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Revista Escuela de Historia

versão On-line ISSN 1669-9041

Rev. Esc. Hist.  no.6 Salta jan./dez. 2007

 

COLABORACIONES NACIONALES

El ejemplo alemán. La prensa nacionalista y el Tercer Reich

Tato, María Inés

CONICET / Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, Universidad de Buenos Aires, 25 de Mayo 221 - 2° piso, (C1002ABE) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, e-mail: mitato@fibertel.com.ar 

Resumen:

Este trabajo se propone analizar la percepción del nazismo de los periódicos Bandera Argentina, Crisol y El Pampero y el rol atribuido a ese movimiento político en la configuración del nacionalismo argentino.

The German model. Nationalist press and the Third Reich

Abstract:

This paper intends to analyze Bandera Argentina, Crisol and El Pampero's perception of Nazism, and the role attributed to this political movement in the configuration of Argentinean nationalism.

Palabras clave: Nacionalismo argentino; Nazismo; Prensa política; Antisemitismo; Autoritarismo.

Key words: Argentinean nationalism; Nazism; Political press; Antisemitism; Authoritarianism.

I

     El ascenso de los autoritarismos europeos en la década de 1930 y el posterior desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial repercutieron hondamente en el panorama político argentino. En el caso específico de las derechas, alentaron la reconfiguración del perfil ideológico de su expresión más extrema, el nacionalismo, en sus orígenes ambiguamente vinculado con la tradición liberal.[1] Efectivamente, a partir del fracaso de la experiencia uriburista y de la restauración conservadora que la siguió, y al calor de un clima internacional cada vez más enrarecido, los nacionalistas tomaron distancia de esa tradición y fueron delineando un programa que confrontaba radicalmente con ella.[2] Los gobiernos autoritarios europeos que por entonces se hallaban en plena expansión les proporcionaron experiencias modélicas que contribuyeron a que definieran con mayor precisión una alternativa antiliberal.

     En este trabajo nos proponemos abordar la evaluación que hicieron los nacionalistas argentinos del fenómeno nazi en sus distintas etapas de desenvolvimiento y los significados que encerró para este sector del espectro político, que, como señaláramos, se hallaba en plena reelaboración de su identidad ideológica. Para ello recurriremos principalmente a la prensa periódica de esa orientación, en la medida en que la misma ofrece continuidad temporal y refleja tomas de posición marcadas por la inmediatez de los acontecimientos, carentes en consecuencia de los filtros frecuentes en otro tipo de fuentes, como las memorias. Asimismo, el recurso a los principales órganos periodísticos del nacionalismo nos permitirá reducir los escollos que plantea la alta fragmentación de ese universo ideológico, escindido en numerosas agrupaciones a menudo antagónicas.[3] A pesar de que los diarios a los que nos referiremos aquí se hallaban identificados con tendencias específicas,[4] aspiraban sin embargo a lograr la unidad del campo nacionalista y solían dar cabida a informaciones concernientes a otras organizaciones de ese signo, de manera que su mensaje, lejos de estar confinado exclusivamente a su propia tendencia, se difundía a otras fracciones del conglomerado nacionalista. Considerando su alcance e importancia, hemos seleccionado para el análisis los periódicos Bandera Argentina, Crisol y El Pampero, que pasaremos a caracterizar.     

     El matutino Bandera Argentina (1932-1945) fue creado el 1 de agosto de 1932 por Juan E. Carulla -quien se desvincularía del mismo hacia 1941- y por Santiago Díaz Vieyra, y contó con la colaboración de personajes destacados de la derecha, como José María Rosa, Benjamín Villafañe, Carlos Ibarguren, Juan P. Ramos, Leopoldo Lugones (h.), Manuel Rojas Silveyra. Carulla había sido el fundador en 1925 de uno de los primeros órganos del nacionalismo argentino, La Voz Nacional, que tuvo una vida efímera. Posteriormente estuvo involucrado en el ejercicio de la activa campaña antiyrigoyenista desplegada por los nacionalistas desde La Nueva República y La Fronda.[5]  

     Considerado un diario dirigido a la clase media de formación católica,[6] ofreció una cobertura inicial muy amplia de un nazismo que encontraba promisorio, bajo la forma de numerosos artículos propios referidos al régimen hitleriano y de la reproducción de información levantada de la prensa internacional. Las cifras de circulación del diario son controversiales. Según sus propias declaraciones su tiraje alcanzaba los 20.000 ejemplares;[7] sin embargo, la Comisión Especial Investigadora de Actividades Antiargentinas de la Cámara de Diputados sostuvo que era de sólo 7.000.[8]

     En sus memorias, fechadas en 1951, Carulla intentó tomar distancia de las simpatías hacia el Tercer Reich que había manifestado el diario por él dirigido. En ese sentido, intentó explicar la proliferación de comentarios elogiosos hacia el nuevo régimen y el minucioso registro de las actividades de la comunidad germana en nuestro país alegando las necesidades financieras que habrían conducido al diario a aceptar cierto financiamiento alemán, aunque en forma más limitada que otros órganos periodísticos de derecha.[9] Evidentemente puede sospecharse de la veracidad del testimonio de Carulla, expresado en un momento en el que el repudio de la experiencia nazi era casi unánime. Pero sí puede aceptarse su afirmación de que otros medios nacionalistas -fundamentalmente Crisol y El Pampero- captaron el grueso del financiamiento alemán, como lo demostraría la Comisión Investigadora de Actividades Antiargentinas.

     El matutino Crisol (1932-1944) fue fundado el 1 de febrero de 1932 por el presbítero Alberto Molas Terán, quien lo dirigió hasta su muerte, ocurrida el 18 de mayo de ese mismo año. A partir de entonces, la dirección quedó a cargo de Enrique P. Osés, quien entre 1929 y 1932 había estado al frente de Criterio.[10] Bajo su dirección, Crisol contó con una agrupación afín, denominada "Amigos de Crisol", y con una editorial propia. Como veremos, este diario destilaba en dosis casi idénticas anticomunismo, antiliberalismo y antisemitismo, fobias que lo emparentaban tanto con la opinión dominante en el seno de la Iglesia como con el ascendente nazismo. Precisamente en función de estas simpatías el Ministerio de Propaganda alemán lo subsidiaba en forma directa,[11] impartiéndole sus lineamientos a través de los servicios de noticias de la agencia Transocean. Gran parte de su notoriedad radicaba en el tono estridente y panfletario de su discurso, que lo acercaba al público popular y atacaba encarnizadamente -además de sus enemigos ya señalados- a los principales medios rivales, calificados en sus contiendas cotidianas con motes denigratorios significativos: "El Coloso de la Farola" (La Prensa), "La Vergüenza" (La Vanguardia), "Noticias Pornográficas" (Noticias Gráficas), "El Pasquín Innominable" (Crítica). Según la citada Comisión Investigadora, publicaba 4.000 ejemplares, en tanto el diario sostenía tirar 22.500 ejemplares.[12]

     Por su parte, el vespertino El Pampero (1939-1944) fue fundado y dirigido por Enrique Osés el 4 de noviembre de 1944, y contó -como Crisol-con el financiamiento de la Embajada de Alemania en la Argentina, al punto de ser considerado "el portavoz oficial argentino del Eje en política exterior".[13] Algunas versiones indican que en realidad la creación del diario habría sido una iniciativa directa de la Auswärtiges Amt, entidad encargada de la propaganda alemana en el exterior, ante el descontento oficial con la actuación de los medios de prensa argentinos subsidiados. Entre sus objetivos se contaba el de competir con los diarios populares, como Crítica, y de ampliar en consecuencia su público lector. Su tiraje oscilaría entre los 15.000 y los 80.000 ejemplares, según la fuente.[14] En el cumplimiento apasionado y exaltado de sus actividades al servicio de la propaganda alemana, el vespertino fue demandado en decenas de ocasiones por difamación, calumnias, desacato y extorsión, y su director fue un frecuente huésped de las cárceles argentinas.[15] Finalmente, fue clausurado por el gobierno militar una vez declarada la ruptura de relaciones diplomáticas con Alemania.

II

     Desde el ascenso de Hitler al poder, Bandera Argentina y Crisol manifestaron un intenso y constante interés por el análisis del nacionalsocialismo. El diario de Carulla consideró que el arribo de Hitler al gobierno constituía la confirmación definitiva de la decadencia de la democracia liberal y su "quimera" igualitaria, anunciando en consecuencia el advenimiento de las soluciones de fuerza, las únicas capaces de asegurar el mantenimiento del orden y el respeto a las jerarquías en el marco de la crisis general del período. El ascenso del nazismo inauguraba así una nueva fase en la historia universal, tras la decadencia de la era democrática, y prometía implantar un nuevo ordenamiento internacional, en base a la alianza con otras fuerzas ideológicamente emparentadas, como el fascismo italiano. En este último aspecto, el diario de Carulla parecía vislumbrar tempranamente la formación del eje Berlín - Roma. Sin embargo, no tenía en claro la esencia del movimiento nazi. A la vez que lo encuadraba dentro de la familia fascista, inclusión que parecía confirmada por los inicios de la construcción de un Estado dual fundado en la interpenetración de partido y Estado, veía en él el resurgimiento del monarquismo, mostrándose vacilante en su definición: en ocasiones lo conceptuaba un fenómeno novedoso, en tanto en otras veía en él el resurgimiento de antiguas fórmulas políticas.[16]

     Por su parte Crisol percibía en la asunción del nazismo un hecho  revolucionario, superador de la decadencia de la sociedad democrático-liberal. A juicio de Osés, el líder nacionalsocialista se hallaba en las antípodas de la clase política tradicional, identificada con los "políticos profesionales" característicos del sistema liberal-democrático.[17] Entre sus virtudes, también Bandera Argentina contabilizaba el activismo y el pragmatismo, considerados consustanciales a la naturaleza fascista. Asimismo, al igual que su par italiano, el régimen del Führer se apoyaba en un sólido respaldo popular, que lo distinguía de otros tipos de gobiernos de fuerza, acrecentaba su legitimidad y le daba estabilidad.[18] La identidad existente entre el líder nazi y el pueblo alemán era la fuente de un consenso que privilegiaba los resultados antes que los métodos de gobierno, un leit-motiv característico de la derecha política, que pocos años antes había servido a los nacionalistas vernáculos para justificar el golpe de estado del 6 de septiembre de 1930. De hecho, el régimen nazi podía ser considerado, en función de su carácter mayoritario expresado plebiscitariamente, no sólo una expresión más de la era democrática sino la única y verdadera democracia.[19]

     El Tratado de Versalles y la crisis económica de la primera posguerra eran responsabilizados de la generación del clima social favorable a la infiltración del comunismo enmascarado en el ropaje parlamentario, que Hitler debía ahora combatir con medios tan drásticos como indispensables.[20] Sin lugar a dudas, los combates entablados por el nazismo contra el comunismo soviético -al que se acusaba por la depresión económica- incidían en la apreciación positiva que ambos diarios efectuaban de este movimiento político, habilitado en consecuencia para ejecutar cualquier exceso o violación de los derechos individuales.

      "... el mundo tiene los ojos fijos en Alemania, pues es allí donde se libra una batalla titánica contra el enemigo de la humanidad: el comunismo. Es que, en realidad, no existe ningún rincón de la tierra donde esa epidemia moral, esa degradación social, no haya empezado a  echar raíces. Menester es reconocer que jamás, desde que ella existe, encontróse ocasión más propicia para el desarrollo de la doctrina marxista, ya que su principal alimento lo encuentra en la profunda crisis económica que oprime al mundo. (...) Para comprender las razones de la magna y heroica acción que actualmente se lleva a cabo en Alemania, es menester no olvidar que ese país, durante catorce años consecutivos, ha sido gobernado en forma más o menos intensa por el socialismo; que éste, con una habilidad que es menester reconocerle, ha sabido, bajo la careta de la democracia, y haciendo uso de un refinado maquiavelismo, realizar una buena parte de su programa marxista (...) ¿Cuáles son los fines fundamentales e inmediatos que persigue Hitler?: 1° Extirpación de raíz del territorio alemán del comunismo; 2° como consecuencia de ello, resurgimiento del pueblo alemán".[21]

     La acción de una izquierda complotada contra la nación alemana, que dejaba a tal efecto de lado sus disidencias internas, colocaba al gobierno ante la disyuntiva de optar entre el caos comunista o el férreo orden nazi. Para Crisol la situación era más que clara: había que inclinarse por el remedio más potente para combatir a la enfermedad roja:

     "... la social-democracia ha formado con el comunismo soviético un frente único. (...) Podrán socialistas y soviéticos tener sus diferencias sobre modos de encarar la práctica doctrinaria, pero siempre se los verá actuar unidos contra lo que llaman, pomposamente, la «reacción». (...) o Alemania se echa en brazos de la subversión roja, o en brazos del nacionalismo hitlerista, que no puede, de ninguna manera, andar con paños tibios. De ahí el cierre de los diarios soviéticos y socialistas, la clausura de los centros de ambos partidos, la detención de los dirigentes y los diputados, y, finalmente, la supresión de las garantías constitucionales".[22]

     La disyuntiva era a todas luces indiscutible, y la opción por una u otra alternativa se volvía definitoria del futuro de Alemania. Si se privilegiaba el orden, todos los medios eran lícitos para combatir a la pretendida alianza entre la izquierda y el judaísmo, la temida bête noire de la derecha.[23]

     La justificación de la empresa anticomunista puesta en práctica por el régimen hitleriano llevaría a Crisol a disentir con las ideas del principal publicista católico de la época, Jacques Maritain, quien se negaba a revestir a la lucha contra el comunismo del carácter de guerra santa que le atribuían amplios sectores de la derecha internacional. Desde su óptica, el catolicismo debía condenar por igual a los movimientos de corte fascista que combatían a aquel. El diario de Osés, en sintonía con la airada respuesta de Meinvielle al filósofo francés y con la actitud general de la Iglesia,[24] consideraba que la destrucción del comunismo debía ser el objetivo privilegiado por sobre cualquier prejuicio político y que en consecuencia "ante el peligro comunista los católicos deben luchar al lado de los hitleristas. Esta es la palabra de la jerarquía eclesiástica, la palabra oficial. Pero los filósofos, que no son la Iglesia, tienen ocurrencias muy distintas".[25]

     La priorización del combate contra la izquierda conduciría al diario, que siempre había manifestado una fuerte impronta del pensamiento cristiano, a minimizar las afrentas que el régimen nazi infería a la comunidad católica alemana. Así, en ocasión de la publicación de la Encíclica Mit brennender Sorge, redactada en alemán y fechada el 14 de marzo de 1937, que denunciaba la violación del Concordato por parte del Tercer Reich, Enrique Osés concedió escasa trascendencia a las conflictivas relaciones entre el Estado alemán y la Iglesia católica.[26] Por su parte, el diario de Carulla censuró enérgicamente los atropellos nazis a los derechos de los católicos -señalando al Kulturkampf bismarckiano como antecedente directo- y las veleidades neopaganas exhibidas por el nuevo gobierno.[27] Pero a la hora de indagar en busca de las responsabilidades del caso, éstas se atribuían al entorno del líder nazi -principalmente a Erich Ludendorff y a Alfred Rosenberg- antes que al mismo Hitler.[28] Sintetizando la postura del diario frente al Tercer Reich, el articulista llevaba a su cenit la exculpación de Hitler, al punto de exhortar su intervención a fin de subsanar la situación imperante en materia religiosa:

     "... no tenemos reservas que nos impidan reconocer ampliamente el marco de solemnidad que aureoló el advenimiento nazi y que rodea al nuevo orden de cosas. Pero he ahí que lo chocante y lo pintoresco asoman en medio de lo solemne. Lo chocante, la política anticatólica; lo pintoresco, la «fe» germánica, el neopaganismo, la rehabilitación de la mitología escandinava, la deificación de la raza. (...) el aplomo y el buen sentido del canciller Hitler lo llevarán a comprender, y a hacer comprender a esos sectores exacerbados de su propio partido, que si es cierto que hay que dar al Führer lo que es del Führer, también es, y siempre fue cierto, que hay que dar a Dios lo que es de Dios".[29]

     Incluso más tardíamente, ambos medios consideraron que, en general, los cargos que pesaban sobre el Tercer Reich en lo referente a su relación con la Iglesia, eran el simple producto de la propaganda antialemana. De hecho, citaban cifras tendientes a comprobar el sostén económico brindado por el Estado nazi a las diversas congregaciones cristianas.[30]

     La convergencia de la prensa nacionalista con las posturas generales adoptadas por la Iglesia con respecto al nazismo obedecía indudablemente al hecho de que el sustrato ideológico católico constituía la base doctrinaria del movimiento nacionalista del período, inserto incluso en la estructura institucional eclesiástica a través de la Acción Católica y de los Cursos de Cultura Católica.[31]

     Pero además de su función de adalid del anticomunismo, el régimen hitleriano parecía ofrecer -desde la perspectiva del nacionalismo argentino- un programa sistemático, que abarcaba diferentes áreas, desde lo internacional a lo social. Desde el punto de vista político, su meta sería el establecimiento del corporativismo y la reafirmación del catolicismo, del que se subrayaba su faceta corporativa.[32] Desde una perspectiva económica, el ambicioso plan del nazismo -que guardaba numerosas coincidencias con postulados característicos de la izquierda, en especial en sus tópicos anticapitalistas- debería sortear numerosos obstáculos, principalmente encarnados en la oposición que manifestarían los sectores por él perjudicados, entre los que destacaba a los banqueros judíos. Para sobrellevarlos, la solución era alcanzar el control de la totalidad de los mecanismos decisorios estatales. Sin embargo, sostenía que su eventual fracaso en el ámbito alemán no invalidaba la viabilidad del sistema fascista, que había probado su utilidad en Italia, dada la mayor flexibilidad del fascismo mussoliniano.[33]

     Así como el nuevo gobierno alemán parecía exhibir un programa concreto de gobierno en materia política y económica, también contemplaba reformas en la base racial de la sociedad que eran aplaudidas por el periódico de Carulla. Éste vislumbraba que los métodos antisemitas que aplicaría el nazismo serían "excepcionalmente violentos e implacables", posibilidad que deducía del inicio del éxodo iniciado por los judíos alemanes. La campaña antisemita acometida por el hitlerismo era homologada por el diario con la expulsión de los judíos de España a fines del siglo XV, manifestando así otro de los perfiles característicos del pensamiento de derecha de raigambre católico: el hispanismo. No obstante, su potencial reagrupamiento en los Estados Unidos -país señalado como nueva base de operaciones del judaísmo internacional- encerraba una amenaza de complot mucho mayor que lo hacía incomparable con ese acontecimiento.[34]

     Crisol juzgó que cualquier medida ordenada por el gobierno alemán contra el pueblo judío constituía una mera respuesta defensiva asistemática y baladí frente a las permanentes conspiraciones y campañas difamatorias que constituían la actividad principal de su raza.[35] El judío aparece aquí perfilado nítidamente como el enemigo ubicuo de la sociedad, como el dominador del universo en su beneficio exclusivo, como la amenaza internacionalista que pretendía borrar las peculiaridades nacionales. Hasta los cruentos acontecimientos de la Kristallnacht fueron minimizados, comparándolos con la violencia anticatólica de la república española, o cargando las tintas sobre el asesinato de Ernst von Rath -secretario de la embajada alemana en París- que habría actuado como disparador de la violencia antisemita, episodio que fue utilizado para afirmar el supuesto carácter defensivo de las iniciativas emprendidas contra los judíos. El diario de Carulla negó la entidad de pogrom que revestían las persecuciones de la sangrienta "noche de los cristales rotos" y en cambio aplicó este rótulo a las campañas de denuncia de las violaciones de los derechos individuales cometidas por el régimen nazi.[36] Para el caso argentino, por su parte, Crisol propuso la expulsión del país de la población judía y la aplicación de medidas discriminatorias similares a las leyes de Nuremberg.[37]

     A pocos meses de iniciada la gestión del nuevo canciller, Bandera Argentina ya había trazado un balance altamente positivo de su desempeño. Desfilaron por el artículo sus medidas fundamentales: la disolución del antiguo Reichstag y la convocatoria a nuevas elecciones, la igualación de los Länder, la represión de las organizaciones de izquierda, la obtención de poderes extraordinarios para Hitler, la persecución a los judíos. El alegato concluía con una elocuente exaltación del régimen nazi:

     "Tal es la obra de Adolfo Hitler, realizada en escasas ocho semanas. ¿Osarán aún sus detractores tildarlo de charlatán impotente y demagogo improductivo? ¡Ya quisiéramos nosotros ver gobernar en nuestro país por algunos años un «charlatán» de tal energía y voluntad!".[38]

     Las realizaciones de Hitler no sólo resultaban modélicas para la extrema derecha local en cuanto acción de gobierno propiamente dicha. También le ofrecían un ejemplo de la unidad de esa expresión del espectro político, que contrastaba con su propia dispersión congénita. A pesar de los resquemores iniciales frente a la heterogeneidad de la derecha alemana congregada en el gabinete, el Führer había demostrado su poder de controlar y reunir en torno a él a organizaciones en varios aspectos disímiles.  En efecto, en los primeros días de la designación de Hitler, el diario consideró que la diversidad de las fuerzas de derecha coaligadas podía conspirar contra el margen de maniobra del nazismo, más allá del denominador común del anticomunismo que las mantenía unidas. No obstante, pronto advirtió la consolidación de un bloque homogéneo en sus objetivos y dispuesto a encolumnarse tras el liderazgo de Hitler.[39]

     Precisamente el movimiento nazi era propuesto como un paradigma de la armonía a imitar por el desorganizado nacionalismo vernáculo:

     "... nos suministra un modelo de lo que debe ser la acción nacionalista. Trece años, ni uno más, ni uno menos, ha necesitado el jefe de los «nazis» para llegar a dónde se proponía. (...) Millares de hitleristas sucumbieron o cayeron heridos por el plomo de los enemigos de Alemania; pero ninguna adversidad fue capaz de torcer la voluntad firme de los hombres que se propusieron devolver al pueblo de su patria, el perdido bienestar y la pasada grandeza. He ahí el espejo en que debe mirarse nuestro movimiento nacionalista, acantonado en agrupaciones dispersas y muchas veces antagónicas".[40]

     A pesar de profesar una ferviente admiración por el ideario y por las realizaciones del Tercer Reich, Osés, por su parte, rechazaba la posibilidad de una transferencia automática al caso argentino, cuya peculiaridad limitaba una adopción indiscriminada del programa del nacionalsocialismo:

     "Vemos en el nazismo, como en el fascismo, realizaciones por las cuales bregamos en el orden nacional en cuanto son una superación de la filosofía liberal y del doctrinarismo marxista. Sin embargo, no queremos para nuestra Patria, ni fascismo ni nacionalsocialismo, porque estos son también movimientos nacionales, exclusivos de otros países. (...) El nacionalismo argentino tendrá otros métodos, lo inspirará una doctrina que asimile nuestro complejo histórico-social, participará del repudio al siglo XIX y a su nefasto legado, es decir, el nacionalismo argentino será nuestro, específicamente, típicamente nuestro. De modo que, sin adherir plenamente al doctrinarismo de otros movimientos nacionalistas, estamos en condiciones de apreciar lo que en ellos hay de asimilable y de reprobable, y de extraer lecciones de hechos".[41]

     Bandera Argentina ubicó a Alemania junto con España e Italia en la categoría de baluartes internacionales en la lucha contra el comunismo.[42] Su curiosidad inicial por la experiencia nazi compitió crecientemente con su interés por los avatares de la guerra civil española, vista como el escenario por excelencia de la lucha contra el comunismo, y localmente por el proyecto de ley de represión del comunismo impulsado por el senador Matías Sánchez Sorondo, al que acompañaron con constantes denuncias de infiltración de ese signo.

     Por su parte, Crisol continuó dedicando sistemáticamente al régimen hitleriano abundantes artículos francamente apologéticos, con un cariz abiertamente propagandístico.[43] Por lo general, intentaban refutar las crecientes acusaciones que pesaban sobre el gobierno alemán y ensalzar los logros alcanzados por éste en materia económica. Con relación al primer punto, pretendía desmentir las denuncias difundidas por la prensa internacional respecto del inicio del rearme por parte del Tercer Reich, que despertaba lógicas sospechas de una nueva embestida de las pretensiones irredentistas germanas. Frente a imputaciones de ese tipo, el diario de Osés sostenía con vehemencia que la Alemania nazi no constituía un factor de perturbación del equilibrio político europeo; por el contrario, pretendía llevar adelante una política pacifista y neutralista a fin de dedicarse de lleno a sus problemas internos, fundamentalmente a la reconstrucción de su economía.[44]

     En referencia a los éxitos de la gestión económica del régimen nazi, el diario subrayaba entre otros el alza del poder adquisitivo de la población y, fundamentalmente, la voluntad de alcanzar la autarquía económica, objetivo característico del período inaugurado por la depresión económica de comienzos de la década.[45] Ante las críticas que generaba este cierre de Alemania sobre sí misma, en tanto sus restricciones a las importaciones tendrían un efecto nocivo sobre el resto de la economía mundial, el diario afirmaba que habían sido las potencias suscriptoras del Tratado de Versalles las responsables en última instancia de esa decisión germana. Acorralada ante la herencia recibida de Weimar, la Alemania nazi había adoptado el único rumbo viable.[46]

     Versalles solía ser el argumento siempre invocado para ejercer la defensa de las medidas más polémicas adoptadas por el canciller alemán. Lo veremos reaparecer en ocasión de la conferencia de Munich, en 1938, que deparó al régimen nazi la satisfacción de sus pretensiones anexionistas. En primer lugar, se alegaba el carácter ficticio de Checoeslovaquia, que habría sido creada tras la disgregación de los imperios en la Primera Guerra con el objetivo de implantar los principios sostenidos por la masonería y el judaísmo, y cuyo resultado -se afirmaba- había sido la injusta opresión de las minorías nacionales que convivían en su territorio.[47] En consecuencia, no cabría cuestionar la legitimidad de las demandas de Alemania en nombre de la defensa de los derechos inalienables de la minoría germana. Hitler, que encarnaba la continuidad de la política de Bismarck, aparecía como el refundador de la nación alemana, que adquiría el perfil de una nación compacta y racialmente homogénea, como ocurriría a partir de entonces con la misma Checoeslovaquia. En segundo lugar, las disposiciones de Versalles eran vulneradas en otro sentido: la Sociedad de Naciones, creada a instancias de esa conferencia de paz como ámbito de negociación de los conflictos internacionales, había sido ignorada en Munich, donde primó la política de los "grandes conductores". En ese sentido, Munich inauguraba una nueva era en la diplomacia y en los mecanismos para dirimir disputas entre naciones.[48]

     La conferencia de Munich encerraba varios triunfos: en principio, el de la paz sobre la guerra, resultado atribuido por las publicaciones analizadas a la política del Eje o, más selectivamente, al genio político del Duce. En segundo término, la victoria de Alemania sobre el Diktat de Versalles, erosionado por el desmembramiento de algunas de las unidades políticas creadas en virtud suya y por la manifiesta inoperancia de la Sociedad de las Naciones en su función reguladora de las relaciones internacionales. Y en tercer lugar, entrañaba la virtual exclusión de la Unión Soviética de la toma de decisiones estratégicas, lo que era percibido como una victoria de las fuerzas anticomunistas en un mundo que era presentado como polarizado entre dos campos irreconciliables: comunismo y anticomunismo, y no entre la falsa disyuntiva de democracia o fascismo.[49]

     Dada la ferviente inquina anticomunista exhibida por la prensa aquí analizada, evidentemente la celebración del pacto nazi-soviético a fines de 1939 significó un trago difícil de digerir, como también le ocurrió a las agrupaciones de izquierda. No obstante, ni Bandera Argentina ni Crisol habrían de admitirlo. Por el contrario, intentaron mostrar su despreocupación, manifestando la independencia de la fracción del nacionalismo de la que se consideraban voceros respecto de sus modelos foráneos.[50] Sin embargo, Crisol, a diferencia de Bandera Argentina, intentó encontrar explicaciones convincentes para el súbito viraje de la política exterior germana. Ante todo, rechazó cualquier tentativa de interpretación fundada en el emparentamiento ideológico de ambos regímenes tal como lo afirmaban los partidarios de la teoría del totalitarismo.[51] Por el contrario, sostuvo que el acuerdo obedecía estrictamente a razones instrumentales, que no comprometían ideológicamente a ninguna de las partes.[52]

     La alianza, un acuerdo netamente defensivo, constituía desde la perspectiva nacionalista una jugada maestra del Tercer Reich con el propósito de desarticular el cerco enemigo que podría formarse a su alrededor de concretarse un pacto entre Inglaterra, Francia y la Unión Soviética; no se aludía en esta interpretación de los hechos a los móviles de expansión territorial de ambas partes que subyacían al convenio. Por añadidura, servía a otra finalidad: alejar del horizonte la posibilidad de una nueva guerra. Efectivamente, el diario no consideraba que existieran motivos justificables para que Francia e Inglaterra entraran en conflicto con Alemania, con quien no tenían disputas pendientes, y menos aún tras la pérdida del apoyo soviético para intentar cualquier ataque contra su reciente aliada. En relación a Polonia, Alemania reivindicaba lo que estrictamente le pertenecía, y que le había sido arrebatado por las arbitrarias disposiciones del Tratado de Versalles. En el caso potencial de que se desatara una nueva conflagración, indudablemente el responsable sería Inglaterra, representante de "la plutocracia internacional judía", que no podría tolerar la coexistencia con una potencia fuerte en el continente.[53]

     Estallada la guerra pocos días después, Bandera Argentina manifestó su convicción de que en esa oportunidad no se trataba de un conflicto breve y geográficamente localizado, sino que en él estaba en juego la dominación del mundo.[54] Otra era la mirada que del mismo tenía el diario de Osés. Calificando al nuevo conflicto como "hijo legítimo del que comenzara hace un cuarto de siglo", volvió a reafirmar la justicia de la causa de la Alemania nazi, involucrada en una guerra que nunca había deseado.[55] Por su parte El Pampero, aparecido una vez iniciada la conflagración, retomó el argumento fascista de la confrontación entre naciones explotadoras y naciones explotadas y trasladó el concepto de la lucha de clases al plano internacional.[56] Los dos diarios dirigidos por Osés sindicaron a Gran Bretaña y a Estados Unidos como los responsables del desencadenamiento de la conflagración, evidenciando arraigados sentimientos antibritánicos y antiimperialistas. El antiimperialismo constituía precisamente uno de los núcleos principales de la propaganda alemana, que tendió a reforzar en su provecho esta vigorosa y nueva corriente ideológica, compartida tanto por la izquierda como por la extrema derecha argentinas y latinoamericanas.[57] Este antiimperialismo se canalizó internamente en la condena por antinacionales de las diversas expresiones del frente antifascista que se formó en la Argentina. A entidades como Acción Argentina y el periódico Argentina Libre, caricaturizadas por Osés, que las denominaba "Argentine Action" y"Argentina £ibra", se les atribuía un "pensamiento belicista cipayo",[58] contrastante con el monopolio del interés nacional que se autoasignaban las mencionadas publicaciones.

     Mientras que Bandera Argentina respaldó abiertamente la postura del gobierno argentino de declarar la  neutralidad del país ante la guerra, Crisol y El Pampero consideraron que, si bien ésa era la política apropiada, de todos modos un buen nacionalista no podía permanecer indiferente frente a los bandos en pugna ni perder de vista los intereses argentinos, históricamente vulnerados por Gran Bretaña.

     "Si tuviéramos la auténtica política internacional que preconizamos, a estas horas, un verdadero conductor, después de cerrar todos los diarios al servicio del imperialismo inglés y colocar a sus directores frente a un pelotón de fusilamiento por indignos y traidores a la Patria, estaría trabajando afanosamente para recuperar las Malvinas, para revisar los empréstitos, las concesiones de ferrocarriles, las cuotas de carne, el banco central, la cordinación [sic] de transportes, en síntesis, estaría dedicado íntegramente a la tarea de recuperar nuestro patrimonio. (...) nuestra posición de argentinos nos impone el deber de estar contra Inglaterra en todos los instantes".[59]

     "... ante esta criminal confabulación cipaya que nos quiere arrastrar a la guerra para servir a la demoplutocracia yanqui-judía de Wall Street, de Roosevelt y de Churchill, los argentinos decimos que no. ¡Mil veces no! Que pelearemos por lo nuestro. Que lucharemos hasta dejar la vida por lo nuestro. Pero jamás, por ningún imperialismo extranjero, sea cual sea".[60]

     Asimismo, El Pampero ponía en duda el alcance efectivo de la neutralidad proclamada por el gobierno militar, dada la tradicional dependencia de la Argentina respecto de Inglaterra, que hacía ficticia cualquier afirmación de autonomía política:

     "... en un país como la República Argentina, cuya condición de semi-colonia británica, la reduce a un apéndice financiero de Inglaterra, la palabra neutralidad y el mantenimiento sincero y positivo de la neutralidad, es mucho más difícil de definir y de realizar. (...) Si esas colonias son nominalmente independientes, gozan de una soberanía restringida al canto del himno en las fechas patrias y al uso de la bandera en los edificios nacionales, podrán también dictar un decreto lírico o puramente formulista, sobre la neutralidad. Pero prácticamente, la colonia ayudará al país bajo cuya hegemonía imperial haya caído y esto sin realizar ningún acto de hostilidad contra nadie, por la sola inercia de los intereses creados".[61]

     La invasión alemana a la U.R.S.S. en junio de 1941 pareció infundir nuevos bríos a la prensa nacionalista argentina tras el mal trago de una alianza que en su momento no pudo fundamentar convenientemente. Bandera Argentina admitió entonces su anterior perplejidad y confusión por la alianza nazi-soviética, dada la incompatibilidad esencial entre ambos, que el ataque alemán venía a rectificar.[62] Unánimemente se afirmaba, siguiendo a pies juntillas el argumento esgrimido por Alemania, que la causa de la ruptura de la alianza había sido la traición soviética a las cláusulas de la misma. Asimismo, se volvía a sostener que la estrategia nazi -tanto en ocasión de la firma del pacto como en la de la ruptura- era independiente de la ideología. Con el vuelco de la política exterior germana se volvería al dilema inicial de comunismo o anticomunismo.

     Ante la apertura sorpresiva de un nuevo frente de lucha para Alemania, El Pampero mostró un desbordante optimismo. Ferviente creyente en la infalibilidad del Führer, el diario estimó que tras la decisión de una invasión debían de subyacer elementos de peso que respaldaran esa fuerte toma de riesgos, como la superioridad militar y estratégica germana  o el apoyo masivo de los países europeos a su empresa. Por lo tanto, rechazó las comparaciones entre la tentativa nazi y la napoleónica, que auguraban a la Alemania hitleriana una irremediable derrota.[63]

     Cuando el gobierno surgido del golpe militar del 4 de junio de 1943 decidió la ruptura de relaciones diplomáticas con el Eje, poniendo fin a la vez a su ambigua posición frente a los bandos en pugna y a la tradicional política neutralista argentina, sólo Bandera Argentina y El Pampero continuaban circulando y discrepando entre sí. En un artículo manifiestamente indiferente, Bandera Argentina, confiando en el buen criterio gubernamental, acató disciplinadamente la decisión oficial.[64] En cambio, El Pampero, fiel a la línea pro-Eje que mantuvo inalterable hasta el fin, el día de la promulgación del decreto publicó un artículo laudatorio del régimen alemán, al que consideró como el único capaz de evitar una potencial tercera guerra mundial entre los Aliados y la U.R.S.S. una vez desaparecidos los motivos de su asociación. En el que sería su último número, concibió la ruptura de relaciones decretada como una clara violación a la soberanía argentina y una claudicación.[65]

     Hasta la finalización de la Segunda Guerra, Bandera Argentina, por su parte, mantuvo una actitud distante frente al desarrollo del conflicto. Incluso su terminación estuvo desprovista de comentarios, a excepción de un breve suelto destinado a censurar a los argentinos que celebraron el final de la contienda como si se tratara de un acontecimiento que incumbiera a los intereses nacionales.[66]

III

     El examen efectuado hasta aquí del recorrido transitado por los diarios de Carulla y de Osés permite discernir la significación atribuida por ambos al nazismo en la configuración de la identidad y de la cultura política del nacionalismo argentino. Con matices notables a los que nos referiremos más adelante, para Bandera Argentina tanto como para Crisol y El Pampero ese fenómeno político revestía un carácter modélico en diversos aspectos.

     Por un lado, a sus ojos constituía un ejemplo contundente de la lucha contra la democracia liberal emprendida también por el nacionalismo en tanto portadora de un ilusorio igualitarismo ajeno a las "jerarquías naturales" propias de su mirada elitista de los procesos políticos, y generadora de los denostados políticos profesionales, que medraban con la movilización de los sectores populares. El triunfo del nazismo concretaba la tantas veces anunciada decadencia del sistema democrático - liberal y el entronizamiento de las soluciones autoritarias, que implicaban un nuevo estilo político y auguraban la aparición de un Nuevo Orden asentado sobre otras bases políticas e ideológicas. En el caso argentino, la condena a la democracia y a la clase política en general alcanzaba tanto a los partidos políticos del oficialismo como a los opositores, aunque Bandera Argentina de todas formas procuró mantener una actitud de relativo acercamiento con los gobiernos de la restauración conservadora, poniendo de manifiesto su enrolamiento entre las fracciones más moderadas del movimiento nacionalista. Especialmente los diarios de Osés atacaron tanto a las fuerzas partidarias que hablaban en nombre de la voluntad popular como al oficialismo, que no terminaba de comprender que era imprescindible un cambio de sistemas y no sólo de dirigentes y que continuaba apelando a la entelequia de la soberanía popular, aunque viciándola con el fraude. Por contraste, Hitler desechaba las perimidas instituciones democrático-liberales, instauraba un sistema de autoridad y colocaba a las masas en el lugar que naturalmente les correspondía.

     Por otro lado, desde el punto de vista de estos órganos nacionalistas, el nazismo desempeñaba la trascendente misión de combatir a otro de los males de la sociedad contemporánea, en buena medida un subproducto de la democracia, que le había abierto sus puertas y facilitado su accionar: el comunismo. Éste constituyó una verdadera obsesión en la década de 1930, que llevó a etiquetar como "comunista" a un variado abanico de adversarios y de enemigos políticos y a priorizar su eliminación por sobre la vigencia de los derechos individuales y de las garantías constitucionales.[67] Este rasgo ideológico, sin embargo, no fue exclusivo del nacionalismo sino que formó parte de un clima más amplio compartido también por los conservadores, que durante el período auspiciaron en el Congreso varias iniciativas tendientes a esa finalidad y en ocasiones toleraron y/o alentaron a las agrupaciones nacionalistas más dóciles en sus combates contra el común enemigo rojo.[68] El nazismo se erigía entonces como uno de los paladines de la causa anticomunista, compartiendo su sitial con el fascismo italiano y, a partir de la guerra civil española, con el franquismo. En esto coincidían también con las posiciones dominantes en el seno de la Iglesia y del movimiento católico, que se inclinaron a minimizar los roces del ideario nazi con el credo católico en pos de la definitiva derrota del liberalismo que precedería a la implantación de un nuevo orden, de signo cristiano.

     Además, Hitler fue percibido como un ejemplo a la hora de combatir a los judíos, identificados alternativamente por la extrema derecha con el comunismo, la democracia y el capitalismo. El tradicional antisemitismo de raigambre católica fue exacerbado en este período por la fuerte inmigración judía arribada a la Argentina al calor de las persecuciones nazis, y se combinó con un antisemitismo racial que hallaba incentivos en la política desarrollada en Alemania desde el ascenso de Hitler. En el caso particular de Crisol, esta faceta del nazismo adquirió una centralidad particularmente notable en comparación con su otro colega matutino.

     Asimismo, la experiencia alemana proveyó al nacionalismo argentino un modelo de unidad organizativa que desde los tiempos del general Uriburu habían ensayado vanamente, así como un programa bastante amplio, que además del anticomunismo, del antiliberalismo, del antidemocratismo y del antisemitismo señalados, incluía la autarquía económica que a su juicio era inseparable de la defensa nacional.

Si bien los periódicos analizados comulgaban con la política neutralista oficialmente adoptada por el gobierno argentino, el estallido de la guerra en 1939 abrió una brecha que aumentó sus disensiones. Tal como había ocurrido con otros medios de prensa de circulación masiva que hasta entonces se habían mostrado condescendientes o complacientes con el régimen de Hitler,[69] el desencadenamiento del conflicto motivó la modificación de las posturas de Bandera Argentina frente al régimen nazi. Aunque no abjuró en ningún momento de las consignas ideológicas que lo habían emparentado con el hitlerismo, atenuó sus tonos y se refugió en una estricta defensa de la neutralidad. Crisol y El Pampero, en cambio, no cejaron en su política fanáticamente favorable a las potencias del Eje, aun cuando continuaron enmascarando sus posiciones frente a la guerra en el neutralismo, seguramente impulsados por el descrédito en que caería su profesión de fe filonazi en una opinión pública mayoritariamente volcada a la causa aliada. De todos modos, cuando El Pampero contrarió la declaración de guerra a los países del Eje declarada por el gobierno militar, el diario de Osés fue clausurado, poniéndole coto a los alardes nazis de uno de los sectores más radicalizados del nacionalismo argentino, cuya identidad descansaba más que en otros casos en el ejemplo alemán.

Notas

[1] Acerca de la permanencia inicial del nacionalismo surgido en las postrimerías de la década de 1920 en el marco de la tradición liberal, véase Fernando J. Devoto, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna. Una historia (Buenos Aires: Siglo Veintiuno de Argentina Editores, 2002).

[2] Sobre las relaciones entre nacionalistas y conservadores durante este período, véase María Inés Tato, "¿Alianzas estratégicas o confluencias ideológicas? Conservadores y nacionalistas en la Argentina de los años treinta", en Cuadernos del CLAEH. Revista Uruguaya de Ciencias Sociales, vol. 28, n° 91 (2005).

[3] Para un panorama del movimiento nacionalista en la década de 1930, véanse entre otros Marysa Navarro Gerassi, Los nacionalistas (Buenos Aires: Jorge Alvarez, 1969); Enrique Zuleta Álvarez, El nacionalismo argentino (Buenos Aires: La Bastilla, 1975); Cristián Buchrucker, Nacionalismo y peronismo (Buenos Aires: Sudamericana, 1987); Elena Piñeiro, La tradición nacionalista ante el peronismo. Itinerario de una esperanza a una desilusión (Buenos Aires: A-Z Editora, 1997); David Rock et al., La derecha argentina. Nacionalistas, neoliberales, militares y clericales (Buenos Aires: Javier Vergara Editor, 2001); Alberto Spektorowski, The origins of Argentina's revolution of the right (Notre Dame, Indiana: University of Notre Dame Press, 2003).

[4] Bandera Argentina estaba vinculado principalmente a la Legión Cívica Argentina y a agrupaciones menores como la Federación Obrera Nacionalista Argentina, la Agrupación General Uriburu y la Legión de Mayo, en tanto Crisol y El Pampero tenían vínculos con la Agrupación de la Juventud de la Acción Social - Nacionalista, el Sindicato Obrero Nacionalista Argentino, la Comisión Popular Argentina contra el Comunismo , la Falange Argentina de las Juventudes Nacional - Sindicalistas, la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios y Restauración (Buchrucker, Nacionalismo y peronismo), 116-117, 120.

[5] Acerca de La Nueva República, véase Devoto, Nacionalismo, fascismo, cap. 4; sobre La Fronda, remito a María Inés Tato, Viento de Fronda. Liberalismo, Conservadurismo y Democracia en la Argentina, 1911-1932 (Buenos Aires: Siglo XXI Editores de Argentina, 2004).

[6] Ronald Newton, El cuarto lado del triángulo. La "amenaza nazi" en la Argentina (1931-1947) (Buenos Aires: Sudamericana, 1995), 158.

[7] Anuario de la Prensa Argentina (Buenos Aires: Sindicato Prensa Argentina, 1939), 9; Anuario de la Prensa Argentina y Latinoamericana (Buenos Aires: Sindicato Prensa Argentina, 1942), 7.

[8] Navarro Gerassi, Los nacionalistas, 155.

[9] "... el diario necesitaba vivir, y la verdad era que detrás de esos artículos venían fondos bajo el cariz de publicidad o de suscripciones. (...) El General X me visitó un día para proponerme su ayuda monetaria. Me interrogó sobre el costo de la publicación de Bandera Argentina, manifestándome deseos de contribuir a su financiación (...) hube de aceptar, después de algunos regateos, una asignación de tres mil pesos mensuales, comprometiéndome a agregar una página más a la publicación, amén de completar su cuerpo de redacción con otras plumas que él me señalaría. (...) pocos días después, mi protector requirióme la aprobación de un convenio que, según él, rubricarían otros diarios y agrupaciones nacionalistas, todo, al objeto de unificar las directivas del movimiento. (...) Sus cláusulas rezaban: a) predicar un nacionalismo del tipo del nacionalsocialismo alemán, con preferencia al fascismo y demás nacionalismos europeos; b) combatir al gobierno del general Justo como al enemigo número 1 del nacionalismo argentino (...); c) desacreditar sistemáticamente a los dirigentes políticos de todos los partidos (...) ¡No!; por muy grandes que fueran los apremios del diario, yo no podía suscribir tal compromiso. A raíz de tal actitud mía, Bandera Argentina, aunque no descuidada del todo por la propaganda nazi -continuábamos recibiendo boletines de la Transocean, informes de la Embajada y revistas en alemán y castellano del Instituto Iberoamericano de Berlín y de otras instituciones pangermánicas- dejó de ser el portavoz del nacionalismo, cediendo el puesto a otros órganos periodísticos: Crisol y El Pampero, sobre todo". (Juan E. Carulla, Al filo del medio siglo (Buenos Aires: Huemul, 1964), 316-317. (1ª edición: 1951).

[10] Acerca de la trayectoria de Osés, véase Marcus Klein, "The political lives and times of Enrique P. Osés (1928-1944), en Marcela García Sebastiani (ed.), Fascismo y antifascismo. Peronismo y antiperonismo. Conflictos políticos e ideológicos en la Argentina (1930-1955) (Madrid: Iberoamericana - Vervuert, 2006).

[11] Newton, El cuarto lado, 158.

[12] Navarro Gerassi, Los nacionalistas, 155; Daniel Lvovich, Nacionalismo y antisemitismo en la Argentina (Buenos Aires: Javier Vergara Editor, 2003), 300.

[13] Ysabel Rennie, The Argentine Republic (New York: Macmillan, 1945), 277.

[14] Rennie, The Argentine Republic, 273 y 277.

[15] Klein, "The political lives", 26-27. Como reseñara el mismo Osés en 1941, enfrentó juicios "por haber 'injuriado' a Natalio Botana (...) juicios de desacato contra jueces como el doctor Ortega, contra un embajador de Estados Unidos, contra 'intelectuales' comunistas (...) tres procesos más, por desacatos presuntos al juez Vázquez, y a los ex ministros Pinedo y Barberis; dos procesos más por injurias presuntas a Octavio González Roura (...) otro proceso por presuntas injurias al galán radiotelefónico y cinematográfico Piero Hugo Fontana (alias) Hugo del Carril. Tengo otros procesos por presuntas injurias a algún funcionario de Correos, y a uno u otro profesional más" (Enrique Osés, Medios y fines del nacionalismo (Buenos Aires: Sudestada, 1968), 12-13. El libro recopilaba una serie de artículos escritos por Osés en 1941 durante una de sus estancias en prisión y publicados por El Pampero.

[16] "... de Hitler se puede y se deberá decir que con su advenimiento, la historia de su pueblo entra en una nueva era, y que, (¿por qué no?) asociado a Mussolini, marcarán la iniciación de un nuevo ciclo de la historia". ("Hitler, el hombre del día", Bandera Argentina, 26 de Marzo de 1933). Ídem en "Hitler frente a la Europa vieja y caduca de la democracia liberal", Bandera Argentina, 18 de Mayo de 1933.

 "... el régimen creado por la Constitución de Weimar cederá su puesto a una monarquía, si no la misma que reinó hasta 1918, muy parecida por lo menos" ("Hitler en el poder", Bandera Argentina, 31 de Enero de 1933).

"¡Pueblo heroico el de Hindenburg, de Papen y de Hitler! Cansados de las mentiras de la república y de la democracia, quieren que en su patria reine el orden, representado por la espada y, encima de ella, por la corona". ("Frente al prodigio germánico", Bandera Argentina, 4 de Febrero de 1933).

[17] "Hitler lucha contra un enemigo que sabe ya, positivamente, que si el nazismo se prolonga en el poder unos años, el tiempo demoliberal habrá pasado a mejor vida, sin esperanza de resurrección. En Hitler, se ataca el triunfo paulatino, pero seguro, de un régimen de afirmación nacionalista, que trunca todos los valores falsos (...) En Hitler se ataca al hombre que representa indiscutiblemente un anhelo de superación del siglo que aún lleva a cuestas los fardos del pasado. En Hitler se combate todo ese complejo de esperanza que hace vibrar a los pueblos hoy, desengañados de la democracia política, del capitalismo judío, de la anarquía social, de la libertad... (...) [Hitler es] el pararrayos de todas las descargas que inútilmente lanza un mundo que se muere ya de podrido". (Enrique Osés, "¡Heil, Hitler!", Crisol, 1 de Julio de 1934).

[18] "Hitler, el hombre del día", art. cit.; "Dictaduras efímeras y dictaduras permanentes", en Bandera Argentina, 5 de Abril de 1933.

[19] "... ¿qué democracia más pura que la plebiscitaria del Tercer Reich? (...) A cada rato, Hitler les está proponiendo a las democracias europeas el referéndum popular, y éstas le escurren el bulto con grandes gesticulaciones de ira y escándalo. Es que le temen al pueblo, lo cual no sucede con las «dictaduras» de Alemania e Italia, esencialmente, profundamente populares y democráticas". ("De potencia a potencia: el coloso de la farola e Hitler", Crisol, 13 de Septiembre de 1936). Ídem en Enrique Osés, "Hitler y el pueblo alemán", Crisol, 4 de Julio de 1934.

[20] "El resurgimiento alemán", Bandera Argentina, 5 de Marzo de 1933.

[21] "Hitler, el hombre del día", art. cit.

[22] Enrique Osés, "La represión del comunismo en el Reich", Crisol, 2 de Marzo de 1933.

[23] Enrique Osés, "Las dos direcciones de un pueblo", Crisol, 2 de Febrero de 1933.

[24] Julio Meinvielle, El judío en el misterio de la historia (Buenos Aires: Theoría, 1975), 1ª edición: 1936.

[25] VIR, "Fascismo o comunismo", Crisol, 5 de Noviembre de 1936.

[26] Enrique Osés, "La Iglesia y el Estado en el Tercer Reich. La Pastoral del Santo Padre", Crisol, 24 de Marzo de 1937.

[27] Horacio Varela Villahoz, "A Dios lo que es de Dios. La Iglesia y el Reich", Bandera Argentina, 5 y 6 de Noviembre de 1938.

[28] Coincidiendo, por ejemplo, con el director de la revista católica Criterio: Gustavo J. Franceschi, "Hitler", Criterio n° 272, 18 de Mayo de 1933, y "La voz de una Iglesia", Criterio n° 339, 30 de Agosto de 1934. A diferencia suya, Meinvielle se resistía a considerar que la ofensiva neopagana encarnada en el hitlerismo se debiera exclusivamente a la acción de "un grupo de teóricos exaltados". (Julio Meinvielle, Entre la Iglesia y el Reich, Buenos Aires, Adsum, 1937) 24-25.

[29] Varela Villahoz, "A Dios lo que es de Dios...", art. cit., 8 de Noviembre de 1938.

[30] "... desde hace bastante tiempo atrás, una nueva forma de propaganda antigermana proclamaba al mundo con horror la irreligión y el paganismo existentes en el Reich. Persecuciones de católicos, vejaciones a sus autoridades, martirios a sus propagandistas, ludibrio a sus templos: la más variada gama de ofensas e irrespetuosidades era atribuida a los funcionarios nacionalsocialistas. (...) Se expresaba que Hitler propugnaba una nueva religión basada en la mixtificación de la guerra". ("Alemania y el Sumo Pontífice", Crisol, 18 de Septiembre de 1943). "Aseveración más contraria a la verdad es difícil de imaginar. En todo el territorio alemán han gozado, gozan y gozarán los creyentes y sacerdotes de todos los credos de la más absoluta libertad en la profesión de su fe". ("La verdad sobre la vida religiosa en Alemania", Bandera Argentina, 26 de Junio de 1941).

[31] Loris Zanatta, Del estado liberal a la nación católica. Iglesia y ejército en los orígenes del peronismo. 1930-1943 (Bernal: Universidad Nacional de Quilmes, 1996).

[32] Osés, "Las dos direcciones...", art. cit.; "Hitler y el sistema parlamentario alemán", Bandera Argentina, 10 de Febrero de 1933.

[33] Las principales medidas consistirían en: "a) La tarea de la economía está señalada por la necesidad del pueblo y no por una rentabilidad bien elevada del capital prestamista; b) Ruptura de la esclavitud del interés, es decir, abolición de la renta sin trabajo ni esfuerzo; c) Liberación del Estado y con él del pueblo de las deudas que dan intereses al gran capital; d) Confiscación de todas las ganancias obtenidas a raíz de la guerra; e) Oficialización de todas las explotaciones incorporadas a sociedades o trusts; f) Participación en las ganancias de los grandes organismos comerciales y control de los mismos por el Estado; g) Supresión del interés sobre la tierra y de toda especulación con la misma, y h) Control del Estado en todos los sindicatos y gremios obreros". ("¿Podrá Hitler aplicar su programa económico-financiero?", Bandera Argentina, 2 de Febrero de 1933).

[34] "Se ha iniciado ya un gran éxodo de judíos de Alemania", Bandera Argentina, 4 de Febrero de 1933.

[35] "Con la base en el gran país del Norte, el judaísmo internacional ha comenzado una campaña a gran escala, contra lo que llama la persecución hitlerista a los semitas en Alemania. Y así, hace dos semanas, estamos asistiendo a una verdadera ofensiva destinada a presentar al nuevo gobierno alemán como un feroz masacrador de la raza eternamente perseguida y que, ¡oh, casualidad!, domina al mundo occidental y cristiano, desde hace muchos siglos. (...) el mundo está sometido al judaísmo no sólo porque éste es el dueño de las finanzas internacionales, de la banca, de la economía, de los medios de consumo, etc., sino porque su acción se extiende hasta las conciencias (...) ¿Y qué pasa en Alemania contra los judíos, para que así estos reaccionen? El hitlerismo es antisemita. Es una verdad grande como una casa. Y no puede ser de otra manera. Entiende que Alemania no debe ser gobernada por los judíos, que se han introducido lenta y seguramente, en todas las esferas de la vida nacional (...) menos, naturalmente, en la vida del trabajo fecundo y doloroso, ese que es el que hoy sufre en el mundo por la vigencia de un régimen capitalista de tipo judaico. La nueva Alemania ha sufrido en carne propia la dominación de esa casta y la reacción nacionalista, violenta en sus primeros días de poder, se ha caracterizado por unos cuantos hechos aislados contra algunos hebreos. Y nada más". (Enrique Osés, "Una gran ofensiva bien organizada", Crisol, 28 de Marzo de 1933). Numerosos argumentos antisemitas desplegados por el diario intentaron ser refrendados mediante el criterio de autoridad, por ejemplo, publicando juicios supuestamente autorizados condenatorios del judaísmo. Véanse, en ese sentido, las conferencias del padre Julio Meinvielle, reproducidas a lo largo del mes de agosto de 1936 bajo el título "El judío según la teología católica", "El judío y los pueblos cristianos" y "El judío y los pueblos descristianizados".

[36] "Una oleada de hipócrita compasión", Bandera Argentina, 17 de Noviembre de 1938; "El terrorismo judío organizado", Bandera Argentina, 11 de Noviembre de 1938; "«Pogroms» en Alemania", Bandera Argentina, 13 de Noviembre de 1938.

[37] "Cómo puede liberarse de los judíos la Argentina. Ideas para un plan metódico de defensa antisemita", Crisol, 28 de Julio de 1936.

[38] "La obra de Hitler", Bandera Argentina, 5 de Abril de 1933.

[39] "La política alemana y la asunción de Hitler", Bandera Argentina, 1 de Febrero de 1933; Otto Dürselen, "Hitler", Bandera Argentina, 5 de Febrero de 1933.

[40] "Hay que preparar un clima propicio a las grandes soluciones nacionalistas", Bandera Argentina, 4 de Febrero de 1933.

[41] Osés, "Hitler y el pueblo alemán", art. cit.

[42] "Sólo Italia y Alemania tienen en Europa el sentido trágico de la hora", Bandera Argentina, 9 de Octubre de 1936.

[43] A título de ejemplo, "La trascendencia ética de la obra invernal de socorro en el Reich", Crisol, 21 de Noviembre de 1935, o "La protección a los trabajadores en Alemania", Crisol, 17 de Septiembre de 1936.

[44] "Un factor de tranquilidad internacional es hoy la Alemania nacional-socialista", Crisol, 29 de Octubre de 1935; "La política internacional de Alemania en 1935", Crisol, 19 de Diciembre de 1935.

[45] "La economía del pueblo y para el pueblo, en el Tercer Reich", Crisol, 1° de Diciembre de 1935; "Los salarios aumentaron en el Reich, desde 1932", Crisol, 24 de Julio de 1936.

[46] "La proclama de Hitler, signo de los tiempos", Crisol, 12 de Septiembre de 1936.

[47] Augusto Vilgré Lamadrid, "Por una creación masónica, se ha puesto en peligro la paz del mundo", Crisol, 1° y 2 de Octubre de 1938; "La paz de hoy anticipada hace un año", Crisol, 5 de Octubre de 1938.

[48] Enrique Osés, "A veinte años de la «paz» de Versalles, otra paz de justicia y de comprensión", Crisol, 2 de Octubre de 1938; O. Duerselen, "El milagro de Munich", Bandera Argentina, 2 de Octubre de 1938; "La muerte de la Sociedad de las Naciones", Bandera Argentina, 4 de Octubre de 1938.

[49] "El doble significado de la conferencia de Munich", Bandera Argentina, 1 de Octubre de 1938.

[50] "... la noticia de la alianza germano-rusa (...) ha caído como una bomba en ciertos sectores de la opinión. (...) ¡Qué drama para ellos! No sólo por la inesperada conciliación del aceite y del vinagre, vale decir de los gobiernos de Berlín y de Moscú y tal vez de Roma, sino por ciertas declaraciones de sus diplomáticos alemanes, italianos y rusos en el sentido de que sólo pequeños detalles separan las ideologías totalitarias entre sí. (...) ¿Qué hora de confusión y qué lejos venimos a estar de aquel «Roma o Moscú» que parecía ser hace diez años la fórmula definitiva! Y bien. Debemos declarar que nosotros no nos toma de sorpresa la desconcertante noticia. En primer lugar no hemos creído en la existencia y ni siquiera en la posibilidad de una Internacional nacionalista en la forma que existe una Internacional roja. (...) Esto no quiere decir que no hayamos admirado y admiremos todavía la figura de un Mussolini, de un Hitler, de un Ataturk, de un Oliveira Salazar, constructores y jefes de sus respectivos Estados totalitarios. Admirado, estudiado y aún tomado nota de lo que mañana podría extraerse de la obra por ellos realizada para aplicarlo a los planes teórico-prácticos del nacionalismo argentino. Este reconocimiento de los hombres y su obra no significa sin embargo enfeudamiento o identificación total con los principios y métodos de sus respectivos regímenes". ("El pacto nazi-soviético", Bandera Argentina, 26 de Agosto de 1939). "¿Era entonces todo farsa antes, y es lo de ahora la verdad, vale decir, la alianza? Ni lo uno ni lo otro, gaznápiros democráticos de uno y otro «coté». Alemania nacionalsocialista sigue siendo tan antisoviética, como el Soviet sigue siendo tan antinazista. (...) Un país puede tener relaciones internacionales con otro de distinto régimen político, sin que esto afecte el régimen político interno propio de cada cual, ni su política económica, financiera, social o ideológica. (...) ¿Qué la Alemania nazi y la Rusia soviética pactan entre sí? Allá ambos gobiernos y pueblos, siempre que no nos afecten a nosotros. (...) Esto, tan elemental y tan argentino, es lo que no quieren entender los democráticos izquierdistas, aliados a Moscú, y los derechistas democráticos, aliados a Inglaterra. Como el Nacionalismo argentino no está aliado con nadie, somos los nacionalistas los únicos que tenemos la mente y el corazón libres para no ser sino totalmente argentinos". (Enrique Osés, "Ni nos va ni nos viene el pacto germano-soviético", Crisol, 27 de Agosto de 1939). 

[51] En los años ´30, con los exiliados alemanes, las purgas stalinistas y la firma del pacto germano-soviético, el concepto de totalitarismo comienza a ser utilizado para subrayar las similitudes entre el nazismo y el comunismo soviético. En la posguerra esto se plasmará en el modelo sistematizado por Hannah Arendt y por Carl Friedrich: ideología oficial, partido único de masas, control policíaco y terrorista de la sociedad, monopolio de los medios de comunicación y control centralizado de la economía. Para una recensión de las variantes de esta interpretación teórica, consúltese Guy Hermet, Totalitarismos (México: Fondo de Cultura Económica, 1991).

[52] Osés, "Ni nos va ni nos viene", art. cit.

[53] Enrique Osés, "Pese a todo, no habrá guerra", Crisol, 29 de Agosto de 1939.

[54] "Imperium mundi", Bandera Argentina, 7 de Septiembre de 1939.

[55] "Esta guerra no es como la otra", Crisol, 6 de Septiembre de 1939.

[56] "Europa está pagando hoy la ignominia y los errores cometidos en Versalles", El Pampero, 20 de Noviembre de 1939. Sobre el fascismo y esta argumentación, Buchrucker, Nacionalismo y peronismo, 197.

[57] Buchrucker, Nacionalismo y peronismo, 191-195.

[58] Osés, Medios y fines del nacionalismo, 13 y 44. Sobre la mencionada entidad, véase Andrés Bisso, Acción Argentina. Un antifascismo nacional en los tiempos de guerra mundial (Buenos Aires: Prometeo, 2005). Acerca de dicha publicación véase Jorge Nállim, "Del antifascismo al antiperonismo: Argentina Libre, Antinazi y el surgimiento del antiperonismo político e intelectual", en García Sebastiani, Fascismo y antifascismo.

[59] César P. Marcos, "Nuestra guerra", Crisol, 7 de Septiembre de 1939.

[60] Osés, Medios y fines del nacionalismo, p. 43.

[61] "La única actitud argentina frente a la guerra europea", El Pampero, 4 de Noviembre de 1939.

[62] "Nuestra posición ante el conflicto germano-ruso", Bandera Argentina, 24 de Junio de 1941. Conceptos similares se vierten en "Tempestad sobre Rusia", El Pampero, 25 de Junio de 1941.

[63] "Lo que tenía que suceder", Crisol, 24 de Junio de 1941; "Al declararle la guerra a Rusia el Eje vuelve al punto de partida: la lucha a muerte contra el bolcheviquismo", El Pampero, 23 de Junio de 1941; "Contra Rusia: en defensa de la civilización cristiana", El Pampero, 26 de Junio de 1941.

[64] Vigía, "Ante los hechos consumados", Bandera Argentina, 28 de Enero de 1944.

[65] "... entendimos y entendemos que la neutralidad era la conducta única de la República, conforme a su tradición y a su espíritu. Y que esa neutralidad era la prenda de nuestra soberanía. Por sostenerlo así, se nos persiguió, y se nos encarceló. Cuando todos los indicios señalaron que el gobierno anterior se encaminaba institucionalmente a quebrantar la conducta internacional hasta entonces mantenida, ese gobierno -privado del apoyo del Nacionalismo- cayó. El gobierno militar y revolucionario sostuvo entre sus postulados la defensa de la integridad y la soberanía nacionales. Sostenemos los nacionalistas (...)[que] no era imprescindible quebrantar nuestra neutralidad. (...) Frente al hecho consumado, como argentinos y como nacionalistas, sostenemos que nos corresponde un deber inexcusable: (...) impedir que de esta quiebra de la neutralidad, gallardamente mantenida hasta hoy (...) se siga desmedrando nuestra soberanía". (Enrique Osés, "Nuestro deber", El Pampero, 27 de Enero de 1944).

[66] "¿Qué celebras, buen hombre?", Bandera Argentina, 16 de Mayo de 1945.

[67] Ronald H. Dolkart, "La derecha durante la década infame", en Rock et al., La derecha argentina.

[68] Para una exploración de las coyunturas que condujeron al establecimiento de vínculos entre los conservadores y la extrema derecha en Europa durante la primera posguerra a través de diversos casos nacionales, véanse Martin Blinkhorn (ed.), Fascist and Conservatives: the Radical Right and the Establishment in Twentieth-Century Europe, Londres: Unwin Hyman, 1990; y Fascism and the Right in Europe, 1919-1945 (Londres: Longman, 2000).

[69] Hemos abordado esta cuestión en María Inés Tato y Luis Alberto Romero, "La prensa periódica argentina y el régimen nazi", en Ignacio Klich (comp.), Sobre nazis y nazismo en la cultura argentina (Gaithersburg: Hispamérica, 2002).

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