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Cuadernos de antropología social

versão On-line ISSN 1850-275X

Cuad. antropol. soc.  n.23 Buenos Aires jan./jul. 2006

 

De antropóloga externa a antropóloga local. Diferentes modos de implicación

Adriana A. Stagnaro*

* Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras – Universidad de Buenos Aires. Tesista doctoral del Proyecto UBACyT "Comunidades científicas: antropología del mundo contemporáneo". astagnaro@uolsinectis.com.ar.

Fecha de realización: noviembre 2005. Fecha de entrega: diciembre 2005. Aprobado: abril 2006.

Resumen

El trabajo presenta una reflexión sobre la práctica antropológica a partir de una situación de trabajo de campo dada en la investigación de empresas y laboratorios biotecnológicos argentinos. Se analizan tres momentos en el desarrollo del proceso de indagación, relacionados con distintas perspectivas teóricas y metodológicas, para discutirlas y contrastarlas en términos de alcances y limitaciones. El recorrido se detiene a considerar la fecundidad de la noción de implicación reflexiva, sustento del enfoque que se pondera como el de mayor capacidad interpretativa.

Palabras clave: Trabajo de campo, Situación de investigación, Empresas y laboratorios biotecnológicos, Implicación reflexiva, Interpretación.

Abstract

This paper presents a reflection on the anthropological practice starting from a fieldwork situation given in the investigation of Argentinean biotechnological companies and laboratories. Three moments are analyzed in the development of the inquiry process, related with different theoretical and methodological perspectives, to discuss them and to contrast them in terms of reaches and limitations. The journey stops to consider the fecundity of the notion of reflexive implication, sustain of the focus that is pondered as that of more interpretive capacity.

Key words: Fieldwork, Researching situation, Biotechnological companies and laboratories, Reflexive implication, Interpretation.

Resumo

O artigo apresenta uma reflexão sobre a prática antropológica a partir de uma situação de trabalho de campo que aconteceu no decurso da pesquisa em companhias biotecnológicas e laboratórios argentinos. São analisados três momentos no desenvolvimento do processo de pesquisa, relacionados com diferentes perspectivas teóricas e metodológicas, para discutí-las e contrastá-las em termos de seus alcances e limitações. O percurso focaliza em especial a fecundidade da noção de implicação reflexiva, sustento da posição considerada como a de maior capacidade interpretativa.

Palavras chave: Trabalho de campo, Situação de pesquisa, Companhias e laboratorios biotecnologicos, Implicação reflexiva, Interpretação.

Introducción

Este artículo pretende reflexionar sobre una situación de trabajo de campo, dada en el desarrollo de mi investigación en empresas y laboratorios de biotecnología de la Argentina, a la luz de la noción de implicación. (Althabe y Selim, 1998; Althabe y Schuster, 1999; Althabe y Hernández,. 2005; Hernández, 2001). En el análisis y despliegue de los acontecimientos ocurridos en mi práctica antropológica iré conjuntamente contrastando los alcances y límites de una interpretación basada en la implicación del antropólogo en el mundo social del cual pretende dar cuenta, frente a otro tipo de enfoque –ciertamente más tradicional y epistemológicamente afianzado en las ciencias sociales y, particularmente en nuestra disciplina– ligado a la representación del antropólogo como sujeto externo y distante, donde el dispositivo de la observación-participante, puesto el énfasis en el primer término, asegura un corte ab initio con las dinámicas sociales en juego, condición de una supuesta cientificidad.

Vayamos entonces al relato de la situación de campo. Durante una entrevista realizada en el contexto de una revisita antropológica a Gentec, empresa biotecnológica estudiada en el transcurso del año 1994 y parte de 1995 (Stagnaro, 1996 y 1999), mi interlocutor, uno de los gerentes fundadores de dicha empresa, alude al comienzo del diálogo a un hecho que, da por sentado, sería de mi conocimiento: "Viste, bueno ahora estamos mucho más organizados, asentados y tranquilos. En parte ya superamos todos los efectos y coletazos del famoso juicio, aunque todavía la seguimos peleando".1 Difícil fue mantener la exigencia de la profesionalidad –dado el estado de perplejidad en que me encontraba– a fin de solicitarle que por favor, se explayara respecto del aludido juicio, debido a que yo nada sabía ni supe, en su momento, de dicho acontecimiento. Tal estado se fue profundizando a medida que el entrevistado, no sin asombro, ("pensé que lo sabías") fuera desarrollando la situación de conflicto de competencias y legal, establecida entre la empresa que representaba y otra, líder del mercado de medicamentos producidos biotecnológicamente.

El juicio tenía larga data, había sido iniciado por aquella líder, Gen-Sud2 contra Gentec, –por mí estudiada–, luego de la constitución de esta última en 1990, como pequeña empresa biotecnológica dedicada a la producción de medicamentos, con base en la investigación y el desarrollo, a iniciativa de un grupo de científicos-empresarios, que conformaban el nivel jerárquico de la empresa. A principios de la década de 1980 y mucho antes de la fundación de Gentec, habían sido convocados por la dirección de una firma farmacéutica nacional, para desarrollar en ella un relevante e innovativo proyecto biotecnológico, inexistente en aquel momento, como campo de investigación y producción en la Argentina. Esta experiencia laboral, profesional y científica se extendió por un período de ocho años y se conformó en el antecedente inmediatamente anterior en la constitución de sus trayectorias como empresarios de la ciencia.

La demanda judicial reclamaba los daños y perjuicios emergentes de la presunta apropiación de conocimientos, técnicas y prácticas desarrollados en el laboratorio de aquella empresa, sin autorización de su dirección, determinando como monto del reclamo una elevada suma de dinero. El proceso judicial se había desarrollado simultáneamente al tiempo de mi estadía de investigación en Gentec, extendiéndose hasta, y aún después, el momento de la revisita. A pesar de ello, en ninguna instancia particular del trabajo de campo, (observación, entrevistas, conversaciones informales, seminarios, reuniones con la jerarquía directiva, chanzas y charlas) obtuve información alguna respecto de esa situación.

Esta exclusión de la interacción con los actores se presentaba contradictoria respecto a la modalidad, a primera vista "inclusiva", que adoptó mi ingreso y permanencia en el campo. Fui presentada a los directores de la empresa por un estudiante de biología en los inicios de su carrera, que a su vez se desempeñaba como empleado técnico del laboratorio. Luego de exponer los objetivos y problema del proyecto de investigación que pretendía llevar a cabo, propuse –a solicitud de la dirección– dar a mi estadía la forma de pasantía como becaria de iniciación de la UBA, familiar a la dinámica de trabajo existente ya que había varios becarios de la Facultad de Ciencias Exactas, que bajo la forma de pasantes, desarrollaban allí sus prácticas científicas. Esta propuesta finalmente aceptada por el consejo de dirección, permitiría que mi presencia en el laboratorio fuera "asimilada" dando lugar a una temporalidad cotidiana y extensa y a un acceso sin restricciones a los diferentes espacios de prácticas científicas y gerenciales. Receptivamente entonces comenzó mi inmersión en la "vida de laboratorio" (Latour y Woolgar, 1995).

La negociación y regulación de las formas concretas de acceso y estadía en los espacios de la empresa-laboratorio, se fueron acordando a lo largo de varias entrevistas con cada uno de los cinco gerentes. Cabe desmenuzar aquí los términos de esa negociación desde la perspectiva de la dirección –por un lado– y desde la forma de adscripción propuesta por mí –por el otro–, teniendo ambas en cuenta las características del trabajo científico y tecnológico propio del laboratorio, punto central de mi atención en ese momento.

La jerarquía gerencial tomó formalmente conocimiento de mis intereses de investigación, por medio de la presentación de mi proyecto, aprobado por la Universidad de Buenos Aires, en el contexto de solicitud de una beca de iniciación a la investigación. Los temas propuestos versaban sobre las formas de relación entre ciencia básica y aplicada y su expresión en el proceso de producción dado en el laboratorio, la percepción distintiva por parte de los distintos actores sociales de la existencia o no de esa dicotomía en sus prácticas técnicas y científicas habituales, el análisis de las categorías nativas y su interpretación a la luz de la literatura específica.

Respecto a la formación como antropóloga, además de haber leído mi currículum vitae, se enteraron informalmente de mis condiciones personales por las referencias dadas por el estudiante técnico –que ofició de enlace–, y a través de la presentación personal, donde advirtieron mi previa formación en leyes, como abogada y escribana, dato que suscitó singular interés.

La propuesta de estancia prolongada y continua en el espacio social y temporal del laboratorio, estuvo condicionada a mi "desempeño" y a las "posibilidades físicas" de compartir la "mesada"3 con las personas que allí trabajaban. Contrariamente, la posibilidad de realizar entrevistas, participar de reuniones en el laboratorio o en la dirección, estar presente en la visita de funcionarios del Ministerio de Salud Pública o de representantes de otros laboratorios, consultar la biblioteca y en fin desplazarme libremente por los distintos espacios, no estuvo sujeta a condición alguna. Como personaje externo no fui rechazada en ninguna ocasión. Mi presencia fue admitida y sólo limitada, en principio, por las condiciones materiales de trabajo en el espacio de laboratorio, muy estrecho, para el número de personas que allí se desenvolvían. Debido a ello, experimenté la sensación de incomodidad, de estar ocupando un espacio ilegítimo, dada mi incompetencia técnica para las tareas allí realizadas. Al mismo tiempo, mi interés por observar el "crisol" de la ciencia, asistir a los experimentos, ser testigo de la fusión de conocimientos y prácticas, me condujo a solicitar nuevamente la autorización de la dirección, luego de pasado un tiempo prudencial, para realizar labores sencillas en el espacio de "mesada" del laboratorio. Estas consistían en el pesado de sustancias en la balanza, anotaciones de prácticas, control de rotulados, verificación del buen funcionamiento de la heladera, entre otras, que ya había comenzado a hacer "de hecho" gracias a la buena disposición de los técnicos y becarios para enseñarme sus conocimientos tácitos y sus habilidades manuales y prácticas. El hacerme partícipe de sus tareas y de su comportamiento social, ayudaba a relajar la tensión producida por la presencia extraña. Mi moción fue finalmente aprobada atendiendo al mejor funcionamiento de la dinámica del trabajo. La investigación continuó entonces bajo esta forma de participación ampliada.

Ahora bien, ¿cómo explicar entonces el cuidado "ocultamiento" del proceso judicial y sus consecuencias relevantes en la constitución de las identidades individuales y colectivas de los actores sociales y su posicionamiento en el espacio social del laboratorio? ¿Se erigía efectivamente este dato como una situación analítica,4 es decir, como dispositivo de análisis interpretativo, capaz de echar nueva luz al modo de interlocución entablado y a la comprensión de las dinámicas propias de la esfera social indagada?

Para responder a estas preguntas es necesario realizar un esfuerzo reflexivo-retrospectivo en el análisis de distintos momentos en que se puede desdoblar el decurso de la investigación.

Primer momento: distancia e ilusión

En las etapas iniciales del estudio, el interés se centró en elucidar el problema de investigación elaborado, cuyo objetivo general, sesgado por intereses socio-epistemológicos, consistía en "...dar cuenta de las interrelaciones entre el proceso de producción y aplicación del conocimiento científico, en el ámbito de centros de producción biotecnológica" (Stagnaro, 1994, Proyecto de beca de iniciación).

El relevamiento e interpretación antropológica de las "categorías nativas" de los científicos, se planteó como primera aproximación y tarea a realizar y el dispositivo metodológico de la observación participante de sus prácticas y discursos en el locus del quehacer científico, se puso entonces en juego.

Para no caer en la tentación de hacer una historia whig5 de mis elecciones metodológicas, cabe aclarar que siendo éste el comienzo de mi experiencia en la investigación antropológica, la resonancia de la formación disciplinar –como telón de fondo– (Malinowski, 1969, 1973, 1989; Firth y otros, 1974; Lévi-Strauss, 1976), tuvo un papel importante en la puesta en práctica del enigmático dispositivo de la observación-participante. Como aplicada principiante, reproduje estrechamente el "protocolo" disciplinar, cuyo dogma prescribía la necesidad de registrar absolutamente todo lo observado, visto y oído, en el lugar o inmediatamente después de haber dejado el campo. Así comenzaron unos comunes cuadernos de notas, a poblarse de registros fragmentarios, la más de las veces desasidos: malas copias de fórmulas o burdas descripciones de equipos sofisticados de laboratorio, nombres complejos de sustancias, rótulos de los etiquetados. Otros más articulados: listas de bibliografía biotécnica, dibujos y diagramas de los espacios de "mesada", "escritorio" y "biblioteca" del laboratorio, diseños de la sala de conferencias, partes de diálogos ininteligibles, que luego con el tiempo recobrarían sentido.

La tarea de registro y descripción del espacio material y social, si bien se presentaba como actividad genuina para justificar mi posición de antropóloga en ese micro universo, devolviendo a los actores una imagen especular por ellos aceptada; era a su vez, por momentos, percibida por mí como monótona y tediosa no obstante ser el procedimiento legitimante del nada fácil "estar ahí". Además era la postura y actitud necesaria que daría lugar y abriría las puertas a la más atrayente participación, la otra actividad implícita en el contradictorio dispositivo de la observación participante.

En principio, no disponía de protocolos instituidos para reproducir los pasos indicados para acceder a la participación, pero sí de una amplia y diversa literatura sobre la forma convencional o no, de acceso al campo e inserción del antropólogo en diferentes y específicas arenas sociales, especialmente en culturas extrañas o subalternas, donde cada investigador relataba el procedimiento iniciático, con mayores o menores detalles según el estilo de escritura propio y los efectos del mismo en la expuesta subjetividad (Barley, 1995; Caplan, 1988; Cardoso de Oliveira, 1988; Cardoso, 1986; Da Matta, 1978; Evans-Pritchard, 1978; Rosaldo,. 1991; Pratt, 1991)

Otro tipo de literatura surgida a partir del contexto económico, político e ideológico de la expansión del capitalismo a escala mundial, (Marcus y Fischer, 1986; Rabinow, 1996; Marcus, 1995; Hess, 1992; Fischer, 1991) propone la necesidad de una discusión en términos metodológicos de las formas de hacer etnografías en las complejas configuraciones adoptadas por los campos sociales como la ciencia, la tecnología y el mercado, pero sin poder despegarse, a mi entender, de los compromisos de los enfoques convencionales, destacando que la novedad en el método estaba incorporada en un discurso de autopresentación reflexiva, donde la escena de la implicación metodológica era descripta en un lenguaje algo más comprometido con problemas éticos, intereses de investigación y alguna forma de activismo. Esa tendencia, con el correr del tiempo, parece irse transformando en una actitud casi mecánica. (Marcus, 1995).

Dentro del marco de la investigación, el dispositivo de la "observación-participante" fue desplegándose entonces, e implementado, con la utilización de todas las herramientas puestas a disposición por los cánones de la etnografía, a fin de moldear un modo de "estar ahí". A mi entender "participar" significaba ser partícipe, tomar parte en las actividades y prácticas técnicas y sociales en que fuera aceptada, en el ámbito de mi exploración (experimentos, entrevistas, diálogos, seminarios, reuniones); para luego dar cuenta de ellas en el proceso de escritura, vinculándolas a alguna temática teórica integrante del problema de investigación, que le insuflaría a aquellas prácticas cotidianas, un plus de significado, prueba de la validez y legitimidad de la intervención antropológica.

Las herramientas, conocimientos e intereses de investigación con las que contaba, me permitieron relevar las categorías nativas de "ciencia pura" y "ciencia aplicada" y su relación como "interfase", las distinciones de los actores entre "ser científico" y "ser técnico o tecnólogo" y los consecuentes posicionamientos en la cambiante organización social de la investigación biológica, que los actores, como empresarios de la ciencia, se sentían interpelados a redefinir, en el desarrollo de sus actividades. Su doble pertenencia a terrenos que definían como científico y tecnológico y su constante atravesar las porosas fronteras entre ellos, en el ámbito de la empresa, provocaban reflexiones contradictorias, asumiendo posicionamientos también cambiantes y opuestos: "ya no están en la ciencia" cuando se invisten como empresarios y reclaman fondos al sistema científico, pero reconocen que "es importante seguir haciendo ciencia" y "defender la conexión directa con ella", cuando hacen investigación y desarrollo de un producto para luego ser comercializado en el mercado de fármacos.

El rol asumido de articuladores entre dos esferas con distintos lenguajes, la tecnocientífica y la empresarial, los ubicaba en un espacio de comunicación –"interfase"– considerado por los actores como propio y original. Posicionados como empresarios establecían alianzas con otros laboratorios o empresas del sector, o competían con ellos por la obtención de subsidios, créditos o caudal de ventas. (Stagnaro, 1999b)

Estos son entonces, sucintamente expresados, los alcances del dispositivo de la observación-participante en el caso analizado. Allí se revelan, asimismo, sus límites: Imposibilidad de restituir el sentido de las lógicas internas y externas que alimentan la dinámica social de la empresa biotecnológica bajo estudio, y por consiguiente, obstáculo para interpretar dentro de ella el desplazamiento de la antropóloga a una posición de total externalidad, a pesar del modo "inclusivo" en que la "entrada al campo" se había plasmado y consensuado. Este límite interpela al antropólogo no desde el error, sino desde el enfrentamiento con distintos tipos de dispositivos, ya sean existenciales, cognitivos, sociales o políticos (Fabian, 1983) quien los deberá evaluar y mensurar en el propio proceso de aproximación interpretativa de su producción.

Segundo momento: ansiedad y especificidad

En un segundo estadio del desarrollo de la investigación la atención estuvo puesta en la búsqueda y análisis de las antropologías y prácticas etnográficas de la ciencia y de las nuevas tecnologías contemporáneas, en sus formas centrales o periféricas, a fin de conocer las preguntas formuladas y la orientación de la investigación legitimadas en el campo específico.

En la literatura consultada, encontramos las primeras etnografías de la ciencia llevadas a cabo por antropólogos norteamericanos, (Traweek, 1988; Martin, 1987; Dubinskas, 1988; Rapp, 1990; Downey, 1992; Rabinow, 1996a y 1996b) donde las contribuciones del trabajo antropológico se centran –en general– en el esfuerzo de contextualizar las afirmaciones universales sobre la neutralidad y autonomía de la ciencia y de la tecnología provenientes de la concepción tradicional o heredada, ubicándolas y situándolas en ámbitos socioeconómicos y políticos locales y diversos, pasibles de comparación, de cuya confrontación se verán emerger los significados culturales. Este poner en contexto a la ciencia y tecnología actual, se logra a través de la atención dirigida a las voces de los científicos, ingenieros y técnicos, como también respecto a las de todos los actores interpelados por su expansión en dos movimientos simultáneos: hacia dentro de la "ciudad fortificada" de la tecnociencia, (ver Downey y Dumit, 1997) para obtener una constante legitimación y autonomía de poder; y hacia afuera, convocando a todos los sujetos extraños a ella, a participar de su desarrollo (Fischer, 1999; Traweek, 1996).

Entre estos estudios de rasgos culturalistas, destaco el trabajo etnográfico pioneramente emprendido por Sharon Traweek (1988, 1992, 1995 y 1996) en las comunidades científicas de físicos de partículas en Estados Unidos y Japón, a principios de los años '70, donde indaga la forma en que se organiza y varía el 'sentido común' en ambas comunidades, demostrando que existe congruencia en las construcciones culturales del tiempo y del espacio que elaboran los físicos en sus prácticas cotidianas y a partir de su sistema de conocimiento (Traweek, 1988). La divergencia aparece en el estudio comparativo de la forma de enculturación de los jóvenes investigadores, donde operan distintos modos de interacción en el proceso de formación como científicos y en las prácticas de orientación de sus tutores y mentores, siendo también diferente el tipo de relacionamiento que los científicos, técnicos e ingenieros establecen y pautan con los sofisticados equipos y máquinas (aceleradores de partículas). Desde el punto de vista de una mirada de género, la autora revela la participación distintiva de las mujeres científicas japonesas en puestos de relevancia y alta responsabilidad dentro de la comunidad científica de la especialidad, a partir del tejido de redes internacionales legitimantes. Esto último ligado a la forma de operar de una división internacional del trabajo en la ciencia, que asigna diferentes jerarquías a los saberes producidos en los países de bajo "estatus", requiriendo consecuentemente la confirmación y legitimación por parte de los países "líderes".

Dentro de esta vertiente también encontramos el campo de investigación antropológica de las nuevas tecnologías iniciado por los trabajos de Strathern (1992), Franklin (1997) y Dumit (1995), tendientes a demostrar las implicaciones sociales y los efectos culturales de las innovaciones informáticas, modélicas y de simulación que se incorporaron al tradicional saber y hacer médico, obligando a todos, doctos y legos, a una nueva reflexión sobre el tipo de frontera entre naturaleza y cultura, con base en la reconceptualización de "nodos de densa significación" (Haraway, 1991 y 1997) como los de gen, feto, semilla, persona, enfermedad. Específicamente el trabajo de Dumit sobre el desarrollo de la tecnología de escaneo PET (Positron emission tomography) producida en los laboratorios universitarios de investigación en Estados Unidos, muestra cómo esta nueva tecnología se configura en el ícono de la denominada "Década del Cerebro" de 1990.6 Su trabajo trata de la continua presencia e incremento del "biotecnopoder" no sólo en sus usos fácticos, sino en su despliegue dentro de los discursos que circulan e implican mutuamente a los legos, los expertos y todo tipo de mediadores, resaltando algunas de las formas en las cuales las prácticas científicas y biomédicas están "culturalmente situadas" (Dumit, 1997).

Estas búsquedas de significados culturales, valores y representaciones sociales por parte de los antropólogos contribuyen asimismo a descentrar el laboratorio, como locus principal de atención y observación de las prácticas y discursos científicos, tal como fue planteado por los primeros estudios sociales de la ciencia, reorientando la unidad de análisis etnográfico desde el laboratorio hacia una variedad de otros sitios, como por ejemplo la comunidad científica trasnacional de investigación, polos tecnológicos en el campo de producción industrial, fronteras difusas entre las comunidades expertas y legas, lugares de encuentro y debate como congresos y conferencias, esferas de articulación de conocimientos y capitales, academia y empresas.

Estas etnografías de sesgos culturalistas aspiran a contextualizar a la ciencia y la tecnología, tanto histórica como culturalmente, concibiéndolas como productos a su vez cognitivos y sociales. Asimismo, en un esfuerzo de reconstrucción cultural (Hess, 1992) de los discursos científicos y de sus formas de difusión y apropiación diferencial, buscan desentrañar la significatividad que le otorgan –en distintos niveles– no sólo los expertos de una determinada comunidad, sino también los que le asignan los miembros de la sociedad en la que se generan. Entonces, la noción de "cultura" propia de los análisis tradicionales de la antropología, es extrapolada aquí, a los estudios de la ciencia y utilizada –a nuestro entender– como concepto cobertura, en su aplicación más laxa, permitiendo "situar" las prácticas científicas en contextos culturales determinados. Quizás la función más interesante sea la de localizar esas prácticas y los discursos propios de la tecnociencia, concebidos hasta ahora por otras disciplinas –la filosofía y ciertos enfoques tradicionales de la sociología de la ciencia– como universales apriorísticamente, atendiendo a la racionalidad abstracta y autónoma que los constituye desde el momento mismo de su producción específica. Este aporte de la perspectiva culturalista de la ciencia y tecnología actual, al mismo tiempo que avanza y diluye las fronteras entre los tradicionalmente separados aspectos, por un lado el específicamente cognitivo y por el otro, el más ampliamente social; se aferra a una metodología cuyo punto de partida es un intento de entender el mundo "desde el punto de vista del nativo" con el programa adjunto de la "descripción densa".

A partir de esta propuesta programática, asistimos posteriormente al despliegue de una revisión metodológica de las convenciones de la etnografía tradicional (Clifford y Marcus, 1991; Rosaldo, 1991; Rabinow, 1985) donde se discuten los presupuestos políticos y epistemológicos de la escritura etnográfica, dando lugar a la "nueva etnografía" en sus versiones 'reflexiva' y 'crítica'.

Al giro reflexivo dado por la antropología, producto de un movimiento intelectual original tendiente a criticar la forma de producción del texto etnográfico y los límites del conocimiento por él generado, se le va a plantear la necesidad de agregar una mirada crítica (Hess, 1992 y 1997). Esta consistiría en la capacidad del antropólogo de identificar qué tipo de valores y políticas se hallan inscriptos en los textos, para poder focalizar en el estudio de las comunidades científicas y técnicas, las cuestiones acerca de la ética y de la política de las agendas de investigación, las jerarquías internas y la arena ideológica externa de la comunidad de expertos bajo estudio. Para plasmar esta mirada crítica, los recursos de la "nueva etnografía" se presentan como especialmente apropiados para analizar la jerarquía social que –en general– esgrimen los científicos-observados sobre el antropólogo-observador, dada la capacidad demostrada por aquella de deconstruir la relación jerárquica inversa –del observador sobre el observado– propia de los contextos coloniales y poscoloniales. Y más aún, la capacidad de proveer modelos alternativos a las formas reificadas de pensamiento y escritura sobre la ciencia y la tecnología hechas por los "big men" de la ciencia, que hagan emerger otras voces desoídas y opacadas como las de la mujer, de los actores que se hallan en los más bajos niveles de las jerarquías científicas y técnicas, de los grupos étnicos no representados y del público en general. Partiendo de una decisión no sólo intelectual o epistemológica, sino de carácter político-estratégica, el antropólogo puede en el proceso de investigación revelar y cuestionar las estructuras de dominación, basándose en la concepción de que tanto el conocimiento antropológico, como los actores y conocimientos estudiados están política y socialmente construidos.

Si bien esta reflexión teórica y crítica de los esquemas teóricos, presupuestos, valores y categorías de nuestra disciplina se presenta como un paso hacia adelante, en lo que hace a la inclusión de otras voces en la construcción del texto etnográfico, aún no encontramos en ella un sólido análisis teórico para abordar y profundizar aquella crítica. La apelación a la necesidad de focalizar temáticas donde se releven cuestiones de "poder" y "política" no son suficientes, si antes no nos detenemos a caracterizarlas. Nos quedamos entonces, nuevamente varados "en las costas salvajes de la polifonía seducidos por un parágrafo, hasta que vemos que la polifonía en un texto, es desafortunadamente una vez más, sólo lo escrito" (Rabinow, 1985:9).

Por otra parte, el aporte de estos esfuerzos de reflexión ya sea textual o crítica de la interpretación cultural, si bien permite pensar a la ciencia y la tecnología como "microculturas", haciendo intervenir también las voces de los "otros" externos a ellas y relevando identidades culturales y comunitarias, exige aún a la disciplina enfrentarse con un proceso de elaboración metodológica y epistemológica, en un dominio de investigación que se plantea como completamente nuevo, el de las emergentes transformaciones científicas, tecnológicas y económicas en curso.

Con respecto al problema planteado en nuestro trabajo de campo, las categorías de análisis aportadas por el culturalismo y sus derivadas herramientas interpretativas, no han constituido un enfoque apto para dar respuesta al interrogante generado desde el interior del modo de interlocución, o sea el significado del ocultamiento de un hecho nodal como la existencia del juicio, permaneciendo aquellas categorías y herramientas en una exterioridad, que impide hacerlas jugar y conectarlas con las dinámicas sociales propias de la coyuntura, del momento específico de situación de la práctica antropológica.

Tercer momento: encuentro e implicación

Retomemos ahora el punto central de reflexión de nuestro trabajo: interpretar las características de la situación de investigación demarcada, la que pretendemos comprender a la luz de la noción de implicación reflexiva (Althabe y Hernández, 2005). A partir del análisis e interpretación de distintas situaciones de investigación dadas en sus prácticas antropológicas, los autores sostienen que "la implicación por parte del investigador es el marco infranqueable de la producción de saberes", entendiendo por implicación la forma de inmersión total del antropólogo en el espacio social y simbólico que pretende indagar –independientemente de su intención, motivos o conciencia–, dada a través del establecimiento de un campo de interlocución con los actores sociales en juego, donde el investigador asume el rol de un actor incluido en la dinámica social singular. Esta pertenencia sui generis, como actor y simultáneamente como productor de conocimiento, sustenta la tensión, representada en cada situación etnográfica, entre el rol que le toca desempeñar según la lógica imperante de la interacción social ("producción de sí mismo en el espacio-tiempo de los otros) y la necesidad, –en tanto investigador–, de dar cuenta del modo de producción de lo social y de la identificación de las lógicas estructurantes del modo de comunicación, espacio social y simbólico de apropiación local de las lógicas abstractas en una determinada coyuntura y forma social. (Althabe y Schuster, 1999; Hernández, 2006, en esta compilación).

El dispositivo de la implicación aplicado a la práctica de investigación como recurso competente de participación, –entendida esta última como encuentro e intercambio comunicacional con el otro, dentro mismo de su tiempo y espacio social–, deberá ser acompañado por la actitud reflexiva, forma de repensar e interpretar metódicamente –por parte del antropólogo– el o los roles desempeñados en la arena social y los productos cognitivos elaborados a partir de su implicación, en tanto materia prima del conocimiento de las interacciones sociales dadas en las diversas situaciones de investigación.

La articulación de la implicación con la reflexividad, experimentada en un movimiento dialéctico, da lugar a un análisis más profundo, enriqueciendo y ahondando el despliegue de la una en la otra, expandiendo así el horizonte interpretativo (Hernández, 2006, en este número).

Regresemos entonces a nuestra primer pregunta sobre el significado de la exclusión parcial de la antropóloga del conocimiento e información acerca de unos de los elementos que hacen a la constitución del modo de comunicación dado en su trabajo de campo inicial y revelado durante una posterior revisita: el ocultamiento por parte de la dirección de Gentec de la existencia de un proceso judicial iniciado en contra de la empresa en tanto sociedad comercial jurídicamente constituida –y la consiguiente exclusión de este tema de los intercambios cotidianos con los restantes actores sociales involucrados en ese micromundo empresarial y científico. Exclusión que por otra parte se contradecía con la modalidad de participación ampliada, adoptada para su estancia de investigación, producto de la negociación de los términos de la inserción de una extraña en la empresa de la ciencia.

Cabe entonces interpretar en esta instancia el por qué de la aceptación inicial, o sea cómo los actores sociales construyen la incorporación de la antropóloga y le otorgan una determinada identidad social dentro de su mundo y simultáneamente cómo ella teje las posibilidades de intercambio.

En un primer momento la dirección de la empresa la adscriben a una posición subordinada ubicándola en uno de los estamentos de menor jerarquía en las posiciones internas, la de becaria y pasante. Esta adscripción no la incomoda ya que condice con su estatus de investigadora novel y por otra parte le permite relacionarse más fácilmente con los grupos sociales de técnicos, becarios y pasantes con quienes comparte la posición de subordinación. Dentro del espacio social asignado trata de generar un intercambio basado en la cercanía social dada por su estatus de becaria y compañera de la actividad laboral en el laboratorio. Ello, sin dejar de advertir el carácter contradictorio de su situación, que entraña en sí misma la dialéctica de la inclusión y de la exclusión de las dinámicas sociales y simbólicas de las distintas categorías de actores que participan en el laboratorio, desempeña el rol propuesto a fin de profundizar el conocimiento y la interacción. Trata, al mismo tiempo, de no quedar enquistada en esa ubicación, que de persistir la conducirá a la exclusión parcial o total de las lógicas y razones gerenciales.

Esta posición cambia en las situaciones de entrevista a los directores que poseen un doble perfil: el de gerentes de la empresa y el de científicos responsables de la producción del laboratorio. En esos momentos es reinvestida por los actores como testigo de la autoconstrucción de sus identidades individuales y sociales en el proceso de fundación, afianzamiento y desarrollo del proyecto empresarial, de su "saga".

El desplazamiento experimentado desde la idea original de crear una empresa dedicada a la innovación y desarrollo de sustancias activas producidas biotecnológicamente a ser ofrecidas al mercado farmacéutico, hasta la necesidad planteada por el condicionamiento de las reglas de ese mismo mercado, de hacerse cargo no sólo de la investigación y desarrollo de un producto, sino de la producción del medicamento, su control de calidad y venta, los impulsa a un campo desconocido, donde tendrán que hacer una fuerte apuesta recurriendo no sólo a sus reconocidas capacidades científicas, sino también a las gerenciales, terreno éste último donde no se sienten seguros.

La inserción de la antropóloga en el momento de constitución y consolidación de los actores sociales como empresarios y su alejamiento de las normas y prácticas vigentes en el mundo académico, hacen viable su investidura dentro del campo social, como testigo participante de ese proceso. Esta posición otorgada revela el interés de los sujetos de que la investigadora lleve ese testimonio hacia dentro –a sus subordinados y personal competente– como asimismo hacia afuera del laboratorio –el mercado farmacéutico y la academia–, proyectando una imagen positiva de sus capacidades técnicas y sociales de acción y negociación.

En un posterior momento de la investigación, se produce un acontecimiento, que revela a la antropóloga haber sido excluida del conocimiento de una situación importante: el estado de conflicto jurídico que se establece y desenvuelve entre la empresa estudiada, en carácter de demandada y otra con gran peso en el campo biotecnológico, la demandante. Como ya relatamos, esta situación de conflicto tiene como consecuencia efectos de significación social y simbólica respecto a la constitución de las identidades individuales y sociales de los directores de la empresa, debido a la larga experiencia profesional ejercida en la empresa demandante, de la cual se alejaron, según sus palabras, por "desavenencias con la parte gerencial". Una vez fuera de esa empresa, en términos no muy amigables, decidieron crear y llevar adelante un proyecto propio.

¿Cómo comprender la exclusión, teniendo presente que la misma constituye un modo de implicación? Aquí se plantea a la antropóloga un camino divergente: o adopta una perspectiva externalista y distante, explicando la exclusión como el derecho de los actores de no exponer el conflicto a un personaje que perciben como extraño y aceptando la imposibilidad de acceder al conocimiento de la situación de conflicto, sin mayor análisis; o realiza un esfuerzo de reflexión para comprender la situación de implicación por exclusión, llave del entendimiento del espacio de comunicación entablado con los actores sociales, del cual participa aún sin quererlo.

En la situación analizada, la exclusión de la antropóloga del conocimiento del estado de enfrentamiento judicial con actores externos al laboratorio, asegura que no podrá portar en los intercambios cotidianos con los subordinados, el testimonio acerca del conflicto subyacente. El ocultamiento opera, en consecuencia, como inhibidor de la penetración de los términos y modos del conflicto en los actuales intercambios, evitando así que los actores subordinados se compenetren con estados de desequilibrio e inestabilidad ante el quiebre de la imagen de solidez científica y gerencial que se quiere reflejar hacia el interior. La interdicción opera aquí con el efecto simbólico de fortalecer el "culto de la empresa" edificado por los actores, tanto subordinados como gerentes, en un esfuerzo de éxito individual y colectivo, basado en las percepciones de seguridad y legalidad que las formas estatutarias confieren a la empresa. La presencia de la antropóloga, condicionada por los efectos del "pacto de silencio" gerencial, ayuda a consolidar el espacio social interno, en virtud de la seguridad experimentada en el intercambio cotidiano con los subordinados. Es por ello que su participación ampliada es aceptada.

Por su parte, los actores subordinados, si bien confrontan cotidianamente con la gerencia distintas visiones acerca de su quehacer y posición jerárquica, comparten con ellos un marco simbólico de fuerte compromiso con el destino exitoso del proyecto en el cual están embarcados, atendiendo a la posibilidad efectiva de desarrollar sus capacidades científicas y técnicas en un ambiente altamente innovador y creativo.

Respecto a la posición de testigo participante de la "saga" atinente a la construcción de las trayectorias académicas, profesionales e individuales de cada uno de los directores, –esas "cinco férreas voluntades"–, unidas en un desafío local e históricamente anticipado de crear una empresa de la ciencia, el eventual conocimiento de la antropóloga de la demanda judicial desacreditaría la fuerza destellante de los relatos de tipo hagiográfico, en base a los cuales construyen sus personajes. La exclusión entonces se corresponde con el mantenimiento intacto del marco simbólico y social construido con esfuerzo, en la elaboración de sus historias individuales y sociales, demarcadas por el pasaje exitoso y pionero del estancado mundo académico y estatal al pujante mundo empresarial.

Retomando la propuesta de Althabe y Hernández, para quienes "la implicación entra en escena en una forma particular: mediante las exclusiones de las cuales el antropólogo es objeto. El análisis de dicha dinámica (incorporación o expulsión del campo de interlocución) le permitirá comprender el modo de gestión del colectivo social. Las causas que autorizan la participación del investigador en situaciones de interacción o, al contrario, que justifican su expulsión, responden a una particular microfísica del poder" (2005:80), podemos ahora preguntarnos, tomando como base nuestra interpretación de la situación de implicación dada y ya en un segundo nivel de examen, cuáles son las lógicas que animan y estructuran el campo social bajo estudio y asimismo cuál de ellas es su principal organizadora.

El espacio y tiempo social del laboratorio está estructurado por dos lógicas en constante tensión: la empresarial y la científico-tecnológica. La primera tiene por función privilegiar la reproducción de las jerarquías dentro de la empresa y velar por la producción material y la obtención del beneficio económico. La científico-tecnológica, generar conocimientos biotecnológicos, susceptibles de ser materializados en productos medicinales de uso humano. También reafirmar el rol de científicos de los actores que se sienten expulsados de la lógica académica que inspira la búsqueda del conocimiento "puro" dentro de comunidades aisladas, no impregnadas por las reglas de la aplicación y la búsqueda de ganancias. El encuentro o divergencia de estas lógicas, producen efectos concretos en el estilo de la dinámica y organización social dada dentro del laboratorio, generando conflictos en el proceso de elaboración de las identidades individuales y sociales de los sujetos (ver Stagnaro, 2005).

Así, en el caso estudiado pudimos identificar que el modo de comunicación dado en esta empresa se organiza predominantemente en base al logro del éxito, la innovación y la competencia, obtenido por medio de la apropiación privada del conocimiento. La que es normada y protegida por el estatus jurídico y legal propio del laboratorio industrial. Todos los actores subordinados y jerárquicos comparten el respeto por la ciencia, materia prima del actual desafío empresarial, potenciado por la fuerte apuesta de competir activamente en el biomercado.

En este contexto, el nuevo proyecto iniciado tendiente a abarcar y administrar todo el proceso de innovación y desarrollo, más los de producción, control de calidad y comercialización, genera la necesidad de un mayor reclutamiento de cuadros técnicos y profesionales, que se vería coartado ante una situación de inestabilidad directiva, producida como posible efecto del antes aludido conflicto. A fin de mantener e incrementar su representación simbólica de innovadores exitosos, construyen y alimentan una imagen interna y externa de confiabilidad, base del reconocimiento de la seguridad y responsabilidad de la empresa en la producción de medicamentos de uso humano.

Conclusión

Ha llegado el momento de interrogarnos sobre cuál es el plus cognitivo que aporta la perspectiva de la implicación reflexiva en la situación etnográfica presentada, en este caso, en un espacio-tiempo profesional de actividad finalizada,7 como lo es la empresa con base en la ciencia.

En primer lugar, constituye como objeto de análisis a "la situación de intercambio y lo que en ella se juega", lo que importa un desplazamiento irreversible del investigador desde una posición de distanciamiento ilusorio asegurado, por ejemplo, por el dispositivo teórico-metodológico de la participación-objetivante (Bourdieu y Wacquant, 1995) o incluso asimismo desde una posición de "curiosidad científica" (Rabinow, 1996); hacia una de inmersión y participación en el campo de interlocución establecido con los actores. En consecuencia, el producto de esos intercambios constituirá la base para generar una comprensión de las relaciones sociales desde el interior del juego social.

En nuestro caso, durante la temporalidad extensa del trabajo de campo, se evidencia un cambio de concepción de la unidad de análisis, que se presenta primero como el punto teórico de intersección entre el proceso de producción del conocimiento y de su aplicación, donde prevalece el interés epistemológico respecto de las categorías nativas relevadas con el método etnográfico de rasgos clásicos.

En un segundo momento, el relevamiento de esas categorías nativas va a ser realizado desde una interrogación específicamente antropológica, al analizar el campo científico e industrial como esferas de producción de hechos científicos y empresariales, pero a su vez también de significados culturales y sociales locales. Ninguno de estos dos modelos van a permitir concebir y explicitar el objeto de estudio como el entramado social donde se producen los intercambios y genera lo social, en donde el investigador está implicado como parte de la puesta en escena cotidiana de las dinámicas sociales, debido a que fueron diseñados teniendo como base naturalizada la escisión dicotómica entre observación-participación; sujeto-objeto; externo-interno; neutralidad-implicación.

En segundo lugar, el abordaje de la implicación-reflexiva considera las situaciones o acontecimientos dados en la práctica etnográfica como las unidades principales de interpretación. El marco interpretativo está elaborado en base a la forma en que la praxis del investigador es reinvestida en su totalidad en el campo, horizonte desde el cual interpelará a los "datos" relevados de las descripciones y relatos, integrándolos no ya como datos provenientes de una total exterioridad, sino como productos comunicacionales que han emergido de la interacción.

En el caso estudiado la situación de exclusión, pudo ser interpretada como coherente con el paisaje interior de la empresa, restituyendo los múltiples significados que se desprenden de la autorización concreta obtenida para realizar la investigación, la negociación de las modalidades de presencia y la inmersión aceptada por los actores, constitutivas todas ellas de distintos niveles de la dimensión heurística de la inserción del antropólogo en el campo. (Bazin y Selim, 2001)

En tercer lugar, la contradicción constitutiva, atribuida a la posición del antropólogo en tanto actor y productor de saberes; interpela seriamente tanto al recurso metodológico de ruptura, separación y objetivación del sistema de conocimiento de los otros; o a su extremo opuesto de mimetización total con la forma de percepción y significación nativa. Es en el marco de la tensión producida entre el rol que le es adscripto en el mundo de los otros y la contradictoria distancia que debe defender y erigir constantemente en el decurso de su investigación, donde se produce el conocimiento desde el interior de los campos sociales, propia del saber antropológico.

Finalmente queremos resaltar que recién luego de aceptar esta tensión como marco interpretativo podremos entender el tránsito de una posición de total externalidad (identificada con los primeros momentos de la investigación) a otra de relativa fusión mítica con la categoría social de los subordinados ( a través de la incorporación a su mundo del trabajo, por más ficcional que esta fuera) para arribar finalmente a la aceptación como actora interna (en el momento de la revisita) revelada por la no necesidad de mantener el ocultamiento. Es decir, que el movimiento o traspaso del rol de figura externa tolerada a la de actora interna del campo social se trasunta en la forma en que es construida y deconstruida la temporalidad durante la investigación.

Notas

1 Registro de entrevista realizada en agosto de 1996.

2 Los nombres y designaciones personales y societarias son ficticios.

3 Ver Hernández, Valeria "Estudiando el orden jerárquico a través del dispositivo implicación-reflexividad", en este volumen.

4 Ver Hernández, Valeria "Estudiando el orden jerárquico a través del dispositivo implicación-reflexividad", en eeste volumen.

5 Expresión metafórica que alude a la mirada anacrónica propia de la historia interna de la ciencia, desde el estado de conocimiento del presente, hacia un pasado descontextualizado de la cultura, normas, valores y saberes de la época.

6 Declarada y sancionada por el Congreso de los Estados Unidos firmada por el Presidente George W. Bush en 1989.

7 Tal como ha sido caracterizada por Gérard Althabe en sus seminarios de posgrado dictados en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (1995, 1996, 2000)

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