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Revista Escuela de Historia

versão On-line ISSN 1669-9041

Rev. Esc. Hist. vol.10 no.2 Salta jun./dez. 2011

 

COLABORADOR NACIONAL

La escuela pública como productora de identidades. Contextualización y análisis del proyecto de Sarmiento en el bicentenario de su nacimiento.

(The public school as a producer of identities. Contextualization and analysis of Sarmiento's plan on the bicentennial of his birth)

Mario Arias Bucciarelli
Ceheyc/Clacso. Universidad  Nacional  del  Comahue,  Av. Argentina  1400,  8300, Neuquén, mbucciar@speedy.com.ar


Resumen:

En  el año  del  bicentenario del  nacimiento de Domingo Faustino  Sarmiento,  figura  clave  en  la instrumentación  de  la  escuela  pública  en  la  Argentina, el  presente  artículo  analiza  y pone en  tensión  su interpretación  de la  realidad nacional.  A  partir de  la  dicotomía  civilización/barbarie  y  sus  implicancias,  reflexiona  en  la  larga  duración  la  base  conceptual  de  una  identidad  que  en  la  transición  del  milenio está siendo puesta  en cuestión.

Palabras clave: Sarmiento; Dicotomía civilización/barbarie; Identidad; Tensiones

Abstract:

In the bicentennial year of the birth of Domingo Faustino Sarmiento, a key figure in implementing public school in Argentina, this article analyzes and puts under strain his interpretation of the national reality. From the dichotomy civilization / barbarism and its implications it reflects, in the long term, the conceptual basis of an identity in the transition of the millennium is being called into question.

Keywords: Sarmiento; Dichotomy civilization / Barbarism; Identity; Tensions


"Cierto que la  historia  del  globo  está  hecha  de  conquistas y  de  derrotas,  de  colonizaciones  y  de  descubrimientos  de los  otros; pero, como trataré de mostrarlo, el descubrimiento de América primer paso en el mundo del descubrimiento del otro es lo que anuncia y funda nuestra identidad presente...".1

Argumentos  iniciales

La obra de Todorov exterioriza de manera paradigmática una cuestión primordial  en todo proceso de construcción de identidad, permitiéndonos reflexionar la conquista y ocupación del espacio americano en un tiempo que supera la mera factualidad de la dominación colonial. De este modo, la controversial configuración de América Latina se fragua  y multiplica de manera permanente,  ya que reconfigurada "la alteridad humana se revela y se niega a la vez". En esta recurrente mutación, al decir de Ansaldi,2 existen dos opciones y una única consecuencia. Si el otro es igual e idéntico al yo, éste tiende a asimilarlo y proyectar en aquel sus propios valores; por el contrario, si el otro es asumido como diferente, pero a la vez como inferior, la alteridad es negada. En uno y otro caso ese "otro" es vencido, porque se lo reconoce pero no ratifica "como sujeto que tiene los mismos derechos que uno mismo, pero diferente".

Al igual que en el resto de América Latina, para el caso argentino pueden reconocerse diferentes etapas en las políticas que los grupos dominantes elaboraron para la identificación del resto de la población, y en todas puede detectarse la misma dicotomía liminar.  En la época colonial el modelo de identificación positiva propuesto era el de cristiano, síntesis ideológica que implicaba también un componente lingüístico: la utilización del castellano y uno racial: el ser blanco. Esta concepción en la práctica se manifestaba como prestigio exclusivo de todo lo español; los indios -equiparados con los otros infieles conocidos- tan sólo veían asumida su especificidad como estigma3. En una sociedad formada como consecuencia de la imposición violenta de un grupo sobre el otro, y que aspiraba a ser inalterable, esta situación de predominio, la ideología de los dos mundos, el del español y el del indio, no implicaba idea alguna de equivalencia, sino que era un mecanismo para hacer perdurable las diferencias que habían legitimado la conquista.

Durante el proceso de independencia, ante la necesidad de contar con el apoyo de indios, negros y mestizos para llevar a cabo la guerra contra el español, los grupos y las estrategias varían. A partir de 1810 y en los primeros años de la revolución y guerra puede advertirse una corriente que propone a los criollos aliarse con los sectores marginales y define como enemigos a los españoles. Pero al avanzar el proceso revolucionario y desdibujarse el límite entre guerra de independencia y guerra civil, esta tendencia va perdiendo importancia. Luego de la etapa rosista -en la que se asiste a una cierta recuperación de gauchos, negros y mulatos-, el triunfo de la oligarquía liberal bajo el paradigma"racional iluminista"4 plantea un patrón de identificación positiva a través de la construcción de una nueva dicotomía: civilización-barbarie. El modelo societal que se elabora comienza a incluir en los civilizados a los europeos, blancos y habitantes de la ciudad y en los bárbaros, a las poblaciones originarias, gauchos y habitantes de la campaña.

En el contexto de la emergencia  de  un  poder  central  en  la  Argentina, la desvalorización conceptual que padecen las fuerzas opositoras al proyecto triunfante en el  litoral-pampa húmeda, se  basa en identificarlos con los sectores autóctonos de la población, a los que paralelamente se transforma en prototipos negativos. Evidentemente esta identificación de oposiciones significaba, para el grupo en el poder, beneficios económicos e incremento del control político. En este marco, la identidad étnica propuesta -el argentino como"sólo europeo"- permite no sólo justificar el despojo territorial de los habitantes originarios -mediantes expediciones militares  de  ocupación  y  conquista  de  nuevos espacios- y el remplazo de la población nativa por inmigración europea, sino también, a través de diversas  instituciones -donde la escuela adquiere un papel primordial-, la imposición de pautas culturales, hábitos de vida, estereotipos de identificación, que prescindiendo de los aportes autóctonos, definirán los rasgos básicos de la llamada cultura nacional, asegurando las legitimaciones regulativas de la organización social en este espacio.

Hay que tener en cuenta que la alteración mediante la cual se logró la expansión capitalista en la Argentina, supuso la formación de un sistema de dominación tendiente a facilitar, contribuir, orientar y ordenar aquella consolidación. Dentro de los diferentes niveles en que se fue articulando, el nivel ideológico tuvo una dimensión de cualitativa importancia. Las prácticas políticas tendientes a erradicar toda manifestación de oposición al sector que intentaba dirigir el proceso de construcción del Estado, fueron acompañadas por elaboraciones intelectuales que fundamentaban la necesidad de las políticas implementadas.

En estas elaboraciones, utilizando conceptos abstractos, se invalidó la experiencia  histórica americana para dar los elementos que contribuyeran a legitimar al grupo que emergía como el único capaz de superar el atraso. En la medida en que las invenciones recurrían a un esquema universalista, a una construcción ahistórica, como método de análisis, la ideología se convirtió en la única posibilidad de conocimiento que de hecho imposibilitaba toda otra posibilidad de análisis. De esta forma se mediatizó el conocimiento de la realidad y la posibilidad de realizar cambios, al organizarse una estrategia de construcción de identidad que logró arraigarse y mantener su continuidad histórica.5

Dentro de los intelectuales orgánicos de este modelo de construcción de identidad en la Argentina se destaca la figura de Domingo Faustino Sarmiento (18811/1888), quien con su vasta producción y acción sienta las bases de un paradigma de identificación bipolar que, con diversos matices y con renovadas oposiciones, aún mantiene su vigencia.

La dicotomía  civilización/barbarie

La base del esquema conceptual de Sarmiento, que emerge de su interpretación de la realidad argentina, se resume en la dicotomía civilización-barbarie -claramente expresada en el Facundo6 y presente en toda su obra- que él toma como punto de partida para elaborar su propuesta de transformación.  Esta disposición de su pensamiento a partir de dos ejes: uno positivo y otro negativo, que se oponen, le permite un cuestionamiento de la realidad social y el planteo de un proyecto transformador en el que triunfa la civilización. Ello requiere otorgar a la educación el papel dinamizador de la sociedad y exigir al Estado la directa intervención en ese  ámbito, ya que, desde su  perspectiva, la escuela pública sistematizaría la destrucción de la barbarie y estructuraría una nueva sociedad. De este modo, Sarmiento resuelve, en el nivel teórico, el problema del orden y del progreso -factores que aparecen en todos los proyectos de construcción del Estado-, a la vez que cree superar los costos sociales del segundo.

Si bien está latente en toda su obra, ya sea explícita como implícitamente, la oposición genérica Europa-América, un examen más profundo permite visualizar oposiciones particulares, tanto en el plano general como en el ámbito local. En principio, Europa"culta y progresista" tiende como un hecho natural a la república democrática, mientras que América,"sumida en la barbarie", es ámbito propicio para el despotismo. Sin embargo, el esquema no es absoluto, pues presenta contradicciones que hacen más complejo el modelo a instrumentar. Así en Europa, que en general es símbolo de progreso, aparece España "en el límite dudoso que divide a los pueblos civilizados de los bárbaros" 7 y en América, que en conjunto es símbolo del atraso, se hallan los Estados Unidos, que "han marchado de progreso en progreso hasta ser hoy la admiración de los pueblos mismos de la Europa...".8 En el  ámbito local, la situación existente -producto de la herencia colonial española- es el marco en el que se desarrollan las oposiciones particulares, entre las que cabe destacar civilización-barbarie; campo-ciudad; unitarios-federales; ejército-montoneras; ciudadano-gaucho, que multiplican las acciones a desarrollar.

En la formulación del concepto de barbarie, Sarmiento parte del análisis del medio ambiente y sus efectos sobre el elemento humano, asociando la barbarie con el campo. De tal forma expresa que la naturaleza hostil, el aislamiento y la población diseminada conforman fuerzas individualistas y anárquicas que se oponen a todo intento de organización. En su rastreo histórico, el efecto de la revolución de Mayo fue liberarlas no sólo del dominio español sino de toda autoridad; el partido unitario que reunía a los hombres más ilustrados de las ciudades no pudo organizar ni jurídica ni territorialmente al Estado nacional. Sus errores, su falta de realismo político, su intransigencia, su excesivo intelectualismo, lo debilitaron frente a la campaña que se fue armando y nucleando en torno a los caudillos y la bandera del federalismo, entendido más bien como autodeterminación e independencia de las provincias frente a Buenos Aires, que como proyecto político factible. Según Sarmiento, con el triunfo de Rosas las fuerzas de la campaña triunfaron contra las ciudades, haciendo desaparecer al partido unitario y proyectando -desde Buenos Aires- la barbarie de la campaña hacia el interior del país. De este modo la prolongada hegemonía del rosismo resuelve todas las oposiciones y tensiones porque la reduce a una sola: civilización y barbarie, con el predominio de la segunda.

La  estrategia de construcción de identidad

En esta visión de la realidad hay que ubicar Educación Popular, obra donde Sarmiento elabora una propuesta cuyo objetivo es modificar las condiciones existentes y encaminar al país hacia la civilización. "Sin civilización, sin luces, no hay gobierno posible; sino el despotismo, no hay opinión pública, no hay libertad, no hay instituciones, no hay industria, ni riqueza".9 El encaminar un país hacia la civilización es para él interés vital de toda sociedad. Para alcanzar esta meta propone la educación popular, único medio eficaz de preparar a las nuevas generaciones para enfrentar los desafíos y establecer en nuestro territorio las condiciones culturales para alcanzar el progreso indefinido.

En el ámbito internacional, Sarmiento observa que la tendencia universal es la implantación de repúblicas democráticas y el rápido desarrollo del capitalismo. Encuentra como único modo de superar la barbarie e integrarse en las mejores condiciones a este"progreso inevitable", la estructuración de un sistema de educación pública que posibilite la emergencia de una república democrática y lleve a la prosperidad del Estado. El autor fija en la educación pública el punto de partida para crear una república de ciudadanos, es decir una sociedad de hombres inteligentes que en su mayoría conocen sus derechos, son conscientes de su valor, pueden respetarlos y exigir su cumplimiento: "... una 'asociación' de hombres libres e iguales... que sin pretensiones de poseer una alta y desenvuelta civilización, saben, sin embargo, lo bastante para tener conciencia íntima de su propia dignidad y de sus derechos a la libertad".10 En su visión, la república es una forma de gobierno que educa; dentro de ella la comunidad discute y aprueba sus propios proyectos, transformando  las instituciones a los miembros de la sociedad en ciudadanos.

Hay que tener en cuenta que entre esos futuros ciudadanos Sarmiento incluye a la gran masa de inmigrantes que poblaran nuestro territorio; situación ante la cual era necesario tomar medidas que permitan, por una parte, capacitar a los nativos para evitar que se vean desplazados ante la supuesta mayor aptitud de los recién llegados para el progreso y, por otra, la integración de los extranjeros en las repúblicas a establecer. "Una fuerte unidad nacional, sin tradiciones, sin historia y entre individuos venidos de todos los puntos de la tierra, no puede formarse sino por una fuerte educación común que amalgame las razas, las tradiciones de esos pueblos y el sentimiento de los intereses del porvenir y de la gloria de la nueva patria".11

Para Sarmiento, educar es función primordial de la forma republicana de gobierno, pero, a la vez, la existencia de ésta depende del grado de instrucción del pueblo. Su ideal es la construcción de una república democrática -que reconoce la participación de todos los ciudadanos en la cosa pública- y  ello exige ciudadanos, es decir, sujetos conscientes de la responsabilidad que les cabe en la elección y control de quienes ejercen el poder político.

En su planteo, el concepto de democracia cobra otra dimensión cuando postula la necesidad de educar no sólo para lograr la libertad sino también la igualdad. Sostiene que la educación común impartida a todos por igual,"... sin las odiosas distinciones entre ricos y pobres, amos y siervos, nobles y plebeyos...", logrará  establecer las condiciones básicas para que todos los individuos puedan desarrollar "... su capacidad intelectual, su aptitud moral y su potencialidad para el trabajo...".12 Con estas acciones se salvan las deficiencias individuales garantizando la igualdad de oportunidades, la integración y valoración social. La masividad de la educación provocará un cambio en la mentalidad individual, pues otorga a quien la recibe posibilidad de ascenso, mayor consideración y respeto y capacitación para el trabajo productivo. El hombre modifica así su actitud pasiva, interesándose por mejorar su nivel de vida en un constante esfuerzo de superación personal que redunda en la sociedad en su conjunto. Este cambio de actitud es la base sobre la cual se construirá  la prosperidad del Estado, porque: "¿Qué es la prosperidad del Estado sino la suma de prosperidades individuales?".13

En este aspecto, Sarmiento coincide con el grupo de intelectuales de su época que, imbuidos por las corrientes liberales, centran el dinamismo de la sociedad en la fuerza de transformación del individuo y en el establecimiento de las instituciones republicanas, cuyo funcionamiento aseguraría la vigencia de formas puras de democracia. Sin embargo, la particularidad de su planteo con respecto a esta ideología es que el Estado adquiere un rol activo al intervenir directamente en la educación, eje sobre el cual gira todo su modelo. Por esto Sarmiento afirma que "... es legítima la intervención del Estado, y el Estado puede compeler a los pueblos a educarse, porque la educación es necesaria para la industria, para el uso de las instituciones libres y para todas las cosas que constituyen la prosperidad".14 No sólo en Educación Popular, sino a lo largo de las obras analizadas, se reitera este concepto; Sarmiento no cree en la eficiencia de la escuela privada que dominó la enseñanza durante todo el período colonial reproduciendo las tradiciones hispánicas, ajenas a todo progreso y dirigidas solamente a los grupos gobernantes. La necesidad prioritaria es "... cambiar la faz de América, y sobre todo de la República Argentina, por la sustitución del espíritu europeo a la tradición española, y a la fuerza bruta como móvil, la inteligencia cultivada y el remedio a las necesidades".15

Es el Estado el que debe impulsar un sistema que establezca la obligatoriedad de la instrucción primaria, única forma de superar el"atraso intelectual","la incapacidad industrial" y"la ineptitud civil" que caracterizan a los pueblos americanos. Resulta indispensable instrumentar un sistema educativo basado en la escuela pública, pues "... un sistema de enseñanza no es otra cosa que medio de distribuir, en un tiempo dado, mayor instrucción posible al mayor número de alumnos, para conseguirlo la escuela se convierte en una fábrica, en una usina de instrucción dotada para ello de material suficiente, de los maestros necesarios, local adecuado para que juegue sin embarazos el sistema de procedimientos y en seguida un método de proceder en la enseñanza que distribuya los estudios con economía de tiempo y dé mayores resultados".16

Sarmiento propone el sistema que denomina "educación común", instrumentado a través de la escuela pública, no sostenido por el Estado o Provincia, ni directamente por la Municipalidad, sino por los vecinos de cada distrito escolar en que se habrá  dividido el país. Si bien la renta de escuela es básicamente responsabilidad de los vecinos, es deber del Estado la creación de Escuelas Normales y la organización de la Inspección; por las primeras asegura la formación de maestros competentes e idóneos; por la segunda asegura la supervisión y control del funcionamiento del sistema educativo. La Escuela Normal es la institución esencial de un país donde se trata de organizar un sistema público de instrucción popular, pues éste requiere personal capacitado que haya adquirido los conocimientos necesarios y los métodos pedagógicos para"la transmisión de los beneficios de la civilización". El egresado de la escuela normal, el Maestro Nacional tendrá  a su cargo la tarea de "... prodigar a todas las clases de la sociedad aquella instrucción indispensable para formar la razón de los que están llamados a influir más tarde con sus luces o con  su ignorancia la suerte futura del país".17

Otro elemento importante en este proyecto es la Inspección que Sarmiento caracteriza como"local, diaria y múltiple". Esta debe contar con todos los medios necesarios para cubrir los diferentes puntos donde existan escuelas públicas; el conjunto de funcionarios que la componen debe conformar un cuerpo jerarquizado y centralizado para que las autoridades gubernamentales puedan llevar a los extremos de la Nación su vigilancia y su acción. "Adquiere el Estado la obligación de inspeccionar desde el momento en que se reconoce obligado a cuidar de que todos sus miembros reciban en la infancia aquella parte de la educación que es indispensable por lo menos para que el hombre salga del estado de naturaleza, y se halle apto, por la adquisición de los conocimientos rudimentarios, para cultivar su inteligencia y satisfacer las necesidades de la vida civilizada".18

Dentro de los niveles de enseñanza, Sarmiento dedica la mayor parte de su obra al análisis de la escuela primaria y considera a ésta el medio eficaz que prepara al pueblo para el cumplimiento de las diversas funciones que demanda la nueva sociedad. La escuela primaria, para él, "eleva el carácter moral, desarrolla la inteligencia y predispone a la acción", condiciones básicas para la grandeza de la Nación. A través del ejemplo y del método se inculcan valores que "crean hábitos de regularidad" en la conducta de los niños,"respeto a la autoridad, la ley y la propiedad privada". Mediante el sistema de enseñanza se pone a disposición de los alumnos los instrumentos del saber, los rudimentos de la ciencia y de la técnica, y todos los conocimientos generales necesarios para lograr el desenvolvimiento gradual de su inteligencia y habituarlos a sacar provecho práctico de los estudios que adquieren. En síntesis, el objetivo de la escuela "... es modificar los vicios del carácter, disciplinar la inteligencia para prepararla a la instrucción, empezar a formar hábitos de trabajo, de orden y de sumisión voluntaria" .19

La acción del Estado no se limita a la organización de la escuela, se extiende además a la provisión de libros y de bibliotecas populares, componentes indispensables para completar la instrucción. La educación primaria es el primer paso que estimula la capacidad de aprender y genera las aspiraciones para superarse; por esto el Estado debe encargarse de abrir canales de difusión en todos los puntos del país para que aquellos que han aprendido a leer puedan fijar los conocimientos, ahondar sus convicciones y estar al corriente del movimiento de ideas en el mundo.

Aunque Sarmiento centra su interés en la educación de las generaciones futuras, considera necesario implementar medios de propagación que posibiliten la incorporación de las generaciones presentes a la misma, pues "es más sencillo el medio de promover la prosperidad nacional que nosotros proponemos y es formar el productor, tomando niños, o todos nuestros seres actuales ineptos para ella, y destructores de los productos y capital ya creados, para convertirlos en artífices, de la prosperidad nacional".20   Una de las alternativas es la lectura pública, a través de la cual se instruye a los que no saben leer y escribir, poniendo a su alcance los principios de la ciencia y de la industria, posibilitando la adquisición de valores morales, e informando sobre los derechos indispensables del"hombre civilizado". Si bien no sistematiza la educación de adultos, propone las escuelas dominicales para superar el analfabetismo; éstas estarían sostenidas por sociedades filantrópicas y la enseñanza a cargo de alumnos de la escuela normal y personas capacitadas de la comunidad. Aunque la considera necesaria, no cree que logren captar un significativo número de concurrentes, pues el ignorante no se interesa por la educación.

Para el sanjuanino, la puesta en práctica de este proyecto permitiría  en pocos años adaptar la realidad -barbarie- a la nueva existencia que caracteriza a las sociedades cristianas, compartiendo con ellas el uso de la inteligencia individual de los habitantes y el pleno desarrollo económico, típico del mundo civilizado.

Lo que va  de  ayer  a  hoy

Como quedó demostrado  a  lo  largo  del  artículo, la dicotomía del esquema conceptual de Sarmiento queda reflejada cuando examina la realidad nacional y emplea la categoría barbarie, descalificando toda la tradición hispanoamericana a la que considera incapaz en sí misma de producir cambios. Frente a ésta, utiliza la categoría civilización, que identifica con la modalidad  de  funcionamiento de los países más desarrollados y toma como ejemplo a adoptar para  nuevas sociedades en construcción.

El  autor  analizado,  en su línea argumental, al pesimismo que revela frente a las posibilidades de los americanos,  contrapone una valoración exagerada de las culturas de los países centrales, a los que considera con alto grado de organización y de cuyo estándar se ve beneficiada la mayoría de la población. La admiración que despierta su viaje a Estados Unidos le impide realizar un análisis equilibrado de la realidad norteamericana. En su examen toma a esa sociedad como modelo de dinamismo en cuyo seno la relación de fuerzas está orientada hacia la igualdad; no tiene en cuenta el alto porcentaje de población esclava que la compone ni las contradicciones y límites en el ascenso social y posibilidades de desarrollo económico del resto de la población; menos aún las particularidades derivadas de su propia historia. Esta imagen distorsionada del país que mayor gravitación tiene en su propuesta, sumado a la apreciación parcializada de la situación americana,  lo llevan a un optimismo excesivo en las posibilidades de éxito de su programa.

Como quedó delineado, en la base de su concepción, la dicotomía civilización-barbarie se resuelve en la escuela pública, dado que ésta modificaría a los miembros de la colectividad, pasivos en el presente, convirtiéndolos en fuerzas activas en el futuro. Tal transformación haría posible la prosperidad del Estado, pues la suma de las fuerzas individuales restructuradas da como resultado el progreso de la sociedad en su conjunto y el bienestar de todos los componentes de la Nación. El desarrollo de la inteligencia individual posibilitaría un mayor estatus social y un uso consciente de los derechos y deberes, con lo que se alcanzaría el objetivo propuesto: la nueva sociedad.

Sin embargo, resulta un hecho comprobado que la educación no es una fuerza de transformación autónoma, una fuerza capaz de desenvolverse independientemente y operar cambios por sí sola. Como elemento orgánico de la vida social, está en constante interrelación con los diversos componentes de la misma. Si bien puede ejercer una influencia considerable, no puede generar alternativas estructurales; menos aún erradicar un tipo de sociedad y sustituirla por otra; máxime si se trata de modelos societarios que en ambos extremos de la relación presentan una visión abstracta y distorsionada de las  condiciones que  pretender modificar.

De todos modos, nadie puede soslayar que la instrumentación de la escuela pública en Argentina tiene como referente obligado la prédica y accionar de Domingo F. Sarmiento, cuyas ideas a lo largo del siglo XX han influido en la decisión de todos los gobiernos y en las distintas iniciativas que se tomaron al respecto. Asimismo, es notable su esfuerzo en la conformación de un modelo global donde, luego de un análisis minucioso, conjuga los diversos aspectos que hacen a la interpretación y articulación de la realidad social y su dinámica reproductiva en el ámbito de un Estado nación. Hasta la embestida neoliberal de los años 1990,21 sólo se habían relaborado elementos parciales de su teoría y ampliado la base de captación de la escuela pública con la extensión cuantitativa del sistema educativo. Con todo, la política educativa, -en parte aplicada durante el  menemismo- a pesar que implicó la mayor desviación de la matriz que había moldeado uno de los componentes típicos de la cultura nacional -esto  es,  el valor de la educación pública-, no desplazó el esquema bipolar elaborado por  Sarmiento.  En este  sentido, la estrategia de construcción de identidad permaneció inalterada. Los propósitos declarados del nuevo sistema educativo obviamente no estaban formulados en términos tales como "alcanzar la civilización", sino dirigidos  a "ingresar al Primer Mundo",22 frase asociada a una configuración que con renovados contenidos reproducía en esencia la base conceptual del esquema sarmientino.

Hoy, los significativos avances en la democratización cultural  de la sociedad argentina, la aceptación -no siempre  libre  de  tensiones-  de la diferencia,  la  expansión y  reconocimiento de nuevos derechos producto de las luchas cotidianas  y la instalación en el debate público y académico de modalidades de relacionamiento  asentados en paradigmas que propician esclarecer  la  compleja  articulación de"unidad  en  la diversidad", instan inexcusables posicionamientos que nos involucran en tanto investigadores, educadores y ciudadanos.

Reflexionando  sobre este desafío, es  dable  advertir que como docente o investigador el sujeto siempre entabla una relación con otro/otros ¿Cómo lo categoriza?, ¿cómo lo construye?, ¿cómo objeto?, ¿cómo sujeto?; en tal caso, ¿igual?, ¿diferente?, ¿en qué grado?. El modo como lo identifica, lo nombra, la intensión que manifiesta o deja traslucir en sus argumentaciones, más allá de las perspectivas teórico-metodológicas que adopte, está implicando una manera de percibir al otro, situaciónque no siempre es meditada y asumida con la profundidad acorde a los compromisos que como actores imbricados en una realidad que se pretende modificar, muy fácilmente se esgrimen. Nuevamente, Todorov nos acerca algunas señales que coadyuvan  a develar manifestaciones y prácticas naturalizadas y elucidar sus efectos de  sentido. Al  respecto,  previene:   "Hay cierta ligereza en conformarse con condenar a los conquistadores malos y añorar a los indios buenos, como si bastara con identificar al mal para combatirlo. Reconocer la superioridad de los conquistadores en tal o cual punto no significa que se los elogie, es necesario analizar las armas de la conquista si queremos poder detenerla algún día. Porque las conquistas no pertenecen sólo al pasado".23

 

Notas:

1. Todorov, Tzvetzan. La Conquista de América. La cuestión del otro, (México: Siglo XXI,1991), p.15.

2. Ansaldi, Waldo, "Ni los unos ni los otros: nosotros. Nación e integración en América Latina", en Revista de Historia/1, Neuquén, UNCo, 1990, p. 53.

3. González Rinesi, Eduardo, Espejos de Colores. El concepto de América en la crítica   cultural, (Buenos  Aires: Manuel Suárez, 1993).

4. Morandé, Pedro, Cultura y Modernización en América Latina, (Santiago: PUC, 1984).

5. Terán, Oscar.En búsqueda de la ideología argentina, (Buenos  Aires: Catálogos, 1986).

6. Sarmiento, Domingo Faustino, Facundo o civilización y barbarie en  las  pampas   argentinas,  (Buenos Aires: Sopena, 1962).

7. Sarmiento, Domingo F., Educación popular, (Buenos  Aires: Lautaro, 1949), p.30.

8. Ibídem, p.29.

9. Ibídem, p.170.

10. Sarmiento, Domingo F; Discursos populares, (Buenos Aires: La Facultad, 1917), p. 254.

11. Sarmiento, Domingo F., Viajes por Europa, África y América (1845-1847), (Buenos  Aires: Luz del Día, 1948), p. 325.

12. Sarmiento, Domingo F.Educación Común, (Buenos  Aires: La Facultad, 1917), p.149.

13. Ibídem, p.63.

14. Sarmiento, Domingo F, Discursos Parlamentarios, (Buenos  Aires: La Facultad, 1917), p.17.

15. Sarmiento, Domingo F, Recuerdos de Provincia, (Buenos  Aires: TOR, 1939), p.67.

16. Sarmiento;  Educación Popular, p.235.

17. Sarmiento; Educación Común, p.155.

18. Sarmiento; Educación Popular, p.76.

19. Ibídem, p. 195.

20. Sarmiento; Educación Común, pp. 71-72.

21. En el marco de la crisis y restructuración capitalista a escala planetaria, los planteos de reforma del Estado, ajuste y reconversión productiva en la Argentina pusieron por primera vez en cuestión el proyecto sarmientino, fundamentalmente en lo que respecta a la estructuración e implementación del sistema educativo en el país. La sanción  de la Ley Federal de Educación y  la  Ley de  Educación  Superior establecieron mecanismos que posibilitaron la privatización,  descentralización y modificación de los niveles y modalidades de enseñanza e hicieron perder centralidad al Estado, que en esta propuesta no estaba más "impelido a educar al soberano".

22. A partir de 1989, el régimen político menemista utiliza como uno de los lemas de su gestión "Ingresar al Primer Mundo", frase que constituyó un lugar común en todos los discursos gubernamentales, los  medios de comunicación y en los debates que sobre distintos ámbitos intentaban reflejar la problemática nacional.

23. Todorov, op.cit., p. 264.  El  subrayado es nuestro.

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