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Revista iberoamericana de ciencia tecnología y sociedad

versión On-line ISSN 1850-0013

Rev. iberoam. cienc. tecnol. soc. vol.12 no.35 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2017

 

DOSSIER-ARTÍCULOS

El despertar de la conciencia ecológica a través de la literatura infantil y juvenil. Didáctica de la literatura y educación medioambiental

O Despertar da Consciência Ambiental por Meio da Literatura Infantil. Didática da Literatura e Educação Ambiental

The Awakening of Ecological Awareness through Children's and Youth Literature. Didactics of Literature and Environmental Education

Giulia De Sarlo *

* Premio Extraordinario de Doctorado (Filología Hispánica) de la Universidad de Sevilla, España, en 2013. Premio Internacional Nuestra América 2014 por la monografía En la piel de las mujeres. Reescrituras de la dictadura trujillista en la ficción dominicana de los años 90. Docente de didáctica de la lengua y la literatura en la Facultad de Educación de la Universidad de Sevilla. Correo electrónico: gdesarlo@us.es.


Laboratorios ecológicos y talleres de reciclaje son una presencia cada vez más frecuente en la rutina curricular y extraescolar de nuestras escuelas infantiles y primarias; sin embargo, todavía no se aprovecha al máximo la ayuda que podría venir desde la literatura para despertar en las nuevas generaciones la reflexión sobre el medio ambiente y el impacto diario de sus acciones en su entorno más o menos cercano. En este trabajo nos proponemos proporcionar una bibliografía básica para ayudar a los docentes a moverse en el panorama editorial dedicado a la literatura infantil y juvenil de tema medioambiental, con un especial enfoque en el agua, guiada por los principios expresados por el sociólogo Jeremy Rifkin en su libro La civilización empática (2010).

Palabras clave: Literatura infantil y juvenil; Educación medioambiental; Agua; Español; Inglés

Laboratórios ecológicos e oficinas de reciclagem são uma presença cada vez mais freqüente na rotina curricular e extracurricular de nossas escolas infantil e primárias; no entanto, ainda é preciso o máximo proveito da ajuda que poderia vir de literatura para despertar nas novas gerações uma reflexão sobre o meio ambiente eo impacto diário de suas ações em seu ambiente mais ou menos imediato. Neste trabalho, propomos a fornecer uma bibliografia básica para ajudar os professores a se mover na cena publicação dedicada à literatura infantil sobre questões ambientais, com um foco especial sobre a água, guiado pelos princípios expressos pelo sociólogo Jeremy Rifkin em seu livro The Empathic Civilization (2010).

Palavras-chave: Literatura infantil; Educação ambiental; Água; Espanhol; Inglês

Ecological laboratories and recycling workshops are an increasingly frequent presence in the curricular and out-of-school routines of our primary and secondary students. However, literature is still not used at its best as a tool to awaken the reflection on the environment and the daily impact of their actions on it in the new generations. This work aims at providing a basic bibliography to help teachers move in the editorial scene on environmental issues dedicated to children's and youth literature, with a special focus on water. It will be guided by the principles expressed by the sociologist Jeremy Rifkin in his book The Empathic Civilization (2010).

Key words: Children and youth literature; Environmental education; Water; Spanish; English


Introducción

La relación entre educación y sensibilidad ambiental no es cosa de nuestro siglo ni exclusivamente de nuestras latitudes europeas: es de 1794, por ejemplo, la memoria del novogranadino Simón Rodríguez, maestro entre otros del Libertador Simón Bolívar, titulada Reflexiones sobre los defectos que vician la escuela de primeras letras en Caracas y medios de lograr su reforma por un nuevo establecimiento: allí la lejanía entre educación y medio natural se veía como un límite a corregir con urgencia (citado en Boada, 2005: 318). Podríamos incluso dar un salto mucho más atrás y recordar a autores clásicos, como Varrón o Catón, para mencionar quizás los primeros ejemplos occidentales de una educación ambiental ante litteram, con explícitos llamamientos a un respeto del medioambiente que preservase el entorno en pro de las generaciones futuras (Battista, 1999: 78). Sin embargo, no hay duda de que es en el siglo XX, y más concretamente a partir de los años 60, cuando la urgencia de un despertar ecológico se hizo patente en las sociedades occidentales. Amenazas concretas se volvían reales en la vida de cada día: especies en peligro de extinción, contaminación, utilización salvaje de los recursos. En estos años surgen las primeras grandes organizaciones para la sensibilización y la salvaguardia del medioambiente, como el suizo World Wildlife Fund, mejor conocido como WWF (1961), o unos años más tarde la canadiense Greenpeace (1971). Los educadores, por su parte, también sintieron la necesidad de integrar en los planes de estudio ese tipo de sensibilización y empezaron a reivindicar espacios reales para ayudar a los nuevos ciudadanos a entender las necesidades del planeta y respetarlas. En España, en este sentido, un pionero fue sin duda el geógrafo Manuel de Terán Álvarez: maestro inspirado por los principios de la Institución Libre de Enseñanza, en 1966 publicó un artículo ejemplar cuyo título es todo un manifiesto al respecto: “Una ética de conservación del paisaje”. En él, Terán subrayaba la necesidad y la urgencia, ya en 1966, de dejar atrás la cultura de la dominación de la naturaleza por parte del ser humano y dar espacio a una cultura de respecto y conservación dictada por una responsabilidad ética.

El cambio de perspectiva es drástico. Como anota González Muñoz: 

“No basta con enseñar desde la naturaleza utilizándola como recurso educativo, sino que hay que educar para el medio ambiente, hay que presentar y aprender conductas correctas hacia el entorno y no solo conocerlo. Se trata de un nuevo entendimiento de las relaciones del ser humano con el medio: la concepción de la naturaleza no como una fuente inagotable de recursos a nuestro servicio sino como un ecosistema frágil que tiene sus propias exigencias y que hay que respetar en nuestro propio interés. Se pasa así de objetivos psicológicos y didácticos a criterios de tipo ecológico” (1996: 14).

Hoy en día, en el sistema escolar español, la educación medioambiental sigue sin tener el espacio que merecería, al menos desde un punto de vista oficial; sin embargo, la legislación sí la reconoce como elemento transversal necesario. Así lo reflejan, aunque de forma bastante escueta, los Objetivos de Educación Primaria a nivel ministerial :1

“Los currículos de la etapa incluirán elementos relacionados con el desarrollo sostenible y el medio ambiente, los riesgos de explotación y abuso sexual, las situaciones de riesgo derivadas de la utilización de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, así como la protección ante emergencias y catástrofes”.

A nivel autonómico, al menos en el caso de Andalucía, el empeño institucional es sin duda más concreto: cabe mencionar, entre otros programas, el pionero Aldea, “Educación Ambiental para la Comunidad Educativa”, en el que desde hace 25 años colaboran la Conserjería de Educación y la de Medio Ambiente “con el objetivo de promover el desarrollo integrado de iniciativas de educación para la conservación de los recursos naturales y el fomento del desarrollo sostenible en el ámbito de la comunidad educativa andaluza” (Programa Aldea: 13).

Pero no cabe duda que, como ocurre a menudo, en este caso también los verdaderos motores de esta sensibilización son los profesores en su actividad diaria. Unidades didácticas, experimentos, huertos ecológicos: muchas son las iniciativas a partir de las cuales en la escuela infantil y primaria se quiere fomentar la sensibilidad ambiental de los alumnos. Y sin embargo hay una herramienta extremadamente poderosa que todavía no ha sido utilizada en todo su potencial, sino en casos poco más que anecdóticos. Se trata de la literatura de ficción, infantil y juvenil, de temática medioambiental.

Se podría objetar que el fomento de la lectura es de por sí otro reto en el aula, que en la sociedad hodierna cuesta ya bastante que los jóvenes lean como por encima utilizar la literatura para acercarles a un tema tan específico como es la educación ambiental. Sin embargo, refutar estas afirmaciones no resulta excesivamente complicado. En primer lugar, el mito según el cual los niños en etapa escolar no leen ha sido desmentido en varias ocasiones. Se trata de un tópico muy difundido, pero que, si bien es parcialmente cierto en la etapa de enseñanza secundaria, se ha demostrado sin fundamento por lo que concierne a las etapas de educación infantil y primaria. Los datos del Observatorio de la Lectura y el Libro son bastante explícitos: el 84, 6% de niños españoles de entre 10 y 13 años lee libros en su tiempo libre, siendo un 77,2% constituido por lectores frecuentes frente al 47,2% de la población mayor de 13 años. “A estas cifras”, se lee en el último informe (OLL, 2016: 48), “se añade un importante número de niños de entre 6 y 13 años que leen libros no de texto (79,1%) y de niños menores de 6 años que pueden considerarse lectores, bien directos, o bien indirectos”.2 Quizás sea cierto, como ha afirmado Sebastián García Mouret, que el problema esté en que al llegar al instituto se suelen enseñar “clásicos a la fuerza en vez que la fuerza de los clásicos” (García Mouret, 2016). La desafección que algunos niños pueden tener frente a la lectura, y que se hará patente a lo largo y después de la escuela secundaria, dependerá más bien de cómo se les proporciona la experiencia lectora: en el barómetro del CIS de septiembre de 2016, el 36,1% de los encuestados afirmaba no leer “casi nunca o nunca”, y de éstos el 42,3% indicaba que no lo hacía porque “no le gusta o no le interesa”. No se puede pasar por alto que estas cifras coinciden con cuantos afirman que en el colegio o instituto sus profesores les obligaban a leer (un 44,5%) (CIS, 2016: 13 y 18). Podemos entonces afirmar que es en buena medida responsabilidad de los educadores, padres y maestros, encontrar la manera de ayudar a nuestros niños a descubrir el maravilloso mundo de la ficción.

Uno de los aspectos en los que más es necesario hacer hincapié durante la formación de los futuros maestros es el escuchar de forma activa a los niños, reconocer sus intereses y, de cara a la animación a la lectura, ayudarles a encontrar ficciones en las que puedan reflejarse. Se trata de usar con valor y sin reticencia la literatura infantil y juvenil, dejando a menudo de lado los clásicos y recurriendo sin miedo a los que Cassany ha definido “libros anzuelo”, “ya que los usamos para pescar lectores” (Cassany et al., 1994: 508). Si esto se cumple, si los jóvenes lectores se ven reflejados en lo que leen, empieza a andar lo que podríamos definir como un auténtico “círculo virtuoso”: las lecturas que hablan de la realidad de los alumnos fomentan su identificación con ellas, lo cual aumenta su concienciación en relación con el entorno, y esto a su vez conlleva por un lado un renovado interés por la lectura, y por el otro un impulso, totalmente inédito en algunos casos, para implicarse en primera persona con la realidad que les rodea. Si elegimos insertar en esta ecuación las temáticas medioambientales, el juego estará hecho. De aquí surge la necesidad de conocer el panorama editorial ligado a esa temática: este artículo quiere ser una ayuda en este sentido, proporcionando una selección de textos útiles a la finalidad que nos hemos propuesto.

Desde el punto de vista de la institución escolar, el hecho de que la educación medioambiental sea reconocida como objetivo trasversal, tal y como lo es el fomento de la lectura, nos permite seleccionar una serie de títulos que podremos proponer en momento distintos de la rutina escolar del alumnado: en las clases de lengua, obviamente, pero también de ciencia de la naturaleza y de lengua extranjera. Este último ámbito nos interesa particularmente, por dos razones: primero, porque existen muy buenas ficciones de literatura infantil y juvenil de temática medioambiental que han sido escritas por autores de habla inglesa y no han sido traducidas todavía al español; y en segundo lugar, porque es hora de romper uno de los más nefastos tabúes de la educación española: la supuesta “imposibilidad” de leer textos en idioma original con alumnos de primaria. Leer en inglés se puede y se debe, y desde los primeros años de escolarización. Esto, al menos, si queremos que la relación con el inglés del alumnado español deje de ser una relación gramatical y se transforme en un uso cotidiano y normalizado de una lengua viva.

En este contexto, en las próximas páginas vamos a proponer una selección de libros elegidos en función de la etapa de desarrollo en la que se encuentra el joven lector, todos seleccionados a partir de una temática común: el agua.

1. “Lecturas de agua” para la etapa infantil

En la etapa infantil, preescolar y prelectora, los libros serán escuchados, manoseados y amados, pero no, en la mayoría de los casos, directamente leídos. Hará falta el filtro de un adulto lector para que niño pueda disfrutar plenamente del texto. No es demasiado temprano para elegir con atención libros que acerquen a los más pequeños al tema del agua: el mundo líquido constituye un medio que de por sí les llama poderosamente la atención, y este interés puede ser canalizado para tocar su sensibilidad y ayudarles a identificarse y sentirse reflejados en las historias que escuchan. Esto es un paso fundamental, y para el cual nunca es demasiado temprano, ya que la empatía juega un papel fundamental en el desarrollo de la conciencia ambiental. Lo subraya magníficamente Jeremy Rifkin en su libro La civilización empática, cuando afirma:

“En algún punto crítico, nos daremos cuenta de que todos compartimos un planeta común, que todos somos afectados y que el sufrimiento de nuestros vecinos no es muy diferente del nuestro. En ese momento, las recriminaciones y las retribuciones servirán de poco a la hora de enfrentarnos a una crisis de proporciones tan enormes. Solamente una acción concertada que establezca un sentimiento colectivo de afiliación con la totalidad de la biosfera nos dará una oportunidad de garantizar nuestro futuro. Para ello, será necesario desarrollar una conciencia biosférica. La civilización empática comienza a emerger” (2010: 606).

La teoría de Rifkin es fascinante, y la propuesta de lecturas que planteamos se plasma a partir del núcleo de sus reflexiones: si releemos la historia de la humanidad a la luz de los más recientes descubrimientos neurobiológicos, nos daremos cuenta de cómo la empatía, más que cualquier otro impulso, está a la base de nuestra identidad como seres humanos. La empatía, afirma Rifkin, nos ha guiado a expandirnos desde las comunidades más nucleares hasta la creación de conceptos culturales y políticos como la religión o la idea de nación. Hoy en día, en este mundo ya globalizado, estamos biológicamente preparados para dar un paso más: esto es, identificarnos no solamente con los demás seres humanos, sino con el planeta en su conjunto, con toda entidad que “habite” nuestro mismo espacio: planta, animal o elemento físico. Y es más: este salto de calidad en nuestras posibilidades empáticas se hace cada vez más necesario, ya que la supervivencia de nuestro entorno depende de nuestra concienciación y de la empatía que consigamos desarrollar hacia él.

La lectura puede ser un punto de apoyo fundamental en este camino de concienciación; justamente porque, como ya hemos expresado, es leyendo que el ser humano se pone en juego, experimenta otras vidas, reflejando y reflejándose en el mundo. Las propuestas de lectura para la etapa infantil se desarrollan en este sentido: todas quieren ayudar el pequeño lector a identificarse con el entorno, para poco a poco poder desarrollar empatía hacia él Evidentemente, otro factor que guiará nuestra elección será, en esta etapa, el impacto del componente visual del libro, ya que en esta fase prelectora el primer mensaje se vehiculará de esta forma. En este sentido, La ola de Suzy Lee (Figura 1) es un óptimo ejemplo: un libro sin palabras, protagonistas una niña y el mar, que ganó el Primer Premio al Mejor Libro Ilustrado en 2009, otorgado por el Gremio de Libreros de Madrid.

Figura 1. La ola (2008)

¿A dónde va el agua?, de Jeanne Ashbé (2000), da un paso más: aquí sí se cuenta con palabras una pequeña historia, con la que también pueden identificarse los neolectores y que les ayuda a familiarizarse con un primer y personalísimo ciclo del agua, como es el pasaje del agua del vaso a la escupidera. El verdadero ciclo del agua -que implica lluvia, ríos y mares- lo encontramos abordado de forma fantástica en un cuento ya clásico de Gianni Rodari, El hombrecillo de la lluvia (2014): en él, se cuenta la historia de un hombrecillo que desde las nubes abre y cierra los grifos del cielo. En el más “científico” Gotita (2014), de Lourdes Benito, un hermoso libro autoproducido por la autora, el ciclo del agua no contempla la acción de hombrecillos o grifos, pero sigue siendo contado de manera amena y ficcional desde el punto de vista de la pequeña gota de agua, que a su vez ayuda la identificación del niño.

En Mar, el niño de agua (2007), de Ana Belén Ramos, la historia se alarga: esta vez el protagonista del libro, Mar, que vive cerca del océano, ama tanto su entorno que quisiera hacerlo suyo. Y literalmente, va llevándose a casa todos los elementos del océano hasta trasladarlo a su acuario personal. En este caso también la identificación del pequeño lector con el protagonista es casi inmediata: la fascinación por el mar y el momento egocéntrico de posesión universal típico de la etapa preescolar (Piaget, 1991: 27 ss.) son dos elementos que casi todos los pequeños lectores tendrán en común con el protagonista.

2. “Lecturas de agua” para la etapa de educación primaria

Esa primera etapa de acercamiento a la temática del agua regida por las dinámicas de identificación y desarrollo de la empatía con el entorno nos llevan, junto con el crecimiento de los pequeños lectores, a dos caminos distintos y sin embargo complementarios, en los que la literatura puede tener un papel muy relevante. En un caso, el camino de reflexión irá hacia dentro y desembocará a una verdadera educación emocional a través de las imágenes acuáticas. Es el caso de un libro como Aventuras de una gota de agua (2008), de Begoña Ibarrola. Publicado en la colección “Cuentos para sentir”, en este texto se utiliza el ciclo del agua para hablar de las transformaciones físicas y psicológicas de la protagonista, la pequeña gota. Sus miedos al cambio, su temor al verse distinta, ayudan al pequeño lector a mirarse a sí mismo y a discernir sus propios miedos y sus propios cambios.

Por el otro lado, la reflexión irá hacia fuera y nos acercaremos a una literatura siempre ficcional, pero de alguna manera más adulta, en el que el tema del agua, de su respeto y de su cuidado, atañe directamente a la realidad medioambiental del entorno más o menos inmediato del niño. En este caso, resulta muy interesante analizar dos textos muy relevantes, siempre en forma de álbumes ilustrados, donde poco a poco la palabra le va ganando espacio a la imagen. El primero, todavía muy gráfico, es Cuando desapareció el mar, de Francisco Sánchez Martínez y Bárbara Sansó Genovart (Figura 2). En él, de forma muy sencilla pero muy impactante, se cuenta el desastre ambiental del mar de Aral, hoy en día reducido a menos del 10% de lo que era su tamaño hace medio siglo. En La playa de Pedro (2003), de Sally Grindley, nos acercamos a una tragedia sin coordenadas temporales o geográficas, pero que podría ser la del Prestige en Galicia en 2002 o del Erika en Bretaña en 1999. Las imágenes siguen siendo fundamental complemento al texto, pero poco a poco la lectura toma espacio y la reflexión se conecta con la realidad histórica (sería recomendable, en clase, trabajar también con la información periodística relativa a una de estas tragedias).

Figura 2. Cuando desapareció el mar (2013)

Seguiremos con textos (cada vez más textos y menos imágenes) que a través de la fabulación ayuden al niño en su camino de concienciación medioambiental. En las clases de inglés de un segundo o tercer ciclo de primaria no resultará descabellado proponer una incursión en el mundo de la fantasía con The Search for Delicious (todo un clásico de la literatura juvenil en el mundo anglosajón, publicado en 1969) de la escritora estadounidense Natalie Babbitt. Se trata de un texto traducido al italiano, francés, chino, japonés y holandés, pero no al español, en el que el joven protagonista, paje de una corte de cuento, tiene que entrevistar a todo el reino para completar la entrada “delicioso” en la enciclopedia que están redactando los sabios de Su Majestad. La respuesta, el agua, acabará siendo unánime después de una serie de maravillosas aventuras. Tanto el lenguaje como el tema resultan adecuados para la etapa escolar seleccionada, y pueden ser la ocasión para llevar a cabo una serie de actividades colateralesque comentaremos en una próxima publicación.

Nuestros alumnos ya son maduros para abandonar, poco a poco, el mundo de la ficción fantástica y acercarse a un realismo más concreto. En este sentido, nos resultarán de gran utilidad y sugestión textos nacidos gracias al empeño de ONG conscientes de lo que un libro puede hacer en la mente de un buen lector: son un ejemplo de eso La historia del Rainbow Warrior (2008), de Rocío Martínez Pérez, sobre el histórico barco de Greenpeace y sus viajes por los mares en defensa del medioambiente, y Cuentos del mundo del agua (2005), publicado por Intermon Oxfam, en el que se recogen 41 cuentos muy breves y a menudo autobiográficos de niños y adultos provenientes de varios países, y cuyo objetivo es sensibilizar a los lectores sobre la distinta relación y las distintas posibilidades de acceso al agua que se tienen según donde se viva. Sobre ese tema, merece la pena ser mencionado también A Long Walk to Water (2009), de Linda Sue Park. Es una novela breve, de lenguaje sencillo, en la que se alternan las historias de dos niños africanos, Nya y Salva, y se cuentan sus dificultades para acceder a agua potable en el medio de la crisis humanitaria en Sudán del Sur. Es un texto que también puede ser leído durante el tercer ciclo de primaria, siempre que los alumnos estén ya familiarizados con textos en inglés.

Estas últimas lecturas nos llevan de la mano hacia la conclusión de este rapidísimo excursus bibliográfico, donde de la ficción pasamos poco a poco a la acción. El último eslabón de la cadena de concienciación que hemos querido proponer lo constituye un libro perfectamente utilizable en el aula de inglés de un último ciclo de primaria o a principios de la escuela secundaria. Es Flush (2005) de Carl Hiaasen, ganador del Premio Dorothy Canfield Fisher y del Agatha Award for Best Children/Young Adult Fiction. En él el joven protagonista, Noah Underwood, tendrá que demostrar que desde el Coral Queen, un barco-casino anclado en un paraje protegido de Florida, se vierten aguas residuales al río. Acción es también la de los protagonistas de un texto más sencillo,  Clean Water for Elirose (2010), de Ariah Fine, que juntan dinero para pagar un pozo en una aldea africana. En ambos casos, y siempre siguiendo el paradigma de empatía literaria y medioambiental que hemos propuesto, nuestros jóvenes lectores se encuentran estimulados para cuestionarse personalmente y ponerse en juego de forma directa en nombre de la conservación de nuestras aguas y del derecho de todo ser humano a tener acceso a ella.

Y acción, literaria, en este caso, pero profundamente comprometida con el medioambiente y el cuidado de las aguas, es también la que auspician certámenes como el Cuentagotas, de la fundación Canal, del canal Isabel II de Madrid, que ya ha llegado a su tercera edición, o el sevillano Certamen Literario del Agua de Emasesa (Empresa Metropolitana de Abastecimiento y Saneamiento de Aguas de Sevilla), que ya va por su IX edición, al que se acompaña también el Certamen Escolar de Cuentos Ilustrados sobre el Agua. En ambos casos se pide la creación de textos de literatura juvenil, “obras de calidad que fomenten el respeto al medio ambiente en general y al agua en particular” (Fundación Canal, 2016).

Parece entonces que el círculo se cierra: desde unas primeras lecturas que instauraban una relación entre lector, libro y agua -relación lúdica y empática que permitiera al niño mirarse hacia dentro y al mismo tiempo mirar hacia fuera-, hemos llegado a textos más adultos que llevan a los jóvenes lectores a la acción, bien inspirando una lucha medioambiental directa o bien fomentando la creación de ficciones que animen a su vez a nuevos lectores para que se vuelva a emprender el mismo recorrido. ¿Otro círculo virtuoso, entonces? En realidad, quizás, este camino literario no pretende ser un círculo, sino más bien una flecha: cada uno de los textos propuestos es un dardo lanzado desde la página impresa hacia el corazón y la mente de los lectores, y de allí a sus comunidades, para que a través de la literatura también se vaya construyendo aquella “civilización empática” de la que habla Rifkin y que es, desgraciadamente, la única esperanza que le queda a nuestro planeta, y a nosotros con él.

Notas

1 Véase Información general sobre la Educación Primaria, en: http://www.mecd.gob.es/educacion-mecd/areas-educacion/estudiantes/educacion-primaria/informacion-general/objetivos.html. Consultado el 08/04/2017.

2 Se entiende por “lectores indirectos” los niños que todavía, no pudiendo leer de forma autónoma, necesitan la mediación de un adulto respecto al texto.

Bibliografía

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