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Cuadernos de antropología social

versión On-line ISSN 1850-275X

Cuad. antropol. soc.  n.31 Buenos Aires ene./jul. 2010

 

"Ves otras personas en nosotros mismos": Experiencias de vinculación en organizaciones territoriales de Buenos Aires

Cecilia Cross*

* Doctora en Ciencias Sociales (UBA), Investigadora Asistente del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL-PIETTE/CONICET). Dirección electrónica: ceciliacross@hotmail.com; ccross@ceil-piette.gov.ar.

Fecha de recepción: 4 de diciembre de 2009. Fecha de aprobación: 8 de marzo de 2010.

Resumen

Este artículo es resultado de una investigación cualitativa sobre procesos de organización y movilización territorial comenzada en 2001. La vinculación política de los sectores populares ha sido objeto de indagación desde la transición democrática. Esta cuestión ha sido abordada, principalmente, desde dos enfoques: uno atribuye una correspondencia inmediata entre demandas expresadas públicamente y los motivos individuales para movilizarse y el otro sostiene la alienación absoluta entre tales demandas y los motivos individuales de los/as participantes. A partir del estudio de dos relatos de vida, observamos que la vinculación política deja huellas que se expresan en los modos en que los sujetos articulan sus experiencias. Esto es, en el modo en que dan sentido a sus percepciones, simbolizan actuaciones propias y atribuidas y sustentan sus expectativas. Desde este enfoque, la pregunta acerca de los motivos para la participación política pierde relevancia y con ella las interpretaciones reificantes sobre los vínculos políticos.

Palabras clave: Vinculación política, Participación, Experiencia, Organizaciones territoriales, Buenos Aires

"You see other persons in ourselves": Experience of political rapport in territorially based organizations placed in Buenos Aires"

Abstract

This article is the result of a qualitative inquiry started on 2001, whose principal interest was the study of territorially-based process of social organization and mobilization. From the eighties, is possible to find two main approaches in the study of political bonds in the underclass: those which suppose the perfect matching between public demands and individual reasons for political involving and those which sustain an absolute alienation between those demands and participants' individual interests. From the study of two life stories, we observe that political participation leaves traces on the way how subjects articulate their experiences. That is to say, in the way how they give sense to their past and present attitudes and perceptions and in the manner they anticipate their future. This point of view let us overcome the interrogation about reasons that explain political mobilization and its related reifying interpretations about construction of the political rapports.

Key words: Political rapport, Participation, Experience, Territorially-based organizations, Buenos Aires

"Você vê os outros em nós mesmos": Experiências de rapport político em organizações territoriais de Buenos Aires

Resumo

Este artigo é o resultado de uma pesquisa qualitativa sobre os processos de organização e mobilização territorial iniciada em 2001. Desde a década de 80 a análise das conexões políticas dos setores populares, duas abordagens têm sido predominante, alternativamente: aqueles que conferem uma correspondência imediata entre as demandas coletivas e interesses particulares, e aqueles que supõem a alienação completa entre tais demandas e as motivações individuais dos participantes. A partir do estudo de duas histórias de vida, notamos que a abordagem das relações políticas a traves do conceito de experiência permite entender que a consciência sobre as injustiças sociais sofridas ou o direito de reclamar o Estado não é previa a construção dês laços políticos, mas uma de suas conseqüências. Assim, a questão sobre os motivos para a participação e interpretações retificação em laços políticos perde sua relevância.

Palavras- chave: Rapport político, Envolvimento, Experiência, Organizações territoriais, Buenos Aires

Introducción

El objetivo de este artículo es analizar la construcción del vínculo político en organizaciones territoriales emplazadas en la zona metropolitana de Buenos Aires, esto es la Ciudad de Buenos Aires y los diecinueve municipios que la rodean. Este análisis se inserta en el debate académico en torno al proceso de construcción del vínculo político por parte de los sectores populares, cuestionando tanto la correspondencia inmediata entre demandas al Estado y sentidos singulares de la movilización; como la alienación absoluta entre objetivos políticos de actores colectivos y experiencias singulares de vinculación.

Los resultados que aquí presentamos son producto de una investigación cualitativa (Vasilachis de Gialdino, 2006) comenzada en 2001, uno de cuyos ejes ha sido el análisis de los procesos de construcción de vínculos políticos a partir de la gestión local de la política social, línea de análisis que tiene continuidad a la fecha a través de un proyecto PICT.1 La investigación se sustenta en el estudio de fuentes primarias2 y secundarias, a partir de cuyo análisis —llevado a cabo conforme al método de grounded theory (Glaser y Strauss, 1967)— se elaboraron categorías y proposiciones teóricas como las aquí expuestas.

Las organizaciones territoriales han constituido un foco de interés para las ciencias sociales desde los años '80, dada su centralidad para comprender los procesos de "tomas de tierras" y constitución de asentamientos en la zona analizada. En el marco de estos procesos las principales actividades de estas organizaciones estuvieron relacionadas, por un lado, a "cuestiones de política en general" y por otro, a promover "mejoras en las condiciones de vida en los asentamientos" tales como la regularización de la tenencia de los terrenos, la provisión de los servicios públicos, y el acceso a la educación y salud de los/as tomadores/as (Calvo, 2003).

A fines de los '90 estas organizaciones se abocaron, además, junto a algunas expresiones sindicales y partidarias, a la demanda de alimentos para sostener comedores comunitarios y de insumos, como medicamentos o ropa, con los que hacer frente al deterioro de las condiciones de vida "en los barrios". A partir de 2000, en un contexto de movilización caracterizado por la demanda de "trabajo digno", reconfiguraron sus prácticas de movilización impulsando en diversas localidades el corte de ruta o "piquete" llevado a cabo "por tiempo indeterminado" y comenzaron a exigir el otorgamiento de subsidios al desempleo, o "planes"; constituyéndose de este modo en importantes animadoras del proceso de movilización "piquetero" sobre todo en la zona metropolitana de Buenos Aires (Massetti, 2004). En este marco, se configuró "un campo de fuerzas" en torno al "piquete como forma social" en el que "el Estado y las organizaciones de desocupados dependen mutuamente formando una configuración social específica" (Manzano, 2005: 24). De este modo, las organizaciones territoriales, antes pensadas en términos de organizaciones "de tomadores/as de tierra", pasaron a presentarse y a ser interpeladas en términos de "organizaciones de desocupados/as".

Así, entre 2000 y 2005, la cotidianeidad de las personas vinculadas a estas organizaciones se estructuró tanto en torno a la consecución y sostenimiento de recursos estatales, su distribución y control, como al cumplimiento de tareas administrativas requeridas por parte de las oficinas gubernamentales. Las tareas encomendadas en relación con esta cuestión daban cuenta del tipo de vínculo establecido y la jerarquía alcanzada en la organización: los/as líderes, "dirigentes" o "voceros", eran quienes se encargaban de las gestiones públicas —frente a funcionarios/as, periodistas, académicos/as, representantes de ONGs, etcétera—, los/as "referentes" quienes se abocaban a tareas concretas de gestión y "los/as compañeros/as de base" quienes se limitaban a efectuar la "contraprestación" exigida por los programas sociales (Cross y Freytes Frey, 2009). Si bien a partir de 2005, las políticas de workfare (Gautié, 2002) basadas en la contraprestación laboral fueron siendo discontinuadas a favor de las vinculadas con la "economía social", el modelo comunitario afianzado en la década anterior en el conurbano se mantenido en líneas generales, aunque con una disminución notoria de las personas vinculadas (Cross y Freytes Frey, 2009).

A lo largo de tres décadas, entonces, estas organizaciones fueron parte de diversos procesos de organización y movilización de los sectores populares, los cuáles fueron ampliamente analizados desde diversas perspectivas. Por eso, analizando los textos más citados en relación con estos procesos es posible recuperar un debate, en desarrollo desde la transición democrática, en torno a la construcción del vínculo político de los sectores populares: este debate será el punto de partida de este trabajo. Luego se analiza, a partir del concepto de experiencia, los relatos de dos personas que describen su vínculo con las organizaciones estudiadas. En la última parte, se retoma la discusión inicial a la luz de los resultados del análisis efectuado en la segunda parte.

Los motivos sobran: Pensar la vinculación política desde el concepto de experiencia

Desde la transición a la democracia, el estudio acerca de la construcción de los vínculos políticos en sectores populares ha alternando entre dos focos principales. Uno de ellos, que llamaré épico , retoma las teorías de la acción colectiva (Jelín, 1985; Merklen, 1991; Schuster y Pereyra, 2001; Svampa y Pereyra, 2003). Este enfoque, que ha estado en auge en momentos de alta movilización social -fines de los '80 y de los '90; comienzos de esta década- interpreta que las demandas e identidades asumidas públicamente constituyen el explans de la acción colectiva contenciosa (Schuster y Pereyra, 2001). De este modo se dota a los actores colectivos —el gobierno, los movimientos, los partidos, etcétera— de una racionalidad establecida desde una diferenciación ontológica, atribuida a partir de su ubicación en relación con la esfera del estado o de la sociedad civil. El otro enfoque, en vigencia en momentos de mayor desencanto —mediados de los 90 y en el período 2005-2008— parte del supuesto de la autonomización de la esfera política respecto a la social, explicando la debilidad de los vínculos políticos en términos de "democracia delegativa" (O'Donnell, 1992; 1998), "descolectivización" (Martuccelli y Svampa, 1997; Svampa, 2005), o una "nueva politicidad de los sectores populares", subordinada e instrumentalizada (Merklen, 2000; 2005). A diferencia de los enfoques épicos, éstos últimos se preguntan por los motivos para participar de los/as integrantes de base a quienes consideran alienados/as respecto a los intereses atribuidos a los partidos u organizaciones.

Más allá de estas divergencias, ambos enfoques tienen en común la pregunta acerca de los motivos de las personas para participar: precisamente, su carácter épico o desencantado está relacionado con las respuestas a esta pregunta. Dado que los enfoques épicos consideran fundamentalmente las palabras de los/as líderes resulta esperable la correspondencia de éstas con las demandas públicas del movimiento. Los enfoques desencantados, en cambio, parten de manifestaciones de "participantes de base" resaltando contradicciones y asimetrías. Esta diferencia de énfasis, no siempre explicitada, crea la sensación de que las interpretaciones sobre el mismo actor colectivo varían enormemente en muy poco tiempo (ver Merklen, 2005).

A su vez, ambas perspectivas interpretan el vínculo político de los sectores populares desde una doble exterioridad entre individuos y actor colectivo que da como resultado una perspectiva reificada de los vínculos políticos, en tanto reducida a una racionalidad unívoca y cristalizada .

La primera fuente de exterioridad reside en el supuesto de que participar es producto de una elección —racional y consciente— por parte de quienes o bien se sienten interpelados/as por las demandas reivindicadas o bien esperan beneficiarse con su participación. Desde esta perspectiva, el actor individual y el colectivo tienen una entidad previa y autónoma entre sí. En estrecha relación con lo anterior, la segunda fuente de exterioridad está constituida por el acotamiento del vínculo a la relación de membresía, establecida en función de un intercambio que resulta transparente para las partes contratantes. Así, se parte de una necesidad mutua3 para explicar el vínculo político.

Esta doble exterioridad se explica por la adscripción de las teorías de la acción, de inspiración cartesiana, a la concepción de un individuo autoconsciente (Honneth, 1992); así como por una concepción neokantiana de la politicidad, próxima a enfoques como el de Arendt (1958) ó Habermas (1962) de amplia difusión en el medio local. Dicha concepción sostiene una distinción tajante entre la esfera privada-mercantil y la pública-política, idealmente escindidas, cuya interpenetración es considerada fuente de lazos sociales espurios. No se trata aquí de analizar las connotaciones filosóficas de estos enfoques, pero sí de explicitar una inquietud teórica: la alternancia permanente entre enfoques épicos y desencantados en un período tan acotado pone de manifiesto la necesidad de repensar sus puntos de partida comunes.

A este fin, la propuesta es pensar los vínculos políticos desde el concepto de experiencia en el sentido que le otorgara Geertz (1973). Este autor dio cuenta de la imposibilidad de la mera observación de aprehender en forma directa las estructuras de significación que dan sentido a lo observado. A partir de los aportes de Ryle y Mead, argumentó que el hecho de asumir que la cultura es a la vez pública y social lleva inevitablemente a la conclusión del proceso cultural no ocurre "en la mente" sino que, por el contrario, consiste en la circulación de símbolos significantes que permiten " imponer el significado sobre la experiencia"4 (Geertz, 1973: 45).

Desde esta perspectiva, la disposición en el relato de medios, fines, valores y expectativas, propios o atribuidos, no puede ser analizada linealmente, sino como expresión de la articulación de la experiencia. Siguiendo a Ricœur (2000), la narración sobre la acción constituye un medio para acceder a los marcos de referencia que permiten articular las experiencias singulares, poniendo de manifiesto, bajo la forma de huellas, el posicionamiento subjetivo en relación con determinadas "comunidades de valor" (Ricœur, 2006). Una comunidad de valor está constituida por quienes comparten determinadas estructuras de significación, y a la vez, son capaces de acreditar capacidades colectivas, como por ejemplo, hablar en nombre de grupo social determinado, demandar públicamente o sancionar el carácter moral de una determinada acción. El concepto de comunidad de valor busca, en este sentido, recuperar la diversidad de estructuras de significación concurrentes en un mismo espacio social, en tanto marco de referencia en la articulación de la experiencia.

Esta decisión nos coloca frente a las críticas que se han efectuado hacia el concepto de experiencia desde las corrientes antropológicas que han sustentado la "crisis de representación" (Denzin y Lincoln, 1994; Flaherty, 2002). En este sentido coincidimos con Throop (2003) en que la dicotomía antropológica entre experiencia narrada y vivida debe ser superada en tanto, desde la perspectiva propuesta, no existe modo de articulación de la experiencia por fuera de la significación de las percepciones, es decir por fuera del lenguaje.

Desde esta perspectiva, en lo que sigue se analizan los relatos de vida de dos personas vinculadas a las organizaciones territoriales que estudiamos, Cristian5 y Clara. En estos relatos se observan discursos muy disímiles en términos de su vínculo con la organización. No obstante, considerando las tareas realizadas, estas personas desempeñaban el mismo rol, próximo a lo que la literatura denomina como "participantes de base"6 lo cual permite comparar sus experiencias, considerando los debates vigentes en la literatura.

Cristian: Vivir para luchar, luchar para vivir

La primera vez que nos encontramos con Cristian fue en agosto de 2002 en una marcha que organizaban la Federación de Tierra y Vivienda (FTV), Sindicato Unico de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires (SUTEBA), Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) y otras organizaciones vinculadas a la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) junto con el Sector Desocupados de la Corriente Clasista y Combativa (CCC). La consigna era movilizarse contra "el hambre" y por "la salud y la educación pública". Esta movilización se extendió durante cuatro días recorriendo catorce distritos del conurbano bonaerense entre los partidos de Tigre y La Plata. En ese trayecto, el día 14 de agosto de 2002 los/as manifestantes se movilizaron en la Ciudad de Buenos Aires llegando al Congreso de la Nación.

Hasta ese punto llegué acompañada por otras colegas y me dirigí hacia Juan, un referente del barrio Carmelo de La Matanza, a quien ya conocía y que inmediatamente me preguntó si quería hacer entrevistas. Cristian, un joven de veinticinco años se ofreció inmediatamente para "hablar". Juan murmuró que "seguro" me iba a "servir mucho hablar con él, para saber lo que le hace estar desocupado a la gente de trabajo". Nos dirigimos con Cristian a un bar cercano y segundos después de prender el grabador, comenzó a hablar en estos términos:

Bueno, yo vengo a las marchas porque estoy sin trabajo, estoy cobrando el plan este, Jefes, me quedé hace cuatro años sin trabajo. Yo pienso que a los políticos les molesta que marchemos porque los hacemos quedar mal a ellos, pero tiene que haber un cambio, esto tiene que mejorar. Mejorar, para mí principalmente es que le tienen que dar trabajo a la gente, porque hay mucha gente sin trabajo. Tienen que privilegiar eso, tienen que darle trabajo a la gente para que pueda alimentar a sus hijos, y no andar pidiendo, ¿entendés? Ojo, que pedir no quiere decir... A mí pedir no me da vergüenza, la otra vez yo me fui a juntar cartón a San Justo pasé por una panadería y me llamaron y me dieron factura, pan, que a veces vos no lo podés comprar, pero por lo menos. Tengo cuatro hijos, una mujer que mantener. Vivo en [el barrio Carmelo] y bueno la luchamos todos los días con mi señora. (...) Yo aparte de esto salgo a juntar cartón, junto diario de lunes a viernes, el sábado me dedico a venderlo y con eso tiramos hasta que cobramos el plan. Igual a veces no tenés ni para pagar la luz. También trabajo con mi papá de ayudante de albañil, pero, bueno, mi papá está también sin trabajo, cuando vino la devaluación y todo el quilombo, se vino todo abajo. Ahora, también trabaja en esto, digamos está en el plan, y también la lucha todos los días. (...) Yo vivo con mi papá y mis hermanos chicos, porque yo vivo atrás; ellos están aparte, pero nos ayudamos, muchas veces ellos no tienen para comer tampoco, pero la luchamos todos juntos. [Hoy estoy acá porque] a los políticos les importa el buche de ellos... A los políticos ni yo ni vos le importamos, ellos no me van a dar de comer. Y si no los molestás, ni se enteran de que estás

Las palabras de Cristian ponen en escena dos categorías articuladas, a partir de las que organiza su relato: "lucha" y "trabajo". Cuando Cristian hace referencia al trabajo menciona una diversidad de actividades cuyo denominador común reside en el hecho de que todas forman parte de su "lucha" cotidiana. Estas actividades incluyen tareas de albañilería, cirujeo, es decir juntar y vender materiales desechados, o el cobro del "plan" Jefes y Jefas de Hogar Desocupados, lo que implicaba recibir un subsidio por esa condición, a cambio del cual debía "cumplir con la contraprestación" laboral exigida por estos programas estructurados conforme a la lógica del workfare .

Asimismo, en este fragmento es posible observar que la enunciación de las actividades que Cristian realizaba cotidianamente -tales como pedir, cirujear, hacer changas, efectuar la contraprestación, marchar- fueron presentadas a partir de destacar como responsabilidad principal "mantener" a sus hijos/as. Si bien estas acciones tienen en común que forman parte de su lucha y le permiten cumplir con sus responsabilidades, Cristian introduce una jerarquización entre ellas. En el tope de este ordenamiento se encuentra el "trabajo", como aquello de lo que carece, entendiendo por tal al empleo de tiempo completo. La "falta de trabajo" es la que lo llevaba a realizar las demás actividades como alternativa y a la espera de que los tiempos "mejoren". En relación con esta jerarquización, "pedir" era la actividad que podría ocasionarle la mayor "vergüenza", no obstante, dado que no era el incumplimiento de su responsabilidad lo que lo ponía en esa posición, sino la incapacidad de "los políticos" para "dar trabajo", no sentía vergüenza de hacerlo.

A su vez, como parte de esa actitud de "luchador" Cristian no se conforma con procurarse los medios para proveer los recursos que permitan sostener su hogar, sino que además "marcha" para "molestar" a "los políticos" poniendo de relevancia que no están cumpliendo con su responsabilidad. Participando en la movilización él sentía que los/as hacía "quedar mal" y esperaba que de esa forma, denunciándolos/as públicamente, pudiera haber un "cambio", las cosas "mejoraran" y el pudiera tener un trabajo.

La relación entre lucha y trabajo es entonces doble. Por un lado, resultan categorías emparentadas, en tanto hacen referencia a la necesidad de asegurar, como sea posible, la reproducción de su vida y la de sus hijas/os. En este sentido, lucharla es trabajar. Así una serie de actividades pueden ser incluidas en esta categoría. Por otro lado, se "lucha" para conseguir trabajo. De esta manera, el trabajo adquiere una referencia específica que lo vincula a la obtención de un empleo y lo diferencia de actividades como "pedir" o cobrar un "plan".

En esta doble articulación entre lucha y trabajo es posible observar varias huellas del discurso público de las organizaciones territoriales acerca del desempleo: la responsabilidad de "los políticos", la reivindicación de la actitud de "pedir" cuando hay una "necesidad", la insuficiencia de los ingresos que se pueden obtener en el empleo informal para hacer frente a las necesidades de subsistencia, marchar como modo de incomodar, molestar, denunciar, en definitiva, interpelar a los/as funcionarios/as gubernamentales. Asimismo, la articulación entre pobreza y desempleo, y la condición de jefe de hogar con hijos/as menores a cargo como parámetro para legitimar su condición de beneficiario/a, considerando la formulación del programa Jefes y Jefas de Hogar Desocupados (Fernández Álvarez y Manzano, 2007), da cuenta de las huellas del discurso estatal en el modo en que Cristian se presenta y justifica su presencia en la plaza.

En el sostenimiento de esta lucha la referencia a otras/os resulta reiterada. Se comparte con la familia, con su padre con quien trabajó como albañil o con su esposa con quien, en términos de Cristian "la luchamos todos los días". Lo más duro de esa lucha había comenzado cuatro años antes cuando se había quedado sin su "trabajo", pero las cosas nunca habían sido sencillas para él. Cristian comenzó a trabajar a los once años, cuando falleció su mamá. Tuvo varios empleos informales hasta que finalmente, a los dieciseis años "consiguió un trabajo" en una fábrica de alfajores. Así lo contó:

Yo me acuerdo cuando laburaba en la fábrica que tenía a las dos primeras chicas [se refiere a sus hijas], les daba los gustos. (...) Ponele en una quincena yo me iba y compraba todo en un supermercado y ya tenía para todo el mes, gastaba $100 en mercadería, en ese tiempo rendía. Me he dado gustos de ir de vacaciones, todo, pero después nos echaron a todos, se vino la fábrica a pique y nos echaron a todos. Porque uno a veces piensa "No, nunca me va a tocar" pero te toca. Empezaron a cortar los pagos en el mes de marzo del '94 y pagaban vales de $50, a veces te daban $20, a veces no te daban nada. Muchas veces me he ido caminando a mi casa, de Flores hasta Isidro Casanova. (...) Después te hacían los descuentos de obra social pero no los aportaban, también supe que no aportaron nada de los años que laburé. Tuve problemas también porque casi no cobro el fondo de desempleo. (...) Me quedé sin un mango de la noche a la mañana. Cuando yo me quedé sin trabajo, que me echaron de la fábrica, yo me quería tirar abajo de un colectivo, no quería vivir más [se emociona], pero después pensé que yo sé lo que es quedarse huérfano y seguí para adelante, pero por ellos [sus hijos]

La emoción de Cristian al evocar este momento, me recordó las palabras de Juan respecto a lo mal que había estado al perder su empleo. Cristian atravesó muchas adversidades: enfrentó el ingreso prematuro al mercado de trabajo, la inestabilidad laboral, el fallecimiento de su madre. En este camino, haber conseguido un "trabajo" en relación de dependencia había sido importante porque le permitía hacer una compra mensual de alimentos, irse de vacaciones, "darle los gustos" a sus hijos/as. En este sentido, perder su empleo en la fábrica fue un gran golpe en tanto vio defraudadas sus expectativas de "mejorar" sus condiciones de vida.

No obstante, este párrafo también permite analizar que, su representación acerca de lo que implica un empleo asalariado incorpora atributos que no se verificaron su relación con la fábrica. Cristian da cuenta de que su experiencia como operario fue muy dura. Ingresó en 1993 y ya a partir del año siguiente empezó a padecer pagos irregulares, al punto de que tuvo que caminar muchas veces desde Flores hasta Isidro Casanova por no poder afrontar el costo de los viáticos. Cuando fue despedido descubrió que la empresa no había realizado los aportes correspondientes, aunque si las deducciones sobre su salario, además no le pagaron la indemnización y estuvo a punto de no poder cobrar el seguro de desempleo. Con lo cual, el período en el que tuvo la expectativa de mejorar sus condiciones de vida fue muy reducido en términos absolutos, pero también en relación al tiempo en que trabajó informalmente. De este modo, la interpretación en términos de que pedir, cirujear o efectuar la contraprestación constituyen una alternativa a la "falta de trabajo" puede ser leída en relación con el discurso sustentado en aquella movilización.

Asimismo, su desesperación al quedarse sin empleo contrasta ampliamente con el modo en que explicaba su presencia en la plaza: Aquel que había pensando en "tirarse" bajo un colectivo" cuando perdió su empleo, les atribuía a "los políticos" la responsabilidad por su "falta de trabajo" y consideraba la movilización como herramienta para llamar su atención. En relación con esta cuestión resulta interesante el modo en que describe cómo se vinculó con la Federación:

¿Cómo llegué yo a la federación de ellos? (...) La cuestión es que un pibe [con el] que hicimos la primaria juntos, escuchó que estaban anotando para el plan y me avisó y yo me fui a la salita y me anoté (...) Y después me llamaron, cobro sí, y estoy ahí, de ocho de la mañana a doce del mediodía. Somos una cuadrilla, hacemos limpieza, hacemos veredas, y viste, cuando puedo, vengo a las marchas, no te digo que vengo a todas, pero vengo. Cumplo (...) Ellos vienen, listo, yo no hablo nada, yo hago la mía, digamos, no es por nada, son las elecciones que uno tiene, no quiero que ellos me den mucho, que sé yo, me gusta rebuscarme por mí mismo. A mí me toca mantener cuatro hijos, y se te hace duro todos los días. Y bueno dentro de todo me manejo juntando cartón y esas cosas... Lo que te dan en el plan, los $150, no es mucho, pero algo es, por ahí para comprar algo de comida para los chicos...

En este fragmento se observa que a la hora de explicar su vinculación con la organización —a la que llama "la federación de ellos"— Cristian puso de relevancia la importancia (relativa) de los $150 a los que accedía a través del plan para poder alimentar de sus hijos/as. A cambio debía "trabajar" durante cuatro horas (a fin de garantizar la "contraprestación") en una cuadrilla y, eventualmente, asistir a algunas reuniones y marchar. Además complementaba sus ingresos juntando cartón y de este modo podía cumplir con su responsabilidad como padre.

En relación con esta cuestión, él plantea que prefiere "rebuscárselas sólo" antes que "le den mucho", dando cuenta de su resistencia a construir un vínculo más estrecho. Está claro que, por lo que ha venido diciendo, no se trata de que "no necesite". Pero él pretende establecer una relación acotada: Cristian cumple, pero no más que eso. ¿Implica esto una alienación respecto a las demandas de la organización a la que está vinculado? ¿Supone esto una contraposición de intereses? Considero que la respuesta no es tan sencilla. Es cierto que al nombrar a la organización Cristian se refiere a la "federación de ellos". Entiendo que con "ellos" se refiere a los/as líderes, como Juan, a quienes claramente prefiere "no deberles mucho". No obstante, para él, "cumplir" con los/as dirigentes no es algo contradictorio con el significado que le asigna a la movilización en términos de "molestar a los políticos", denunciar su incapacidad o su indiferencia.

Otra punto interesante que introduce este fragmento es que Cristian describe su propia cotidianeidad en función de "un mundo de reglas" que le es propio en tanto percibe un "plan" (Quirós, 2006). De hecho, hasta justifica su renuencia a involucrarse en función de estas reglas: sabe qué es lo que tiene que hacer para "cumplir", pero también sabe cómo señalar claramente los límites del involucramiento que está dispuesto a asumir.

De este modo, es posible observar que en el caso de Cristian, las huellas de su proceso de vinculación no se manifiestan en la evaluación racional que efectúa acerca del modo en que se relaciona con los/as líderes o de la legitimidad de las demandas, sino en el modo en que significa su propia experiencia: como desocupado, como beneficiario de un plan, como manifestante frente al Congreso.

Clara: Salir para cambiar

Clara vivía en la Ciudad de Buenos Aires cuando nos conocimos en junio de 2003. Tenía veintinueve años y hacía catorce que vivía allí. Estaba separada y tenía una hija adolescente y dos hijos pequeños. El primer encuentro fue en la sede del Comedor Álvarez, donde "trabajaba" en el sector "Alimentos", es decir, efectuaba su "contraprestación" clasificando mercadería distribuida por diversos programas sociales de alcance local y nacional. Nos entrevistamos dos veces, en 2003 y 2004. En la primera oportunidad no quiso que grabase la conversación, aunque no tuvo problema en que tomara apuntes. La segunda vez que nos vimos fue en el marco de un encuentro informal del grupo de mujeres que "trabajaban" en la "sede central" del Comedor. Esta vez accedió a que grabara nuestro diálogo. En esa segunda oportunidad brindó detalles acerca de cómo había comenzado a vincularse a la organización:

Yo siempre trabajé en comercios (...) Lo que pasa es que trabajaba ocho horas y tenía la ayuda de mi marido... y me separé ¿viste? y ya cambia. Yo sola con los chicos ¿viste?, Y yo desde que me había separado estaba realmente mal porque siempre trabajé... Y yo decía "yo tengo que salir a buscar algo para mis hijos, porque si no me van a comer los piojos" (...). En realidad, yo vine por intermedio de una chica amiga que ya estaba acá y ella se acercó y me dijo que pruebe... (...) Y bueno, me enganché... me fui enganchando y la verdad es que si no tuviera esto... Encerrada en mi casa, nadie me iba a venir a golpear la puerta. Y acá me di cuenta; la única manera de que te den bolilla y de que te den las cosas es saliendo a la calle y si no estaría en mi casa encerrada todavía... Yo me di cuenta que los de arriba me estaban cagando medio... porque a mí nadie me daba bolilla... (...) Y bueno, y yo apunto a eso... pido trabajo y quiero trabajar, entendés, y el único lugar es llevando la bandera del Comedor en la calle, nada más (...) Al principio no nos animábamos a plantear cuestiones y hoy las hacemos naturalmente... Cada uno terminó haciendo cosas que hace unos años atrás, ni en pedo iba a imaginar que iba a hacer algo así... Cuando te enganchás vas viendo que sí, que era posible un cambio... que no se había acabado, que no era un designio divino que había dicho: 'bueno, vos naciste pobre, te tenés que morir pobre (...) Nosotros acá fuimos formándonos como personas también, saber que tenés que luchar. Cuando miras para atrás, ves la diferencia... ves otras personas en nosotros mismos...

Clara cuenta que cuando se separó de su esposo no pudo seguir sosteniendo una jornada de trabajo de ocho horas y a la vez se vio en la obligación de afrontar los gastos de su hogar sin "la ayuda" de su marido. Se sentía realmente desbordada por la situación porque no sabía cómo "salir" y de qué modo asumir sus responsabilidades frente a sus hijos/as. Haber perdido la "ayuda" de su marido la dejó momentáneamente sola frente a sus necesidades. Fue entonces cuando una "amiga" le facilitó el contacto con la organización para "darle una mano". Tal como permite ver este fragmento, su primer acercamiento se relacionó con la necesidad de "buscar algo" para sus hijos/as. Y Clara se acercó para "probar".

Con el tiempo este vínculo adquirió otras connotaciones, a medida ella se fue "enganchando". Para eso fue muy importante "darse cuenta" de que la "lucha", que se daba "en la calle", era la forma de que "te den bolilla". De este modo, Clara pudo comprender que si quería "tener trabajo" debía estar dispuesta a "llevar la bandera del Comedor". En este sentido, quedarse "encerrada en su casa" no constituía una alternativa.

Al igual que Cristian, ella menciona la necesidad de "salir" para llamar la atención sobre su situación y sitúa la movilización como modo mejorar su calidad de vida y la de sus hijos/as. A partir de su vínculo con la organización "se dio cuenta" de que estaba siendo perjudicada y que "encerrada en su casa" no iba a resolver sus problemas. En este sentido, interpreto que la expresión "encerrada en su casa" contrapuesta a la de "salir a la calle" designa una posición respecto a su situación: aislada de sus compañeros/as no se hubiera dado cuenta de que estaba siendo perjudicada, no hubiera descubierto capacidades que no sabía que poseía, no se hubiera convertido en quién había llegado a ser.

Al vincularse a la organización descubrió que su condición de pobreza no era algo que debiera aceptar como dado, que cambiar resultaba posible. Y este cambio no se acota a las condiciones de vida, a lo que pueden/deben hacer otros/as, sino a descubrir "otra persona" en ella misma. Este discurso en cuanto al descubrimiento de capacidades es un modo elocuente de definir la adscripción a la comunidad de valores que constituían las organizaciones territoriales: la capacidad de cambiar, de conseguir recursos, de comprender que los políticos eran capaces de perjudicarlas/os. De este modo, el reconocimiento de las capacidades individuales y colectivas afirma los vínculos y permite, a la vez, posicionarse en relación con otros/as, transformando las estructuras que se toman como referencia en la articulación de las experiencias (Ricœur, 2006). Sin embargo, este cambio no estaba exento de desafíos, como puede verse en este fragmento:

A algunas compañeras el marido no las deja marchar. Yo que estoy separada no tengo ese problema... Pero nosotros vamos a las marchas con las familias ¿no? Vamos con los chicos con los carritos todo... tenemos una seguridad... los varones nos cuidan y si hay algún problema van todos ellos... (...) El papá de ella [su hija] tiene un trabajo y no quería que yo la lleve a las marchas y yo le hice entender que era lo que yo hacía... él tiene su trabajo gracias a Dios, entonces ahora él tiene que respetar lo mío, porque yo me las rebusco como puedo (...) Y yo ahí sí ¿qué hice?... agarré y empecé mirando más o menos las cosas que me llevaba y saqué la cuenta y más o menos es $180, $190 de mercadería que me llevo yo, la plata del plan que la uso para alquilar (...) Y gracias a Dios no les falta un plato de comida... Entonces lo entendió...

Clara, estando separada, no debía rendir cuentas si quería marchar, como otras compañeras. Sin embargo, el padre de su hija se oponía a que la niña —que estaba a cargo de la madre— la acompañara en las movilizaciones. Frente a esto Clara argumentaba que su labor en el Comedor, en tanto le permitía llevar "un plato de comida" a sus hijas/os y afrontar el pago del alquiler de la vivienda que compartía con ellas/os, debía ser "respetado" como trabajo. Pero al mismo tiempo, distinguía ambas actividades al afirmar "él tiene su trabajo gracias a Dios" y "yo me las rebusco como puedo".

En este sentido, como en el caso de Cristian, el trabajo y la lucha en la organización resultan en algunas circunstancias actividades semejantes, asociadas y al mismo tiempo diferentes. Si en el primer sentido la actividad en la organización se ubica en una misma jerarquía que el trabajo en tanto le permite obtener los recursos con los que sostener su hogar; en un segundo momento se establece una relación asimétrica entre ambas actividades según la cual el trabajo queda en un lugar privilegiado. Sin embargo este argumento no era suficiente cuando se trataba de "marchar". Lograr que sus hijas/os la acompañaran en las movilizaciones exigía demostrar que la seguridad de ellas/os no estaba en peligro.

Más que cualquier otra práctica, la movilización ponía de manifiesto la tensión en torno a los estereotipos tradicionales que establecen el espacio público como ámbito predominantemente masculino. Establecer que "marchar" era necesario para obtener los recursos con los que alimentar a sus hijos/as fue un argumento muy utilizado por las mujeres frente a los varones de sus familias. También el hecho de que fueran otros varones quienes las "cuidaban" parecía ser una forma extendida de "convencer" a sus cónyuges, o a los padres de sus hijos/as, acerca de su propia seguridad. El carácter estratégico de esta argumentación se pone de manifiesto al analizar el siguiente fragmento:

A mí me encanta cuando marchamos, porque lo decidimos entre todos y porque es una sensación muy linda. (...) Por ejemplo yo, en dos años y medio que hace que estoy, cuando salgo, que voy a las marchas, pasamos y la gente se pone en las veredas, nos aplauden. O el otro día fue una columna nuestra a La Plata y estaban en la tele y era un orgullo bárbaro... a nosotros siempre cuando pasamos nos aplauden. Yo soy piquetera, pero a mí no me van a ver nunca con un pañuelo en la boca; siempre me van a ver lavadita y pintadita...

Evidentemente para Clara "marchar" tenía otras connotaciones de las que esgrimió frente al padre de su hija. Ella disfrutaba mucho de esos eventos porque le provocaban "una sensación muy linda" y le producía "un orgullo muy grande" ver a sus compañeros/as "en la tele". Para Clara "marchar" era "salir". Ella decía "cuando salgo, que voy a las marchas". Era por un lado "salir de la casa" para "luchar por el trabajo". Pero, como aparece en este fragmento de la entrevista, "salir" era una ocasión especial en la que ella se encontraba con otros/as que la alentaban para seguir con su lucha. En este sentido, "marchar" no tenía por qué ser una actividad peligrosa o en la que debiera ocultarse el rostro. Ella no se ponía "un pañuelo en la boca", sino que se "arreglaba". Marchar para Clara era una ocasión de disfrute, una fiesta. No obstante, si no ocultaba su cara frente a quienes observaban la manifestación, ni frente a los medios de comunicación masiva, esto no le evitaba tener que "ocultarse", en parte, del padre de su hija mayor.

Esta ambivalencia pone de manifiesto un modo bastante habitual de las mujeres de justificar su vinculación con organizaciones territoriales como las estudiadas. Si bien varones y mujeres movilizan el argumento de la necesidad, como hemos visto que lo hicieron tanto Cristian como Clara, los primeros no necesitan justificarse frente a sus parejas o las madres de sus hijos/as, mientras que las segundas muy frecuentemente deben acreditar su responsabilidad frente a sus hijos/as, ya no sólo frente a las autoridades, sino frente a los varones de su familia.

Otra diferencia en cuanto al modo en que se construyen los argumentos es que los varones, como Cristian, solían poner un esfuerzo mayor en destacar que el "plan" no constituía su única fuente de ingresos y que su vínculo con la organización estaba acotado. En cambio, las mujeres solían equipar en modo más inmediato "plan" con "trabajo", teniendo su actividad en la organización la peculiaridad de permitirles obtener un ingreso monetario, aún cuando fuera mínimo, y recursos para sostener el hogar, sin descuidar su rol materno. Así, movilizarse en pos de garantizar la supervivencia resultaba —en principio— menos problemático para las mujeres dada la división generizada de roles en lo relativo a la reproducción de los hogares. Esta situación pone de manifiesto los límites de la concienciación femenina (Kaplan, 1990) desarrollada en este marco, pero también lo profundo de las huellas de esta experiencia. En este sentido, resulta imposible acotar el alcance del vínculo establecido con la organización a las demandas explicitadas públicamente o al intercambio con los/as líderes.

En testimonios como este se observa algo más que la evaluación respecto a las demandas públicas o los beneficios de la participación, lo que se manifiesta es un cambio en la posición subjetiva de estas personas o, dicho de otro modo, una reconfiguración de los marcos en función de los cuales articulan su experiencia. Y esta resignificación tiene que ver con el desarrollo de capacidades colectivas —como gestionar recursos asignados mediante programas sociales, demandar públicamente por su situación, aparecer en televisión como agentes políticos o adquirir recursos con los que sostener su hogar a partir de la movilización— en función de las cuales se inscriben en una determinada comunidad de valores, definida como aquella que permite dotar de significado la propia acción y la de otros/as (Ricœur, 2006).

El vínculo político y la articulación de la experiencia

Una primera observación que puede realizarse es que Cristian y Clara han tenido experiencias diferentes en cuanto a su vinculación con las organizaciones territoriales. Desde que se había quedado sin trabajo, Cristian muchas veces no tenía "ni para comer" y en ese estado de desesperación se había sumado a la organización territorial del barrio Carmelo. Prefería mantener la distancia con los/as dirigentes a quienes consideraba dueños/as y beneficiarios/as de la federación. En algún sentido su vínculo era explicado como un intercambio con estos/as dirigentes, que en principio se acerca a lo que ha sido denominado como "lógica del cazador" (Merklen, 2000). Por su parte, Clara, asumió en todo momento un discurso esperanzado, de transformación . Sentía que "estar en la calle" le había permitido salir de esa situación de impotencia que le hacía sentir que se la iban a "comer los piojos". Su "enganche" con la organización se relacionaba con el hecho de descubrir que era capaz de hacer muchas cosas que no se imaginaba y que eso le permitía aportar a un cambio, "sentir que estaba haciendo algo", para mejorar su situación y la de sus hijos/as.

Más allá de estas diferencias ostensibles a simple vista, ciertos modos de argumentar, de construir sus discursos, pensados éstos como expresión de la articulación de sus experiencias, sitúan a Clara y Cristian en un mismo espacio social. Ciertamente la experiencia del desempleo se presenta en ambos relatos como una instancia clave, sumamente dolorosa y conmocionarte, que ha jugado un rol preponderante en su proceso de vinculación a las organizaciones "de desocupados". Este discurso retoma fuertemente la demanda piquetera de "trabajo digno" en tanto justifica la movilización, la "lucha de los/as desocupados/as". Y esto es recuperado en el relato de Cristian, que llevaba a cabo varias actividades laborales, entre ellas la "contraprestación", presentadas como una forma de "rebuscársela" mientras lucha por el empleo asalariado. Asimismo, Clara sostiene que no puede tomar un empleo, dada su condición de madre a cargo de hijos/as pequeños/as, pero esto no impide que lo presente como un "eje de su lucha".

Asimismo la articulación entre pobreza y desempleo y la puesta en relevancia de la responsabilidad frente a los/as hijos/as a cargo muestra las huellas de la interpelación estatal a través de las políticas sociales. En efecto, para ser "beneficiario/a" de un programa social ha resultado necesario acreditar ambas condiciones, es decir la de pobre y la de desocupado/a y, a partir de la implementación del Programa Jefes y Jefas de Hogar Desocupados, tener a cargo hijos/as menores o discapacitados/as.

Respecto a las dos fuentes de exterioridad a las que da lugar la pregunta acerca de los motivos de la participación, descriptas al inicio, el análisis realizado permite ver que, en primer lugar, la justificación del vínculo político en un momento determinado no constituye el equivalente del motivo de la participación. En estos relatos el primer acercamiento está relacionado con expectativas más o menos vagas respecto a lo que puede conseguirse, constituidas a partir de un/a amigo/a o familiar en situación similar. Al establecerse el acuerdo respecto a las mutuas obligaciones, comienza una nueva instancia en la cual se pone en juego la profundidad del compromiso asumido, o el nivel de "enganche" en términos de Clara. Y los modos que éste vínculo asume se revelan como contingentes, pero a la vez sujetos a marcos comunes. Estos marcos se asumen tanto en los discursos que permiten asimilar la propia situación a la descripción de la población beneficiaria de un programa social, como en los modos de interpretar la situación de pobreza en que se vive en términos del debate público acerca del desempleo.

En los relatos analizados, no hay una lógica del interés (económico) contrapuesta —cínicamente— al compromiso (político) sino una experiencia con diferentes connotaciones, según se contemple desde el pasado —de desencanto respecto a las posibilidades que brinda el empleo— el presente —de desempleo— o el futuro —donde la situación "tiene que mejorar" a partir de la propia lucha. Estos sentidos son tan constitutivos de las organizaciones territoriales —y las prácticas que desarrollaron para vincular personas así lo demuestran— como las demandas que expresan públicamente.

Así al pensar los vínculos políticos desde la experiencia es posible ver que —más allá de los altibajos en la acción contenciosa— nada hay más íntimo que las huellas que deja haber salido a la calle, con el propio rostro, con el cuerpo, a denunciar que se está siendo víctima de una injusticia. En este sentido, poder narrar la propia situación como sustrato de demanda al estado, e inclusive articular tal situación con la demanda expresada públicamente, no es el motivo de la movilización, sino la expresión de que el vínculo ha sido establecido. No es la injusticia sufrida lo que moviliza, sino el encuentro con otros/as en tanto permite ponerle nombres, comunes y compartidos, tanto al dolor como a la esperanza.

Agradecimientos:

Agradezco a la Dra. María Inés Fernández Álvarez sus aportes a las versiones preliminares de este texto.

Notas

1 Me refiero al proyecto PICT 1721/07, bajo mi dirección, enfocado a analizar el desarrollo de capacidades colectivas a partir de la gestión local de programas sociales.

2 Las fuentes primarias involucraron a lo largo de estos ocho años la realización de entrevistas en profundidad (55) a informantes clave, funcionarios/as y líderes territoriales, sindicales y políticas y relatos de vida (33) efectuados con dirigentes, referentes y participantes de base de las organizaciones estudiadas, observación de actividades de gestión de la política social, movilizaciones, festivales, asambleas, cursos, plenarios y charlas y análisis documental de volantes, folletos, actas, discursos, declaraciones, etc.

3 La necesidad del actor colectivo de ser representativo y del participante de ser representado, o bien, el interés del/la dirigente de reclutar votantes/manifestantes y la del/la participante de base de conseguir dinero/alimentos. Más allá de sus diferentes connotaciones morales, ambos esquemas argumentativos se sustentan en supuestos semejantes y, por tanto, en esquemas reflexivos similares.

4 Mi traducción.

5 Los nombres atribuidos a estas personas son ficticios, así como los de las organizaciones a las que pertenecen y los barrios de referencia. En el primer caso para preservar el compromiso de confidencialidad asumido con cada una de las personas entrevistadas. En el segundo porque en este artículo elijo hacer abstracción de las particularidades de cada organización, por razones de espacio y de economía argumentativa.

6 Queda pendiente para otro artículo el trabajo con los/as líderes, frente a cuyos testimonios la dialéctica del interés/desinterés y dentro/fuera de la organización adquiere connotaciones diferentes, aunque complementarias respecto a las analizadas en este texto.

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