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Cuadernos de antropología social

versión On-line ISSN 1850-275X

Cuad. antropol. soc.  n.26 Buenos Aires ago./dic. 2007

 

Estrategias de pequeños productores rurales y dinámica del capital en el circuito productivo frutícola del Alto Valle del Río Negro

Liliana Silvia Landaburu*

* Licenciada en Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras. UBA. Dirección electrónica: liliana-landaburu@hotmail.com.

Fecha de realización: julio de 2007. Fecha de entrega: agosto de 2007. Fecha de aprobación: diciembre de 2007.

Resumen

El trabajo de campo para la realización de este artículo se ha realizado en la última colonización planificada en el Alto Valle de Río Negro, correspondiente a las actuales localidades de Chichinales, Villa Regina y General Enrique Godoy. Se han elegido unidades productivas no mayores de veinticinco hectáreas de superficie, dado que la misma es una medida histórica relacionada con los primeros asentamientos en la zona, los cuales se caracterizan por poseer plantaciones tradicionales y no contar con riego por aspersión. Se ha privilegiado como objeto de estudio a los pequeños productores, los “chacareros”, a fin de poder comprender su situación dentro del circuito productivo en un momento particular de su devenir histórico, describir sus estrategias y dar cuenta de la dinámica del capital.

Palabras clave: Chacareros; Circuito productivo; Estrategias; Capital; Liminalidad

Abstract

The field work was carried out in the latest planned colonization in the Alto Valle de Río Negro, today the areas of Chichinales, Villa Regina y General Enrique Godoy. Productive units of not over twenty five hectare surface have been chosen because it was the historical measure of the first settlements in this area with traditional plantations and no spraying watering. At the selection of this economy, minor production farmers have been privileged to be studied in order to understand their situation within the production circuit at a particular time in their historical process of evolution, as well as the description of their strategies and their capital.

Key Words: Farmers; Production Circuit; Strategies; Capital, Liminal

Resumo

O trabalho de campanha foi executado na última colonização planejada no Contralto Valle de Rio Negro, hoje as áreas de Chichinales, Regina y General Enrique Godoy. As unidades produtivas de não por cima de uma superfície de vinte e cinco hectares foram escolhidas devido a que isto foi uma medida histórica dos primeiros acordos nesta área com plantações tradicionais e nenhuma rega que borrifa. Lá foram privilegiados como o objeto do estudo os pequenos produtores os “chacareros”, para ser capazes de entender que a sua situação dentro do circuito produtivo em um determinado momento da sua ocorrência histórica, descrever as suas estratégias e explicar a dinâmica do capital.

Palavras-chave: Agricultores; Circuito de produção; Estratégias; Capital; Liminal

Introducción

En la década de los años ‘30 se realiza en la zona en estudio la última colonización planificada, a partir de una triangulación financiera llevada a cabo por capitales ingleses e italianos vinculados con la élite política de Buenos Aires. La constitución de la colonia1 permitió la primera expansión del capital en la zona, configurándose unidades domésticas que sirvieron de estrategia para la expansión del proceso inicial, en el cual el latifundio dio origen al minifundio, y haciendo que el paso del desierto a la agricultura fuerza costeado por los colonos con el producto de su fuerza de trabajo. Gracias a los beneficios del Estado benefactor, los mismos pasaron de ser campesinos2 inmigrantes a ser los farmers3 del valle, es decir, la pequeña burguesía rural. Sin embargo, el período de oro para estos agentes finalizará en la década de los ‘70 con la incorporación al espacio rural de nuevos agentes sociales, entre ellos empacadores, comercializadores e industriales, los cuales los ubicarán en un grado de dependencia al no poder controlar los eslabones de la cadena productiva y al no poder alcanzar los cambios técnicos y tecnológicos propuestos, iniciando un proceso de descapitalización sistemática. Este proceso, que se incrementó en la década de los ‘90, condujo hacia la reproducción ampliada del capital por lo cual la expansión y la concentración de la riqueza se hicieron visibles en el Alto Valle.

Con el objetivo de describir la dinámica del capital y las estrategias de los pequeños productores –que son los agentes más comprometidos al interior del circuito–, se ha elegido para el análisis las unidades productivas no mayores a 20 hectáreas, debido a que esa es una medida histórica en la zona y se vincula con los primeros asentamientos en el período de la colonia. A su vez, se ha privilegiado en la elección del objeto de estudio a los pequeños productores que no han logrado acceder a la mayoría de los cambios técnicos y tecnológicos impuestos. Las quince unidades analizadas poseen una producción tradicional de fruta de pepita y, en algunas parcelas, fruta de carozo. La producción de las unidades en su mayoría es vendida a los medianos productores y a las empresas agrocomerciales, cuando la calidad lo permite, o –en el peor de los casos– a las jugueras para la producción de sidra.

Metodológicamente, consideramos que los datos cuantitativos y cualitativos no son términos opuestos o antagónicos sino complementarios, que permiten poner en tensión realidades subyacentes y enriquecer el proceso de investigación. En tal sentido, el diseño de la investigación se configuró teniendo en cuenta dos caminos paralelos e interdependientes: el material bibliográfico, estadístico e histórico, por un lado, y el trabajo etnográfico por el otro. El trabajo de campo contó con la observación registrada en el terreno y la realización de entrevistas abiertas (estructuradas y semi-estructuradas) e historias de vida.

Los chacareros y el contexto neoliberal

El espacio del Alto Valle históricamente fue estructurado por la penetración de formas capitalistas de producción, a través de procesos como la tenencia de la tierra; la inexistencia de crédito accesible a los pequeños productores; la explotación de la fuerza de trabajo, en especial aquella de carácter temporario; la falta de defensa de los precios de los productos agropecuarios; la tecnología sólo al alcance de productores solventes. Todas ellas fueron características de este espacio social, las cuales se han agravado progresivamente a partir de fines de la década de los años ‘80. La política económica y social del llamado Plan de Convertibilidad produjo un efecto demoledor, que generó un proceso de empobrecimiento y exclusión social para los pequeños productores a partir de las transformaciones provocadas por la implementación de las políticas neoliberales en el país.

Las recetas del denominado Consenso de Washington (Comeliau, 2000) impactaron en este espacio regional; el modelo neoliberal implementado universalmente trajo consigo la reformulación del Estado, privilegiando la lógica de la competencia, el mercado como regulador de los distintos ordenes sociales, la concentración económica, el ajuste, la precarización del empleo, la caída del salario, la exclusión y la desigualdad social.

Las políticas implementadas y la ausencia de otras, fueron la consecuencia del proceso de concentración de la riqueza. A su vez, la desregulación del Estado produjo un proceso de discriminación hacia el sector más vulnerable, beneficiando a aquellos con mayor poder económico y abandonando irremediablemente a los más débiles, los chacareros4 , los cuales son la mayoría de los agentes en la cadena productiva. En este contexto, en la década de los ‘90 se propició un nuevo cambio técnico vinculado con las demandas de los mercados internacionales, dando origen al desarrollo de nuevas variedades en parte de las parcelas productivas, cambio que se ha denominado “reconversión productiva”.

El proyecto Cambio Rural, organizado por el INTA (1999), se focalizó en este proceso de reconversión. Con ese objetivo se constituyeron grupos a cargo de ingenieros agrónomos que brindaban asesoramiento técnico. El objetivo era que los chacareros se hicieran cargo gradualmente de ese asesoramiento y se agruparan en pequeñas empresas, para lo cual se otorgarían créditos que llevarían adelante este proceso.

El sector de producción al que fue dirigido el proyecto contaba en ese momento con un 50% de productores independientes (pequeños y medianos productores), un 31% de productores medianamente integrados (empresas integradas agrocomercialmente y asociaciones de productores) y un 19% de productores totalmente integrados (grandes empresas con integración agroindustrial). Sólo un 25% del total de los productores independientes formó parte del Programa Cambio Rural. A este sector correspondieron unidades familiares heterogéneas, que se localizan preferentemente en predios de hasta 25 hectáreas y sólo intervienen en la producción primaria. Este proceso de reconversión implicaba para el chacarero varios años de espera, un período de improductividad en parte de sus parcelas a la espera de lograr la producción de las nuevas variedades y, consiguientemente, un ingreso menor en la producción total.

En este período, los valores de la fruta no permitían cubrir los gastos necesarios para poder iniciar los trabajos culturales para la temporada siguiente, tales como, poda, abono, raleo, y a su vez costear los insumos necesarios (combustible, fertilizantes y herbicidas). A muchos de ellos les resultó imposible cumplir con sus obligaciones bancarias; la tasa de los créditos a los pequeños productores resultó muy elevada en términos reales, pues el sistema financiero formal cobraba a los pequeños productores un 40% anual. Esta tasa difiere enormemente del acceso que tenía y sigue teniendo el capital concentrado. Esta diferencia incide en el proceso de concentración económica, los afortunados con poder en el mercado accederán a condiciones ventajosas de crédito y posiciones cada vez más dominantes, mientras que los más necesitados quedaran limitados a este acceso, ya sea por que no poseen garantías reales, no califican o, simplemente, no pueden pagar la tasa de interés exigida.

Si bien en algunos casos el proyecto funcionó, logrando la formación de pequeñas empresas que surgieron de esos grupos, el resultado general no fue el esperado. A las deudas bancarias se sumaron los intereses y las cuotas cada vez más inaccesibles, por lo cual las consecuencias de este proceso han sido que las propiedades, en la mayoría de los casos, terminaran embargadas a través de cédulas hipotecarias.

Liminalidad y designificación en la unidad productiva

La competitividad ha impuesto que el proceso de modernización productivo sea llevado adelante en forma parcial o total por agentes económicos que, en muchos casos, no son los que históricamente poblaron y conformaron esta economía regional.

En este sentido, la pérdida de autonomía productiva y tecnológica y la falta de acceso a esta última produjeron en las explotaciones rurales en estudio un proceso de diferenciación y jerarquizaron que se incrementó en la década de los ‘90, el cual se reproduce sistemáticamente expulsando y subordinando a los más débiles.

Debemos considerar que el grupo doméstico (Archetti y Stölen,1975) es un sistema de relaciones sociales basado en el principio de residencia común, que regula y garantiza el proceso productivo, pero que se ha modificado: los hijos viajan a las ciudades a estudiar por varios años y muchos no regresan en forma efectiva, lo que modifica la densidad demográfica de la unidad productiva.

A esta altura cabe preguntarse en qué se han transformado hoy estos chacareros. Históricamente, el chacarero producía un excedente suficiente al final de su cosecha, que le permitía mantener su estándar de vida y, en algunos casos, ampliar mínimamente sus parcelas invirtiendo parte de la acumulación obtenida en la unidad productiva. En lo que respecta a la configuración económica, se considera su inclusión dentro de la categoría “farmer”, categoría considerada como equivalente a “chacarero” en la bibliografía (Ferreira, 2002). Su situación estructural dentro del circuito productivo los ubicará a fines de la década en análisis en un lugar difícil de sobrellevar. A nuestro entender, ya no son farmers. No acumulan y, si lo hacen, esa acumulación mínima no les permite acceder a los cambios técnicos y tecnológicos. Tampoco son campesinos, pues necesitan imperiosamente la contratación de mano de obra.

Algunos autores consideran que “el funcionamiento del sistema se ha basado preferentemente, en la exacción de la utilidad de los productores independientes, lo que trajo aparejado la virtual compesinización de la racionalidad de los otrora farmers que constituían el pilar del sistema” (Castañon y Caggiano, 2001). Consideramos que tanto la racionalidad como el proceso de exacción de los otrora farmers no puede categorizarse bajo la conceptualización de proceso de campesinización, dado que los agentes que permanecen en las chacras funcionan con la lógica capitalista que históricamente los constituyó, a pesar del proceso de descapitalización que operaron sus unidades.

Consideramos, para aquellos que siguen permaneciendo en las chacras, que su condición es de liminalidad dentro del sistema. Entendemos por liminalidad, en este contexto, los bordes y márgenes, es decir, los límites del circuito productivo y, a su vez, una situación interestructural ligada a este período histórico. En este sentido, consideramos que las variables intervinientes en el sendero de acumulación en el sector determinaron dos períodos estructurales. Hasta la década de los ‘70 se caracterizó por el peso importante de las pequeñas explotaciones, siendo éstas el sector dominante del espacio productivo. Sin embargo, a mediados de esa década finalizó el período de esplendor para los pequeños chacareros, con el surgimiento de nuevos agentes económicos, entre ellos empacadores, comercializadores e industriales, que los ubicará en un alto grado de dependencia al no poder controlar los eslabones de la cadena productiva y al no poder acceder a las mejoras técnicas y tecnológicas. El surgimiento de los complejos agroindustriales y, en algunos casos, su trasnacionalización, los transformará en los líderes del espacio productivo realizando todas las etapas de la producción. Paralelamente, estas empresas consideran que no es redituable para ellas contar con el 100% de producción propia, por lo cual el 50% de la producción total que comercializan proviene de las pequeñas producciones, entablándose relaciones de subsunción directa e indirecta.

Las características de esta liminalidad están vinculadas a la falta de acumulación, el endeudamiento hipotecario de las unidades, la escasa incorporación técnica y tecnológica, la producción que no satisface las necesidades del mercado y una comercialización dependiente.

Es en esta instancia, y para poder comprender este proceso desde el lugar de la subjetividad de los agentes, que incorporaremos las categorías usadas por Bourdieu (1995); así, entendemos por campo un espacio integrado por un conjunto de relaciones históricas objetivas entre posiciones ancladas en ciertas formas de poder, un espacio de conflicto y competición, en donde se presentan estructuras de probabilidades, recompensas y sanciones que implica para los chacareros un grado de indeterminación e incertidumbre. Desde esta perspectiva, consideramos que su realidad concreta está determinada por un conjunto de relaciones históricas, las cuales son depositadas en los cuerpos individuales bajo formas de esquemas mentales de percepción, apreciación y acción.

Es entonces a partir del campo, de la realidad objetiva, de un espacio socialmente estructurado, donde el habitus se construye como mecanismo estructurante entablando nudos relacionales. Indudablemente el modelo neoliberal implicó un cambio fundamental en sus vidas: la mirada que la sociedad propiciaba, la competencia y el individualismo, pasaron a formar parte de la propia representación de sí mismos y de sus unidades productivas.

En este contexto de extrema incertidumbre, un alto porcentaje de chacareros termina arrendando sus chacras a productores mayores, al tener la mínima capacidad para iniciar los trabajos que demandan el ciclo de producción. Conservan la tierra y obtienen una renta que les permite vivir modestamente, entablando a su vez contratos informales, permaneciendo en sus chacras y transformándose en algunos casos en “encargados” de sus propias unidades.

En este período se intensifica la expansión de varias empresas de la zona, a través de la absorción de las deudas hipotecarias de los chacareros y la ampliación de su superficie de producción; este desplazamiento, como vemos, puede tomar en la región dos formas: la venta o transferencia de la tierra, por un lado, y el mantenimiento de la titularidad cediendo la organización del proceso productivo, por el otro.

Si comparamos el Censo Nacional Agropecuario del año 1988 con el de 2002 podremos observar claramente que para el departamento de General Roca, al cual pertenece la zona de estudio, las 3.361 EAPs con una superficie de 610.187 hectáreas, decrecieron en el 2002 a 2.088 explotaciones, pero la superficie se incrementó a 670.522,7 hectáreas. Si tenemos en cuenta estos valores y evaluamos el tipo jurídico de las explotaciones, podremos observar que las explotaciones con tipo jurídico correspondiente a persona física han pasado de 2.404 en el año 1988 a 1.676 en el 2002, mientras que las sociedades de hecho, sociedades anónimas, sociedades de responsabilidad limitada y sociedades en comandita por acciones también han disminuido francamente, pasando de 933 para este tipo jurídico a 387. Pero la superficie en hectáreas que les corresponde se ha incrementado notablemente con relación al número de explotaciones, dado que para 1988 se registran 181.189.1 hectáreas y para el 2002, con el marcado descenso de las unidades de explotación, la misma alcanza una superficie de 175.704.6 hectáreas, lo cual nos permite observar un proceso de concentración de la riqueza en el sector (INDEC 1988-2002).

De igual forma puede observarse la distribución de la superficie de las EAPs con relación al régimen de tenencia de la tierra; en el Departamento de General Roca el arrendamiento para 1988 era de 23.053,2 hectáreas correspondiente a 192 EAPs. En el 2002, esta cifra se modifica a 32.575,6 hectáreas para 182 explotaciones (INDEC, 1988-2002).

Retomando el concepto de habitus y entendiendo por éste los procesos de percepción y apreciación, podríamos afirmar que la situación objetiva de los agentes y su contexto han propiciado la designificaciónde sus unidades productivas. Entendemos por designificación un proceso de desvalorización de la unidad productiva, la cual forma parte de un conjunto de representaciones mentales ligadas a la realidad objetiva de un grupo social determinado.

En este sentido debemos considerar que instituciones como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial proclamaron sus ideas y presionaron a los gobiernos de los países latinoamericanos para que siguieran sus consejos unilaterales, entre ellos la implementación de políticas específicas para el sector agrario, las cuales incluían la reconversión agrícola, distinguiendo entre viables e inviables a los agentes involucrados (Kay, 2004). La representación que el Estado –con su aparato ideológico-político– proclamó en esa década, implica observar en el proceso de comunicación de estas categorías la incidencia de la representación pública sobre la privada, dado que estas categorías se transformaron en una constante para esa época en el Alto Valle y aún persisten. Son los mismos chacareros los que aún hoy se consideran “viables” o “no viables”: “ nos adaptamos a los cambios o nos tenemos que ir”.

La tierra ya no significa la esperanza y el futuro, como en otras épocas; ahora la tierra se convirtió en un conflicto a resolver que dará origen a una heterogeneidad de estrategias para aquellos que pudieron conservarla, las cuales detallaremos a continuación.

Las estrategias

Consideramos que el habitus es producto de la historia, un sistema abierto de disposiciones enfrentando continuamente nuevas experiencias y afectado sin cesar por ellas. Como estructura estructurante, introduce en las prácticas y pensamientos los esquemas prácticos derivados del proceso histórico de las generaciones y de la propia experiencia. La actividad práctica, en la medida que tiene sentido, trasciende el presente inmediato por medio de la movilización del pasado y la anticipación instrumental del futuro, inscripta en la realidad objetiva del presente. En la relación que entablan el habitus y el campus, la historia entra en relación consigo misma; se trata de una autentica complicidad ontológica que vincula al agente con el mundo social (Bourdieu, 1955:88).

En este sentido, la heterogeneidad de estrategias relevadas da cuenta de su vinculación con el proceso histórico vivido en la región y con la constitución de los agentes en los diferentes períodos de su devenir histórico. Es por ello que encontraremos estrategias relacionadas con la lógica paternalista y clientelar, hasta aquellas de neto corte capitalista. Esta heterogeneidad forma parte de de una búsqueda sistemática de los agentes para lograr permanecer en el sistema. En tal sentido es que hemos denominado a las estrategias “equivalentes”, dado que las mismas se vinculan con el devenir histórico de los agentes en la región.

1. La condición estructural dentro del sistema no les permite afrontar los costos necesarios para los nuevos ciclos, después de varios años vuelven a ser “propietarios” de sus chacras, los contratos de arrendamiento en muchos casos han finalizado, lo cual permite ver este fenómeno de arrendamiento como temporario y a su vez una estrategia para los agentes, pues pudieron conservar a través de ella su capital: la tierra. En este caso, la renta del suelo ha permitido su mantenimiento y por lo tanto la valorización en el capital fijo.“El que es de campo, el chacarero, quiere la tierra y eso es a rajatabla, vive para ella, este es un trabajo artesanal, que llevas dentro”

2. Recurrir a sus redes sociales y a través de ellas lograr el financiamiento necesario en lo que respecta a abono y fertilizantes para la próxima cosecha, como única posibilidad de continuar con el ciclo productivo; en estos casos, una inmensa mayoría entablan contratos informales con medianos y grandes productores, vecinos a sus propias chacras, y reciben los insumos necesarios como adelanto de la cosecha, que posteriormente serán descontados al finalizar la entrega de fruta en los empaques. Aquí, ellos mismo recuerdan su pasado: “Estamos igual que antes cuando nos daban todo para plantar, ahora nos dan los remedios.” Estas redes sociales están basadas en una díada amistosa de tipo instrumental (Wolf, 1980), en donde cada uno de los componentes encuentra una relación social de conveniencia, estableciéndose prestaciones mutuas. “Es como un padre para mí, si no fuera porque él me ayuda, no podría estar trabajando la tierra.” Sin embargo, este tipo de relación permite observar características paternalistas, dado que uno de los integrantes de la díada ejerce el control y el manejo del proceso productivo a través de los insumos y del asesoramiento técnico permanente. Estas pautas determinan cómo deben llevarse a cabo las diferentes tareas culturales, y el cumplimiento de las mismas por parte del chacarero es lo que mantiene esta relación, ubicándolo fuera del control del ciclo productivo de su unidad y transformándose en una relación coercitiva para el chacarero.

3. Otros a pesar de la adversidad han iniciado o continuado en pequeños sectores de sus parcelas el recambio frutícola, encontrándose diferentes estrategias en relación con la etapa del ciclo en el cual se encuentran. En la zona, las nuevas variedades que poseen los nuevos y grandes productores son vendidas por los viveros, los cuales en muchos casos forman parte de firmas agrocomerciales; desde ese lugar, entablan con los chacareros que no tienen capacidad financiera en el momento de entrega de las nuevas plantas, contratos que establecen que los primeros cinco años de la producción debe ser entregada a sus empaques. Esta situación los ubica en un alto grado de dependencia, dado que cuando llega el momento de entrega de la fruta no poseen ninguna capacidad negociadora con los precios subsumidos a ellas, y dada su condición estructural en el sistema es muy difícil, luego de concluido el período de entrega, no continuar en esa condición, dado que en estos casos se realiza adelantos de insumos y efectivo para la contratación de mano de obra.

4. Una de las características producto de su condición de liminalidad es el trabajo extrapredial. Esta actividad se transforma en una estrategia, dadas sus condiciones dentro del circuito productivo. La misma trae como consecuencia cambios en las relaciones familiares y al interior de la unidad, fundamentalmente en lo que se refiere a la división del trabajo, y a las relaciones de género y generacionales. El trabajo de la mujer, que tradicionalmente se restringía al ámbito de lo doméstico, se amplia a lo público.

4.1 El chacarero está a cargo del trabajo de su chacra y a su vez, en algunos casos, trabaja como asalariado en una empresa de la zona en calidad de encargado. Esta situación lo ubica en una doble condición de explotación dentro del sistema, a través de la relación de subsunción formal en su contratación de encargado y de subsunción indirecta a partir de la relación que entable la unidad con las empresas agrocomerciales. La autoexplotación de la fuerza de trabajo persigue cierta maximización de la unidad. A partir del trabajo formal o informal como encargado, la subsunción formal del trabajo al capital genera relaciones coercitivas que apuntan a arrancar más plustrabajo. Los encargados están a disposición de las necesidades del devenir productivo, porque “la fruta no espera”. El tiempo de trabajo no está delimitado, y por lo tanto se transforma en trabajo casi permanente. El salario lo único que garantiza es la reproducción de su fuerza de trabajo; en los casos que cobra en negro, cuando la contratación es informal, no perciben remuneración por asignación familiar y los limita para acceder a un seguro médico u obra social, tanto para el cómo para su familia, como así también a una eventual jubilación.

4.2 Las mujeres cumplen un rol importante al ingresar bienes monetarios a partir de la actividad de la granja a su cargo, cuyo destino es el uso doméstico y la venta en el mercado. Paralelamente las mujeres colaboran en los períodos de helada. Sin embargo, el lugar que ocupa la mujer al interior de la unidad doméstica es de subordinación a la autoridad del jefe de familia, lo cual nos permite evaluar que en esta esfera se definen estructuras de poder, excluyendo a las mujeres, sin hacer diferencia si las mujeres participan económicamente o no en lo que se llama la esfera pública o social. Su ingreso es visto como una colaboración a la unidad familiar, la cual es administrada por el jefe de familia. Al ver la unidad doméstica como la esfera natural, y con ella su componente ideológico, podemos observar relaciones de subordinación de género cuya ideología justifica la jerarquía y subordinación (Harris, 1987). En este sentido, la autoridad del jefe de familia no debe ser entendida solamente a través de las funciones económicas de producción y reproducción; la misma unidad se identifica con una figura de autoridad que asume el jefe de familia (Meillassoux, 1985).

4.3 El grupo familiar, en algunos casos, se encuentra en relación de dependencia laboral con el Estado, trabajando en la Municipalidad o como empleados administrativos y/o comerciales, aportando su salario a la unidad. Muchas veces estos empleos se consiguen a partir de vínculos políticos y, paralelamente a esta relación, se entablan en el interior de la unidad doméstica relaciones clientelares que se sostienen en virtud de las condiciones liminales de las mismas, las cuales a partir de la diversificación ocupacional garantizan parte de la sustentabilidad cotidiana.

5. Al realizar la observación en las chacras, de las cuales un porcentaje se encuentra en proceso de reconversión, se ha registrado que esa parte de la chacra está a cargo de familias de origen boliviano. A continuación describiremos brevemente, a partir de los registros, las características de esta relación. Estas familias extensas están integradas por el matrimonio con hijos de corta edad, la madre de la esposa y hermanos adultos jóvenes del matrimonio. Las mujeres siempre están vestidas con su indumentaria típica. La antigua residencia de la familia ha sido la provincia de Tucumán, donde trabajaban en una explotación citrícola y en época de contracosecha emigraban al valle. Según el relato de las mujeres, primero venían los hombres y luego, una vez que conseguían trabajo, llegaban ellas con los niños para ayudar en la cosecha. Esta familia que ha sido tomada como caso para ejemplificar reside actualmente en Villa Regina, en una chacra de 22 hectáreas ubicada a 4 km. del pueblo. La chacra se encuentra con un 40% en proceso de reconversión frutícola, por consiguiente, esa fracción no está en producción. El chacarero, en este caso, no vive en la chacra y tiene una profesión que desarrolla en la ciudad. Sin embargo, hemos registrado casos de chacareros que viven en la chacra con su familia, y la familia inmigrante ocupa una precaria construcción, registrándose en ambos casos la misma modalidad de contratación, que desarrollamos a continuación. El chacarero ha realizado con el jefe de la familia inmigrante un contrato de arrendamiento para este sector del predio. Dicho contrato caduca cada seis meses, y dependiendo de los casos la familia abona al chacarero el importe acordado, el cual se hace efectivo en los meses de enero, febrero y marzo. Además del pago del arrendamiento, sus obligaciones consisten en desmalezar, limpiar las acequias, mantener las plantaciones libre de hierbas, ocuparse de los turnos de riego de la chacra y hacerse cargo del consumo de luz. El chacarero ofrece la vivienda y se encarga de gerenciar el proceso productivo de la chacra, mientras que el jefe de la familia inmigrante y los jóvenes adultos están a cargo de éste para las tareas culturales. Paralelamente a las obligaciones que forman parte del arriendo, la familia realiza un emprendimiento personal, con la conformidad del arrendatario, cultivando entre las plantas y a los costados de las acequias hortalizas de hoja y diferentes tipos de verdura que vende en el mismo predio, pues dispone de un espacio cercano a la casa familiar que oficia de comercio; en algunos casos, la venta de la producción se realiza a las verdulerías del pueblo. En este emprendimiento participa toda la familia; la esposa es la encargada de la venta, tanto en el predio como a las verdulerías del pueblo, y periódicamente muchos verduleros de la zona vienen a retirar la verdura encargada. Su madre se encarga de la atención de los niños y, en algunos casos, de la venta. Todos los hombres trabajan en el cultivo de hortalizas y en los trabajos de limpieza de la chacra, siendo el jefe de la familia el responsable del riego. El contrato señalado entre el chacarero e inmigrantes, permite que el primero durante el período de desarrollo de la planta y el logro de la producción, reciba un dinero y no necesite contratar mano de obra para las tareas de control como así tampoco de riego. A su vez, el emprendimiento de las familias bolivianas al plantar su producción a los costados de las nuevas variedades en proceso de reconversión, permite la fertilización de la tierra, es decir, el ahorro de insumo. Si bien, aparentemente, podríamos pensar que esta es una relación costo-beneficio relativamente equilibrada, visión naturalizada en la zona, podemos evaluar que la misma contiene contradicciones en las relaciones sociales de producción. El arriendo en estas condiciones pone en evidencia las constricciones de índole estructural del sistema y de los agentes involucrados. En este sentido, el chacarero además de cobrar el arriendo evita la contratación de fuerza de trabajo, la cual es realizada por el jefe de la familia inmigrante y los adultos jóvenes. Este ahorro transformado en ganancia para el chacarero produce plusvalía, pues está percibiendo un trabajo no retribuido, una renta en trabajo, sin destruir la economía de autosubsistencia, permitiendo un emprendimiento con las características de la lógica capitalista para el grupo inmigrante. Simultáneamente, el arriendo permite la producción de dicha renta. De este modo, el chacarero recibe un dinero por el arrendamiento y, paralelamente, un ahorro en insumos durante el contrato, en el cual se realiza una valoración de su capital fijo, debido al proceso de reconversión. Las mejoras que se realizan en este proceso en lo referido al suelo están a cargo del grupo inmigrante a través del trabajo de desmalezamiento, limpieza de acequias y abono a partir del proceso de horticultura realizado, lo cual implica que en esta situación particular existe además, para el chacarero, un capital variable que se incorpora a la unidad en forma gratuita. En este sentido el arrendamiento para el chacarero representa un plusvalor, y la evasión del salario agrícola de los trabajadores inmigrantes. Al mismo tiempo, el grupo inmigrante a partir de su producción entabla relaciones con el mercado. En el intercambio y la circulación los bienes de uso se transforman en bienes de cambio y con esto, su inserción en el circuito productivo del sistema capitalista, una ganancia que en este contexto les permite acceder a su vez a los bienes que ellos no producen, ciertas mercancías que pueden alcanzar a partir de su estrategia como productores hortícolas. En este sentido podemos decir que la vida cotidiana del grupo inmigrante se desarrolla a partir de su propio emprendimiento dadas las condiciones del arrendamiento y una renta al trabajo generada a partir de un trabajo no retribuido. En realidad el arriendo en esta circunstancias, naturalizadas como una relación de costo-beneficio relativamente equilibrada, ocultan la máscara de la renta del suelo y del trabajo.

6. Paralelamente a las estrategias mencionadas, para poder finalizar el ciclo productivo en los períodos de helada piden dinero adelantado a las empacadoras, a fin de poder hacerse cargo de los gastos de insumos y de la contratación de mano de obra para las últimas etapas del ciclo productivo. Debemos considerar que el adelanto de insumos, es decir el capital usurario, permite obtener grandes intereses. Por un lado, los chacareros mantienen la propiedad jurídica pero el adelanto de insumos en muchos casos conlleva a un control indirecto de los grandes o medianos productores, en cuanto al desarrollo del ciclo productivo, lo cual implica la subsunción indirecta formal (Gordillo, 1992), sin alterar el proceso de trabajo al interior de la unidad. Cuando a esta situación se le agregan procesos de transformación tecnológica propiciados por los productores, la situación se transforma en subsunción indirecta real (Gordillo, 1992). Las empresas, en estos casos, ofician de gerenciadores del proceso productivo de los chacareros, quienes se transforman en trabajadores agrícolas de sus propias chacras. Las ganancias que obtienen las empresas de esta relación no es más que plusvalor, deviniendo a la vez para el chacarero, en una relación de dependencia con el capital comercial.

La dinámica de capital

Desde la antropología económica se ha estudiado la “subsunción del trabajo al capital” (Marx,1971), permitiendo analizar desde un punto de vista lógico e histórico la supeditación del proceso de trabajo a la dinámica del capital y a su vez dar cuenta del proceso histórico de la transición, por el cual el capitalismo se constituyo en Europa Occidental.

Esta categoría fue utilizada posteriormente por numerosos autores para analizar la subordinación de formas domésticas de producción a la dinámica del capital y su proceso de transición a partir de unidades domésticas cuyo modo de producción correspondía a unidades precapitalistas, las cuales no se oponían ni eran un obstáculo a la valorización del capital, e incluso devenían en ganancias extraordinarias y en las cuales a través de distintas mediaciones, involucraban a productores directos aún unidos a sus medios de producción.

Gordillo (1992) señala que, por un lado, la expansión del capital llevó a la destrucción y la proletarización de los sistemas domésticos, generándose modalidades de subsunción formal y real y, por el otro, condujo a la preservación, transformación y recreación de estos sistemas como sectores insertos en sus circuitos de acumulación y subsumidos a su dinámica a través de las mediaciones del mercado y con ella a la subsunción indirecta formal y real.

La expansión del capital a la mayoría de los sistemas económicos no capitalistas les inhibió la posibilidad de asegurarse su reproducción, y por ello se vieron obligados a acceder al mercado para subsistir y como tal adecuarse a las reglas que impone el capital, quedando insertos en los circuitos de valorización y subordinados a su dinámica.

A partir de la descripción y el análisis de las estrategias, este estudio de caso amerita considerar que la dinámica de reproducción del capital implica, el mantenimiento y la reproducción de estas unidades liminales, es decir, unidades que funcionan desde la lógica capitalista pero descapitalizadas a partir de un proceso sistemático, insertas en el mercado y en el cual la tendencia gradualmente impuesta de transformación técnica y tecnológica que propicia el capital implicó un proceso creciente de subordinación de sus unidades.

Históricamente, fueron campesinos europeos los que llegaron al Alto Valle con su fuerza de trabajo como único capital, y fueron ellos el motor de la economía regional a partir de un proceso de inversión de capitales en la Patagonia Norte. Los beneficios del Estado Benefactor los constituyó en la pequeña burguesía rural, los “farmers” del Valle, pero precisamente a fines de la década de los ‘70, con la dictadura militar y el modelo neoliberal, finalizará el llamado “periodo de oro” para estos agentes. Este modelo tendrá su década infame en nuestro país en los años ‘90, con el gobierno menemista, el cual intensificará un proceso de concentración de capitales hasta la actualidad.

A partir de las estrategias detalladas, observamos que la pluralidad de bases económicas (Comas D’Argemir, 1998) permite el sostenimiento de la unidad, en donde el trabajo formal y el informal se articulan al interior de la unidad doméstica.

Las necesidades de la vida cotidiana se resuelven a partir de dicha pluralidad. Los trabajos extraprediales del jefe de la familia y del grupo familiar, como así también la ayuda económica de los hijos que no integran la unidad, permiten que estos ingresos sean destinados a la sustentabilidad del grupo doméstico, mientras que la venta de la producción está destinada a iniciar el ciclo productivo siguiente. Al interior de las unidades, observamos que la vida cotidiana de los integrantes se desarrolla entre su trabajo como propietario, su trabajo formal como encargado y a su vez las actividades o “changas” que muchos realizan en forma temporaria, lo cual da cuenta de la intersección de diferentes bases económicas en un mismo agente. En nuestro caso, el chacarero como propietario, como arrendatario, el trabajo formal y el trabajo informal llevado a cabo por él y los integrantes de la familia. Asimismo, podemos reevaluar para estas unidades la relación trabajo/consumo, dado que ellos señalan “trabajamos más que antes”, existiendo una sobreexpolotación del uso de la fuerza de trabajo, la cual persigue la maximización de la unidad.

Paradójicamente, el chacarero contrata trabajadores para los períodos de cosecha y poda con lo cual la subsunción del trabajo al capital vuelve a repetirse ahora desde el lugar de los chacareros y, con ella, la contratación formal e informal y los salarios directos e indirectos, que en estos casos ni siquiera alcanzan para la reproducción de fuerza de trabajo. Al ser temporales no contemplan los periodos de estación muerta, ausencia o enfermedad de los trabajadores, con lo cual es característico ver a los cosechadores y podadores deambulando buscando trabajo.

Con relación al arriendo, vemos que en los diferentes casos detallados la valorización del capital fijo está vinculada a la cesión de la tierra, como así también, a relaciones sociales de producción que implican la valorización del capital fijo y el capital variable de las unidades.

Las estrategias mencionadas posibilitan maximizar los ingresos de la unidad, destinados a la sustentabilidad y a la continuación del ciclo productivo, lo cual implica lograr mantenerse dentro del sistema y resistir a su condición.

Reflexiones finales

A partir de nuestro análisis, podemos decir que no compartimos la idea de virtual campesinización de la racionalidad de los otrora farmers (Castañon y Caggiano, 2001), dado que los agentes se han constituido desde la lógica capitalista y sus estrategias, precisamente, se basan en su devenir histórico y en dicha racionalidad. Amerita considerar que la racionalidad de los agentes, si bien esta vinculada a la unidad doméstica en sí misma como totalidad, la incertidumbre de su situación genera una pluralidad de bases económicas vinculadas con la lógica del capital, lo cual permite reconocer que las racionalidades y subjetividades de los agentes están atravesadas por su relación dialéctica.

La superposición permanente de actividades y las intersecciones de las relaciones sociales de producción son producto de las constricciones de índole estructural que posee el sistema. La intersección de las relaciones sociales de producción permite la permanencia en el sistema, su reproducción y la funcionalidad al capital. A partir de su situación, la subordinación de las unidades capitalistas descapitalizadas le otorga ganancias extraordinarias al proceso de valorización, lo cual implica la reproducción ampliada de capital.

El control y subordinación que hace el capital sobre las unidades liminales implica la preservación de dicha unidades en estas condiciones y, con ello, su transformación a partir de la pluralidad de bases económicas.

La reformulación de un sector liminal al interior del circuito productivo, subordinado al capital, permite analizar a su interior procesos dialécticos de explotación, los cuales al mismo tiempo son funcionales al capital, y que la misma dinámica perversamente reproduce a partir de un sistema integrado de relaciones sociales contradictorias.

Notas

1 “Una colonia es una unidad de residencia y se define según dos criterios: vecindad y participación en el sistema de relaciones sociales dominantes.” (Archetti y Stolen, 1975:21). El término colono denota, en el Alto Valle, el tipo social agrario predominante de la primera época de expansión del capital, que posee una serie de referentes culturales, es típicamente un productor agrícola de origen migratorio europeo, y actualmente los hijos de la colonia son llamados “gringos” por su origen predominante italiano.

2 Chayanov (1974) dice que “el trabajo de la familia es la única categoría de ingreso para un campesino o un artesano porque no existe el fenómeno social de los salarios y por tal motivo, también está ausente el cálculo capitalista de ganancia”. Debemos considerar que los campesinos inmigrantes, en nuestro caso, fueron expulsados del hambre y la miseria europea. El espacio de colonización permitió la conformación de unidades domésticas ligadas a la expansión del capitalismo.

3 “Se trata de un productor que combina trabajo doméstico y que acumula capital, lo cual permite en un lapso significativo ampliar el proceso productivo aumentando la productividad del trabajo” (Archetti y Stolen, 1975:149).

4 Por regla general, los chacareros son los propietarios de una unidad productiva: la chacra. El término que designa a estas unidades individuales, proviene del quechua “chajra” (campo de maíz). En nuestro país, el término se difundió desde la época colonial y su significado se fue ampliando, designando a un campo cultivado de pequeña extensión, el cual era atendido personalmente por su propietario.

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