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Revista Escuela de Historia

versión On-line ISSN 1669-9041

Rev. Esc. Hist.  no.6 Salta ene./dic. 2007

 

COLABORACIONES NACIONALES

Investigaciones preliminares en el sitio San Carlos (Valle Calchaquí, Salta)

Iglesias, María Teresa*; Capeletti, Luís**; Guerrero, Fausto**;  Massa, María Victoria**; Zamagna, Liliana**

 *Departamento Científico de Arqueología, Museo de La Plata, Universidad Nacional de La Plata, Paseo del Bosque S/N (1900) La Plata, Buenos Aires, Argentina. e-mailL matesa11_2@yahoo.com.ar
**Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata.

Resumen:

El sitio San Carlos de Tucumanahao se ubica en el sector meridional del Valle Calchaquí salteño. La región fue un importante centro de población indígena sobre la ruta por la que transitaron los primeros contingentes de españoles, siendo escenario de conquista y evangelización. Los procesos históricos de los que ha sido partícipe han conformado un emplazamiento arqueológico multicomponente. Actualmente estos terrenos son de propiedad privada y se encuentran afectados por diversos factores de alteración antrópica.
Este trabajo presenta los primeros resultados parciales de las tareas arqueológicas desarrolladas, que prioritariamente tendieron a la prospección y caracterización de las diferentes estructuras y espacios ocupados. Los relevamientos realizados hasta el momento otorgan los primeros elementos para el estudio de la organización social hispánica en el sitio.

Preliminary researches at San Carlos site (Valle Calchaquí, Salta)

Abstract:

The San Carlos de Tucumanahao site is located in the southern sector of the Valle Calchaquí. Tucumanahao was an important native centre on the route of the first Spanish contingents and it's been witness of conquest and evangelization. Several historical processes have created there a multicomponent archeological settlement. At the moment, the land is private property and suffers the efects of several anthropic alteration agents.
This paper presents the result of the first archaeological intervention performed there, mainly prospection and survey of the structures and places former occuped. Such survey allowed us to identified elements related with Hispanic social organization.

Palabras clave: Arqueología Histórica; Valles Calchaquíes; Misiones Jesuitas; San Carlos.

Key words: Historical Archaeology; Valles Calchaquíes; Missions Jesuits; San Carlos.

Introducción

     San Carlos y Santa María de los Ángeles fueron las dos reducciones que la Compañía de Jesús emplazó en Calchaquí para la atención y conversión de sus aborígenes a mediados del siglo XVII. Algunos vestigios persisten de la primera. De Santa María, situada en algún punto del valle de Yocavil, en Catamarca, no ha quedado  evidencia material.

     Nos proponemos comenzar a integrar a los conocimientos históricos pre y posthispánicos que ya se poseen sobre la región, una perspectiva de la etapa del contacto hispano-indígena apenas estudiada por la arqueología como lo fue el proceso de evangelización en los Valles Calchaquíes, con los consecuentes cambios socioculturales que produjo.

     La importancia del problema que planteamos -las Misiones de Calchaquí- radica en que, a pesar de las referencias históricas, permanece un vacío arqueológico respecto al mismo. En la mayoría de los trabajos arqueológicos que se refieren al hallazgo de elementos hispánicos en la región del Noroeste argentino (NOA), los mismos aparecen como resultado secundario de un análisis cuya principal figura de interés es el registro material originado por la población aborigen local, así como los cambios sufridos por ésta luego de la conquista. Por el contrario, son pocos los casos en los que el objetivo fuera el análisis de la evidencia material generada por los mismos europeos.

     El presente trabajo tiene por objetivo general dar a conocer los primeros resultados obtenidos en el curso de las investigaciones arqueológicas que se están desarrollando en el sitio San Carlos, en los Valles Calchaquíes.

La Compañía de Jesús en el Tucumán

     Los primeros jesuitas arribaron al Tucumán a fines del siglo XVI. Fueron dos primeros grupos: desde Perú llegaron en calidad de "Misión", los padres Alonso de Barzana y Francisco de Angulo -como superior-  y el hermano coadjutor Juan de Villegas. En su camino a Santiago del Estero realizaron misiones comunes[1] en Salta por 8 días y por un mes en Esteco. El segundo grupo de cinco jesuitas llegó desde Brasil en 1587; al poco tiempo unos regresaron y otros fueron asignados al Paraguay.

     Desde su primera sede en Santiago realizaron algunas excursiones apostólicas a los valles de Lerma y Calchaquí, Humahuaca y la región del Bermejo. Para el 1600 había once sacerdotes y dos hermanos en el Tucumán y Paraguay. Sin duda, el más destacado sería el P. Alonso de Barzana quien realizaría una enorme tarea catequizando, confesando y bautizando a miles. A falta de más sacerdotes, utilizaba el método particular de instruir a indios neófitos en su propio idioma para que después ellos enseñasen a sus compañeros los preceptos básicos del cristianismo y las oraciones, cantándolas a coro por las casas y caminos.

     Posteriormente, las Ordenanzas redactadas por Francisco de Alfaro después de su visita al obispado, establecerían que debían instalarse capillas e iglesias en todas las poblaciones de indios para su doctrina; además indicaban cómo habría de seguirse la catequesis para los niños y los adultos, incluyendo en esto a los indios de servicio.[2]

     Los jesuitas, si bien no fueron los primeros evangelizadores de la zona, fueron los principales en cuanto a persistencia e influencia. Emplearon tres formas de realizar sus misiones: de manera ambulante (salidas sistemáticas de dos padres por tiempo limitado entre los indígenas para hacer un reconocimiento de ellos y de la zona, a la vez que comenzaban a evangelizarlos); misiones comunes y reducciones permanentes.

     La obra de evangelización en el Valle Calchaquí tendría entonces sus comienzos a fines del siglo XVI, cuando el gobernador Ramírez de Velasco ingresó a la región a pacificar a los indios en compañía del P. Barzana. A principios del siglo XVII los misioneros continuaron de manera ambulante recorriendo la región hasta que en 1609 el provincial Torres, consiguió la autorización para que entrasen los padres Darío y Morelli de forma permanente. Al poco tiempo debieron salir por la extrema pobreza del lugar. En 1614 el obispo Trejo y Sanabria encarga oficialmente a los jesuitas la evangelización del Valle Calchaquí, ya en calidad de párrocos. Este sería el primer antecedente de las misiones de San Carlos y Santa María. Serían abandonadas hacia 1627 por el poco fruto que conseguían entre los calchaquíes y por las trabas que les ponían los españoles de la zona. Los padres del Colegio de Salta continuaron entonces la evangelización del Valle por medio de visitas frecuentes.

     Después de las Guerras Calchaquíes de 1630, un nuevo intento de instalación de reducciones permanentes se opera hacia 1642. En el centro del Valle se funda San Carlos de Anguingasta, primer núcleo urbano de indios conversos de la parcialidad de los angastacos. A su vez, se instala una segunda homónima: San Carlos de Tucumanahao. En el sur se estableció Santa María de los Ángeles de Yocavil, cerca de los grupos quilmes y colalaos, posiblemente en territorio de los yocaviles y encamanas. Así, entonces, estas misiones fueron fundadas hacia 1617 y reconstruidas en 1642/44. Todas dependían del Colegio de Salta.

     Durante todo este tiempo los indios continuaron defendiendo sus costumbres y sus tierras, reacios a la evangelización. Sin embargo los jesuitas perseveraron con tesón en su empresa e instalaron aproximadamente 8 misiones permanentes a lo largo de la Gobernación del Tucumán. Las dos Residencias de Calchaquí debieron sortear muchas dificultades una vez reinstaladas. Reemprendieron la labor evangélica hasta los sucesos conocidos de 1657/58, cuando el último alzamiento producto de la farsa montada por Pedro Bohórquez llevó a la destrucción de las mismas, marcando el abandono total de las misiones de Calchaquí. Los jesuitas no volvieron a instalarse en el valle. Sin embargo, continuaron doctrinando a algunos grupos calchaquíes ya fuera de su lugar de origen. Los pocos que quedaron después de las desnaturalizaciones fueron encomendados al clero secular. A finales del siglo XVII, la región estaba despoblada y los grupos indígenas muy aculturados y en proceso de extinción.[3]

Historia de la Misión de San Carlos

     Las referencias históricas a las Misiones de Calchaquí que pueden hallarse en distintas fuentes, se basan en primer lugar en la información que aportan las Cartas Anuas. Éstas son relaciones que los misioneros jesuitas remitían todos los años a sus superiores donde se informaba el trabajo realizado. Luego eran compiladas y enviadas al general de la Orden en Roma.

     Las más antiguas que se conocen corresponden al período 1609-1614. En la cuarta Carta firmada por el provincial Diego de Torres, se detalla el recibimiento que los calchaquíes ofrecieron a los padres Darío y Morelli. Allí se encuentra la primera noticia del famoso mochadero indígena de Tucumanahao, sitio de especial veneración:

"Y para evitar otros peligros derramé la chicha (...) quemamosles algunos Ydolillos, de Varyllas, y Plumas, con mucho sentimiento de ellos (...) En el camino cerca de Lunacatao derribamos una Piedra blanca grande, que era muchadero mui antiguo deellos con sus Varas y Plumas (...) ... pero fue particular lo que me sucedió en Tucumanagaõ adoquemamos Una cassa o mochadero famoso que estava puesto muy de fiesta, que nunca he visto otro tambien aderezado, y con el mochadero quemamos muchisimas Varillas con sus plumas (...); lo hecho aprovecho mucho, porque corriola Voz que los padres venian resueltos de quemar los ydolos...". [4]

     Los mochaderos eran adoratorios indígenas, lugares sagrados en donde realizaban sus cultos y rituales propiciatorios. Este sitio de Tucumanahao parece ser de una especial reverencia para los calchaquíes y no se salvaría de la campaña de extirpación de idolatrías. "... consiguieron destruir el adoratorio de aquel nombre, el más celebre y famoso de toda la nación Calchaquí".[5]

     En la sexta Carta de 1615, se lee que:

"... en el camino toparon dos mochaderos que son donde los idólatras ofrecen algunos dones a sus ídolos, para alcanzar de ellos buen viaje y para otros fines, echáronlos por el suelo y pusieron en su lugar dos cruces, y hincados de rodillas las adoraron (...) para que fuese adorado el Verdadero Dios donde hasta allí había sido ofendido". [6]

     Esta costumbre de implantar el cristianismo -literalmente- sobre el paganismo, puede brindar información sobre los lugares donde se levantarían iglesias y reducciones, lo cual, en parte, se cumple en el Valle Calchaquí.

     Hacia 1620 el P. Cristóbal de la Torre es el superior de la Misión y sus compañeros los PP. Morelli, Macero y Juan Sansón. Relata que fueron visitados por los pueblos de Tucumanahao, Ambirigasta, Bombala, etc., todos con regalos para ellos que a su vez le compensaban con agujas, alfileres, chaquiras, etc.:

"Dígeles después que habíamos de hacer la iglesia allí y con gran voluntad un pueblo se encargaba de levantar las paredes otro de cortar los horcones, y otro las varas etc.  Y así en breve nos hicieron una iglesia bastante y dos aposentos donde nos acomodamos (...) y nosotros éramos los albañiles y arquitectos". [7]

     Estos establecimientos deben ser abandonados antes del segundo Alzamiento General de 1630. Según se lee en el capítulo introductorio a las Anuas, los jesuitas quisieron cooperar al sometimiento de los levantados y en 1641 fundaron la reducción de San Carlos.[8]

     Después de lograda la paz se acordó que entraran nuevamente los jesuitas. Ya entonces en las Cartas correspondientes al período 1641-43, reaparece un apartado para la Misión de Calchaquí. El gobernador Albornoz solicitó que se continuara con la evangelización tantas veces interrumpida. Se informó a los PP. Hernando de Torreblanca y Pedro Patricio que estaban misionando en el Fuerte del Pantano, y allí fueron ellos por todo el Valle siendo muy bien recibidos. "Los Religiosos del Valle se redujeron a dos reducciones, de San Carlos y Santa María, en cada una dos, y en la una el uno era Superior. Han estado todo el tiempo sobredicho. Tenían su modo de colegio con su clausura y en cada uno su iglesia y sus campanas". [9] Los indios se mantenían calmados y los respetaban aunque no se convirtieran, y ese era el logro que obtenían. La única esperanza se cifraba en los hijos que los caciques les daban para educarlos y en lograr bautizar niños moribundos.

     Avanzaban muy lento en la conversión de las almas y para atraerlos usaban del viejo método de regalarles chucherías, siendo los indios muy afectos a las cuentas de colores. Pero como éstos no les atendían, debieron pagarles para edificar unos "ranchos de adobe". Por una serie de malos entendidos y hechos pocos afortunados con los españoles, los calchaquíes comenzaron a irritarse otra vez, peligrando la Misión y la vida de los padres "que ya estaban asementados con casa e iglesia conforme a la pobreza de la tierra". [10] Los padres deciden salir del Valle pero deben regresar una vez más por orden de su provincial. Torreblanca lo relata en una carta fechada el 28 de marzo de 1644: a su paso levantaban cruces e iglesias y acudían a misa. Con las mismas dificultades de siempre, mantienen la  eterna esperanza de, ahora sí, poder avanzar en esta conquista espiritual.

     Conquista que quedó definitivamente frustrada con los sucesos de 1658, en el último alzamiento de los calchaquíes liderados por Pedro Bohorquéz. La mejor relación de los hechos es la que escribe el mismo Torreblanca 40 años después, dirigida al rector de la Compañía, P. Lauro Núñez. Las dos misiones del Valle duraron desde 1643 hasta 1658, cuando:

"... salimos desterrados con violencia de cuatro PP. que asistíamos, el P. Patricio, el P. Eugenio de Sancho, el P. J. de León, y yo, dos en la doctrina de Santa María de los Ángeles, y dos en la de San Carlos" [siendo Bohorquéz el culpable de] "... habernos distraído de la conversión de los Calchaquís, y el haber arruinado y quemado las iglesias, malbaratado y usurpado los bienes que en sus doctrinas tenían los PP.".[11]

     Bohorquéz tenía su campamento en el pueblo de Tolombón de donde se mudó a la Misión de San Carlos, utilizando el establecimiento para hacer sus juntas con los indios de la doctrina. Torreblanca relata que debieron dejar la Misión el 5 de agosto y que en Santa María salvaron la vida de milagro al día siguiente, cuando los más belicosos del valle de Anguinahao, Yocavil y Encamana la destruyeron. En cuanto a San Carlos,

"... apenas nos perdieron de vista cuando (...) Bohorquéz (...) se hizo dueño de todo (...). Repartió, dividió, malbarató a derecho y siniestro, haciendo las liberalidades que quiso de herramientas, de hachas, cadenas, palas, etc.; que tenía San Carlos lo necesario ya como un Colegio [y considerando la gran cantidad de limosnas y donaciones que tenían] Con esto tenía ya la Misión muy buenas alhajas de plata, vinagreras, incensarios, etc., y para la decencia de ornato, y para los difuntos de seda, algún argumento. (...) Teníamos nuestra librería de buenos libros...". [12]

     El padre intuía que la Misión habría sido destruida, lo que se corroboró cuando el P. Patricio regresó por su cuenta y la encontró incendiada e inundada para que se cayeran las paredes que no prendieron fuego.

     Al finalizar la última campaña de desnaturalización en 1664, el gobernador Villacorta mantenía la idea de reinstaurar las dos misiones. Les ofrece a los jesuitas mantener esos pueblos con los indios originales y con otros grupos, proveyéndoles de ganado y rentas para su sostén, a lo cual responde el P. Torreblanca que sus superiores ya consideraban impracticable esta empresa ni la consentirían, porque los indígenas estaban repartidos en tantas encomiendas que esto se convertiría en un obstáculo insalvable.

     Avanzando en el tiempo, Juan B. Ambrosetti publica varios artículos de materia arqueológica a fines de siglo XIX y en uno de ellos refiere a las pictografías del Valle Calchaquí. En un apartado sobre el paraje de Las Flechas (Departamento de San Carlos) describe un sitio cerca del río sobre terreno alto:

     "Este paraje, un poco alejado de la costa, se halla formado por una prolongación de la meseta que baja del cerro y que concluye allí en una punta.

     La meseta está constituida por una masa de rodados mezclados con arena (...). Sobre la punta de la meseta se hallan las ruinas de una capilla de adobes, y dentro de ella, consérvase aún, en un estremo, una antigua cruz de madera.

(...) esas pocas ruinas, con sus paredes aún en pié, denotan por los restos de las aberturas que el buen gusto presidió á su construcción".[13]

     Mientras que en otro trabajo indica que:

     "En tiempos de la conquista ese punto fue el asiento de una numerosa población india, como lo atestiguan las numerosas pircas (...) y las ruinas de una vieja misión jesuítica, cuyas derruidas paredes se conservan aún de pié sobre un suelo árido, pedregoso, ingrato como la conciencia de los indios, que los heroicos misioneros se proponían catequizar..." (Fig. 1).[14]


Fig 1:
San Carlos de Tucumanahao. Fotografía de J. A. Ambrosetti, 1897

     Este relato corresponde a la antigua Misión de San Carlos de Tucumanahao, como coincidirán otros autores tales como el Pbro. Julián Toscano.  En La Región Calchaquina dedica varios capítulos a cada misión del Valle y a las expresiones artísticas de los indios. En cuanto a esto último y hablando de las pictografías de Las Flechas, indica que allí se encuentra el adoratorio que tenían los indígenas para sus cultos y sacrificios, estando las rocas y todas las zonas vecinas llenas de excelentes representaciones. Este autor ubica a la Misión de San Carlos a 7 kilómetros de la desembocadura del río Angastaco: "Una mano piadosa (...) ha conservado esta reliquia para la historia, restaurando [con un cerco de adobe]  la capilla de la antigua misión jesuítica, y encerró en él la Cruz de la misión, ante la cual iba a doblar la rodilla el indio angastaco...". [15] Según indica, los padres además escogieron otro sitio adecuado para una nueva población civilizada formada por los indios convertidos y "con hábitos sociales", donde construyeron una segunda capilla. Se turnarían en la atención de la Misión y de los reducidos en el nuevo establecimiento, que daría origen al actual pueblo de San Carlos.

     El P. Pastells, S J, escribe a su vez una Historia de la Compañía en donde tiene el mérito de citar gran cantidad y variedad de cartas de la época en un compendio de la historia de la región. Indica la existencia de una misión identificada como "San Carlos Alto", antigua reducción al sur de Angastaco, en relación al itinerario que siguió el ejército español en la campaña de pacificación de 1659.[16]

     Otro trabajo significativo por la información que aporta es el de Carlos Reyes Gajardo, donde da datos precisos sobre las dos misiones de San Carlos. Respecto a la de Las Flechas "... hoy en día, la capilla aludida es un corral de ovejas y la cruz se halla visible en el campo del contorno de la capilla, por manos piadosas que la acomodaron en aquel recinto, que, según dicen los vecinos, fue una galería de arcos de la Misión". [17] Afirma que para fines del XIX aún se veían los escombros de la segunda capilla del pueblo en lo que entonces sería un alfalfar. Este autor equipara el paraje de Samalamao con el actual San Carlos donde los PP. Darío y Morelli se dirigían a establecer la Misión de 1610, diferenciado del sitio de Tucumanahao más al norte, cerca de Angastaco. Aludiendo a la relación de la visita del obispo Cortazar al Valle en 1622, en el sitio de Samalamao tenían los jesuitas su asiento. Luego indica la existencia de dos misiones, una sería la de "San Carlos Alto".

     Pablo Fortuny, en base a Cartas Anuas inéditas, dedica mucho espacio a la conquista espiritual del Valle Calchaquí. Coloca Samalamao más al sur, cerca de Chusca, como dicen las Anuas, es decir, próximo a Cafayate. San Carlos de Samalamao sería la primera Misión estable de 1618 por las referencias -entre otras- del obispo Cortazar, donde se lee que de allí pasó a Tolombón.  Tucumanahao no tiene discusión: está al norte de San Carlos y es donde se establece la Misión de 1641-44 con el colegio para indígenas.[18] Anguingasta, sitio de los indios del mismo nombre (actual San Carlos), sería donde los jesuitas afirman su residencia estable en 1646.

     Cuando ocurre la ruina de las misiones, los indios "quemaron, robaron y saquearon la Casa Residencia, Colegio e Iglesia de San Carlos". [19] ¿Cuál de las dos? En otro libro, este autor dice que la junta que realizara Bohorquéz el 3 de agosto de 1658 fue en la Misión de Tucumanahao o San Carlos Alto, reducción que nunca fue abandonada, y que "... fue ese templo el que hizo quemar el falso Inga". [20]

Arqueología de la Misión de San Carlos

     La identificación de los restos arqueológicos[21] en el sitio en estudio con la Misión de San Carlos de Tucumanahao se realizó en base a las fuentes bibliográficas citadas, y sólo de momento, hasta que se cuente con más  evidencia incuestionable.

     Uno de los primeros problemas que se plantean en su identificación concreta respecto a la destrucción ordenada por Bohorquéz, es que las edificaciones en Tucumanahao se hallan en una meseta sobre elevada del nivel del río. Entonces, ¿cómo pudieron inundarla? Los relatos de los testigos refieren que para ello desviaron unas acequias que drenaban en el huerto. Podría tratarse de otras construcciones en un nivel más bajo, ya que en este lugar la planicie de inundación del río Calchaquí es bastante amplia y el tamaño de la meseta sólo alcanza para albergar unas pocas edificaciones. El P. Patricio describe que para llegar a verlo tuvo que cruzar el río a 2 kilómetros del lugar; eso pudo ser factible en ambos casos. Sin embargo, el actual pueblo de San Carlos se encuentra sobre el fondo del valle en la margen derecha del río, por lo que es posible llegar a él cruzándolo directamente. A su vez, para llegar a Tucumanahao debe atravesarse el río Calchaquí aproximadamente 1 kilómetro al sur, donde el valle comienza a abrirse saliendo de la angostura de Las Flechas.

     Al tiempo que continuamos en la tarea de revisión y búsqueda documental, se iniciaron los trabajos de intervención en el terreno. Los mismos integran una primera fase de exploración de bajo impacto, vale decir, prospecciones y recolección superficial, mapeo, pozos de sondeo y registro de perturbaciones. Del mismo modo, el sitio fue georeferenciado mediante GPS, ubicándose a 25° 41' S - 66° 06' W, y se corresponde con la imagen satelital  2566-iii del IGM, perteneciente a la localidad de Angastaco.

     En primera instancia se observan una serie de alteraciones, fundamentalmente antrópicas, que han dañado la preservación del sitio en alto grado. Es probable que el paso del tiempo haya hecho lo suyo, pero ha sido básicamente el descuido humano el que ha logrado que, de las paredes que viera Ambrosetti, sólo se conserve uno de los arcos de la -supuesta- galería. A un costado de éste se erigió, hace 15 años, una pequeña ermita de piedra bola que asegura con un piso de cemento a una cruz de madera, pintada de azul y con una leyenda grabada. La tradición oral es contradictoria en este punto; pocos creen que pueda ser la cruz original, otros dicen que es una cruz misionera de principios de siglo XX. Pero el caso es que dicha ermita fue levantada por encima de un tramo de los cimientos históricos, ahogándolos y destruyéndolos.

     Otra de las perturbaciones registradas es un inmenso socavón de aproximadamente 4 metros de profundidad por 6 metros de ancho que parte la meseta en dos. La retroexcavadora que lo realizó mezcló y acumuló sedimentos sobre ambos costados. Por allí pasaba la antigua ruta 40. Esto fue aprovechado para construir un edificio de adobe que hoy es conocido como la "bodega vieja" y que en su momento fue un parador en la ruta, una suerte de almacén o bar donde poder hacer un alto en el camino. El mismo se emplaza sobre el borde, en la mitad precedente que baja de los cerros.

     La otra mitad, que correspondería al extremo final de la meseta y en donde se hayan los restos de la Misión, es utilizada como playa de maniobras por los camiones que ingresan al lugar para trabajar en las viñas. Hacia el este del sitio, en un nivel inferior, se localizan algunas hectáreas de viñedos. Este pudo ser el lugar más propicio para otras construcciones y para el huerto, ya que se encuentra protegido de los desmadres del Calchaquí por la misma meseta. Esto es visible del lado oeste, donde se comprueban las crecidas del río que tocan los bordes de la misma.

     A partir de la fractura que provoca la antigua ruta 40, el sitio fue dividido en dos áreas de trabajo: "sector misión" y "sector bodega". Las tareas de prospección se concentraron en el primero de ellos, en donde se recolectó  en superficie gran cantidad de tiestos de cerámica muy fragmentada registrada como del período tardío de Desarrollos Regionales y de contacto hispano-indígena (siglos XVI-XVII). Esta fue identificada en su mayoría como "monocroma roja", tanto tosca como pulida. Se reconocen, asimismo, fragmentos decorados con pintura negra sobre rojo, pero lo que predomina es la cerámica ordinaria sin decoración y de cocción oxidante, que en su mayoría muestra señales de haber sido expuesta al fuego. También se encontraron varios objetos de metal generalmente modernos, más algunos clavos y herraduras que pueden adscribirse para fines de siglo XIX.

     Como ya se dijo, la única arquitectura en superficie que sobrevive es un arco de medio punto sostenido por un retazo de pared trasversal. Los adobes se asientan sobre un cimiento de cantos rodados y poseen un tamaño promedio de 40 centímetros de largo por 15 centímetros de alto y ancho. Las paredes se conservan hasta una altura aproximada de 2 metros y una extensión de unos 5 metros.

     A simple vista, sobre el terreno se observó cierta regularidad en la distribución de grandes rodados al nivel de la superficie. Al comenzar a despejarlos se hizo evidente que marcaban estructuras lineales mostrando continuidad con el perfil de las paredes del arco. Cuando se terminó de limpiar el terreno, se pudo apreciar los cimientos de la iglesia de San Carlos. Los mismos forman una nave central separada del presbiterio por dos altares laterales; a la derecha se ubica la sacristía. El arco de adobe podría estar marcando la entrada al edificio y el espacio libre frente a él conformaría el atrio, rodeado por un muro perimetral cuyos cimientos también fueron destapados. La iglesia posee una extensión aproximada de 22 metros desde la entrada del atrio con un ancho relativo de 10 metros y de 5 metros en la nave.[22] Su orientación sigue un eje perfecto norte-sur, (Fig. 2).


Fig 2:
Plano en planta de la iglesia de San Carlos. Las líneas punteadas corresponden a los cimientos faltantes y las cruces en los cimientos del cuerpo de la iglesia indican la ubicación de columnas.

     Se confeccionó un mapa de todas las estructuras con brújula y cinta métrica -considerando el mediano tamaño de las mismas-, a la vez que se registraron los puntos extremos y el perímetro de la meseta con el GPS para poder obtener un dibujo en planta del terreno.

     Una vez delimitados los espacios interiores, se realizaron una serie de pozos de sondeo dentro y fuera de la iglesia en distintos sectores. Los resultados obtenidos en su mayoría fueron negativos; escasos fragmentos de cerámica fueron recuperados de los sondeos. Tal como lo describe Ambrosetti,  el sedimento se compone de una masa de rodados mezclados con arena; no se observó estratigrafía natural ni cultural y el depósito se vuelve totalmente estéril a 50 centímetros de profundidad.[23]

     Las próximas tareas a realizar comprenden una intervención intensiva en el terreno con el objetivo de identificar las distintas áreas de actividad tanto sobre el "sector misión" como para la parte de la bodega vieja, así como en los terrenos adyacentes. A su vez, se haya pendiente un relevamiento actual de los petroglifos de Tucumanahao, ya que es notorio el arrase que han hecho con ellos desde que diversos estudiosos los describieran a partir de fines del siglo XIX.

Consideraciones finales

     Los trabajos realizados hasta el momento sobre el terreno corroboran lo que expresan las diversas fuentes bibliográficas, y es que el lugar fue ocupado por una organización sociocultural distinta a la originaria. La arquitectura indica conocimientos traídos de Europa que implicarían innovaciones constructivas para las tradiciones nativas. El plano en planta realizado en base a los cimientos de la iglesia, muestra una gran similitud con los obtenidos en otras misiones jesuíticas del Tucumán y el Paraguay. Los materiales cerámicos recuperados son, a su vez, expresión de un proceso de aculturación manifiesto desde las primeras etapas de contacto y que se continuará hasta mediados del siglo XVII.

     En base a estas primeras inferencias, nuestro tema de investigación plantea añadir a la arqueología del Noroeste un aspecto del contacto hispano-indígena, como lo fue el proceso de evangelización. En el área que nos ocupa, numerosas investigaciones abordan las relaciones entre ambas sociedades desde variadas facetas tales como las guerras y conquistas militares, intercambio, mestizaje, expropiación de territorio, entre otros. Si bien este complejo proceso de interacción ha sido examinado desde enfoques opuestos basados en distintas fuentes de información (los objetos materiales para la arqueología, los documentos escritos para la historia), creemos que actualmente es posible integrarlas de forma que nos permita centrarnos en el estudio arqueológico de las misiones jesuíticas en los Valles Calchaquíes y su desempeño en la evangelización de las parcialidades aborígenes de la zona, con las singularidades que dicho proceso adquirió.

     Este proyecto se encuadra dentro del marco de investigación elaborado por la arqueología histórica. Plantea una de las formas posibles de estudiar nuestro pasado más cercano, empleando el potencial de un método que combina fuentes arqueológicas e históricas desde una perspectiva antropológica, como un medio de comprensión de diversos procesos que operaron en distintas sociedades y culturas.

     Consideramos que la particularidad de la arqueología histórica no deriva exclusivamente de distinciones teóricas o metodológicas, sino de la propia naturaleza de los sitios arqueológicos. Éstos, a pesar de que pueden ser recientes, son los que han sido habitados por nuestros antepasados inmediatos. Si bien existen diferentes perspectivas -desde la visión de los aborígenes o, por el contrario, centrándose en los colonizadores-, se refieren al mismo problema: la creación de un mundo nuevo a través de la interacción de sociedades distintas, como resultado de un sistema cultural, económico e ideológico que propiciaba la exploración y colonización de nuevos territorios.

     De este modo, se ofrece una vía material para el conocimiento de aquellos que levantaron asentamientos coloniales, entraron en contacto con los aborígenes y escribieron la historia. Nos proponemos comenzar a contribuir con el estudio sistemático de las misiones evangelizadoras en el Valle Calchaquí, no desde el discurso oficial, sino desde los propios actores sociales.

Agradecimientos

     A Mariano y Martín por su amistad y por todo el trabajo realizado sobre el terreno. A Ana por la ayuda brindada. A la familia Ramón que siempre nos recibe cordialmente.

Notas

[1] Eran las tareas espirituales que se hacían mientras los padres se trasladaban de una ciudad a otra por orden de sus superiores, hasta llegar a destino. Realizaban un trabajo intensivo para compensar el poco tiempo que se detenían en cada lugar.

[2] Cayetano Bruno, Historia de la Iglesia en Argentina, T. II. (Buenos Aires: Don Bosco, 1966), 459.

[3] María Teresa Iglesias, "Las Misiones Jesuíticas del Valle Calchaquí. Notas para su estudio". Primeras Jornadas de Historia de la Iglesia en el NOA, (2006).

[4] Documentos para la Historia Argentina. Cartas Anuas. (Buenos Aires; Peuser, 1927), [XIX] 199-200.

[5] Mariano Zorreguieta, Apuntes Históricos de la Provincia de Salta en la época del coloniaje. (Salta: Imp. Independiente, 1877), 26.

[6] Documentos..., 519.

[7] Documentos para la Historia Argentina, Cartas Anuas (Buenos Aires: Peuser, 1929), [XX]180

[8] Documentos... [XIX], LXXXI.

[9] Antonio Larrouy, Documentos del Archivo de Indias para la Historia del Tucumán, T. I (Buenos Aires, Rosso y Cía. 1923), 202.

[10] Ernesto Maeder, Cartas Anuas de la Provincia del Paraguay 1637-1639 (Buenos Aires, FECIC. 1984), 58

Asementados, por sementados, con sembrados (aclaración al pié en el mismo libro citado).

[11] Teresa Piossek Prebisch, Relación Histórica de Calchaquí. Escrita por el misionero jesuita P. Hernando de Torreblanca en 1696. (Junta de estudios Históricos de Tucumán. Archivo General de la Nación. 1999), 18 y ss.

[12] Teresa Piossek Prebisch, Relación Histórica, 52

[13] Juan Ambrosetti, "Las grutas pintadas y los petroglyfos de la Provincia de Salta", Boletín del Instituto Geográfico Argentino, [XVI] (1895): 29.

[14] Juan Ambrosetti, "Por el Valle Calchaquí", Anales de la Sociedad Científica, [XLIV] (1897): 297-298.

[15] Julián Toscazo, La Región Calchaquina. Páginas de Historia Pre y Postcolombiana y de Arqueología Calchaquina (Buenos Aires, "La Voz de la Iglesia". 1898), 135.

[16] Pablo SJ. Pastells, Historia de la Compañía de Jesús de la Provincia del Paraguay, según los documentos originales del Archivo General de Indias (Madrid: 1912-1918)

[17] Carlos Reyes Gajardo, Apuntes Históricos sobre San Carlos del Valle Calchaquí de Salta (Buenos Aires: Peuser, 1983), 117

La cruz allí se debe a una disposición de una Asamblea Sinodal en donde se establece que donde hubo iglesia no se use el lugar para corral de ganado u otras cosas indecentes, y que deben allanarse las paredes que hubieren quedado y erigir una cruz

[18] En pp. 140 cita textualmente un párrafo de las Cartas Anuas de 1644 en donde se lee que la misión estaba en Tucumanahao en el centro del valle; todas las construcciones eran de adobes

[19] Pablo Fortuny, Nueva Historia del Norte Argentino, Descubrimiento y Conquista (Buenos Aires: Teoría, 1966), 159

[20] Pablo Fortuny, Nuevos descubrimientos en el Norte argentino (Históricos: Salta, Chicoana, etc.) (Buenos Aires: Paulinas: 1972), 79.

[21] Restos arquitectónicos en superficie o enterrados.

[22] La desaparición parcial de tramos de cimientos y el escaso registro de arquitectura en superficie, imponen cierta precaución a la hora de establecer medidas e identificar espacios.

[23] Lo cual era de esperar considerando el escaso tiempo de ocupación del sitio. La gran cantidad de piedras de enorme tamaño dificultó la regularidad en la excavación.

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