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La aljaba

versión On-line ISSN 1669-5704

Aljaba vol.22 no.1 Luján jun. 2018

 

ARTICULOS

ANÁLISIS DE MI GUERRA DE ESPAÑA DESDE UN ENFOQUE DE GÉNERO: LAS RELACIONES ENTRE MUJERES Y HOMBRES EN LA MILICIA DURANTE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA.

ANALYSIS OF MI GUERRA DE ESPAÑA WITH A GENDER PERSPECTIVE: THE RELATIONSHIPS BETWEEN WOMEN AND MEN IN MILITIA DURING SPANISH CIVIL WAR.

 

Aroa Padrino Pérez

Universidad Complutense de Madrid


Resumen: Para el estudio de la Historia de las mujeres las "escrituras del yo" son una fuente documental exquisita por su intimidad, permitiendo una aproximación a las vivencias de las mujeres, sus impresiones y reflexiones. Con ellas se hace posible el estudio de las tensiones entre las normas de género establecidas en un momento histórico concreto y las iniciativas de las mujeres respecto a ellas. El siguiente artículo pretende contribuir al estudio de la guerra civil española desde un enfoque de género a través del análisis de las memorias de Mika Etchebéhère, una miliciana argentina que inmortalizó su experiencia en Mi Guerra de España, mostrándose con su caso particular un ejemplo del proceso de reestructuración de las relaciones entre los géneros que se produjo en ese período de quiebra del sistema en España.

Palabras Claves: memorias, miliciana, género, guerra civil española, feminismo.

Abstract: In order to study the history of women "Self-writtings" are a very important source since they provide private information about their authors. Thanks to these sources/writings one can get closer to the experiences and reflections of their female writers. Besides, one can also study the tautness between the gender rules established in a specific historical moment and women's initiatives regarding those rules. This article is aimed at contributing to the study of the Spanish civil war from a gender perspective, with the analysis of Mi Guerra de España, the memories of Mika Etchebéhère, an argentine militiawoman. This is a particular useful case that shows the reorganization of the relationships between genders during that historical period.

Key words: memories, militiawoman, gender, Spanish civil war, feminism.   


 

Las memorias como fuentes de estudio de la historia de las mujeres

María Antonia Álvarez define el género autobiográfico como "toda aquella manifestación literaria en la que nos encontremos con la exposición de los avatares de una vida particular" (Legazpi, 2012:2). Dentro de este existen una serie de subgéneros, siendo uno de ellos las memorias. Estas son relatos parciales de una vida, están basadas en la experiencia personal, la relación cronológica y la reflexión, igual que la autobiografía. Memorias y autobiografía son términos que se han utilizado aleatoriamente pero no son lo mismo, existe la sutil diferencia de que las primeras están más centradas en los acontecimientos históricos que en el yo, el protagonismo se lo llevan la historia y los y las otras y no tanto el recorrido vital y la evolución personal de quien escribe. En ellas, la persona autora se presenta como testigo del pasado, un pasado que es importante porque ha influido en su yo pero sobre todo porque es historia. No obstante, a pesar de que las memorias son escrituras menos intimistas, sirven igualmente para el estudio de la historia, tanto a escala macro como a un nivel micro (Legazpi, 2012).

A través de las escrituras del yo elaboradas por mujeres, podemos contrastar los discursos oficiales y la legalidad con la vivencia de la realidad y extraer las similitudes generales a la vez que la diversidad de las experiencias de las mujeres (Viñao, 1997). Adueñarse de la palabra e irrumpir en el espacio público -históricamente masculino- a través de la publicación, hace posible la construcción por parte de las mujeres de discursos alternativos. Las memorias serían un acto de resistencia no solo frente al olvido, sino también frente al ser narrada por otros (Becerra, 2013:110). Las memorias escritas por mujeres forman parte de su discurso de autorrepresentación, un discurso que es diferente según la época, la clase social, la orientación sexual, la etnia y otras variables, distinto también según las percepciones de cada una sobre sí misma y los y las demás y según sus propias experiencias (Rivera, 2003).

A través de las memorias de la argentina Mika Etchebéhère, nos vamos a aproximar a continuación al fenómeno histórico de las milicianas que lucharon en la guerra civil española.

Análisis de Mi guerra de España

Mi guerra de España recoge lo vivido por Mika Etchebéhère entre julio de 1936 y febrero de 1937. Durante esos meses es destinada a dos frentes, primero al de Guadalajara (julio-octubre de 1936), siendo testigo de las batallas de Atienza, de Imón, de Huérmeces del Cerro y de Sigüenza; y en segundo lugar al de Madrid (noviembre 1936-febrero 1937), combatiendo en Moncloa, en Húmera y en el Cerro del Águila.

En la lectura es posible diferenciar cuatro facetas desde las que se enfrenta a la realidad que está viviendo y que coexisten entrelazadas dando forma a su identidad. En primer lugar, cuenta su experiencia como miliciana, como mujer soldado que se encuentra en un espacio por antonomasia masculino, rodeada casi por completo de milicianos que, aun siendo camaradas, son hombres que piensan y actúan de forma machista; también plasma sus dilemas como revolucionaria ante algunas actuaciones inherentes a la guerra que suponen un conflicto con sus principios ideológicos y podemos leer cómo pone en práctica su marxismo libertario y los modos cooperativistas en los que fue educada; en tercer lugar, narra sus reflexiones y contradicciones como ser humano, como persona que está viviendo una guerra en la que está en juego la propia vida y por ello afloran sentimientos egoístas o cobardes, a los que se enfrenta; por último, también se sincera como esposa que pierde a su compañero de revolución y de vida en el frente, una pérdida importante que no ocupará un lugar trascendental en sus memorias pero que supone un punto de inflexión en su personalidad.

Estos cuatro aspectos analizables enriquecen el estudio de su experiencia y nos permiten hacer un análisis más profundo de sus relaciones con la realidad en la que se desenvuelve. No obstante, por razones de espacio vamos a ver sólo las cuestiones relacionadas con su género.

Se diferencian dos etapas siendo el momento de separación entre ellas la muerte de su compañero Hipólito Etchebéhère en el combate de Atienza en agosto de 1936. Cuando esto sucede, no solo se enfrenta a la tarea de superar la pérdida de su compañero y también sus disconformidades con las realidades de la guerra sino también al reto de tener su sitio entre los milicianos en calidad de igual.

A) Primera etapa

En esta primera etapa nos encontramos con la llegada de Mika a Madrid el catorce de julio de 1936, el motivo de su viaje lo explica muy orgullosa:

"Mi marido y yo vinimos a buscar en España lo que creímos hallar en Berlín en el mes de octubre de 1932: la voluntad de la clase obrera de luchar contra las fuerzas de la reacción que se volcaban en el fascismo." (Etchebéhère, 2014:38)

Con esta afirmación queda inicialmente clara la politización de Mika y su compromiso revolucionario, que se reafirman con la inmediata búsqueda de fusiles con los que armarse cuando se produce el levantamiento militar contra la República los días 17 y 18 de julio. Se integra con Hipólito en las milicias del POUM porque era "la organización que está más cerca de nuestro pequeño grupo de oposición comunista y en sus filas tenemos amigos personales" (Etchebéhère, 2014:41). Forman parte de la Columna Motorizada, mandada por el capitán Martínez Vicente y salen por primera vez el 21 de julio para frenar el avance del general Mola hacia Madrid (Feldman, 1965).

Al mismo tiempo se presenta como esposa cuidadora de su marido enfermo, como podemos leer en los ejemplos siguientes, dando a conocer su constante preocupación por la salud de este: "Tenemos que volver a casa para que descansases un poco, no olvides que la mucha fatiga te hace daño. Puedes caer enfermo." (Etchebéhère, 2014:41); "En mis sandalias sin medias tengo los pies sucios y doloridos. Dolorida también una idea fija: los pulmones enfermos de Hipólito, sus meses de sanatorio en Francia." (Etchebéhère, 2014:44). Dicha preocupación la conduce incluso a la abnegación, como se refleja en el siguiente recuerdo de París que relata:

"Comenzadas las dos de la tarde, las reuniones [para la revista Que faire?] se prolongaban a menudo hasta la hora de cenar. Cuando yo llegaba a casa de mi trabajo no quedaba ni pan. Hippo se disculpaba. (.) < > Claro que estaba cansada (.) pero nada era el cansancio comparado con mi temor por Hippo, por sus pulmones enfermos que absorbían durante horas el humo de tantos cigarrillos." (Etchebéhère, 2014:220)

Su rol de cuidadora lo demostrará a lo largo de la guerra, pero este trabajo tradicionalmente impuesto al género femenino no es incompatible, como demuestra en toda su trayectoria vital, con que Mika se desarrolle en el espacio público a través de su militancia y de sus actividades intelectuales, siendo una mujer con ideas propias y no una seguidora de las del marido. A nivel intelectual viven una relación de igualdad, ambos aportan su tiempo y sus conocimientos a la causa revolucionaria mediante la colaboración en diferentes publicaciones y partidos y círculos de corte marxista-libertario (Tarcus, 2000).

Hipólito es el único que sabe utilizar las armas y tiene que enseñar al resto, pero a ella no: "Yo comprendo que por primera vez no debo seguir a Hippo. Se trata ahora de un asunto de hombres. El mío comienza su aprendizaje de jefe." (Etchebéhère, 2014:44). En un inicio, es la propia Mika quien marca la división sexual de las responsabilidades en la milicia:

"Sin que haya mediado ningún acuerdo entre Hippo y yo, me he instalado desde el comienzo en funciones más pesadas que heroicas: velar por la limpieza de los locales y de los hombres, escribir las cartas a las familias de los que no saben escribir, obtener de Madrid ropa y calzado, impedir las riñas, organizar un botiquín y no sé cuántas cosas más."(Etchebéhère, 2014:55)

Hipólito es el líder del grupo, su autoridad es respetada por el conjunto y también por ella, que no ofrece resistencias a sus imposiciones y se subordina a las limitaciones que le impone: "Tú no vendrás a primera línea -me dice-, te quedarás atrás con el médico y tendrás a tu lado a nuestras dos muchachas." (Etchebéhère, 2014:56).

A Mika le repulsa ver los cadáveres enemigos, no se recrea en el odio al otro como hacen algunos camaradas y piensa que:

"hay otras razones más profundas que las puramente tácticas -no está bien que Hippo tenga una esposa guerrera pegada a él- para hacerme aceptar este oficio de mujer que me toca cumplir en medio de los combatientes y que me aparta de las armas." (Etchebéhère, 2014, p. 60).

Parece que achaca esta postura ante la muerte a su condición de mujer, como si fuera una debilidad femenina opuesta a la masculinidad, vinculada la violencia y, por tanto, ella es menos apta para lo militar. No obstante, este rechazo al contacto con los cadáveres también ha sido apuntado como manifestación de su judaísmo (Gabbay, 2016, p. 42).

B) Segunda Etapa

La muerte de Hipólito supone la toma de una iniciativa diferente por parte de Mika. Hasta entonces se había mantenido a su sombra, cumpliendo con un papel similar al de una virgen dolorosa, sufriendo en silencio por su marido enfermo al que le acechaba la muerte por su enfermedad y en cada combate, actuando desde un lugar definido por ella misma como secundario. No obstante, el dolor por la muerte de Hipólito no ocupa un espacio central en sus memorias, la escasez de referencias a este enfrentamiento emocional se debe a la estrategia que adopta: "Si recordaba no podía vivir. Entonces quedé vacía, sin más pensamientos que los necesarios para la guerra. Los demás me están vedados." (Etchebéhère, 2014:222).

B.1 El reconocimiento de su autoridad en el grupo

Una de las cuestiones que se pueden apreciar en la lectura de sus memorias es la escalada hasta el reconocimiento de su autoridad en el grupo. Mika parte en esta 'segunda etapa' de la posición de ser la viuda del antiguo jefe, sin embargo asumir después el liderazgo no es algo que le viene en forma de herencia, sino que se lo gana, como muestra el siguiente suceso: tras la batalla de Imón, al opinar Mika que las ametralladoras que han capturado deberán ser enviadas a donde los mandos digan que son más necesarias:

"< > (.) Los hombres me miran con malos ojos. Leo en ellos odio y desprecio por la extranjera que les abruma con sus monsergas. (.) <>" (Etchebéhère, 2014:76).

Ella actúa de acuerdo a una rectitud con la que entiende que es más sencillo mantener el orden en el grupo y resultar más eficaces, pero también lo hace porque considera que la honestidad es una manera de conseguir el respeto de los milicianos. Esta justicia también se la aplica a ella misma, no concediéndose privilegios sobre el resto, y también se indigna ante los privilegios que tienen otros jefes que viven en la retaguardia. Las dotes de mando que va demostrando Mika a medida que pasa el tiempo en el frente, terminan siendo reconocidas oficialmente tras un combate en el frente de Moncloa recibiendo el grado de Capitán.

Es importante explicar su modo de mostrar autoridad en el grupo, sus decisiones no son impuestas a través del autoritarismo y así se lo hace saber al general Kléber, quien "ha venido a ver el fenómeno. Esa mujer que asume la responsabilidad de una posición peligrosa" (Etchebéhère, 2014:338):

"Para no pasar vergüenza y para que estos dos militares de verdad no crean que tomo muy a pecho mis estrellas de capitán, me adelanto a su posible interrogatorio. <>" (Etchebéhère, 2014:339).

En otro momento, en la Pineda de Húmera, Mika se dirige al grupo con estas palabras: "Yo no creo en las amenazas. La mejor manera de obligar es dejar libre a la gente. (.) Entre nosotros no hay obediencia, sino una responsabilidad compartida voluntariamente." (Etchebéhère, 2014:344). La contestación de uno de los milicianos es la siguiente: "eres la capitana más grande de toda la guerra y la más flamenca. Lo que tú hagas, siempre estará bien hecho." (Etchebéhère, 2014:345).

Frente al uso del poder como dominio, como abuso de, Mika elige el uso del poder como posibilidad de. Emplea el diálogo como herramienta a través de la cual, desde la libertad, hacer uso del poder como facultad para hacer algo: tomar las decisiones de forma grupal. Su antiautoritarismo es, según Cynthia Gabbay, muestra de su filosofía hebrea (Gabbay, 2016:42) y también parte de su espíritu libertario, sin embargo me pregunto si influyó también el género, ya que otros revolucionarios no han demostrado el mismo comportamiento en el transcurso de la guerra, y si su postura estaría relacionada con las tesis feministas acerca de la autoridad y el poder que se elaboran varias décadas después. La primera en diferenciar autoridad de autoritarismo fue Hanna Arendt, y esta cuestión fue introducida en el feminismo a través del discurso de la diferencia del grupo Diótima. La distinción pretende aislar la autoridad del poder patriarcal (autoritarismo), el cual siempre se ejerce con violencia. Así, la autoridad  no se ejercería sino que se mostraría, se trata de una figura simbólica que da sentido a las relaciones sociales y tiene su razón de ser en el reconocimiento desde el exterior, de modo que la autoridad no podría encarnarse, sería una atribución en continua circulación (Sau, 2001:9).

No obstante, como sostienen algunas teóricas feministas, como Victoria Sau, cuando las mujeres han accedido a lugares de poder, como sería el caso de Mika, estas no han sido vistas como mujeres porque no han existido imágenes valiosas de mujeres al ser inferiorizadas las tareas que se les han asignado a ellas. Además, también apunta que las mujeres fueron excluidas del contrato social, y que por eso no han podido generar una ética de comportamiento o instituciones propias, sino que han mantenido el estado de cosas del orden masculino (Sau, 2000:240). Tomando en consideración las palabras de Victoria Sau, en este sentido Mika habría marcado una diferencia introduciendo el uso del poder desde la autoridad y no desde el autoritarismo, pero aun así ella reflexiona que para los milicianos debía ser "probablemente ni mujer ni hombre, un ser híbrido" (Etchebéhère, 2014:251). Como decía, el Poder, asociado a lo masculino, no podía reconocerse en una mujer.

B.2 SU COMPROMISO REVOLUCIONARIO

Mika demuestra su gran compromiso con la revolución al desplazarse a la guerra civil poniendo su vida en peligro, es un compromiso tan grande que ha adaptado su vida a este:

"< <¿Por qué razón has venido a luchar aquí con nosotros?> > < > <> <>" (Etchebéhère, 2014:265)

También ha rechazado la maternidad para poder entregarse por completo a sus ideas: "Lo había decidido con mi marido para no tener ataduras que impidiesen cumplir el deber de revolucionario."(Etchebéhère, 2014:265). No lamenta ninguna de las dos cosas y con ello muestra que su escala de prioridades no concuerda con el discurso social dirigido a las mujeres, quienes debían encontrar su realización personal en el matrimonio y en la maternidad.

B.3 SU LUCHA CONTRA LOS PREJUICIOS SOBRE EL 'SEXO DÉBIL'

En el frente, Mika lleva a cabo una lucha constante contra los prejuicios sobre el sexo débil. En general, la sorpresa con la que los milicianos respondían ante los actos de valentía de las milicianas era común, como si esperasen de ellas reacciones diferentes frente a los horrores y las dificultades de la guerra más acordes con la idea de que por naturaleza, las mujeres eran frágiles, el sexo débil, no como los varones, el sexo fuerte. Mika también sufre estos prejuicios de forma continuada, recibiendo comentarios paternalistas con los que los milicianos pretendían protegerla de peligros, ya que aunque fuese miliciana, no dejaba de ser una mujer: "No hace falta que te expongas tontamente. Es peligroso y demasiado duro para ti a causa de las zarzas y las piedras" (Etchebéhère, 2014:76), le dice Pancho cuando se ofrece voluntaria para llevar víveres a los compañeros que se encuentran en primera línea.

Una vez le comenta el Chato:

"Parece que las mujeres tienen más frío que los hombres. (.) Tú no deberías hacer guardia por la noche [hasta las seis de la madrugada eran voluntarias]. Ya sabemos que eres valiente, no necesitas querer demostrarlo a toda costa" (Etchebéhère, 2014:89).

"Y tú deja de cargar. No es trabajo de mujeres. Llévate también al crío [Clavelín]" (Etchebéhère, 2014:90), le dice Antonio Laborda cuando Mika intenta salvar la dinamita en medio de un bombardeo sobre Sigüenza. Otro caso ocurre al visitar a la Chata en el interior de la catedral de Sigüenza, a quien un casco de metralla le ha abierto la pierna: "El Marsellés (.) consiente en acompañarme junto a ella, dictándome en el camino lo que debo decir y no decir o hacer, sobre todo no llorar, porque hasta una mujer tan valiente como yo es capaz de ponerse a lagrimear a deshora." (Etchebéhère, 2014:144).

Siendo así las cosas, Mika entiende que no puede permitirse mostrar ningún tipo de debilidad -ni física ni emocional- ni siquiera en sus momentos de mayor vulnerabilidad, no porque se avergüence de ello sino porque sabe que hacerlo supondría afirmar que, efectivamente, a pesar de ser miliciana no dejaba de ser una mujer, con todos los defectos que sus compañeros consideraban que suponía ese hecho en el ejercicio de la guerra. Tenía que comportarse como un varón, masculinizarse, y mostrar aguante físico, no debilidad y por supuesto tampoco sus emociones. De hecho, dejar a un lado la muerte de Hipólito es también una manera de no demostrar flaqueza, después de mucho tiempo sin desahogarse de su pérdida, llora paseando a solas por Madrid, y como ella misma dice: "lejos de las miradas que podrían asombrarse de mi debilidad" (Etchebéhère, 2014:283).

Los milicianos se dan cuenta de que Mika prefiere apañárselas sola siempre rechazando cualquier ayuda, y por eso en la huida de la catedral de Sigüenza, tras haberse fracturado una mano y no poder caminar igual de rápido que el resto, Mateo le ordena: "Dame los paquetes. Bueno, la capa y el fusil también. Basta de tonterías. Mira un poco esa mano que tienes. Deja de querer ser siempre la más fuerte. Por muy valiente que sea, una mujer es una mujer." (Etchebéhère, 2014:182).

Quienes no forman parte de la columna de Mika y escuchan acerca de su ruptura de estereotipos, esperan encontrarse con una mujer que ha roto totalmente con la feminidad, no se concibe la posibilidad de que las mujeres actúen en la guerra sin absorber la masculinidad atribuida a dicho espacio, una absorción tanto a nivel emocional como a nivel físico, en lo que se refiere a la apariencia. Ejemplo de esto es la siguiente conversación con el coronel Perea en Pineda de Húmera:

"<> <>" (Etchebéhère, 2014:305)

El siguiente y último episodio machista resume perfectamente el espacio masculino revolucionario, pero tradicional en la relación entre los géneros, en el que vivió:

"Cipriano Mera (.) tomándome por los hombros dice con voz severa, como quien riñe a una chiquilla: <> La frase me cruza como un latigazo. El dolor y la humillación me hacen apretar los puños y arder la cara. Levanto despacio la cabeza buscando una respuesta que lave la ofensa. Sólo acierto a decir: <>" (Etchebéhère, 2014:482)

B. 4 'MAMÁ DE GUERRA' Y 'AMA DE CASA'

Al mismo tiempo que ejerce autoridad sobre el grupo siendo la persona que lo lidera, lleva a cabo actuaciones que se identifican con una de las tradicionales responsabilidades asociadas al género femenino: el cuidado de los demás. Mika experimenta unos sentimientos hacia los milicianos que son señalados por ella misma como 'maternales', sobre todo respecto al pequeño Clavelín, un chaval de catorce años al que acepta en su columna porque dice que: "si lo obligo a partir irá a enrolarse en otro sitio, un sitio donde no hay una mamá de guerra que le pinte con tintura de yodo las amígdalas cuando le duela la garganta." (Etchebéhère, 2014:67). Las preocupaciones que siente hacia el grupo en relación con su bienestar, con su descanso, con su buena alimentación, con su moral levantada y su falta de frío son continuas:

"¿Se ha visto alguna vez a un capitán administrando jarabe para la tos a sus soldados en plena guerra, dentro de una trinchera cavada a ciento cincuenta metros del enemigo? Frasco y cuchara en mano, tiendo la poción a los enfermos con el aire más natural y ellos la tragan igual." (Etchebéhère, 2014:332) 

Ella piensa que estos actos pueden restarle autoridad, lo reconoce mientras intenta animar a quienes están haciendo guardia en una fría noche:

"Digo todas las que se me ocurren: < > con cada cucharada de jarabe administro cachitos de esperanza. A cada copa de aguardiente añado un recuerdo grato. Mala suerte si esta solicitud me quita autoridad. Nada puedo contra la humildad que me invade frente a los centinelas clavados durante cuatro horas seguidas en el barro helado que les aprisiona los pies." (Etchebéhère, 2014:378)

Sin embargo, tanto el grupo como la jefatura le agradecen sus acciones y reconocen su beneficio general, consiguiendo que se pongan en valor los cuidados:

"<>." (Etchebéhère, 2014:297)

Estos cuidados hacen que los milicianos la vean como una especie de madre, algo que ella misma piensa pero que no dice en voz alta, quizás por si afectaba a su intento de ser una igual:

"<> (.) <>." (Etchebéhère, 2014:440)

Hay una reflexión de Mika que muestra muy bien la compleja relación que estamos viendo entre las normas de género y la vivencia de la realidad:

"Sonrío para adentro al descubrir el lazo extraño que me une a los milicianos. Yo los protejo y ellos me protegen. Son mis hijos y a la vez mi padre. Se preocupan por lo poco que como y lo poco que duermo, encontrando milagroso que resista tanto o más que ellos a las penalidades de la guerra. Todo el catecismo que sabían sobre la mujer se les ha embrollado. Para no declararlo falso, me juzgan diferente, y por tenerme de jefe se sienten en cierto modo superiores a los demás combatientes." (Etchebéhère, 2014:341)

A la vez que existen los prejuicios machistas sobre del sexo débil, existen las demostraciones de Mika de que esto no es más que un  estereotipo. Pero también convive la abnegación de su rol de cuidadora. Sus cuidados no son prescindibles, son necesarios y beneficiosos para el conjunto y para la guerra, de hecho consigue que las tareas de cuidado se repartan entre mujeres y hombres, mientras enseña a los milicianos que las protecciones de ellos por el hecho de ser mujer sí sobran. Es por esto que para que el discurso patriarcal continúe intacto, los milicianos piensan de ella lo siguiente, según Mika: "Esa especie de desazón que nos mantiene a distancia viene de mi calidad de mujer que manda hombres, definida por ellos 'mujer no como las otras' para justificar su obediencia o alardear a las columnas privadas de esta anomalía: tener de capitán a una mujer." (Etchebéhère, 2014:312)

Para que el discurso patriarcal que encorseta a las mujeres no se tambalee piensan que su capitana es una excepción de mujer y además se elabora una idea que creo que es comparable con el tradicional discurso de la excelencia con el que se elogia la superioridad de las mujeres por virtuosas: Mika es una mujer diferente, una mujer no como las otras y por ello superior al resto a la vez que excepcional. Piensan que es la mejor capitán, pero están presumiendo de tenerla como tal mientras no se sirva de su sexo, mientras es virtuosa y honrada, como veremos a continuación.

B.5 EL CONTROL SOBRE SU CUERPO

Mika deja constancia del tabú de la menstruación en el frente, un proceso fisiológico del que se cuida de no dejar rastro y que otras milicianas se tomaron de la misma manera: "Espero a que los hombres estén dormidos para echar al fuego un paquete de algodón empapado en mi sangre, que no es de herida sino el tributo mensual de mi condición femenina." (Etchebéhère, 2014:365)

Respecto al sexo, Mika vive en el frente de la Moncloa cierta tensión sexual con Antonio Guerrero:

"¿De dónde me ha venido esa debilidad, esa traición de una carne reprimida sin el menor esfuerzo consciente desde la muerte de Hippo? Me pongo a odiar con todas mis fuerzas esta flaqueza que me devuelve a la humilde condición de mujer, tan bien escondida hasta aquí, que ninguno de los hombres con quienes he dormido a menudo sobre el mismo jergón se atrevió a descubrirla." (Etchebéhère, 2014:250).

Al reflexionar sobre ello reniega de su sexualidad avergonzándose de la posible atracción que pudo sentir hacia él, sin que quede claro si es por pensar que supone una traición hacia Hipólito. A raíz de este suceso Mika se pregunta qué pensarán los milicianos sobre ella, de su condición de mujer, si la ven dotada de una naturaleza sexuada o como un ser asexuado:

"Probablemente ni mujer ni hombre, un ser híbrido de una especie particular a quien obedecen ahora sin esfuerzo, que vivía al comienzo a la sombra de su marido, que lo ha reemplazado en circunstancias dramáticas, que no ha flaqueado, que siempre los ha sostenido, y, colmo de méritos, ha venido del extranjero a combatir en su guerra." (Etchebéhère, 2014:251)

Un tiempo atrás, un compañero le había confesado una realidad que sorprendió bastante a Mika:

"<> <> <>." (Etchebéhère, 2014:104)

Al rememorar este último momento tras el episodio de tensión sexual con Antonio Guerrero, se cuestiona lo siguiente:

"Ahora me pregunto si no había en este sentimiento componentes carnales que no se habrían manifestado si se tratara de un jefe varón. Luego soy para ellos una mujer, su mujer, excepcional, pura y dura, a la cual se le perdona su sexo en la medida en que no se sirve de él, a la que se admira tanto por su valentía como por su castidad." (Etchebéhère, 2014:251)

Piensa si seguiría manteniendo su respeto y admiración en caso de tener un amante y 'portarse como un hombre' y la conclusión a la que llega es: "Quizá, si yo fuese capaz de mandarlos pistola en mano, infundirles temor, si me portara como un hombre de guerra, más hombre que todos ellos en la mala acepción del término." (Etchebéhère, 2014:252). A Mika le gratifica el servicio que está haciendo a la revolución y piensa que eso es lo más importante, no la injusticia que está viviendo al no tener el pleno derecho y libertad de vivir su sexualidad como prefiera: "Yo no tengo derecho a andar por los bares para acortar los días y las noches sin combate. Mi estatuto de mujer sin miedo y sin tacha me lo prohíbe. Mi catecismo personal también me lo prohíbe." (Etchebéhère, 2014:294).

Mika es una 'mujer no como las otras' y eso la conduce a rechazar, por ejemplo, actitudes consideradas femeninas, como el 'arreglo' que las señoras debían hacer de su aspecto: "encuentro el lápiz de labios que una amiga me regaló en París. Lo tomo sin darme cuenta, lo abro, me acerco al espejo y reconozco, asombrada, la que soy ahora: una mujer-soldado que no tiene derecho a pintarse la boca." (Etchebéhère, 2014:398).

Rechaza pasar la noche con un periodista francés, a quien le dice:

"Aunque nadie se enterara, ni siquiera mis milicianos, algo se habría rebajado y hasta manchado en la causa que estoy sirviendo. (.) Mi actitud nada tiene que ver con la moral burguesa. Tiene que ver con el personaje que encarno para los milicianos de mi compañía, para todos los que me rodean y hasta para ti. (.) No tengo fuerzas esta noche para explicarte por qué caminos tortuosos la imagen que te llevarías de mí se habría trivializado, rebajado al tamaño de una aventura pintoresca en la España roja con una capitana que te llevas a la cama en cuanto se lo propones." (Etchebéhère, 2014:408)

Cuando llega al cuartel después de cenar con el periodista, hay algunos milicianos despiertos: "No vayas a creer que te espiamos. Tú eres muy dueña de hacer lo que te parezca. Nos quedamos despiertos por si llegaba alguna orden y hacía falta ir a buscarte" (Etchebéhère, 2014:409). Acerca de la sinceridad del miliciano, solo podemos hacer suposiciones.

En las frases anteriores queda clara la represión sexual que ella misma se ha impuesto, resultado de numerosas situaciones en las que ha comprendido que los milicianos la piensan como mujer de acuerdo a la razón patriarcal: como buena mujer, mujer privada, madre y esposa, en contraste con la mala mujer, la que se serviría de su sexo, una mujer pública. Si puede haber entre ella y los demás una relación que no responde a la norma, si ella es su capitana, debe ser a cambio de la aceptación por su parte de algunas condiciones, entre ellas renegar de su sexualidad. Se trata de un pacto no verbal. La sexualidad de las mujeres ha sido históricamente controlada por los hombres. A las mujeres les ha sido negado el deseo propio y la libertad para disfrutarlo. Este control patriarcal se ha ejercido a través de diferentes formas: exigencias religiosas y morales, códigos de conducta, la estigmatización en nombre de la honra, la violencia y la represión mortales, además de los sistemas legales y los discursos científicos y médicos (Varela, 2015:292). La identidad masculina se ha construido sobre la base histórica, cultural y simbólica de la dominación de los hombres sobre las mujeres a través de tres exigencias: la protección, la provisión y la potencia sexual. Esta potencia sexual es a la vez un deber y un privilegio masculinos, ya que el derecho a la promiscuidad no se aplica a las mujeres (Sambade, 2017). La siguiente reflexión de Mika sirve de ejemplo:

"Yo soy la madre de todos, luego tienen derecho a ser los únicos para el querer. Por otra parte, y este aspecto es más sutil, yo soy la mujer de todos ellos. Intocable, colocada en un altar. Pero si por cualquier razón voy a ver a otros hombres, ya no estoy en el altar, ando por el llano, como las demás mujeres." (Etchebéhère, 2014:357)

 

CONCLUSIONES

Como ya han apuntado otras autoras que han trabajado en la misma línea seguida en este trabajo (Mangini, 1997), los escritos de mujeres que vivieron la guerra civil española tienen una doble funcionalidad, sirviendo al mismo tiempo como herramienta de aproximación al escenario bélico y como instrumento de comprensión de cómo el papel de las mujeres en los períodos de ruptura del sistema establecido está condicionado por el género. Ambas funcionalidades desembocan en la constatación de que los hombres y las mujeres viven experiencias diferentes en las guerras, las cuales pueden ser exploradas gracias a este tipo de fuentes.

La Constitución de 1931 y otras normativas sobre la función social de las mujeres trajeron cambios e incluso progresos, las mujeres se volvieron más visibles en el espacio público pero la concepción colectiva que se tenía sobre ellas, y también la que tenían ellas mismas, no se había transformado de la misma manera debido a que los cambios en las estructuras mentales son mucho más lentos (Iglesias, 1991). Así, a pesar de experimentar una mayor sensación de libertad por el aumento de responsabilidades y por la aparición de alternativas sobre su cuerpo y sus mentes, el discurso sexista mantenido durante la guerra reproducía el esquema patriarcal (Mangini, 1997:97).

Las memorias de Mika son un ejemplo de cómo las relaciones entre los sexos y la identidad de mujer no cambiaron significativamente, un hecho que se entiende al tener en cuenta cuáles habían sido los discursos y los modelos culturales en los que estas mujeres habían sido socializadas, gracias a los cuales actuaron en la guerra de una forma novedosa pero manteniendo el statu quo de algunas normas de género. Esto no supone ningún descrédito, sino que pone de relieve lo complicada que es la configuración de las subjetividades, lo complejo que es lidiar con los modelos de género establecidos, ante los cuales no estamos determinadas y siempre podremos obligarlos a mutar (Andrés, 2016), pero siendo este un camino que no está libre de tensiones y conflictos, tanto externos como internos. Visibilizando las vivencias personales de las mujeres en la guerra civil, estamos trazando una genealogía de mujeres que demostraron su capacidad y su utilidad cuando la sociedad las había estado poniendo en duda; mujeres que aunque no tuviesen una conciencia feminista estaban sentando las bases que podían haber servido de lanzadera para posteriores cambios estructurales en la carrera por la igualdad entre mujeres y hombres, por lo menos en la zona republicana.

Pienso que Mika Etchebéhère supone un modelo de mujer transformadora, alternativo al normativo, que no fue una mujer excepcional como la pensaron en su momento, ni una adelantada a su tiempo, sino una mujer referente de su época que lidió con la situación que ella misma decidió vivir, llevando a cabo las acciones que quiso y asumiendo las limitaciones por haber nacido mujer que consideró, tanto las impuestas por otros como las autoimpuestas. Todo ello configuró la estrategia de una mujer, Mika Etchebéhère, frente al patriarcado.

 

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