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Cuadernos de antropología social

versión On-line ISSN 1850-275X

Cuad. antropol. soc.  n.15 Buenos Aires ene./jul. 2002

 

ARTÍCULOS

Del ascenso social a la precarización. Un análisis sobre la producción de significados en torno al trabajo en el sector metalúrgico a fines de la década de 1990

Virginia Manzano*

* Licenciada en Ciencias Antropológicas. Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras. UBA. Virman@sinectis.com.ar.

Fecha de entrega: febrero de 2002;
Fecha de aceptación:
junio de 2002.

Resumen

En este artículo nos proponemos explorar la producción de significados en torno al trabajo en el sector metalúrgico de Capital Federal en el contexto político, social y económico de la Argentina a fines de la década de 1990.
A partir del concepto de estructura del sentir propuesto por R. Williams, que articula teóricamente los procesos de cultura con los de hegemonía, intentamos mostrar que esta producción se realiza en el marco de relaciones sociales e históricas atravesadas por mecanismos de desigualdad.
De acuerdo con las entrevistas que realizamos en el período 1996-1998, identificamos el quiebre de una estructura del sentir en torno al trabajo organizada sobre la percepción del ascenso social y la emergencia de otra organizada sobre la percepción de la subsistencia y la precarización. En los relatos, se advierte este quiebre a partir de experiencias que aproximaron a los trabajadores al “desempleo” desde el año 1995 en adelante.

Palabras clave: Trabajo; Estructura del sentir; Ascenso social; Precarización; Metalúrgicos

Abstract

In this article, we propose to explore the production of meanings around work in the metallurgical sector in Capital Federal, in the social, political and economical context of Argentina at the end of 1990s.
From the concept of structure of feelings proposed by Raymond Williams, that theoretically articules the cultural processes with hegemony processes, we try to show that this production is made in the setting of social and historical relationships crossed by mechanisms of inequality.
In order with interviwes that we made between 1996 and 1998, we identify the breal of a structure of feelings around work, organized on perception of social promotion and the emergency of another, organized on perception of subsistence and precarization. In the narrations, it is noticed the break from experiences that bring workers to ‘unemployment’, from 1995 to now on.

Keywords: Work; Structure of Feelings; Social Promotion; Precarization; Metallurgical Workers

Introducción

En el año 1996 comenzamos una investigación sobre la producción de significados en torno al trabajo en el sector metalúrgico. La difusión de los resultados de las estadísticas oficiales, que indicaban un índice de desocupación de 17.41 en Capital Federal y Gran Buenos Aires en octubre de 1995, suscitaron un debate social que en pocos meses articuló una suerte de “cuestión del trabajo”. Los organismos estatales del nivel nacional apresuraron los debates en torno a la “reforma laboral”, y en la “sociedad civil” se registraron las primeras protestas sociales en demanda de empleo, como la de Plaza Huincul y Cutral-Co (provincia de Neuquén), en junio de 1996, que instauró como instrumento de acción el corte de rutas y denominó “piqueteros” a los protagonistas de dicha acción.

De todos los registros de esa época, nos impactaron los testimonios de personas desempleadas que los medios masivos de comunicación, previa “selección”, ponían en escena. El núcleo de los testimonios era la imploración pública por un “empleo”, más allá de las condiciones laborales y del nivel salarial que este tuviera. Con estos testimonios como referencia, comenzamos a preguntarnos qué significaba el trabajo para la sociedad argentina; por qué las personas sin empleo pujaban por obtenerlo más allá de las condiciones laborales y del nivel salarial. Centralmente, queríamos saber qué ocurría con los trabajadores industriales empleados —que habían sido el núcleo de los procesos de acumulación de capital desde la segunda posguerra en Argentina— frente a las presiones del desempleo; cómo significaban el “trabajo” en ese contexto.

El interrogante por la forma en que los trabajadores significan el trabajo remite al análisis de los procesos culturales en el marco de los cuales se generan los significados. En este sentido, nuestro supuesto era que los significados no se producen al azar sino en contextos históricos específicos y en el marco de relaciones sociales atravesadas por mecanismos de desigualdad. A partir de este supuesto, las preguntas que orientan nuestro trabajo de investigación se vinculan con la reflexión teórica sobre la relación entre cultura-hegemonía.

Abordamos la producción de significados en torno al trabajo desde una perspectiva antropológica porque consideramos que permite: dar cuenta de las “categorías sociales” (de los sujetos); puntualizar experiencias heterogéneas de los sujetos; y articular la dinámica “local” de los procesos de producción de significados con otros de mayor “generalidad”.

La referencia de los trabajadores metalúrgicos para el análisis de la producción de significados en torno al trabajo es relevante por la gravitación de este sector sobre el conjunto de los trabajadores industriales durante los últimos cincuenta años de la historia argentina; y, por la simbolización del trabajo y la industria en las prácticas gremiales metalúrgicas (esencialmente las emanadas del modelo Vandorista).

Nuestro análisis se basa sobre una serie de entrevistas que realizamos a trabajadores metalúrgicos varones empleados en una empresa ubicada en la zona sur de Capital Federal en el marco de un estudio de campo realizado en el período 1996-1998.

En síntesis, este artículo explora, desde una perspectiva antropológica, la producción de significados en torno al trabajo en un grupo de obreros metalúrgicos en el contexto económico, social y político de la Argentina de finales de la década de 1990.

Elementos de contexto

Los trabajadores metalúrgicos entrevistados eran empleados en una fábrica de la rama no-ferrosa2 de la actividad metalúrgica. Esta rama de actividad junto con el sector siderúrgico y el agroalimentario experimentaron un retroceso durante la década de 1980 (Moneta y Quenan, 1994). Con respecto a esto, la información para Capital Federal registrada por los Censos Económicos de 1974, 1985 y 1994 permite establecer las siguientes comparaciones: la cantidad de establecimientos dedicados a la actividad no-ferrosa ascendía a 143 en el año 1974; y a 34 en el año 1985; mientras que en 1994 sólo se registraron 8 unidades censales. En cuanto al personal ocupado en la rama no-ferrosa, en 1974 era de 4.116 personas; en 1985 era de 2.284 personas; mientras que en 1994 la cantidad era de 992 personas.

El retroceso de la rama no-ferrosa, de acuerdo con variables como la cantidad de establecimientos dedicados a esa actividad y la cantidad de personal ocupado, puede interpretarse como el resultado de políticas socioeconómicas que se articularon con un proceso de reestructuración social que se inicia con la dictadura militar de 1976 y que afectó a la industria en su conjunto (Villareal, 1985). Algunas investigaciones sostienen que a partir de 1980, debido a la puesta en marcha de la reforma financiera, cobraron mayor poder los grupos económicos nacionales y las empresas transnacionales diversificadas (Aspiazu et all., 1989). Estos propietarios del capital afianzaron su control sobre una parte del sector financiero y sobre la comercialización en detrimento de la producción manufacturera, sobre todo la destinada al mercado interno.

De acuerdo con lo que venimos considerando, por un lado, desde la década de 1980, se registra un proceso de desindustrialización, que presenta como uno de sus indicadores el crecimiento del sector terciario en detrimento de la industria manufacturera (Dorfman, 1996). Por otro lado, conjuntamente con el proceso de desindustrialización, se registra otro de concentración de capitales que durante la década de 1990 se expresa en un perfil empresarial, que según las investigaciones sobre el tema, se caracteriza por un elevado nivel de rotación, particularmente por el posicionamiento de nuevos grupos económicos a partir de la compra de empresas públicas y de otras empresas que se encontraban por debajo del puesto 200 en el ranking de las líderes (Azpiazu, 1997).

La desocupación es otro de los fenómenos asociados con el proceso de desindustrialización. Con respecto a esto, las tasas de desocupación elaboradas por el Instituto Nacional de Estadística y Censos, a partir de la Encuesta Permanente de Hogares, registran un incremento de la desocupación en la década de 1990 con respecto a años anteriores. De acuerdo con la fuente mencionada, en lo que hace a las mediciones de Capital Federal y Gran Buenos Aires, en abril de 1974 la tasa de desocupación era de 4.2; en abril de 1984 de 4.1; en mayo de 1994 de 11.1; y en mayo de 1998 de 14.0.

Otro proceso significativo en cuanto a las características del empleo que se registra desde la década de 1980 es la precarización laboral. Los primeros estudios que dan cuenta de este tema advierten la complejidad del fenómeno e identifican distintas formas en las que se expresa la precarización laboral, como son los empleos a tiempo parcial, los contratos laborales con tiempo determinado, la subcontratación, etc. (Galín y Novick, 1990). La sanción de la Ley Nacional de Empleo 24.013/91 y de la Ley 24.465/96 (contratos flexibles) otorgan el basamento jurídico a las formas de precarización del empleo que se registraban desde 1980.

Para cerrar este apartado, queremos puntualizar la forma en que estos procesos de mayor generalidad se articulan en la fábrica metalúrgica que empleaba a los trabajadores que entrevistamos en nuestra investigación. En el año 1994, un grupo económico3 de capitales chilenos, alemanes y nacionales motoriza una operación de compra en el país a partir de la cual se hace cargo de la fábrica metalúrgica mencionada y de distintas plantas de las antiguas fabricaciones militares del Estado. Desde esa fecha se implementaron una serie de transformaciones en la empresa donde se empleaban nuestros entrevistados:

1)En el año 1995 se aplicaron dos tipos de políticas para reducir personal: los “retiros voluntarios” y los “despido-telegrama”. De acuerdo con los datos que nos proporcionaron dos entrevistados, en 1985 la cantidad de personal en la fábrica ascendía a 800 personas, mientras que en el período 1996-1998 esta cifra era de 140 . De los 140 trabajadores empleados: 118 eran efectivos; 22 contratados por agencia de colocación; y 10 contratados con la modalidad trabajo-formación4. Como vemos, estos datos sintetizan algunos de los procesos que hemos señalado párrafos arriba, como el retroceso de la rama no-ferrosa en cuanto a la cantidad de personal ocupado y el fenómeno de precariedad laboral a partir de modalidades de contratación de la fuerza de trabajo mediante agencias de colocación o por contratos de aprendizaje estipulados en la Ley Nacional de Empleo 24.013/91.

2)En cuanto a la “organización del trabajo”, los entrevistados señalan que a partir de 1995 se implementaron modificaciones, específicamente, el movimiento de los trabajadores entre distintos puestos de trabajo de acuerdo con las necesidades de la producción, por lo general hacia tareas de menor calificación, por ejemplo “barrer” u “operar” alguna máquina en particular.

Lo que hemos puntualizado hasta aquí son algunos de los elementos del contexto argentino de la década de 1990 que se expresan en los niveles locales y que a nuestro entender inciden sobre la producción de significados en torno al trabajo.

Cultura-hegemonía: Precisiones sobre el enfoque conceptual

Desde la década de 1980, los estudios antropológicos sobre el mundo del trabajo recuperan los textos del área que R. Williams (1997) definió como “Estudios Culturales”, tales como: Culture and Society del propio Williams; The Making of the English Working Class de E. P. Thompson; y The Uses of Literacy de R. Hoggart. A partir de estos textos, los estudios antropológicos sobre el trabajo vincularon los procesos culturales con las relaciones entre clases sociales.5

Recuperamos, en este artículo, el concepto de estructura del sentir propuesto por Williams (1980) para el análisis de la producción de significados en torno al trabajo. Este concepto expresa la articulación de la idea de cultura- como proceso social total por el que los hombres constituyen y definen sus vidas- con la de hegemonía. La articulación analítica entre cultura-hegemonía se vincula con la resolución de Williams al problema de la determinación , que recorre todo análisis marxista de la cultura. Williams cuestiona la metáfora marxista base/superestrutura y sostiene que no existe una determinación externa, como las leyes objetivas que controlan la acción de los sujetos, sino que la determinación debe ser entendida como un proceso de fijación de límites y ejercicio de presiones.

La cultura, entonces, debe analizarse en el marco de los procesos de fijación de límites y ejercicio de presiones. De otro modo, en el proceso de configuración y definición de la vida actúan mecanismos de distribución de poder; por ello, la actividad de la cultura se articula con el proceso de hegemonía. Williams (1980) se refiere, antes que a la hegemonía, a lo hegemónico y lo dominante para enfatizar la centralidad de los procesos, según el propio autor:

“Una hegemonía dada es siempre un proceso. Y excepto desde una perspectiva analítica, no es un sistema o una estructura. Es un complejo efectivo de experiencias, relaciones y actividades que tienen límites y presiones específicas y cambiantes. (...)no se da de modo pasivo como una forma de dominación. Debe ser continuamente renovada, recreada, definida y modificada. Asimismo, es continuamente resistida, limitada, alterada, desafiada por presiones que de ningún modo les son propias . Por lo tanto debemos agregar al concepto de hegemonía los conceptos de contrahegemonía y hegemonía alternativa, que son elementos reales y persistentes de la práctica.” (Williams, 1980: 134)

En el planteo de Williams, la hegemonía es proceso y práctica, se constituye a partir de lo realmente vivido por los seres humanos. Desde este enfoque, se plantean una serie de elementos para el análisis de la cultura-hegemonía entre los cuales rescatamos la noción de emergente por la centralidad que tiene en la definición del concepto de estructura del sentir. Esta noción alude a significados, valores y prácticas que se deben analizar en función de las definiciones dominantes en un contexto específico, para precisar si se trata de una nueva fase de lo dominante o constituye una fuerza alternativa a lo hegemónico (Williams, 1980).

A partir de la noción de emergente, Williams destaca, por un lado, la importancia de los “cambios en presencia” que se expresan como confusiones, tensiones, etc.; y, por otro lado, los significados, prácticas y valores emergentes y pre-emergentes que, a pesar de no estar articulados en “sistemas formales”, ejercen presiones y límites sobre lo realmente vivido pro los seres humanos. Es decir, la estructura del sentir es la organización de la movilización de afectos, percepciones, lealtades, intereses, que en principio parecen formar parte del campo de lo individual/ de lo natural, pero que remiten a lo social/ lo histórico (Sarlo, 1979). Así entendido, el concepto de estructura del sentir permite focalizar la actividad práctica y los proceso “formativos” antes que los “formados” y articulados en sistemas.

En este trabajo, tomamos en consideración tres expectativas que aparecen en todas las entrevistas: el acceso a una vivienda propia , la manutención de una familia y la educación de los hijos, para reconstruir :

A) El recorte del pasado que producen los trabajadores desde el presente específico y el lugar de estas expectativas en la organización de una estructura del sentir en torno al trabajo vertebrada por la percepción del “ascenso social”

B) El inicio del “presente” y el lugar de estas expectativas en la organización de una estructura del sentir en torno al trabajo vertebrada por la percepción de la subsistencia y de la precariedad.

A- El pasado: el trabajo como “medio” para el ascenso social

Construimos este apartado con el testimonio de los trabajadores entrevistados más antiguos en la fábrica, cuyas edades oscilan entre los 35 y los 55 años. En el resto del artículo trabajaremos con el conjunto de las entrevistas.

Estos entrevistados recuperan o re(viven) desde su presente específico momentos de ascenso en su “trayectoria laboral”6.

“Siempre yo trabajaba solo, por mi cuenta, trabajaba en colocación de mármoles, granitos, piezas, escaleras, pero yo por mi cuenta, o sea, yo con un contratista. Y bueno cuando entré acá tenía más ventaja económica, (si!, si!) porque el otro no era un sueldo fijo ni nada, depende de la oferta y la demanda.” (G: operario especializado, 40 años de edad y 14 años de antigüedad en la empresa)7

Los entrevistados recuperan el ingreso a la fábrica como un momento significativo en su trayectoria laboral. La mayoría de ellos se empleaban, antes de ingresar a la fábrica, como operarios en pequeños talleres, como peones en el rubro de la construcción, o como ayudantes en comercios vinculados con la alimentación (panadería, pizzería, etc.). Con respecto a las ocupaciones previas, el ingreso a la fábrica significó para los entrevistados, como aparece en el testimonio que citamos arriba, la estabilidad de la relación salarial y, a la vez, el aumento del salario.

Desde la óptica de los entrevistados, la estabilidad en la relación salarial y el aumento del salario eran centrales para el logro de expectativas que, a nuestro entender, forman parte del proceso de reproducción social de los trabajadores. En este sentido, sostenemos que el trabajo tiene un significado “instrumental”(Crespo et all., 1998) para los trabajadores entrevistados. Es decir, se significa en tanto instrumento para conseguir el salario necesario que, a su vez, permita materializar una serie de “expectativas” definidas por tradiciones e instituciones. Estas expectativas, tal como aparecen en las entrevistas, no son otras que el acceso a una vivienda propia, la manutención de una familia y la educación de los hijos . El “logro” de estas expectativas articulaba con el trabajo una estructura del sentir organizada por la percepción del “ascenso social”

O: Antes el anhelo era, por ejemplo tratar de esta bien, el anhelo era trabajar yo y tratar de mantener a mi familia dignamente. Hoy en día como está la situación trabajamos casi los dos porque ella también trabaja. Antes no, ella no trabajaba...yo soy de la idea de antes, si yo trabajo, yo tengo que mantener mi casa; tengo la idea que si la mujer trabaja la organización familiar se va destruyendo.

V: Y cuando vos decís mantener tu familia ¿qué implicaba?

O: Y, los gastos de la escuela, hacerte tu casa, si y nada más. O sea, había un montón de cosas más: esparcimiento, vestimenta, ¿vamos a hacer como los yanquis?, bueno, tener un coche propio. Bueno y lo había podido lograr, trabajando más de la cuenta ¿no?, haciendo horas extras. (O: oficial en la sección de matricería, 39 años de edad y 19 años de antigüedad en la empresa)

Este testimonio se refiere a la articulación expectativas-trabajo asalariado . El nivel salarial es el punto clave a partir del cual era posible materializar expectativas. Sin embargo, en el testimonio citado aparece el “sujeto” en escena, no es el salario solamente lo que permite el logro de expectativas sino el “esfuerzo” del trabajador para obtener ese salario: era ganar más en la fábrica con respecto a otros empleos, pero era también esforzarse en la cantidad de horas trabajadas, “hacer horas extras”.

De acuerdo con el testimonio citado previamente y con el resto de las entrevistas, el acceso a una vivienda propia era una de las expectativa centrales a lograr. Pensamos que la casa propia significa para los trabajadores, a decir de P. Bourdieu, el espacio social reificado (Bourdieu, 1999: 120), o sea, retraduce en el espacio físico las posiciones sociales de los entrevistados, por ejemplo, en tanto hacedores de una familia.

Vinculado con la expectativa de la casa propia, el trabajo asalariado también era considerado como instrumento para sostener una serie de preceptos en torno a la organización familiar. En este sentido, los entrevistados sostienen que el trabajo asalariado del varón debía tener como contraparte el no-trabajo asalariado de la mujer. La mujer, en el testimonio que citamos previamente, aparece ante el deber de ser la garante “moral” (ya que no económica) de la “integración” familiar.

Otra expectativa a materializar con el trabajo asalariado era la “educación” de los hijos. En el testimonio que citamos previamente se enumera el gasto escolar como una de las ‘necesidades’ prioritarias a cubrir con el trabajo asalariado. Suponemos, como dicen las investigadoras J. Ezpeleta y E. Rockwell que:

  “(...)Para las clases subalternas la educación constituye un interés objetivo. No se trata tan sólo de un atributo requerido como ‘necesario’ por el sistema productivo y, en tanto tal, casi requisito para la sobrevivencia material. También se une simultáneamente a la posibilidad de trascender la explotación, de transformar la trama de relaciones que define su modo de existir en la sociedad.” (Ezpeleta y Rockwell, 1985: 196 ).

Acceso a una vivienda propia-manutención de un tipo definido de familia-educación de los hijos, formaban una cadena de expectativas “básicas” que en la medida que se materializaban, confirmaban la definición instrumental del trabajo como medio para el ascenso social. A partir del logro total o parcial de estas expectativas, los trabajadores entrevistados proyectaban “otras” vinculadas con el esparcimiento, la vestimenta o el acceso a un auto. La formulación de “otras” expectativas que eran más difíciles de lograr limitaban el sentido instrumental del trabajo como medio para el ascenso social. Sin embargo, en la actualidad, dichos límites quedaron opacados porque los trabajadores entrevistados sostienen que con el trabajo no pueden acceder a las expectativas “básicas”. Con respecto a esto, veremos en el próximo apartado cómo se organiza otra estructura del sentir en articulación con el trabajo.

B- El presente: El quiebre del significado del trabajo como medio para el “ascenso social”

Una serie de experiencias aproximaron a los entrevistados al desempleo —que como vimos previamente se incrementó considerablemente durante la década de 1990— y, a nuestro entender, iniciaron tanto el “tiempo presente” como la redefinición del significado del trabajo como medio para el ascenso social. Las experiencias que aparecen relatadas con mayor frecuencia en las entrevistas se refieren al período posterior a 1995, de las cuales queremos destacar: la etapa de “retiro voluntario” y “despidos” que tuvo lugar en la fábrica en 1995, que los entrevistados dicen haber vivido con angustia y temor. Los encuentros informales con trabajadores “retirados voluntariamente” o “despedidos” de la fábrica que no consiguieron nuevos empleos. El contacto en el barrio con vecinos desempleados tras el cierre de las fábricas donde se empleaban. Por último, la práctica de lectura de la sección clasificados del diario Clarín, que los entrevistados utilizan para constatar la “escasez” de empleos ofrecidos.

Sostenemos que estas experiencias movilizan un conjunto de sentimientos y percepciones que se organizan en una estructura del sentir en torno al trabajo vertebrada por la subsistencia y la precarización. No obstante, el significado instrumental del trabajo se mantiene pero se añade el significado de éste en tanto “bien escaso”. Para demostrar este punto, retomemos las tres expectativas que funcionan como ejes de nuestro análisis.

Los trabajadores entrevistados, empleados por agencia de colocación o con la modalidad contractual de trabajo-formación, redefinen el significado del trabajo como medio para acceder a una vivienda propia. Sostienen que es “imposible” acceder a una vivienda por medio del salario; por lo tanto, lo más común es el uso del salario para alquilar una vivienda o para compartirla con algún familiar.

“Hoy es imposible, el que vive de un sueldo, no puede comprar ni un terreno, ni una casa. Yo alquilo desde siempre, antes vivía en Capital. Pero, no, es imposible comprar, te alcanza sólo para mantener a la familia y nada más.” (H: empleado de forma temporaria en el área de producción, 34 años de edad, 2 años de antigüedad en la empresa)

“El sueldo no te alcanza mucho, a lo sumo ahorrando al máximo los meses que ganás más, podés llegar a pagar la cuota de algún auto. Pensando en una futura convivencia con alguien no sé si con ayuda podés comprar algo, algún departamento, así, lo veo medio difícil. Por ahora yo no tengo mucho gasto porque vivo con mis viejos.” (P: contratado con la modalidad de trabajo-formación, realiza tareas de electricidad en la sección mantenimiento, 22 años de edad, 1 año de antigüedad en la empresa)

De acuerdo con una tradición histórica la expectativa de acceso a una vivienda propia se define dentro del grupo de trabajadores entrevistados pero, a la vez, se redefine para ocupar una posición marginal en el horizonte de las expectativas a materializar por medio del trabajo asalariado.

Con respecto al significado del trabajo como medio para la manutención de una familia, se redefine la idea sobre el trabajo asalariado del varón como contraparte del no-trabajo asalariado de la mujer. Varios entrevistados señalaron que sus esposas comenzaron a realizar actividades asalariadas, generalmente en servicio doméstico, pero, desde la perspectiva de los propios trabajadores, este hecho se interpreta como recurso extremo y se expresa en frases como: “ empezó a trabajar porque la situación no daba para más” . En otras entrevistas, el límite del trabajo asalariado del varón para la manutención de una familia se expresa cuando se relata la ayuda económica que se recibe de parientes como padres y suegros. Las tensiones en torno a estos temas se expresan claramente en el siguiente testimonio:

“El otro día estábamos hablando con los muchachos, porque las esposas de dos de ellos no trabajan y me dijeron que ellos se tuvieron que romper el lomo laburando porque trabajaban ellos solos, aportaban ellos solos, y hablaban que la mujer se tiene que quedar en la casa, que tiene que cuidar a los chicos, yo los miraba, los miraba; y bueno ahora no podés hacer eso, antes por ahí en una época que se veía un poco más de plata, por ahí , pero igual no sé si está bien, tenés que tener una espalda así de grandota [gesticula con sus manos]. (...) Para mí la mujer tendría que trabajar, por que no va a ser así ¿no?, yo les decía por qué no pueden, y decían: la mujer tienen que estar en la casa cuidando a los hijos, educando a los hijos...” (P)

El diálogo que recrea este testimonio indica la preemergencia de significados (Williams, 1980 ) en torno al trabajo asalariado como instrumento para la manutención de un tipo de organización familiar. La recreación de un diálogo en el cual se confrontan argumentos tiene el efecto de demostrar la conexión del pasado con el presente y la preemergencia de significados, valores y percepciones que aún no se acabaron de articular. En este sentido, el entrevistado sostiene que sus compañeros de fábrica continúan valorizando al trabajo asalariado del varón como organizador económico de la vida familiar y limitan el trabajo asalariado de la mujer. El entrevistado, en cambio, sostiene que el nivel actual de los salarios presiona para que se altere esta concepción sobre la organización familiar. Con respecto a esto, acentúa el carácter histórico de la concepción de sus compañeros: “ antes por ahí en una época que se veía un poco más de plata”; y redefine el lugar de la mujer dentro de la organización familiar y en el trabajo asalariado: “ Para mí la mujer tendría que trabajar”.

El trabajo asalariado y “sacrificado” como instrumento para que los hijos accedan a niveles altos de educación formal, y, a partir de esto, traspasen la situación de explotación, es otro de los significados que entran en contradicción con la vivencia práctica. En algunas entrevistas esta contradicción aparece dada por la inadecuación entre la “preparación” y el tipo de ocupación; y, en otras, porque los hijos de los trabajadores, a pesar de contar con estudios formales superiores a los de sus padres, no acceden al mundo del trabajo.

“...Hoy piden que tengan estudios secundarios, terciarios si es posible y lo ponen a barrer y no se justifica que una persona, tenga, sufra semejante sacrificio para que después lo pongan a barrer, no coincide, no hay relación entre una cosa con otra(...)Mi hijo se recibió en el ‘96 de técnico en telecomunicaciones, pero ahora está trabajando de ayudante de cocina.(...) Yo me sacrifiqué o me sigo sacrificando para que los chicos funcionen más que yo, tengan más capacidad que yo y que requiera otro lugar de acuerdo a lo que él se estuvo capacitando. A mi me gustaría que mi hijo trabaje en lo que el estudió, en el tema de telecomunicaciones, por eso me gustaría que entre en una empresa como Philips o Philco, me gustaría en una empresa así, para que adquiera mayor experiencia y que le sirva a él, para que se vaya desenvolviendo en su trabajo y progresando intelectualmente...” (O)

De acuerdo con lo que venimos considerando, este pasaje de entrevista contiene un conjunto de nudos problemáticos que es preciso desentrañar:

1) El entrevistado plantea la expectativa en el ascenso de sus hijos para que superen sus propios logros: “ yo me sacrifiqué o me sigo sacrificando para que los chicos funcionen más que yo”. De este modo, a decir de P. Bourdieu, el entrevistado estaría planteando que “(...) el ascenso que lleva a su hijo a superarlo es en cierto modo su propio logro, la plena realización de un ‘proyecto’ quebrado que así puede alcanzar por procuración.(...)” (Bourdieu, 1999: 444 ).

2) Más allá de esta expectativa, a partir de lo realmente vivido, el entrevistado indica la tensión entre los “logros” y las expectativas (Bourdieu, 1999). Señala que su hijo se recibió de técnico en telecomunicaciones en el año ‘96 pero que su trabajo actual es en el puesto de “ayudante” de cocina. Este tema se inscribe en el planteo que aparece en varias entrevistas acerca de la inadecuación entre preparación/ocupación, por ejemplo: “... hoy piden que tengan estudios secundarios, terciarios si es posible y lo ponen a barrer...” . De este modo, vemos como el entrevistado da cuenta de la imposibilidad de trascender la situación de explotación mediante la educación.

3) Finalmente, si bien se tensiona en esta entrevista el significado del trabajo “sacrificado” como instrumento para trascender la explotación, el entrevistado no se plantea el abandono del sacrificio e inclusive formula expectativas a futuro con respecto a su hijo: “...me gustaría que entre en una empresa como Philips o Philco, me gustaría una empresa así para que adquiera mayor experiencia...”

La imposibilidad de acceder a una vivienda propia, el logro parcial de la expectativa de manutención de un tipo de organización familiar, o las dificultades que tienen los hijos de los trabajadores para ascender socialmente a partir de la educación, debilitan la percepción del ascenso social como criterio de organización de la estructura del sentir en torno al trabajo, como lo demuestra el siguiente testimonio:

“Hoy tenés que decir: con dedicación a ver si puedo tener un trabajo(...).Mi familia no está mal, pero como la mayoría, no das abasto, subsisten, no pueden decir mañana me voy de vacaciones, no voy a trabajar.” (G)

En la recuperación del pasado, la percepción del ascenso social organizaba una estructura del sentir en torno al trabajo que en la actualidad parece organizar la percepción de la subsistencia. El trabajo se significa como un “bien escaso” que se puja por obtener o mantener, según sea el caso. Vinculado con lo anterior, el trabajo asalariado se redefine y se significa como medio para el “logro” parcial de las expectativas que los trabajadores consideran básicas y ligadas con la posibilidad de “subsistir”. En este sentido, se proyectan negativamente “otras” expectativas a lograr con el trabajo asalariado, tal como aparece en el testimonio citado la expectativa de vacaciones o esparcimiento.

Además de la percepción de la subsistencia, los entrevistados también se refieren, de un modo particular, a la precarización. La percepción de la precarización se organiza en función de la crisis de las “protecciones sociales” a las que otrora el trabajador tenía acceso en tanto que “trabajador asalariado formal”(Grassi, Hintze y Neufeld, 1994).

  “Lo que veo de acá al futuro, lo que va a pasar, tres meses en un trabajo y con un sueldo que no llega ni a la mitad de lo que ganamos nosotros.” (G)

  “Dicen que los nuevos van a tener que aportar a una libreta de fondo de desempleo, aportar de entrada, empezar a aportar en esa libreta... dicen que va aportar el empresario, pero a lo mejor aporta los primeros años, pero después ganan tiempo y dicen: NO, no podemos aportar, va a tener que aportar el mismo obrero(...). Después las vacaciones también la quieren dar el mes que ellos no tengan trabajo, y en cualquier parte del año.” (M: Operario especializado en la sección rollos, 45 años de edad, 14 años de antigüedad en la empresa)

En estos testimonios los trabajadores más antiguos ubican el problema de la precarización en el futuro, en los “nuevos”, y ellos se ubican como los sujetos testigos de las características de la relación salarial y de la protección social en el pasado. Con respecto a la relación salarial, se redefine el sentido instrumental del trabajo porque se indica, justamente, la inestabilidad de la relación salarial y el deterioro de los niveles salariales en comparación con lo que se ganaba en épocas previas. En cuanto a las protecciones sociales articuladas con el trabajo asalariado formal, los entrevistados se refieren básicamente a la falta de aportes del sector patronal y a la vulneración de “derechos”, como puede ser la fragmentación del período de vacaciones en función de las necesidades de producción. Los entrevistados viven las características que asume la relación salarial y la protección social en la actualidad a partir de la contraposición con un pasado que recuperan como “distinto” y “mejor”. Con respecto a esto último, suponemos que el sentido de la precarización se relaciona con el proceso que R. Castel (1997) denomina “vulnerabilidad después de las protecciones”.

A diferencia de los trabajadores más antiguos, los trabajadores más nuevos, sobre todo los empleados con la modalidad de trabajo-formación, se asumen como protagonistas, a partir de sus experiencias, de la situación de precariedad:

 “Yo siempre trabajé por contrato, de mis compañeros de colegio la mayoría están por contrato; dos o tres de ellos me enteré el otro día que los habían efectivizado, después de estar dos años trabajando por contrato.(...). Mi novia trabaja siete horas, por contrato también, y el sueldo de ella es como el de una maestra suplente, nada, 300 pesos por mes y ella se tiene que solventar viajes, libros de la facultad. (...)” (P)

Este entrevistado enfatiza su situación precaria no como un problema individual sino colectivo de su grupo “generacional”. Así, evoca en el relato tanto la situación de su “compañeros” de colegio como la de su “novia”. Específicamente, en este testimonio se indica que todo un grupo “generacional” trabaja por “contrato” y con un bajo nivel salarial, por ejemplo: “el sueldo de ella es como el de una maestra suplente, nada, $300 pesos por mes”.

De acuerdo con lo que venimos considerando, cerramos este apartado con el comentario de un trabajador antiguo en la empresa porque reúne y condensa una serie de sentidos asociados con la subsistencia y la precarización:

“En estos momentos, en estos momentos, falta y va a salir, porque mi viejo era medio mentalista, mi viejo decía que íbamos a llegar a un momento que la gente para cobrar iba a firmar un recibo que iba a rezar de esta manera: firmo por 300 pesos, por un trabajo circunstancial y por mi propia cuenta. O sea que vos firmando un recibo de esos, firmando un recibo de esos, no podés exigir nada, porque ahí te lo está diciendo. Circunstancial: que puede durar un día, una hora, un mes. Por tu propia cuenta: que vos estabas de acuerdo en cobrar así, o que te lo paguen así, por tu propia cuenta, si te accidentás curate, si te enfermás, curate. Y eso yo lo veo, ojalá que no, que no llegue, la otra es que lo frenen, alguien lo tiene que frena.” (C: oficial múltiple, realiza tareas de mecánica en la sección de mantenimiento, 56 años de edad, 22 años de antigüedad en la empresa.)

El comentario que citamos indica el proceso por el que se individualiza la relación laboral debido a la caída de los sistemas colectivos de protección al trabajo. De este modo, el contrato que asume el trabajador mediante su firma indica la crisis del sistema colectivo de protección al trabajo. Este hecho, también profundiza el significado del trabajo como medio para la subsistencia, ya que el nivel salarial que estipula ese “contrato”, según el entrevistado, no supera los $300. En cuanto al sentido de la precarización, el entrevistado sostiene que el “contrato” no implica el ingreso al sistema de protecciones; de ahí, que seleccione como nudo problemático la responsabilidad del trabajador frente a accidentes o enfermedades.

Palabras finales: Cuando el presente y el futuro se unen con el pasado del pasado

Consideramos que el quiebre del significado del trabajo como medio para el ascenso social y la (pre)emergencia de significados que lo asocian con la “subsistencia” y la “precarización” se debe enmarcar históricamente. Es decir, estos significados asumen un carácter específico y ‘local’ a partir de la conexión entre fragmentos históricos.

“Antes, hace diez o doce años atrás, era otra la situación. Ahora no preguntás ni por el valor de la hora, lo único que querés es trabajo. Estamos como los mensú , vamos a trabajar por vales, el que entra.” (C)

La organización de una estructura del sentir en torno al trabajo vertebrada por la percepción de la subsistencia y la precarización opera con áreas del pasado que se ponen en conexión con el presente (Williams, 1980). De este modo, en la entrevista que citamos se selecciona la figura del mensú como imagen-fuerza para sintetizar las actuales características del trabajo y, por ende, de los trabajadores. Esta selección no es azarosa, ya que el mensú se recorta dentro de la historia argentina como una expresión emblemática de la extrema explotación, vinculada con la ausencia de protecciones colectivas y con la correlación de fuerzas sociales favorables al “capital”. El mensú , entonces, representa tanto en términos empíricos, como en términos de construcción social, la etapa previa a la década del cuarenta, en otras palabras: el período pre-peronista. No obstante, lo interesante del caso es cómo el entrevistado sustenta sus percepciones sobre la época actual con una imagen que conecta el presente con la etapa pre-peronista.

El historiador D. James (1990) sostiene que la significación social del peronismo emergió de la contraposición entre el “pasado” y el “presente peronista”. De este modo, D. James considera que: “(...) la década infame fue experimentada por muchos trabajadores como un tiempo de frustración y humillación profundas, sentidas colectiva e individualmente.(...)” (James, 1990: 41).

Consideramos que el “sentimiento” de “humillación” y de “frustración” conecta el período pre-peronista con la etapa actual, tal como sintetizó nuestro entrevistado mediante la figura del mensú . Estos sentimientos aparecen en nuestro trabajo asociados con la inadecuación entre preparación (educación)/ ocupación o con la imposibilidad de sostener mediante el trabajo asalariado expectativas y “roles” definidos en el marco de tradiciones históricas ( acceder a una vivienda propia o mantener económicamente una familia ). Además, se suma el sentimiento de “desprotección” vinculado en las entrevistas con la inestabilidad laboral y las nuevas relaciones de contratación o con el riesgo de perder “derechos” conquistados como las vacaciones o la indemnización ante despidos.

El testimonio que citamos, que corresponde a uno de los trabajadores de mayor edad que entrevistamos, se aproximó a la definición actual del trabajo con materiales históricos. Es decir, recuperó la historia desde el presente específico para equiparar la subsistencia y la precarización con procesos característicos de la etapa pre-peronista. En otras palabras, ancló su percepción sobre las características presentes del trabajo y los trabajadores en el “pasado del pasado”.

Notas

1 El índice 17.4 es significativo si tenemos en cuenta que en noviembre de 1985 era de 4.9 y en octubre de 1990 de 6.

2 Según el capítulo XIV del Convenio Colectivo de Trabajo Metalúrgico del año 1975, quedan comprendidos en la rama no-ferrosa los establecimientos y el personal cuya actividad consiste en la transformación de los metales no-ferrosos (cobre, aluminio, etc. y sus aleaciones): “(...)por fusión, extrusión, laminación, prensado, estampado, trefilado, soldado, maquinado y cualquier otro proceso que produzca elementos metálicos no ferroso y/o mixtos elaborados y/o semielaborados y finales, como así también los tendidos, montaje, empalme, armado de piezas, partes y repuestos.”

3 Para mayores datos sobre el grupo económico al que nos referimos en el artículo puede consultarse el diario Clarín del día 22/09/1994.

4 El contrato de trabajo-formación es un tipo de contrato de aprendizaje estipulado en la Ley de Empleo 24.013/91 y en la Ley 25.013/98. Pueden acceder a este contrato jóvenes entre 15 y 24 años con una duración mínima de cuatro meses y máxima de dos años. Los empleadores se benefician con la exención del pago de las contribuciones patronales al sistema de seguridad social. Este tipo de contratos, según el Informe de Coyuntura Laboral elaborado por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social en mayo de 1998, habían afectado hasta diciembre de 1997 a 29.493 personas en todo el país.

5 A partir de la difusión de estos textos, los estudios antropológicos sobre el trabajo se centraron en el concepto de cultura obrera, sobre todo en la década de 1980. Los debates sobre este concepto y sobre el de cultura del trabajo que se utiliza actualmente se desarrollaron extensamente en Manzano (2000).

6 Según Grimberg et all. (1998), el concepto “trayectoria de vida” apunta a captar hitos significativos de la vida de un sujeto relacionados con áreas estratégicas de la práctica social. En nuestro caso reconstruimos, a partir de las entrevistas, momentos significativos de la trayectoria laboral.

7 Citamos las entrevistas utilizando la inicial del trabajador entrevistado. La primera vez que citemos al entrevistado indicaremos sus datos, en sucesivas citas solo señalamos la inicial. La antigüedad de los trabajadores está calculada al año 1998.

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