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Revista Escuela de Historia

versão On-line ISSN 1669-9041

Rev. Esc. Hist. vol.18 no.1 Salta jun. 2019

 

ARTÍCULO ORIGINAL

Historia local ¿para qué? En torno a una mirada "a ras del suelo"

(Local history ¿for what? Around a look "at ground level")

Adriana Kindgard
UNIHR-CIITED/CONICET, UNJu

Recibido: diciembre de 2018
Aceptado: mayo de 2019


Resumen:

Anclando la reflexión en un caso concreto se pretende mostrar la operatividad de la historia local para captar la diversidad de la experiencia social y la gravitación de los contextos que le otorgan un sentido. Se ensaya un ejercicio de disminución de la escala de análisis hasta situarla en un espacio local para observar a nivel micro las transformaciones sociales que tuvieron lugar en los valles centrales de Jujuy a partir del descubrimiento en 1939 de un yacimiento de hierro en las serranías del Zapla, y la ulterior puesta en marcha de un complejo productivo inscripto en un proyecto de desarrollo nacional. Se da cuenta así de algunas de las aristas de los procesos de cambio social desatados, invisibilizadas en abordajes de macro nivel.

Palabras clave: Historia local; Experiencia social; Estudio de caso

Abstract:

Connecting reflection with a specific case, I try to show the operability of local history to capture the diversity of social experience and the gravitation of the contexts that give it a meaning. An exercise to reduce the scale of analysis is tested, until it is placed in a local space to observe at a micro level the social transformations that took place in the central valleys of Jujuy after the discovery in 1939 of an iron deposit in the mountains of Zapla, and the subsequent implementation of a productive complex that referred to a national development project. I want to show this way some of the dimensions of the processes of social change involved, invisible in macro-level approaches.

Keywords: Local history; Social experience; Case study


Las páginas que siguen encuentran inspiración en los intercambios y reflexiones que tuvieron lugar en ocasión de un panel dedicado a las perspectivas locales y regionales en la historiografía, realizado en noviembre de 2018 en la ciudad de Salta.1 El encuentro reveló la persistencia de sugestivos interrogantes en torno a las mismas. Para rescatar sólo algunos:

¿Historia local –o historia regional- es toda reconstrucción que trata de fenómenos ocurridos en espacios extra-pampeanos, cualquiera sea la estrategia de investigación elegida? ¿En qué medida dentro del universo de investigadores auto referenciados en la historia regional o local, dispuestos a suscribir la máxima de que "los historiadores no estudian lugares sino en lugares", persiste el horizonte de conocer el pasado de una comunidad (región, pueblo, barrio) como un fin en sí mismo?2 ¿Cómo se articulan los "estudios de caso" con indagaciones de mayor alcance?

A partir del posicionamiento en la línea por la que hace tiempo discurre la renovación de la historiografía contemporánea, parafraseamos la pregunta que hace casi dos décadas atrás formulara uno de los referentes en el país de la llamada historia regional,3 con la intención aquí de mostrar la operatividad de la historia local para captar la pluralidad de formas de la experiencia social. Ernesto Bohoslavsky instaba recientemente a quienes emprenden una investigación historiográfica a "hacer explícitos los criterios por los que selecciona y/o construye cierta escala y por qué la prefiere respecto a otras escalas disponibles e igualmente legítimas y productivas".4 Ensayamos en las páginas que siguen una reflexión sobre estas cuestiones al tiempo que procuramos observar "a ras del suelo" algunas de las transformaciones sociales que tuvieron lugar en los valles centrales de Jujuy a partir del descubrimiento en 1939 de un yacimiento de hierro en las serranías del Zapla, y la ulterior puesta en marcha de un complejo productivo inscripto en un proyecto de desarrollo nacional con eje en la siderurgia que se pensó como motor del crecimiento industrial.

Las escalas y el espacio de la experiencia social

Tras los rasgos sensibles del paisaje, tras los escritos en apariencia más fríos y las instituciones en apariencia más distanciadas de quienes las establecieron, la historia quiere captar a los hombres.5

¿Cuál es la unidad de análisis –la escala adecuada- para intentar hacerlo? ¿Cuál es el camino para captar la experiencia social? Podemos elegir atribuir al sujeto –por la vía del determinismo- ciertas orientaciones prácticas, para lo cual es suficiente una mirada de nivel macro, como la que habilitan las cifras de estadísticas y censos, y vincular, por ejemplo, grado de ruralidad con actitudes económicas o políticas tradicionales y niveles de urbanización con comportamientos propios de la modernidad. En los primeros meses de 1943 el gobierno nacional emprendió el levantamiento del IV Censo Escolar, del Analfabetismo y de la Vivienda, que abarcó alrededor del 70% de la población de cada jurisdicción del país, incluyendo a padres –varones y mujeres- con hijos o pupilos a su cargo. Además de brindar un panorama de importantes aspectos de la cuestión social en la época, proporciona un cuadro general del peso relativo y la distribución de las actividades productivas en la provincia de Jujuy y en el departamento Capital, donde se emplazaban las serranías del Zapla. Sabemos así que, con una población mayoritariamente rural en vísperas de la creación de Altos Hornos Zapla, Jujuy acusaba una fuerte presencia del sector agrícola-ganadero (47,4%). Aunque el peso relativo de éste disminuía en el departamento Capital (24,7%) ello se debía a la gravitación de la todavía llamada ciudad de Jujuy,6 principal núcleo comercial y administrativo de la provincia, ya que en los distritos aledaños persistían fuertemente las actividades agropecuarias.7 En este registro analítico, las familias residentes en las áreas circundantes a los centros productivos que integraban los flamantes Altos Hornos habrían experimentado un cambio positivo en sus condiciones de existencia, a partir de las posibilidades abiertas por el proceso de industrialización y la progresiva urbanización propias de los modelos de "comunidad ocupacional".8 Tales cambios se pensaban consustanciales a un esquema productivo integral del que se esperaba la configuración una trama industrial dispersa sobre un vasto territorio de los valles centrales de Jujuy, dando impulso a una transformación que trascendía las prácticas productivas, extendiéndose "a todo el conjunto de las prácticas sociales".9 Una alternativa a esta mirada es disminuir la escala de análisis hasta situarla en un espacio local para observar a nivel micro los procesos históricos, prestando atención a la diversidad de la experiencia social. Como ha sido enfatizado, es este el locus concreto en el que se inserta la vida del sujeto y dentro del cual los individuos emprenden sus acciones.10

En 1939 Salvador Capra, Antonio Senez, Wenceslao Gallardo, Rosario Ávila y Francisco Gámez descubrían en las serranías del Zapla un yacimiento de hierro, renunciando al cabo a los derechos que les correspondían como poseedores de los pedimentos mineros para entregarlos a la Nación. El hallazgo se había denunciado en marzo de 1941 ante el Ministerio de Ejército, alimentando grandes expectativas entre los círculos militares comprometidos con el desarrollo de la siderurgia nacional y también entre la dirigencia jujeña, en aquellos tiempos todavía signados por la carestía y la recesión. De hecho, las buenas perspectivas abiertas a partir del hallazgo del gran yacimiento de hierro en territorio provincial contrastaban con la difícil realidad económica y social que enfrentaban los jujeños: desocupación, carestía y "la angustia ambiente que detiene la evolución comercial de la provincia".11 Desde el gobierno se aludía a las "duras circunstancias de las horas que vivimos (…) las condiciones anormales en que se desarrollan las industrias y el comercio, la carestía de los artículos imprescindibles para la subsistencia".12

En febrero de 1942 se declaraba "zona de reserva" al yacimiento ferrífero, concretándose por etapas la instalación de la infraestructura productiva. En octubre de 1945 se obtenía la primera colada de arrabio en el Alto Horno construido en la localidad de Palpalá. Al centro siderúrgico allí emplazado, se sumaba el centro minero levantado en el sitio del hallazgo de la veta de hierro y, en 1949, un centro forestal destinado a procurar el autoabastecimiento del carbón vegetal necesario para la reducción del mineral. Las fuentes disponibles nos permiten un ejercicio de reducción de la escala de observación, focalizando la lente sobre este último espacio, para rescatar experiencias que den cuenta de algunas de las aristas de los procesos de cambio social desatados, que quedan invisibilizadas en abordajes de macro nivel.

La historia local y el microscopio: derivas sociales de una expropiación

Ya no abstraer sino, en un primer momento, enriquecer lo real, si se quiere, tomando en cuenta los aspectos más diversos de la experiencia social.13

A pocos kilómetros de la ciudad de Jujuy se extendía el distrito rural de Zapla, al que se accedía a través de la ruta N° 56, que unía el centro capitalino con el departamento de San Pedro. El análisis de los padrones electorales de los años 1935 y 1937, correspondientes al Circuito N° 6 del Colegio Electoral de la Capital, revela que en Zapla el 70% de la población masculina económicamente activa de nacionalidad argentina se dedicaba a las tareas de labranza, residiendo en algunas de las fincas agrícolas de propiedad privada entre las que se distribuía la tierra en la región. El 30% restante eran criadores de ganado, jornaleros y peones, pero había un pequeño número que se ganaba la vida con oficios como el de talabartero o herrero, siendo este último el caso de Wenceslao Gallardo, uno de los descubridores del yacimiento ferrífero.14 La más extensa de las fincas de la zona era la denominada "El Brete" –en el paraje del mismo nombre-, de 5.709 hectáreas, en manos desde mediados de 1935 del empresario de origen italiano Pablo Tramontini.15 Se trataba de una zona rural montañosa en su mayor extensión, con un área llana que se iniciaba al sur de la quebrada del río Zapla e iba declinando y formando un valle hasta llegar al río Grande, zona ésta que era aprovechada para desarrollar cultivos con riego. La finca adquirida por Tramontini encerraba una importante riqueza forestal, con grandes extensiones de bosque de variadas especies, según las diversas altitudes del terreno.16 El nuevo propietario instaló en el lugar un aserradero desmontable, donde se trozaba y se aserraba la materia prima del bosque de la finca, para lo cual contrataba hacheros que la preparaban directamente en el monte. La mayor parte de la producción se destinaba al funcionamiento de los hornos de ladrillo que el empresario poseía en la capital jujeña.17 Uno de los principales emprendimientos económicos desarrollados en "El Brete" era el tambo –con un plantel de 1.150 cabezas de ganado holando-argentino- cuyo producido contribuía a la marcha de la usina de pasteurización láctea –también de propiedad de Tramontini- que funcionaba en la ciudad de Jujuy, cubriendo gran parte del mercado de consumo capitalino y abasteciendo también a las poblaciones salteñas de Orán y Tartagal, aprovechando el ramal ferroviario que alcanzaba la zona. Para subvenir a las necesidades del plantel vacuno, unas 74 hectáreas de los campos de labranza estaban dedicadas al cultivo de alfalfares.18  Por lo demás, la finca poseía 314 hectáreas bajo riego, la mayor parte destinada al cultivo de maíz, que estaba altamente mecanizado. Una parte de la cosecha se comercializaba en La Quiaca, transportándola en camiones de la propia empresa y otra iba a parar al molino que Tramontini tenía instalado en la ciudad de Jujuy. Existían, además, plantaciones de porotos, garbanzos, papas y hortalizas, que hallaban su principal mercado en la ciudad capital.19 La más reciente apuesta económica era el cultivo de tabaco, habiendo obtenido en 1947 óptimos resultados en las 18 hectáreas destinadas a este fin, contando la empresa con estufas de secado y un galpón de clasificación.20

En fin, una década después de ser adquirida por Tramontini, la finca "El Brete", emplazada en el paraje del mismo nombre, se había constituido en el corazón de un eficiente sistema empresarial donde se articulaban diversas actividades (ganadería, tambo, explotación forestal para la obtención de madera y leña, cultivo de tabaco, maíz, papas, hortalizas, forraje y frutales). Parte importante de esta producción se articulaba con empresas del mismo propietario situadas en los mercados de consumo. Del análisis de los libros contables, los peritos que lo tasaron en 1947 concluyeron que reportaba a su propietario una elevada renta, arrojando los distintos rubros beneficios muy superiores a los de explotaciones similares y vecinas: "ello es el resultado de un planeamiento de producción-industrialización y comercialización muy bien organizado y llevado a la práctica con fuerte respaldo económico".21    

Hasta aquí, la reducción de la escala de observación ha permitido precisar las características naturales y la estructuración productiva de un espacio local, cuadro que podemos completar todavía, ya que las fuentes disponibles permiten una aproximación a las condiciones materiales de existencia de quienes allí habitaban. Hacia 1947, el fundo contaba con una casa principal y una serie de viviendas para peones. Estas últimas estaban compuestas de dos habitaciones, una cocina y una galería, construidas algunas con paredes de adobe y otras con mampostería de ladrillo (como la destinada al encargado de las estufas de tabaco), todas con techo de chapas de cartón asfáltico y pisos de cemento, o de tierra en algunos casos.22 Además de los trabajadores permanentes, se contrataban también obreros transitorios en tiempos de cosecha y, en el caso del tabaco, para las tareas de encañado de las hojas. A ellos se les proporcionaba alojamiento en un lugar colectivo que consistía en un cuerpo de edificación que constaba de doce dormitorios y dos cocinas. La construcción era de adobe, con piso de tierra y techo de chapa, contando con carpintería hecha de tablas. Existían, además, habitaciones o ranchos dispersos en distintos lugares, construidos con tablones de propiedad de los mismos peones de la finca, que vivían independientemente en ella. Era el caso, por ejemplo, de un grupo de viviendas precarias, hechas con tablas, contiguas a la playa de descarga del aserradero, dispuestas a uno y otro lado del camino de acceso al mismo.

Llegados a este punto, volvamos por un momento a las preguntas dejadas abiertas: ¿historia local –o historia regional- es toda reconstrucción que trata de fenómenos ocurridos en espacios extra-pampeanos, cualquiera sea la estrategia de investigación elegida? Aunque de entrada podemos enfatizar que no es así, la respuesta debe partir, necesariamente, de la pregunta inicial: ¿para qué hacer historia local? ¿Buscamos reconstruir la historia de un paraje rural de los valles templados jujeños para dar cuenta de las transformaciones de ese espacio en la transición de empresa agrícola-ganadera a centro forestal del gran complejo siderúrgico nacional? ¿O estamos convencidos de que los historiadores no deben estudiar lugares sino en lugares? y, en todo caso ¿qué debe ser estudiado allí? Los microhistoriadores han señalado un camino. Como enfatizara recientemente Giovanni Levi, la microhistoria "…pone en el centro preguntas sobre el funcionamiento de la racionalidad humana que gobierna los comportamientos",23 y asume que las respuestas que pretendan estar a la altura de la complejidad de la realidad social necesitan concentrar el caudal de información reunida para sacar a la luz la densa red de relaciones que configuran la acción de los sujetos y develar la diversidad de contextos que la motivan.24 Ambos ejercicios requieren colocar el microscopio en la caja de herramientas.

En el caso que nos ocupa, los padrones electorales –que proporcionan información sobre edad, domicilio, actividad económica y nivel de alfabetización de los ciudadanos habilitados para votar- constituyen una fuente privilegiada para evitar homogeneizar en demasía los rasgos de los habitantes de espacios de pequeñas dimensiones.25 Si bien estos registros dejan fuera a las mujeres (quienes recién serían empadronadas al promediar el siglo y ejercerían por primera vez el derecho al voto en 1951), el análisis nominal que habilitan ha permitido identificar a un total de 137 varones mayores de 17 años, de nacionalidad argentina, con domicilio estable en el distrito de Zapla entre los años 1942 y 1947.26 A partir del cruce de estas fuentes con documentación generada en la Delegación Regional de la Secretaría de Trabajo y Previsión con sede en Jujuy, y con datos del expediente de expropiación de la finca, pudimos vislumbrar perfiles de sujetos –hombres y mujeres- concretos. Así, por ejemplo, Evaristo y Marcial Díaz llevaban cuatro años trabajando como aserradores en El Brete, con un sueldo promedio de $46, por cuatro horas diarias de labor. José Morodiel, oriundo de Bolivia y con igual oficio, casi duplicaba este salario debido seguramente al jornal completo que cumplía, y quizás también a su permanencia en la finca a lo largo de una década, a juzgar por los $70 mensuales, por ocho horas al día como zorrero en el obraje, que percibía Manuel Abán, con tan solo un año de antigüedad laboral. Bartolo Humacata, por su parte, era el peón ganadero que en 1947 llevaba más años en el lugar -desde 1940- junto a su esposa, Lina de Humacata, quien desempeñaba las tareas de ordeñadora, al igual que otras cinco mujeres. Mercedes Tarifa, la encargada de los quehaceres domésticos en la casa principal, residía en el establecimiento desde los inicios, en 1935, casi tanto tiempo como Rafael Abad, el capataz de origen español.  Según daba cuenta el obrero Santiago García, quien había ingresado a trabajar a "El Brete" el 30 de abril de 1946 en calidad de "potrerizo", el propietario proveía a los trabajadores de la leña necesaria en sus viviendas y de un litro diario de leche.27 El resto de la producción del tambo encontraba destino final en la Usina Láctea Pasteurizadora, ubicada en la ciudad de Jujuy, que desde 1931 funcionaba bajo la supervisión del empleado Alfredo Hernández. Hasta aquí la información que mirando "a ras del suelo" hemos podido reunir sobre las personas y su   "mundo laboral" en este espacio local. Necesaria pero seguramente insuficiente para intentar capturar los motivos del actuar.

El funcionamiento del Alto Horno instalado en Palpalá requería la provisión de carbón de leña, planteándose al cabo el inconveniente de la falta de constancia en el suministro, que se agravaba dado el plan de instalación de otros dos altos hornos. La Dirección General de Fabricaciones Militares se propuso lograr, en el menor plazo posible, la producción propia de carbón a través de una experiencia de reforestación a gran escala, formando un bosque artificial.28 El primer paso fue determinar el lugar en el que éste se emplazaría. Dada la cercanía a Palpalá y la ya referida feracidad de un suelo que contenía abundancia de bosques naturales, se entiende que se haya puesto la mirada en las tierras del Zapla, cuyas "condiciones climáticas y tipográficas la Dirección General considera óptimas".29 Las tierras cuya expropiación se propugnaba comprendían un área de aproximadamente 10 mil hectáreas, que incluía una veintena de propiedades y, entre ellas, la finca "El Brete". El 9 de junio de 1947 el presidente Juan D. Perón firmaba el decreto declarando de utilidad pública la zona, disponiendo la expropiación y autorizando la toma de posesión inmediata de los terrenos. En su edición del 1° de julio el diario "Jujuy" titulaba: "Serán expropiadas 10 mil hectáreas para reforestación".30 Una semana después, el mismo matutino denunciaba el cese de los envíos de leche desde la usina de Tramontini hacia el departamento de San Pedro de Jujuy, en el oriente provincial.31

Un aspecto que había sido contemplado por la Dirección General era la medida en que la expropiación pudiera lesionar intereses privados y afectar en forma sensible la economía local. Los técnicos a los que se encomendó el estudio llegarían a la conclusión de que, salvo la finca "El Brete" de Pablo Tramontini (que de hecho abarcaba más de la mitad de la superficie a expropiar), el resto de las propiedades afectadas eran de poca significación económica por no tener un grado de explotación importante, estando la mayor parte del terreno inculto u orientado a cultivos no perennes. Refería, por su parte, el letrado que representó al empresario en el juicio de expropiación a la "…destrucción de una organización económica, fruto de un largo proceso de trabajo, inteligentemente aplicado a la consecución de una renta estable y determinada; y a la paralización definitiva del aserradero, obraje, tambo, usina de pasteurización, producción de carbón y venta de hacienda, leña, etc."32      

El 2 de octubre de 1947 se hacía presente en "El Brete" el Capitán Armando Pío Martijena, director de los Altos Hornos de Zapla, para tomar posesión de los inmuebles en nombre de Fabricaciones Militares. Debían retirarse del lugar los bienes muebles y útiles (enseres, maquinarias y herramientas) no comprendidos en la expropiación. Desde ese momento cesaba la tala en los montes, debiéndose extraer toda la madera y leña cortada con anterioridad. Se concedía un plazo de seis meses para retirar el ganado vacuno de la finca "…sin perjuicio de que si por razones ajenas a su voluntad no pueda hacerlo dentro de ese término se procurará ampliarlo a fin de evitar en cualquier forma perjuicios a los intereses respectivos y especialmente a la población de la Ciudad de Jujuy en el establecimiento de leche".33 Sin embargo, Tramontini iba, al cabo, a iniciar la liquidación de sus planteles de ganado, desestimando la alternativa de trasladarlos a los campos que poseía en la zona de San Pedrito, muy cerca de la ciudad capital. Uno de los argumentos esgrimidos era el lapso de tiempo necesario para que los terrenos fueran desmontados, alfalfados y proveídos de riego. Así, uno de los efectos concretos de la expropiación fue la clausura de las actividades de la única usina pasteurizadora que existía en la ciudad de Jujuy.34 Al igual que los hombres y mujeres despedidos en "El Brete" a raíz de la paralización de las actividades en los bosques y el obraje, en los corrales y plantaciones, los empleados y obreros que venían trabajando en la usina fueron dejados cesantes, según consta en las planillas de indemnización incluidas en el expediente.

Hacia finales de la década, aquel emprendimiento nucleado en el paraje de "El Brete" y diversificado en múltiples actividades había dado paso a lo que ya se conocía como el "Centro Forestal" de Altos Hornos Zapla. De las fuentes consultadas se desprende que, hasta 1947, al menos unas 82 personas residentes dentro de los límites de la finca (en varios de los casos con sus respectivas familias) habían hallado sustento en este complejo agropecuario y forestal.

Los padrones electorales permiten inferir que, concretado en 1947 el traspaso de la propiedad a la Dirección General de Fabricaciones Militares, e inaugurado en 1949 el "Centro Forestal", sólo una pequeña proporción de los trabajadores de "El Brete" continuaron residiendo en el distrito de Zapla. Así, el padrón de 1949 registra sólo 28 trabajadores con domicilio en el nuevo Centro poblacional que Fabricaciones Militares erigió en El Brete, a saber: veinte jornaleros, tres agricultores, un tractorista, un chófer, un barretero y dos empleados. Contrastando estas pistas nominales con las de los padrones de 1947 y 1948 se desprende que  22 de ellos eran recién llegados al lugar, ya que sólo seis aparecen también en los últimos dos registros del distrito de Zapla donde estaba incluido el paraje de El Brete. Nada sabemos del destino laboral de los otros dieciocho allí domiciliados según los padrones de Zapla de 1947/48 pero ausentes en el registro electoral de 1949.

Resulta claro que, un cuadro completo de la situación requeriría tener en cuenta tanto a los trabajadores de origen extranjero como a la población femenina, excluidos ambos de los padrones. Pero, gracias a la documentación adjuntada al expediente de expropiación, sabemos, por ejemplo, que el obrero yugoslavo Marín Palada, tras cuatro años de trabajo de aserrador, se instaló definitivamente en la Capital Federal. María Marás de Rivero, mujer de 48 años y sin instrucción, de nacionalidad boliviana, quien había permanecido trabajando como ordeñadora en la finca hasta su expropiación, vivía en Carahunco hacia 1949, dedicada a los quehaceres domésticos. También allí se había afincado Víctor Jurado, jornalero de origen boliviano de 32 años de edad, quien, durante cuatro años, entre 1944 y fines de 1947, había trabajado en el aserradero de Tramontini. Como en los demás centros ya existentes (el Centro Siderúrgico en Palpalá y el Centro Mina 9 de octubre en la serranía) pronto se levantaría allí un complejo habitacional y la organización del espacio trascendería las actividades específicamente productivas, abarcando –y pautando- los múltiples aspectos de la cotidianeidad.35

Contrastando estas pistas nominales con las de los padrones de 1947 y 1948 se desprende que 22 de ellos eran recién llegados al lugar, ya que sólo seis aparecen también en los últimos dos registros del distrito de Zapla donde estaba incluido el paraje de El Brete. Entre estos seis pudimos identificar a José Roselín, a Isidoro Rivero y a Zacarías Humacata, quienes se hallaban entre los despedidos e indemnizados a raíz de la expropiación. El uso en los archivos de una red de densa trama -y el empecinamiento en mirar con microscopio- nos permitió recuperar la voz de este último, un joven jornalero nacido en el año 1923.36 Zacarías Humacata fue llamado como testigo ante el Tribunal del Trabajo, a fines de abril de 1950, para declarar sobre el accidente sufrido por Alberto Choque "Trabajando como peón del señor Tramontini, el día 26 de mayo del año 1949, mientras regresaba a caballo del obraje que éste tenía en los cerros frente a Zapla".37 Los jueces condenaron a Tramontini al pago de la indemnización correspondiente "…por cuanto ha sido la ejecución del trabajo lo que ha llevado al señor Choque hasta el lugar del infortunio, ocurrido en momentos de la prestación de servicios, mientras volvía del obraje con dirección a la finca Carahunco, transitando por el único camino existente".38

El decreto de expropiación de junio de 1947 había habilitado la inmediata posesión de los bienes, otorgando a los ocupantes un mes de plazo para desocupar el fundo. En octubre de ese año la casa principal de la finca encontró destino como vivienda y oficinas del personal de la Dirección General de Fabricaciones Militares.39 Entrevistado por un diario local, el capitán Armando Martijena se había referido a la reforestación prevista en la zona: "…un plan de trabajo para seis años al término del cual Altos Hornos estará en condiciones de producir el carbón utilizable en la misma planta industrial".40 Zacarías Choque continuaba residiendo en 1949 en lo que ya se conocía como el "Centro Forestal", trabajando, sin embargo, para el antiguo propietario de la finca en las tareas pendientes de "…cortar y cargar la leña hasta el camión",41 al tiempo que cumplía tareas de "cuidar los viveros",42 refiriéndose seguramente a los almácigos de eucaliptus que, ya en enero de 1948, cubrían una superficie de 50 hectáreas en la zona. Las fuentes no revelan mucho más pero, si aceptamos que el panorama de desocupación y desarraigo que algunos de los datos aquí reunidos permite delinear queda relativizado desde las miradas a una escala macro que señalan el promisorio camino de desarrollo y las oportunidades de trabajo y cambio social que en Jujuy dejó abierto el funcionamiento del gran complejo siderúrgico, las pocas palabras rescatadas de un testigo ocasional permiten, en todo caso, vislumbrar las formas de ese proceso "a ras del suelo".

Reflexiones finales

Los poderes públicos, y también las fuerzas vivas jujeñas de la época, habían visto desde un principio en el descubrimiento del yacimiento de hierro de Zapla una posibilidad concreta de reactivar la economía provincial. En el horizonte de la dirigencia nacional que asumió el desafío estaba el modelo de crecimiento del país sobre la base del desarrollo industrial, capaz de profundizar el proceso de sustitución de importaciones iniciado en la década anterior. El mismo año (1947) en que Perón convertía en ley el Plan Siderúrgico Argentino trazado por el general Manuel Savio, firmaba también el decreto de expropiación de las tierras necesarias para dotar a Altos Hornos Zapla de un centro forestal. Uno de los argumentos esgrimidos por los peritos a favor del lugar elegido había sido la "relativamente escasa población residente en la zona".43 Las pistas nominales cuyo seguimiento se vio facilitado  por la apelación a los padrones electorales y el cruce de algunos datos dispersos en la prensa con la información extraída de expedientes oficiales de particular riqueza abrieron el acceso a ciertas facetas de la experiencia social vinculada a estos procesos, revelando una vez más las diversas formas que estos pueden asumir, de acuerdo con la perspectiva elegida para abordarlos. Como dijera Jacques Revel, la escala de observación de los fenómenos no está vinculada a la jerarquía de los retos históricos: en la escala local no se hace historia local.

Lo que la experiencia de un individuo, de un grupo, de un espacio permite comprender es una modulación particular de la historia global. Particular y original, ya que lo que el punto de vista microhistórico ofrece a la observación no es una versión atenuada, o parcial, o mutilada de realidades macrosociales; lo que ofrece es una versión diferente.44

Historia local ¿para qué? Llevar la mirada hasta un espacio local para procurar observar la acción humana en el entrecruzamiento de los múltiples contextos que le otorgan un sentido. Es cierto que las aristas del proceso de expropiación que hemos logrado reconstruir sólo dejan trazados algunos lineamientos del marco contextual en el que se inscribieron experiencias de pérdida de trabajo, probable desarraigo e incertidumbre laboral, echando luz sobre ciertas dimensiones sociales implicadas. Y es cierto que esa luz no es suficiente para develar los caminos elegidos para afrontarlas: no hablan de adaptaciones, estrategias ni resistencias, pero el microscopio en la caja de herramientas ha proporcionado una pista por donde proseguir. Si asumimos que tal es el camino, remarquemos también que estas páginas han sido sólo el primer tramo del recorrido. 

 

Notas:

1. El Panel -del que tuve el gusto de participar junto a Luis Blacha, Sara Mata y Daniel Campi- fue organizado por la cátedra de Historia Regional en el marco de las XVIII Jornadas de Investigación y Docencia de la Escuela de Historia, celebradas a fines de noviembre de 2018 en la Universidad Nacional de Salta.

2. Citado con frecuencia por los cultores de la historia regional y local, el aserto se debe, como es sabido, a Clifford Geertz: "El lugar de estudio no es el objeto de estudio. Los antropólogos no estudian aldeas (tribus, pueblos, vecindarios…); estudian en aldeas. Uno puede estudiar diferentes cosas en diferentes lugares, y en localidades confinadas se pueden estudiar mejor algunas cosas, por ejemplo, lo que el dominio colonial afecta a marcos establecidos de expectativa moral. Pero esto no significa que sea el lugar lo que uno estudia". Geertz, Clifford, La interpretación de las culturas (Barcelona: Gedisa, 1997), 34.

3. Campi, Daniel, "Historia Regional ¿por qué?", en Lugares para la historia (Fernández, Sandra y Dalla Corte, Gabriela (comps.) (Rosario: UNR Editora, 2001), 83-89.

4. Bohoslavsky, Ernesto, "La historia regional argentina: identidades, campos y agendas", en Quinto Sol 3, Vol. 22 (Santa Rosa de La Pampa: Instituto de Estudios Socio-Históricos/ Universidad Nacional de La Pampa, 2018), 38-51, p. 39.

5. Marc Bloch, Apología para la historia o el oficio de historiador (México: FCE, 2001), 57.

6. A partir del 19 de abril de 1950 (fecha del 357° aniversario de su fundación) la ciudad recuperaría en parte su nombre primigenio, pasando a denominarse San Salvador de Jujuy. El nombre original impuesto por su fundador, Juan Ramírez de Velazco, era "San Salvador de Velazco en el Valle de Jujuy".

7. El resto del sector lo componía una serie de actividades manufactureras de muy pequeña escala, que convocaban entre dos y –a lo sumo- una decena de trabajadores, emplazándose la mayoría de éstas en el departamento Capital, seguido por los de San Pedro y Ledesma. República Argentina, IV Censo Escolar, del Analfabetismo y de la Vivienda, 1943 (Buenos Aires: Dirección del Censo Escolar de la Nación, 1948).

8. Categoría utilizada para referir a aquellos procesos sociales en los que el trabajo y la vida cotidiana se hallaban fuertemente interconectados. Véase María Salomé Boto, "Una mirada sobre los orígenes de la empresa siderúrgica Altos Hornos Zapla (1941-1947)", en Problemas nacionales en escalas locales. Instituciones, actores y práctica de la modernidad en Jujuy, Ana Teruel (dir.) (Rosario: Prohistoria, 2010), 313-341.

9. Liliana Bergesio y Fernando Castillo, "Forjando industrias. Altos Hornos Zapla y la siderurgia en Jujuy", en Industria y Sociedad. El sector manufacturero en Jujuy y Argentina, en Liliana Bergesio, y Laura Golovanevsky, (comps.) (Jujuy: EDIUNJu, Universidad Nacional de Jujuy, 2012), 203-241.

10. Justo Serna, y Anaclet Pons, "En su lugar. Una reflexión sobre la historia local y el microanálisis", en Contribuciones desde Coatepec 4, Vol. 2 (Toluca-México: Universidad Autónoma del Estado de México, 2003), 35-56.

11. Periódico "El Comercio de Jujuy", Jujuy, 15 de junio de 1941.

12. Archivo Histórico de la Legislatura Provincial (AHLP), Mensaje del Gobernador Dr. Fenelón Quintana, Sesión del 20 de junio de 1942, pp. 20-21.

13. Jacques Revel, "Microanálisis y construcción de lo social", en Juegos de escalas. Experiencias de microanálisis, Revel Jacques (dir.) (San Martín: UNSAM EDITA, Universidad Nacional de General San Martín, 2015), 19-44, p. 26.

14. Archivo del Juzgado Electoral de Jujuy (en adelante AJEJ), Padrones Electorales de 1935 y 1937 Circuito N° 6, Zapla.    

15. "El Brete" había salido a venta en remate público por el Banco Hipotecario Nacional y fue adquirida por Tramontini el 15 de mayo de 1935. Tramontini compró, además, la finca contigua, llamada "El Lapachal", de 160 hectáreas. Puede verse Kindgard, Adriana, "Transformaciones socio-espaciales en torno a la creación de Altos Hornos Zapla. El caso de la finca ‘El Brete’ en el distrito Zapla", en Altos Hornos Zapla. Historias en torno al primer centro siderúrgico integral de  Argentina, Bergesio, Liliana y Golovanevsky, Laura (eds.) (Rosario, Prohistoria, 2016) 173-192.

16. La importancia relativa de la agroindustria forestal jujeña no era desdeñable de cara al panorama económico provincial. Según los registros oficiales, la explotación forestal global en la provincia había alcanzado en el año 1943 la cifra de 30.352,544 toneladas de madera. Parte importante de esta producción se destinaba a mercados extra provinciales, pero otra daba vida a una cantidad de aserraderos y fábricas de muebles instalados en los principales centros de población. Archivo Histórico de la Provincia de Jujuy (AHPJ), exp. 83, 2 de diciembre de 1943.

17. Archivo del Juzgado Federal de Jujuy (AJFJ), Ministerio de Guerra, Dirección General de Fabricaciones Militares (DGFM), 1947, exp. 4081.

18. Ibíd., f. 23.

19. Ibíd., f. 21.

20. A fines de la década de 1930, a instancias del Ministerio de Agricultura de la Nación, se había realizado en Jujuy la primera experimentación de cultivo de tabacos finos, del tipo "virginia". El gobierno peronista continuó la política de fomento a la producción tabacalera y fueron varios los propietarios que apostaron a la promisoria agroindustria, reorientando el destino de sus campos de labranza.

21. AJFJ, Ministerio de Guerra, DGFM, 1947, exp. 4081, f. 20.

22. Ibíd., f 17.

23. Giovanni Levi, "Microhistoria e Historia Global", en Historia Crítica 69 (Colombia: Universidad de los Andes, 2018), 21-35, p. 22.

24. Sostendremos aquí que si la "historia local" quiere inscribirse en el derrotero marcado por una historia social que asume la importancia de la "vuelta al sujeto" y entonces busca comprender –además de explicar- los fenómenos sociales, la escala de análisis debe trasladarse hasta el nivel de lo micro, ya que la puerta de acceso a la comprensión de lo social se encuentra al apuntar la lente hacia los individuos que participan de las relaciones sociales porque de lo que se trata es de capturar "motivos" y estos son -como los sujetos que los portan- inaprehensibles a través de un abordaje de macronivel. Esto implica asumir, en definitiva, que el ámbito espacial donde es posible observar la acción humana con sentido es el espacio local.

25. La imagen que nos brindan los padrones -de allí sus limitaciones pero también su utilidad- refiere a la población estable, nacida en el país o nacionalizada, cuyo arraigo en la región puede establecerse a partir del seguimiento de varios de estos registros, a lo largo del tiempo.

26. AJEJ, Padrones Electorales de 1942 y 1947, Circuito N° 6, Zapla. La permanencia continuada en el lugar permite suponer que una proporción de ellos era cabeza de una familia instalada también en la región. A este cálculo poblacional debería sumarse la estimación sobre el número de extranjeros no nacionalizados, afincados en el lugar, ya que ellos no figuraban en estos registros electorales.

27. AJFJ, Ministerio de Guerra, DGFM, 1947, exp. 4081, f. 435.

28. Las proyecciones seguían los lineamientos trazados en el Plan Siderúrgico Argentino (ley 12.987) de agosto de 1947, que preveía la concreción de un modelo productivo integral en el que el ciclo incluyera desde la obtención y preparación de los minerales y el combustible necesario hasta la elaboración final de productos laminados. Bergesio, Liliana y Castillo, Fernando, "Forjando industrias…", op. cit.

29. AJFJ, Ministerio de Guerra, DGFM, 1947, exp. 4081, f. 7.

30. Diario "Jujuy", 1 de julio de 1947.

31. Diario "Jujuy", 8 de julio de 1947.

32. AJFJ, Ministerio de Guerra, DGFM, 1947, exp. 4081, f. 32v.

33. Ibíd., fs. 68 y 68v.

34. De acuerdo a los informes técnicos, el 44% de la leche que se utilizaba en dicha usina provenía de "El Brete".

35. María Salomé Boto, "Una mirada sobre los orígenes…", op.cit.

36. "…lo que la historia local se propone es hacer uso de una red densa, muy densa, hasta el punto de capturar todo aquello que la porosidad de la malla no deje escapar en ese fragmento de mar (…) Reducir las medidas de la red no significa investigar con menor número de informaciones, significa que todas ellas hagan referencia a un mismo objeto". Justo Serna, y Anaclet Pons, "En su lugar…", op.cit., pp. 46-47.

37. Archivo del Poder Judicial de Jujuy (APJJ), Serie Tribunal del Trabajo, exp. 45, 29 de abril de 1950, f. 11v. Alberto Concepción Choque era menor de edad, por lo que no figura en los padrones de 1949. La demanda por accidente laboral fue iniciada por su madre, Ana Choque de Molina, domiciliada en el distrito de Carahunco, distante unos 6 km. del paraje "El Brete".

38. Ibíd., f. 86

39.. AJFJ, Ministerio de Guerra, DGFM, 1947, exp. 4081, f. 106.

40. Diario "Jujuy", 1 de julio de 1947.

41. APJJ, Serie Tribunal del Trabajo, exp. 45, 29 de abril de 1950, f. 39.

42. Ibíd., f. 39v.

43. AJFJ, Ministerio de Guerra, DGFM, 1947, exp. 4081, f. 7.

44. Jacques Revel, "Microanálisis…", op.cit., p. 32.

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