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Revista argentina de neurocirugía

versión On-line ISSN 1850-1532

Rev. argent. neurocir. v.23 n.3 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul./sep. 2009

 

Editorial

En julio de 1959 nacieron la AANC y el CANC. Fueron fruto de una gestación rápida que se originó en la mente de hombres que pensaron primero en el bien común antes que en el personal. Sus nombres forman parte de la Neurocirugía Argentina y muchos de los neurocirujanos que actúan en el presente han sido discípulos de alguno de ellos en primera, segunda y aun tercera generación.
En la década del 50, la Neurocirugía se encontraba en su período de reconocimiento e inclusión dentro del campo de la medicina. Casi todos los que la practicaban habían vuelto de un entrenamiento en el extranjero y su actividad se enfrentaba con la ignorancia e incredulidad del lego y aun de los propios médicos.
El desconocimiento general primaba y a título de ejemplo valga citar el episodio por el cual un neurocirujano joven, recién venido de su entrenamiento en Francia, tuvo que enfrentar en su hospital un sumario administrativo por haber comenzado a ejecutar angiografías que, a criterio de quien lo acusaba, era un método de alto riesgo que no debía utilizarse en la práctica diaria. Algo similar le ocurrió con el tratamiento de enfermos con hematomas intracerebrales espontáneos, que eran considerados como patrimonio exclusivo de la Neurología Clínica. Era tal la desinformación sobre las posibilidades de la Neurocirugía que solía correr una sentencia, medio en broma medio en serio, que decía que los pacientes neuroquirúrgicos se dividen en dos grupos: "en los que no hay que hacer nada" y "en los que no hay nada que hacer". Esta ironía expresaba un sentimiento generalizado responsable de las dificultades que existían para que el público aceptara indicaciones de terapéuticas que consideraban experimentales.
En ese contexto lleno de escepticismo se desempeñaban los pioneros de la especialidad. Ayudaba a mantener este estado el hecho de que no estaba bien definida la categoría de Neurocirujano, dado que las condiciones que exigía el Ministerio de Salud para "Anunciarse como Especialista" eran muy laxas. Resultaba suficiente presentar un certificado de haber concurrido tres años a un Servicio de Neurocirugía, que en aquél momento se contaban con los dedos.
Además, el avance acelerado de los conocimientos básicos y de las nuevas técnicas de diagnóstico y tratamiento llevaron a la necesidad de la identificación de esa nueva disciplina. Identificación que implicaba divulgar en la grey médica la existencia de patologías que debían ser encaradas por la Neurocirugía, educando sobre la orientación clínica que permitiese diagnósticos precoces y tratamientos adecuados.
Por otra parte, el neurocirujano de entonces no disponía de un foro propio para la actividad académica, que sólo podía desarrollarse en ámbitos relacionados con la Neurología Clínica, la Psiquiatría y la Cirugía.
Estos factores de necesidad concurrieron para gestar la creación de una Sociedad que agrupase a los Neurocirujanos.
La primera en surgir fue la Sociedad de Neurocirugía de la Provincia de Buenos Aires, a mediados del año 1959, con una primera reunión en Bahía Blanca.
La segunda en surgir fue el Colegio Argentino de Neurocirujanos y por último la Asociación Argentina de Neurocirugía. Ambas concretaron una reunión conjunta fundacional en Mendoza, Uspallata, a fines de 1959.
El Colegio (CANC) fue creado a semejanza del Board norteamericano con el objeto de identificar al Neurocirujano y controlar su actividad. La Asociación (AANC), se creó para el desarrollo de las actividades académicas, de educación, y de defensa corporativa, en el buen sentido de la palabra.
Una cuestión inicial fue la definición de pertenencia y se decidió que serían miembros del CANC los Neurocirujanos con una antigüedad de 7 años en la especialidad y que lo solicitasen, estableciendo para los que no llegaran a la cota establecida, un examen de ingreso teórico-práctico que incluía la realización de una intervención quirúrgica. Quedó claro que para el CANC se creaba una sola categoría, la de miembro, sin ningún aditamento. La respuesta fue inmediata, inscribiéndose la mayoría de los Neurocirujanos en actividad y procediendo a dar examen los que no alcanzaron la antigüedad necesaria. Quien esto escribe tuvo que pasar por esa prueba y da fe que su preparación y ejecución requirió sobrado esfuerzo y buena dosis de tensión. La Asociación estableció en su estatuto dos categorías de miembros, los Titulares y los Asociados, y que para ser Miembro Titular se requería ser miembro del CANC.
De este modo se configuraron el CANC y la AANC. Es digno de destacar que el CANC fue la primera institución de su tipo que se creó en Argentina.
El primer Decano del CANC fue el Dr. Ernesto Dowling y el primer Presidente de la AANC el Dr. Juan B. Albertengo.
Al principio, ambas entidades funcionaron en sedes domésticas, el domicilio particular del Decano y del Presidente en ejercicio.
Durante la Presidencia del Dr. Elsio Bochiardo, en 1992, y a iniciativa del Dr. Ricardo Morea, surgió la idea de la adquisición de una propiedad para la sede permanente de la AANC y el CANC. El Dr. Morea ofreció hacerse cargo personalmente de la mitad del costo de la compra, a condición de que la otra mitad se recolectase en forma voluntaria entre el resto de los neurocirujanos. Así germinó la sede de Callao.
Desde entonces se sucedieron logros cuya enumeración pertenece a la Historia de la Neurocirugía Argentina y que significaron la inclusión de los neurocirujanos en la actividad médica, hasta llegar al presente en el que durante la presidencia de otro hombre del interior, el Dr. Francisco Papalini, se hizo realidad la nueva sede de la calle Alsina, sede que cumple con todas las expectativas que se habían puesto: recintos cómodos, agradables, con un amplio salón de actos, acorde con la calidad de la actividad docente que se desarrolla.
Por último, si bien fueron muchas las personalidades que participaron de la creación inicial, hubo dos neurocirujanos que jugaron un papel preponderante en la concreción de nuestras entidades. Uno era un veterano neurocirujano, el otro recién se iniciaba. Ambos en íntima colaboración, no sólo les dieron su origen, sino que redactaron sus respectivos estatutos. Julio A. Ghersi y César Burry se hacen acreedores de nuestro reconocimiento, que plasmará en los merecidos homenajes, uno póstumo el otro en persona, que se llevarán a cabo en el transcurso del próximo Congreso.

León Tujanski

Decano CANC

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