discursivas en la producción escrita de Hortensia Maggi, una mujer que se constituye, en primer lugar, desde su elección política y de género. El análisis de Natalia Mértens permite confirmar la hipótesis de que las dos formas de vinculación de la conciencia crítica con la cultura (filiación y afiliación) se fusionan en el trabajo de esta escritora. La lectura puso en evidencia el entramado de valores y concepciones ideológicas que superponen la trama ficcional con la militancia política de la autora así como con rasgos de su biografía familiar, aspecto en el que no me detuve aunque realicé varias alusiones, sobre todo, en las notas al pie. En la novela funciona, además, la importancia que asignó el Partido Socialista al fin pedagógico y moralizante del discurso.
El recorrido realizado en estas páginas también permitió advertir otro aspecto relevante de la trama discursiva de la novela: los rasgos de la protagonista, un eje que permite también aunar filiación con afiliación en la obra de Maggi para quien su militancia siempre fue de la mano con su lugar como mujer. En Natalia Mértens se configura un sujeto femenino que establece rupturas respecto de los modelos vigentes en el contexto en que se enmarca el relato. Natalia se delinea como un sujeto que comienza a (re)pensarse de manera autónoma y que cuestiona el imaginario social instituido en la sociedad argentina, y el rol de la mujer dentro del núcleo familiar. Aunque la protagonista continúa viviendo con su marido hasta que este muere, interiormente logra separarse de la idealización del amor y del matrimonio así como también cuestiona la situación de opresión social y política de la mujer. Además, adscribe al socialismo, aunque su adhesión no esté vinculada a la afiliación partidaria sino a sus principios. Sin embargo, tal vez no sea aventurado señalar que el cuestionamiento de las relaciones jerarquizadas en la estructura familiar parece acercarla más al anarquismo, aunque Natalia está muy lejos de adscribir al ideal del “amor libre” como una salida que este sector libertario pregonaba como respuesta al matrimonio burgués25. Como ha señalado la crítica, fueron las anarquistas a comienzos del siglo XX quienes problematizaron acerca de las relaciones jerárquicas y desiguales entre los géneros masculino y femenino, y particularmente, el autoritarismo que ejercía el hombre sobre la mujer al interior de la estructura familiar. En cambio, para el socialismo “la desigualdad entre los géneros radicaba fundamentalmente en el sistema capitalista y las instituciones legales del Estado, y no al interior de la estructura familiar” (Macoc, 2011:159).
Luego de la muerte de su madre y de su marido, Hortensia Maggi se dedica a una actividad postergada: la lectura y la escritura. Por eso, poner en diálogo la trama de la novela con el momento de la escritura permite confirmar que, en esa etapa de su vida, su modo de militar en el socialismo está vinculado a la pluma. Incluso, en Vivencias, señala que en “la cabecera del hoy” tiene “el resto de las energías, que mi entusiasmo pone al servicio de la tarea de desenredar esta complicada madeja política, social y económica que tenemos por delante” (117). Es el tiempo del recogimiento en el “cuarto propio” para escribir ficción. La operación que despliega esta escritora se puede leer desde los aportes de Reinhart Koselleck (1979) quien advierte que toda lectura del pasado es siempre una experiencia del presente a la vez que una expectativa sobre el futuro. Desde esta perspectiva resulta evidente que, en su novela, Maggi revisa y aquilata el pasado enmarcado en el período de mayor masividad del Partido Socialista en nuestro país porque después de los sucesos que derivan en la presidencia de Juan Domingo Perón, este partido pasa a ser una fuerza minoritaria frente a la masividad del peronismo. Esta afirmación también se puede constatar en Vivencias porque allí hay fotos de diarios porteños que dan cuenta de la multitud de gente que se reunía en los actos del Partido Socialista. Incluso, Maggi señala como comentario de esas fotografías que “Desde esa fecha [1 de mayo de 1942], el gobierno de facto y los posteriores del mismo signo, destruyeron demagógicamente sus cimientos, quitando a la clase trabajadora el poder de una fuerza política que realmente defendía sus derechos” (29). En la novela, la revisión de este pasado le permite pensar el presente en que se hallaba inmersa y, de este modo, delinea también los trazos de un futuro posible aunque ya no vivible desde su propia experiencia vital.
Esta lectura del pasado se puede leer también en la fotografía elegida para la imagen de la tapa: sobre la encuadernación gris descansa una flor de jazmín. Y en ese gesto de reposo, la flor/libro se deposita como homenaje; en otras palabras, si la historia tiene rasgos fuertemente autobiográficos como la misma escritora ha dejado entrever, el libro es un (auto) homenaje a su madre a quien, además, dedica la novela.
Y con este gesto abraza también a aquellas mujeres socialistas que lucharon desde diferentes posiciones y con distintas herramientas por conseguir una sociedad más justa. Esas mujeres que, como Hortensia Maggi, empuñaron la Antorcha y pronunciaron el Verbo, como invoca José Ingenieros en la contratapa del libro. Por lo tanto, la novela se puede leer como un símbolo que consiste en pasar la antorcha a la nueva generación de mujeres (socialistas) para que continúen la lucha por la construcción de la igualdad.

Notas

1 Este trabajo forma parte del proyecto de investigación “Política, género y escritura. Legado de la militancia socialista” dirigido por la doctora María Herminia Beatriz Di Liscia.

2 La cita textual del diario La Vanguardia está incluida en el libro Vivencias de ayer y de hoy en la página 13.

3 María Herminia Di Liscia realiza una aproximación a Vivencia de ayer y de hoy en la ponencia “‘Dale a tu voto el valor que tiene: votá con conciencia’. Escritura, Socialismo y Política en la obra de Hortensia Maggi” presentada en el IV ENCUENTRO INTERNACIONAL DE INVESTIGACION DE GÉNERO que se desarrolló en Luján entre el 12 y14 de mayo del corriente año.

4 Por otra parte, en el diario La Arena, el domingo 5 de junio de 2016 (página 19) en una nota recordatoria por los diez años de su muerte, Juan José Reyes menciona Dos mujeres en la vida política y social Argentina, libro que, en el proyecto que enmarca este trabajo, no hemos podido conseguir. Además, en la revisión de sus papeles personales de la escritora encontramos varias obras de teatro inéditas.

5 La crítica ha investigado los vínculos entre dirigentes socialistas de la capital con lo que entonces era Territorio Nacional de La Pampa. En este sentido, son notables las fluidas relaciones que mantuvo Antonio Buira con Nicolás Repetto y Juan B. Justo así como los vínculos intelectuales a nivel nacional y latinoamericano de Salomón Wapnir, un militante del socialismo local. Estos aspectos los desarrolla in extenso Lanzillota (2011) y Martocci (2015). Sería interesante investigar los lazos intelectuales de Maggi con Buira y Wapnir.

6 En la entrevista que le realizó María Herminia Di Liscia (1996) se señala que “La novela recientemente presentada en Buenos Aires de Hortensia Maggi lleva el nombre de su abuela, pero el carácter del personaje es el de su madre. Esto lo contó cuando le pregunté por ella: ‘Mi madre era adorable. Leyó siempre, desde joven, de todo, estaba siempre compenetrada de todo, no había tema sobre el que no se pudiera conversar con ella, tenía un carácter fuerte y era un ser extraordinario. Era una vieja moderna, leía diarios, tenía argumentos para todo’”.

7 Para revisar los debates estéticos y políticos a comienzos del XX en Argentina resulta fundamental tener en cuenta no sólo la contienda ideológica entre Boedo y Florida, sino un proyecto anterior del que luego se vinculan algunos de sus integrantes con el grupo de Boedo: la editorial Claridad. Antonio Zamora encabezó este proyecto que incluyó a diversas posiciones políticas que iban desde la izquierda revolucionaria a una más moderada. Para pensar los vínculos con el socialismo resulta interesante tener en cuenta que los padrinos virtuales de este proyecto fueron sus amigos Juan B. Justo, Alfredo L. Palacios y Mario Bravo. Sobre este tema consultar: Prieto (1959); Montaldo (1987); Altamirano y Sarlo (1997); Ferreira (2005); De Diego (2006); Candiano y Peralta (2007), entre otros.

8 El referente artístico del socialismo fue Roberto Payró, uno de los fundadores del partido. En su obra buscó analizar en forma exhaustiva la sociedad argentina y, para esto, apeló a la sátira y el humor. Sobre este autor consultar: Sarlo (1984) y Dalmaroni (2006).

9 Aunque no es objeto de este trabajo, deseo advertir que en la novela se observan problemas en la configuración de la voz del narrador y de los personajes. Generalmente se usa estilo directo o indirecto pero no se utilizan signos que permitan distanciar la palabra de los personajes de la intervención del narrador. No es, sin embargo, porque utilice discurso indirecto libre. Por ejemplo, en la cita trabajada abre pero no cierra la raya de diálogo. También se observan problemas en la sintaxis oracional. Por ejemplo: “Esa mañana era una de las tantas, se había hartado de mate y también realizado algunas tareas” (33). O cierra un signo y no lo abre (49).

10 Sin punto final en el original.

11 A comienzos de siglo en Argentina, la prostitución es una problemática que analizan las posiciones más diversas de la sociedad, desde la iglesia hasta las posiciones más radicales, como el anarquismo. En un marco higienista, concluyen en argumentos similares; señala al respecto Mabel Bellucci: “bajo una mirada paternalista hacen notar que la prostitución es una consecuencia directa de la falta de educación e imposibilidad de conseguir trabajo y oficios respetables por parte de las mujeres” (1990: 155).

12 Cuando en el siglo XIX surgen en nuestro país las primeras cooperativas a partir de la influencia innegable que tuvieron los inmigrantes europeos que desarrollaron sus actividades en forma asociativa, uno de los casos más significativos fue la Cooperativa Obrera de Consumos fundada en 1898 por iniciativa del Dr. Juan B. Justo. Esta cooperativa sirvió de base de lo que luego fue El Hogar Obrero”. En 1915 el Diputado Juan B. Justo presenta el primer proyecto de Ley General de Cooperativas. Esta y otras iniciativas fueron la base para que en 1926 se sancionara la Ley Nacional 11.388, que estableció los requisitos para el funcionamiento cooperativo (reemplazada en el año 1973 por la ley 20.337). Sobre la historia del movimiento cooperativo en Argentina consultar: Haddad 2003; Montes y Ressel 2003; Plotinsky s/f.

13 Sin embargo, Natalia no ingresa a una fábrica, como esperaría el lector según el contexto que enmarca el relato, sino que se dedica a las labores de manos: modista. Este aspecto también tiene rasgos de la biografía familiar de Maggi; en la entrevista publicada en el diario La Arena, señala que no pudo estudiar en la Universidad porque “yo le ayudaba mucho en el trabajo a mi madre, que era modista fina”. Hacia el final de la novela, Natalia es dueña de un modesto negocio de ropa.

14 El 25 de septiembre de 1924, los senadores socialistas Mario Bravo y Juan B. Justo presentaron un proyecto que titularon Derechos civiles de la mujer soltera, divorciada o viuda. Este proyecto fue considerado y aprobado por el Senado el 25 de septiembre del año siguiente. Sobre la aprobación de esta ley señala Dora Barrancos que “La opinión especializada se refirió a esto –y a menudo se refiere— como a un paso que significó la adquisición de la ‘capacidad civil plena’ por parte de las mujeres. En realidad, cayeron las trabas más escandalosas: ya no fue necesario pedir al marido autorización para estudiar, profesionalizarse, comerciar, testimoniar o pleitear. Tampoco el marido administraba los bienes que la esposa había adquirido antes del matrimonio, aunque este siguió al frente de la administración conyugal. Comprar, vender o cualquier forma de contrato requería autorización del marido; la patria potestad siguió siendo una facultad de los padres varones y el domicilio conyugal era fijado por el marido” (2007: 139). Sobre el tema consultar también Giordano (2004).

15 Con respecto al socialismo, Dora Barrancos sostiene que “Sin duda, se trató de la primera fuerza partidaria que insufló aliento a la participación política de las mujeres (…) y sus representates fueron defensores destacados de los derechos femeninos” (2007, 122).

16 Sin intención de entrar en estos debates y aún consciente del riesgo de caer en generalizaciones, deseo señalar que a fines del siglo XX cuando se publica esta novela, el uso del narrador omnisciente ha caído en desuso. En la novela histórica contemporánea, que es tal vez donde pueda encorsetarse esta novela de Maggi, se dejó de lado, entre otras cosas, este tipo de narrador para optar por el uso de la primera persona que implica una apuesta por la subjetivación de la historia. Esto va acompañado del uso de la yuxtaposición de perspectivas sobre el mismo suceso.

17 Sobre este tema consultar: Prieto (1959); Montaldo (1987); Altamirano y Sarlo (1997); Ferreira (2005); De Diego (2006), entre otros.

18 En 1902 José Ingenieros renuncia a la afiliación del Partido Socialista. También es importante tener en cuenta que Las fuerzas morales es una obra póstuma; allí se recopilan escritos (o “sermones laicos” como él los llama) que había publicado en revistas universitarias entre 1918 y 1923 para generar lo que entendía como un nuevo espíritu en América Latina. Consultar: Biagini (1985), Terán (1986) Lafforgue (2004), entre otros.

19 En realidad este presupuesto es anterior al Positivismo. Se puede rastrea sobre todo en la Generación del 37 y particularmente en Domingo F. Sarmiento. Sin embargo, lo señalo así en el cuerpo del trabajo porque el contexto histórico que enmarca la novela responde al período de consolidación del pensamiento Positivista.

20 En todas las citas, las cursivas me pertenecen.

21 Consultar: Aricó (1999).

22 Entre el período que se extiende desde principios del siglo XX y el momento que se logra la ampliación de la ciudadanía política de la mujer, hubo un gran producción de revistas (sobre todo, socialistas) como forma de intervención pública de grupos femeninos que luchaban por la igualdad con los varones en términos políticos y sociales. Ana Lía Rey (2011) realiza un estado de la cuestión sobre los estudios que abordan estas publicaciones. Vida femenina integra este catálogo, circuló entre agosto de 1933 y junio de 1941.

23 Sobre este tema, consultar Tortti (s/f y 2007), Camarero (2005), entre otros.

24 La crítica ha señalado cómo el primer peronismo implementó las históricas reivindicaciones del programa socialista como, por ejemplo, mejoras en los salarios y en las condiciones de vida de los trabajadores, reglamentación de la jornada de trabajo, voto femenino y la participación de los obreros en actividades culturales, etc. Además se realizó un intento de expropiación de tierras con la Ley de Colonización Nº 5.286, promulgada en 1948, y la creación del Instituto Autárquico de Colonización para la elaboración de planes de expropiación, colonización, arrendamiento, administración y venta de las tierras. Sobre este tema consultar: Altamirano (2001), Camarero (2005), Herrera (2005), Tortti (2007), entre otros.

25 El anarquismo pasó por diferentes etapas en sus reivindicaciones por los derechos de las mujeres. Sobre este tema se puede consultar: Bellucci (1990), Barrancos (2007), Macoc (2011), entre otros.

 

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Recibido: 04/07/2016
Aceptado: 02/08/2016

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