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Revista iberoamericana de ciencia tecnología y sociedad

versão On-line ISSN 1850-0013

Rev. iberoam. cienc. tecnol. soc. vol.7 no.19 Ciudad Autónoma de Buenos Aires nov. 2011

 

DOSSIER-ARTÍCULOS

La idea de técnica y tecnología en un escrito temprano de Herbert Marcuse

The idea of technique and technology in an early paper of Herbert Marcuse

 

Susana Raquel Barbosa*

* Conicet, Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, Argentina. Correo electrónico: susanbarbosa@gmail.com.

 


En el pensamiento de Herbert Marcuse podemos distinguir tres etapas a partir de los intereses predominantes en su producción: en la primera se ocupa de la historia y la historicidad como nociones ontológicas; la segunda centra su interés en la delimitación de la teoría crítica de la sociedad; y la tercera es una aplicación de la teoría esbozada en la segunda etapa a la crítica de la sociedad avanzada. A la tercera etapa pertenecen sus escritos más célebres y las nociones que se destacan son la unidimensionalidad y la técnica y la tecnología como proyectos políticos de dominio. En este trabajo analizo aspectos de las nociones de técnica y tecnología relacionados con el segundo período de su producción, que guardan escasa relación con la última etapa. En un escrito publicado en 1941(año en el que también publica Reason and Revolution) en Studies in Philosophy and Social Sciences Vol. IX, Some Social Implications of Modern Technology, Herbert Marcuse expone una investigación acerca de lo que la técnica y la eficiencia técnica representaron para la teoría crítica. Curiosamente, no sólo no se encuentra pista sobre su posterior elaboración de no neutralidad política de la técnica, sino que parece tomar ventaja de la técnica y la tecnología para su uso progresivo en beneficio de una estabilización de la democracia. Otro tópico tratado es la racionalidad de la sociedad burguesa tradicional destruida por los regímenes autoritarios y la emergencia de una nueva racionalidad que acompaña el perfil de la sociedad altamente desarrollada, racionalidad que intentará deslegitimar la racionalidad crítica.

Palabras clave: Progreso tecnológico; Racionalidad tecnológica; Racionalidad crítica.

In the thinking of Herbert Marcuse, three stages can be distinguished from the dominant interests in production: the first deals with the history and historicity as ontological concepts; the second focuses its interest in the delimitation of the critical theory of society; and the third is an application of the theory outlined in the second stage to the critic of the advanced society. In the third stage are his most famous writings and the notions that stand out are the dimensionality and the technique and technology as a political project domain. In this paper I analyze aspects of the notions of technique and technology related to the second period of his production, which bear little relation to the last stage. In a paper published in 1941 (the year in which he also publishes Reason and Revolution) in Studies in Philosophy and Social Sciences Vol. IX, Some Social Implications of Modern Technology, Herbert Marcuse presents an investigation about what technology and technical efficiency accounted for critical theory. Interestingly, not only there is no clue to his subsequent development of non-neutrality policy of the technique, but it seems to take advantage of the technique and technology for its progressive use in favor of a stabilization of democracy. Another topic discussed is the rationality of traditional bourgeois society destroyed by authoritarian regimes and the emergence of a new rationality that accompanies the profile of the highly developed society, rationality which will attempt to delegitimize critical rationality.

Key words: Technological progress; Technological rationality, Critical rationality


 

Introducción

En este trabajo reviso, en primer, lugar la idea de técnica como modo de producción en el Marcuse de los años '40 y paso luego a la noción de racionalidad en relación con la individualidad. En segundo lugar, perfilo el tópico de la racionalidad de la sociedad burguesa tradicional y la emergencia de una nueva racionalidad que acompaña el perfil de la sociedad en la era de la gran industria, racionalidad que intenta acechar y deslegitimar a la racionalidad crítica. Luego esbozo una genealógica de este germen de teoría crítica de la tecnología, algunas de cuyas huellas dejara Marcuse en citas sueltas (Veblen, Weber, Mumford); finalmente muestro continuidad con su artículo Filosofía y teoría crítica de 1937, especialmente el carácter de fuerza trascendente y liberadora de que es capaz la técnica.

1. Racionalidad, individualidad

Con el propósito de revisar las implicancias sociales de la tecnología moderna, Herbert Marcuse desagrega algunos conceptos iniciales. En primer lugar, no separa efectos que la técnica pudiera ejercer sobre el hombre porque la técnica misma es un proceso social y los hombres son parte integrante y factor de la tecnología, tanto como artífices de la máquina como cuanto partícipes de grupos sociales que orientan su utilización. Para Marcuse, "la tecnología como un modo de producción, como la totalidad de los instrumentos, artefactos y utensilios que caracteriza la era de la máquina es así al mismo tiempo un modo de organización y perpetuación (o cambio) de las relaciones sociales, una manifestación del pensamiento dominante y los patterns de conducta, un instrumento para control y dominio" (Marcuse, 1999: 138-139).

Si socialmente la técnica se encuentra incorporada en las prácticas, políticamente ella puede servir para una cultura democrática tanto como para una autoritaria. Así la "tecnocracia terrorista" presente en el nacionalsocialismo puede sostenerse no por una fuerza bruta ajena a la tecnología, sino "por la ingeniosa manipulación del poder inherente en la tecnología: la intensificación del trabajo, la propaganda, el entrenamiento de juventudes y trabajadores, la organización de la burocracia gubernamental, industrial y partidaria (que constituyen la aplicación cotidiana del terror) siguen las líneas de la más alta eficiencia tecnológica" (Marcuse, 1999: 139).

La sustancia de la eficiencia y de la producción industrial tiene anclaje en lo que Weber definiera como racionalización, cuyo proceso se encuentra a la base de la sociedad en el presente estadio de la era industrial. La tecnología se inserta siempre en un proceso, y este proceso tecnológico tiene la impronta de una racionalidad que no se corresponde con la racionalidad tal como ella se delineaba en la era de la sociedad liberal. En este contexto, lo que preocupa a Marcuse es la correspondencia entre racionalidad e individualidad, ya que no se trata de un modelo único de racionalidad e individualidad.

Los ideales de la ilustración europea que dominaron la idea de individuo desde el siglo XVIII estaban de alguna manera presentes en el ideario de individuo de los siglos anteriores, ya que éste se concebía sujeto de estándares y valores fundamentales en los que no tenía cabida autoridad externa alguna. "El individuo, como un ser racional era juzgado capaz de encontrar estas formas por su propio pensamiento y, una vez que había adquirido libertad de pensamiento, era capaz de seguir el curso de la acción que las actualizaría. La tarea de la sociedad era garantizarle tal libertad y quitar toda restricción a su curso de acción racional" (Marcuse, 1999: 140). Y curiosamente si en el siglo XVIII pudieron consumarse los ideales de los siglos anteriores, ellos comenzaron su proceso disolutorio en el siglo XIX hasta que en la sociedad del siglo XX parecen haberse fugado. Y ello porque el individuo ya no es autónomo ni para buscar los ejes que habrán de guiar como parámetros sus prácticas sociales ni para buscar conceptos capaces de solidificar su pensamiento como pensamiento crítico.

La filosofía del individualismo que acompañó teóricamente el desarrollo de la era burguesa había erigido su principio fundamental, la búsqueda del propio interés, por los itinerarios marcados por la razón. Y la persecución del propio interés era considerada algo racional. "El interés racional no coincidía con el inmediato interés individual porque el último dependía de los estándares y requerimientos del orden social prevaleciente, colocado allí no por el pensamiento autónomo y consciente sino por autoridades externas. En el contexto del puritanismo radical, el principio del individualismo establece así el individuo contra su sociedad".

2. Racionalidad tecnológica

El hecho de que la razón se correspondía con la libertad, el tema hegeliano de las Lecciones de filosofía de la historia universal, fue un tópico que Marcuse había tratado cuatro años antes en Filosofía y teoría crítica, artículo en el cual desarrollara la saga de la teoría desde la filosofía idealista hasta la teoría crítica, pasando por la teoría de la sociedad (Marcuse, 1978: 80). "En la filosofía de la época burguesa, la razón había adoptado la forma de la subjetividad racional: el hombre, el individuo, tenía que examinar y juzgar todo lo dado según la fuerza y el poder de su conocimiento. De esta manera, el concepto de razón contiene también el concepto de libertad, ya que este examen y juicio carecería de sentido si el hombre no fuera libre para actuar según sus propias concepciones y someter lo ya existente a la razón" (Marcuse, 1978: 80). La filosofía concebida en términos idealistas es la que se convierte en la filosofía de la era burguesa y contra ella no ahorra crítica nuestro autor, ya que en su seno la libertad tanto como la razón no pasan de ser instancias puramente abstractas. "La razón es sólo la apariencia de racionalidad en un mundo irracional y la libertad sólo la apariencia del ser libre en una falta de libertad universal. La apariencia se produce al internalizarse el idealismo: razón y libertad se convierten en tareas que el individuo puede y tiene que realizar en sí mismo, cualesquiera sean las circunstancias exteriores" (Marcuse, 1978: 81). Con todo y acorde la impronta histórica de las prácticas sociales y culturales en su devenir, lo que advino con la era de la gran industria parece empeorar el estado de cosas presente en la era burguesa.

La inescindibilidad de la razón y la libertad se plantea para dar ingreso a la necesidad social como la instancia que obra de soporte del trabajo que sostenía desde la base la significación de un sistema de libre competencia en la sociedad liberal. Una racionalidad como la individualista, si bien se desarrollaba adecuadamente en el marco de la sociedad liberal, en el nuevo escenario de la sociedad industrial adquiere otra complejidad. "En el curso del tiempo (...) el proceso de producción de artículos socavaba la base económica sobre la que era construida la racionalidad individualista. La mecanización y racionalización forzaba al competidor más débil bajo el dominio de grandes empresas de maquinaria industrial que al establecer el dominio de la sociedad sobre la naturaleza abolía al sujeto económico libre" (Marcuse, 1999: 141). Se configura así un nuevo protagonista, la racionalidad tecnológica. Atenta siempre al principio de eficiencia competitiva favorece a empresas con equipamiento industrial altamente tecnologizado y se potencia el poder tecnológico al tender a la concentración del poder económico. La consolidación del poder tecnológico se da a través de una generación y administración de grandes intereses mediante la "creación de nuevas herramientas, procesos y productos" (Marcuse, 1999: 141).

Operado el tránsito de la racionalidad individualista a la racionalidad tecnológica bajo el influjo del aparato, interesa relevar los modos de acción y Marcuse advierte que ellos no se reducen a la racionalidad de cada sujeto y objeto de las empresas de gran escala, sino que "caracteriza el penetrante modo de pensamiento y hasta las múltiples formas de protesta y rebelión.1 La racionalidad establece estándares de juicio y fomenta actitudes que vuelve a los hombres disponibles para aceptar y hasta introyectar los dictados del aparato" (Marcuse, 1999: 141). La introyección del dictum del aparato por parte de los individuos y de los individuos conscientes de sujeción produce un clima de aparente sobreadaptación al medio ambiente. Es precisamente esta fagocitación de la protesta y la contestación, un leit motiv marcusiano presente en toda su producción, la que genera una neutralización de toda fuerza opositora y un adormecimiento de la potencia negadora de la racionalidad crítica.

3. Teoría crítica de la tecnología. Una genealogía

Marcuse abreva en una historia social de la tecnología como la de Lewis Mumford ("material de facticidad") y en sociologías como la Veblen ("trabajo eficiente"') y la de Max Weber (burocracia) para configurar esta teoría crítica de la tecnología. En 1941, ésta se ubica entre la teoría sociológica y la filosofía social de un marxismo hegelianizado, pero su espíritu aún no muestra la equivalencia de técnica y tecnología con un proyecto político histórico de la teoría occidental cuyo efecto se expresa en la esfera unidimensional de las prácticas sociales y culturales (El hombre unidimensional). La tecnología detenta un poder, pero éste parece ser todavía algo suelto y no estar sostenido por un proyecto universal.

Me detengo en la urdimbre de esta formulación incipiente de una teoría crítica de la tecnología. Mumford es un historiador atípico de la tecnología; de su inicial interés por la electrónica viró luego su educación informal para el lado de las humanidades, focalizando su interés en una crítica de la tecnología en la tradición norteamericana del romanticismo terrenal. "La tradición es terrenal por su preocupación por la ecología del medio ambiente, la armonía de la vida urbana. La preservación de la tierra virgen y una sensibilidad hacia las realidades orgánicas. Es romántica al insistir en que la naturaleza material no es la explicación final de la actividad orgánica, al menos en su forma humana. Las bases de la acción humana son la mente y la aspiración humana por una autorrealización creativa" (Mitcham, 1989: 53). Cuando en 1930 Mumford publica un breve artículo (El drama de la máquin") no imaginaba que la Universidad de Columbia lo invitaría a dar un curso sobre La era de la máquina ni que ésa sería la cantera para su exhaustiva investigación de 1934 Técnica y Civilización. Es este texto el que cita Marcuse y de donde toma tres cosas: por un lado la idea de que es el poder sobre otros hombres y no la eficiencia técnica el motivo de muchos inventos; toma también un supuesto antropológico del hombre en la era de la máquina ("personalidad objetiva"); finalmente la categoría "material de facticidad" de una dimensión en la que la máquina es el factor y el hombre el factum (Mumford, 1979: 381-384).

Para Veblen, el hombre, por "necesidad selectiva" es un agente, un centro que desarrolla una actividad impulsora; en cada acto, el hombre busca la realización de un fin concreto, que es objetivo e impersonal. "Por el hecho de ser tal agente tiene gusto por el trabajo eficaz y disgusto por el esfuerzo inútil. Tiene un sentido del mérito de la utilidad (serviceability) o eficiencia y del demérito de lo fútil, el despilfarro o la incapacidad. Se puede denominar a esta actividad o propensión, 'instinto del trabajo eficaz' (instinct of workmanship)" (Veblen, 1989: 23). Este instinto es cierta competencia o propensión humana a buscar en cada acción que realiza la concreción de un fin específico y es el tenor de esta propensión la que provoca su rechazo por lo fútil, el derroche y la impotencia. El caso de Veblen en la teoría sociológica es muy curioso ya que siendo uno de los sociólogos estadounidenses más originales de la historia de la teoría de principio del siglo XX no es incorporado al canon, acaso porque  es economista y porque para la trama de la acción social recurre a la antropología cultural, acaso por estar demasiado cerca del impacto de la propuesta de Max Weber.

En cuanto a la teoría de Max Weber, conviene tener en cuenta la influencia de Jaspers (Weber, 1922). Como Weber mismo reconoce en Economía y sociedad, le debe la idea de comprensión, bien que aquél la ha desarrollado mucho más que Jaspers, y también es tributario de la idea de la posibilidad de un individuo existencialmente libre de determinaciones. Por otro lado, conociendo la proximidad que ambos mantuvieron (Jaspers fue terapeuta de Weber), es posible que se haya inspirado en su idea de lo trágico al dotar con este talante a la acción social. Existe una paradoja en el proceso de racionalización en la esfera social que afecta a lo que se presenta como medio organizativo racional de la empresa y del estado moderno: la burocracia. Porque si bien la burocracia se genera como un instrumento eficaz para resolver problemas técnicos en función de mayor libertad y más felicidad del individuo, termina subvirtiendo su fin y, de ser originalmente un medio, se transforma en un fin en sí mismo, como una "máquina viva" que obliga al individuo a su dictum, modelando así el esquema de una servidumbre, en el que autodeterminación individual y libertad personal se diluyen en el funcionamiento de la maquinaria.

4. Utopía y esperanza

El proceso de absorción de los instintos humanos, de los deseos individuales y de las ideas negadoras se da al ritmo de la producción serial y de la máquina. Incluso la relación hombre-hombre se encuentra mediada por el proceso de la máquina al punto que el hombre medio puede caer presa de la ficción de que renueva su elán vital a partir de la inmediatez con que se relaciona con el automóvil. Lo grave no se encuentra aquí, sino en la arrasadora homogenización de la racionalidad tecnológica a cuya realización se entrega el individuo y cuyo resultado es la pérdida de fe por parte del individuo en las potencialidades sociales inclumplidas. Es aquí precisamente donde cobra significación la activación de la teoría crítica. Porque, como afirma Marcuse en Filosofía y teoría crítica, de 1937, la teoría crítica no puede perder su carácter constructivo; esto significa que ella es mucho más que mero registro y sistematización de hechos; "su impulso proviene precisamente de la fuerza con que habla en contra de los hechos, mostrando las posibilidades de mejora frente a una 'mala' situación fáctica. Al igual que la filosofía, la teoría crítica se opone a la justicia de la realidad, al positivismo satisfecho. Pero, a diferencia de la filosofía, fija siempre sus objetivos a partir de las tendencias existentes en el proceso social. Por esta razón no teme ser calificada de utópica (...) Cuando la verdad no es realizable dentro del orden social existente, la teoría crítica tiene frente a este último el carácter de mera utopía. Esta trascendencia no habla en contra sino a favor de su verdad" (Marcuse, 1978: 85).

Contra la "mecánica de conformidad" ha de alzarse la racionalidad crítica, contra el entrenamiento exigido por la máquina que consiste en "la aprehensión mecánica de las cosas". La razón que en un momento justificaba su unión indisoluble con la libertad ahora se vuelve ajena a ella. Gracias a la "mecánica de conformidad" para el individuo de la era de la gran industria, que ha introyectado el mandato del orden establecido y lo cumple a rajatabla, no actuar acorde al mandato equivale a ser irracional. Porque lo racional es lo que preside la autocracia de los procesos técnicos y del desarrollo tecnológico. "El sistema de vida creado por la industria moderna es uno de los más altos en utilidad, conveniencia y eficiencia. La razón, una vez definida en estos términos, deviene equivalente a una actividad que perpetúa este mundo. La conducta racional deviene idéntica con el material de facticidad que enseña sumisión razonable y así garantiza mantener el orden prevaleciente" (Marcuse, 1999: 145).

La perpetuidad del mundo, entonces, está garantizada por los individuos que con eficiencia obediente responden al perfil buscado por la racionalidad tecnológica. El tránsito de un modo de ser crítico de la racionalidad a un modo de ser vil obediencia se opera concomitante al paso de la autonomía a la heteronomía, del individuo libre al autómata.

La depotenciación social del pensamiento crítico se debe a la conspiración de varias influencias, siendo la más importante "el crecimiento del aparato industrial y de su absoluto control sobre todas las esferas de la vida. La racionalidad tecnológica inculcada en aquellos que concurren en este aparato ha transformado numerosos modos de compulsión externa y autoridad en modos de autodisciplina y autocontrol". Todos los hombres actúan de manera racional, de acuerdo con estándares que aseguran el funcionamiento del aparato y el mantenimiento de su propia vida. "Pero esta 'introversión' de la compulsión y la autoridad ha fortalecido más que atenuado los mecanismos de control social" (Marcuse, 1999: 148).

Por razones de espacio no despliego aquí más argumentos con respecto al debilitamiento y posterior disolución del pensamiento crítico en la era de la hegemonía de la racionalidad tecnológica, pero hago una reflexión final sobre el tema de una oposición total hacia la tecnología y de sus consecuencias.

Marcuse aclara que la descripción que realiza es la de un momento determinando que, como histórico, es coyuntural. En ese sentido, alienta al no desaliento, en el sentido que una pérdida total de fe en las potencialidades humanas y sociales incumplidas puede conducir a una visión hipostática del poder de la técnica o de su eventual capacidad de trascender el estado actual de cosas. "La técnica obstaculiza el desarrollo individual sólo en la medida en que está atada a un aparato social que perpetúa la escasez, y este mismo aparato ha liberado fuerzas que pueden quebrantar la especial forma histórica en la cual la técnica es utilizada. Por esta razón, todo programa de carácter anti-tecnológico, toda propaganda en pos de una revolución anti-industrial sirve sólo a aquellos que consideran a las necesidades humanas como un subproducto de la utilización de la técnica. Los enemigos de la técnica de buena gana unen fuerzas con una tecnocracia terrorista. La filosofía de la vida simple, la lucha contra las grandes ciudades y su cultura frecuentemente sirve para enseñar a los hombres a descreer de los potenciales instrumentos que podrían liberarlos. Hemos apuntado a la posible democratización de funciones que la técnica puede promover y que pueden facilitar el completo desarrollo humano en todas las ramas del trabajo y la administración. Es más, la mecanización y la estandarización pueden algún día ayudar a cambiar el centro de gravedad de las necesidades de la producción material a la arena de la libre realización humana" (Marcuse, 1999: 160). Y esta propuesta nos retrotrae a 1937 y a la sugerente idea de que el elemento utópico es un sesgo progresista de la filosofía crítica porque decide negar sanción a lo dado.

Notas

1 Marcuse aclara en una nota que "el término 'aparato' denota las instituciones, artefactos y organizaciones de la industria en su escenario social prevaleciente" (Marcuse, 1999: 180, nota 6).

Bibliografía

1 MARCUSE, H. (1978): "Filosofía y teoría crítica (Philosophie und kritische Theorie)", en H. Marcuse: Cultura y Sociedad (Kultur und Gesellschaft), trad. E. Bulygin y E. Garzón Valdés, Buenos Aires, Sur.         [ Links ]

2 MARCUSE, H. (1999): "Some Social Implications of Modern Technology", en A. Arato y E. Gebhardt (ed.): The Essential Frankfurt School Reader, Nueva York, Continuum, pp. 138-182, trad. de S. Barbosa, F. Mitidieri y C.Segovia (2010), instar manuscripti.         [ Links ]

3 MITCHAM, C. (1989): ¿Qué es la filosofía de la tecnología?, trad. C. Cuello Nieto y R. Méndez Stingl, Barcelona, Anthropos.         [ Links ]

4 MUMFORD, L. (1979): Técnica y Civilización (Technics and Civilization, 1934), trad. Aznar de Acevedo, Madrid, Alianza.         [ Links ]

5 VEBLEN, T (1989) Teoría de la clase ociosa (The Theory of the Leisure Class, 1899), trad. V. Herrero, México, FCE, 2a edición.         [ Links ]

6 WEBER, M. (1922): Economía y Sociedad, Esbozo de sociología comprensiva, en J. Winckelmann (ed.), México, FCE.         [ Links ]

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