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Cuadernos de antropología social

versão On-line ISSN 1850-275X

Cuad. antropol. soc.  n.20 Buenos Aires jul./dez. 2004

 

La Producción del Conocimiento Antropológico-Social en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional del Litoral, entre 1956-1966. Vínculos y relaciones nacionales

Edgardo Garbulsky*

* Profesor Titular y Secretario de Relaciones del Centro de Estudios sobre la Diversidad Cultural. Escuela de Antropología, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario. Correo electrónico: egarbul@agatha.unr.edu.ar.

Fecha de realización: julio 2004. Fecha de entrega: agosto de 2004. Fecha de aprobación: diciembre de 2004.

Resumen

   Este artículo es parte de una línea de trabajo sobre la historia de la antropología argentina, prefigurado en reflexiones planteadas hace más de 30 años (Garbulsky, 1972) y desarrolladas especialmente a partir de 1990. Se trata de un aspecto de la configuración de la Antropología Sociocultural en la Argentina, en nuestro marco regional. La creación del Instituto de Antropología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional del Litoral genera, a partir de la dirección del Dr. Alberto Rex González, la formación de equipos de investigación en el campo de la arqueología del Noroeste Argentino, y la reforma de los planes de estudio de la carrera de Historia, en la que se incluyó una Orientación en Antropología. Ambas vertientes constituyen la base inicial de la formación de una comunidad científica, que se desarrolla dentro de un proceso de profesionalización de las ciencias sociales y de la antropología en particular, no sólo en Argentina sino también en América Latina. Se considerarán: la relación entre el contexto nacional y el local, los enfoques existentes en dos programas de investigación antropológico-social patrocinados por el Instituto, las características de la formación académica y las consecuencias en la comunidad del golpe de estado de 1966 y sus derivaciones en el nivel universitario.

Palabras clave: Producción del conocimiento antropológico-social; Relaciones nacionales.

Abstract

   The present paper is part of my line of work on the history of Argentine Anthropology, based on my reflections put forward over thirty years ago and further developed since 1990. This paper discusses an aspect of the configuration of Argentine Sociocultural Anthropology in our own region. The creation of the Institute of Anthropology at the Faculty of Philosophy and Arts of the National University at the Litoral generates —under the direction of Alberto Rex González, PhD— the formation of research teams in the field of Archaeology in the North West of Argentina, and the reform of syllables in History studies to include an orientation in Anthropology. Both these aspects make up the basis of the formation of a scientific community which has evolved into a process of profesionalization of the Social Sciences an particularly of Anthropology, not only in Argentina but also in the whole of Latin America. We discuss: The relationship between the national and the local context: the approaches existing in the two socio-anthropological research programs supported by the Institute, the characteristics of academic education, and the consequences of the military coup in our community and its results at universitary level.

Key words: Production of socio-anthropological knowledge; National relationships.

Introducción

   En el presente trabajo expondremos algunas reflexiones que son parte de una serie de investigaciones acerca de la historia de la antropología argentina, prefiguradas en cuestiones planteadas hace más de 30 años (Garbulsky, 1972) y desarrolladas especialmente a partir de 1990, que me llevaron a proponer un plan de tesis doctoral (en curso) en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario, bajo la dirección del Dr. Víctor Núñez Regueiro, titulado "La antropología en Rosario (1956-1966). De la construcción de una comunidad científica hasta la noche de los bastones largos".

   Entre los años 50 y 60, tanto en nuestro país como en el conjunto de América Latina, se desarrolla un proceso de profesionalización de las ciencias sociales y especialmente de la antropología (Anuario Indigenista, 1967; Cardoso de Oliveira, 1988; Garbulsky, 1991-92). En nuestro medio, podemos señalar algunos hitos:

   a) En 1948 se crea la entonces Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional del Litoral, con las carreras de Historia, Filosofía y Letras, en Rosario, y Ciencias de la Educación en Paraná.

   b) El 13 de septiembre de 1951 se dicta una resolución por la que se crea el Instituto de Antropología, el que recién entra en funcionamiento el 28 de abril de 1952 con la designación de su primer director, el Prof. Antonio Serrano. A raíz de su renuncia, el 21 de junio de 1954 es reemplazado por el Dr. Alberto Rex González.

   c) En 1957 se reforma del plan de estudios de la carrera de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional del Litoral, el que entra en vigencia en el año 1959; con la generación de la orientación "antropología", esta reforma promovió la formación académica de cuadros universitarios en la disciplina. La generación de la orientación contó con el aporte de Alberto Rex González y de egresados y alumnos que participaron en la elaboración de la reforma.

   Como señalara Alberto Rex González, en ese mismo año:

"Sólo muy recientemente se ha establecido la Antropología como carrera regular con cursos de cuatro o cinco años. Ya se han creado estos cursos en La Plata, Buenos Aires y, simultáneamente, se lo ha hecho en Rosario. De esas escuelas saldrán los futuros antropólogos argentinos, dotados de la preparación necesaria para poder encarar debidamente los cientos de problemas de investigación que estas ciencias ofrecen en nuestro país. Algunas de las ramas modernas de la antropología son casi desconocidas entre nosotros. Entre ellas la Antropología Social. Sin embargo, el campo de investigación es enorme. Baste recordar las poblaciones bilingües de Santiago del Estero con interesantísimos procesos de aculturación en pleno desarrollo. Lo mismo que las poblaciones de Corrientes, o de escondidos rincones puneños, como Laguna Blanca, Pastos Grandes, etc." (González, 1959: 7-8).

   d) La creación de la primera cátedra de Antropología Cultural en el país.

   e) El desarrollo de investigaciones en los campos de la arqueología, y el inicio de los trabajos de investigación en antropología sociocultural y etnografía (Antognazzi et al, 1968a, 1968b; Beyhaut et al, 1960; Garbulsky, 1965, 1991-92; 2000; Garbulsky, Esparrica y Magnano, 1993; Garbulsky y Geromini, 1996; González, 1959; 1967; Krapovickas et al, 1969 ms; Meister, Petruzzi y Sonzogni, 1963; Petruzzi,1959, 1962, 1965).

   f) Fuerte participación del núcleo de estudiantes y graduados en la generación y efectivización de actividades colectivas en el nivel nacional, que rompieron el marco de aislamiento en que se encontraban los investigadores argentinos en esa época, como el I Congreso Nacional de Estudiantes de Antropología (Rosario, 1961) y la I Convención nacional de Antropología (1ra parte, Carlos Paz, Córdoba, 1964, y 2da parte, Resistencia, Chaco, 1965).

   g) Estas actividades colectivas tuvieron como resultado la generación de asociaciones estudiantiles en el nivel regional y nacional, y de asociaciones científicas (en nuestro caso, la Asociación Antropológica del Litoral), así como la construcción de redes de relaciones entre los entonces recientes graduados de las carreras antropológicas.

   El golpe de estado de junio de 1966 lleva a Onganía a la presidencia de facto del país e implica para la Universidad argentina la pérdida de su autonomía y la agresión física a sus integrantes. Esto llevó a la mayoría de los profesores, docentes auxiliares, ayudantes graduados en investigación y auxiliares alumnos a renunciar a sus cargos en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional del Litoral e implicó un verdadero corte, una discontinuidad, en la comunidad científica local, (Garbulsky, 1991-92).

Sobre el enfoque y el contexto

   Bourdieu señaló con acierto: "La historia social de las ciencias sociales no es una especialidad entre otras. Es el instrumento privilegiado de la reflexividad crítica, condición imperativa de la lucidez colectiva y también individual.." Y agrega que ésta no se justifica sino en cuanto ".. llega a actualizar los presupuestos que están inscritos en el principio mismo de las empresas científicas del pasado y que perpetra, frecuentemente en estado implícito, la herencia científica colectiva, problemas, conceptos, métodos o técnicas" (Bourdieu, 1999: 111). Esta perspectiva está incluida en investigaciones recientes de la historia de la ciencia en países de América Latina, donde "desde las distintas formaciones disciplinarias se abandonan los marcos socialmente aceptados y se inicia la aventura del tiempo que fue, del pasado y, en algún caso, hasta se dibuja la sociedad que el autor quiere" (Gallegos Téllez Rojo, 1999: 140).

   A partir de la instauración de la democracia en 1983, se ha desarrollado una línea importante de trabajos en el campo de la historia de nuestra disciplina. Sin embargo, en lo que a la antropología social se refiere encontramos, o bien versiones de negación del desarrollo de la antropología social, como en el caso del Centro Argentino de Etnología Americana (CAEA), o de circunscripción al contexto metropolitano (Guber y Visacovsky, 2002).

Contexto rosarino, contexto nacional

   Es con posterioridad a la denominada Revolución Libertadora cuando el Instituto comienza a cobrar importancia, a desarrollar un crecimiento interno, a formar cuadros científicos antes de la creación de la orientación "Antropología" en la carrera de Historia.

   Se debe profundizar más cuáles fueron las características de este período en el desarrollo de la universidad argentina y en especial de las ciencias sociales. El movimiento estudiantil, que había apoyado en forma mayoritaria el levantamiento militar de septiembre del 55, obtuvo la autonomía de las casas de altos estudios y su participación en el gobierno de las mismas. Conjuntamente con éste jugaron un rol los graduados, fundamentalmente de extracción socialista, anarquista y radical, en la constitución de las nuevas relaciones de poder en la universidad.

   En la Universidad Nacional del Litoral los delegados interventores generaron profundos cambios en la composición del cuerpo docente. Se efectuaron concursos de antecedentes y oposición, con jurados integrados por intelectuales frontalmente opositores al régimen peronista. Se aplicaron normas discriminatorias para aquellos docentes que habían participado en la Universidad entre 1946 y 1955. Estas discriminaciones, en la práctica, se dosificaron de manera diferente en las distintas facultades. En la nuestra se manejaron con relativa discreción. Ello explica la continuidad del Dr. Alberto Rex González, quien pudo desarrollar una importante labor de formación de equipos de estudiantes y graduados en ese entonces.

   En abril de 1958 se efectúan las excavaciones en la zona del Alamito (Provincia de Catamarca). Es la primera vez en la Argentina que un arqueólogo, el Dr. González, diseña y dirige un proceso de investigación que incluye la participación en el trabajo de campo de un equipo (numeroso para la época) de estudiantes y graduados de historia. Este trabajo continuó en febrero-marzo de 1959, bajo la coordinación de Susana Petruzzi (Núñez Regueiro, 1998; Petruzzi, 1959: 293-303).

   Este grupo constituye la base fundacional de la antropología profesional en nuestro medio. El trabajo de campo estaba complementado por seminarios específicos tendientes a la formación para el análisis de la región a trabajar y con la labor en el laboratorio y la discusión sobre los "hallazgos" en el terreno, discusión que ya se efectuaba en las noches posteriores a las excavaciones.

   La formación de los equipos era heterogénea en cuanto a edades, preparación previa e intereses. Cuando a fines de 1957 González deja la facultad para hacer su doctorado en Estados Unidos, este equipo sigue trabajando en una forma paulatinamente más autónoma, y comienzan a diferenciarse problemáticas concretas y orientaciones que trascienden el campo de la arqueología.

   Pero el cambio de docentes también tuvo características específicas en una universidad cuyo costado rosarino no se había caracterizado por el fomento de la investigación en las ciencias sociales y humanas. Varias cátedras de la Facultad fueron ocupadas por jóvenes graduados de la UBA cuya trayectoria posterior fue de relevancia en la constitución y desarrollo del "campo intelectual". Pueden señalarse ente ellos a los integrantes del Grupo Contorno como Tulio Halperín Donghi, Ramón Alcalde y Adolfo Prieto; a exiliados del franquismo como Nicolás Sánchez Albornoz, y a arquitectos vinculados a investigaciones sociológicas empíricas como Jorge Goldemberg y Cesar Wapñarsky (Garbulsky y Geromini, 1996). En ese período, también aportan en la formación el historiador uruguayo Gustavo Beyhaut y, posteriormente, Sergio Bagú, tanto en su especialidad americana colonial como en un enfoque renovador de la asignatura "Introducción a las Ciencias del Hombre" frente al sesgo de una introducción tradicional a las ciencias antropológicas, y el Dr. Alberto Pla.

   En el seno de la Universidad se dan también cambios importantes en la orientación de estudios sociales y económicos en diversos campos. En este sentido, deben destacarse las investigaciones generadas desde el Instituto de Planeamiento Regional y Urbano de la Universidad Nacional del Litoral, dirigido entre 1963 y 1965 por el Arquitecto Jorge E. Hardoy, y los desarrollos en la Facultad de Ciencias Económicas, especialmente a través de los trabajos de Samuel Gorbán y Alejandro Rofman.

   Por nuestra parte, consideramos que en el período que nos ocupa coexiste una tensión de fuerzas entre diversos sectores en pugna: conservadores antimodernizantes, pragmáticos modernistas, y un movimiento —expresado tanto por graduados y estudiantes— que se plantea generar una antropología con perspectivas nacionales y latinoamericanas. Movimiento en un comienzo confuso, pero que cristalizará y se desarrollará entre mediados de los sesenta y la primera parte de los setenta.

   Así Susana Petruzzi, que fuera la primera profesora titular de Antropología Cultural en Rosario —la primera cátedra creada en el país—, señalaba que:

"... creemos necesario (...) insistir en la obligación de estructurar en una totalidad organizada, el planteamiento de los problemas de la realidad argentina. La apertura hacia el conocimiento de los problemas concretos de la comunidad en que vivimos implica la asunción de un sentido de responsabilidad que debe impregnar tanto al científico, como también al hombre cotidiano conectado a las exigencias de su vida y de su tiempo". (Petruzzi, 1965: 51).(1)

   Eduardo Menéndez, en una sintética y medulosa carta dirigida a Actualidad Antropológica, señaló claramente los obstáculos al desenvolvimiento de la antropología social y sociocultural, e hizo asimismo una reseña de la producción, con un sentido crítico. Atribuye el tardío desarrollo de la antropología social en la Argentina, entre otros factores:

"... al temprano y dominante desarrollo de las orientaciones geotemporales, sobre las históricas y estructurales que dieron lugar a un desproporcionado crecimiento de las disciplinas arqueológicas en detrimento de las otras ciencias socioculturales. Esta situación favoreció la incorporación de determinadas corrientes teóricas, en especial las constituidas en Alemania y secundariamente en Francia e Italia entre 1900 y 1930 (histórico-culturales, morfo-culturales, fenomenológicas), que condujeron excluyentemente a abordar ciertos objetos y problemáticas, que marginalizaron los que ulteriormente constituyeron los objetos de la Antropología Social. Creemos que el elemento más deformador fue el que privilegió una perspectiva reconstructiva y universalista, a través de la elección de problemáticas que eran calcadas de las propuestas en los centros científicos metropolitanos, pero que muy poco tenían que ver con las problemáticas a establecer desde una perspectiva nacional y latinoamericana" (Menéndez, 1968:  48).

   Luego de señalar el antecedente de trabajos cercanos a la disciplina y el papel de las investigaciones efectuadas por figuras extranjeras de calidad como Métraux, Gusinde y Henry (las que en su momento tuvieron poca repercusión local), el autor marca como un hito significativo en el desarrollo de la misma el que se constituye a partir de 1958, que conjuga una crítica a las orientaciones tradicionales y una perspectiva de trabajo enfocada no sólo a los grupos marginales y que incluye tanto las áreas urbanas como rurales.

   Menéndez enumera una serie de trabajos en los que participaron investigadores de las universidades de Buenos Aires, del Litoral y de Córdoba, y que incluyen, entre otros, los aportes de María Luisa Arocena, Santiago Bilbao, José Cruz, Miguel H. González, Ursula Hellwig, Esther Hermitte, Mirtha Lischetti, María Rosa Neufeld, Susana Petruzzi, Hugo Ratier, y el mismo Menéndez, imbuidas en el tratamiento:

"... de problemas y objetivos centrados en el aquí y ahora, con una perspectiva regional o/y nacional y una dimensión etnohistórica, frente a la perspectiva geotemporal y universalista de las corrientes anteriores; una mayor concientización de la perspectiva científica frente al impresionismo y personalismo tradicionales; la proyección de la disciplina sobre grupos no solamente marginales, sino integrados y participantes en áreas regionales y nacionales y el paulatino acceso a la antropología urbana, lo cual implica la superación del tradicional y deformador planteo comunitario-aislado" (Menéndez, 1968: 50).(2)

   La cuestión del posicionamiento del investigador tiene un gran peso en el imaginario de los actores que devenía de momentos anteriores, donde el compromiso incluía a un pueblo como protagonista, que reconoce líderes, y a un lugar en el proceso, al que se entiende como "revolucionario", de los científicos sociales. Este imaginario resulta clave en muchos investigadores fuera de Rosario. Así, Miguel Ángel Palermo se refiere a esta etapa:

"... denominada como el antropólogo comprometido con su historia (..) y creo que es una denominación bastante acertada" (Colegio de Graduados en Antropología, 1989: 45).

   Ese "optimismo histórico" y la noción de "compromiso" o "comprometimiento" —palabra "inventada" por José Cruz, primer egresado de la orientación antropología en la UNL a mediados de la década del 60— planeaba en el horizonte precisamente de esa generación (Aznar, 1968; Neufeld en Colegio de Graduados en Antropología, 1989: 67).

La investigación antropológica social. El Estudio del Área del Valle de Santa María

   En 1958, la dirección del Instituto de Antropología pasa al Dr. Eduardo Cigliano, cuyos intereses profesionales en arqueología estaban focalizados en el valle del río Santa María. El contacto con este medio en las expediciones arqueológicas comienza a generar la idea de realizar investigaciones donde se conjugara el proceso de vincular el presente y el pasado, concibiendo primeramente el estudio a través de una trama integral que incluyera a la arqueología, la historia y la antropología. Desde el punto de vista teórico, este enfoque recibe la marcada influencia de la teoría de estudio de áreas, de raigambre en la antropología norteamericana. Ya los arqueólogos estadounidenses habían trabajado este enfoque, incluso en el noroeste argentino, siendo pionero el estudio de Wendell Bennett (1948) que inspirara muchas de las ideas de González en cuanto a un enfoque en profundidad de la arqueología del NOA, enfrentada a la perspectiva de la arqueología entonces dominante. Pero el autor que influencia realmente el proyecto es Julian Steward, quien había realizado por encargo de la OEA un estudio similar en Puerto Rico y elabora su clásico texto (Steward, 1955). A ello se suma la influencia indudable de la tesis sobre el "cambio social", terminología de moda con gran peso en la sociología y la antropología académica de la época, donde el sesgo de las teorías desarrollistas se une a una concepción dicotómica entre sociedad tradicional y sociedad moderna, tan clásicamente expresada en los trabajos de Robert Redfield. Son muy sugerentes las críticas a los enfoques predominantes al respecto del sociólogo Juan F. Marsal (1967). Recientemente, Pablo Perazzi hizo un concienzudo rastreo del desarrollo de los estudios de área en los Estados Unidos (Perazzi, 2003).

   En septiembre de 1960 se concreta un proyecto impulsado por los institutos de Antropología y de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras, para un estudio de área en dicho valle. Equipos de investigación de arqueología, historia y antropología social, comprometieron su participación en una propuesta orientada a problematizar diferentes aspectos de la realidad sociocultural. Como a través de la discusión crítica de los grupos no se produjo una articulación necesaria para realizar acciones coordinadas y conjuntas, se convino que cada disciplina seleccionara problemáticas específicas, enunciara sus objetivos y formulara sus hipótesis, por un lado, y por el otro se elaborara una estrategia de gestión grupal en torno al entrecruzamiento de conocimientos, tomando como temas aglutinantes el análisis demográfico, el régimen de propiedad y de riego, y las comunicaciones.

   En 1996, con la colaboración de Graciela Geromini, centramos nuestro análisis en el programa de investigación antropológico-social, conjugando el trabajo sobre las fuentes bibliográficas, con entrevistas a varias de las participantes, en ocasión de un seminario de grado efectuado en 1995 sobre temas de historia de la antropología argentina.

   El estudio "vallista" contó con la presencia de sociólogos como el suizo Albert Meister, el argentino Torcuato Di Tella y el ocasional visitante norteamericano Kalman Silvert, de la Fundación Ford. Esto imprimió una tensión entre unas perspectivas antropológicas con orientación culturalista, y una sociología del desarrollo. Tensión similar se estaba produciendo en la formación de los historiadores, donde la influencia hegemónica de Braudel y la escuela de los Anales se combinaba con las teorías económicas de W. W. Rostow, economista y asesor del presidente Kennedy. Es la época de la "Alianza para el Progreso".

   Especialmente la labor de Meister dentro del proyecto estuvo destinada a reproducir los procesos de cambio de acuerdo a su experiencia en otros sitios. Se trataba, en definitiva, de la aplicación mecánica de un diseño de investigación experimentado en lugares con realidades sociales completamente diferentes (Pocitos en la Provincia de San Juan, Yugoslavia, Israel). Sobre el trabajo de Pocitos recogimos un primer informe, publicado por el Departamento de Sociología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) (Meister et al, 1962).

   En ese texto, Meister hace referencia a una sociología del cambio social, a la resistencia al cambio, etc. Se trata de un trabajo encomendado por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), de manera que la selección de la comunidad a estudiar estuvo determinada por dicho organismo. En un momento de establecimiento de relaciones directas entre los cientistas sociales y los organismos de programación y ejecución de políticas públicas, la concepción de "resistencia al cambio" englobaba un sentido peyorativo, atrasado y pasivo del sujeto de cambio, como bien lo señalara Guebel (1996: 87-88).

   Unos años después, precisamente en 1966, una comunicación de Petruzzi y Sonzogni al XXXVII Congreso Internacional de Americanistas critica esta metodología, que —como dijera la primera de las nombradas— estaba "un poco impuesta desde afuera en un medio que tenía otras características totalmente distintas" (Garbulsky et al, 1993: 101).

   El trabajo se orientaba al estudio de los procesos de cambio social en el valle en relación con la estructura socioeconómica del medio, y de las formas de vida y pensamiento del grupo que vive en él. En la dinámica de este proceso, las consideraciones básicas se orientaban a una mirada donde la industrialización, las migraciones, el mejoramiento de los niveles de vida y el aumento de los medios de comunicación (entre otros), transforman las pautas de vida y pensamiento tradicionales, emergiendo nuevas formas o provocando resistencia o rechazos a estos procesos. La investigación abarcaba no sólo las transformaciones en los comportamientos y actitudes del grupo vallista, sino también las instituciones que lo contienen. En esta línea argumental se planteaba la hipótesis general de la investigación en los siguientes términos:

"Considera las correlaciones entre la actitud hacia el cambio social y el grado de aislamiento respecto a los centros urbanos del Valle y las categorías ocupacionales en las comunidades seleccionadas" (Petruzzi, 1962: 483).

   El plan de trabajo incluía, entre otros, criterios de selección de comunidades y grupos, fenómenos de movilidad profesional y geográfica, análisis de las relaciones entre el estudio sociológico y el antropológico del cambio social, para lo cual se dispuso que los centros urbanos (Santa María y Cafayate) fueran abordados con criterios sociológicos y las comunidades rurales mediante un diseño antropológico. Se plantearon cuatro etapas de trabajo: preparatoria de recolección de datos, formulación de hipótesis, entrenamiento de equipos y trabajo de campo, y análisis de los datos.

   Para el trabajo de campo se elaboró y aplicó una encuesta que contenía los temas de interés. Éstos abarcaban un amplio espectro de preguntas, agrupadas en relación con los cambios en el trabajo, en la familia, en las relaciones informales, en la percepción de la sociedad, aspiraciones, creencias, etc. A este cuestionario, que contenía cerca de 200 preguntas, se agregó como instrumento de investigación una cédula escrita y la libreta de campo.

   Esta modalidad investigativa adquiere pertinencia en relación con la orientación y el marco conceptual en que se realizó el acercamiento a la realidad santamariana: ¿antropológica-social? ¿sociológica? o ¿un "mixture" de ambas? Precisamente ésta es una cuestión sustancial que abre la posibilidad de reflexión crítica, ya que las investigaciones en antropología social, luego de los ajustes en la formulación de su hipótesis principal, tuvieron un cambio de mirada. Articulada su metodología con la recolección de información y el tratamiento de los datos propios de la sociología, y en relación muy estrecha con esa base común referida a los procesos de cambio, la significación de su práctica quedó desdibujada. Un breve repaso de la encuesta utilizada, la aplicación de técnicas y la selección de temas así lo evidencian.

   El abordaje de este punto debe tener en cuenta el encuadre espacio-temporal del mismo, a fin de evitar una visión parcializada de las condiciones concretas y de la experiencia misma del proyecto. Una de nuestras entrevistadas, Elda Insua, destacaba la importancia de un análisis del "clima de la época" para clarificar la forma en que se articula la universidad al interior de estas prácticas. Destaca que el período encuentra a una universidad normalizada. Las nuevas autoridades oxigenan el ámbito académico; jóvenes universitarios que habían tenido un fuerte desempeño en el plano político como estudiantes, promueven el conocimiento de nuevas corrientes de pensamiento en un marco de creatividad intelectual y compromiso político. Se estimula el desarrollo científico, se impulsan programas de extensión universitaria, se introducen nuevas metodologías. Otra de nuestras entrevistadas, U. Hellwig, agregó que las influencias de la sociología implicaban exigencias de rigidez en la medición de datos y esto es lo que se hacía en el campo en relación con el uso de las técnicas. Sin embargo, señaló que el trabajo realizado no dejó de lado la perspectiva antropológica ni las técnicas propias de la disciplina (Garbulsky y Geromini, 1996).

   Además de los trabajos centrales, tenemos que señalar que otros integrantes del equipo, como Irma Antognazzi y Martha Alessio, efectuaron comunicaciones al XXXVII Congreso Internacional de Americanistas (Actualidad Antropológica, 1967: 8).

Otras investigaciones: Los toba del Chaco

   En el Instituto de Antropología de Rosario, este período se caracteriza por ser muy rico en cuanto a la penetración y producción de nuevos enfoques teóricos. Tanto Alberto Rex González como Pedro Krapovickas fueron permeables a la introducción de problemáticas y líneas de pensamiento poco desarrolladas hasta el momento, y de campos disciplinares que si bien se diferenciaban de sus intereses de investigación en la arqueología, consideraban de relevancia para el desenvolvimiento de las disciplinas antropológicas, en su aporte al conocimiento de la realidad regional, nacional y latinoamericana. Se formaron investigadores de gran calidad intelectual. El apoyo de Alberto Rex González a la antropología social en nuestro país está reconocido en los trabajos de Hugo Ratier y Roberto Ringuelet (Ratier, 1998; Ringuelet, 1998). El primero señaló:

"… Alberto Rex González, arqueólogo, influyó enormemente en favor de la antropología social. Neo-evolucionista, alumno en Columbia de Steward, Leslie White, Kroeber, Ruth Benedict, supo formar un grupo de discípulos que actuó en Córdoba, Rosario —donde sería creada en 1968, una licenciatura en Antropología— y La Plata, a quienes apoyó y asistió en todo momento" (Ratier, 1993: 15).

   Fue precisamente durante la dirección de Pedro Krapovickas que se estimuló el desarrollo del estudio titulado "El proceso de aculturación de las comunidades tobas de la provincia del Chaco", realizado por un equipo de jóvenes graduados de la orientación (Irma Antognazzi, Rosa Di Franco, Beatriz Núñez Regueiro, Elsie Laurino, Nélida Magnano, José Luis Najenson y el autor de estas líneas).

   El informe preliminar estuvo en prensa para la publicación del Nº 2 de la Revista del Instituto, pero la intervención a la Universidad en 1966 de y la renuncia del Dr. Krapovickas y de la mayoría de los docentes e investigadores del Instituto, hizo que las autoridades designadas suspendieran la publicación y devolvieran los originales a los autores, por lo que el trabajo fue publicado en Chile en 1968 (Antognazzi et al, 1968b: 86).

   La labor del equipo continuó después de las renuncias, con un subsidio del CONICET, pero con la ausencia de algunos de nosotros por haber emigrado al exterior (Krapovickas et al, 1969).

   Debemos señalar que el trabajo estuvo enmarcado en el enfoque de los estudios sobre aculturación. Si bien en algún momento, influenciados por las ideas de Aguirre Beltrán, pusimos de relieve los procesos de dominación y explotación (Garbulsky, 1965), y en el enfoque se hizo hincapié en que debía entenderse "en relación con los elementos que configuran la estructura socioeconómica de la región, desde un marco nacional y con una profundidad histórica" (Antognazzi et al, 1968b: 70), no se prestó ninguna atención a las categorías relacionadas con los procesos y relaciones interétnicas, y la correlación entre estos procesos y las relaciones de clase. Otro obstáculo metodológico fue la adscripción a las tesis del continuum folk-urbano de Redfield.

"Este estudio intentará (...) ubicar las distintas comunidades en el supuesto continuo que se extendería entre esos extremos: la cultura indígena pura, por un lado, y los grupos totalmente asimilados a la cultura nacional, por el otro. En el área estudiada no aparecen estos extremos que sólo son teóricos. La cultura indígena pura no existe; todos los grupos han tenido contacto en mayor o menor medida con la cultura nacional. El otro extremo tampoco lo hallamos, a pesar de que hay grupos muy aculturados (hasta acriollados, podría decirse) no se han asimilado. La integración no se logra tampoco, porque hay una situación conflictiva y un prejuicio étnico hacia el indio: indolente, sucio, haragán, que sirve para justificar la subordinación económica de que es objeto" (Antognazzi et al, 1968b: 73).

   Ello incide en la óptica con que se hace la tipología de los agrupamientos analizados en la etapa de prospección, como en los indicadores y guías elaboradas para el trabajo en profundidad en la comunidad de Fortín Lavalle.

Algunas consideraciones con respecto a la formación y los enfoques

   La orientación fundamental en Rosario distaba bastante de lo que se consideraba hegemónico en la UBA. En ésta se puede marcar la hegemonía de los enfoques de la denominada "escuela histórico-cultural", aunque consideramos con justicia que el núcleo de profesores era heterogéneo. Pero se trataba de un núcleo cerrado, y aun en sus vertientes liberales tributaban mucho a criterios tradicionales en el plano teórico.

   Susana Petruzzi recuerda la influencia que tuvo Esther Hermitte en el desarrollo de sus primeros trabajos de campo en antropología social, en la faja costera de Pueblo Nuevo y Remanso Valerio (1958-59), trabajos vinculados con una investigación sociológica auspiciada por el Instituto Libre de Estudios Superiores y dirigida por el Arq. Jorge Goldemberg, director entonces del Instituto de Sociología de la Facultad. Este fue uno de los trabajos que estaba en prensa en la Revista del Instituto cuando se intervinieron las Universidades Nacionales (Garbulsky et al, 1993).

   Se puede reconocer en Petruzzi la influencia de los antropólogos norteamericanos y británicos, tanto en la asignatura "Antropología Cultural" como en su participación en el Seminario de Técnicas de la Investigación —compartido con arqueólogos y bioantropológos. En el año 1965 introduce en la enseñanza el estructuralismo de Lévi-Strauss, excluido de la formación oficial en la UBA.

   Debemos destacar también la influencia de las corrientes historiográficas francesas, como por ejemplo la Escuela de los Anales. En las asignaturas de Historia Americana se tuvo contacto con análisis que incluían el estudio en profundidad de las estructuras económico-sociales, especialmente a través de las orientaciones de Gustavo Beyhaut y Sergio Bagú.

   También es indudable el papel que los procesos latinoamericanos tuvieron en la joven generación y en buena parte de sus maestros.

El golpe de 1966 y un punto serio de ruptura

   En la valoración del proceso iniciado en 1956, debe destacarse que el logro de la autonomía universitaria implicó un desarrollo contradictorio en la misma universidad. Por una parte, llevó a un importante proceso de democratización interna —no sin limitaciones— y a la incorporación de la misma a un proceso de modernización y desarrollo, unido al impacto de la revolución científico-técnica. Las inestabilidades del proceso político argentino en esos años (la acción del frondizismo a favor de las universidades privadas, los conflictos con los trabajadores, la perpetuación de la ilegalidad del peronismo y de otros grupos políticos, su política económica, su derrocamiento, luego el gobierno del Dr. Illia, etc., siempre con los latentes pronunciamientos militares) encontró una universidad que abrió su tribuna para el debate de los problemas nacionales y mundiales. Fue calificada por sectores reaccionarios como marxista, y la exigencia de su intervención se dio también durante el gobierno de este último.

   El gobierno de facto de Onganía, con el apoyo de los sectores hegemónicos de la Iglesia, intervino las universidades nacionales y eliminó el co-gobierno. Hubo una fuerte reacción estudiantil y una digna actitud de la mayoría de los rectores, que se negaron a ser administradores del facto. Ello fue seguido por un importante número de renuncias de docentes universitarios. En el caso de las nacientes ciencias antropológicas también se dieron cesantías de colegas, como en la Universidad Nacional de Córdoba donde había algunos antropólogos formados en Rosario.

   En la Universidad Nacional del Litoral, fue en la Facultad de Filosofía y Letras donde la reacción a través de las renuncias por parte de los docentes e investigadores se dio con mayor envergadura. Varios de los actores de la época exponen una autocrítica al respecto, pero no podemos sino destacar la dignidad que implicó esa actitud.

   Las consecuencias del onganiato implicaron, en la práctica, la fragmentación de una comunidad en desarrollo, la dispersión de sus cuadros científicos y el desaliento de un importante número de graduados que orientaron sus actividades a los campos de la enseñanza media y terciaria. Otros tomamos el camino de la emigración.

Notas

1) Podemos recordar los debates promovidos por los jóvenes graduados en la I Convención Nacional de Antropología (2da parte, Resistencia, 1965) con Cáceres Freyre, en relación con la problemática de la aculturación y sus concepciones sobre la comunidad folk. En esa Convención, el Ministro del Interior del Dr. Illia lanza el proyecto del I Censo Indígena Nacional.

2) Las relaciones de Eduardo Menéndez con la antropología rosarina son bastante estrechas, especialmente a través del trabajo conjunto en el ámbito del Instituto de Planeamiento Regional y Urbano. Dicho Instituto desarrolló un extenso programa de estudios antropológico-sociales. Tenía un doble objetivo: completar la formación científica de los egresados en antropología e integrar los conocimientos de la antropología social a las tareas de planificación de esa institución en la provincia de Entre Ríos. Se efectuó un seminario de entrenamiento, a cargo del Dr. Rubén Reyna (Universidad de Pensilvania). El programa incluyó dos estudiantes norteamericanos y los egresados argentinos Arocena y Hellwig, de la UNL, y Renée Di Pardo y Eduardo Menéndez. En particular, los trabajos de Menéndez y Hellwig se relacionan con el proceso de asimilación de grupos de inmigrantes europeos (Hellwig al grupo étnico "ruso-alemán").

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