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Revista Escuela de Historia

versão On-line ISSN 1669-9041

Rev. Esc. Hist. vol.16 no.2 Salta dez. 2017

 

ARTICULO ORIGINAL

Las cámaras municipales portuguesas y el (no) viaje de Felipe III

(The Portuguese municipal chambers and the (non) journey of Philip III)

Matthias Gloël
Universidad Católica de Temuco


Resumen:

Este artículo investiga la actitud de las élites locales a través de las cámaras municipales portuguesas respecto al viaje que el rey Felipe III debía realizar a su reino. Dicho viaje se hizo solo en 1619, 21 años después de que el rey había ascendido al trono. Se analizan las cartas con las que las cámaras municipales se comunicaban con el monarca para averiguar cómo reaccionaban frente a las constantes demoras del viaje real y con qué argumentos trataban de convencer a Felipe que no la demorara más. Otra actitud de las cámaras que se investiga es la que tomaban frente a las peticiones desde la corte de contribuir con un aporte económico (donativo) para posibilitar la jornada real a Portugal y con qué argumentos querían evitar realizar dicho servicio. Se toman en cuenta cartas de municipios a lo largo del reino, desde Oporto y Braga en el norte, Coimbra, entre otros, en el centro hasta Beja en el sur y, por supuesto, Lisboa, ciudad principal del reino. En este contexto se destacan diferencias importantes en la actitud de la cámara lisboeta, comparado con las periféricas.

Palabras claves: Portugal filipino; Ausencia real; Cámaras municipales; Felipe III

Abstract:

The goal of this article is to investigate the attitude the local Portuguese elites were taking through municipal chambers on the issue of the journey Philip III had to carry out to his kingdom. This journey was only made in 1619, 21 years after the king had ascended to the throne. We analyze the letters the municipal chambers wrote to communicate themselves with the monarch to find out, how they reacted to the constant delays of the royal journey and which arguments they used to convince Philip to stop delaying it. Another attitude we investigate is the one the chambers took on the requests of the court to make an economic contribution to make the royal journey to Portugal possible and the arguments they used to avoid this service. We consider letters from all over the kingdom, from Porto and Braga in the north, Coimbra, among others, in the center unto Beja in the south and, of course, Lisbon, the kingdom’s main city. In this context we will point out major differences in the attitude the Lisbon chamber had in comparison with the periphery ones.

Keywords: Habsburg Portugal; Royal absenteeism; Municipal chambers: Philip III


Introducción

El cambio dinástico de los Avis a los Austrias que se produjo en Portugal en 1580 tuvo consecuencias mucho más allá de un cambio de dinastía1. En la monarquía de la rama española de los Habsburgo, Portugal sería otro reino más agregado a esta vasta monarquía compuesta2. El monarca era el elemento central que conectaba a todos sus territorios a través de su figura. Xavier Torres define esta relación como un dinasticismo que consiste en una lealtad personal hacia el monarca y hacia su dinastía, lo cual habría sido la clave para mantener la unión de tan diversos territorios3.

Ahora bien, el rey siendo una sola persona biológica que personificaba una serie de personas jurídicas distintas (Rey de Castilla, Rey de Aragón, Conde de Barcelona, Duque de Milán para nombrar solo algunas) no podía estar presente en todos sus territorios a la vez. Consecuencia de ello solía ser una ausencia real prolongada o incluso permanente en la mayoría de los territorios de la monarquía. El propio Elliott define dicha ausencia regia como un “major structural problema” para los monarcas de la Edad Moderna4. María Ángeles Pérez Samper señala que la presencia del rey era considerada “lo natural”, por lo cual la ausencia real quedaría como un estado no natural y, por lo tanto, no deseable5.

La monarquía trataba de solucionar este problema mediante los virreyes. Los orígenes de esta institución están en los virreyes, lugartenientes y gobernadores que se usaban en la corona de Aragón en los siglos XIV y XV6. Autores como Juan Luis Castellano y Carlos José Hernando Sánchez han destacado el rol clave de la institución virreinal para el gobierno de la monarquía, especialmente a partir del reinado de Felipe II7. El concepto del virrey era que éste era un Alter Ego del monarca que representaba al monarca en un territorio como si fuera el propio rey. Sin embargo, había limitaciones de su poder, por una parte, por asuntos que los reinos consideraban no delegables como la convocatoria y celebración de cortes y, por otra parte, facultades que se reservaba el propio rey como la concesión de mercedes.

Los virreyes residían en cortes virreinales que reproducían las estructuras de la corte en Madrid, por lo que ha elaborado recientemente el concepto de la monarquía hispánica como una monarquía de cortes8 o monarquía policéntrica9. Los virreyes creaban sus propios oficios cortesanos para afianzar su poder y también para crearse ingresos mediante de la venta de éstos10.

Los virreyes eran uno de los dos pilares fundamentales para el gobierno territorial de la monarquía. Durante el reinado de Felipe II los consejos ubicados en la corte de Madrid se convirtieron en el otro pilar. Había consejos temáticos como el Consejo de Estado, el Consejo de Guerra o el Consejo de Hacienda. Los otros consejos, en cambio, eran territoriales, el de Aragón, el de Italia, el de Flandes, el de Indias y desde 1582 el de Portugal. Bajo Felipe II se reformaron estos consejos desde un punto administrativo, limitando así el poder de los virreyes11. En el caso portugués, existía ya un consejo de estado de la época de los Avis, que con los Habsburgo permanecía en Lisboa para apoyar a los virreyes o gobernadores, sin embargo, perdió toda su influencia y funciones que originalmente tenía12.

La ausencia real en Portugal

Con la agregación de Portugal a la monarquía hispánica el problema de la ausencia real se hacía presente en Portugal, al igual como había ocurrido en los territorios de la Corona de Aragón aproximadamente un siglo antes con el inicio del reinado de los reyes católicos13. Ahora, la ausencia real también le llegó al reino de Portugal, aunque no con la llegada de Felipe II (I en Portugal) en 1580 sino con su salida a principios de 1583.  Algo más de dos años residió Felipe en Lisboa, ciudad que durante los reinados de Manuel I y João III se había convertido en el centro indiscutido del reino portugués. A pesar de su promesa de volver pronto no pisaría más el suelo portugués hasta su muerte 15 años más tarde14.

Tras los diez años de gobierno del archiduque Alberto, sobrino de Felipe II, en Portugal el gobierno cayó en manos de cinco gobernadores. Si bien Felipe III volvió al sistema virreinal, estos virreyes no eran de sangre real como lo había sido el archiduque sino eran nobles portugueses de linajes de menor importancia. Como consecuencia de ello las élites portuguesas perdieron cada vez más el interés en la corte en Lisboa yéndose o a la corte madrileña o a sus cortes provinciales15.

A esto contribuyó en gran medida la ubicación de la casa real portuguesa. La casa real vinculaba a las élites con el rey y constituía el elemento esencial de la corte16. Al mismo tiempo servía para asegurar un mínimo de lealtad de dichas élites hacia la dinastía reinante y se puede considerar un espacio para la distribución del poder17. Ahora bien, la mayoría de los reinos tenían su propia casa, por lo cual existían paralelamente las casas reales de Castilla, Aragón, Borgoña, Nápoles y Portugal entre otros.

La diferencia principal está en que algunas casas estaban junto al rey en la corte como la de Aragón, por ejemplo, mientras que otras, como la de Nápoles o Portugal, estaban en sus reinos. Si bien la presencia de la casa real en el reino ayudó a establecer una verdadera corte virreinal, la realidad es que la nobleza portuguesa menospreciaba esa corte lisboeta y aspiraba, en cambio, a incorporarse en las casas reales que estaban junto al rey para obtener oficios en las de Castilla y Borgoña principalmente18. Como señala Felix Labrador Arroyo, el número de fidalgos portugueses en la corte de Madrid era superior al de cualquier otro territorio de la monarquía19.

Francisco Rodrigues Lobo eternizó este fenómeno en su obra Corte na aldeia (1618) que se convertiría en el símbolo del Portugal de los Austrias como reino sin rey. El autor señala que sin príncipe no puede existir la corte por lo cual los nobles se habrían retirado al campo “renovando as saudades da passada com lembranças devidas àquela dourada idade dos Portugueses”20. Ana Paula Torres Megiani lo define acertadamente como “expressão da saudade de um tempo em que o rei inspirava e praticava em Portugal uma cultura cortesã, denunciando a displicência do tratamento dado aos portugueses no momento em que a obra aparece”21.

Cuando salió esta obra en 1618 Felipe III (II en Portugal) llevaba ya 20 años en el trono sin haber pisado Portugal todavía. Son bien conocidas las obras cuyos autores intentaban convencer al rey a mudar su corte de forma permanente a Lisboa. Pedro Cardim ubica estas obras en la tradición de los intentos de los reyes portugueses de la dinastía de los Avis “en liderar iniciativas de carácter agregativo dentro de la Península Ibérica”22. La más conocida de dichas obras publicada durante el reinado de Felipe III es Do sítio de Lisboa (1608) de Luis Mendes de Vasconcelos. La corte acababa de pasar los años 1601 a 1606 en Valladolid y la cuestión de la sede de la corte parecía estar un tanto abierto a discusión, aunque la corte de Felipe III finalmente no se volvería a mover de Madrid. Algo parecido sería el caso de Manuel Severim de Faria con sus Discursos vários políticos (1624) cuyo discurso primero llevaba el título Do muito que importarâ para a conservação, & augmento da Monarquia de Hespanha, assistir sua Magestade com sua Corte em Lisboa, según Fernando Bouza Álvarez la mejor obra escrita acerca de la cuestión de la sede de la corte23. Se publicó solo tres años después de la muerte de Felipe III y el ascenso al trono del muy joven Felipe IV. Este cambio en el trono podía representar una nueva oportunidad de conseguir un traslado de la corte a Lisboa.

Portugal y el ascenso al trono de Felipe III

Sin embargo, la corte de la monarquía hispánica nunca se trasladó de forma definitiva a Lisboa bajo ninguno de los tres felipes que reinaron en Portugal. Menos conocidas que dichas obras referidas son los intentos de las élites locales de conseguir que el rey hiciera una visita al reino, particularmente durante el reinado de Felipe III, el cual, como ya hemos referido, después de 20 años en el trono aún no había realizado ninguna visita a Portugal.

La necesidad de los portugueses de ver a su rey se había intensificado con el inicio del reinado de Felipe III. La proclamación del monarca se realizó sin la presencia del rey y la ciudad de Lisboa le recordó en una carta del “costume que os senhores reis seus predecessores tiveram, em confirmarem, quando em acto semelhante estavam nesta cidade, todos os privilégios, graças, liberdades, foros que a dita cidade tem”24. Este fragmento evidencia una necesidad política del reino portugués y de su clase dirigente, ya que en el inicio de un reinado solía haber un juramento mutuo, por un lado, las cortes del reinado juraban fidelidad al monarca (su reconocimiento oficial como tal) y, por otro lado, el rey juraba guardar los privilegios (fueros) del reino, lo cual Felipe II había hecho en las cortes de Tomar en 1581. Estas inquietudes acerca de sus privilegios no eran exclusivas de los portugueses sino también en los territorios de la Corona de Aragón solía haber conflictos por la falta de juramento por parte del rey25. Estos privilegios eran en realidad privilegios de las élites del reino que a través de ellos se reservaban derechos y cargos.

Se podía incluso hablar de una falta de legitimidad de Felipe III como rey de Portugal por todavía no haber jurados los privilegios26, sin que esto, por supuesto, pusiera en cuestión el derecho en sí que tenía al trono luso. Pero no era solo una preocupación de las formas. Aunque el partido castellanista (antes albista) había pasado a la oposición con la privanza del duque de Lerma, continuaban los temores entre las élites de todos los territorios de que la monarquía abandonara su carácter compuesto convirtiendo dichos territorios en provincias que dependieran del centro de la monarquía, casi en condición de reino conquistado27. A esto se suma en el caso portugués que era precisamente Lerma quien más se oponía a la jornada del rey a Portugal28. En ese contexto se volvió todavía más preocupante el hecho de que el rey no había jurado los privilegios del reino.

Las relaciones personales recíprocas entre monarca y élites eran claves para la organización política, por lo cual cada retraso del viaje aumentó el malestar entre los nobles portugueses. Felipe parecía estar consciente de la situación y se mostraba dispuesto a visitar el reino portugués como ya lo había hecho en la Corona de Aragón en 1599 aunque solo celebrara cortes en Cataluña. También el nuevo virrey Cristóbal de Moura, que conocía muy bien la realidad portuguesa, insistía en la importancia de la jornada real a Portugal29. El viaje estaba pensado para 1602 pero al final no se realizó, por lo cual se agendó nuevamente para 1603 y el propio rey señaló en febrero de aquel año que consideraba altamente necesario dicho viaje30.

Al final el viaje no se realizó porque, como ocurría a menudo durante el reinado de Felipe III, las decisiones políticas eran influenciadas por los intereses personales del duque de Lerma, valido del rey. Para que las cortes valencianas ratificaran una concesión de pesca de atún en la costa valenciana recientemente obtenida, el viaje real se dirigió hacia Valencia en vez de Portugal. El descontento portugués era un secreto a voces, también en Castilla. Jerónimo de Sepúlveda escribió en 1603 que “El reino de Portugal está muy pobre; todos se quejan y dan voces al cielo y dicen que non habemus regem, y esto dícenlo porque el que tiene no le conocen” y la consecuencia sería que “Casi todos cuantos están en Lisboa y en el reino son todos enemigos del Rey”31.

Los portugueses, a pesar de todo, supieron también sacar provecho del hecho de que el rey todavía no realizaba cortes en su reino. Desde la corte llegaban periódicamente peticiones para que Portugal contribuyera más a los gastos de la monarquía. Los portugueses rechazaban dichas peticiones alegando que tales contribuciones solo se podían votar en cortes (que el rey tenía que presidir personalmente) y, que además, el monarca ni siquiera había jurado los privilegios del reino32. Muchos en la corte tenían la imagen de un reino portugués rico por sus posesiones extensas y su monopolio sobre el comercio de especies y esclavos33. Esta visión, sin embargo, correspondía más al pasado que al propio presente de estos ministros reales, ya que en tiempos de Felipe III Portugal estaba perdiendo buena parte del imperio oriental que les proporcionaba con especies, lo cual tampoco contribuía a que la voluntad de los portugueses a aportar más recursos aumentara.

El rey siguió prometiendo su visita como, por ejemplo, en una carta regia del 21 de julio de 1605, tres meses después que naciera el príncipe Felipe: “E podeis estar certos, que dandome as cousas publicas lugar, cumprirey vosso desejo, e o que en tenho de visitarvos por minha propia pessoa, como o merecem tão bons e leaes vassalos”34. Felipe muestra conciencia acerca de la importancia de presentarse personalmente en Portugal pero repite también el argumento de la conveniencia de que solo se podrá realizar cuando las circunstancias lo permitan.

El tema del viaje adquiere una nueva componente en 1608 cuando las cortes castellanas juran al príncipe heredero, el futuro Felipe IV. Por un lado, el juramento realizado en Castilla hace que los demás reinos pidan que se haga el mismo procedimiento antes sus cortes también y, por otro lado, se vuelve otra vez muy presente en Portugal que aún ni el propio rey ha jurado los privilegios del reino.

Las cámaras municipales portuguesas y las peticiones de visita

En 1609 se vuelve a anunciar oficialmente que el rey le hará una visita a su reino de Portugal. En esta ocasión hay una reacción numerosa por parte de los municipios portugueses,35 en los cuales están representadas las élites locales del reino36. Estas élites locales constituían uno de los tres poderes que convivían en Lisboa pero también en otros centros de poder lejos de la corte. Dichos poderes eran el regio, el virreinal y el local37. Por lo tanto, estas élites locales expresaban sus deseos, peticiones y quejas a través de su órgano representativo, las cámaras municipales.

La cámara de Évora le agradece al rey su iniciativa señalando que “he tão grande o proveito e omra que todo este reino tira da vimda de sua magestade, que o não podemos encareçer a vossas merces com palavras; e asi fiquamos contentissimos co ella”38. El mismo tono se lee en la carta que envía la cámara de Coimbra: “He tão grande a mercê que Sua Magestade fas a este Reyno em vir assistir nelle com sua Real presença”39. También la cámara de Oporto le escribe al rey que se recibió con alegría “as boas novas da vinda de sua Magestade, de que esta cidade recebeo tanto contentamento que o não podemos encarecer com palavras”40.

Estas tres cartas se mandan en menos de una semana, entre el 25 de abril y el 1 de mayo de 1609. No contienen quejas por la demora del viaje (recordemos que Felipe lleva ya 11 años en el trono) ni peticiones que al llegar remedie agravios ocurridos, sino se limitan principalmente a expresar alegría. Sin embargo, hay un segundo asunto que toca cada una de las tres cartas también, el cual es monetario. La monarquía había pasado recientemente (noviembre de 1607) por una nueva bancarrota, lo cual claramente evidencia la situación económica de la misma. Ante esas circunstancias Felipe había condicionado su visita a Portugal a la concesión de un servicio por parte del reino para hacer frente a los gastos, como queda evidenciado en una carta regia del 10 de marzo de 1609 en la cual pide a la ciudad de Lisboa que se haga cargo del palacio donde residiría durante su estancia:

“Huma das cousas que he neçessario previnirem-se para a minha ida a esse Reyno, he fazersse a obra dos meus paços da ribeira dessa cidade, em que me hey de ir aposentar; e porque a minha fazenda esta em estado que se nã poderá acudir della, com o que para este effeito se á mister”41.

Ante dicha exigencia del rey hay una reacción más bien reservada en las cartas previamente referidas. Así, se lamenta la cámara de Évora que “ao que esta cidade pode dar de serviço he muito pouco”, lo cual justifican alegando que sus ingresos son muy bajos que apenas pueden hacer frente a sus gastos ordinarios42. Desde Coimbra se explica que no falta “boa vontade” pero que tampoco se ven en condiciones de dar más “em respeito do todo que as mais do Reyno devem dar”, es decir, el hecho de ser una de las ciudades destacadas del reino no significa que puedan aportar más para el viaje del rey que las demás43.También la cámara de Oporto señala a los demás: sería necesario “se comunicar com as villas e lugares vizinhos, que nisso devem contribuir”44.

En Oporto movía otra preocupación más a los dirigentes de la ciudad, expresada en otra carta al rey del 20 de mayo del mismo año. Porque una cosa es que el rey visite el reino portugués (si es que lo hacía) pero otra muy distinta es que pase por una ciudad concreta del reino también. Existía el antecedentes de la llegada de Felipe II: éste había ido a Lisboa desde Badajoz pasando por Tomar (donde se hicieron las Cortes) y Campo Maior. La vuelta a Castilla la realizó saliendo del reino por Elvas pasando por varios lugares en el camino, entre ellos Évora. Por lo tanto, no hubo mucho desvío hacia ni el norte ni el sur, con lo cual Oporto no estaría ni cerca de una posible ruta real.

Tras recordarle al rey la importancia de su viaje para todo el reino para “satisfazer aos dezejos de seus vassalos” se expresa la esperanza que

“se conseguirão grandes bens e acrecentamentos, em particular a esta cidade, em cujo nome beijamos a mão a V. Magestade por tão grande merce, e ficamos com alegre esperança que depois de V. Magestade estar nestes reinos, fara por esta cidade o caminho a Santiago, como fizerão alguns reis seus predecessores, para os naturaes della mostrarem o amor e zello que tem do serviço de V. Magestade”45.

Queda evidente que los dirigentes de la ciudad de Oporto tienen claro que normalmente el rey no pasaría por su lugar, por lo cual es preciso insistirle abiertamente a que lo haga señalándole que de esta forma se podría insertar en la tradición de pasados reyes portugueses o, dicho de otra manera, se podría comportar como rey portugués en Portugal. El monarca efectivamente respondió dicha carta agradeciendo “em particular o dezejo que mostraes de me ver nella [la ciudad]”, sin embargo, no hace ninguna promesa, ni concreta ni vaga, de que dicha visita a Oporto se pueda realmente producir46.

Las élites de la ciudad de Oporto son de los muy pocos que también se atreven a incorporarle a su carta un tono crítico por estar tardando tanto con su visita a Portugal: “que a respeito de outras coroas, que V. Magestade visita [se refiere claramente a la aragonesa], se podia esta [la portuguesa] com rezão ter por desafavoreçida, encarecendo a lealtade que a nação portugueza tece sempre a seus reis”47.

Durante la segunda mitad de 1609 más dirigentes municipales mandarán sus pareceres al monarca mostrando, por un lado, alegría porque finalmente se realizaría el viaje y, por otro lado, explicando que por la situación difícil que están pasando les es difícil o incluso imposible aportar de forma considerable al donativo para financiar el viaje real. Así, la cámara de Tomar junto con agradecer la “boa e alegre nova” acerca de la visita le recuerda al rey su responsabilidad de seguir la tradición de sus antepasados (como se hizo desde Oporto) de hacerle mercedes particularmente al lugar de Tomar; “pois este lugar foi sempre tam favorecido dos senhores Reis passados”. La oferta de colaboración económica que ofrece en cambio, sin embargo es nula: “temnos o tempo e as miserias delle tam impossibilitadas, como a todo o Reino em geral, que nem forças temos para lhe offereçer ainda mui pequeño servisso, porque esta Villa está a mais miseravel de Portugal”48.

La cámara de Tomar explica su pobreza en el contexto de un reino que se encuentra en un estado pobre de forma generalizada. El mismo argumento se emplea desde Braga, cuya cámara tras el agradecimiento habitual que inaugura la carta señala que “esta o Reino tão pobre, e em especial este entre douro e minho”, ríos entre los cuales en medio justo se encuentra Braga. La cámara incluso le recomienda al rey dirigirse al obispo de la ciudad que “como señor desta cidade, se tome resolução neste negocio”, negocio el cual evidentemente se refiere al donativo para el viaje real49. El mismo recurso del obispo lo emplea también la cámara de Lamego. Destaca el gran provecho que tendría la visita real para el reino, sin embargo, “está esta camera tam imposibilitada pera offerecer serviço a Sua Magestade, que, pera avermos de fazer alguma obra, por piquena que seja necessario ajudarmonos do Bispo, como elle propio he boa testa”50. A continuación, sigue una descripción detallada del reino para probar su punto.

El día siguiente se escribió otra carta desde Braga explicando con más detalle la propia situación precaria para justificar que no se podía realizar ningún aporte económico: “porem lembramos, e he forçado fazerse esta lembrança, pois he verdade e bem sabida de todos, que esta cidade muito metida no certão, onde não ha comersios de portos de mar, e a terra de si muito pobre”, todo ello ya dentro del reino pondría en desventaja a su ciudad y considerando que el reino en general está pobre, más lo están ellos por consiguiente51.

En otros municipios el enfoque es distinto y los dirigentes se quieren únicamente escusar a sí mismos. La cámara de Castelo Branco, por ejemplo, a pesar de no descartar colaborar de alguna forma en el servicio piden una justa distribución señalando con el dedo particularmente hacia Évora para que “paguem mais aquelles que, com seus tratos e modos de viver, interessão mais com a vinda da corte”52. La alusión a los interesados de la visita hace posiblemente referencia al hecho que lugares como Castelo Branco también tenían pocas posibilidades de que el itinerario del rey efectivamente pasara por su lugar y que, por lo tanto, deberían ser las ciudades como Évora, donde probablemente sí pasaría el monarca (Felipe III efectivamente pasaría por Évora en 1619 para asistir a un auto de fe53), las que financian la mayor parte del donativo.

La cámara de Miranda incluso afirma “que esta cidade esta en posse desde seu fundamento de não contribuir, por privilegios que para isso tem comffirmados pelos Reis passado”54. Claro está que tampoco olvidan los representantes mirandeses de lo pobre que se encuentra en estos momentos y que si las circunstancias fuesen mejores contribuirían, por supuesto, a pesar del privilegio que gozan55.

Desde Pinhel incluso se critica el incumplimiento de algunos privilegios del reino relacionados a hacienda después de iniciar el reinado Felipe III. Con más fundamentos se destaca a continuación la importancia de visitar personalmente el reino, principalmente para jurar finalmente los privilegios: “As mesmas liberdades deste Reino não tem mais força que jurallas per si e seus sucessores em cortes elRei Dom Phelliphe, de gloriosa memoria, e ser a mesma obrigaçam de as cumprir elRei nosso senhor”56. También en cuanto al donativo para la jornada del rey los representantes de Pinhel no le dan mucha esperanza al monarca señalando que “todas as comarquas da terra estão mais cansadas, pobres e em mais estremo do que o nunca foram”. Sin embargo, se le hace una propuesta al rey con una condición bajo la cual sí se podría conceder un servicio para un viaje del monarca: quedarse en Portugal y particularmente en Lisboa por un tiempo más prolongado. Como argumento se refieren los cinco años que el rey residió en Valladolid, ciudad la cual le había concedido previamente una “grande soma”. Esta estancia del rey habría sido de “grande utilidade della [Valladolid] e dos moradores de sua comarqua”57. Para finalmente convencer al rey de la factibilidad de hacer algo parecido en Lisboa se realiza una breve comparación entre los dos lugares: “A cidade de Lisboa, em riquezas, em grandeza, em contratos, he muito maior que Valhadolid, e e tudo lhe faz notorias ventajeis”. Y dadas las dichas posibilidades de las cuales dispone Lisboa y los provechos que ganarían las élites del reino con una estadía larga del rey en la ciudad consideran los representantes de Pinhel que “ella faça o serviço que  pretende a Sua Magestade”58.

En resumen, se ve claramente que en los municipios portugueses los dirigentes se alegran de la visita real, le agradecen al rey pero que ninguno quiere contribuir económicamente. Sin embargo, llama la atención la ausencia de una negativa parecida por parte de Lisboa. Las élites lisboetas serían las principales beneficiadas de una visita real ya que dicha visita tendría lugar principalmente en Lisboa. Con ello, se entiende que sus dirigentes también eran los más interesados de que la visita realmente se llevara a cabo. Como consecuencia de ello, la cámara de Lisboa parecía ser la única que efectivamente estaba preocupada de que se realizara el donativo al rey.

Por ello, la cámara de Lisboa escribió a las de las otras ciudades principales como Oporto (30 de julio de 1609) tratando de coordinar el servicio entre todas para que “aja toda a suavidade e menos opressão dos povos”59. Sin embargo, la posición de la cámara de Oporto sigue siendo negativa como ya le habían expresado al monarca. En su respuesta enviada a Lisboa se explica que la aprobación del servicio lamentablemente no se puede orientar “aos dezejos que tinhamos, que erão grandes, senão ao que a cidade podia”, lo cual en aquellos momentos no sería mucho60.

A pesar de todas esas negativas que recibió el rey durante el 1609 siguió afirmando en marzo de 1610 que “quanto a jornada desse Reyno, polo que desejo de vos fazer a merce que, com tana instancia, me pedis, e ver e conhecer os meus vassalos naturais delle, tenho determinado, prazendo a Deus, de fazer a ditta jornada este ano”61. El viaje, no obstante, sigue condicionado a la concesión del donativo, del cual el monarca se muestra convencido que se realizará y “se fará de vossa parte a diligencia que convem”62. Al final el viaje no se realizó durante el 1610, aunque no necesariamente por la falta del donativo. Si bien los municipios portugueses no mostraron más voluntad de concederlo que antes el rey se excusó finalmente por otro motivo, explicado en otra carta regia de enero de 1611. El rey señala que, por una repentina y grave enfermedad de su hijo, el príncipe heredero, no pudo ausentarse de la corte. Sin embargo, señala que sigue con gran deseo “de ver e conhecer os meus vassalos dessa coroa”63. El monarca no quiso emprender la visita sin su hijo, lo cual tiene una explicación muy lógica: si bien parece que es mucho más el reino que rey que quiere que se realice la visita real, el rey sí tenía también un interés que le puede motivar a ir a Portugal, el cual es que las cortes portuguesas juren a su hijo como príncipe heredero del reino para asegurar la continuidad dinástica. Por el mismo motivo había ya Felipe II prolongado su estancia en Lisboa. Tras la muerte del príncipe heredero Diego en 1582 hizo ir a Lisboa a su ahora hijo varón mayor Felipe para que las cortes lo jurasen como heredero de Portugal, quedándose así el rey hasta principios del 1583 en el reino. Felipe III además, sigue confiado en la cobranza del servicio, necesario “para o bom effeito desta jornada”64.

Efectivamente, hubo finalmente una concesión de donativo, lo cual confirma una licencia regia del 4 de mayo de 1611 que señala que hay dos millones y medio de reales aprobados y destinados al viaje del rey a Portugal65. Pero, no obstante, la visita no se realiza durante aquel verano y a principios de 1612 llega una carta regia a Portugal posponiendo de forma indefinida la jornada:

“Significa el-rei o muito que diligenciara effectuar n’esta occasião a sua viagem a Portugal, e como, pelos inconvenientes que se offereceram, lhe foi impossivel; não obstante continúa a manifestar desejos e boa vontade de fazer mercé à camara, em tudo o que em geral e em particular ouver lugar”66.

El mismo día manda una carta también el duque de Lerma que contiene básicamente los mismos dos puntos: primero, que por las circunstancias ha sido imposible realizar el viaje y segundo, que se hará todo para que la visita al reino portugués se haga efectivo lo más pronto que sea factible67.

Tras un 1612 finalmente sin viaje el 1613 también comenzó con una negativa por parte del rey de visitar su reino portugués, como explica a sus vasallos en una carta del 28 de enero que se envió a todos los municipios. En las varias cartas que se mandaron desde muchos lugares en Portugal se encuentra un tono cambiado en comparación con los años anteriores. Se detectan reproches hacia el monarca y un grado aumentado de desesperanza acerca del viaje.

Desde el municipio de Beja se señala que el impedimento del viaje “nos parece castigo, que o reino não merece a S. Magestade” y se le insta al rey de finalmente realizar su viaje a Portugal, “pois d’ella pende a paz e justiça de seus povos, a que a catholica pessoa de S. Magestade tem obrigação de acudir e remediar como rei”68. Los representantes de Vizeu destacan que “espantados e pezarosos ficamos da alteração e mudança que houve na vinda de Sua Magestade” y que el rey “como cabeça hão de dar, nós, como membros seus”69. En ambas cartas se habla más o menos directamente de obligaciones que tiene el rey hacia el reino y a la vez se mantiene el argumento de siempre que el reino tiene una gran necesidad de que el monarca acudiera a él en persona.

Otra queja extensa le llega al rey desde Tomar, cuyos representantes abren su carta afirmando que “parece que Deus, Nosso Senhor, tem aberto sua mão d’este reino” y que “com nenhuma outra coisa se podia agora restaurar das calamidades, que tantos annos ha que padece, como com sua desejada vinda”70. La esperanza de una intervención divina para que se realice el viaje real se encuentra también en una carta de la cámara de Miranda:

“Quererá Deus que com este officio, que confiamos que todo o reino faça, que Sua Magestade fique bem inteirado de nossas tenções, e sua boa vinda haja effeito para honra e proveito commum d’estes seus reinos, onde é e foi sempre tão desejado”71.

Desde Lisboa (en julio del 1614) se le recuerda al rey incluso el donativo ya otorgado para el viaje que después no se concretó: “lhe devemos lembrar que que o motivo, comque este reino ofereseo este serviço, foi proporselhe que, da vinda de Vossa Magestade a elle, avia de resultar fazerlhe Vossa Magestade”72. Tras otro año más sin visita por parte de Felipe III la cámara de Lisboa otra carta, muy extensa y crítica esta vez, acerca de la situación del reino:

“Tem esta cidade pedido a Vossa Magestade, ha muito tempo, e muitas vezes, em nome de todo o Reino, lhe faça merce de o honrrar com sua real presença, movida de grandes e urgentes razões; porque ha muitas cousas graves e de importancia, assi nas de justiça e da fazenda de Vossa Magestade, como nas de bom governo e reformaçã delle, das quais Vossa Magestade, pella calidade e circunstancia dellas, não pode ter inteira informação, ainda que sejão representadas com todo o zello divido, nem verdadeiro conhecimento do remedio que hão mister, senão tratandoas e conhecendoas com sua presensa”73.

Las élites de Lisboa reafirman el estatus de su ciudad como la principal de Portugal, por lo cual se permiten hablar en representación de todo el reino y le recuerdan al monarca nuevamente la larga demora de su visita. Además, se reafirma también el mito del buen rey que solo personalmente puede entender los problemas de sus vasallos y como remediarlos (y no a través de ministros o representantes). A continuación, la cámara lisboeta le pide al rey que vuelva al sistema de gobernadores para el reino portugués sustituyendo al gobierno virreinal, “por suas conquistas e comercios, tão grande, e por isso, e pella calidade do governo que ha mister de muito peso, não pode satisfazer ao governo delle huma só pesoa, sem grandes inconvenientes e riscos”74.

En esta parte de la carta la ciudad de Lisboa toma posición en la polémica del nombramiento de Diego de Silva y Mendoza como virrey de Portugal sobre el cual se señala que “não he portuguez nem natural deste Reino, como se requere que seja para ficar abil para o governar75. El estatuto de Tomar jurado por Felipe II había establecido que el virrey debía ser de sangre real o en caso contrario natural del reino portugués. Había una gran polémica acerca de Diego de Silva, no solo por el cargo de virrey sino también porque el año siguiente Felipe III le creó el título nobiliario de Marqués de Alemquer. El motivo de existir polémica alguna radicaba en el hecho de que Diego era hijo del príncipe de Éboli Ruy Gómez de Silva que llegó de Portugal a Castilla en 1526 en el séquito de la princesa Isabel (la futura emperatriz). Al llegar a Castilla, todos los integrantes de dicho séquito fueron naturalizados castellanos por lo cual en Portugal se entendía que ellos y sus descendientes perdían la naturaleza portuguesa. De ser así, como natural de Castilla Silva no podía obtener un título nobiliario en Portugal ni ser virrey tampoco76.

Los representantes de Lisboa, entonces, vinculan en esta carta la falta de viaje con un virrey extranjero, dos males que según ellos se potencian y que solo el rey en persona puede remediar con su visita al reino. Los nobles portugueses en general estaban a favor de un sistema de gobernadores, empleado ya entre 1593 y 1598, probablemente porque aspiraban a estos puestos para ellos mismos.

Pasaron aproximadamente tres años y medio más hasta que el virrey anunció en una carta del 9 de marzo de 1619 que finalmente se realizaría la visita real. Dicho anuncio se hizo solo cinco meses después de la caída del duque de Lerma como valido del rey y el hecho de que el viaje esta vez sí acabó sucediendo indica que dicha caída está relacionada con ello. El monarca confirmó en una carta regia del 23 del mismo mes “a resolução que tenho tomado de hir visitar esse Reyno”77. En otra carta regia el 12 de abril Felipe convocó formalmente las cortes

“para nellas ser jurado, na forma custumada, o principe Dom Phelipe, meu sobre todos muito amado e prezado filho primogenito, e para outras couzas que se poderião offerecer de meu serviço, e me parecerem convenientes ao bem desses reynos”78.

Las prioridades de la corona son claras: para el rey el viaje trata principalmente para que su hijo sea jurado príncipe heredero del reino portugués. Los grandes problemas continuamente expuestos por los municipios portugueses para Felipe figuran como “outras couzas” que se tratarán si a él le parece conveniente para el reino. El día siguiente el rey escribe nuevamente señalando que se dichas cortes se celebrarán en la villa de Tomar donde ya las había reunido su padre en 158179. El motivo en 1581 había sido la peste que estaba afectando mucho a Lisboa y para no correr riesgos de salud el rey había decidido convocar las cortes en Tomar. Este motivo no estaba presente en 1619, así que es más bien de suponer que Felipe III quería un marco pequeño con poca asistencia para jurar a su hijo y mantener el viaje lo más breve posible.

Dicha carta causó grandes preocupaciones en Lisboa, cuyos dirigentes habían sido los siempre más interesados en la visita del rey a ella en particular que al reino en sí. La cámara le escribió al rey el día 22 del mismo mes exponiendo varios puntos. Primero, la desesperación de toda la ciudad:

“Os corações animos destes leaes vassalos de Vossa Magestade ficão quebrantados, de maneira, com a volta que Vossa Magestade, com esta resolução, quer dar á sua jornada, que tudo são sentimentos e grandes desconsolações”80.

Segundo, se pide al rey que cambie de parecer ya que según los representantes de Lisboa la reputación de la ciudad dentro y fuera del reino está en juego “antepondolhe [el rey] a villa de Thomar, e dandolhe a honrra que só a esta cidade he devida por muitos e mui asignalados serviços, que tem feitos aos Reis deste Reino, e ainda a Vossa Magestade”81. Las élites lisboetas recuerdan el servicio ya otorgado al rey hace varios años, el cual estaría en la tradición de muchos servicios anteriores dados a los reyes portugueses y se pide al rey lo mismo en cambio, seguir con la merced que la ciudad recibía de los reyes antepasados, que es la convocatoria de cortes en Lisboa. Con ello, Lisboa afirma una vez más su estatus de cabeza de reino que ninguna otra ciudad en Portugal se le puede competir.

Finalmente, se argumenta por qué además sería inconveniente celebrar las cortes en Tomar, inconvenientes que se reducen principalmente a tres factores:

“a 1a he ser esta villa muito apertada, e não aver nella aposento bastante pera a casa real; a 2a muita falta de mantenimentos e cousas necessarias para tão grande concurso, pela quebra que recebeo com as prizoes que se fizerão da gente da nação, que a fazião rica e abundante; a 3a ser muito quente de verão, e mui sogeita a febres, e serão mais de temer quanta mais for a gente que a ella tem obrigação d’acudir, a que Vossa Magestade por sua muita christandade deve ter consideração”82.

Se trata de argumentos muy comunes en aquella época cuando se quería mostrar la superioridad de un lugar sobre otros. En crónicas o descripciones de ciudades solían estar muy presentes al igual que en los debates sobre la ubicación de la corte83. Los autores anteriormente mencionados, Luis Mendes de Vasconcelos y Manuel Severim de Faria usan, entre muchos otros, argumentos parecidos a los expuestos para justificar que Lisboa sería mejor lugar para albergar la corte de la monarquía que Madrid. También en los muchos escritos que surgieron durante la así llamada “guerra por la capitalidad” entre 1601 y 1606 cuando la corte se había mudado de Madrid a Valladolid se encuentran argumentos de ese estilo84.

Finalmente, las cortes se hicieron en Lisboa. Felipe salió de Madrid el 22 de abril y en el camino pasó por Évora donde el 19 de mayo asistió a un auto de fe. Llegando a Lisboa, hizo su entrada oficial a la metrópolis portuguesa el 29 de junio, según Ana Maria Alves “possivelmente a maior festa política que alguma vez se fez na cidade e certamente das maiores do mesmo género na Península”85. Como afirma Alicia Cámara Muñoz, en la época moderna los vasallos demostraban con estos recibimientos que era un orgullo que su rey era el más grande de la tierra86.

La entrada y estancia del rey en Lisboa han sido descritas de forma pomposa por varios autores87. Se destaca generalmente la felicidad del reino después de tantos años de espera y que Portugal merecería más atención por parte de la monarquía de la que está obteniendo.

La felicidad de Lisboa, sin embargo, duró poco. Las cortes de 1619 con una duración de solo seis semanas fueron las más breves en toda la historia del reino88. La estancia total de Felipe también fue de solo tres meses (recordemos que Felipe II había estado dos años en Lisboa), ya que abandonó la ciudad el 29 de septiembre del mismo año con el pretexto de la revuelta de Bohemia, en la cual debía apoyar a su primo y emperador Fernando II, lo cual no sería posible desde la lejana Lisboa89.

Epílogo

Varias de las relaciones sobre la visita de Felipe III a Portugal se publicaron después de la muerte del monarca en 1621. Se encuentran ya en la nueva dinámica de pedirle al nuevo rey Felipe IV (III de Portugal) que realice una visita a Portugal para jurar los privilegios del reino. Sin embargo, al igual que su padre, el joven rey no muestra prisa para visitar a sus vasallos portugueses, por lo cual también desde las cámaras municipales el envío de peticiones empieza de nuevo. Solo a modo de ejemplo presentamos una carta de la cámara lisboeta de principios de 1625:

“As cousas d’este reino e d’esta cidade de Lisboa, cabeça d’elle, estão reduzidas a tal estado, que todas têem razão de ter muito grandes inconvenientes, se se lhe não acudir com toda brevidade possivel; e, pois, é notorio a Vossa Magestade os termos em que se acham suas conquistas e navegações, e quão empobrecido está o reino todo e o commercio”90.

Nuevamente hay una identificación con los intereses y necesidades del reino con los de Lisboa y de sus élites locales y la lógica es que al no estar el monarca en Lisboa presente todo el reino y sus conquistas se encuentran en decadencia. El rey, no obstante, nunca llegó a visitar Portugal y en 1640 una revuelta nobiliaria provocó el cambio dinástico a favor del duque de Braganza, a partir de entonces João IV, rey de Portugal.

Conclusiones

Mientras que el viaje de Felipe III a Portugal en 1619 se encuentra bastante investigado no ha sido el caso de los 20 años que se demoró dicho viaje y la actuación de un grupo de actores que intervienen constantemente en los intentos de persuadir al monarca que visitara su reino portugués, las élites locales a través de las cámaras municipales del reino de Portugal.

Sobre todo, en la segunda parte de estos 20 años, entre 1609 y 1619, las peticiones desde dichas cámaras pidiéndole al rey una visita son numerosas. Se mandan de distintas partes del reino, del norte (Oporto, Braga entre otros), del centro (Coimbra, Castelo Branco entre otros), del sur (Beja) y de la “cabeza del reino” Lisboa. En estas cartas se suelen mezclar intereses del reino con las propias municipales y de sus dirigentes. La visita real es habitualmente presentada como una necesidad de todo el reino, basada en el mito del bueno rey que solamente con su presencia puede impartir justicia y asegurar el buen gobierno.

En esta línea se presenta el reino como empobrecido y en muy mal estado. El argumento que esas élites dan es que el mal estado es consecuencia de la ausencia prolongada del monarca, aunque en realidad su malestar se debe probablemente más bien al hecho de que se encontraban poco integradas en el servicio del rey. Además, se suele destacar la pobreza particular de la propia región. Ello se usa después para justificar que el municipio en particular no está en condiciones para colaborar con el donativo para el rey con el cual el monarca financiaría el viaje. Se concluye que el motivo principal por no querer colaborar con el viaje del rey es que para la mayoría de los municipios era poco probable que el monarca en caso de viajar pasara por su localidad, especialmente en los que no se encuentran en el centro del país como Oporto o Braga, por ejemplo. Por lo tanto, la voluntad del resto de Portugal de contribuir para un viaje, que llevaría al rey principalmente a Lisboa, es muy limitada.

Distinto es el caso de la propia Lisboa. No consta ninguna negativa lisboeta acerca del donativo real. Es más, como muestra el ejemplo de intercambio de cartas con Oporto, desde Lisboa se trata de organizar la contribución de todo el reino para la jornada. Los deseos de las élites de Lisboa que se realice la visita real son claramente los mayores en todo el reino, lo cual se explica porque ellos serían los principales beneficiados de la presencia del monarca, ya que éste pasaría la mayor parte de la visita en Lisboa, por lo que las élites lisboetas tendrían las mayores oportunidades de ganarse favores y mercedes reales.

La identificación de sus propios intereses y necesidades con los del reino queda en evidencia cuando el rey anuncia que convocaría las cortes portuguesas en Tomar y no en Lisboa. El fuerte rechazo a esa idea muestra que para la cámara lisboeta “visita del reino” significa “visita de Lisboa”, por lo cual exponen una serie de factores que hacen inconveniente una reunión de cortes en Tomar concluyendo que Lisboa es el único lugar del reino apto para reunir tal asamblea y la cantidad de gente que lo conlleva. Todo ello demuestra la conciencia que había en Lisboa de ser “cabeza de reino” y que el reino, por lo tanto, debe contribuir a satisfacer sus necesidades.

Notas:

1. Para un estudio general del Portugal de los Austrias véanse: Fernando Bouza Álvarez. Portugal no tempo dos Filipes. Política, cultura, representações (1580-1668) (Lisboa: Edições Cosmos, 2000); Rafael Valladares. Portugal y la Monarquía Hispánica, 1580-1668 (Madrid: Arco/Libros, 2000); Jean Fréderic Schaub. Portugal na Monarquia Hispânica (1580-1640) (Lisboa: Livros Horizonte, 2001).

2. John H. Elliott, “A Europe of composite monarchies”, Past and Present, n°137 (1992): 48-71. Véanse, además, Conrad Russell (ed.) y José Gallegos (ed.), Las monarquías del antiguo régimen, ¿monarquías compuestas? (Madrid, Ed. Complutense, 1996); Bartolomé Yun Casalilla, “Entre el imperio colonial y la monarquía compuesta. Élites y territorios en la Monarquía Hispánica (ss. XVI y XVII)”, en Las redes del imperio. Élites sociales en la articulación de la Monarquía Hispánica, 1492 – 1714, ed. Bartolomé Yun Casalilla (Madrid, Marcial Pons, 2009), 11 – 35; Manuel Rivero Rodríguez, La monarquía de los Austrias. Historia del Imperio español (Madrid: Alianza Editorial, 2017).

3. Xavier Torres, “A vueltas con el patriotismo. La revuelta catalana contra la Monarquía Hispánica (1640 – 1659)”, en La monarquía de las naciones. Patria, nación y naturaleza en la monarquía de España, eds. Antonio Álvarez-Ossorio Alvariño y Barnardo J.García García (Madrid: Fundación Carlos de Amberes, 2004), 811 – 844, 821.

4. Elliott, “A Europe of…”, 56.

5. María Ángeles Pérez Samper, “La corte itinerante. Las visitas reales”, en Felipe II y el Mediterráneo. La Monarquía y los reinos (I), ed. Ernest Belenguer Cebrià (Madrid: Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 1999), 115 – 142, 115.

6. Teresa Canet Aparisi, “La Corona de Aragón. El modelo político y sus marcos históricos”, en Las monarquías española y francesa (siglos XVI – XVII). ¿Dos modelos políticos?, eds. Anne Dubet y José Javier Ruiz Ibáñez (Madrid: Casa de Velásquez, 2010), 3 – 15.

7. Juan Luis Castellano, “La Corte y su política en el Mediterráneo”, en Felipe II y el Mediterráneo. La Monarquía y los reinos (I), ed. Ernest Belenguer Cebrià (Madrid: Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 1999), 15-38; Carlos José Hernando Sánchez, “Estar en nuestro lugar, representando nuestra propia persona. El gobierno virreinal en Italia y la Corona de Aragón bajo Felipe II”, en Felipe II y el Mediterráneo. La Monarquía y los reinos (I), ed. Ernest Belenguer Cebrià (Madrid: Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 1999), 215-338.

8. Manuel Rivero Rodríguez. La edad de oro de los virreyes. El virreinato en la Monarquía Hispánica en los siglos XVI y XVII (Madrid: Akal, 2011), véanse especialmente las páginas 133-174; José Martínez Millán, “La Corte de la Monarquía Hispánica”, Studia Histórica, Historia Moderna, n°28 (2006), 17-61.

9, Pedro Cardim (ed.) et al. Polycentric monarchies. How did Early Modern Spain and Portugal achieve and maintain a global hegemony? (Eatsbourne: Sussex Academic Press, 2012).

10. Rivero Rodríguez, La monarquía de, 185.

11. Aurelio Musi, “Ideologie e potere nell’azione dei viceré spagnoli di Napoli”, en Fiesta y ceremonia en la corte virreinal de Nápoles (siglos XVI y XVII), eds. Jose Vicente Quirante y José Luis Colomer (Madrid: Centro de Estudios Europa Hispánica, 2013), 19-42, 34.

12. John. H. Elliott, “The Spanish monarchy and the kingdom of Portugal 1580-1640”, en Conquest and coalescence. The shaping of the state in Early Modern Europe, ed. Mark Greengrass (Londres: Edward Arnold, 1991), 48-67, 54.

13. Véanse Enique Solano Camón. Aragón. Luces y sombras de su historia (Madrid: Silex Ediciones, 2009); Gregorio Colás Latorre, “Felipe II y el constitucionalismo aragonés” Manuscrits, n°16 (1998): 131-153; María Ángeles Pérez Samper, “La presencia del rey ausente: las visitas reales a Cataluña en la época moderna”, en Imagen del rey, imagen de los reinos. Las ceremonias públicas en la España Moderna (1500 – 1814), eds. Agustín González Enciso y Jesús María Usunáriz Garayoa (Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra, 1999), 63 – 116; María Ángeles Pérez Samper, “Felipe II en Barcelona”, en Historia y humanismo. Estudios en honor del profesor Dr. D. Valentín Vázquez de Prada, ed. Jesús María Usunáriz Garayoa (Pamplona:Universidad de Navarra, 2000), 203 – 220.

14. Fernanda Olival. D. Filipe II.De cognome “O Pio” (Mem Martins: Temas e Debates, 2008), 154.

15. Félix Labrador Arroyo, “La casa real portuguesa”, en La monarquía de Felipe III. Los reinos. Volumen IV, eds. José Martínez Millán y Maria Antonietta Visceglia (Madrid: Fundación Mapfre, 2008), 809-859, 812.

16. Martínez Millán, La corte de…, 35,

17. José Martínez Millán, “Introducción”, en La monarquía de Felipe II: la casa del rey, Vol. 1, eds. José Martínez Millán y Santiago Fernández Conti (Madrid: Fundación Mapfre, 2005), 17-51, 35 y 49.

18. Rivero Rodríguez, La edad de…, 150.

19. Felix Labrador Arroyo, “Un proyecto de revitalización de la casa real de Portugal: el virreinato de la duquesa de Mantua”, Librosdelacorte, n°4 (2012), 111-119, 112.

20. Francisco Rodrigues Lobo. Corta na aldeia (Lisboa: Ed. Ulisseia, 1990), 71-72.

21. Ana Paula Torres Megiani. O rei ausente: festa e cultura política nas visitas dos Filipes a Portugal (1581 e 1619) (São Paulo: Alameda, 2004), 68.

22. Pedro Cardim, “Los portugueses frente a la Monarquía Hispánica, en La monarquía de las naciones. Patria, nación y naturaleza en la monarquía de España, eds. Antonio Álvarez-Ossorio Alvariño y Bernardo José García Garcia (Madrid: Fundación Carlos de Amberes, 2004), 355-383, 374.

23. Fernando Bouza Álvarez, “Lisboa Sozinha, Quase Viúva. A Cidade e a Mudança da Corte no Portugal dos Filipes”, en Portugal no tempo dos Filipes. Política, cultura, representações (1580 – 1668), ed. Fernando Bouza Álvarez (Lisboa: Edições Cosmos, 2000), 159 – 183, 180.

24. Citado en José Pedro Paiva, “Las fiestas de corte en Portugal en el período filipino (1580-1640), en La fiesta cortesana en la época de los Austrias, eds. Bernardo José García García y María Luisa Lobarto López (Valladolid: Junta de Castilla y León, 2003), 211-231, 211.

25. Véase, por ejemplo, el caso catalán durante los primeros años del reinado de Felipe IV; los conflictos son ampliamente descritos en John H. Elliott. The revolt of the Catalans. A study in the decline of Spain (1598-1640) (Cambridge: Cambridge University Press, 1984). Véase especialmente a partir de página 127.

26. Megiani, O rei ausente…, 101.

27. Pedro Cardim, “La jornada de Portugal y las cortes de 1619”, en La monarquía de Felipe III. Los reinos. Volumen IV, eds. José Martínez Millán y Maria Antonietta Visceglia (Madrid: Fundación Mapfre, 2008), 900-946, 903.

28. Labrador Arroyo, Un proyecto de…, 3.

29. Labrador Arroyo, Un proyecto de…, 2.

30. Patrick Williams. The great favourite. The duke of Lerma and the court and government of Philipp III of Spain, 1598-1621 (Nueva York, Manchester University Press, 2006), 93.

31. Jerónimo de Sepúlveda. Historia de varios sucesos y de las cosas notables que han acaecido en España y otras naciones desde el año de 1584 hasta el de 1603 (Madrid: Imprenta Helénica, 1924), 314.

32. Cardim, “La jornada de Portugal..., 902.

33. Antonio Feros. Kingship and favoritism in the Spain of Philip III, 1598-1621 (Cambridge: Cambridge University Press, 2000), 160.

34. “Carta regia de 21 de julho de 1605”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 152.

35. Sobre los municipios portugueses y su historia en la Edad Moderna véase Mafalda Soares da Cunha y Teresa Fonseca (eds.). Os municípios no Portugal moderno. Dos forais manuelinos às reformas liberais (Lisboa: Edições Colibri, 2005).

36. Acerca de dichas élites véase Nuno Gonçalo Freitas Monteiro. Elites e poder. Entre o Antigo Regime e o Liberalismo (Lisboa: Imprensa de Ciências Sociais, 2007), especialmente el capítulo “Elites locais e mobilidade social em Portugal no Antigo Regime” en las páginas 37-81.

37. Isabel Enciso Alonso-Muñumer, “Imágenes del poder: la fiesta real y cortesana en la Nápoles del XVII”, en Fiesta y Ceremonia en la corte virreinal de Nápoles (siglos XVI y XVII), eds. Giuseppe Galasso et al. (Madrid: Centro de Estudios Europa Hispánica, 2013), 103-137, 109.

38. “Carta da camara d’Evora de 25 d’abril de 1609”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 191-193, 191.

39. “Carta da camara Coimbra de 27 d’abril de 1609”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 193-195, 193.

40. “Carta da camara do Porto de 1 de maio de 1609”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 195-202, 195-197.

41. “Carta regia de 10 de março de 1609”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 178-187, 178-179.

42. Carta da camara d’Evora de 25 d’abril de 1609, 191-192.

43. Carta da camara Coimbra de 27 d’abril de 1609, 194.

44. Carta da camara do Porto de 1 de maio de 1609, 201-202.

45. “Carta da camara do Porto de 20 de maio de 1609”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 197-198.

46. “Carta del rey del 30 de junio de 1609”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 198.

47. “Carta da camara do Porto de 20 de maio de 1609...”, 197.

48. “Carta da camara de Tomar de 8 d’agosto de 1609”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 205-206.

49. “Carta da camara de Braga de 7 de setembro de 1609”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 218-219.

50. “Carta da camara de Lamego de 19 d’agosto de 1609”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 209.

51. “Carta da camara de Braga de 8 de setembro de 1609”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 219.

52. “Carta da camara da villa de Castello Branco de 12 d’agosto de 1609”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 208.

53. Un mapa con el itinerario completo de la jornada de 1619 se encuentra en Olival, D. Filipe II..., 299.

54. “Carta da camara de Miranda de 25 de setembro de 1609”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 223-224.

55. “Carta da camara de Miranda de 25 de setembro de 1609...”, 223.

56. “Carta da camara de Pinhel de 20 d’agosto de 1609”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 210-212, 211.

57. “Carta da camara de Pinhel de 20 d’agosto de 1609...”, 211-212.

58. “Carta da camara de Pinhel de 20 d’agosto de 1609...”, 212.

59. “Traslado de carta que a camara de Lisboa enviou à do Porto em 30 de julho de 1609”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 200.

60. “Carta que a camara do Porto escreveu à de Lisboa em 22 d’agosto de 1609”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 201.

61. “Carta regia de 9 de março de 1610”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 230.

62. “Carta regia de 9 de março de 1610...”, 230.

63. “Carta regia de 11 de janeiro de 1611”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 263-265, 264.

64. “Carta regia de 11 de janeiro de 1611...”, 265.

65. “Alvarás regios de 4 de maiode 1611”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 267.

66. “Carta regia de 24 de janeiro de 1612”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 275-276.

67. “Carta do duque de Lerma de 24 de janeiro de 1612”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 276-277.

68. “Carta da camara de Beja de ... de fevereiro de 1613”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 308.

69. “Carta da camara de Vizeu de 10 de fevereiro de 1613”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 312.

70. “Carta da camara de Thomar de 7 de março de 1613”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 328.

71. “Carta da camara de Miranda de 19 de fevereiro de 1613”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 318.

72. “26 de julho de 1614 – Resposta da camara”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 335-336.

73, “7 de setembro de 1615 carta que a camara dirigiu a el-rei sobre o governo do reino” (1885), en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 351-354, 351.

74. 7 de setembro de 1615…, p. 352.

75. 7 de setembro de 1615…, p. 354.

76, Véase acerca de esa temática Antonio Terrasa Lozano, “Por la polémica gracia del Rey Universal. Las mercedes por servicios de Felipe III en el reino de Portugal”, en Servir al rey en la Monarquía de los Austrias. Medios, fines y logros del servicio al soberano en los siglos XVI y XVII, ed. Alicia Esteban Estríngana (Madrid: Silex, 2012), 297-319.

77. “Carta regia de 23 de março de 1619”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 437-439, 437.

78. “Carta regia de 12 d’abril de 1619”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 441.

79. “Carta regia de 13 d’abril de 1619”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 441-442.

80. “Carta da camara a el-rei em 22 d’abril de 1619”, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo II, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1885), 445-447, 445.

81. Carta da camara a el-rei em 22 d’abril de 1619…, p. 446.

82.  Carta da camara a el-rei em 22 d’abril de 1619…, p. 446.

83. Para una serie de ejemplos de ambos casos, véase Matthias Gloël. Monarquía Imaginada. Eine Untersuchung zu Vorstellungen von der Monarchie auf der iberischen Halbinsel im 16. und 17. Jahrhundert (Hamburgo: Verlag Dr. Kovac, 2014), 253-359.

84. Para el período de las mudanzas de la corte 1601 y 1606 véanse Narciso Alonso Cortés. Noticias de una corte literaria, romances sobre el traslado de la Corte de Felipe III (Valladolid: Ayuntamiento de Valladolid, 2003); Alfredo Alvar Ezquerra. El nacimiento de una capital europea. Madrid entre 1561 y 1606 (Madrid: Turner Libros, 1989); Javier Salazar Rincón. El escritor y su entorno. Cervantes y la corte de Valladolid en 1605 (Valladolid: Junta de Castilla y León, 2006); Adriano Gutiérrez Alonso, “Valladolid en el siglo XVII”, en Valladolid en el siglo XVII, eds. Adriano Gutiérrez Alonso et al (Valladolid: Ateneo de Valladolid, 1982), 13 – 108.

85. Ana Maria Alves. As entradas régias portuguesas.Uma visão em conjunto (Lisboa: Livros Horizonte, 1985), 57.

86. Alicia Cámara Muñoz, “La fiesta de corte y el arte efímero de la Monarquía entre Felipe II y Felipe III”, en Las sociedades ibéricas y el mar a finales del siglo XVI. Vol. 1: La Corte. Centro e Imagen del Poder, eds. Luis Antonio Ribot García y Ernest Belenguer Cebrià (Madrid: Sociedad Estatal Lisboa 98), 67-89.

87. Por ejemplo, Francisco Matos de Saa. Entrada y triumpho que la ciudad de Lisboa hizo a la C.R.M. del Rey Don Phelipe Tercero de las Españas, y Segundo de Portugal (Lisboa: Jorge Rodriguez, 1620); Francisco Rodrigues Lobo. La jornada que la Magestad Catholica del Rey Don Phelipe III de las Hespañas hizo a su Reyno de Portugal (Lisboa: Pedro Craesbeeck, 1623); Gregorio San Martin. El triumpho mas famoso que hizo Lisboa a la entrada del Rey Phelipe Tercero de España, y Segundo de Portugal (Lisboa: Pedro Craesbeeck, 1624); João Baptista Lavanha. Viage de la Catholica Real Magestad del Rei Don Filipe III N.S. al Reino de Portugal i relacion del solene recebmiento que en el se le hizo (Madrid: Thomas Iunti, 1622). Acerca de esas obras, véanse José Ares Montes, “Los poetas portugueses, cronistas de la Jornada de Felipe III a Portugal”, Filología Románica, n°7 (1990), 11-36 y la tesis doctoral de Maria Benatti. Simulacri Imperiali Portoghesi: La “Entrada Real” di Lisbona del 1619 e la Monarchia Duale (Tesis inédita de la Universidad de Bologna).

88. Pedro Cardim, “La jornada de Portugal...”, 935.

89. Antonio Rivero Machina, “La jornada real de Felipe III de España por Portugal: repertorio literario y mensaje politico”, Limite, n°7 (2013), 63-82, 63-64.

90. “Carta da camara a el-rei em 11 de fevereiro de 16125, en Elementos para a História do Município de Lisboa, 1a parte, tomo III, ed. Eduardo Freire de Oliveira (Lisboa: Typographia Universal de Thomaz Quintino Antunes, 1887), 152.

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