SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.8 número2Los sindicatos en contra: luchas y protestas por el ajuste en córdoba. El sindicato de obras sanitarias y su enfrentamiento con el estado provincialApuntes sobre experiencias locales: ¿una mirada extracéntrica sobre el prt-erp? índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Revista Escuela de Historia

versión On-line ISSN 1669-9041

Rev. Esc. Hist. vol.8 no.2 Salta jul./dic. 2009

 

ARTICULO ORIGINAL

Memoria y violencia política en la argentina reciente: de organizaciones sociales a grupos armados, la cocha, tucumán, 1970

(Memory and political violence in recent argentina: from social organizations to armed organizations, la cocha, tucumán, 1970)

 

Gustavo Fabián Correaa, Jorge  Carrizob y David Corbalánc
a - Profesor adscripto al Proyecto Nº 1804/0 CIUNSa, IEHS; b - IES La Cocha, Tucumán;c - IES La Cocha, Tucumán

 


Resumen:

El objetivo de este trabajo es contribuir al estudio del pasado reciente en Tucumán, en particular de la localidad de La Cocha, en el período comprendido entre 1966-1976, donde la masiva participación  de los jóvenes en intensas luchas políticas y sociales de la época derivó en algunos casos en  la opción por la lucha armada, luego  reprimida ilegalmente por el terrorismo de Estado. Pretendemos rescatar desde la memoria una visión del pasado distinta tanto a la versión oficial impuesta por las dictaduras militares, como también a la "teoría de los dos demonios" o cualquier intento de reivindicar la violencia política,  victimizando a los asesinados por el terrorismo de Estado que, olvidando su condición de militantes  de un  proyecto político, y más allá de sus trágicos desaciertos (algunos compartidos por la mayoría de la sociedad argentina, como el desprecio a la democracia), encarnaron ideales de compromiso personal y justicia social hoy imperceptibles luego del terror y del individualismo neoliberal.   

Palabras clave: Violencia política; Memoria; Dictadura militar; Proscripción; Organizaciones armadas

Abstract:

The aim of this paper is to contribute to the study of the recent past in Tucuman, in particular the City of La Cocha, in the period 1966-1976, where the massive participation of youth in intense political and social struggles of the time I derive in some cases the choice of armed struggle, then illegally suppressed by state terrorism. We aim to recover from the memory a different vision of the past both the official version ordered by the military dictatorships, as well as the "theory of the two demons" or any attempt to claim political violence victimizing those killed by state terrorism, forgetting his status as a political militant and beyond their tragic mistakes (some shared by the majority of Argentina society as contempt for democracy), embody ideals of personal commitment and social justice today after systematic terror imperceptible and the individualistic neoliberal deluge.

Keywords: Political violence; Memory; Prohibition; Military dictatorship; Armed organizations


 

 Introducción

El objetivo principal de este trabajo  consiste es realizar un aporte al conocimiento del pasado reciente en Tucumán, en particular de la localidad de La Cocha, en el período comprendido entre 1966-1976, y contribuir al estudio acerca de los sentidos y representaciones que adquiere el pasado reciente, en la sociedad  de hoy, a partir del rescate de la experiencia y la memoria de algunos de los propios actores políticos y sociales que actuaron en ese momento histórico.

A medida que avanzó la investigación del equipo conformado por alumnos y docentes del profesorado de Historia de La Cocha, descubrimos, más allá de la crónica periodística disponible y del tradicional relato de la historia institucional, la existencia de una sociedad movilizada por grandes conflictos donde los jóvenes participaron masivamente en las intensas luchas políticas y sociales de la época, que luego serán reprimidos por el terrorismo de Estado.

La Cocha no fue ajeno a este proceso; al contrario, muchos de sus hijos tuvieron un activo rol en estos hechos  donde incluso  las propias características geográficas, económicas y culturales del lugar, de su sociedad y su gente se conjugaron para impedirle a esta tierra  permanecer ajena a los vaivenes de la historia.

Consideramos válido el abordaje de la historia reciente desde los testimonios y relatos orales de los protagonistas en tanto combine, por un lado, un riguroso apego a las fuentes documentales e historiográficas que incluyan exhaustivos criterios de verificabilidad y, por otra parte, respete siguiendo a Elizabeth Jelin tres premisas elementales: "...Primero, entender las memorias como procesos subjetivos, anclados  en experiencias y en marcas simbólicas y materiales. Segundo, reconocer a las memorias como objetos de disputas, conflictos y luchas, lo cual apunta a prestar atención al rol activo y productor de sentido de los participantes de esas luchas, enmarcados en relaciones de poder. Tercero, historizar las memorias, o sea reconocer que existen cambios históricos en el sentido del pasado, así como el lugar asignado a las memorias en diferentes sociedades, climas culturales, espacios de luchas políticas e ideológicas..." (Jelin, E.:2002,2).

Precisamente, si los procesos de significación subjetivos están vinculados a determinados ideales y principios compartidos intergeneracionalmente, constitutivos de unidades políticas y sociales de acción  que orientaron la conducta de los actores en el pasado y que desde allí se reconstruyen y cambian en permanente diálogo o conflictos con otros en el presente, es porque ese espacio de experiencia histórica individual o colectiva incorporaba aunque desde diferentes perspectivas un horizonte de expectativas para el futuro en el  que aún  hoy  en el contexto de nuevas coyunturas y escenarios políticos, permanecen vigentes junto a sus obstáculos y no dejan de producir modificaciones en las diferentes interpretaciones que intentan comprender el pasado, transformar la realidad  e imaginar un futuro más deseable.

En este sentido, nuestro trabajo intenta rescatar desde la memoria  una visión del pasado distinta tanto a la versión oficial de la historia impuesta a sangre y fuego por las dictaduras militares de lo años '60 y '70, así como también a la teoría de los dos demonios, donde  equivocadamente se pone en igualdad de condiciones la violencia de grupos armados con la ejercida ilegalmente por el Estado, o cualquier intento de reivindicar la violencia política, victimizando a los asesinados por el terrorismo de Estado, olvidando su condición de militantes de un proyecto político que, más allá de sus trágicos desaciertos (al final de cuentas algunos compartidos por la mayoría de la sociedad argentina, como el desprecio a la democracia), encarnaron ideales de compromiso personal y justicia social hoy imperceptibles luego del terror sistemático y del aluvión  individualista neoliberal.    

Nuestra mirada se dirige entonces a indagar a partir del silencio del presente quiénes fueron aquellos jóvenes del lugar que participaron en estos sucesos, qué ideales los guiaban, cuáles fueron los caminos que condujeron a abandonar  su militancia parroquial en su pueblo, para  convertirse en combatientes de aquellos grupos armados como la organización1 política militar peronista "Montoneros", por qué reivindicaron la violencia como un recurso valido de cambiar la realidad.

Este trabajo constituye un esfuerzo por intentar comprender los motivos que guiaban su acción en relación con el contexto histórico local y nacional que les tocó vivir, elegir y actuar, rescatar su identidad de militantes políticos, como también dilucidar por qué  La Cocha fue importante para ellos.

Pero ante todo, procura superar las memorias individuales en la búsqueda de un relato histórico colectivo que nos integre a todos y nos ayude a esclarecer  los problemas irresueltos de la sociedad argentina contemporánea. Compartiendo lo que afirma Pilar Calveiro en su libro Política y/o Violencia: "... La memoria  puede hurgar por los vericuetos no de una verdad única, pero si de verdades parciales, sucesivas, que reconstruyan los hechos que los interpreten desde distintos ángulos y que nos permitan acabar con diversas impunidades (...) En este sentido es necesario recuperar quienes fueron los militantes de los años 70¨, que hicieron y que no hicieron para potenciar el estallido de violencia que termino por destruirlos... Se trata en consecuencia de un doble movimiento; recuperar la historicidad de lo que se recuerda, reconociendo el sentido que en su momento tuvo para sus protagonistas, a la vez que revisar el pasado como algo cargado de sentido para el presente..." (Calveiro, 2006:11).   

El contexto local. Tucumán 1966-1976.

Tucumán arde

El 28 de junio de 1966 el presidente Arturo Illia es derrocado por las Fuerzas Armadas encabezadas por el general Onganía, consumando un nuevo atentado contra la legalidad institucional, anunciando grandes cambios en la estructura política, económica, social y cultural del país.

En lo político, la dictadura proponía un régimen con un férreo control militar y un duro autoritarismo, suprimiendo por tiempo indefinido la actividad partidaria, clausurando comités, destruyendo padrones y profundizando la decisión de proscribir al peronismo. Inspirado por intelectuales de la derecha conservadora profundamente antiperonista,  católicos  y liberales,  se propulsó la adhesión a la política internacional norteamericana que prescribía impedir el avance del comunismo en todos los ámbitos  de la sociedad civil con la participación de las fuerzas armadas. Con ese fin, se tomaron extraordinarias medidas destinadas a extirpar prácticas políticas sociales y culturales ligadas a la crítica y a la protesta social, a la rebeldía juvenil y a las manifestaciones culturales e intelectuales opositoras por considerarlas como una antesala del comunismo. La universidad pública fue violentamente intervenida en "La Noche de los Bastones Largos" y el activismo político fue reprimido severamente.

En lo económico, el gobierno militar se nutrió de ideas y personajes del liberalismo conservador criollo y de los representantes de grandes corporaciones empresarias, cuyos verdaderos intereses radicaban  en la forma de desmantelar el Estado benefactor implantado por el peronismo y someterlo a la eficiencia competitiva del capital. De este modo, la autoridad del Estado debía orientarse a debilitar los reclamos laborales y neutralizar al sindicalismo peronista limitando el derecho de huelga al establecer el arbitraje obligatorio, legitimar intervenciones, retirar personerías gremiales y avanzar sobre las obras sociales. Para combatir la inflación, la receta consistía en una fuerte devaluación, aumento de los precios de los servicios, de los combustibles, congelamiento salarial, suspensión de la paritarias, privatización de algunas actividades estatales, despidos de personal en empresas publicas y drásticos recortes de subsidios a las economías regionales. Bajo la máscara de la modernización y la eficiencia,  grandes empresas de capital extranjero se favorecieron de los beneficios de la arbitrariedad estatal  realizando grandes inversiones, adquiriendo empresas nacionales especialmente  tabacaleras y concentrando la economía en un puñado de grandes firmas.

Será precisamente en Tucumán donde se manifestarán descarnadamente en toda su magnitud y de modo ejemplificador (por sus consecuencias) las intensiones de destruir el Estado de bienestar construido por el primer peronismo y, sobre todo, achicar la base social del principal partido político de la Argentina.

En agosto de 1966 se anunció el cierre definitivo de 11 ingenios azucareros poniendo fin a la política basada en los principios de justicia distributiva, característica del peronismo, suprimiendo abruptamente los subsidios que garantizaban la actividad azucarera, asestando un duro golpe a la economía tucumana, disminuyendo brutalmente los niveles de empleo al despedirse aproximadamente a 50.000 trabajadores y determinando una masiva migración a las grandes urbes industriales de más de 200.000 tucumanos. La población de la provincia disminuyó de 960.000 a 750.000 habitantes, numerosos pueblos quedaron semideshabitados y algunos incluso perdieron la categoría de ciudad, como Simoca, que sufrió la migración de más del 30% de sus residentes. La pérdida de los cupos de materia prima afectó principalmente a pequeños y medianos propietarios y a trabajadores del surco que se vieron forzados a retirarse de la actividad, abandonando el campo para proletarizarse en los suburbios de las capitales provincial y nacional. Rápidamente la crisis se generalizó afectando las actividades terciarias, fundamentalmente en áreas rurales,  como el comercio interpueblo  y el transporte, e incluso debilitó la actividad gremial y política por el éxodo de trabajadores y militantes de las asociaciones sindicales vinculados principalmente al peronismo más combativo.

El ajuste en las empresas estatales nacionales y en la empobrecida  administración pública provincial, fuertemente atada a la suerte de la agroindustria azucarera, generó una ola de protestas desde los talleres ferroviarios de Tafí Viejo hasta los empleados estatales de las distintas reparticiones y los municipales. Incluso la Policía hacía oír sus quejas por la carencia de elementos necesarios para la represión.

Durante el período 1966-1974 la inestabilidad política, económica y social de Tucumán se reflejó en la sucesión de interventores civiles y militares que desfilaron por el gobierno. El cierre de los ingenios Bella Vista, Esperanza, La Florida, Lastenia, La Trinidad, Nueva Baviera, Santa Ana y San Antonio constituía la cuestión de fondo. La medida se extendió luego a los ingenios Mercedes, Los Ralos, San José, San Ramón, Amalia y Santa Lucia. Los cierres se concretaban en forma de operaciones militares, con efectivos armados del Ejército y la Policía, sin ahorrar abusos y atropellos. De 27 ingenios que habían participado de la zafra de 1965 sólo 16 molieron en el '66 y el efecto devastador se hizo sentir en todos los ámbitos de la vida social. Poco a poco la protesta  fue tomando forma  violenta, sobre todo en el ingenio de Bella Vista, donde el pueblo salió a la calle a expresar su reclamo. El gobierno reprimió con dureza que incluyó una víctima fatal, enardeciendo los ánimos. Se dispuso, además,  el retiro de la personería jurídica de la FOTIA y el congelamiento de  sus fondos. El conflicto se extendió a la universidad pública, a los empleados estatales e incluso a pequeños y medianos comerciantes nucleados en la Federación Económica de Tucumán, perjudicados por el retroceso de la actividad y la competencia de las cadenas de supermercados instaladas recientemente en la provincia.

El gobierno de Onganía buscó contrarrestar los efectos sobre la desocupación a través de un programa de inversión denominado Operativo Tucumán, donde se propiciaba la  instalación de empresas no azucareras especialmente de capital extranjero que buscaban reducir de acuerdo a las tendencias económicas de la época sus costos laborales y de materia prima, radicándose en países atrasados pero con mano de obra calificada. El mismo disponía a través de un régimen promocional grandes ventajas impositivas para su radicación. Así se instalaron la citrícola San Miguel, las plantas de Robert Bosch y sobre todo Saab Scania, fábrica de camiones pesados. También se promovió un programa de inversiones públicas que incluía la culminación del dique la Angostura en Tafí del Valle, la construcción de hosterías, centros judiciales, artísticos y recreativos en toda la provincia. Sin embargo,  las inversiones y los 3.000 puestos de trabajo creados por las nuevas plantas industriales no fueron suficientes para reestablecer los niveles de ocupación ni la multiplicadora actividad económica generada por los ingenios.

El 3 de noviembre  de 1968 se inauguró en la CGT de la ciudad de Rosario la muestra "Tucumán arde", que consistía en la proyección de filmaciones, grabaciones y fotos recogidas en Tucumán con afiches y cuadros explicativos sobre las conexiones del Estado con el poder económico. La idea, según un estudio de Andrea Giunta  ("Vanguardia internacionalismo y política.2001), "... era la búsqueda de un arte colectivo  que actuara directamente sobre la realidad y que denunciara las situaciones políticas y económicas que aquejaban el país y un lugar propicio para comenzar parecía ofrecerlo la candente crisis que afectaba la provincia de Tucumán (...) se entendía que el gobierno con el Operativo Tucumán tendía a destruir la pequeña y mediana empresa y proteger a los grandes industriales". La muestra fue clausurada en la Capital Federal por la presión del gobierno y la policía.

El activismo en la localidad de La Cocha

La Cocha es un departamento ubicado en el sur de la provincia de Tucumán, a 120 kilómetros de la capital y que cubre una superficie de 917 kilómetros cuadrados.

La actividad económica principal es la agricultura y la propiedad de la tierra combina grandes latifundios con numerosos pequeños y medianos propietarios. Los principales cultivos  en los años '60 eran  el tabaco, el  maíz, el zapallo, el anco y en menor escala hortalizas para comercializarlas en la zona. Por la característica subtropical del pedemonte tucumano que se extiende hasta La Cocha, la explotación de la caña de azúcar, si bien fue importante, disminuyó notoriamente luego del cierre del ingenio La Invernada a principios del siglo XX y no  constituyó un factor determinante del modelo de producción e ingresos de los pobladores rurales. Los latifundios empleaban aún una gran cantidad de campesinos en relación de dependencia, incluidos minifundistas que, sin dejar de realizar  sus  pequeños cultivos  de tabaco  hortalizas o crianza de animales indispensables para su dieta alimentaria, reforzaban sus ingresos con un salario fijo emigrando incluso  al centro de la provincia de mayo a noviembre (el período de la zafra),  para trabajar en los surcos de caña. A comienzos de los años '60 se instala la acopiadora tabacalera Massalin y Velasco, luego Massalin Particulares, "... y posteriormente entraron Compañía Nobleza y Piccardo e Imparciales que con el tiempo se fusionaron con las anteriores." (Pedro Vásquez, 1994:88). 

El pequeño casco urbano es el centro de las actividades comerciales burocráticas, financieras y culturales de un puñado de villas y pequeños pueblos cercanos. Allí se encuentran la estación del tren,  el  juzgado de paz,  la comuna, la policía, las sucursales del banco provincial, escuelas primarias, secundarias y la biblioteca local. Es importante  destacar que para la década del '60 la mayoría de la población rural carecía de servicios públicos como agua, gas y luz eléctrica.

Entre esas localidades adyacentes se encuentra San Ignacio, un pueblo de pequeños agricultores ubicado a 5 kilómetros de la ciudad de La Cocha. Su origen se remonta al período colonial, pues constituyeron junto a Tafí del Valle y Lules los principales asientos de los Jesuitas en Tucumán. La parroquia construida en medio de un cementerio era el punto de referencia más importante del lugar. Allí, la Arquidiócesis de Concepción había construido una casa de retiro espiritual que se convirtió en un dinámico centro de actividades pastorales. Congregaba a numerosos jóvenes de la localidad y recibía la continua visita de seminaristas y sacerdotes de todo el país. Es  en este ámbito donde Elisa Montoya, cuatro de sus hermanos mayores y una amiga y compañera de escuela, Rosita Quiroga, comienzan un largo camino de militancia y resistencia en las actividades parroquiales de la juventud de la acción católica de San Ignacio.

Relata Elisa Montoya, en nuestra entrevista, recordando a su familia:

"Mi padre, si bien contaba con algunas hectáreas, trabajaba para un patrón que le pagaba con vales y él recordaba cómo con Irigoyen empezó a cobrar plata. Además, con mis 13 hermanos ayudábamos en la zafra a un tío de Santa Ana. (Departamento Río Chico a 50 Km. de La Cocha - Tucumán)  con varias hectáreas de caña...".

Recuerda que, en el marco de estas actividades pastorales y sociales, en el año 67 se comenzaron a realizar campamentos con sacerdotes provenientes de Santa Fe, Córdoba y La Rioja, algunos  vinculados a obispos como Enrique Angelelli en La Rioja, Alberto Devoto en Goya y Vicente Zaspe en Santa Fe. Estos sacerdotes provenían del movimiento de curas del tercer mundo que, inspirados por las reformas de Juan XXIII y con el testimonio de Camilo Torres, dan inicio a la organización de sacerdotes comprometidos con el evangelio y dirigidos a asistir a los sectores más postergados de la sociedad. Este tipo de experiencia se venía realizando en el NEA a través de las ligas agrarias que, como modo de organización de los sectores rurales para paliar su pobreza, abogaban por la creación de cooperativas, federaciones, sindicatos u otra forma de representación de  sus intereses y la consecución de ciertas reivindicaciones y soluciones a las necesidades locales.

En Tucumán, algunos sacerdotes ya organizaban actividades y tareas sociales en la campaña desde 1966, teniendo en cuenta la grave situación social abierta con el cierre de los ingenios e involucrándose en las luchas en contra de esas medidas, instalando ollas populares con los vecinos y obreros de las localidades afectadas. "En 1968 por ejemplo, organizaron campamentos en Bella Vista, Los Ralos y Ranchillos con la idea de colaborar con los pobladores locales en  trabajos desarrollados en el marco de un programa que empleaba a gente desocupada. Entre los participantes estuvieron Domingo Bresci y Héctor Botan, dos curas venidos de Buenos Aires que fueron a Ranchillos a limpiar rutas y acequias..." (Lanusse, 2007:328).  En este sentido, era conocido el cura Juan Ferrante, quien  venía trabajando en la conformación de una cooperativa con los obreros despedidos de Bella Vista.

En La Cocha, cuenta Elisa, "... con el apoyo de estos curas constituimos un grupo de acción católica y organizábamos reuniones donde discutíamos de política, economía y de la necesidad de hacer algo... intentamos formar un sindicato que represente a los campesinos pero nos encontramos con cientos de trabas para conseguir la personería jurídica... eran los mismos sindicatos los que nos ponían trabas, nos cansamos de eso y formamos nuestro propia agrupación, porque veíamos la necesidad de organizarnos, porque la situación estaba muy mal en el campo... en esos días, mi papá se mudó a Catamarca para dedicarse a la cosecha de papa. En esta agrupación empezábamos a hablar ya de un cambio revolucionario e incluso de la lucha armada... así constituimos la agrupación Che Guevara y recuerdo que Rosita propuso en una reunión de la acción católica en Monteros la necesidad de la lucha armada. Armó un revuelo bárbaro y la echaron..."

A partir de 1969 la temperatura política y social de la provincia fue en permanente aumento. La protesta de los obreros de los ingenios cerrados se fue expandiendo a pueblos enteros y la represión policial se intensificaba.

Aquellas escaladas llegaron a su pico en las últimas semanas de mayo. En la ciudad de Tucumán se produjeron casi diariamente tomas de facultades, instalación de barricadas en las calles céntricas, actos relámpagos y enfrentamientos callejeros..." (Lanusse, 2007:316).

Efectivamente, la protesta social por la dura crisis económica provocada por el cierre de los ingenios rápidamente desembocó en la radicalización de lucha política contra el régimen de proscripción, represión y opresión del onganiato. Se conformó entonces un heterogéneo  pero extenso marco opositor que incluía a los sectores más combativos del sindicalismo alineado en la CGT de los Argentinos que dirigían Raimundo Ongaro y Agustín Tosco; expresiones de izquierda clasista revolucionaria como el PRT; gremios de los trabadores del surco de los ingenios San José, San Pablo, La Esperanza y La Providencia; la izquierda independiente del gremio docente bajo la conducción de Arancibia; jornaleros, desocupados y vecinos de las barriadas de San Cayetano, Villa Amalia y Ciudadela e incluso comerciantes y empleados públicos..." (Crenzel, 1991:145 y 149). Es necesario agregar el activismo de la JP movilizando en todos los frentes sociales fogueados en los años de militancia de la resistencia.

La represión también se intensificó, destacándose una mayor presencia del Ejército y de los servicios de inteligencia del Estado de acuerdo a los lineamientos prescriptos por la Doctrina de Seguridad Nacional  para el control militar de la seguridad interior. En ese año se allana el local de la Federación Económica de Tucumán, "que congrega a la pequeña y mediana burguesía comercial de la provincia que con su presidente, José Chebaia, participa en determinadas iniciativas de las fuerzas populares llamando al cierre de los negocios como repudio al gobierno y a la represión. También allanan la sede de la Universidad, colegios secundarios, la sede de la FOTIA, la CGT regional Tucumán, el sindicato de vendedores de diarios y revistas y la sede de los empleados de comercio, así como las viviendas particulares de determinados cuadros de dirección del movimiento estudiantil y obrero, incendiando ranchos y viviendas humildes de las barriadas de Villa Alem y San Cayetano. Desde las fuerzas populares se atacan las cosas que son visualizadas como sedes del poder: el jockey club, la casa de gobierno, comisarías. También se cortan vías férreas y rutas por obreros ferroviarios y del azúcar..." (Crenzel, 1991:137).

De este modo, en un marco de profunda conflictividad social y descontento popular durante los años 1969-1973 el activismo de estos grupos de militantes sociales se irá politizando hacia posiciones más radicales que orientaran, paulatinamente, a la agitación y a la organización de operaciones de acción directa más complejas y violentas, en medio de una gran conflictividad social y con continuas protestas y demandas de empleados públicos provinciales, municipales y sectores productivos privados afectados por la crisis. Todo ello, sumado a las permanentes tomas de ingenios, los reclamos de los desocupados obreros del azúcar y la desesperante situación de numerosas comunidades rurales abandonadas a su suerte.

En algunos grupos peronistas radicalizados cobró nuevo impulso la idea de hostigar y desestabilizar al régimen presionando por el retorno de Perón, instalándose un foco guerrillero en Taco Ralo, al sur de la provincia, por parte de  las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas).

En este sentido, la idea era dar una cachetada al régimen, empezar una guerra y ganarla. "Si conseguimos liberar una zona de Tucumán con los 100.000 obreros de FOTIA, más algún regimiento que se prenda, más alguna gente que se dé vuelta, entonces después, Salta y Jujuy y ya tenemos las fronteras con Bolivia... si nos va mal podemos intentar la retirada por Catamarca y la frontera con Chile..." (Eduardo Anguita y Martín Caparros, 1997).

Luego del Cordobazo, la escalada de violencia culminará en varios estallidos importantes, que se iniciarán en Tafí Viejo con obreros de los talleres ferroviarios y estudiantes y  luego con el gran Tucumanazo, donde los enfrentamientos entre estudiantes, obreros, comerciantes, contarán con un notorio apoyo de la población civil desbordando durante varios días la represión de los  efectivos de la Policía provincial. La rebelión sólo pudo ser sofocada con el auxilio  de  tropas regulares del Ejército y Gendarmería.

Sin embargo, la agitación da sus frutos y Onganía es sustituido por el general Levington, mientras que en Tucumán una sucesión de interventores civiles y militares abandonan su función ante las autoridades militares reconociendo las limitaciones del Operativo Tucumán y sin poder controlar la ola de protesta callejera. En esas circunstancias es designado el coronel Jorge Videla como comandante de la V Brigada de Infantería con asiento en la capital tucumana, ejerciendo con discrecionalidad prerrogativas militares y políticas. Ante él asumen y renuncian los interventores del gobierno provincial y bajo su mando se subordinan el Ejército, la Policía provincial, Federal y la Gendarmería constituyendo un poder paralelo basado en la fuerza militar en un inédito avance de las fuerza armadas sobre la sociedad civil.

A las armas

En este contexto de agitación, inestabilidad y represión se completa la transición del grupo "San Ignacio" desde una organización pastoral con trabajo social a la conformación de un grupo político-militar, iniciando pequeños operativos como volanteadas, pintadas, encuentros de  estudio y discusión acerca del camino a seguir, las posibles alianzas y las posibilidades de realizar algunas otras actividades de acción directa en conjunto.

Según el testimonio de Hugo Agustín Sánchez, ex oficial montonero, "... la opción por la lucha armada  fue un paso natural para estos grupos católicos inspirados en la teología de la liberación. Al  principio la "célula" se llamó Che Guevara para luego pasar a  formar parte de Montoneros...".

Para estos grupos la Iglesia debía acompañar las luchas de los pobres en contra de la opresión política, económica, cultural y social del pueblo. Según su lectura de la realidad, el pueblo argentino estaba representado por el peronismo. De este modo, estos sectores provenientes de la juventud católica fusionaron ideas de la teología de la liberación y la tradición de la izquierda revolucionaria latinoamericana con el peronismo, e ingresaron  a las organizaciones que legitimaban la lucha armada y la violencia de abajo como respuesta a la violencia de arriba.

Dice Hugo Sánchez: "En Tucumán varios curas y seminaristas estaban comprometidos con la causa del pueblo y con trabajo directo en las bases, de este modo en los orígenes de montoneros  en Tucumán las primeras reuniones se organizaban en el seminario mayor con la presencia de laicos, sacerdotes y seminaristas...".

Después de la aparición oficial de la agrupación armada montoneros con el secuestro y muerte del  general Pedro Eugenio Aramburu, el grupo de San Ignacio se dispersa para accionar contra el régimen  en distintos frentes urbanos. Sin embargo, esta decisión no fue sencilla.

Según el testimonio de Cacho Montoya, ex militante montonero  e integrante del grupo San Ignacio, "... la discusión si la actividades políticas y militares debían realizarse en el ámbito rural o urbano eran intensas. Finalmente se decidió que la lucha debía priorizarse en la ciudad ya que se podía contar con el apoyo de los estudiantes,  de los sindicatos y de  otras organizaciones peronistas y de izquierda...".

Efectivamente, luego de la ejecución del general Aramburu, símbolo del antiperonismo, Montoneros fue congregando diferentes grupos combativos de diversa índole bajo su liderazgo, profundizando la conformación de una compleja organización político-militar que combinaba operaciones de guerrilla urbana cada vez más intensas con la militancia de base en distintos frentes sociales, que incluían las típicas actividades de agitación contra el régimen, como el apoyo a las manifestaciones de los estudiantes y obreros de los sectores más combativos encolumnados con la nueva CGT de los Argentinos y liderados por dirigentes como Atilio Santillán, Benito Romano, Leandro Fote -de la FOTIA- y los hermanos Arancibia -del gremio docente- de impecable prestigio y trayectoria. Así, se sucedieron una serie de operativos cada más complejos y audaces, y comenzaron a ser frecuentes los asaltos a bancos, a casas que vendían pelucas, a camiones con alimentos que se repartían posteriormente en las villas de emergencia. Hubo una pintada en la Casa de la Independencia y asaltos a la Dirección de Estadísticas de la Provincia, el Buen Pastor -con el fin de liberar a una reclusa-, la Sucursal II del Correo, el puesto provincial de La Banderita y la cárcel de Villa Urquiza. Este último dejó un saldo de cinco policías muertos y se sumó, asimismo, la voladura del Club de Golf del Jockey Club de Tucumán en Yerba Buena (La Gaceta).  

En 1972, con el segundo intento de regreso de Perón, recrudece nuevamente la violencia con un sangriento enfrentamiento entre estudiantes y el Ejército en la Quinta Agronómica, donde resulta muerto un estudiante, mientras se suceden asesinatos en plena calle e innumerables atentados con bombas, muchos de los cuales ya son atribuidos al accionar también ilegal del aparato represivo del Estado a cargo de grupos parapoliciales vinculados a las fuerzas de seguridad. Hasta ese momento, sin embargo, el enemigo estaba constituido por el régimen "antiperonista y pro imperialista" y el mito movilizador, "la vuelta de Perón", prometía el regreso a la justicia social de los años gloriosos del primer peronismo y, por qué no, la construcción de "la patria socialista", según la perspectiva de la organización montonera.

Precisamente fue la habilidad para adoptar estas  consignas lo que le otorgó originalidad al fenómeno montonero y le permitió ganar la legítima representatividad de amplios sectores del peronismo y de la sociedad misma, especialmente de una juventud extraordinariamente politizada, proveniente de todas clases sociales e incluso de orígenes no peronistas. En efecto, montoneros canalizó las distintas formas de descontento económico, político, social y cultural que se habían engendrado en la sociedad argentina desde el golpe militar, conjugándolas con la tradición de lucha de la resistencia peronista, ganando la simpatía de viejos militantes y algunas premisas ideológicas abrevadas tanto en el cristianismo revolucionario como en la izquierda latinoamericana, como -por ejemplo- el espíritu de sacrificio personal, la legitimación de la violencia de "abajo" contra la violencia de "arriba" o la adopción de la táctica de guerrilla urbana para desafiar al Estado y forzar una rebelión popular que cobró vigor luego del estallido del Cordobazo. 

Como afirma Luís Alberto Romero, "... desde 1969 se produjo en la sociedad argentina una fuerte movilización social que combatió contra la dictadura y el imperialismo, abrió frentes variados y dio curso a distintas formas de activismo. Existió por entonces una confianza segura en que un futuro mejor estaba al alcance de la mano, lo que  multiplicó la movilización y un enorme entusiasmo por participar..." (Romero, 2004:189).

Al respecto, Hugo Sánchez afirmaba: "Comenzamos a reunirnos en las casas de viejos peronistas que habían participado activamente en la resistencia. Ellos luego nos protegían y colaboraban ocultando armas y revistas y documentación...".

Elisa Montoya nos cuenta: "Yo creo que mi tío, que había participado con los Uturuncos, nos influyó mucho...".

En esos años montoneros desarrolló una compleja organización, que estaba constituida por células armadas clandestinas, regidas por una férrea disciplina militar, con jerarquías y mandos verticales y un movimiento de superficie que reunía a numerosas organizaciones y grupos de militantes de distinta extracción -al principio anárquicas y sin conexión entre ellas- que poco a poco se fueron unificando y subordinando a la juventud peronista montonera. Estos constituían el peronismo de base y militaban realizando tareas sociales y educativas  en los barrios, activismo en sindicatos, universidades o escuelas secundarias, ganando literalmente la calle, transformándose en el principal polo de movilización del peronismo y de la propia sociedad argentina, poniendo en retirada a sus adversarios dentro del partido y haciendo desaparecer prácticamente al resto de las expresiones políticas. 

Un nuevo escenario: de la alegría a la frustración

En 1973 la dictadura emprende la retirada en un país convulsionado y convoca a elecciones, inaugurando un nuevo escenario en donde el ala izquierda del peronismo, representada por la JP de la Tendencia y Montoneros (luego de apoyar a Cámpora para que éste convoque a nuevas elecciones y permitir el regreso de Perón), logra una ley de amnistía para sus presos políticos encarcelados durante la dictadura y coloca a varios dirigentes en importantes funciones de gobierno.

La campaña fue monopolizada por el enorme poder de movilización de la JP, que borró a sus competidores dentro y fuera del partido marcando el apogeo de la mística militante y el cenit de lo que se pensaba como "la primavera de los pueblos".

En Tucumán, el primer acto de gobierno de Juri fue dirigirse a la cárcel de Villa Urquiza luego de la asunción y encabezar, desde los balcones del penal, rodeado de conocidos presos políticos, una impresionante manifestación por la liberación de los mismos.

Sin embargo, inmediatamente comienza la puja por el poder entre  Montoneros y el ala derecha del movimiento, representado por el sindicalismo ortodoxo y diversos sectores de la derecha vinculada a las fuerzas de seguridad, que veían a la JP como una infiltración comunista. La manifestación más cruda del enfrentamiento interno se realizará en Ezeiza, en el acto que saludaba la vuelta definitiva de Perón.

Cuenta el ex militante montonero universitario en Tucumán Cacho Sosa Padilla: "En cada acto competíamos con la J Perra y la CGT para ver quién llevaba más gente. Una vez sobre la avenida Alem desfilaron por el palco más de 45 minutos con obreros que traían obligados de las fábricas; nosotros, más de dos horas... teníamos gente de todos los frentes: de la unidades básicas del peronismo de base, éramos fuertes en La Bombilla, El Chivero, El Sifón (barrios marginales donde aún hoy no entra la Policía), teníamos los estudiantes, los desocupados del interior, las mujeres de la agrupación Evita, los gremios combativos...  éramos muchos. Muerto Perón, la cosa se puso fea, en las pintadas a la noche siempre nos seguían autos sin chapas que nos cagaban a tiros y nosotros respondíamos porque custodiábamos armados...".

El comienzo del fin

El regreso de Perón al gobierno, lejos de proclamar la revolución socialista, por el contrario apeló a la pacificación y a la fórmula de pacto social que intentaba reeditar la vieja receta de la alianza corporativa  entre capital y trabajo. Para ello reforzó el poder de la burocracia sindical que se encontraba en desventaja frente a la ola movilizadora liderada por la Juventud Peronista, que con el respaldo armado de Montoneros había encabezado el recrudecimiento de las   demandas laborales ganando el apoyo de los dirigentes de base.

Luego de la asunción de Perón, Montoneros se atribuye una serie de acciones y asesinatos, entre ellos el del dirigente gremial Rucci, con la idea, según Sosa Padilla, de "... presionar a Perón para negociar un cambio de rumbo...".

Sin embargo, Perón se decidió por el sector tradicional del peronismo, separando a la Tendencia de los puestos de poder conseguidos con Cámpora y apoyando a Lorenzo Miguel y Casildo Herrera a combatir a los dirigentes gremiales disidentes de la CGT clasista. Por otro lado, con el nombramiento de López Rega en el Ministerio de Bienestar Social comenzó a articularse otra organización paramilitar  -la Triple A- con el objetivo de combatir a la Tendencia. Para ello se conformaron grupos de choque con cuadros provenientes del sindicalismo ortodoxo, de las fuerzas de seguridad y pistoleros mercenarios financiados con recursos públicos. La ruptura definitiva se produce el 1 de mayo de 1974 cuando la Tendencia abandona la Plaza de Mayo cantando "qué pasa general que se llena de gorilas el gobierno popular", bajo los insultos y acusaciones de "imberbes e infiltrados" proferidos desde el balcón de la Casa Rosada por su líder.

A partir de allí, se desata una escalada de violencia con asesinatos y atentados explosivos que manifiesta el crudo enfrentamiento de Montoneros con el aparato represivo del Estado y los grupos paramilitares de la Triple A, cuyos métodos incluyen ya el secuestro, la tortura y el asesinato. Luego del ataque al regimiento de Azul, Perón condena explícitamente los desbordes guerrilleros y anuncia en una comunicación remitida a la guarnición de Azul la "decisión soberana de operar una revolución en paz y que el reducido número de sicópatas  que va quedando sea exterminado uno a uno para bien de la República." (La Gaceta).

Tras la muerte de Perón la violencia crece en forma vertiginosa. En Tucumán se suceden importantes hechos que incluyen atentados, secuestros, matanzas y persecuciones por parte de grupos parapoliciales hacia militantes y dirigentes políticos o sindicales combativos, y la respuesta a las mismas por parte de la organizaciones armadas Montoneros y el ERP, donde se destacan el ataque al regimiento de Catamarca y las muertes del vicepresidente del Centro Azucarero Argentino y presidente del ingenio de Concepción, ingeniero José María Paz, y del capitán Humberto Viola y su pequeña hija por un comando del ERP.

En 1974 el estallido de explosivos se hace habitual en la ciudad y la violencia urbana se traslada al campo. El Ejército Revolucionario del Pueblo decide instalar un foco de insurgencia en el monte tucumano con el objetivo de crear una zona liberada y forzar una situación revolucionaria. Las razones de iniciar la guerrilla en Tucumán giraban principalmente en  torno a la idea de que la grave situación social de la provincia posibilitaría el apoyo de las masas campesinas. 

En agosto del ese año Tucumán vuelve a ser el centro de las actividades montoneras. Un comando logró colocar explosivos en un canal que atravesaba la pista del aeropuerto Benjamín Matienzo  haciendo estallar un avión Hércules C130  que trasportaba efectivos antiguerrilleros. El saldo: cinco muertos y 40 heridos.

Luego de estos hechos el Estado nacional respondió enviando a las fuerzas armadas con el objetivo de "aniquilar la subversión", dando inicio al tristemente conocido "Operativo Independencia". Allí se desarrollaron todos los métodos brutales que caracterizaron a la represión durante el proceso militar. Sin embargo, la acción del Ejército no se limitó sólo a una operación militar. Para sustraer y aislar a la guerrilla de la población se aplicaron estrategias de "áreas protegidas" que combinaban el terror con la ayuda social, reubicando la población campesina en localidades que les otorgaban el acceso a viviendas y a servicios públicos, aislando la guerrilla y socavando el apoyo inicial de los campesinos conseguido por la participación en la lucha por los cierres de los ingenios.

La enorme disparidad de fuerzas a favor del Ejército regular definió rápidamente la cuestión y prácticamente a finales de 1975 el foco guerrillero estaba desarticulado. Mientras tanto Montoneros, muy hostigado, optaba por pasar a la clandestinidad.

Respecto a este proceso, Hugo Sánchez nos relata en tono autocrítico: "... evidentemente comenzamos a equivocarnos. En primer lugar, perdimos el rumbo de la acción política por la lógica militar... al pasar a la clandestinidad  perdimos contacto con la realidad y dejamos compañeros de la militancia de base en la superficie al descubierto... todo medíamos en términos de militarización y la acción armada; en segundo lugar, cometimos errores en seguridad, luego de la amnistía muchos compañeros quedaron marcados y eran conocidos por haber estado en la cárcel... los fueron cazando uno a uno... es el caso de Alzogaray que tenía una compañera lindísima, como una modelo... nunca podía haber pasado desapercibida en Villa Muñecas; y en tercer lugar, el asesinato de Rucci fue un error ".

Sosa Padilla explica que "... estábamos equivocados, creíamos que la revolución estaba a la vuelta de la esquina, no veíamos el contexto internacional: en Chile, Pinochet; en Paraguay, Stroessner, dictaduras en Bolivia, Brasil y Chile; deberíamos haber vuelto a la política y preservar a los compañeros...".

En marzo del 1976 finalmente se produce el golpe de Estado y se inicia el proceso militar instalándose, en toda su magnitud, el terrorismo de Estado.

En 1976 las principales organizaciones armadas deciden unificarse bajo el liderazgo de Montoneros y planifican la realización de operaciones conjuntas. El proceso no fue fácil. El PRT-ERP, luego de la Declaración Conjunta de Santiago de Chile del 25 de agosto de 1972 (ERP-Montoneros - FAR), inició una serie de contactos en busca de la unidad y/o coordinación entre ellos. Sin embargo, las diferencias ideológicas eran importantes: Montoneros, desde su nacimiento, se definía como cristiano-peronista y se consideraba como vanguardia del movimiento para llevarlo hacia una revolución nacional y popular de tipo socialista de la mano del general Perón. El PRT-ERP, en tanto, se definía públicamente como clasista marxista-leninista y subestimaba al peronismo por considerarlo un movimiento reformista y no revolucionario y a su líder como un militar burgués y fascista. Creían en la teoría del foco guerrillero rural, a diferencia del peronismo montonero, que creía en las posibilidades de la guerrilla urbana.

En enero de 1974, como consecuencia del sangriento ataque a la guarnición militar de Azul, las discrepancias se acentuaron ante las críticas públicas hacia Montoneros por dicha acción armada. Estos, para no forzar un enfrentamiento con el presidente constitucional (Perón), tuvieron que salir rápidamente a mostrar discrepancias hacia la acción del ERP. No obstante, las conversaciones entre ambas organizaciones se mantenían y a partir de la muerte del presidente, el 1 de julio, y el pasaje a la clandestinidad de Montoneros, el 6 de septiembre, esas relaciones fueron en aumento.

En un Boletín Interno del ERP posterior, analizando la relación entre ambas organizaciones, se reconocía que  "... hace poco más de seis meses se retomaron las relaciones a nivel dirección de nuestro partido y Montoneros y ha habido positivos avances en las discusiones realizadas. Se abrieron perspectivas amplias para el trabajo unitario e incluso para la formación de un solo "partido" y un solo ejército guerrillero en nuestra patria".

Montoneros, decidido a abrir un frente rural, inicia actividades en Tucumán.

La Cocha y la primera contraofensiva montonera

A principios de 1975, Montoneros destacó dos observadores al frente rural del ERP en esa provincia y creó una Unidad Básica de Combate Logística (UBCL) con la que apoyó a la Compañía de Monte "Ramón Rosa Jiménez", proporcionando armas, medicamentos y refugio a los guerrilleros del ERP en forma regular. (Eusebio G. González Breard).

A principios de 1976, los efectivos montoneros que operaban en esta zona de la provincia se calculaban en 30 combatientes, 150 a 200 militantes y un indeterminado número de simpatizantes. También en esa época se tuvo conocimiento de que la Unidad Básica de Combate (UBC) Oeste sería la encargada de formar la "Unidad de Monte" que operaría en Tucumán. El objetivo fundamental era levantar un frente en la retaguardia que desviara la atención de la represión y sirviera de base de aprovisionamiento y escape de las operaciones en el centro y sur del país.

La Cocha se convierte en un punto de referencia importante por su ubicación geográfica, pues el departamento limita con Santiago del Estero y Catamarca, con rutas de fácil acceso hacia Córdoba a Salta y cerros cercanos con numerosas cuevas y grutas que fueron utilizadas como depósitos de armamentos luego del asalto al regimiento de Formosa. Además, algunos oficiales montoneros son oriundos de la zona y ya habían iniciado la tarea de reclutamiento de voluntarios en provincias del Noroeste argentino para facilitar su operatividad entre la población.

La zona de operaciones futura prevista fue el Noroeste de Tucumán y el cordón de Medina ya utilizado por "Uturuncos" a fines del ´50. Ya en la fecha señalada se habían efectuado reconocimientos de 40 asentamientos, que eran lugares en el monte preparados como campamentos futuros. (Posteriormente fueron destruidos por patrullas del Ejército, no encontrándose hombres ni pertrechos).

Limitados en las comunicaciones y con grandes bajas las operaciones se dificultan. Cerca de El Cadillal fueron abatidos cuatro integrantes de montoneros, entre ellos Juan Carlos Alzogaray, hijo del general Julio Alzogaray, ex comandante en jefe del Ejército y sobrino de Álvaro Alzogaray. 

Relata Hugo Sánchez: "La misión del grupo, dos compañeras y dos compañeros, era reconocer el terreno para iniciar las operaciones con el ERP que, maltrechos, nosotros les ayudábamos con guita y logística. Según el compañero sobreviviente, habían decidido pasar la noche en el monte a pesar de que un baquiano los vio, ellos evaluaron que no diría nada... el compañero se adelantó y cuando sintió un tiroteo regresó escondido y vio como al lado de un camión yacía Paco Alzogaray destrozado a bayonetazos, siendo ultimado por balazos en la cabeza... el compañero huyó y logró salir a la ruta... sé que los milicos sabían quién era, por eso se ensañaron... luego vino el padre al comando, donde lo corrieron, y él decía: Vine por la madre, que lo quería ver...  él sabia que iba a morir así... estaba descuartizado...".

Hugo Sánchez reseña que "... después del golpe las unidades de montaña fueron destruidas o aisladas. Algunos compañeros estuvieron 150 días deambulando por el monte", de modo que el objetivo de la fuerza de monte, de instalarse en los cerros tucumanos para garantizar  una retaguardia a las operaciones realizadas en el centro y  sur del país, y en donde La Cocha cumpliría un papel estratégico fundamental, quedo definitivamente aniquilado.

A modo de conclusión

Elisa Montoya, algunos de sus hermanos, Hugo Sánchez, Sosa Padilla, sobrevivieron al infierno escondiéndose durante largos años entre la multitud de Buenos Aires. Rosita Quiroga no tuvo la misma suerte: fue alcanzada por la  represión cuando volvía a La Cocha para ver a sus hijitas. Los padres de Hugo continúan desaparecidos. En el pueblo, los años de represión, las cíclicas crisis económicas e inestabilidad política y un sistema democrático que aún no termina de dar respuestas para todos, conformaron en la mentalidad colectiva de su gente un campo fértil para el olvido, la reserva y la desconfianza hacia quienes fueron protagonistas de un particular momento histórico.

Algunos pueblerinos aún hoy repiten "... los que llegaron a La Cocha no eran curas, eran guerrilleros disfrazados... nunca se los vio celebrar una misa". Sin embargo, afirmaciones de esta naturaleza alcanzan a ocultar la gravedad de los problemas económicos, políticos y sociales que engendraron la violencia en Tucumán en los años 70` y que hoy todavía persisten aún irresueltos.

Algunos historiadores afirman que el cierre de los ingenios significó "... el inicio de la destrucción de una provincia". (Pucci 2007). Para otros, como María Celia Bravo, se trató de "uno de los primeros casos de cirugía sin anestesia, recurso que posteriormente fue utilizado ampliamente durante la década menemista". (La Gaceta  3 de agosto de 2006).

Tal vez la razón más importante que impulsó a miles de jóvenes a ofrecer su vida fue sencillamente la injusticia, el autoritarismo y el descreimiento de que el sistema democrático sea capaz de solucionar los problemas de las mayorías populares.

Efectivamente, el caso de Tucumán en los '70 no es un hecho aislado. Aquí se ensayaron todas las estrategias revolucionarias y represivas: la teoría del foco guerrillero rural, la guerrilla urbana, los métodos de contrainsurgencia, la destrucción de las organizaciones civiles, el asesinato de dirigentes y militantes, la censura, la propaganda y la represión. Con el macabro objetivo de imponer la paz y el orden, se destruyeron las organizaciones de la sociedad civil para reemplazarla con la máscara de la administración eficiente del bussismo.

La radicalización de la protesta contra el régimen autoritario ante la destrucción de los cimientos del Estado de bienestar y la proscripción del partido mayoritario, desató una reacción violenta de los sectores sociales perjudicados que, imbuidos de las tendencias mundiales de cambio radical de los años '60, sumado a la debilidad del sistema político argentino de canalizar los conflictos de clase en el marco de las instituciones democráticas, concluyó por reivindicar la violencia como un camino legítimo para superar las injusticias sociales que genera la concentración del capital. La resistencia de los hijos de pequeños propietarios de La Cocha da cuenta de esto. 

Notas:

1 - Los cuadros militares de Montoneros se denominaban "Orga" para diferenciarse de los militantes de base de la JP de la Tendencia.

Bibliografía:

1. Calveiro Pilar: Política y/o Violencia. Buenos Aires: Grupo Norma Editorial,  2006.         [ Links ]

2. Giunta, Andrea: "Vanguardia internacionalismo y política". Tucumán: Archivo Diario La Gaceta.         [ Links ]

3. Vásquez, Pedro: Los jesuitas de San Ignacio. Historia de La Cocha. Tucumán: Gráfica del Noroeste, 1994.         [ Links ]

4. Crenzel, Emilio: El Tucumanazo. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1991, Tomo I y II.         [ Links ]

5. Anguita, Eduardo y Caparros, Martín: La voluntad. Buenos Aires: Grupo Editorial Norma, 1997, Tomo I.         [ Links ]

6. Romero, Luis: Sociedad democrática y política democrática en la Argentina del siglo XX, Buenos Aires: Editorial Universidad Nacional de Quilmes, 2004.         [ Links ]

7. Pucci, Roberto: La destrucción de una provincia. Tucumán: Universidad Nacional de Tucumán, 2007.         [ Links ] 

8. Gillespie, Richard: Los soldados de Perón. Montoneros. Buenos Aires. Ed. Grijalbo B.A., 1987.         [ Links ] 

9. Lanusse Lucas: Cristo revolucionario. La iglesia militante. Buenos Aires: Ediciones Argentina, Vergara Editor,  2007.         [ Links ]

10. Rappoport, Mario: Historia de la economía argentina. Buenos Aires: La Página, 2007.         [ Links ]

11. Rosenvaig, Eduardo: Historia social de Tucumán y del azúcar. Tucumán: Universidad Nacional de Tucumán, 1986.         [ Links ]

12. Rosenvaig, Eduardo: Crisis de un modelo y modelo de una crisis. Tucumán: Universidad Nacional de Tucumán, 1988.         [ Links ]        

Fuentes documentales:

1. Archivo Diario La Gaceta. Ejemplares Enero a Diciembre de 1969.

Entrevistas:

1. Hugo Sánchez

2. Elisa Montoya

3. Cacho Motoya

4. Sr. Sosa Padilla

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons