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Revista Escuela de Historia

versión On-line ISSN 1669-9041

Rev. Esc. Hist. vol.13 no.2 Salta jun. 2014

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

Paisajes, materialidad y memoria social en el Valle Calchaquí Medio

(Landscapes, materiality and social memory in the middle Calchaquí Valley)

Verónica Isabel Williams* y María Cecilia Castellanos**
* CONICET-Instituto de Arqueología, Facultad Filosofía y Letras, 25 de mayo 217, Piso 3, Universidad de Buenos Aires, veronicaw33@yahoo.com
**CONICET- Centro Promocional de Estudios e Investigaciones en Historia y Antropología (CEPIHA), Av. Bolivia 5150, Universidad Nacional de Salta, cecicastellan88@yahoo.com.ar


Resumen:

En este artículo presentamos las diferentes formas que tomó la materialidad durante los procesos históricos sucedidos entre el siglo X al XVII y los modos de espacialidad que comprometen y dan cuenta de los procesos sociales sucedidos en las cuencas de Angastaco y Molinos y las quebradas subsidiarias del valle Calchaquí medio (Tacuil, Gualfín y Luracatao) en la actual provincia de Salta. Se resume el registro arqueológico conocido de las quebradas altas del Calchaquí medio y se discute el papel de un tipo especial de sitios, los pukara, partiendo del supuesto que los mismos no solo fueron espacios de refugio, resistencia y ofensiva de las poblaciones nativas durante el Período de Desarrollos Regionales y la época colonial (siglos X al XVII) sino también hitos en el terreno durante la conquista inca materializando el poder a través de su valorización como lugares sagrados. Desde esta mirada, planteamos discutir sobre la multiplicidad de paisajes que se pudieron haber generado en este sector del Calchaquí durante un rango temporal amplio, teniendo en cuenta el contexto sociopolítico general.

Palabras clave: Paisaje; Materialidad; Geo-símbolos; Valle Calchaquí medio; Siglos X-XVII 

Abstract:

In this article, we present the information about the different ways that materiality took shape during the historical processes between 10th and 17th centuries; how manners of spatiality involve and account for that process in settlements which inhabited Angastaco and Molinos basins, and the subsidiary quebradas of central Calchaquí valley (Tacuil, Gualfin, and Luracatao) in the current province of Salta. An archaeological review about the high quebradas is summarized, and the role of a special type of sites "pukaras" is argued, discussed, from the point of view that they were not only spaces of resistances and offensives for the native populations but also were milestones in the land during the Inca conquest. They materialized the power by valuating those as sacred places. From this view, we stand that it is necessary to think and argue about the great variety of landscapes which could have been generated in this area of Calchaquí valley in a large temporary range, considering the sociopolitical context in general.

Keywords: Landscape; Materiality; Geosymbol; Medium Calchaquí valley; 10th and 17th centuries


Estudiar las sociedades del pasado es de alguna manera desentramar las concepciones de ellas mismas y de sus propios pasados, los cuales, en gran medida, están presentes en lugares elegidos por las personas para vivir y realizar ciertas actividades. Estas elecciones son inseparables de la historicidad del paisaje, es decir, del contexto de las relaciones establecidas en el tiempo y en el espacio, entendiéndolo más allá de sus lecturas geográfica y naturalista y de los marcos y modelos tradicionales. Por lo tanto, las cuestiones que rodean al paisaje no se limitan al lugar y espacio dado que están estrechamente vinculadas, con los conceptos de tiempo y memoria social. Desde esta propuesta y teniendo en cuenta los procesos históricos sucedidos entre el siglo X al XVII intentamos vincular materialidades y espacialidades y la manera en que desde la arqueología, en su tratamiento de artefactos y huellas del pasado, se producen discursos sumamente poderosos a la hora de conformar, sustentar o reproducir determinadas percepciones y concepciones espacio-temporales en el presente.1

Situándonos en lineamientos de la Arqueología del Paisaje consideramos al espacio como una construcción social, creado por la objetivación de la acción humana tanto material como imaginaria. El espacio físico en sí mismo, puede ser considerado como un aspecto previo a la existencia humana, pero su organización y significado son un producto de la transformación y experiencia social.2 Consideramos al paisaje como una entidad física, medible y precisa que se puede describir tanto en el presente como en el pasado. Desde una perspectiva fenomenológica, un paisaje es una noción subjetiva ya que está constantemente moldeado como imagen que la gente, experimenta y participa a través de su conocimiento y creencias particulares. Para Mata Olmos3 el paisaje es, ante todo, resultado de la relación sensible de la gente con su entorno percibido, cotidiano o visitado. Por eso mismo, el paisaje es también elemento de afinidad y de identidad territorial, y manifestación de la diversidad del espacio geográfico que se hace explícita en la materialidad de cada paisaje y en sus representaciones sociales. Se trata de una diversidad que resulta de la articulación de lo físico, lo biológico y lo cultural en cada lugar.

Entendemos al territorio, concepto complejo y polisémico, como la apropiación social de un espacio mediante el agenciamiento de aquellos recursos económicos y simbólicos que estructuran las condiciones prácticas de la existencia de un colectivo auto-identificado con el mismo.4 Este concepto es indisociable del de territorialidad, en tanto que estructura relacional y multidimensional establecida entre una sociedad y su territorio; ella comprende tanto la identidad con un espacio determinado, la exclusividad proclamada dentro de éste y los modos de interacción establecidos con el medio.5 La percepción, significación y construcción de paisajes implica actos que recurren a la memoria relacionando sentidos, historias y experiencias de vida.6 Podemos decir entonces que los espacios, los paisajes y los territorios contienen marcas que los sujetos sociales les otorgan, las cuales actúan como "vehículos de memorias"7, que se hallan cargadas de subjetividades y sentidos y son variables en tiempo y lugar, y se hallan sujetas a modificaciones que los intérpretes de esas marcas realicen. Es importante considerar a los geo-símbolos sensu Bonnemaison8 que como "lugares", relieves, itinerarios, rutas, construcciones, sitios, etc. que, por razones religiosas, culturales o políticas, adoptan en los ojos de los grupos étnicos y sociales una dimensión simbólica que los arraiga en su identidad, y que por ende, participa activamente en la construcción territorial. Es en esta perspectiva territorial y geo-simbólica que creemos que las producciones visuales de los sitios con arte rupestre, los santuarios, los caminos, las minas, los mojones, las apachetas, los cerros, las cuevas, las peñas (qaqa), los punkus y los pukaras intervinieron de manera general en la demarcación de las diferentes jurisdicciones territoriales, espaciales de los pueblos y expresan toda su capacidad agentiva, en tanto resultan ser sistemas de acción destinados a construir/cambiar el mundo más que meras manifestaciones expresivas.9

En el mantenimiento y transmisión de una memoria social tienen un papel importante el lenguaje, la práctica corporal y la cultura material. Los materiales, como artefactos, pueden ser dotados de múltiples y complejas cualidades y significados, y ser habilitados para cumplir numerosas funciones, transformando sus roles y actividades en actos de memoria.10 Estos actos están situados en un marco temporal, a menudo como un momento de cambios trascendentales que son periódicamente promulgados para reforzar la cohesión social o la jerarquía. En la discusión de la antropología del tiempo, Gell retoma el argumento que el sistema de rituales sirve para relacionar el mundo tangible a los orígenes míticos y para alinear el mundo del presente con el pasado mítico que lo reemplaza.11

En esta ocasión presentamos información obtenida a partir de la integración de dos estrategias metodológicas, por un lado aquella involucrada en el proceso de investigación arqueológica, centrándonos en particular en los enfoques de estudio sobre paisaje y sus múltiples reconfiguraciones. Incorporamos además datos producidos a partir del análisis crítico de fuentes históricas tomando en cuenta, en particular, la documentación edita que se tiene para la zona. La integración de ambas miradas permitió construir una visión del sector medio del valle Calchaquí en una escala temporal amplia.

Paisaje social prehispánico en un sector del Valle Calchaquí medio

El valle Calchaquí, recorre encajonado casi 200 kilómetros delimitado por elevaciones que llegan a los 5000 msnm alcanzando su altura máxima de 6380 msnm en el Nevado de Cachi, desde sus nacientes en el Nevado del Acay hasta San Carlos donde se ensancha hasta un máximo de 10 kilómetros en el Mollar, frente a Cafayate donde el río Calchaquí confluye con el río Santa María a 1680 msnm. La diferente exposición a vientos húmedos posibilita la saturación de lluvia en las laderas occidentales con canalizaciones de arroyos, mientras que las faldas orientales se mantienen áridas, desérticas y estériles. Una característica es que en estas latitudes se modifica la relación altura/clima si la comparamos con los Andes Centrales. Los pisos equivalentes a los "quechwas" se encuentran en general entre los 1.700 y los 2.300 msnm. Es así que el valle Yocavil, en virtud de su cota promedio de 1.700 msnm, su clima y el manejo de las técnicas agrícolas, es apto para los cultivos mesotérmicos tales como maíz, poroto pallar, zapallo, ají, calabaza, entre otros, mientras que los valles más altos como Cajón, Gualfín y Angastaco, cuya cota promedio es de 3.000 msnm, son más aptos para los vegetales microtérmicos, como la quinoa, papa, ulluco, de mayor resistencia al frío, menor requerimiento de humedad y en la puna se dan de manera atemporal o de secano.12 La vegetación de monte, que ocupa el nivel más bajo del valle, proveía de algarroba junto con otros árboles y arbustos como chañar, jume, mistol, etc.

Cuenca de Angastaco y Molinos

En el sector del valle Calchaquí medio, las quebradas occidentales que forman parte de las cuencas de los ríos Molinos y Angastaco como Gualfín, Tacuil y Luracatao, funcionan como vías naturales que comunican el valle principal con la puna. Estas quebradas, jugaron un papel importante en la dinámica regional por la presencia de cursos permanentes de agua aptos para una agricultura intensiva, sumado a que constituyen pasos naturales de comunicación con los salares de Ratones, Diablillos y Hombre Muerto, ambiente de puna que fue y es una zona de intenso tránsito desde y hacia los diferentes ambientes que la circundan. Esta amplia zona era atravesada como paso obligado entre los oasis del Norte chileno, único nexo con la costa pacífica, y los grandes valles que comunican con la selva y el chaco.13

Las referencias históricas sobre los grupos que habitaban estas tierras a la llegada de los españoles, mencionan que las poblaciones conformaban unidades socio políticas fragmentadas.14 La información arqueológica señala que en el sector medio del valle Calchaquí los poblados prehispánicos de envergadura se agruparían en dos sectores entre Cachi y Molinos, mostrando una integración transversal vinculada al acceso a territorios de importante productividad agrícola y recursos económicos disímiles.15 Esta vinculación se refuerza por el hecho que el fondo del valle del río Calchaquí no muestra hasta Angastaco variaciones significativas en su topografía o recursos económicos potenciales y, según la información actual, los sitios ubicados al sur de Molinos se hacen más espaciados y sus dimensiones son menores como La Arcadia y El Carmen.16 El fuerte desequilibrio en la densidad de sitios registrados al norte y sur de Molinos sugiere la hipótesis que hacia el sur las poblaciones habrían asumido un carácter más disperso.

Las fuentes históricas señalan para los siglos XVI y XVII que al sur de Molinos se localizaban las parcialidades sichas mencionando instalaciones pequeñas y no concentradas.17 Y es precisamente en este sector donde se ubican una serie de poblados defensivos en altura (pukara) y las grandes extensiones de cultivo hacia el interior de las quebradas transversales.18

Los poblados de tipo conglomerado pertenecientes al Período de Desarrollos Regionales (en adelante PDR) asociados al río Calchaquí son El Churcal y Molinos que fueron interpretados en un primer momento como cabecera de las poblaciones ubicadas al interior de las quebradas.19 Pero la información que esperamos sumar sobre el registro de al menos diez pukaras (sensu Ruíz y Albeck, 1997)20 en esta zona nos conduce a repensar el espacio prehispánico. Estos sitios nuclean la mayor cantidad de estructuras habitacionales del área y se encuentran en terrenos naturalmente defendidos. En esta área se han localizado hasta el momento, 25 asentamientos arqueológicos, entre ellos 9 pukara cuya ocupación data desde inicios del PDR (Fuerte Tacuil -3,5 ha-, Peña Alta de Mayuco -5,5 ha-, Fuerte Gualfín -1 ha-, Cerro La Cruz -<1 ha-, Pueblo Viejo -4 ha-, El Alto -1,6 ha-, Peña Punta, la Angostura -3,5 ha- y Ellencot), y uno inca (Pukara de Angastaco -3,4 ha-)21 (Villegas, 2006; Williams, 2010), además de escasos y dispersos conjuntos arquitectónicos que no pasan las 2 ha. En el área comprendida entre la margen derecha del río Calchaquí y las cuencas de Molinos y Angastaco, los pukara se distribuyen en una superficie de 149 ha (1,49 km2).

Figura 1


Figura 1: Mapa del sector medio del valle Calchaquí con los sitios arqueológicos
y áreas agrícolas mencionados en el texto.

Debemos realzar que la localización de los pukara en las quebradas de acceso al piso de puna les confiere una estratégica protección natural. El conjunto de fechados radiocarbónicos disponibles para los mismos los ubican desde el inicio del PDR hasta el período Colonial temprano (Tabla 1); además de la documentación que menciona que estos sitios se hallaban ocupados al ingreso de los españoles al valle: "...Todo el pueblo de Hualfin se había fortificado en un sitio, y fortaleza que formó la naturaleza, en medio de una montaña rodeada de peñascos...".22

Tabla 1: Fechados radiocarbónicos de los sitios del Calchaquí Medio. Oxcal v4.2. (Bronk Ramsey 2009) y curva de calibración del hemisferio sur SHCal13 (Hogg et al. 2013). Tomado de Williams (2015)

Los pukara se ubican en sectores altos, naturalmente defendidos y superando en ocasiones los 200 m por sobre el nivel de fondo de valle (p.e. Peña Alta), siendo algunos de ellos de acceso extremadamente difícil por una sola ruta que podía haber sido fácilmente defendida y/o bloqueada (p.e. Peña Alta, Fuerte Tacuil y Pueblo Viejo). Los Fuertes de Gualfín, Tacuil y Peña Alta de Mayuco se localizan sobre mesetas dacíticas, de muy difícil acceso, con pendientes que en los dos últimos casos alcanzan al menos los 80º. Los sitios El Alto y Pueblo Viejo de Pucará se asientan sobre mesetas de arenisca, elevadas a unos 90 m desde el fondo del valle.23 En esta cuenca los mayores asentamientos habitacionales son aquellos que ofrecen mejor visibilidad y menor accesibilidad, como si buscasen "compensar su vulnerabilidad numérica maximizando las características defensivas del terreno y reduciendo el riesgo de ser atrapados".24 La supuesta exclusividad defensiva de los sitios tipo pukara no parece coincidir con el registro arqueológico procedente de los mismos.25 Apoya esta hipótesis el bajo rendimiento que el uso de armas de corto alcance como arcos, flechas, porras y hondas26 pudo ofrecer a grupos parapetados27 y la presencia de bloques de piedra con morteros ya sea intramuros o extramuros. Especialmente en el Fuerte de Tacuil y Peña Alta, registramos más de 40 morteros sobre roca madre, contando en ocasiones con más de 20 horadaciones en un mismo soporte. Esto podría implicar que el alimento habría entrado al sitio como granos, y que allí mismo se habría llevado a cabo su procesamiento.28 Esta actividad no invalida la función defensiva de los pukara sino que formaría parte de una de las actividades "cotidianas" desarrolladas en estos sitios.

En líneas generales los pukara presentan una ubicación heterogénea en el terreno que comprende zonas productivas próximas entre sí como: 1) fondo de valle del río Calchaquí y sus tributarios (entre los 1900 msnm y 2200 msnm); 2) porciones medias y altas de las quebradas tributarias (entre 2600 msnm y 3400 msnm), la cabecera del valle troncal y los piedemontes con cursos de agua permanente y 3) cotas por encima de las áreas agrícolas con recursos de pastoreo y caza (p.e. Compuel y cabeceras de Mayuco, Río Blanco y Gualfín) donde se localizaron conjuntos agrícolas que cubren una superficie de más de 400 ha. Espacialmente asociados a éstos se encuentran asentamientos agrícolas (superficies aterrazadas, canchones, despedres y sistemas de irrigación) alguno de los cuales son los complejos de andenerías de Mayuco (30 ha), La Campana, Roselpa, La Despensa (125 ha), Corralito (101 ha), Pucarilla (5ha), Gualfín (36 ha) y Tacuil (30 ha), entre otros.29

El potencial de esta área es mencionado en una tasación de 1802 sobre los bienes pertenecientes a la Hacienda de Calchaquí, publicada por Atilio Cornejo en 1945: "...la Estancia llamada Gualfín siguiendo al Sur dista de la Casa, como doce leguas y siendo su ambito de oriente a Poniente hasta dar con los altos de las Cierras pertenecientes a esta Estancia...en cuyos terrenos se hallan varios Potreros divididos por Naturaleza, casaderos, y cienagas de pastos consistentes...", "...siendo declaración en la comprehención de esta Estancia a la parte del oriente Estan citos, dos valles, llamados Pucará y Pucarilla que al presente los ocupan veinte y cuatro colonos, por ser sus tierras excelentes para sembrar, y varios Huertos que logran por la mucha agua de pie permanente...". 30

En la quebrada de Luracatao, que es una ramificación lateral del valle principal del río Calchaquí, las características climáticas, condiciones hídricas y orográficas del valle permitieron el desarrollo de suelos fértiles conformando un espacio apto para el desarrollo de actividades agrícolas y ganaderas. Baldini y De Feo (2000)31 señalan la alta potencialidad agrícola alcanzando un estimativo de 350 ha que corresponden a estructuras rectangulares, cuadros de cultivo, andenes, recintos circulares, etc. Bertrand (1885)32 y Von Tchudi33 (1858) también destacaron la existencia de terrazas y estructuras arqueológicas en las nacientes del río Luracatao. Precisamente el primer autor describe las cabeceras de la quebrada homónima como muy vegosas, con abundantes vicuñas y al término de esta vega señala a la laguna y el salar de Pastos Grandes y la vega de Quirón, donde hay buen pasto y agua.34

Las recientes investigaciones en Luracatao permiten dar cuenta de una densa ocupación humana sobre las diferentes geoformas presentes a lo largo de la cuenca, en las terrazas inferiores del río. Los sitios arqueológicos registrados se caracterizan por ser sitios de tipo conglomerado de planta rectangular, sitios tipo pukara con murallas de circunvalación aterrazados para cultivo que dan cuenta del alto potencial de productividad de esta quebrada.  (Tabla 2)

Tabla 2. Sitios registrados en el valle de Luracatao

Uno de los sitios es Luracatao 1 Sitio Buena Esperanza (LU01/B/1) (S25°15'55.20"y O66°26'38.00" a 2650 msnm), ubicado sobre el faldeo de una colina enfrente de la actual Puerta de Luracatao, corresponde a un asentamiento de tipo conglomerado característico del PDR, con recintos rectangulares, tumbas asociadas y grandes piedras con morteros (Figura 2). En la cumbre de la misma colina donde se ubicó LU01/B/1 se encontraron los restos del Fuerte de Luracatao o Elencot, LU01/C/1 (S25°16'12.75" y O66°26'40.50" a 2698 msnm), asentamiento tipo pukara localizado entre el río Churquío (hacia el sur) y la Quebrada Honda (hacia el norte), espacialmente vinculado al río Luracatao y a los sitios Churquío canchones (hacia el oeste) y Buena Esperanza (al norte). Presenta vestigios de tres líneas de murallas a diferentes alturas sobre las laderas oeste y sudoeste. Durante nuestra primera prospección en 2013 hemos podido registrar al menos 50 estructuras siendo la mayor concentración de las mismas en el sector noroeste y norte de la cima, sobre ambas lomadas. Es importante destacar las excelentes condiciones de visibilidad que se tiene desde este sitio hacia todo el valle y de las abras que comunican con la puna como la llanura aluvial del río, hacia el norte, en las cabeceras del valle. En dirección al límite sudeste, sobre una elevación intermedia entre la cima y la base, pudimos registrar la presencia de una gran peña que presentaba recintos semicirculares adosados y que es considerado por la población actual como huanca.

El pueblo de Luracatao es mencionado en varias ocasiones en las cartas del gobernador Albornoz (1633) durante la primera campaña realizada en represalia del gran alzamiento diaguita. Si bien no contamos con mucha información, los datos que nos brinda la diferente documentación (edita e inédita) y los trabajos revisados permiten generar algunas preguntas sobre esta población. En primer lugar, la documentación consultada permite señalar la posibilidad de que esta población presente algún tipo de alianza o vinculación con los pueblos del Calchaquí medio, los cuales también estaban implicados en el gran alzamiento (posiblemente alianzas que sean anteriores a la llegada española al NOA). Hacia el Sur del valle de Luracatao y en las cercanías del paraje de Cuchiyacu, se registra un asentamiento ubicado sobre la ladera noreste de un cerro con pendientes pronunciadas (CU01, S25°22'14.59'' y O66°26'26.06'' a 2498 msnm) nombrado por los lugareños al igual que el paraje (Figura 2).


Figura 2. Valle de Luracatao: derecha, imagen satelital con sitios registrados y mencionados en el trabajo; derecha, vista panorámica de los sitios LU01/C/1 y CU01. Fotografías de E. Benozzi y A. Capra.

A medida que se asciende se observan muros de contención y recintos subrectangulares y circulares con muros dobles, en algunos casos asociados a grandes bloques rocosos con morteros. El lugar de emplazamiento del sitio y las condiciones de visibilidad que se tiene desde aquí hacia el sudeste del valle (actual camino de ingreso y conexión natural con el valle central y con la quebrada de Tacuil) permiten pensar una conexión con otros espacios y con las vías de acceso natural al valle de Luracatao desde el sur. Por otro lado, desde el sector medio del sitio es posible visualizar perfectamente el Fuerte de Luracatao.

Integrando la información de los análisis de la cerámica de contextos excavados de los pukara, los fechados radiocarbónicos obtenidos y los datos históricos disponibles podemos postular  una continuidad en la ocupación y valorización de estos durante el momento inca así como en época Colonial. Es decir, postulamos que los pukaras o poblados altos no habrían sido abandonados durante la ocupación inca sino que fueron resignificados por las poblaciones. Como veremos a continuación la localización de los sitios estatales en sectores no habitados previamente por poblaciones locales como el Tambo y Pukara de Angastaco, tambo de Gualfín y Compuel, apoyan la idea que el Imperio Inca habría estado interesado en vigilar los territorios sin alterar demasiado los patrones previamente establecidos, por lo menos en cuanto a la ubicación de los sitios en el paisaje.

Los incas y el sector medio del Valle Calchaquí

La presencia estatal en la zona se evidencia a partir de asentamientos con arquitectura inca, materialidad, vialidad y tecnología agrícola e hidráulica.35 El ingreso del estado inca a este espacio parece haber producido una modificación en la concepción y organización del espacio local.36 Los dos sitios inca de mayor envergadura, Pukara de Angastaco y Compuel, se sitúan en ambientes y alturas notablemente diferentes. El primero está localizado sobre el valle central, en la confluencia del río Angastaco con el Calchaquí, a 1920 msnm. El segundo, a 3500msnm sobre un camino natural que conecta esta área con la puna. El sitio inca más conspicuo en la parte media del valle Calchaquí es el Pukara de Angastaco o Fuerte del Inca, ubicado sobre el valle principal a 1900 msnm. Este sitio presenta planta subcuadrangular (4.5 ha) y está rodeado por una muralla perimetral con atalayas cuadrangulares, conservando todavía en la parte central algunos vestigios de construcciones muy destruidas como estructuras circulares.37 A juzgar por los resultados obtenidos, Tambo Angastaco parece haber funcionado como una instalación destinada al control de la circulación intrarregional, con una fuerte impronta local a partir de los análisis de procedencia de la cerámica, aunque la presencia de cerámica de estilos inca es más del 10% del total de nuestra muestra. Otro sitio inca es Compuel, localizado en una vega de altura a casi 3500 msnm y a unos 12 km al oeste del Fuerte de Gualfín. Está formado por un gran conjunto de rectángulos perimetrales compuestos y cuatro estructuras tipo celdas sobre una planicie muy cerca del curso actual del río homónimo que ocupan una superficie de 3,37 ha. En el río Gualfín se han localizados dos conjuntos más; uno formado por una hilera con 7 unidades y de 180 metros por 25 metros y el otro, más alejado, muy deteriorado con una construcción moderna por encima de tipo corral, que debió tener por lo menos 8 unidades y mide aproximadamente 124 m por 12 m. Hay otro conjunto en la base de un cerro llamado de la Cruz que está separado del resto con una superficie de 0, 5 ha. Compuel tiene una ubicación estratégica por su comunicación con una serie de ofrendatorios y santuarios de altura en la puna salteña y catamarqueña. En la zona y casi sobre la margen del salar del Hombre Muerto, se ubica el poblado Mina Incahuasi y una serie de santuarios localizados en los alrededores como el cerro Volcán Peinado, Volcán Gallán, Volcán Antofalla, cerro Tebenquiche y Volcán Carachipampa que serían ofrendatorios de altura.38 En las serranías del Cerro Galán (5650msnm) existen varias abras (a 20 y 30 km). Las dos más probable como tránsito son Compuel y Atacamara que desembocan por distinto camino en la quebrada del río Compuel y aquí el camino ingresaría a los valles Calchaquíes pasando por Compuel (15 km desde las abras), luego por Pucará (30-35 km) para llegar a Angastaco (30-35 km).39 En el cono del Cerro Galán se ubica la Tambería de Diamante, unos 40 km al noreste de oasis de Antofagasta de la sierra a unos 4500 msnm. De Laguna Diamante el camino inca se dirige hacia el Cerro Gallan, en cuyas serranías existen varias abras (a 20 y 30 km). Datos etnográficos del siglo XX sobre viajes comerciales refuerzan la vinculación puna- valles en particular entre la localidad de Antofagasta de la Sierra y Molinos y quebrada de Gualfín, pasando por Compuel el cual "era la tercera o cuarta jornada en el camino a esos mismos valles" y marcan circuitos, relaciones de parentesco, lugares de paraderos o postas, tipo de productos que se trasladaban, etc.40

Datos históricos sobre Compuel están incluidos en la tasación de la Hacienda de Calchaquí (1802): "...de esta tirando siempre hacia el Sur como a las seis leguas se entra en otro Potrero llamado Compobel, que de Norte a Sur hasta llegar a la Estancia última llamada Tacimaná tendrá como siete leguas de ancho, y de oriente a Poniente incluyendo los abrevaderos, Casaderos, y corridas en los Sotos, donde paran y se crían Vicuñas, Guanacos, Sierbos, Corzuelas, avestruses, y otras cazas, según estoy informado será de Veinte leguas todo él de buenos pastos...", "...estamos en la Estancia de mayor buque, y terrenos por todas partes de la mayor extensión con Ríos, que la crusan, Manantiales, lagunas, y Ojos de agua, que salen de muchas partes de las Cierras que la comprehenden, linda al Sur desde el puesto o Estancia de la loma que divide Compobel como veinte y cuatro leguas, y desde oriente a Poniente como veinte y seis o veinte y ocho leguas, en cuyo vasto terreno que todo él es de Puna brava, en sus altos de cerranías se crían cantidades de Vicuñas, Guanacos, y Cazas todas comestibles...". 41

Interacciones y relaciones en el Calchaquí medio desde las quebradas altas

Por las características de la ocupación colonial que heredamos, el eje geográfico de las zonas montañosas pasa por el centro de los valles, a lo largo de sus ríos principales. El transporte a caballo determinó este eje por su mayor factibilidad, acrecentada luego porque estos fondos de valle eran los más aptos para los cultivos de especies europeas, y en general, mejores para la instalación humana dentro de los patrones y técnicas más usuales. La arqueología ha mostrado cabalmente que éste no era el modelo dominante en tiempos prehispánicos tardíos, cuando sus ocupantes habían adquirido experiencia de siglos en el manejo del ambiente y preferían las laderas de los cerros para la explotación agrícola y los pastos de las tierras más altas para su ganado. Los asentamientos o pueblos fueron instalados en zonas intermedias, no muy lejos de los campos de cultivo. La intercomunicación transversal entre valles aprovechaba los pasos de altura y la conexión horizontal se hacía por las altas cumbres, y no por los fondos del valle, circunstancias que favorecieron el aislamiento y las tácticas defensivas de sus pobladores frente al embate colonial. Gracias a la tenaz resistencia que opusieron sus pobladores indígenas, en la que se alternaron los combates y las negociaciones, éstos lograron retrasar su incorporación al sistema colonial hasta que fueron masivamente desnaturalizados fuera del valle Calchaquí entre 1659 y 1665.

Las quebradas tributarias del valle troncal tuvieron un papel importante en la de dinámica e interacción en el pasado ya que además de constituirse en un nexo para la comunicación, contienen también espacios altamente productivos para el desarrollo agrícola/ganadero, depósitos minerales y recursos vegetales. Las menciones a los pukaras o fuertes, su vinculación con otros pisos altitudinales, así como la productividad de estas quebradas altas son recurrentes en varios documentos históricos:

"Valle de quebradas y tierra muy fragosa donde se hazen fuertes y se faborezen a una boz todos y tienen pastos fragosysimas donde sembrar. Es tierra muy abundante de papas quinoa. mayz y frisoles zapallos y cebada y tudas legumbres algarroba y chañar y tienen la puna cerca donde tienen gran suma de caça de guanacos bicuñas y tarugas y otras muchas caças y oro y Plata. Correra este valle treinta leguas es tierra de munchos rios aunque pequeños y ay en ellos pocos pescados y peqeño tornando lo poblado como dos mill y quinientos indios entre ellos munchos bautizados bueltos a sus antiguas costunbres…Siembran con acequias de Regadío…".42 Un dato que surge de los documentos es la explotación de recursos en distintos pisos y por diferentes grupos. Por ejemplo en 1622 un documento eclesiástico menciona la figura de don Pablo como cacique de los angastacos pertenecientes en aquel momento a la encomienda de Juan Alonso de Tapia.43 Al parecer en 1659, los gualfines tenían derecho a tierras en Angastaco dado que allí bajaban a hacer sus sementeras. Pero también los sichas compartían terrenos en este oasis junto al río Calchaquí convirtiendo a Angastaco probablemente en un territorio multiétnico.44

En la documentación histórica edita e inédita que pudimos consultar se menciona información sobre la existencia de minas45, aunque los datos presentados no permiten señalar con precisión la existencia y explotación de las mismas. En el parte de guerra hecho por el gobernador Albornoz (1633) se menciona la sierra de Malcachisco o Malchachisco, comarcano del pueblo de Acsibi, donde fue muerto Urbina y cerca del cual podría encontrase la mencionada mina de oro que dio origen a dicha muerte.46 Algunos datos brindados por Fortuny (1972, citado en Sprovieri 201347) dan cuenta de la existencia de minas de oro entre las actuales localidades de San Isidro, Molinos y Santuario. Investigaciones geológicas realizadas en la zona de estudio destacan la presencia de una probable explotación minera antigua en cercanías del cerro Blanco en Jasimaná.48 Si bien no contamos con datos más precisos, constituye una veta interesante para explorar a futuro. Además, debemos tener presente que la zona donde se encuentra el cerro Blanco constituye un paso natural a la actual mina de Tincalayu y a los depósitos mineros de la puna de Salta. Este autor también menciona algunos lugares como Papachacra, Casa Grande, Cueva de Funes, Aguas Calientes, Cachi yuyo y el cerro Guayita, donde también pudo observar un pequeño laboreo minero (Castillo com. per. 2012). Es constante la mención que se hace en la documentación sobre los pueblos de Luracataos, Taquigasta, Sichagasta, entre otros, como una importante barrera que impide el ingreso hacia este sector del valle (ver por ejemplo cartas de Albornoz de 1633). Otro dato interesante plantea que el pueblo de Luracatao estaba aliado con los grupos "matadores de Urbina".49

Probablemente las poblaciones hayan manejado una interdigitación de terrenos discontinuos que les permitía compartir recursos en base a un tejido de vinculaciones recíprocas cuya naturaleza desconocemos. Las poblaciones con cabeceras en un sector del valle extendían también sus derechos sobre franjas transversales al mismo que les permitían el acceso a recursos complementarios en zonas más altas; o bien que aquellas que tenían sus cabeceras en las cumbres también disfrutaban de derechos en el fondo del valle principal, donde "otras veces solían hacerlo".50

Interacción y espacios: marcadores, hitos, apachetas y petroglifos como geosímbolos

Desde una perspectiva territorial y de geosímbolos, consideraremos una serie de elementos presentes en las quebradas altas del valle Calchaquí medio como apachetas, mochaderos, arte rupestre, bloques con petroglifos y maquetas. Mochaderos y apachetas han sido mencionados en crónicas y documentación histórica. En una carta del padre Diego de Torres de 1611 citada en las Cartas Annuas, se menciona la presencia de mochaderos que describen los padres Juan Darío y Horacio Morelli en su paso por la misión de Calchaquí: "...en el camino toparon dos mochaderos que son donde los ydolatras offrecen algunos dones a sus ydolos, para alcançar dellos buen viaje y para otros fines".51 Resaltamos de esta cita una idea que nos permite considerar que estos mochaderos eran parte de prácticas asociadas a la circulación y a los viajes, ¿quizás formaban parte de actividades ceremoniales desarrolladas entre espacios de tránsito? Es más, en las Cartas Annuas de 1612 (1612: 199) se hace referencia a una serie de prácticas ligadas a la extirpación de idolatrías entre los Calchaquíes, donde se dio lugar la quema de ídolos "...con mucho sentimiento de ellos...". Donde asimismo se destaca la existencia de un lugar de culto entre los Calchaquíes:"...se(r)cade lunacatao derribamos una Piedra blancagrade, q era muchadero mui antiguo dellos co sus Varas y Plumas-...".

Las investigaciones arqueológicas iniciadas en 2007 han aportado el registro de una serie de apachetas: a lo largo de un tramo del camino que une el Pukara de Angastaco con Gualfín; el conjunto de apachetas sobre el camino que vincula al primero con la Finca Pukara asociadas a dos estructuras o plataformas; las que se localizan en un abra por la que se accede a Jasimaná y Pampallana desde el valle Calchaquí y la gran apacheta ubicada en un cruce de caminos en Colomé.52 También los bloques con petroglifos son recurrentes en el Calchaquí medio y en asociación espacial con los pukara y los aterrazados agrícolas.

En Tacuil, Mayuco y Quebrada Grande se han registrado una serie de bloques con petroglifos de las denominadas "maquetas", especialmente con motivos abstractos de líneas serpenteantes unidas a horadaciones o depresiones circulares u ovoidales llamadas "cochas".53 Las maquetas han sido registradas también en Antofagasta de la Sierra, en la puna catamarqueña, para el tardío-Inca permitiendo a Vigliani plantear el impacto que tuvieron las prácticas agrícolas, en general, y el necesario manejo del agua, en particular, en el esquema de representación visual de las personas.54 Figura 3.


Figura 3: Distribución de sitios con arte. Arriba: Tacuil. Abajo: Gualfín Quebrada Grande

También está presente el motivo escutiforme, el ancoriforme, el damero y los antropomorfos en escenas. Los escutiformes y antropomorfos en T son una representación muy recurrente en el NOA, en ocasiones empuñando hachas u otras armas y han sido reiteradamente interpretados como emblemas de poder.55 Las figuras de hombres con unkus y tocados, banderines, hachas, diademas podrían estar representando emblemas de prestigio y su intervención en la marcación simbólica tanto de una jurisdicción territorial como del poder político. Estos sitios con arte podrían haber funcionado como hitos espaciales cargados de sentidos, es decir como geosímbolos debido a que las imágenes rupestres (sensu Barthes, 1971:12) sobrepasan sus aspectos formales e interpretaciones inmediatas. Precisamente su ubicación, la visibilidad y su repertorio iconográfico nos remiten a la idea que pueden operar como mensajes "para los otros", donde también subyace la capacidad de funcionar como marcadores de espacios; pero también como textos visuales que activan la memoria colectiva de un grupo hacia el resto.56

Como se ha mencionado por las características de la ocupación colonial que heredamos, el eje geográfico de las zonas montañosas pasa por el centro de los valles, a lo largo de sus ríos principales. Los estudios arqueológicos y etnohistóricos confirman que los ejes de ocupación real, y en parte los simbólicos, manifestados en la adoración a los cerros, se encuentran con frecuencia en las altas cumbres. La intercomunicación transversal entre valles aprovechaba los pasos de altura y la conexión horizontal se hacía por las altas cumbres, y no por los fondos del valle, circunstancias que favorecieron el aislamiento y las tácticas defensivas de sus pobladores frente al embate colonial. Gracias a la tenaz resistencia que opusieron sus pobladores indígenas, en la que se alternaron los combates y las negociaciones, éstos lograron retrasar su incor­poración al sistema colonial hasta que fueron masivamente desnaturalizados fuera del valle entre 1659 y 1665. Ahora bien, ¿cómo podemos integrar los geosímbolos en las sucesivas reconfiguraciones del paisaje, en el lapso entre el siglo X al XVII y a nivel de microescala como las quebradas altas del valle? Proponemos que ciertos indicadores pudieron ser usados en forma discontinua mientras que otros posiblemente lo fueron en forma continua. Todas las aproximaciones se plantean a nivel hipotético por el momento, al carecer de una "microcronologia" en la zona.

Un geosímbolo indiscutible debieron haber sido los pukara, al tener una génesis y protagonismo en el PDR, cuya valoración y uso pudo variar durante la ocupación inca pero que vuelven a tomar protagonismo en las Guerras Calchaquíes y Colonia Temprana. En el área entre la margen derecha del río Calchaquí y las cuencas de Molinos y Angastaco que alcanza los 180.000 ha, los pukara hasta el momento reconocidos en imágenes y localizados en el terreno alcanzan a diez y se distribuyen en una superficie de 149 ha (1,49 km2).

Por su parte las apachetas, si bien siempre se las vincula con el Tardío Inca, tienen una profundidad temporal en los Andes que dificultan su filiación cronológica, salvo aquellas asociadas al camino inca. Los bloques con representaciones de felino, en la base del Fuerte de Tacuil, hacen referencia a un momento más temprano, finales del Formativo, que aquellas de escutiformes en la subida del mismo fuerte así como los ancoriformes y personajes antropomorfos como el guerrero en Quebrada Grande.
La concentración de pukaras en las quebradas altas del Calchaquí medio nos habla al menos de un interés en controlar/defender ciertos espacios o territorios y sus pasos hacia la puna y/o los valles y yungas por parte de las poblaciones al menos durante el PDR. La reconfiguración del paisaje durante el periodo inca se dio a partir de la instalación de sitios estatales sobre el fondo de valle y el piso de puna, a la manera de geosímbolos en el paisaje y a su vez resignificando otros como los pukara o ciertas rocas. Una de las formas de poder avanzar en el conocimiento sobre el uso continuo o discontinuo de los geosímbolos es analizar el arte rupestre para poder determinar distintas etapas en la elaboración del mismo, el reconocimiento de distintas técnicas que tengan valor cronológico así como superposiciones de símbolos.

Bajo un paisaje de conflicto y guerra: espacios e interacciones a partir de las entradas españolas

A partir del año 1536, con las primeras entradas españolas al valle, se introducen elementos que posteriormente darán lugar a una nueva configuración de un espacio social, político y económico en el valle. La implantación de un nuevo orden político, económico, religioso y cultural produjo una diversidad de respuestas por parte de las poblaciones indígenas. Las fuentes tempranas mencionan frentes de resistencia de poblaciones indígenas en el valle Calchaquí y el valle de Yocavil los cuales duraron alrededor de 130 años, convirtiéndose el Valle Calchaquí en un espacio de disputa a pesar de su posición marginal con respecto a los centros nucleares.

El avance español y posterior conquista de las tierras del actual Noroeste Argentino produjo una reorganización territorial que trajo aparejado importantes transformaciones en las anteriores formas de ocupación del espacio y sus distintos pisos ecológicos. Por otro lado, los intereses de la corona, las características de los grupos indígenas y la variedad ambiental de este espacio dieron lugar a situaciones y procesos de explotación y dominio colonial heterogéneos en espacio y tiempo. La multiplicidad de estrategias utilizadas para la dominación y conquista generó también múltiples respuestas por parte de los grupos indígenas bajo un contexto asimétrico.

Las diferentes representaciones y discursos coloniales que circulaban entre los españoles sobre el valle dieron lugar a la construcción de imágenes que llevaron a homogeneizar situaciones complejas, a naturalizar, enmascarar e invisibilizar sujetos y prácticas en este espacio. Las diferentes formas de nominar y categorizar constituyeron un importante campo para imponer una dominación sobre los elementos, sujetos y espacios que se mencionaba. Las descripciones geográficas realizadas bajo el sistema colonial constituyen un campo de análisis significativo a la hora de reconstruir representaciones y discursos en torno a los paisajes, las formas de instalación, los recursos y las relaciones sociales.57 En este contexto, el uso de categorías que hacían alusión a la barbarie de los habitantes de este valle tuvo fuerte peso, aún sobre las significaciones de tipo geográfico: "Una gente diaguitta velicosa vestida y de mas razon q la de los llanos bisten camisetas muy largas no traen mantas por hallarse mas sueltos para la guerra".58

A modo de discusiones y reflexiones finales

Nos interesaba compartir la información obtenida a partir de las investigaciones realizadas en las quebradas altas del sector medio del valle Calchaquí y reflexionar sobre una arqueología del paisaje y las materialidades vinculadas. Partimos de la consideración que la materialidad, su espacialidad y los significados asociados a ella, pueden ser manipulados y utilizados para diversos fines y participar activamente en los dinámicos procesos sociales, involucrándose en la estructuración de redes sociales59, en la configuración de las prácticas y en la creación e incorporación del habitus a los grupos humanos. En las quebradas del Calchaquí medio los contextos socio-históricos se sucedieron y transformaron entre los siglos X y XVII, generando una multiplicidad de paisajes en donde se pusieron en práctica mecanismos de competencia, negociación y acuerdo para privilegiar intereses, imponer sistemas simbólicos y/o reforzar la cohesión social. Sin embargo, todas estas prácticas se desarrollaron dentro de un ambiente físico del que no negamos sino que integramos al proceso de construcción de un paisaje dinámico y articulado con sus diferentes dimensiones. Durante el PDR, estas quebradas sostuvieron la mayor cantidad de población aunque con un patrón disperso en el terreno y con la intencionalidad, pensando en los pukara, de no ser vistos, pero a su vez tener un manejo visual de amplias zonas. Su localización nos remite a la idea de defensa/protección pero no sabemos si contra poblaciones vecinas o foráneas. Con la expansión inca, cambia la situación ya que el estado prefirió o eligió las áreas más accesibles y cercanas al camino como el fondo de valle o el piso de puna privilegiando no solo la idea de visibilidad sino la de control en la administración de recursos de los valles.60Las sociedades andinas entendían a su entorno como un espacio en donde los diferentes elementos que la conforman, fueron y son entes imbuidos con poder sagrado, divinidades, puntos de encuentro con el más allá, siendo por tal motivo, adorados y respetados. Por ello en las prácticas sociales de las poblaciones andinas los cerros, las rocas, los manantiales, ríos, montañas, el arte y las tumbas han estado involucrados, incorporándose en forma activa y articulada en la construcción de sus paisajes. Para el caso de los pukara planteamos, que fueron espacios de refugio y resistencia de las poblaciones nativas durante el PDR (1000-14000 D.C.) y comienzos de la época colonial, pero también pudieron funcionar como hitos en el terreno durante la conquista inca materializando el poder a través de su valorización como huaca. La presencia en el arte de motivos como los escutiformes, ancoriformes, tumis, dameros, personajes con unkus tan comunes en el Tardío Inca, tanto en sectores arquitectónicos de los pukara como en el interior de los aterrazados los vinculan con la presencia inca. A esto sumamos el hecho que el camino inca pasa por las inmediaciones de los poblados altos y conecta los dos sitios estatales más importantes de la zona que son Angastaco y Compuel. Por último, el reconocimiento de sectores agrícolas como Corralito 5 con una manufactura más estandarizada que el resto de los sitios agrícolas, con una verdadera orientación inca en su diseño y cuyo fechado lo ubica al menos en tiempos del Inca aunque no descartamos que este rasgo pueda deberse a una reutilización del espacio agrario que deberá ser evaluado cuando en un futuro se disponga de nuevos datos cronológicos (Beta - 232249. AMS 14C 390 ± 40 AP Cal1400 - 1460 AD). Los datos precedentes nos permiten plantear una continuidad en el uso de los pukara desde el inicio del PDR (Gualfín y Tacuil) hasta el Colonial temprano y la polifuncionalidad de estos sitios.61 Como sostiene Nielsen la estrecha vinculación entre objetos, estructuras, lugares y actividades puede relacionarse con la ancestralidad y desde este punto de vista, la polifuncionalidad de lugares, objetos y representaciones fue tan importante como su monumentalidad (visibilidad y duración).62Quedan pendientes muchos interrogantes que nos permiten reflexionar sobre algunos puntos ¿de qué manera pudieron influir en los diferentes paisajes sociales los momentos de conflicto real, como por ejemplo los sucedidos durante las primeras entradas españolas y las guerras calchaquíes? En particular, ¿cuáles fueron las estrategias planteadas en los diferentes espacios de producción (agrícola, pastoril, alfarera, etc.), los espacios de circulación y en las relaciones sociales ante estos episodios? ¿Cómo pudieron incorporar los grupos locales sus memorias y formas de concebir y vivir sus propios paisajes dentro de una nueva esfera política, social, simbólica? ¿De qué manera se fueron superponiendo-modificando-resignificando las diferentes materialidades dentro de los nuevos paisajes definidos?

Por último, consideramos que un acercamiento integrando del análisis del paisaje debe tomar en cuenta varios de los aspectos que hemos mencionado. En este sentido, el uso de datos medibles y análisis cuantitativos no excluye consideraciones de lo subjetivo, de experiencias limitadas por la cultura. Ni el tratamiento del registro arqueológico ni el paisaje obviamente construido basta para capturar el proceso que en esta oportunidad intentamos mostrar.

Agradecimientos:

Las investigaciones fueron financiadas por el FONCYT (PICT 08720, 14425 y 1550); CONICET-(PIP 5361 y 0059) y Wenner Gren 2010. Queremos agradecer a las familias Bonner; Dávalos; a Mick Follet; María y Jorge Fabián de Gualfín; a los intendentes de Angastaco y Molinos y a los pobladores de Gualfín, Tacuil y Compuel. A las autoridades provinciales de Salta por los permisos otorgados y a los colegas y estudiantes de las Universidades de Salta y Buenos Aires que han participado de las campañas.

Notas:

1. Piazzini Suarez, C. "Geografías del conocimiento: transformación de los protocolos de investigación en las arqueologías latinoamericanas", Geopolítica(s) vol. 1, núm. 1 (2010): 116.

2. Soja, E. "The political organisation of space", Association  of  American  Geographers, Commission  on  College Geometry Resource Paper 8 (1971); Lazzari, M., "Traveling objects and spatial images: Exchange relationships and the production of social space", en Global Archaeological Theory, ed P.A. Funari, A. Zarankin and E. Stovel, (New York: Springer Press, 2005.); Ingold, T. "The Temporality of landscape", World Archaeology 25 (1993), 152-174.

3. Mata Olmos, R. "Métodos de estudio del paisaje e instrumentos para su gestión. Consideraciones a partir de experiencias de planificación territorial", en El paisaje y la gestión del territorio. Criterios paisajísticos en la ordenación del territorio y el urbanismo, ed. Mata Olmos y Tarroja. (Barcelona, 2005).

4. Debarbieux, B. « Figures combinées de la ville et de la montagne. Réflexion sur les catégories de la connaissance géographique", Revue de Géographie Alpine tome 87, n° 1 (1999), 33‐49; Raffestin, C. "Ecogénèse territoriale et territorialité", en Espaces, jeux et enjeux, eds. Auriac, F. y Brunet, R. (Paris, Fayard, 1986), 175-185.

5. Soja, "The political organisation of space...", 2.

6. Ingold, T. "The Temporality of landscape...", 152-174; Curtoni, R. "Topofilia y Topofobia: Percepción, Identidad y Sentido en la Construcción social del  Paisaje", en Resúmenes del XVII Congreso Nacional de Arqueología Chilena (Chile, 2006), 76

7. Jelin, E. y V. Langland. "Introducción: las marcas territoriales como nexo entre pasado y presente", en Monumentos, Memoriales y Marcas territoriales, Comp. E. Jelin y V. Langland. (Ed. Siglo XXI de España y de Argentina, Argentina, 2003).

8. Bonnemaison, J. "Le territoire enchanté. Croyances et territorialités en Mélanésie", Géographie et culture N° 3 (Laboratoire Espace et Culture, París. 1992), 76.

9. Gell, A. Art and Agency: An Anthropological Theory. (Oxford University Press, 1998).

10. Nielsen, A. E. "The materiality of ancestors: chullpas and social memory in the late prehispanic history of the South Andes", en Memory Work: Archaeologies of Material Practices, edi. Mills y W. H. Walker, (School of American, Research Press, Santa Fe. 2008), 207-232.

11. Entre los incas así como en otras sociedades, esa relación fue invertida en una forma crucial. Un conjunto de ceremonias muy elaboradas fueron realizadas en una red de santuarios y en los alrededores del Cusco para validar la historia mítica que fue intencionalmente modificada para ajustar o adaptar las relaciones de poder entre las elites. Esto es, el ritual fue conducido para realinear el pasado con el presente, no para reconciliar el presente con el pasado. Este pasado reinventado fue usado entonces para legitimar tanto un nuevo presente políticamente constituido y una evolución del conocimiento imperial.

12. Lorandi, A.M. y M. De Hoyos, "Complementariedad económica en los Valles Calchaquíes y del Cajón, Siglos XV-XVII", en Colonización agrícola y ganadera en América siglos XVI-XVIII. Su impacto en la población aborigen, Coord. Escobari de Querejazu, L. (Ediciones Abya Yala. Quito, 1995), 385-414.

13. Cigliano y Raffino, R., "Arqueología en la vertiente occidental del valle calchaquí medio", Revista de la SAA tomo IX. (Buenos Aires, 1975); Lorandi, A. M. y Boixadós, R. "Etnohistoria de los Valles Calchaquíes en los siglos XVI y XVII", RUNA XVII-XVIII. (Instituto de Ciencias Antropológicas, FFyL, UBA, 1987-1988), 266-419; Lorandi, A.M. y M. De Hoyos, "Complementariedad económica...", 385-414; Williams, V. Southern Empire chronology: some questions of Inca archaeology. 2007. Ms.

14. Lorandi y Boixadós, "Etnohistoria del Valle...", 1987-88.

15. Baldini, L. "Proyecto Arqueología del valle Calchaquí central (Salta, Argentina). Síntesis y perspectivas", en Local, regional, global: prehistoria en los valles Calchaquíes, eds. P. Cornell y P. Stenborg, (Anales, Nueva época 6, Göteborg, 2003), 219-239; Raffino, R. y L. Baldini, "Sitios arqueológicos del valle Calchaquí medio (Depto. Molinos y San Carlos)", Estudios de Arqueología 3-4. (Museo Arqueológico de Cachi, Salta, 1983), 6-36; Williams, V. "El uso del espacio a nivel estatal en el sur del Tawantinsuyu", en El Hábitat Prehispánico, Albeck, et. al –Editoras-. (Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, UNJu, San Salvador de Jujuy, 2010), 77-114; Williams, V. "Prácticas sociales del tardío prehispánico en las cuencas de Angastaco y Molinos (Salta, Argentina)", Congreso; 54 Congreso Internacional de Americanistas (University of Vienna, 2012). Ms.

16. Baldini, L. y De Feo, C. "Hacia un modelo de ocupación del valle Calchaquí central (Salta) durante los Desarrollos Regionales", Relaciones de la SAA, 25(Buenos Aires, Argentina, 2000):75-98.

17. Lorandi y Boixadós, "Etnohistoria del Valle...", 266-419.

18. Cremonte, B. y V. Williams. "La construcción social del paisaje durante la dominación inka en el Noroeste Argentino", en Procesos sociales prehispánicos en el sur andino. La vivienda, la comunidad y el territorio. Comp. M. C. Rivolta et. al. Dir. Nielsen. 1 edición (Editorial Brujas, Córdoba, 2007), 207-237.

19. Baldini, L. y De Feo, C. "Hacia un modelo de ocupación del valle Calchaquí central...", 75-98.

20. Ruiz, M. y M. E. Albeck, "El fenómeno pukara visto desde la puna jujeña...", 83 – 95.

21. Villegas, M. P. "Un ojo en el cielo. El valle Calchaquí Medio visto desde la fotografía aérea", Arqueología N 15 (Instituto de Arqueología. FFyL. UBA, 2009), 109-126; Williams, V., "Sociedades prehispánicas Tardías en el Noroeste Argentino. Una aproximación a trayectorias históricas en el valle Calchaquí durante el Tawantinsuyu", Bulletin Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA, 2010). En Prensa.

22. Torreblanca, H. "Relación Histórica del Calchaquí. Versión paleográfica de Teresa Piossek Prebisch" (Archivo General de La Nación, Buenos Aires, Argentina, [1696]1999), 73.

23. Williams, V. "Sociedades prehispánicas tardías..."; Williams et. al. "La dimensión social de la producción agrícola en un Sector del Valle Calchaquí Medio". En Arqueología de la Agricultura: Casos de Estudio en la Región Andina Argentina, Eds. A. Korstanje y M. Quesada (Editorial Magna, San Miguel de Tucumán, 2010), 178-208.

24. Nielsen, A. "La edad de los Auca Runa en la Quebrada de Humahuaca (Jujuy, Argentina)", Memoria Americana 11 (2003):88.

25. Topic J. y Topic T. "The archaeological investigation of Andean Militarism; some coutionary observations", En The origins and development of the Andean Stated, eds. J. Haas et. al (Cambridge University Press, 1987).

26. Keeley, L.,War before Civilization (Oxford University Press, New York, 1996), 51.

27. Casanova, E. "La Quebrada de Humahuaca", en Historia de la Nación Argentina 1. Junta de Historia y Numismática Americana (Buenos Aires.1936), 223-4.

28. Generalmente los morteros se ubican en sectores protegidos del viento, en lugares donde la presencia del sol o luz es mayor y protegidos del sector de acceso al sitio.

29. Williams y Villegas. "Colonización estatal en las cuencas de Angastaco- Molinos (Salta, Argentina)", en Al borde del Imperio. Paisajes sociales, materialidades y memoria en áreas periféricas del Noroeste Argentino. Comp. V. Williams y B. Cremonte (Publicaciones de la SAA, 2013), 221-251.

30. Cornejo, A. Apuntes Históricos sobre Salta, 2° edición, (Buenos Aires, 1937), 427.

31. Baldini, L. y De Feo, C. "Hacia un modelo de ocupación del valle Calchaquí central...":75-98.

32. Bertrand, A. Memoria sobre las Cordilleras de Atacama i Regiones Limítrofes (Imprenta Nacional, Santiago. 1885).

33. Von Tschudi, J. Viaje por las Cordilleras de los Andes de Sudamérica, de Córdoba a Cobija, en el año 1858. Boletín de la Academia Nacional de Ciencias, Tomo 45 (Córdoba, 1966).

34. Von Tschudi,Viaje por las Cordilleras de los Andes..., 56.

35. Korstanje, M. A. et. al "Agricultural Land use and Landscapes in the Argentinean Andes" (Trabajo presentado al World Archaeological Congress 6, Session: Landuse and Landscape, organizado por M. Goodman-Elgar, H. L.ewis y Ch. Frederick, Dublin, 2010).

36. Villegas, M. P. 2011. "Paisajes en movimiento. El uso del espacio durante los períodos de Desarrollos Regionales e Inca en el Valle Calchaquí Medio (Salta, Argentina)", Estudios Sociales del NOA/ nueva serie, nº 11 (2011), 63-82; Williams, V. "El uso del espacio a nivel estatal", en El habitat prehispánico. Arqueología de la arquitectura y de la construcción del espacio organizado, (Ediunju. San Salvador de Jujuy; 2010), 77 – 114.

37. Raffino, R. y L. Baldini. "Sitios arqueológicos...", 6-36; Williams et.al, "Hospitalidad e intercambio en los valles mesotermales del Noroeste Argentino", Boletín de la PUCP9 (Lima, Perú, 2005), 335-373.

38. Olivera, D. "La ocupación inka en la Puna meridional argentina", Comechingonia 9, (Córdoba, 1991), 33-72.

39. Olivera, D. "La ocupación.....", 56.

40. García et al. "Viajes comerciales de intercambio en el departamento de Antofagasta de la Sierra, Puna meridional argentina: pasado y presente". REDES- Revista hispana para el análisis de redes sociales. Vol.2, N°5 (mayo 2002), 11.

41. Cornejo, A., Apuntes Históricos sobre Salta..., 427 y 428.

42. Relación de las Provincias de Tucumán escrita por Sotelo de Narváez, 1580, AGI. Patronato,294,N.9

43. Levillier, R. Gobernación del Tucumán. Probanzas de méritos y servicios (Madrid 1918-19).

44. Lorandi, A. y R. Boixadós, "Etnohistoria de los valles ...", 263-420.

45. Por ejemplo: Charcas 26, R 5 N17, Folio 2, AI; EC1677, folio 48, ABNB; Torreblanca, 1696.

46. Montes, A. "El gran alzamiento diaguita (1630-1643)", revista del Instituto de Antropología, Facultad de Filosofías y Letras, Tomo 1 (Rosario, Universidad Nacional del Litoral, 1959), 107.

47. Sprovieri, M. El mundo en movimiento: Circulación de bienes, recursos e ideas en el valle Calchaquí, Salta (Noroeste Argentino). Una visión desde La Paya. Published by Archaeopress Publishers of British Archaeological Reports. (Oxford. 2013), 90.

48.Castillo, A. "Geología y petrología de la zona Tacuil-Cerro Blanco. Departamento Molinos, provincia de Salta", (Seminario I. Departamento de Ciencias Naturales. UNSa, 1978).

49. Boixadós, R. "Rebeldes, soldados y cautivos. Etnografía de un episodio en la frontera de guerra del valle Calchaquí (1634)", en Resistencias, conflictos y negociaciones. El valle Calchaquí desde el período prehispánico hasta la actualidad, Comp. L. Rodríguez, 1a ed. (Rosario: Prohistoria Ediciones, 2011), 98.

50. Lorandi, A. y R. Boixadós, "Etnohistoria de los valles ...", 263-420.

51. Documentos para la Historia Argentina, Cartas Annuas (Buenos Aires, Peuser), 519.

52. Williams y Cremonte. "Al borde del Imperio. Paisajes sociales en áreas periféricas del Kollasuyu" (XV Congreso Nacional de Arqueología Argentina, Universidad de Río Cuarto, Río Cuarto. 2004); Villegas, M. P. "Teledetección arqueológica en el Valle Calchaquí medio (Salta, Argentina)", (Tesis de Licenciatura en Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires, 2006); Williams, V. "Poder estatal y cultura material en el Kollasuyu", Boletín de Arqueología PUCP 8 (Lima, Perú, 2004), 209-245.

53. Briones et al. "Huasquiña, las chacras y los geoglifos del desierto: una aproximación al arte rupestre andino", Diálogo Andino 18 (Universidad de Tarapacá, Arica-Chile, 1999), 39-61.

54. Vigliani, S. "Entre intereses estatales y estrategias de control: el paisaje como aproximación teórico-metodológica", Revista Andina 39 (Centro Bartolomé de las Casas, Cusco, Perú, 2004). 153-178.

55. Aschero, C. "Figuras humanas, camélidos y espacios en la interacción circumpuneña", en Arte en las Rocas. Arte Rupestre, Menhires y Piedras de Colores en la Argentina, eds. M. Podestá y M. de Hoyos (SAA y Asociación Amigos del INAPL, Buenos Aires, 2000), 17-44.

56. Existen otras formas de memorización a los cantaros dibujados, qhipu, tejidos (Bouysse-Cassagne y Harris 1998: 218) como categorías de objetos que pudieron haber actuado como abreviaturas de premisas y exigencias culturales muy complejas, los cuales condensan una gran cantidad de información en motivos polisémicas siendo signos que podrían representar memoria colectiva, herencia cultural  u otro tipo de información (Frame 2007; Salomon 2001).

57. Quiroga, L. "Arquitectura de la vivienda prehispánica y colonial. Una perspectiva comparativa en el área valliserrana del Noroeste argentino" (Actas del congreso internacional sobre arquitectura vernácula, Universidad Pablo de Olavide, Carmona, 2007), 71-77.

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