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Revista iberoamericana de ciencia tecnología y sociedad

versión On-line ISSN 1850-0013

Rev. iberoam. cienc. tecnol. soc. vol.7 no.21 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ago. 2012

 

RESEÑAS

Cogitamus: seis cartas sobre las humanidades científicas

Bruno Latour

Buenos Aires, Paidós, 2012, 200 páginas

 

Por Juan Manuel Heredia *

* Licenciado en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Doctorando en Filosofía (UBA-IIGG-CONICET). Correo electrónico: herediajuanmanuel@gmail.com.

Con el telón de fondo de un problema híbrido que concierne a todo el mundo (la crisis ecológica) y ambientado en la perplejidad producida por la última Cumbre sobre Cambio Climático (Copenhague, 2009), Bruno Latour pone a prueba su aparato teórico y busca introducir al gran público en lo que denomina "epistemología política" o, también, "humanidades científicas".

Con tono amigable y espíritu pragmático, el libro discurre sobre diversos temas de actualidad destacando en cada caso la imbricación compleja entre ciencia, técnica y política, y poniendo en juego una batería de nociones caras al proyecto teórico del autor (traducción, red, controversia, prueba, portavoz). A diferencia de la insolencia y el desenfado irónico que caracterizan la estilística de Reensamblar lo social (2008), Cogitamus aparece como una introducción amable, didáctica e incluso humorística a su epistemología, siendo el lugar de enunciación no ya aquel del joven que irrumpe agresivamente en el campo de la teoría social y patea el tablero, sino el de un docente dedicado y cordial, aplomado en sus saberes y deseoso de transmitirlos con sencillez a las nuevas generaciones.

La trama del libro se estructura en seis cartas que el profesor Latour envía a una estudiante de posgrado, una joven alemana angustiada por la problemática ecológica que por diversas razones no puede asistir a sus clases. Habiendo bosquejado las premisas tonales y afectivas que envuelven al libro, podemos pasar ahora a desglosar algunos de los contenidos que van adjuntos en cada epístola. Ya en su Primera carta Latour deja planteado el problema en torno al cual gravitará su argumentación: cuestionar la idea de autonomía de las ciencias y las técnicas, desmontar la distinción rígida entre ciencia y política, entre cuestiones de hecho y cuestiones de interés, entre naturaleza y cultura. Junto a este movimiento negativo y crítico, el autor irá introduciendo una serie de conceptos operativos que, a la postre, terminarán dando forma al aparato ontológico y metodológico de su epistemología política. Asimismo, hay que señalar dos gestos de carácter general que acompañan la argumentación postal de Latour. Por un lado, todas las epístolas se abren con diversos fragmentos y recortes que constituyen lo que el autor llama "cuaderno de bitácora", esto es, noticias aparecidas en distintos periódicos y revistas, que son expresivas de problemáticas híbridas en donde los límites entre ciencia, tecnología y política no pueden ser demarcados con claridad. Por otro lado, las tres primeras cartas complementan la argumentación con diagramas y figuras que buscan ofrecer una representación gráfica de la dinámica relacional que caracteriza a la teoría del actor-red.

En su Primera carta, Latour introduce las nociones de "rodeo" (traducción), "composición" (red) e "interesamiento", poniéndolas a prueba en el análisis de un episodio célebre de la historia de las ciencias: la relación de Arquímedes (el científico) y Hierón (el político). Latour cartografía este encuentro mostrando cómo, partiendo de intereses diversos ambos, personajes realizan un rodeo (Arquímedes traduce sus descubrimientos físicos a una estrategia de defensa político-militar, Herión traduce sus necesidades prácticas al lenguaje de la geometría) y, asociando sus fuerzas, componen un agenciamiento para defender a Siracusa de los soldados romanos. El mismo esquema secuencial (heterogeneidad/traducción/red/entidad) le sirve para explicar el surgimiento de la píldora anticonceptiva: una multiplicidad de "interesamientos" dispersos (una militante feminista, una viuda dotada de una ingente fortuna, un químico y un conjunto de moléculas llamadas "esteroides", entre otros) comienzan a entrelazarse a partir de traducciones y rodeos multívocos que finalmente componen un sistema de relaciones y se cristalizan en una píldora. En ambos casos, el proceso revela que la pregunta por el quién de la acción se desplaza y da lugar a un análisis empírico sobre cómo las relaciones generan compuestos y agenciamientos. La cuestión filosófica es: dada una multiplicidad de elementos y entes heterogéneos, ¿cómo se componen entre sí y establecen relaciones co- funcionales? ¿Mediante qué procedimientos y condiciones se mantienen dichos ensamblajes? Es a partir de esas preguntas, y sin prejuzgar sobre la naturaleza de los elementos asociados, que se puede comprender la heterogénesis que ofrece el autor.

En su Segunda carta, Latour evoca ese instante de todos en que la computadora falla y nos obliga a realizar una serie de rodeos y sustituciones para suplir, con nuevas relaciones, la interrupción de un componente de nuestro sistema sociotécnico. La situación da lugar a una reflexión sobre los objetos técnicos, su carácter dinámico y su capacidad de agencia, así como a una indagación sobre la procedencia vital de la técnica. En este camino, nos topamos con los babuinos de Kenia ("primates separados de nosotros por veinticinco millones de años") y admiramos su compleja sociología de relaciones; nos encontramos a Ötzi ("Hombre de las nieves de cinco mil años"), reflexionamos en torno a los objetos técnicos que porta y, comparándolos con los nuestros, llegamos a intuir la historia de la ciencia y de la técnica como una multiplicación de rodeos, sustituciones y traducciones, instancia que nos permite mesurar cualitativamente nuestro co-funcionamiento actual con redes técnicas y la magnitud de daño que implica, por ejemplo, una computadora rota o, peor aún, un corte de luz. Toda la argumentación, entonces, se orienta a demostrar que la historia de las técnicas es sinónima de la historia humana y que la supuesta autonomía que goza la ciencia en la literatura sobre su historia y sus prácticas, no es más que una abstracción de penosas consecuencias. En este movimiento, Latour perfila dos tendencias, por un lado, el relato de emancipación y de modernización y, por el otro, el relato de correlación y ecologización. Dos relatos hasta ahora divergentes, que es necesario reensamblar para lograr una historia pragmática que reconstruya los vínculos de las personas con las cosas y, por qué no, dé lugar a una nueva constitución que reúna al parlamento de los hombres con el parlamento de las cosas.

En su Tercera Carta, el autor aborda la cuestión del lenguaje y, analizando la lógica de producción, circulación y traducción de enunciados en la ciencia, busca poner de manifiesto las aporías en las que cae la distinción clásica entre retórica y demostración científica. En este punto, introduce el concepto de controversia y, con veta nietzscheana, busca demostrar que todo enunciado considerado como "hecho" científico no es más que el resultado naturalizado de un conjunto de discusiones y debates que han logrado estabilizarse en torno de un enunciado o una fórmula. En este movimiento, presenta la noción de elocuencia como el arte de hablar bien, tanto de las personas (retórica) cuanto de las cosas (demostración), y subraya las estrategias de persuasión y de fuerza (esto es, la movilización de aliados) que signarían ambas ramas de la elocuencia. De esta argumentación se desprenden dos conclusiones, por un lado, que las llamadas cuestiones de hecho siempre encubren cuestiones de interés y, por otro lado, que a partir de esta reconstrucción de la formación controversial de enunciados científicos queda claro que dicho proceso nunca implica un Cogito individual sino un Cogitamus colectivo.

La Cuarta carta se inicia cuestionando las tesis de Alexandre Koyré. Se busca demostrar que no hemos pasado de un mundo cerrado a un universo infinito sino que pasamos de un cosmos a otro cosmos "en el cual los seres antiguos, tanto como los nuevos, habrían sido reacomodados en forma gradual" (2012: 110). En este movimiento, Latour propone el concepto operativo y descriptivo de cosmograma, el cual nos permitiría establecer una cartografía de las asociaciones y controversias sin recaer en los dualismos modernos (humano/no humano, cultura/naturaleza, racionalidad/irracionalidad, etc.). En el curso de esta argumentación veremos el rol clave que Latour asigna a los laboratorios en el relato del Cogitamus y, en torno de aquellos, redescubriremos los gestos de Galileo, de Robert Boyle y del relojero John Harrison quien, a partir de una serie de rodeos y traducciones, logra inventar un cronómetro marino y obliga a la flota inglesa en su totalidad a estar mediada por su laboratorio. La epístola se cierra con un análisis de las meditaciones cartesianas y, cuestionando las consecuencias derivadas de la noción de res extensa, promete que la epistemología política del Cogitamus nos permitirá "volver a la razón, a las cosas, a las materias, al realismo".

En la Quinta carta, Latour aborda a la filosofía de las ciencias de Karl Popper y busca demostrar las insuficiencias y aporías a las que conduce su célebre criterio de Demarcación entre ciencia y política, hechos y valores, expertos y activistas. En este movimiento, el autor lleva el análisis al caso del cambio climático (el climagate) y demuestra cómo en dicha controversia las divergencias entre científicos, políticos, públicos e instituciones híbridas ponen en crisis la división del trabajo planteada por Popper y revelan la disfuncionalidad de su criterio. Como resolución, Latour propone otro criterio de demarcación (con minúscula) que permita registrar y cartografiar cosmogramas para, desplegando los encadenamientos y ensamblajes implicados en cada uno de ellos, abocarnos luego a la tarea política de composición y reensamblaje de mundos (cosmopolítica). De aquí que, recapitulando las epístolas previas, Latour afirme "Del cogito no puede deducirse nada, ni siquiera que "existo". Pero, del cogitamus puede deducirse todo, por lo menos, todo aquello que importa para la composición progresiva de un mundo que habremos finalmente pensado, pesado y calculado en común. Cogitamus ergo sumus. "Pensamos", luego estamos embarcados en común en un mundo que aún hace falta componer" (2012: 166). Aquí se plantea la dimensión política del proyecto latouriano: hay que comenzar postulando una multiplicidad y una heterogeneidad para luego indagar los procedimientos específicos a partir de los cuales se constituyen e individúan los grupos, los colectivos y los ensamblajes. Sólo comprendiendo esos procedimientos se puede contribuir políticamente a unir lo que está disperso y a preservar lo que tiende a disgregarse. Flaco favor se le hace a la política postulando unidades ficticias y reconciliando en el papel lo que está disperso en la superficie. En este punto, la propuesta de Latour se encuentra en las antípodas de la deconstrucción y del estructuralismo.

En su última carta, el autor analiza los distintos sentidos que se desprenden del "adjetivo" científico y se dedica luego a demoler la idea de continuidad que va implícita en la res extensa y en la concepción moderna de la naturaleza. Nuevamente, el gesto de esta epistemología política es afirmar que lo dado es la discontinuidad y la heterogeneidad de cosmogramas, la "continuidad" no puede ser más que el resultado de una composición: "Toda la política de este siglo depende de esta pregunta: ¿cómo podemos unificar lentamente lo que el esquema de la naturaleza unificó prematuramente?" (2012: 176). Con esta idea, reinterpreta a Darwin como portavoz de la discontinuidad que la naturaleza revela entre generación y generación, y se demora en la consideración del biólogo estonio-alemán Jacob von Uexküll. Este último, creador del concepto de medio ambiente (umwelt) y precursor de la perspectiva ecológica, le permite demostrar que cada viviente posee un mundo propio de significados, un mundo circundante específico en el cual la oposición entre lo objetivo y lo subjetivo pierde sentido, pues todo animal se haya inmerso en un cosmograma propio donde enlaza significados y operaciones -"No hay espacio independiente de los sujetos", la res extensa es una ensoñación del pensamiento. A partir de aquí, la naturaleza aparece como una multiplicidad de mundos, cada uno con su especificidad cualitativa, y se aleja de la idea moderna según la cual el mundo es un espacio homogéneo, un continente igual a sí mismo donde sólo es posible contar contenidos. En esta lucha contra la continuidad de la res extensa también encuentran lugar Newton, la controversia sobre el éter, Einstein e incluso el film Avatar.

Como diría Deleuze, se trata de un libro de filosofía popular, una filosofía pop que, lejos de simular profundidad, ofrece una batería de nociones operativas para reensamblarnos con el mundo y componer la realidad de lo colectivo.

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