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Cuadernos de antropología social

versión On-line ISSN 1850-275X

Cuad. antropol. soc.  n.26 Buenos Aires ago./dic. 2007

 

El lado oculto del consumo

Susana Narotzky*

* Catedrática de la Universidad de Barcelona. Este artículo ha sido publicado en Yproductions (eds.) (2007). Producta50. Una introducción a algunas de las relaciones que se dan entre la cultura y la economía . Barcelona, Generalitat de Catalunya / Departament de Cultura i Mitjans de Comunicació, 170-187. Obra publicada bajo licencia Creative Commons.

Resumen

El aprovisionamiento de recursos es un proceso complejo en el que deben considerarse conjuntamente relaciones de producción, distribución, apropiación y consumo, y en el que el desarrollo histórico va a definir en cada caso las vías particulares de aprovisionamiento de bienes y servicios que están disponibles en sociedades concretas, para grupos concretos y para actores concretos dentro de esas sociedades. Desde una perspectiva que observa los “modos de aprovisionamiento” en su diversidad, el trabajo se aproxima a las formas no mercantiles de obtención y transferencia de recursos y no sólo al consumo encuadrado en dinámicas de mercado.

Palabras clave: Consumo; Modos de aprovisionamiento; Mercado; Formas no mercantiles

Abstract

The purchasing resources is a complex process and need to consider together production, distribution, appropriation and consume relations, and en the historical development will define in each case the goods and services purchasing especial ways available in specific societies, for specific groups y for specific actors into this societies. Observing the “purchasing modes” in them diversity, this article analyze the no mercantile forms the obtaining and transference the resources, and no only to the mercantile consume.

Key Words: Consume; Purchasing Modes; Market; No Mercantile Forms

Resumo

O aprovisionamento de recursos e um processo complexo em o que e necessário considerar conjuntamente relaciones de produção, distribuição, apropriação e consumo, onde o desenvolvimento histórico vá definir em cada caso as vias particulares de aprovisionamento de bens e serviços disponibles em sociedades concretas, para grupos concretos y para atores concretos em essas sociedades. Desde uma perspectiva que observa os “modos de aprovisionamento” em sua diversidade, este trabalho se aproxima as formas no mercantil de obtenção y transferência de recursos y no solo al consumo enquadrado em dinâmicas de mercado.

Palavras-chave: Consumo; Modos de aprovisionamento; Mercado; Formas no mercantil

El lado oculto del consumo es todo aquello en que no solemos reparar cuando consumimos y que sin embargo forma la trama y la urdimbre de algo que es un proceso complejo agazapado detrás de actos discretos que parecen demostrar nuestra autonomía individual. Según como se vayan articulando las relaciones sociales entre las personas que producen y distribuyen lo que consumimos, se obtendrán valores tanto materiales como culturales distintos que pasarán a incorporarse en los objetos mismos y contribuirán a delimitar su capacidad de significar.

Quiero enfatizar que el aprovisionamiento de recursos (de todo tipo, pero fundamentalmente bienes, servicios e información) es un proceso complejo en el que deben considerarse conjuntamente relaciones de producción, distribución, apropiación y consumo, y en el que el desarrollo histórico va a definir en cada caso las vías particulares de aprovisionamiento de bienes y servicios que están disponibles en sociedades concretas, para grupos concretos y para actores concretos dentro de esas sociedades. Desde una perspectiva que observa los “modos de aprovisionamiento” en su diversidad podemos aproximarnos a las formas no mercantiles de obtención y transferencia de recursos y no sólo al consumo encuadrado en dinámicas de mercado.

Muchos estudios y perspectivas teóricas han contribuido en los últimos veinte años a crear un ambiente propicio al desarrollo de un enfoque centrado en el aprovisionamiento en un sentido amplio, más allá de los clásicos límites del mercado. Trataré con mayor detalle algunas de ellas más abajo, pero quiero mencionar ahora algunas de las contribuciones más significativas a la creación de este “ambiente” intelectual que atraviesa varias disciplinas sociales e incluye desde la sociología y la geografía a la economía, sin olvidar, claro está, la antropología.

En antropología, Wolf (1982) y Mintz (1985) han aportado sus contribuciones a esta aproximación desde la perspectiva de la “economía política”. Appadurai (1986) y Kopytoff (1986), por su parte, aportan contribuciones esenciales desde una perspectiva transaccionalista y culturalista. Otros, como Bourdieu (1979), se han mostrado interesados en la reproducción social de las élites económicas y políticas mediante prácticas particulares de consumo que, a su vez, descansaban en relaciones de producción particulares. Aun otros, como Davis (1972), han incidido en las diferentes “esferas de intercambio” que al igual que se habían descrito para sociedades no occidentales (Bohannan, 1959; Bloch y Parry, 1989) operaban también en las sociedades plenamente capitalistas.

En sociología, Pahl (1984), Mingione (1985) y Gershuny (1988) han subrayado el hecho de que el aprovisionamiento de bienes y servicios podía realizarse a través de procesos formales (mercado, Estado) o informales (comunidad, grupo doméstico), y éstas eran a menudo opciones disponibles simultáneamente en una comunidad o sociedad. En una monografía ya clásica sobre la isla de Sheppey, Pahl (1984) descubrió que existía una aparente paradoja entre la participación de los hombres como asalariados en el ámbito “formal” de la producción y su participación en las redes de auto-aprovisionamiento “informales” locales. Por el contrario, los que más necesitaban participar en las redes informales de aprovisionamiento porque no tenían otras alternativas, es decir los desempleados, eran los que más dificultades tenían de acceder a estos circuitos.

En los últimos diez años la perspectiva del aprovisionamiento se ha desarrollado como una herramienta metodológica útil sobre todo dentro del marco teórico de la economía política. Este desarrollo actual también trata de abordar las cuestiones relativas al consumo integrándolas en el complejo entramado de los varios procesos de diferenciación que concurren en las relaciones de producción, de distribución, de apropiación y de consumo. Dos contribuciones fundamentales definen la perspectiva del aprovisionamiento: la de Warde (1992), que se define como una teoría “horizontal” de los “modos de provisión”, y la de Fine y Leopold (1993) (véase también Fine, 2002), que se define como una teoría “vertical” de los “sistemas de provisión”.

Desde la perspectiva de Warde, es importante pensar en ciclos de episodios de producción/consumo articulados que “no son necesariamente idénticos y pueden suponer tipos específicamente distintos de relaciones sociales” (1992:19). Por tanto, para que un consumidor pueda disfrutar de un bien o servicio concreto tienen que darse un número de episodios de producción/consumo articulados que probablemente abarcarán marcos espacio-temporales muy distintos, así como contextos sociales y culturales diversos donde esos episodios se organizarán en torno a relaciones sociales de producción, distribución y consumo particulares. Esta perspectiva abarca la distinción clásica entre consumo productivo y consumo personal, en una cadena de momentos diversos pero articulados que se verán guiados por uno o más de los valores que orientan el consumo: valor de cambio, valor de uso, valor identitario (Warde, 1992:17-18). Para cada bien se puede seguir hacia atrás el ciclo particular de episodios de producción/consumo y las relaciones sociales implicadas en hacerlo disponible en general en una sociedad, pero diferencialmente accesible a la gente que habita en ella. Warde define los “modos de provisión” como procesos en los que:

“episodios de producción/consumo se caracterizan o diferencian por las relaciones sociales específicas implicadas en proveer el valor final. En la sociedad contemporánea, empíricamente, estas relaciones sociales caen de forma predominante en cuatro categorías. Llamaré a estas categorías modos de provisión. Los modos de provisión se caracterizan por las distintas formas de producir el bien que incorpora el valor que ha de obtenerse al final de cada episodio y por las relaciones sociales que gobiernan el acceso a los frutos del trabajo. Necesitamos considerar la provisión de mercado, estatal, doméstica y comunal, los modos contemporáneos fundamentales. Típicamente, estos cuatro tipos de procesos de aprovisionamiento están gobernados, respectivamente, por relaciones de intercambio de mercado, obligación familiar, derechos ciudadanos y reciprocidad.” (Warde, 1992: 19-20)

Esta perspectiva de los “modos de provisión” proporciona una teoría “horizontal” del aprovisionamiento que es aplicable transversalmente a todos los bienes y servicios.1 En tanto teoría, intenta capturar el significado político y social de los cambios o substituciones entre modos de provisión.

“Es porque los servicios [y los bienes] son producidos bajo condiciones diferentes y su acceso es regulado en consecuencia, y porque subsecuentemente esto tiene consecuencias para su disfrute, que la substitución de servicios entre modos es tan importante social y políticamente. Puesto que en la medida en que las relaciones sociales de producción son formadoras de cohesión social y de conflicto, entonces la substitución entre modos es de enorme importancia.” (Warde, 1992:20)

Fine está también interesado en la complejidad de los procesos que articulan producción y consumo, pero en su caso va a enfatizar la diferencia entre mercancías distintas (por ejemplo, distinguiendo los procesos que se dan para la alimentación como sustancialmente distintos a los que se dan para el sector del vestido) y va a convertir esto en el eje central de su teoría del aprovisionamiento (Fine & Leopold, 1993; Fine, 2002). Por otra parte, Fine tiene mucho cuidado en determinar el ámbito de aplicación de su teoría a las “mercancías”, es decir, estrictamente a los productos producidos para el intercambio de mercado, y sólo de forma marginal a los productos no producidos para el intercambio de mercado pero que puedan entrar en un proceso de intercambio mercantil sin ser en sentido propio “mercancías”. Estos últimos comprenderían, entre otros, objetos de segunda mano o antigüedades o incluso los sobornos que responden a una dinámica de mercado.

La perspectiva de Fine es una perspectiva “vertical” del aprovisionamiento:

“Los imperativos diversos que gobiernan distintos grupos de mercancías quedan implícitos en el uso de los términos que los describen –el sistema alimentario, el sistema energético, el sistema de la vivienda, el sistema de la moda, el sistema del transporte, etc. El uso del término “sistema” significa la idea de que ciertas estructuras y dinámicas han sido desarrolladas para cada uno de los grupos de mercancías. Aunque éstas no sean inamovibles, o puedan mostrar afinidades aunque sea parciales entre grupos de mercancías (compartiendo características técnicas o de marketing), la presunción debe ser que existe un vínculo vertical más fuerte en el proceso de la producción al consumo dentro de cada uno de los sistemas de aprovisionamiento del que existe entre ellos”. (Fine, 2002:175)

Varios puntos son relevantes en la teoría de Fine sobre “sistemas de aprovisionamiento”. Primero, el análisis de las articulaciones entre producción y consumo en donde cada articulación “juega un papel potencialmente significativo en la construcción social de la mercancía tanto en su aspecto material como en el cultural” (Fine, 2002:98). Segundo, el énfasis en la tensión entre la naturaleza física de los productos (y servicios), es decir su potencialidad como “valores de uso”, y los significados atribuidos a ellos (2002:89). Así, cambios en el extremo de la producción de la cadena de aprovisionamiento afectarán el contenido de la mercancía, mientras que cambios en el extremo del consumo de la cadena afectarán su interpretación o significado. Sin embargo, no existe una transitividad automática a lo largo de los eslabones de la cadena en la que los cambios en un extremo producirían cambios previsibles e isomorfos en el otro. Más bien existe una dialéctica permanente en la que las relaciones sociales en un extremo, aquellas que producen el valor de uso de la mercancía, interactúan con las relaciones sociales que se crean en el otro extremo, el del consumo final.2 Tercero, aunque no en el mismo sentido “horizontal” y sistemático que propone Warde en su teoría de los “modos de provisión”, Fine reconoce la importancia de considerar “la cambiante relación entre formas comerciales y no comerciales de aprovisionamiento, así como los cambios y las transformaciones de estas categorías” (Fine, 2002:114):

Es necesario determinar cómo formas diferentes de producción para el consumo son reproducidas y transformadas a pesar de su posible falta de lógica comercial y de su interacción con ésta. Tanto la naturaleza como la viabilidad de esta producción y este consumo no comerciales es probable que se vean altamente influenciados, si no eliminados, por la predominancia de alternativas comerciales (2002:115)

Las dos aproximaciones descritas arriba (de Warde y Fine) construyen de forma explícita una teoría del aprovisionamiento, resaltando la necesidad de integrar la producción y el consumo. Esto reviste consecuencias importantes para las ciencias sociales implicadas en el estudio de cuestiones relativas al sustento material de la vida en nuestras sociedades.

El aprovisionamiento, algunos ejemplos iniciales

Los dos ejemplos seleccionados para ilustrar los “modos de provisión” y los “sistemas de aprovisionamiento” son el del cuidado y el del alimento. El primero hace referencia a los “modos de provisión”, el segundo, a los “sistemas de aprovisionamiento”.

El cuidado

Imaginemos que necesitamos un/a “canguro” o niñera para cuidar de nuestros hijos/as varias horas al día, varios días a la semana, mientras vamos a trabajar. ¿Cómo vamos a proveernos de este servicio? Varias posibilidades vienen a la mente de inmediato: a) el Estado puede proveer un sistema de guarderías que proporcionen este servicio; b) el Mercado tiene una amplia oferta de agencias de empleo privadas y de trabajadoras autónomas (son en general mujeres) que pueden proporcionar este servicio a distintos precios; c) la red de Parentesco puede disponer de personas dispuestas a proveer este servicio informalmente y d) la Comunidad o el vecindario o una red de amistad puede haber organizado un sistema de trueque de servicios, más o menos formalizado en un sistema cooperativo, que pueda proporcionar el servicio que necesitamos (Brandon, 2000; Stack, 1974).

De estas cuatro posibilidades que he definido sólo b) se sitúa íntegramente en un marco de intercambio de mercado, pero incluso en este caso, el modo de acceso a niñeras particulares se verá a menudo condicionado tanto por su posición en el mercado de trabajo como por su posición en un entramado social particular. Nuestra red social y nuestros ingresos, así como nuestra construcción social de la “confianza” respecto de personas desconocidas será también significativa. Por otro lado, muchas de las posibilidades no-mercantiles pueden estar parcialmente insertadas en el intercambio de mercado. Este es el caso cuando pagamos a una parienta para hacer el trabajo aunque sea a un precio diferente al del mercado (a veces inferior, a veces superior); también es el caso cuando el grupo vecinal de trueque organiza su sistema de contabilidad interno en referencia al crédito-tiempo, y por tanto al valor de cambio del trabajo (abstracto) medido en unidad de tiempo.3

Por otro lado no todo el mundo tiene las mismas opciones de aprovisionamiento disponibles por razones tanto materiales como culturales: algunos residirán muy lejos de sus parientes, otros serán nuevos en un barrio o en una ciudad y no dispondrán de red social local, otros no dispondrán de dinero en metálico para entrar en el sistema mercantil de aprovisionamiento, otros vivirán en lugares en los que el Estado o la municipalidad no provee guarderías (o no en cantidad suficiente para paliar la posible demanda) o bien puede que no sean elegibles para el disfrute de este servicio público (por su nivel de ingresos “excesivo”, o por su lugar de residencia), en otros casos los centros se encontrarán en localizaciones inconvenientes (lejos del hogar o del trabajo, o mal comunicados, etc.), otra gente, en fin, no confiará en dejar a sus hijos en manos de desconocida/os.

La mayoría de la gente utilizará distintas opciones en distintos momentos de su vida. A menudo esto estará condicionado por factores sociales y económicos tales como los ciclos domésticos de los hogares emparentados, la cambiante capacidad individual o doméstica de articular redes sociales, la posición de los agentes en el mercado de trabajo que determinará la disponibilidad de ingresos y de tiempo, las políticas de bienestar social del Estado, etc.

Alimentos

Digamos que estamos acostumbrados a tomar café en el desayuno, y generalmente lo conseguimos a través del mercado. Tenemos varias opciones. Podemos ir a un supermercado y escoger entre las diversas marcas (Marcilla, Bonka, Soley, etc. todas ellas parte de conglomerados alimentarios como Nestlé), normalmente mezclas de especies vagamente definidas por su origen (Colombia, Brasil, o su especie, Robusta, Arábica). Este producto va dirigido a un consumidor de masa. Pero detrás de cada una de estas marcas hay una serie de relaciones sociales de producción y distribución que difícilmente podemos rastrear, es decir que el seguimiento posible es escaso en lo que refiere a la calidad pero también a cuestiones “éticas” de explotación de la mano de obra, por ejemplo. Sin embargo las relaciones de producción concretas (incluyendo según el periodo histórico la esclavitud, el contrato de servidumbre, el trabajo asalariado, la aparcería y el campesinado independiente) y de distribución (incluyendo las transformaciones en las tecnologías de transporte y almacenamiento así como los sistemas de venta al por menor) que hacen que una forma de aprovisionamiento sea posible están fundamentadas en una historia de conexiones entre formas de organización económicas, sociales, culturales y políticas de distintos grupos de gente en localizaciones geográficas distintas (Stolcke, 1984 y 1988; Jiménez, 1995; Roseberry, 1996).

Otra opción sería ir a una tienda especializada, un tostadero independiente (como Cafés El Magnífico o La Puertorriqueña en Barcelona) en dónde podemos confiar que obtendremos cafés específicos producidos en lugares particulares que resultan en calidades y sabores diferentes. Nuestra confianza se basa en la creencia de que la conexión entre producción y distribución/ minorista es hipotéticamente más directa y en que el conocimiento y el control de la calidad en origen son posibles en este caso. Es decir que tanto en la producción como en la distribución, la “alienación” de los agentes involucrados respecto del producto es considerablemente menor que la existente en los gigantes de la agro-industria y de la distribución alimentaria (Carrier, 1995; Winson, 1992). Este tipo de punto de venta, por otro lado, sirve a un público supuestamente más experto y sofisticado. Sin embargo no debe olvidarse que esta forma de aprovisionamiento está ligada a innovaciones tecnológicas como la “containerización” y a las nuevas formas de “marketing” que segmentan las prácticas de consumo y se dirigen a grupos predefinidos de consumidores utilizando discursos de identidad y calidad (Roseberry, 1996; Roseberry et al, 1995)

Cada vez más existe otra opción de aprovisionamiento de café para el consumidor urbano occidental. A través de nuestras prácticas de consumo de café podemos intentar beneficiar formas particulares de producción en origen, en general sistemas ligados a la pequeña producción directa “campesina” que comercializan su producto a través de cooperativas ligadas al sistema de “comercio justo” (Whatmore & Thorne, 1997). El comercio justo se basa en potenciar la “conectividad” entre las decisiones de los agentes en los extremos del consumo y de la producción respectivamente, así como en “vender” esa “conectividad” como “justa” y “sostenible”. Aunque a menudo la conexión entre los dos extremos de la cadena de aprovisionamiento aparece en estos casos como lineal y evidente, esto raramente responde a la realidad. Las decisiones que afectan la producción y comercialización de los productos dependen de instituciones como el mercado de futuros especializado en café de la bolsa de Nueva York (Cocoa, Sugar, Coffee Exchange, CSCE) que hace que los precios fluctúen y proporciona el estándar de los acuerdos de “comercio justo”:

La diferencia fundamental entre los compradores del comercio justo y los intermediarios comerciales es que los primeros pagan un precio de garantía mínimo (que protege al agricultor en caso de que el mercado entre en caída libre), y un número fijo de puntos por encime del precio del CSCE en caso de que el mercado supere el mínimo (de hecho un 10 por ciento de bonificación) (Whatmore & Thorne, 1997:297)

Esta bonificación tiene por objeto contribuir a inversiones relacionadas con la implementación de infraestructuras ligadas al bienestar social en origen (salud, educación, etc.). Sin embargo, la presión por parte de los compradores de comercio justo sobre la “calidad” del producto (que a su vez justifique los precios más elevados que paga el consumidor final en destino), crea una fuerte presión sobre los agricultores para que cambien sus prácticas de cultivo hacia sistemas agrícolas más ecológicos (lo cual implica generalmente, más intensivos en trabajo), que respondan a los estándares de certificación regulados por la legislación de la Unión Europea, entre otros. Sin embargo el factor de la “calidad” es delicado porque a menudo empuja a los productores fuera de la red del “comercio justo” y de vuelta a las garras de los intermediarios comerciales (los “comerciantes”) y a las fluctuaciones brutales del mercado de futuros:

“Con el fin de proveer a los consumidores de Cafédirect [una red de comercio justo] con “café excelente”, las cooperativas [de productores] deben proporcionar únicamente el grano de la mejor calidad. Si el café tiene menor calidad (las razones para ello incluyen régimen de lluvias, parásitos e insectos, fermentación) no cumplirá las condiciones negociadas en los contratos de comercio justo entre el gestor de exportaciones de la cooperativa y el comprador de Cafédirect, y los agricultores venderán a los comerciantes. Si el precio en el mercado de valores es alto los comerciantes pagarán bien incluso por esta baja calidad, y pagarán en efectivo.” (Whatmore & Thorne, 1997:299)

Como consumidores, nuestra capacidad de seleccionar una u otra vía de conseguir nuestro café dependerá de factores como los ingresos, el punto de venta más conveniente, la información sobre las distintas opciones de que dispongamos, nuestro posicionamiento ideológico, pero también, y esto resulta menos evidente, de las relaciones de producción en origen, los sistemas de distribución y comercialización, el mercado de valores, las innovaciones tecnológicas (tales como la containerización para transporte de larga distancia de bienes perecederos), todo ello afectando la calidad, los precios y la circulación del producto pero también su significado en nuestra sociedad..

Estos dos ejemplos traen a la luz una serie de cuestiones centradas en la conexión inevitable que existe entre los procesos de producción y los procesos de consumo, en particular entre la producción “material” de bienes y servicios, la producción “social” de diferenciación y la producción “cultural” de significado e identidad. Vamos intentar exponer estas cuestiones a continuación.

El consumo como problema

Hay un interés creciente por el consumo en antropología. Algunos antropólogos parecen pensar que las pautas de consumo nos pueden decir más sobre las relaciones sociales contemporáneas (diferenciación social, construcción identitaria, agencia, poder) que las pautas de producción. Señalan que el “empoderamiento” sólo puede venir ya de las prácticas de consumo en un contexto en el que un mercado de trabajo precario y segmentado, y unos procesos productivos flexibles e informales han desbaratado las prácticas de empoderamiento tradicionales basadas en la homogeneidad y solidaridad conseguida en el lugar de trabajo por los trabajadores y expresada en las organizaciones sindicales (Miller, 1987, 1995 y 1997). El consumo parece abordar tanto las necesidades materiales como la producción simbólica, la producción de significado y su relación con el poder.

Lo que me interesa enfatizar aquí, sin embargo, es que si no abordamos la complejidad de los sistemas de aprovisionamiento como una totalidad, no podremos entender las pautas de consumo, las relaciones sociales que se producen en el consumo, ni la construcción de significado social o las formas de distinción social y de diferenciación que surgen en torno al consumo. De ahí el interés de una perspectiva que subraye una serie de puntos. En primer lugar, se plantea la necesidad de seguir las vías de aprovisionamiento. En segundo lugar, se plantea la necesidad de estudiar la relación de estas vías de aprovisionamiento con los procesos de poder, en particular con las formas de institucionalización y diferenciación social.

Seguir las vías de aprovisionamiento

En relación con la tarea de analizar las vías de aprovisionamiento tenemos que tener en cuenta dos importantes aportaciones de la antropología, que provienen de dos perspectivas teóricas diferentes la de la “economía política” en antropología (Roseberry, 1988) y la de la antropología cultural de la globalización de tendencia transaccionalista (Inda & Rosaldo, 2002; Hannerz, 1992 y Appadurai, 1998).

La primera se enmarca en la perspectiva de la “economía política” que se desarrolló durante los años 1970s y 1980s en antropología basándose en las teorías de la dependencia y del sistema-mundo. Desde este ángulo, el estudio de Sidney Mintz Sweetness and Power (1985) muestra cómo un sistema particular de producción (el sistema de plantación) transformó la disponibilidad de azúcar así como su significado, pasando de ser un bien de lujo escaso y de altísimo valor a convertirse en algo “corriente y una necesidad”. También muestra cómo la expansión de un bien de consumo particular, el azúcar, está relacionada con la industrialización en Inglaterra y con la necesidad de reducir los costes de reproducción de la fuerza de trabajo mediante la provisión de nutrientes baratos y energéticos que pudieran producirse en las colonias a muy bajo coste, debido al tipo de relaciones de producción y de poder que imperaban en esas regiones.

El objetivo del análisis de Mintz es enfatizar la relación entre la producción y el consumo de alimentos, una relación que como él mismo señala estaba claramente presente en “las preocupaciones tradicionales de los antropólogos de la alimentación” cuando estudiaban las sociedades “primitivas” que solían estudiar, pero parece haber perdido interés hoy en día:

“las sociedades modernas complejas parecen haber divorciado la producción de alimentos del consumo de alimentos; pero por qué, qué cantidades de alimentos se hicieron disponibles cuándo y dónde, y cómo estas disponibilidades configuraron las elecciones, son preguntas que merecen ser contestadas todavía.” (Mintz, 1985:179-80)

“La tan cacareada libertad de elección significaba libertad sólo dentro de una gama de posibilidades establecidas por fuerzas sobre las cuales aquellos que supuestamente estaban eligiendo libremente no tenían el más mínimo control.” (1985:183)

Por su parte, desde una óptica transaccionalista y culturalista, Arjun Appadurai en su introducción a The Social Life of Things (1986) muestra cómo los objetos pueden seguir caminos que les llevan a entrar o salir de la situación de mercancías, muestra cómo algunas “cosas” serán consumidas varias veces de forma diferente, en contextos culturales distintos y por diferente tipo de gente, mientras que otras “seguirán un único trayecto desde la producción al consumo” (Appadurai, 1986:23; véase también el concepto de “singularización” de Kopytoff, 1986:73-77), viendo restringida su entrada al estatus de “candidatura a mercancía” por fuerzas sociales y políticas (Appadurai, 1986:13-14)

Además, Appadurai subraya cómo el valor de las mercancías se produce en la transacción como resultado de factores temporales, culturales y sociales. El significado de una “cosa” particular depende tanto de una “biografía cultural” que traza el movimiento y la “historia de vida” del objeto, como de una “historia social” que puede trazarse para “clases de objetos” en una sociedad y que crea dinámicas de gran escala que constriñen las “trayectorias íntimas” de las cosas (1986:34-36). Una contribución importante de la perspectiva de Appadurai es la relación que establece entre el conocimiento y las mercancías a lo largo de las vías que transitan, y cómo esto contribuye al valor de las mercancías en los intercambios particulares:

Todas las sociedades tienen ideas culturalmente construidas sobre los flujos de mercancías. Pero esas historias adquieren calidades particularmente intensas, nuevas y sorprendentes cuando las distancias espaciales, cognitivas o institucionales entre la producción, la distribución y el consumo son grandes. Este distanciamiento puede o bien estar institucionalizado dentro de una sola economía compleja o bien puede ser función de nuevos tipos de articulaciones entre sociedades y economías hasta entonces separadas. El divorcio institucionalizado (en lo referente al conocimiento, al interés y al papel que ocupan) entre personas involucradas en varios aspectos del flujo de mercancías genera mitologías especializadas (1986:48)

Vías de aprovisionamiento y procesos de poder

Este punto incide en la conexión entre los sistemas de aprovisionamiento y los sistemas de dominación. Esto supone preguntarse cómo las instituciones del Estado, por ejemplo, delimitan de forma efectiva la disponibilidad de los recursos así como las posibilidades de elección de grupos concretos de personas definidos formal o informalmente. Pero también supone preguntarse cómo los procesos de distribución afectan de forma diferencial las posibilidades de consumo de los actores sociales.

El poder de la distribución

La distribución es un concepto que describe el proceso mediante el cual las cosas producidas llegan a las manos de los consumidores. Es uno de los aspectos centrales de la perspectiva de las vías de aprovisionamiento. La distribución implica al tiempo adjudicación y movimiento. Aunque en el sistema de mercado la adjudicación se obtiene en teoría a través del mecanismo de oferta y demanda, abstracción hecha de los constreñimientos políticos y sociales, en la práctica esto no suele ocurrir de este modo. Si consideramos los distintos modos de provisión posibles en cada etapa de un recorrido de aprovisionamiento concreto, podemos observar cómo la adjudicación está a la vez condicionada políticamente e incrustada socialmente en múltiples y complejas relaciones sociales (Carrier, 1995; Miller, 1997).

El valor social de los bienes, su significado, también dependerá de la forma particular de distribución que una determinada persona o grupo pueda usar para acceder a ellos, así como de la capacidad real de elección que tenga para optar entre las distintas posibilidades disponibles. La capacidad de elección de un actor social en cuanto a las modalidades de distribución disponibles está condicionada siempre por su posición en la estructura económica y social general. Esto se expresa en factores como los siguientes:

1. El nivel de equipamiento público y doméstico4 del consumidor. Esto a su vez permite o inhibe determinadas modalidades de consumo: electricidad, nevera, congelador, coche, espacio de almacenamiento, ascensor, teléfono, etc.

2. Su disponibilidad de tiempo y su línea de crédito. Se entiende fácilmente como esto afecta a las personas situadas en lugares espaciales y sociales diferentes (por ejemplo, barrios degradados, chabolas en solares de ocupación, poblados rurales aislados, gente pobre, inmigrantes ilegales, ancianos, etc.), y como resultado afecta también su capacidad de toma de decisiones y su habilidad para producir identidades particulares a través de las prácticas de consumo.

3. La capacidad de información del consumidor respecto a los productos, a vías de aprovisionamiento alternativo, ventas especiales, etc. Estas capacidades de informarse dependerán a su vez de factores como la educación y los niveles de alfabetización, no sólo alfabetización tradicional (leer, escribir, contar) sino también de forma creciente la alfabetización electrónica,

4. La condición física y el estado de salud. Esto afecta de forma directa las posibilidades del consumidor en lo que respecta a su elección de puntos de distribución final. Grupos particulares de personas se ven afectados por estas condiciones: la gente mayor, los enfermos crónicos, etc.

5. Las fuentes y la forma de los ingresos. Este es sin duda el factor más crucial en la determinación de la capacidad de elección en las prácticas de consumo, y depende de la estructura del capitalismo en cada lugar y momento, del sistema de bienestar social disponible en cada caso, y de la posición particular de los actores sociales en cada contexto. Sin olvidar que la forma de los ingresos no es exclusivamente monetaria y la participación de los actores en relaciones sociales que provean ingresos en especie supone de hecho el desplazamiento hacia modos de provisión no mercantiles.

Por lo tanto, distintos canales para la circulación de los bienes y servicios afectarán su adjudicación diferencial entre distintos grupos de personas y producirán nuevamente un proceso de diferenciación.

Conclusión: La perspectiva del aprovisionamiento

Tal como lo hemos ido planteando, la perspectiva del aprovisionamiento sigue los canales de producción, distribución, circulación, apropiación, consumo y desecho de los bienes y servicios. En cada una de las etapas del recorrido de aprovisionamiento, las relaciones sociales producen diferenciación material que queda incorporada en los propios bienes y servicios, por ejemplo en términos de calidad, adecuación a las necesidades, disponibilidad temporal, accesibilidad, etc. para bienes y servicios como alimentos, vestido, vivienda, saneamiento, agua, electricidad, cuidado, etc.

Un aspecto importante de esta perspectiva es que toma en consideración el aprovisionamiento simultáneo de bienes concretos a través de vías diferentes -mercado, Estado, comunidad, grupo doméstico- y la articulación de fases mercantiles y no mercantiles a lo largo de un recorrido de aprovisionamiento. De hecho, a menudo los bienes se desplazan entre distintas fases en su recorrido y la mayoría de bienes y servicios pueden ser aprovisionados a través de modos tanto mercantiles como no mercantiles. La interacción entre estos factores afectará tanto el valor económico como el valor simbólico de los bienes y servicios.

El marco metodológico del aprovisionamiento enfatiza la importancia del Estado y sus políticas y regulaciones relativas al bienestar social, y en particular a los programas de ayuda social específicos. Resalta a este respecto que las decisiones de los actores sociales de orientarse hacia el aprovisionamiento a través de modos más o menos ligados al mercado, dependen de forma muy directa de las políticas estatales de provisión. Es importante por tanto tener presente la historicidad de los sistemas de aprovisionamiento y la economía política de los desplazamientos y de las articulaciones que existen entre distintos modos de provisión.

Desde la perspectiva del aprovisionamiento se enfatiza así mismo el carácter político de la producción de significado a lo largo de estos recorridos. De este modo se incide en la complejidad y ambivalencia de los significados que se producen y se encuentran disponibles para que los actores sociales los utilicen como materia prima en la construcción de sus identidades en los procesos de consumo. El enfoque del aprovisionamiento expresa, pues, la relación ineludible entre la producción de significado y los sistemas de explotación y dominación.

Si pensamos en las prácticas efectivas de aprovisionamiento, resulta a menudo útil pensar en los actores sociales como enredados en redes de aprovisionamiento. Por otro lado, si prestamos atención al recorrido de aprovisionamiento en su totalidad, veremos una red muy compleja de relaciones sociales que se bifurcan en determinados puntos en los que ciertas opciones se tornan imposibles o improbables para ciertos actores sociales, y en dónde generalmente se van a concentrar tensiones y poder y se va a producir diferenciación social y posiblemente conflicto.

La idea de un sistema de aprovisionamiento debería, por un lado, articular los procesos de distribución a los procesos de producción: es decir, qué proveedores de qué bienes usan qué canales de distribución y viceversa (por ejemplo en las cadenas de aprovisionamiento alimentario se puede comparar las vías de productos “orgánicos” o biológicos y las de productos genéticamente modificados). Por otro, debería articular los procesos de distribución con las capacidades y formas del consumo, es decir con cuestiones como la disponibilidad de ingresos, la forma del intercambio (con dinero, crédito, en especie, trueque, benévolo, etc.) y la modalidad de la transferencia (personal/ impersonal).

La perspectiva del aprovisionamiento debería asimismo prestar atención a los desplazamientos entre modos de provisión, y fijarse en cómo las distintas vías de aprovisionamiento interactúan para producir opciones diferenciadas que ayudan a reproducir estructuras sociales específicas. De forma muy especial, esta perspectiva debería articular la disponibilidad de oportunidades diferentes de producción y distribución para distintos agentes, al contexto político y económico que se ha desarrollado históricamente tanto a nivel local como global. Sólo a partir de estas premisas podremos entender el complejo proceso de producción de significados en torno al consumo, y su relación ineludible con los procesos de diferenciación y de reproducción social.

Notas

1 J. Davis (1972) diferencia también cuatro formas de intercambio que corresponden sustancialmente a las mismas distinciones.

2 Un ejemplo de esta tensión es el que plantea Bourdieu (1979) cuando trata de las prácticas de “distinción” mediante el consumo que sirven para la reproducción económica y política de las élites que estructuran el capitalismo en Francia. Prácticas que define como a la vez “enclasadas” y “enclasantes”.

3 Esto está muy próximo a una concepción del valor según la teoría clásica de valor trabajo.

4 Este “equipamiento” podría también entenderse como bienes-capital domésticos, es decir relacionados al consumo productivo en procesos de auto-aprovisionamiento (tal como lo hace Pahl, 1984; véase también Pahl & Wallace, 1985) y no al consumo final.

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