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Revista iberoamericana de ciencia tecnología y sociedad

versión On-line ISSN 1850-0013

Rev. iberoam. cienc. tecnol. soc. vol.6 no.16 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2010

 

RESEÑAS

Historia de la divulgación científica en la Argentina
Diana Cazaux,
Buenos Aires, Editorial Teseo, 2010, 348 páginas

 

Por Antonio Calvo Roy*

 

La ciencia siempre ha sido comunicación. Los científicos, aquellos que a lo largo de la historia se han preocupado de la observación, el pensamiento, la descripción, el análisis y cualquier otra forma de conocimiento, siempre han buscado comunicar. El público al que se dirige la comunicación, a su vez, ha ido variando a la largo de la historia: una minoría selecta -los pares de quien comunica-, una parte de la sociedad o el público más amplio posible. Galileo Galilei fue, probablemente, el primero que tomó conciencia de la importancia de la popularización del conocimiento científico, lo que, como narra Ramón Núñez, le hizo incluso cambiar de idioma: "En una carta fechada el 16 de junio de 1612, y refiriéndose a su nueva publicación sobre las manchas solares, Galileo Galilei informa a su amigo el canónigo Paolo Gualdo lo siguiente: «lo l'ho scritta volgare perché ho bisogno che ogni persona la possi leggere», es decir «La he escrito en idioma vulgar porque he querido que toda persona pueda leerla». El libro saldría a la calle en italiano y no en latín, como era hasta entonces lo habitual para las publicaciones de ciencia. Algo muy importante estaba cambiando".1

Si Galileo quería publicar sus obras en italiano para ser comprendido y bastaba para ello cambiar de idioma, Newton, dice Diana Cazaux citando a Jack Meadows, requería ser explicado. Pero desde mediados del siglo XVII algo importante estaba cambiando, no había duda. El camino de la popularización de la ciencia ha ido también cambiando desde entonces y ha pasado por etapas mejores y peores. En líneas generales, sin embargo, el papel de los divulgadores científicos ha sido cada vez más importante.

En su libro Historia de la divulgación científica en la Argentina, Diana Cazaux revisa con detalle la evolución de la especialidad en la Argentina. Se trata de una obra necesaria y reclamada desde antiguo por algunos especialistas, sobre todo porque ha sido hecha con todo el rigor, excepto con el rigor mortis. Es decir, al mismo tiempo que pasa revista a la historia con todo detalle, y con el peso de la academia en sus espaldas (no en vano es parte de una tesis doctoral), lo hace de manera que es a su vez un ejemplo de divulgación científica.

Desde el periodo del imperio español hasta nuestros días (el trabajo termina en marzo del 2010), Cazaux estudia las publicaciones, las personas, los lugares de trabajo, las fuentes, las universidades y, en definitiva, todos los actores que han participado en esta historia. Boletines de noticias, fundaciones de asociaciones, normativa, el papel de las administraciones: todo queda recogido por su atenta mirada. Y explicado.

Para quienes nos dedicamos a este negocio de la divulgación de la ciencia resulta gratificante encontrar publicadas obras como esta. Para quienes simplemente sienten curiosidad por el sitio en el que viven, por cómo es que es así, la obra resultará también interesante. En verdad ayuda mucho a entender dónde y cómo estamos el saber no sólo de dónde venimos, sino también cómo venimos de donde venimos. Lo prolijo del trabajo de Cazaux nos pone en situación y nos sirve de guía para entender lo que pasó y cómo pasó en el mundo de la divulgación, y de la ciencia, en la República Argentina, es decir: qué pasó en la Argentina desde 1600 hasta nuestros días desde la óptica de la ciencia. Porque la ciencia no debe ser una actividad al margen de la sociedad y debe, en palabras del periodista científico español Ignacio Fernandez Bayo "ser objeto de crítica, control y denuncia", llevada a cabo por los periodistas de la especialidad.2

Y para hacer esto hace falta que -además de divulgadores- haya periodistas especializados en ciencia. Y que sean conscientes de su trabajo porque, en palabras de María Ángeles Erazo, este asunto "requiere de personas que estén en constante aprendizaje y capacitación; no sólo para que presenten la ciencia en un lenguaje menos denso, sino también para que cumplan con su triple responsabilidad de informar, explicar y fomentar la cultura científica".3

Pero, al igual que la mayoría de quienes aparecen el libro de Cazaux, la historia de la divulgación de la ciencia está plagada de gente normal, ciudadanos atentos a lo que pasaba y quienes, como Manuel Calvo Hernando, podrían decir "yo soy simplemente un espectador apasionado de la ciencia, en lo que tiene de materia informativa, de adquisición popular del saber y también del espectáculo excitante del interés popular".4

El discurso de Ramón Núñez citado más arriba termina con una petición a las administraciones públicas en la cual se encuadra perfectamente el libro de Cazaux: "Apoyar la comunicación y divulgación de la ciencia y de la tecnología, contribuyendo a la formación en esos campos de investigadores, educadores, divulgadores, periodistas y comunicadores en general. Fomentar y apoyar a las instituciones creadoras de ciencia, a los investigadores y a las empresas en general para que realicen acciones de divulgación y comunicación científica. Apoyar y estimular a todas las instituciones y empresas involucradas en el desarrollo de la cultura científica". La Historia de la divulgación científica en la Argentina es, precisamente, una buena iniciativa en esa dirección.

Una de las constantes en la divulgación científica argentina, siguiendo a la autora, es su carácter episódico. Con frecuencia ha faltado continuidad en el trabajo, mantener iniciativas que han sido exitosas durante un tiempo que permita alcanzar una etapa de madurez. En palabras de Cazaux: "He podido comprobar las numerosas oportunidades perdidas que hemos tenido en lo referente a las tareas de comunicación de la ciencia emprendidas. Digo, oportunidades perdidas, porque aparecieron, a veces con un entusiasmo conmovedor, y luego desaparecieron abruptamente o se desvanecieron lentamente".

Quizá no sea el lugar adecuado la reseña de un libro para hacer votos por algo, pero permítanme, junto a la autora, desear que "los gobiernos que se sucedan no echen por tierra estos emprendimientos, si no que los retomen, los vigoricen, los multipliquen para que de esta manera quede instaurada definitivamente como una actividad irrenunciable de científicos, investigadores, historiadores, comunicadores sociales y profesionales en general".

Ese esfuerzo podrá permitir que dentro de algunos años el mundo de la ciencia no esté tan alejado de la sociedad que lo hace posible, que lo sostiene, que con frecuencia lo alienta a ciegas. Que no digamos, como Manuel Calvo Hernando, que "los progresos no han respondido a las esperanzas; no hemos sido capaces de establecer un diálogo entre la ciencia y la sociedad. Poco hemos avanzado desde los años cincuenta del siglo pasado, cuando empezaba a advertirse con carácter casi general la importancia de la divulgación científica en los medios informativos para la formación o el enriquecimiento -según países y sociedades- de una cultura popular adaptada a las necesidades de nuestro tiempo".5

Notas

* Presidente de la Asociación Española de Comunicación Científica.

1 Discurso de Ramón Núñez Centella, director del MUNCYT (Museo Nacional de Ciencia y Tecnología) en el Senado, el 25 de marzo de 2010. Reunión de Presidentes de Comisiones de Ciencia e Innovación de los Parlamentos Nacionales de los Estados miembros de la Unión Europea y del Parlamento Europeo. El discurso completo se encuentra disponible en: http://www.aecomunicacioncientifica.org/es/noticias/aecc-noticias-de-comunicacioncientifica/ 60729-la-cultura-cientifica-segun-ramon-nunez-centella.html.

2 FERNÁNDEZ BAYO, I. (1988): "Periodismo científico: algo más que divulgar", Política Científica, nº 15, Madrid.

3 ERAZO, M. A. (2007): Comunicación, divulgación y periodismo de la ciencia. Una necesidad imprescindible para Iberoamérica, Ecuador, Ariel.

4 CALVO HERNANDO, M. (1995): La ciencia es cosa de hombres (Homo Sapiens), Madrid, Celeste Ediciones.

5 CALVO HERNANDO, M. (2006): "La ciencia como material informativo", Madrid, Ciemat.

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