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Revista iberoamericana de ciencia tecnología y sociedad

versión On-line ISSN 1850-0013

Rev. iberoam. cienc. tecnol. soc. vol.12 no.34 Ciudad Autónoma de Buenos Aires feb. 2017

 

ARTÍCULOS

Las ciencias sociales mediadas por las TIC

As Ciências Sociais Mediadas pelas TIC

Social Sciences Measured By ICT

Teresa Pacheco-Méndez *

* Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Correo electrónico: kat_tpm@yahoo.es.


Las tecnologías de la información y la comunicación han irrumpido de manera decisiva y  continua en el mundo social, modificando referentes culturales en los distintos ámbitos de la vida cotidiana. En este proceso se han resignificado pautas de interacción y de intercambio social, expresándose bajo formas novedosas, provisionales e incluso potencialmente renovables con y frente a las TIC. Se trata de una situación que de manera consecuente plantea retos a los habituales métodos de producir y aplicar conocimiento sobre lo social. En este trabajo interesa señalar algunas de las preocupaciones suscitadas en torno a la relación entre la sociedad, la cultura y las nuevas tecnologías, así como su articulación en los procesos de generación y aplicación del conocimiento social. La intención es proponer una perspectiva metodológica que permita identificar los principales desafíos cognitivos que enfrenta el conocimiento de lo social - entendido como un ámbito de conocimiento en constante transformación-, para posicionarse frente a nuevos procesos de interacción y de intercambio social mediados por la intervención tecnológica.

Palabras clave: Sociedad ; Cultura; Conocimiento social:; Tecnologías de la información y la comunicación

As tecnologias da informação e comunicação irromperam de maneira decisiva e contínua no mundo social, modificando referentes culturais nos diferentes âmbitos da vida cotidiana. Nesse processo, foram ressignificadas normas de interação e de intercâmbio social, manifestando-se sob formas novas, provisórias e até potencialmente renováveis com e face as TIC. Trata-se de uma situação que, por conseguinte, propõe desafios aos habituais métodos de produzir e aplicar conhecimento sobre o social. Neste trabalho, interessa apontar algumas das preocupações suscitadas em torno da relação entre sociedade, cultura e novas tecnologias, bem como sua articulação nos processos de geração e aplicação do conhecimento social. A intenção é propor uma perspectiva metodológica que permita identificar os principais desafios cognitivos enfrentados pelo conhecimento do social -entendido como um âmbito de conhecimento em constante transformação-, para assumir uma posição diante de novos processos de interação e de intercâmbio social mediados pela intervenção tecnológica.

Palavras-chave: Sociedade; Cultura; Conhecimento social; Tecnologias da informação e comunicação

Information and Communications Technologies (ICT) have decisively and relentlessly become a part of the social world, upheaving everyday cultural landmarks. This process has brought new meanings to certain regulations in social interaction and exchange, expressing itself in new, temporary and even potentially renewable ways with and vis-à-vis ICT. Consequently, this situation poses new challenges for the traditional methods in the production and implementation of social knowledge. The goal is to propose a methodological perspective that will identify the main cognitive challenges associated with social knowledge -taken as an area in constant transformation-, in order to evaluate the new social interaction and exchange processes driven by the technological intervention.

Key words: Society; Culture; Social knowledge; Information and communications technologies


Introducción

La relación entre sociedad, cultura y ciencias sociales se define como una experiencia histórica, continua y en permanente actualización donde la presencia e intervención del factor tecnológico han cumplido un papel central. Esta relación ha sido objeto de estudio de múltiples acercamientos provenientes de las ciencias sociales, entre los que destacan los estudios particularizados sobre los efectos que la innovación tecnológica ha producido en la sociedad en cuanto a su utilidad como herramienta de uso práctico. En el estudio de tales efectos prácticos, el entorno institucional ha figurado como el principal referente de contexto; en razón de ello, las miradas desplegadas en esta dirección abarcan y se circunscriben preferentemente a los espacios institucionalizados de la vida económica, la educación, el arte, la comunicación y la salud, principalmente.

Sin cuestionar el carácter decisivo que la tecnología ha tenido en la historia de la sociedad, la dirección tomada por ésta, el área de influencia y el alcance registrado en el ámbito de la producción del conocimiento social no siempre han estado destinados a las limitaciones que a primera vista impone su uso práctico. Este efecto diferenciado que se le ha atribuido a la tecnología a través de la producción de conocimiento social se explica fundamentalmente por la relativa importancia que le ha concedido al papel desempeñado por intersubjetividad como componente sustantivo de todo proceso cognitivo. Ha sido la mediación de las actuales TIC lo que en buena medida ha permitido revertir dicha tendencia interpretativa, restituyéndole al individuo su capacidad para intervenir de manera decisiva en la configuración del nuevo espacio social, cultural y cognitivo en el que habita.

Lejos de las ideas antropológicas e históricas de pensar a la cultura como la unicidad de las culturas -fijas a un lugar geográfico determinado-, o bien como una secuencia de etapas o civilizaciones, coincidimos con Giménez en que la cultura es:

"La dimensión simbólico-expresiva de todas las prácticas sociales, incluidas sus matrices subjetivas (habitus) y sus productos materializados en forma de instituciones o artefactos. En términos más descriptivos se diría que la cultura es el conjunto de signos, símbolos, representaciones, modelos, actitudes, valores, etcétera, inherentes a la vida social" (2000: 27).

En razón de esta necesaria resignificación del vínculo sociedad, cultura y conocimiento, en el caso de la producción de conocimiento social distinguimos, a grandes rasgos, un "antes" y un "ante" de lo que en la actualidad conocemos como nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Un entorno donde - como señala Giddens- la modernidad debiera ser vista como la posibilidad para abordar "los extraordinarios cambios que transforman la vida de todos (los grupos sociales, con el propósito) (...) de que se formen nuevas perspectivas, nuevas formas de mirar las cosas (...) así como también de actualizar la mirada del mundo en que viven" (Giddens, 2001: 41). 

1. Un antes de las TIC y sus efectos en la producción de conocimiento social

La trayectoria seguida por la innovación tecnológica en la sociedad ha transformado históricamente las formas de producción económica -en la agricultura, la industria, la manufactura y el comercio-, la organización del trabajo productivo e incluso el sentido y funcionamiento de las instituciones sociales de gobierno, política, educación y salud. Una experiencia fomentada por la introducción de maquinaria desde la más simple hasta la más compleja, y desde las civilizaciones antiguas hasta las modernas -con la aparición de la imprenta en el siglo XV, seguidas por la primera (siglos XVIII y XIX) y la segunda revolución industrial (fines del siglo XIX) hasta el siglo XX, marcado por el desarrollo en las comunicaciones, la computación, la radiodifusión, la energía nuclear, la digitalización y el almacenamiento masivo de datos. Se trata de cambios promovidos por un desarrollo tecnológico cuyo principal motor y propósito ha sido dar respuestas prácticas apoyadas con la intervención cada vez más elaborada y operativa de herramientas de naturaleza y alcance eminentemente técnico.

La importancia social de la tecnología se ha consolidado como un ámbito de estudio ampliamente reconocido y cultivado principalmente por parte de sociólogos, antropólogos y economistas. Su interés ha dado lugar a múltiples aportaciones acerca del impacto que esta experiencia ha tenido en la sociedad, conceptualizando delimitaciones regionales fijas y diferenciadas en función de la diversidad de grados de desarrollo socio-económico. Una perspectiva que en mayor o menor medida explica cómo el establecimiento y consolidación de una geografía física de alcance mundial ha dependido de la diversidad de condiciones socio-económicas, políticas y culturales; condiciones que inciden en la respectiva capacidad de cada región para adoptar los avances alcanzados por el desarrollo tecnológico.

Se ha conformado así un marco interpretativo sobre una geografía que, lejos de definirse sólo por la delimitación física de fronteras, presenta especificidades de tipo social, político y cultural donde el papel del sujeto y de la interacción social no siempre son contemplados en toda su dimensión e impacto. A cada región le ha correspondido el establecimiento de parámetros específicos de rezago, desigualdad e inequidad, indicadores cuya especificidad es atribuida no sólo a la capacidad y tendencia propias del desarrollo local, sino también a sus respectivas posibilidades de acceso e incorporación al avance tecnológico mundial.

El compromiso y los propósitos depositados en los procesos de producción de conocimiento social han fomentado el avance de un pensamiento más preocupado por dar cuenta de la capacidad de respuesta que las distintas sociedades han mostrado con respecto a la asimilación del avance tecnológico -disponible en las distintas etapas de su desarrollo-, así como también cuáles han sido los efectos macro-sociales reportados en el mediano y largo plazo. Una producción de conocimiento social que se ha visto respaldada por el capital acumulado por las distintas disciplinas sociales, las que gracias a sus respectivos aparatos teórico- conceptuales, procedimientos metodológicos y vastos recursos técnico- instrumentales han ofrecido múltiples enfoques e interpretaciones acerca de los micro y macro procesos suscitados en gran medida como resultado de la intervención tecnológica en las distintas sociedades. Encaminadas en esta dirección, las disciplinas sociales lograron consolidarse como un conjunto diferenciado de conocimientos cuya evolución histórica propició la creación de nuevos ámbitos de especialización (segmentación) del conocimiento, una condición ampliamente asegurada por los respectivos dispositivos normativos que regulan la dinámica interna de cada dominio disciplinario.

Para el caso del estudio especializado sobre el papel social de la tecnología, surgen campos de conocimiento como lo son la sociología, la historia, la política e incluso la antropología de la ciencia y la tecnología. Son especializaciones que, ciñéndose a la norma de su respectivo núcleo disciplinario, lograron establecer una distancia cognitiva óptima que les permitió delimitar y objetivar aquel sector de la realidad social que se desempeñaría como su referente de estudio. De este modo, y al afinar progresivamente -o más bien, al fragmentar- el campo de observación de su mirada, cada especialidad focalizó y redujo su soporte cognitivo a la búsqueda y selección de aquellos componentes e influencias sociales que afectaran directamente a su objeto. Para Núñez esto planteó una paradoja, que expone de la siguiente manera:

"Lo cierto es que el desarrollo de las especialidades, proceso indudable de la evolución del conocimiento y la práctica científica, conduce con frecuencia a una ignorancia no desestimable de todo aquello en lo que no se es especialista, perfil que, por lo demás, es cada vez más estrecho. Surge así una paradoja: el desarrollo del conocimiento puede conducir a grandes zonas de ignorancia y el especialista puede ser un gran conocedor de casi nada y un ignorante de casi todo" (1999).

En esta dirección, las ciencias sociales se inclinaron por una lectura acerca de cómo la tecnología se ha adaptado diferencialmente a los distintos grados de desarrollo de las sociedades, y no necesariamente a la inversa, como se nos plantea con mayor claridad en la actualidad, donde la capacidad de cambio de las sociedades, las institucionales, los grupos sociales y los individuos difiere de la registrada por los recientes avances tecnológicos. Bouza lo explica así:

"La velocidad de los procesos tecnológicos podría no ser homogénea con los cambios sociales necesarios para acogerlos, y en este caso entraríamos en una crisis de adaptación no ya de la tecnología a la sociedad, sino de la sociedad a la tecnología, con problemas de diversa índole difíciles de prever" (2002: 8).

En esta preocupación de las ciencias sociales por el estudio de las formas de adaptación de la tecnología a la diversidad de grados o estadios de desarrollo de las sociedades, las prácticas comunicativas implícitas en los procesos sociales también han jugado un papel decisivo encargándose de la socialización y legitimación del conocimiento. Son prácticas que han logrado consolidarse como un espacio social, caracterizado por Castells (2012) por una "interactividad inexistente o limitada". Una comunicación que incluso puede ser definida como "de masas", cuyo potencial de llegar al conjunto de la sociedad queda sujeto a direccionalidad de un mensaje que va de uno a muchos, con limitadas posibilidades de interacción, de autonomía y de autorrealización del individuo.

A resumidas cuentas, y a pesar de que el conocimiento de lo social se ha visto ampliamente nutrido por los cambios sociales, económicos, políticos y culturales promovidos por el cómo las sociedades han adoptado las innovaciones tecnológicas, las ciencias sociales como unidades de conocimiento claramente diferenciadas no se han visto afectadas significativamente en lo que respecta a sus formas de producir y aplicar el conocimiento de lo social. En buena medida, el peso e implicaciones que la intersubjetividad tiene en la constitución de los procesos sociales y cognitivos se han visto soslayados, así como también la convicción de que "la ciencia y la tecnología son procesos sociales y no verdades y aparatos al alcance de todos" (Núñez, 1999).

2. El cambio cultural y cognitivo promovido por las TIC

En la actualidad, el cambio cultural provocado por la penetración de las TIC en los distintos sectores de la vida social se presenta en apego a la correlación de dos factores: a mayores condiciones de cambio y de adaptación a nuevos entornos caracterizados por el riesgo y la incertidumbre, mayores son las posibilidades de los individuos, los grupos sociales, las instituciones y la sociedad para optimizar el uso de los recursos tecnológicos en lo económico, político, cultural, institucional y cognitivo. En el caso contrario, a mayor "rigidización" y resistencia frente a escenarios impredecibles, las consecuencias en lo social, económico, cultural, institucional y cognitivo serán más profundas y acarrearán problemas de rezago, exclusión e inequidad, aún mayores que los provocados en las primeras etapas del desarrollo industrial. Giddens examina este fenómeno de la siguiente manera:

"Nuestra relación con la ciencia y la tecnología es hoy diferente de la que era habitual en tiempos anteriores. En la sociedad occidental, durante dos siglos, la ciencia funcionó como una especie de tradición. Se suponía que el conocimiento científico superaría la tradición pero (...) acabó convirtiéndose él mismo en otra. Era algo que la mayoría de la gente respetaba, pero que era externo a sus actividades (...) Cuanto más se implican la ciencia y la tecnología en nuestras vidas, y además a nivel mundial, menos se sostiene esta perspectiva. La mayoría de nosotros (...) tenemos una relación mucho más activa o comprometida con la ciencia y la tecnología de lo que solíamos tener en el pasado" (1999: 43-44).

A las posibilidades de adaptación -o de flexibilidad, como definiría Sennett (2000)- se suman otras circunstancias propias del presente: la cantidad y velocidad de flujo de información disponible a través de medios electrónicos; la considerable heterogeneidad de sentidos a los que dicha información apunta; la capacidad de interconexión prácticamente inmediata de la que es susceptible tal información; y, no menos importante, el horizonte imprevisible e impredecible de resultados. Todas estas circunstancias son las que caracterizan al nuevo espacio de la vida social, un escenario definido por la interacción, el intercambio y la capacidad de respuesta/reacción proveniente de individuos y grupos sociales que experimentan un entorno de inestabilidad, mutabilidad e incertidumbre de futuro. En suma, un entorno donde el actor social interviene en el establecimiento de órdenes posibles y de jerarquías provisionales y transitorias.

En esta transformación de lo cotidiano, la comunicación se convierte -como define Castells (2012)- en una auto-comunicación de masas que ya no va de uno a muchos, sino de muchos a muchos con interactividad, una dinámica donde se seleccionan, se emiten y se reciben mensajes, de modo que el emisor es al mismo tiempo receptor. Se transita de una comunicación lineal a una interactiva, con profundos efectos en la formación de un pensamiento abierto a lo desconocido. La habilitación al cambio se convierte entonces en una competencia de aprendizaje y de supervivencia.

"La interconexión en tiempo real de todos con todos es la causa del desorden, pero también la condición que permite hallar soluciones prácticas a los problemas de orientación y aprendizaje en el universo del saber fluctuante. La interconexión favorece los procesos de inteligencia colectiva en las comunidades virtuales y gracias a ellos el individuo se halla menos desvalido frente al caos informativo" (Levy, 1999: 16).

La irrupción de estas formas de interacción social en todos planos de la vida social, así como en el acceso a un incalculable universo de información, son factores que estimulan la generación de alternativas de acción cuyo horizonte poco tiene que ver con las tradicionales fronteras geográficas, políticas, religiosas y disciplinarias. Sociedades, instituciones, movimientos, grupos e individuos participan en un apresurado y peculiar proceso en el que predomina la "proliferación de relaciones supraterritoriales, es decir, de flujos, redes y transacciones disociados de toda lógica territorial, es decir, no sometidos a las constricciones propias de las distancias territoriales y de la localización en espacios delimitados por fronteras" (Scholte, en Giménez, 2002: 26).

Unas condiciones de vida que no sólo reconfiguran el aspecto del mundo y de la vida social, sino también nuestra manera de mirarlo; se trata de un fenómeno local que nos afecta a todos en la vida cotidiana (Valdés, 2014: 6). En este nuevo entorno, las TIC trascienden su función de atender necesidades o demandas de tipo práctico, propias de su condición como herramienta técnica de repercusión de mediano y largo plazo. Su acción transita hoy por un acelerado y cambiante proceso de transformación y actualización tanto de referentes de pensamiento y de significado, como de prácticas en las que media la intersubjetividad constitutiva de lo cotidiano. Una inter-subjetividad donde "se construye un saber (un acto de conocer por parte de un individuo), se define las maneras en que las personas se apropian y resignifican las experiencias particulares y compartidas, es decir, se elaboran los aprendizajes y los conocimientos". Una inter-subjetividad entendida como "un espacio de sentido compartido y construido con otras personas" (García, 2005: 11-12).

Al confluir en la digitalización, lo cotidiano deja de desempeñar un papel secundario en los cambios sociales para pasar a ocupar espacios y presencia de primer orden en lo que cada vez de manera imprevisible acontece en la sociedad. Esta nueva configuración del mundo social -provocada por la intervención de las TIC- lleva consigo una descolocación de identidades, es decir, un cambio de referentes de sentido objetivados que pierden vigencia a favor de la incorporación de otros. Al modificarse referentes, como pueden ser los fincados en la competitividad y el individualismo, la idea de identidad colectiva se fortalece afianzándose más bien a la búsqueda de la competencia y la individualidad, como recursos para hacer frente a las transformaciones micro y macro sociales causadas por el cambio tecnológico. Lejos de tomar una posición receptiva y contemplativa, el individuo, el grupo y la comunidad intervienen y ocupan un espacio en el mundo real, desempeñando nuevos roles y prácticas. Brunner se refiere a este proceso mostrando cómo el individuo:

"Se transforma en un experto hermeneuta; su función es seleccionar, reconocer y apropiarse de ese universo (...) está condenado a ser él mismo intérprete de las interpretaciones que circulan a su alrededor, a traducir experiencias simbólicas que sin ser ‘reales’ en su propia biografía lo son sin embargo en su experiencia como consumidor de experiencias simbólicas producidas para él" (en Hopenhayn, 2014).

Al vulnerar las reservas de sentido previamente construidas como bloques inamovibles, la identidad colectiva no sólo cobra un nuevo sentido para hacer frente al cambio tecnológico, sino también para posicionar a la inter-subjetividad y a la acción del individuo como referentes de contenido y como fuentes de conocimiento y de representación de lo que a diario acontece en la sociedad. Como fundamento de la intersubjetividad, la interacción social se convierte en el vehículo que da gradualmente dirección a los acontecimientos sociales.

"Vemos constituirse bajo nuestros ojos sociedades más allá de las sociedades industriales, a las que he llamado programadas, y cuyas inversiones principales se dirigen hacia la producción y la difusión en masa de bienes simbólicos, bienes culturales, información, representación, conocimiento, que actúan no ya solamente sobre la organización del trabajo, sino sobre los fines de la actividad y así pues sobre la misma cultura" (Touraine, 1989: 81, en Bouza, 2002).

El sentido de cómo la tecnología ha afectado la vida social ya no puede ser evaluado de manera objetiva y concluyente; además de provisional, tal afectación incluye no sólo el beneficio que la tecnología reporta a la sociedad y a la producción de conocimiento, sino también los efectos adversos. Surge, en este sentido, un debate en ciencias sociales con posiciones y argumentos que oscilan en polos opuestos, ya anunciados por Ville (2001): igualdad versus desigualdad, libertad versus esclavitud y surgimiento versus fin de la comunicación. Para Ville, más que hechos objetivamente comprobables, lo que está puesto en juego es un conjunto de creencias sobre el desarrollo de las nuevas tecnologías, asimiladas en ocasiones en términos de progreso y en otras de amenaza a la humanidad. Un debate en el que se pondera en mayor o menor medida aspectos como las posibilidades de acceso a los recursos electrónicos, las operaciones cognitivas puestas en marcha por parte de los individuos al hacer uso de los recursos tecnológicos y las representaciones sociales sobre el mundo social digitalizado, entre otros.

Cabe precisar entonces que, pese a las múltiples posibilidades ofrecidas por el desarrollo tecnológico, este último no se corresponde con un progreso en el terreno de las prácticas culturales. La información, el conocimiento y el saber no son propiedades de los objetos tecnológicos; más bien éstos son efecto de las formas de apropiación de tales objetos por parte de los individuos (Jeanneret, en Ville, 2001: 80- 82) La novedad es que los recursos tecnológicos dejan de desempeñarse como una herramienta de uso eminentemente práctico para insertarse como una dimensión cultural en la vida cotidiana de los individuos y de los grupos sociales. Ya no son sólo los modos de producción y las formas de organización social e institucional las unidades sociales afectadas por el desarrollo tecnológico, lo son también las estructuras de pensamiento las que hoy en día se enfrentan a la necesidad de replantear el sentido de la relación entre desarrollo tecnológico y sociedad. Una relación en la que opera de manera consciente o inconsciente una mutación conceptual y epistemológica con respecto a los procesos sociales, culturales y cognitivos que inciden directamente en las formas de producir conocimiento. En este punto las ciencias sociales adquieren un nuevo compromiso frente a la sociedad; ahora su principal reto es modificar las bases teórico-epistemológicas sobre las que ha afianzado su evolución y así poder transitar de un pensamiento fincado en la certeza y la predicción a un saber marcado por la incertidumbre que deparan los escenarios futuros de la sociedad.

3. La producción de conocimiento social ante las TIC

La mediación de las TIC en los procesos de generación, acceso, uso y aplicación de conocimiento e información sobre lo social lleva consigo implicaciones epistemológicas aún poco estudiadas. Nos referimos a las que van desde las más básicas, como lo es la gran heterogeneidad de la información disponible, hasta las más complejas e incluso contradictorias, que atañen a temas sobre la veracidad, fiabilidad y relevancia de la información y del conocimiento (Bustos y Feltrero, 2005). La complejidad de tales implicaciones se refiere a un debate propio de las ciencias sociales, expresado por Ianni de la siguiente manera: "Existen conceptos, categorías e interpretaciones sedimentados o ampliamente aceptados en las ciencias sociales que requieren nuevas definiciones, o simplemente ser abandonados; de la misma manera que otros necesitan ser creados" (en Valdés, 2003: 3).

Hablamos de un incipiente campo de estudio que ya no sólo se limita al análisis y evaluación de los efectos económicos, sociales y políticos producidos por el uso experto de los recursos tecnológicos, sino más bien a identificar y potenciar sus respectivas estrategias de penetración, tanto en la intersubjetividad de los procesos de interacción social estudiados por las ciencias sociales como en la generación de un conocimiento abierto a un horizonte de incalculables e impredecibles posibilidades -ajenas a toda regla o prescripción disciplinaria. Aquí radica la afectación a la que está expuesto el conjunto de las ciencias sociales, en un momento en que las TIC revolucionan a un ritmo acelerado, no sólo transformando la realidad social sino también las formas de percepción de los acontecimientos por parte de actores y de científicos sociales.

"No se puede prever el futuro de un mundo globalizado, complejo y cambiante porque las certezas de la modernidad que guiaban las ciencias sociales hacia la colonización del futuro han sido sustituidas por las ‘incertidumbres del saber’, lo cual ha repercutido en sus ‘funciones predictivas’ y estatutos teórico-metodológicos" (Valdés, 2003: 3).

La producción de conocimiento sobre lo social se enfrenta, por decirlo en términos de Brunner, al reto de dos culturas, una "lenta" y otra "veloz". Para ilustrar tal distinción, el autor recurre a la figura del conductismo y el psicoanálisis; mientras en la primera la atención está centrada en "los estímulos y las respuestas, el condicionamiento operante, el cómo y no el porqué", en la segunda la preocupación se presenta en "la profundidad y sus síntomas, el insight y el aprendizaje, la hermenéutica sin fin, la gramática del deseo" (Brunner, 1988: 27). Situarse en este segundo escenario significa, para el actor social y para el sujeto cognoscente, ser objeto de aquellos ajustes identitarios que le planteen su respectiva condición, en un contexto marcado más por la incertidumbre que por una certeza de futuro.

Consolidadas como disciplinas formales gracias al poder estructurante de las instituciones académicas -en las que se insertan y a las que se han históricamente ajustado-, las ciencias sociales se enfrentan hoy a la dinámica de un entorno social que anula toda posibilidad de construir escenarios cognitivos fundados en la regularidad de los hechos y de la acción social. 1 A ello se suma la afectación de la que son objeto estas ciencias en razón de la presencia y penetración de los nuevos dispositivos tecnológicos, situación que les plantea la necesidad de reafirmar su solvencia cognitiva para atender las nuevas demandas; esto les supone mostrar su capacidad para ofrecer plataformas argumentativas lo suficientemente actualizadas para abordar el estudio de problemáticas sociales asociadas con fenómenos tales como la movilidad, las redes y los flujos sociales, la generación masiva y el acceso abierto a la información, la comunicación multi-direccional e instantánea y, por si fuera poco, el intercambio de mundos y productos simbólicos de considerables alcances y consecuencias.

Al condicionar el futuro de las ciencias sociales, los nuevos referentes de contexto y de sentido modifican el papel del actor social al deslocalizar de su grupo o sector social de origen aquellos productos simbólicos puestos en circulación a través de medios electrónicos. Esto significa un reacomodo constante de vínculos entre grupos y sectores sociales de diversa procedencia que intervienen ya sea generando información o conocimiento, o bien accediendo y haciendo uso de ellos. Un intercambio en el terreno de la producción simbólica que representa para todo científico social un reto no menos importante por atender: "La reorganización de los escenarios culturales y los cruces constantes de las identidades exigen preguntarse de otro modo por los órdenes que sistematizan las relaciones materiales y simbólicas entre los grupos" (García-Canclini, 1990: 288-289). Una interrogante que invita a replantear la naturaleza del objeto -u objetos- de estudio de las ciencias sociales.

El científico social experimenta un ajuste en su quehacer cognitivo en dos sentidos. En primer lugar, apartándose de aquellos recortes de observación fragmentados de la realidad, demarcados por las clásicas fronteras disciplinarias e institucionales habitualmente arraigadas a certezas. En segundo lugar, al ver debilitadas tales certezas por el cambio acontecido en la accesibilidad, interactividad, inmediatez, variabilidad y detalle de la información que circula en medios electrónicos, el científico se enfrenta a la necesidad de comprometerse: "Cualquier lugar de observación [en el que se sitúe] se convierte en un punto omnisciente respecto del conjunto" (Hopenhayn, 2004).

Los soportes electrónicos introducen nuevas actividades en la vida cotidiana del actor y del científico social, nuevas herramientas para desarrollar sus respectivas actividades, implantando y suplantando espacios cuya estructura se asemeja a la de una organización institucional. Para el caso del actor social, el acceso abierto a todo tipo de contenido lo posiciona en un terreno donde a cada uno le atañe depurar y filtrar el conocimiento y la información a la que se accede; un proceso que depende del tipo de operaciones epistemológicas que para ello se pongan en marcha. Además de operar en el individuo cambios cognitivos importantes, esta experiencia cumple con un papel decisivo para la formación de lo que Levy (1999) define como conciencia colectiva; una conciencia que, si bien se ha nutrido históricamente del lenguaje y de la cultura, ahora se ve potenciada por la red de redes (Internet).

Para el caso de la producción de conocimiento, las posibilidades interactivas de la acción y de la comunicación social, así como el acceso al enorme volumen de contenidos que circulan por la red, rebasan en mucho la capacidad del científico y de su campo para abarcarlo en su totalidad, identificarlo, descifrarlo e interpretarlo en cuanto a sus posibilidades de relevancia científica. La alternativa ya no es instituir comunidades especializadas en determinados ámbitos o temas de relevancia, sino identificar aquellos fenómenos producidos como resultado de la nueva dinámica social construida en torno a redes, flujos y movimientos sociales en permanente movimiento, sin por ello menospreciar el espacio de las identidades donde descansa la experiencia cotidiana.

Otra actividad que se introduce en los procesos de producción de conocimiento social es precisamente la que opera en la circulación de los productos científicos. La publicación científica digital se convierte en una herramienta que ha dejado de estar dirigida a públicos delimitados y que ha replanteando su trascendencia social asimilándose a las redes de circulación, intercambio y debate sobre temas que atañen a toda la sociedad; redes prácticamente abiertas sin grandes restricciones a la participación e incluso a la intervención de sectores sociales distintos a los habitualmente considerados sus productores directos.

Podría afirmarse que el desafío para las ciencias sociales radica en la posibilidad de cerrar la brecha existente entre la condición del conocimiento disciplinario formalmente constituido y la correspondiente de realidad social actual; una tarea que Bustos y Feltrero visualizan de la siguiente manera:

"El análisis de Internet y su influencia en los procesos epistémicos sociales constituye un continuo con las disciplinas (sociología, antropología, etc.), orientaciones (relativismo, estudios culturales, etc.) y metodologías de análisis (etnografía) que resaltan los factores externos a esos procesos que abarca generosamente el calificativo de ‘contextuales’ (...) Internet es un elemento que (…) contribuye a desplazar el análisis de las cuestiones de contenido (qué es conocimiento, cómo se acredita, etc.) a las cuestiones de forma y función (cuáles son las estructuras que subyacen su producción, qué papel desempeñan en el conjunto de la vida social)" (2005).

Las ciencias sociales y las humanidades no han tardado en perfilar caminos que las posicionen en el centro de la complejidad de las actuales circunstancias; las respuestas por ellas ofrecidas apuntan en distintas direcciones. Retomamos aquellas cuyos planteamientos han considerado a la interacción social no sólo como el espacio más intervenido por las TIC, sino como "esencial para comprender la constitución del pensamiento social, puesto que las interacciones sociales expresan una relación significante en cómo una persona piensa sobre éstas y cómo influyen en su desarrollo" (Turiel, en García, 2005: 13).

• En el caso de la historia, el distanciamiento de la normativa disciplinaria y la transformación de los recursos y de las condiciones para el desempeño del oficio plantean al historiador al menos tres retos: a) ceder y acceder a una mayor socialización -favorecida por la digitalización, las redes de comunicación y de acceso a la información- de las preciadas fuentes históricas; b) tomar distancia de su condición de "experto" único y acreditado por una comunidad -cuyas valoraciones sobre el pasado habían sido tradicionalmente consideradas como definitivas e irrefutables-; y sobre todo c) rescatar el sentido del pasado no como un antecedente inmutable del presente, sino como un recurso interpretativo de la complejidad del hecho histórico presente y como referente de múltiples futuros posibles. En esta dirección, el historiador se establece como productor y portador de discursos flexibles, descentrados de la multi-causalidad, abiertos a la contradicción y a la incertidumbre de futuro. El acceso a la información y a la diversidad de formas de comunicación favorecidos por los recursos tecnológicos permite al historiador disponer de un mayor volumen de fuentes biblio- hemerográficas, nuevas herramientas y procedimientos digitales, estrategias de enseñanza y aprendizaje que lejos de constreñirse al medio escolar se posicionan en espacios virtuales cada vez más amplios y de mayor repercusión cognitiva, formas alternativas de pensar, escribir y comunicar la historia. De manera específica, Noiret (2011: 239) apunta para la historia contemporánea la posibilidad de incorporar como parte de su contenido la diversidad de representaciones identitarias y de reconstrucción de la memoria, formas de pensamiento y acción colectivizadas, por lo general contrarias a las tradicionales reconstrucciones individualizadas del oficio de historiador.

• En la perspectiva de potenciar las disposiciones de la escritura y la lectura los recursos tecnológicos han mostrado su capacidad para traspasar y revertir el sentido de lo tradicionalmente conocido como desarrollo de habilidades de lectura y escritura, ceñido a parámetros estandarizados y regulables. Sin considerar que el libro haya sido relegado y suplantado por la pantalla de una computadora, sí es un hecho que los mecanismos de acceso y la rapidez para tomar contacto y efectuar elecciones sobre una considerable cantidad de material literario disponible en los grandes acervos electrónicos, sí son factores que han contribuido a que la producción, circulación y consumo literario formen parte de la vida de muy diversos sectores sociales; muy a diferencia de la restringida penetración social de la que el capital literario era objeto. Esto sin duda representa un nuevo impulso cultural para que la producción literaria, antes limitada al letrado, al especialista y a un selecto grupo consumidor, pase a formar parte de la vida cotidiana de todo aquel que se considere fuente y destino de tal producción. Ya no sólo son el escritor, el investigador, el profesor y el alumno los destinatarios exclusivos de la variedad de estilos y géneros literarios; ahora su radio de acción abarca sectores antes impenetrables y de los que el material literario es parte constitutiva. Además de la expansión del área de influencia de los productos literarios de origen analógico -con su consecuente digitalización-, en la actualidad son cultivados nuevos géneros como la literatura creada con medios digitales, la literatura digital o ciber-literatura. Un material creado con la intervención de un programa o proceso computacional (software), sin que dicha intervención suponga su simple utilización como herramienta.

• Sin diferenciarse ni apartarse de otras disciplinas, la antropología tiende a distinguirse no tanto por un objeto en particular, sino más bien por su interés por el hombre como producto de la sociedad y de la cultura a la que pertenece. Su atención se orienta al estudio de la dimensión de lo cotidiano de la realidad social, recuperando a los sujetos sociales y las construcciones de sentido por ellos producidas como parte de un conjunto social (Guiamet y Saccone, 2015: 85). Al verse intervenida por las tecnologías de la información y de la comunicación, la cotidianidad a la que se enfrenta el antropólogo le obliga a reconocer que las construcciones de sentido elaboradas por los sujetos sociales ya no se encuentran del todo arraigadas a su respectiva base cultural e institucional de origen, porque ahora requieren de parámetros de observación e interpretación más abiertos y flexibles. Esto le abre al antropólogo un panorama que apunta en varias direcciones. En lugar de centrarse en la comprensión de la unicidad de la cultura y  de su pertenencia a tiempos y a entornos geográficos bien delimitados, el acercamiento antropológico se enfrenta al desanclaje de las relaciones sociales antes explicadas como meros componentes de la tradición, para entonces entenderlas en función de: "la importancia de abordar la cotidianeidad de los sujetos, las construcciones de sentido lo que no implica abordar la realidad como una realidad "discursiva", sino (...) otorgar importancia a los sentidos implícitos en el quehacer de los sujetos, en la conciencia práctica" (Guiamet y Saccone 2015: 90). En lugar de pretender elaborar categorías analíticas especiales para pensar en la penetración de lo digital en los vínculos y las relaciones sociales entabladas por los individuos, resulta más ventajoso "analizar etnográficamente cómo lo digital configura y forma parte de las realidades contemporáneas y abre, más que cierra, las preguntas sobre cómo operan las categorías básicas de pensamiento como materia, espacio, persona, diferencia, desigualdad, cambio y continuidad, al enfrentarse al entendimiento de lo digital" (Ardèvol y Lanzeni, 2014: 33).

• La educación como objeto de estudio de las ciencias sociales es otro caso donde la digitalización y la acción de las redes de comunicación han dado lugar a una trasgresión en sus habituales marcos explicativos que la distinguían como campo de conocimiento especializado. Estudiada a detalle por Maldonado, la educación ha sido considerada un dominio aparentemente específico y propio de las humanidades y las ciencias sociales, entendidas ambas más en su sentido aplicado que como producto de un conocimiento fundado en lo complejo, y en la dinámica de la acción social y del hombre. La educación pasa de ser considerada como un proceso contenido, restringido, jerarquizado y regulado que se sucede y se mantiene en permanente equilibrio a lo largo de la experiencia humana a entender su potencial y su trascendencia de la educación como posibilidad "de y para la vida, antes que de destrezas, habilidades, competencias, técnicas y contenidos cognitivos o comportamientos. El verdadero, el autentico campo de trabajo de la educación es el de los futuros" (2014: 13). Como objeto de estudio de las ciencias sociales, los procesos educativos difícilmente pueden continuar siendo acotados a los marcos institucionales y disciplinarios; su área de influencia y los mecanismos de los que se valen para ocupar un lugar central en el desarrollo de las sociedades abarcan, por la intervención de las TIC, vastas dimensiones: el conocimiento y su creciente expansión y distribución social; la presencia de medios electrónicos y la diversidad de prácticas cotidianas incorporadas a las que éstos han dado lugar; la variedad de formas de interacción social y su movilidad en tiempo y espacio, entre otras.

Reflexiones finales

El avance y la innovación tecnológica han sido una constante en el desarrollo de las sociedades. Su injerencia en la modificación de estructuras económicas, sociales, culturales y de pensamiento ha reconfigurado, de muy distintas maneras y en distintos momentos, el sentido y el imaginario social de lo real, del mundo e incluso del individuo. La tecnología ha formado parte de la experiencia del hombre, desempeñándose como parte constitutiva de la cultura, y del conocimiento producido por el hombre a lo largo de su historia.

En sus distintas etapas, el papel desempeñado por la tecnología ha sido objeto de controversias en el seno de las esferas económica y política, decantándose en ocasiones a favor y en otras en contra de sus efectos producidos en la sociedad. En el debate académico de las ciencias sociales, el componente tecnológico se ha desempeñado más bien como un detonante de nuevos enigmas de conocimiento que, en algunos casos, han potenciado la capacidad interpretativa propia de este campo de estudio y, en otros, por el contrario la han obstaculizado restringiendo su alcance heurístico.

Como componente intrínseco del desarrollo en las sociedades, la tecnología ocupa un papel central como referente de sentido en los procesos de producción de conocimiento sobre lo social, orientando todo esfuerzo interpretativo hacia la construcción de horizontes de futuros posibles: "El futuro constituye uno de los problemas capitales que enfrenta las ciencias sociales en un mundo globalizado que fragmenta las certezas ilustradas y multiplica exponencialmente los riesgos que enfrenta la humanidad" (Valdés, 2013: 179). Se trata de un mundo movilizado por la digitalización de la vida cotidiana, donde participan de manera activa y decisiva un número cada vez mayor de grupos sociales provenientes de diversos orígenes sociales y culturales. Lo digital ha dejado de desempeñarse como un componente más de la vida cotidiana para convertirse en una mediación en la vida del hombre que opera gracias a la interacción social y a la formación de la intersubjetividad.

Para las ciencias sociales, esto significa renunciar a la idea de entender a la tecnología y a toda representación digital como entidades externas, con una dinámica ropia y ajena a la interacción y el intercambio entre individuos y grupos sociales. El propósito ahora es incorporarla a la especificidad de la realidad como parte integrante de la actividad social, como proceso y como producto cultural generador de nuevas significaciones para y sobre la sociedad y el conocimiento. Sea cual fuere el grado de implicación que se tenga con respecto a los medios electrónicos y digitales, corresponde a los individuos y a los grupos sociales que de algún modo los incorporan en su vida diaria dotarlos de sentido para estar en condiciones de renovar constantemente su relación con el entorno y consigo mismo.

Notas

1. Un comportamiento semejante al descrito por Bourdieu al referirse al concepto de campo científico como esfera de la vida social, y como "sistema de relaciones objetivas" entre posiciones adquiridas (en las luchas anteriores), es el lugar (es decir, el espacio de juego) de una lucha competitiva que tiene por desafío específico el monopolio de la autoridad científica, inseparablemente definida como capacidad técnica y como poder social (1994: 131).

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