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Revista Escuela de Historia

versión On-line ISSN 1669-9041

Rev. Esc. Hist. vol.13 no.1 Salta jun. 2014

 

ARTICULO ORIGINAL

El Partido Comunista Obrero y su desempeño en el sindicalismo industrial argentino en la década del veinte

(The Partido Comunista Obrero and its performance in the argentine industrial unionism in the twenties)

Diego Ceruso
Universidad de Buenos Aires, diegoceruso@gmail.com


Resumen:

Durante los años veinte, el comunismo se mostró como un sujeto dinámico desplegando una serie de estrategias para incrementar su presencia entre los trabajadores. El Partido Comunista (PC) inició su influencia concreta en el mundo del trabajo luego de 1925 pero simultáneamente sufrió crisis internas. Nos interesa una de las rupturas de aquellos años: el Partido Comunista Obrero. Algunos interrogantes nos impulsan: ¿tenían peso en el movimiento obrero? ¿qué políticas emplearon para obtener o conservar influencia en el proletariado? ¿cuestionaron las estrategias sindicales del PC? La intención es emprender un estudio que permita profundizar el conocimiento sobre el universo de estos actores en la Argentina porque, sin perder de vista la dimensión del objeto, su revisión puede ayudarnos a una comprensión más cabal de la experiencia comunista y, en definitiva, abrevar a la reconstrucción de la historia de la izquierda argentina en su vinculación con el movimiento obrero.

Palabras clave: Comunismo; Movimiento obrero; Argentina; D écada de 1920.

Abstract:

During the twenties, the communism appeared as a dynamical subject opening a series of strategies to increase his presence between the workers. The Communist party (PC) initiated his concrete influence in the world of the work after 1925 but simultaneously it suffered internal crises. We are interested in one of the breaks of those years: The Working Communist party. Some questions stimulate us: had they weight in the working movement? What political did they use to obtain or to preserve influence in the proletariat? Did they question the union strategies of the PC? The intention is to tackle a study that allows to deepen the knowledge on the universe of these actors in the Argentina because, without losing of sight the dimension of the object, his review can help us to a more complete comprehension of the communist experience and, definitively, water to the reconstruction of the history of the Argentine left side in his entail with the working movement.

Keywords: Communism; Labor movement; Argentina; Decade of 1920.


Introducción

El proceder del Partido Comunista (PC) en relación al movimiento obrero durante la década de 1920 ya ha sido analizado.1 Pero la historiografía no ha avanzado en el desempeño de las diferentes escisiones del comunismo que se provocaron a lo largo de estos años. El PC inició su influencia concreta en el mundo del trabajo con posterioridad a 1925 con la adopción de la orientación de la ‘proletarización' y la ‘bolchevización'. Casi simultáneamente, y durante el siguiente lustro, sufriría crisis internas que se materializaron en reacomodamientos, cambios de estructura, expulsiones, purgas, etc.

El PC durante estos años sufrió tres rupturas. La primera de ellas en 1922 conocida como ‘frentista' se originó en una divergencia de un grupo de militantes sobre la política de frente único. Este grupo fue acusado de distorsionar la estrategia impulsada desde la Internacional Comunista (IC) a partir de 1921 con la intención de ganar presencia en el proletariado buscando acuerdos con otras fuerzas de izquierda (el objetivo último era lograr que las bases se enfrentaran con sus dirigencias acusadas de reformistas). La dirigencia del PC los denunció aduciendo que proponían una alianza permanente con el Partido Socialista (PS) e inmediatamente los calificó de ‘desviacionistas de derecha'. Este núcleo ‘frentista' estaba compuesto por algunos destacados militantes como Luis Koiffman y Pedro Milesi pero, en sintonía con la estructura partidaria oficial en ese momento, tuvo escasa incidencia en el movimiento obrero.2

La segunda de las rupturas ocurridas en aquellos años se materializó en el denominado Partido Comunista Obrero (PCO) al que, luego de una breve descripción general de su origen y desarrollo, nos abocaremos en este artículo con la intención de reseñar su historia y revisar específicamente sus políticas y prácticas sindicales. Como observaremos más detenidamente, el PCO apeló a obtener la intervención de la IC y así poder evidenciar que el diferendo se debía a cuestiones estrictamente de índole local.

La tercera crisis dentro del PC se desenvolvió a partir de 1927 y tuvo como actor central a José Penelón, la figura más importante dentro del partido en los años veinte. La estructura surgida de esta escisión se denominó Partido Comunista de la Región Argentina, para la elección presidencial de 1928 adquirió el nombre de Partido Comunista de la República Argentina (PCRA) para finalmente adoptar, luego de 1930, el de Concentración Obrera. En esta ocasión, nuevamente, las instancias internacionales del comunismo intervinieron y la discusión se zanjó rápidamente en marzo de 1928 (en realidad, en Argentina se conoció a finales del mes de mayo) cuando la IC tomó una resolución al respecto reconociendo al PC como la única sección argentina y cuestionó, aunque con algunos leves matices, las posiciones de Penelón en todos los aspectos. Esto implicó su separación del cargo de secretario general del Secretariado Sudamericano de la IC ante la negativa de retornar a la estructura partidaria reconocida.3 El periódico oficial del grupo fue Adelante del que se editaron sesenta números entre febrero de 1928 y diciembre de 1930 bajo la dirección de Penelón. Como Partido Concentración Obrera publicaron a partir de 1942 Frente democrático que salió de modo discontinuo hasta 1956.

La ruptura con el Partido Comunista

En el III Congreso del PC (abril de 1920) se produjo un debate que expresaba desavenencias en torno al programa. Un grupo, que de allí en más conformó la corriente ‘izquierdista', se mostraba contrario a la posibilidad que el partido enarbolara un programa de reivindicaciones mínimas. Basados en el clima de convulsión social a nivel mundial y en el rechazo a las concepciones reformistas, que sostenían en todo caso incumbían a los sindicatos, planteaban el carácter revolucionario de las tareas que se debían emprender. Vale la pena señalar que ha sido señalado el empalme de esta corriente con las ideas impulsadas por Amadeo Bordiga en el PC italiano.4 La consonancia con las posiciones del líder comunista italiano se daba, en principio, en su crítica al programa mínimo y al parlamentarismo:

el partido comunista alcanza su carácter unitario y tiende a la realización de todo un proceso programático en cuanto agrupa en sus filas a aquella parte del proletariado que, al organizarse, ha superado la tendencia a moverse únicamente por los impulsos inmediatos determinados por las restrictas situaciones económicas. (...) Para preparar ideológica y prácticamente al proletariado para la lucha revolucionaria por la dictadura, una tarea esencial del partido comunista es la crítica despiadada del programa de la izquierda burguesa y de todo programa que quiera extraer la solución de los problemas sociales del marco de las instituciones burguesas democráticas y parlamentarias.5

Encabezados por el rosarino Tomás Velles, estos militantes, muchos de pertenencia obrera, se constituyeron como mayoría en el congreso y se enfrentaron con la minoría liderada por Rodolfo Ghioldi, Victorio Codovilla, José Penelón y Pedro Romo, entre otros, que defendían la aplicación del programa mínimo y la utilización de la vía parlamentaria como método de lucha. El crecimiento de la corriente ‘izquierdista' se cristalizó en los años siguientes aunque los puestos dirigentes pertenecían en su mayoría al grupo contrario. El IV (enero de 1922) y el V Congreso partidario (1923) mostraron este avance que se terminó sellando con la obtención de la mayoría de los cargos directivos por parte del grupo ‘izquierdista' durante el VI Congreso en julio de 1924.6

En este marco de fricciones internas, la IC daba señales inequívocas de su avance en las políticas de acción y organización. El V Congreso de la IC, desarrollado a mediados de 1924, rubricó la dirección hacia la ‘bolchevización' y la ‘proletarización'. La primera implicaba un PC cada vez más sometido a la deriva de Moscú y la adopción de un ‘centralismo democrático' reinterpretado en pos de una pérdida de autonomía de las instancias inferiores partidarias. Por su parte, la ‘proletarización' buscaba asirse de un perfil obrero mediante el fomento y adopción de la estructura de células sobre las cuales se debía basar la reorganización.7 Estas decisiones comenzaron a desgajar el equilibrio entre ambas fracciones del comunismo argentino que alternaban estas disonantes mayorías y minorías en la estructura partidaria y en la dirección. El grupo de Ghioldi, Codovilla y Penelón, ahora minoritario en los puestos directivos, no cesó en su intención de dotar al PC de un programa de reivindicaciones inmediatas y finalmente consiguió la intervención en la disputa, en su favor, de la IC. Esto ocurrió en enero de 1925 con el envío de la "Carta Abierta del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista al PC de la Argentina" en donde, con la firma del encargado del Bureau Latino, el suizo Jules Humbert-Droz, se saldaba la reyerta en favor del sector opositor al ‘izquierdismo'. La misiva marcaba la necesidad de convertirse en "un partido de acción" con la imperiosa tarea de "ir a las masas" y "estudiar detalladamente sus más vitales e inmediatas aspiraciones".8 Esto colocó en retroceso al grupo derrotado que intentó vanamente recomponer posiciones en el partido. En la decisión cominternista no sólo influyeron los lazos personales que Penelón y Codovilla habían construido en Moscú sino también que en esos instantes se iniciaba la persecución de los elementos trotskistas al interior del movimiento.9 Entre marzo y abril de 1925, el V Pleno del CE de la IC puso en marcha las decisiones de su V Congreso en referencia a la composición y estructuración interna de los partidos comunistas de todo el mundo. La estocada final estuvo dada por la reunión del Comité Ejecutivo del PC argentino en junio del mismo año que aprobó la carta de la IC sin reparo alguno. El desenlace se vería a los pocos meses con la realización de un nuevo cónclave partidario.A fines de 1925, los bendecidos por las resoluciones de la IC lograron la mayoría en el VII Congreso del PC y se impusieron sobre el ‘ala izquierda'.10 La conducción real, aunque no formal, quedó en manos de Penelón, Ghioldi y Codovilla quienes procedieron a la expulsión de los derrotados con puestas en escena y argumentos varios. Entre los raleados se encontraban importantes militantes que había participado en la organización del Partido Socialista Internacional, el antecesor del PC, y encabezado numerosas luchas: Angélica Mendoza, Cayetano Oriolo, Miguel Contreras, Mateo Fossa, Rafael Greco, Romeo Gentile y Teófilo González, por mencionar a los más reconocidos. A ellos se sumaron un reducido grupo organizado en torno a la revista universitaria Insurrexit como Héctor Raurich, Luis Hipólito Etchebéhère y Micaela Feldman.11 Todos juntos constituyeron el PCO en enero de 1926, designaron a Oriolo como secretario general y editaron el periódico La Chispa (dirigido por Mendoza), de allí que serían conocidos como ‘chispistas'.12 El oficialismo los acusaría de ‘verbalistas', ‘provocadores' e ‘izquierdistas' mientras que los expulsados adujeron que el motivo recaía, además de las diferencias marcadas, en el "Informe económico de la Comisión de Control designada por el VI Congreso del Partido Comunista de la Argentina, integrada por los compañeros Cayetano Oriolo y Juan Nieto" que denunciaba el manejo financiero del periódico La Internacional.13 Los expelidos afirmaban que su demanda de democracia interna también formaba parte de las motivaciones de la exclusión, así lo planteaba Feldman (en la reconstrucción literaria de Elsa Osorio):

para nosotros lo normal era discutir las ideas, así lo habíamos hecho en Insurrexit, y así lo seguiríamos haciendo toda la vida. Cuando nos expulsaron del PCA comenzamos a atisbar lo que en años posteriores, en Europa, íbamos a sufrir en su verdadera dimensión, y sus dramáticas consecuencias.14

Los integrantes oscilaron entre 100 y 400 afiliados aunque su importancia no radica en lo cuantitativo sino que nos permite, entre otras cuestiones, reflexionar sobre la política sindical del comunismo en sus diversas variantes y la estrategia de obtener representación en los lugares de trabajo. El peso de su organización se limitó a la Capital Federal y a la localidad de Avellaneda. La particularidad del PCO, que lo convierte en foco de nuestro interés, es que estuvo compuesto por una alta proporción de cuadros obreros. Su dirigencia pertenecía a diferentes gremios: Mendoza era maestra normal en la provincia de Mendoza, Oriolo provenía del sindicato del automóvil, Fossa del sector de la madera, Greco del metalúrgico, entre otros. Además, el grueso de sus militantes se encontraba entre los obreros del calzado, metalúrgicos y textiles.

El PC acusaba directamente al PCO de encabezar ‘focos trotskistas' pero esto se negaba tajantemente: "no mantenemos relación, en el orden internacional con ningún partido de oposición, y mantenemos sobre la plataforma del trotskismo una posición contraria".15 Los propios recuerdos de algunos de sus integrantes colaboraron en que se asociara el PCO al trotskismo, así lo recordaba Feldman:

cuando empezó en la Unión Soviética la lucha contra Trotzki, Etchebéhère, fervoroso admirador del jefe del Ejército Rojo, abrazó su causa. Y era tal su dimensión revolucionaria, tan íntegra su conducta, tan entregada su vida de militante, que al ser expulsado del partido lo fue únicamente por trotzkista, labor fraccionista y antibolchevique.16

Lo cierto es que sólo más adelante, en los años treinta, algunos ‘chispistas' reportarían a las primeras organizaciones de esta corriente en la Argentina, tal fue el caso de Fossa, Etchebéhère, Feldman, Raurich y Mendoza. La pluma de Ernesto Sábato daba cuenta literariamente de estos recorridos:

pienso que su amarga experiencia con Fernando fue lo que lo separó del anarquismo y lo llevó al movimiento comunista; aunque, como usted puede figurarse, ese simple hecho no podía transformar su mentalidad, que permaneció siempre la misma; mentalidad que explica su expulsión del movimiento comunista bajo la acusación de terrorismo. No supe más de él hasta 1938, en aquel invierno de 1938, cuando empezaron a llegar a París, ilegalmente, los hombres y mujeres que lograron atravesar los Pirineos después de la derrota en España. Paulina (pobre Paulina) a quien oculté varias veces en mi pieza de la Rue des Écoles, me contó la muerte de Carlos en el mismo tanque en que murió Etchebehere, otro argentino. ¿Qué, se había vuelto trotskista? Paulina lo ignoraba: sólo lo había visto una vez: hosco y solitario como siempre, estoico, impenetrable.17

Las políticas sindicales del ‘chispismo'

Como vimos, la polémica entre ambos grupos giró en torno al carácter del programa que se debía levantar al interior del PC. Pero, con posterioridad al VI Congreso partidario (1924), se puede observar que los puntos discordantes contenían también otros elementos. Por ejemplo, el programa elaborado en disidencia por Mendoza y Oriolo incluyó críticas a la lucha antiimperialista, la cuestión agraria, el trabajo en las Fuerzas Armadas y a la cuestión sindical, entre otros. Sobre el aspecto gremial allí se marcaba la debilidad del movimiento obrero en términos generales, la escasa influencia del comunismo y se reivindicaba la organización de sindicatos por rama con énfasis en la creación de consejos de fábrica, aristas a las que, se aducía, se le había dado poca relevancia hasta el momento desde el PC:

la Organización de los Consejos de Fábrica debe ser ahondado con más seriedad y preocupación por el Partido durante este período. Es menester que el Partido no le ha prestado casi ninguna atención al asunto. Es necesario que se comprendan las ventajas del Consejo de Fábrica sobre los actuales "Delegados de Sindicato", la superioridad de ese organismo y su adaptabilidad para la lucha y la expresión del interés de todos los obreros, así como el nuevo concepto y realidad del control obrero sobre la producción que él implica.18

Una vez consumada la escisión y la creación de la nueva estructura, el PCO intentó en vano ser reconocido por la IC como partido oficial en la Argentina y durante su corta existencia mantuvo su polémica con el PC en torno a la cuestión agraria, sindical, política, organización interna, etc.19 En el plano sindical, el PCO propuso e incentivó la unificación de las centrales obreras bajo la órbita de la Internacional Sindical Roja (ISR). Aunque esto no impidió las críticas al resto de las corrientes ya que a los anarquistas de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) los acusaba de tener prácticas ligadas al individualismo, a los socialistas de la flamante Confederación Obrera Argentina (COA) de colaborar con la burguesía y propiciar un reformismo abyecto y a los sindicalistas de la Unión Sindical Argentina (USA) les recriminó su apoliticismo. Vale señalar que si bien otorgaron importancia al mundo sindical, éste no fue el único campo en el cual encuadraban la lucha obrera ya que impulsaron reflexiones y acciones en un plano de reivindicaciones más amplias que incluyeron la carestía de la vida, el deporte, la seguridad social, etc.

Más allá de buscar acuerdos entre las centrales obreras existentes, los ‘chispistas' desempeñaron su labor gremial en el marco institucional de la USA ya que los sindicatos que condujeron, metalúrgicos y calzado, allí revistaban. Esta presencia les habilitó acuerdos y cargos de relevancia en la USA. Los comunistas controlaban desde 1924 el principal organismo federado de esta central obrera que era la Unión Obrera Local (UOL) de Buenos Aires.20 La convivencia, nunca marcadamente cordial, entre comunistas y sindicalistas en la USA se fue deteriorando con velocidad a partir de 1926 con motivo de la ratificación de la cláusula que reafirmaba la prescindencia política de la central en el Congreso de aquel año. Para ganar posiciones, los sindicalistas hicieron eje en la UOL y obtuvieron el desplazamiento de los comunistas de la conducción para inmediatamente establecer un pacto con el ‘chispismo' y designar al dirigente del calzado Teófilo González como secretario general del Comité Local de la UOL a partir de marzo de 1927.21

El PCO tuvo una postura crítica respecto de la aplicación que el PC había hecho de la política sindical de la Comintern argumentando que la ‘bolchevización' había servido a los fines de consolidar el aparato y burocratizar el partido a las órdenes de lo que denominaban ‘los cuatro marxistas': Penelón, Codovilla, Romo y Ghioldi. Los cuestionamientos recalaban principalmente en el mutismo: "en el orden sindical se reflejaba también ese malestar general del Partido. Nunca el CE se ocupó de hacer de las agrupaciones sindicales organismos vivos de elaboración y de acción".22 Este señalamiento acerca de la burocratización del PC ha llevado a consideraciones, a nuestro juicio erróneas, sobre la caracterización del núcleo ‘chispista':

su concepción de la política, de la acción sindical o de la organización partidaria fue siempre mucho más ‘basista', ‘espontaneísta' y radical que las que sostenían socialistas o comunistas. Influidos por el anarquismo primero y el marxismo después, su pensamiento tendió a mantener un aliento heterodoxo y libertario.23

Efectivamente, existió en el PCO un esfuerzo por obtener presencia sindical conjugando una propuesta que incluyó representaciones en la base obrera, más específicamente, en los sitios de trabajo. Pero esto no se distanció, en sus trazos más relevantes, de la política de conformación de células fabriles impulsada por el PC. En este sentido, referían a la estructura celular que paulatinamente se construía en el mundo industrial con reconocimiento hacia la táctica de la IC y con críticas a la implementación en la Argentina ya que la interpretaban producto de la improvisación y de un desarrollo poco coordinado:

la base celular fue desnaturalizada. Prueba de ello está en la confección de las células al antojo del C. E. sin tener en cuenta los grandes y verdaderos centros de trabajo, en cuyo seno debía hacerse la agitación metódica.24

La nota enfatizaba la improvisación de la labor emprendida, la falta de coordinación y deslizaba críticas a la ilegalidad de las células ya que entendían que menguaban la discusión interna entre los afiliados y favorecía la aplicación de ‘líneas ideológicas' de la dirección. A esto se sumaban cuestionamientos a la particular centralización que contrariaba la dinámica interna. Y en los números siguientes de su órgano de prensa publicaron en su totalidad las "Instrucciones sobre la estructura y el funcionamiento de las células de empresa y de calle", resolución adoptada por la Segunda Conferencia de Organización del Comité Ejecutivo de la IC y ratificadas por el Bureau de Organización del Comité Ejecutivo del mismo organismo el 26 de marzo de 1926.25 Con esto se apelaba a una correcta aplicación de la estructura celular y, de paso, se intentaba obtener el beneplácito cominternista mostrando que la ruptura se debía a cuestiones nacionales y no a disidencias con la dirigencia internacional del comunismo. Para el PCO, el trabajo debía comenzar en la célula de calle y desde allí organizar la fábrica: "la misión fundamental de la célula de calle en nuestro partido es la de la conquista de la fábrica sobre la cual activan, y la organización en la misma de una célula de fábrica".26

El escenario económico permitió y, a la vez, determinó que se priorizara el mundo industrial pues la caída en las importaciones durante la Primera Guerra Mundial provocó que aquellas industrias que elaboraban sus productos con materias primas nacionales (alimentación, muebles, textiles, metalurgia, etc.) incrementaran su producción. Además, el paulatino agotamiento de la frontera agrícola, la suba de precios de las manufacturas, el reposicionamiento de la inversión extranjera, entre otros factores, posibilitaron que el sector industrial aumentara su participación en la estructura económica nacional y tuviera tasas de crecimiento más elevadas que las del sector agropecuario. Si bien el crecimiento comparativo de la industria y del sector agrícola-ganadero resulta más parejo en el corte 1923-1928, la tendencia de las manufacturas a aumentar porcentualmente por encima del sector primario fue constante.27 La tendencia al aumento del sector industrial en la economía ciertamente generó un lento pero sostenido surgimiento de una clase obrera industrial que desempeñaba su labor en pésimas condiciones.

Veamos algunos ejemplos concretos de implementación y desenvolvimiento en el mundo gremial. Las novedades fueron inmediatas en algunos sectores productivos como el metalúrgico ya que Greco, uno de los fundadores del PCO, era secretario general del Sindicato Obrero de la Industria Metalúrgica (SOIM). Allí también estaban otros cuadros importantes como Luis Miranda y Romeo Gentile. En la práctica, el PCO dirigió el sindicato con ayuda de socialistas, anarquistas y sindicalistas hasta el comienzo de la dictadura militar en septiembre de 1930 asestando un duro golpe al PC y su tenaz esfuerzo por obtener presencia en la industria. Como fracción interna minoritaria, el PC conformó la Agrupación Comunista Metalúrgica y editó el periódico El Metalúrgico Rojo.28 El SOIM, ya en manos de los ‘chispistas', no abandonó la política de organización en los lugares de trabajo. En una de las principales fábricas, La Cantábrica en el barrio porteño de Barracas, organizaron el cuerpo de delegados y lo defendieron frente a los despedidos de la empresa.29 Y lograron constituir células de empresa en La Italo Americana y en la importante Siam. Asimismo, durante este período el personal de la metalúrgica Tofanari organizó su comisión interna al igual que en la fábrica Canale. El SOIM consideraba necesario aceitar la comunicación entre la dirección y la base organizada:

se aprobó la creación del secretariado, con la edición de un boletín semanal a cargo de éste, para relacionarse con la base inmediata de la organización, como son los delegados de talleres y comisiones internas. Se ha resuelto remover a todos los delegados de talleres y crear los comités locales necesarios a juicio de C. A.30

Esto permite observar la existencia de estructuras colectivas de representación sindical en paralelo a las células partidarias pero, también, la capacidad de la dirigencia de desplazar a los delegados a voluntad. En una de las fábricas más importantes del gremio como Klockner, situada en la intersección de las calles Empedrado y General Artigas del barrio de Villa del Parque, la disputa entre el PC y el PCO se desarrolló en torno al funcionamiento del comité de fábrica. El PC tenía presencia allí casi desde la creación de la empresa con una célula partidaria que publicaba un periódico.31

De hecho, el periódico sindical confirmaba la idea de la importancia de trabajar en las plantas de producción:

con este sistema de organización vertical de la base, dado que se inicia en la sección de las fábricas o talleres, recorriendo la trayectoria de la Comisión Interna, futuros Comités de Usina, al Comité Local, siguiendo por las conferencias locales y generales; aporta para la organización, un valioso contingente de elementos activos que intervienen así en la vida directa de la organización, y que son imprescindibles a nuestro sindicato.32

y enfatizaba la idea de dirigir la atención a las grandes empresas que comenzaban a proliferar en el escenario productivo de la Argentina, particularmente en la Capital Federal y sus alrededores. Aunque desde posiciones oficiales se discutía este supuesto interés por organizar a los trabajadores y denunciaban las demoras y argucias a las que acudía el PCO, y en particular el secretario general Greco, para evitar conformar los comités de fábrica en el gremio metalúrgico.33

El otro gremio donde los ‘chispistas' mantuvieron una presencia destacable fue en el del calzado. Durante los años veinte el Sindicato de Obreros del Calzado (SOC) se desempeñó en un clima de debilidad tras las conquistas del período 1917-1921. A partir de 1925 y con el clima de división reinante, el PC fue perdiendo influencia ya que gran parte de sus militantes migraron al PCO junto al secretario general del sindicato Teófilo González. De hecho, este sindicato y el de los metalúrgicos compartieron en este período el local sindical ubicándose en la histórica biblioteca socialista en México 2070. En el gremio, desde finales de la década de 1910 existían propuestas e intenciones de consolidar la estructura de los consejos obreros para ejercer el control y la vigilancia en los lugares de trabajo pero, aunque fueron impulsados en las principales fábricas de calzado con éxito dispar, no parecieron mantener la estabilidad. Durante la década de 1920, se conformaron efímeros consejos en las empresas Bermolen y Noel y Gouvet pero el sindicato mayoritario de la industria no obtuvo su funcionamiento efectivo y concreto de modo extendido en el tiempo.34 Esto también era visto por el socialista Alfredo López:

se propicia también la implantación del control obrero en la producción mediante los Consejos de Fábrica. La experiencia corre por cuenta de los obreros del calzado, pero la iniciativa terminó en un rotundo fracaso, que arrastra a la propia organización sindical.35

No se abandonó el reclamo por el control sindical en el sitio laboral pero con escasa capacidad de materializar la intención programática. Incluso, el PC advertía la presencia de estos consejos y se proponía censarlos.36 En contraposición, algunas expresiones dentro de la anarquista Federación Obrera del Calzado no sólo propugnaban la presencia individual del delegado, en detrimento de formas colectivas como los consejos o los comités, sino que existían líneas internas que desechaban cualquier rol que pudiera cumplir frente a la patronal como referente obrero en una negociación y se oponían a la búsqueda de reconocimiento legal de su figura.37 El gremio emprendió una dura huelga a fines de 1926 en la que el PCO, los sindicalistas y el PC participaron conjuntamente y obtuvieron un triunfo aunque sólo lograron la aplicación del pliego de condiciones con modificaciones respecto del originalmente presentado.38 Mientras existió, el PCO no perdió su supremacía en el SOC y en las elecciones sindicales de 1927 logró plasmar su mayor presencia en la composición de la lista única para la renovación de la Comisión Administrativa. La labor ‘chispista' en la industria del calzado continuó la línea de crear, engrosar y afirmar el funcionamiento de las células que sólo lograron mantener en fábricas de mediana dimensión de la Capital Federal y zonas aledañas.

En el sector textil intentaron infructuosamente organizarse de modo duradero aunque establecieron una presencia, débil, en la importante Campomar y Soulas tanto en la sede Valentín Alsina como en la de Belgrano. Allí, el PC tenía sus células y periódicos de empresa e indudablemente una porción de los militantes se alineó con el PCO aunque sin poner en peligro la superioridad de los primeros. También desde la conquista de la UOL de Buenos Aires, tras el acuerdo con los sindicalistas, encararon la organización de las fábricas Barolo y Barlaro pero su presencia fue efímera.39 El gremio textil contaba, además, con una sólida base socialista que coadyuvó a tornar infructuoso el intento del PCO de extender su influencia entre los obreros de la industria.

Desde su fundación en 1923 el Sindicato Obrero de la Industria del Mueble nunca perdió la conducción sindicalista y existía cierto interés de la dirigencia por la creación y sostenimiento de los delegados en las empresas y talleres. Entre 1925 y 1930 la figura de Fossa en el gremio fue ganando relevancia y desde las páginas del periódico sindical, Acción Obrera, reclamaba el sostenimiento de los delegados y la necesidad de formar comités de fábricas en las empresas de mayor caudal de trabajadores.40 Asimismo, Fossa denunciaba desde las páginas de La Chispa la censura de la que era objeto en el órgano de prensa del sindicato.41 El Sindicato de Obreros Gorreros, que tenía una alta presencia de la colectividad judía, también estuvo ligado a los ‘chispistas' ya que su secretario general Jacobo Brun participó de la escisión de 1925. En esto seguramente influyó la polémica que encabezó el PC por aquellos años con su propia sección judía, la Agrupación Comunista Israelita, que finalizó con la expulsión de numerosos cuadros obreros de la época que terminaron por adscribir al PCO.42 El impacto de esta sangría fue importante en términos cuantitativos y cualitativos en tanto el PC debió emprender un duro trabajo para recuperar presencia en aquellos gremios que se destacaban por la gran proporción de trabajadores de esta comunidad. Durante estos años uno de los periódicos de mayor circulación dentro de la colectividad judía, Di Presse, encarnó la defensa del ‘chispismo' con un ahínco que le valió el ataque frontal del PC. En el gremio de los gorreros, por ejemplo, lograron algunas mejoras en las condiciones laborales y afirmar las células, como el caso de la fábrica de sombreros Pogliada y Cía.43

El PC sacó su propio balance de la crisis. En concreto, el rumbo por el que optó se cimentó sobre el acrecentamiento del control interno del partido y la clausura de los canales internos de discusión. Además, le permitió solidificar la injerencia de la IC en el PC argentino y establecer los parámetros para el resto de las estructuras en América Latina. Durante su breve existencia, el ‘chispismo' no cesó en su intento de apelar al reconocimiento de la instancia internacional con resultados infructuosos y esto mostraba el papel cada vez más decisivo jugado por ella a la hora de dirimir escenarios de disputas.

El cierre de este ciclo de rupturas en torno a la década del veinte (a la que se sumó la que encarnó Penelón con la creación de una nueva estructura partidaria a partir de 1927) habilitó la cristalización del tándem Codovilla-Ghioldi en la conducción real del PC. A partir de allí, se ocuparon los cargos dejados por Penelón, los peldaños directivos también sufrieron modificaciones y se incorporaron numerosos cuadros obreros, entre ellos Miguel Contreras, Pedro Chiarante, José Peter, Gerónimo Arnedo Álvarez y Guido Fioravanti ocuparían en los años siguientes lugares encumbrados. Como se sostuvo, estas rupturas junto con el VIII Congreso del partido y la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana (que se llevaron a cabo entre 1928 y 1929) fueron un

punto de inflexión que aseguró la definitiva homogeneización ideológica, política y organizativa del PC argentino, clausurando, así, la anterior década de grandes discusiones y disensos internos que conducían a la conformación de tendencias y fracciones. En el futuro, existieron caídas en desgracia de algunos dirigentes y cuadros partidarios, pero en todos los casos, se trató ya de casos individuales. La continuidad y la unidad interna quedaron implantadas con la existencia de un sólido aparato partidario, una ideología inconmovible (el marxismo-leninismo), unos aceitados vínculos con Moscú y un equipo de dirección cambiante y no exento de fuertes crisis endógenas pero incapacitado para transformarlas en luchas fraccionales al resto de la organización. Este fue uno de los productos del giro a la estrategia de clase contra clase.44

Todo este proceso de regimentación interna indudablemente impactó en el PCO que, no casualmente, se desintegró como estructura partidaria durante 1929. Aún en su epílogo, los resortes del PC a escala nacional, continental e internacional no se privaron de fustigar a los ‘chispistas' en la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana que se desarrolló en junio de 1929 en Buenos Aires.45 Tras la disolución, perdieron presencia en el movimiento sindical. El SOIM pasó en 1930 a manos de los comunistas que rápidamente lo incorporaron a su recientemente formada central de trabajadores denominada Comité de Unidad Sindical Clasista mientras que el sindicato del calzado vería una influencia creciente del sindicalismo, primero, y del socialismo durante la década de 1930 con Alfredo Fidanza como secretario general y figura más relevante.

Balance

Para el balance final resulta conveniente retomar alguno de los interrogantes que explicitamos en el inicio del artículo. Como aclaramos, el PCO no representó una estructura que cuantitativamente haya constituido una fuerza considerable al interior del movimiento obrero. Pero tampoco se puede desdeñar su presencia e impacto en la segunda mitad de la década del veinte como expresión política en tanto pudo haber expresado en su forma, contenido y programa una variante que nos permite concluir elementos sobre su desempeño, el del comunismo en su conjunto y el del sindicalismo en general.

Un primer conjunto de conclusiones pueden ser englobadas en torno a su relación con el PC oficial, su programa e influencia concreta en el movimiento obrero. La discusión sobre el programa de reivindicaciones inmediatas ocupó gran parte de la primera mitad de la década dentro del PC y las posturas, congruentes con una discusión que se daba también en el plano internacional, no pueden señalarse como una mera expresión de disputa por la conducción. El problema, para nuestro interés, es si esas divergencias impactaron en el plano sindical una vez explicitada la ruptura. No encontramos un planteo programático que estableciera las causas de las diferencias o similitudes con la propuesta sindical del PC pues generalmente la crítica ‘chispista' hizo foco en una correcta aplicación de los planteos de la IC o un desempeño más metódico y enfático en favor de ciertas prácticas específicas como la organización en el sitio de trabajo. En este sentido, entendemos que el PCO no se apartó en términos sustanciales de la hoja de ruta trazada por la IC y por el PC. En primer lugar, siguieron priorizando aquellos gremios manufactureros e industriales en los que existían peores condiciones laborales y en donde las otras corrientes políticas tenían posiciones menos sólidas: metalúrgicos, textiles, en menor medida el gremio del calzado, etc. Allí dirigieron sus esfuerzos que se limitaron al ámbito de la Capital Federal y sus alrededores y a empresas puntuales. En este punto en particular, el PCO laceró la experiencia que había construido el PC tras disminuir su influencia, en el corto plazo, en dos gremios importantes como los metalúrgicos y el calzado. En segundo lugar, además de buscar el manejo o representación en los cargos directivos de los sindicatos, el PCO promovió la inserción y consolidación en los sitios de producción. Para ello fomentó un estricto cumplimiento de la estructura celular y de las disposiciones de los estamentos internacionales del comunismo. Aunque marcaron la necesidad de priorizar las grandes fábricas, procurar que las células no fueran elementos de adoctrinamiento e incluso esbozaron tibias críticas a la ilegalidad de dichos organismos, esto no pareció constituir un programa alternativo ni disonante con el PC oficial. No debemos olvidar que, en los gremios de su influencia, los ‘chispistas' también impulsaron cuerpos de delegados, comisiones internas y comités de fábricas como formas de organización en el lugar de trabajo pero sin recalar por ello en una práctica disímil respecto de otras corrientes, incluso del PC oficial. Hasta donde tenemos conocimiento, la existencia de estos organismos, que se creían propios de otros tiempos, era frecuente en algunos gremios y no resultaban incompatibles con las células partidarias. En ocasiones, se fomentaba la célula comunista y, en paralelo, si existía o se formaba una instancia de representación colectiva en la fábrica (como la comisión interna o el cuerpo de delgados) los comunistas, oficiales y apóstatas, intentaban ingresar y obtener mayoría en ellas.Un segundo grupo de elementos de balance puede estar dado por la identidad político-ideológica del PCO. Allí abrevan, al menos, dos caracterizaciones. La definición como elementos originarios de un trotskismo vernáculo parte de las acusaciones del PC que en el momento de ruptura desplegaba a nivel mundial una lucha descarnada contra la oposición de izquierda, sus seguidores y representantes. Esto conjugó una persecución efectiva al trotskismo y le fue funcional como principio acusatorio, difamador y deslegitimador frente a posiciones críticas en el seno de sus estructuras. Éste fue el caso del ‘chispismo'. El PCO se encargó de buscar la consagración como partido oficial por parte de la IC, no enarboló crítica alguna a dicha estructura, se preocupó explícitamente por desmarcarse de las posiciones trotskistas e, incluso, publicó notas y apoyó varias de las tesis del propio Stalin en las páginas de La Chispa. La confusión también fue consecuencia del recorrido posterior de algunos de sus integrantes, como ya dijimos anteriormente. La segunda de las caracterizaciones podría desprenderse de la idea afincada sobre algunos de los integrantes del PCO que hacía eje en una concepción de "aliento heterodoxo y libertario".46 Entendemos que, en lo que respecta al plano sindical fundamentalmente, resulta un exceso retórico o una sobredimensión, teleología mediante, de la deriva posterior de los sujetos en cuestión y que el núcleo ‘chispista' no elaboró ni un programa ni prácticas en ese sentido. El interés por las estructuras de base en los gremios que mostró el PCO no distó del esfuerzo emprendido por el PC por las células fabriles o los comités de fábrica y, en ese sentido, tuvo como principal objetivo lograr representación en los sitios de trabajo sin por ello formar parte de un programa de tinte "basista" o "espontaneísta", dirección en que se lo ha querido señalar.

En suma, las discusiones previas a la ruptura estaban originadas en torno a la aplicación de las políticas partidarias y a los elementos programáticos señalados. Ya constituido como partido, el PCO enarboló un programa de reivindicaciones inmediatas que entendía revolucionario y sin concesiones a la burguesía ni al reformismo. También profundizó la crítica a las aplicaciones que el PC había hecho de las políticas de la IC. Pero no pareció lograr traspasar la barrera del discurso en muchos de sus planteos. En la práctica, se limitó a pretender obtener el beneplácito de las instancias internacionales del comunismo y a mostrarse como un alumno comprensivo. Incluso, en el campo sindical, más allá de abogar por una unión de las centrales obreras, no concretó ni programática ni empíricamente una alternativa ya que, a pesar de conservar cierto peso en lo inmediato, no desplegó políticas de nuevo tipo derivadas de una crítica al PC. De todos modos, su presencia, efímera por cierto, no pasó desapercibida para las corrientes políticas con presencia en el movimiento obrero y de allí, al menos para este artículo, la importancia de indagar sobre su desempeño en el cual todavía la historiografía debe seguir profundizando.

 

Citas:

1. Hernán Camarero, A la conquista de la clase obrera. Los comunistas y el mundo del trabajo en la Argentina, 1920-1935 (Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editora Iberoamericana, 2007).

2. Daniel Campione, El comunismo en Argentina. Sus primeros pasos (Buenos Aires: Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos/Centro Cultural de Cooperación Floreal Gorini, 2005).

3. La Comintern envió dos documentos que actuaron de modo conjunto al momento de deslegitimar al sector de Penelón y trazar la hoja de ruta del PC en lo inmediato. El primero, una carta-resolución que el Presidium del Comité Ejecutivo envió al PC argentino en donde tabicó la contienda y marcó los lineamientos nodales que sirvieron como eje para los debates en su VIII Congreso en noviembre de 1928. El segundo, un fallo que reconocía a las autoridades elegidas en el congreso de diciembre de 1927 e instaba a Penelón a retornar al PC.

4. Otto Vargas, El marxismo y la revolución argentina: Tomo 2 (Buenos Aires: Agora, 1999).

5. Amadeo Bordiga, "Tesis de Roma. Tesis sobre la táctica del Partido Comunista de Italia", Artículo traducido y disponible en www.marxists.org (1922).

6. Partido Comunista, Esbozo de Historia del Partido Comunista de la Argentina (Origen y desarrollo del Partido Comunista y del movimiento obrero y popular argentino) (Buenos Aires: Anteo, 1947), 54.

7. Es pertinente mencionar un debate historiográfico en torno a los inicios de la influencia comunista en el movimiento obrero. Por un lado, José Aricó enunció la relevancia de ciertas corrientes de la izquierda en los sectores obreros durante estas décadas. Refiriéndose al plano sindical de la clase trabajadora, destacaba "(.) el peso creciente que tuvieron en este proceso las organizaciones de izquierda, y en primer lugar los comunistas. Fueron estos últimos, precisamente, quienes mostraron una capacidad antes inexistente para construir estructuras sindicales ‘modernas'". Allí remarcó la paradoja que suponía que durante el período estratégico de ‘clase contra clase', caracterizado como sectario debido a la imposibilidad de coordinar trabajos con las otras fuerzas de izquierda, el comunismo logró su momento de mayor llegada a los obreros. Las investigaciones de Hernán Camarero contradijeron este razonamiento evidenciando que los inicios de la proletarización del comunismo ocurrieron en torno a mediados de la década de 1920 durante la estrategia de ‘frente único'. José Aricó, "Los comunistas y el movimiento obrero", La Ciudad Futura. Revista de cultura socialista, 4 (1987) y Hernán Camarero, A la conquista de la clase obrera. Los comunistas y el mundo del trabajo en la Argentina, 1920-1935 (Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editora Iberoamericana, 2007).

8. CE de la IC, "Carta abierta al CE del PC de la Argentina", Moscú, enero de 1925.

9. Otto Vargas, El marxismo y la revolución argentina: Tomo 2 (Buenos Aires: Agora, 1999), 273.

10. Durante el Congreso fue asesinado el dirigente de la Federación Juvenil Comunista Enrique Germán Müller, ligado a la línea triunfante. Del crimen fue acusado el obrero gráfico Modesto Fernández que pertenecía al ‘ala izquierdista'.

11. La revista Insurrexit editó poco más de una decena de números entre 1920 y 1921.

12. El nombre de la publicación, que editó 89 números entre 1926 y 1929, era la traducción al castellano del periódico "Izkra" editado por Lenin durante su exilio en Suiza. Víctor Augusto Piemonte, Alcances y significaciones de la incidencia soviética en las prácticas políticas del Partido Comunista de la Argentina (1919-1943) (tesis de doctorado, Universidad de Buenos Aires, 2013); Julio Godio, El movimiento obrero argentino (1910-1930). Socialismo, sindicalismo y comunismo (Buenos Aires: Legasa, 1988), 167-278.

13. Jordán Oriolo, Antiesbozo de la Historia del Partido Comunista (1918-1928). 2 volúmenes (Buenos Aires: CEAL, 1994), 98. Para ver la versión oficial de esta discusión interna ver: Partido Comunista, Esbozo de Historia del Partido Comunista de la Argentina (Origen y desarrollo del Partido Comunista y del movimiento obrero y popular argentino) (Buenos Aires: Anteo, 1947), 51 y ss.

14. Elsa Osorio, Mika (Buenos Aires: Seix Barral, 2012) 72. Micaela Feldman nació en 1902 en Argentina y murió a los 90 años en Francia. Su experiencia militante alcanzó su punto más importante durante la Guerra Civil Española donde fue la única mujer que dirigió una columna de milicianos del Partido Obrero de Unificación Marxista. Ver Horacio Tarcus, Diccionario biográfico de la izquierda argentina (Buenos Aires: Emecé Editores, 2007), 207.

15. "Dónde están los trotskistas en nuestro país", La Chispa, órgano del Partido Comunista Obrero, III, 60, 9/6/1928.

16. Horacio Tarcus, "Historia de una pasión revolucionaria. Hipólito Etchebéhère y Mika Feldman. De la reforma universitaria a la guerra civil española", El Rodaballo. Revista de política y cultura 11/12 (2000): 45.

17. Ernesto Sábato, Sobre héroes y tumbas (Barcelona: Seix Barral, 1988), 493-494.

18. "Proyecto de Programa de Reivindicaciones Inmediatas", despacho de los miembros en disidencia de la Comisión de Programa nombrada en el VI Congreso del Partido Comunista de la Argentina, compañeros Angélica Mendoza y Cayetano Oriolo.

19. Daniel Kohen, "Apuntes para la historia de un comunismo vernáculo. El caso del Partido Comunista Obrero en la década de 1920", Ponencia presentada en XII Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, (2009).

20. La UOL junto con la Unión Obrera Provincial de Córdoba fueron dos de los puntales a partir de los cuales el PC construyó presencia en el plano sindical en los años veinte. Uno de los principales dirigentes comunistas cordobeses fue Miguel Contreras quien inicialmente formó parte de la corriente ‘izquierdista' pero luego de la llegada de la Carta Abierta de la IC se alineó con el bando ganador y de allí en más ocupó importantes cargos políticos y organizativos dentro del PC argentino y en estructuras de alcance latinoamericano. Para un relato autobiográfico ver Miguel Contreras, Memorias (Buenos Aires: Testimonios, 1978).

21. Hernán Camarero, A la conquista de la clase obrera. Los comunistas y el mundo del trabajo en la Argentina, 1920-1935 (Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editora Iberoamericana, 2007), 111-133.

22. "Creación y organización del Partido Comunista Obrero", La Chispa, órgano del Partido Comunista Obrero, I, 1, 30/1/1926.

23. Horacio Tarcus, "Historia de una pasión revolucionaria. Hipólito Etchebéhère y Mika Feldman. De la reforma universitaria a la guerra civil española", El Rodaballo. Revista de política y cultura 11/12 (2000): 45.

24. "Cuestión organización", La Chispa, órgano del Partido Comunista Obrero, I, 8, 22/5/1926, p. 3.

25. La nota completa y detallada puede leerse de los números 10 a 14 de La Chispa bajo el título "Cuestión organización".

26. "La conquista de las fábricas y los trabajos en el barrio", La Chispa, órgano del Partido Comunista Obrero, II, 44, 22/10/1927, p. 2.

27. Juan Carlos Korol y Claudio Belini, Historia económica de la Argentina en el siglo XX (Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2012), 55.

28. Comité Local del PC de la Capital Federal. Circular N° 24, 8/10/1926.

29. "Correspondencia de fábricas y talleres", La Chispa, órgano del Partido Comunista Obrero, II, 26, 26/2/1927, p. 3.

30. "El Sindicato Obrero de la Industria Metalúrgica puso fin a los debates prolongados", La Chispa, órgano del Partido Comunista Obrero, III, 57, 28/4/1928, p. 4.

31. Jorge Correa, Carlos Ons, un dirigente metalúrgico clasista (Buenos Aires: Anteo, 1975), 18 y ss.

32. "Informe general de la Comisión Administrativa a la Asamblea General Ordinaria del 28 de febrero de 1926", El Obrero Metalúrgico, órgano del Sindicato Obrero de la Industria Metalúrgica, IV, 36, enero y febrero de 1926, p. 1.

33. "Para los chispistas los comités de fábrica y los grupos idiomáticos son macanas", La Internacional, órgano del Partido Comunista de la Argentina, XI, 3310, 14/9/1929, p. 6.

34. Marina Kabat, Del Taller a la Fábrica. Proceso de trabajo, industria y clase obrera en la rama del calzado (Buenos Aires 1870-1940) (Buenos Aires: Ediciones RyR, 2005), 191-196.

35. Alfredo López, Historia del movimiento social y de la clase obrera argentina (Buenos Aires: Peña Lillo, 1974), 242.

36. "Sindicato de Obreros en Calzado", La Internacional, VIII, 1177, 17/12/1925, p. 3.

37. "Un punto que debe merece ser seriamente discutido y nítidamente aclarado", El Obrero en Calzado, órgano de la Federación Obrera del Calzado, VI, 26, diciembre de 1926, p. 2.

38. , Alfredo Fidanza, El Sindicato Obrero de la Industria del Calzado. Su creación, sus luchas, su obra y sus aspiraciones (Buenos Aires: s/e, 1941), 18.

39. "Los trabajadores textiles deben reaccionar en todo el frente para conquistas generales e indispensables", La Chispa, órgano del Partido Comunista Obrero, III, 57, 28/4/1928, p. 3.

40. Mateo Fossa, "Observaciones", Acción Obrera, órgano oficial del Sindicato Obrero de la Industria del Mueble, IV, 31, mayo de 1927, pp. 1 y 2.

41. Mateo Fossa, "Apuntes sindicales", La Chispa, órgano del Partido Comunista Obrero, III, 56, 7/4/1928, p. 3.

42. Hernán Camarero, A la conquista de la clase obrera. Los comunistas y el mundo del trabajo en la Argentina, 1920-1935 (Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editora Iberoamericana, 2007), 300-301; Otto Vargas, El marxismo y la revolución argentina: Tomo 2 (Buenos Aires: Agora, 1999), 290; Daniel Kersffeld, Rusos y rojos. Judíos comunistas en los tiempos de la Comintern (Buenos Aires: Capital Intelectual, 2012), 115-116. Reconocidos integrantes de la colectividad judía recalaron en el PCO: David Yacubovich, Isaak Sujoy, David Sirota, por mencionar algunos.

43. "Fábrica de sombreros de Pogliada y Cía.", La Chispa, órgano del Partido Comunista Obrero, II, 28, 26/3/1927, p. 3.

44. Hernán Camarero, "El tercer período de la Comintern en versión criolla. Avatares de una orientación combativa y sectaria del Partido Comunista hacia el movimiento obrero argentino", A contracorriente, una revista de historia social y literatura de América Latina 3 (2011): 213.

45. SSA de la IC, El movimiento revolucionario latinoamericano. Versiones de la Primera Conferencia Comunista Latino Americana. Junio de 1929, Buenos Aires, La Correspondencia Sudamericana, 1930.

46. Horacio Tarcus, "Historia de una pasión revolucionaria. Hipólito Etchebéhère y Mika Feldman. De la reforma universitaria a la guerra civil española", El Rodaballo. Revista de política y cultura 11/12 (2000): 45.

 

Bibliografía:

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