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Cuadernos de antropología social

versión On-line ISSN 1850-275X

Cuad. antropol. soc.  n.22 Buenos Aires jul./dic. 2005

 

Lomo de macho. Cuerpo, masculinidad y violencia de un grupo de simpatizantes del fútbol

José Antonio Garriga Zucal* 

* Licenciado en Ciencias Antropológicas (UBA). Magíster en Antropología Social (IDES-IDAES, UNSAM). Doctorando en Filosofía y Letras. Becario de doctorado de Conicet. Dirección electrónica: joseagarriga@yahoo.com.ar.

Fecha de realización: mayo de 2005. Fecha de entrega: julio de 2005. Fecha de aprobación: diciembre de 2005.

Resumen

En este trabajo analizaremos usos y representaciones corporales de los integrantes de una "hinchada" de fútbol, buscando reconstruir el modelo corporal de estos actores. Pelearse en un estadio contra parcialidades rivales, beber o consumir drogas prohibidas y concebir de forma positiva la gordura son prácticas y representaciones que constituyen a los hinchas y que conforman una particular idea de cuerpo. Estos parámetros forman y delinean una corporalidad que tiene vínculos directos con la masculinidad. Ésta se sustenta en usos y representaciones corporales; la prueba final de ser comprendido como un "verdadero hombre", un "macho", según los estándares del grupo, se concreta por intermedio del rol testimonial del cuerpo. Corporalidad y hombría son vehículos que posibilitan identificar a estos actores con determinados espacios sociales, distinguiéndose de aquellos cuyos usos y prácticas los ubican en las antípodas del mapa social.

Palabras clave: Violencia, Masculinidad, Identidad, Cuerpo, Fútbol

Abstract

In this work we will analyze the uses and corporal representations of a gang hooligans, seeking to reconstruct the corporal pattern of these actors. To fight in a stadium against rival gangs, to drink or to consume forbidden drugs and to conceive the obesity in a positive way are practices and representations that configure the hooligans and that form a particular idea of the body. These parameters outline a corporality that has direct links with the masculine identity. This is based on uses and corporal representations; the final test for being identified as a "true man", as a "male", according to the group standards, is by means of the body's testimonial role. Corporality and manliness are means that facilitate the identification of these actors with certain social spaces, being distinguished of those whose uses and practices locate them in the antipodes of the social map.

Key Words: Violence, Male, Identity, Body, Soccer

Hinchadas, violencia(s) y prestigio

Las "hinchadas" de fútbol tienen usos y representaciones corporales que las caracterizan y diferencian, reconstruiremos en estas páginas el modelo corporal que estos actores conciben como legítimo. Con tal objetivo, analizaremos la relación entre estos modelos de cuerpo, los ideales masculinos y las prácticas violentas que los identifican.

"La hinchada" es uno de los nombres nativos con que se identifican uno de los grupos organizados de espectadores que acompañan a un club de fútbol. Éstos son denominados "barras bravas" por el sentido común y los medios de prensa. No utilizaremos este término sino los nombres nativos: como "hinchada", "los pibes" o "la banda". Asimismo, nombraremos como hinchas a los miembros de dichos grupos diferenciándolos del resto de los espectadores.

Las "hinchadas", según sus concepciones, son los únicos espectadores que tienen tres cualidades distintivas que los diferencian y los aglutinan. La primera es la fidelidad. Estos simpatizantes afirman ser aquellos que a pesar de las condiciones desfavorables asisten a los partidos, sin importar si la adversidad tiene facetas deportivas o climáticas o de largas distancias. La segunda cualidad que los caracteriza es el fervor, según sus concepciones, son los únicos espectadores que durante todo el encuentro deportivo saltan y cantan, alentando a su equipo sin importar si éste pierde, gana o empata. La tercera particularidad que los define será ampliamente desarrollada en estas páginas, tiene que ver con las prácticas violentas. Los miembros de "la hinchada" consideran que ponen a disposición del honor del club sus saberes violentos para no ser ofendidos por los adversarios. "Los pibes" consideran que subyacente al encuentro futbolístico se dirimen cuestiones de honor y prestigio del club y de sus simpatizantes que sólo pueden debatirse en el plano de los enfrentamientos. Ramón, en una charla me decía: "no sabés las veces que yo me jugué la vida por Huracán". En esta frase relaciona el honor del club con la violencia y se muestra como actor en la defensa de la virtud de la institución.

Una primera etapa de investigación etnográfica fue realizada entre febrero de 1999 y junio del año 2000 entre los integrantes de "la hinchada" del Club Colegiales. Este grupo, que no supera los cien miembros, simpatiza en una pequeña institución, con menos de 500 socios, que milita en las categorías de ascenso del fútbol argentino. La sede deportiva y el estadio están localizados en el barrio de Munro a unos pocos kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, en el primer cordón del conurbano.

La segunda etapa fue realizada en el año 2004 cuando realicé un trabajo de campo entre los integrantes de "la hinchada" del Club Atlético Huracán. Ésta es una institución, fundada en 1908, ubicada en el barrio de Parque Patricios en la Ciudad de Buenos Aires. Huracán es uno de los clubes más reconocidos del fútbol argentino, actualmente milita en el nacional "B", pero su historia lo ubica entre los grandes de la primera "A", habiendo obtenido un título en esa categoría. Los simpatizantes de Huracán y la institución reclaman el sexto lugar entre los grandes del fútbol nacional; los cinco grandes son: Independiente, Racing, San Lorenzo, Boca y River.

Una pequeña descripción social de ambos grupos no puede obviar decir que ellos están formados por jóvenes de sexo masculino, pertenecientes a los estratos medios y bajos de la sociedad. "La banda" de Huracán es un grupo más numeroso que la de Colegiales, sin embargo, ambas tienen parámetros comunes al definir modelos corporales, señales de masculinidad y pertenencias identitarias.

La masculinidad y el cuerpo son dos importantes dispositivos sociales donde cada grupo social construye parámetros que delimitan la validez de prácticas y representaciones. A la delimitación de cuerpos, aceptados según los valores grupales, le subyacen formas de identificarse con determinados espacios sociales. La estructuración de cuerpos socialmente diferenciados identifica con un sector social y distingue de otros cuerpos sociales. Las suturas entre masculinidad y cuerpo, ensambles creativos e ingeniosos, nos permite pensar cómo se concibe la pertenencia social y las identidades en este grupo.

Cuerpo y masculinidad en las hinchadas de fútbol

Los integrantes de "la hinchada" poseen usos, representaciones y consumos que se distinguen de otros grupos sociales respecto al cuerpo. Connerton (1989) afirma que las prácticas y las conductas físicas están socialmente constituidas. No sólo las acciones corporales sino también las representaciones y las concepciones no son naturales sino construidas. Ciertas acciones y conductas grupales expresan identidades colectivas a través de las cuales se forma un "nosotros" diferente a un "ellos". Los usos, las prácticas y las representaciones del cuerpo delimitan la pertenencia social, identificando y distinguiendo a los iguales y a "los otros". Boltanski (1975) asevera que el cuerpo es un signo de la posición social y dice que tal vez sea el más importante de estos signos, ya que su significado simbólico no es percibido por los actores.

Bourdieu (1994) sostiene que los grupos sociales llevan a cabo usos y consumos diferenciados y diferenciadores del cuerpo, y que cada sector social posee una concepción corporal. El cuerpo, comúnmente concebido como natural, es en realidad una formación social que exhibe elementos de género, de clase, etc. En los inicios de la investigación aprecié movimientos corporales que parecían exagerados, pero con el tiempo entendí que eran habituales. En cierta ocasión, El Drin, enojado con un compañero, grita: "este pelotudo se toma dos vinos y se descontrola, me viene a apurar... lo mato!... lo mato!... Se cree que es Schawrzeneger, lo agarro y lo desfiguro". La gestualidad y corporalidad desbordante que acompañaba esta frase intentaba confirmar lo que se manifestaba oralmente. Él gritaba y se ponía de pie bruscamente, haciendo que se cayera la silla en la que estaba sentado, al levantar la silla la golpeaba contra el piso, enfatizando la parte del discurso en la que amenazaba matar a su amigo. Bourdieu (2000) señala, que la construcción social del cuerpo sostiene una correspondencia entre lo "físico" y lo "moral", ya que ciertas maneras de mover el cuerpo, el porte, el cuidado, expresan la naturaleza de las personas.

En los discursos de los simpatizantes del fútbol argentino, las canciones y relatos, encontramos un sinfín de elementos que están conectados con identidades masculinas. Los cantos e historias de "los pibes" expresan dimensiones de una competencia que tiene como objeto dirimir quién es en realidad hombre y quién no. Archetti (1985) sostiene que los simpatizantes argentinos son actores del espectáculo futbolístico, que a través de su acción no sólo ponen en juego el prestigio del club sino también la masculinidad de los participantes. Para este autor, el fútbol es un espacio estrictamente masculino, donde los hombres tratan de construir un orden y un mundo varonil (Archetti, 1985). Esta construcción de órdenes se transforma en discursos morales, estableciendo fronteras entre lo permitido y lo prohibido, entre los "atributos positivos y negativos de lo que idealmente se define como masculino" (Archetti, 1985); discursos morales que constituyen prácticas distintivas.

La masculinidad será investigada a lo largo del trabajo como parte de un estilo. Estilo que define un "nosotros" y un "ellos", a través de prácticas y representaciones distintivas. Así se prioriza el estudio de las relaciones con otros estilos masculinos, dando cuenta de dimensiones de poder y jerarquías dentro del mismo género (Rojo, 2001). Podemos de esta forma observar masculinidades hegemónicas y legítimas y otras construidas en forma alternativa a esos modelos dominantes.

Algunos autores afirman que en una misma sociedad conviven varias masculinidades que dialogan en posiciones asimétricas con una "masculinidad hegemónica" (Almeida, 1996 y Araujo, 2004), vinculada a la virilidad en el plano sexual. Otros investigadores han ido un poco más lejos y han afirmado que existe una "pluralidad de masculinidades hegemónicas" (Archetti, 2003) y que su hegemonía es producto de contextos y tiempos diversos. Badinter (1994) dice que en una sociedad existe una multiplicidad de modelos masculinos y que ellos tienen que ver con la clase, el grupo de edad, la etnia, etc.

Partimos del supuesto que este modelo masculino puede ser aceptado por todos los miembros de la hinchada pero eso no la hace hegemónica ni en el mismísimo contexto del fútbol; la ilegalidad de las prácticas válidas es la clave para entenderla como un estilo masculino alternativo que dialoga con lo hegemónico en una posición asimétrica de poder.

Es alternativa porque es perseguida por las fuerzas del orden por su ilegalidad y desaprobada socialmente por hacer de la violencia un valor positivo. Si estamos de acuerdo que no existe "un" modelo hegemónico podemos descontar que la violencia es la señal que desvaloriza y convierte a este estilo en subordinado o alternativo. Esta masculinidad alternativa está distante de otros estilos que reniegan de los elementos viriles (Álvarez, 2004 y Rojo, 2001), por el contrario, redoblan la apuesta viril llevándola al extremo.

Asimismo, no podemos dejar de mencionar que este estilo, que une cuerpo, virilidad y violencia se combina con otros. Los estilos tienen contextos de actuación, es decir que en una misma persona se yuxtaponen diferentes estilos (Cechetto, 2004). El estilo corporal violento es astutamente exhibido en ciertas ocasiones y en otras no; por ejemplo, ante la policía se ocultan particularidades del estilo ya que pueden ser detenidos o golpeados. Además de este uso instrumental del estilo, los hinchas están atravesados, entrelazados, por "múltiples" discursos que generan distintos estilos. Por ejemplo, "los pibes" que hacen de la violencia un elemento representativo en el contexto del fútbol se los puede observar en ámbitos distintos con prácticas y representaciones que refieren a otros estilos. Para ilustrar, podríamos comentar el caso de un simpatizante que era partícipe de prácticas violentas en el fútbol y se mostraba como un padre dedicado y preocupado en la crianza de su niño, asumiendo que esa era parte de su hombría.

El proceso de construcción de la masculinidad tiene sentido y es referencial al proceso de constitución de la feminidad (Badinter, 1994). Aquí proponemos analizar el estilo masculino en contraposición a otras masculinidades; sin embargo, sería de una miopía analítica no mencionar a la feminidad. Los cuerpos masculinos y violentos están dialogando con una feminidad que observa a sus prácticas positivamente: "los pibes" saben que ser reconocido según estos valores es un recurso para conquistar mujeres. No obstante, aquí analizaremos las edificaciones de género y su relación con modelos corporales observando sólo las relaciones dentro del género, las definiciones intragénero. Pues creemos, como Archetti, que un hombre necesita de una mujer para reafirmar su masculinidad, pero que hay contextos, como el del fútbol, "eminentemente masculinos donde 'los otros' relevantes son los hombres –distintos tipos de hombres" (2003).

El cuerpo de los miembros de "la hinchada" es constituido según distintos parámetros que lo forman y lo delinean; en este trabajo analizaremos tres de esos parámetros constituidores de una corporalidad: un modelo, las prácticas violentas y la resistencia.

Masculinidad y modelo corporal. Gordos y grosos: "lomo de macho"

Los miembros de "la banda" poseen un modelo anatómico de cuerpo masculino relacionado con lo grande. El estilo ideal es el "gordo", denominando de esa forma al cuerpo excedido de peso. Las descomunales barrigas, los vientres rollizos y caídos, los cuellos voluptuosos, los brazos y las piernas rechonchos y musculosos, el pecho ancho y voluminoso son características que responden al tipo ideal de los hinchas. Estas formas corporales, que en otros espacios sociales son mal concebidas, aquí en el contexto de "las hinchadas" del fútbol, tienen gran aceptación y respeto. De la misma forma, los "grosos", aquellos sujetos cuya anatomía es grande, a los que comúnmente se les dice que tienen "buen lomo", ingresan dentro de los parámetros deseados de cuerpo.

En "las hinchadas" encontramos gran cantidad de sujetos cuya anatomía entra dentro de los límites de este modelo. Estos cuerpos que están fuera de los parámetros normales no son ocultados ni disimulados. "Los gordos" con el torso desnudo exhiben su marca distintiva mostrando su voluptuosidad. En otros ámbitos, se ejerce presión sobre aquellos sujetos que exceden las medidas consideradas normales conduciendo a una clara acción de ocultar, de disimular la gordura. Por el contrario, "los gordos" de "la banda" exhiben sus cuerpos, no disimulan sus redondeces ni las ocultan bajo la ropa.

Un integrante de "la banda" conversaba con un compañero mientras colgaba unas banderas, y ante la consulta sobre si estaba más gordo, respondió sonriendo mientras se palmeaba la panza que había aumentado diez kilos. El orgullo de poseer un cuerpo incluido dentro de los parámetros de lo normal para los hinchas se evidenciaba en su sonrisa.

Las anatomías concebidas auténticas, "grosos" y "gordos", tienen su contracara. Los cuerpos estilizados por el trabajo físico, moldeados en los gimnasios, son mal apreciados. "Los patovicas", forma en que se denomina a los grosos del gimnasio, son interpretados como cuerpos que alcanzan dimensiones aceptadas y deseadas pero lo hacen por los medios erróneos. Ser groso sudando en un gimnasio es un artilugio no aceptado por "los pibes".

De esta forma, los miembros de "la banda" se distinguen de otros sectores sociales que privilegian ideales de cuerpos estilizados, resultantes de un entrenamiento físico. Los sujetos anatómicamente mejor preparados para la lucha no son aquellos que tienen grandes cuerpos preparados por ejercicios regulares de entrenamiento. Los cuerpos estilizados a través del trabajo físico de gimnasio son interpretados como artificiales y engañosos, parecen resistentes pero la resistencia es falsa. La grandeza, la fuerza y la dureza no fueron adquiridas en las experiencias cotidianas que moldean tipos "duros" y resistentes. "Los patovicas" pueden ser grosos pero no aguantan como los gordos de "la hinchada" que forjaron sus cuerpos a partir de las experiencias cotidianas del trabajo, del consumo/abuso de alcohol y drogas y de las luchas corporales.

Debemos aclarar que no todos "los pibes" tienen estas características corporales. Ser "groso" o "gordo" no funciona como límite de inclusión a "la hinchada", ya que hay muchos participantes delgados. No obstante, cabe resaltar que son muy pocos los cuerpos trabajados en gimnasio. A pesar de no marcar directamente la inclusión-exclusión en el grupo, estos estilos regulan como legítimas a las representaciones sobre el cuerpo.

Cuerpos violentos. Experiencia(s)

La masculinidad y los discursos que esta identidad genera sólo son posibles de legitimar a través de las prácticas violentas, ya que los miembros de "la hinchada" consideran a la práctica violenta como instrumento de definición de la hombría. El "aguante" es el concepto nativo que relaciona prácticas violentas y masculinidad (Garriga Zucal, 2005).

Un hincha, luego de protagonizar una pelea a golpes de puño con un compañero de "la hinchada", nos decía: "Soy macho porque me la aguanto". El "aguante" es el principal de los bienes simbólicos que poseen los miembros de este grupo y remite al plano del enfrentamiento en su dimensión corporal. Ya que sólo en una lucha, en una acción de disputa física, puede probarse la posesión del "aguante" (Alabarces, 2004). Este bien engloba saberes de lucha corporal, de resistencia al dolor y de carencia de temor al riesgo. Estos saberes y formas de actuar sólo pueden ser probados en una contienda corporal, el cuerpo disputa el "aguante". Entonces, en estas luchas, ya sea contra parcialidades rivales, contra la policía, entre las facciones que conforman la hinchada y entre los mismos integrantes de una facción, se dirime la posesión del "aguante". Este bien simbólico está ligado a la noción nativa de "macho", ya que para "los pibes" las técnicas de lucha y de resistencia al dolor son conocimientos que solamente competen a los "verdaderos hombres".

El "aguante" es una forma típica de honor que valora comportamientos y propiedades determinadas como honorables o deshonrosas (Moreira, 2005). En cada sociedad, en cada momento dado, el honor toma aspectos distintos en relación con las formas de vida de cada cultura, que permite expresar la aprobación y desaprobación de conductas y formas de pensar (Pitt-Rivers, 1980). Cabe aclarar que la definición de "aguante" vinculada a la práctica violenta es la de los miembros de "la hinchada" y que en el ámbito futbolístico existen otras acepciones del mismo término, acepciones de otros actores sociales que no hacen de la violencia la señal distintiva.

El cuerpo es la herramienta de lucha en los enfrentamientos violentos. Los hinchas conciben que "ponen el cuerpo" en juego en los enfrentamientos; las luchas cuerpo a cuerpo, denominadas "mano a mano", son entendidas como las más comprometidas para la corporalidad del luchador. Un informante recordando un enfrentamiento con una "hinchada" adversaria nos decía: "Les demostramos quiénes somos los "machos", los metimos a las piñas a la cancha". Es así que el cuerpo se transforma en el elemento que permite valorar las habilidades de los participantes-luchadores. Los integrantes de "la banda" afirman que en un "combate" se conoce cuál de los contrincantes posee más "aguante", y por ende cuál es más "macho".

Los que no saben pelear, los que son derrotados en las peleas o huyen de las mismas son considerados por "los pibes" como "putos", no-hombres u hombres que según sus parámetros no pueden ser considerados como "machos". Boltanski (1975) menciona que los sectores populares definen el conjunto de conductas corporales de los sectores superiores como "afeminados", ya que tienen prácticas y representaciones corporales similares a las mujeres de su estrato; los valores de los estratos altos respecto a la fuerza física, al cuidado del cuerpo y al porte son asimilables a las representaciones femeninas y no a las masculinas.

Desde la óptica de "los pibes", los participantes de anatomía grande poseen más "aguante" que los sujetos que poseen un cuerpo pequeño. A los "gordos" y "grosos" su cuerpo los favorece en los enfrentamientos físicos. Los cuerpos grandes tienen más chances de triunfar en un combate. Los "gordos" son luchadores lentos que no se valen de movimientos diestros para vencer al rival. Los "gordos" (o "grosos") están mejor preparados para la lucha callejera porque la gran contextura física les impide huir con eficacia del campo de batalla, entonces deben jugarse a "todo o nada" en la pelea. Imposibilitados de huir ponen el "lomo" (el pecho) para resistir la embestida del rival. El modelo ideal de cuerpo se vincula al mundo masculino, ya que "los gordos" son "machos" porque pueden probar su "aguante" y, así, en "la hinchada" poseen una ventaja sobre "los pibes" delgados. Boltanski (1975), en su análisis de las concepciones corporales según las clases sociales, menciona que la "delgadez" es un atributo considerado positivo por los estratos más altos y que los sectores populares la conciben no tan positivamente porque suponen que disminuye la fuerza física.

El trabajo pesado, la resistencia al abuso de drogas y alcohol, la experiencia en peleas anteriores son prácticas que "endurecen" el cuerpo de los hombres. La contrapartida del "blando" es el hombre "duro", el que tiene resistencia. Los trabajos manuales, en los que el cuerpo levanta peso, hace fuerza, soporta las inclemencias del tiempo, forjan tipos "duros". El mismo sentido tiene la experiencia de la lucha corporal en contextos sociales donde las disputas se dirimen a golpes de puños. Las rutinas de peleas van conformando cuerpos tenaces y temerarios al enfrentamiento corporal.

Es necesario afirmar que aquí juega un papel fundamental la idealización, ya que estas tres marcas distintivas que representan a los "duros" podrían estar perfectamente vinculadas a los cuerpos delgados. Sin embargo, para "los pibes", las piernas y los brazos gruesos y musculosos fueron moldeados en la experiencia del trabajo pesado; las barrigas rollizas y caídas exhiben el consumo de grandes cantidades del alcohol (tanto que es común discutir si las panzas son de cerveza o vino); asimismo, conciben que los grandes cuerpos expresan experiencias de luchas anteriores. De esta forma, la arbitrariedad de la relación entre el "gordo" y el "duro" supone que los hombres con tales características han vivido estas experiencias, cuestión que necesariamente no acontece. Para ellos los cuerpos "duros", resistentes y con "aguante", se forman a partir de las prácticas cotidianas, sean éstas laborales o de consumos habituales.

A pesar del papel relevante que el cuerpo tiene en el enfrentamiento, los hinchas saben que "anatomía no es destino"; es decir que "los gordos" no tiene asegurado el triunfo en una pelea. La fortaleza física debe ser acompañada por los saberes de la lucha. Como sostiene Mauss, las técnicas corporales son aspectos anatómicos, sociales y psicológicos que se transmiten oralmente, otorgando importancia al proceso de aprendizaje, basado en la imitación de las acciones exitosas de otras personas (1974). "Los pibes" aprenden la técnica corporal de la lucha y la resistencia al dolor a través de la experiencia en peleas. También el aprendizaje se lleva a cabo a partir de los juegos corporales en los que se transmite una especial utilización del cuerpo, especialmente en los "juegos de manos". Estos comprenden todo tipo de puñetazos, patadas y cabezazos. Mirando a sus compañeros, repitiendo los golpes exitosos y modificando los movimientos y posturas erróneas los hinchas aprenden a pelear.

Para "los pibes" sólo la participación en enfrentamientos corporales otorga el status de "verdadero hombre", porque sólo en estos el luchador puede probar el "aguante". En los enfrentamientos, en las luchas corporales los sujetos "ponen en juego el pecho", demostrando el conocimiento de las habilidades que diferencian al hombre del no-hombre.

Resistiré

"Los pibes" poseen una concepción de su cuerpo como resistente; el cuerpo soporta el dolor producto de las prácticas violentas y, también, afronta la desmesura de consumos prohibidos o socialmente estigmatizados. Estas dos características demuestran cómo el cuerpo de los hinchas se define según sus preferencias, usos y representaciones corporales que posibilitan demostrar resistencia.

Los miembros de "la hinchada" relacionan el cuerpo masculino con el consumo de sustancias prohibidas, drogas o abuso de bebidas alcohólicas. Esta concepción tan particular de la masculinidad ligada al abuso fue también observada por Armstrong (1999), quien señala que para los jóvenes pertenecientes a grupos hooligans beber alcohol y consumir marihuana expresa masculinidad. Más aún, menciona que la actividad de beber junto a los camaradas en los pubs funciona como rito de paso entre la juventud y la adultez.

"Los pibes" también relacionan ese tipo de consumos con la masculinidad. El cuerpo masculino se debe caracterizar por su resistencia; por lo tanto, para ser considerado como hombres deben soportar el uso y abuso de aquellas sustancias que alteran los estados de ánimo. Aquellos hinchas que se emborrachan bebiendo unos pocos tragos son considerados por sus compañeros como "flojos", "blanditos" o a veces "chetos". Estos se distinguen de los "hombres verdaderos", los "duros", caracterizados por su capacidad para beber colosales cantidades de bebidas alcohólicas sin emborracharse.

En relación con el consumo, ser hombre refiere a consumir sin "arruinar", por esto es común escuchar no bebas o no te drogues "si no sos macho". El no-hombre no tiene el cuerpo preparado para resistir, los hinchas burlan a sus compañeros que pierden la conciencia rápidamente. En cambio, ven bien a aquellos sujetos que están "relocos" o de "la cabeza" por haber consumido grandes cantidades de alcohol o drogas. Las adicciones funcionan como "signo de prestigio" (Gil, 1998) porque ubican al adicto en un mundo masculino. La frase anteriormente analizada, donde El Drin amenazaba matar a un compañero, prueba cómo las prácticas de consumo están relacionadas con la representación de un cuerpo resistente, por eso afirma: "este pelotudo se toma dos vinos y se descontrola…". Este hincha cuyas actitudes son definidas como descontroladas, es concebido como un "pelotudo", es menospreciado por no resistir, ya que tomarse dos vinos es insuficiente para alcanzar un estado alcohólico; cualquier cuerpo resistente debería soportar mucho más alcohol antes de emborracharse y descontrolarse. Tolerar grandes cantidades de droga y alcohol sin "descontrolarse", denominado por los hinchas como "saber escabiar (beber)", es una técnica de resistencia corporal que se aprende a través de la práctica del consumo diario.

Por otro lodo, los "pibes" presentan y (re)presentan cuerpos tenaces al dolor. La resistencia al dolor es aquí una de las representaciones más importantes. Gastón Gil afirma que "el comportamiento corporal del hincha establece toda una compleja red de acciones codificadas que establecen cuál es el desempeño adecuado y cuál el estigmatizado" (1998). El cuerpo debe soportar el dolor como forma de inscripción en un universo masculino.

Por esta razón, ejercitan una variada serie de acciones que permiten una experiencia específica de la masculinidad; experiencia que permite a los novatos aprender las técnicas del "aguante" y a los experimentados manifestar la posesión de éstas. En los denominados "juegos de manos", que funcionan como forma de entrenamiento, se abofetean y se patean sin que haya una demostración de padecimiento o dolencia. Lo mismo sucede cuando ruedan por las tribunas empujados por avalanchas o por saltos rítmicos (pogo) hacia los costados que llevan a golpearse y en oportunidades, caerse. Estos empujones y caídas, a veces rebotando por varios escalones de la tribuna, producen lesiones y heridas pero los hinchas nunca demuestran el dolor ocasionado. Como menciona Wacquant (2004) en su trabajo etnográfico entre boxeadores, la tolerancia al dolor, a los golpes, es parte de un riguroso y severo aprendizaje corporal.

La exhibición del dolor implica exhibir un cuerpo no resistente. "Los pibes" al probar su fortaleza y tolerancia al dolor prueban su masculinidad. Su modelo de cuerpo masculino se diferencia de otros cuerpos sociales por su resistencia al dolor.

Otredades corporales

La práctica violenta es, sin duda, la marca específica de estos cuerpos respecto a otros modelos corporales. A su vez, la violencia es la señal distintiva de un modelo que conforma el "aguante" como prueba de inclusión en el universo masculino. La elección de la violencia como signo distintivo de la corporalidad y la masculinidad está sustentada en las características concretas y distintivas de este grupo.

La construcción corporal que hemos mostrado es parte de un habitus que define y distingue a los participantes de "la hinchada". El concepto de habitus (Bourdieu, 1997) posibilita reconocer los sistemas de gustos y preferencias que generan estilos de vida, y permite comprender cómo los integrantes de "la banda" a partir de sus elecciones poseen formas de definirse. Los integrantes de "la hinchada" construyen un modelo anatómico corporal que pasa por mostrar como aceptable los cuerpos fuertes y grandes, formados por el trabajo físico y no estilizados en gimnasios. Aquí vemos la distinción con otros modelos. Las formas típicas que delinean el ideal de los hinchas surgen de la experiencia de lucha corporal, un cuerpo estilizado es representado poco apto para la lucha, ya que es interpretado como débil.

Según Bourdieu (1997) el habitus es "ese principio generador y unificador que retraduce las características intrínsecas y relacionales de una posición en un estilo de vida unitario, es decir un conjunto unitario de elección de personas, de bienes y de prácticas". La noción de habitus da cuenta de un sistema de clasificación, que distingue e identifica, a través de la estipulación de parámetros que califican como válidas o no a prácticas y representaciones. Los tres usos y representaciones corporales analizados (modelos, cuerpos violentos y resistentes) remiten a formas complejas y creativas de posicionarse en un espacio social. A través de sus experiencias modelan ideales de cuerpo, que se distinguen de otros tipos ideales que la sociedad considera "normales". Esta distinción, también, remite a otras dimensiones sociales como la que los distingue del "cheto" o del "patovica", con claras marcas de pertenencia de clase.

Ambos, "chetos" y "patovicas", no tienen "aguante", no poseen los cuerpos resistentes, ni saben, según los hinchas, las técnicas de lucha; desconocen de estos saberes porque tienen experiencias sociales distintas. Boltanski (1975) dice que las condiciones objetivas (refiriéndose a las económicas) modeladas por el orden cultural establecen modelos corporales distintos y que en los habitus físicos encontramos dimensiones de habitus de clase. Los hinchas poseen un modelo que los distingue y los identifica y que los relaciona con ideales corporales populares. Ahora bien, lo interesante es que estos grupos tienen una composición heterogénea en cuanto a lo social, que incluye estratos medios y bajos, que mixtura empleados con ladrones, desocupados y comerciantes. Es cierto que no hay profesionales ni bancarios, por dar un ejemplo, y ahí, en esa escala operan los mecanismos de distinción, señala los "otros" de los cuales hay que diferenciarse. Queda por analizar por qué actores ubicados en diferentes estratos, medios y bajos, comparten este modelo corporal.

"Ni salvajes ni puros", cuerpos socialmente construidos y diferenciados

El modelo corporal de "los pibes" es concebido por el discurso hegemónico y normativo como puro, un cuerpo aún no institucionalizado. Las visiones se desplazan desde el puro romanticismo que observa "pureza" donde el proceso civilizatorio no ha dejado su cuña, a imaginarlos como ejemplos máximos de barbarie y salvajismo. Ambas concepciones niegan los sentidos sociales de una construcción corporal. De igual manera que otros sectores construyen un modelo basado en los ejercicios y la "buena" alimentación, los hinchas construyen un modelo de cuerpo distinto, en cuanto a lo anatómico y al modo de adquirirlo. En la sociedad moderna, por más homogénea que se presente, existe una estratificación social, económica, política, cultural que forma diferentes sujetos sociales. El silencio sobre las realidades distintivas niega la idea de alteridad (Fonseca, 2000). Pareciera que en la actualidad no existe civilización ni forma cultural fuera del modelo de mundo "moderno". Aquellos que están ubicados más allá de los límites de la civilización moderna son presentados como culturalmente vacíos.

La elección de estas formas corporales no debe ser interpretada como una condición de la subordinación de estos actores o como un estadio anterior en un paso evolutivo. Por el contrario, esta elección muestra una forma diferente de concebir su experiencia. Diferencia que estructura un modo de vida propio y distintivo, donde creativamente se amalgama la experiencia y sus representaciones en "un estilo de vida para sí" (Grignon y Passeron, 1991). Los actores dominados pueden ser capaces de constituir un estilo propio que no depende de la relación que los subordina (Grignon y Passeron, 1991). Cuerpos gordos y violentos pueden ser modelos aceptadas dentro del estilo propio de "los pibes". Podemos pensar en un conjunto de prácticas estilizantes adaptadas a un modelo ideal que no proviene de las clases dominantes; en formas corporales de un estilo que no sólo legitima una forma de ser en el mundo sino también identifica un modelo distinto y distintivo.

Los usos y las representaciones corporales de los integrantes de "la hinchada" son aprendidos y aprehendidos a través del traspaso de las técnicas corporales de generación en generación. Se puede soportar el dolor de luchar "mano a mano", pero la resistencia es posible no porque los hinchas tengan una anatomía naturalmente apta para estos asuntos sino porque a través de la experiencia y la imitación han aprendido a hacerlo.

Entender el cuerpo de los hinchas como salvaje, en estado de pureza, oculta la estructuración social significativa que los actores hacen sobre su cuerpo; desfigura la estrategia, entendida según los parámetros de Bourdieu (1988), de posicionamiento social realizada a través de una definida y elaborada creación de una manera de estar en el mundo. Bourdieu dice "Los habitus son principios generadores de prácticas distintas y distintivas, pero también son esquemas clasificatorios, principios de clasificación (1997)." La estrategia es hacer de su habitus una señal de distinción.

Bibliografía

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