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Revista argentina de neurocirugía

versión On-line ISSN 1850-1532

Rev. argent. neurocir. v.22 n.4 Ciudad Autónoma de Buenos Aires oct./dic. 2008

 

Nuestro destino como sociedad

Cuando era chico, había una revista de historietas que cada tanto venía con unos anteojitos de plástico rojo de un lado y azul del otro. Aunque apasionado por poder acceder a esa maravilla, por más que miraba, me resultaba difícil, si no imposible, ver en 3D al malhumorado pato.
Después, cuando era más grande, apareció la moda del cine en 3D. Aunque muy desilusionado por mi experiencia previa en el tema, no concurrí a ver ninguna película con esta tecnología, el furor de la moda duró muy poco.
Hace unos años, haciendo un curso de abordajes a la base del cráneo en St. Louis (Missouri), tuve que ponerme, no sin alguna vacilación, los consabidos anteojitos para poder apreciar las mostraciones prácticas que allí se exponían ya que se realizaban en 3D. Se veía realmente el material en 3D, quizá con un poquito menos de luz para mi gusto, pero las mostraciones eran de una calidad inigualable. ¿Qué era lo que les daba esa cualidad? - El profundo conocimiento de los expositores. Podrían haber sido expuestas en 2D sin haber perdido un ápice de su contenido y su valor.
Últimamente, me encuentro con los consabidos anteojitos de mi niñez con relativa frecuencia en la revista Neurosurgery, de lujosa edición, acompañando más comúnmente trabajos anatómicos. ¿Qué pueden agregar al conocimiento más que centenario de los haces largos del hemisferio cerebral las imágenes 3D? ¿Qué será de aquellos que deseen ver el trabajo dentro de unos años y observen que los anteojitos se han perdido? ¿A qué se debe tanto lujo innecesario? ¿Por qué la ciencia tiene que ser lujosa? ¿Por qué tanta vocación por lo suntuario o lo superfluo?
Parece que es así en todos los aspectos de la vida de la sociedad que produce esa revista, que, por diversos mecanismos que hemos analizado desde estas páginas, termina arrastrando al resto de los consumidores a su estilo de vida. Conviene más que nada en estos momentos hacerse la pregunta ¿Hacia qué destinos nos lleva la sociedad capitalista?
…Las comunidades humanas están, como todo sistema, en peligro de perecer por falta de energía explotable, cualquiera sea el motivo. El capitalismo liberal tiene por sobre toda otra organización colectiva, la ventaja por otra parte irreversible, de poder elevar sin límite la calidad de sus realizaciones y de aumentar su competitividad. Puesto que está programado para captar nuevas energías naturales y para movilizar a pleno rendimiento las fuerzas de trabajo humanas.
El sistema debe, sin embargo, consentir en regular sus déficits y provechos por operadores de la distribución de la energía. La ley del mercado debe permanecer como el regulador principal porque la competencia empuja al conjunto del sistema a elevar su capacidad realizativa. Se deben, sin embargo, aportar atemperaciones a la competencia salvaje, para hacer tolerable el sistema, especialmente a los seres humanos que lo componen. La gran crisis que se desencadenó en 1929, pero que se preparaba desde hacía una década, demostró la urgencia de una acción preventiva ("dirigista") de estos desórdenes a escala internacional.
Pareció evidente que el capitalismo mundial debía
encontrar otros remedios a la llamada sobreproducción que la especulación, el desempleo, los totalitarismos y, finalmente, la masacre de sesenta millones de seres humanos. Después de su reconstrucción, el sistema ha funcionado en la euforia de su crecimiento y el olvido de sus crímenes. Pero he aquí que a la vuelta del milenio se enfrenta y para largo, con una doble amenaza mortal: la necesidad de integrar y emplear las energías localizadas en el Tercer Mundo y en lo que resta del Segundo luego de la implosión del imperio soviético por un lado; y por el otro, la urgencia de regular la cuestión, interna esta vez, del empleo en las regiones del mundo así llamadas desarrolladas, donde el avance tecno científico transforma en inútil una parte siempre más importante de la fuerza de trabajo humana tradicional". Ella reclama sólo cerebros y dedos hábiles en el teclado.
Está además la angustia de la invasión de energía
indiferenciada: el diluvio de las pulsiones sin salida, y el desborde del sistema. Todas las barreras opuestas a la subiente marea, llevan la marca de esta angustia: los extranjeros, los desconocidos, los parias, todo esto que prolifera, que no tiene domicilio ni empleo fijo, lo que trata de instalarse en los intersticios del sistema y a insertarse en su tiempo para encontrar un mañana, todo lo que se comprime fuera de escena es filtrado, empujado, a veces encerrado, lanzado a la obscenidad de la pulsión errante.
La apuesta para el o los siglos venideros parece
definida: reorganizar los dispositivos de canalización de las fuerzas, levantar las inhibiciones, preparar el sistema para admitir muchas más energías de las que dispone en el momento, y para ello, aceptar desperdiciar algunas de éstas, para hacer útiles a aquellas. Cuestión de educación, una vez más, a nivel de la especie, cuestión de economía política y cultural. Habrá que destruir lo que resta de las culturas no capitalistas, consideradas inevitablemente como "teorías infantiles" y prácticas salvajes o bárbaras e incorporar a los pueblos desheredados al mercado mundial. Y al interior, al mismo tiempo, redistribuir el empleo disminuyendo la duración del trabajo semanal. Y todavía, frenar en todas partes el crecimiento demográfico. ¿Quién puede decir que un desafío parecido será vencido, y cómo? ¿Podrán ser evitadas otras masacres? ¿El principio de un derecho inter.-nacional no parecerá pronto inapropiado para una "buena" conducción de los flujos?...1
La crisis que afecta a los países desarrollados no es solamente financiera, es estructural. En este fragmento notable, Lyotard predice con más de un decenio de anticipación, la situación que estamos viviendo. La causa fundamental es el desempleo producido por los adelantos tecnológicos. El trabajo, que ha sido visto por el hombre desde los tiempos bíblicos como un castigo, y una necesidad para proveer a los requerimientos de su subsistencia, ha perdido estos atributos, gracias a la aplicación de la inventiva de nuestra especie, en hacerlo desaparecer, reemplazándolo por máquinas. En pocos decenios, el capitalismo se ha quedado (ahora por derecho) con la plus valía, y ha anulado el peso político del proletariado, desnaturalizando al marxismo. Ahora más que desocupados, crece la masa de marginados, como bien describe Lyotard, que, guiado por un punto de vista "desarrollado", propone soluciones erróneas o malignas algunas, inocentes otras, y todas aparentemente insuficientes para el problema que enfrentamos.
Lo mismo que la globalización, el desempleo y el reemplazo del hombre por la máquina en el trabajo productivo, han llegado para quedarse. Pensemos nada más, qué parte de la población del mundo realiza actualmente un trabajo productivo. -Es posible que no más de un veinte a treinta por ciento, y estamos seguros de que irá disminuyendo. La gran masa del empleo la generan la burocracia, los servicios y el comercio. De ellos vive todavía una parte de las sociedades, pero cada vez se agrava más la marginación.
Aunque la producción social aumenta gracias al poder de las máquinas, con nuestras concepciones actuales acerca del valor del trabajo humano, la improductividad del ciudadano común debe tener repercusiones psicológicas nada despreciables.
No hay duda que nos enfrentamos a un porvenir de dirección imprevisible para la humanidad, y que en las próximas décadas deberemos cambiar profundamente nuestras costumbres y manera de pensar, iniciando quizá una nueva Era, pero en donde no deberá faltar una elaboración profunda, no sólo acerca de las bases para una mejor convivencia internacional y local, sino de cómo aprovechar y organizar el ocio de cantidades cada vez más ingentes de la población, reemplazada por máquinas…
¿Podremos volver ponernos los anteojitos bicolor con naturalidad?

Horacio J. Fontana
Editor

1. Jean-François Lyotard. Aviso de diluvio. En: JF Lyotard: Des dispositifs pulsionnels. Galilée, Paris, 1994. (Traducción y negrita libre).         [ Links ]

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