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Revista Escuela de Historia

versión On-line ISSN 1669-9041

Rev. Esc. Hist. vol.9 no.1 Salta ene./jun. 2010

 

ARTICULO ORIGINAL

Un historiador en los márgenes: Ceferino Garzón Maceda y su lugar en la historiografía cordobesa

(A historian on the borders: Ceferino Garzón Maceda and his place in Cordoba's Historiography)

Victoria Natalia Murua
Escuela de Historia, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, Chavisacate 1670, Córdoba, 5000, muruavictoria@yahoo.com.ar


Resumen:

Luego de la caída del peronismo en 1955 se inicia un período de renovación historiográfica marcada por la influencia de modos de entender y hacer la historia que plantean un profundo viraje de las formas más tradicionales y que manifiestan la importancia de los enfoques económicos sociales. Diferentes historias de la historiografía argentina reconstruyen este período. Es en este proceso que el campo académico de Buenos Aires, Rosario y Córdoba se presentan como los lugares centrales de dicha renovación acompañados por figuras clave como la de José Luis Romero en Buenos Aires y la de Ceferino Garzón Maceda, menos reconocido, en el ámbito cordobés. Esta presentación se inscribe en el marco de un proyecto de investigación de dimensiones más amplias que tiene por objetivo revisar los alcances y limitaciones que dicha renovación tuvo en el ámbito argentino en general y en el cordobés en particular. En esta oportunidad hemos optado por presentar una primera aproximación indagatoria a lo que constituye la figura de Ceferino Garzón Maceda en dicha renovación.

Palabras clave: Historiografía; Peronismo; Renovación; Córdoba

Abstract:

After the fall of peronism in 1955 begins a period of historiographic renovation marked by the influence of ways of understanding and making history that caused a profound turn of the most tradicional ways and that show the importance of the economics and socials approaches. Different histories of argentine historiography reconstruct this period. In this process the academic field of Buenos Aires, Rosario and Cordoba shows as the main places of such renovation with figures like Jose Luis Romero in Buenos Aires and Ceferino Garzón Maceda, less known, in Cordoba. This paper is part of a larger research Project whose goal is to revise the implications and limitations that this renovations had in the argentine field in general and in Cordoba in particular. In this opportunity we present a first approach to the figure of Ceferino Garzon Maceda and his role in that renovation.

Keywords: Historiography; Peronism, Renovation; Córdoba


Introducción

El Departamento de Historia fue creado en 1957 para luego de once años llegar a ser lo que hoy se conoce como Escuela de Historia; sin embargo, y para ser justos con aquellos que produjeron historia aún sin ser historiadores, la institucionalización de la disciplina ha de fecharse desde la creación del Instituto de Estudios Americanistas, fundado en 1936, cuyos objetivos se encaminaban a promover e intensificar las investigaciones de carácter histórico publicando, organizando archivos, patrocinando cursos y eventos y manteniendo vínculos con el país y el extranjero. De este modo la universidad se hacía cargo por primera vez de los estudios de carácter histórico. Ciertamente, la historia de la Escuela de Historia, y por ende la Universidad toda, está unida a la de esta institución que fue referente de profesionalización allí cuando todavía la Escuela no existía. En el desarrollo del Instituto de Estudios Americanistas quedan plasmadas las normas que van regulando las orientaciones del quehacer del historiador y las tramas institucionales que caracterizan, según las épocas, el campo académico. En los comienzos del Instituto la dirección estuvo a cargo del Dr. Enrique Martínez Paz y si bien la investigación y profesionalización de la disciplina recibieron gran impulso desde allí, el trabajo del historiador no implicaba una ruptura ni una alternativa al modo en que se venía realizando desde la Junta de historia y otros ámbitos ya establecidos y legitimados desde fines del siglo XIX.

Con la caída del peronismo se inaugura en la Argentina un período de apertura ideológica y cultural, nuevos actores sociales aparecen con fuerza luego de años de marginación. Se trataba de intelectuales que integraban el frente antiperonista, quienes  desde las universidades y otros ámbitos de la cultura, emprendieron una transformación en los modos de producción y difusión del conocimiento, como así también de diferentes expresiones artísticas, tales como las revistas y diarios, nuevos o viejos, entre las que se pueden nombrar Contorno (1953-1959), Pasado y Presente (1963-1965 y 1973), renovando su posibilidad de publicar, no sin censuras, pero posibilitando un nuevo espacio para la expresión que superaba el ámbito de la intelligentia académica. Las traducciones y entrevistas a Jean Paúl Sartre, el inusitado prestigio que adquirió el psicoanálisis, la experimentación en el tango de Astor Piazzolla, el movimiento informalista de artistas como Luís Felipe Noe y de Edgardo Antonio Vigo, el realismo mágico y las elevadas ventas de autores como Gabriel García Márquez, Julio Cortazar y Mario Vargas Llosa, que se caracterizaron por expresar públicamente sus inclinaciones políticas de izquierda, sumados a los innumerables cines clubes que pululaban por Córdoba en los sesentas, son ejemplos de este caldero de vanguardias que venían a renovar la manera de concebir el arte.

Esta inclinación al cambio y la renovación se debió a la influencia del contexto mundial post Segunda Guerra, la  Revolución Cubana y los movimientos antiimperialistas que recorrían el Tercer Mundo, y al contexto de la misma Argentina post peronista que abría la posibilidad para repensar su pasado y su presente bajo nuevos cristales, luego de años de proscripción y autoritarismo. La universidad, como institución estatal no estuvo al margen de los vaivenes políticos y es ella misma ejemplo de los aires nuevos de este ambiente.
El proyecto de reconstrucción de la universidad bajo los principios de la Reforma del 18', los juicios a profesores que ocuparon cargos sin concurso durante el golpe del 43' y el nombramiento de un militante socialista e investigador reformista, como así también los muchos centros de investigación vanguardistas que se abrieron, como el Instituto Di Tella fundado en 1958,  y los innumerables viajes y congresos realizados en el exterior, son ejemplos de cómo en la misma universidad se perfiló un nuevo ambiente que, nutrido de un contacto más estable y fructífero con la historiografía internacional, favoreció a que en el ámbito de la comunidad académica de las ciencias sociales paulatinamente se fueran incorporando elementos nuevos en las maneras de construir y abordar la historia, elementos que intentaba actualizar la tarea historiográfica incorporando de un modo pragmático los aportes que en el ámbito académico mundial venían difundiéndose. Con un marcado desfasaje temporal, se fue construyendo un ambiente que podemos calificar de renovación, que cuestionó las tradicionales reglas que validaban y sostenían el quehacer del historiador que implicaron, por los años sesenta una Renovación Historiográfica en el mundo intelectual que recibió el influjo de los planteamientos de las nuevas corrientes en boga.

De este modo, la historiografía francesa, la tradición marxista anglosajona, la historia social norteamericana y la historia social de la política en Alemania se convirtieron en los nuevos referentes para la tarea del historiador, estimulando una modificación respecto a la forma tradicional en la que se venía haciendo la historia. El acento en lo procesual por encima de lo acontecimental, el holismo metodológico y los enfoques sociológicos en la explicación histórica son algunos ejemplos de estos nuevos influjos que recibió  la historiografía de la época. El resultado sería una historia estructural de orientación económica social que suponía un deslizamiento importante respecto de los presupuestos que mantenía la Nueva Escuela Histórica de principios del siglo XX. Exponentes de ello son los trabajos de José Luís Romero, quien se convirtió en el principal impulsor de la renovación de los estudios históricos en Argentina.

Pero esta renovación historiográfica no implicó la consumación de una nueva línea de investigación que se impusiera de manera hegemónica frente a la vieja tradición histórica ya que la Nueva Escuela Histórica siguió ganando adeptos y manteniéndose como vertiente plausible y legitimada de ser emprendida para la tarea histórica. Incluso más, luego de los avatares de mediados de los sesenta, los presupuestos de los historiadores más tradicionales recobraron, si es que se puede decir que lo perdieron alguna vez, su primacía en la producción y divulgación de los estudios históricos.

De este modo, la Renovación en Argentina tomó matices importantes con respecto al nuevo modo en que se estaba concibiendo la tarea del historiador a nivel mundial. En primer lugar porque estuvo caracterizada por esta tensión entre Nueva Escuela Histórica e historiadores sociales, lo cual tuvo su expresión en las fuertes competencias profesionales por ocupar espacios de poder institucionalizados y por la imbricada manera de construir/hacer la historia que muestra la historiográfica de la época, como una gama de producción bastante heterogénea y poco definida.

Revisar el modo preciso en que ambas líneas de investigación conviven y se influyen se convierte así en una tarea ineludible si se pretende analizar esta modificación en la forma de hacer y comprender la historia. Por otro lado, la realidad historiográfica argentina se complejiza aún más por las particularidades locales del proceso. Al ser Córdoba, uno de los principales centros de tal renovación es que creemos oportuno y prioritario analizar el papel que ésta desempeña en el proceso. Es por ello que nos detendremos no sólo en las características generales de esta renovación a nivel nacional sino también de lo local, creyendo con ello que nos acercamos a dilucidar algunos elementos de la complejidad del proceso.

La historiografía socio-económica de Córdoba: una mirada desde las fuentes bibliográficas

Este artículo se inscribe en el marco de un proyecto de dimensiones más amplias que tiene por objetivo analizar el proceso de renovación historiográfica post peronista, sus alcances y limitaciones teóricas metodológicas en el mundo historiográfico local y nacional, las condiciones de producción y divulgación que favorecieron u obstaculizaron dicho proceso, y los actores implicados en ella, como así también establecer de modo preciso las relaciones entre nueva y  "viejas" formas de hacer y concebir la historia. Intentando de ese modo dilucidar algunos elementos que nos permitan comprender las razones por las cuales dicha renovación no tuvo una continuidad en el tiempo.

En esta publicación se optó por recortar el trabajo presentándolo como un avance indagatorio a la cuestión haciendo foco en el análisis bibliográfico de la temática, como así también en los actores implicados en ella, dejando para un momento posterior el análisis teórico metodológico de la producción por creer que requiere de una profundización mayor que no he llegado a consumar hasta la fecha.

Los dos ejes indagatorios seleccionados están íntimamente relacionados entre sí. Es por ello que no se discriminará uno del otro, sino que se los desglosará de forma conjunta.

Ciertamente, la reflexión sobre la actividad intelectual de los historiadores no es un área que se caracterice por un fuerte desarrollo en Argentina. Esto, a pesar del crecimiento de la producción al respecto de ello, que se ve a lo largo de todo el siglo XX y en particular desde mediados del mismo siglo, que ha brindado serios y riquísimos trabajos; sin embargo, podemos decir que el análisis historiográfico peca de profundos prejuicios que lo clasifican como una rama de la filosofía o incluso, como señala Arnaldo Momigliano para la década de los sesenta, como "un pasatiempo de domingo, del que alguien se ocupa cuando está agotado de los trabajos verdaderamente históricos y no tiene ya las fuerzas suficientes para leer un libro, sino sólo para hojearlo".1 Estas concepciones hacen harto difícil la tarea de indagar cuestiones referidas a la historia de la historiografía, más aún cuando se pretende realizar un análisis de la historiografía local, ya que estas concepciones se potencian e intensifican.2

Con las limitaciones que impone el trabajo bibliográfico referido a esta temática, los textos y artículos para este período han sido leídos de manera exhaustiva y han generado algunas preguntas que funcionan como disparadores para esta publicación. Estas preguntas se refieren a la mirada que se tiene acerca de esta renovación historiográfica. De ahí que se haya elegido el propio material bibliográfico como eje estructurador de esta ponencia.

Hemos señalado que esta presentación intenta analizar la historia de la historiografía a nivel local, provincial, articulándola con la historia de la historiografía a nivel nacional. Esto quiere decir que a partir de las comparaciones de una y otra historia pretendemos puntualizar algunas características particulares del proceso renovador de los años sesenta en Córdoba, creyendo con ello que favorecemos a la comprensión más cabal y compleja del proceso todo. En esta instancia analítica la comparación entre una y otra historia se realizará desde la dimensión bibliográfica. Para ello, se tomaran algunos textos que harán las veces de representantes de uno y otro lugar y representarán las posturas que pretendo comparar.

Para la historia de la historia construida a nivel nacional utilizaremos textos de Fernando Devoto, Eduardo Houcade, Eduardo Míguez, María Estela Spinelli,3Tulio Halperín Dongui4 y Alejandro Cattaruzza;5 mientras que para la historia de la historiografía cordobesa emplearemos textos de Beatriz Moreyra, Fernando Remedi, Constanza González Navarro,6 el material producido desde el Instituto de estudios Americanistas en ocasión del homenaje a Ceferino Garzón Maceda7 y las investigaciones del propio Garzón Maceda, quien fuera director del Instituto desde 1957 a 1966 y que constituye el representante de este proceso en Córdoba.8

¿Qué observamos a partir de estos textos? Tanto Halperín Donghi como los demás autores citados para el ámbito nacional no dejan de remarcar la idea de que 1955 no implicó tan sólo una ruptura en la vida política argentina, sino también un importante cambio en la intelectualidad, puntualmente la referida al abordaje de los procesos históricos. Señalan que, aunque no de manera victoriosa, ni hegemónica, los supuestos de los historiadores sociales plantearon un radical cambio en la forma de funcionamiento global del proceso de producción proponiendo nuevos temas, enfoques, técnicas y métodos; además de un abordaje conceptual preciso de los procesos históricos que da lugar a que Eduardo Míguez los califique de elementos que la hacen aparecer como el surgimiento de una nueva escuela histórica diferente a la forma tradicional en la que se venía haciendo la historia, específicamente, frente a la Nueva Escuela Histórica y el Revisionismo Nacionalista de la entreguerra.9 En este restringido pero sólido camino de institucionalización de la Historia Social en el ámbito profesional se remarca el papel de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires, la Universidad del Litoral de Rosario y la Facultad de Humanidades de La Plata como centros difusores de la corriente renovadora. Una primera pregunta para analizar sería el papel de estas instituciones como difusoras de una perspectiva analítica de características tan innovadoras, su relación con el poder político oficial y con las entidades ya consolidadas de la época; sin dejar de lado estos interrogantes centrales, pero apartándolos para un segundo momento de indagación, lo que me detendré a especificar es otra pregunta menos abarcativa, pero no por ello menos central en mi trabajo: el papel que le toca jugar a otras Facultades en este proceso de innovación, específicamente al de la Universidad de Córdoba. Lo llamativo de esto es que se ubica a la Universidad Nacional de Córdoba como parte integrante de estos centros, al mismo nivel de importancia que las demás, cerrando así el cuartero de impulsores de la renovación. Califico de llamativo que la Universidad de Córdoba figure entre los centros renovadores de la época por el hecho de que la memoria histórica, y veremos más adelante que pasa lo mismo con la memoria historiográfica, en ningún caso reinvidica su papel ni difunde su accionar. Ciertamente, ello se debe a la falta de materias específicas que traten temáticas historiográficas, pero también al hecho de que, como afirman Alejandro Cataruzza y Alejandro Eujanian en Políticas de la Historia Argentina 1860-1960, las políticas de consagraciones no atribuyeron ni atribuyen una valoración positiva a la figura de Garzón Maceda. Sus discípulos, y sólo una placa recordatoria que nadie observa en los pasillos de la Escuela de Historia, reconocen a Garzón Maceda como parte integrante de los miembros que se dedicaron a la tarea historiográfica en ese período. El Instituto de Estudios Americanistas del que fue director, y a través del cual tuvo contacto directo con los estudiantes, tampoco le otorga significación. Sus archivos carecen de sistematización y se hallan esparcidos en cajas de depósitos a la espera de algún interés que devele su importancia. Más aún, los textos que se refieren a la historia de la historiografía cordobesa no dan una visión homogénea respecto del período y la figura de Garzón Maceda en este proceso. Beatriz Moreyra caracteriza el período como una etapa de eclipse del acontecimiento, del auge de los paradigmas macrohistóricos y del consiguiente enfoque sociológico de la explicación histórica. Si bien señala que fue una "verdadera renovación en el campo de las ciencias sociales"10 y menciona como figuras representativas de ello a José Luis Romero para Buenos Aires y a Ceferino Garzón Maceda para Córdoba, plantea que en este ultimo caso no implicó un cambio radical, ni la sustitución de las tradiciones precedentes, ni la emergencia de un nuevo paradigma hegemónico. A pesar de reseñarse a Maceda y al período, no se aporta más de lo que los textos referidos para la historia de la historiografía nacional dicen. El artículo de Constanza González Navallo llega a obviar el análisis de la obra del autor, a pesar de destinar su análisis a la historia colonial y social a la que Maceda dedicaba sus trabajos. González Navarro plantea que la historia social de la que se pretenden caracterizar los historiadores renovadores ya venía haciéndose con cierta regularidad y sistematicidad en la provincia de Córdoba. De lo que se trata es de otorgar o no el calificativo de Renovación a los trabajos del posperonismo, y ciertamente sobre ello la historia de la historiografía local no tiene una visión homogénea. Para Beatriz Moreyra y Fernando Remedi, sí lo sería; para González Navarro no sería prudente ese calificativo, ya que los trabajos de 1900 a 1960 preanuncian el papel que jugará la historia social cordobesa en la segunda mitad del siglo XX.11 Hemos aclarado que los aspectos teórico-metodológicos del proceso serán destinados para una etapa de presentación posterior, de modo que no nos detendremos a evaluar la pertinencia conceptual del calificativo, sino sólo a remarcar la idea de que mientras la historia nacional reivindica a Córdoba como uno de los centros de renovación más importantes en la difusión y producción de la historia social, la historia de la historiografía a nivel local no logra acordar una visión de conjunto al respecto, a pesar de estar íntimamente vinculados entre sí los autores referidos para Córdoba. Sea o no una Renovación, ninguno de los textos se detiene a precisar características de la historiografía local del período. Y no es casual que en la compilación realizada por Devoto sobre el tema falte el análisis del papel jugado por Córdoba.

¿Qué dicen las fuentes emanadas del propio espacio de Maceda? La respuesta sorprende cuando se lee el Homenaje que hace el Instituto de Estudios Americanistas a Ceferino Garzón Maceda con motivo de su fallecimiento. Somos conscientes de que las características de los textos referenciados anteriormente no son las mismas que las de este homenaje; sin embargo, creo propicia su inclusión en la presentación como parte integrante de los textos que hablan sobre la historia de la historiografía local, ya que brindan algunos elementos que tienen que ver, precisamente, con la temática tratada, guiando los interrogantes a una mayor profundización analítica. El Homenaje, redactado por Carlos Luque Colombres, compañero de tareas y amigo de Maceda, destaca la figura del autor como un gran erudito cuya especialidad se orientó hacia lo económico y social llegando a ser en esa área una seria autoridad.12 Hasta aquí el texto concuerda con que Maceda fue una figura destacada del período, pero al avanzar en sus páginas comienza a formarse una imagen de Maceda más parecida a la de González Navarro que a la de Beatriz Moreyra, o incluso que a la de la historia de la historiografía nacional. El texto sigue: "... cabe puntualizar, sin embargo, que Garzón Maceda no se apartó de la línea tradicional seguida por la escuela historiográfica cordobesa iniciada por Monseñor Pablo Cabrera...".13 Recordemos que el texto es emanación de Instituto del cual Maceda no sólo formaba parte como director desde el año 1956, sino que fue centro de canalización de los estudiantes que a esa orientación se acercaban para su formación. Lo llamativo es que sea desde su propio espacio de trabajo desde donde se minimice su rol como portavoz de una nueva manera de abordar y concebir la historia, que es evidente en la formación que recibieron sus discípulos como en su propia obra. ¿Estas disputas por afiliarlo a una u otra orientación historiográfica se debe a algún tipo de necesidad político-institucional o simplemente se trata de tipos diferentes de interpretación de su accionar? En cualquiera de los casos, su principal actividad, la de ser formador de formadores y la de sus propias investigaciones pueden aclarar un poco más la cuestión sobre su rol en el contexto renovador. Aníbal Arcondo, Ofelia Pianeto y Carlos Sempat Assadourian, por nombrar algunos de los muchos estudiantes formados por Maceda, han recordado en varias ocasiones la influencia y orientación por los estudios económicos y sociales que recibieran desde el Instituto o en la cátedra de Historia Económica y Social de la Facultad de Ciencias Económicas que Garzón tenía a cargo. Su obra, quizás la más conocida, Economía del Tucumán, con las citas y referencias bibliográficas que presenta, las nociones conceptuales que utiliza, las series de estilo laubrosseanas, sus conclusiones remarcando el impacto social de los cambios y además una explícita crítica a la historiografía tradicional, nos hacen configurar una imagen de un referente insoslayable de la historia económica-social. Vale la pena aclarar que con ello no se lo pretende afiliar a la Escuela de Annales, al funcionalismo norteamericano y menos aún al marxismo inglés; la Renovación sesentista en Argentina distaba mucho de tener una representación tan tajante, pero sí señalar algunos indicios de sus obras que hacen comprender por qué la bibliografía nacional referida al tema y la visión de sus estudiantes lo incorporaron a las filas de la nueva corriente en boga.

A modo de conclusión

Hemos sostenido que hay una fuerte contradicción entre la historia de la historiografía que se manifiesta a nivel nacional y la historia de la historiografía que se sostiene desde el propio espacio local. Al ser un trabajo indagatorio, son más los interrogantes que las respuestas que podemos plantear al respecto: sin embargo, correremos el riesgo de esbozar algunas hipótesis.

De lo leído hasta aquí, la idea que resulta es que en los trabajos sobre historia de la historiografía local hay un remarcado interés por incorporar a la figura de Garzón Maceda en las filas de la historiografía tradicional. Esto es, de minimizar su papel como portavoz de cambios y renovaciones en la tarea del historiador y por tanto de obviar sus obras

¿Conflictos internos, lealtades encontradas, contradicciones deliberadas o simples interpretaciones diferentes? Habría que profundizar más en esto que Certeau llama el lugar desde donde escribe el Historiador. En particular el lugar desde donde se hace la historia de la historiografía.

Citas y Notas:

1. Momigliano, Arnaldo, Terzo contributo alla degli studi classici e del mondo antico, (Roma, Edizioni di storia e letteratura, 1966), 708.         [ Links ] Cattaruza, Alejandro, "Por una historia de la historia" En Cataruzza, Alejandro y Eujanian, Alejandro,  Políticas de la Historia Argentina 1860-1960, (Buenos Aires/Madrid: Alianza Editorial, 2003), 186 - 187.         [ Links ]

2. Ejemplo de ello es que la materia Historiografía no figura como obligatoria y ni siquiera como optativa entre las materias requeridas para el otorgamiento del título de Licenciado. Más aún, esta materia no es dictada por la Escuela de Historia ni como materia, ni como cursillo o seminario. La materia más afín al respecto es filosofía de la historia, dictada por la Escuela de Filosofía de la misma facultad, que hace las veces de optativa para la Licenciatura de Historia, pero que por supuesto tiene un programa dedicado a filosofía de la historia y no a Historiografía en sí.

3. Devoto, Fernando, "Los estudios históricos en la Facultad de Filosofía y Letras entre dos crisis institucionales"         [ Links ]; Míguez, Eduardo, "El paradigma de la historiografía económico social de la renovación de los años 60, vistos desde los años 90"         [ Links ]; Spinelli, María Estela, "La renovación historiográfica en la Argentina y el análisis de la política del siglo XX, 1955-1966"         [ Links ]; Girbal-Blacha, Noemí, "La Facultad de Humanidades de La Plata y su producción historiográfica entre la "Revolución Libertadora" y la "Revolución Argentina": del consenso al disenso"         [ Links ]; Houcade, Eduardo, "La Historia como ciencia Social en Rosario, entre 1955 y 1966" en Devoto, Fernando (Comp.),  La historiografía Argentina en el siglo XX, Tomo II, (Argentina: Centro Editor de América Latina, 1994)        [ Links ]

4. Halperín Donghi, Tulio, Ensayos de Historiografía, (Argentina: Ediciones La Cultura, 1997),73-105.         [ Links ]

5. Ibidem, p. 105 y ss.

6. Moreyra, Beatriz, "La Historiografía argentina del siglo XX: una mirada cuasi secular"         [ Links ]; González Navarro, Constanza, "La historia social en la historiografía prehispánica y colonial de la provincia de Córdoba (1900-1960)"         [ Links ]; Remedi, Fernando, "La historiografía económica cordobesa" en Moreyra, Beatriz (Comp.), La escritura de la historia, Una mirada sobre las prácticas y los discursos de los historiadores de Córdoba (Córdoba: Centro de Estudios Históricos Prof. Carlos S. A. Segreti, 2002).         [ Links ]

7. Universidad Nacional de Córdoba, Facultad de Filosofia y Humanidades, Instituto de Estudios Americanistas Dr. Enrique Martínez Paz, "Homenaje al Doctor Ceferino Garzón Maceda", Córdoba, 1973.

8. Formado en la Facultad de derecho y participante activo de la reforma universitaria de 1918, Ceferino Garzón Maceda (1895-1969) dirigió el Instituto de Estudios Americanistas de 1957 a 1966 y estuvo a cargo de la cátedra de Historia Económica y Social de la Facultad de Ciencias Económicas de la U.N.C. Desde ambos lugares formó a estudiantes, dirigió tesis y organizó varios congresos internacionales sobre la temática económica. Ceferino Garzón Maceda, Economía del Tucumán. Economía natural y Economía monetaria. Siglos XVI, XVII y XVIII. Serie Histórica XXXV, (Córdoba: UNC - FFyH, Instituto de Estudios Americanistas, 1968).         [ Links ]

9. bidem, p. 11.

10. Moreyra, Beatriz, La Historiografía, Nueva Historia de la Nación Argentina, tomo X, (Buenos Aires: Academia Nacional de Historia, editorial Planeta, 1997), 83.         [ Links ]

11. Ibidem, pp. 114 y 142.

12. Ibidem, p. 7.

13. Ibidem, p. 8.

 

 

 

 

 

 

 

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