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Revista Escuela de Historia

versión On-line ISSN 1669-9041

Rev. Esc. Hist. vol.8 no.2 Salta jul./dic. 2009

 

ARTICULO ORIGINAL

¿Resistió o no la clase obrera la política dictatorial y sus consecuencias? Algunas discusiones teórico-metodológicas y un caso

(¿Did the working class the dictatorial politics and their consequences? Some theoretical and methodological discussions and a case)

 

Gabriela Gresores
Cátedra de Introducción a la Historia de las Sociedades-  UNSa, CIEA-Cátedra Paralela de Historia Social General - UBA

 


Resumen:

Este trabajo reflexiona sobre dos intervenciones sobre la clase obrera: por una parte la de la dictadura de 1976 y por otra la de algunos intelectuales que contribuyeron en crear un discurso negativo sobre la clase obrera. A través de un caso en particular, la huelga del Frigorífico Swift de Berisso en 1979, el trabajo plantea una serie de reflexiones teóricas y metodológicas que permiten problematizar y extraer conclusiones pertinentes para desarrollar los estudios históricos sobre la acción política de la clase obrera durante la dictadura militar y su relevancia en los programas actuales.

Palabras clave: Clase obrera; Historiografía; Dictadura militar

Abstract:

This paper reflects on two interventions on the working class on one hand, the dictatorship of 1976 and another of some intellectuals who contributed to create a negative discourse on the working class. Through a particular case, the strike Fridge Berisso Swift in 1979, the work raises a number of theoretical and methodological reflections that can problematize and draw relevant conclusions to develop historical studies on the political action of the working class during the military dictatorship and its relevance to current programs.

Keywords: Working class; Historiography; Military dictatorship


 

"Los obreros argentinos no podemos reflexionar hoy fuera de un marco concreto: la patria está en peligro; como en todas las horas decisivas (como en el 30, el 45, el 55, el 66 y el 69) tenemos frente a nosotros dos opciones. O se profundiza la dependencia del imperialismo, el poder de los monopolios y los terratenientes y la superexplotación popular, o se profundiza la liberación, la marcha revolucionaria del pueblo con los trabajadores a la cabeza".
René Salamanca -Secretario del SMATA Córdoba- Octubre de 1975.

"Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aún si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas".

Rodolfo Walsh, 24 de Marzo de 1977.

Revisar el tema de la acción de los obreros frente a la política dictatorial nos sitúa instantáneamente frente a la condición actual de la clase obrera; una clase obrera profundamente afectada, con una gran dificultad para ocupar el centro de la escena social, que hizo suyo durante tres cuartos de siglo. En este trabajo pretendemos dar cuenta de algunos elementos para pensar este devenir abordando dos tipos de intervenciones: por una parte la de la dictadura y las patronales con el propósito de liquidar las bases materiales y políticas de la clase obrera; por el otro, la intervención de una perspectiva histórica, que -desde una pretensión científica- colaboró con la construcción de un discurso negativo sobre la clase obrera y confluyó así en el arrinconamiento de esa fuerza social. No se me escapa lo desproporcionado que puede sonar la comparación entre ambas intervenciones, pero la segunda, pequeña y relativa con relación a la primera, me interesa en particular, por tratarse del campo en el cual trabajamos y pensamos.

Tal como planteaba Josep Fontana: "Cada etapa de la evolución social, cada sistematización de la desigualdad y la explotación, ha tenido su propia "economía política", su racionalización del orden establecido y la ha asentado en una visión histórica adecuada. De esa evolución del pasado al presente, mediatizada por el tamiz de la "economía política", se obtiene una proyección hacia el futuro: un proyecto social que se expresa en una propuesta política."1

Pero esta lectura no estaría completa si al mismo tiempo, no contribuimos a la visualización de las acciones de resistencia y enfrentamiento en el plano de la práctica, por parte de la clase obrera y de intelectuales vinculados a ella política e ideológicamente.

A partir de este conflicto a la vez histórico e historiográfico y de un caso en particular -la huelga  de treinta y dos días sostenida por los obreros del Frigorífico Swift de Berisso-, nuestro trabajo plantea una serie de reflexiones teóricas -en donde el punto de observación es el punto de partida- y metodológicas que permiten problematizar y extraer conclusiones pertinentes para desarrollar los estudios históricos sobre la acción política de la clase obrera durante la dictadura militar y su relevancia en los programas actuales.

Introducción: historia científica y punto de vista

Pierre Vilar sostenía que "la mayor parte de las acciones y de los hombres que han desempeñado un papel importante han originado dos corrientes históricas...", y esta afirmación se muestra en toda su crudeza cuando se trata de los estudios históricos sobre el período dictatorial. No tanto ni tan solo a manera de balance, sino más bien por las proyecciones que determinados análisis tenían en los momentos en que encontramos cierto desarrollo de este tema tan poco visitado, con la apertura electoral de 1983 y hacia mediados de la década del 90.

Lo intrincado del movimiento obrero y su poder, que le valió el ajustado nombre de "la cabeza de la hidra" se vio contrastado por las afirmaciones de las corrientes intelectuales dominantes en los `80 que postulaban su parálisis durante la dictadura. Estas afirmaciones no parecen desvincularse con las denuncias de "pacto sindical-militar" del año 83 y la posterior "Ley Mucci" como un intento de disolución de las estructuras tradicionales de organización obrera, ya muy desgastadas. Contrariamente, otros autores planteaban y valoraban las  luchas de la clase obrera, como núcleo de una resistencia que minó el poderío dictatorial desde antes del golpe.

En torno a dicha cuestión las posiciones se enuncian de la siguiente manera: una corriente sostuvo que la clase obrera estuvo prácticamente desmovilizada durante la primera etapa dictatorial -hasta 1980-81 aproximadamente- mientras que la otra, por el contrario, afirmó que la clase obrera resistió la política dictatorial. Entre las posiciones más claramente formuladas de la primera variante encontramos las de Francisco Delich y Alvaro Abós, y de la segunda las de Pablo Pozzi (y otros investigadores de su equipo) y James Petras.2

"Durante cinco años, la clase obrera y sus sindicatos permanecieron, en conjunto, inmóviles desde el punto de vista social y de la actividad sindical respectivamente...".

"... las fuerzas sindicales que durante los tres primeros años del régimen vegetaron bajo la feroz represión y que, a partir de 1979, comenzaron su rearme...". 3

"Nuestro planteo es que durante la última década la clase obrera argentina ha llevado adelante toda una serie de luchas y una sorda resistencia a los planes de ajuste". 4

"La clase trabajadora argentina no se ha quedado inmóvil... La explicación de esta inmovilización basada en la represión no puede explicar el hecho de que Argentina, con niveles de represión similares o mayores, han visto estallar la lucha por todo el país y en diversas industrias y regiones".5

¿Cómo es posible que existan posiciones tan disímiles frente a un mismo fenómeno? Esta pregunta, un clásico en la historiografía, y un lugar común de la idea que vastos sectores tienen de la Historia ("cada maestrito con su librito") en este caso permite indagar más profundamente en las operaciones discursivas de los que escriben sobre Historia, sus modalidades y sus móviles. Detrás de este dilema se encuentra el famoso "punto de vista", problema que el sello empirista de la historiografía argentina pretende desechar, como se limpian las migas de un mantel.6 

Avancemos en nuestra explicación. La primera modulación discursiva a tener en cuenta es qué se entiende por clase obrera y movimiento obrero. La vertiente de Delich y Abós asimila al conjunto de la clase obrera con la dirigencia de los sindicatos, y fundamentalmente con las direcciones nacionales, y a la movilización, con la movilización organizada nacionalmente.

Desde esta perspectiva las afirmaciones pueden ser limitadas, pero sus premisas no están alejadas de la realidad. Las principales federaciones sindicales y los gremios más combativos fueron intervenidos y descabezada su dirigencia. Los que se mantuvieron en sus puestos no tuvieron una actitud que pudiera calificarse precisamente de oposición consecuente al régimen, más allá de los distintos discursos de los dirigentes frente a la política dictatorial.

Sin embargo, no puede decirse que estuvieron totalmente inactivos. Para aquellos dirigentes más ligados al aparato del Estado y a las patronales, la acción represiva los "liberó" de la molesta disputa con los sectores más contestatarios, especialmente los líderes clasistas. Muchos de ellos pudieron continuar en sus puestos, cumpliendo un rol de colaboración en el disciplinamiento de sus dirigidos. En otros casos el régimen los desconoció como un interlocutor válido socialmente reemplazándolos por funcionarios del propio gobierno.

La acción de estos sectores sindicales se centró entonces, no en la resistencia, sino principalmente en mantener el diálogo con los funcionarios militares en una estrategia que los legitimara como "organizaciones que representan a la clase obrera" 7, en lograr lo que Abós denominó "procurar un lugar bajo el sol".8 Esto cubrió un espectro de posiciones que iban desde el apoyo explícito hasta las posturas relativamente críticas. Por su parte, el gobierno, a pesar de su política general de represión y desconocimiento de las organizaciones sindicales, no podía obviar un cierto nivel de contacto que permitiera acotar los términos del conflicto y un reducido margen de negociación.9

¿Será que la clase obrera se limita a las direcciones sindicales? ¿Las incluirá? Si entendemos por clase obrera "la clase de los obreros modernos, que no viven sino a condición de encontrar trabajo, y lo encuentran únicamente mientras su trabajo acrecienta el capital",10 al conjunto de estos obreros modernos, sus formas concretas, históricas de existencia y el grado de conciencia que han adquirido de su condición y las organizaciones en las cuales la expresan en su cotidiano enfrentamiento con la burguesía y las demás clases reaccionarias de la sociedad, ¿parte de qué clase son las direcciones sindicales?

Si bien es lícito que los investigadores reclamen el derecho de no tener que dar cuenta de aquellos objetivos que no se propusieron, también es necesario destacar que el uso de la sinécdoque en la historia es una operatoria discursiva bastante vieja y conocida y que sólo puede tener eficacia en el marco de miseria intelectual en la que nos encontramos -daría la impresión de que más como correlato de las derrotas populares, que de los discursos totalizadores-. Me refiero a la operación de hacer pasar las direcciones sindicales por el conjunto de la clase obrera y asignarles un papel unívoco quitando matices a los intereses y acciones de esa propia cúpula, que acentuaba en los 70 su inclusión en el aparato del Estado y se preparaba para el salto de "pro-patronal" a simplemente "patronal", pocos años después.

Pozzi y Shneider, en cambio, centran su análisis más allá de la dirigencia sindical y vuelven a preguntarse entonces:

"¿Hubo resistencia de la clase obrera a la dictadura? Si entendemos resistencia como batallas campales, es indudable que no. Pero si la entendemos como un sinfín de pequeñas acciones cotidianas, que incluyen desde el sabotaje y la huelga, hasta la reconstrucción de niveles de organización, es indudable que sí la hubo".11

Este aspecto ya había sido remarcado por Guillermo Almeyra:

"El golpe militar logró su objetivo: rebajar los salarios reales a casi la mitad, romper la organización central, eliminar las direcciones que podían encabezar la resistencia. Esta, sin embargo, se enraizó en las fábricas, se hundió en las profundidades de la clase obrera".12

Podríamos decir, entonces, que la actividad de los principales sindicalistas a nivel nacional y las bases obreras tuvieron objetivos diferenciados: unos peleaban por su reconocimiento, y los otros atacaban los objetivos principales de la dictadura, el disciplinamiento, la caída del salario y posteriormente, la reducción numérica de los obreros -y también de sectores de la burguesía- por medio de una serie de medidas que han sido caracterizadas como una política de "desindustrialización".

Entendemos que la política de desindustrialización tuvo un sentido doble para la Dictadura: uno económico, sobre la base del principio de retornar a la economía agroexportadora, en un proceso que efectivamente resultó en una reprimarización de la economía argentina, y otro sociopolítico, al desarticular la base material de aquellos sectores que, por sus intereses objetivos, obstaculizaron las estrategias económicas, sociales y políticas del bloque dominante oligárquico-imperialista.

Este aspecto es analizado por Ciafardini en los siguientes términos: "... se vuelve necesario desindustrializar, ya que, como resultado de la industrialización, habían surgido los bloques políticos que sin terminar de resolver hacia adelante la situación política argentina, obstaculizaban e impedían que el proyecto oligárquico-imperialista se desarrollase de manera coherente".13

El resultado más general de esta política fue una caída brutal en términos absolutos de la actividad industrial que afectó particularmente a las ramas de la industria mercadointernista expandida en las décadas anteriores, afectando sobre todo al empresariado nacional. Por otro lado, ciertos grupos económicos trasnacionales o grandes capitales vinculados al capital extranjero reforzaron su peso dentro de la estructura industrial así tronchada, en ciertos rubros de insumos industriales de uso difundido, aprovechando para su acumulación las relaciones orgánicas con el aparato estatal, a través de mecanismos de valorización financiera, endeudamiento privado externo y subsidios y privilegios utilizando para ello.14 Proceso que, continuado y profundizado en la década del ´80 y fundamentalmente en los ´90, produjo una honda reestructuración de la sociedad argentina.

En este sentido, no sólo podría afirmarse que la clase obrera resistió, sino que fue la clase que en tanto tal (y no sólo algunas individualidades o pequeños sectores afectados particularmente por la política represiva) resistió de manera más consecuente la política económica de la dictadura (ya que no les quedaba otro camino para continuar subsistiendo); en la medida en que los obreros pudieron identificar -con diferente grado de nitidez- el curso de los acontecimientos, estructuraron respuestas acordes a ese grado de comprensión. Muestra cabal y temprana de esto es la Carta de Salamanca que utilizamos de epígrafe y las manifestaciones de oposición que se verificaron en numerosos establecimientos en ocasión del golpe de Estado.

Despejados estos aspectos teóricos, pasemos al metodológico, y en este sentido, a la relación inescindible entre las preguntas que nos imponen nuestros puntos de vista y las fuentes a las cuales recurrimos para responderlas. Aquellos autores que reducen el papel de la clase obrera al de los principales dirigentes, se basan en la documentación oficial, y también en las publicaciones periódicas de circulación legal de la época. Por supuesto que es lícito utilizar las fuentes disponibles, pero nuevamente, si se les otorga el valor de "totalidad" a las fuentes producidas o controladas por las clases dominantes y se olvida la advertencia, que no por obvia fue menos preclara, de Jean Chesneaux, sobre la permanente acción estatal para destruir todo documento que permita develar sus secretos. ¡Qué no decir de esta operatoria durante la dictadura! ("el silencio es salud") ¡Cómo confiar en los diarios de circulación legal para reconstruir el pasado! Y más todavía, ¿qué puede autorizarnos como científicos a sintetizar los procesos sociales a partir de esas evidencias? ¿Es que podemos calmar nuestra sed de conocimiento con las respuestas de estos documentos a nuestras preguntas?

Por el contrario, aquellos que centran sus preocupaciones en la acción específica de los obreros en sus lugares de trabajo, sin desdeñar la documentación anterior, privilegian otro tipo de fuentes que permita identificar, por una parte, la existencia de sectores opositores y, por la otra, el accionar de los obreros, y que recoja sus voces e inquietudes lo más directamente posible.

En este sentido se ha revalorizado el papel de la historia oral, en donde a través de entrevistas a obreros, se expresan las vivencias y acciones cotidianas y el sentido que le dieron los propios sujetos.15

También se utilizan documentos de circulación clandestina, como periódicos políticos, boletines de fábrica, volantes, etc. Estos permiten aproximarse a conflictos que los medios legales de difusión y los papeles oficiales silenciaban o transmitían en forma muy parcial y distorsionada.

En correspondencia con el debate principal, podrían plantearse otros ejes de debate que abordaremos en particular: si aceptamos que hubo resistencia, ¿esta fue organizada o inorgánica? y ¿qué papel jugaron las direcciones sindicales?

Desde una mirada más abarcadora, dejamos planteadas otras preguntas que trascienden a este trabajo, aunque éste se inscribe en la reconstrucción de las tendencias de más largo plazo como, por ejemplo: ¿la dictadura se retiró sólo por sus conflictos palaciegos y la derrota argentina en Malvinas?, ¿o el pueblo jugó un papel fundamental en su desgaste y retirada? Si aceptamos que hubo fuerzas sociales que socavaron el poder dictatorial hasta incidir en su caída, ¿qué papel jugó en ese proceso la clase obrera?

Resulta interesante pensar entonces las discusiones precedentes en torno a un estudio de caso, como fue la huelga larga del frigorífico Swift de Berisso, que se extendió por 32 días entre noviembre y diciembre de 1979.

La huelga larga del Swift16

El Swift, uno de los principales frigoríficos de la Argentina, estuvo administrado por una intervención estatal desde 1971 -momento en que se declara la quiebra de la empresa norteamericana propietaria del conjunto de frigoríficos de capital norteamericano en la Argentina- hasta 1978, en que es entregada por el gobierno dictatorial a un precio ínfimo al grupo económico "Carnes Argentinas", compuesto por capitales presuntamente nacionales.17 Durante el acto de privatización, el ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz, señaló: "Este acto tiene un gran simbolismo porque importa la reversión de un proceso", agregando que la gestión del Swift había implicado un gasto de alrededor de 30 millones de pesos al Estado.18

A través de entrevistas y de documentación principalmente de circulación clandestina, como diarios de partidos políticos y el periódico "La Chaira" de la Agrupación 10 de Junio de los obreros de la carne, editado en febrero de 1980, hemos podido seguir con bastante detalle el proceso que desencadenó la huelga, su desarrollo, y su desenlace.

Los obreros del Swift, durante la etapa de la intervención estatal habían logrado mediante intensas luchas un convenio laboral, firmado en 1975, que había equiparado los sueldos del frigorífico a los de los trabajadores mejor pagos de la zona. Sin embargo, la inflación desatada desde fines de ese año, y que recrudecía cíclicamente, aunada a las trabas impuestas a los obreros para el reclamo de aumentos salariales, había reducido el salario hasta dejarlo entre los más bajos a nivel nacional.

El 24 de marzo del 76 la planta del Swift fue ocupada por el ejército y cerrada durante varios días para evitar que los obreros la tomaran. Se disolvió la Junta de Delegados y los dirigentes más combativos de la empresa fueron secuestrados o encarcelados. Con la cobertura de la política dictatorial, los nuevos dueños despojaron progresivamente a los obreros de las conquistas obtenidas, y mediante una acción de hostigamiento y de despidos puntuales, lograron reducir la planta de 5.200 a 3.000 trabajadores.19

Los obreros, atentos a las limitaciones que imponía la legislación dictatorial -en particular la ley 21.161 y la 21.400- y los peligros que conllevaba, desarrollaron durante el año ´78 y buena parte del ´79 formas particulares de luchas puntuales -subterráneas- adoptadas por el movimiento obrero en el período: quites de colaboración, paros parciales por sección, etc. Hacia fines de 1979 el grado de conflicto fue en aumento. Por una parte se habían producido hechos parciales para enfrentar las medidas que había implementado la empresa. Sin embargo, se había podido comprobar que estas pequeñas acciones resultaban casi siempre infructuosas frente a la dureza de la patronal. Pero a la vez iban creando un clima de conflicto latente que generaba una espiral ascendente con la acumulación de reivindicaciones parciales junto con la más general del aumento salarial.

En este contexto un nuevo elemento juega un papel de detonante, y es la noticia de que la planta va a cerrarse. Frente a la agitación reinante, el sindicato de la Carne de Berisso accedió al reclamo de la Junta de Delegados (supuestamente disuelta) y convocó a una huelga para el 8 de noviembre de 1979, con la idea de que, una vez lanzada, se iniciarían las negociaciones con la empresa. Sin embargo, esto no fue así y el paro se fue extendiendo hasta que la patronal despidió al conjunto de los trabajadores de la planta -alrededor de 2.000, ya que 1.000 aceptaron el retiro voluntario- y se reservó el derecho de decidir, caso por caso, la reincorporación de los cesanteados. Después de treinta y dos días de huelga, la medida de fuerza se fue desgastando y en una asamblea general se decidió aceptar las condiciones impuestas por la empresa.

Durante el desarrollo del conflicto pueden observarse los roles jugados por el Estado, en sus distintos niveles (Ministerio de Trabajo, intervención de la Federación de Obreros de la Carne, el gobernador, etc.), la patronal, la Iglesia, otros sectores sociales locales, el sindicato y los obreros, cada uno a partir de objetivos propios.

El grado de participación obrera y la prolongación del conflicto en el tiempo, así como la firmeza en la mayoría de los trabajadores en el mantenimiento de sus reivindicaciones -que es quebrantada hacia el final- permite observar:

a) la resistencia a las políticas implementadas y sus modalidades

b) un grado de organización y de cohesión que implicaba una rela-ción compleja y contradictoria con el sindicato, ya que este acompañó el conflicto, más allá de sus reservas, en función de la conservación de su lugar como representante de los sectores obreros, pero a su vez obstaculizó algunas medidas clásicas de la organización obrera, como la extensión del conflicto hacia otros sectores de la zona y la obtención de recursos económicos mediante campañas solidarias, así como la participación y discusión colectiva de la dirección de la medida por medio de asambleas generales, con la excusa de que éstas estaban prohibidas (recuérdese que también lo estaban las huelgas).

Aun así, la presión de los trabajadores a partir de una organización más democrática, interna al frigorífico, en particular a través de asambleas por sección y sus delegados -elegidos formal o informalmente- emplazó al sindicato para que encabezara la medida de fuerza.

En este sentido resulta oportuno reevaluar las interesantes elaboraciones de James Petras en relación a la existencia de dos "izquierdas" argentinas: una compuesta por "los líderes y coordinadores de las organizaciones formales, los políticos profesionales y los burócratas sindicales, los intelectuales y profesionales universitarios, y los voceros de las tradiciones marxistas y nacionalistas, que en gran medida proveen el aparato de las organizaciones formales y formulan el programa de la acción política a nivel nacional". La otra sería la clase trabajadora, que "tiene sus propias redes sociales, políticas y familiares... hay una subcultura común que une a la clase trabajadora independientemente de la organización formal, una subcultura que abarca al parentesco, la vecindad, el lugar de trabajo y los clubes sociales. Estas experiencias comunes separan a la clase trabajadora de la clase política". 20

Ciertamente esta diferencia puede apreciarse en la disociación de los cuadros sindicales nacionales y la lucha específica de los obreros del Swift, pero estos límites se hacen menos marcados en el plano local. En Berisso no existía una frontera tan marcada entre el sindicato y los obreros. En primer lugar porque "La historia de Berisso era la historia de la carne".21 De allí había salido Cipriano Reyes y toda una tradición de luchas obreras y, por lo tanto, la propia experiencia de vida cotidiana de los trabajadores se entremezclaba con esa historia. Berisso fue cuna y bastión del sindicalismo de izquierda y posteriormente del naciente peronismo; identidad obrera que se continuó hasta la época que nos ocupa.

Si bien el sindicato y los operarios tenían intereses específicos diferentes frente al conflicto, la propia dinámica de la lucha abarca a ambos actores. Es así que un trabajador con muchos años en el frigorífico habría planteado en la última asamblea: "No se puede perder el sindicato, la obra social, la sede, que tanto trabajo costó hacerlo".22 En forma correspondiente, aún cuando la posición inicial de la Comisión Directiva había sido iniciar el paro e inmediatamente iniciar negociaciones, con la idea de un conflicto corto, en una reunión de Junta de Delegados del 23 de noviembre -después de 15 días de huelga- la Comisión Directiva habría afirmado: "Hemos tenido la suerte de conversar con los compañeros después de mucho tiempo. Vemos que los compañeros están firmes, por eso vamos a seguir a muerte".23 Aún cuando más tarde la diferencia de objetivos, y también de orientación política hubiera incidido para que se abandonara esta posición, tanto en la Comisión Directiva como entre una buena parte de los obreros.

Tampoco estaba escindida la clase trabajadora de los activistas políticos en tanto muchos obreros también eran militantes, o lo habían sido, y jugaron un papel propagandizando sus posiciones, aún cuando resulte difícil mensurar hasta dónde pudieron influir en el desarrollo de la lucha. Sin embargo, la verificación de un conjunto de obreros, que en la práctica confluyó con las orientaciones de estos activistas -que podemos encontrar en sus periódicos y boletines- en posiciones muy firmes frente a la política patronal, permiten hacer hipótesis de cierta eficacia y cierto alcance de tales orientaciones.

Como bien señala Petras, el éxito de la dictadura en cortar los lazos verticales que unían a la clase trabajadora con la lucha política a nivel nacional no implicó abandonar la "lucha colectiva en favor de demandas clasistas".24 Efectivamente, "la actividad local organizada alrededor de industrias, fábricas o vecindades particulares" fue el escenario posible de la lucha "como un sinfín de pequeñas acciones cotidianas".25

A la vez, la "huelga larga del Swift" fue mucho más allá de estas pequeñas acciones cotidianas, teniendo en cuenta que se trata de un conflicto llevado a cabo por obreros industriales, de un modo sostenido y prolongado en el tiempo a pesar de los extremados peligros que se corrían. Por eso su análisis resulta tan valioso.

Diversos elementos incidieron en la extensión de la medida, entre ellos las propias maniobras de la empresa para utilizar la crisis en función de sus propias presiones hacia el gobierno y sus intenciones de vaciamiento y cierre del establecimiento. También el interés del gobierno para controlar el nivel de confrontación. Pero la extensión y profundidad de la medida evidencia el mantenimiento hasta cierto punto de sus niveles de organización, no sólo informales, sino también formales que permitieron potenciar las decisiones de la gran mayoría de los trabajadores del frigorífico en una dirección unificada, sumada a la dinámica propia de la lucha, que una vez lanzada impulsó hacia adelante aún a aquellos que tenían más reservas sobre sus resultados.

La dureza de la patronal y el respaldo obtenido erosionan la unidad inicial de los obreros y su organización, culminando el conflicto con la renuncia de algunos, las cesantías de otros, como prólogo del vaciamiento y cierre del frigorífico poco tiempo después.

Sin embargo, en el mediano plazo este conflicto podría ser leído como parte de un nuevo ciclo de resistencia obrera (que había tenido expresión nacional con un primer paro en abril de 1979, convocado por la comisión de los "25") que parecería constituir un prólogo de la generalización de la resistencia popular antidictatorial que inicia la década siguiente. Lejos de una "inmovilidad" hasta 1980, de un simple vegetar de los obreros y sus organizaciones, este caso confirma el contenido de las tesis contrarias sustentadas por los trabajos de autores como Pozzi, Schneider y Petras, citados anteriormente. Muestra además que esa resistencia pudo apoyarse en experiencias, recursos y los restos de sus organizaciones que heroicamente mantuvieron vivos en la peor época para librar no sólo batallas cotidianas sino también luchas de mayor envergadura.

 Los alcances de este análisis de caso no buscan ir más allá. Aun cuando las consecuencias de la política dictatorial dejarían hondas huellas en el movimiento y la clase obrera -que pesarían en su historia posterior- es preciso tomar en cuenta el grado en que esas luchas fueron abonando un proceso en espiral que incidió en la retirada de la dictadura militar.

Conclusiones

Si bien ciertamente el estudio de un caso no permite sacar conclusiones generales en relación a muchas de las preguntas que están planteadas, posibilita en cambio observar la dinámica de los conflictos en ese momento, las estrategias diseñadas por los trabajadores para expresar sus necesidades y tratar de imponerlas, así como el tipo de respuesta que obtuvieron.

Podemos identificar entonces una serie de elementos teóricos y metodológicos que permitan un conocimiento más profundo del tema y su evaluación más completa.

Para esto resulta imprescindible trascender, por supuesto, las fuentes oficiales y utilizar documentación que permita un seguimiento más detallado del proceso.

También es necesario realizar un seguimiento de los casos particulares como parte de un proceso histórico, por un lado, pero también en su dinámica, dependiente del contexto, como así del propio desarrollo del conflicto.

En este sentido resulta relevante el estudio de aquellos actores que desde fuera de la clase obrera obstaculizan o favorecen el desarrollo de la acción: la patronal, la política más general del Estado y la acción de sus funcionarios, la iglesia y los sectores locales involucrados directa o indirectamente en el conflicto.

Identificar los liderazgos formales e informales que encabezan las medidas y su relación con el conjunto de los trabajadores; no indiferenciarlos, pero tampoco escindirlos totalmente. Así como es relevante comprender la articulación entre los distintos niveles de organización y acción: sindicato, delegados, trabajadores, etc.

También es necesario estudiar las posiciones y las acciones específicas del conjunto de los obreros, como un sector ideológica y políticamente heterogéneo, que actúa por consenso en direcciones que no están predeterminadas.

Por último volvemos al inicio y el debate teórico. Entendemos que es "el punto de vista" -y no la sofisticación metodológica-, el que abre todo su potencial de apertura, de posibilidad creativa e indagadora. No es necesario ser historiador para apoyarse en una lectura de la historia y buscar los indicios ocultos de una Historia que se actualiza en las tendencias del presente. Ya la experiencia histórica de un obrero, como René Salamanca, aprovechando un asentado conocimiento científico sobre las dinámicas políticas, podía prever el dilema que se le planteaba a la clase obrera en el año 1975, y en este dilema advertir las dos tendencias principales del movimiento obrero que se expresaron en un momento en el que ya él no pudo ni analizar ni intervenir. Conociendo preguntas y respuestas previas, fue posible también, para Rodolfo Walsh, bucear apropiadamente bajo la "propaganda abrumadora" para encontrar los datos que le permitirían afirmar científicamente que lo que la Junta Militar llamaba "aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades". En el mismo movimiento, también confirmaba tanto las previsiones de Salamanca como el contenido objetivo de los conocimientos históricos en los que ambos se basaban ¿Qué responsabilidad no nos cabe entonces a los historiadores para ser consecuentes con nuestra ciencia?

Notas:

1. Joseph Fontana, Historia. Análisis del pasado y proyecto social (Barcelona: Crítica., 1982), 10.

2. Alvaro Abós, Las organizaciones sindicales y el poder militar. 1976-1983 (Buenos Aires: CEAL, 1984). Pablo Pozzi, Oposición obrera a la dictadura (Buenos Aires: Contrapunto, 1988).

3. Francisco Delich, "Después del diluvio, la clase obrera" en Alain Rouquie, comp. Argentina hoy (México: Siglo XXI, 1982). Es muy interesante advertir el matiz discursivo que se genera a partir de incluir dos afirmaciones contradictorias en el texto: por una parte se afirma que la parálisis duró cinco años, es decir, hasta avanzado el año 1980, y luego se afirma que duró tres años, lo cual no logra atenuar demasiado la primera impresión de que sólo al final de la dictadura la clase obrera pudo iniciar su rearme.

4. Pablo Pozzi y Alejandro Shneider, "Debatir la dictadura. La situación del proletariado argentino", Dialéctica, num. 5/6 (septiembre de 1994).

5. James Petras, "El terror y la hidra: el resurgimiento de la clase trabajadora argentina" en James Petras, Clase, Estado y Poder en el Tercer Mundo (México: Fondo de Cultura Económica 1981) 289.

6. "... una reconstrucción confiable de los hechos viene dada por las reglas de la historiografía y por la capacidad de entender el pasado en términos propios". Levantado de una mesa redonda en la Feria del Libro integrada por Hilda Sábato y Fernando Devoto. Revista Ñ 2005 9 de mayo.

7. Alvaro Abós, Las organizaciones sindicales y el poder militar. 1976-1983 (Buenos Aires: CEAL, 1984) 98.

8. Rafael Bitrán y Alejandro Schneider. "Dinámica Social y Clase Trabajadora durante la dictadura militar de 1976-1983" en Alejandro Schneider y otros, Nuevas tendencias en el sindicalismo: Argentina-Brasil (Buenos Aires: Biblos, 1992) 86.

9. Francisco Delich, "Después del diluvio, la clase obrera" en Alain Rouquie, comp. Argentina hoy (México: Siglo XXI, 1982) 146.

10. Carlos Marx y Federico Engels, Manifiesto Comunista (Buenos Aires: Anteo 1986) 43.

11. Pablo Pozzi y Alejandro Shneider, "Debatir la dictadura. La situación del proletariado argentino", Dialéctica, num. 5/6 (septiembre de 1994).

12. Guillermo Almeyra, La clase obrera en la Argentina en Alberto Pla, comp., La década trágica. Ocho ensayos sobre la crisis argentina en 1973-1983 (Buenos Aires: Tierra del Fuego 1984) 29

13. Horacio Ciafardini., Crisis, inflación y desindustrialización en la Argentina dependiente (Buenos Aires: Agora 1990) .66.

14. Daniel Aspiazu, Eduardo Basualdo y Miguel Khavisse, El nuevo poder económico en la Argentina de los años 80, (Buenos Aires: Legasa 1986)  130.

15. Bitrán y Alejandro Schneider. "Dinámica Social y Clase Trabajadora durante la dictadura militar de 1976-1983" en Alejandro Schneider y otros, Nuevas tendencias en el sindicalismo: Argentina-Brasil (Buenos Aires: Biblos, 1992).

16. Para un análisis puntual de este conflicto Gabriela Gresores, "Conflictos obreros en la industria frigorífica bajo la Dictadura Militar" en Revista Ciclos num. 22 (2001).

17. Gabriela Gresores, "De cabeza de león a cabeza de ratón. el caso del Swift, 1957-1980" en Cuaderno del PIEA num. 13 (2000) 125.

18. Diario La Nación 1977 10 de Octubre.

19. La Chaira, 5.

20. Esta concepción es sumamente relevante, ya que identifica como "izquierda" al conjunto del movimiento popular, incluyendo tanto a las "tradiciones marxista y nacionalista", por el contrario designa como "clase política" a las dirigencias sindicales y cúpulas partidarias colaboracionistas o comprometidas con la dictadura James Petras, "El terror y la hidra: el resurgimiento de la clase trabajadora argentina" en James Petras, Clase, Estado y Poder en el Tercer Mundo (México: Fondo de Cultura Económica 1981) 289.

21. Testimonio de Daniel Egea, dirigente sindical del Swift. Eduardo Anguita y Martín Caparrós, La voluntad (Buenos Aires: Norma, 1997)  349.

22. La Chaira, 36.

23. La Chaira,  26.

24. James Petras, "El terror y la hidra: el resurgimiento de la clase trabajadora argentina" en James Petras, Clase, Estado y Poder en el Tercer Mundo (México: Fondo de Cultura Económica 1981) 290.

25. Pablo Pozzi y Alejandro Shneider, "Debatir la dictadura. La situación del proletariado argentino", Dialéctica, num. 5/6 ( septiembre de 1994)

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14. Anguita, Eduardo y Caparrós,Martín. La voluntad. Buenos Aires: Norma, 1997.         [ Links ]

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