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Revista argentina de neurocirugía

versión On-line ISSN 1850-1532

Rev. argent. neurocir. v.22 n.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires mar. 2008

 

Prof. Dr. Rogelio Driollet Laspiur
Falleció el 4 de abril de 2008

Descendiente colateral de una familia de fuertes antecedentes docentes como era la de Sarmiento, nació en San Juan un 3 de mayo de 1925. Hijo del Dr. Rogelio Driollet, médico partero, hombre de honor, descendiente directo de los introductores de la industria vitivinícola y referente político en la provincia, conoció desde niño los avaratares de la persecución política.
Estos antecedentes contribuyeron a forjar en el joven Driollet una fuerte personalidad, vocación docente innata y amor por la libertad que marcarían a fuego su posterior trayectoria. Su padre en lecho de muerte rechazó cargos políticos y prebendas económicas. Este hecho de la historia familiar también constituiría un hito en la personalidad del joven Rogelio.
En contra de la opinión paterna, que deseaba que siguiera sus estudios en la ciudad de Córdoba, eligió la Universidad Buenos Aires, por el consejo de un amigo.
Fue uno de los mejores promedios en el ingreso a la Facultad como así también durante toda su carrera universitaria. Esto le permitió entrar como interno a la guardia del viejo Hospital de Clínicas, donde adquirió una acendrada formación verticalista de respeto a sus superiores, al igual que los compañeros de su época.
El Instituto Costa Buero y luego el Hospital de Clínicas José de San Martín y la Cátedra de Neurocirugía fueron su norte, fuente de desvelos y campo fértil donde desarrolló la especialidad, con un fuerte contenido humanista de respeto por los pacientes.
Carismático, cariñoso, dedicado a sus enfermos, era frecuente verlo sentado al borde de la cama, escuchado dolencias, buscando detalles o datos y signos clínicos en donde se afirmara un diagnóstico. Su espíritu vibraba ante jóvenes o ancianos. Sus pacientes lo querían por su calidez, llaneza, simplicidad y trato cordial.
No recuerdo haberlo visto enojado o molesto con ningún paciente.
Con sus residentes y médicos era distinto. Nunca pedía dos veces las cosas. Y, si no se hacían, él se encargaba por sí mismo, descolocando con ese simple acto a quien había estado en falta.
Era austero... pero proveedor… dueño de una fuerte personalidad por la que no le importaba, por ejemplo, ¡calzarse una corbata sobre una Chemise Lacoste!
Durante su formación viajó a Alemania, donde trabajó con el profesor Mundinguer en cirugía estereo-táctica, la que introdujo en nuestro medio, a su regreso en 1955.
Fue el primero en comunicar en la Argentina nuestra experiencia en el monitoreo de la presión intracraneana, realizado con un complejo polígrafo Hewlet- Packard, que nos llevó meses poner a punto, a fines de 1979.
Poseía una sólida formación neuropatológica adquirida durante años, trabajando con los doctores Braulio Moyano y Outes en el Hospital Neuropsiquiátrico de Hombres.
Incansable lector, desde la Filosofía a los Clásicos, sus revistas de sala eran fuente de conocimiento no sólo médico, sino también cultural. Cuidadoso y prolijo neurocirujano, se adaptó fácilmente al microscopio quirúrgico. Perseguidor a muerte de cuanto glóbulo rojo osaba cruzarse en su camino o resistirse a su pinza bipolar. Las operaciones duraban 8, 10 o 12 horas, lo que le llevó a acuñar una frase que aún circula con vigencia entre los que fuimos sus residentes y discípulos "para ser neurocirujano se requieren dos cosas: talones y huevos".
Criterioso y sutil en sus prácticas quirúrgicas, sus resultados eran muy buenos, en un período muy duro de la Neurocirugía, donde el arte del diagnóstico y tratamiento no estaba en las máquinas sino en el hombre, el médico, el cirujano, y Driollet fue en su época uno de los mejores.
Su otra pasión fue su familia. Cacique exigente, pero orgulloso de los logros de sus hijos, sus ojos se iluminaban cuando hablaba de ellos. El resultado de esta conducción junto su esposa, está a la vista: 5 hijos, 26 nietos y 4 bisnietos
Se desvivía por ellos. Estaban presentes a diario en su mente. Cuando la familia comenzó a agrandarse… decidió que de la educación de los nietos se iba a encargar él… Claro, no contó, en épocas difíciles, con la inflación que subía en forma aritmética y los nietos que lo hacían en progresión geométrica (!!). Un día me comentó: "...sabe Oviedito, la cosa se está poniendo dura…" creo que iba por el séptimo nieto.
Nunca le interesó figurar en un puesto de relevancia dentro de la Universidad o la Asociación, cultivó un perfil bajo, con respecto a la política dentro de la misma. Fiel herencia de su padre. Lo suyo era lo asistencial y lo académico. Su pasión eran los resultados quirúrgicos.
Estos son algunos aspectos que hacen a su semblanza. En resumen Driollet cumplió con grandes deseos de su vida: fue feliz, vio crecer a sus hijos y nietos, fue buen médico y mejor neurocirujano, Jefe de Servicio del Hospital de sus desvelos, Profesor Titular de la Cátedra donde se formó, excelente padre y mejor abuelo… Y supo soportar con estoicismo las adversidades finales de su vida.
Para nosotros, sus discípulos fue un Maestro. Maestro de vida, que practicó con su ejemplo y, en un mundo carente de referentes y falto de arquetipos, nos ha dejado su impronta.

Jorge Oviedo

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